Comentario de Juan 1:35 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Al día siguiente, de nuevo estaba Juan con dos de sus discípulos.

1:35, 36 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. — Juan ya había dicho públicamente que Jesús era el Cordero de Dios (1:29), pero ahora lo dice a dos de sus discípulos, porque el éxito del ministerio de Juan dependía de que sus discípulos llegaran a ser discípulos de Cristo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y dos de sus discípulos. Jua 3:25, Jua 3:26; Mal 3:16.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Uno de los dos discípulos de Juan el Bautista era Andrés (v. Jua 1:40). El otro no se menciona, pero probablemente era Juan, el autor de este Evangelio.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Este pasaje incluye el testimonio acerca de Jesús que Juan dio a un tercer grupo compuesto por algunos de los discípulos de Juan, en el tercer día (vea en los vv. Jua 1:19-28 y Jua 1:29-34 los grupos primero y segundo en los primeros dos días). Con la misma humildad que exhibió en los encuentros anteriores, Juan enfoca la atención de sus propios discípulos en Jesús (v. Jua 1:37).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1:35, 36 El siguiente día otra vez estaba Juan, y dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: He aquí el Cordero de Dios. — Juan ya había dicho públicamente que Jesús era el Cordero de Dios (1:29), pero ahora lo dice a dos de sus discípulos, porque el éxito del ministerio de Juan dependía de que sus discípulos llegaran a ser discípulos de Cristo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LOS PRIMEROS DISCÍPULOS

Juan 1:35-39

Al otro día estaba otra vez Juan con dos de sus discípulos, y vio que andaba por allí Jesús.

-¡Mirad! -les dijo- ¡El Cordero de Dios!

Dos de sus discípulos, al oírle, se pusieron a seguir a Jesús. Jesús se volvió y los vio seguirle.

-¿Qué buscáis? -les preguntó. Y le contestaron:

-Rabí -que quiere decir maestro-, ¿dónde te alojas?

-Venid y ved -les contestó Jesús; y ellos fueron a ver dónde se alojaba, y ya se quedaron con Él todo aquel día, porque eran como las cuatro de la tarde.

Es posible que no haya otro pasaje de la Escritura más lleno que este de pequeños detalles reveladores.
Una vez más vemos a Juan el Bautista señalando más allá de sí mismo. Tiene que haberse dado perfecta cuenta de que al hablar así a sus discípulos acerca de Jesús los estaba invitando a dejarle a él y transferir su lealtad a este nuevo y más excelente Maestro; y sin embargo lo hizo. No cabían los celos en su noble corazón. Había venido a poner al pueblo en contacto, no consigo mismo, sino con Cristo. No hay nada más difícil que ocupar el segundo puesto cuando se ha gozado del primero; pero tan pronto como surgió Jesús en la escena, Juan no tenía otro pensamiento que el de mandarle a Él a la gente.
Así es que los dos discípulos de Juan siguieron a Jesús. Puede que fueran demasiado tímidos para acercarse a Él directamente; el caso es que Le iban siguiendo a una distancia respetuosa. Entonces Jesús hizo algo muy característico: se volvió y les dirigió la palabra. Es decir: se encontró con ellos a mitad de camino. Les puso las cosas más fáciles. Les abrió la puerta para que pudieran entrar.
Aquí tenemos un símbolo de la iniciativa divina. Siempre es Dios el Que da el primer paso. Cuando la mente humana empieza a buscar, y el corazón humano empieza a anhelar, Dios, nos sale al encuentro mucho más que hasta la mitad del camino. Dios no nos deja buscar y buscar hasta que Le encontremos, sino que nos sale al encuentro. Como dijo Agustín, no podríamos ni haber empezado a buscar a Dios si El no nos hubiera encontrado ya. Cuando acudimos a Dios, no descubrimos que Se ha estado escondiendo para mantener la distancia; acudimos a Uno que Se detiene a esperarnos, y que hasta toma la iniciativa de salir a buscarnos al camino.
Jesús empezó por hacerles a aquellos dos la pregunta más fundamental de la vida: » ¿Qué buscáis?» Era muy pertinente hacer esa pregunta en Palestina en el tiempo de Jesús. ¿Serían legalistas que no buscaban más que conversaciones sutiles y rebuscadas sobre los detalles más diminutos de la Ley como los escribas y fariseos? ¿O serían ambiciosos oportunistas buscando la ocasión propicia o el poder como los saduceos? ¿O nacionalistas en busca de un político demagogo o un jefe militar que los guiara a sacudirse el yugo de los Romanos como hacían los celotas? ¿O tal vez humildes hombres de oración buscando a Dios y Su voluntad como » los reposados de la tierra»? ¿O serían simplemente pecadores desorientados y confusos, buscando una luz en el camino de la vida y el perdón de Dios?
Sería bueno a veces que nos preguntáramos: » ¿Qué estoy yo buscando? ¿Cuáles son mi propósito y mi meta? ¿Qué es lo que quiero encontrar en la vida?»
Hay algunos que lo que buscan es seguridad. Les gustaría tener una posición segura, con suficiente dinero para cubrir las necesidades de la vida y reservar algo para los imprevistos que puedan surgir; es decir, una seguridad material que elimine las preocupaciones esenciales sobre las cosas materiales. No hay nada de malo en este deseo, pero no es muy elevado, ni tampoco adecuado para inspirar toda la vida; además, en último análisis, tampoco se puede estar a salvo de los azares y avatares de la vida.

Hay algunos que buscan lo que llamarían hacer carrera, algo que les proporcione poder, prominencia, prestigio, oportunidades para aplicar las habilidades y los talentos que creen poseer y realizar el trabajo para el que se consideran capacitados. Si lo que inspira esta actitud son motivos de ambición personal, puede ser mala; pero si es el deseo de servir a los semejantes y a la sociedad puede considerarse incluso elevada. Pero no es suficiente, porque sus horizontes están limitados a este tiempo y a este mundo.

Hay algunos que lo que buscan es alguna clase de paz, algo que les permita vivir en paz consigo mismos, con sus semejantes y con Dios. En realidad lo que buscan esa Dios, y este objetivo sólo Jesucristo lo puede satisfacer.

Los discípulos de Juan le respondieron a Jesús que querían saber dónde paraba. Le llamaron Rabí, -palabra hebrea que quiere decir literalmente Mi grande. Era el título de respeto que daban los estudiantes y los buscadores del conocimiento a sus maestros y a los sabios. Juan, el evangelista, estaba escribiendo para los griegos. Suponía que no conocerían la palabra, y se la tradujo por el término griego didáskalos, maestro. No era sólo por curiosidad por lo que aquellos dos hicieron aquella pregunta. Lo que querían decir era que querían hablar con Él, no sólo en el camino y de pasada, como meros conocidos ocasionales que pudieran cruzarse algunas palabras; querían detenerse con El lo suficiente para hablar de sus problemas y preocupaciones: La persona que quiera ser discípula de Jesús no se dará, por satisfecha con una palabra de pasada, sino querrá tener un encuentro personal con El, no como conocida sino como amiga, en Su propia casa.

Jesús les contestó: » ¡Venid y ved!» Los rabinos judíos tenían la costumbre de usar esa expresión en su enseñanza. Decían a veces: «¿Quieres saber la respuesta a esa pregunta? ¿Quieres saber la solución a ese problema? Ven y ve, y lo razonaremos juntos.» Cuando Jesús les. dijo «¡Venid y ved!» los estaba invitando, no sólo a ir con Él para hablar, sino a ir a encontrar lo que sólo Él les podía descubrir.

El autor de este evangelio termina el párrafo diciendo que «eran como las cuatro de la tarde.» Es muy probable que lo

diga porque él era uno de aquellos dos, y podía hasta decid

exactamente la hora del día y hasta la piedra que había al borde del camino donde encontró a Jesús. A las cuatro de la tarde

de un día de primavera en Galilea, la vida se le ofreció comer algo completamente nuevo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Análisis de discurso

(Jua 1:35-51)

En este contexto los primeros discípulos de Jesús no tienen que ver con rango o importancia. Lo que obviamente se indica es que fueron los primeros escogidos de las filas de Juan Bautista. El texto muestra cómo los primeros discípulos de Jesús fueron encontrados entre los discípulos del Bautista. Éste da testimonio de la mesianidad de Jesús ante las multitudes, ante las autoridades de Jerusalén, y ahora lo hace ante sus mismos discípulos en este tercer día.

El texto en estos versículos es muy escueto. Hay mucho movimiento, numerosos verbos, varios títulos de presentación de Jesús. El verbo más recurrente, con gran carga de sentido juanino, es “ver”, que aparece once veces en varias formas.

Ahora, este tercer día se organiza dentro de cuatro secciones de vocaciones de los primeros discípulos de Jesús dentro de dos jornadas: primera (Jua 1:38-40 y Jua 1:41-42); y segunda (Jua 1:43-44 y Jua 1:45-51).

TÍTULO: El título propuesto predominante es Los primeros discípulos (RV60, RV95, BA) y su principal variante Los primeros discípulos de Jesús (DHH, TLA). Considerando la importancia de Juan Bautista en los orígenes del movimiento de Jesús, sería también oportuno indicar que los primeros discípulos de Jesús provenían de las filas del Bautista: Discípulos del Bautista siguen a Jesús.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

c. Tercer día -El testimonio del Bautista ante los primeros discípulos de Jesús (vv. Jua 1:35-37)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Juan Bautista está ahí con dos de sus discípulos o “seguidores”. Jesús andaba o «pasaba» (TLA) por la cercanía. No se especifica el auditorio ni el lugar del Bautista. Éste fija la mirada en Jesús y expresa: ¡Este es el Cordero de Dios! (Jua 1:29).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El llamado de los primeros discípulos

La repetida afirmación sobre el Cordero de Dios (35) tiene el propósito de dar a entender que los dos discípulos que siguieron a Jesús habían captado algo del significado en cuanto a aquel a quien Juan había señalado. No hay nada en la narración que sugiera que Juan el Bautista esperara que alguno de sus discípulos lo dejara; al contrario, lo que se deduce es que vio que esto era parte de su propia misión al anunciar a Jesús. El hecho de que se dé sólo el nombre de uno de los discípulos, puede significar que el otro era Juan el autor. La idea de siguieron en el v. 37 sin duda no tiene el sentido pleno que adquiriría después como discipulado. Su respuesta a la pregunta de Jesús y el que se hayan dirigido a él como rabí muestran sus serias intenciones al seguirle. El título “rabí” era de respeto y no se refiere (como fue más adelante) a alguien que ha sido capacitado en una escuela rabínica. Se puede preguntar por qué en el v. 39 se menciona la hora décima. Si Juan estaba usando el método normal judío de calcular la hora, sería al atardecer y de eso se infiere que fue una visita hasta el fin del día.

La forma en que se dice que Andrés encontró a su hermano Simón Pedro primero (DHH: “antes que nada”) sugiere que había captado el gran significado del encuentro con Jesús. Juan da otros dos indicios sobre el carácter de Andrés en este Evangelio (cf. 6:8; 12:22). El término Mesías (40) es traducido por Juan para beneficio de sus lectores no judíos. Tanto el heb. Mesías como el gr. Cristo se derivan de una raíz que significa “el Ungido”. Aunque en el AT la idea de ungir estaba principalmente relacionada con la elección de los reyes, en el NT el concepto se aplica a Jesús en un sentido ampliado para incluir la idea de un profeta, un sacerdote y un rey ungidos. Se ha supuesto que hay una contradicción entre este anuncio y los relatos sinópticos que sugieren que Jesús no fue reconocido como Mesías hasta la confesión de Pedro en Cesarea de Filipos. Pero no hay necesidad de suponer que aquí los discípulos tenían más que una idea muy general de lo que realmente significaba el mesianismo. En el v. 42 hay un marcado énfasis sobre las relaciones personales que abarcaban a Andrés, Simón y Jesús. Nuevamente hay una diferencia entre Juan y los Sinópticos sobre el momento en que el nombre Pedro fue dado a Simón. Aquí es dado al comienzo del ministerio, mientras que en Mat. 16:18 es confirmado después de la confesión de Pedro. Vale la pena notar que aquí Jesús usa el tiempo futuro que indica lo acontecido según Mat. 16:18. Tanto Pedro como Cefas significa “roca”, lo que sugiere que Jesús estaba pensando en el carácter “rocoso” que se proponía formar en Simón.

Hasta aquí, se dice que por lo menos tres discípulos han seguido a Jesús. Pero Juan menciona a otros dos, antes de comenzar su relato del ministerio de Jesús en el cap. 2. En el caso de Felipe, Jesús tomó la iniciativa de decirle que lo siguiera. Felipe vuelve a ser mencionado varias veces en este Evangelio (6:5; 12:21; 14:8). Parece haber sido un hombre de mente práctica. Aunque se dice que Felipe, Andrés y Pedro eran de Betsaida, estaban viviendo en Capernaúm (Mar. 1:21, 29). Un nuevo ejemplo de testimonio personal que llevó a otro a Jesús se menciona aquí cuando Felipe buscó a Natanael. Como el tema del testimonio es tan importante en el Evangelio, el método por el cual Pedro y Natanael fueron llevados a Jesús es muy significativo. El testimonio personal siempre ha sido uno de los métodos más fructíferos para llevar a quienes pueden ser discípulos de Jesús. Hay una diferencia en la forma en que Felipe presentó a Jesús en comparación con la de Andrés, ya que él no mencionó al Mesías, sino a aquel de quien Moisés escribió en la Ley, y también los Profetas. Es lo mismo. La referencia a Jesús de Nazaret dio lugar a una expresión escéptica de Natanael (46). Evidentemente Nazaret tenía algún tipo de mala reputación y la forma en que sus habitantes rechazaron a Jesús concuerda con esa fama.

El encuentro entre Jesús y Natanael es muy instructivo. Primero, notamos la elevada opinión que Jesús expresó sobre él (47). El pensamiento de un verdadero israelita, en quien no hay engaño puede haber sido causado por la historia de Jacob que sin duda estaba en mente en el v. 51. Segundo, notamos su mente inquisitiva: ¿De dónde me conoces? Aquí hay un elemento de sorpresa que sugiere que Natanael no se había encontrado antes con Jesús. Tercero, notamos el conocimiento previo de Jesús que habrá impresionado mucho a Natanael. No hay manera para saber qué hacía Natanael debajo de la higuera, pero el punto principal aquí es la perspicacia poco común de Jesús, que fue reconocida claramente por Natanael. Su respuesta tenía gran alcance. No sólo reconoció a Jesús como rabí, sino también como Hijo de Dios y rey de Israel. Una vez más, aun en esta etapa temprana, había una comprensión de Jesús como Hijo de Dios, aunque fuera rudimentaria. Juan había presentado las referencias iniciales del carácter divino del Hijo del Hombre en el prólogo hasta llevarlo aquí al mismo núcleo del ministerio de Jesús que emergía. Las cosas mayores del v. 50 se explican en el 51, que habla del desarrollo de la visión espiritual. La idea de ver ángeles subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre parece ser un eco de la historia de Jacob (Gén. 28:12). El significado de la afirmación es que el cielo ahora está abierto para una comunicación continua con aquellos cuyo representante es Cristo mismo con el título de Hijo del Hombre. Es notable que Natanael haya sustituido este título por el de Hijo de Dios, porque esto muestra que el aspecto humano de Jesús es tan importante como el divino.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

dos de sus discípulos. Uno de estos discípulos era Andrés (vers. 40). Es muy probable que el otro era Juan, constituyéndose así en un testigo ocular de lo que él escribe.

Fuente: La Biblia de las Américas

Estos versículos poseerán siempre grande interés para el verdadero cristiano, puesto que describen la manera como principió la iglesia de Cristo. Grande como es esta hoy, hubo un tiempo en que solo se componía de dos miembros no muy firmes en la fe. El llamamiento de esos dos miembros es lo que se describe en el pasaje de que nos ocupamos.
Enséñasenos primeramente cuáles son los bienes que resultan de declarar con constancia quién es Jesucristo.
Cuando S. Juan dijo por primera vez: » He aquí el Cordero de Dios,» parece que no se siguió resultado alguno. No se nos dice que persona alguna oyera, preguntara ó creyera. Mas sí se nos cuanta que, cuando al día siguiente dijo las mismas palabras, dos de sus discípulos lo oyeron hablar y siguieron á Jesús, que los recibió graciosamente. «Vinieron y vieron donde moraba, y se quedaron aquel día.» Fue aquel á la verdad día feliz y memorable para esos dos prosélitos. Desde entonces empezó su amor y adhesión al Mesías. Tomaron sobre sí la cruz;’ le acompañaron en sus tentaciones; le siguieron por donde quiera que dirigió sus pasos; y uno de ellos á lo menos, si no ambos, vino á ser uno de los apóstoles, y por lo tanto, uno de los principales obreros del Cristianismo. Y todo fue debido al testimonio del Bautista: » He aquí el Cordero de Dios..
Esta sencilla narración presenta un ejemplo del modo como ha progresado en todos los siglos la iglesia cristiana. Es por medio do un testimonio como el de Juan, y no por medio de ninguno otro quo se convierten los hombres y se salvan. Es ensalzando á Cristo, no la iglesia, ni los sacramentos, ni al clero, que los corazones se conmueven y los pecadores son encaminados hacia Dios.
Se nos enseña, además, cuántos beneficios puede el creyente hacer a los demás si les habla acerca de Jesucristo.
Apenas acaba Andrés de hacerse discípulo cuando le da á su hermano Simón las nuevas de su hallazgo. Como el que oye inesperadamente buenas noticias, se apresura á comunicarlas al que le es más querido. Dísele: » Hemos hallado al Mesías,» y lo lleva al lugar donde estaba Jesús. Y ¿qué habría sucedido si Andrés hubiera sido tan retraído y reservado como lo son muchos cristianos del día? Acaso su hermano hubiera sido siempre un simple pescador del mar de Galilea. Pero, felizmente para Simón, Andrés no era hombre de esa clase. Era uno de aquellos cuyo corazón rebosa tanto de gozo que no pueden menos que hablar.
Pedro, pues, fue atraído hacia Jesús por medio de las palabras de un pariente, pronunciadas en privado. No había visto ningún milagro maravilloso. La sencilla manifestación de un hermano de corazón fervoroso fue el primer eslabón de la cadena por medio de la cual Pedro fue sacado del mundo y conducido ante Jesús.
¡Bueno seria para la iglesia de Cristo que todos los creyentes se asemejaran más á Andrés! Bueno seria para las almas que todos los que se fueran convirtiendo hablaran á sus parientes y amigos sobre asuntos espirituales y les dijesen qué han hallado. ¡Cuánto bien no resultaría de ello! Cuántos que al presente mueren en la incredulidad podrían hacerse discípulos de Jesús. La obra de dar á conocer el Evangelio y la gracia de Dios no debe dejarse solo en manos de los ministros. Todos los que han sido libertados del poder del demonio «deben ir á su casa á los suyos, y contarles cuan grandes cosas ha hecho el Señor por ellos.» Mar 5:19. Muchas personas que no quieren oír sermones, escuchan con atención las palabras de exhortación de un amigo. Cada creyente debe ser una especie da misionero en medio de sus parientes y amigos.
Ciertamente que si no encontramos nada que decir á los demás acerca de Jesús, hay motivo para dudar si somos verdaderos discípulos suyos.
Para ser contados en ese número no es suficiente que oigamos atentos la exposición del Evangelio, y que leamos las vidas que de él se han escrito. Es menester que lo sigamos realmente, que le abramos nuestros corazones y que tengamos comunión con él. Entonces, y solo entonces nos sentiremos constreñidos á dar á conocer á otros la fe que en él tenemos.

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Fuente: Los Evangelios Explicados

BD321 En los vv. 35-43, las circunstancias, o todo lo que es secundario, se da en un tiempo pasado; por otro lado, es probable que la acción principal esté representada por el presente, mientras que los eventos concluyentes vuelven al aoristo, porque aquí no sería natural el uso de un presente histórico (el pluscuamperfecto εἱστήκει equivale a un imperfecto: estaba).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., y

Fuente: La Biblia de las Américas