Comentario de Juan 1:43 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Al día siguiente, Jesús quiso salir para Galilea y encontró a Felipe. Y Jesús le dijo: —Sígueme.

1:43, 44 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme (Mat 4:19-22; Mat 8:22; Mat 19:21). Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. — Mat 8:14; Mar 1:29; Luc 4:38 dicen que eran de Capernaúm, pero originalmente eran de Betsaida.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

y halló a Felipe. Isa 65:1; Mat 4:18-21; Mat 9:9; Luc 19:10; Flp 3:12; 1Jn 4:19.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

De este versículo se puede deducir que Felipe siguió a Jesús sin ser evangelizado por otro discípulo, pero existen varias indicaciones de que Andrés y Pedro alcanzaron a Felipe antes que Él conociera a Jesús. El versículo Jua 1:44 dice que Andrés y Pedro eran de la misma ciudad que Felipe, indicando así que habían hablado con él. Además, cuando Felipe dijo a Natanael lo que había sucedido, él dijo «hemos» encontrado al Mesías (v. Jua 1:45).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Esta sección introduce el cuarto día desde el comienzo del testimonio de Juan el Bautista (cp. los vv. Jua 1:19; Jua 1:29; Jua 1:35).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

1:43, 44 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: Sígueme (Mat 4:19-22; Mat 8:22; Mat 19:21). Y Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro. — Mat 8:14; Mar 1:29; Luc 4:38 dicen que eran de Capernaúm, pero originalmente eran de Betsaida.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA RENDICIÓN DE NATANAEL

Juan 1:43-51

El día siguiente Jesús decidió marcharse a Galilea, y allí encontró a Felipe. Jesús le dijo:

-¡Sígueme!

Ahora bien, Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y Pedro. Felipe fue a encontrar a Natanael y le dijo:
-¡Hemos encontrado al Que anunciaba Moisés en la Ley y también los Profetas! ¡Es Jesús hijo de José, de Nazaret!
-¿Es que puede salir algo bueno de Nazaret? -le contestó Natanael.

-¡Ven y ve! -le dijo Felipe.
Cuando Jesús vio venir hacia Él a Natanael dijo:

-¡Fijaos, ese sí que es un verdadero israelita sin doblez!
-¿De qué me conoces Tú? -le preguntó Natanael. Y Jesús le contestó:

Antes que te llamara Felipe, te vi cuando estabas debajo de la higuera.

-¡Rabí, Tú eres el Hijo de Dios y el Rey de Israel! -exclamó Natanael. Y Jesús le dijo:
-¿Me crees porque te he dicho que te he visto debajo de la higuera? ¡Pues cosas más maravillosas verás! Y añadió-: Es la pura verdad esto que os digo: Desde ahora en adelante vais a ver que se abre el Cielo, y que los ángeles de Dios ascienden y descienden por el Hijo del .Hombre.

En este punto de la historia Jesús dejó el Sur .y Se marchó a Galilea, al Norte de. Palestina. Allí, , tal vez en Caná, se. encontró a Felipe, y le llamó. Felipe, como Andrés, no podía guardarse la Buena Noticia para él solo. Como dijo Godet: «Una antorcha encendida sirve para encender otras.» Así es que Felipe fue a buscar a su amigo Natanael, y le dijo que creía que había descubierto al largo tiempo esperado Mesías .en Jesús, el Hombre de Nazaret.
Natanael reaccionó despectivamente. No había nada en el Antiguo Testamento que anunciara que el Escogido de Dios hubiera de proceder de Nazaret. Nazaret era un lugar corriente. Natanael mismo era de Caná, otro pueblo de Galilea, y es corriente que haya cierta rivalidad y celos entre los pueblos de la misma región. Natanael reaccionó diciendo que Nazaret no era la clase de pueblo del que se podía esperar nada bueno. Felipe fue prudente. No discutió, sino dijo sencillamente: «¡Ven y ve!»
No serán muchos los que han sido conducidos a Cristo a base de discusiones. A menudo las discusiones hacen más daño que bien. La única manera de convencer a otro de la supremacía de Cristo es ponerle en contacto con Él. En general, es cierto lo que se dice de que no es la predicación razonada ni filosófica la que gana almas para Cristo, sino la presentación de la Persona de Cristo y de la Cruz.
Hay un relato que nos cuenta que, a finales del siglo XIX, el gran agnóstico Huxley asistía a una tertulia que se reunía en una iraca campestre. Llegó el domingo, y la mayor parte de los miembros se prepararon para ir a la iglesia; pero, naturalmente, Huxley no tenía intención de ir. Se dirigió a uno que se sabía que tenía una fe cristiana sencilla y radiante, y le dijo simplemente: «Supongamos que usted no va hoy a la iglesia. Supongamos que se queda usted en casa y me dice sencillamente lo que significa para usted la fe cristiana y por qué es usted cristiano»» «Pero -contestó el hombre-, usted podría deshacer mis razones en un momento. Yo no soy bastante listo para discutir con usted.» Huxley contestó cortésmente: «No quiero discutir con usted; sólo quiero que, me diga lo que quiere decir para usted la fe cristiana:» El hombre se quedó en casa y le expuso su fe a Huxley con toda sencillez. Cuando terminó, había lágrimas en los ojos del gran agnóstica. «Daría con gusto la mano derecha -dijo- por tener una fe como la suya.»
No fue un razonamiento inteligente lo que conmovió al gran agnóstico. Él podría haber destrozado de manera devastadora cualquier argumento que pudiera proponer, el creyente sencillo; pero la simple presentación de Cristo le dejó sin argumentos. La mejor presentación del Evangelio es decir: «Ven y ve.» No cabe duda que tenemos que conocer a Cristo personalmente antes de invitar a otros a venir a Él. El verdadero evangelista tiene que haber tenido un encuentro personal con Cristo en primer lugar para poder presentarle a otras personas.
Así que Natanael vino, y Jesús pudo ver lo que había en su corazón. «Aquí -dijo Jesús- llega un verdadero israelita en el que no cabe la falsedad.» Ese era un tributo que apreciaría cualquier israelita. «Bienaventurado el hombre -había escrito el salmista- al que el Señor no culpa de iniquidad, y en cuyo corazón no hay engaño» (Sal 32:2 ). «Nunca hizo maldad -había dicho el profeta del Siervo del Señor- ni hubo engaño en su boca» (Isa 53:9 ).

Natanael se sorprendió de que se pudiera dar tal veredicto a primera vista, y Le preguntó a Jesús que de qué le conocía. Jesús le dijo que ya le había visto cuando estaba debajo de la higuera. ¿Qué puede querer decir eso? Para los judíos la higuera era el símbolo de la paz. Su idea de la paz era cuando uno podía estar tranquilo a la sombra de su parra o de su higuera (cp. 1R 4:25; Mi 4:4 ). Además, como la higuera es un árbol frondoso, era costumbre sentarse a meditar a la sombra de sus ramas. Parece ser que eso era lo que Natanael había estado haciendo, y probablemente había estado pidiéndole a Dios que viniera pronto el Mesías: Habría estado pensando en las promesas de Dios; y ahora se daba cuenta de que Jesús, no sólo le había visto cuando estaba debajo de la higuera, sino también había visto lo que había en lo más íntimo de su corazón.

No fue tanto el que Jesús le hubiera visto cuando estaba debajo de la higuera lo que sorprendió a Natanael, sino el que Jesús hubiera leído los pensamientos de su corazón. Natanael se dijo: «¡Aquí hay Alguien que comprende mis sueños, un Hombre que conoce mis oraciones! ¡Aquí hay Uno que ha contemplado los anhelos más íntimos y secretos que yo no sé ni expresar con palabras! ¡Aquí hay un Hombre que puede traducir los suspiros inarticulados del alma! ¡Este Hombre no puede ser más que el Ungido de Dios que Se nos había prometido y estábamos esperando!» Natanael capituló incondicionalmente ante el Hombre que le había leído y comprendido y apaciguado y llenado el corazón.

Puede que Jesús sonriera. Hizo referencia a la antigua historia de Jacob en Betel, que vio una escala dorada que conducía al Cielo Ge 28:12-13 ). Era tanto como decir: » Natanael, Yo puedo hacer mucho más que leer tu corazón. Puedo ser para ti y para todos el verdadero Camino, la escala que conduce al Cielo.» Es por Jesús, y sólo por Él, como las almas pueden escalar el camino que conduce al Cielo.

Este pasaje nos presenta un cierto problema. ¿Quién era Natanael? Según el Cuarto Evangelio fue uno de los componentes del primer grupo de discípulos, pero en los otros tres evangelios ni siquiera se le nombra. Se han sugerido unas cuantas explicaciones.
(i) Se ha sugerido que Natanael no es una persona real sino imaginaria, y representativa de todos los verdaderos israelitas que rompieron las ligaduras y los moldes del orgullo y los prejuicios nacionales y se entregaron a Jesucristo.

(ii)-Sobre la misma base se ha hecho la sugerencia de que Natanael representa, o a Pablo, o al Discípulo Amado. Pablo fue el gran ejemplo de un israelita que aceptó a Cristo, y el Discípulo Amado es un discípulo ideal: Según esto, Natanael es una figura imaginaria. Si no se le mencionara nada más que aquí, podría convencer; pero aparece otra vez en Jn 21:2 , donde no hay duda que se trata de una persona real.

(iii) Se le ha identificado con Mateo, porque ambos nombres, Mateo y Natanael, quieren decir lo mismo, Don de Dios. Ya hemos visto que en aquel tiempo se tenían dos nombres; pero, en tal caso, uno de ellos sería griego y el otro judío. Y en este caso los, dos nombres son judíos.

(iv) Hay una explicación más sencilla: A Natanael le trajo a Jesús Felipe. El nombre de Natanael no aparece nunca en los otros tres evangelios; y en el Cuarto Evangelio no se menciona nunca a Bartolomé. Ahora bien: en la lista de discípulos de Mt 10:3 y de Mr 3:18 , Felipe y Bartolomé aparecen juntos, como si fuera natural e inevitable relacionarlos. Además, Bartolomé es realmente un apellido, porque quiere decir hijo de Tolmai o Tolomeo. Bartolomé debe de haber tenido otro nombre » de pila»; y por lo menos es posible que Bartolomé y Natanael sean la misma persona. Esto encaja perfectamente en los Hechos del caso.

En cualquier caso, es verdad que Natanael representa al israelita cuyo corazón ha sido limpiado de orgullo y prejuicios y que ha visto en Jesús al Que satisface los anhelos del corazón buscador y expectante.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

c. Tercera vocación: Felipe (vv. Jua 1:43-44)

TÍTULO: Esta sección normalmente se ha titulado con mucha sencillez Jesús llama a Felipe y a Natanael (RV60, RV95, DHH, TLA, BA) o aún más simple Felipe y Nanatanel. Se pudiera optar por cualquiera de estos títulos, pero para resaltar más el contenido de la unidad también pudiera optarse por Jesús se revela y llama a Felipe y a Natanael.

Es otro día de los encuentros de Jesús con sus primeros discípulos; cuarto día desde la declaración de Juan Bautista (Jua 1:19).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Comienza con una dificultad gramatical ya que no hay sujeto explícito en la oración: “A la mañana siguiente decidió partir para Galilea”. Los comentarios y la mayoría de las traducciones hacen el sujeto explícito refiriéndolo a Jesús. BP deja la oración con el sujeto pronominal “él”, dejando el asunto abierto para el lector. El contexto narrativo deja claro que el verbo se aplica a Jesús, por lo que la decisión de la mayoría de las versiones bíblicas, de añadir Jesús para clarificar la oración, es acertada.

El texto tampoco es claro en señalar dónde es que Jesús encuentra a Felipe. Algunos eruditos creen que Jesús encuentra a Felipe antes de salir para Galilea, pero otros piensan lo contrario, que Jesús encuentra a Felipe en tierras galileas. Encontró a Felipe no debe dar la idea de que éste estaba perdido. Sígueme tiene una connotación teológica, ya que es invitación al seguimiento como discípulo. Como llamamiento a un discípulo, y no como orden a un empleado, la traducción puede dar la idea de una invitación: “Ven, sígueme” o “Sé uno de mis discípulos, sígueme”.

Betsaida, que significa “lugar de pesca”, está al norte del mar de Galilea, en la orilla oriental de la desembocadura del río Jordán. Es el pueblo de Felipe, Andrés y Simón. Era tierra de gentiles más que de judíos. Nótese que los nombres de Andrés y Felipe son griegos y no judíos.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

REFERENCIAS CRUZADAS

o 69 Mat 10:3

p 70 Mat 9:9; Rev 14:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Observemos cuan diversos son los senderos por los cuales las almas son llevadas al camino estrecho que conduce á la vida eterna.
Felipe, según parece, no fue inducido á afiliarse con los discípulos de Jesús por el testimonio de Juan, ni fue atraído como Pedro, por la conversación franca de un hermano: fue llamado inmediata y directamente por Jesús. Y sin embargo en convicciones y en conducta vino á ser como los discípulos que le precedieron. Aunque fueron encaminados por distintas sendas, todos llegaron al mismo camino, acogieron unas mismas verdades, sirvieron á un mismo Maestro, y llegaron á un mismo término.
Si tenemos presente este hecho evitaremos muchos errores. Guardémonos, por una parte, de juzgar de nuestros sentimientos religiosos por los de los demás, y por otra, de negar que otros posean la verdadera fe porque no se hayan convertido de la misma manera que nosotros. ¿Poseen verdaderamente la gracia de Dios? He aquí la única pregunta que hemos de hacer. ¿Están compungidos? ¿Son creyentes? ¿Viven santamente? Si así fuere, debemos estar satisfechos y tranquilos.
Observemos, también, cuántos pasajes hay en el Antiguo Testamento que se refieren á Jesucristo.
Jesucristo es la figura céntrica del Antiguo Testamento. Á él tenían referencia las promesas hechas en los días de Adán, de Enoc, de Noé, de Abrahán, de Isaac y de Jacob. Todos los sacrificios establecidos por la ley ceremonial del Sinaí prefiguraban sí sacrificio. El era el profeta «semejante á Moisés,» que Dios había prometido enviar; y el Rey de la casa de David, que vino á ser Señor a la vez que hijo del Profeta-Rey. El era el Hijo de la virgen, y el Cordero, que Isaías había anunciado; el Renuevo de justicia mencionado por Jeremías; el verdadero Pastor que Ezequiel contempló en visión profética; el Mensajero de la Alianza prometido por Malaquías; y el Mesías que, según dijo Daniel, «seria muerto aunque no por sí.» A medida que se acerca el lector al fin del Antiguo Testamento va encontrando profecías más claras acerca de Cristo. La luz espiritual de que gozaron sus diversos autores fue escasa comparada con la que rodea el Evangelio. Pero todos vieron en lontananza á Aquel que había de venir, y todos tenían sus ojos fijos en el mismo Ser.
Notemos, en seguida, el buen consejo que Felipe dio á Natanael. Natanael abrigaba muchas dudas acerca de ese Salvador de quien le hablaba Felipe, y le dijo á éste: » ¿De Nazaret puede haber algo de bueno?» ¿Y que repuso Felipe? «Ven y ve..
Imposible seria imaginar un consejo más acertado que este. Si Felipe hubiera reprendido á Natanael por su incredulidad, vez hubiera empeorado su situación y enojado con él, talvez no hubiera logrado convencerlo, ó hubiera confirmado sus dudas. Pero excitándolo á que se cerciorase por sí mismo, dio á entender que estaba bien seguro de la verdad de su aserción y que tenia entera voluntad de someterla á cualquier prueba. El resultado justificó las palabras de Felipe.
Si pretendemos ser verdaderos cristianos, no vacilemos en imitar la conducta que Felipe observó para Natanael. Excitemos á los demás hombres á que examinen y sometan á prueba nuestra religión. Digámosles sin temor que no pueden conocer el verdadero valor de ésta hasta que no la hayan experimentado por sí mismos. Asegurémosles que el Cristianismo favorece la investigación, puesto que no tiene secretos ni cosa alguna que ocultar. Si sus adversarios dicen algo contra sus doctrinas ó contra las prácticas que preceptúa, es porque no conocen ni las unas ni las otras. La observancia de una conducta como la de Felipe es, sin duda, uno de los medios más adecuados de hacer bien á los demás. Aquel hace más por la felicidad de las almas que dice á sus amigos: «He hallado al Salvador; venid y vedle..
Si finalmente, los términos altamente honrosos en que Jesús habló de Natanael. Le llamó un verdadero Israelita en el cual no había engaño.
Natanael era indudablemente un verdadero hijo de Dios, y eso en circunstancias difíciles. Pertenecía á un reducido rebaño.
Como Simeón y Ana, y otros judíos piadosos, cuando nuestro Señor apareció en público, estaban viviendo en la fe y orando aguardaba la venida del Redentor. Poseía lo que solo la gracia divina puede dar: un corazón sencillo, un corazón sin engaño. Quizá sus conocimientos eran limitados y su luz espiritual escasa; mas había tenido cuidado de aprovechar lo que le había sido concedido. A despecho de fariseos y saduceos, y de las prácticas religiosas que entonces estaban de moda, creía firmemente en las verdades que había alcanzado á percibir en las Escrituras. Por esa razón el Señor lo encomió diciendo que era un verdadero hijo de Abrahán, que era Judío interiormente, é Israelita de corazón, á la vez que descendiente de Jacob.
Oremos á Dios que nos de un espíritu semejante al que animo á Natanael. Quienquiera que posea semejante espíritu puede tal vez tener que vivir en medio de la más grande oscuridad espiritual y estar rodeado de muchos obstáculos é inconvenientes; mas nuestro Señor Jesucristo cuidará de que no se extravíe para siempre del camino que conduce al cielo., «Encaminará á los humildes por el juicio; y enseñará á los mansos su carrera.» Psa 25:9.

Fuente: Los Evangelios Explicados