Comentario de Juan 15:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
“Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
En el capítulo anterior vemos cómo Jesús alentaba a los apóstoles, prometiéndoles que a través del Espíritu Santo El todavía estaría con ellos. En la primera parte del capítulo 15 Jesús habla de lo que El espera de ellos. La palabra clave de este texto es permanecer. ¿Cuántas veces aparece en 15:4-10? 15:1 Yo soy (6:35; 8:12; 10:7; 10:11; 11:25; 14:6) la vid verdadera, — Todos los textos «Yo soy» enfatizan la necesidad de estar en Cristo para tener la vida espiritual. En Cristo se realiza el propósito eterno de Dios. El es la verdadera luz (1:4; 8:12) y el verdadero pan (6:32). Aun después de físicamente dejar a sus apóstoles estaría con ellos, y de El recibirían vida, para poder llevar fruto en su servicio.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Yo soy la vid. Gén 49:10, Gén 49:11; Sal 80:8; Isa 4:2; Isa 5:1; Jer 2:21; Jer 12:10; Eze 15:2-6; Ose 10:1; Zac 3:8; Mat 21:33; Luc 13:6.
verdadera. Jua 1:9, Jua 1:17; Jua 6:32, Jua 6:55; 1Jn 2:8.
mi Padre es el labrador. Cnt 7:12; Cnt 8:11, Cnt 8:12; Isa 27:2, Isa 27:3; Isa 60:21; Isa 61:3; Mat 20:1; Mar 12:1; 1Co 3:9.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La unión de Cristo y sus miembros mostrada en la parábola de la vid, Jua 15:1-17.
El odio del mundo, Jua 15:18-25.
El oficio del Espíritu Santo, Jua 15:26, Jua 15:27.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
vid: Esta palabra puede describir una simple planta de uva o toda una viña. De un modo u otro, la imagen evoca la descripción de una dependencia colectiva. Israel era la vid de la plantación de Dios, pero no pudo llevar el fruto apropiado (Isa 5:1-7; Jer 2:19-21). Jesús, con sus creyentes incorporados en Él, es la vid verdadera, el cumplimiento verdadero y actualización de la viña. Como toda la nación de Israel brotó del patriarca Jacob, la nueva generación del pueblo de Dios se ve aquí como originándose de Cristo, unida orgánicamente a Él, como ramas que salen de la vid. Este es un cumplimiento del Sal 80:1-19, en el cual se dice que «el hijo de hombre» (Sal 80:17) es la viña plantada por Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
YO SOY LA VID VERDADERA. En esta alegoría Jesús se describe como «la vid verdadera» y los que han llegado a ser sus discípulos como «los pámpanos». Al permanecer unidos a Él como la Fuente de la vida, dan fruto. Dios es el viñador que cuida de los pámpanos —las ramas— a fin de que puedan producir fruto (v. Jua 15:2; Jua 15:8). Dios espera que todos los creyentes den fruto (véase la nota que sigue).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 15.
Problema literario de los capítulos 15 y 16.
Los capítulos 15 y 16 están en una situación violenta con relación al capítulo 14. En éste se terminaba el discurso de Cristo con la orden terminante de partida a Getsemaní, por lo que se entronca con el capítulo 18. Además, los capítulos 15 y 16 tienen muchos temas de contenido equivalente a los que se desarrollan en el 14. De aquí varias soluciones para explicar esto.
1) Cristo, una vez dada la orden de partida, habría continuado en el mismo cenáculo estos discursos. Pero es increíble que, dada la orden terminante de partida, continúe estos discursos, de tema semejante y en un espacio de tiempo muy largo, ya que aquí están representados, esquemáticamente, por 86 versículos.
2) Cristo, dada la orden de partida, continuaría por el camino estos discursos. Aparte de las razones anteriores, explica aún menos que la anterior hipótesis, ya que no es creíble que, en aquella noche de peligros y asechanzas, Cristo se exponga a esto, prolongando su camino a Getsemaní; ni la sublimidad continuada de los temas hace factible esta posición.
3) Se propone cambiar el orden de algunos capítulos, dándoles a varios de éstos una hipotética situación primitiva, correspondiente a otra época. Pero esto no tiene apoyo ninguno en la tradición manuscrita. Ni explica el porqué de una temática tan afín. Explicando menos, pues, al situarlos cronológicamente antes, ! no se ve el porqué repetirlos en el cenáculo.
4) Otros lo explican, y parece más verosímil, por un procedimiento redaccional de adición, hecho una vez terminado el evangelio. Sea porque, pronunciado en la cena – repetición semita – , fueron recordados después por el autor; sea porque, pronunciados en otras ocasiones, se los incluye aquí por razón de un contexto lógico! ; sea porque se ven en este evangelio retoques, adiciones, retractaciones de un tema elaborado en diversas ocasiones, con enfoques posiblemente distintos, acaso en orden a problemas de la catequesis a tipo de haggadah. Lo que se haría aún más factible si se supone que el autor no dio la última mano y fueron incluidos aquí por sus discípulos 2. Si no hubieran sido más que una creación del evangelista – o su “círculo” – , se hubiese presentado todo en una sola redacción.
Alegoría de la vid, 15:1-11.
1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado; 4 permaneced en mí y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no permaneciese en la vid, tampoco vosotros si no permaneciereis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. 6 El que no permanece en mí, es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para que ardan. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os dará. 8 En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seréis discípulos míos. 9 Como el Padre me amó, Yo también os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis preceptos, permaneceréis en mi amor, como yo guardé los preceptos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Esto os lo digo para que yo me goce en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.
Discuten los autores acerca del género literario de este pasaje, sobre si es alegoría o parábola. Se ve en la simple lectura que hay elementos de ambas; se trata, pues, de un género mixto; y como en él prevalece el elemento alegórico, pues comienza por elementos alegóricos y toda la trama fundamental de la misma es alegórica, se la ha de tener por una alegoría-parabolizante 4.
Cristo comienza la alegoría presentándose como “la vid verdadera” (ή αληθινή ). “Verdadera” puede significar auténtico, genuino, contrapuesto a degenerado, falso; o también significar superior, excelente, contrapuesto a vulgar, ordinario. La segunda significación es la que parece más lógica. Es “vid verdadera” en cuanto se trasladan a él, en el orden espiritual, las propiedades de la vid. En el apócrifo Apocalipsis de Baruc, la viña aparece como símbolo del Mesías 5. Acaso la inspira aquí el “vino” de la última Cena. LaDidaje (9:2) habla de la “vid santa de David.”
Al Padre se lo representa como el que trabaja esta viña: el “labrador” (γεωργός ).
Lo que aquí se quiere expresar es que Cristo, Dios-hombre, influye directamente, por la gracia, en los sarmientos. El Padre, en cambio, es el que tiene el gobierno y providencia exterior de la viña.
El tema central es la necesidad de estar unidos a Cristo (v.5). Pero hay dos modos de estar unidos a Cristo. Se habla de los fieles en general, tal como está redactado, aunque pudiera apuntar, originariamente a los apóstoles (v.8).
Uno es por la fe, bautismo, pero sin obras. Al que así se comporta, el Padre lo “cortará” de la Vid-Cristo. El Padre, que ejerce el gobierno y providencia exterior, consumará la separación que, culpablemente, tenga ese sarmiento. Es efecto de la “fe sin obras,” que es”fe muerta” (Stg 2:17). La fe que no “opera por la “caridad” (Gal 5:6). Así se anuncia el peligro trascendental en que están estos sarmientos. ¿Cuándo serán separados de Cristo? No se dice. En la muerte, por la pérdida de la fe, por una excomunión. Sin embargo, por la comparación literaria de textos de este mismo pasaje, en que se habla de los “sarmientos cortados y echados al fuego” (v.6), acaso se refiera especialmete al juicio final, como se ve en los sinópticos (Mat 13:40.42; 25.41). También se hace ver la libertad del hombre y la culpabilidad de su no cooperación a la gracia (v.5b-8). La forma “sapiencial” en que es anunciado y el hablarse según la naturaleza de las cosas, no considera el caso en que el sarmiento desgajado pueda ser nuevamente injertado; lo que sería aquí el arrepentimiento y penitencia.
Pero hay otra forma de estar unido a Cristo: por la fe, el bautismo y la fructificación en obras. Al que así está, el Padre lo “podará” (καθαφεί = lo “limpiará”) para que dé más fruto.” Cuando en las vides los sarmientos son excesivos, hay que podarlos para que la demasiada proliferación no reste vigor a la savia. A su semejanza se hará con el fiel< sarmiento” esta poda: se le quitarán los obstáculos que le impiden a la savia de la gracia fructificar y expansionarse. Pero aquí esta comparación es parabólica, pues la savia de la gracia no se agota en Cristo ni la proliferación de los cristianos es obstáculo al vigor de la savia. Se enseña aquí la gran doctrina de las “purificaciones,” que”in genere” será el “negar se a sí mismo” o todo lo que es apego egoísta e impedimento a la fructificación de la gracia. Esta enseñanza de Cristo es el mejor comentario al libro de Job: por qué sufre el justo.
La doctrina general – sapiencial – encuentra en el v.3 una aplicación directa a los apóstoles. La obra de “purificación” a que aludió evoca la “limpieza” en que ellos estaban a la hora del lavatorio de los pies (Jua 13:10). Tienen fundamentalmente esa pureza a causa de “la palabra que os he hablado,” es decir, el Evangelio: toda la enseñanza que Cristo les hizo, ya que sus palabras “son espíritu y vida.”
Estando ya unidos a la Vid, sólo necesitan, pues, tener toda esa vitalidad, “permanecer” en ella, en él. Es permanencia mutua: él en ellos y ellos en él.
El verbo que se usa, “permanecer” (μένω ), es el término propio y técnico de Jn. Lo usa 40 veces en su evangelio y 23 en su primera epístola. Y formula aquí con él la íntima, permantente y vital unión de los fieles con Cristo. Es la palabra que usa para expresar el efecto eucarístico de unión (Jua 6:56.57) 6. La dicción puede tener sentido preceptivo o condicional: “permanece” o “permanecer para.” Fundamentalmente el sentido no cambia. Lo esencial es estar unidos a Cristo. Este pensamiento va a ser desarrollado en los apartados siguientes:
1) “Sin mí no podéis hacer nada” (v.52). Esta es la sentencia fundamental de todo el pasaje. Es uno de los textos que enseña la absoluta necesidad de la dependencia sobrenatural de Cristo. El concilio II Milevitano, de 416, y Cartaginense XVI, de 418, después de definir la necesidad de la gracia para toda obra sobrenatural, invocan en el mismo canon definitorio estas palabras de Cristo, con las cuales “no dice: Sin mí más difícilmente lo podéis hacer, sino que dice: Sin mí no podéis hacer nada” 7. Invocan este texto para lo mismo el concilio Arausicano II, de 529, confirmado luego por Bonifacio II; el concilio de Trento y el Vaticano II 8.
2) “El que permanece en mí…, ése da mucho fruto” (v.5ab). El pensamiento progresa. No solamente sin la unión a Cristo no se puede nada – aspecto semita negativo – , sino que, “permaneciendo” en El – aspecto positivo – , se “da mucho fruto.” La acción de la savia-gracia tiende a expansionarse. Cuando el cristiano responde a las mociones de la misma, “da fruto” y el Padre le “poda” para que se expansione más la gracia, “dé mucho fruto.”
Aunque no se dice, está latiendo en todo este pasaje el aspecto del mérito en esta obra hecha en unión con Cristo. El concilio de Trento invoca este pasaje para hacer ver el mérito de la obra hecha en gracia 9.
3) “Si permanecéis en mí…, pedid lo que quisiereis y se os dará” (v.7). Este versículo es como un paréntesis entre el 6 y 8. Si el v.7 está en su propio contexto histórico, se explica esta promesa o porque Cristo les da la clave normal para “permanecer” unidos a El, o porque, asombrados ellos ante la posible perspectiva de la separación, lo que es imposible después de decirles que les iba a preparar las “mansiones,” les da la solución para esta unión: el recurso a la oración.
La formulación con que se hace es universal: se les dará cualquier cosa que pidan. La forma rotunda “sapiencial” podría tener excepciones o ser interpretada conforme a Jn (1Jn 5:14), en la hipótesis que, “si le pedimos algo conforme a su voluntad, El nos oye.” Pues es oración que se hace “permaneciendo” unidos a Cristo, y, movidos por su savia, nada se pediría que no convenga (cf. Jua 14:13).
Pero, si el versículo está fuera de su propio contexto, acaso sea paralelo a Jua 14:13.14, en que se refiere sólo a lo que se pide para la obra de apostolado. Así dirá que el fruto que les desea los acreditará como “discípulos míos” (v.8), y más adelante habla de la elección que hizo de ellos para el apostolado (v.16), añadiéndoles, en esa perspectiva apostólica, que el Padre les dará cuanto pidan (v.16c).
4) “En esto será glorificado mi Padre: en que deis mucho fruto” (v.8). La misión de Cristo es “glorificar” al Padre. Pero ¿cual es el deseo del Padre en orden a la fructificación de estos “sarmientos” unidos a Cristo-Vid? No tienen tasa ni módulo. La enseñanza ya está dada antes (v.2), al decirse que al que dé fruto se lo “podará” para que dé “más fruto.” La “glorificación,” pues, del Padre está en que “deis mucho fruto.” Es la valoración a la santidad, sea general, sea, en concreto, a la del apostolado.
Con ello “seréis discípulos míos.” Este futuro sugiere que esta fórmula expresa algo sobre el porvenir, y se entendería mejor de un discurso pronunciado después de la elección de los apóstoles 10.
Hay aquí seguramente dos temas combinados, al menos en la perspectiva didáctica de Jn: la necesidad de aunion a Cristo para toda obra sobrenatural y un tema de apostolado, unido por analogía con la necesidad de la vitalización por Cristo, acaso con carácter polémico contra las herejías nacientes.
5) “Al que no permanece en mí…, lo arrojan al fuego para que arda” (v.6). Es el aspecto semita negativo de la no “permanencia” en Cristo-Vid. La imagen está tomada de los sarmientos secos. Con ella sólo se anuncia el hecho del castigo de estos “sarmientos” unidos a Cristo sin fructificación. Pero, si se tiene en cuenta su afinidad conceptual con la descripción de Mt del juicio final (Mat 13:40.42), acaso esta descripción de Jn sea una alusión a la separación oficial de Cristo en el juicio último, del que habla el cuarto evangelio (Jua 5:29; Jua 11:23.24) 11.
Los versículos 9-11 pueden ser considerados como un complemento conceptual de la alegoría expuesta, y que tienen cabida aquí por una cierta analogía.
Cristo les indica a sus apóstoles el ansia de su amor hacia ellos para que fructifiquen unidos a El, pues los ama al modo sobrenatural, como el Padre le ama a El. Unidos a El y amados por El no necesitan, para dar “mucho fruto,” más que “permanecer en El.”
Y la prueba de esta permanencia son las obras: “mis preceptos.” No todo el que diga Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre (Mat 7:21). Ha de ser copiado su ejemplo: “guardo los preceptos de mi Padre y permanezco en su amor.”
Y les dice esto para que “yo me goce en vosotros.” Porque cumplen el mensaje del Padre, que El trajo como el Enviado.
Y “vuestro gozo sea cumplido.” Pues al saber ellos que están unidos a Cristo-Vid, que “permanecen” unidos a El y que guardan sus “mandatos,” saben entonces la meta suprema de sus aspiraciones: son amados por el Padre.
El precepto de la caridad,Mat 15:72-77.
12 Este es mi precepto: que os améis unos a otros, como Yo os he amado. 13 Nadie tiene amor mayor que éste de dar uno la vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os digo amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer. 16 No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto y vuestro fruto permanezca, para que cuanto pidiereis al Padre en mi nombre os lo dé. 17 Esto os mando, que os améis unos a otros.
La situación histórica de esta sección queda sugerida por el lugar paralelo del amor al prójimo (Jua 13:34.35).
El amor mutuo que han de tenerse no es filantropía, ha de estar calcado en el ejemplo de él: que se amen como él los ha amado. Precisamente por este modo es por lo que antes llamó también a este precepto “mandato nuevo” (Jua 13:34.35; cf. Lev 19:18).
Como ejemplo que clarifique este amor suyo, pone lo que es prueba humana: dar la vida por los amigos. No es que Cristo restrinja la universalidad de su muerte, sino que utiliza la comparación usual humana.
Al hablar de “amigos,” el “encadenamiento semita” le lleva a llamar a sus apóstoles amigos. Los siervos no saben lo que hacen sus señores. El A.T. tenía más aspecto de servidumbre. Los amigos conocen sus intimidades. Y El les “reveló” el gran secreto y “mensaje” del Padre: el Evangelio, las intimidades de Dios. Pero la verdadera amistad exige obras. Así aquí, “sois mis amigos si hacéis lo que os mando” (v.14).
Como “amigos” de Cristo son predilectos. Y esto evoca la “elección” que hizo de ellos para el apostolado, como lo indica el término filológico (Jua 6:70; Jua 13:18; Jua 6:13, etc.) y el contexto.
Directamente se refiere no a la predestinación, sino a la elección, “vocación,” al apostolado, que les hizo al llamarlos a cada uno en su día (Jua 6:34). No piensen que este privilegio fue algo que salió de ellos.
La finalidad de esta elección es para que “vayáis.” El sentido es: a seguir su camino (Mat 9:6; Mat 19:21); es la misión de “apóstoles”; ni se pone término geográfico a su “misión” (cf. Mt 28-19): “deis mucho fruto” de apostolado, como lo pide el contexto. Es la vocación a la santidad antes dicha. Y es a lo que lleva la sección siguiente, en que habla de las persecuciones que tendrán por causa de él.
“Y vuestro fruto permanezca,” es decir, el fruto de su apostolado que sea de una eficacia permanente 12 allá donde ellos arrojen la simiente.
Y otra vez se pone la oración como medio eficaz de apostolado. El apóstol tiene en la oración un recurso de éxito, pero tiene la obligación de usarla como medio normal del fruto de su apostolado. La forma rotunda con que está expresada la concesión de todo lo que pidan tiene una explicación semejante a lo anteriormente expuesto 13.
La sección termina con unaexposición chocante: “Estas cosas (ταύτα ) os mando: que os améis mutuamente.” Pero sólo hay un precepto: el amor. Puede ser debido a que “estas cosas” quedan encerradas, en un sentido amplio, en el precepto de la caridad (Jua 15:9.10; Gal 5:14; 1Jn 3:13ss-1Jn 4:7ss), formando así el cierre de la “inclusión semítica” con el v.12.
El odio del mundo a los discípulos,1Jn 15:18-21.
18 Si el mundo os aborrece, sabed que me aborreció a mí primero que a vosotros. 19 Si fueseis del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, sino que yo os escogí del mundo, por esto el mundo os aborrece. 20 Acordaos de la palabra que yo os dije: No es el siervo mayor que su señor. Si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán; si guardaren mi palabra, también guardarán la vuestra. 21 Pero todas estas cosas las harán con vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.
El odio del “mundo” malo a Cristo se va a continuar en sus discípulos, precisamente porque son los continuadores de su obra. La lucha escatológica entre la luz y las tinieblas se continúa contra los portadores de la “luz”
Cristo les recuerda a este propósito la palabra “que os dije: No es el siervo mayor que su señor.” Esta frase fue dicha por Cristo en varias ocasiones (Mat 10:24; Luc 6:40; Jua 13:6). En Mt es a propósito de las persecuciones que sufrirán. Pero en Jn aparece dicha a propósito del lavatorio de los pies, mas para que imiten este ejemplo; no a propósito de persecuciones. De suyo podría aludir al uso que con ella (Mt) anunció las persecuciones. Pero en este contexto de Jn parece referirse a la escena antes citada, trayéndola ahora a propósito distinto. Que se recuerde aquella frase, que también tenía virtualidad para aplicarla al caso presente.
Todas estas persecuciones se las harán “por causa de mi nombre.” No el personal. En los semitas “nombre” está por la persona. Será a causa de ser el Hijo de Dios: “porque no conocen al que me ha enviado,” al Padre, en lo que tiene de especificante divino como Padre. Algo increíble en aquel monoteísmo cerrado del judaísmo del A.T.”
La testificación que Cristo ofrece de su verdad,Jua 15:22-27.
22 Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23 El que a mí me aborrece, también aborrece a mi Padre. 24 Si no hubiera hecho entre ellos obras que ninguno otro hizo, no tendrían pecado; pero ahora no sólo han visto, sino que me aborrecieron a mí y a mi Padre. 25 Pero es para que se cumpla la palabra que en la Ley de ellos está escrita: “Me aborrecieron sin motivo.” 26 Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí, 27 y vosotros daréis también testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.
Esta sección está íntimamente entroncada con la anterior. El “mundo” malo persigue a Cristo y a sus discípulos porque no conoció a Cristo. Pero Cristo alega contra ese “mundo” – los judíos – tres testificaciones de su verdad.
Cristo mismo (v.22-25). – Cristo alega contra el “mundo” su propio testimonio. No sólo habló exponiendo el mensaje del Padre, sino que lo rubricó con milagros “que ninguno otro hijo.” La superioridad de Cristo sobre otro taumaturgo no está en que uno hizo tal o cual milagro, sino en el complejo de los milagros de Cristo, que lo sitúan en una esfera totalmente excepcional: divina (Jua 3:2; Jua 7:31; Jua 8:54), y la finalidad por que los hizo.
Y como todos estos milagros se los “daba a hacer el Padre” (Jua 5:36), el “pecado” era contra Cristo y contra el Padre. Es el pecado contra la luz (v.24).
Esta conducta de odio del “mundo” contra Cristo la ve prefigurada en la Escritura. Es una cita de dos salmos (Sal 35:19; Sal 69:5) en los que se habla del “justo” perseguido. La cita está hecha libremente. Pero como la Escritura era el argumento definitivo para el judío, sea que se argumentase con un sé nudo “típico,” sea conforme a alguno de los procedimientos usuales en las escuelas y en el ambiente 14, era aportar un argumento decisivo a su causa. Esto corroboraba su testimonio.
Testificación del Paráclito (v.26). – También se cita aquí la testificación que dará el Paráclito. Se conserva así su nombre, por el rico contenido etimológico que puede tener según los contextos.
No es aquí una simple fuerza o acción divina “ad extra,” como el rual Elohim del A.T. De la confrontación de textos en Jn se ve que lo está presentando como una persona divina (Jua 14:15-17).
Además, Cristo dice que él lo enviará. Pero esto, por el método de “alusión,” tiene un valor especial. En el A.T. sólo Yahvé podía enviar este Espíritu. Cristo se está, pues, poniendo, al “enviarlo,” en la misma esfera divina.
“Cuando venga el Paráclito, que Yo os enviaré de junto al Padre,
el Espíritu de verdad, que procede (εκπορεύεται ) del Padre,
él dará testimonio de mí” (v.26).
Al Paráclito, por la función que va a desempeñar de testimoniar a Cristo, se lo llama, como en el capítulo anterior, “Espíritu de verdad.”
Va a testificar que el “mensaje” que Cristo traía del Padre – el Evangelio, centrado en la temática de Jn, en que Cristo es el verdadero Hijo de Dios – era verdadero. Y lo va a testimoniar con las maravillas que realizará a favor de Cristo y su obra. Fundamentalmente en Pentecostés, con el cumplimiento de la promesa que hizo Cristo de enviarlo desde el cielo (Jua 16:7ss; Act c.2), acusando así al mundo del gran “pecado” contra Cristo (Jua 16:9ss). También los “carismas” en la primitiva Iglesia (Hec 10:44ss; Hec 19:5-6; 1 Cor c.12; Gal 3:5), y, en general, los milagros de todo tipo, que, hechos por el Espíritu Santo, testifican la verdad del mensaje de Cristo.
En este pasaje hay un versículo que es valorado diversamente por los exegetas. Es el Espíritu Santo, que procede (εκπορεύεται del Padre.”
1) Para unos, se trata de la eterna “procesión” o spiratio del Espíritu
Santo del Padre en el seno de la Trinidad. Las razones que alegan son:
El contraste entre el futuro, en que Cristo “enviará,” y se presente, en que dice que “procede” del Padre (Lagrange).
“El verbo proceder, distinto de ser enviado o venir, usados todas las otras veces para significar la misión temporal, debe de significar algo diferente, que aquí no puede ser sino la procesión eterna” (Bover).
Los verbos ser enviado o venir expresan, implícitamente al menos, el término “ad quem”; proceder sólo expresa el término “a quo” (Bover).
A esto puede añadirse que esta interpretación es la de “la inmensa mayoría de los católicos” (Lagrange).
2) Para otros, se trata sólo de la “misión” temporal del Espíritu Santo de parte del Padre.
Los defensores de esta posición sostienen que las razones alegadas por los contrarios no son ni evidentes ni decisivas.
La contraposición entre futuro y presente se explica bien. Cristo usa el futuro porque “enviará” al Espíritu Santo; pero usa el presente para indicar la garantía máxima al decir que viene de la parte del Padre: “misión” temporal.
Sobre la procedencia del Espíritu Santo.
La enseñanza ortodoxa antigua sobre las cualidades personales del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo fue deformada por la iglesia latina con la creación de la doctrina de la procedencia atemporal y eterna del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo (Filioque). La expresión que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo tiene su origen en San Agustín, quien en sus reflexiones teológicas se expresó de esa manera en algunos lugares de sus trabajos, aunque en otros confiesa que el Espíritu Santo procede del Padre. Habiendo aparecido esta expresión en occidente, empezó a difundirse allí en el siglo séptimo y se afirmó allí definitivamente en el siglo noveno. Aunque todavía en el comienzo del siglo 9, el papa León 3, aunque personalmente era partidario de esta enseñanza, prohibió modificar el texto del Símbolo de la fe Niceo Constantinopolitano a favor de la doctrina del Filioque y por ello ordenó grabar el símbolo de la Fe en su versión ortodoxa antigua (es decir, sin el Filioque) en dos tablas metálicas: en una en griego y en la otra en latín. Estas tablas fueron colocadas en la Basílica de San Pedro con la siguiente inscripción: “Yo, León, he puesto esto por amor a la fe ortodoxa y para su conservación.” Esto ocurrió después del Concilio de Aajén (ocurrido en el siglo noveno, bajo el Emperador Carlomagno), como respuesta al pedido hecho al papa por dicho concilio para que proclame el Filioque como doctrina de toda la Iglesia.
A pesar de ello, el nuevo dogma continuó dispersándose en Occidente, y cuando a mediados del siglo 9 los misioneros latinos fueron a Bulgaria, su credo contenía el Filioque.
A medida que las relaciones entre los Papas y la Ortodoxia Oriental se hacina más tensas, el dogma latino se fortalecía más y más en Occidente y, finalmente, fue declarado obligatorio. Esta doctrina luego fue heredada por el Protestantismo de la Iglesia Romana.
El dogma latino del Filioque es una desviación importante y sustancial de la verdad ortodoxa. Este dogma fue analizado en detalle y deshechado especialmente por los Patriarcas Fotio y Miguel, al igual que por el obispo Marcos de Efeso, quien participó del Concilio de Florencia. Adán Zernikav (siglo 18), convertido del catolicismo romano a la Ortodoxia, en su Obra “Sobre la procedencia del Espíritu Santo” cita cerca de mil testimonios de las obras de los Santos Padres de la Iglesia a favor de la enseñanza ortodoxa del Espíritu Santo.
Más adelante, la iglesia romana, con fines “misioneros” aplaca la diferencia (mejor dicho, su substancialidad) entre la doctrina ortodoxa y la romana sobre el Espíritu Santo. Con ese mismo fin, los papas dejaron para los uniatas y el “rito oriental” el texto ortodoxo antiguo del Símbolo de la Fe, sin las palabras “y del Hijo.” Tal procedimiento no debe comprenderse como una semi-negación de Roma de su dogma. En el mejor de los casos, ello es sólo una visión encubierta de Roma, que la Ortodoxia Oriental está atrasada en lo que respecta a su desarrollo dogmático, que hay que comportarse hacia este atraso con condescendencia y que el dogma expresado en Occidente en su forma desarrollada (explicite, de acuerdo con la teoría romana “del desarrollo de los dogmas”) está implícito en el dogma ortodoxo en su estado todavía no descubierto (implicite). Pero en los libros de Dogmática latinos, destinados al uso interno, encontramos un tratado especial sobre el dogma ortodoxo sobre la procedencia del Espíritu Santo como una “herejía.” En la dogmática latina, oficialmente reconocida, del doctor en Teología A. Sandi, leemos: “Los griegos cismáticos son los opositores de dicha doctrina romana. Ellos enseñan que el Espíritu Santo procede del Padre. Ya en el año 808 los monjes griegos protestaban en contra de la inclusión por parte de los latinos de la palabra Filioque en el símbolo… No se sabe quién fue el iniciador de esta herejía” (Sinopsis Theologiae specialis. Autore D-re A. Sanda. Volum. I, pág. 100, Edit. Gerder, 1916).
Entretanto, el dogma latino no se corresponde ni con las Sagradas Escrituras, ni con la Sagrada Tradición, no se corresponde siquiera con la antigua tradición de la iglesia romana local.
Los teólogos romanos citan en su defensa una serie de pasajes del Santo Evangelio donde el Espíritu Santo es llamado “de Cristo,” donde se dice que él es otorgado por el Hijo de Dios: de allí sacan la conclusión que procede y del Hijo.
El más importante de estos pasajes, citados por los teólogos romanos son las palabras del Salvador a sus discípulos sobre el Espíritu Santo Consolador: “recibirá de lo mío y se lo anunciará a vosotros” (Jua 16:14-15); las palabras del apóstol Pablo: “envió Dios el Espíritu de Su Hijo a vuestros corazones” (Gal 4:6); y del mismo apóstol: “el que no tiene el Espíritu de Cristo, no puede ser de Cristo” (Rom 8:9); y el evangelio de San Juan: “sopló sobre ellos y dijo: Recibid el Espíritu Santo” (Jua 20:22).
Del mismo modo, los teólogos romanos encuentran en las obras de los Santos Padres de la Iglesia lugares donde con frecuencia se habla del envío del Espíritu Santo “por medio del Hijo,” y a veces hasta de la “procedencia a través del Hijo.”
Empero, ningún razonamiento puede cubrir las palabras absolutamente precisas del Salvador: “Consolador, el cual os enviaré del Padre” y las palabras: “Espíritu de Verdad, Quien procede del Padre.” Los Santos Padres de la Iglesia no pudieron colocar otra cosa en las palabras “a través del Hijo” más de lo que contienen la Sagradas Escrituras.
En este caso, los teólogos católico-romanos confunden dos dogmas: el dogma de la existencia personal de las Hipóstasis y el dogma, inmediatamente ligado con este, pero al mismo tiempo singular, de la Consubstancialidad. Es una verdad cristiana irrefutable que el Espíritu Santo es consubstancial con el Padre y el Hijo, que por ello él es el Espíritu del Padre y del Hijo, ya que Dios es Trinidad Consubstancial e Indivisible.
San Teodorito expresa esta idea de manera clara: “Del Espíritu Santo se dice, que no del Hijo, ni por el Hijo tiene existencia, sino que del Padre procede, es propio del Hijo como consubstancial con él” (San Teodorito: Sobre el Tercer Concilio Ecuménico).
En los oficios Divinos ortodoxos con frecuencia escuchamos las palabras dirigidas a Nuestro Señor Jesucristo: “con Tu Espíritu Santísimo ilumínanos, guíanos, consérvanos…” También ortodoxa es la expresión “Espíritu del Padre y del Hijo.” Pero estas expresiones se refieren al dogma de la consubstancialidad e imprescindiblemente se diferencian del otro dogma, es decir del nacimiento y procedencia, que según los Santos Padres muestran la primera Causa del hijo y del Espíritu Santo. Todos los Padres orientales admiten, que el Padre es “monoV aitioV” – causa única del Hijo y del Espíritu Santo. Por eso, cuando algunos Padres de la Iglesia usan la expresión “por el Hijo” justamente con esa expresión están protegiendo el dogma de la procedencia del Padre y la inalterabilidad de la formula dogmática “del Padre procede.” Los Santos Padres utilizan la expresión “por el Hijo” para diferenciar de “del” referida sólo al Padre.
Es necesario añadir, que en las obras de algunos Santos Padres la expresión “por el Hijo” en la mayoría de los casos se refiere definitivamente a la aparición del Espíritu Santo en el mundo, es decir, a los actos providenciales de la Santísima Trinidad y no a la vida de Dios en Sí mismo. Cuando la Iglesia Oriental advirtió por primera vez la alteración de la doctrina del Espíritu Santo en Occidente y empezó a censurar a los teólogos occidentales en la innovación, se levantó San Máximo, el Confesor (siglo VII), queriendo defender a los latinos, justificando que ellos, con las palabras “del Hijo” tienen en vista indicar que el Espíritu Santo “por medio del Hijo se dispensa a la creación, se presenta, se envía,” y no que el Espíritu Santo tenga en él su existencia. El mismo San Máximo, el Confesor se erigió como estricto defensor de la doctrina de la Iglesia Oriental sobre la procedencia del Espíritu Santo del Padre y escribió un tratado especial sobre este dogma.
Sobre el envío Providencial del Espíritu Santo por el Salvador se dice en las palabras: “el cual Yo os enviaré de junto al Padre.” Y de esta forma oramos: “Señor, que en la hora de tercia enviaste tu santísimo Espíritu a los discípulos, no lo quites de nosotros, ¡oh, Bueno! sino renuévanos a los que rogamos a ti.”
Al mezclar los textos de las Sagradas Escrituras, donde se habla de la “procedencia” y el “envío” del Espíritu Santo, los teólogos romanos trasladan la idea de la relación providencial a la profundidad misma de la relación entre las Personas de la Santísima Trinidad.
Al introducir un nuevo dogma, la iglesia romana, transgredió no sólo la parte dogmática, sino también las disposiciones del Tercer Concilio Ecuménico y subsiguientes (IV-VII Concilios), que prohibían introducir cualquier clase de modificaciones en el Símbolo de la fe de Nicea, una vez que el Segundo Concilio Ecuménico le dio su forma definitiva. De esta manera, ella cometió una aguda infracción al Derecho Canónico.
Cuando los teólogos católico-romanos tratan de infundir la idea de que toda la diferencia entre el catolicismo romano y la Ortodoxia está en la enseñanza sobre el Espíritu Santo, es decir, que una enseña que el Espíritu procede “y del Hijo” y la otra “por el Hijo”; en esta afirmación se encubre por lo menos una incomprensión (aunque a veces nuestros escritores eclesiales también, siguiendo a los católico-romanos, se permiten repetir esta idea): ya que la expresión “por al Hijo” no es un dogma de la Iglesia Ortodoxa, sino solamente un procedimiento explicativo usado por alguno Santos Padres en la enseñanza acerca de la Santísima Trinidad. El sentido mismo de la enseñanza de la Iglesia Ortodoxa y la iglesia católico romana es sustancialmente diferente.
Testificación de los apóstoles (v.27). – También los apóstoles van a ser testigos de la verdad de Cristo: que él es el Mesías – Hijo de Dios, tema del evangelio de Jn – . Y ellos lo darán – profecía que les hace – porque ellos están capacitados como ninguno para ello. Estuvieron con él “desde el principio” de su elección, casi al comienzo de la vida pública de Cristo, y fueron “testigos” de su doctrina y de sus milagros – el mensaje rubricado con “signos” – y serán testigos en el “mundo” y contra el “mundo” de la verdad de lo que vieron. Pues “nosotros hemos visto su gloria como de Unigénito del Padre” (Jua 1:14) 16.
1 Lagrange, Evang. S. St. Jean (1937) P.434. – 2 Mollat, L'évangüe. De St. Jean, En La Sainte Bible De Ferusalem (1953) Η 26-27 – 3 Durano,'Evang. S. St. Jean'(1927) P.410. – 4 Vosté, Parabolae Selectae D. N. J.-Ch. (1933) Ii P.820-821. – 5 Kautzsch, Apokryphen Und Pseudepigraphen Des A.T. Ii P.424ss. Sobre Posibles Orígenes De Donde Se Podría Tomar Aquí El Uso De La “Vid,” Cí. B. Vawter, O.C. (1972) P.499-500; A. Wlkenhauser, O.C. (1972) P.426. – 6 Zorell, Lexicón Graecum N.T. (1931) Col.434-435 Nota; C. Pecorara,Zte Verbo “Manere” Apuds. Loannem: Div. Thom. Plac. (1937) 159-171; Para La Comparación De Este Concepto Entre San Pablo Y San Juan, Cf. Prat, La Theologie De S. Paul (1925) Ii P.477. – 7 Denzinger, Enchiridion Synb. N.105. – 8 Denzinger, O.C., N. 180.197.809.836; Vaticano Ii, Const. Sacrosanctum Conci-Lium N.8; Lumen Gentium N.6; Cf. Leal, Sine Me Nihil Potestis Faceré (Jua 15:5). Contenido Teológico Pleno Del Texto: Xii Semana Bíblica Española (1951) 485-498. – 9 Denzinger, Ench. Symb. N.809. – 10 Lagrange, évang. S. St. Jean (1927) P.405. – 11 Power, Ego Sum Vitis Vera: Verb. Dom. (1921) 147-152; Braun, Εναηε . S. St. Jean (1946) P.436. – 12 Bover, Comentario Al Sermón De La Cena (1951) P.103-104; Braun, évang. S. St Jean (1946) P.437; Huby, Le Discours De Jesús Apres La Cene (1942) P.83. – 13 Cf. comentario A Jua 15:7. – 14 Bonsirven, Le Judalsme Palestinien (1934) I P.296ss. – 15 O.C. (1953) P.167 Nota G.
16 M. De Tuya, Del Cenáculo Al Calvario (1962) P.185-212.
Fuente: Biblia Comentada
Yo soy la vid verdadera. Esta es la última de siete afirmaciones contundentes de su deidad que Cristo hace en la forma de declaraciones que se reconocen por la frase «Yo soy» en el Evangelio de Juan (vea Jua 6:35; Jua 8:12; Jua 10:7; Jua 10:9; Jua 10:11; Jua 10:14; Jua 11:25; Jua 14:6).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En estos capítulos restantes antes de su crucifixión, el registro muestra a Jesús dedicado por completo a sus propios discípulos. Mientras que los capítulos Jua 1:1-51; Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50 se centran en el rechazo de Jesús por parte de la nación (cp. Jua 1:11), los capítulos Jua 13:1-38; Jua 14:1-31; Jua 15:1-27; Jua 16:1-33; Jua 17:1-26 se enfocan en aquellos que sí le recibieron (vea Jua 1:12). A partir del capítulo Jua 13:1-38, Jesús se abstuvo por completo del ministerio público para ejercer un ministerio privado que benefició a quienes lo habían recibido. Los capítulos Jua 13:1-38; Jua 14:1-31; Jua 15:1-27; Jua 16:1-33; Jua 17:1-26 fueron hablados por Jesús a manera de despedida en la noche de su traición y arresto, con el fin de comunicar a sus seguidores el legado futuro que se disponía a dejarles (caps. Jua 13:1-38; Jua 14:1-31; Jua 15:1-27; Jua 16:1-33), y también para orar por ellos (cap. Jua 17:1-26). Solo faltaba un día para que llegara la cruz.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En el capítulo anterior vemos cómo Jesús alentaba a los apóstoles, prometiéndoles que a través del Espíritu Santo El todavía estaría con ellos. En la primera parte del capítulo 15 Jesús habla de lo que El espera de ellos. La palabra clave de este texto es permanecer. ¿Cuántas veces aparece en 15:4-10?
15:1 Yo soy (6:35; 8:12; 10:7; 10:11; 11:25; 14:6) la vid verdadera, — Todos los textos «Yo soy» enfatizan la necesidad de estar en Cristo para tener la vida espiritual. En Cristo se realiza el propósito eterno de Dios. El es la verdadera luz (1:4; 8:12) y el verdadero pan (6:32). Aun después de físicamente dejar a sus apóstoles estaría con ellos, y de El recibirían vida, para poder llevar fruto en su servicio.
— y mi Padre es el labrador (viñador, LBLA). — El Padre es el viñador, porque todo el plan que Jesús llevaba a cabo era según el propósito eterno de Dios (Efe 1:11; Hch 2:22). La figura de la vid y los sarmientos describe la relación de los apóstoles con Cristo. Pronto Jesús volvería al Padre y después volvería a los apóstoles en la persona del Espíritu Santo, para seguir trabajando con ellos.
Cristo es la vid verdadera porque sus apóstoles, como sarmientos de esa vid, no podrían recibir vida de otra fuente para poder llevar fruto para Dios. El pensamiento principal en estas palabras de Jesús era la necesidad de que sus apóstoles permaneciesen en El aunque estuviera físicamente ausente de ellos.
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA VID Y LOS SARMIENTOS
Juan 15:1-10
-Yo soy la auténtica Vid, y Mi Padre es el Viñador. Él poda todos los sarmientos que no dan ningún fruto en Mí, y limpia todos los que sí dan fruto, para que den más.
Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado. Manteneos en Mí de la misma forma que Yo Me mantengo en vosotros; porque, lo mismo que un sarmiento no puede dar ningún fruto por sí mismo si no se mantiene en la vid, así tampoco vosotros a menos que os mantengáis en Mí. Yo soy la vid y vosotros los sarmientos. La persona que se mantiene en Mí y en quien Yo Me mantengo, da mucho fruto; porque no podéis hacer nada separados de Mí. Al que no se mantiene en Mí se le desecha como sarmiento seco; y esos se recogen después y se echan al fuego para que ardan. Si os mantenéis en Mí y Mis palabras se mantienen en vosotros, pedid lo que queráis, y se os concederá. Es precisamente por el hecho de que deis tal fruto y de que os comportéis como discípulos Míos como es glorificado Mi Padre. Como Me ha amado el Padre, así os he amado Yo. Manteneos en Mi amor. Como Yo he cumplido los mandamientos de Mi Padre, Me mantengo en Su amor.
Jesús, como en otras ocasiones, elabora en este pasaje figuras e ideas que eran parte de la herencia religiosa de la nación judía. Una y otra vez en el Antiguo Testamento, Israel se representa como la parra o la viña de Dios. «La viña del Señor de los ejércitos es la casa de Israel» (Isa 5:1-7 ). «Yo te planté de pura cepa,» es el mensaje de Dios a Israel por medio de Jeremías (Jer 2:21 ). Ezequiel 15 compara a Israel a una vid cuya madera no sirve nada más que para el fuego, y Ez 19:10-14 con una parra en medio de la viña, que luego es arrojada al desierto. «Israel es una frondosa parra» Os 10:1 ). «Te trajiste una vid de Egipto» Sal 80:8 ). La vid había llegado a ser de hecho el símbolo de la nación de Israel. Era el emblema que aparecía en las monedas de los Macabeos. Una de las glorias del templo era la gran vid de oro que había en la fachada del lugar santo. Muchos grandes hombres habían considerado un gran honor ofrendar oro para un manojo de uvas o aun para una sola uva de aquella vid. La vid era una pieza especial de la imaginería judía, y el mismísimo símbolo de Israel.
Jesús Se llama «la auténtica Vid.» La punta de esa palabra aléthinós -verdadera, real, genuina- es la siguiente. Es curioso que el símbolo de la vid no se usa nunca en el Antiguo Testamento sino unido a la idea de degeneración. La punta de la alegoría de Isaías es que la viña se ha vuelto silvestre. Jeremías dice que Dios se queja de que la nación que Él plantó de pura cepa se ha vuelto cepa borde.
Es como si Jesús dijera: «Creéis que porque pertenecéis a la nación de Israel sois sarmientos de la verdadera vid de Dios; pero la nación es una vid degenerada, como dijeron todos vuestros profetas. Pero la auténtica Vid de Dios soy Yo. Por el hecho de ser judíos no os vais a salvar. Lo único que os puede salvar es estar unidos vitalmente conmigo, porque Yo soy la auténtica Vid de Dios y, por tanto, tenéis que ser sarmientos unidos a Mí.» Jesús estaba estableciendo el principio de que el verdadero camino a la salvación de Dios no es tener sangre judía, sino tener fe en Él. Ninguna cualificación externa puede poner a una persona en la debida relación con Dios; sólo la amistad de Jesucristo puede hacerlo.
LA VID Y LOS SARMIENTOS
Juan 15:1-10 (continuación)
Cuando Jesús trazó la alegoría de la vid sabía de lo que estaba hablando. La vid se cultivaba y se cultiva todavía en toda Palestina, más o menos como en España, aunque más en terrazas. Es una planta que requiere mucha atención si se quiere obtener un fruto de calidad. El terreno tiene que estar perfectamente limpio, y las plantas se separan convenientemente para que se puedan desarrollar. Se suelen podar los sarmientos en el invierno reduciendo la cepa a su mínima expresión. Algunas veces se poda la cepa a menos de un metro de altura, dejándole brazos radiales que se atan a tutores hasta que se hacen resistentes, que son los que producen los sarmientos, y estos el fruto; otras veces se apoyan las varas en espalderas o en árboles. Y, desde luego, a veces como parras, que se hacen muy frondosas a la puerta de las cabañas. Pero siempre requieren una buena preparación y un buen cuidado del suelo. No se deja que la vid dé fruto los tres primeros años, para que desarrolle conservando toda su energía. Ya adulta produce dos tipos de sarmientos, unos que dan fruto y otros que no. Los que no van a dar fruto se cortan bien atrás para que no vuelvan a brotar ni esquilmen la fuerza de la planta. La vid no puede dar buen fruto a menos que se la pode drásticamente-y Jesús lo sabía muy bien.
Además, la madera de la vid tiene la curiosa particularidad de que no sirve para nada. Es demasiado fibrosa y poco compacta. En ciertas épocas del año, establecía la ley, se tenían que llevar al templo ofrendas de madera para los fuegos de los altares; pero no se consideraban aceptables las cepas. Lo único que se podía hacer con los sarmientos de la poda o con las cepas que se arrancaban era una fogata, para que no trajeran miseria -plagas-a los árboles. En España se usa para leña en las casas de los pueblos o para encender los hornos. Este es otro detalle que añade verosimilitud a la alegoría de Jesús.
Jesús dice que así son Sus seguidores. Algunos de ellos son estupendos sarmientos productores Suyos, y otros son chupones que no dan ningún fruto. ¿En quién estaba pensando Jesús al hablar de los sarmientos estériles? Se pueden dar dos respuestas.
La primera es que estaba pensando en los judíos. ¿No era esa la lección que habían dado los antiguos profetas? La mayoría de los judíos se negaron a escuchar a Jesús y a aceptarle; por tanto, eran sarmientos estériles y secos. La segunda es que estaba pensando en algo más general que incluye a los cristianos cuyo cristianismo es pura profesión sin práctica -c omo se definen muchos: creyentes, pero no practicantes. Estaba pensando en los cristianos inútiles: todo hojas, pero nada de fruto. Y estaba pensando en los cristianos que se vuelven apóstatas, que oyeron el mensaje y lo aceptaron y lo abandonaron convirtiéndose en traidores al Maestro al Que se habían comprometido a servir.
Así es que hay tres maneras en que podemos ser sarmientos improductivos. Podemos negarnos a escuchar a Jesucristo. O podemos escucharle, y luego confesarle de labios para fuera, sin acciones. O podemos aceptarle como Maestro y luego, en vista de las dificultades que se nos presentan o el deseo de vivir nuestra vida, Le abandonamos. Es uno de los principios fundamentales del Nuevo Testamento que la inutilidad invita al desastre. El sarmiento improductivo acaba en el fuego.
LA VID Y LOS SARMIENTOS
Juan 15:1-10 (conclusión)
Este pasaje nos dice mucho acerca de mantenernos en Cristo. ¿Qué quiere decir eso? Es verdad que hay un sentido místico en el que el cristiano está en Cristo y Cristo en él. Pero hay muchos -puede que la mayoría- que no tienen nunca esta experiencia mística. Si nos encontramos entre ellos, no debemos acomplejarnos. Hay una manera mucho más simple de considerarlo y experimentarlo que está abierta a todos.
Usemos una analogía humana. Todas las analogías son imperfectas, pero tenemos que hacer uso de las ideas de que disponemos. Supongamos que una persona es débil. Ha caído en una tentación; ha hecho un lío de su vida. Está deslizándose hacia un estado de degeneración mental, moral y física. Ahora supongamos que tiene un amigo o amiga de carácter fuerte y amable y amante, que la rescata de su degradación. Sólo hay una manera en la que puede mantener su reforma y mantenerse en el buen camino: manteniéndose en constante contacto con quien le ha otorgado su amistad y ayuda. Si pierde el contacto, todas las probabilidades apuntan a que sus debilidades se le impondrán otra vez. Las viejas tentaciones le saldrán al paso otra vez, y caerá. Su salvación depende de que se mantenga en contacto constante con el carácter fuerte que es su apoyo.
Muchas veces una persona derrotada por el vicio o por la vida ha ido a vivir con otra que le ha ofrecido ayuda. Mientras se mantuvo en aquel hogar y compañía, todo parecía ir bien; pero cuando saltó la barrera otra vez y se fue a lo suyo, cayó. Tenemos que mantenernos en contacto con el bien para derrotar al mal. Robertson de Brighton fue un gran predicador. Había allí un comerciante que tenía una tiendecita; en la trastienda conservaba una foto de Robertson, que era su héroe y su inspiración. Siempre que tenía la tentación de hacer algo que no estaba bien del todo, se metía corriendo en la trastienda y miraba la foto y se le iba la tentación. Cuando le preguntaron a Kingsley el secreto de su vida, refiriéndose a D. F. Maurice decía: «Tuve un amigo.» El contacto con la integridad le hizo íntegro.
Mantenernos en Cristo es algo así. El secreto de la vida de Jesús era Su constante contacto con Dios; con frecuencia se retiraba a algún lugar solitario a encontrarse con Él. Debemos mantenernos en contacto con Jesús. No podremos hacerlo a menos que nos lo propongamos. Por ejemplo: orar por las mañanas, aunque sea sólo un momento, es tomar un antiséptico que nos dura todo el día: porque no podemos salir de la presencia de Cristo a tocar cosas malas. Para unos pocos de nosotros, permanecer en Cristo será una experiencia mística que no se podrá expresar con palabras. Para la mayor parte de nosotros, será un constante contacto con Él. Querrá decir organizar la vida, y la oración, y el silencio, de tal manera que no haya nunca un día que nos olvidemos de Él.
Por último, fijémonos en que aquí se establecen dos cosas acerca del buen discípulo. Primera, que enriquece su propia vida; su contacto con Jesús le hace fructífero. Segunda, que da gloria a Dios. El ver una vida así hace que la gente piense en Dios. Dios es glorificado cuando llevamos mucho fruto y nos mostramos discípulos de Jesús. La mayor gloria de los cristianos es dar gloria a Dios con nuestra vida y conducta.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 15
SEGUNDO DISCURSO DE DESPEDIDA (15,1-16,33)
Aun cuando el segundo discurso de despedida trata temas parecidos a los del primero, se puede comprobar un cambio de acento. El discurso primero había estudiado sobre todo la cuestión de las nuevas relaciones de la comunidad con Jesús, reflejando asimismo la importante distinción teológica entre la situación prepascual y la postpascual. En el discurso segundo de despedida, por el contrario, aparece la comunidad como tal en un primer plano mucho más destacado; aquí se formula explícitamente la temática eclesiológica. Sabemos así, ante todo, qué es la comunidad cristiana según Juan, cómo se define, cuál es su situación en el mundo y en qué se funda su esperanza.
1 LA VERDADERA VID (Jn/15/01-10)
1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento unido a mí que no da fruto, lo corta; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más todavía. 3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he hablado. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. 6 EI que no permanece en mí es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; y los reúnen y echan al fuego, y se queman. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis, y os será concedido. 8 Con esto será glorificado mi Padre: con que deis mucho fruto y así manifestaréis ser mis discípulos. 9 Como el Padre me amó, os amé también yo. Permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que yo siempre he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.»
El segundo discurso de despedida empieza de inmediato con una alocución «Yo soy» ligada a una metáfora: «Yo soy la verdadera vid» 75. En este discurso se exponen las relaciones de los discípulos con Jesús, por lo que trata de la función y vida de la comunidad de discípulos.
Para la inteligencia del texto es fundamental el problema de la significación de la metáfora «vid». ¿De qué tradición la ha tomado Juan y qué ha querido expresar con dicha metáfora? 76. R. Borig ha analizado con particular agudeza los numerosos pasajes veterotestamentarios en que la vid aparece como imagen del pueblo de Israel77. Y ha demostrado ante todo que en la tradición del Antiguo Testamento está firmemente establecida la conexión de viña, vid y fecundidad, que también es típica del discurso figurado, sacando la misma conclusión desde otras averiguaciones 78: «El empleo de la metáfora en Jua 15:1 ss puede derivarse claramente del AT, en la medida en que no está condicionada por el uso peculiar de Jn. Lo cual no debe excluir en absoluto la apertura a otras tradiciones. Como eslabón intermedio, entre el empleo metafórico veterotestamentario y judío de la viña o la vid y el discurso figurado de Juan sobre la «vid verdadera», hay que poner sin duda la parábola de los malos viñadores (Mar 12:1-12). Es verdad que en ese relato parabólico no hay ninguna identificación explícita entre la viña y Jesús. Pero en la redacción de Mc es evidente que la historia tiene un acento cristológico. Ciertamente el Hijo y heredero de la viña es muerto por los viñadores, pero Dios le glorifica.
Las palabras «Yo soy la vid verdadera» deben por ello entenderse ante todo como un discurso de revelación cristológica. El calificativo complementario «la verdadera» no ha de entenderse en primer término como una oposición entre la «verdadera» y otras que esgrimen, aunque sin fundamento, la misma pretensión, sino como designación de Jesús, que, como revelador de Dios, es «la verdad» 80. Como Hijo de Dios, Jesús se designa a sí mismo como «la vid en el sentido de que sólo el Hijo puede ser la vid». En esa radical superioridad late el acento de esa oposición: «Con la imagen metafórica de la vid y la noción cualitativa asociada a esta imagen, todas las demás realidades que pretenden análoga calificación deben ser desechadas; es decir, «con la imagen joánica de la vid Jesús se pone en el lugar que hasta ahora solía ocupar el pueblo de Israel». Esa explicación, según la cual la imagen judía de la vid como símbolo de Israel se aplica ahora a Jesús, y Jesús ocupa en consecuencia el lugar del antiguo Israel, responde por lo demás perfectamente bien a la teología joánica. Según Juan con la venida de Jesús ha llegado el fin del culto del templo israelita y el fin de la comunidad cultual perteneciente a ese templo (cf. 2,13-22; 4,21-26; 8,31-59).
Mas, desde el punto de vista de la historia de la salvación, la comunidad cristiana, como «nuevo Israel» no entra sin más ni más en el puesto del Israel antiguo, sino que es ante todo Jesús mismo, quien como Hijo y revelador de Dios, ocupa el lugar de Israel. Es él personalmente el que constituye el centro de la nueva comunidad salvífica. Así la imagen de la vid empieza por experimentar una concentración cristológica como requisito para la ampliación eclesiológica, que aparece después. Simultáneamente Juan logra de este modo establecer que la historia de la salvación se funde en Dios: el Padre, es decir, Dios, es en este discurso metafórico el viñador, que de conformidad con la comparación veterotestamentaria, habitualmente es también el dueño y señor de la viña.
En este texto se trata de la nueva (escatológica) comunidad de salvación, la Iglesia, fundada por Jesús, la «vid verdadera». Naturalmente en la exposición no hay que sobrepasar el discurso metafórico, ni deformarla en el sentido de una parábola sinóptica. Discurso figurado y razonamiento objetivo están a menudo en Juan tan apretadamente entrelazados que es necesario tomar el texto a la letra.
La introducción de los «sarmientos» (v. 2) llega un tanto precipitadamente. Pero que el texto pueda hablar de los mismos sin ninguna transición, muestra que en la representación de la «vid verdadera» se sobreentendían los sarmientos ya desde el comienzo. Responde a la mentalidad veterotestamentaria y judía el que con la vid y los sarmientos se conecte directamente el «dar fruto» 85. Más aún, el interés del viñador está en que su viña dé la cosecha más abundante posible. El concepto «dar fruto» se desprende directamente de la imagen, sin que el contexto proporcione ninguna aclaración complementaria. Se trata de «toda la cosecha» de una vida en comunión con Jesús y no sólo ni preferentemente del fruto misional (la idea misionera no aparece en el contexto del discurso de la vid). En el Antiguo Testamento se habla a menudo de que Israel, como viña de Yahveh, no dio el fruto esperado (por ej., Isa 5:2.4). A ello se opondría aquí el hecho en sí de «dar fruto». Se trata sobre todo de «dar fruto» y de cómo conseguirlo.
En el desarrollo de la imagen del viñador se mencionan en particular dos actividades: la corta de los sarmientos infecundos y la poda (= limpieza) de los sarmientos buenos para que lleven aún más fruto. La imagen, que sólo se interrumpe por el giro «el que permanece en mí…», apunta como de paso al juicio divino, con el que también ha de contar la fe. Mas la alusión debe subrayar principalmente que en la comunidad de Jesús importa sobre todo lo demás el «dar fruto». Sin duda que si la comunidad, al igual que cada uno de los discípulos, dejan de vivir en la fe y el amor, deben contar con que serán «cortados». De otro modo sólo han de esperar la poda o limpieza.
El versículo 3 asegura que los discípulos ya están «limpios», y desde luego por la palabra de Jesús. «La pureza hay que entenderla en el marco de la imagen de la vid; es la disposición para dar fruto. No se piensa en la pureza moral o ritual». El encuentro con la palabra de Jesús, que pone al hombre en la decisión de creer, al conducir a la fe opera también esta limpieza o purificación, que hace posible el dar fruto. Aquí, una vez más, el don está al comienzo, la palabra de Jesús, de modo que el «dar fruto» no ha de entenderse como un logro humano. No obstante, de ese don brota también la llamada: «Permaneced en mí, y yo en vosotros» (v. 4). El verbo «permanecer» (griego menein), que a continuación presenta constantes variaciones, indica en Juan lo definitivo y duradero de la relación con Jesús fundada en la fe; una relación de mutua confianza y lealtad, que se desarrolla entre él y los suyos. La fórmula «permaneced en mí, y yo en vosotros», que define esa relación como una reciprocidad personal, es singularmente típica de Juan. En esa relación se funda que el creyente permanezca en él, y ese permanecer en Jesús es la condición indispensable para dar fruto. Hasta qué grado de intensidad haya de entenderse ese permanecer recíproco, lo indica el versículo 4b: sin la unión con la cepa es imposible que el sarmiento dé fruto; por sí mismo, por su propia fuerza y capacidad no puede absolutamente nada. Del mismo modo tampoco los discípulos pueden dar fruto, si no permanecen unidos a Jesús.
Y ahora sigue el punto culminante de todo el discurso: «Yo soy la vid, vosotros los sarmientos» (v. 5a). Se ha aludido al hecho de que el Jesús joánico no se designa simplemente como el tronco o la cepa, en oposición a los sarmientos, sino como la «vid», que comprende ya la totalidad de las ramas. Se entendería falsamente la imagen de querer referir la «vid» sólo a Jesús. Se trata más bien de una totalidad dada, que se funda desde luego en Jesús, pero que abarca también los sarmientos, de tal modo que desde este lado es clara asimismo la referencia a la comunidad. En todo caso hay una prioridad de Jesús absoluta e inconmovible: «porque, separados de mí, no podéis hacer nada» (v. 5c). Sola la unión con Jesús tiene la promesa del «mucho fruto», mientras que la separación de él comporta la infecundidad radical. Las contraposiciones «dar fruto» e infecundidad significan una salvación o desgracia definitivas, al igual que el permanecer en Jesús se entiende de un modo definitivo. Así lo indica el versículo 6 con el ejemplo de la extrema posibilidad negativa: quien no permanece en Jesús, y quiere vivir y obrar sin él, será «arrojado» (cf. Mat 5:13; Mat 21:39), del mismo modo que los sarmientos cortados y secos se amontonan y queman. Es indiscutible que Juan recoge el lenguaje tradicional del juicio incorporándolo a su visión: la separación de Jesús, es decir, la incredulidad provoca ya el juicio. Echando una ojeada al discurso hasta este lugar (v. 1-6), destacan las siguientes líneas básicas. Se trata en este discurso metafórico de cómo se funda la comunidad. Jesús es personalmente la «vid verdadera», que ha ocupado el lugar del Israel antiguo y, se puede agregar, que con su obediencia al Padre constituye también el nuevo fundamento para todo el «dar fruto» de los creyentes. Con tal que uno se deje guiar por su palabra y crea, queda ya purificado e injertado en la fecundidad de la «vid». Con ello vienen a identificarse realmente el «dar fruto» y «permanecer en Jesús»: no hay fecundidad alguna sin permanecer en él, ni hay comunión alguna duradera con Jesús, que a la larga resulte infecunda. Sólo la separación de Jesús produce la infecundidad. Para formular la relación de la comunidad con Jesús, se sirve Juan de la fórmula «vosotros en mí y yo en vosotros» que abraza en sí los distintos elementos.
El versículo 7 aporta una idea nueva con la referencia a la oración. El «permanecer» se define ahora de modo que las palabras de Jesús permanecen en los creyentes. La fe va ligada a la palabra de Jesús, lo que incluye también la obediencia a esa palabra, el seguimiento. A la conformidad con la palabra de Jesús se le promete ahora que la oración será escuchada en todo su alcance. En ese contexto de oración, acuerdo con la palabra de Jesús y fecundidad, la oración no es ninguna acción mágica, sino más bien la incardinación al Espíritu y al obrar de Jesús, y en ese sentido participa de la certeza de ser escuchada. También la oración está relacionada con el dar fruto y aparece como la forma de meditación subordinada a la fecundidad.
Con el versículo 8 se cierra el razonamiento mediante la alusión a la glorificación del Padre. Como el Padre es glorificado por el Hijo y su destino (cf. 13,31s), así es también glorificado por el hecho de que los discípulos lleven fruto. En definitiva esa fecundidad se da, y con ella la realización de la vida cristiana, en unión con Jesús para mayor gloria de Dios, y también desde luego para la verdadera vida del hombre.
En los inmediatos versículos 9-10 se puede ver un nuevo giro del discurso de la vid, una «explicación más profunda del discurso metafórico», o también la introducción a la perícopa siguiente (v. 9-17). En todo caso esos versículos constituyen como un puente entre 15,1-8 y 15,11-17, puesto que representan una conexión real, y de ese modo exponen la trabazón interna de 15,1-17. Frente al discurso metafórico con su forma de expresión siempre oscilante y abierta reaparece ahora en primer plano un lenguaje referido a la realidad, que concreta lo dicho en el lenguaje metafórico y lo explica por la idea del amor entendida de un modo práctico. Jesús ha amado a los discípulos de una manera tan radical como el Padre «amó al Hijo» (v. 9). La forma de pasado (aoristo) alude al hecho de que en ese amor no se trata de una realidad pasada, sino más bien de una realidad permanentemente válida. Según 17,24, el Padre ama a Jesús «antes de la creación del mundo», es decir, desde siempre; no hay tiempo alguno en que el Padre no haya amado a Jesús. Ese amor eterno, permanente e imperecedero es el que Jesús promete también a los suyos. Constituye incluso parte y expresión de la realidad escatológica de la salvación. En esa medida el amor es también el objeto del que se trata en todo el discurso metafórico de la «vid verdadera».
Por ello la exhortación «permaneced en mí» puede transformarse al presente pasaje en esta otra: «permaneced en mi amor». El «dar fruto» no es por tanto otra cosa que la acción y dominio del amor. Con ello la idea de inmanencia («vosotros en mí, y yo en vosotros»)91 recibe su interpretación práctica y queda protegida contra una falsa exaltación mística. Pues, como afirma el versículo 10, permanecer en el amor de Jesús no es otra cosa que «guardar sus mandamientos», con lo que se indica el obrar del amor. El ejemplo lo constituye el propio Jesús:«Lo mismo que yo siempre he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.» ¿De qué manera ha guardado Jesús los mandamientos del Padre? No de otro modo que haciendo el camino de la cruz; es decir, dentro por completo de la linea del lavatorio de pies. Con ello la práctica ejemplar de Jesús se convierte en modelo de la práctica de los discípulos. Estos permanecen en su amor, cuando se orientan por Jesús y se mantienen fieles a su ejemplo.
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75. Acerca de la fórmula joánica «Yo soy», cf. el comentario a 14,6. 76. Siguiendo las huellas de E. SCHWEIZER (Ego eimi, p. 40 ss. 69.79), ha sido sobre todo BULTMANN quien ha defendido la idea de que la vid del cap. 15 había que referirla al mito del árbol de la vida. Los apoyos más importantes en favor de esta hipótesis se encuentran en los llamados textos mandeos, una secta baptista, que todavía hoy existe en el curso inferior del Eufrates y del Tigris, y cuyos orígenes se remontan a los primeros tiempos del judaísmo y cristianismo. Su mitología religiosa presenta marcados rasgos gnósticos. «La vid es el árbol de la vida… El mito que sueña con un agua y un pan de vida, sueña también con un árbol de la vida. Pero lo que allí no es más que sueño es aquí realidad: ego eimi, de tal modo que, según Juan, Jesús habría dicho: Yo soy el verdadero árbol de la vida» (así BULTMANN, Johannes, p. 407s).
77. Por ejemplo, la famosa canción de la viña de Isaías (Isa 5:1-7), o bien Jer 2:21 : «Yo te había plantado como cepa escogida, toda ella de semilla genuina ¿Cómo, pues, para mí te has cambiado en sarmiento silvestre de viña bastarda? Cf. además, Eze 15:1-6; Eze 19:10-14; Sal 80:9-15. 78. Según el relato del historiador judío FLAVIO JOSEFO, había en Jerusalén, sobre la puerta del templo propiamente dicho, el hekal, una vid de oro con sarmientos colgantes; Bellum Iudaicum v, 210; Antiquitates xv, 395. También TÁCITO, Historias v, 5, sabe al respecto que en el templo jerosolimitano había una vid de oro. «La vid, el racimo y el cáliz contaban entre los símbolos más antiguos empleados por los judíos. En la época del Nuevo Testamento se utilizaron muchos en sepulturas, osarios y monedas; ni siquiera faltan en las monedas de los procuradores, que se acomodaban así a las concepciones judías y aparecen asimismo en las monedas de la primera y la segunda sublevación. Más tarde tales símbolos florecen sobre todo en las sinagoga»: FLAVIO JOSEFO, Bellum Iudaicum II, 1, Darmstadt 1963. p 253s, nota 77. 80. Cf. 14,6. 85. Cf. por ej. Sal 1; pero también Mat 3:8.10; Mat 7:16-20; Mat 12:33. 91. Cf. el comentario a 14,3.
Meditación
Entre todos los conceptos teológicos probablemente no existe hoy ninguno que haya caído en tanto descrédito ni que comporte tantas dificultades, malas interpretaciones y antipatías emocionales como el concepto «Iglesia». Lo cual resulta tanto más sorprendente cuanto que al tema «Iglesia» se le ha consagrado en este siglo una enorme labor teológica, labor en que se han empleado las mejores fuerzas y que han encontrado cierta culminación en la constitución dogmática sobre la Iglesia, del concilio Vaticano II. El malestar afecta sobre todo a la Iglesia como institución, a la Iglesia jerárquica. Aquí no se trata de analizar el problema de las múltiples causas que han motivado ese cambio de opinión, sino de tomar el hecho como ocasión para preguntarnos en este pasaje por la idea joánica de Iglesia o mejor de comunidad. Es posible que una mirada a la concepción joánica nos ayude para poder ver y enjuiciar mejor las deficiencias actuales.
A tal fin hemos de tener en cuenta lo que sigue. Al tiempo en que se redactó el Evangelio de Juan aún no existía una gran institución eclesiástica perfectamente organizada y se estaba todavía muy lejos de una dirección centralista con el papa y la curia romana en el vértice más alto. En semejante desarrollo -sobre cuya justificación y necesidad no vamos a entrar aquí- no pudo pensar ninguno de los autores del Nuevo Testamento. «Iglesia» era, en primer término, la respectiva comunidad local, el grupo local de cristianos con sus reuniones regulares, como las describe claramente la carta primera a los Corintios (cf. 1Cor 14). C. Plinio el Joven, que por los años 110/112 era gobernador romano en Bitinia y encontró que en aquella región el cristianismo había ya adquirido una difusión considerable 92, proporciona en su famosa carta al emperador Trajano una visión interesante de espectador externo sobre la vida comunitaria cristiana. Y así escribe: «Pero ellos (los cristianos denunciados previamente ante el procurador) afirman que toda su culpa o su extravío había consistido en reunirse habitualmente un día determinado antes de salir el sol, cantar alabanzas alternadas a Cristo como a su dios y obligándose bajo juramento no a cualquier tipo de crimen, sino a no cometer ningún robo, asalto ni adulterio, a no traicionar la confianza, a empeñarse en no denegar el bien confiado. Tras cumplir esas acciones era habitual entre ellos separarse, para volver luego a reunirse en un banquete, aunque sencillo por completo e inocente; incluso esto lo habían celebrado previo permiso mío, con lo que yo les había prohibido la asistencia de heterías, de acuerdo con tus disposiciones»93. Sociológicamente considerada, esta imagen responde a la conducta de un grupo marginado en la sociedad oficial, que se separa de su entorno social, mientras que hacia dentro desarrolla una fuerte cohesión. La composición y estructura interna de aquellas primeras comunidades cristianas era extraordinariamente diversa. Todavía no existía una constitución jerárquica unitaria, de lo que son un claro testimonio los escritos joánicos del evangelio y las cartas. De todos modos las comunidades locales parece que desde muy pronto estuvieron en contacto e intercambio intenso. Había muchos lazos de unión que reforzaban el sentimiento de unidad. Por lo demás, las distintas comunidades eran autónomas, de tal modo que -desde una perspectiva histórica- no se puede hablar de una organización eclesiástica universal y unitaria con una autoridad central, como la que sigue desarrollándose progresivamente en el catolicismo romano occidental, y que habría sido la única forma posible de una dirección eclesiástica. A partir del Nuevo Testamento cabe pensar en otros tipos de constitución.
A esto se agrega que, según el estado actual de los estudios escriturísticos, ya no se puede sostener la doctrina tradicional de que el Jesús histórico haya fundado la Iglesia en un determinado momento dotándola en cierto modo de una especie de documento constitucional, en el que ya estarían establecidos todos los elementos esenciales de una estructura eclesiástica. A la formación de la comunidad sólo se llega después del viernes santo y de pascua. En ese proceso es además decisivo el que tuviera lugar invocando a Jesús y su predicación, en el «nombre de Jesús». Tanto las cartas paulinas como los evangelios certifican de distintas formas el hecho trascendental de que Jesús de Nazaret, el crucificado y resucitado, fuera tenido por todas las comunidades cristianas como la autoridad decisiva lo que se echa de ver sobre todo en los títulos honoríficos de Mesías (Cristo), Hijo del hombre, Hijo de Dios, Señor, etc. La comunidad se sabe ligada a Cristo por el Espíritu, y está totalmente persuadida de que en definitiva es el propio Señor, resucitado y elevado al cielo, el que rige la comunidad, hasta el punto de que las demás instancias humanas dirigentes pasan a un segundo plano.
Si unimos ambos elementos, a saber, la situación sociológica de la comunidad como grupo marginal en un entorno indiferente u hostil, y la convicción creyente, fundada en el evangelio, acerca de la presencia y de la autoridad siempre vigente de Jesucristo en la comunidad, comprenderemos mejor el trasfondo del discurso de revelación de la verdadera vid. Ese discurso se refiere originariamente a un pequeño grupo, a una insignificante comunidad local, sin que se pueda acomodar fácilmente a una gran organización eclesiástica. El discurso mantiene además con toda resolución el principio de que la comunidad o Iglesia sólo puede entenderse desde el propio Jesucristo y de que jamás puede ella separarse de ese fundamento histórico y teológico. Atendiendo a la metáfora, entre la vid y los sarmientos existe la unión más estrecha y vital, como lo expresa de manera insuperable la que llamamos fórmula de inmanencia: «Vosotros en mí y yo en vosotros» muestra además por completo el carácter íntimo y personal de esa comunión. Las autoridades eclesiásticas, los dirigentes comunitarios, no gozan de una fuerza de dirección absoluta en esa visión. Es más bien la comunidad la que aparece como el lugar en que se ventila sobre todo la autoridad de Jesús y su causa. Desde ahí adquieren también un sentido amplio las afirmaciones sobre «dar fruto». A la comunidad y a sus miembros se les promete fecundidad, lo que quiere decir asimismo éxito, sólo en la medida en que tienen el coraje de asumir la causa de Jesús y defenderla ante el mundo. Así como Jesús es el fundamento histórico y la autoridad permanentemente válida de su comunidad, así también el esfuerzo por el triunfo e irradiación del evangelio en el mundo y la sociedad es la tarea constante de la Iglesia. Ahí entra asimismo la distinción crítica, y, llegado el caso, la exclusión de cuanto en el curso de los siglos ha ido adquiriendo la Iglesia de poder, riquezas, prestigio público, etc., por motivos histórico-culturales de toda índole, pero que no pertenece al evangelio.
La reflexión crítica sobre el evangelio para volver a escuchar de nuevo sus promesas y exigencias en la hora actual y llegar así a la verdadera fecundidad, es un proceso que siempre resulta necesario para que pueda imponerle la causa de Jesús. En la medida en que la Iglesia abandona esa suprema tarea y se interesa por asegurar sus tradiciones y su posición de poder, en esa misma medida se convierte en sarmiento infecundo al que se corta y quema. La comunión permanente con Jesús es, pues, de hecho el requisito indispensable de toda auténtica cristiandad y de todo obrar cristiano. Como lo ha mostrado el texto, esa comunión no se puede entender como una garantía de salvación, porque está ligada a la palabra de Jesús y al acto de amor. Ambas realidades, la palabra de Jesús y el amor pasan a ser los criterios decisivos por los que deben regirse la Iglesia y su acción, a lo que deben colaborar todos los cristianos.
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92.«Asia Menor… fue la tierra cristiana por excelencia en el período preconstantiniano», en opinión de A. VON HARNACK. 93.C. PLINIO, Ep. x. 96, las hetairiai o hermandades privadas.
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2. Los AMlGOS DE JESÚS (Jn/15/11-17)
11 «Os he dicho estas cosas, para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea colmada. 12 Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que éste: dar uno la propia vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe qué hace su señor; os he llamado amigos, porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer.
16 No me habéis elegido vosotros, sino que yo os elegí, y os he puesto para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto sea permanente para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: que os améis los unos a los otros.»
La serie de afirmaciones, con escasa conexión, desarrolla el tema de la comunión de los discípulos con Jesús, recogido en el discurso de la verdadera vid, y califica a la comunidad como el círculo de los amigos de Jesús.
El versículo 11 empieza hablando de la «alegría» que Jesús quiere comunicar mediante su palabra a los discípulos. Al igual que el concepto de paz en 14,27s, así también la alegría ha de entenderse como un don escatológico 95, que se comunicará al creyente. Y, al igual que allí la paz se destaca llamándola «mi paz», del mismo modo se dice aquí: «Para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría sea colmada.» Con ello la alegría aparece como un don escatológico de Jesús: En 20,20 la alegría viene en consecuencia motivada por el encuentro con el resucitado, el Jesús siempre presente. Esa alegría tiene carácter pascual. A la existencia escatológica corresponde también un nuevo sentimiento deI hombre, y es la alegría, en una medida totalmente colmada, como una alegría infinita y sin límites, la que describe la exaltación y el entusiasmo del hombre al que, mediante el evangelio, se le ha hecho partícipe del supremo sentido de la vida, de la salvación. Alegría y júbilo eran también, según Hec 2:46, una nota fundamental de las asambleas comunitarias; de lo que son testimonios elocuentes los himnos y cánticos del cristianismo primitivo. Así se dice en un cántico de las Odas de Salomón, la colección de himnos cristianos más antigua que se conserva, y que está cerca del Evangelio de Juan en el tiempo y en el contenido:
«Mi alegría es el Señor y a él corren mis pasos.
Ese mi camino es hermoso,
pues es para mí una ayuda hacia el Señor.
Se me dio a conocer sin celos en su magnanimidad,
pues su amabilidad empequeñeció su grandeza.
Se hizo como yo, para que yo pudiera abarcarle.
Y no me aterroricé al verle, porque él es mi gracia»
(Odas de Salomón 7,2-5)
El versículo 12 presenta el mandamiento del amor96 en la interpretación joánica del «amor mutuo». Lo que este pasaje aporta de nuevo es que en el versículo 13 se define en cierto modo la esencia del amor o más exactamente se esclarece mediante un ejemplo: «Nadie tiene mayor amor que éste: dar uno la propia vida por sus amigos.» Aquí aflora una típica formulación joánica: entregar su alma, su vida 97. Eso constituye la esencia del amor: comprometerse por los demás. La entrega de la vida por los amigos es sin duda la forma suprema de amor que cabe pensar. De hecho no se da un amor mayor, no se puede hacer más. Juan piensa ante todo en el ejemplo de Jesús. él es, en efecto, el buen pastor que da su vida por las ovejas (10, 11.15), y eso con la libertad suprema, como allí se pone de relieve explícitamente: «Por esto el Padre me ama: porque yo doy mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo por mí mismo la doy; poder tengo para darla, y poder tengo para volverla a tomar. Tal es el mandato que recibí de mi Padre» (10,17s). Por lo que a Jesús se refiere, el giro «dar su vida por las ovejas» o «por los amigos», contiene la interpretación joánica de la muerte de Jesús, como muerte expiatoria y vicaria. Según él, esa muerte es la forma suprema del compromiso, contraído por amor, para la salvación del mundo: «tras haber amado a los suyos, que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo» (13,1). Y no es ciertamente que Jesús se haya comprometido por sus amigos porque éstos se lo hubieran merecido, y no le quedase otra solución; sino que la muerte de Jesús tiene para la comunidad una importancia decisiva. Porque Jesús muere por los suyos, éstos pasan a ser sus amigos.
En 10,17s se pone especialmente de relieve que Jesús puede disponer por completo de su vida como Hijo y revelador de Dios; no es posible arrebatársela en contra de su voluntad. Con ello destaca una vez más la libertad y voluntariedad absoluta de la muerte de Jesús; en todo y por ello Jesús es el Señor de sí mismo y de su destino. Si, pues, el compromiso de Jesús para la muerte no se debe a un desgarramiento interno o externo sino a una suprema superioridad y autenticidad del amor de Jesús a sus amigos. Con la entrega de su vida Jesús realiza de un modo radical su entrega a los demás. Por eso, en él forman un todo absoluto libertad y servicio, libertad y compromiso radical por los amigos; eso es lo que constituye, precisamente, la esencia del amor (agape). Se indica una vez más el sentido fundamental que tiene el ejemplo del lavatorio de pies al comienzo de los discursos de despedida. Síguese en consecuencia, que el amor de los discípulos consiste en la misma disposición (v. 14). Sólo cuando los discípulos cumplen el mandamiento de Jesús son también sus amigos.
Ahora bien los discípulos que son en efecto los amigos de Jesús y que han entrado por completo en su comunión (v. 15). «Siervo» o esclavo (griego doulos) indica en Israel no sólo -como en todo el mundo antiguo- al que pertenece al estado de esclavitud, sino que es también expresión de la sumisión del hombre a Dios. Ser un «siervo de Dios» constituye según el pensamiento veterotestamentario tal vez lo más alto que puede afirmarse de un hombre. De Moisés se dice en Exo 33:11 : «Yahveh hablaba a Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigos, y ello como una excepción soberana (cf. Deu 34:10 en que se hace la misma afirmación, aunque falta el calificativo «amigo»; sólo a Abraham se le vuelve a aplicar en Isa 41:8). El concepto de amistad no basta para indicar la distancia entre Dios y el hombre. Visto así constituye una inversión de valores el que, según Juan, Jesús llame amigos suyos a los discípulos; nombrar o llamar equivale aquí a constituirlos en amigos suyos. Ese nuevo estado de amigos de Jesús lo alcanzan los creyentes por el hecho de participar en la comunión divina. Gracias a Jesús, los discípulos -y ciertamente que todos sin excepción, sin que aquí se piense para nada en la distinción entre clérigos y laicos- se convierten en participantes de la revelación de Dios. Jesús les ha dado a conocer todo lo que ha oído del Padre. Ahora bien, como Hijo de Dios, es personalmente el contenido completo de la revelación y eso lo han conocido los discípulos. El punto más alto de la revelación es la entrega de la vida que Jesús hace por los suyos como la prueba suprema de amor. En la medida en que los discípulos se dejan prender por ese amor de Jesús, quedan transformados pasando a ser de esclavos o siervos, los amigos de Jesús. El versículo 16 expresa una vez más el mismo contenido recurriendo a la idea de elección. No han sido los discípulos quienes han escogido a Jesús como caudillo y héroe, sino justamente lo contrario: es Jesús el que, por su propia iniciativa y autoridad, ha elegido a los discípulos (cf. a este respecto el relato de su llamamiento, Jua 1:35-51). Como los sinópticos, también Juan mantiene la irreversibilidad de las relaciones entre Jesús y los discípulos. Respecto de los discípulos, Jesús no es simplemente el más humano que cabe imaginar, sino también el Señor, aquel por quien se realiza en el hombre la acción liberadora y electiva de Dios.
Con la elección por Jesús va unido al mismo tiempo un encargo, una determinación de dar fruto. Ese fruto debe «permanecer». Por el contexto cabría, sin más, añadir: pues de otro modo no se podría agregar «para la vida eterna». Pues el «permanecer» no es otra cosa que el estado adquirido por el hombre cuando se entrega a la acción del amor. Asimismo responde a la comunión divina, a la amistad de Jesús el que se asegure la plena acogida a la oración «en nombre de Jesús» (cf. com. a 14,12-14). Como amigos de Jesús los discípulos han entrado en el «ámbito vital» de él, de tal modo que también Dios lo pone todo a disposición suya. E1 nuevo círculo de amistad abierto por Jesús se convierte así en el marco de una nueva libertad e independencia en contacto con Dios.
En este contexto adquiere también su sentido la idea de elección. No se trata de un acto divino arbitrario, por lo que unos son elegidos y otros por el contrario excluidos y condenados; tal predestinación la ignora el Evangelio de Juan. Se trata más bien de la supremacía incondicional de la libertad y amor de Jesús frente a los creyentes. El reconocimiento de esa primacía es, por lo demás, condición indispensable. Con la referencia al mandamiento del amor (v. 17) se cierra el círculo ideológico.
A propósito de esta perícopa Bultmann anota la «unidad objetiva» entre fe y amor. «Como la palabra asegura a la fe el amor de Dios revelado en Jesús y como el amor sólo se recibe cuando, mediante él, el hombre se libera para amar, así la palabra sólo se escucha debidamente cuando el creyente como tal es el que ama». Con ello podría haberse alcanzado el núcleo de la afirmación joánica; se trata, en efecto, de la unidad formada por fe y amor. Sólo unidas ambas realidades se les promete la amistad de Jesús y entra en consideración el «permanecer»
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95. Cf. 16,20.21.22.24; 17,13; 20,20. 96. Cf. 13,34s.
97. Cf. 10,11.15.17.18; 13,37s; 1Jn 3:16; el giro refleja una construcción semítica.
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Meditación
Alegría, entusiasmo y júbilo pertenecen, en la tradición bíblica, al núcleo esencial de la experiencia religiosa. El encuentro con Dios, que crea la salvación y libera al hombre, expande alegría entre los hombres: «Pero el ángel les dijo: «No tengáis miedo. Porque mirad: os traigo una buena noticia que será de grande alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador, que es Cristo Señor»» (Luc 2:10s). Así suena el alegre mensaje del ángel a los pastores acerca del nacimiento de Cristo. Cuando se anuncia y se experimenta la salvación, domina la alegría. La presencia de la salvación aparecida con Cristo es también lo que da sentido a las festividades cristianas del año eclesiástico. La alegría, el ánimo levantado, forman parte del día festivo.
Por lo demás, hay que admitir que hoy ni los cristianos ni las iglesias están ya a la cabeza por lo que se refiere a la difusión de la alegría, lo cual es sin duda un mal signo. Ciertamente que la alegría no se puede establecer por mandato, asemejándose más bien a una irrupción incontenible contra la que no cabe defensa; sino que nos invade y domina. O bien, considerada a largo plazo y en la vida cotidiana, tiene el carácter de una atmósfera amable, confortable y sin violencias. ¿Se debe quizá la falta de alegría en las iglesias a una falsa relación con el evangelio? Según el Nuevo Testamento, la alegría es efecto del amor experimentado o fruto del Espíritu, unida a la felicidad del dominio de Dios. Se comunica al hombre, en cuanto que le libera y despierta en él la capacidad de amar. El legalismo con sus tablas de mandamientos produce miedo; las prácticas opresivas fomentan un espíritu de esclavo y refuerzan las trabas y dificultad de acción. No habría que salir al paso de la objeción diciendo que se trata en primer término de la alegría espiritual e interna. En realidad también la alegría escatológica, espiritual, se adueña de todo el hombre y lo libera para una nueva conducta creadora.
La liberación del hombre para la alegría es un capítulo importante, al que la religión debería recurrir, si se dejase impregnar por el Espíritu del Evangelio de Jesús. Aquí probablemente se enfrentaría sin competencia posible a muchas otras ofertas, porque de hecho tiene para ofrecer un evangelio, un mensaje de alegría que llena al hombre todo y la vida entera. Ciertamente que los hombres alegres tienen iniciativas creadoras de todo tipo que llevan a término; pero no se dejan dominar y manipular fácilmente. Tal vez a ello se deba el que se haya puesto tan poco en práctica «una revolución de la alegría».
Cuando domina la alegría, fácilmente se llega a la amistad. ¡La Iglesia y la comunidad cristiana como el círculo de los «amigos de Jesús»! Sólo es necesario añadir los principios, y en seguida se echa de ver el enorme abismo que media entre esa concepción joánica y las iglesias dominantes. Tal vez existan hoy los pequeños grupos y círculos de amigos, en los que «Iglesia» todavía puede acercarse al máximo a las concepciones neotestamentarias. A uno se le ocurre pensar que en la historia de la Iglesia esa concepción joánica de «amigos de Jesús» no ha podido imponerse, pero que en todos los tiempos ha habido grupos cristianos que intentaron realizar ese objetivo, como los fraticelli medievales, los hermanos bohemios, las fraternidades pietistas y distintas congregaciones del siglo XIX. Entre tales grupos siempre se ha impuesto la idea de que, para su realización en el mundo, el cristianismo de la comunidad concreta y visible necesita de una forma comunitaria cuya estructura interna se acerque a los vínculos más libres de una gran familia, y que por lo mismo no sea jurídicamente tan rígida e intratable como a la larga parece ser la estructura de la gran Iglesia. Amor y amistad sólo pueden practicarse a largo plazo dentro de una cierta proximidad. Como quiera que sea, la interpretación clerical es una interpretación grosera de /Jn/15/15: «Ya no os llamaré siervos…» El texto se cantaba en la ordenación sacerdotal; lo que quería decir que sólo al sacerdote consagrado se le llamaba «amigo de Jesús», mientras que los laicos eran considerados como «siervos de Jesús». Para Juan todos los creyentes son «amigos de Jesús».
El texto -como vemos- entiende el amor según el ejemplo personal de Jesús, como entrega de la vida por los amigos; es decir, como un compromiso por los demás.
Ciertamente que también la fórmula puede entenderse mal, y buena muestra de ello podría ser la historia de la última guerra en que a menudo se exaltó la muerte heroica por la patria con las palabras de Jua 15:13. Sin embargo el tenor literal de la fórmula sigue siendo importante, como lo muestra la exposición de la carta primera de Juan: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. Y nosotros debemos dar la vida por los hermanos. Si uno tiene bienes del mundo y ve a su hermano en necesidad, y le cierra sus entrañas, ¿cómo permanece en él el amor de Dios? Hijitos, no amemos de palabra ni con la lengua, sino de obra y de verdad» (1Jn 3:16-18). Se trata aquí de la interpretación social más antigua de la ágape en el sentido de un comprometerse por los demás. Para nosotros es importante ver cómo ya el cristianismo primitivo dedujo del evangelio esa interpretación social, y ello en una comunidad que a primera vista más bien suscita una impresión espiritualista. Y es precisamente esa interpretación social concreta y práctica de la ágape, la que parece separar al círculo de comunidades joánicas del espiritualismo gnóstico. A eso se agrega hoy la escala mundial a que ha llegado la distinción entre «los que poseen los bienes de este mundo» y «los hermanos necesitados». En este caso la ayuda debe llegar más allá de la comunidad concreta, y en ciertas circunstancias habrá que considerar la necesidad de unos cambios de estructuras sociales. Si es preciso llegar a un compromiso duradero, eficaz y de ayuda en el mejor sentido a los pueblos subdesarrollados, también será necesario que los cristianos se familiaricen con el análisis crítico de la sociedad y con la idea de unos cambios de estructuras. Con el fin de estar preparadas para esas tareas y otras de parecida envergadura, las iglesias deberían liberarse con mayor resolución que hasta el presente de sus viejas concepciones burguesas. Tales concepciones constituyen un grave lastre que las comunidades joánicas de hacia el año 100 d.C. no hubieron de arrastrar. Entonces fueron ellas los grupos marginados, que carecían del reconocimiento social y político, lo que pudo favorecer el radicalismo de su compromiso en beneficio de los demás.
3. EL ODIO DEL MUNDO (15,18-16,4a)
El texto de 15,18-16,4a describe detenidamente la situación precaria de la comunidad en el mundo, que en concreto era la sociedad pagana y en parte también la judía de finales del siglo I y comienzos del siglo II. Esa situación se caracteriza por el rechazo y hasta por la persecución abierta por parte del entorno. Como quiera que sea, entre esa comunidad y el entorno en que tiene que vivir se abre una sima insuperable. En su calidad de pastor de almas, Juan se encuentra ante la tarea de proporcionar tales motivos que hagan posible la constancia y que incluso permitan presentarla como perfectamente lógica. Este texto puede dividirse de forma cómoda en tres secciones: 15,18-25 trata el aspecto fundamental y teológico de esa situación: en cuanto comunidad de Jesús, los discípulos tienen también que compartir su destino. La resistencia a la revelación no ha cesado con la cruz de Jesús; ahora se dirige contra la comunidad creyente, que mantiene el testimonio de la revelación y que se presenta frente al mundo. La perícopa 15,26s trae otra sentencia sobre el Paráclito, que se relaciona asimismo con la situación comunitaria. En tal situación la comunidad no sólo está llamada a dar testimonio de Cristo, sino que se halla especialmente capacitada para ello. 16,1-4a toma abiertamente posición frente al problema agudo de la exclusión de los cristianos de la comunidad judía.
a) La comunidad y el odio del mundo (Jn/15/18-25)
18 «Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí. 19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia. 20 Acordaos de las palabras que os dije: El esclavo no es mayor que su señor. Si a mi me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, guardarán también la vuestra. 21 Pero todo esto harán contra vosotros por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió.25 Si yo no hubiera venido ni les hubiera hablado, pecado no tendrían; pero ahora no tienen excusa de su pecado. 23 EI que a mí me odia, también odia a mi Padre. 24 Si yo no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro realizó, pecado no tendrían; pero ahora, aunque las han visto, nos han odiado, tanto a mi como a mi Padre. 25 Pero esto es por que se cumpla lo que está escrito en su ley: «Me han odiado sin motivo».»
El giro del comienzo: «Si el mundo os odia, sabed…», etc. (v. 18) tiene, a todas luces, carácter de respuesta a una pregunta apremiante. Esa pregunta viene provocada por el estado de cosas que el texto describe como odio del mundo. Aquí, como en los pasajes inmediatos, «mundo» (griego, kosmos) designa el «mundo humano», que se muestra hostil al revelador de Dios y a su comunidad. En la pasión y cruz de Jesús esa hostilidad ha alcanzado su culminación más significativa. Mas también después de pascua hubieron de experimentar las comunidades que de su entorno no sólo no lograban el asentimiento, sino que desencadenaban además su persecución.
Desde los orígenes del cristianismo, la persecución con todos sus fenómenos concomitantes de suspicacia, mala comprensión, burlas, etc., forma parte de la imagen peculiar de esa nueva religión, como de los grandes ataques a los discípulos de Jesús, que no tenían conciencia de ningún crimen. Ya Pablo alude a esa realidad (cf. 1Te 2:14-16; 2Cor lls23-33). También, según los sinópticos, a los discípulos de Jesús les aguardan el rechazo, el odio y la persecución 99. Sobre todo el discurso misional de Mateo (Mat 10:5-11, 1) ofrece una serie de paralelismos con la sección que comentamos. La idea de un «paralelismo del destino de la comunidad con el del revelador» tiene un ancho fundamento en las más diversas tradiciones neotestamentarias, el rechazo de los cristianos por la sociedad fue además una dura realidad con la que hubieron de enfrentarse cada día. Desde la persecución neroniana del año 64 se sumó la amenaza constante de que también el representante del Estado romano adoptase una postura hostil contra los cristianos. La redacción del Evangelio de Juan coincide muy probablemente con la época inmediata posterior a la persecución domiciana (hacia el 95 d.C.), y pocos años después tuvo lugar el martirio de Ignacio, obispo de Antioquía (ha. 107/110 d.C.). Había, pues, bastantes motivos reales para afrontar el tema de la comunidad perseguida.
La exhortación a la comunidad empieza con un recuerdo lapidario; la invitación «sabed» invita a los oyentes a reflexionar sobre su situación fundamental y a pensar en aquel al que se han unido mediante la fe. El odio del mundo sale al paso a los discípulos, que probablemente no contaron con esa contingencia al abrazar la fe. Que la fe suscite odio y no amor es algo que de hecho puede confundir; tanto más cuanto que por la misma doctrina cristiana se está obligado al amor. A esto se suma el peligro, presente ya desde el comienzo, de que, frente a la amenaza de las persecuciones y dificultades, los cristianos capitulasen y apostatasen. Por eso en este pasaje empieza por ser tan apremiante el recuerdo de Jesús. Al encontrarse con el odio del mundo, la suerte de los discípulos no es otra que la del propio Jesús: Antes que a vosotros me han odiado a mí.
El versículo 19 trae una razón teológica del hecho: los discípulos ya no pertenecen al mundo. El giro joánico «ser del mundo» o «no ser del mundo» 102 tiene el sentido de una designación de origen; indica un «de dónde» preciso. La idea ahí latente es que el origen condiciona también la naturaleza, la índole, incluso la conducta de un hombre. Aquí se enfrentan dos posibilidades contrarias: la primera, venir de arriba, «ser de Dios», y la segunda, proceder de abajo «ser del mundo». El «ser de Dios» corresponde sobre todo al revelador aunque se amplía después a cuantos le pertenecen. «Ser del mundo», por el contrario, define en primer término la situación fáctica de todos los hombres que todavía no han encontrado la fe, para pasar después a designar sobre todo, y en un sentido negativo cualificado, la situación de quienes conscientemente han tomado partido contra el revelador y su mensaje.
Los discípulos «no son del mundo» han pasado ya «de la muerte a la vida» (Mat 5:24), con lo que se han despojado asimismo de la naturaleza mundana. Para el mundo ya no son «lo suyo» (griego, ho idion), sino que ahora pertenecen a Jesús. él los ha hecho suyos mediante su elección. Porque ya no pertenecen al mundo, tampoco el mundo les demuestra su amor, habiendo perdido a sus ojos todo interés. Por su pertenencia a Jesús los discípulos han entrado en la tensa y radical oposición que media entre Dios y el mundo; Pablo llegaría a decir que «están crucificados con Jesús». Ello significa que, si bien ya «no son del mundo», sino que «han nacido de Dios», son hijos de Dios (Mat 1:12s), sin embargo han de vivir en el mundo, aunque en ningún caso puedan ya volver a entenderse desde el mundo, ni sentirse por completo en él como en su propia casa. El discípulo de Jesús no puede ya identificarse con el mundo. Y eso es justamente lo que el mundo no le perdonará: «Por eso el mundo os odia.»
Tal situación -así lo dice el versículo 20- está predeterminada por una palabra de Jesús. Se trata ante todo de una referencia a un pasaje anterior (Mat 13:16), en que ya se dijo: «El esclavo no es mayor que su señor.» Quizás el recuerdo precisamente de ese pasaje tenga una significación ulterior, pues se trata de una palabra, que aparece de modo similar en Mateo y en un contexto parecido: «Un discípulo no está por encima del maestro, ni un esclavo por encima de su señor. Ya es bastante que el discípulo llegue a ser como su maestro, y el esclavo como su señor. Si al señor de la casa lo llamaron Beelzebul ( = demonio) ¡cuánto más a los que viven con el!» (Mat 10:24s; cf. Luc 6:40). Esto hace suponer que en la tradición comunitaria de Juan había unas palabras del Señor, que pueden haber sonado de modo semejante: ¡No pueden irnos las cosas mejor de lo que fueron al Maestro! Es evidente que Mateo ha entendido la palabra de modo similar a Juan. La comunidad de destino de los discípulos es inseparable del de Jesús, tanto en el bien como en el mal. En el versículo 21 se describe con mayor detalle la conducta hostil del mundo, motivada por el odio a Jesús y por el desconocimiento de Dios. El mundo, en fin, tiene que conducirse así porque no conoce al Padre. El desconocimiento de Dios por parte del mundo y de sus representantes no es, sin embargo, una ignorancia que pueda eliminarse mediante una información complementaria, sino que, de acuerdo con el concepto bíblico de conocimiento, es el reconocimiento deficiente de Dios y de su revelador. Para la Biblia no cabe, frente a Dios, una postura neutral y «objetiva»; sino que el conocer o el desconocimiento implica siempre un tema de posición por parte del hombre. El desconocimiento de Dios como tal es culpable; no es otra cosa que la incredulidad, como se subraya en el versículo 22 103. Después que Jesús ha venido como revelador de Dios trayendo la revelación escatológica, el mundo es inexcusable. Su incredulidad es su pecado; y ello porque «se vuelve contra Jesús, que con sus palabras y obras ha demostrado ser el revelador».
Jesús ha sido el primero en padecer el odio del mundo. La hostilidad desencadenada contra él es al propio tiempo, según Juan, una hostilidad contra Dios (véase al respecto 8,31-59), pues que en la persona y en la palabra de Jesús era Dios mismo quien salía al encuentro del hombre (v. 23). El versículo 24 ha de entenderse como paralelo del v. 22, ya que en Juan las palabras y las obras de Jesús forman una unidad. Entre estas «obras que ningún otro realizó» deben incluirse las señales milagrosas. Los milagros hay que entenderlos como signos reveladores. Por tanto, el sentido viene a ser: pese a la acción del revelador en el mundo, su mensaje no ha sido acogido. Pese a lo que ha visto, el mundo persiste en su odio y, por consiguiente, también en su pecado.
Por lo demás, ese hecho no es casual. El versículo 25 dice que en tal conducta se ha cumplido un pasaje de la «ley», del Antiguo Testamento: «Me han odiado sin motivo» (Sal 35:19; Sal 69:4). Esa cita escriturística no constituye una prueba estricta; expresa más bien la convicción de que en el destino de Jesús se ha cumplido la Escritura, se ha realizado el plan salvador de Dios. En este caso hasta el odio del mundo totalmente infundado contra Jesús, que no se puede entender lógicamente, tiene también su lugar y sentido dentro del plan de Dios. Más aún: opera la salvación del mundo.
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99.Cf. Mar 13:9-13 par Mat 24:9-14; Luc 21:12-19; Mat 5:11s par Luc 6:22s. 102.Cf.8,23; 15,19; 17,14.16; 18,36; 1Jn 2:16; 1Jn 4:5. 103.Cf. también 12,37-50.
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b) El Paráclito y los discípulos como testigos de Jesús (Jn/15/26-27)
26 «Cuando venga el Paráclito, que desde el Padre os enviaré yo, el Espíritu de la verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí, 27 y vosotros también daréis testimonio, porque desde el principio estáis conmigo.»
Juan trae otra sentencia sobre el Paráclito, el Espíritu (abogado o asistente), atribuyéndole una nueva función que hasta ahora no había sido descrita, a saber: la función de «dar testimonio» en favor de Jesús. Cabe también observar la unidad operacional entre el Padre y el Hijo: Jesús, desde el Padre, «envía» al Paráclito, y éste «proviene del Padre». Que se trata sobre todo del «testimonio» se desprende de la sentencia paralela: también la comunidad dará testimonio de Jesús. El testimonio del Paráclito y el de los discípulos corren paralelos en cierto modo. Se trata de un proceso singular: en el testimonio de los discípulos se manifiesta el testimonio del Espíritu. La idea del testimonio tiene un papel importante en el evangelio de Juan. La verdad de la revelación en definitiva sólo puede ser testificada. La conducta adecuada a esa verdad no consiste, como por ejemplo en el proceso cognoscitivo de las ciencias naturales, en una observación de un experimento, que puede repetirse frecuentemente a voluntad, sino en una toma de conocimiento comprometida y en una admiración existencial y personal. Así el propio Jesús en toda su existencia es el testigo de Dios y, por ende, de la verdad (cf. 18,37). Pero también los discípulos deben hacerse testigos de Jesús; la fe no se puede demostrar en sí misma, sino que siempre se transmite por el testimonio vivo. Al propio tiempo late ahí un elemento histórico como lo demuestran las palabras «…porque desde el principio estáis conmigo». Como testigos de Jesús contaban sobre todo en la Iglesia primitiva aquellos discípulos que «desde el principio», desde la primera aparición pública de Jesús estuvieron con él (cf. la introducción al evangelio de Lucas Luc 1:1-4; o bien Hec 1:21-22 : «Conviene, pues, que de entre los hombres que nos han acompañado todo el tiempo en que anduvo el Señor Jesús entre nosotros, a partir del bautismo de Juan… uno de éstos sea constituido con nosotros testigo de su resurrección.» El testimonio creyente de los discípulos de Jesús es también un testimonio histórico.
A esto se agrega otro elemento: precisamente frente al mundo, que persigue a la comunidad con su odio, aquélla está llamada de continuo a ser un testimonio, y un testimonio plenamente válido y público. El testigo, el mártir, pasó a ser un concepto específico del cristianismo. Para ese testimonio peligroso frente a un mundo hostil la comunidad necesita del Espíritu Paráclito. También con esta afirmación se adentra Juan en la vasta corriente de la primitiva tradición cristiana. Así se dice en Mar 13:9-11 : «Mirad por vosotros mismos: os entregarán a los tribunales del sanedrín, seréis azotados en las sinagogas, y tendréis que comparecer ante gobernadores y reyes por mi causa, para dar testimonio ante ellos… Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de antemano de lo que habéis de decir, sino que aquello que se os dé en aquel momento, eso diréis. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo.» Es lícito, pues, pensar que también en 15,26 se trata en primer término del testimonio cristiano publico frente al mundo incrédulo. En ese testimonio colaborará el Espíritu y, al igual que en el testimonio divino de Jesús, se llegará a la división de los espíritus.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
SEGUNDA PARTE
El ministerio público de Jesús: Dios muestra su majestad esplendorosa a la comunidad creyente (Jua 13:1-38; Jua 14:1-31; Jua 15:1-27; Jua 16:1-33; Jua 17:1-26; Jua 18:1-40; Jua 19:1-42; Jua 20:1-31)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Análisis de discurso
Jesús, la vid verdadera
En este capítulo se continúa con el discurso iniciado en el anterior. Este tema del discurso comienza sin aviso previo, de manera intempestiva. En esta sección no se menciona de forma específica el tema de la ida y el regreso de Jesús, como tampoco aparecen los discípulos interrumpiendo las palabras del Maestro. El discurso comprende dos partes: (1) Jua 15:1-17 con una mirada hacia adentro de la comunidad creyente, y (2) Jua 15:18-27 que mira hacia afuera, hacia el mundo. Aunque la primera sección es reconocida por la mayoría de los expertos del Nuevo Testamento como unidad textual y temática, existen opiniones divergentes en cuanto a las divisiones en pequeñas unidades o subsecciones. Algunos estudiosos creen que en el v. Jua 15:10 hay una división, mientras que otros la consideran después del v. Jua 15:8, y aun otros en el v. Jua 15:6. Donde quiera que se hagan las divisiones, en general se reconoce que la primera parte de la sección trata de la vid y los sarmientos en lenguaje que algunos estudiosos califican de metafórico, mientras otros de parabólico. La segunda parte de la sección trata de la aplicación de esta enseñanza al amor recíproco entre los discípulos y Jesús. Algunos estudiosos de Juan sitúan la primera sección después del cap. Jua 13:1-38, incluso sostienen que la primera sección es un comentario a Jua 13:34., donde Jesús aborda con mayor profundidad el tema del amor.
En la primera sección se distinguen tres temas que se corresponden con las siguientes divisiones: vv. Jua 15:1, vv. Jua 15:5-8 y vv. Jua 15:9-17. Jesús se presenta como la vid verdadera y al Padre como el agricultor. El v. Jua 15:4 es una exhortación para que los discípulos permanezcan en unión con Jesús. Luego los vv. Jua 15:5-8 presentan las alternativas de permanecer o no permanecer en Jesús, mientras que los vv. Jua 15:9-17 ofrecen el lado positivo de permanecer, asociado estrechamente con el tema del amor. Sus discípulos permanecerán en su amor por la obediencia a sus preceptos.
La segunda sección del capítulo contrasta con la primera. La unión íntima de la comunidad con Jesús hace que ésta entre en abierto conflicto con el mundo. Si antes, en la segunda división de la primera parte, el tema central es el amor, ahora el énfasis es el odio y el anuncio de la persecución, tema que continuará en el cap. Jua 16:1-33, por lo que algunos biblistas concluyen el discurso de la vid y los sarmientos hasta en Jua 16:4.
La segunda sección del cap. Jua 15:1-27 se organiza en torno al pronombre en plural “ustedes” y el singular “yo”: vv. Jua 15:18-21, vv. Jua 15:22-25 y vv. Jua 15:26-27. El encabezamiento del capítulo “Jesús, la vid verdadera” plantea por lo menos dos problemas de interpretación y de traducción. En primer lugar, es una expresión en la que “la vid verdadera” parece estar en oposición a Jesús. En segundo lugar, “la vid verdadera” como expresión metafórica requiere cierta identificación que haga la transición de carácter semántico con otros medios conocidos. Por ejemplo, se podría usar mejor un símil: “Jesús es como la vid genuina” o “Jesús como una vid verdadera”. La organización general podría quedar así:
1. El discurso de la vid y los sarmientos (Jua 15:1-17)
a. La vid y el viñador (vv. Jua 15:1-4)
b. La vid y las ramas (vv. Jua 15:5-8)
c. El precepto del amor recíproco (vv. Jua 15:9-17)
2. La persecución por la unión con Jesús (Jua 15:18-27; Jua 16:1-4)
a. Jesús y los discípulos odiados por el mundo (vv. Jua 15:18-21)
b. La rebeldía de la gente en el mundo (vv. Jua 15:22-25)
c. El testimonio en la persecución (vv. Jua 15:26-27; Jua 16:1-4)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1. El discurso de la vid y los sarmientos (Jua 15:1-17)
Este discurso parabólico de la vid, que guarda cierta semejanza con el del “pastor y las ovejas” de Jua 10:1-5, comienza sin ninguna partícula de transición, y no continúa ni explicita en su contenido el tema de la despedida. La CEV intenta suavizar la brusquedad de la redacción introduciendo el discurso con «Jesús dijo a sus discípulos», oración que le sirve de transición entre los caps. Jua 14:1-31 y Jua 15:1-27, así como también para presentar a los personajes participantes. En realidad este recurso no tiene fundamento en el texto mismo, por lo que mejor será traducir como lo hacen la mayoría de las versiones, iniciando con las palabras de Jesús.
TÍTULO: La metáfora central del pasaje ha sido tomada como título por la mayoría de las versiones: Jesús, la vid verdadera (RV60, RV95, BI). Interesantes alternativas son: La verdadera vid (NBE), Jesús, Dios y nosotros (TLA), El verdadero discipulado (LPD). Nos parece que los diversos temas se pueden sintetizar así: La gloria del Padre: que lleven mucho fruto y se amen.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
a. La vid y el viñador (vv. Jua 15:1-4)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador. “Yo soy” aparece ya desde Jua 4:26, en tanto el adjetivo “verdadero” desde Jua 1:9. En el Antiguo Testamento se habla de Israel como una vid y a veces como de una viña. La relación de Dios como labrador e Israel como viña es conocida en las tradiciones veterotestamentarias. Para evocar la relación del pueblo con Dios se hablaba sin más de “la viña”. Este es el contexto de la figura que se usa en este versículo. Oseas es el primer profeta que identifica a Israel con la viña que da frutos en abundancia (cf. Ose 10:1). Yahvé planta la viña e Israel tiene que dar frutos de justicia (cf. Isa 5:1-2; Jer 2:21). Ezequiel reconoce que la viña se ha secado (cf. Eze 17:5-10; Eze 19:10-14) y el salmista intercede por ella (cf. LXX Sal 79:16, LXX Sal 79:17; LXX Sal 80:9-17). Esta enseñanza también la recoge la tradición cristiana, donde la viña no sólo es Israel sino también el reino de Dios (cf. Mar 12:1-9; Mat 21:28-46; Luc 20:9-16).
La traducción con el término “viña” se complica en idiomas que no la conocen de manera directa. Algunos traductores se han equivocado al escoger un vocablo que significa planta trepadora, lo que en algunos contextos pudiera entenderse como enredadera, bejuco o liana que crece en la selva y que no produce frutos comestibles. Por supuesto, lo que se necesita es un equivalente que identifique una planta que produce fruto y se poda y sigue produciendo año tras año. El mejor equivalente en algunas culturas que no conocen las uvas pudiera ser “un árbol que produce buen fruto”. Hay que notar que la vid (por su contexto bíblico que se refiere al pueblo de Israel) alude directamente a una colectividad.
Otro problema de traducción es encontrar un término adecuado para el adjetivo “verdadera”. La idea no es que la vid realmente existe, como si fuera lo contrario de una vid imaginaria. En realidad el sentido es que es una vid “genuina”, en oposición a otra falsa. En algunos idiomas se puede expresar dando la idea de “verdadera” como de una planta exclusiva o especial, o de una cuyo fruto es de confianza. En otras palabras, que da frutos buenos en contraste con la planta que da frutos malos.
Este es el único texto “yo soy” en el evangelio donde la oración se extiende para incluir a otros. Aquí Jesús es “la parra” o “la vid verdadera” y su Padre es el labrador, «viñador» (BI, BA), “hortelano” o “agricultor”. En muchas regiones el énfasis se pone más en el cuidado del terreno alrededor de las plantas y no en las plantas mismas, por eso para ellos se puede traducir con algo como “y mi Padre es el que cuida el terreno alrededor de las vides”, «mi Padre es el que la cuida» (TLA), «el que la cultiva» (DHH).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— yo soy la vid: Ver nota a Jua 6:35. La imagen de la vid o de la viña es utilizada con frecuencia en el AT para referirse al pueblo de Israel, elegido, protegido y mimado por Dios, pero no siempre fiel al llamado divino: Isa 5:1-7; Jer 2:21; Eze 15:1-8; Eze 19:10-14; Sal 8:8-8; Luc 13:6-9; (ver Mat 20:1-16; Mat 21:28-41 y par.).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Sir 24:17.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La alegoría de la viña
No es claro, en la narración, dónde estaba Jesús cuando dio esta enseñanza. Si 14:31 marca el punto de partida del aposento alto, es posible que Jesús y sus discípulos estuvieran pasando junto a una vid que fue usada como ilustración espiritual. Yo soy la vid (1) es el último de los grandes dichos “Yo soy” en el Evangelio de Juan. Su significado puede apreciarse frente al trasfondo de la idea del AT de Israel como una viña (Sal. 80:8-16; Isa. 5:1-7; Eze. 15:1-6; 19:10-14). Jesús era la vid verdadera en el sentido de ser genuino en comparación con Israel que no había actuado en armonía con su llamamiento. Jesús era la realidad de la cual Israel era el tipo. El labrador, identificado con el Padre, sería responsable del cuidado de la vid. La figura muestra cuán estrecha es la relación entre Jesús y el Padre. Como el propósito de la vid es producir fruto, el foco de atención recae en las ramas y lo que necesitan para dar seguridad de una buena cosecha. (2) La operación más importante para mantener fructífera una vid es la poda. Una rama completamente infructífera no es digna de su lugar en la vid y debe ser removida, mientras que las ramas débiles pueden ser fortalecidas al ser podadas. Entre los discípulos, Judas fue removido, mientras que los otros debieron soportar experiencias de “poda” antes de producir fruto después de Pentecostés. Como Jesús habló de su palabra como medio de poda, podía hablar como si sus discípulos ya hubieran sido podados (3), aunque era claro que el proceso estaba lejos de haber sido completado.
Puesto que las ramas no unidas a la vid no tendrán posibilidad de producir fruto, es imprescindible que los discípulos permanezcan en él (4). El principal propósito de la alegoría de la vid es el de subrayar la importancia de la dependencia de él. El v. 5 subraya la impotencia de los discípulos separados de Jesús. El ser “echado fuera” del v. 6 es el complemento de la poda del v. 2. No hay necesidad aquí de considerar que el fuego sea algo más que un vívido detalle de la parábola. Estas ramas que necesitan ser cortadas están destinadas a la hoguera. Pero la aplicación de la ilustración se encuentra en el v. 7, donde la permanencia en la vid está estrechamente ligada a la oración. Quienes estén debidamente cerca de la vid no querrán pedir sino aquello que esté acorde con la vid misma. Este párrafo termina (8) con un nuevo énfasis en la necesidad de fructificar; no es un fin en sí mismo, sino que su razón de ser es traer gloria al Padre.
El segundo párrafo de esta sección desarrolla algunos de los temas del primero, especialmente la estrecha relación entre Jesús y sus discípulos. Primero, el amor del Padre por el Hijo es el modelo para el amor del Hijo por sus discípulos (9). Segundo, la obediencia del Hijo al Padre es el modelo de la obediencia de los discípulos al Hijo (10). Tercero, la necesidad de permanecer en su amor se repite tres veces en los vv. 9, 10. Cuarto, el gozo del Hijo es la base para el gozo de los discípulos (11). Teniendo en cuenta la proximidad de la pasión esto es especialmente agudo (pero cf. Heb. 12:2).
Luego Jesús enfocó el poder del amor. Este debe ser mutuo (12); una vez más el modelo es el amor de Jesús por sus discípulos. Que Jesús mismo estaba pensando en su cercana pasión se ve en los dichos sobre el mayor amor en los vv. 13, 14 porque él estaba a punto de dar su vida por sus amigos, un acto de sacrificio que ellos no eran capaces de apreciar aún. El cambio de relación de siervos a amigos es significativo. La diferencia no está en un cambio de actitud -ambos deben obedecer (14)- sino en la comunicación. Mientras que los siervos obedecen ciegamente, los amigos son llevados a la confianza (15). Aunque la afirmación de que os he dado a conocer todas las cosas que oí de mi Padre aparece como un acto completo, la revelación no se entendió plenamente hasta después de la muerte y resurrección de Jesús (cf. 16:12). El Espíritu habría de ser el intérprete. Para que los discípulos no pensaran que habían ganado un favor especial, Jesús les recordó que él los había escogido y no a la inversa. Pero el propósito de esta elección era de llevar fruto, lo que en este contexto posiblemente será llevar a otros a Cristo. Nótese que la promesa de que el Padre contestará la oración es un resultado de su elección y no la consecuencia de haber llevado fruto. El v. 17 subraya al 12. Puede parecer extraño pensar en el amor como un mandamiento, pero esta idea se destaca en este pasaje.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
15.1 La vid es una planta prolífica; una sola vid produce muchas uvas. En el Antiguo Testamento, las uvas simbolizaban la capacidad de Israel de llevar fruto haciendo la obra de Dios en la tierra (Psa 80:8; Isa 5:1-7; Eze 19:10-14). En la comida de Pascua, el fruto de la vid simbolizaba la bondad de Dios para con su pueblo.15.1ss Cristo es la vid y Dios es el labrador que cuida de los pámpanos para lograr que produzcan fruto. Los pámpanos son todos los que se declaran seguidores de Cristo. Los pámpanos fructíferos son los verdaderos creyentes que mediante su unión viva con Cristo llevan mucho fruto. Pero a los que se tornan improductivos, a los que se arrepienten de seguir a Cristo después de comprometerse superficialmente, se les separará de la vid. Ser improductivos es como estar muertos, por lo cual los cortarán y los echarán fuera.15.2, 3 Jesús establece una diferencia entre dos tipos de poda: (1) quitar, y (2) limpiar las ramas. Las ramas que llevan fruto se limpian a fin de promover el crecimiento. En otras palabras, a veces Dios debe disciplinarnos para fortalecer nuestro carácter y nuestra fe. Pero las ramas que no llevan fruto se quitan del tronco porque no solo son inútiles, sino que a menudo afectan el resto del árbol. Las personas que no llevan fruto para Dios o que intentan bloquear los esfuerzos de los que lo siguen, serán cortados de su poder vitalizador.15.5 El fruto no se limita a ganar almas. En este capítulo, la oración respondida, el gozo y el amor se mencionan como fruto (15.7, 11, 12). Gal 5:22-24 y 2Pe 1:5-8 describen frutos adicionales: cualidades del carácter cristiano.15.5, 6 Permanecer en Cristo significa: (1) creer que El es el Hijo de Dios (1Jo 4:15), (2) recibirlo como Señor y Salvador (Joh 1:12), (3) hacer lo que Dios dice (1Jo 3:24), (4) seguir creyendo en el evangelio (1Jo 2:24), y (5) relacionarse en amor con la comunidad de creyentes (Joh 15:12).15.5-8 Muchos tratan de ser personas buenas y sinceras que hacen lo que es debido. Pero Jesús dice que la única manera de llevar una vida buena de veras es permanecer cerca de El, como un pámpano unido a la vid. Separados de Cristo, nuestros esfuerzos no llevan fruto. ¿Recibe usted el alimento y la vida que ofrece Cristo, la vid? Si no los recibe, se está perdiendo algo extraordinario que da el Señor.15.8 Cuando una vid lleva «mucho fruto», Dios se glorifica, pues cada día envía el sol y la lluvia para hacer crecer los cultivos, y alimenta cada plantita y la prepara para que florezca. ¡Qué momento de gloria para el Señor de la cosecha cuando esta se lleva a los almacenes, madura y lista para su uso! ¡El es quien hizo que sucediese! Esta analogía de la agricultura muestra cómo Dios se glorifica cuando la gente establece una buena relación con El y comienza a «llevar mucho fruto» en sus vidas.15.11 Cuando todo va bien, nos sentimos jubilosos. Cuando se presentan las dificultades, nos hundimos en depresión. Pero el verdadero gozo trasciende las olas agitadas de las circunstancias. El gozo viene de una firme relación con Jesucristo. Cuando nuestras vidas están entrelazadas con la de Cristo, El nos ayuda a atravesar la adversidad sin hundirnos en depresiones debilitantes y administrar la prosperidad sin trasladarnos a alturas engañosas. El gozo de vivir con Jesucristo cada día nos mantendrá equilibrados a pesar de los altibajos de nuestras circunstancias.15.12, 13 Debemos amarnos unos a otros como nos amó Jesús, y El nos amó tanto que dio su vida por nosotros. Tal vez no sea necesario que demos nuestra vida por otro, pero existen otras formas de practicar el amor sacrificial: escuchar, ayudar, alentar, dar. Piense en alguien en particular que necesite hoy esta clase de amor. Déle todo el amor que pueda y luego trate de dar un poco más.15.15 Como Jesucristo es Señor y Amo, debiera llamarnos siervos; pero nos llama amigos. Cuánto consuelo y seguridad nos da que el Señor nos haya escogido como amigos de Cristo. Como El es Señor y Amo, le debemos nuestra obediencia plena. Pero por sobre todo, Jesús nos pide que le obedezcamos por amor.15.16 Jesús tomó la primera decisión: amar y morir por nosotros, invitarnos a vivir con El para siempre. Nos toca a nosotros la siguiente decisión: aceptar o rechazar su oferta. Sin la decisión de El, no nos quedaría alternativa.15.17 Los cristianos recibirán bastante odio del mundo; entre nosotros lo que debemos darnos es amor y apoyo. ¿Permite usted que un problema pequeño le impida amar a otro creyente? Jesús le ordena amarlo y le dará la fortaleza necesaria para hacerlo.15.26 Una vez más Jesús ofrece esperanza. El Espíritu Santo da fortaleza para soportar el odio y la maldad irracionales de nuestro mundo y la hostilidad que muchos tienen para con Cristo. Esto resulta muy consolador para los que deben enfrentar la persecución.15.26 Jesús usa dos nombres para referirse al Espíritu Santo: Consolador y Espíritu de verdad. La palabra Consolador trasmite el concepto de la ayuda, aliento y fortalecimiento que recibimos del Espíritu. Espíritu de verdad señala hacia la obra de enseñanza, iluminación y rememoración. El Espíritu Santo ministra a la mente y al corazón, y ambas dimensiones son importantes.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 855 Isa 4:2
b 856 Sal 80:8; Jer 2:21; 1Co 3:9
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Yo soy. Véanse coments. en 4:26 y 8:58.
la vid verdadera. Tanto en el A.T. como en tiempos de Jesús, la vid era símbolo de Israel. Sin embargo, en el A.T. se enfatiza la infidelidad de Israel, mientras que aquí se enfatiza la fidelidad de Jesús a su misión.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) La vid verdadera (el Hijo), junto con sus pámpanos (los que creen en el Hijo), es el organismo del Dios Triuno en la economía de Dios. Esté organismo crece con Sus riquezas y expresa Su vida divina.
1 (2) La palabra griega significa el que labra la tierra, el agricultor ( 2Ti_2:6 Stg_5:7 ; Mat_21:33). El Padre como el labrador es la fuente, el autor, el que planea, el que planta, la vida, la substancia, el suelo, el agua, el aire, la luz del sol y todo para la vid. El Hijo como la vid, es el centro de la economía de Dios y la corporificación de todas las riquezas del Padre. El Padre, al cultivar al Hijo, se forja a Sí mismo con todas Sus riquezas en esta vid, y con el tiempo la vid llega a expresar al Padre mediante sus pámpanos de una manera corporativa. Esta es la economía del Padre en el universo.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Los caps. Jua 15:1-27 y Jua 16:1-33 contienen el segundo discurso de despedida. En el Jua 15:1-27 están los temas del fruto que hay que llevar y del odio del mundo hacia los discípulos de Cristo. El tema de la persecución se continúa en el Cáp. Jua 16:1-33, juntamente con la enseñanza acerca del ministerio del Espíritu Santo.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
189 (i) Jesús es la vid verdadera (15,1-11). 1. la vid verdadera: Jn 4,23 y 6,32 utilizan el término «verdadero» asociado al símbolo que proclama que Jesús sustituye al AT. Las imágenes de Israel como «viña» (p.ej., Is 5,1-7; 27,2-6; Jr 2,21; 5,10; Os 10,1; Ez 15,1-6; 17,5-10; 19,10-14; Sal 80,8-15) fundamentan el uso simbólico de la imagen en Juan (R. Borig, Der warhe Weinstock [SANT 16, Múnich 1967]). El símbolo del pastor del cap. 10 iba dirigido a evitar que nadie «se apropiase» las ovejas de Jesús (10,28-29); y la tradición eucarística de 6,51b-58, que quizás vehiculaba también el símbolo del «vino» en la comunidad joánica, se asociaba a la exhortación a permanecer en Jesús. Así como es Dios el responsable de las ovejas de Jesús, también es Él quien prodiga sus cuidados a la vid. 2. el Padre arranca: Las tradiciones del AT nos hablan de arrancar la vid que no da fruto (Jr 5,10; Ez 17,7). Esta afirmación quizás fuera un aviso destinado a los cristianos que intentaban «ocultar» su fe en tiempos de persecución (p.ej., 12,43). 3. vosotros ya estáis limpios gracias a la palabra: Esta aclaración, que quizás aluda a 13,10, parece destinada a confirmar a los discípulos que ellos no están en peligro de ser arrancados. 5. el que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto: Este versículo une la imagen de la vid con el tema de la presencia íntima de Jesús característico de los discursos de despedida (p.ej., 14,10-11.20). Jn 4,36 y 12,24 identifican «dar fruto» con «llevar acabo una actividad misionera», aunque esta última expresión probablemente debe entenderse simplemente como vivir como cristiano. En los sinópticos aparecen imágenes escatológicas que advierten que las ramas y los sarmientos que no dan fruto serán echados al fuego (p.ej., Mt 3,10; 13,30). «Permanecer» en Jesús es la única actitud que nos da confianza en la oración (cf.14,13). 8. mi Padre recibe gloria: Ahora los discípulos representan a Jesús en el mundo (cf. 13,35) y son encargados en consecuencia «de dar gloria al Padre». 9. como el Padre me ha amado a mí, así os he amado yo a vosotros: El amor mutuo se fundamenta en que tanto Jesús como los discípulos guardan los mandamientos y permanecen en el amor de quien es mayor que ellos. 11. mi gozo: Recuperando el tema del «gozo» que había aparecido en 14,28, este versículo señala la transición al tema de la muerte de Jesús como manifestación máxima de su amor.
190 (ii) Los discípulos son amigos de Jesús (15,12-17). El amor que Jesús siente por «los suyos» y que demostrará muriendo por ellos (13,1) es el fundamento del amor mutuo délos discípulos. El lector ha visto ya reflejada en el relato de Lázaro la profundidad del amor de Jesús por sus amigos (11,3.11.36). El término «amigos» aparece en Filón para designar a los «sabios», que son «amigos de Dios» en lugar de ser sus esclavos (p.ej., De sobr. 55; De migr. Abr. 45; Leg. alleg. 3.1). Sal 7,27 se refiere también a «los sabios» como amigos de Dios. Aquí, esta tradición se extiende a todos los que creen. No es el privilegio de unos pocos elegidos. La tradición de ser «amigos» y no «esclavos» de Dios probablemente se halle implícita en la polémica de Jn 8,32-36, donde se afirma que el Hijo del hombre ha venido a traernos la libertad. Uno de los atributos de Moisés como «amigo de Dios» era poder hablarle con total libertad (parrhésia). Esta tradición quizás se refleje en la segunda referencia de Jesús a la oración (v. 16). Como hemos visto en otros pasajes evangélicos, también aquí queda claro que nadie puede «escoger a Jesús» sin antes haber «sido escogido» por Jesús o el Padre (p.ej., 6,70; 13,18). Sin embargo, a diferencia de los primeros capítulos del evangelio que vinculaban la salvación al hecho de creer, esta sección enfatiza el hecho de «dar fruto» como consecuencia de haberse convertido en «amigo de Dios».
191 (iii) El mundo odiará a los discípulos (15,18-25). El discurso anterior estableció una división clara entre la comunidad de discípulos a la cual «retornará» Jesús y «el mundo» que es incapaz de recibirle (14,19.22.27). Aquí el dualismo propio de esta imagen se expresa ampliando el tema del «amor» y el «odio» a Jesús que el discurso previo había insinuado (14,24) . El mundo «odiará» a los discípulos de la misma manera que odió a Jesús, puesto que ellos son ahora los «enviados» de Jesús. La insistencia de los w. 18-25 sobre este punto remite al lector a los enfrentamientos entre Jesús y «los judíos» descritos en 8,12-59. El «pecado» que el mundo comete persiguiendo a los discípulos de Jesús es el mismo pecado que cometió persiguiendo a Jesús. Rechazar a Jesús o a sus discípulos equivale a odiar a Dios. El v. 25 presenta una introducción un tanto peculiar de una cita de la Escritura que trata de este odio. Al parecer, el pasaje citado es Sal 69,5. (Las citas del Sal 69 se aplican a la muerte de Jesús en Mc 15,36; Jn 2,17; 19,29.)
192 (iv) El Paráclito como testigo (15,26-27). Las alusiones a la persecución de los cristianos que aparecen en los sinópticos se acompañan de referencias al Espíritu Santo (Mc 13,9.11; Mt 10,20). Los w. 26-27 vinculan la acción de «dar testimonio» propia del Espíritu Santo a la misión de «dar testimonio» confiada a los discípulos. Si aceptamos que este segundo discurso se compuso a modo de continuación del discurso precedente, entonces la exhortación a «dar fruto» propia del primer discurso puede interpretarse como una exhortación a «dar testimonio» de Jesús.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Menester es tener en cuenta que estos versículos contienen una parábola, que debemos interpretar según la regla aplicable á todas las parábolas de nuestro Señor. Esa regla es que lo que principalmente ha de notarse es la lección general que cada una enseña, sin estirar y torcer los detalles indebidamente para exprimirles un significado que tal vez no entraña. Los errores en que han incurrido los cristianos por haber descuidado esta regla han sido numerosos y graves.
De estos versículos se infiere, primeramente, que la unión entre Jesucristo y los creyentes es muy estrecha. El es la «Vid» y ellos los » sarmientos..
La unión que existe entre el ramo de la vid y el tronco principal es de lo más estrecha que puede concebirse. De ella depende la vida, la fuerza, el vigor, la lozanía y la fertilidad del ramo. Separado este de aquella se marchita y se seca. La savia que afluye del tronco es lo que alimenta las hojas, los botones, las flores y la fruta.
Tan estrecha y tan real como esta unión es la que existe entre Jesucristo y los creyentes. Por sí mismos estos no tienen ni vida, ni vigor, ni fuerza espirituales.
La fuente de su actividad religiosa es Jesucristo. Lo que son, lo que sienten, lo que hacen–todo es debido á la gracia y el poder que él les comunica. Unidos al Señor por medio de la fe y ligados á él misteriosamente por el Espíritu, hacen su peregrinación en este mundo y lidian, don buen éxito contra todos sus enemigos.
De estos versículos se desprende, en segundo lugar, que así como hay cristianos verdaderos, los hay también falsos. Hay sarmientos en la vid que parecen ligados á la cepa, y que sin embargo no producen fruto alguno. Hay hombres que parecen ser miembros del cuerpo de Cristo, y no obstante en el postrero día tal vez resultará que su unión no había sido vital.
En todas las iglesias hay cristianos que han hecho profesión de fe y cuya unión con Jesucristo es, sin embargo, solamente aparente. Algunos de ellos se han unido por medio del bautismo; otros han ido más allá y comulgan con regularidad y discurren en voz alta sobre materias religiosas; mas todos ellos carecen del único elemento esencial. A pesar de todos los oficios divinos á que han concurrido, de los sermones que han oído, de los sacramentos de que han participado, en su corazón no ha penetrado ni la gracia divina, ni la fe, ni el influjo del Espíritu Santo. Es que no están unificados con Jesucristo; es que parecen vivir, pero en realidad están muertos.
Con mucha propiedad se simboliza á los cristianos de esta laya por medio de los sarmientos de una vid que no produce fruto alguno. Inútiles y feos como son, lo que puede hacerse con esos sarmientos es cortarlos y arrojarlos al fuego. Nada absorben del tronco, y nada producen por el lugar que ocupan. Así sucederá en el último día con los pseudo-cristianos. Su fin, si no se arrepienten, será terrible. Serán separados de los verdaderos creyentes, y arrojados, como ramos marchitos é inútiles, en el fuego eterno. Cualesquiera que hayan sido sus ideas en esta vida, en la otra se apercibirán de que hay un gusano que nunca muere y un fuego que nunca se apaga.
De estos versículos so colige, en tercer lugar, que los frutos del Espíritu ofrecen la única prueba satisfactoria de que un hombre dado sea verdadero cristiano.
El discípulo que «permanece» en Jesucristo, como el pámpano que permanece en la vid, siempre producirá fruto.
El que desee saber lo que fruto significa en este caso obtendrá prontamente una respuesta. El arrepentimiento ante Dios, la fe en nuestro Señor Jesucristo, la santidad de vida–he aquí lo que en el Nuevo Testamento se llama fruto, he aquí lo que distingue al que es vástago viviente de la verdadera vid. Donde eso falta es en vano querer encontrar gracia latente ó vida espiritual. En donde no hay fruto no hay vida.
La verdadera gracia nunca está ociosa, nunca permanece indiferente ó se amortece. Es un engaño suponer que somos miembros vivientes de Jesucristo, si no imitamos el ejemplo que él nos legara. El Espíritu de vida en Cristo Jesús se dará á conocer en la conducta diaria de aquellos que están penetrados de su influjo. El Maestro mismo dijo: «Todo árbol se conoce por su fruto..
Inferimos, por último, de estos versículos, que Dios aumenta menudo la santidad de los verdaderos creyentes por medio de sus visitaciones. Escrito está: «Todo pámpano que lleva fruto, lo limpia (ó le poda), para que lleve más fruto..
El sentido de estas palabras es bien claro. Así como el viñador segrega y poda los ramos de una vid fructífera, á fin de que de más fruto, así Dios purifica y santifica á los creyentes por medio de las circunstancias de que los rodea.
Para expresarnos en lenguaje más claro, el sufrimiento y el infortunio es el medio de que hace uso la Providencia para purificar á los cristianos. Por medio del sufrimiento los hace él poner en juego las virtudes pasivas, y manifestar si pueden sobrellevar las penalidades que les envíe, así como obedecer los preceptos que les imponga. Por medio del sufrimiento los separa del mundo; los acerca á Jesucristo; los induce á leer la Biblia y á orar; los obliga á conocer sus propios corazones y los hace ser humildes. Ese es el procedimiento por el cual los limpia y los hace más fructíferos. Así, á lo menos, lo prueban las vidas de los justos de todos los siglos.
Aprendamos, pues, á tener paciencia en los días da duelo y de pesar. Recordemos la doctrina contenida en el pasaje de que tratamos, y no nos quejemos ni murmuremos cuando nos sobrevengan desgracias. Nuestros sufrimientos no son para nuestro daño, sino para nuestro bien. «Dios nos castiga para lo que es provechoso, á fin de que participemos de su santidad.» Heb 12:1G.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Prosigue el Señor consolando a sus discípulos, y les dice que él es la vid, y su Padre el labrador, y ellos los sarmientos. Les encarga nuevamente que se amen entre sí. Los alienta contra el odio del mundo, y contra las persecuciones; y les declara por último, que los judíos son inexcusables en su pecado.
1 a. En la Escritura es frecuentemente comparada a una viña la Iglesia de Israel (Is 5,7). Y en atención a esta viña se llama el Señor a sí mismo la verdadera vid; a su Padre el labrador de ella; y a sus escogidos los sarmientos que están injertos y participan del jugo de esta vid; representándose los réprobos en los sarmientos que se cortan para el fuego; y también que sus discípulos no se llamarían ya israelitas o judíos, sino cristianos. Act. XI, 26.
2 b. El Griego: katháirei, limpia, poda.
3 c. Sois ya como los sarmientos que el labrador ha podado, y que podéis llevar fruto estando unidos conmigo por la fe y por la caridad, puesto que habéis permanecido siempre firmes conmigo en mis tentaciones y trabajos (Lc 22,28). Y porque en el agua la palabra limpia, quita la palabra, ¿qué es el agua, sino agua? San Agustín hablando del Bautismo. Parece aludirse aquí a lo que se mandaba en el Levítico (19,23), acerca de las vides: su fruto por espacio de tres años era inmundo, y como de un árbol no circuncidado o podado; y por esto no se comía. Así que vosotros, les dice el Señor, ya estáis podados y limpios por la palabra que os he predicado por espacio de tres años.
4 d. Como yo estoy en vosotros por el amor que me hizo bajar de lo alto de los cielos, del mismo modo vosotros estad en mí por un amor recíproco, por el que os halléis dispuestos a dejarlo todo, antes que abandonarme y apartaros de mí.
e. Porque yo soy el único principio de la vida y de la felicidad de las almas. Y sin mi gracia, nada conducente a la salud eterna se puede hacer, ni poco ni mucho. San Agustín y Santo Tomás.
5 f. Significa que los que no viven unidos con Jesucristo por la fe, animada de una ardiente caridad, serán separados de él, y echados en el fuego. Se secarán como miembro que no participan del fuego de la gracia, y arderán en las llamas eternas del infierno.
6 g. El Griego: ebléthe, fue echado, arrojado, etc., exeránthe, y se secó.
h. El Griego: kái sunágousin autá, etc., y los cogen, etc. kái eis tó púr bállousi, kái káietai, y echan en el fuego, y arden.
7 i. Si permanecemos en Dios por caridad, y ponemos sus palabras en el fondo de nuestro corazón para no pecar (Sal 118,11), conseguiremos sin duda todo lo que pidamos; porque en este caso no querremos, ni pediremos sino lo que fuere conforme a la voluntad de Dios; y este Señor no dejará de concedernos lo que le pidamos, puesto que es él mismo el que nos lo hace pedir. San Agustín.
8 j. Dios es glorificado con el buen ejemplo que damos a nuestros hermanos; y siguiendo en esto los ejemplos y doctrina de Jesucristo, mostramos que somos sus discípulos.
9 k. El sicut denota semejanza, no igualdad.
10 l. Yo aunque soy igual a Dios, me humillé a mí mismo, y me hice obediente hasta la muerte, cumpliendo el mandamiento de mi Padre, que me ordenó que padeciese muerte, y muerte afrentosa de cruz, por la salud de todos los hombres: obedeciéndole así, di muestras de que le amaba. Pues, del mismo modo vosotros para dar muestras de que amáis a vuestro Maestro, debéis observar inviolablemente sus preceptos, aunque sea a expensas de vuestra libertad y de vuestra vida.
11 m. Porque no puede ser cumplido sin una entera resignación a la divina voluntad.
12 n. Jn 13,34.
14 o. ¡Qué palabras tan llenas de consuelo para alentar nuestras desconfianzas! ¡Cuán a poca costa podemos ser amigos de Jesucristo, con sólo guardar el precepto de su amor! ¿Y con todo eso llega a tal extremo nuestra ingratitud, que todos los días nos negamos a corresponder al amor de Jesucristo? No queremos corresponder a un amor, como el del Hijo de Dios, que mira el beneficio de nuestra salud, como gloria suya propia; a un amor que nos es de tanta honra y de tan grande utilidad.
15 p. La prueba que les da de ser sus amigos es, que les ha revelado todos aquellos secretos de su Padre, que les convenía saber, según su estado presente, y que les había de revelar más copiosamente, cuando recibiesen la plenitud del Espíritu Santo; a distinción de los judíos obstinados, a quienes no había sido concedido conocer el misterio del reino de Dios, ni entrar en los consejos ni designios del Señor.
16 q. Entre los judíos los discípulos eran los que se escogían el maestro, y comúnmente sucede así.
r. No han sido vuestros méritos, sino mi misericordia, mi gracia y mi bondad la que os ha prevenido para que de malos fuerais buenos: ella os ha escogido entre muchos millares para haceros Apóstoles, para enseñaros el camino de la verdad, para que después se lo enseñéis a otros, les prediquéis mi Evangelio, convirtáis el mundo, padezcáis por mi nombre, y que el fruto de vuestras fatigas sea permanente, y últimamente os pongáis en estado de que mi Padre os conceda todo lo que le pidiéreis.
18 s. Priorem vobis. El Griego: próton humón, mejor, o superior a vosotros, o el primero de vosotros. Todos los que quieran vivir en la piedad, serán expuestos a la persecución (2Tim 3,12). Debían padecer mucho los que eran enviados a declarar la guerra al demonio, arruinando con la verdad y solidez del Evangelio todas las vanas supersticiones del paganismo, y combatiendo todas las pasiones de los hombres. Pero el Señor los alienta con su ejemplo.
19 t. El mundo aborrece todo lo que le es opuesto; el mundo soberbio aborrece a los discípulos del Señor, que son humildes, y que predican la necesidad de la humildad. El mundo que ama las riquezas, aborrece a los que aman la cruz, y enseñan la penitencia. Y así es necesario que sea aborrecido del mundo el que no sigue el espíritu y las máximas del mundo.
20 u. Mt 10,24; Jn 13,16. Otros interpretan servaverunt por observaverunt, observaron con el fin de sorprenderme: ut caperent in sermone.
21 v. Sufrir todos los malos tratamientos y violencias por la confesión de mi nombre.
22 w. En su voluntaria y obstinada incredulidad. Yo mismo he venido a predicarles: yo he confirmado mi doctrina con repetidos y nunca vistos prodigios. Yo mismo les he hecho ver cuán conforme es todo lo que ven en mí con lo que Moisés y los profetas les anunciaron del Mesías que había de venir para salvarlos. De aquí se ve que la infidelidad negativa de aquellos, a quienes no fue predicado el Evangelio, no es pecado. Mas de que tengan disculpa de este pecado, no se sigue que la tengan de los otros. San Agustín, al cap. 16,9.
23 x. Porque mi Padre y yo somos una misma cosa (Jn 10,30).
25 y. Sal 24,19; 68,5. Al paso que el Señor los colmaba de nuevos y mayores beneficios, se aumentaba más y más su furor y odio contra su persona. Gratis, sin causa, de balde, por su pura malicia. Odio iniquo.
26 z. El Espíritu consolador y de verdad, que procede de mí como del Padre, dará testimonio de mí, haciendo conocer que soy verdaderamente Dios, y que todo lo que he hecho y padecido durante mi vida, ha sido por la redención del universo. Y este mismo Espíritu, que os llenará a vosotros, hará que deis también testimonio de mí, como testigos oculares de mi vida, de la santidad de mi doctrina, y de tantas obras milagrosas que sólo un Dios podía hacer.
Fuente: Notas Bíblicas
[7] Este discurso es dado a la luz de Isaías 5, donde la viña es Israel y el Amado a quien pertenece la viña es YHWH-El Padre.
[8] Tanto literal como figurativo.
[1] Ésos que lo niegan, después de que en un tiempo habían creído en El.
[2] Tanto Yahshua como Israel deben guardar la Torah de YHWH como una señal de afección, sumisión y obediencia. Afirmar de un amor por Yahshua sin la obediencia a la Torah resultará en ser cortado de la Viña, junto con las consecuencias de esa eliminación.
[3] Israel es el escogido y como tal es la nación restaurada de Su Su escogencia.
[4] Arameo Peshitta; la palabra alatha significa sacrificio u ofrenda.
[5] Que la Casa de Judah tome nota de precaución.
[6] Claramente Yahshua no es El Padre, como algunos peligrosamente enseñan.
[17] El mandamiento del amor fraterno y su práctica es la máxima expresión de la transformación operada por el evangelio o buena nueva del reino de Dios.[25] Sal 25 (24), 19.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat