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Comentario de Juan 17:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 17:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Yo les he dado la gloria que tú me has dado, para que sean una cosa, así como también nosotros somos una cosa.

17:22 La gloria que me diste (1:14) , yo les he dado (1:12; 1Jn 3:1) , para que sean uno, (unidos en una familia espiritual, Efe 2:19) así como nosotros somos uno. — La gloria de la cual Jesús habla en este texto es la unidad de los discípulos, los unos con los otros en el Padre y el Hijo, por medio de la perfecta revelación del Padre por Cristo. Para enfatizar la unidad de los cristianos Pablo habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo («son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo», 1Co 12:20).

Cristo ha dado la gloria que El recibió del Padre a su iglesia, pues «amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante» (Efe 5:25-27).

Por medio de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, la iglesia tiene comunión con el Padre y con el Hijo (1Jn 1:1-4; 1Jn 1:7), y se hace participante de la naturaleza divina: «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina» (2Pe 1:3-4).

En consecuencia de esta naturaleza gloriosa, la iglesia fiel y unida es el reflejo de Dios. Pablo predicó el evangelio de Cristo «para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales… A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén». (Efe 3:10; Efe 3:21).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

la gloria que me diste les he dado. Jua 1:16; Jua 15:18, Jua 15:19; Jua 20:21-23; Mar 6:7; Mar 16:17-20; Luc 22:30; Hch 5:41; Rom 15:15-20; 2Co 3:18; 2Co 5:20; 2Co 6:1; Efe 2:20; Flp 1:29; Col 1:24; 2Ts 1:5-10; Apo 21:14.

para que sean uno. Jua 14:20; 1Jn 1:3; 1Jn 3:24.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La gloria, la revelación de Jesucristo mediante sus discípulos, es el medio para la unidad. Tal unidad comienza con la creencia y el pensamiento correcto sobre Jesús y Dios el Padre, o sea, con la doctrina. Pero la creencia correcta debe llevar fruto, una vida que demuestre el amor de Dios y produzca la unidad entre todos los creyentes.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA GLORIA QUE ME DISTE. La «gloria» de Cristo fue su vida de servicio abnegado y su muerte en la cruz a fin de redimir a la raza humana. De la misma manera, la «gloria» del creyente es el camino del servicio humilde y el llevar la cruz (cf. Luc 9:23, nota). La humildad, la abnegación, y la disposición a sufrir por Cristo asegurará la verdadera unidad de los creyentes y conducirá a la gloria verdadera (véase el ARTÍCULO LA GLORIA DE DIOS, P. 1086. [Eze 10:4]).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

La gloria que me diste. Esto se refiere a la participación del creyente en todos los atributos y la esencia de Dios a través de la presencia del Espíritu Santo que mora en su interior (v. Jua 17:10; cp. Col 1:27; 2Pe 1:4), como el v. Jua 17:23 lo deja en claro («Yo en ellos»).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

17:22 La gloria que me diste (1:14) , yo les he dado (1:12; 1Jn 3:1) , para que sean uno, (unidos en una familia espiritual, Efe 2:19) así como nosotros somos uno. — La gloria de la cual Jesús habla en este texto es la unidad de los discípulos, los unos con los otros en el Padre y el Hijo, por medio de la perfecta revelación del Padre por Cristo. Para enfatizar la unidad de los cristianos Pablo habla de la iglesia como el cuerpo de Cristo («son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo», 1Co 12:20).
Cristo ha dado la gloria que El recibió del Padre a su iglesia, pues «amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante» (Efe 5:25-27).
Por medio de las enseñanzas de Jesús y los apóstoles, la iglesia tiene comunión con el Padre y con el Hijo (1Jn 1:1-4; 1Jn 1:7), y se hace participante de la naturaleza divina: «Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina» (2Pe 1:3-4).
En consecuencia de esta naturaleza gloriosa, la iglesia fiel y unida es el reflejo de Dios. Pablo predicó el evangelio de Cristo «para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales… A él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén». (Efe 3:10; Efe 3:21).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL DON Y LA PROMESA DE GLORIA

Juan 17:22-26

-Yo les he dado la gloria que Tú Me diste para que sean una sola cosa como Nosotros somos una sola cosa. Yo, en ellos, y Tú, en Mí: para que su unidad con Nosotros y entre ellos llegue a ser consumada y completa. Esto lo pido para que el mundo se dé cuenta de que Tú Me enviaste, y de que Tú los has amado a ellos como Me has amado a Mí. Padre: es mi deseo que los que Tú Me has dado estén conmigo adonde Yo voy, para que vean Mi gloria, la que Tú Me has dado; porque Tú Me has amado desde antes de echar los cimientos del universo. Padre Justo: el mundo no Te ha conocido; pero Yo sí, y estos han llegado a comprender que Tú Me enviaste. Yo les he dicho cómo eres, y seguiré diciéndoselo, para que el amor con que Me has amado esté en ellos, y Yo esté en ellos.

Bengel exclamaba al empezar a comentar este pasaje: «¡ Oh, cuán grande es la gloria de los cristianos!»
(i) En primer lugar, Jesús dijo que les había dado a Sus discípulos la gloria que el Padre Le había dado a Él. Debemos comprender bien lo que quería decir. ¿Cuál era la gloria de Jesús? Él mismo hablaba de ella de tres formas.

(a) La Cruz era Su gloria. Jesús no hablaba nunca de ser crucificado, sino de ser glorificado. Por tanto, en primero y principal lugar, la gloria del cristiano es la cruz que le corresponde llevar. Es un honor sufrir por Jesucristo. No debemos considerar nuestra cruz como nuestro castigo, sino como nuestra gloria. Cuanto más dura era la tarea que se le asignaba a un caballero andante, mayor consideraba su gloria. Cuanto más dura sea la tarea que se le imponga a un estudiante, o a un artesano, o a un cirujano, tanto mayor honor le corresponde.

En efecto, lo que se quiere decir es que, cuando el ser cristiano supone difíciles renuncias o privaciones, y aun esfuerzos y sacrificios, debemos considerarlo como una gloria que Dios nos otorga.

(b) La perfecta obediencia de Jesús a la voluntad de Dios era Su gloria. Nosotros encontramos la nuestra, no en hacer lo que nos gusta a nosotros, sino lo que Dios quiere de nosotros. Cuando tratamos de hacer lo que nos gusta -como muchos de nosotros hemos hecho- no cosechamos más que dolor y desastre, para nosotros y para otros. La verdadera gloria de la vida la encontramos en hacer la voluntad de Dios. Cuanto mayor la obediencia, mayor la gloria.

(c) La gloria de Jesús consiste en el hecho de que, al considerar Su vida, se reconoce Su relación única y exclusiva con Dios. Es indudable que nadie podría vivir como Él si no estuviera en una relación extraordinariamente íntima con Dios. Como con Cristo, nuestra gloria consiste en que se vea en nuestra vida el reflejo de Dios.
(ii) En segundo lugar, Jesús dijo que era Su deseo que Sus discípulos vieran Su gloria en los lugares celestiales. El cristiano va a compartir todas las experiencias de Cristo. Si comparte Su Cruz, también compartirá Su gloria. » Palabra fiel es esta: Si morimos con Él, también viviremos con Él; si resistimos, también reinaremos con Él» (2 Timoteo 2:11-12 ). Aquí y ahora vemos borrosamente, como en un espejo, la gloria del Señor; pero un día Le veremos cara a cara (1Co 13:12 ; 2Co 3:18 ). El gozo que experimentamos aquí y ahora es sólo un adelanto del que disfrutaremos entonces allá. La promesa de Cristo es que si compartimos Su gloria y Sus sufrimientos en la Tierra, compartiremos Su gloria y Su triunfo cuando haya terminado nuestra vida presente ¿Qué mayor promesa podría habérsenos hecho?

Después de esta oración de Jesús pasamos inmediatamente a la traición, el juicio y la Cruz. Ya no hablaría más con Sus discípulos antes de padecer. Es maravilloso y precioso recordar que, inmediatamente antes de aquellas terribles horas, Sus últimas palabras no fueron de desesperación, sino de gloria.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno, “También yo he hecho que ellos tengan la misma vida maravillosa como me has llenado de honor y fama”. La oración literal “la gloria que me diste yo les he dado” seguro no es fácil de comunicar en muchas culturas. La dificultad radica principalmente en cómo expresar “la gloria”, y más aún “la gloria de Jesús” a los creyentes. También hay que tomar en consideración que la palabra “gloria” actualmente está cargada semánticamente con significados que no corresponden con el original bíblico. Habrá que evitar una equivalencia que muestre egoísmo o autocomplacencia en una falsa espiritualidad: “Así como tú me diste la experiencia de tu maravilloso honor, también yo he hecho que ellos tengan esa misma maravillosa experiencia, para que ellos vivan íntimamente unidos como una persona, de la misma manera que tú y yo vivimos unidos como una persona”, «Yo les he dado a mis seguidores el mismo poder que tú me diste, con el propósito de que se mantengan unidos. Por eso deberán permanecer unidos a mí, como yo estoy unido a ti» (TLA). En la última oración hay que agregar el verbo, pues literalmente dice “como nosotros uno”, típico de los idiomas semitas. También ayudaría cambiar el pronombre “nosotros” por “tú y yo”, pues de otra forma en la traducción no queda claro si el “nosotros” se refiere a ellos (los creyentes) y Jesús, en lugar del Padre y Jesús.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

REFERENCIAS CRUZADAS

ñ 977 Jua 14:20; Jua 17:11; 1Jn 1:3; 1Jn 3:24

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

22 (1) La gloria que el Padre le dio al Hijo, es la filiación con la vida y naturaleza divina del Padre (5:26). La filiación fue dada para que el Hijo pudiera expresar al Padre en Su plenitud (1:18; 14:9; Col_2:9 ; Heb_1:3). El Hijo ha dado esta gloria a Sus creyentes para que ellos también puedan tener la filiación con la vida y la naturaleza divina del Padre (v.2; 2Pe_1:4), a fin de expresar al Padre en el Hijo, en la plenitud del Hijo (1:16).

22 (2) Este es el tercer aspecto de la unidad de los creyentes, la unidad en la gloria divina para la expresión corporativa de Dios. En este aspecto de la unidad, los creyentes, habiendo negado plenamente su yo, disfrutan la gloria del Padre como el factor de su unidad perfeccionada, y así expresan a Dios de una manera corporativa y como un edificio completo. Esta es la unidad de la comisión divina, la cual cumple la oración del Hijo de ser completamente expresado, es decir, glorificado, en la edificación de los creyentes, y de que el Padre sea plenamente expresado, glorificado, en la glorificación del Hijo. Por lo tanto, la unidad máxima de los creyentes (1) está en la vida eterna de Dios (en el nombre del Padre), (2) se da por la palabra santa de Dios, y (3) está en la gloria divina que expresa al Dios Triuno por la eternidad. A fin de que el Hijo llevara a cabo esta unidad, el Padre le dio seis cosas: potestad (v.2), los creyentes (vs.2,6,9,24), la obra (v.4), las palabras (v.8), el nombre del Padre (vs.11-12) y la gloria del Padre (v.24). Para que los creyentes participaran de esta unidad, el Hijo les dio tres cosas: la vida eterna (v.2), la santa palabra de Dios (vs.8,14), y la gloria divina (v.22). (Así también con respecto a unidad hallado en el V.23.)

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro