Comentario de Juan 18:28 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Llevaron a Jesús de Caifás al Pretorio. Era al amanecer. Pero ellos no entraron al Pretorio para no contaminarse y para así poder comer la Pascua.
18:28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio — La residencia oficial de Pilato, el gobernador romano, en Jerusalén). — El Sanedrín había acusado a Jesús de la blasfemia y lo condenaron diciendo que «¡Es reo de muerte!» (Mat 26:66). Según la ley (Lev 24:16) habían de apedrear al blasfemo, pero Jesús no había profetizado que sería apedreado sino crucificado (12:32, 33). Los judíos querían darle muerte legalmente, pero también querían que fuera crucificado, y sólo los romanos podían crucificar (18:31).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Y llevaron a Jesús. Mat 27:1, Mat 27:2; Mar 15:1; Luc 23:1; Hch 3:13.
al pretorio. Jua 18:33; Jua 19:9; Mat 27:27; Mar 15:16.
Era la mañana. Pro 1:16; Pro 4:16; Miq 2:1; Luc 22:66.
y ellos no entraron en el pretorio por no ser contaminados. Sal 35:16; Isa 1:10-15; Jer 7:8-11; Amó 5:21-23; Miq 3:10-12; Mat 23:23-28; Mat 27:6; Hch 10:28; Hch 11:3.
y así poder comer la pascua. Jua 18:39; Jua 19:14; Deu 16:2; 2Cr 30:21-24; 2Cr 35:8-14, 2Cr 35:17, 2Cr 35:18; Eze 45:21.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El pretorio era la residencia oficial del gobernante romano, probablemente la Fortaleza Antonia cerca del Templo. De mañana se refiere a la cuarta vigilia de la noche, desde las 3:00 a.m. a las 6:00 a.m. Una corte romana se habría celebrado después de la salida del sol y esta escena habría ocurrido alrededor de las 6:00 a.m.
contaminarse: durante la pascua, si un judío entraba en una casa que contuviera levadura, se contaminaría ceremonialmente y no podría celebrar la fiesta. Así los judíos no entrarían en la residencia de ningún gentil por temor de contaminarse ceremonialmente.
pascua: la comida principal de la Pascua ya había sucedido. Los Evangelios sinópticos informan que Jesús celebró esa comida la noche anterior (Mat 26:17-29; Mar 14:12-25; Luc 22:7-22). Sin embargo, había otras comidas ceremoniales durante la Pascua que duraba toda una semana.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
JESÚS ANTE PILATO. Véanse Mat 27:2, nota; Luc 23:1, nota.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
pretorio. El cuartel general del comandante militar romano o del gobernador romano (i. e. Pilato). La jefatura habitual de Pilato estaba en Cesarea, en el palacio que Herodes el Grande se había edificado. Sin embargo, Pilato y sus predecesores insistían en permanecer en Jerusalén durante las fiestas con el propósito de controlar cualquier disturbio. Jerusalén se convirtió en su pretorio o cuartel general. de mañana. La palabra es ambigua. Lo más probable es que sea alrededor de las seis de la mañana, pues muchos oficiales romanos comenzaban su jornada muy temprano y terminaban hacia las diez y las once de la noche. para no contaminarse. La ley oral judía determinaba que un judío quedaba ritualmente impuro al entrar en las casas de los gentiles. Si se negaban a entrar en el lugar evitaban contaminarse. Juan anota esta observación cargada de ironía al advertir el recelo de los jefes de los sacerdotes en cuanto a la limpieza ceremonial, mientras incurrían en una contaminación moral continua y sin paralelo por sus actos en contra de Jesús.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección habla del juicio de Jesús ante Pilato. Aunque Pilato aparece aquí en cada escena, Jesús, y la naturaleza de su reino, ocupan el lugar central.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
18:28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio — La residencia oficial de Pilato, el gobernador romano, en Jerusalén). — El Sanedrín había acusado a Jesús de la blasfemia y lo condenaron diciendo que «¡Es reo de muerte!» (Mat 26:66). Según la ley (Lev 24:16) habían de apedrear al blasfemo, pero Jesús no había profetizado que sería apedreado sino crucificado (12:32, 33). Los judíos querían darle muerte legalmente, pero también querían que fuera crucificado, y sólo los romanos podían crucificar (18:31).
Les convenía a los judíos llevar a Jesús a los romanos por varias razones: porque de esta manera (1) habría menos peligro de un alboroto por los discípulos de Jesús; (2) aumentarían la humillación de Jesús (la crucifixión era la muerte más vergonzosa); y (3) ellos tendrían menos responsabilidad de la muerte de un hombre bueno que había ayudado y bendecido a tantas personas. Al entregar a Jesús a los romanos para ser crucificado, su «conciencia» no les molestaba, pero les importaba su propia posición y reputación con el pueblo.
Le habían atado en el huerto de Getsemaní y vuelven a hacerlo ahora para llevarlo a los romanos. «Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador» (Mat 27:2). «Como cordero fue llevado al matadero» (Isa 53:7). Los sacerdotes aborrecían a Jesús porque El daba más importancia a la obediencia que al sacrificio, y los fariseos y los ancianos le aborrecían porque El condenaba sus tradiciones (Mat 15:3) y exponía su hipocresía (Mat 23:1-39). Ya habían decidido que Jesús era digno de muerte por causa de la blasfemia (Mat 26:57-66), y le castigaron severamente (Mat 26:67-68). La hora de venganza había llegado y el concilio tenía el propósito de decidir cómo matarle. Los líderes de los judíos tenían un problema: le habían acusado de blasfemar, pero deseaban que los romanos lo ejecutaran (crucificaran) y sabían que Pilato, un idólatra, no tomaría en serio tal acusación, porque era totalmente indiferente hacia la religión de los judíos. Tenían que acusar a Jesús de algo que los romanos sí tomarían en cuenta. (Es cierto que después, Jua 19:7, hicieron la acusación de blasfemia, pero por lo pronto hacen otras acusaciones).
— Era de mañana, — «Muy de mañana» (Mar 15:1). «Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo celebraron consejo contra Jesús para darle muerte» (Mat 27:1, LBLA) . El día era viernes, el día 15 de Nisán, entre las tres y las seis. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el «juicio» de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba (26:5). Esta acción era de «todo el concilio» (Mar 15:1); es decir, tomaron acción oficial. (Pero Luc 23:51 dice que José de Arimatea «no había consentido en el acuerdo ni en los hechos de ellos»).
— y ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse, y así poder comer la pascua. — Hch 10:28; Hch 11:3. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la pascua (Luc 11:39; Mat 23:24). El cordero pascual se sacrificaba «entre las tardes» del día 14 de Nisán (entre las tres y las cinco según nuestro modo de calcular el tiempo), y se comía esa noche, al inicio del día 15 de Nisán. Sin embargo, la fiesta de panes sin levadura duraba una semana y se designaba también como la pascua (ver. 39; Luc 22:1, etc.).
Fuente: Notas Reeves-Partain
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28-19:16
Luego llevaron a Jesús de Caifás al cuartel general del gobernador. Era de madrugada, y ellos mismos no entraron en el edificio para no contaminarse; querían evitar el contagio de cosas inmundas porque estaban manteniendo la pureza ritual para poder comer la pascua.
Así es que Pilato salió a recibirlos y les dijo:
-¿Qué acusación traéis contra este hombre?
-Si no fuera un criminal no te Le entregaríamos -le contestaron; y él les dijo:
-Lleváosle vosotros, y juzgadle según vuestras leyes.
Los judíos le dijeron a Pilato:
A nosotros no se nos permite ajusticiar a nadie.
Eso era el cumplimiento de lo que había dicho Jesús dando a entender cómo iba a morir.
Entonces Pilato volvió a entrar a su cuartel general, llamó a Jesús y Le preguntó:
-¿Eres Tú el «Rey de los Judíos»?
-¿Dices eso -le preguntó a Su vez Jesús- porque lo has descubierto por ti mismo, o porque te lo han dicho otros de Mí?
-¿Es que soy yo judío? -siguió diciendo Pilato-. Tus propios compatriotas y los principales sacerdotes son los que Te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?
-Mi Reino -le contestó Jesús- no es de este mundo. Si lo fuera, mis súbditos habrían peleado para impedir que fuera entregado a los judíos. Eso prueba que mi Reino no tiene aquí su base.
-¿Entonces, eres Rey? -le preguntó Pilato.
-Tú eres el que dices que Yo soy Rey -le contestó Jesús-. Para lo que fue necesario que Yo naciera y viniera a este mundo fue para dar testimonio de la verdad. Todos los que están de parte de la verdad Me escuchan.
-¡Y qué es la verdad! -le respondió Pilato.
E inmediatamente salió otra vez adonde estaba los judíos y les dijo:
-Yo no Le encuentro ningún delito. Tenéis costumbre de que os suelte a uno para la Pascua. ¿Queréis que os suelte al «Rey de los Judíos»?
-¡No a Éste -se pusieron a gritar-, sino a Barrabás!
Barrabás era un bandolero.
Entonces Pilato se hizo cargo de Jesús y mandó que Le azotaran. Los soldados trenzaron una corona de espinas, y Se la pusieron en la cabeza; y Le pusieron una túnica púrpura, y se pusieron a acercársele diciendo:
-¡Salve, «Rey de los Judíos»!
Y se liaron a darle de bofetadas.
Pilato salió otra vez a decirles:
-¡Mirad! Os Le vuelvo a sacar porque quiero que sepáis que yo no Le encuentro ningún delito.
Y entonces salió Jesús, con la corona de espinas y la túnica púrpura puestas. Y Pilato les dijo:
-¡Ahí tenéis al Hombre!
Pero, cuando Le vieron los principales sacerdotes y los agentes, se pusieron a gritar:
-¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
-¡Lleváosle vosotros y crúcifccadle! ¡A mí no me parece culpable de nada!
-Nosotros tenemos una ley según la cual debe morir, porque pretende ser Hijo de Dios -le contestaron los judíos; y Pilato todavía se alarmó más cuando lo oyó. Entonces volvió a entrar en su cuartel general.
-¿De dónde eres? -Le preguntó a Jesús.
Jesús no le contestó. Pilato entonces Le dijo:
-¿Te niegas a responderme? ¿Es que no sabes que tengo autoridad para soltarte o para crucificarte?
Jesús entonces le respondió:
-No tendrías absolutamente ninguna autoridad sobre Mí si no se te hubiera dado de Arriba. Por eso, el que Me entregó a ti es culpable de un mayor pecado.
Desde ese momento Pilato trató de dejarle en libertad por todos los medios; pero los judíos no dejaban de gritar:
-¡Si sueltas a Éste, no eres amigo del César! ¡Cualquiera que se proclama rey se pone en contra del César!
Al oír eso, volvió a sacar a Jesús, y se sentó en el sillón de juez en el lugar que se llama el Enlosado (en hebreo, Gabatá). Era la víspera de la Pascua, como al mediodía. Y Pilato les dijo a los judíos:
-¡Aquí tenéis a vuestro «Rey»!
-¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale! -siguieron gritando.
-¿Queréis que crucifique a vuestro «Rey»? -dijo Pilato.
Y los principales sacerdotes contestaron:
-¡No tenemos más rey que el César!
Entonces Pilato entregó a Jesús para que Le crucificaran.
Este es el relato más dramático del juicio de Jesús que tenemos en el Nuevo Testamento, y el dividirlo en pequeñas secciones habría sido perder el drama. Tiene que leerse en conjunto; pero requerirá después varios días el estudiarlo. El drama de este pasaje viene dado por el choque y la interacción de las personalidades. Por tanto, será mejor estudiarlo, no sección por sección, sino siguiendo a los personajes que intervienen en él.
Empezaremos por los judíos. En el tiempo de Jesús los judíos estaban sometidos a los Romanos, que les concedían una cierta medida de autogobierno pero no les permitían dictar ni ejecutar sentencias de muerte. El ius gladii, como se llamaba en latín, el derecho de la espada, era atribución exclusiva de los Romanos.
EL Talmud, la gran enciclopedia tradicional del judaísmo, informa: «Cuarenta años antes de la destrucción del templo, se privó a Israel del derecho a juzgar en materias de vida o muerte.» El primer gobernador romano de Palestina se llamaba Coponio, y Josefo, refiriéndose a su nombramiento como gobernador, dice que fue enviado como procurador «haciendo que el poder de vida o muerte estuviera en manos del César» (Josefo, La guerra de los judíos, 2, 8, 1). Josefo habla también de un cierto sacerdote llamado Anano, que decidió ejecutar a algunos de sus enemigos. Los judíos más prudentes protestaron contra aquella sentencia sobre la base de que no tenía derecho ni a dictarla ni a ejecutarla. A Anano no se le permitió llevar a cabo su decisión, y fue depuesto de su cargo por sólo haber pensado hacer aquello (Josefo, Antigüedades de los judíos, 20, 9, 1). Es verdad que algunas veces, como en el caso de Esteban, los judíos se tomaban la ley en sus propias manos; pero, legalmente, no tenían derecho a infligir la pena capital. Por eso tuvieron que traer a Jesús a Pilato, para que Le condenara legalmente a muerte y Le mandara crucificar.
Si los judíos hubieran podido ejecutar la sentencia de muerte, habría sido mediante lapidación. La Ley establecía: «El que blasfemare el nombre del Señor, ha de ser muerto; toda la congregación le apedreará» (Lv 24:16 ). En ese caso, los testigos cuya palabra había probado el crimen tenían que tirar las primeras piedras: «La mano de los testigos caerá primero sobre él para matarle, y después la mano de todo el pueblo» (Dt 17:7 ). Ese es el detalle del versículo 32, que dice que todo aquello estaba pasando así para que se cumpliera lo que había dicho Jesús refiriéndose a la clase de muerte que habría de sufrir. Había dicho que, cuando fuera elevado, es decir, crucificado, atraería a Sí a toda la humanidad (Jn 12:32 ). Si había de cumplirse la profecía de Jesús, tenía que ser crucificado, no apedreado; y por tanto, aun aparte del hecho de que la ley romana no permitía que los judíos ejecutaran la sentencia de muerte, Jesús tenía que recibir la muerte romana, porque tenía que ser elevado.
Los judíos, de principio a fin, estaban procurando* usar a Pilato para sus fines. No podían matar a Jesús por sí mismos, así es que determinaron que los Romanos les hicieran ese servicio.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
Pero aún quedan otras cosas interesantes acerca de los judíos.
(i) Empezaron por odiar a Jesús, pero acabaron en una histeria de odio, aullando como lobos y con los rostros contorsionados por la amargura: «¡Crucifícale, crucifícale!» Por último alcanzaron tal locura de odio que eran impermeables a todo razonamiento, y a la piedad, y hasta a los más elementales derechos humanos. Nada de este mundo deforma el juicio tanto como el odio. Una vez que una persona sucumbe al odio, ya no puede pensar ni ver ni escuchar nada sin distorsiones. El odio es una cosa terrible porque trastorna los sentidos y el sentido y el sentimiento.
(ii) El odio de los judíos les hizo perder todo sentido de proporción. Estaban tan pendientes de la pureza ceremonial y ritual que se negaban a entrar en el cuartel general de Pilato; y sin embargo estaban haciendo todo lo posible para crucificar al Hijo de Dios. Para comer la pascua, un judío tenía que estar ceremonialmente limpio. Ahora bien: si hubieran entrado en el cuartel general de Pilato, habrían contraído impureza en dos sentidos.
(a) Primero, la ley de los escribas decía: «Las moradas de los gentiles son inmundas.»
(b) Segundo, la Pascua era la fiesta de los panes sin levadura. Una parte de la preparación para la Pascua consistía en una búsqueda y limpieza ceremoniosa de todo resto de levadura o de pan leudado por todos los rincones de la casa, porque era el símbolo de la maldad. Entrar en el cuartel general de Pilato habría supuesto entrar en un lugar en el que no se habría hecho eso ni se mantendría esa limpieza, así que habría restos de levadura; y el entrar en un lugar así cuando se estaban preparando para comer la pascua era arriesgarse a quedar contaminados. Pero, aunque los judíos hubieran entrado en una casa gentil en la que hubiera levadura, el contagio les habría durado sólo hasta la tarde, y entonces habrían tenido que darse un baño ceremonial para quedar limpios otra vez.
Fijaos lo que estaban haciendo los judíos: estaban cumpliendo meticulosamente los detalles de la ley ceremonial y, al mismo tiempo, estaban empujando hacia la Cruz al Hijo de Dios. Eso es algo de lo que somos capaces los humanos. Muchos miembros de iglesia hacen un mundo de fruslerías, pero quebrantan la ley del amor, y del perdón, y del servicio todos los días. Hasta hay muchas iglesias en las que los detalles de las vestiduras, los tapetes, los candelabros y los adornos están relucientes, pero el espíritu de amor y la verdadera comunión no brillan más que por su ausencia. Entre las cosas más trágicas del mundo está cómo se pueden perder el sentido de la proporción y la habilidad de poner lo primero en primer lugar.
(ii) Los judíos no dudaban en tergiversar sus acusaciones a Jesús. En su interrogatorio privado ya habían llegado a la conclusión, si es que no habían partido ya de ella, de que Jesús era culpable de blasfemia (Mt 26:65 ). Sabían muy bien que Pilato no tomaría en consideración una acusación así, y que diría que sus disputas religiosas se las podían resolver solos sin molestarle a él. A sí que los cargos que presentaron los judíos contra Jesús fueron de rebelión y de insurrección política. Acusaron a Jesús de querer proclamarse rey, aunque sabían muy bien que aquello era una mentira. El odio es una cosa terrible, y no duda en tergiversar la verdad.
(iv) Para lograr la muerte de Jesús, los judíos negaron todos sus principios. Llegaron hasta el colmo cuando dijeron: » ¡No tenemos más rey que el César!» Samuel le había dicho al pueblo de Israel que Dios era su único Rey (1S 12:12 ). Cuando le ofrecieron la corona a Gedeón, contestó: «Ni yo seré el que os gobierne, ni mi hijo; el Señor será el único que os gobernará» (Jue 8:23 ). Cuando los Romanos llegaron por primera vez a Palestina, tomaron un censo para organizar los impuestos que tendrían que pagar como pueblo sometido; y se produjo la rebelión más sangrienta, porque los judíos insistían en que Dios era su único Rey, y a Él sería al único que pagarían tributo.
Cuando el líder judío proclamó ante Pilato: «¡No tenemos más rey que el César!» fue la más alucinante volte face de la Historia. El solo oírlo debe de haber dejado a Pilato sin aliento, y seguramente se los quedaría mirando medio alucinado y medio divertido. Los judíos estaban dispuestos a renegar de todos sus principios con tal de eliminar a Jesús.
Es un cuadro horrible. El odio de los judíos los convirtió en una enloquecida chusma de fanáticos y frenéticos vociferadores y frenéticos. En su odio olvidaron toda misericordia, todo sentido de proporción, toda justicia, todos sus principios, hasta a Dios. Nunca en toda la Historia de la humanidad se mostró más claramente la locura del odio.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
Ahora nos volvemos hacia la segunda personalidad de esta historia: Pilato. Durante todo el juicio su conducta es, por decir lo menos, incomprensible. Está suficientemente claro, no podía estarlo más, que Pilato sabía que las acusaciones de los judíos eran una serie de mentiras, y que Jesús era totalmente inocente. Le dejó profundamente impresionado, y no quería condenarle a muerte -y, sin embargo, eso fue lo que hizo. En primer lugar trató de sacudirse aquel caso; luego, intentó dejar en libertad a Jesús sobre la base de que se solía soltar a un preso para la Pascua; y después, trató de satisfacer el deseo de venganza de los judíos mandando azotar a Jesús; por último, hizo una última apelación. Pero el caso es que rehusó en absoluto mantenerse firme y decirles a los judíos que no quería saber nada de sus asesinas maquinaciones. Nunca podremos empezar a entender a Pilato a menos que conozcamos su historia, que podemos reconstruir en parte por los escritos de Josefo y en parte por los de Filón.
Para entender el papel que representó Pilato en este drama tenemos que retroceder considerablemente en el tiempo. Para empezar, ¿qué pintaba un gobernador romano en Judasa?
El año 4 a C. murió Herodes el Grande, que había reinado sobre toda Palestina. A pesar de sus muchas faltas fue, en muchos sentidos, un buen rey, y consiguió llevarse bien con los Romanos. En su testamento dividió su reino entre tres de sus hijos, dejando a Antipas Galilea y Perea; a Felipe Batanea, Auranitis y Traconitis, las salvajes y casi despobladas regiones del Nordeste, y a Arquelao, que entonces no tenía más que dieciocho años, Idumea, Judasa y Samaria. Los Romanos aprobaron y ratificaron esta división.
Antipas y Felipe gobernaron pacíficamente y bien; pero Arquelao gobernó con tales extorsiones y tiranía que los mismos judíos pidieron a Roma que le quitara y les mandara un gobernador. Lo más probable es que esperaran que se los incorporara a la gran provincia de Siria; y, si hubiera sido así, la provincia era tan extensa que se les habría permitido seguir más o menos como estaban. Todas las provincias romanas se dividían en dos clases: las que requerían tropas estacionadas estaban bajo el control directo del emperador y eran provincias imperiales; y las que no requerían tropas y eran pacíficas y fáciles de gobernar dependían directamente del senado y se llamaban provincias senatoriales.
Palestina era, sin duda, una tierra conflictiva; necesitaba tropas, y por tanto estaba bajo el control directo del emperador. Las provincias realmente grandes las gobernaba un proconsul o un legado, como en el caso de Siria; las más pequeñas, o de segunda clase, las gobernaba un procurador, que tenía a su cargo la administración militar y judicial de la provincia. Visitaba todos los lugares de la provincia por lo menos una vez al año, y escuchaba los casos y las queSantiago Supervisaba el cobro de los impuestos, pero no tenía autoridad para aumentarlos. Cobraba del tesoro, y tenía estrictamente prohibido aceptar ya fueran regalos o sobornos; y, si se excedía en el cumplimiento de sus deberes, los habitantes de su provincia tenían derecho a informar al emperador.
Fue un procurador el que nombró Augusto para llevar los asuntos de Palestina, y el primero se instaló en el año 6 d C. Pilato fue instalado en el año 26 d C., y siguió en el puesto hasta el año 35 d C. Palestina era una provincia peliaguda, que requería una mano firme y sabia. No conocemos la historia anterior de Pilato, pero suponemos que tendría reputación de buen administrador para ser elegido para la posición responsable de gobernador de Palestina. Había que mantenerla en orden; porque, como se ve por una simple ojeada al mapa, era el puente entre Egipto y Siria.
Pero Pilato fue un fracaso como gobernador. Pareció empezar con un desprecio olímpico y una total falta de simpatía hacia los judíos. Tres famosos, o infames, incidentes marcaron su carrera.
El primero tuvo lugar en su primera visita a Jerusalén. Jerusalén no era la capital de la provincia, sino Cesarea, donde estaban la sede del gobierno y el cuartel general; pero el procurador visitaba Jerusalén con frecuencia y, cuando lo hacía, se quedaba en el antiguo palacio de Herodes en la parte Oeste de la ciudad. Cuando venía a Jerusalén, siempre se traía un destacamento de soldados, que tenían sus banderas, en la parte más alta de las cuales había un pequeño busto de metal del emperador del momento. Al emperador se le consideraba un dios; y, para los judíos, aquel pequeño busto de las banderas era la imagen de un ídolo.
Todos los gobernadores Romanos anteriores, por respeto a los escrúpulos religiosos de los judíos, habían quitado los bustos antes de entrar en Jerusalén; pero Pilato se negó. Los judíos se lo pidieron insistentemente. Pilato se mantuvo firme en la negativa; no iba a ser indulgente con las supersticiones de los judíos. Se volvió a Cesarea. Los judíos le siguieron durante cinco días. Eran humildes, pero insistentes en sus peticiones. Por último, Pilato les dijo que los recibiría en el anfiteatro. Los rodeó de soldados armados, y los informó de que, si no retiraban sus peticiones, los mataría allí inmediatamente. Los judíos descubrieron los cuellos e invitaron a los soldados a matarlos. Ni aun Pilato podía masacrar a hombres indefensos. Se dio por vencido y se vio obligado a quitar las imágenes de las banderas en lo sucesivo. Así empezó Pilato, y fue un mal principio.
El segundo incidente fue el siguiente. El servicio de agua era insuficiente en Jerusalén. Pilato decidió construir un nuevo acueducto. ¿De dónde podía sacar el dinero? Saqueó el tesoro del templo, que era riquísimo. No es probable que se incautara del dinero de los sacrificios y demás servicios del templo. Lo más probable es que tomara el dinero que se llamaba korbán, que procedía de fuentes que hacían imposible el que se usara para fines sagrados. El acueducto era una primera necesidad; se trataba de un proyecto grande y digno; el servicio de agua mejoraría considerablemente; incluso el funcionamiento del templo, que necesitaba limpiar los restos de tantos sacrificios.
Pero el pueblo se lo tomó a mal; hubo levantamientos en todas las calles. Pilato hizo que sus soldados se mezclaran con la multitud vestidos de paisanos, con las armas escondidas y, a una señal convenida, atacaron al gentío y se liaron a palos y a puñaladas con la gente, matando a muchos. Una vez más Pilato puso en contra suya a todo el pueblo, y estuvo en peligro de que le denunciaran al emperador.
El tercer episodio aún resultó peor para Pilato que los anteriores. Como ya hemos visto, cuando estaba en Jerusalén se alojaba en el antiguo palacio de Herodes. Mandó hacer algunos escudos con el nombre del emperador Tiberio, que eran los que se llamaban escudos votivos, es decir, dedicados a la memoria y en honor del emperador. Ahora bien: el emperador era considerado por los Romanos como un dios, así que ahí estaba el nombre de un dios extraño inscrito y desplegado para que se le dieran honores en la santa ciudad. La gente se enfureció; los más nobles, hasta sus más íntimos colaboradores judíos, le pidieron a Pilato que los quitara, pero se negó. Esta vez los judíos le denunciaron al emperador Tiberio, lo que le costó a Pilato el puesto.
Hace al caso cómo terminó Pilato. Este último incidente sucedió después de la crucifixión de Jesús, en el año 35 d C. Hubo una revuelta en Samaria. No fue nada muy serio, peto Pilato lo aplastó con una crueldad feroz y con abundancia de ejecuciones. Los samaritanos estaban considerados como leales súbditos de Roma, e intervino el legado de Siria. Tiberio mandó llamar a Roma a Pilato; pero, cuando estaba de camino, murió Tiberio. Por lo que sabemos, Pilato nunca se presentó a juicio; y, desde ese momento, desaparece de la historia.
Está claro por qué Pilato actuó en el juicio de Jesús de aquella manera. Los judíos le chantajearon para que crucificara a Jesús. Le dijeron: «¡Tú no eres amigo del césar si sueltas a este Hombre!» Lo que equivalía a decirle: «Tu hoja de servicio no está muy limpia; ya te hemos denunciado una vez; si no nos haces caso, informaremos otra vez al emperador y te costará el puesto.» Aquel día en Jerusalén, el pasado de Pilato le alcanzó y desafió. Le chantajearon para que consintiera en la muerte de Cristo porque sus errores anteriores le habían colocado en una posición de inferioridad, imposibilitándole para enfrentarse con los judíos y mantener su puesto. Casi no se puede evitar el sentir pena por él. Quería hacer justicia, pero no tuvo valor para enfrentarse con los judíos. Mandó crucificar a Jesús para conservar su posición.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
Hemos visto la historia de Pilato; veamos ahora su comportamiento durante el proceso de Jesús. Pilato no quería condenar a Jesús, porque sabía que era inocente; pero se vio enredado en la maraña de su pasado.
(i) Pilato empezó tratando de echarle encima la responsabilidad a alguna otra persona. Les dijo a los judíos: «Llevaos a este Hombre y juzgadle según vuestras leyes.» Trató de evadir la responsabilidad de encararse con Jesús; pero eso es precisamente lo que nadie puede hacer. Nadie puede tratar con Jesús por nosotros; es algo que tenemos que hacer personalmente cada uno por sí mismo.
(ii) Pilato pasó a tratar de encontrar la salida del embrollo en que se encontraba. Propuso resolver la cuestión de Jesús aplicándole la costumbre de soltar a un preso para la Pascua. De esa manera se libraría de tratar directamente con Jesús; pero, digámoslo otra vez, precisamente eso es lo que nadie puede hacer. No hay escape de una decisión personal con respecto a Jesús; tenemos que decidir cada uno lo que vamos a hacer con Él, si rechazarle o aceptarle.
(iii) Pilato entonces pasó a ver la manera de hacer una decisión final. Mandó que le dieran una paliza a Jesús. Sin duda pensaba que aquello satisfaría, o al menos reduciría la virulencia de la hostilidad judía. Pensó que así se evitaría el dictar sentencia de crucifixión. Pero, otra vez, eso es lo que no se puede hacer con Jesús. Nadie puede llegar a un compromiso con Jesús; no se puede servir a dos señores. O estamos por Jesús, o en contra de Él.
(iv) Pilato entonces pasó a intentar apelar a los sentimientos: hizo que sacaran a Jesús, destrozado por la paliza, para que la gente Le viera. Y les preguntó a los manifestantes: «¿Queréis que crucifique a vuestro «Rey» ?» Trataba de inclinar la balanza apelando a la emoción y a la piedad. Pero nadie puede esperar que el apelar a otros le ahorre el tener que hacer su propia decisión personal; era a Pilato al que correspondía hacer aquella decisión. Nadie puede evitar su propio veredicto personal y su propia decisión personal sobre Jesús.
Por último, Pilato reconoció su derrota. Entregó a Jesús a la voluntad de la chusma porque no tuvo valor para hacer la decisión justa y asumir su responsabilidad.
Pero aún quedan facetas laterales del carácter de Pilato.
(i) Hay una insinuación de una actitud inveterada de desprecio en Pilato. Le preguntó a Jesús si era verdad que era Rey. Jesús le contestó preguntándole a Su vez si Se lo preguntaba sobre la base de lo que él mismo había descubierto, o por la información indirecta que hubiera recibido. La respuesta de Pilato fue: «¿Es que soy yo judío? ¿Cómo puedes esperar que yo sepa nada de las cuestiones judías?» En resumidas cuentas: que era demasiado orgulloso para involucrarse en lo que consideraba disputas y supersticiones judías. Y ese orgullo era precisamente lo que le hacía ser un mal gobernador. Nadie puede gobernar a un pueblo negándose a hacer el menor esfuerzo por comprenderlo y por penetrar en sus pensamientos y sentimientos.
(ii) Hay una especie de curiosidad supersticiosa en Pilato. Quería saber de dónde procedía Jesús -y se refería, sin duda, a algo distinto de Su lugar de nacimiento. Cuando oyó decir a los judíos que Jesús pretendía ser el Hijo de Dios, aún se sintió más inquieto, temiendo que aquello pudiera encerrar algún misterio. Pilato era supersticioso, que es lo que es mucha gente que presume de ser, o de no ser, religiosa. Tenía miedo de llegar a una decisión a favor de Jesús a causa de los judíos; pero también tenía miedo de hacer ninguna decisión en contra de Él porque tenía la vaga sospecha de que Dios pudiera estar de alguna manera en aquel asunto.
(iii) Pero había un anhelo indecible en el corazón de Pilato. Cuando Jesús le dijo que había venido para dar testimonio de la verdad, la respuesta, o más bien pregunta, de Pilato fue: «¿Y dónde está la verdad?» Hay muchas maneras de hacer esa pregunta. Puede hacerse con cinismo y como en broma. Bacon inmortalizó la respuesta de Pilato cuando escribió: «¿Qué es la verdad?, preguntó en broma Pilato; y no esperó la respuesta.» Pero no fue con cinismo como Pilato hizo la pregunta; ni como si no le importara. Aquí estaba el punto débil de su armadura. Lo preguntó anhelante y fatigosamente.
Pilato, según el estándar del mundo, era un hombre con éxito. Había llegado casi a la cima de su escalafón diplomático; era gobernador de toda una provincia; pero había algo que echaba de menos. Allí, en presencia de aquel sencillo, inquietante, odiado Galileo, Pilato se dio cuenta de que la verdad seguía siendo un misterio para él… y se había metido en una situación en la que ya no tenía esperanza de descubrirla. Puede que bromeara; pero era la última broma de un desesperado. Philip Gibbs habla en algún lugar de haber escuchado un debate entre T. S. Eliot, Margaret lrwin, C. Day Lewis y otras personalidades distinguidas sobre el tema: «¿Vale la pena vivir esta vida?» «Es verdad que bromeaban -dijo-, pero bromeaban como si fueran juglares llamando a las puertas de la muerte.»
Así era Pilato. En su vida apareció Jesús, y de pronto se dio cuenta de lo que había estado perdiéndose. Aquel día podría haber encontrado todo lo que se había perdido; pero no tuvo el coraje de desafiar al mundo a pesar de su pasado, y ponerse al lado de Cristo y de un futuro que sería glorioso.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
Hemos considerado el cuadro de la multitud en el juicio de Jesús y hemos pensado en la figura de Pilato. Ahora debemos concentrar nuestra atención en el Personaje central del drama: Jesús mismo.
Juan nos traza Su semblanza con una serie de pinceladas magistrales en las que sugiere más de lo que describe.
(i) Lo primero y principal es que no se puede leer esta historia sin percibir la absoluta majestad de Jesús. No hay nada que Le coloque en tela de juicio. Cuando alguien se enfrenta con Él, no es Jesús el que recibe el veredicto, sino la otra persona. Puede que Pilato tratara muchas cosas judías con desprecio arrogante, pero no a Jesús. No podemos por menos de tener la impresión de que es Jesús el Que está en control, y Pilato el que no sabe por dónde tirar y se debate en una situación que no puede controlar ni comprender. La majestad de Jesús nunca brilló más gloriosamente que cuando se presentó a juicio ante la humanidad.
(ii) Jesús nos habla con absoluta claridad acerca de Su Reino. No es, nos dice, de esta Tierra. El ambiente de Jerusalén era siempre explosivo, y durante la Pascua era pura dinamita. Los Romanos lo sabían muy bien, y en el tiempo de la Pascua destacaban más tropa a Jerusalén. Pero Pilato nunca tenía más de tres mil hombres a su mando. Algunos estarían en Cesarea, su cuartel general; otros, en la guarnición de Samaria; no es probable que hubiera más que unos pocos centenares de servicio en Jerusalén. Si Jesús hubiera querido enarbolar la bandera de la rebelión y entablar batalla, podría haberlo hecho con la máxima facilidad. Pero deja bien claras Sus credenciales regias, e igualmente claro que Su Reino no se basa en la fuerza, sino que se establece en los corazones. Nunca habría negado Jesús que se proponía la conquista; pero era la conquista del amor.
(iii) Jesús nos dice para qué había venido al mundo: para dar testimonio de la verdad, para decirle a la humanidad la verdad acerca de Dios, acerca de sí misma y acerca de la vida. Los días de las conjeturas, de las medias verdades y del andar a tientas se habían terminado. Jesús vino a decirnos la verdad. Esa es una de las grandes razones por las que no tenemos más remedio que aceptar o rechazar a Cristo. No hay término medio en relación con la verdad. O la aceptamos, o la rechazamos; y Cristo es la verdad.
(iv) Vemos el ánimo valeroso de Jesús. Pilato mandó que Le azotaran. Eso se hacía atando al reo a una columna dejándole la espalda totalmente expuesta. El látigo era una correa larga con trozos de plomo o huesos puntiagudos incrustados. Literalmente reducía la espalda de la persona a tiras. Pocos eran los que se mantenían conscientes durante el suplicio; algunos morían, y otros se volvían locos. Jesús lo soportó. Y después, Pilato Le sacó a la vista de la multitud y dijo: » ¡Ahí tenéis a vuestro Hombre!»
Aquí tenemos uno de los dobles sentidos característicos de Juan. Debe de haber sido la primera intención de Pilato el despertar la piedad de los judíos. «¡Fijaos! ¡Mirad a este pobre hombre destrozado y sangrante! ¡Mirad esta ruina humana! ¿Es que todavía podéis querer seguir acechándole y arrastrándole a una muerte completamente innecesaria?» Pero casi podemos escuchar el cambio en el tono de su voz al decirlo, y contemplar la admiración que amanece en su mirada. En vez de decirlo medio despectivamente para despertar la lástima, le sale como una admiración incontenible. La palabra que usó Pilato fue ho ánthrópos, que es la que se usaba corrientemente refiriéndose a un ser humano; pero no mucho después la usarían los pensadores griegos para designar al hombre celestial, el hombre ideal, el dechado de la humanidad. Siempre será verdad que, aunque digamos o dejemos de decir otras muchas cosas acerca de Jesús, Su heroísmo integral no tiene paralelo. Aquí tenemos, sin duda, a un Hombre.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
(v) Una vez más vemos aquí en el juicio de Jesús Su aceptación voluntaria de la Cruz y el supremo control de Dios. Pilato Le advirtió a Jesús que tenía poder para soltarle y para crucificarle. Jesús le contestó que él, Pilato, no tenía absolutamente ningún poder, excepto el que Dios mismo le había dado. La Crucifixión nunca, de principio a fin, se nos presenta como la historia de un hombre que se encuentra enredado en una maraña inexorable de circunstancias sobre las que no tiene absolutamente ningún control; nunca se nos presenta como la historia de un hombre conducido a la muerte, sino como la de un Hombre cuyos últimos días fueron una marcha triunfal hacia la meta de la Cruz.
(vi) Y aquí tenemos también la escena terrible del silencio de Jesús. Hubo un momento en el que no tuvo respuesta que darle a Pilato. Hubo otros momentos en los que Jesús guardó silencio. Estuvo callado ante el sumo sacerdote Mt 26:63; Mr 14:61 ), y también ante Herodes Lc 23:9 ). Guardó silencio cuando las autoridades judías presentaron los cargos que tenían contra Él ante Pilato Mt 27:14; Mr 15:5 ). Algunas veces tenemos la experiencia, cuando estamos hablando con otras personas, de que hemos llegado a un punto en el que no se puede seguir razonando ni discutiendo, porque no hay terreno común entre nosotros y nuestros interlocutores. Es como si habláramos distintos idiomas. Eso sucede cuando las personas hablan de hecho distintos idiomas mentales y espirituales. Es un día terrible cuando Jesús guarda silencio con una persona. No puede haber nada más terrible para una mente humana que el estar tan cerrada por el orgullo o la propia voluntad que no hay nada que le pueda decir Jesús que pueda tener sentido o suponer ninguna diferencia.
(vü) Por último, es posible que tengamos aquí otro ejemplo magnífico de la ironía dramática de Juan.
La escena llega a su fin cuando se nos dice que Pilato sacó a Jesús; como lo hemos traducido y lo expresa la versión ReinaValera, Pilato salió al lugar que se llamaba el Pavimento de Gabatá -que puede querer decir un suelo de mosaico de mármol- y se sentó en el sillón del juez. Esto era el béma, en el que se sentaba el magistrado para pronunciar la sentencia definitiva. El verbo para sentarse es kathizein, que puede ser transitivo o intransitivo; es decir, sentarse uno mismo o sentar a otro. Es posible que quiera decir que Pilato, en un último gesto burlesco, sacó a Jesús vestido de aquella túnica púrpura y con la corona de espinas en la frente, todo cubierto de sangre, y Le sentó en el sillón del juez, diciendo a continuación con un gesto y tono irónicos: «¿Cómo voy a crucificar a vuestro «Rey»?» El evangelio apócrifo de Pedro dice que, para burlarse, sentaron a Jesús en el sillón del juez y Le dijeron: «¡Haz justicia, Rey de Israel!» Justino Mártir también dice que «sentaron a Jesús en el sillón del juez, y dijeron: «Da la sentencia por nosotros.»» Puede ser que Pilato, en burla, hiciera a Jesús representar el papel del juez. Si fue así, ¡qué tremenda ironía dramática había en aquella escena! Lo que se presentó en burla es en realidad la verdad; y un día, los que caricaturizaron a Jesús como juez se presentarán ante Él como el Juez -y se acordarán de lo que Le hicieron.
Así que en la escena dramática del juicio contemplamos la inmutable majestad, el valor inalterable, la serena aceptación de la Cruz, de Jesús. Nunca se Le vio en la Tierra tan regio como cuando se hizo todo lo posible para humillarle.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (continuación)
Ya hemos visto las principales personalidades que intervinieron en el proceso de Jesús: los judíos, con su odio; Pilato, con su dudoso pasado, y Jesús, con su serenidad y majestad regia.
Pero había otras personas al borde de la escena.
(i) Estaban los soldados. Cuando les entregaron a Jesús para que Le azotaran, se divirtieron con Él de una manera brutal y cruel. ¿Era un rey? Pues entonces Le proveyeron de un manto y una corona. Le pusieron una vieja túnica de púrpura y una corona de espinas, y se entretuvieron dándole de bofetadas. Estaban jugando a una cosa que era antigua y corriente. Filón, en su obra Sobre Flaco, cuenta una cosa muy semejante que hacían los gamberros de Alejandría: «Había un loco que se llamaba Carabás, aquejado no de la clase salvaje y bestial de locura -que pasa desapercibida tanto para los que la sufren como para los espectadores-, sino de otra clase mucho más tranquila y benigna. Solía pasar los días y las noches desnudo en la calle, sin guarecerse ni del frío ni del calor, y era el juguete de los niños y de los jóvenes. Se ponían de acuerdo para llevársele al gimnasio donde, dejándole solo donde todos pudieran verle, le ponían de sombrero una corteza de árbol aplastada, y alrededor del cuerpo una estera como manto, y como cetro un trozo de papiro que uno de ellos había encontrado por ahí tirado. Y una vez que él había asumido los emblemas y las insignias de la realeza como se hace en los mimos teatrales, los jóvenes, con palos al hombro, se ponían a sus dos lados, representando el papel de lanceros cómicos. Luego se acercaban unos como para saludarle, otros como para presentarle algunas reclamaciones, otros como para solicitarle algunas cuestiones sociales. Y entonces, de la multitud de espectadores vibraba un extraño grito de «¡Marín!» -Señor nuestro-, que es el nombre que se les da a los reyes en Siria.» Es patético que los soldados trataran a Jesús como los gamberros podrían tratar a un pobre idiota.
Y sin embargo, de todos los que intervinieron en el proceso de Jesús, los soldados eran los menos culpables, porque no sabían lo que estaban haciendo. Lo más probable es que les había correspondido venir de Cesarea como refuerzo para los días de la Pascua, y no sabían nada de lo que estaba pasando. Jesús no era para ellos más que el criminal de turno.
Aquí tenemos otro ejemplo de la ironía dramática de Juan. Los soldados hacían una caricatura de Jesús como rey, cuando en realidad Él era allí el único Rey. Bajo la parodia se ocultaba y revelaba la verdad eterna.
JESÚS Y PILATO
Juan 18:28 – 19:16 (conclusión)
(ii) El último de todos era Barrabás, cuyo episodio cuenta Juan con suma brevedad. De esa costumbre de soltar a un preso para la Pascua no sabemos más que lo que nos dicen los evangelios. Los otros tres completan la breve noticia de Juan y, cuando lo reunimos todo, descubrimos que Barrabás era un preso notable, un bandolero que había tomado parte en una insurrección en la ciudad y había cometido un asesinato (Mt 27:15-26 ; Mr 15:6-15 ; Lc 23:17-25 ; Hch 3:14 ).
El nombre de Barrabás es interesante. Hay dos posibilidades en cuanto a su origen. Puede venir de Bar Abba, que querría decir «Hijo de Papá», o de Bar Rabban, que querría decir «Hijo del Rabino.» No es imposible que Barrabás fuera hijo de algún rabino, un vástago descarriado de alguna familia noble. Y es posible que, con todo y ser un criminal, gozara de las simpatías de la gente del pueblo como una especie de Robin Hood. Es probable que no debamos tenerle por un delincuente vulgar. La palabra que se le aplica es léstés, que quiere decir bandolero. O era uno de los muchos que infestaban la carretera de Jerusalén a Jericó, la clase de personas en cuyas manos cayó el viajero de la parábola; o, todavía más probable, era uno de los celotas que habían jurado barrer de Palestina a los Romanos, aunque tuviera que ser a base de crímenes, asaltos, robos y asesinatos. Barrabás no era un delincuente cualquiera. Era un hombre violento, eso sí; pero de los que se convierten en leyenda y son considerados como héroes populares y azote de las autoridades al mismo tiempo.
Pero hay otro detalle todavía más interesante acerca de Barrabás. Ese era su segundo nombre, y tiene que haber tenido otro, como Pedro, que se llamaba Simón Bar-Yoná, Hijo de Jonás. Ahora bien: hay algunos manuscritos antiguos del Nuevo Testamento y las traducciones siria y armenia que coinciden en dar el nombre propio de Barrabás como Jesús. Eso no es imposible ni mucho menos, porque el nombre de Jesús era bastante corriente, derivado de la forma griega del nombre hebreo Yehoshúa»Yoshúa, Josué. En ese caso la elección del pueblo era aún más dramática, porque gritarían de hecho: «¡No Jesús Nazareno, sino Jesús Barrabás!» Era la elección entre Jesús Bar-Abba (el hijo de un padre cualquiera) y Jesús, el Hijo del Padre Dios.
La elección de la multitud ha sido siempre la elección histórica. Barrabás era un hombre que alcanzaba sus propósitos por medios violentos. Jesús era un Hombre de amor y ternura, cuyo Reino se hace realidad en los corazones. Es un hecho trágico de la Historia que los pueblos escogen muchas veces el camino de la violencia en lugar del del amor, el camino de Barrabás en lugar del de Cristo.
Lo que fue de Barrabás no lo dice la historia, y es tema de reconstrucciones poéticas tan conmovedoras como la de Gabriel y Miró en sus Figuras de la Pasión del Señor. También John Oxenham continúa la historia de Barrabás en uno de sus libros. Al recuperar la libertad, Barrabás no podía pensar más que en que era libre. Luego se quedó mirando al Hombre que iba a tomar su lugar en la Cruz. Algo en Él le fascinaba, y Barrabás se encontró siguiéndole hasta la cima del Monte de la Calavera. Todo el camino, viendo a Jesús cargando con la Cruz, le ardía en la mente un solo pensamiento: «Esa es la cruz que tenía que haber llevado yo. ¡Yo la merecía! Y Él la está llevando por mí.» Y, cuando levantaron la cruz con Jesús colgando de ella, lo único que podía pensar Barrabás era: «¡Soy yo el que tenía que estar colgado ahí, no Él! ¡Él me salvó!» Lo que sí es seguro es que Barrabás fue uno de los pecadores por los que murió Jesús.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
3. Jesús es procesado por Pilato (Jua 18:28-40)
Análisis de discurso
El juicio de Jesús ante Pilato continuará hasta la sección Jua 19:12-16. Es evidente que el evangelista compone esta sección de forma dramática en pequeñas unidades, indicando para ello qué eventos tomaron lugar dentro del palacio de Pilato y qué otros eventos se realizaron fuera. Se sigue así una forma circular en donde la escena central acontece adentro, cuando los soldados se burlan de Jesús y Pilato no toma parte activa:
A. Afuera: Los judíos piden la muerte de Jesús (Jua 18:28-32)
B. Adentro: Pilato interroga a Jesús acerca de su realeza (Jua 18:33-38)
C. Afuera: Pilato encuentra que Jesús es inocente (Jua 18:38-40)
D. Adentro: Los soldados golpean y se burlan de Jesús (Jua 19:1-3)
C’. Afuera: Pilato encuentra que Jesús es inocente (Jua 19:4-8)
B’. Adentro: Pilato interroga a Jesús acerca de su autoridad (Jua 19:9-11)
A’. Afuera: Los judíos consiguen la muerte de Jesús (Jua 19:12-16)
TÍTULO: La propuesta más común nos parece demasiado incolora: Jesús ante Pilato (RV60, RV95, DHH, otras). Una variante significativa es Ante Pilato. Es condenado a muerte(NBE). Nuestra propuesta es Confrontación de representantes de dos reinos.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1. Afuera: Los judíos piden la muerte de Jesús (Jua 18:28-32)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
«Muy de mañana, llevaron a Jesús de la casa de Caifás al palacio del gobernador romano» (TLA) o “Muy de mañana los guardias llevaron a Jesús desde la casa de Caifás hasta el palacio del gobernador Pilato” cambiando algo el orden del versículo, al traducir la frase temporal “muy de mañana” primero. El término para “madrugada” o “muy de mañana” se refiere a la división romana de las vigilias de la noche, que son cuatro de tres horas cada una. Aquí se refiere a la que va de tres a seis de la mañana. Como en algunos contextos puede no estar muy claro el término de “palacio” será mejor usar “casa” o “el lugar donde el gobernador Pilato permanecía”, así: “Entonces Jesús fue llevado preso por los guardias cuando todavía era muy de mañana, de casa de Caifás al lugar donde el gobernador Pilato permanecía”.
«Los jefes de los judíos no entraron al palacio porque la ley no les permitía entrar a la casa de un extranjero antes de la cena de Pascua» (TLA), “Y los judíos no entraron al lugar donde estaba Pilato para estar ritualmente limpios y poder así comer la cena de la pascua”. El texto original dice “ellos” refiriéndose a los judíos que estaban con los que llevaron preso a Jesús, aunque se entiende que entre los guardias romanos había también guardias del templo y algunos de las autoridades judías. “Los judíos” sería aquí un término genérico que abarcaría a cualquiera que no fuera romano y que podría tener temor de quedar ritualmente impuro para la fiesta. En algunas culturas habrá que explicar el concepto de “contaminación” o “impureza” antes de comer una cena como la comida pascual, como por ejemplo: “Los que llevaron preso a Jesús no entraron en la casa de Pilato porque si lo hacían entonces no quedaban limpios para el rito religioso de participar en la cena de la pascua”, «Los judíos no entraron en el palacio para no contraer una impureza ritual, pues esto les hubiese impedido participar en la cena de Pascua» (BI).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— el palacio del gobernador: Lit. pretorio. Ver nota a Mat 27:27.
— impureza legal: Las casas de los extranjeros eran consideradas por los judíos impuras según la ley.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El juicio ante Pilato. El relato de Juan sobre Jesús ante Pilato es más detallado que el de los Sinópticos. Destaca la ironía del contraste entre la escrupulosidad de los judíos referente al guardar el sábado y su falta de ella para manipular el sistema y para lograr sus propios fines. El primer episodio ocurrió fuera del pretorio (la residencia del gobernador). Pilato examinó tanto al acusado co mo a los acusadores. Permaneciendo fuera de la columnata, los judíos evitaban la impureza ritual (28). Pero ellos ya estaban impuros en sus corazones por su complot contra Jesús. El pedido de Pilato de saber las acusaciones era perfectamente razonable (29), pero la respuesta de los acusadores fue meramente evasiva e insolente (30). Aunque el Sanedrín tenía poder para condenar a un hombre a muerte, se requería que obtuvieran la sanción del gobernador (31). El comentario de Juan en el v. 32 implica que, dado que Jesús había predicho su muerte por crucifixión, los hechos fueron guiados para dar su cumplimiento.
El segundo episodio de este juicio, una conversación entre Pilato y Jesús, ocurrió dentro del Pretorio. La pregunta de Pilato en el v. 33 debe entenderse como que significa: “¿Pretendes ser el rey de los judíos?” La noción de realeza probablemente estaba en la acusación del Sanedrín para implicar al gobernador. Pero Jesús dejó en claro que este concepto de realeza difería del que tenía Pilato. Si su reino fuera realmente una amenaza para el imperio, seguramente Jesús hubiera organizado una revuelta. El sentido es claro; el reino de Jesús era de un orden diferente de los reinos de este mundo (36). Un reino espiritual no necesita ser apoyado por la fuerza física.
Hay un elemento de desprecio en la pregunta de Pilato (37), pero no estaba preparado para la respuesta de Jesús cuando introdujo el concepto de verdad. Esta es la única referencia directa al nacimiento de Jesús en este Evangelio. Puesto que un reino de este mundo no está generalmente relacionado con la idea de verdad, la pregunta de Pilato ¿qué es la verdad? es comprensible, aunque sea claro que no la hizo con interés sincero de saber la respuesta. Sin embargo, no reconoció que hubiera base para la seria acusación que presentaban contra Jesús sus acusadores. La debilidad de carácter de Pilato se ve en el conflicto entre su juicio sobre la inocencia de Jesús y sus propuestas a los judíos en el v. 39. En la pregunta ¿queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos?, Pilato usó adrede el título rey, sin duda para mostrar su desprecio por los judíos. La palabra usada para describir a Barrabás es lit. asaltante, como en la RVA, pero había llegado a incluir a los terroristas políticos. Un hombre violento era preferible al rey de la verdad.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
x 1011 Mat 27:2; Mar 15:1; Luc 23:1; Hch 3:13
y 1012 Hch 10:28
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
al Pretorio. Véase coment. en Mt 27:27.
muy de mañana. Los líderes judíos ahora quieren hacer que el juicio aparezca legal, a pesar de haber violado la ley que prohibía juicios de noche que tenían que ver con sentencia de muerte.
para no contaminarse. Los judíos evitaban cualquier clase de contaminación para poder comer durante la celebración de la semana de la Pascua y de los panes sin levadura (cp. Lc 22:1). El Pretorio, siendo residencia gentil, era considerado impuro por varias razones, entre otras, que allí podría haber levadura mientras se celebraba la fiesta de los panes sin levadura (Dt 16:4), y también por la práctica gentil de enterrar a sus muertos bajo sus propias casas (cp. Nm 19:16; 31:19). Tal contaminación les mantendría impuros por siete días (Nm 19:11), y hasta podría obligarles a no comer la Pascua por un mes (Nm 9:6– 12).
Fuente: La Biblia de las Américas
28 super (1) La residencia oficial del gobernador.
28 super (2) Una referencia de la cuarta vigilia, de las tres de la madrugada a las seis de la mañana.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
ellos no entraron en el pretorio. Él cuartel general de los romanos (también en el v. Jua 18:33). Como residencia de gentiles, era lugar impuro. Por eso, las autoridades judías no querían entrar, para no quedar contaminados para la Pascua. ¡Sin embargo, estaban deseosos de ver cometido el asesinato de Jesús, sin miedo a ser contaminados por ello! Véase nota en Mat 27:27.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
En la exposición de este pasaje nos ceñiremos al examen de tres verdades que se descubren á la primera ojeada.
Es de notarse, primeramente, cuan espantosa es la dureza de corazón de los hombres no convertidos. Algunos de los que aprehendieron á nuestro Señor eran probablemente soldados romanos, y los demás eran criados de los sacerdotes y fariseos, y por consiguiente Judíos. Mas en un respecto todos se parecían: todos fueron testigos del poder sobrenatural de nuestro Señor cuando «volvieron atrás y cayeron en tierra;» todos presenciaron el milagro que obró nuestro Señor cuando tocó la oreja de Malco y lo sanó; y sin embargo todos permanecieron impasibles, fríos é indiferentes, como si no hubieran visto cosa alguna extraordinaria, antes bien siguieron cumpliendo su odiosa comisión y, prendiendo y atando á Jesús, le condujeron á la ciudad.
El grado de dureza de corazón y de embotamiento de conciencia á que puede llegar el hombre cuando permanece por muchos años privado da todo influjo religioso, es verdaderamente sorprendente, espantoso. Dios y las cosas celestiales parecen ocultarse á la imaginación: el mundo y todo lo que es mundano parece absorber completamente la atención. Es fácil comprender que bajo tales circunstancias los milagros producirían en el ánimo poco ó ningún efecto: el órgano de la vista los contemplaría con la misma indiferencia que un bruto contempla un hermoso pasaje. Precisamente eso fue lo que sucedió en el caso de que nos ocupamos. Muy engañados están los que creen que se convertirían al presenciar un milagro.
Es de notarse, en seguida, cuan extraordinaria fue la condescendencia de nuestro Señor Jesucristo. Fue aprehendido y conducido ante el tribunal como malhechor; fue acusado ante jueces injustos; fue escarnecido y ultrajado. Y sin embargo, en virtud de un solo acto de voluntad pudo haberse libertado de las manos crueles de sus enemigos. Además, él sabía bien que Anías y Caifás y todos sus compañeros tendrían algún día que comparecer ante su supremo tribunal á recibir una sentencia de efectos eternos. El lo sabía todo, y sin embargo se dejó tratar como malhechor.
El amor de Jesucristo hacia los pecadores sobrepuja todo entendimiento. El sufrir por aquellos á quienes amamos y que por algún motivo son dignos de nuestro afecto, es un acto que fácilmente se explica. Someternos resignadamente á una afrenta cuando no nos es dado resistir, es un acto que aconseja la prudencia. Mas sufrir voluntariamente cuando se está en aptitud de impedirlo, sufrir por pecadores desleales é incrédulos, y esto sin que haya precedido la súplica ó sin que siga la gratitud, sufrir así es un heroísmo que el entendimiento humano no alcanza á comprender. No debemos olvidar que en eso consistió lo sublime de la pasión y muerte de nuestro Señor. Voluntariamente se dejó aprisionar para que nosotros obtuviéramos nuestra libertad. Voluntariamente se dejó acusar y condenar para que nosotros fuéramos absueltos y declarados inocentes. «Padeció una vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevarnos á Dios.» «Por amor de nosotros se hizo pobre, siendo rico; para que vosotros por su pobreza fueseis ricos.» «Á él que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.» 1Pe 3:18; 2Co 8:9; F: 21.
Es de notarse, por último, hasta qué grado tan espantoso puede llegar la bajeza de, un cristiano verdadero. Pedro, el más célebre do los apóstoles, abandonó á su Maestro y se portó como un cobarde. Huyó cuando debía estar á su lado; se avergonzó de reconocerle cuando le debía haber confesado; y, por último, negó tres veces que siquiera le conocía. Y todo eso después de haber recibido la cena del Señor; después de haber oído la oración y el discurso más conmovedores que los mortales hayan jamás oído; después de habérsele prevenido explícitamente, y cuando la tentación no era demasiado fuerte. Al leer la historia de tales hechos uno se siente inclinado á exclamar: «Señor, ¡qué es el hombre para que te acuerdes de él!.
La caída de Pedro debe servirnos de escarmiento: es una señal puesta en la Escritura para que los demás creyentes sepan en dónde están los escollos y no hagan naufragio en la fe. Entre otras cosas nos manifiesta cuáles son las consecuencias del orgullo y la jactancia. Si Pedro no hubiera tenido una seguridad tan plena de que, aunque todos negaran á Jesucristo, él, por su parte, ni lo haría, es bien probable que jamás hubiera caído. También nos demuestra cuáles son las consecuencias de la desidia. Si Pedro hubiera velado y orado, cuando nuestro Señor lo aconsejó que lo hiciera, habría sin duda recibido gracia en la hora do prueba. Demuéstranos, por último, el influjo pernicioso del temor del hombre. Quizá son pocos los que reconocen cuánto más temen al hombre, á quien pueden ver, que á Dios, á quien no pueden ver. Todo esto ha sido escrito para nuestro provecho. Acordémonos de Pedro y obremos con prudencia.
Mas, todo esto no obstante, al terminar este pasaje debe consolarnos la idea do que tenemos un Sumo Sacerdote misericordioso y benigno, que se compadece de nosotros por nuestra flaqueza, y no nos desecha a pesar de nuestros extravíos Es cierto que Pedro cayó de una manera vergonzosa, y que solo recobró el puesto de fiel cristiano después de mucho arrepentimiento y muchas lágrimas. Pero sí lo recobró: no se le dejó que sufriera todas las consecuencias de su pecado, ni se lo desechó para siempre. La misma mano compasiva que lo salvó cuando estaba al ahogarse, porque lo faltó la fe, lo asió tiernamente y lo levantó cuando cayó en el salón del Sumo Sacerdote. ¿Y se atreverá alguien á dudar que después fue mejor y más sabio que antes? Si la historia de la caída de Pedro ha sido motivo de que los cristianos reconozcan más su propia debilidad, por una parte, y la misericordia de Jesús por otra, entonces no nos ha sido trasmitida en vano.
Fuente: Los Evangelios Explicados
comer… Lit. comieran.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R1413 Cuando una cláusula introducida por ἵνα está seguida por ἀλλά (que significa: pero al contrario), ἵνα no se repite (comp. Jua 3:16).
B14 Ἄγουσιν se usa como un presente histórico, que se refiere a un evento pasado con descripción viva (comp. Luc 8:49): Llevaron.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
I.e., la residencia oficial del gobernador
Lit., pero
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. comieran.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
* Implícito.
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento
Biblia Peshitta 2006 Notas:
[12] 18.28 Residencia oficial o palacio del gobernador de una provincia, en este caso de Poncio Pilato.
Fuente: Peshitta en Español