Biblia

Comentario de Juan 19:17 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 19:17 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

y él salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama de la Calavera, y en hebreo Gólgota.

Y llevando su cruz. Mat 10:38; Mat 16:24; Mat 27:31-33; Mar 8:34; Mar 10:21; Mar 15:21, Mar 15:22; Luc 9:23; Luc 14:27; Luc 23:26, Luc 23:33.

salió al lugar que se dice de la Calavera. Lev 16:21, Lev 16:22; Lev 24:14; Núm 15:35, Núm 15:36; 1Re 21:13; Luc 23:33; Hch 7:58; Heb 13:11-13.

y en hebreo Gólgota. El Gólgota, del cual κρανιον [G2898] y Calvario son meramente traducciones, se supone que fue una colina, o una elevación en una colina mayor, en el noroeste de Jerusalén. Mat 27:33, Mat 27:34; Mar 15:21, Mar 15:22; Luc 23:33.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El lugar … de la Calavera probablemente obtuvo su nombre por la forma de la colina.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

CARGANDO SU CRUZ. Véase Mat 27:31, nota.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

cargando su cruz. Esto se refiere al travesaño horizontal de la cruz. El hombre condenado lo llevaba atado a sus hombros hasta el lugar de su ejecución. Jesús cargó su cruz hasta la puerta de la ciudad, pero debido a los efectos de la flagelación brutal a la que fue sometido, un hombre llamado Simón de Cirene tuvo que llevarla por Él (Mat 27:32; Mar 15:21; Luc 23:26). Gólgota. Este término es la transliteración griega de una palabra aramea que significa «calavera». Es probable que ese sitio derivara su nombre del aspecto que tenía, pero su ubicación exacta es incierta en la actualidad.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

EL CAMINO DE LA CRUZ

Juan 19:17-22

Así es que se hicieron cargo de Jesús, Que iba llevando a cuestas Su Cruz, y salieron al lugar que se llama La Calavera, y en hebreo Gólgota. Allí Le crucificaron con otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.

Pilato escribió un cartel para poner en la Cruz:

«JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS».

Muchos judíos leían el cartel, porque el lugar en que estaba crucificado Jesús era cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, latín y griego. Así que los principales sacerdotes dijeron insistentemente a Pilato:
-¡No escribas «Rey de los Judíos», sino que Él dijo que era el rey de los judíos!

-¡Lo escrito, escrito está! -les contestó Pilato.

No había una muerte peor que la crucifixión. Hasta los Romanos la miraban con horror. Cicerón declaraba que era «la muerte más cruel y aterradora.» Tácito dijo que era «una muerte denigrante.» Fue en su origen un método persa de ejecución. Tal vez lo inventaron porque para los persas la tierra era sagrada, y no querían contaminarla con el cuerpo de un criminal; así que le clavaban a una cruz y le dejaban morir allí, a la vista de los buitres y de las otras carroñeras que terminarían la ejecución. Los cartagineses adoptaron de los persas la crucifixión, y los Romanos, de los cartagineses.
La crucifixión no era el método de ejecución que se seguía en Roma, pero sí en las provincias, aunque sólo se solía aplicar a los esclavos. Era inconcebible que se le aplicara esa muerte a un ciudadano romano. Dice Cicerón: «Es un crimen atar a un ciudadano romano; todavía un crimen mayor el apalearle; es casi como cometer un parricidio el darle muerte. ¿Y qué podría decirse de crucificarle? Acción tan nefasta no se podría describir con palabras, porque no tiene calificativo.» Fue esa muerte, la más terrible del mundo antiguo, reservada para esclavos y criminales, la que sufrió Jesús.
La rutina de la crucifixión era siempre igual. Después de celebrarse el juicio y de ser condenado el criminal, el juez pronunciaba la terrible sentencia: «¡Ibis ad crucem!» «¡Irás a la cruz!» El veredicto se llevaba a cabo inmediatamente. Se ponía al condenado en medio de un quaternium o compañía de cuatro soldados. Se le colocaba el travesaño de la cruz sobre los hombros. Era costumbre azotarle antes, y ya hemos recordado lo terrible que era; y era corriente que hubiera que seguir pinchándole o azotándole a lo largo del camino para que siguiera adelante o se levantara si se caía, hasta que llegara al lugar de la ejecución. Delante de él iba un oficial con el cartel en el que se podía leer el crimen por el que se le había condenado, y se le conducía pasando por el mayor número posible de calles. Eso se hacía por dos razones. La primera, para que el mayor número posible de personas lo vieran y tomaran ejemplo; pero también por una razón más humana: se llevaba el cartel delante del condenado por la ruta más larga para que, si alguien podía dar testimonio a su favor, saliera a hacerlo. En tal caso, se detenía la comitiva y se devolvía el caso al tribunal.

El lugar de ejecución en Jerusalén se llamaba El lugar de la Calavera, Kranion, en hebreo Gólgota. (Calvario es la palabra latina con el mismo significado). Estaba fuera de la muralla, porque no era legal crucificar a nadie dentro de los límites de la ciudad. No se sabe con absoluta certeza dónde estaba.

Se han hecho varias sugerencias para explicar el macabro nombre, Lugar de la Calavera. Cuenta una leyenda que se llamaba así porque estaba enterrada allí la calavera de Adán. Otra sugerencia es que aquel lugar estaba lleno de calaveras de crucificados; pero eso no es probable, porque, según el derecho criminal romano, el criminal tenía que permanecer crucificado hasta morir de hambre, sed o lo que fuera, una tortura que a veces duraba días; pero la ley judía decía que el cuerpo del criminal se tenía que bajar de la cruz y enterrar para la tarde. En la ley romana, el cuerpo no se enterraba, sino se dejaba a los buitres y los perros parias para que acabaran con él; pero eso habría sido ilegal para los judíos, y no se concibe que hubiera un lugar contaminado de calaveras. Lo más probable es que el lugar se llamara así por ser una colina pelada que parecía una calavera. En cualquier caso, era un nombre idóneo para las cosas macabras que en él tenían lugar.
Así es que Jesús salió, destrozado y sangrante, con la espalda rasgada en tiras por los azotes, llevando Su Cruz hasta el lugar donde había de morir.

EL CAMINO DE LA CRUZ

Juan 19:17-22 (conclusión)

En este pasaje hay otras dos cosas que no debemos pasar por alto. El cartel que se puso en la Cruz de Jesús estaba escrito en hebreo, latín y griego. Estas eran las tres grandes lenguas del mundo antiguo, y representaban a tres naciones. En el plan de Dios, todas las naciones tienen algo que enseñarle al mundo; y estas tres hicieron tres grandes aportaciones al mundo y a la Historia universal. Grecia le enseñó al mundo la belleza de la forma y del pensamiento; Roma le enseñó al mundo la ley y el gobierno, e Israel le enseñó al mundo la religión y el culto del único Dios verdadero. En Jesús vemos la consumación de estas tres cosas. En Él está la suprema belleza y el pensamiento más elevado acerca de Dios. En Él está la Ley de Dios y el Reino de Dios. Y en Él está la verdadera Imagen de Dios. Todas las búsquedas y los esfuerzos del mundo encuentran en Él su culminación. Es significativo que Le llamaran Rey las tres grandes lenguas del mundo.
No cabe duda que Pilato puso aquel cartel en la Cruz de Jesús para humillar y enfurecer a los judíos. Acababan de decir que no tenían más rey que al césar; acababan de rechazar a Jesús como su Rey. Y Pilato, sarcásticamente, puso aquel cartel en la Cruz. Las autoridades judías le pidieron insistentemente que lo quitara o cambiara, pero Pilato se negó. «¡Lo escrito, escrito está!» -les contestó. Aquí tenemos a Pilato el inflexible, el que no estaba dispuesto a ceder ni un pelo. Hacía poco que había vacilado cobardemente entre crucificar a Jesús o soltarle; y había acabado por dejarse intimidar y chantajear por los judíos. Inflexible acerca del cartel cuando había sido tan débil sobre la crucifixión.
Es una de las paradojas de la vida que uno puede mantenerse firme acerca de cosas que no importan y débil ante las que tienen una importancia suprema. Si Pilato hubiera resistido las tácticas de los judíos y no les hubiera concedido su voluntad en el caso de Jesús, probablemente habría pasado a la Historia como uno de sus nobles ejemplos. Pero, como se sometió en lo más importante y sólo se mantuvo firme en lo accesorio, su nombre está cubierto de vergüenza. Pilato aplicó mal y tarde su autoridad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

“Y cargando él mismo la cruz” es traducido por varias versiones como “cargando su propia cruz”, en tanto que otras entienden “Jesús mismo cargado con la cruz”. El verbo “salió” indica fuera de la ciudad: «Jesús salió de allí cargando su propia cruz, y fue al lugar que en hebreo se llama Gólgota, que significa ‘Lugar de la Calavera’». Aquí la NEB lo traduce con paréntesis: «(que en el idioma de los judíos es Gólgota)». Se comprende que Jesús llevaba sobre sus espaldas el madero en forma de cruz donde lo iban a clavar. Se puede traducir también así: “Jesús llevó sobre sus hombros el madero de la cruz fuera de la ciudad, al lugar conocido con el nombre de la Calavera”, «Llevando su propia cruz, salió fuera de la ciudad hacia un lugar llamado ‘La Calavera’ (que en la lengua de los judíos se dice ‘Gólgota’)» (BI).

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— cargando con su propia cruz: Según la costumbre romana, lo que el reo llevaba sobre sus hombros era el madero transversal de la cruz. Lo llevaba hasta el lugar del suplicio donde se encontraba ya plantado el madero vertical.

— Gólgota: Pequeño promontorio situado al noroeste de Jerusalén, fuera ya de las murallas, pero muy cerca de la ciudad.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

La crucifixión

El hecho de que Jesús fuera obligado a llevar su propia cruz muestra que fue crucificado como un criminal común (17). Juan no menciona que Simón le ayudó a llevarla (cf. Mat. 27:32; Mar. 15:21; Luc. 23:26), pero el traspaso debe haber ocurrido en el camino al Gólgota. Aunque Juan menciona que otros dos fueron crucificados con Jesús (18), no da detalles de las acusaciones contra ellos. Por otro lado, sólo Juan relata que Pilato fue responsable del letrero fijado sobre la cruz. Hay ligeras variaciones en los diferentes registros de las palabras usadas allí, pero todas concuerdan en que la inscripción contenía la expresión REY DE LOS JUDIOS. Esta declaración causó resentidas protestas entre los sacerdotes, que provocaron la obstinación de Pilato (21, 22). Cuando Juan se refiere a los principales sacerdotes, la forma de las palabras contrasta fuertemente con el título usado para Jesús.

Las vestiduras del condenado pertenecían a los soldados de servicio y de allí lo hecho en el v. 23. Juan ve un cumplimiento del Sal. 22:18, pero eso no se menciona en los Sinópticos. Hay alguna cuestión sobre si había tres o cuatro mujeres junto a la cruz (25). Lo más razonable parece suponer que eran cuatro y que la hermana de su madre era Salomé. Una comparación con Mar. 15:40 sugiere que la madre de Jacobo y Juan mencionada allí era la mujer de Cleofas que se menciona aquí. El acto de Jesús al dirigirse a su madre y a su discípulo amado (26, 27) muestra su tierna consideración por ella en la hora de su más grande tribulación.

Los momentos finales de la vida terrena de Jesús fueron marcados por otros dos clamores, uno relacionado con su propia necesidad humana (tengo sed, 28) y el otro sobre la finalización de su misión (¡consumado es!, 30). Una vez más, Juan señala aquí un cumplimiento de la Escritura, posiblemente una alusión al Sal. 69:21. Se ha discutido sobre lo improbable de que una rama de hisopo pu diera sostener una esponja empapada en vinagre (29). Una explicación es que la palabra original haya sido hysso (“jabalina”), pero es improbable; no hay evidencia textual y no es fácil que los solda dos tuvieran jabalinas alrededor de la cruz. Mar. 15:36 se refiere a una caña, que más probablemente podría sostener una esponja. El vinagre pudo haber dado más fuerza para el clamor final.

El deseo de los judíos de cumplir sus requisitos rituales (31) debe haber sido de doble importancia para ellos porque era el sábado que caía dentro de la fiesta de la Pascua. El brutal procedimiento de quebrar las piernas no era parte del castigo de la crucifixión, pero se usaba para acelerar la muerte (32, 33). Sin ello, la muerte podía retardarse algún tiempo, inclusive días. El acto de perforar su costado y el fluir de sangre y agua (34) tenía gran significado para Juan (35). Se han dado varias explicaciones sobre la sangre y agua pero la intención de Juan aquí es la de afirmar la realidad física de la muerte de Jesús, en contraste con el concepto de los docetistas, que pretendían que su muerte fue sólo una apariencia. Las palabras el que lo ha visto (35) han sido interpretadas ya como una referencia al autor mismo o a una tercera persona. No sería antinatural que un autor, que ha escondido cuidado samente su identidad, usara la tercera persona al referirse a su conocimiento personal del hecho. Su deseo de subrayar la verdad del tema era para llevar a otros a la fe. El adjetivo que se usa aquí para verdadero es el mismo que aparece en 15:1 para la vid. Los dos pasajes que Juan cita aquí muestran el cumplimiento de la Escritura y probablemente sean Exo. 12:46 y Zac. 12:10, aunque algunos han encontrado trazas de Núm. 9:12 y Sal. 34:20 en relación con el primer pasaje.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) Véase Ap. 5C.

(2) Véase Mat 27:33, n: “Lugar del Cráneo”.

(3) “Gólgota.” Gr.: Gol·go·thá; J17,18(heb.): Gol·gol·tá’.

REFERENCIAS CRUZADAS

o 1045 Gén 22:6; Mat 27:32

p 1046 Lev 16:27; Heb 13:12

q 1047 Mat 27:33; Mar 15:22

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

cargando su cruz. Véase coment. en Mt 27:32. Juan decide no mencionar a Simón de Cirene.

Lugar de la Calavera. Véase coment. en Mt 27:33.

Fuente: La Biblia de las Américas

Gólgota. Véase nota en Mat 27:33.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Estos versículos presentan un cuadro histórico de grande interés para todos los que profesen ser cristianos. Contiene ese cuadro dos figuras y un grupo, pintados al vivo, que bien merecen un examen detenido.
La primera figura es la de nuestro Señor Jesucristo.
Vernos ahí al Salvador del género humano azotado, coronado de espinas, befado, rechazado por los de su misma nación, condenado por un juez que no halla falta en él, y, por último, entregado á la muerte más dolorosa. Y no obstante, era él el Hijo eterno de Dios, el Ser que había sido adorado por una multitud innumerable de ángeles; era el Ser que había venido al mundo para salvar á los pecadores, y que después de haber vivido treinta años sin cometer falta alguna, pasó los últimos tres de su existencia en la tierra en socorrer á los afligidos y menesterosos, y en predicar el Evangelio. ¡Desde el día que apareció por vez primera, jamás resplandeció el sol sobre una escena más maravillosa! No hay amor terrenal que pueda compararse con el amor de Jesucristo, pues es un amor sin igual, un amor que como dice San Pablo, sobrepuja todo entendimiento. Cuando meditemos sobre la triste historia do la pasión, no olvidemos que Jesucristo sufrió por los pecados de nosotros, el Justo por los injustos; que fue llagado por nuestras iniquidades, quebrantado por nuestros pecados, y que con sus cardenales fuimos sanados. Isaías 53.
Imitemos escrupulosamente su paciencia en todos los contratiempos y aflicciones que nos sobrevengan, especialmente en los que nos acaezcan á consecuencia de nuestra religión. Recordemos que cuando le maldecían, no tornaba á maldecir, cuando sufría no amenazó á nadie, mas se encomendó á Aquel que juzga con justicia. Imitemos su ejemplo, y procuremos glorificar su nombre con el bien sufrir, así como también con el bien obrar.
El grupo del cuadro se compone de los incrédulos Judíos que estaban á favor de la muerte de nuestro Señor.
Vedlos como rechazan obstinadamente la oferta que Pilato les hace de soltar á nuestro Señor. Vedlos cómo exigen ferozmente su crucifixión, y piden á gritos salvajes su condenación, como un derecho que les es debido; vedlos cómo rehúsan firmemente reconocerlo como Rey, cómo aseveran que César era su soberano y acumulan sobre sus cabezas la mayor parte del crimen atroz. Y esos hombres eran los hijos de Israel, la simiente de Abraham, los que habían recibido las promesas y la ley ceremonial, la institución de los sacrificios y el orden de sacerdotes. ¡Esos eran los hombres que decían que estaban esperando a un Profeta semejante a Moisés, y a un hijo de David que había de fundar un reino y proclamarse Mesías! Un espíritu sensible no puede menos que sentir cierto pavor religioso al considerar las terribles consecuencias que sobrevienen a los que repetidas veces rechazan la luz y los conocimientos que Dios les concede. La ceguedad espiritual es la desgracia más grande que Dios envía al hombre. El que, como Faraón y Ahab, desoye las frecuentes amonestaciones del Altísimo, vendrá al fin a tener un corazón tan duro como el granito y una conciencia cauterizada como un hierro hecho ascua. Tal era el estado de los judíos en la época de que nos ocupamos, los cuales llenaron la copa de su maldad con el acto de escarnecer y menospreciar a Aquel a quien Pilato quería poner en libertad. ¡Plegue a Dios librarnos de semejante obstinación! El peor castigo que la Providencia puede enviarnos acá en la tierra es abandonarnos al mal que existe dentro de nosotros a las tentaciones de Satanás. Y el medio más seguro de atraer sobre nosotros ese castigo es desoír la voz de admonición que en variados acentos se nos dirige. Las siguientes palabras de Salomón son muy solemnes: «Por cuanto llamé y no quisisteis, ext4endí mi mano y no hubo quien escuchase, y desechasteis todo consejo mío, y no quisisteis mi reprensión: también yo me reiré en vuestra calamidad, y me burlaré cuando os viniere lo que teméis.» Prov. 1.24-26. y no olvidemos que nosotros estamos amenazados por los mismos peligros que habían amenazado a los judíos y que podemos de tal manera llegar a engañarnos, que adoptemos falsas doctrinas y creamos que estamos sirviendo a Dios cuando estamos incurriendo en el pecado.
La tercera figura es la de Poncio Pilato.
Un personaje de elevado rango y posición, un representante de la nación más poderosa de la tierra, un hombre que debía ser el más entusiasta defensor de la equidad y la justicia, en fin, todo un gobernador romano, está suspenso entre dos juicios de una causa en que la verdad es tan clara como la luz meridiana.
Sabiendo de parte de quien está el derecho, se niega a obrar de acuerdo con sus convicciones; diciéndole su conc8iencia que debe poner en libertad al prisionero, teme desagradar a sus acusadores, y sacrifica así la justicia al capricho de los hombres, y sanciona un crimen atroz, y consiente a que se de muerte a una persona inocente. Jamás la naturaleza humana presentó tan triste ejemplo de una degradación. Ningún hombre ha sido jamás con más justicia transmitido por la historia para desprecio de la posteridad, como el que se encuentra incrustado en nuestros credos, el de Poncio Pilato.
¡Qué criaturas tan despreciables son los hombres grandes cuando no están animados de principios elevados y no tienen fe en Dios! El labriego más humilde que posea la gracia divina y tema a Dios es un se más noble a los ojos de su Creador que el gobernante o estadista cuya principal aspiración es agradar al pueblo. Tener como guía una conciencia para la conducta pública y otra para la conducta privada; saber lo que ante los ojos de Dios es bueno, y sin embargo obrar el mal en obsequio de la popularidad, es un proceder que ningún cristiano puede contemplar con aprobación.
Pidamos a la divina Providencia que en el país que nos haya dado por patria no falten nunca magistrados que tengan la rectitud suficiente para concebir ideas sanas, y la enterca necesaria para ajustar sus acciones a esas ideas, sin ceder servilmente a las opiniones de los hombres. Los que temen a Dios más que a los hombres y prefieren agradarle a él más bien que a éstos, son los mejores gobernantes de una nación, y los que a la larga se granjean más el respecto de los gobernados. Magistrados como Pilato son a menudo el azote con que Dios castiga a los pecados de todo un pueblo.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Lit., cargando la cruz por sí mismo

I.e., arameo judaico

Fuente: La Biblia de las Américas

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[16] 19.17 Es decir, arameo, o arameo judaico, la lengua de uso cotidiano de Palestina en esa época.

Fuente: Peshitta en Español