Biblia

Comentario de Juan 19:28 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 19:28 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed.

19:28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. — «Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte» (Sal 22:15). Aquí se enfatiza la humanidad de Jesús. Soldados heridos en el campo de batalla han dicho que su sufrimiento más grande era la sed, aun superando los dolores causados por las heridas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado. Jua 19:30; Jua 13:1; Jua 18:4; Luc 9:31; Luc 12:50; Luc 18:31; Luc 22:37; Hch 13:29.

para que la Escritura se cumpliese. Sal 22:15; Sal 69:21.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

para que la Escritura se cumpliese: Se ha cumplido todo lo predicho con relación a la vida terrestre de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

19:28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. — «Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte» (Sal 22:15). Aquí se enfatiza la humanidad de Jesús. Soldados heridos en el campo de batalla han dicho que su sufrimiento más grande era la sed, aun superando los dolores causados por las heridas.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL FINAL TRIUNFAL

Juan 19:28-30

Después, cuando Jesús supo que ya todo estaba completo, dijo, para que también se cumpliera la Escritura:

-¡Tengo sed!

Había allí un recipiente lleno de vinagre; así que pusieron una esponja empapada en vinagre en lo alto de una caña de hisopo, y Se la acercaron a la boca.

Cuando Jesús probó el vinagre, dijo:
-¡Ya todo está completo!

Y recostando hacia atrás la cabeza, entregó el espíritu.

En este pasaje Juan nos coloca frente a frente a dos cosas acerca de Jesús.
(i) Nos pone cara a cara con Su sufrimiento humano; cuando Jesús estaba en la Cruz experimentó la agonía de la sed. Cuando Juan estaba escribiendo su evangelio, allá por el año 100 d C., había surgido una cierta tendencia en el pensamiento filosófico y religioso que se llamaba el gnosticismo. Una de sus doctrinas básicas era que el espíritu es totalmente bueno, y la materia totalmente mala. De ahí se deducían ciertas conclusiones. Una era que Dios, que es Espíritu puro, no puede de ninguna manera asumir un cuerpo que es materia, y por tanto malo. Por tanto, los gnósticos enseñaban que Jesús no tenía un cuerpo de verdad, sino que era sólo un fantasma. Decían, por ejemplo, que cuando andaba no dejaba huellas en el suelo, porque era un espíritu puro en un cuerpo irreal.
De ahí pasaban a decir que Dios no podía sufrir; y, por tanto, Jesús no sufrió de veras, sino que pasó por la experiencia de la Cruz sin padecer ningún dolor. Cuando los gnósticos hablaban así creían que estaban honrando a Dios y a Jesús; pero lo que estaban haciendo era destruyendo la realidad de Jesús. Si Él había de redimir a la humanidad, tenía que hacerse humano. Tenía que hacerse como nosotros para hacernos como Él. Por eso Juan hace hincapié en el hecho de que Jesús sufrió la sed. Quería hacer ver que era verdaderamente humano, y que realmente experimentó la agonía de la Cruz. Juan se detiene todo lo necesario para subrayar el hecho de la perfecta humanidad y el sufrimiento real de Jesús.
(ii) Pero, igualmente, nos pone cara a cara ante el triunfo de Jesús. Cuando comparamos los cuatro evangelios descubrimos un hecho iluminador. Los otros tres evangelios no nos relatan que Jesús dijera: » ¡Ya todo está completo!»; pero sí nos dicen que exclamó en voz muy alta (Mateo 27.50; Mr 15:37 ; Lc 23:46 ). Por otra parte, Juan no nos menciona el gran grito; pero sí nos dice que Sus últimas palabras fueron: «¡Ya todo está completo!» La explicación es que el gran grito y las palabras «¡Ya todo está completo!» son la misma cosa. «¡Ya todo está completo!» es sólo una palabra en griego, tetélestai; y Jesús murió con un grito de triunfo en Sus labios. No dijo: «Todo se acabó,» como reconociendo Su derrota; sino proclamando Su victoria con un grito de júbilo. Parecía estar destrozado en la Cruz, pero sabía que había obtenido la victoria.

La última frase de este pasaje aún lo deja más claro. Juan dice que Jesús recostó la cabeza hacia atrás y entregó el espíritu. Como si reclinara la cabeza en la almohada. Para Jesús, el combate había terminado, y aun en la Cruz conoció el gozo de la victoria y el descanso del Que ha completado Su tarea y puede relajarse, contento y en paz.
Hay otras dos cosas que no debemos pasar por alto en este pasaje. La primera es que Juan relaciona el grito de Jesús: «¡Tengo sed!», con el cumplimiento de un versículo del Antiguo Testamento: «Me pusieron además hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre» (Sal 69:21 ).

La segunda es otra de las alusiones de Juan. Nos dice que fue en una caña del hisopo donde pusieron la esponja con el vinagre. Ahora bien: la caña o junco de hisopo era una cosa muy poco idónea para ese uso, porque no era más que un junco semejante a la hierba fuerte, pero que no tenía mucho más de medio metro de altura. Tan improbable es que se tratara de esa planta que algunos investigadores han sugerido que se trata de un pequeño error ortográfico, y que la palabra sería la que quiere decir lanza. Pero fue hisopo lo que escribió y quería decir Juan. Si retrocedemos bastantes siglos hasta la primera Pascua, cuando los israelitas salieron para siempre de la esclavitud de Egipto, recordamos que el ángel de la muerte iba pasando por todas las casas aquella noche matando a los primogénitos de los egipcios. Recordamos que los israelitas tenían que matar su cordero pascual, y untar los lados de las puertas de sus casas con la sangre para que el ángel de la muerte pasara por alto sus casas -que es lo que quiere decir la Pascua. Y las instrucciones originales habían sido: «Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre del lebrillo» (Ex 12:22 ). Fue la sangre del cordero pascual la que salvó al pueblo de Dios; y era la sangre de Jesús la que salvaría al mundo del pecado. La sola mención del hisopo conduciría el pensamiento de cualquier israelita al poder salvador de la sangre del cordero pascual; y esta era la manera en que Juan presentaba a Jesús como el Cordero pascual de Dios Cuya muerte salva al mundo del pecado.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

3. La muerte de Jesús (Jua 19:28-37)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El versículo comienza con la frase “después de esto” que se traduce también “después de estas palabras” o «después de eso» (BL). «Después de esto, plenamente consciente de haber cumplido a la perfección la misión que el Padre le había confiado, con el fin de que se cumpliese la Escritura, Jesús exclamó: Tengo sed» (BI), «Jesús sabía que ya había hecho todo lo que Dios le había ordenado. Por eso, y para que se cumpliera lo que dice la Biblia, dijo: ‘Tengo sed’» (TLA). Sería posible traducir en forma más activa, como por ejemplo: “Como Jesús había hecho todo lo que había que hacer” o “como Jesús había obedecido en todo sin dejar nada por terminar”.

La exclamación final es “¡Tengo sed!” o “¡Denme de beber”. La oración puede ser más dinámica si se invierte el orden: “Exclamó: ¡Tengo sed!, para que la Escritura se cumpliera”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Sal 22:15.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

b 1058 Sal 22:15

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

28 (1) La sed es un anticipo de la muerte ( Luc_16:24 ; Rev_21:8). El Señor Jesús sufrió esto por nosotros en la cruz ( Heb_2:9).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Quien lea un pasaje como este sin sentir profunda gratitud hacia Jesucristo debe ser muy insensible ó muy indiferente. Grande debe de ser el amor de Jesucristo hacia los pecadores cuando se sometió -voluntariamente á tantos sufrimientos á fin de salvarlos; y grande debe de ser la maldad del pecado cuando tantos sufrimientos fueron necesarios para obtener nuestra redención.
Debemos advertir, en primer lugar, cómo nuestro Señor tuvo que llevar la cruz á cuestas desde la ciudad hasta el Gólgota..
Ese acto tuvo su significación. Por una parte, fue una porción de la profunda humillación á que tuvo que someterse nuestro Señor como nuestro sustituto. Á.
los más viles criminales se les obligaba á que llevaran su propia cruz cuando iban á ser ejecutados, y nuestro Señor no fue eximido de ese castigo. Por otra parte, fue el cumplimiento de la grande ofrenda del pecado prescrita en la ley de Moisés. Lev 16:27. Al insistir que los romanos crucificaran á Jesús fuera de los muros de la ciudad, los judíos no llegaron á imaginarse que impensadamente estaban presentando la más grande ofrenda por el pecado que jamás había sido dado á los mortales contemplar. Escrito está: «Por lo cual Jesús también, para santificar al pueblo por su propia sangre, padeció fuera de la puerta.» Heb 13:12.
Nosotros debemos estar prontos, como nuestro Maestro, á dar un adiós á nuestro sosiego y sufrir las afrentas que él sufrió. Debemos estar prontos á dejar el mundo, y vivir separados de él, aunque nadie imite nuestra conducta y siga nuestros pasos. Á semejanza de nuestro Maestro, es menester que nos resignemos á llevar la cruz diariamente y á ser perseguidos por nuestros principios y nuestra conducta. Fácil y hacedero es usar por adorno cruces materiales, y colocarlas en las iglesias ó en las tumbas; mas tener grabada en nuestros corazones la cruz de Jesucristo y llevarla ahí todos los dias, crucificar nuestros afectos y nuestra vida misma, de manera que participemos de algún modo en los sufrimientos del Redentor–son actos para los cuales necesitamos de abnegación. Y sin embargo, ese modo moral de llevar la cruz es el único que puede producir bienes al mundo. Lo que en estos tiempos se necesita no es de la cruz que adorna, sino de la que humilla.
Es de advertirse, en segundo lugar, que nuestro Señor fue crucificado como Rey.
La inscripción colocada en la parte superior de la cruz expresaba esto de una manera clara e inequívoca. Cualquier espectador que pudiera leer griego, latín ó hebreo no podría menos de percibir que al que pendía de la cruz se le había dado el título de rey. Dios en su omnipotencia arregló de tal manera los acontecimientos que la voluntad de Pilato prevaleció siquiera en un respecto sobre los malignos deseos de los judíos. Á. despecho de los sumos sacerdotes nuestro Señor fue crucificado como Rey de los Judíos.
Había cierta congruencia en que así sucediese. Aun antes de que nuestro Señor hubiera nacido, el ángel Gabriel dijo así á la Virgen María: «Le dará el Señor Dios el trono de David su padre; y reinará en la casa de Jacob eternamente, y de su reino no habrá cabo.» Luk 1:32-33. Casi tan pronto como nació concurrieron á la Palestina unos sabios del Oriente que decían: «¿Dónde está el Rey de los Judíos, que ha nacido?» En la semana misma que precedió á la de la crucifixión la muchedumbre que acompañó a nuestro Señor en su entrada triunfal á Jerusalén había dicho: «Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel.» Joh 12:13. La creencia general entre el pueblo judío era que el Mesías, el Hijo de David, había de venir como Rey. Nuestro Señor, por su parte, proclamó durante su ministerio el reino de los cielos, el reino de Dios. Sí era Rey á la verdad, como le dijo á Pilato, mas de un reino enteramente distinto de los de este mundo, aunque no menos real y verdadero. Come Jefe de ese reino había nacido, y había vivido, y había sido crucificado.
Cuidemos de reconocer á Jesucristo como nuestro Rey, como el Rey de nuestros corazones. Tan solo de los que le han obedecido como tal en este mundo, será el Salvador en el último día. Tributémosle con alborozo esa fe, ese amor, esa obediencia que él estima más que el oro. Y sobro todo, no recelemos jamás de declarar que somos súbditos, siervos y discípulos suyos, por mucho que el mundo lo desprecie. Vendrá un día en que el escarnecido Nazareno que fue suspendido de la cruz, tomará en sus manos el poder que le pertenece y pondrá bajo sus plantas á todos sus enemigos. Según predijo Daniel, los reinos terrenales serán derruidos, y el mundo entero formará el reino de Dios y de su Hijo; y al fin toda rodilla se hincará ante él y toda boca confesará que Jesucristo es el Señor.
Debe advertirse, por último, con cuánta ternura pensó nuestro Señor en su madre María.
Aun en medio de su terrible agonía corporal y mental, Jesús no se olvidó de la mujer de quien había nacido, mas se acordó de su estado de desamparo, y del quebranto que debía producirle la luctuosa escena que tenía á la vista. El sabía que, santa como era, no era más que una mujer, y que, como tal, debería sentir profundamente la muerte de su Hijo. Por lo tanto la encomendó á la protección de Juan, su más amado y más amante discípulo. «Mujer,» le dijo, «he ahí tu hijo» Entonces dijo al discípulo: «He ahí tu madre.» «Y desde aquella hora.» agrega el Evangelista, «el discípulo la recibió en su propia casa..
No necesitamos prueba más concluyente que la que nos suministra este pasaje para convencernos de que Dios jamás ordenó que venerásemos como divina á la madre de Jesús, ó que le orásemos y confiásemos en ella como patrona de los pecadores. El sentido común nos enseña que, habiendo ella necesitado ajena protección, mal puede ayudar á los hombres á llegar al cielo, ó ser bajo respecto alguno mediadora entre Dios y los hombres. Por doloroso que ello sea, no podemos menos que afirmar que de todas las doctrinas de la iglesia de Roma no hay ninguna que carezca tanto de apoyo en la Escritura, ó en la razón natural como la de la adoración de María.
Más, prescindamos de estos puntos de controversia, y consideremos un asunto de importancia más práctica. Consolémonos con el pensamiento de que Jesús es un Salvador de sin igual ternura y compasión, y que toma en consideración el estado de los creyentes. No olvidemos jamás estas palabras suyas: «Cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, esto es mi hermano, y mi hermana, y mi madre.» Mar 3:35. Jesús no se olvida nunca de los que lo aman, y en todo tiempo tiene presentes sus necesidades.

Fuente: Los Evangelios Explicados

sed…Sal 22:15; Sal 69:21.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R425 La cláusula final encabezada por ἵνα en este versículo, de alguna manera interrumpe el hilo de la oración (la cláusula de propósito sigue más adelante -BD478; posiblemente esto indique algún grado de énfasis).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. ha.

19.28 g Sal 69:21.

19.28 Lit. dice.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Sal 69:21.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento