Comentario de Juan 19:38 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo.
19:38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. — El punto principal en este versículo es que los apóstoles no se encargaron del cuerpo de Jesús; más bien, fue entregado a un hombre eminente entre los judíos que de ninguna manera podría ser engañado con respecto a la muerte de Jesús. José de Arimatea, «miembro noble del concilio» (Mar 15:43) no hubiera formado parte de alguna conspiración para engañar con respecto a la muerte de Jesús, y no hubiera sepultado a un hombre que no estaba muerto. Este detalle es, pues, muy significativo para probar que no había ningún engaño o fraude con respecto a la muerte y la sepultura de Cristo. En primer lugar, cuando José pidió el cuerpo, «Pilato se sorprendía de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José» (Mar 15:43-45). Algunos incrédulos dicen que Jesús no estaba muerto sino que sólo desmayado. Pilato mismo «se sorprendía de que ya hubiese muerto» y no aceptó la palabra de José sino que tuvo que saberlo del mismo centurión encargado de la crucifixión. Le costó trabajo convencerse de que Jesús estaba muerto, pero el centurión le convenció. Con eso el gobernador romano estaba plenamente convencido de que Jesús estaba muerto.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
José de Arimatea. Mat 27:57-60; Mar 15:42-46; Luc 23:50.
en secreto por miedo de los judíos. Jua 9:22; Jua 12:42; Pro 29:25; Flp 1:14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
José, un miembro rico del consejo judío (Mat 27:57; Mar 15:43), no estuvo de acuerdo con la decisión de los líderes religiosos (Luc 23:50).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
José de Arimatea. Este hombre aparece en los cuatro Evangelios y solo en relación con la sepultura de Jesús. Los sinópticos relatan que era un miembro del sanedrín (Mat 27:57), era rico (Mat 27:57), y esperaba el reino de Dios (Luc 23:51). Juan trató en términos negativos la idea de ser discípulo de Jesús en secreto (vea Jua 12:42-43) pero en vista de que José arriesgó en público su reputación y hasta su vida al pedir el cuerpo de Jesús, Juan lo presentó con un tono más positivo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
19:38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. — El punto principal en este versículo es que los apóstoles no se encargaron del cuerpo de Jesús; más bien, fue entregado a un hombre eminente entre los judíos que de ninguna manera podría ser engañado con respecto a la muerte de Jesús. José de Arimatea, «miembro noble del concilio» (Mar 15:43) no hubiera formado parte de alguna conspiración para engañar con respecto a la muerte de Jesús, y no hubiera sepultado a un hombre que no estaba muerto. Este detalle es, pues, muy significativo para probar que no había ningún engaño o fraude con respecto a la muerte y la sepultura de Cristo.
En primer lugar, cuando José pidió el cuerpo, «Pilato se sorprendía de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si ya estaba muerto. E informado por el centurión, dio el cuerpo a José» (Mar 15:43-45). Algunos incrédulos dicen que Jesús no estaba muerto sino que sólo desmayado. Pilato mismo «se sorprendía de que ya hubiese muerto» y no aceptó la palabra de José sino que tuvo que saberlo del mismo centurión encargado de la crucifixión. Le costó trabajo convencerse de que Jesús estaba muerto, pero el centurión le convenció. Con eso el gobernador romano estaba plenamente convencido de que Jesús estaba muerto.
Alguien puede estar pensando, «Pero, ¿por qué tanto énfasis en este asunto?» Porque nuestra salvación depende de la muerte y la resurrección de Cristo. Si Cristo no resucitó, estamos todavía en los pecados y no hay esperanza de la salvación (1Co 15:12-19), pero si no se puede probar concluyentemente que Cristo estaba muerto, tampoco será posible probar que resucitó de entre los muertos.
Este acto de José de Arimatea cumplió otra profecía: «con los ricos fue en su muerte» (Isa 53:9).
Fuente: Notas Reeves-Partain
LOS DONES PÓSTUMOS A JESÚS
Juan 19:38-42
Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque secreto por temor a los judíos, le pidió a Pilato que le permitiera hacerse cargo del cuerpo de Jesús, y Pilato se lo concedió. Así es que fue a llevarse el cuerpo.
Nicodemo, el que en un principio había venido a Jesús una noche, también fue, llevando unos treinta kilos de mezcla de mirra y áloe. Los dos se llevaron el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos de lino con especias, que es como entierran los judíos a sus muertos.
Donde habían crucificado a Jesús había un huerto, y en él había una tumba nueva en la que todavía no se había enterrado a nadie. Allí fue donde enterraron a Jesús, porque estaba a mano y era víspera de sábado.
Así es que Jesús murió; y lo que quedaba por hacer había que hacerlo deprisa, porque el sábado estaba para empezar, y los sábados no se podía hacer ningún trabajo. Los discípulos de Jesús eran pobres, y no Le habrían podido dar un entierro digno; pero otros dos se hicieron cargo.
Uno era José de Arimatea. Siempre había sido discípulo de Jesús; era un hombre importante y miembro del sanedrín, y hasta entonces había mantenido secreto que era discípulo de Jesús por temor a las consecuencias. Y el otro era Nicodemo. La costumbre de los judíos era envolver los cadáveres en tela de lino y poner especias aromáticas entre los pliegues. Nicodemo trajo especias suficientes para el entierro de un rey. Así es que José de Arimatea le dio la tumba a Jesús, y Nicodemo Le dio la ropa y los perfumes que habrían de cubrirle en la tumba.
Aquí se armonizan la tragedia y la gloria.
(i) Hay tragedia. Tanto Nicodemo como José de Arimatea eran miembros del sanedrín, y eran también discípulos secretos de Jesús. O no estuvieron presentes en la reunión del sanedrín en la que juzgaron y condenaron a Jesús, o no intervinieron en ella, por lo que nosotros sabemos. ¡Qué diferente habría sido para Jesús el que, entre aquellas voces intimidadoras y condenatorias, hubiera sonado alguna en Su defensa! ¡Qué diferencia si hubiera visto lealtad en un rostro, entre tantos hostiles y envenenados! Pero José y Nicodemo estaban atemorizados.
Todos dejamos muchas veces los tributos para cuando se ha muerto la persona. ¡Cuánto más grande habría sido la lealtad en vida que una tumba y un sudario dignos de un rey! Una florecilla en vida vale más que todas las coronas de flores después de muerta la persona; una palabra de afecto o de aprecio o de agradecimiento en vida vale más que todos los panegíricos del mundo cuando la vida ha terminado.
(ii) Pero aquí hay también gloria. La muerte de Jesús había hecho por José y Nicodemo lo que no había hecho toda Su vida. En cuanto murió Jesús en la Cruz, José olvidó sus temores y fue a dar la cara ante el gobernador romano para pedirle Su cuerpo. En cuanto murió Jesús en la Cruz, allí estaba Nicodemo para llevarle un tributo que todos podían ver. La cobardía, la vacilación, la prudente reserva se habían acabado. Los que habían tenido miedo cuando Jesús estaba vivo, se declararon por Él de una manera que todos podían ver tan pronto como murió. No hacía ni una hora que había muerto cuando empezó a cumplirse Su profecía: «En cuanto a Mí, cuando sea levantado de la tierra atraeré a Mí a toda la humanidad» Jn 12:32 ). Puede que la ausencia o el silencio de Nicodemo y José en el sanedrín causaran dolor a Jesús; pero seguro que cómo se desembarazaron de sus temores después de la Cruz Le alegró el corazón al comprobar que el poder de la Cruz había empezado a obrar maravillas y ya estaba atrayendo a las personas hacia Él. El poder de la Cruz ya entonces estaba transformando a los cobardes en héroes y a los vacilantes en personas que se decidían irrevocablemente por Cristo.
NOTA SOBRE LA FECHA DE LA CRUCIFIXIÓN
El Cuarto Evangelio presenta un problema al que no aludimos cuando estábamos estudiando ese pasaje. Aquí sólo podemos mencionarlo brevemente, porque es un problema que no está resuelto, aunque se le ha dedicada una literatura inmensa.
Está claro que, el Cuarto Evangelio por una parte y los otros tres por la otra, dan fechas diferentes de la Crucifixión, y dan impresiones diferentes en cuanto a lo que fue la última Cena.
En los evangelios sinópticos está claro que la última Cena fue la Pascua, y que Jesús fue crucificado el día de la Pascua. Debemos recordar que el día empezaba para los judíos a las 6 de la tarde de lo que sería para nosotros el día anterior. La Pascua caía el 15 de Nisán; pero ese día empezaba a las 6 de la tarde de lo que sería para nosotros el 14 de Nisán. Marcos lo pone bien claro: «Y el primer día de los ázimos, cuando se sacrifican los corderos pascuales, Sus discípulos Le dijeron: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de la Pascua?» Y Jesús les dio instrucciones. Marcos continúa: «Y prepararon la pascua; y, cuando llegó la tarde, Jesús vino con los doce.» (Mr 14:12-17 ). No cabe duda de que Marcos presenta la Última Cena como la comida de la Pascua, y que Jesús fue crucificado el día de la Pascua; y Mateo y Lucas siguen a Marcos.
Por otra parte, Juan deja bien claro que Jesús fue crucificado el día antes de la Pascua. Empieza la historia de la última Cena: » Ahora bien: antes de la fiesta de la Pascua…» (Jn 13:1 ). Cuando Judas se marchó del aposento alto, los otros discípulos pensaron que iba a preparar la pascua (Jn 13:29 ). Los judíos no querían entrar en la sala del juicio para no contaminarse, incapacitándose así para comer la pascua (Jn 18:28 ). El juicio tuvo lugar el día de la preparación para la Pascua, es decir, en la víspera (Jn 19:14 ).
Aquí nos encontramos con una diferencia que no podemos soslayar. O tienen razón los sinópticos, o la tiene Juan. Juan estaba atento para descubrir el sentido espiritual. En su relato, crucificaron a Jesús cerca de la hora sexta (Jn 19:14 ). Era precisamente entonces cuando se estaban sacrificando los corderos pascuales en el templo. Lo más probable es que Juan siguiera un orden que hiciera que la Crucifixión coincidiera con la matanza de los corderos en el templo, para que se viera que Jesús era el gran Cordero Pascual que salvó a Su pueblo y tomó sobre Sí los pecados del mundo. Según esto, los sinópticos son correctos de hecho; pero Juan tenía más interés en la verdad espiritual que en lo meramente histórico.
No hay una explicación plenamente satisfactoria de esta discrepancia innegable; pero la expuesta nos parece la mejor.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
b. Pilato entrega a Jesús para ser sepultado (vv. Jua 19:38-42)
TÍTULO: Casi todas las versiones presentan títulos convencionales: Jesús es sepultado (RV95, DHH, TLA), Entierro (NBE), Sepultura de Jesús (BI), La sepultura de Jesús (LPD). Es importante enfatizar la acción de los discípulos: Jesús es sepultado por dos discípulos incógnitos.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
“Después de todas estas cosas” es una expresión característica de Juan para introducir un cambio en su narración, la presentación de una nueva unidad narrativa. Aquí introduce la última sección en este capítulo.
José de Arimatea también puede traducirse «José, el de la ciudad de Arimatea» (TLA), «José, el de Arimatea» (DHH), “José, que venía del pueblo de Arimatea” o “José, que era de Arimatea”. A este personaje Juan lo presenta como un seguidor oculto de Jesús, quien sale a la luz en este acto póstumo por el Maestro: que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiera llevarse el cuerpo de Jesús, “y un seguidor de Jesús pero a escondidas por miedo a las autoridades judías, le pidió a Pilato que le diera el cuerpo de Jesús”.
«Pilato le dio permiso, y José se llevó el cuerpo» (TLA), «Pilato se lo concedió, y él fue a recoger el cuerpo» (BI), “Y con el permiso de Pilato fue y retiró el cuerpo”. Tal vez habrá que dar más información para aclarar las intenciones de José: “le pidió a Pilato que le permitiera sepultar el cuerpo de Jesús”.
El versículo se refiere a José de Arimatea como “discípulo secreto”, pero para evitar equivocaciones será mejor traducir “seguidor a escondidas” o, como traduce BP: «clandestino». En algunos contextos la idea de “un seguidor a escondidas” habrá que traducirla con mayor amplitud, como: “un seguidor, pero no se lo había dicho a nadie” o “seguidor, pero hasta ese momento nadie lo sabía”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 3:1 ss; Jua 7:13; Jua 19:31.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— Arimatea: Pequeña localidad que se cree que estaba situada a unos 35 km al noroeste de Jerusalén, a la altura de la ciudad de Jafa.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La sepultura
El relato juanino de la sepultura tiene importancia mayormente por su mención de la parte que le tocó a Nicodemo. Tanto él como José de Arimatea eran muy probablemente miembros del Sanedrín. Como tal, José pudo usar su rango para tener acceso al gobernador. Juan hace notar que José era un discípulo secreto, pero lo que él hizo no tenía nada de secreto. Llegó a tener el suficiente valor como para solicitar a Pilato el cuerpo de Jesús. Normalmente los condenados por sedición eran echados en una tumba común, pero como Pilato aceptó el pedido esto puede sugerir que realmente él no aceptaba la acusación de sedición. Al mencionar a Nicodemo por segunda vez (39), Juan recuerda la entrevista anterior entre este hombre y Jesús (3:1-15; cf. 7:50). En esta referencia, Juan hace notar que fue de noche, como si quisiera atraer la atención al hecho de que ahora Nicodemo había salido de la “noche” en su relación con Jesús. El monto de las especias llevadas entonces era muy considerable y da un gran testimonio de la devoción de Nicodemo por Jesús. La mención no sólo de un sepulcro nuevo sino también de un huerto refleja la riqueza de José. El significado de la afirmación en el cual todavía no se había puesto a nadie es para demostrar que el cuerpo de Jesús no entró en contacto con la corrupción, quizá en posible cumplimiento del Sal. 16:10.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
m 1069 Pro 29:25; Jua 7:13; Jua 9:22
n 1070 Mat 27:58; Mar 15:43; Luc 23:50
ñ 1071 Deu 21:23
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Véase coment. en Mt 27:57.
Fuente: La Biblia de las Américas
38 (1) El Señor, después de morir para efectuar la redención e impartir vida, vio Su situación pasar inmediatamente del sufrimiento al honor. José, un hombre rico ( Mat_27:57), y Nicodemo, un principal entre los judíos (3:1), se encargaron de Su sepultura, envolvieron Su cuerpo con mirra y áloes, y lo sepultaron en una tumba nueva con los ricos ( Isa_53:9). Con honor humano de un alto nivel, el Señor descansó en el día de sábado ( Luc_23:55-56), esperando el momento para resucitar de entre los muertos.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Arimatea. Una ciudad a unos 32 km NO de Jerusalén.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Este pasaje contiene también alusiones que Mateo, Marcos y Lucas omiten del todo.
Notemos primeramente cuántas fueron las profecías que se cumplieron en la crucifixión de nuestro Señor. De tres, tomadas del éxodo, los Salmos y Zacarías, se hace especial mención; y, como sabe todo lector de la Biblia, á esas podrían agregarse otras. Todas á una prueban lo mismo, á saber: que la muerte de nuestro Señor Jesucristo en el Calvario era un acontecimiento que Dios había previsto y preordenado. Es pues cierto, en el sentido más genuino y elevado que «Jesucristo fue muerto conforme á las Escrituras..
Esas realizaciones de las profecías son pruebas muy vigorosas de que la Biblia es de autoridad divina. Los profetas predijeron no solo la muerte de Jesucristo sino todos sus detalles; y es imposible explicar el cumplimiento de sus pronósticos si no se admite que habían sido inspirados por Dios. Decir que aquello fue obra del acaso, de la suerte ó de una coincidencia, es incurrir en un absurdo. Sí, los profetas que predijeron los pormenores de la escena del Gólgota fueron inspirados por aquel Ser que ve todo desde el principio; y los libros que fueron escritos bajo su soberana dirección no deben ser leídos como composiciones humanas, sino como una obra divina. En grandes dificultades se sumen los que se esfuerzan por, negar la inspiración de la Biblia. A la verdad, se necesita más fe (y esa una fe ciega) para ser infiel que para ser cristiano.
Debemos fijar, en seguida, la atención en las palabras sobre manera solemnes que pronunció nuestro Señor cuando estaba para morir. San Juan refiere que habiendo tomado el vinagre exclamó: «¡Consumado está!.
El Espíritu Santo no ha tenido a bien revelarnos cual sea el significado preciso de estas palabras. Son ellas tan profundas que el hombre no alcanza á sondearíais; mas, no obstante, tal vez no se nos tachará de irreverentes si procuramos conjeturar cuales eran los pensamientos que ocupaban la mente del Señor cuando las pronunció. A la consumación, de todos los sufrimientos, conocidos y desconocidos, por los cuales tuvo que pasar como sustituto nuestro; á la consumación de la ley ceremonial que él vino á terminar y á cumplir como sacrificio por el pecado; á la consumación de muchas profecías que vino á realizar; á la consumación de la obra de la redención que ya estaba cercana: he aquí á lo que sin duda se refirió nuestro Señor con la expresión: «Consumado está.» Acaso se refirió á algunos hechos más, empero, el comentador debe proceder con cautela cuando se trata do un momento tan crítico y tan misterioso como aquel.
Á todo trance, una idea consoladora surge de esas palabras: nuestras esperanzas estriban en una obra consumada, si confiamos en la de nuestro Señor Jesucristo, no tenemos porqué temer que el pecado, ó Satanás, ó la ley nos condenen en el último día, pues nuestro Salvador ha ejecutado y cumplido todo lo que era necesario para nuestra salvación. En lugar de sobrecogernos de pavor podemos lanzar el reto del apóstol: «¿Quién es el que condena? Cristo es el que murió: antes el que también resucitó, el que también está á la diestra de Dios, el que también demanda por nosotros.» Rom 8:34.
Debemos observar, por último, que la muerte da Jesús fue real y verdadera. Cuéntasenos que uno de los soldados le hirió el costado con una lanza, y que luego salieron sangre y agua. Insignificante como á primera vista parece esta circunstancia, ella demuestra que es bien probable que le atravesaran el corazón á nuestro Señor, y que así se cercioraran que su vida se había extinguido, no fue que se desmayó ó que se quedó sin sentido meramente, como han pretendido algunos: fue que le dejó de latir el corazón y murió efectivamente. Grande es, á la verdad, la importancia de ese hecho, pues bien se comprende que sin haber ocurrido una muerte real, no podía haber habido verdadero sacrificio ni verdadera resurrección; y que sin verdadero sacrificio ni verdadera resurrección todo el edificio del Cristianismo seria como la casa edificada sobre la arena movediza. Muy poco se imaginó el feroz soldado al introducir su lanza en el costado de nuestro Señor, que ese acto redundaría en provecho de nuestra santa religión.
Mo es de dudarse que la sangre y agua de que se hace mención en este pasaje tengan un significado profundamente místico. San Juan mismo parece aludir á ellas en su primera Epístola cuando dice: «Este es Jesucristo que vino por sangre y agua.» La iglesia en todos tiempos parece haber convenido en que son emblemas de cosas espirituales, más respecto de qué es lo que representan las opiniones han sido muy diversas, y quizá jamás habrá un acuerdo completo hasta que el Señor venga.
Más, cualquiera que sea nuestra opinión en el asunto, esforcémonos para ser lavados y emblanquecidos en la sangre del Cordero. Rev 7:14. Poco importará en el último día que hayamos tenido opiniones elevadas acerca de tales materias, si no nos hubiéremos acercado á Jesucristo por medio de la fe, ni hubiéremos tenido comunión con él. La fe en Jesucristo es lo esencial. «El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene vida.» 1Jo 5:12.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Lit., de El
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. es.
19.38 Lit. que llevara.