Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos en el mar de Tiberias. Se manifestó de esta manera:
21:1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias (Galilea, Mar 14:28; Mar 16:7) ; y se manifestó de esta manera: — Los enemigos de Cristo dicen que los apóstoles y las mujeres tenían visiones o alucinaciones de la supuesta resurrección de Cristo, pero la palabra manifestarse no quiere decir visión (ni mucho menos alucinación). Antes de morir Jesús dijo a sus discípulos, «Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea» (Mat 26:32). Repitió esta promesa después de resucitar (Mat 28:10, dijo a las mujeres, «id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán»). Ya no vivía con ellos como antes, sino que se manifestaba a ellos en distintos lugares durante cuarenta días.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Después. Jua 20:19-29.
se manifestó Jesús otra vez a sus discípulos. Mat 26:32; Mat 28:7, Mat 28:16; Mar 16:7.
en el mar de Tiberias. Jua 6:1, Jua 6:23.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús se aparece nuevamente a sus discípulos, y es reconocido por ellos por la gran pesca de peces, Jua 21:1-11.
Él cena con ellos, Jua 21:12-14;
encomienda encarecidamente a Pedro a apacentar sus corderos y ovejas, Jua 21:15-17;
anticipa a él su muerte, Jua 21:18-21;
rechaza su curiosidad acerca de Juan, Jua 21:22, Jua 21:23.
La conclusión, Jua 21:24, Jua 21:25.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
mar de Tiberias: El Mar de Galilea fue rebautizado por el emperador romano Tiberio César.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
JESÚS SE MANIFESTÓ OTRA VEZ. Véase Mat 28:9, nota sobre las apariciones de Cristo resucitado.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 21.
E l capítulo 21 de Jn es admitido por la mayoría de los exegetas que es un “apéndice” a su evangelio. Este aparece concluido en el capítulo anterior (v.20-31). Sin embargo, a diferencia de la parte “deuterocanónica” de Mc (16:9-20), del evangelio de Jn no hay la menor huella o indicio, en la tradición manuscrita, de que haya sido publicado sin este “apéndice.” La integridad, en su origen, se impone.
Sin embargo, ¿quién es el autor? Para unos, Jn mismo. Una vez terminado su evangelio, antes de su publicación, le habría añadido este “apéndice.” Se fijaron para ello en la analogía del contenido del mismo con el resto del evangelio y en afinidades lingüísticas.
Para otros, un redactor anónimo, ciertamente discípulo de Jn, que se inspiró en los relatos de Jn y en su estilo. A esto llevaría el análisis filológico y gramatical del capítulo 1, aunque también hay discrepancias lingüísticas.
Aparición de Cristo junto al lago y pesca milagrosa, 21:1-14.
1 Después de esto, se apareció Jesús a los discípulos junto al mar de Tiberíades, y se apareció así: 2 Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo; Natanael, el de Cana de Galilea, y los hijos del Zebedeo, y otros discípulos. 3 Díjoles Simón Pedro: Voy a pescar. Los otros le dijeron: Vamos también nosotros contigo. Salieron y entraron en la barca, y en aquella noche no pescaron nada. 4 Llegada la mañana, se hallaba Jesús en la playa; pero los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. 5 Díjoles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis a la mano nada que comer? Le respondieron: No. 6 EL les dijo: Echad la red a la derecha de la barca y hallaréis. La echaron, pues, y ya no podían arrastrar la red por la muchedumbre de los peces. 7 Dijo entonces a Pedro aquel discípulo a quien amaba Jesús: Es el Señor. Así que oyó Simón Pedro que era el Señor, se puso el sobrevestido, pues estaba desnudo, y se arrojó al mar. 8 Los otros discípulos vinieron en la barca, pues no estaban lejos de tierra sino como unos doscientos codos, tirando de la red con los peces. 9 Así que bajaron a tierra, vieron unas brasas encendidas y un pez puesto sobre ellas, y pan. 10 Díjoles Jesús: Traed de los peces que habéis pescado ahora. 11 Subió Simón Pedro y arrastró la red a tierra, liena de ciento cincuenta y tres peces grandes,y, con ser tantos, no se rompió la red. 12 Jesús les dijo: Venid y comed. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: ¿Tú quién eres? sabiendo que era el Señor. 13 Se acercó Jesús, tomó el pan y se lo dio, e igualmente el pez. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos después de resucitar de entre los muertos.
La narración comienza con una simple unión literaria con lo anterior, usual en el cuarto evangelio (Jua 5:1; Jua 6:1; Jua 7:1). La escena pasa en Galilea y “junto al mar de Tiberíades,” lo que antes se había precisado añadiendo que era el “mar de Galilea” (Jua 6:1). Probable indicio de otra redacción.
El que los apóstoles estén en Galilea, sin decirse más, es un tácito entronque histórico de la narración de Jn con los sinópticos. En éstos, Cristo primero les había anunciado (Mat 26:32; Mar 14:28) y luego les había ordenado por el ángel (Mat 28:7-10; Mar 16:7) ir a Galilea después de su resurrección, en donde le verían. Alejados de los peligros de Jerusalén, tendrían allí el reposo para recibir instrucciones sobre el reino por espacio de cuarenta días (Hec 1:3). Jn no trata de armonizar esta discrepancia antes registrada.
Los apóstoles debieron de volver, de momento, a sus antiguas ocupaciones. Separado de ellos Cristo, quedaban desconcertados hasta recibir nuevas instrucciones. Es lo que se ve en esta escena. Pedro debió de volver a su casa de Cafarnaúm (Mat 8:5.14 par.). Estaban juntos Simón Pedro y Tomás el Dídimo; Natanael, el de Cana de Galilea; “los hijos del Zebedeo,” Juan y Santiago el Mayor, y otros dos discípulos, probablemente también apóstoles, ya que allí estaban conforme a la orden sinóptica del Señor de volver a Galilea 2. Es extraño en este pasaje el que se diga de Natanael que era de Cana de Galilea, cuando ya antes lo expuso, con cierta amplitud el evangelista (Jua 1:45ss). Su presencia entre el grupo de los apóstoles se explicaría mejor si se admite, como muchos lo hacen, su identificación con el apóstol Bartolomé 3. Nuevo indicio de otra redacción.
Mas chocante es la cita expresa de “los hijos del Zebedeo,” que son Juan y Santiago el Mayor. Nunca se citan así en el evangelio de Jn, cuyo silencio y anonimato confirma la tesis de ser él el autor del cuarto evangelio. Esta frase, así introducida, es muy chocante. Para unos es una redacción posterior de un copista, que quiso matizar acaso quiénes eran estos “otros dos discípulos” anónimos que se citan, y que luego se había introducido como glosa en el texto. Otros, en cambio, ven en ello una prueba más de que la redacción de este capítulo no es de Jn, sino de un redactor distinto.
Pedro aparece también con la iniciativa. Al anuncio de ir a pescar, se le suman también los otros. Habían vuelto al trabajo. Debía de ser ya el atardecer cuando salieron en la barca, pues “aquella noche” no pescaron nada. La noche era tiempo propicio para la pesca 4. Al alba, Jesús estaba en la playa, pero ellos no lo conocieron, sea por la distancia, sea por su aspecto, como no le conoció Magdalena ni los de Emaús. “En la orilla vieron un hombre. En Oriente hay siempre espectadores para todo. Jesús se expresa como quien tiene gran interés por ellos, y les habla en tono animado” 5. Les pregunta si tienen algo de pesca para comer. Acaso piensan en algún mercader que se interese por la marcha de la pesca para comprarla. A su respuesta negativa, les da el consejo de tirar “la red a la derecha – (“el lado de la suerte,” Vawter) – de la barca, y hallaréis” pesca. Ante el fracaso nocturno, se decidieron a seguir el consejo. Siempre había gentes experimentadas en las cosas del mar. En el Tiberíades hay verdaderos bancos de peces, no siendo raro que lleguen a ocupar unas 51 áreas 6.
De suyo no suponía esto un conocimiento sobrenatural. Desde la orilla, un hombre en pie puede ver un banco de peces que no se perciben desde la barca. Pero el v.7 más bien orienta a un conocimiento sobrenatural.
Echada la red, ya no podían arrastrarla por la multitud de la pesca obtenida. Esta sobreabundancia o plenitud es un rasgo en el que Jn insiste en su evangelio: tal en Cana (Jua 2:6); en el “agua viva” (Jua 4:14; Jua 7:37ss); en la primera multiplicación de los panes (Jua 6:11); en la vida “abundante” que da el Buen Pastor (Jua 10:10); lo mismo que en destacar que el Espíritu había sido dado a Cristo en “plenitud” (Jua 3:34).
Se ha planteado el problema de saber si este relato de la pesca milagrosa de Jn es sustancialmente el mismo que relata Lc (Jua 5:4-11). La confrontación de ambos hace ver puntos de contacto. Naturalmente que pueden ser escenas distintas. Pero para “quien conoce los usos de los evangelistas y cómo las tradiciones se mezclan, se puede preguntar si no hay aquí una misma tradición que encontró dos expresiones diferentes.” 6 En este caso, retocadas, o Lc la habría adelantado para ponerla en función de las escenas de “vocación” de discípulos, o Jn la retrasa o la mantiene en su situación histórica, como preludio a la importante aparición de Cristo, y destacándola con valor histórico-simbolista.
Ambas posiciones tienen equilibradamente sus partidarios. Se alega que acaso Lc la sitúe bien, pues parecería difícil que los discípulos no hubiesen abandonado ya definitivamente sus barcas y redes. En cuyo caso no parecería fácil suponer una ida a Galilea, después de la resurrección de Cristo, para volver a sus menesteres. Deberían estar alertados, en cambio, para la marcha y predicación.
Ante esta aparición y en aquel ambiente de la resurrección, Jn percibió algo, evocado acaso por la primera pesca milagrosa (Luc 5:1-11), y al punto comprendió que aquella persona de la orilla era el mismo Cristo. Esto fue también revelación para Pedro. El dolor del pasado y el ímpetu de su amor – la psicología de Pedro – le hicieron arrojarse al mar para ir enseguida a Cristo. El peso de la pesca le hizo ver el retraso de la maniobra para atracar. Y se arrojó al mar.
Pero estaba en el traje de faena: “desnudo” (γυμνός ) – es la traducción material de la palabra – , por lo que “se ciñó” el “traje exterior” (τον ¿πενδύτην ), como la palabra indica. Debía de ser la amplia blusa de faena, el rabínico qolabiw.
“Como ya hemos dicho, en el lago de Genesaret el agua y el aire se conservan calientes en aquella estación del año aun durante la noche. Los pescadores suelen quitarse los vestidos ordinarios y echarse encima una especie de túnica ligera de pescador, sin ceñírsela con el cíngulo; de ese modo, en caso de necesidad, están dispuestos a nadar.
Estos mismos orientales, que no tienen dificultad en dejar los vestidos ordinarios durante la faenas, evitan comparecer en traje de trabajo delante de los que no son iguales a ellos. Pedro estaba “desnudo,” es decir, no completamente vestido, cuando Jn le dijo: “El Señor es.” No sólo para nadar con más seguridad, sino también por cierto sentimiento de decencia, antes de echarse al agua se ciñó Pedro la túnica con el cíngulo” 7.
Los otros discípulos vinieron en la barca, arrastrando la red cargada de pesca, ya que no estaban lejos de la costa. Estaban “como a unos 200 codos,” sobre unos 90 metros.
Cuando llegaron a tierra, vieron “unas brasas encendidas y, puesto sobre ellas, un pez, y pan.”
Pero, cuando ya están estos discípulos en tierra, Cristo les manda traer los peces que acaban de pescar.
Para esto, Pedro, espontáneamente, acaso por ser el dueño de la barca, subió a ella y “arrastró la red a tierra.” Se hizo el recuento y habían pescado 153 peces “grandes.” Posiblemente se quiera decir con esto que, en el recuento global, éstas eran las mejores piezas. Sobre la interpretación de esta cifra se ha hecho una verdadera cabalística, sin consistencia. Solamente pudo haber tenido ciertos visos de probabilidad una sugerencia de San Jerónimo. Según éste, Oppiano de Cilicia (sobre 180) diría, en su obra Haliéutica, que eran “153 los géneros de los peces” 8. Pero, en realidad, no es esto lo que dice Oppiano, sino que él cree que las especies de los peces no han de ser menos que las de los animales de la tierra. Si esta cita que hace, de paso, San Jerónimo, se basase en una opinión corriente entonces entre los especialistas y estuviese, además, verdaderamente extendida entre el vulgo, podría aceptarse como número expreso simbólico de lo que va a ser, también genéricamente simbólico. Hecho el recuento, éste era el número de la pesca. Es lo que Jn quiere decir en otros lugares (Jua 6:9.13).
El evangelista destaca, sin duda con un valor “simbolista,” el que, con “ser tantos los peces capturados, no se rompió la red.”
Cristo les invita a comer. El mismo tomó “el pan” al que acaba de aludir, e igualmente “el pez,” y les dio ambas cosas para “comer.” ¿Qué significan este “pan” y este “pez” sobre esas brasas, que Cristo – milagrosamente – les preparara y que luego les da a comer? Se piensa en que tiene un triple sentido: 1) afectivo: Cristo muestra su caridad; 2) apologético: Cristo quiere demostrar con ello la realidad de su resurrección, como lo hizo en otras ocasiones (Luc 24:41-43; Hec 1:4), en las que El mismo comió como garantía de la verdad de su cuerpo; aquí, sin embargo, el evangelista omitió que Cristo hubiese también comido, para destacar el aspecto “simbolista”; esa comida dada por su misma mano a ellos les hacía ver la realidad del cuerpo de Cristo. Era el mismo Cristo que había multiplicado, en otras ocasiones, los panes y los peces, como seguramente aquí también multiplicó un pez y un pan para alimentar a siete discípulos; como allí era realmente El quien les daba el pan y peces que multiplicó, aquí también era realmente El mismo; 3) simbólico: como se expondrá luego.
En todo esto destaca el autor que ninguno se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor. Era un motivo de respeto hacía El, como ya lo habían tenido, en forma igual, cuando hablaba con la Samaritana (Jua 4:27), máxime aquí, al encontrarse con El resucitado y en una atmósfera distinta. Por eso no se atreven a profundizar más el misterio (Bultmann).
Jn consigna que ésta fue la tercera vez que Cristo se apareció resucitado a sus discípulos, conforme al esquema literario del evangelio de Jn. Las otras dos veces fue en Jerusalén, la tarde misma de la resurrección, y la segunda, en las mismas condiciones, a los ocho días (Jua 20:19-29). Ni sería improbable que quiera precisarse que éstas son anteriores a las apariciones galileas relatadas en los sinópticos 8.
Valor”simbolista” de esta narración.
El “simbolismo” del evangelio de Jn está muy acusado en este capítulo. La escena, que es relato histórico, está narrada en una forma tal, que se acusa en su estructuración toda una honda evocación “simbolista,” especialmente en torno a Pedro. Se puede sintetizar en los siguientes puntos:
1) Pedro se propone pescar. Suben a su barca otros discípulos. El número de los pescadores que van en la barca de Pedro es de siete, número de universalidad. Por sus solos esfuerzos nada logran en la noche de pesca.
2) Pero Cristo vigila desde lugar seguro por la barca de Pedro y de los que van en ella, lo mismo que por su obra. Por eso, les dice cómo deben pescar. El mandarles tirar la red a la derecha pudiera tener acaso un sentido de orientación a los elegidos (Mat 25:33).
3) La barca de Pedro sigue ahora las indicaciones de Cristo; Pedro es guiado por Cristo. Cristo orienta la barca de Pedro en su tarea, en su marcha. Y entonces la pesca es abundantísima. La Iglesia es guiada por Cristo. La “red” es símbolo de la del reino (Mat 4:19 par.), de la Iglesia, como la “pesca” milagrosa fue ya símbolo de la predicación de los apóstoles (Luc 5:10).
4) Terminadas sus faenas, en nombre de Cristo – faenas apostólicas – todos vienen a Cristo. Es a El a quien han de rendírsele los frutos de esta labor de apostolado.
5) Cristo mira por los suyos, por sus tareas y fatigas. Pan y peces fue el alimento que El multiplicó dos veces. El les tiene preparado un alimento que los repara y los “apostoliza.” El mismo se lo da. Evoca esto la sentencia de Cristo: “Venid a mí todos los que estéis cansados y cargados, que yo os aliviaré” (Mat 11:28). El que El lo tomó γ se lo dio parecería orientar simbólicamente a la eucaristía. El que esté un pez sobre brasas indica la solicitud de Cristo por ellos al asarles así la pesca, encuadrado también en el valor histórico-simbolista” de la escena. Si les manda traer de los peces que han pescado y unirlos al suyo (v.10), hace ver que todo alimento apostólico se ha de unir al que Cristo dispensa (Jua 4:36-38).
6) Acaso también se pudiera ver un “simbolismo” en la frase de no preguntarle quién era, sabiendo todos que era el Señor. En la tarea apostólica, el apóstol sabe que Cristo está con él, lo siente y lo ve en toda su obra.
7) También se pensó si podría ser un rasgo simbolista el que no pesquen nada en la “noche,” sino en la “mañana”, a la luz de Cristo.
La prueba a Pedro,Jua 21:15-19.
15 Cuando hubieron comido, dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? El le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Díjole: Apacienta mis corderos. 16 Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejuelas. 17Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejuelas. 18 En verdad, en verdad te digo: Cuando eras joven, tú te ceñías e ibas donde querías; cuando envejezcas, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras. 19 Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios. Después añadió: Sígueme.
Se admite ordinariamente que esta triple confesión que Cristo exige a Pedro es una compensación a sus tres negaciones, lo mismo que es un rehabilitarle públicamente ante sus compañeros. Pedro debió de comprender esto, pues a la tercera vez que le pregunta si le ama, “se entristeció.” No en vano él las había “llorado amargamente” (Mat 26:75). Después de protestarle su amor dos veces, a la tercera, evocando sus pasadas promesas, desconfió de sí, para presentar un amor más profundo, por ser más humilde. Por eso apeló al conocimiento de la omnisciencia de Cristo. No le alegó sus palabras; remitió su corazón a la mirada omnisciente del Señor. Lo que es un modo de presentarle como Dios, ya que es en el A.T. atributo exclusivo de Dios (Hec 1:24). Además, al preguntarle si le ama más que los discípulos presentes, hace ver que para apacentar el rebaño espiritual supone esto un gran amor a Cristo. “El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jua 10:11).
Fuera de la triple forma de preguntarle por su amor a El y de la triple respuesta de Pedro, dos son los elementos a valorarse: a) el sentido de las diversas expresiones de “apacentar”; y b) los diversos términos con que se expresan los fieles.
Profecía de la muerte de Pedro (v.18-19).
Sugerido por las “negaciones” de Pedro, que había prometido seguir a Cristo hasta la muerte y luego lo negó (Mat 26:31-35 par.), compensadas ahora con estas tres graves protestas de amor, Cristo le profetiza a Pedro que luego lo seguirá a la muerte. Ya en Jn, en el relato del anuncio de la negación de Pedro, Cristo, al vaticinarle la caída, se lo profetiza, al decir aquél que no duda “seguir ahora” a Cristo, que le “seguirá más tarde” a la muerte (Jua 13:36-38).
A esta sugerencia se une otra, que se presta para que Cristo le haga la profecía de su muerte. La profecía está presentada, al gusto oriental, en forma de un enigma, pero lo suficientemente clara y, por otra parte, muy del estilo de Jn (Jua 2:19; Jua 3:3; Jua 7:34; Jua 8:21-28.32.51; Jua 11:11.50, etc.).
Pedro, de “joven,” él mismo “se ceñía e iba a donde quería.” La imagen está tomada del medio ambiente. Los orientales acostumbran a recoger sus amplias túnicas con un cordón atado a la cintura, para caminar o trabajar, que es lo que hizo Pedro al echarse al mar para ir al encuentro de Cristo (Jua 21:7).
Pero, a la hora de la vejez, “extenderás tus manos y otro te ceñirá, y te llevará a donde tú no quieras.” Y el evangelista añade que esto lo dijo de la “muerte” de Pedro. A la hora de la composición de este evangelio, el evangelista había visto la profecía en el cumplimiento del martirio de Pedro, bajo Nerón (54-68), que murió crucificado, como ya lo afirmaba San Clemente Romano 14. Según algunos autores, habría sido crucificado con la cabeza abajo 15, pero este rasgo no afecta al vaticinio de la muerte de Pedro.
La imagen con que se vaticina esto es, en contraposición a la anterior, la de una persona anciana que, no pudiendo manejarse, necesita levantar los brazos para que otros le ciñan la túnica y le ayuden a moverse, llevándolo para que se mueva. No que le lleven a donde no quiera (Bultmann).
Este gesto de “extender tus manos” es la alusión a la crucifixión de Pedro. Lo decía un autor de la antigüedad, caracterizando la crucifixión por “la extensión de las manos” l6; y así la describen autores de esa época 17. Tertuliano aplica bien este ambiente al caso de Pedro, al escribir: “Fue entonces Pedro atado por otro cuando fue sujetado a la cruz” (“tune Petrus ab altero cingitur, cum cruci adstringitur”) 18.
“Esto lo dijo indicando con qué muerte había de glorificar a Dios.” Pedro, al participar de esta muerte de Cristo y a su modo, viene también a “glorificar” a Dios (Jua 13:1). Es un reflejo del valor triunfal con que Jn considera la muerte de Cristo 19 y su imitación en los mártires.
Después que Cristo hace este vaticinio a Pedro, añadió: “Sigúeme.” Esta frase era muy evocadora, máxime en este momento. Fue la llamada vocacional a Pedro y a otros apóstoles (Mat 4:19ss; Mat 9:9). Era evocación de aquel “a donde Yo voy (Cristo), tú no puedes seguirme ahora,” que le dijo a Pedro, pero “me seguirás más tarde” (Jua 13:36); era evocar aquel “donde Yo esté, allí estará también mi servidor” (Jua 12:26), porque es trigo que ha de morir para fructificar (Jua 12:24ss); era evocar que “el buen pastor ha de dar la vida por sus ovejas” (Jua 10:11). Todo esto está sugerido en la perspectiva literaria de Jn.
Por eso, si esta frase tenía sentido de invitación para acompañar materialmente a Cristo, como se desprende del contexto (v.20), el sentido ha de prolongarse, al menos en un sentido “simbólico,” hasta seguirle en la muerte. Todo el contexto lo ambienta así. La frase tenía, seguramente, un doble sentido, de perspectiva homogénea 20.
El “discípulo amado,” 21:20-23.
Un rasgo histórico es causa de relatar a continuación un dato sobre el mismo Jn, pero que era necesario para calmar una inquietud.
20 Se volvió Pedro y vio que seguía detrás el discípulo a quien amaba Jesús, el que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te ha de entregar? 21 Viéndole, pues, Pedro, dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? 22 Jesús le dijo: Si Yo quisiera que éste permaneciese hasta que Yo venga, ¿a ti qué? Tú sigúeme. 23 Se divulgó entre los hermanos la voz de que aquel discípulo no moriría; mas no dijo Jesús que no moriría, sino: Si yo quisiera que éste permaneciese hasta que venga, ¿a ti qué?
Por la confrontación de textos se ve que Jn es “el discípulo al que amaba Jesús,” que es el mismo que en la cena descansó “sobre el pecho” del Señor. Pedro y Juan aparecen frecuentemente en amistad (Hec 3:12Cr 3:4.11; 2Cr 4:13; 2Cr 8:14).
Por eso Pedro, que debió de comprender que Cristo aludía a su muerte, se interesó por la suerte de su amigo Juan con relación a su muerte. Pero Cristo le respondió: “Si Yo quisiera que éste permaneciese hasta que yo venga, ¿a ti qué (te importa)? Tú sigúeme.”
Si la amistad llevaba a Pedro a querer saber esto, eran planes de Dios, en los que él no debía meterse. Es la actitud de Cristo en los evangelios.
Cristo sólo lo decía en forma condicional: “Si yo quisiera” (εάν . θέλω ); no era, pues, una afirmación. Pero la frase era un poco enigmática y corrió deformada, hasta el punto de decirse que Cristo le había prometido que no moriría hasta que El “viniese” en la parusía. Pero esto había que precisarlo. Dos son las soluciones que se dan a este propósito, sobre quién es el autor de esta “rectificación” y la finalidad que intenta.
Sería hecho por un discípulo de Jn. Este habría muerto recientemente. Y con esta “rectificación” se pretendía hacer ver que Cristo no se había equivocado, pues no había dicho esto (Mat 24:36), sino que había sido una mala inteligencia popular de lo que Cristo había dicho.
Por ciertas frases evangélicas (cf. v.gr., Mar 9:1; Mat 24:34), y la misma ambigüedad de ésta, se vino a crear un falso ambiente en los cristianos primitivos de que la parusía era inminente, y que no pasaría de la edad apostólica. A esto debe de obedecer esta precisión.
Para otros, es el mismo evangelista el que lo “rectifica.” Quiere, sin más, poner las cosas en su punto. Si hubiese circulado este rumor entre los fieles y hubiese sido desmentido por la muerte de Jn, el autor de esta “rectificación” no les hubiese dado, probablemente, el nombre de “hermanos” al círculo por el que corrió este falso rumor 21. Sería, pues, Jn mismo, ya muy viejo, que querría también evitar un posible culto supersticioso en torno a él o posibles cabalas en torno a la parusía.
En todo caso, parece indicarse aquí que Jn había llegado a una gran vejez. La tradición dice que murió bajo Trajano (98-117) 22, y suele admitirse que en el séptimo año de Trajano, que es el 104.
Epílogo,Mat 21:24-25.
24 Este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Muchas otras cosas hizo Jesús que, si se escribiesen una por una, creo no podrían contener los libros.
Manifiestamente estos versículos son otro epílogo. Pero la redacción del mismo hace ver que no es del mismo evangelista. “Este es el discípulo” que da testimonio y “el que escribió estas cosas,” no es el modo de introducirse Jn (Jua 19:35). Pero el contraste entre lo que sigue es aún más fuerte para hacer ver esto: y nosotros “sabemos” (οϊδαμεν ) que su testimonio es verdadero. Este plural, puesto en función de la manera más impersonal en que está expresado el primero, hace ver que este versículo está redactado por un grupo de “discípulos” del evangelista, o acaso de los “ancianos” de Efeso, que testifican que el evangelio que publican está escrito por Jn, y ellos saben la verdad de su testimonio. Es una autentificación colectiva y oficial del valor del cuarto evangelio.
El v.25 expresa, en forma hiperbólica, la admiración por lo que hizo Cristo. Este evangelio no es más que una selección. El tono es muy distinto del epílogo primero (Jua 20:30.31). Allí se justifica la selección en orden a la redacción. Aquí es la sola admiración ante la fecunda y prodigiosa obra de Cristo.
Es chocante encontrarse de nuevo con un redactor en singular – “creo” (οιμαι ) – . Se piensa en diversas soluciones: en una locución ya hecha; en uno solo que represente al grupo, .o, acaso mejor, en un nuevo “discípulo” que escribió posteriormente esta adición.
1 Boismard, La Finale Du Iv Evangile: Rev. Bib. (1936) 512-528; – 2 Cassian New Test. Studies (1956-1957) 132-136. – 3 Sobre Estos Apóstoles, Cf. comentario A Mat 10:2-4. Comentario A Mat 10:3. – 4 Plinio, Nat Hist. Ix 23; Tristram, Xatural History Of The Bible 5.A Ed. P.281. – 5 Wllliam, Das Lebenjesu. Vers. Esp. (1940) P.543. – 6 Tristram, O.C., P.285; Z. Biever, Conférences De St. étienne (1910-1911) P.291; Masterman, Studies In Galilee (1909) P.38. – 6 P. Benoit, La Passion Et. (1966) P.343ss. – 7 William, O.C., P.544; En Este Mismo Sentido, Cf. Strack-B., Kommentar. Ii P.587; Virgilio, Ge&Rg. I 299. – 8 Mal 25:474. – 8 B. Vawter, O.C. (1972) P.527. – 9 Jenofonte, Memorab. Ii 7:9 Y 12; Zorell, Lexicón Graecum Ν . Τ . (1931) Col. 10 95 Y 232. – 10 Ruckstuhl, Die Literarische Einheit Des Johannesevangeliujns (1951) P.!46ss. – 11 Filón, Deter. Pot. Insid. 25. – 12 Sin Embargo, Hay Variantes Sobre El Uso De Corderos Y Ovejas, Lo Mismo Que Entre Diminutivos De Estas Expresiones: Xestlé, Λγ. Τ . Graece Et Latine (1928) Ap. Crít. A Jn V.15, 16 Y 17. – 13 Denzinger, Ench. Symb. N.1822. Sobre Este Tema, Cf. Médébielle, Art. église, En Dict. Bib Suppl. Ii (1932) 590-596. – 14 Epist. I Ad Cor. 5:4. – 15 Eusebio De C., Hist. Ecd. Iii 1:2. Artemidoro, Oneirocriton I 76. Arriano, Epict. III 26; Séneca, Consolat. Ad Marc. 20; Tertuliano, De Praescrip. 35; San Justino, Dial. Xc; Eusebio De C., Hist. Ecd. Ii 25. – 16 Tertuliano, Scorpiace 15. Holzmeister, De Vita S. Petri (1936) P.52ss. – 17 Zahn, Das Evangelmm Des Johannes. (1912) H.L. – 18 Lreneo,Adv. Haer. Iii 1: Mg 7:844; Eusebio, – 19 Hisl. Ecd. Iii 24: Mg 20:265. – 20 Lagrange, évang. S. Sí. Jean (1927) P.532.
Fuente: Biblia Comentada
mar de Tiberias. Otro nombre para el Mar de Galilea que solo se encuentra en Juan (vea Jua 6:1).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Epílogo del apéndice en el Evangelio de Juan. Mientras que Jua 20:30-31 constituye la conclusión del cuerpo principal del cuarto Evangelio, la información presentada aquí al final del libro suministra una especie de contrapeso al prólogo de Jua 1:1-18. En esencia, el epílogo ata cinco cabos sueltos que se dejaron sin responder en el capítulo Jua 20:1-31. 1) ¿Acaso Jesús dejará de dar provisión directa a los suyos? (cp. Jua 20:17)? Esta pregunta se contesta en los vv. Jua 21:1-14. 2) ¿Qué sucedió con Pedro? Había negado tres veces a Cristo y huyó. La última vez que Pedro fue visto es en Jua 20:6-8 donde tanto él como Juan vieron la tumba vacía pero solo Juan creyó (Jua 20:8). La respuesta a esta pregunta aparece en los vv. Jua 21:15-17. 3) ¿Qué decir acerca del futuro de los discípulos ahora que están sin su Maestro? La respuesta se encuentra en los vv. Jua 21:18-19. 4) ¿Juan iba a morir? Jesús responde esta pregunta en los vv. Jua 21:20-23. 5) ¿Por qué no fueron registradas por Juan otras cosas hechas por Jesús? Juan da la respuesta en los vv. Jua 21:24-25.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
21:1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias (Galilea, Mar 14:28; Mar 16:7) ; y se manifestó de esta manera: — Los enemigos de Cristo dicen que los apóstoles y las mujeres tenían visiones o alucinaciones de la supuesta resurrección de Cristo, pero la palabra manifestarse no quiere decir visión (ni mucho menos alucinación).
Antes de morir Jesús dijo a sus discípulos, «Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea» (Mat 26:32). Repitió esta promesa después de resucitar (Mat 28:10, dijo a las mujeres, «id, dad las nuevas a mis hermanos, para que vayan a Galilea, y allí me verán»). Ya no vivía con ellos como antes, sino que se manifestaba a ellos en distintos lugares durante cuarenta días.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL SEÑOR RESUCITADO
Juan 21:1-14
Pasado algún tiempo se presentó Jesús otra vez a Sus discípulos a la orilla del lago de Tiberíades de la manera siguiente: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de Sus discípulos. Y Simón Pedro les dijo:
-Yo me voy a pescar.
Y los otros le contestaron:
-Pues vamos nosotros también contigo.
Así que se pusieron en camino, y luego se subieron a la barca; pero no pescaron nada en toda la noche.
Cuando ya estaba amaneciendo, Jesús apareció en la orilla, aunque los discípulos no se dieron cuenta de que era Jesús. Entonces Jesús les dijo:
-¡Chicos! ¿Es que no traéis nada de comida?
-¡No! -le respondieron.
-¡Echad la red ala derecha de la barca, y cogeréis! -les dijo Jesús. Y, cuando lo hicieron, ya no podían recoger la red, de la cantidad de peces que habían cogido. El discípulo amado de Jesús le dijo entonces a Pedro:
-¡Es el Señor!
Cuando oyó que era el Señor, Pedro se puso el mantón que se había quitado para faenar y se tiró al agua. Los demás llegaron a la orilla en la barca, porque no estaban nada más que a unos cien metros, remolcando la red cargada de peces.
Cuando desembarcaron a tierra vieron unas brasas de fuego, con pescado asándose, y pan. Y Jesús les dijo:
-Traed algunos de los pescados que habéis cogido.
Entonces Pedro volvió ala barca y se trajo la red a tierra, llena de peces grandes, ciento cincuenta y tres; y, aunque eran tantos, la red no se había roto.
Y Jesús les dijo:
-¡Venid a desayunar!
Y ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle «¿Y quién eres Tú?», porque se habían dado cuenta de que era el Señor. Y Jesús se acercó, tomó el pan y les dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta ya era la tercera vez que Jesús se aparecía a Sus discípulos después de Su Resurrección.
El que cuenta esta historia no puede haber sido sino uno que conocía bien a los pescadores del mar de Galilea. La noche era el mejor tiempo para pescar.. W. M. Morton, en su La tierra y el libro, describe. una pesca nocturna: «Hay cierta clase de pesca que se hace por la noche. Es algo impresionante de ver. A la luz de teas chisporroteantes, la barca se desliza por el mar reluciente mientras los hombres se mantienen de pie observando atentamente hasta que descubren presas, y lanzan la red como rayos; y a menudo se ven venir al puerto los pescadores agotados por la mañana, después de faenar en vano toda la noche.»
La pesca abundante de la historia no se nos presenta como un milagro, ni se pretende que se tome por tal. Se describe como algo que sigue pasando en el lago. Recordad que la barca no estaba más que a cien metros de la orilla. H. V. Morton cuenta que vio a dos hombres pescando a la orilla del lago. Uno había vadeado desde la orilla y estaba echando una red de cascabeles al agua. «Y vez tras vez la red subía vacía. Era interesantísimo verle echarla. Cada vez que la cuidadosamente enrollada red surcaba el aire y caía tan precisamente en el agua, las pequeñas pesas de plomo la tocaban al mismo tiempo produciendo un chapoteo circular. Mientras estaba esperando para lanzar otra vez, Abdul le gritó desde la orilla que echara la red a la izquierda, cosa que hizo al instante. Y esta vez no fue en vano… Sacó la red en la que se podían ver los peces removiéndose… Sucede a menudo que el que lleva la red de mano tiene que depender de la vista del que está a la orilla, que le dice hacia qué lado tiene que echarla, porque puede ver en el agua clara el banco que no ve el que está dentro del agua.» Jesús estaba haciendo las veces de guía con Sus amigos pescadores, como sigue haciéndose hoy en día.
Puede que fuera porque todavía estaba oscuro por lo que no reconocieron a Jesús. Pero el discípulo amado tenía una vista aguda. Se dio cuenta de que era el Señor; y, cuando Pedro lo oyó, salto al agua. No estaba desnudo del todo. Llevaría un ceñidor, que era una especie de calzoncillos, que era lo único que llevaban los pescadores cuando faenaban. Ahora bien: la ley judía decía que el saludar era un acto religioso, y para realizar un acto religioso había que estar dignamente vestido; así es que Pedro, antes de lanzarse al agua para venir al encuentro de Jesús, se puso la túnica de pescador; porque quería ser el primero en saludar a su Señor.
LA REALIDAD DE LA RESURRECCIÓN
Juan 21:1-14 (continuación)
Ahora llegamos a la primera gran razón para que se añadiera este extraño capítulo al evangelio ya concluido. Fue para demostrar de una vez para siempre la realidad de la Resurrección. Había muchos que decían que las apariciones del Cristo Resucitado no eran más que visiones que tuvieron los discípulos.
Muchos admitirían la realidad de esas visiones, pero insistirían en que no eran otra cosa. Otros llegarían a decir que no eran más que alucinaciones. Los evangelios se esfuerzan en demostrar que el Cristo Resucitado no era una visión, y menos una alucinación, ni un fantasma, sino una Persona real. Insisten en que la tumba estaba vacía, y en que el Cristo Resucitado tenía un cuerpo real, que conservaba las señales de los clavos y de la lanza que Le atravesó el costado.
Pero esta historia va un paso más lejos. Una visión o un fantasma no sería normal que indicara la posición de un banco de peces a un grupo de pescadores. Menos aún encendería un fuego para asarles unos peces a unos agotados pescadores, y menos aún los compartiría con ellos. Y sin embargo esta historia nos cuenta que Jesús sí hizo esas cosas. Cuando Juan nos relata que Jesús se les presentó a Sus discípulos cuando tenían las puertas cerradas dice: «Les enseñó Sus manos y Su costado» (Jn 20:20 ). Ignacio de Antioquía, en su carta a la Iglesia de Esmirna, cuenta una tradición aún más definida acerca de ese hecho: «Yo sé y creo que Jesús estaba en la carne aun después de la Resurrección; porque, cuando se presentó a Pedro y a sus compañeros, les dijo: «¡Venga, tocadme y comprobad que no soy ningún demonio incorpóreo.» E inmediatamente Le tocaron, y creyeron, porque se convencieron sin lugar a dudas de Su humanidad… Y después de Su Resurrección comió y bebió con ellos como un ser humano.»
El primero y el más sencillo propósito de esta historia es dejar bien clara la realidad de la Resurrección. El Señor Resucitado no era una visión, ni la fantasía de ninguna imaginación exaltada, ni la aparición de un fantasma: ¡era Jesús, Que había conquistado la muerte y había vuelto vencedor!
LA UNIVERSALIDAD DE LA IGLESIA
Juan 21:1-14 (conclusión)
Aquí se nos presenta simbolizada una segunda gran verdad. En el Cuarto Evangelio todo tiene su razón de ser; así es que podemos dar por sentado que si Juan nos menciona el número ciento cincuenta y tres, habrá algo que nos quiere decir con eso. Se ha sugerido que se contaron los peces sencillamente porque había que repartir la pesca entre los que habían participado en ella; y se menciona el número por lo extraordinariamente grande que fue. Pero, cuando recordamos la forma que tiene Juan de sugerir sentidos velados para que los descubran los que tienen interés, podemos suponer que aquí hay algo más de lo que aparece en la superficie.
Se han propuesto muchas sugerencias ingeniosas.
(i) Cirilo de Alejandría dijo que el número 153 se compone de tres cifras. Primero, está el 100; y representa «la plenitud de los gentiles.» 100, dice, es el número más completo: el rebaño del pastor de la parábola se compone de 100 ovejas (Mt 18:12 ); el producto más completo de la semilla es de 100 por 1 (Mt 13:8 ). Así que el número 100 representa la plenitud de los gentiles que se recogerán en Cristo. Segundo, está el 50; y 50 representa el remanente de Israel que se cosechará. Tercero, el 3; y el 3 representa a la Santísima Trinidad, a cuya gloria se hace todo.
(ii) Agustín tiene otra explicación aún más ingeniosa. Dice que 10 es el número de la Ley, porque hay 10 mandamientos; 7 es el número de la gracia, porque en Apocalipsis se dice que hay siete espíritus de Dios. Ahora bien: 10+7=17, y 153 es la suma de todas los Números (1+2+3+4+5…) hasta 17. Así que 153 representa a todos los que han venido a Jesucristo, ya sea mediante la Ley o mediante la Gracia.
(iii) La explicación más sencilla es la que nos da Jerónimo. Dice que hay en el mar 153 clases de peces, y que aquella pesca incluía representantes de todas ellas; y que, por tanto, el número simboliza el hecho de que algún día todas las personas de todas las naciones se reunirán en Jesucristo.
Mencionaremos otro detalle: todos estos peces se reunieron en la red, y la red los pudo contener a todos sin romperse. La red representa a la Iglesia; y hay sitio en ella para todas las naciones. Aunque todos entraran en ella, es bastante grande para contenerlos.
Aquí Juan nos está hablando en su manera característica y sutil de la universalidad de la Iglesia. Ningún exclusivismo cabe en ella, ni racismo ni discriminación. El abrazo de la Iglesia es tan universal como el amor de Dios en Jesucristo. Nos introducirá en la siguiente gran razón por la que se añadió este capítulo al evangelio que ya estaba completo el fijarnos en que fue Pedro el que trajo a tierra la gran red (Jn 21:11 ).
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 21
CAPITULO APéNDICE: APARICIÓN DEL RESUCITADO JUNTO AL LAGO DE GENESARET (Jn/21/01-25)
Todos los manuscritos que han llegado a nosotros contienen esta perícopa, por lo cual ha debido figurar en el evangelio de Juan en la forma que nos es conocida, desde los comienzos de su transmisión. Este apéndice joánico debió incorporarse al cuarto evangelio muy pronto, ya antes incluso de su difusión. Pues, no cabe duda alguna de que Jua 20:30s constituye la conclusión originaria de este evangelio. Después de ella ya no se espera nada más. Incluso la «conclusión segunda» (Jua 21:25) presenta una orientación distinta. Ya no es un resumen del contenido del evangelio, sino un floreo retórico bastante común, cuando afirma que, de querer describir los hechos todos de Jesús, en el mundo entero no cabrían los libros. Como se ve, esto no es más que un débil calco de conclusión primera. Con el capítulo apéndice enlaza toda una serie de cuestiones, que se refieren principalmente al origen y al autor del evangelio de Juan. ¿Quién redactó y agregó este capítulo apéndice: el propio evangelista u otra persona? ¿Se identifica o no el evangelista con el discípulo «a quien Jesús amaba»? Si ese discípulo amado se identifica a su vez con un Juan, ¿quién era este Juan?, ¿un apóstol del círculo de los doce («el hijo de Zebedeo»), otro discípulo de Jesús o un personaje diferente que no conocemos con más detalle?. Para lograr aquí ideas claras, hay que distinguir exactamente dos cuestiones, que tienen entre sí una independencia relativa: primera, la del problema literario en conexión con la cuestión del autor; ¿procede el capítulo apéndice del mismo autor que el evangelio, quienquiera los haya escrito? Segunda cuestión: el problema del discípulo amado. Hay que anotar ante todo que la solución del primer problema no aporta demasiado a la del segundo. Este ha de estudiarse aparte. De ahí que en la combinación de ambos problemas sean posibles muy distintos puntos de vista.
Al problema primero: ¿se debe el capítulo apéndice a la misma mano que el cuarto evangelio?, hemos de decir que hoy un gran número de exegetas es del parecer que el capítulo 21 no procede del mismo autor (o redactor) que el cuarto evangelio (c. 1-20). Una objeción capital a la identidad de autor radica en que, de ser así, el mismo autor habría cambiado la conclusión primera. A ello se suman las grandes diferencias relativas al lugar de las apariciones pascuales: en el c. 20 sería Jerusalén, en el c. 21, Galilea. Además el autor del apéndice se muestra realmente distante al escribir de personas y sucesos que ya habían aparecido en el evangelio. De lo cual parece desprenderse que el autor del apéndice ha conocido todo el evangelio de Juan, pero que se mantiene respecto del mismo en una relación externa. Hay, pues, toda una serie de razones para pensar que el evangelista de los c. 1-20 y el autor del apéndice (c. 21) son dos personas distintas. El problema segundo lo discutiremos más adelante.
La división del capítulo 21 es bastante clara. Contiene tres secciones: a) la aparición pascual (v. 1-14); b) Simón Pedro (v. 15-19); c) el discípulo amado (v. 20-24), y la segunda conclusión (v. 25).
En las tres secciones se utilizan evidentemente tradiciones de distinta procedencia. La observación de Schlatter «La nueva sección tiene su objeto en la llamada de los dos discípulos Pedro y Juan» contiene un detalle acertado, por cuanto que en esta composición se exponen, sobre todo, unas reflexiones sobre las relaciones de Pedro y del discípulo amado. El hecho de tales reflexiones, que desde luego suponen la muerte de ambos discípulos y que se apoyan en las informaciones relativas a la misma, indica que este texto nos sitúa ya en una época relativamente tardía del cristianismo primitivo, en que se meditaba sobre la tradición apostólica y sus circunstancias. Es la época en que se empieza a legitimar una tradición propia conectándola con un personaje más o menos conocido; procedimiento que se sirve frecuentemente de la pseudonimia (cf. asimismo las cartas deutero-paulinas, las cartas pastorales, la primera y segunda de Pedro). En este aspecto el capítulo apéndice dice también algo sobre la cuestión del autor, y más en concreto, sobre cuál era la concepción del autor del c. 21 sobre este tema.
a) La aparición pascual en Galilea (Jn/21/01-14)
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades. Y se manifestó así. 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dice: «Voy a pescar.» Le dicen los otros: «También nosotros vamos contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando estaba ya amaneciendo, se presentó Jesús en la orilla; los discípulos, sin embargo, no se daban cuenta de que era Jesús. 5 Díceles Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis nada que comer?» Ellos le respondieron: «No.» 6 Entonces les dijo: «Echad la red a la parte derecha de la barca y encontraréis.» La echaron, y ya no podían sacarla por la gran cantidad de peces. 7 El discípulo aquel a quien amaba Jesús dice entonces a Pedro: «¡Es el Señor!» Al oír Simón Pedro: «Es el Señor», se ciñó la túnica exterior, pues estaba desnudo, y se echó al agua. 8 Los otros discípulos llegaron en la barca -pues no estaban distantes de la tierra sino unos doscientos codos- arrastrando la red con los peces. 9 Cuando descendieron a tierra, ven puestas unas brasas y un pescado encima de ellas, y pan. 10 Díceles Jesús. «Traed algunos peces de los que acabáis de pescar.» 11 Simón Pedro subió a la barca, sacó a tierra la red, llena de ciento cincuenta y tres peces grandes; con ser tantos, no se rompió la red. 12 Díceles Jesús: «Venid y almorzad.» Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Tú, quién eres?», porque bien sabían que era el Señor. 13 Va Jesús y toma el pan y se lo da, y de la misma manera, el pescado. 14 Esta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitado de entre los muertos.
Lo primero que relata el capítulo apéndice es otra aparición pascual, y ahora en Galilea: «Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos junto al mar de Tiberíades. Y se manifestó así…» (v. 1). A esto alude asimismo la observación final de que «ésta fue ya la tercera vez que Jesús se manifestó a los discípulos después de resucitado de entre los muertos» (v. 14). Las dos observaciones que enmarcan el cuadro se deben al autor del apéndice, que ha acomodado su escrito al documento preexistente. Esto lo ha conseguido ciertamente sólo de un modo muy superficial; las contradicciones internas apenas han desaparecido con eso. Lo cual vale sobre todo para la misma aparición pascual, que según su relato tuvo lugar junto al lago de Galilea, mientras que el c. 20 concentra todas las apariciones en Jerusalén. Ello reviste tanta mayor importancia cuando que 21,1-14 representa de hecho una tradición más antigua de los relatos pascuales, olvidada o postergada a propósito. Además, tampoco se hace ninguna otra tentativa por explicar la permanencia de los discípulos en Galilea; el Evangelio de Juan no dice ni una palabra sobre la huida de los discípulos, en la línea en que lo hace Marcos. Que así se suponga simplemente como un hecho conocido, es indicio de una tradición más antigua que no está lejos de la tradición de Marcos y Mateo. Cómo se llegó en el entorno del cuarto evangelista a esa tradición, ya no podemos saberlo, aunque quizás no vaya errada la sospecha de que Juan en el c. 20 ha dejado intencionadamente de lado otras tradiciones que conocía. Con esta peculiar tradición galilaica enlazan muchas otras tradiciones y motivos. Ante todo la tradición de la pesca abundante (cf. Luc 5:1-11), aunque también la de Mar 1:16-20 con la llamada de los primeros discípulos. Es probable que la tradición más antigua de este relato consistiese en una historia vocacional, como la encontramos bajo la expresión más simple en Mar 1:16-20. Aquí se describe cómo Jesús llamó en su seguimiento a los hermanos Simón (Pedro) y Andrés, al igual que a los hijos de Zebedeo con estas palabras: «Seguidme y os haré pescadores de hombres» (Mar 1:17). A partir de la metáfora pescadores de hombres puede haberse desarrollado la tradición de la pesca abundante, que en Lucas concluye con estas palabras: «Jesús dijo a Simón: «No tengas miedo; desde ahora serás pescador de hombres»» (Luc 5:10). También en otros pasajes son dignos de notarse los contactos entre la tradición joánica y la lucana, de forma que por ese camino la historia vocacional pudo haber sido conocida en el círculo de la tradición joánica. La conexión entre esa historia vocacional y la aparición de pascua es ciertamente secundaria.
Otro motivo es la conexión de pan y peces (v. 9), que recuerda la multiplicación milagrosa de los panes 171. Posiblemente se trata, sin embargo, del motivo de la aparición pascual en el marco de una comida (cf. también Luc 24:41). El autor ha recogido entre sí fragmentos tradicionales de muy diversa procedencia, rellenándolos después con motivos de la tradición joánica.
La historia viene introducida como un relato de aparición pascual, y desde luego que como perteneciente a la tradición de las apariciones pascuales en Galilea. El versículo 2 menciona a todo un grupo de discípulos, cuyos nombres son en parte conocidos por el evangelio de Juan: Simón Pedro, Tomás apellidado el Mellizo, Natanael de Caná de Galilea (cf. Jua 1:45-50); a los que se suman los dos hijos de Zebedeo, que fuera de aquí no aparecen en el cuarto evangelio, y otros dos discípulos innominados. El relato no sólo da por supuesta a todas luces la huida de los discípulos a Galilea después del viernes santo, sino que además da por hecho que ambos discípulos, Pedro y el discípulo amado, volvieron después de esa fecha a su antiguo oficio de pescadores. Pues, eso es desde luego lo que indica el anuncio de Pedro: «Voy a pescar.» Los otros discípulos le acompañan. El motivo del fracaso (cf. Luc 5:5) prepara la pesca abundante. De buena mañana Jesús está en la orilla, pero no le reconocen de inmediato. El relato pascual trabaja en este pasaje, como el relato de Emaús (Luc 24:25s), con el motivo del encuentro con un extraño.
El versículo 5 introduce la pesca milagrosa con la pregunta de Jesús: «Muchachos, ¿no tenéis algo que comer?» Como los discípulos responden que no, Jesús les da la orden de echar la red «a la parte derecha de la barca», lo que probablemente tiene una significación simbólica que a nosotros ya nos escapa. Los discípulos ejecutan la orden y hacen una captura abundante, hasta el punto de que sólo con dificultad consiguen arrastrar la red a tierra. Es entonces cuando, por esa señal, el discípulo amado reconoce a Jesús: «¡Es el Señor!» (cf. 20,8). Y, de modo parecido a la carrera descrita en el relato de 20,1-10, también aquí se produce una cierta competición, por cuanto Pedro entra inmediatamente en acción, se ciñe la túnica exterior, que se había quitado para faenar, y se arroja al agua a fin de alcanzar lo más rápidamente posible a Jesús. Es ocioso buscar en el relato intento alguno de evocar correcta y realmente la escena, pues ¿cómo podía Pedro nadar con la larga túnica exterior? ¿o es que las aguas eran tan poco profundas que podía vadearlas andando? Por ello, sin duda, advierte el versículo 8 que la barca ya no estaba lejos de tierra. Las redes son arrastradas a la orilla.
Y sigue, en el versículo 9, otro rasgo curioso: en tierra, junto a Jesús, arde ya un fuego de carbón, y sobre las brasas hay un pescado y pan. ¿Tenemos aquí de nuevo un símbolo, quizá una alusión a la cena del Señor? Tal vez late una corrección o un planteamiento exacto de la pregunta formulada en el versículo 5: realmente el resucitado no necesita para nada de la ayuda de los discípulos; tampoco tiene necesidad de alimento, mientras que los discípulos sí lo necesitan. Y así, se ha de subrayar ciertamente la iniciativa de Jesús: como en la multiplicación milagrosa de los panes (6,1-15), Jesús es el anfitrión de los suyos. Los discípulos, también en el tiempo pospascual, siguen dependiendo de la palabra de Jesús. De ahí mismo su nueva orden de que le lleven peces. Pedro, como jefe del grupo de discípulos, saca a tierra la red, repleta como estaba de «ciento cincuenta y tres peces grandes». El número 153 puede recordar la abundancia extraordinaria, aunque también en el sentido de un éxito misionero extraordinario. Si el número encierra además un oculto sentido simbólico no hay por qué discutirlo más 172. En el milagro entra también el que la red no se rompiera, pese a la carga, lo que bien pudiera ser una alusión a la unidad de la Iglesia.
Como anfitrión, Jesús invita a los discípulos: «Venid y almorzad.» También se pone de relieve la cortedad de los discípulos frente al extraño, pese a que le conocían. Es probable que este rasgo haya desempeñado un papel en el relato que estaba a la base de la presente narración. Señala la diferencia entre el Jesús terreno y el resucitado: éste pertenece ya a la esfera divina y provoca en consecuencia un temor numinoso. Ahí apunta el giro «porque bien sabían que era el Señor». Y también ahí se expresa la pertenencia del resucitado al ámbito divino. Durante el refrigerio Jesús sigue actuando de huésped invitante: «Va Jesús y toma el pan y se lo da, y también el pescado» (cf. 6,11). Con la comida se cierra el relato pascual.
El autor, como se ve, está familiarizado con el contenido y los puntos de vista teológicos del cuarto evangelio. De él ha tomado algunos rasgos que eran importantes para su tercera narración pascual. En especial están tomados de la tradición joánica los motivos siguientes: el de la competición, en la carrera entre Pedro y el discípulo amado (Pedro debía encontrarse ya en la redacción más antigua de la historia, así como los hijos de Zebedeo) y también el interés que se pone en subrayar la función hospitalaria de Jesús. Los otros motivos tienen asimismo importancia teológica. La pesca milagrosa, en relación con la red que no se rompe, simboliza ciertamente la misión, y con ella la fundación de la Iglesia. Por el contrario, el motivo del banquete alude a la eucaristía o, en un sentido más amplio, al banquete habitual de la comunidad, en el que se experimentaba cada vez de nuevo la presencia del resucitado. El propósito peculiar del autor al recoger y transmitir esta narración, parece estar, sin duda, en que le proporcionaba un buen pretexto para replantear una vez más la cuestión de Pedro y el discípulo amado. Pues, todo parece indicar que ese discípulo no figuraba todavía en el documento base. Por ello, no podría identificársele con ninguno de los discípulos a los que se menciona explícitamente en otros pasajes. La historia pascual debió servir ante todo como enlace con las dos perícopas siguientes.
……………
171. Cf. 6,9: «Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces»; cf. además Mar 6:38; Mat 14:17; Luc 9:13; también Mat 15:34.
172. NU/000153-PECES Cf. SAN AGUSTIN, Tratados sobre el evangelio de Jua 122:8 : «Si a uno le añades dos, dan tres: y si a tres le sumas tres y cuatro son diez, y si después vas añadiendo los números siguientes hasta diecisiete, se llega al número antes dicho». Es decir: 1 + 2 + 3 + 4 etc. hasta 17 = 153. Conclusión: el número puede indicar la totalidad de los elegidos: «No quiere decir esto que sólo ciento cincuenta y tres justos han de resucitar a la vida eterna, sino todos los millares de santos que pertenecen a la gracia del Espíritu Santo (BAC 165, Madrid 1957, p. 739)
……………
b) Simón Pedro (/Jn/21/15-19)
15 Cuando terminaron de almorzar, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Respóndele: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero» él le contesta: «Apacienta mis corderos.» 16 Vuelve a preguntarle por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Respóndele: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» él le contesta: «Sé pastor de mis ovejas.» 17 Por tercera vez le pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro sintió pena cuando Jesús le dijo por tercera vez «¿me quieres?», y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que te quiero.» Dícele Jesús: «Apacienta mis ovejas. 18 De verdad te lo aseguro, cuando eras más joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá y te llevará a donde no quieras.» 19 Esto lo dijo para dar a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y después de decir esto, le añade: «Sígueme.»
La perícopa segunda trata especialmente de Simón Pedro. Los versículos 15-17 refieren una triple pregunta de Jesús a Simón Pedro y una triple respuesta de éste, a cada una de las cuales sigue un encargo de Jesús. Los versículos 18-19 contienen una noticia sobre el futuro destino de Pedro.
Al igual que en los otros evangelios y en las cartas paulinas, también en el evangelio de Juan la figura de Simón Pedro tiene un papel destacado. Asimismo también en Juan es necesario distinguir entre el Pedro histórico y el simbólico o tipológico. Esto quiere decir que las afirmaciones hechas sobre Simón Pedro, suponen desde luego una gran relevancia para la Iglesia primitiva, y no pueden entenderse sin más como noticias históricas acerca de Pedro. Del Pedro histórico están más próximas, sin duda, las cartas paulinas (Gálatas y 1Corintios), así como varias noticias de la tradición petrina de los sinópticos y de los Hechos de los apóstoles. La tradición joánica sobre Pedro es de fecha relativamente tardía, por lo que de cara al Pedro histórico hay que ser más bien escéptico. Pese a lo cual, no se excluye que esa tradición joánica contenga muchas noticias dignas de crédito.
¿Cómo ve el evangelio de Juan al personaje Pedro? En parangón con la tradición sinóptica a Pedro se le menciona pocas veces en el cuarto evangelio. Faltan sobre todo aquellos pasajes en los que Pedro aparece casi de una manera estereotipada como el portavoz del grupo de discípulos. La conexión del grupo Pedro, Santiago y Juan no se encuentra nunca en el cuarto evangelio. Cuando se habla de Pedro es siempre en un contexto importante. Según 1,40-42, Simón Pedro pertenece a los discípulos de primera hora, que procedían del círculo del Bautista y que por la palabra de éste se unieron a Jesús. Según 1,35-39, dos discípulos del Bautista escuchan el testimonio positivo de su maestro sobre Jesús: «Este es el Cordero de Dios», y siguen de inmediato a Jesús. El nombre de uno de esos discípulos queda en el anonimato, mientras que el otro era Andrés, el hermano de Simón Pedro (1,40). Encuentra a su hermano Simón y lo conduce hasta Jesús con estas palabras: «¡Hemos encontrado al Mesías!», a Jesús. Y Jesús «fijando en él su mirada, le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; pues, tú te llamarás Cefas, que significa Pedro»» (griego petros, 1,42). Así pues, «Simón, hijo de Juan (o «Simón, hijo de Jonás», como se dice en Mat 16:17) -que, como sabemos por 1,44, era de Betsaida, un lugar en la orilla septentrional del lago de Genesaret- recibió el nombre simbólico de Cefas Pedro («piedra» o «roca») ya en su primer encuentro con Jesús. Ahora bien, el relato joánico sobre la vocación de los discípulos presenta rasgos elaborados y no se puede considerar sin más como histórico. En la controversia actual se discute la cuestión de si Simón recibió el sobrenombre de Roca de labios del Jesús histórico o sólo lo obtuvo de la comunidad pospascual (cf. Mat 16:17s). Por lo demás, todos los evangelios atribuyen la imposición de ese sobrenombre al propio Jesús, lo que bien pudiera ser históricamente exacto (cf. también Mar 3:16 : «Simón, a quien puso el sobrenombre de Pedro»; Luc 6:14).
El nombre símbolo Pedro o roca se convirtió desde muy pronto en algo así como el apellido fijo del nombre personal de Simón, y hasta lo sustituyó. Ese nombre no se entiende como descripción del carácter de Pedro, sino como indicativo de su función teológica entre el círculo de discípulos, que, según los testimonios neotestamentarios, no se la apropió él personalmente, sino que se la otorgó Jesús. Acerca de la importancia de Pedro después de pascua para la reunión de la comunidad de discípulos ya se ha dicho lo más relevante. El papel singular de Pedro lo reconocen los textos neotestamentarios, sin que nadie lo pusiera en tela de juicio en la Iglesia primitiva, ni siquiera Pablo. El evangelio de Juan no constituye aquí ninguna excepción.
En efecto, el cuarto evangelio refiere en 6,66-71 una confesión de Pedro, que tiene muchos elementos en común con la correspondiente confesión de Pedro sinóptica (Mar 8:27-30, par Mat 16:13-20; Luc 9:18-21). Como, tras el gran discurso sobre el pan (Luc 6:22-65) muchos discípulos se apartasen de Jesús, el Maestro preguntó a los doce: «¿Acaso también vosotros queréis iros?» Simón Pedro le contestó, haciéndose eco del grupo de discípulos: «Señor, ¿a quién vamos a ir? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Y nosotros hemos creído y sabemos bien que tú eres el Santo de Dios» (Luc 6:68s). A Pedro «no se le discute el conocimiento y confesión de Jesús en aquella hora histórica, inicio de la firme tradición a que también el cuarto evangelista se sabe ligado, y testimonio importante de su imagen de Pedro».
Después Pedro ya no vuelve a entrar en escena hasta el lavatorio de los pies, donde empieza por negarse a admitir el servicio de Jesús, para pasar después al deseo arrebatado de que le lave hasta la cabeza (Luc 13:6-10). Aquí Pedro desempeña, sin duda, un papel típico, puesto que encarna una mala interpretación y su esclarecimiento. En 13, 24s, Pedro hace al discípulo amado la pregunta acerca del traidor; en 13,36-38 predice Jesús la negación de Pedro; según 18,10-11, Pedro golpea con la espada al siervo del sumo pontífice, Malco, cortándole la oreja derecha; en 18, 15-18.25-27 se relata de hecho la negación de Pedro, y en 20,1-10 su ida y carrera al sepulcro vacío en compañía del discípulo amado.
La cuestión acerca de las relaciones de Pedro con el discípulo amado se plantea por primera vez en 13,24s, con motivo de la pregunta de Pedro acerca de quién es el traidor. El discípulo amado hace en ese pasaje de mediador entre Pedro y Jesús. No se ve claro por qué no formula Pedro personalmente la pregunta al Maestro. Una razón bien podría estar en que el evangelista quiso mostrar ya en esa circunstancia la mayor proximidad del discípulo amado a Jesús, pues de hecho estaba recostado «sobre el pecho de Jesús». En la carrera de los dos discípulos hacia el sepulcro vacío no puede excluirse por completo el motivo de competición, aunque pueda predominar el motivo del testimonio. Así, la mayor disposición para creer parece estar de parte del discípulo amado. En todo caso el evangelio de Juan no regatea ni discute la importancia y significación de Pedro. La competición de la carrera no apunta en Juan contra la persona de Pedro y su jefatura, sino que se refiere más bien a la mayor proximidad (del discípulo amado) a Jesús.
Apacienta mis ovejas (v. 15-17). Directamente, después de la comida, Jesús habla a Simón Pedro en una forma notoriamente solemne. La solemnidad de la situación viene especialmente subrayada mediante la triple nominación plena de «Simón, hijo de Juan», que confiere a todo el pasaje un carácter oficial. El ritual es cada vez el mismo: 1) llamada y pregunta; 2) respuesta de Simón Pedro; 3) encargo que Jesús le hace. Las tres veces la pregunta de Jesús presenta este tenor: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas (más que a éstos)?» El interrogatorio versa sobre la vinculación personal e ilimitada de Pedro a Jesús. Dado que en este cuadro no aparece expresamente el nombre de Cefas, cabe suponer que para la tradición joánica el nombre símbolo de «roca» tenía el significado de amar a Jesús por completo, en el sentido de una suprema e inconmovible vinculación a él. Justamente ese amor a Jesús en una acepción firme y total aparece simultáneamente como la condición interna para el encargo inmediato. Por dos veces responde Pedro a esa pregunta: «Sí, Señor; tú sabes que te quiero.» Sólo la tercera vez se dice que «Pedro sintió pena cuando Jesús le dijo por tercera vez ¿me quieres?, y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú conoces bien que te quiero»» (v. 17b).
La exposición tradicional, que ve aquí una referencia a la triple negación de Pedro, podría ser atinada. La pena que Pedro sintió se explica muy bien como recuerdo de su negación de Jesús. Pedro está, pues, dispuesto a amarle y a vincularse incondicionalmente a él. La tradición joánica subraya así con singular énfasis que la función de «roca», asignada a Pedro, se funda en sus relaciones con Jesús, y no en ninguna otra cosa. Es ésta una diferencia respecto de Mateo, donde el símbolo «roca» adquiere en seguida un carácter eclesiológico: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mat 16:18). En Juan es el elemento cristológico el que ocupa claramente el centro de interés.
A la triple respuesta de Pedro sigue un triple encargo de Jesús: «Apacienta mis corderos», o «mis ovejas». En el plano metafórico esto quiere decir que, durante el tiempo que Jesús esté ausente, Pedro hará de pastor de las ovejas por encargo del propio Jesús. La manera de hablar y, por ende, también el sentido de esa afirmación se explican perfectamente bien, partiendo del discurso del pastor ( Mat 10:14-165, en que Jesús se califica a sí mismo de buen pastor y habla de mis ovejas. Tanto en el Antiguo Testamento como en el oriente antiguo la imagen del pastor tiene una amplia tradición. Aquí describe a Jesús como el guía y salvador mesiánico, que se entrega a la muerte por los suyos, fundando así el rebaño de la comunidad mesiánica de salvación. «Conoce» a los suyos; «da su vida por las ovejas», reúne a las ovejas del mundo entero «y habrá un solo rebaño y un solo pastor». También aquí son una vez más las relaciones de los creyentes con Jesús las que constituyen el rebaño. Para Juan la Iglesia tiene siempre un fundamento cristológico, nunca puramente sociológico ni puramente institucional. Hasta qué punto deban ser estrechas esas relaciones, lo muestra el giro «Yo conozco las mías, y las mías me conocen a mí, como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre» (Mat 10:14b,15a).
Se trata de unas relaciones únicas, que se fundamentan en las relaciones de Jesús con su Padre. Son éstas las que sostienen y constituyen la comunidad salvífica de Jesús, y representan algo insustituible. Por ello, hay que considerar atentamente que en la colación del oficio de pastor a Pedro siempre se habla de «mis ovejas», es decir, de las ovejas de Jesús. Pedro no pasa a ser el señor o dueño de las ovejas -ni pueden ni deben pertenecerle jamás, ni Pedro puede disponer de ellas a su antojo. Pedro es el pastor que está al cargo de las ovejas de Jesús. Con ello se delimitan claramente las fronteras del ministerio pastoral de Pedro.
¿Qué dice este texto y qué es lo que no dice? El texto habla, en efecto, de una posición especial de Pedro. En el plano del texto presente nos las habemos con la interpretación joánica de la figura de Pedro y de su función en la Iglesia primitiva. Hoy ya no se discute que aquí no se trata de unas palabras auténticas de Jesús a Pedro, sino de una creación de la tradición joánica. Tampoco la conocida palabra sobre la roca o piedra en Mateo ( Mat 16:17-19) es una palabra genuina de Jesús, sino una creación comunitaria relativamente tardía, que recibió sus últimos retoques del evangelista Mateo y que expresaba una concepción de la función de Pedro con fuertes matices judeocristianos. Tras la muerte y resurrección de Jesús, Pedro fue quien desempeñó las funciones de pastor del rebaño de Jesús. Esa es la imagen que se hizo de Pedro el círculo joánico. Es la función de un servicio pastoral vicario, que en modo alguno incluye dominio ni ambiciones de poder. En este sentido se puede hablar perfectamente de un ministerio de Pedro, aunque todavía no como una institución firme, sino en el sentido de una función dirigente que, vinculada a la persona de Pedro, aparece motivada y sostenida por su compromiso y fidelidad personales, por su inconmovible amor a Jesús. Sería difícil explicar cómo ese inconmovible amor a Jesús puede institucionalizarse.
Tampoco se dice una sola palabra en este texto sobre una sucesión de Pedro. Lo que sorprende tanto más cuanto que se habla a renglón seguido de su muerte. Se dice que Pedro fue llamado al servicio pastoral vicario en favor de las ovejas de Jesús; mas nada se dice sobre quién ocupará el lugar de Pedro, cuando éste falte, y ni siquiera si alguien deberá ocuparlo. En este punto todo queda más bien pendiente. Por eso resulta también imposible concluir de éste y otros pasajes neotestamentarios relativos a Pedro la existencia de un ministerio petrino, en el sentido del papado romano, de la primacía jurisdiccional y de la infalibilidad pontificia. La Iglesia primitiva difícilmente pudo pensar en un largo período de existencia a través de la historia y por ello tampoco creó un sistema jerárquico de cargos. De todos modos con el correr de la historia también debieron dejarse sentir nuevas necesidades, de conformidad con las cuales se desarrollaron asimismo nuevos cargos e instituciones, como el episcopado monárquico e incluso un primado como vértices que simboliza la unidad de la Iglesia. Habida cuenta de la continuidad histórica de la Iglesia, se buscó a todo ello una conexión retrospectiva.
Pero desde la época neotestamentaria apenas hubo textos ni reglas vinculantes que dieran una solución al problema de cómo habían surgido en concreto esos ministerios jerárquicos; al principio hubo abiertas muchas posibilidades. Desde el punto de vista histórico la evolución que se desarrolló de hecho resulta perfectamente comprensible. Lo que se me antoja falso es pretender darle un carácter absoluto: porque las cosas discurrieron así, también así tenían que suceder, y ya no pueden concebirse de manera distinta, y ni siquiera cabe la posibilidad del menor cambio. Como si la evolución fáctica hubiera sido también querida por Dios y el Espíritu Santo como la única posible. Bien al contrario, esa evolución no es de derecho divino, sino puramente de naturaleza humano-eclesiástica. La forma actual del ministerio de Pedro en la figura del papa romano no es la única forma posible e imaginable; cabe configurar de modo diferente ese ministerio de Pedro. Desde la perspectiva eclesiológica del evangelio de Juan, es perfectamente pensable una constitución democrática, fraterna y sinodal de la Iglesia. En el fondo, cualquier constitución eclesiástica es posible e imaginable, con tal que reconozca la dignidad y primacía absoluta de Jesús, el único buen pastor de sus ovejas.
Y te llevará a donde no quieras (v. 18-19). Esta perícopa tiene evidentemente un carácter de vaticinio, formulado después que el acontecimiento había tenido lugar. El acontecimiento no fue ni más ni menos que la muerte de Pedro. El vaticinio está formulado en un lenguaje metafórico, que contrapone juventud y ancianidad: el joven elige por sí mismo el camino de la vida, mientras que el anciano debe dejarse ceñir y guiar adonde no quiere. Esto puede haber sido una sentencia sapiencial, que el autor recoge aquí y declara mediante una aplicación a la muerte violenta de Pedro. Se trata de una de las poquísimas referencias del Nuevo Testamento a la muerte del apóstol en forma de martirio. El punto relevante es la violencia: serán otros los que dispongan de Pedro llevándole adonde él no querría ir.
Según la tradición, Pedro fue ejecutado en Roma hacia el año 64, durante la persecución de los cristianos por Nerón. La leyenda asegura que fue crucificado con la cabeza abajo. Realmente nunca nos sorprenderá lo bastante el que la muerte de los apóstoles y de los discípulos dirigentes haya dejado tan escaso rastro en los escritos neotestamentarios, y eso que tales escritos, especialmente los evangelios y los Hechos de los apóstoles, aparecieron poco después. Según parece, la Iglesia primitiva no estuvo demasiado familiarizada con aquellos varones. Ciertamente que ello no se debió a impiedad. El fundamento debió estar más bien en que a través de la fe en Jesucristo se había logrado un nuevo planteamiento de las realidades fundamentales humanas que son la vida y la muerte; planteamiento radicalmente distinto del que testifican en general las pompas fúnebres de la antigüedad. A ello se sumó sin duda el temor a la opinión pública. Si, como lo hace el evangelio de Juan, se certificaba la presencia de la nueva vida en la fe y el amor, también la muerte había quedado efectivamente reducida a la impotencia en su significación para la fe. Lo decisivo era que la causa de Jesús seguía adelante. Justamente por ello la última palabra que Jesús dirige a Pedro tiene una resonancia para todos los lectores: «Tú, sígueme.» La continuidad de un cristianismo vivo no depende en definitiva de las personas, los cargos o las instituciones, que sólo desempeñan una función subordinada de servicio. Depende ante todo y sobre todo del seguimiento de Jesús.
c) El discípulo amado (Jn/21/20-24). Segunda conclusión (Jn/21/25)
20 Volviéndose Pedro, ve que los iba siguiendo el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?» 21 Al verlo, pues, dice Pedro a Jesús: «Señor ¿y éste, qué?» 22 Respóndele Jesús: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Tú sígueme.» 23 Surgió entonces entre los hermanos este rumor: que el discípulo aquel no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué?» 24 Este es el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero. 25 Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si se escribieran una por una, creo que ni en todo el mundo cabrían los libros que habrían de escribirse.
DISCIPULO-AMADO La configuración de Pedro y el «discípulo amado» en este pasaje hay que ponérsela en cuenta sin duda alguna al autor del capítulo apéndice, que a su vez da la impresión de haber conocido de hecho a ese discípulo, y tener también la clave de aquellos lugares del cuarto evangelio en que se habla del mencionado discípulo.
Además del capítulo apéndice hay en conjunto tres pasajes en lo que aún se añaden algunas indicaciones complementarias. En /Jn/13/23-26 viene introducido por primera vez el discípulo con ocasión de la última cena: «Uno de los discípulos, aquel a quien Jesús amaba, estaba recostado en la mesa, junto al pecho de Jesús.» Ese calificativo «al que Jesús amaba» vuelve a encontrarse después en 19,26s y en 20,20. Nosotros simplificando hablamos del «discípulo amado». Según 19,26s fue el único discípulo que se halló bajo la cruz de Jesús y al que Jesús le encomendó a modo de testamento su madre, para que cuidara de ella. Parece que se le identifica también con el testigo presencial de 19,35, cuyo testimonio se presenta como absolutamente digno de fe y crédito. Según 20,2, el discípulo amado corre junto con Pedro al sepulcro de Jesús; se le designa en ese texto también como «el otro discípulo» (20,3.4.8), que llega hasta el sepulcro vacío y asimismo llega a la fe pascual antes que Pedro.
Otros pasajes, que a menudo se han relacionado con el discípulo amado son los siguientes: en 1,35-40, donde en virtud del testimonio de Juan Bautista dos discípulos suyos se unen a Jesús, sólo se menciona el nombre de uno, que es concretamente Andrés, silenciando el nombre del otro. En tiempos pasados se supuso frecuentemente que el innominado discípulo era el discípulo amado. En 18,15-16 se habla igualmente de «otro discípulo»: «Pedro y otro discípulo» siguen a Jesús hasta el palacio del sumo sacerdote. Ese «otro discípulo» era conocido del pontífice, y pudo por ello entrar sin dificultades en el patio de palacio. Más tarde vuelve e introduce consigo a Pedro. No hay certeza alguna de que estos pasajes tengan algo que ver con el «discípulo amado». La conexión se ha establecido sólo en base a la designación de «el otro», «otro discípulo», que aparece en dichos pasajes. La posibilidad de que en todos esos casos se trate de figuras literarias, que el evangelista habría introducido en el relato por motivos narrativos, hay de todos modos que tenerla en cuenta.
El único punto de partida seguro está, ante todo en el hecho de que el «discípulo amado» es un personaje del cuarto evangelio, que aparece en los contextos indicados. En 13,23-26 y 20-2-10 se presenta junto a Pedro; en los otros lugares, solo. Las razones literarias de su presencia podrían ser: una función de mediador, un propósito testamentario de Jesús, una función de testigo o incluso una mera intención simbolista. De hecho siempre ha contado con defensores la idea de que el «discípulo amado» era una realidad puramente simbólica. La cuestión está en saber si la figura del discípulo amado se agota con las funciones señaladas. La circunstancia de que aparezca repetidas veces al lado de Pedro y que evidentemente esté en una relación de mayor proximidad o confianza con Jesús, debe apoyarse en motivos precisos.
Esos motivos se hacen a todas luces más patentes, cuando se agrega el capítulo apéndice. Ya hemos visto que en 21,7 el discípulo amado ha sido incorporado en un segundo tiempo a una tradición más antigua. El autor debe haber tenido en ello un singular interés. Es el discípulo que antes reconoce a Jesús: «¡Es el Señor!» Y luego, en todo el relato, ya no se dice ni una sola palabra sobre él. El interés del autor podría haber estado en introducir la figura del discípulo amado en este relato, que para él tenía una importancia singular en la que originariamente el discípulo no tenía ningún papel. Tampoco en esa aparición pascual de Galilea podía faltar el discípulo amado. También aquí debía ser el primero en reconocer a Jesús.
El versículo 20 establece una relación inmediata con 13,23-26: «Volviéndose Pedro, ve que los iba siguiendo el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»» El autor establece una identificación con ese pasaje: el discípulo es aquel de quien ya se ha hablado en el evangelio. En el pasaje presente «sigue a Jesús». Teniendo en cuenta sobre todo la última palabra de Jesús a Pedro «Tú sígueme», hay que entender la invitación en su sentido enfático y teológico; se trata del seguimiento de Jesús en sentido técnico en que lo conoce el Nuevo Testamento para indicar el verdadero discipulado de Jesús.
Así las cosas, habría que decir: mientras Pedro vuelve aún la cabeza y titubea, el discípulo amado se encuentra ya en el recto camino del seguimiento de Jesús. Es, pues, el verdadero discípulo suyo, ya que el seguimiento constituye la esencia del discipulado cristiano. Ahora bien, justamente en este pasaje se trasluce un singular interés por la persona de ese discípulo, que, bien podría ir más allá de una interpretación funcional, ya que Pedro inquiere acerca del destino futuro de ese discípulo: «Señor, ¿y éste, qué?» A lo que responde Jesús con palabras enigmáticas: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti, qué? Tú sígueme» (v. 21-22).
La respuesta de Jesús, tal como aquí está formulada, tiene un tono de reconvención y autoridad. ¡El destino futuro del discípulo amado no le importa a Pedro para nada! Si la pregunta indaga el sentido del seguimiento, la respuesta que debe darse es evidentemente ésta: hay distintas maneras de seguir a Jesús. Una de esas maneras de seguimiento es la de Pedro, que, en razón de la violencia ajena, acabará con la muerte de martirio. Mas el otro, el discípulo amado, no está menos que Pedro en la vía del seguimiento de Jesús. Cuando Pedro se vuelve para mirarle, le ve siguiendo ya efectivamente a Jesús, por lo que nada más puede pedirse de él. Adónde los conducirá Jesús al uno y al otro, es algo que a Pedro no debe importarle, aun cuando el otro tal vez no sufra la muerte como mártir. Es perfectamente imaginable que el autor quisiera dar así una respuesta a una controversia. Pedro había sufrido el martirio como Jesús y seguramente como muchos otros discípulos. Y sin duda que con ello se había ganado un gran prestigio y veneración como seguidores radicales de Jesús, que habían llevado su cruz hasta la muerte. ¿No era, pues, la muerte de martirio la verdadera meta final, la corona victoriosa de una auténtica vida de discípulo? ¿Y cómo era que había discípulos de Jesús de la primera hora que habían alcanzado una gran longevidad sin sufrir la muerte de los mártires? O ¿cómo había cristianos en general que si estaban dispuestos a seguirle toda la vida, pero que no aspiraban abiertamente al martirio? La respuesta del autor es aquí decisiva: ambas maneras de seguimiento son adecuadas. Hay que dejar a Jesús que señale el camino a cada uno de los discípulos, pues lo que cuadra a unos no es adecuado para todos. La respuesta toma asimismo posición frente al problema que representaba el retraso de la parusía: «Si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva…», se refiere a la parusía. De quererlo, Jesús tiene el poder de dejar que el discípulo viva hasta la parusía. La palabra comporta evidentemente una exageración; pero pudo haber circulado alguna vez entre el círculo joánico como una frase acerca del discípulo amado. Cuanto más anciano se iba haciendo, tanto más pudo haberse rumoreado: ¡A éste lo reserva Jesús hasta su regreso! ¡Presenciará la parusía!
Como indica el versículo 20, la palabra dio ocasión a la creencia de que el discípulo amado no iba a morir nunca; un error que, por otra parte, sólo podía mantenerse mientras él viviera. Ahora se corrige la mala interpretación, pues entre tanto ¡el discípulo amado había muerto! Por esa razón se explica claramente: Jesús no dijo que no moriría, sino que sólo había planteado una posibilidad: Si yo quiero que permanezca hasta la parusía ¿qué te importa a ti? Ahora bien, las palabras y la rectificación de su mala interpretación difícilmente parecen ser simples figuras académicas y literarias. Si aquí se alude a la muerte del discípulo amado, bien podría contemplar el texto un contenido histórico real. El discípulo amado no es evidentemente una pura figura literaria; detrás de él parece ocultarse un personaje histórico.
Sigue ahora en el versículo 24 otra identificación final del discípulo amado con el autor: «éste es el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió, y sabemos que su testimonio es verdadero.» Ello quiere decir que para el autor del capítulo apéndice el discípulo amado es el testigo decisivo de la tradición joánica (cf. también 19, 35, texto al que aquí se alude implícitamente). Y él es asimismo el autor del evangelio. Desde esa perspectiva nuestro texto es el testimonio más antiguo y a la vez la más antigua interpretación del discípulo amado como testigo y autor del evangelio de Juan. Esto vale ciertamente sólo en el supuesto de que el autor del capítulo 21 no se identifica con el evangelista. Pero si esto es verosímil, entonces su testimonio es también el testimonio más antiguo sobre el evangelio de Juan y su autor. Se le puede considerar en tal caso con cierto derecho como el primer «editor» del evangelio de Juan. Con ello, sin embargo, se plantea la cuestión decisiva sobre la intención y la credibilidad del editor.
La intención y propósito del «editor» apunta, sin duda, a presentar al discípulo amado no como una figura ficticia y simbólica, sino como un personaje histórico, más aún como un testigo presencial y cual autor del evangelio. Con ello, sin embargo, no se excluye en forma definitiva que su propósito sea a la vez ficticio, que no se trate de una pseudonimia o de un común mimetismo. Ciertamente que no por ello habría que enjuiciar su proceder de un modo negativo, pues lo que le importaba, al igual que a los autores pseudónimos de las cartas paulinas y petrinas no auténticas, era el propósito de una tradición y continuidad apostólicas dispuestas como siempre.
El discípulo amado tiene ya esa función de testigo en el Evangelio. La prueba de una auténtica tradición apostólica pasa a ser a fines del siglo I un importante criterio de primitiva tradición cristiana. El «editor» ha adoptado ese propósito para el evangelio de Juan y lo ha utilizado para sus intenciones. Su tesis es ésta: el autor del evangelio es un discípulo auténtico, cuyo testimonio es verdadero. Pues, para él no es otro que el discípulo amado. Con ello recomienda también el evangelio de Juan a la gran Iglesia universal. De este modo respecto del evangelio de Juan el discípulo amado se convierte en el exponente decisivo de una auténtica y primitiva tradición cristiana sobre Jesús. Esto es, sin duda alguna, lo más fundado que cabe decir sobre este personaje.
¿Se identifica el discípulo amado con el evangelista (c. 1-20)? Según la afirmación del redactor se identifica desde luego. Eso no puede discutirse. Es «el discípulo que da fe de estas cosas y el que las escribió…» El texto tiene distintas posibilidades de explicación: el redactor lleva razón históricamente; o bien se trata de una ficción intencionada, o de un conocimiento insuficiente de la verdadera historia de la tradición; y cabe aún la posibilidad de entender testigo y autor en un sentido amplio.
Últimamente R. Schnackenburg ha vuelto a plantear la cuestión: «¿Cabe suponer un personaje histórico detrás del discípulo al que Jesús amaba, y de qué personaje puede tratarse?». «En el discípulo que Jesús amaba se trata de la autoridad en que se apoya el círculo joánico, un discípulo del Señor, que sin embargo no pertenecía a los doce. Sus discípulos y amigos tuvieron interés en relacionarlo con el círculo más íntimo de los discípulos de Jesús, porque su tradición y su interpretación de la revelación operada en Jesús y por Jesús eran el fundamento de su predicación y doctrina, la base de la idea que su comunidad o sus comunidades tenían de sí mismas. Para ellos era el portador fiable de la tradición, más aún que el predicador e intérprete iluminado del mensaje de Jesús, y por ello resultaba también el discípulo ideal del propio Jesús… En una época en que las comunidades se reclamaban cada vez más a sus autoridades apostólicas, tenían también interés en sus testigos y tradiciones más importantes. Por ello reunieron sus apuntes y comunicaciones orales, sus enseñanzas en interpretaciones, disponiéndolas según el plan de su maestro sin duda, en forma de un evangelio, que utilizaron para su comunidad y que además quería difundir por toda la Iglesia.»
No podemos decir honestamente mucho más acerca de todo este problema. Los portadores de la tradición apostólica fueron casi siempre anónimos en la segunda mitad del siglo I; conocemos a muy pocos por su nombre real; tal vez el único sea Lucas. Y con ello hemos de conformarnos para siempre.
Sola la persona de Jesucristo se demostraba como el fundamento permanente de la comunidad e identidad cristianas. Así lo atestiguan los sinópticos al igual que el evangelio de Juan, aunque cada uno de manera diferente. Sólo Jesucristo es la «luz verdadera» que ilumina a todos, tanto en el mundo como dentro de la comunidad, a todos cuantos creen en él y que, como Pedro, le aman más que todos.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Análisis de discurso
Jesús se aparece a sus seguidores en Galilea
Como se mencionó al final del capítulo anterior, hoy en día se acepta entre los especialistas que el evangelista Juan en un principio terminó su narración en Jua 20:30-31. Se discuten varias teorías en cuanto a la redacción final del evangelio: (1) Que el evangelio siempre circuló completo con el cap. Jua 21:1-25. (2) Que el cap. Jua 21:1-25 fue añadido en una fase posterior por el mismo autor del evangelio, que hizo una segunda edición del mismo. (3) Que el cap. Jua 21:1-25 fue añadido por un editor del evangelio, el cual hizo una edición general del manuscrito y añadió este capítulo final. (4) Que hubo un editor final del evangelio dentro del círculo de la comunidad de Juan que quiso añadir materiales de Galilea como suplementos al evangelio, para lo cual redactó una introducción (Jua 1:1-18) y el epílogo o conclusión en el cap. Jua 21:1-25. Independientemente del origen de este capítulo, forma parte del texto sagrado desde la antigüedad y tiene una gran importancia teológica y eclesiástica.
Este capítulo se divide en dos secciones separadas entre sí por una nota o paréntesis del redactor del evangelio que incluye el ambiente en que se da esta información: “Esta es la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos” (Jua 21:14). La primera sección de Jesús resucitado termina con una comida comunitaria después de una pesca milagrosa, mientras la segunda termina con la recomendación de Jesús a Simón Pedro y el anuncio del papel permanente del discípulo al que Jesús estimaba mucho. El trabajo de éste queda ratificado por el “nosotros” del v. Jua 21:24, como es el caso también en Jua 1:14.
1. Jesús aparece en la playa del mar de Galilea (Jua 21:1-6)
a. Jesús aparece a siete de sus discípulos (vv. Jua 21:1-6)
b. Los discípulos reconocen a Jesús (vv. Jua 21:7-14)
2. Jesús comisiona de nuevo a sus discípulos (Jua 21:15-25)
a. Jesús habla con Simón Pedro (vv. Jua 21:15-19)
b. Jesús habla del otro discípulo (vv. Jua 21:20-24)
c. Jesús hizo muchas otras cosas (v. Jua 21:25)
TÍTULO: Consideramos que no es suficiente mencionar sólo que Jesús se aparece a los discípulos, sino ser más específicos, como con Jesús vuelve a comer con sus discípulos.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1. Jesús aparece en la playa del mar de Galilea (Jua 21:1-6)
El capítulo comienza con la fórmula transicional típica de Juan: “después de estas cosas”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
a. Jesús aparece a siete de sus discípulos (vv. Jua 21:1-6)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Es mejor traducir en este caso “Después de que habían pasado algunos días” o “algunos días después” en lugar del literal “después de estas cosas”, ya que refleja mejor la idea de Juan y ambienta mejor la escena, donde Juan quiere comunicar cierto espacio de tiempo después de los últimos acontecimientos narrados, cuando los discípulos habían ya regresado a sus actividades cotidianas de pesca.
Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al Mar de Tiberias, «Jesús se apareció a los discípulos a la orilla del Lago de Tiberias» (TLA). En algunos contextos el verbo “apareció” puede dar la idea de la aparición de un fantasma, por lo que será mejor usar alguna equivalencia como “se dejó ver” o “se mostró a sus discípulos”, «se hizo presente» (BL). Como el verbo “apareció” está repetido en el versículo, se puede omitir y simplemente traducir: “así fue como todo sucedió”. Se deberá comunicar la idea: “Y esta es la manera como Jesús se dio a conocer” o “ya había pasado un tiempo cuando Jesús se dejó ver otra vez por sus discípulos”. El “Mar de Tiberias” también era conocido como el “Mar de Galilea”, que debido a sus dimensiones en realidad era un «lago», como prefieren traducir varias versiones modernas (TLA, DHH, BA, BI).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jesús aparece a los discípulos junto al mar. Algunos eruditos han supuesto que este capítulo pertenece a otro autor, pero no hay evidencia en los mss. de que el Evangelio haya circulado sin él. Aunque parece tener algo de la naturaleza de un pensamiento tardío, puede haber tenido la intención de corresponder al prólogo. No es probable que otro autor escribiera esta sección, dado que hay varios puntos de contacto en ella con el estilo y el lenguaje de los capítulos previos.
Los discípulos habían dejado Jerusalén y llegado a Galilea. Sólo en Juan aparece el nombre del lago como mar de Tiberias. No tenemos que dar un significado simbólico al hecho de que se mencionen siete discípulos en el v. 2. Es digno de notarse que no aparece el nombre de los hijos de Zebedeo, lo que concuerda con la idea de Juan, de que uno de ellos era el autor del Evangelio. Hay varios paralelos interesantes entre el episodio de la pesca y el de Luc. 5:1-11. La observación de Juan aquí de que habían pasado una noche sin resultados puede ser una sugerencia simbólica (aún era noche en el sentido espiritual), pero lo más probable es que fuera otra reminiscencia de un testigo ocular. Sin embargo, hay un evidente principio espiritual, porque la situación fue transformada por la presencia de Jesús.
El hecho de que los discípulos no reconocieran a Jesús hasta después de obedecer su mandato de echar la red del lado derecho del barco es sorprendente (4-6). Si no conocían su identidad, ¿por qué res pondieron a su orden? Probablemente estaban desesperados después de una noche infructuosa y estaban dispuestos a probar cualquier cosa. Pero el resultado fue considerable. El discípulo amado fue el primero que reconoció a Jesús, pero no hizo otra cosa que decírselo a Pedro, quien como siempre actuó impulsivamente para llegar cuanto antes a Jesús.
Hay toques vívidos que muestran a un testigo ocular en este relato, especialmente en el monto de la recolección de peces, la distancia desde la costa (8), el fuego con un pez y la orden de Jesús de que llevaran más (9, 10). La cantidad precisa de peces (11) es una buena información por la misma razón de que alguien estaba allí cuando contaron. Sin embargo, muchos eruditos han visto una razón más sutil para este detalle. Se ha hecho una sugerencia matemática ya que 153 es igual a la progresión de 1 + 2 + 3 … + 17 o algún significado simbólico que relacione este episodio con la alimentación de los 5.000 (cinco panes más 12 cestas totalizan 17). Pero tales soluciones son mucho menos convincentes que la simple aceptación de un número preciso de peces. Que se trataba de una comida común se puede decir en base a la invitación de Jesús a los discípulos para que se unieran con él en el desayuno (12). La tercera vez (14) relaciona este hecho con las demás apariciones de Jesús a un grupo de discípulos; los otros casos están relatados en el cap. 20.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
21.1ss Este capítulo se ocupa de cómo Jesús comisionó a Pedro. Tal vez Pedro necesitaba un estímulo especial después de negarlo ya que se habrá sentido totalmente indigno. Los versículos 1-14 preparan el escenario de la conversación de Jesús con Pedro.21.7 Unicamente Juan («aquel discípulo a quien Jesús amaba») reconoció a Jesús, sin lugar a duda porque Jesús llevó a cabo un milagro similar antes (Luk 5:1-11).21.15-17 En esta escena junto al mar, Jesús condujo a Pedro a través de una experiencia que removería la nube de la negación. Pedro lo hizo tres veces. Tres veces le preguntó Jesús si lo amaba. Cuando Pedro contestó afirmativamente, Jesús entonces le dijo que debía apacentar a sus corderos. Una cosa es decir que ama a Jesús, pero otra es que la verdadera prueba radica en la disposición para servirle. Pedro se arrepintió y ahora Jesús le pide que dedique su vida. La vida de Pedro cambió cuando al fin supo quién era Jesús. Su ocupación cambió de pescador a evangelista, su identidad cambió de impetuosa a «roca» y su relación con Jesús cambió. Era perdonado y comprendió el significado de las palabras de Jesús acerca de su muerte y resurrección.21.15-17 Jesús preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. La primera vez Jesús dijo: «¿Me amas más que éstos?» (en griego, se emplea la palabra ágape. Significa amor volitivo, autosacrificial). La segunda vez, Jesús se centra solo en Pedro y vuelve a emplear la palabra griega ágape. La tercera, Jesús usa la palabra griega fileo (que significa afecto, afinidad o amor filial) y en efecto le preguntaba: «¿Eres de veras mi amigo?» Siempre Pedro había respondido con la palabra fileo. Jesús no aceptó precipitadamente respuestas superficiales. El sabe llegar a donde tiene que llegar. Pedro tuvo que enfrentar sus motivos y sentimientos verdaderos cuando Jesús lo confrontó. ¿Qué respondería usted si Jesús le preguntara: «¿Me amas?» ¿Realmente ama a Jesús? ¿Es usted su amigo?21.18, 19 Esta era una predicción de la muerte de Pedro por crucifixión. La tradición indica que a Pedro lo crucificaron por su fe con la cabeza para abajo porque no se consideró digno de morir como su Señor. Sin tomar en cuenta lo que su futuro le deparaba, Jesús dijo a Pedro que lo siguiera. Podemos enfrentar con temor e incertidumbre el futuro, pero podemos estar seguros de que Dios tiene el control y seguirle con fe.21.21, 22 Pedro preguntó a Jesús cómo moriría Juan. Jesús le contestó que no debía preocuparse por eso. Tendemos a comparar nuestra vida con otros, sea para racionalizar nuestro nivel de devoción a Cristo o para cuestionar la justicia de Dios. Jesús nos contesta en la forma que lo hizo a Pedro: «¿Qué a ti? ¡Sígueme tú!»21.23 La tradición dice que Juan, luego de pasar varios años exiliado en la isla de Patmos, volvió a Efeso, donde murió a una edad muy avanzada, al final del primer siglo.21.25 Juan establece que su propósito al escribir su Evangelio era mostrar que Jesús es el Hijo de Dios. Presentó con claridad y de manera sistemática evidencias que respaldaban las declaraciones de Jesús. Cuando una evidencia se presenta en el palacio de justicia, los que la oyen deben tomar una decisión. Los que leen el Evangelio de Juan también deben tomar una decisión: ¿Es Jesús el Hijo de Dios? Usted es el jurado. La evidencia se ha presentado con claridad. Usted debe decidir. ¡Lea el Evangelio de Juan y decídase.APARICIONES DE JESUS DESPUES DE SU RESURRECCIONMaría Magdalena: Mar 16:9-11; Joh 20:10-18Las otras mujeres en la tumba: Mat 28:8-10Pedro en Jerusalén: Luk 24:34; 1Co 15:5Los dos viajeros en el camino: Mar 16:12-13Diez discípulos tras puertas cerradas: Mar 16:14; Luk 24:36-43; Joh 20:19-25Con Tomás, todos los discípulos (menos Judas Iscariote): Joh 20:26-31; 1Co 15:5Siete discípulos mientras pescaban: Joh 21:1-14Once discípulos en la montaña: Mat 28:16-20Una multitud de quinientos: 1Co 15:6Su hermano Santiago: 1Co 15:7Los que lo vieron ascender al cielo: Luk 24:44-49; Act 1:3-8La verdad del cristianismo descansa con firmeza en la resurrección. Si Jesús resucitó de la tumba, ¿quién lo vio? ¿Cuán confiables fueron los testigos? Quienes declararon haberlo visto resucitado pusieron de cabeza al mundo entero. Muchos, inclusive, murieron por seguir a Cristo. Es raro que la gente muera por una verdad a medias. Estas fueron personas que vieron a Jesús resucitado.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
mar de Tiberias. Es decir, el mar de Galilea. Véase coment. en 6:1.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Al final del cap.20, el Señor había regresado como el Espíritu, el Cristo pneumático, para estar con los discípulos como el todo para ellos. Por lo tanto, el Evangelio de Juan puede considerarse concluido allí (20:30-31). Pero ahora, ¿cómo iban a ganarse la vida los discípulos? ¿Qué debían hacer para llevar a cabo Su comisión? ¿Cómo debían seguirlo después de Su resurrección? ¿Cuál sería el futuro de ellos? Este capítulo adicional es necesario para tratar estos problemas.
1 (2) Esto demuestra que Su venida a los discípulos en 20:26, en realidad era una manifestación, ya que aquí dice que El se manifestó de nuevo a los discípulos. De nuevo estaba enseñándoles a vivir en Su presencia invisible. No era asunto de Su venida, sino de Su manifestación. Ya fuera que ellos estuvieran conscientes de Su presencia o no, El estaba con ellos continuamente. Por la debilidad de ellos, El manifestó algunas veces Su presencia a fin de fortalecer la fe que tenían en El.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
238 (A) LAS APARICIONES JUNTO AL MAR DE GALILEA (21,1-14). Los w. 1 y 14 hacen mención de las apariciones en Jerusalén y sirven de enlace con el resto del evangelio. Una tradición antigua afirmaba que Jesús se había aparecido en Galilea (Mc 16,7), pero el único relato asociado a esta tradición es el de la misión universal de los discípulos en Mt 28,16-20. La escena de pesca en Juan tiene relación con la pesca milagrosa de Lucas y con la designación de Pedro «pescador de hombres» (Lc 5,1-11). Se ha sugerido que el relato lucano pudiera ser un relato de resurrección sacado de contexto (véase FGL 561). Esta hipótesis haría coincidir las posibles fuentes de Juan y Lucas y, sin embargo, las peculiaridades del relato joánico hacen que sea igualmente probable que los dos episodios se hayan originado de forma independiente.
239 (A) LA PESCA MILAGROSA (21,2-8.10-11). 2. Simón Pedro, Tomás…: La lista de nombres quizás proceda del editor del evangelio, puesto que tanto Tomás como Natanael son presentados al lector de acuerdo con su descripción en el evangelio. 3. voy a pescar: La decisión de ir a pescar, adecuada si consideramos el relato como la primera (¿la única?) aparición de Jesús a sus discípulos, resulta sorprendente tras la misión que éste les ha encomendado en 20,21. 4. El hecho de no reconocer a Jesús, típico de los relatos sobre las apariciones (p.ej., Jn 20,15; Lc 24,14-15), resulta también más apropiado en el contexto de una aparición independiente. Diversos detalles de la pesca presentan paralelos en el relato de Lucas: los discípulos han trabajado toda la noche sin ningún éxito; Jesús les ordena echar las redes al agua; las redes se llenan con un gran número de peces; la reacción espontánea de Pedro; los peces como símbolo de la misión; y la referencia al estado de la redes. Los relatos se diferencian en la localización del bote y de Jesús, en el contenido de la reacción de Pedro, en el estado de las redes y en la presencia de otros botes que les ayudan a arrastrar las redes. 7. ¡es el Señor!: La identificación por parte del Discípulo Amado del extraño que está en la orilla desencadena la reacción de Pedro. Algunos exegetas señalan un paralelo con la escena de María Magdalena; María reconoce al Señor cuando éste la llama por su nombre (20,16). Jesús se ha dirigido a los discípulos con la denominación propia de la comunidad joánica, «hijos» (v. 5; cf. 1 Jn 2,13.18; 3,7). 10. traed ahora algunos de los peces: La petición parece entrar en contradicción con el v. 9, pero sirve para relacionar la pesca con la escena de la comida. 11. 153 peces: El significado simbólico de los 153 peces es discutido. El paralelo con el relato de Lucas sugiere que debe de hacer referencia a la universalidad de la misión (cf. 10,16). El narrador quizás haya enfatizado el hecho de que las redes no se rompieran para significar la unidad de los creyentes y contraponerla a las divisiones de las multitudes faltas de fe del evangelio (p.ej., 7,43; 9,16; 10,19).
240 (B) LA COMIDA (21,9.12-14). El relato de la pesca milagrosa se convierte en un relato de resurrección y se combina con la tradición acerca del reconocimiento por parte de los discípulos de Jesús resucitado durante una comida. En Lc 24,43 el mismo Jesús come pescado para alejar toda duda acerca de su presencia física. En Lc 24,30 Jesús abre los ojos a los discípulos bendiciendo, partiendo y distribuyendo el pan. El pan y el pescado fueron los alimentos bendecidos en el relato de la multiplicación de los panes en Jn 6,9. Ambos relatos coinciden en situar la acción junto al lago de Tiberíades (son los dos únicos relatos del cuarto evangelio que mencionan este lago) y coinciden también en el gesto de Jesús que toma el alimento y lo reparte a sus discípulos (v. 13). En Jn 6,11, Jesús distribuye el alimento entre la multitud. Parece, pues, harto probable que la escena del reconocimiento de Jesús durante la comida esté destinada a recordar al lector joánico la presencia de Jesús en la eucaristía (véase R. Pesch, Der reiche Fischfang: Lk 5,1-11/Jo 21,1-14; Wundergeschichte-BerufungserzéhlungErscheinungsbericht [Düsseldorf 1969]).
241 (B) LAS PALABRAS DE JESÚS ACERCA DE PEDRO Y DEL DISCÍPULO AMADO (21,15-23).
Durante la cena, la pregunta de Pedro acerca del traidor fue mediada por el Discípulo Amado (13,23-25); mientras que Pedro había negado al Señor, el Discípulo Amado estuvo presente al pie de la cruz para recibir a la madre de Jesús y ser recibido por ésta (19,26-27); el Discípulo Amado llega primero al sepulcro y cree en el Señor resucitado sin haberlo visto (20,4-8); el Discípulo Amado reconoce al Señor en la orilla y proporciona a Pedro la ocasión de acercársele (21,7). Sin embargo, en esta sección, el papel de Pedro como pastor y mártir es establecida por el propio Señor resucitado. La posición privilegiada del Discípulo Amado es reconocida, pero al parecer está destinada a no tener continuidad tras su muerte.
242 (A) PEDRO, PASTOR Y MÁRTIR (21,15-19). 15-17. Simón, hijo de Juan, ¿me amas?: Pedro invierte la triple negación de 18,17.25-26. Lucas 22,31-34 asocia la predicción de que Pedro «se convertirá y confirmará en la fe a sus hermanos» con la predicción de las negaciones. Su conversión se vincula a menudo al hecho de ser el primero en ver al Señor (p.ej., 1 Cor 15,4; Lc 24,34) ; es ésta una tradición que no aparece en forma narrativa a no ser que consideremos que Jn 21,1-14 deriva de un relato donde Jesús se aparece a Pedro en solitario. Para el cuarto evangelio amar a Jesús equivale a guardar sus mandamientos (14,15; 15,10). Aquí, el amor de Pedro le vale el encargo de «alimentar» y «apacentar» a las ovejas de Jesús. Esta tradición parece dar por supuesto el desarrollo del cargo eclesial de «supervisor». La expresión «apacentar» se utiliza en 1 Pe 5,2-4 y Hch 20,28 en relación con los obispos y los ancianos de la comunidad. El cuarto evangelio insiste en la solicitud de Jesús por el rebaño que Dios le ha encomendado (10,3-4.14.27-30; 17,6.9-12). Jesús encarga ahora a Pedro que tenga su misma solicitud. Una tradición paralela se refleja en la designación de Pedro como «roca» en Mt 16,18-19, que muchos exegetas consideran sacada de una escena de resurrección. 18. te aseguro: Jesús declara en este momento que Pedro cumplirá su promesa de seguirle hasta la muerte (13,37-38). 1 Clem 5,4 nos informa de que Pedro murió mártir bajo Nerón, cuando eras más joven, tú mismo te ceñías el vestido e ibas a donde querías; mas, cuando seas viejo…: Se trata de un proverbio. En el v. 19, el narrador lo aplica a la muerte de Pedro; sin embargo, no queda claro si la expresión «extender los brazos» es una referencia explícita a la crucifixión de Pedro o simplemente alude al hecho de ser maniatado como prisionero. La tradición sobre la crucifixión de Pedro no aparece documentada hasta Tertuliano (Scorpiace 15.3).
243 (B) EL DISCÍPULO AMADO (21,20-23). Esta sección está estructurada alrededor de un dicho antiguo de Jesús. Se aplica al Discípulo Amado una tradición paralela a la que afirma que el Hijo del hombre retomará antes de que se extinga la generación de Jesús (v. 22; cf. Mc 9,1) . El narrador ha creado una larga introducción en el v. 21 a fin de recordar al lector la especial relación existente entre Jesús y el Discípulo Amado. La misión de Pedro incluirá la glorificación de Dios en el martirio (w. 22b. 19); el Discípulo Amado, por el contrario, no murió mártir. El vb. «permanecer» era utilizado con diversos significados en la comunidad joánica. Suele referirse a la nueva relación entre los discípulos y el Padre/Hijo. Aquí da pie a un malentendido. 23. estas palabras: Este versículo informa al lector de la existencia de una tradición sobre la inmortalidad del Discípulo Amado. Puesto que el Discípulo Amado ha muerto ya, el narrador se propone explicar el origen de la confusión. Al parecer, su intención es dar a entender al lector que el Discípulo Amado «permanece» de hecho en la comunidad, en la interpretación de la tradición de Jesús inspirada por el Espíritu que la comunidad lleva a cabo basándose en su testimonio. El testimonio del Discípulo Amado es el fundamento del cuarto evangelio. Mientras haya comunidades que mantengan vivo este evangelio, el Discípulo Amado «permanecerá».
244 (C) CONCLUSIÓN: EL TESTIMONIO ACERCA DE JESÚS (21,24-25). Las palabras conclusivas del evangelio recuerdan al lector que la verdad contenida en el cuarto evangelio tiene su origen en el testimonio acerca de Jesús del Discípulo Amado (cf. 19,35). 24. estas cosas: No se refiere necesariamente a la totalidad del evangelio, pero sí implica que la tradición oral iniciada por el Discípulo Amado y quizás también por algunos escritos sobre ella constituyen el fundamento del evangelio. El autor de estas palabras afirma la veracidad del testimonio del Discípulo Amado mediante una fórmula paralela a la que el evangelio aplica al testimonio de Jesús (p.ej., 5,31-32). 25. muchas otras cosas: Este versículo pudiera ser una adición aún más tardía que los versículos anteriores. Remite de forma clara a 20,30, aunque sin el énfasis cristológico. Quizás tenga como finalidad justificar el material adicional incluido en el evangelio.
[Traducido por Teresa Forcades]
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
El de San Juan es el único Evangelio que contiene el episodio de la incredulidad de Tomas, y por lo tanto es bien probable que el público no lo leyera sino después de la muerte de éste. El pasaje pertenece a la clase de los que presentan pruebas poderosísimas de la rectitud de los evangelistas. Si los que compilaron la Biblia hubieran sido unos impostores, jamás habrían dicho al mundo que uno de los fundadores de la nueva religión se había conducido como Tomás se condujo.
Notemos, el primer lugar, cuanto pueden perder los cristianos por dejar de concurrir con regularidad a las reuniones del pueblo de Dios. Tomás estaba ausente la primera vez que Jesús apareció a sus discípulos, y por lo tanto perdió una bendición. Por supuesto que no sabemos que motivara su ausencia; mas parece muy improbable que en una crisis como aquella le asistiera alguna razón justa para no estar con sus hermanos. Lo cierto es que a causa de su conducta tuvo que sufrir zozobras y dudas por toda una semana, mientras que los otros discípulos estaban regocijándose de que el Salvador hubiese resucitado. No nos es dado suponer que esto habría sucedido si su falta de puntualidad hubiera sido disculpable.
Bueno será que recordemos la exhortación de San Pablo: «No dejando nuestra congregación como algunos tienen por costumbre.» Heb. 10.25. No estar ausente los domingos de la casa del Señor, salvo caso de necesidad; no dejar de participar en la Cena del Señor, cuando se administre en nuestra propia congregación; no dejar de valernos de los medios de gracia he aquí el modo de hacer progresos en nuestra vida cristiana. Puede acontecer que el mismo sermón que dejamos de oír innecesariamente contenga algunas preciosas palabras que tengan especial aplicación a nuestra alma. La misma reunión de plegaria a que nos abstenemos de concurrir puede ser quizá la que nos hubiera infundido ánimo y despertado nuestra conciencia. El necio argumento de que muchos concurren a los ejercicios religiosos y no enmiendan de vida, no debe tener para el cristiano valor alguno. Este tiene presentes las palabras de Salomón: «Bienaventurado el hombre que me oye, velando a mis puertas cada día, guardando los umbrales de mis entradas.2 Prov. 8.34. Así mismo la siguiente promesa de Jesucristo: «Donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.» Mat. 18.20 Notemos, en segundo lugar, cuan benigno y misericordioso es Jesucristo con los creyentes débiles y tardos. La conducta de Tomás fue desagradable y fastidiosa en extremo, ni aún el testimonio de diez fieles hermanos fue parte a convencerlo, y tercamente dijo: «Si no viere con mi propios ojos y tocare con mis propias manos, no creeré.» Mas nuestro Señor lo trató con una paciencia y una compasión que son difíciles de describir. No lo rechazó, ni lo despidió, ni lo excomulgó. Antes bien, pasada una semana se presentó otra vez según era de juzgarse, en obsequio de Tomás-y trató a éste como una amble nodriza trataría a un niño desobediente. «Mete tu dedo aquí,» le dice, «y ve mis manos; y da acá tu mano y métela en mi costado.» Si solo las pruebas más materiales y palpables podían satisfacerlo, esas pruebas le fueron suministradas. ¡Que amor! ¡Que paciencia! Cuidemos de imitar el ejemplo de nuestro Señor. No estigmaticemos a ningún hombre como impío e incrédulo, porque sea débil en su fe y tibio en su amor.
Recordemos la historia de Tomás y seamos compasivos e indulgentes. Nuestro Señor tiene muchos hijos frágiles en su familia, muchos discípulos torpes en su escuela, muchos reclutas en su ejército, y sin embargo, a todos los sobrelleva y a ninguno echa de sí. Dichoso el cristiano que ha aprendido a conducirse de la misma manera con sus hermanos. Hay muchos en la iglesia que, a semejanza de Tomás, son tardos para creer y para entender, y que como él, son cristianos verdaderos.
Notemos, por último, en estos versículos como Jesús fue llamado Dios por un discípulo, sin que él, por su parte, se opusiera a ello. La elocuente exclamación en que prorrumpió Tomás cuando se convenció de nuestro Señor había resucitado, esa elocuente exclamación («Señor mío y Dios mío») no tiene sino un solo significado: fue una declaración de fe en la divinidad de nuestro Señor. Cuando Cornelio se postró a los pies de Pedro y quería adorarlo, el Apocalipsis rehusó al punto semejante honor, diciendo: «Alzate, que yo también soy hombre.» Hechos 10.26. Cuando el pueblo de Listra quería ofrecer sacrificios a Pablo y Baranabás, estos, «Rompiendo sus ropas, saltaron en medio de la multitud, dando voces y diciendo: `Varones, ¿Por qué hacéis esto?» Hechos 14.14. Mas cuando Tomás llamó a Jesús «Señor y Dios» el Santo y verás Maestro no pronunció ni una sola palabra de reconvención.
La divinidad de Jesucristo es una de las verdades fundamentales del Cristianismo. Si el Salvador no es verdadero Dios y verdadero Dios, de nada sirven su mediación, su expiación, su intercesión ni su obra de la redención. Demos constantemente gracias á Dios de que las Escrituras enseñan abundantemente la doctrina de la divinidad de nuestro Señor, y eso de tal manera que sus pruebas no pueden ser refutadas. Y ante todo, encomendemos diariamente nuestras almas á Cristo con toda confianza, sabiendo que es perfecto Dios así como también perfecto hombre. Nada debe arredrar al cristiano que puede tornar los ojos á Jesús por medio de la fe y decirle como Tomas: «¡Señor mío y Dios mío!.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R603 Ἐπί tiene la idea de vecindad, así que ἐπὶ τῆς θαλάσσης parece que significa: en la playa, o junto al mar.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, se hizo visible
Fuente: La Biblia de las Américas
Muéstrase Jesús tercera vez a sus discípulos, estando ellos pescando. Pedro, advertido por Juan, reconoce al Señor, y se echa en el mar para ir a él. Pregunta el Señor tres veces a Pedro si le ama, y le encarga el cuidado de su Iglesia, anunciándole su muerte y pasión. Pretende Pedro saber curiosamente de la muerte de Juan, y el Señor le responde, mortificando su curiosidad. No ha sido escrito todo lo que hizo Jesús.
1 a. Se llamaba también el lago de Genesaret.
3 b. El Griego: euthús, luego.
c. Aunque la noche por su quietud y silencio ofrece mayor proporción para la pesca, permitió el Señor que trabajasen inútilmente en toda una noche, para que se descubriese mejor la grandeza del milagro. Los Apóstoles aun después de su vocación continuaron en su primer ejercicio de pescar, porque en sí mismo era inocente, y nada incompatible con la pureza de costumbres que pedía su vocación. Y así lo ejecutaron para ganar honestamente con qué vivir, hasta que comenzaron la predicación. San Mateo por el contrario no volvió más a ejercer su antiguo empleo, por ser en sí expuesto a pecados y fraudes. San Agustín.
5 d. Otros: Mozos: ambas traducciones según la letra; pues el Griego paidía significa uno y otro, hijos o muchachos; y de uno y otro modo es expresión de afabilidad y cariño. El Señor les pregunta como un hombre que quería comprar pescado, y se informa si acaso le tenían de venta.
6 e. Ésta era una figura del grande número de almas que habían de convertir los Apóstoles a la fe de Jesucristo.
7 f. El Griego: tón ependúten, la ropa exterior, de la que estaba desnudo; pero ceñido siempre de la túnica interior. En esta ocasión se descubrió la grande luz y elevación de espíritu en San Juan; y en San Pedro el fuego y extremado ardor con que buscaba siempre a su Maestro.
8 g. Como ciento y diez varas.
9 h. Esto fue un nuevo milagro con que el Señor avivó más y más la fe de sus Apóstoles.
12 i. Desayunaos, porque era por la mañana.
j. El Griego: tón mathetón, de los discípulos.
14 k. Estando juntos.
15 l. Cristo dice en otro lugar que aquel ama más a quien más se perdonó. San Pedro había negado tres veces al Señor, lo que no habían hecho los otros, y por esto le dice estas palabras, que no movieron envidia en los corazones de los demás; porque en el amor espiritual no tiene entrada esta peste.
16 m. El Griego: tá próbatá mou, mis ovejas.
17 n. MS. Corroçose.
o. Jesucristo pidió a Pedro tres protestaciones de su amor para que reparase sus tres negaciones. Pero escarmentado con las caídas pasadas, cuando el Señor le pregunta si le ama más que los otros, responde modestamente; y poniendo al Señor por testigo de su amor, da testimonio de su propio corazón, sin querer entrar a ser juez de los otros. Se entristece la tercera vez que el Señor le hace la misma pregunta, temiendo con lo que ya otra vez le había acaecido, que el Señor registrase en su corazón un amor mucho más remiso de lo que a él le parecía. Jesucristo le encomienda el cuidado de apacentar el común de los fieles sin excepción, figurados por las ovejas y por los corderos. Porque San Pedro fue establecido por estas palabras cabeza universal de toda la Iglesia, y el pastor de todo el ganado. San Bernardo.
18 p. El preguntar el Señor tres veces a San Pedro si le amaba, no fue porque desconfiaba de su amor, sino para manifestarle hasta qué punto le debía amar. Y en prueba de que estaba satisfecho de lo que le amaba, le significó que por amor suyo había de morir crucificado como él. Dícele, pues, que en su juventud había gozado de su libertad; pero que después le dejarían sin ella las fatigas de su ministerio, y que por último en su vejez tendería sus manos, y que otro le ceñiría; esto es, le ataría con cuerdas y le llevaría a donde no quisiese, esto es, a la muerte. En estas palabras declara el Señor la repugnancia natural que sentiría de abrazarse con ella, pero que la vencería ayudado de su gracia y de su amor.
19 q. Con esto declara el Señor a San Pedro que no debía pensar ya sino únicamente en seguirle, disponiéndose a imitar su ejemplo, conduciendo y apacentando su ganado como pastor universal, que está siempre pronto a dar la vida para alentar a los tiernos en la fe, que son los corderos, y a los pastores mismos figurados por las ovejas.
20 r. A San Juan.
21 s. ¿Cuál será su fin? ¿cómo acabará sus días?
22 t. El Griego: eán autón thélo, si quiero que él, etc. Por el texto Griego parece que debe explicarse la Vulgata, conviniendo casi todos los intérpretes en que se toma sic en vez de si. En los códices y manuscritos más antiguos se lee si como en el Griego.
u. El Señor quiso mortificar la curiosidad de Pedro, y así le dice: ¿Qué te importa saber el fin y paradero de los otros, puesto que ya sabes el tuyo, que es el que te importa? Tú, sígueme, y haz lo que te he dicho. No te inquietes por éste, porque a ti nada te importa si yo quiero que permanezca así; esto es, que no muera, hasta que yo venga a llevármelo a mi gloria por medio de una muerte natural. Otros entienden por esta venida la ruina de Jerusalén, que es anunciada en el Evangelio bajo del nombre de venida de Cristo (Mt 16,28; 24,29-30.34); y en efecto San Juan no murió sino cerca de treinta años después de la ruina de Jerusalén.
23 v. Los discípulos lo entendieron del último día del mundo, y creyeron que no moriría; mas el santo Evangelista declara que esta interpretación no era conforme a las palabras de Jesucristo, pues no afirmó que no moriría, sino que dijo condicionalmente: si yo quiero, etc.
24 w. Añade estas palabras concluyendo su Evangelio, para dar mayor autoridad y peso a lo que escribía, y dice en plural sabemos, ya por modestia, ya también citando en confirmación de las verdades que dejaba escritas a todos los que habían sido testigos oculares de las acciones de Jesucristo, y de todas las circunstancias que quedan referidas en este libro.
25 x. MS. No asmo, que el mundo pudiese caber los libros que son escrivideros. Ésta es una expresión hiperbólica, de que se encuentran muchos ejemplos en la Escritura, como arriba en 12,19: Todo el mundo va en pos de él; y otros semejantes. Otros el verbo capere le toman por caber en el entendimiento. Mas con esto el Evangelista nos da a entender, que en la relación sucinta o abreviada, que hace de la vida de Jesucristo, omite un número prodigioso de hechos, de milagros y circunstancias.
Fuente: Notas Bíblicas
[3] El lado derecho es simbólico de misericordia en el entendimiento de un Hebreo, y la frase “lado derecho”, o tsad hayamin, tiene un valor numérico Hebreo de 204, el mismo de la palabra tzadik, o “justo.” Aquí al mandamiento del “Justo” en el mar de misericordia, los peces será pescados.Los peces son, por supuesto, Israel (ver Gen 48:16) y el mar, por supuesto, son la naciones.
[4] Traer los peces disperses del Israel perdido de nuevo a la tierra de Israel.
[5] Gen 48:16 donde Israel es profetizado como multitudes de de grandes peces en medio de la tierra.
[6] 153 es el valor numérico del nombre Betzalel, el constructor del Tabernáculo del desierto después del patrón recibido de YHWH. Esto significa que los hijos de Israel serían hechos en la imagen de YHWH y semejanza, en una renovada congregación, después que los discípulos los sacaron del mar de las naciones.
[7] Mar-Yah en Arameo, traducido impropiamente en Griego simplemente como “Señor”, en vez de “Adon-Yah.”
[8] Esta conversación tomó lugar en Arameo. Como tal, a diferencia del Griego, hay tres diferentes palabras usadas en los versículos 15-17 para ovejas o corderos. La primera se refiere a amrea, u oveja joven, o discípulo joven, la segunda a oveja majo adulto con el término aerba, y la referencia final a oveja es niquia, o palabra femenina usada para referirse a Sus discípulas adultas. El Arameo desafía a Pedro a mirar todas las tres categorías de Sus discípulos, examinado así la naturaleza repetitiva de las preguntas de Yahshua.
[1] Por colgarlo de las manos y pies al revés. Y esta profecía fue cumplida.
[2] Los cuatro evangelios son resúmenes de los principales eventos de la vida de el Moshiach. Si todas Sus enseñanzas y Milagros fueran efectivamente escritas, eso conllevaría el finito y lo mortal, tomando en palabras el infinito e inmortal Hijo de YHWH, que está mucho más allá de la limitación y posibilidad humana. Pero suficiente ha sido Escrito, para que la humanidad esté sin excusa, real o imaginaria.
* Literalmente, “Mar de Tiberias”.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento