Respondió Jesús y le dijo: —Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber,” tú le hubieras pedido a él, y él te habría dado agua viva.
4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios (3:16; 2Co 9:15, el supremo don de Dios estaba en ese momento sentado junto al pozo) y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. — 2:24, 25. En esto comenzamos a ver lo universal del evangelio. Jesús era enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel (judíos), pero tenía mucho interés en los samaritanos (Luc 10:30-37; Luc 17:11-19) y en los gentiles (Mat 8:5-13; Mat 15:21-28). No nos sorprende que después de morir Jesús enviara a sus apóstoles a los samaritanos (Hch 1:8) como también «a lo último de la tierra». Jesús, conociendo el corazón de esta mujer, sabía que si ella le hubiera conocido, ya le habría pedido el agua viva. El «agua viva» corre (Gén 26:19; Lev 14:5, «aguas corrientes») en contraste con agua almacenada, como en una cisterna. Véase 7:37-39 que trata de la obra del Espíritu Santo, «de su interior correrán ríos de agua viva». Por causa de la sed los dos habían llegado al pozo, pero el alma también tiene sed y todos los que tengan sed espiritual (Mat 5:6) deben acudir a Cristo (Apo 22:17).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
si conocieras el don de Dios. Jua 3:16; Isa 9:6; Isa 42:6; Isa 49:6-8; Luc 11:13; Rom 8:32; 1Co 1:30; 2Co 9:15; Efe 2:8.
y quién es el que te dice. Jua 4:25, Jua 4:26; Jua 9:35-38; Jua 16:3; Jua 17:3; 1Jn 5:20.
tú pedirías de él. 2Cr 33:12, 2Cr 33:13, 2Cr 33:18, 2Cr 33:19; Sal 10:17; Isa 55:6-9; Luc 11:8-10; Luc 18:13, Luc 18:14; Luc 23:42, Luc 23:43; Hch 9:11; Apo 3:17, Apo 3:18.
él te daría agua viva. Jua 4:14; Jua 6:35, Jua 6:51; Jua 7:37-39; Éxo 17:6; Sal 36:8, Sal 36:9; Sal 46:4; Isa 12:3; Isa 35:6; Isa 41:17, Isa 41:18; Isa 43:20; Isa 44:3; Isa 49:10; Isa 55:1-3; Jer 2:13; Eze 47:1-9; Zac 13:1; Zac 14:8; 1Co 10:4; Apo 7:17; Apo 21:6; Apo 22:1, Apo 22:2, Apo 22:17.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El agua viva (Jua 7:37-39; Isa 12:1-6) brota de una fuente inagotable. Por supuesto, Jesús hablaba de la vida eterna (Jua 4:14; Rom 6:23).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
agua viva. El AT nos brinda el trasfondo de este término, que tiene un significado metafórico importante. En Jer 2:13, Yahweh condena a los judíos desobedientes por haberle rechazado a Él, «fuente de agua viva». Los profetas del AT esperaban un tiempo en el cual «saldrán de Jerusalén aguas vivas» (Zac 14:8; Eze 47:9). La metáfora del AT hablaba del conocimiento de Dios y de su gracia que proveen limpieza, vida espiritual y el poder transformador del Espíritu Santo (cp. Isa 1:16-18; Isa 12:3; Isa 44:3; Eze 36:25-27). Juan aplica estos temas a Jesucristo como el agua viva que simboliza la vida eterna comunicada por el Espíritu Santo concedido por Él (cp. v. Jua 4:14, Jua 6:35; Jua 7:37-39). Jesús aprovechó la sed física de la mujer en medio de una región árida, para explicarle su necesidad de transformación espiritual.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios (3:16; 2Co 9:15, el supremo don de Dios estaba en ese momento sentado junto al pozo) y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. — 2:24, 25. En esto comenzamos a ver lo universal del evangelio. Jesús era enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel (judíos), pero tenía mucho interés en los samaritanos (Luc 10:30-37; Luc 17:11-19) y en los gentiles (Mat 8:5-13; Mat 15:21-28). No nos sorprende que después de morir Jesús enviara a sus apóstoles a los samaritanos (Hch 1:8) como también «a lo último de la tierra».
Jesús, conociendo el corazón de esta mujer, sabía que si ella le hubiera conocido, ya le habría pedido el agua viva. El «agua viva» corre (Gén 26:19; Lev 14:5, «aguas corrientes») en contraste con agua almacenada, como en una cisterna. Véase 7:37-39 que trata de la obra del Espíritu Santo, «de su interior correrán ríos de agua viva». Por causa de la sed los dos habían llegado al pozo, pero el alma también tiene sed y todos los que tengan sed espiritual (Mat 5:6) deben acudir a Cristo (Apo 22:17).
Continuamente Jesús se refería a las cosas naturales para enseñar lecciones espirituales: p. ej., las aves, los lirios, la tormenta, la simiente, la siembra y la cosecha, el pescador, la red, etc.
Jesús nos deja un buen ejemplo del evangelismo espontáneo. Para iniciar su enseñanza habló de algo de interés común, y pronto introdujo su tema espiritual. Muchas iglesias tienen actividades programadas para la obra personal, pero el mejor evangelismo está ilustrado aquí en Jua 4:1-54.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL AGUA VIVA
Juan 4:10-15
Jesús le contestó a la mujer: .
-Si supieras el don gratuito que Dios te ofrece, y si supieras quién es el que te está hablando, y el que te dijo «Dame de beber serías tú la que le pidieras, y Él el que te daría el agua viva.
-Señor Le dijo la mujer-, no tienes cubo para sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde te sacas esa agua viva? ¿Es que eres Tú más que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo, del que bebieron él y sus hijos y sus ganados?
-Todos los que beben esta agua vuelven a tener sed -le dijo Jesús-; pero los que beban del agua que Yo voy a darles, ya no tendrán nunca sed, sino que el agua que Yo les daré se convertirá en un manantial de agua en su interior saltando para darles la vida eterna.
-Señor -Le dijo la mujer-, dame esa agua para que ya no tenga más sed ni tenga que venir aquí a sacarla.
Notaremos que esta conversación de Jesús con la Samaritana sigue el mismo esquema que la que tuvo con Nicodemo. Jesús hace una afirmación. Ella Se lo toma en otro sentido. Jesús repite Su afirmación de una manera aún más gráfica. Tampoco esta vez se Le entiende; y entonces Jesús obliga a Su interlocutora a descubrir y asumir la verdad acerca de sí misma. Esa era la manera de enseñar de Jesús; y era bien eficaz, porque, como ha dicho alguien, «Hay ciertas verdades que una persona no puede aceptar; tiene que descubrirlas por sí misma.»
Como pasó con Nicodemo, la Samaritana toma las palabras de Jesús literalmente, aunque Jesús esperaba que las entendiera espiritualmente. Jesús estaba hablando de agua viva. En la lengua comente de los judíos; agua viva quería decir agua corriente. Era el agua de manantial en oposición al agua estancada de una cisterna o estanque. Aquel pozo no era un manantial, sino un depósito al que llegaba el agua que se filtraba por el subsuelo. Para los judíos, el agua corriente, viva, siempre era mejor. Así que la mujer decía: «Tú me ofreces agua pura de manantial. ¿De dónde te la vas a sacar?»
Y ella pasa a hablar de «nuestro padre Jacob». Por supuesto que los judíos habrían negado que los samaritanos fueran hijos de Jacob; pero era una de las pretensiones de los samaritanos que eran descendientes de José; el hijo de Jacob, a través de Efraín y Manasés. La Samaritana le estaba diciendo realmente a Jesús: «Lo que estás diciendo es una blasfemia. Nuestro antepasado Jacob, cuando estaba por aquí, cavó este pozo para sacar agua para él mismo, para su familia y sus ganados. ¿Es que vas a pretender Tú ser más sabio y más poderoso que Jacob? Eso es algo que nadie se puede permitir.»
Era corriente que los que iban de viaje llevaran un recipiente de cuero para sacar agua de los pozos que encontraran en el camino. Es lo más seguro que el grupo de Jesús tendría uno de ellos, y que se lo habrían llevado al pueblo. La mujer vio que Jesús no tenía nada por el estilo, así es que Le dijo: «No puedes ni sacar agua del pozo para dármela. Ya veo que no tienes con qué sacarla.» H. B. Tristram empieza su libro titoulado Las costumbres orientales en las tierras de la Biblia con el relato de una experiencia personal. «Una vez estaba sentado junto a un pozo en Palestina cerca de la posada a la que se hace referencia en la parábola del Buen Samaritano, cuando vino de aquellos cerros una mujer árabe a sacar agua. Desplegó y abrió un pellejo de piel de cabra, y luego desmadejó una cuerda y se la ató a un cubito también de cuero, que era con el que subía el agua hasta que llenó el recipiente mayor, le ató la boca, se lo colocó al hombro y, con el cubito en la mano, se puso a escalar la colina. Yo me acordé de la Samaritana del pozo de Jacob cuando un viandante árabe que ascendía cansado y sudoroso por el sendero que sube de Jericó se dirigió al pozo, se arrodilló y miró hacia el fondo con nostalgia; pero «no tenía con qué sacar el agua, y el pozo era hondo.» Pegó unos lametones a la humedad que quedaba del agua que se le había resbalado a la mujer que le había precedido y, desilusionado, prosiguió su camino.» Era precisamente eso lo que estaba pensando la Samaritana cuando Le dijo a Jesús que no tenía con qué sacar el agua del hondón del pozo.
Pero los judíos le daban otro sentido a la palabra agua. Hablaban a menudo de la sed de Dios que tiene el alma humana, y del agua viva que puede mitigar esa sed. Jesús no estaba usando términos que condujeran de necesidad a la confusión, sino que cualquiera que tuviera percepción espiritual debería entender. Una de las promesas del Apocalipsis es: «Al que tuviere sed, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida» (Ap 21:6 ). El Cordero que está en medio del trono los guiará a fuentes de aguas de vida (Ap 7:17 ). La promesa era que el Pueblo Escogido sacaría agua con gozo de las fuentes de la salvación (Isa 12:3 ). El salmista decía que tenía el alma sedienta del Dios vivo (Sal 42:1 ). La promesa de Dios era: » Yo derramaré aguas sobre el secadal» (Isa 44:3 ): La invitación iba dirigida a todos los sedientos para que vinieran a las aguas y bebieran gratuitamente (Isa 55:1 ). La queja desgarrada de Jeremías era que el pueblo había olvidado a Dios, que era la fuente de agua viva, y se había cavado cisternas agrietadas que no podían contener el agua (Jer 2:13 ). Ezequiel había tenido una visión del río de la vida (Ez 47:1-12 ). En el mundo nuevo brotaría una fuente de agua para la purificación (Zac 13:1 ). Las aguas fluirían desde Jerusalén (Zac 14:8 ).
Algunas veces los rabinos identificaban esta agua viva con la sabiduría de la Ley; otras, con nada menos que el Espíritu Santo de Dios. Todo el lenguaje pictórico de la religión judía estaba impregnado de esta idea de la sed del alma que sólo podía apagar el agua viva que era un don de Dios. Pero la mujer entendió lo que le decía Jesús con un literalismo casi crudo. ¿Estaba ciega porque no quería ver?
Jesús pasó a hacer una afirmación todavía más alucinante, que Él podía darle el agua viva que le quitaría la sed de una vez para siempre. Lo curioso es que la mujer volvió a entenderlo literalmente; pero de hecho no era sino Su presentación como Mesías. En la visión profética de la era por venir, la era de Dios, la promesa era: «No tendrán hambre ni sed» (Isa 49:10 ). Era en Dios, y sólo en Él, donde se encontraba la fuente de agua viva que satisface toda sed. «Contigo está el manantial de la vida,» exclamaba el salmista (Sal 36:9 ). Es del mismo trono de Dios de donde mana el río de la vida (Ap 22:1 ). Es el Señor el Que es la fuente de agua viva (Jer 17:13 ). Sería en la era mesiánica cuando el sequedal se volvería manaderos de aguas (Isa 35:7 ). Cuando Jesús hablaba de traer a la humanidad la única agua que puede apagar definitivamente la sed, no hacía sino afirmar que Él era el Ungido de Dios que había venido a inaugurar la nueva era.
Tampoco entonces comprendió la mujer, y no nos extraña que no comprendiera lo que le iría pareciendo un acertijo complicado, porque nosotros ya tenemos la clave y la respuesta. Nos da la impresión de que lo que dijo a continuación era una manera de seguirle la corriente a uno Que le parecía chiflado. «Dame esa agua –dijo-, para que ya no tenga nunca sed y no tenga que darme la caminata al pozo todos los días.» Estaba bromeando sobre cosas eternas.
En el fondo de todo esto está la verdad fundamental de que en el corazón humano hay una sed de algo que sólo Jesucristo puede satisfacer. En uno de sus libros, Sinclair Lewis traza el retrato de un hombrecillo de negocios respetable que sacó los pies del plato. Estaba hablando con su amada, y ella le dijo: «Por fuera parecemos muy diferentes; pero en el fondo somos iguales. Los dos nos sentimos desesperadamente desgraciados por algo… ¡que no sabemos qué es!» En todo ser humano hay ese anhelo insatisfecho e innominado; ese vago descontento, ese algo que falta, esa frustración.
En Sorrell e Hijo, Warwick Deeping nos cuenta una conversación entre los dos. El chico está hablando de la vida. Dice, que es como andar a tientas en una niebla encantada. La niebla se disipa un instante; uno ve la luna en la cara de una chica; no sabe si quiere la luna o la cara; luego baja la niebla otra vez, y le deja a uno buscando algo, pero no sabe qué.
Antonio Machado también ha expresado hermosa y sentidamente este anhelo del alma:
Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una fontana fluía dentro de mi corazón. Di, ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida de donde nunca bebí?
Anoche. cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón.
Nada borra el anhelo de eternidad que Dios ha puesto en el alma. Sólo Jesucristo puede saciar esa sed. «Tenemos el corazón inquieto hasta que encontramos el reposo en Ti» (Agustín).
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Jesús hace a un lado toda discusión cultural, basada en la tradición de los judíos, y no sigue reaccionando al tema específico planteado por la mujer. Él pone la conversación a un plano superior. El versículo aquí comienza también con un semitismo: Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios. La frase sustantiva en griego el don de Dios (sólo aquí en los evangelios) se traduce en algunas versiones como una frase verbal: «lo que Dios puede dar» (NVI), «lo que Dios da» (DHH). En algunos idiomas receptores habrá que especificar qué o quién es ese don de Dios. En el judaísmo el don de Dios era la Ley (la Torá). Algunos comentaristas entienden que el don de Dios es Jesús mismo. Para otros puede ser el don del Espíritu simbolizado en el agua. Aún más, para otros puede ser el don del agua de vida que es lo que Jesús tiene presente. Por supuesto, desde el punto de vista de la teología juanina, no hay margen para hacer esta triple distinción. El don de Dios en este contexto es la salvación objetivada en Jesús y simbolizada por el agua que él ofrece.
Si conocieras comunica la idea de estar al tanto de algo, de reconocer lo que Dios da a la gente, lo que Dios está dispuesto a dar a todas las personas. Como Jesús se refiere a sí mismo como la persona que pide de beber, puede resultar mejor en algunos idiomas usar la primera persona singular, es decir: “y quien soy yo que te pide agua para beber”, «si supieras quién soy yo que te pido agua» (BI).
El concepto agua viva o “agua viviente” no dice mucho como traducción literal. Puede ser mejor “agua corriente” en oposición al agua de los pozos, como aparece en Juan en varios lugares (cf. Jua 3:5; Jua 4:10-15; Jua 7:38; Jua 19:34). Puede ser entendida de forma errónea en otros contextos, como por ejemplo: que es un agua que tiene organismos vivientes o que es un agua mágica que tiene poderes curativos especiales. Mejor traducir esta frase como “agua que da vida”, “agua que hace que la gente viva”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— agua viva: La expresión significa simplemente: agua que fluye (es decir, no estancada, agua de manantial y no de pozo). Aquí, sin embargo, Jesús utiliza un cierto juego de palabras y se refiere a los dones vivificadores del Espíritu.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
f 183 Efe 2:8
g 184 Isa 9:6; Jua 4:26
h 185 Isa 12:3; Jer 2:13; Zac 13:1; Zac 14:8; Jua 7:37
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
agua viva. En el uso ordinario significaba agua corriente. Aquí es una metáfora de la vida nueva en Cristo; de ahí, la vida eterna (vers. 14). En 7:37– 39 se refiere al Espíritu Santo.
Fuente: La Biblia de las Américas
agua viva. Nueva vida mediante el Espíritu (cp. Jer 2:13; Zac 14:8; Jua 7:37-39). La salvación es un don de parte de Jesucristo, el Hijo de Dios y Mesías. Nótese que Cristo pidió a la mujer que le recibiera a Él y a Su don, sin demandarle a que hiciese cambio alguno en su vida. Después que ella creyó, y por haber creído, su estilo de vida quedaría cambiado.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
T37 Aquí hay algún grado de énfasis o antítesis en σύ (comp. BD277[1], énfasis).