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Comentario de Juan 4:43 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 4:43 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Pasados los dos días, salió de allí para Galilea,

4:43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. — Los versículos 4-42 son un paréntesis. Ahora sigue la narración de la obra de Jesús en Galilea, una provincia menospreciada por los judíos (7:41, 52). Juan habla poco del ministerio de Jesús en Galilea, pero Mateo, Marcos y Lucas lo describen ampliamente. La obra de Jesús en Galilea cumplió la profecía de Isa 9:1-2 (véase Mat 4:12-16).

Es necesario recordar que conforme al plan de Dios Jesús no fue enviado a los gentiles ni a los samaritanos, sino «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mat 10:5; Mat 15:24). De otro modo, seguramente habría pasado mucho tiempo en Samaria, pero El sabía que muy pronto el evangelio sería predicado a ellos. Poco antes de ascender al cielo dijo a los apóstoles, «me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hch 1:8). El cumplimiento de esta promesa se ve en Hch 8:5-12 cuando «Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo».

Sin duda los samaritanos lo hubieran detenido para que siguiera predicándoles pero, aparte de lo dicho en el párrafo anterior, había otra razón para su salida aun de un campo fructífero. En otra ocasión «le detenían para que no se fuera de ellos. Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado» (Luc 4:42-43).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

salió de allí. Mat 15:21-24; Mar 7:27, Mar 7:28; Rom 15:8.

y fue a Galilea. Jua 4:46; Jua 1:42; Mat 4:13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

su propia tierra puede significar

(1) Judea,

(2) Nazaret o

(3) Galilea. Como no recibió honor ni fue bien recibido en Nazaret, Jesús fue a otras partes de Galilea.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

fue a Galilea. Tras haber pasado dos días en Samaria, Jesús viajó a Galilea para reanudar el viaje que había comenzado en el v. Jua 4:3.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

El relato de la sanidad del hijo de un noble es la segunda «señal» de las ocho principales que Juan emplea para resaltar la verdadera identidad de Jesús a fin de promover la fe en sus lectores (v. Jua 4:54). En este episodio, Jesús reprende la incredulidad del noble porque requería una señal milagrosa para creer en Él (v. Jua 4:48). Aunque algunos afirman que se trata de la misma historia del hijo del centurión (Mat 8:5-13; Luc 7:2-10), hay suficientes discrepancias para demostrar lo contrario a partir de la narración sinóptica: 1) no hay evidencia de que el hijo del noble fuera gentil, 2) fue el hijo del noble y no su siervo el que recibió sanidad, y 3) Jesús se mostró mucho más reacio ante la fe del noble (v. Jua 4:48) que con el centurión (Mat 8:9). Es posible dividir esta sección en tres partes: 1) Jesús frente a la incredulidad (vv. Jua 4:43-45), 2) Jesús confronta la incredulidad (vv. Jua 4:46-49), y 3) Jesús vence la incredulidad (vv. Jua 4:50-54).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

4:43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. — Los versículos 4-42 son un paréntesis. Ahora sigue la narración de la obra de Jesús en Galilea, una provincia menospreciada por los judíos (7:41, 52). Juan habla poco del ministerio de Jesús en Galilea, pero Mateo, Marcos y Lucas lo describen ampliamente. La obra de Jesús en Galilea cumplió la profecía de Isa 9:1-2 (véase Mat 4:12-16).
Es necesario recordar que conforme al plan de Dios Jesús no fue enviado a los gentiles ni a los samaritanos, sino «a las ovejas perdidas de la casa de Israel» (Mat 10:5; Mat 15:24). De otro modo, seguramente habría pasado mucho tiempo en Samaria, pero El sabía que muy pronto el evangelio sería predicado a ellos. Poco antes de ascender al cielo dijo a los apóstoles, «me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hch 1:8). El cumplimiento de esta promesa se ve en Hch 8:5-12 cuando «Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo».
Sin duda los samaritanos lo hubieran detenido para que siguiera predicándoles pero, aparte de lo dicho en el párrafo anterior, había otra razón para su salida aun de un campo fructífero. En otra ocasión «le detenían para que no se fuera de ellos. Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado» (Luc 4:42-43).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL ARGUMENTO IRREFUTABLE

Juan 4:43-45

Dos días después, Jesús se marchó de allí y se fue a Galilea. Jesús mismo confesaba que a ningún profeta se le reconoce en su propio país. Sin embargo, cuando llegó a Galilea, los galileos Le dieron la bienvenida; porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, porque ellos también habían ido a la fiesta.

Los tres evangelios sinópticos contienen el dicho de Jesús de que a un profeta no se le reconoce en su propia tierra (Mr 6:4 ; Mt 13:57 ; Lc 4:24 ). Era un antiguo y conocido refrán, pero Juan lo introduce en un contexto diferente. En los otros evangelios está en pasajes en los que se cuenta que Jesús fue rechazado por Sus propios paisanos galileos, mientras que Juan lo pone aquí en una ocasión en que Le aceptaron.

Ya hemos visto que Jesús había salido de Judasa y se había dirigido a Galilea para evitar la controversia que estaba provocando Su creciente popularidad. La hora del conflicto no había llegado (Jn 4:1-4 ). Puede ser que Jesús se marchara a Galilea esperando poder retirarse a descansar. Y puede ser que en Galilea pasara exactamente lo mismo que había sucedido en Samaria y que hubiera una respuesta positiva a Su enseñanza. Puede ser que nos encontremos aquí con una de las diferencias del Cuarto Evangelio con respecto a los otros tres. Ya hemos visto que Juan nos relata el ministerio de Jesús en Judasa, mientras que los sinópticos se limitan exclusivamente a Su ministerio en Galilea. Jesús era judío, de la tribu de Judá y nacido en la ciudad de David, Belén, aunque este hecho no lo sabían los judíos (7.42), que daban por supuesto que Jesús era galileo porque venía de Nazaret, donde había vivido casi toda Su vida; y de ahí que Le llamaran Jesús Nazareno. Así que es posible que Jesús citara el refrán del profeta que no es reconocido en su tierra refiriéndose a Su experiencia en Judasa. En los otros evangelios también se presenta Su éxito inicial en Galilea, lo que se suele llamar La primavera galilea.

Sea como fuere, este pasaje y el precedente nos presentan el argumento irrefutable a favor de Cristo. Los samaritanos creyeron en Jesús, no por lo que les dijo otra persona, sino porque ellos mismos Le oyeron hablar de cosas nunca jamás oídas. Los galileos creyeron en Jesús, no por lo que les dijera otra persona acerca de El, sino porque Le vieron hacer en Jerusalén cosas que no se habían visto en la vida. Lo que Jesús decía y hacía eran credenciales a las que no se podía oponer nada.

Aquí tenemos una de las grandes verdades de la vida cristiana. La única prueba convincente del Evangelio es la experiencia cristiana. Puede que a veces tengamos que discutir con la gente hasta que las barreras intelectuales que han levantado se les vengan abajo y se rinda la ciudadela de su mente. Pero, en la inmensa mayoría de los casos, lo único realmente convincente es decir: «Yo sé cómo es Jesús, y lo que puede hacer. Todo lo que te puedo decir es que, si Le ofreces una oportunidad en tu vida, ya verás lo que te sucede.» El evangelismo realmente eficaz empieza cuando podemos decir: «Yo sé lo que Cristo ha hecho por mí. -Y añadimos-: Ofrécele una oportunidad, y verás lo que puede hacer por ti.»

Aquí nos encontramos otra vez con la tremenda responsabilidad que- nos corresponde. Nadie es probable que quiera hacer la prueba a menos que vean su eficacia en nuestra vida. No servirá de mucho el decirle a los demás que Cristo puede traer a su vida gozo y paz y poder, cuando nuestra vida es lúgubre, angustiada y derrotada. Los demás se convencerán de que vale la pena entregarse a Cristo solamente cuando vean que para nosotros ha conducido a una experiencia que da envidia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

4. La fe de los galileos y la sanidad del hijo de un funcionario del rey (Jua 4:43-54)

Análisis de discurso

Jesús realizó este milagro a la distancia, simplemente habló y le dijo al funcionario que se fuera a su casa que el niño se recuperaría.

TÍTULO: La titulación de esta sección ha sido muy divergente entre las versiones bíblicas. Las RV60 y RV95 ofrecen Jesús sana al hijo de un noble, pero el texto no afirma que el hombre fuera un noble. Jesús sana al hijo de un oficial del rey (DHH) y Jesús sana al hijo de un oficial (TLA) corresponde más al contenido de la narración. Otras versiones prefieren poner la atención en el lugar: En Caná: cura al hijo del funcionario (NBE), Jesús en Galilea (BJ). Es importante señalar que la sanidad narrada es otro de los signos del evangelio, como lo hace la BA: Segundo signo: el hijo del funcionario del rey, aunque aquí no nos parece muy precisa la definición de lo que se narra. Consideramos que Segundo signo: sanidad del hijo de un oficial refleja mejor el contenido del texto.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

a. Versículos de transición (vv. Jua 4:43-45)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

El viaje interrumpido en Jua 4:3 se continúa. Esta transición sirve como apertura para la segunda señal milagrosa en Caná. En algunos idiomas es conveniente señalar los verbos que indican movimiento, ya sea si se va a un lugar nuevo, si se regresa o se viene otra vez. Literalmente el texto expresa: “Después de dos días salió de allí hacia Galilea”. En realidad el texto no presenta ningún problema de traducción, como lo muestra la similitud de las diversas traducciones: «Pasados esos dos días, Jesús salió de Samaria y siguió su viaje a Galilea» (TLA). La DHH hace explícito que los discípulos siguieron con él: «Después de estar dos días en aquel pueblo de Samaria, Jesús y sus discípulos salieron».

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Un segundo milagro en Galilea

La mayor parte de lo registrado por Juan se centra en Jerusalén, pero los pocos relatos de Galilea son de gran significado. Las primeras dos señales ocurrieron en Galilea, como también la multiplicación de los panes en el cap. 6. Pero la mayor parte de las señales que Juan registra ocurrieron en Judea. Juan hace notar que Jesús mismo había reconocido que un profeta no recibía honor en su propio país (44). Se discute qué significa su propia tierra. En los Sinópticos el dicho se refiere a Nazaret, pero aquí es más probable que Juan lo entienda como la patria de los judíos a diferencia de Samaria. Hay un punto en particular al comparar la pronta recepción que los samaritanos dieron a Jesús viendo quién era y la bienvenida de los galileos en función de los milagros que hizo. Por el otro lado, la propia tierra podría ser considerada como una referencia a Jerusalén, donde el relato de este Evangelio muestra que Jesús no fue bien recibido. En este caso, la recepción en Galilea habría resultado un contraste.

La primera opción es la más probable. Los galileos estaban claramente impresionados por los informes de señales realizadas en Jerusalén en la Pascua (cf. 2:23).

Sin embargo, la segunda señal significativa que Jesús hizo fue realizada en Galilea, en Caná, o sea el mismo lugar que vio la primera. El oficial mencionado en el v. 46 sin duda era del servicio de Herodes Antipas. Este tenía el título de tetrarca y, aunque realmente nunca fue rey, como popularmente era considerado. Aquí hay similitudes con el relato de la curación del siervo del centurión (Mat. 8:5-10; Luc. 7:2-10), pero hay suficientes diferencias como para no hacer una identificación de los dos episodios. La más significativa de ellas está en el cargo diferente del padre y la posición diferente de la persona sanada (hijo en vez de siervo). El v. 47 muestra el grado de desesperación del padre por su hijo. Pero la respuesta de Jesús resulta inesperada. Las palabras del v. 48 fueron dirigidas a los galileos en su conjunto. La bienvenida que habían dado a Jesús se basaba en las señales, pero no indicaba fe. Probablemente hasta que Jesús no le aseguró que su hijo viviría (50) el hombre no había creído. Hasta entonces quizá no era más que un tipo de creencia en lo mágico. Cuando llegó la fe, actuó rápidamente. La conclusión de este episodio es significativa porque Juan menciona el tiempo preciso de la curación como el de la declaración de Jesús (52). Esto llevó a una fe más profunda, no sólo del hombre sino también de toda la casa. Puede hacerse una comparación con la mención en Hechos de similares conversiones familiares (cf. Hech. 10:2; 11:14; 16:15, 31; 18:8). La hora séptima mencionada en el v. 52 debe haber sido la una de la tarde.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

p 221 Jua 4:40

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

salió…para Galilea. Ahora Jesús reanuda el viaje que había iniciado en el vers. 3.

Fuente: La Biblia de las Américas

De este pasaje se desprenden cuatro lecciones que haremos bien en fijar en nuestra memoria y en aplicar durante el viaje de la vida.
Se nos enseña, en primer lugar, que a los ricos sobrevienen aflicciones lo mismo que a los pobres. Un noble estaba lleno de ansiedad, porque su hijo se hallaba enfermo. Sin duda habría agotado todos los medios que el dinero puede proporcionar. Más el dinero no es todopoderoso. La enfermedad se agravaba, y el hijo del noble estaba agonizante.
No hay error más común que suponer que los ricos no tienen ningunos cuidados. Están tan expuestos a enfermarse como los pobres; y tienen, además, otras muchas ansiedades que les son desconocidas a éstos. La seda y la púrpura a menudo cubren corazones muy apesarados. El sueño de los moradores de los palacios es con frecuencia más inquieto que el de los habitantes de las chozas. El oro y la plata no pueden poner al hombre al abrigo de los trabajos. Pueden librarlo de deudas y andrajos, pero no de enfermedades, afanes y muerte. Cuánto más encumbrado sea el árbol, tanto más está a merced de las tempestades.
David fue más feliz cuando apacentaba los rebaños de su padre, en Belén, que cuando habitaba en Jerusalén como rey y gobernaba las doce tribus de Israel.
Nos enseña, en segundo lugar, que las enfermedades y la muerte sobrevienen a los jóvenes, así como también a los viejos. El hijo estaba enfermo de muerte, y el padre estaba muy afanado por él. El orden natural fue así invertido, puesto que el más viejo tenía que cuidar del más joven en vez de que éste cuidara de aquel. El hijo llegó al bordo del sepulcro antes que el padre, y no el padre antes que el hijo.
Por lo general estamos dispuestos a cerrar los ojos ante hechos palpables y a manejarnos como si los jóvenes no se murieran. Y sin embargo las inscripciones de las lápidas sepulcrales prueban que muy pocos en cada ciento viven hasta la edad de cincuenta, y que muchos no llegan a la virilidad. El primer sepulcro que se cavó en este mundo fue el de un joven. La primera persona que murió no era padre, sino hijo. Aarón perdió dos hijos de un golpe; David, el hombre «según el corazón de Dios,» vivió para ver sepultar a tres hijos suyos; Job fue privado de todos sus hijos en un solo día. Todo esto ha sido historiado para nuestro conocimiento.
La prudencia aconseja que no contemos confiados en demasía con gozar de larga vida. No sabemos que podrá ocurrir mañana. Los más robustos y alentados son a menudo arrebatados en pocas horas, en tanto que los débiles y los viejos duran por muchos años. Lo más recomendable es estar siempre listos para comparecer ante Dios, no difiriendo nada de lo que se relacione con la eternidad y conduciéndose como deben hacerlo los que no saben en que momento exhalarán el último suspiro. Si así viviéremos, poco importa que muramos en nuestra juventud o en nuestra vejez. Acogidos a Jesús, estamos a salvo en cualquier trance.
Se nos enseña, en tercer lugar, que beneficios acarrean las aflicciones al alma. La ansiedad que el cortesano sintió por su hijo lo impulsó a ocurrir a Jesucristo a fin de obtener auxilio, y, habiéndose visto con el Salvador, aprendió una lección de un valor inapreciable que hizo que él y toda su casa creyeran. Si el hijo no se hubiera enfermado, el padre tal vez habría vivido y muerto en pecado.
El dolor es con harta frecuencia provechoso. Por su medio Dios nos enseña lecciones que de otra manera no podríamos aprender; y aparta del mundo y del pecado almas que de otro modo perecerían por toda la eternidad. La salud es una bendición; pero mayor lo es la enfermedad que Dios santifica para bien del paciente. Todos deseamos naturalmente las comodidades y la prosperidad; pero preferibles son las adversidades y el infortunio si nos conducen a Cristo. En el último día habrá millares que dirán como David: «Bueno no es haber sido humillados.» Salmo 119.71.
Guardémonos de murmurar cuando nos acaezca alguna desgracia. Persuadámonos de que cada dolor que nos sobreviene tiene su significación tiene su designio y desciende como un mensaje de Dios. No hay lecciones tan útiles como las que se aprenden en la escuela de la aflicción. No hay comentario que nos aclare tanto el contenido de la Biblia como las enfermedades y el pesar. «Es verdad que ningún castigo al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; empero después fruto muy apacible de justicia da a los que por él son ejercitados.» Heb. 12.11.
De este pasaje se infiere, por último, que la palabra de Jesús vale tanto como su presencia. Jesús no descendió a Capernaúm a ver al joven moribundo, sino meramente dijo. «Tu hijo vive.» Más esas palabras fueron acompañadas de un poder infinito. En aquella hora el paciente empezó a mejorase. Jesucristo no hizo más que hablar, y la curación fue efectuada. Jesucristo no hizo más que mandar, y la enfermedad mortal empezó a desaparecer.
Este hecho es muy consolador, puesto que aumenta a nuestros ojos el valor de cada promesa de misericordia, gracia y paz que haya procedido de los labios del Salvador. El que, por medio de la fe, se haya apropiado alguna palabra de Jesucristo, ha colocado sus plantas, por ese hecho, en una roca inamovible. Si él ha dicho que no «echa fuera al que a él viene,» y si nuestros corazones nos dicen que hemos venido, no hay por que dudar que estamos a salvo. Respecto a las cosas de este mundo decimos que ver es creer. Empero, por lo que hace al Evangelio, creer vale tanto como ver. La palabra de Cristo es tan segura como el hecho ya cumplido de cualquier hombre. Aquel de quien él diga que vive, vivirá para siempre.
Ahora bien, recordemos que desgracias como las del cortesano son muy comunes; y que algún día, probablemente se presentarán ante nuestras puertas.
¿Podemos sobrellevarlas? ¿Queremos saber a donde hemos de ocurrir para que se nos socorra y se nos consuele? Traigamos a la memoria las palabras de Cristo, que no son las de un mero hombre, sino las de Dios. Las palabras que él dice «espíritu y vida son..

Fuente: Los Evangelios Explicados

los dos días… → §167.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R762 En τὰς δύο ἡμέρας, se usa el artículo para referirse a los dos días que se mencionan en el v. 40.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego