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Comentario de Juan 6:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Juan 6:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Entonces los judíos murmuraban de él porque había dicho: “Yo soy el pan que descendió del cielo.”

6:41, 42 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? — Se escandalizaron porque Jesús dijo que había descendido del cielo y, por eso, sería mayor que Moisés y los profetas, sacerdotes y reyes de Israel. Creían que podían refutar lo que El decía hablando de su familia; es decir, que no es del cielo sino de Nazaret.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Murmuraban entonces de él. Jua 6:43, Jua 6:52, Jua 6:60, Jua 6:66; Jua 7:12; Luc 5:30; Luc 15:2; Luc 19:7; 1Co 10:10; Jud 1:16.

Yo soy el pan que descendió del cielo. Jua 6:33, Jua 6:48, Jua 6:51, Jua 6:58.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

los judíos alude a los representantes del consejo.

Murmuraban que Jesús había dicho que Él era el pan que descendió del cielo. Aunque esta frase exacta no se encuentra en las declaraciones de Jesús, es un resumen justo de lo que dijo (vv. Jua 6:33, Jua 6:35, Jua 6:38). Jesús declaró que venía del cielo.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

murmuraban. La reacción de las multitudes de la sinagoga frente a las declaraciones de Jesús fue igual a la de los judíos en el desierto, quienes murmuraron contra Dios antes y después de que les diera el maná (Éxo 16:2; Éxo 16:8-9; Núm 11:4-6). los judíos. En este Evangelio el término «judíos» es asociado con frecuencia con la animosidad hacia Cristo. Se emplea como ironía para indicar la incongruencia de la creciente hostilidad de los judíos hacia su Mesías. Puesto que endurecieron sus corazones, Dios también procedió a endurecerlos como una sentencia judicial (cp. Jua 12:37-40; Isa 6:10; Isa 53:1; Mat 13:10-15). En el período de la tribulación, Israel se volverá a Jesús como su verdadero Mesías y será salvo (Rom 11:25-27; Apo 1:7; Apo 7:1-8; cp. Zac 12:10-14). porque había dicho: Yo soy el pan … del cielo. La indignación de los judíos se centraba en dos cosas: 1) que Jesús afirmó ser el pan y 2) que vino del cielo. Tanto los judíos en Jerusalén (Jua 5:18) como los galileos, reaccionaron en forma negativa cuando Jesús se puso al mismo nivel de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Esta sección designa la reacción inicial de la multitud a la predicación de Jesús acerca del pan de vida, la cual podría dividirse en tres secciones: 1) la multitud reacciona con murmuración (vv. Jua 6:41-42), 2) Jesús los reprende por su reacción (vv. Jua 6:43-46), y 3) Jesús reitera su mensaje a la multitud (vv. Jua 6:47-51).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

6:41, 42 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido? — Se escandalizaron porque Jesús dijo que había descendido del cielo y, por eso, sería mayor que Moisés y los profetas, sacerdotes y reyes de Israel. Creían que podían refutar lo que El decía hablando de su familia; es decir, que no es del cielo sino de Nazaret.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL FRACASO DE LOS JUDÍOS

Juan 6:41-51

Los judíos siguieron murmurando de Jesús porque había dicho: «Yo soy el pan que ha descendido del Cielo»; y siguieron diciendo:
-¡Como si no supiéramos que Éste es Jesús hijo de José, a Cuyos padres conocemos! ¿Cómo es que nos viene ahora diciendo: «Yo he descendido del Cielo?»
-Dejad ya de murmurar entre vosotros -les dijo Jesús-. No hay nadie que pueda acudir a Mí a menos que le traiga el Padre que Me envió; y Yo le resucitaré el último día. Está escrito en los Profetas: «Y serán todos enseñados por Dios.» Todos los que han escuchado a Mi Padre y aprendido de Él, vienen a Mí. No es que nadie haya visto jamás al Padre, excepto el Que procede de Dios; Él sí ha visto al Padre. Lo que os digo es la pura verdad: El que cree, tiene la vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron maná en el desierto, y murieron. Este es el pan de la vida del que se puede comer para no morir. Yo soy el pan de la vida Que he descendido del Cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre.

Este pasaje da las razones por las que los judíos rechazaron a Jesús y, al rechazarle a Él, rechazaron la vida eterna.
(i) Juzgaban las cosas con una escala de valores humana y por motivos externos. Su reacción ante las credenciales de Jesús era recordar el hecho de que Él era el hijo del carpintero y que Le habían visto crecer en Nazaret. Eran incapaces de aceptar que Uno Que era un artesano y Que procedía de una familia humilde pudiera ser un Mensajero especial de Dios.
T. E. Lawrence era amigo íntimo del poeta Thomas Hardy. En los días en que Lawrence estaba sirviendo en las fuerzas aéreas británicas solía visitar a Hardy y su esposa vestido de uniforme. En una ocasión, su visita coincidió con la de la alcaldesa de Dorchester, que se dio por muy ofendida de que se la hubiera sometido a compartir su tiempo con un vulgar aviador, porque no tenía idea de quién era. Le dijo a la señora Hardy en francés que nunca en toda su vida se había sentado a tomar el té con un soldado. Nadie dijo nada. Entonces Lawrence dijo en perfecto francés: «Suplico su perdón, señora; pero, ¿puedo serle útil como intérprete? La señora Hardy no entiende el francés.» Una mujer esnob y descortés había cometido un craso error al juzgar por las apariencias. Eso fue lo que hicieron los judíos con Jesús.

Debemos tener cuidado con rechazar un mensaje de Dios al despreciar o infravalorar a Su mensajero. Nadie desecharía un cheque de 1,000,000 porque resulta que está metido en un sobre vulgar y corriente. Dios tiene muchos mensajeros. Su Mensaje supremo nos lo trajo un Carpintero galileo, y por eso fue por lo que los judíos lo rechazaron.

(ii) Los judíos se pusieron a discutir entre ellos. Estaban tan pagados de sus razonamientos personales que no se les ocurrió dejar a Dios que decidiera la cuestión. Lo que más les interesaba era hacerles saber a los demás cuál era su opinión; y lo que menos, lo que Dios pudiera pensar. Sucede a veces en tribunales y comités, cuando cada cual está tratando de hacerle tragar a los demás su parecer, que sería mejor callarse y preguntarle a Dios lo que El piensa y quiere que se haga. Después de todo, no importa tanto lo que pensemos nosotros; pero lo que piense Dios sí tiene una importancia suprema -aunque rara vez nos interesa lo bastante como para preguntárselo.

(iii) Los judíos oyeron, pero no aprendieron. Hay diferentes maneras de escuchar. Está la manera de la crítica; la del resentimiento; la de la superioridad; la de la indiferencia, y la del que escucha sólo porque en ese momento no tiene oportunidad de hablar. La única manera de escuchar que vale la pena es la de oír y aprender; y es la única manera de escuchar a Dios.

(iv) Los judíos resistieron la atracción de Dios. Solamente aceptan a Jesús los que Dios atrae a Él. La palabra que usa Juan para atraer es helkyein. Es la palabra que se usa en la traducción griega del hebreo en el pasaje en que Jeremías oye decir a Dios: «Con fidelidad conyugal te he atraído a Mí» (Jer 31:3 ; R V. «te soporté con misericordia»). Lo interesante. de la palabra es que casi implica una cierta resistencia. Se usa para tirar de una red cargadísima hacia la orilla (Jn 21:6; Jn 21:11 ). Se usa de cuando arrastraron a Pablo y Silas a los magistrados en Filipos (Hch 16:19 ). Es la palabra que se usa para desenvainar o tirar de espada (Jn 18:10 ). Siempre implica algo de resistencia. Dios puede atraer a las personas; pero la resistencia de éstas a veces puede más que el tirón de Dios.

Jesús es el pan de la vida, lo que quiere decir que es esencial para la vida; por tanto, el rechazar la invitación y orden de Jesús es perder la .vida, y morir. Los rabinos tenían un dicho: «La generación del desierto no tiene parte en la vida por venir.» En la antigua historia de Números, los que rehusaron insistentemente arrostrar los peligros de la tierra prometida después del informe de los exploradores fueron condenados a vagar por el desierto hasta morir. Porque se negaron a aceptar la dirección de Dios, fueron excluidos para siempre de la tierra prometida. Los rabinos creían que los antepasados que murieron en el desierto, no sólo se perdieron la tierra prometida, sino también la vida por venir. El rehusar el ofrecimiento de Cristo es perderse la vida en este mundo y en el venidero, mientras que el aceptarla es hallar la verdadera vida en este mundo y la gloria en el venidero.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

b) Los judíos murmuran (vv. Jua 6:41-46)

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Juan cambia ahora los interlocutores de Jesús. Antes era la multitud, el gentío, ahora son “los judíos”. Esta sección comienza introduciendo a “los judíos” como defensores de las instituciones de Jerusalén y hostiles ante las palabras y acciones de Jesús. “Los judíos” ante los argumentos de Jesús reaccionan negativamente como sus antepasados lo hicieron con Moisés (Éxo 16:2, Éxo 16:7, Éxo 16:8). La LXX usa la misma palabra para “murmuraban”. Como en los vv. Jua 6:28 y Jua 6:30 aquí también Jesús lleva a sus interlocutores a un plano superior para la comprensión de su persona. Para estos interlocutores algunas versiones traducen «la gente» (CEV, TEV), aunque la mayoría conserva la expresión “los judíos”.

Murmuraban entonces de él, «Comenzaron a murmurar de Jesús» (DHH), «empezaron a hablar mal de Jesús» (TLA), conserva el sentido imperfecto del verbo, lo cual indica una acción continuada de murmuración. Juan usa este verbo de nuevo en los vv. Jua 6:43, Jua 6:61 y Jua 7:32.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Jua 6:33; Jua 6:51; Jua 6:58; Éxo 16:2-8.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

ñ 332 Jua 6:33

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

En estos versículos se deja ver que la humilde condición de Jesucristo cuando estuvo en la tierra, es motivo de escándalo para el hombre no convertido. Cuéntasenos que los Judíos murmuraban, porque Jesús les decía que El era el pan que había descendido del cielo, y que preguntando si no era ese Jesús, el hijo de José, y cuyos padres ellos conocían, se admiraban de que dijese que había bajado del cielo. Si nuestro Señor se hubiese presentado como un rey orgulloso, rodeado de riquezas y honores para otorgarlos á los que lo siguiesen, y acompañado de fuertes ejércitos, es seguro que le habrían dado una cordial acogida. Pero un Mesías pobre, humilde y afligido los llenaba de escándalo. Repugnaba á su orgullo el creer que era enviado de Dios.
Ni debe esto sorprendernos. No es sino la naturaleza humana exhibiéndose tal como es en sí. Lo mismo aconteció en los tiempos de los apóstoles. Cristo crucificado «era á los Judíos tropezadero, y á los Griegos insensatez.» 1Co 1:23. Y lo mismo también puede verse en nuestros días. Millares de hombres hay que detestan las doctrinas cardinales del Evangelio solo porque ellas son la esencia misma de la humildad. No pueden aceptar la expiación, el sacrificio y la sustitución de Jesucristo. Aprueban sus preceptos morales, y admiran su conducta irreprensible y su noble abnegación. Mas habladles de la sangre del Cordero inmaculado, decidles que la muerte de Jesucristo es la piedra angular en la cual estriban todas nuestras esperanzas, y os convenceréis del odio que tienen por todas esas grandes verdades.
En este pasaje se nos enseña también cuan inútil (espiritualmente hablando) es el hombre por naturaleza, y cuan incapaz de arrepentirse ó de creer. Nuestro Señor dijo: «Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere.» Hasta que el Padre atraiga á sí el corazón por medio de la gracia, el hombre no puede creer.
La sagrada verdad que estas palabras expresan merece detenida consideración. Es en vano procurar negar que, sin la gracia de Dios, ninguno puede hacerse verdadero cristiano. Estamos espiritualmente muertos, y no tenemos poder para darnos vida á nosotros mismos. Necesitamos que de lo alto se implante en nuestro corazón un nuevo móvil de todos nuestros actos. Los hechos lo prueban y una gran mayoría de teólogos lo reconoce.
Pero, después de sentado todo esto, ocurre preguntar: ¿en qué consiste esta incapacidad humana? ¿En cuál de las facultades del alma tiene su asiento? Este tema ha dado lugar á muchos y muy graves errores. Tengamos presente que la voluntad del hombre es la facultad que está viciada. Su incapacidad es moral y no física. No expresaríamos la verdad al decir que el hombre tiene verdadero deseo de acudir á Jesucristo, pero no puede. Nos expresaríamos con mayor exactitud si dijésemos que no puede porque no tiene deseo ó anhelo de hacerlo. No es cierto que acudiría si pudiera; mas sí que podría acudir si quisiera.
Estos asuntos son profundos y misteriosos. Con verdades como éstas Dios pone á prueba la fe y la paciencia de su pueblo.
¿Puede este creerle? ¿Puede esperar hasta el último día para obtener una contestación más clara? Lo que sí podemos percibir al presente con toda claridad es que el hombre es responsable por su propia alma.
Finalmente, en este pasaje se nos enseña que la salvación del creyente empieza en la vida presente. Nuestro Señor Jesucristo dijo: «De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí tiene vida eterna.» No que al que creyere en él se le concederá vida eterna en el día del juicio, sino que ya le pertenece en este mundo. La obtiene en el momento mismo que cree.
Asunto es este con el cual está enlazada nuestra paz, nuestro sosiego, y sobre el cual abundan muchos errores. Muchos hay que piensan que el perdón y la aceptación de Dios son dones que no podemos obtener en la vida presente–dones que tenemos que ganar por medio de la continua y prolongada práctica del arrepentimiento, la fe y la santidad–dones que recibiremos en el último día ante el tribunal de Dios; pero que 110 podemos ni columbrar en este mundo. Ese es un error grave. Tan pronto como el pecador cree en Jesucristo, es justificado y aceptado delante de Dios.

Fuente: Los Evangelios Explicados