Comentario de Juan 6:51 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá para siempre. El pan que yo daré por la vida del mundo es mi carne.
6:51 Yo soy el pan vivo (6:35, 41, 48) que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne (1Pe 3:18; Efe 2:15; Col 1:22; Heb 10:20) , la cual yo daré por la vida del mundo. — Se refiere a su muerte que sería el sacrificio perfecto por los pecados del mundo (3:37; 4:42; 1Jn 3:16; Mat 20:28; Gál 3:13; 2Co 5:14; Rom 5:8; Isa 53:10; 1Pe 2:24). En esto vemos, pues, que al comer este pan de vida la gente tiene que creer no solamente en Cristo sino en el Cristo que había de morir, ser sepultado y resucitar para salvarnos de los pecados. «Jesús ha presentado aquí a esta multitud galilea el hecho central de su muerte expiatoria por la vida espiritual del mundo» (ATR). Desde luego, es mucho más fácil entender estas palabras después de la muerte de Jesús. Recuérdese que ni siquiera los apóstoles entendían a Jesús cuando hablaba de su muerte (Mat 16:21-23).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo. Jua 3:13; Jua 4:10, Jua 4:11; Jua 7:38; 1Pe 2:4.
y el pan que yo daré es mi carne. Jua 6:52-57; Mat 20:28; Luc 22:19; Efe 5:2, Efe 5:25; Tit 2:14; Heb 10:5-12, Heb 10:20.
yo daré por la vida del mundo. Jua 6:33; Jua 1:29; Jua 3:16; 2Co 5:19, 2Co 5:21; 1Jn 2:2; 1Jn 4:14.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Esta declaración se repite con exactitud en los vv. Jua 6:33; Jua 6:35; Jua 6:47-48. mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Jesús se refiere aquí de manera profética a su inminente sacrificio en la cruz (cp. 2Co 5:21; 1Pe 2:24). Por su propia voluntad Jesús rindió su vida por la humanidad pecaminosa y malvada (Jua 10:18; 1Jn 2:2).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Este pasaje podría dividirse en tres secciones: 1) la declaración de Jesús (v. Jua 6:51), 2) la confusión de la multitud (v. Jua 6:52), y 3) las promesas de Jesús (vv. Jua 6:53-59).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
6:51 Yo soy el pan vivo (6:35, 41, 48) que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne (1Pe 3:18; Efe 2:15; Col 1:22; Heb 10:20) , la cual yo daré por la vida del mundo. — Se refiere a su muerte que sería el sacrificio perfecto por los pecados del mundo (3:37; 4:42; 1Jn 3:16; Mat 20:28; Gál 3:13; 2Co 5:14; Rom 5:8; Isa 53:10; 1Pe 2:24). En esto vemos, pues, que al comer este pan de vida la gente tiene que creer no solamente en Cristo sino en el Cristo que había de morir, ser sepultado y resucitar para salvarnos de los pecados. «Jesús ha presentado aquí a esta multitud galilea el hecho central de su muerte expiatoria por la vida espiritual del mundo» (ATR).
Desde luego, es mucho más fácil entender estas palabras después de la muerte de Jesús. Recuérdese que ni siquiera los apóstoles entendían a Jesús cuando hablaba de su muerte (Mat 16:21-23).
Fuente: Notas Reeves-Partain
SU CUERPO Y SU SANGRE
Juan 6:51-59
-El pan que Yo daré es Mi carne, dada para que el mundo obtenga la vida -dijo Jesús.
Los judíos se pusieron a discutir entre sí otra vez:
-¿Cómo puede este Hombre darnos a comer su carne?
-Esto que os digo es la pura verdad -les dijo Jesús-: A menos que comáis la carne del Hijo del Hombre y bebáis Su sangre, no podéis poseer la vida eterna dentro de vosotros. El que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene la vida eterna, y Yo le resucitaré el último día.- Mi carne es la comida verdadera, y Mi sangre la verdadera bebida. El que come Mi carne y bebe Mi sangre permanece en Mí y Yo en él. Como el Padre viviente Me ha enviado, así Yo vivo por medio de Él, y el que Me coma vivirá por medio de Mí. Este es el pan Que ha descendido del Cielo. No se trata de comer como vuestros padres comieron y murieron. Es el que coma este pan el que vivirá para siempre.
Estas cosas las dijo cuando estaba enseñando en la sinagoga de Cafarnaún.
Para la mayoría de nosotros éste es un pasaje sumamente difícil. Usa un lenguaje y se mueve en un mundo de ideas que nos resultan totalmente extrañas, y que podrían parecer hasta fantásticos y grotescos. Pero, para los que los oyeron por primera vez, era moverse entre ideas familiares que se remontaban hasta la misma infancia de su raza.
Estas ideas serían perfectamente normales para los que conocían los sacrificios en el mundo antiguo. La víctima rara vez se quemaba del todo. Por lo general sólo una pequeña porción, aunque todo el animal se ofrecía en sacrificio. Parte de la carne correspondía a los sacerdotes por derecho de su oficio; y otra parte se devolvía a los adoradores, que la usaban para hacer una fiesta con sus amigos en el recinto del templo pagano. En esa fiesta se consideraba que el dios del lugar era el huésped de honor. Además, una vez que la carne se había ofrecido al dios, se creía que éste había entrado en ella y, por tanto, cuando el adorador la comía, estaba recibiendo igualmente al dios en su cuerpo. Cuando las personas que habían participado de la fiesta se volvían a sus casas, creían que iban literalmente llenas de ese dios. Es posible que nosotros lo consideremos un culto idolátrico, o un tremendo engaño; pero no cabe duda de que aquella gente salía completamente segura de que estaba en ellos la vitalidad dinámica de su dios. Para los que vivían en aquel mundo de ideas este pasaje no presentaba ninguna dificultad.
Además, en aquel mundo antiguo la única forma de religión que merecía ese nombre era la de los misterios. Lo que ofrecían las religiones misteriosas era la comunión y aun la identificación con algún dios. La manera como se lograba era la siguiente. Todos los misterios eran esencialmente representaciones de la pasión de un dios que había sufrido terriblemente, y que había muerto y resucitado. La historia se presentaba en un auto de pasión sumamente conmovedor. Antes que el iniciado pudiera presenciarlo, tenía que someterse a un largo catecumenado sobre el sentido del misterio. Tenía que hacer toda clase de purificaciones ceremoniales, y un largo período de ayuno y de abstención de relaciones sexuales.
En la representación propiamente dicha del auto de la pasión, todo estaba diseñado para producir una atmósfera altamente emocional. Se calculaba cuidadosamente la iluminación, el incienso, la música y una liturgia maravillosa; todo estaba programado cuidadosamente para conducir al iniciado a un estado de emoción y de expectación como nunca antes lo había experimentado. Se puede considerar alucinación, o una combinación de hipnotismo y autosugestión; pero algo sucedía, que se suponía la identificación con aquel dios. Al contemplar todo aquello el iniciado, cuidadosamente preparado, llegaba a ser uno con el dios: compartía sus sufrimientos y dolores, su muerte y su resurrección. El dios y él llegaban a confundirse, y él estaba a salvo en la vida y en la muerte.
Algunos de los dichos y las oraciones de los misterios tienen una belleza indiscutible. En los misterios de Mitra, el iniciado rezaba: » Mora en mi alma; no me dejes, para que sea iniciado y el espíritu santo more dentro de mí.» En los misterios herméticos, el iniciado decía: «Yo te conozco, Hermes, y tú me conoces a mí; yo soy tú, y tú eres yo.» En los mismos misterios había una oración que decía: «Ven a mí, señor Hermes, como vienen los bebés al seno materno.» En los misterios de Isis decía el adorador: «Tan cierto como que vive Osiris, vivirán sus seguidores. Tan cierto como que Osiris no está muerto, sus seguidores ya no morirán.»
Debemos recordar que aquellas personas de la antigüedad sabían lo que era el esfuerzo, el anhelo, el sueño de identificación con su dios y de la bendición de recibirle en su interior. No entenderían frases como comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre con un literalismo crudo. Sabrían algo de la experiencia inefable de unión, más íntima que ninguna unión material, de la que hablan estos versículos. Este era un mensaje que podía entender el mundo antiguo, y nosotros también.
Será bueno que recordemos que Juan está haciendo aquí lo que hace a menudo. No está reproduciendo, ni intentando reproducir, las mismísimas palabras de Jesús. Ha pasado setenta años pensando en lo que dijo Jesús; y ahora, guiado por el Espíritu Santo, nos transmite el significado espiritual de Sus palabras. No son las palabras lo que Juan reproduce -eso no habría sido más que la aportación de un buen reportero-;sino el sentido espiritual de las palabras: esa es la dirección del Espíritu Santo.
SU CUERPO Y SU SANGRE
Juan 6:51-59 (conclusión)
Veamos ahora si podemos descubrir algo de lo que quiso decir Jesús y de lo que entendió Juan de palabras como éstas. Podemos tomar este pasaje de dos maneras.
(i) Podemos tomarlo en sentido general. Jesús habló de comer Su carne y beber Su sangre.
Ahora bien: la carne de Jesús era Su completa humanidad. Juan, en su primera carta, establece casi apasionadamente: «Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios.» De hecho, el espíritu que niega que Jesús ha venido en la carne es del anticristo (1Jn 4:2-3 ). Juan insistía en que debemos aferrarnos y no soltarnos nunca de la plena humanidad de Jesús, Que fue carne de nuestra carne y hueso de nuestro hueso. ¿Qué quiere decir esto? Jesús, como hemos visto una y otra vez, era la Mente de Dios Que se había presentado como una Persona. Esto quiere decir que, en Jesús, Dios ha asumido la vida humana, enfrentándose con nuestras situaciones, luchando con nuestros problemas, resistiendo nuestras tentaciones, sufriendo nuestros dolores y desarrollando nuestras relaciones humanas.
Por tanto, es como si Jesús dijera: «Alimentad vuestro corazón, vuestra mente y vuestra alma con Mi humanidad. Cuando estéis desanimados o desesperados, mordiendo el polvo y asqueados de la vida… ¡acordaos de que Yo tomé esa vida vuestra y esas luchas vuestras sobre Mí!» Y veremos que, de pronto, la vida y la carne se revisten de gloria, porque Dios ha dejado en ellas Su huella. Ha sido y es la gran convicción de la cristología griega ortodoxa que Jesús deificó nuestra carne al asumirla. El comer el cuerpo de Cristo es alimentarnos con el pensamiento de Su humanidad hasta que nuestra propia humanidad se fortalezca y limpie e impregne de la Suya.
Jesús dijo que hemos de beber Su sangre. En el pensamiento judío, la sangre representa la vida. Es fácil comprender por qué: cuando uno se desangra por una herida, se le va la vida. Además, para los judíos la sangre pertenece a Dios. Por eso, hasta el día de hoy, ningún judío fiel comerá carne que no haya sido completamente drenada de la sangre. «Pero carne con su vida, es decir, su sangre, no comeréis» (Ge 9:4 ). «Solamente que no comas su sangre: sobre la tierra la derramarás como agua» Dt 15:23 ). Ahora volvamos a lo que dice Jesús: «Tenéis que beber Mi sangre; es decir, poner Mi vida en el mismo centro de vuestro ser; y esa vida Mía es una vida que pertenece a Dios.» Cuando Jesús dijo que tenemos que beber Su sangre, quería decir que tenemos que recibir Su vida en lo más íntimo de la nuestra.
¿Qué quiere decir eso? Pensadlo así: figuraos que hay en un estante un libro que una persona no ha leído nunca. Puede que sea el Quijote, la más grande novela de la literatura universal; pero, mientras siga sin leerla, estará fuera de esa persona. Un buen día la toma en sus manos y la lee. La emociona, encanta y conmueve. Argumento y personajes quedan en su memoria; y, a partir de entonces, siempre que quiera, puede recuperar esa maravilla que tiene en su interior, y recordarla y meditarla y saborearla, y alimentar su mente y su corazón con ella. Hubo un tiempo en que aquel libro estaba fuera de la persona. Ahora está dentro de ella, y se puede alimentar de él.
Así sucede con todas las grandes experiencias de la vida: están fuera de nosotros hasta que las asumimos.
Eso es lo que sucede con Jesús. Mientras no sea para nosotros más que el personaje de un libro, está fuera de nosotros; pero cuando entra en nuestro corazón, podemos alimentarnos de la vida y la fuerza y la vitalidad que Él nos da. Jesús dijo que hemos de beber Su sangre. Está diciéndonos: «Tenéis que dejar de pensar en Mí como el tema de una discusión teológica; tenéis que recibirme en vuestro interior y entrar en Mi interior, y entonces tendréis la vida verdadera.» Eso era lo que quería decir Jesús cuando hablaba de morar en Él y Él en nosotros.
Cuando nos mandó comer Su carne y beber Su sangre nos estaba diciendo que alimentáramos nuestros corazones, almas y mentes con Su humanidad, y que revitalizáramos nuestras vidas con Su vida hasta llenarnos de la vida de Dios.
(ii) Pero Juan quería decir mucho más que eso, y estaba pensando también en la Mesa del Señor. Estaba diciendo: «Si queréis vida, tenéis que venir y sentaros a esa mesa en la que coméis el pan partido y bebéis el vino que se sirve que, de alguna manera, por la gracia de Dios, os ponen en contacto con el amor y la vida de Jesucristo.» Pero -aquí está la maravilla de este punto de vista-Juan no nos relata la última Cena. Nos aporta su enseñanza acerca de ella, no en el relato del Aposento Alto, sino en el de una comida campestre, en una ladera cerca de Betsaida Julias, junto a las aguas azules del mar de Galilea.
No cabe duda: Juan está diciendo que, para un cristiano, toda comida se convierte en un sacramento. Puede que hubiera algunos que, si se me permite la frase, estaban exagerando la importancia del sacramento dentro de la iglesia, convirtiéndolo en algo mágico, implicando que es la única manera de entrar a la presencia del Cristo Resucitado. Es verdad que el sacramento es una cita especial que tenemos con Dios; pero Juan mantenía con todo su corazón que cualquier comida en el hogar más humilde o en el más lujoso palacio, o bajo la bóveda del cielo con sólo la hierba como alfombra, era un sacramento. Decía: «En cualquier comida podéis encontrar otra vez ese pan que nos habla de la humanidad del Maestro, y ese vino que nos habla de Su sangre, que es la vida.»
En el pensamiento de Juan, la mesa de la comunión y la del comedor de casa, la comida campestre en la playa o en la montaña se parecen en que en todas gustamos y tocamos el pan y el vino que nos traen a Cristo. El Cristianismo sería muy pobre si Cristo estuviera limitado a las iglesias. Juan está convencido de que Le podemos encontrar en cualquier sitio, porque el mundo está lleno de Él. No es que reduzca el sacramento, sino que lo expande de tal manera que podemos encontrar a Cristo a Su mesa en la iglesia, y luego salir a encontrarle dondequiera que haya personas que se reúnan para disfrutar de los dones de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
4) Jesús, el pan de vida bajado del cielo (vv. Jua 6:51-58)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Comienza con el pronombre yo enfático: Yo soy el pan vivo, «Yo soy ese pan vivo» (DHH), «Yo soy el pan de la vida» (BI) o “Yo mismo soy el pan viviente”. “El pan viviente” es sinónimo de “pan de vida” ya que ambos significan “el pan que da vida” y “es vida”. Los contrastes están entre el presente de “come” con el futuro “vivirá” y el pan que “es” en presente y el futuro de “daré”. Esto señala al tiempo de la muerte sacrificial de Jesús en la cruz, evento que se simboliza en el partir del pan en la cena del Señor.
La TLA traduce “cuerpo” como «carne». Esto es un acercamiento válido para aquellas culturas que encuentran difícil de entender el término “carne” para referirse a una persona humana. Otros sugieren que en lugar de “carne” se traduzca “yo mismo”, pero si ésta fue la intención del evangelista habría más complicación al traducir el v. Jua 6:52 siguiendo el argumento del discurso.
Y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré para la vida del mundo. La mayoría de las traducciones modernas repiten el verbo “daré”. Se entiende que se alude a las personas en el mundo a quienes se ofrece: «por la gente del mundo» (CEV). También se podría cambiar la frase “por la vida” por una oración de propósito como “para que las personas en el mundo vivan” o simplemente “para que el mundo viva”. “Comer y beber” para los rabinos tenía la idea de asimilar la ley y las buenas obras. Los escritores judíos hablan a menudo de las doctrinas como pan.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 6:33; Jua 6:58 (ver Jua 10:11; Jua 10:15; Jua 11:50-52; Jua 15:13; Jua 18:14; 1Jn 3:16).
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
z 344 Jua 1:14; 1Jn 4:2
a 345 Heb 10:10
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
yo también daré por la vida del mundo. La frase anticipa la crucifixión de Jesús. La preposición por enfatiza su entrega y el aspecto de sustitución de su muerte, sufriendo la cruz por otros (cp. 10:11, 15; 11:50– 52; 15:13; 17:19; 18:14).
mi carne. Así el Señor enfatiza que El dará su vida para que otros reciban la dádiva de Dios de la vida eterna.
Fuente: La Biblia de las Américas
51 (1) El pan de vida (v.35) se refiere a la naturaleza del pan, la cual es vida; el pan vivo se refiere a la condición del pan, la cual es viviente..
51 (2) Aquí del pan pasa a la carne. El pan pertenece a la vida vegetal, y sólo sirve como alimento; la carne pertenece a la vida animal, y no solamente alimenta, sino que también redime. Antes de la caída del hombre, el Señor era el árbol de vida ( Gén_2:9), cuyo único fin era alimentar al hombre. Después de que el hombre cayó en el pecado, el Señor llegó a ser el Cordero (1:29), cuyo fin no es solamente alimentar al hombre, sino también redimirlo (Éxo_12:4 , Éxo_12:7-8).
51 (3) El Señor dio Su cuerpo, es decir,Su carne, al morir por nosotros para que tuviéramos vida.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
el pan que yo daré. Una referencia a Su muerte sacrificial en la cruz.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Pocos pasajes hay en las Escrituras á los cuales se haya dado una interpretación tan torcida como al que tenemos á la vista.
Los judíos no han sido los únicos que han tenido disputas acerca de su significado. El hombre caído tiene la dote especial, al interpretar la Biblia, de desvirtuar el sentido de sus palabras, convirtiendo así lo que ha sido escrito para su provecho, en ocasión de tropezadero.
Examinemos primero con cuidado cuál es la interpretación inadmisible de estos versículos. El «comer» y el «beber» de qué trató Cristo no deben ser tomados en su sentido literal. Ni tampoco tienen referencia al sacramento de la Cena. Podemos participar de esta sin comer ni beber el cuerpo y sangre del Señor; y viceversa, podemos comer el pan y beber el vino sin participar de la Eucaristía. No olvidemos esto.
La opinión que queda expresada alarmará, acaso, á los que no hayan estudiado con detención el asunto; mas se apoya en tres razones de muchísimo peso. En primer lugar, eso de comer y beber literalmente el cuerpo y la sangre de Cristo habría repugnado sobre manera á los judíos, y habría contravenido abiertamente un precepto, frecuentemente repetido, de su ley.
En segundo lugar, tomar esas palabras en sentido literal es interponer un acto externo entre el alma del hombre y la salvación. Para esto la Escritura no presenta precedente alguno. Los únicos actos sin los cuales no podemos salvarnos son el arrepentimiento y la fe. Por último, y esta razón no es la de menos importancia, si tomáramos las palabras «comer» y «beber» en sentido literal, tendríamos que aceptar consecuencias sacrílegas. Según esa opinión, el ladrón penitente no entró al cielo, puesto que murió mucho tiempo después de que fueron pronunciadas las palabras de que nos ocupamos, sin haber comido el cuerpo y bebido la sangre de Cristo real y verdaderamente. Según esa opinión también, se salvarían millares de comulgantes ignorantes é irreligiosos que viven en nuestros días. Sin duda ellos comen y beben real y verdaderamente; pero no tienen vida eterna y no serán elevados á la gloria en el último día.
La verdad es que el hombre caído siente siempre un deseo ansioso de dar un sentido material á las Sagradas Escrituras.
Empeñase en hacer consistir la religión en ritos y ceremonias, en obrar esto ó en celebrar aquello, en cumplir con este sacramento, ó con aquel precepto de la iglesia, en cosas, en fin, que pueden percibirse por medio de los sentidos. En su interior aborrece el sistema cristiano que asigna el primer lugar al estado del corazón, y considera los sacramentos y los ritos como cosas secundarias. No hay duda de que el bautismo y la cena del Señor son sacramentos santos y acarrean bendiciones, cuando se hace de ellos el debido uso; pero es un absurdo pretender que en todo pasaje se alude á ellos.
Examinemos cuidadosamente en seguida la correcta interpretación de estos versículos. Las expresiones que contienen son, sin duda, muy notables. Procuremos entenderlas claramente.
La «carne y sangre del Hijo del hombre» significan el sacrificio de su propio cuerpo, el cual ofreció El por los pecadores cuando murió en la cruz. La expiación llevada á cabo con su muerte, la satisfacción hecha con sus sufrimientos, como sustituto nuestro, la redención verificada cuando sufrió en la cruz el castigo que nuestros propios pecados merecían–he aquí las ideas que debe sugerirnos.
El comer y el beber, sin lo cual no podemos obtener vida, significan esa aceptación del gran sacrificio, que tiene lugar cuando el hombre confía para la salvación en Cristo crucificado. Es un acto interno y espiritual del corazón y nada tiene que hacer con el cuerpo. Siempre que, sintiendo nuestra propia culpabilidad y pecado, nos acogemos á Jesucristo y confiamos en la expiación que El hizo, comemos, por ese mismo acto, la carne del Hijo del hombre y bebemos su sangre.
Las lecciones prácticas que surgen de este pasaje son de alta importancia. Una vez que queda comprobado que la carne y la sangre significan en estos versículos la expiación hecha por Cristo, y que el comer y beber denotan la fe, fácil nos es percibir los grandes principios que forman la base misma del Cristianismo.
Percibimos que la expiación que Jesucristo hizo es absolutamente necesaria para la salvación. Así como en Egipto, en aquella noche memorable en que todos los primogénitos fueron inmolados, no gozaba de seguridad el Israelita que no comiese el cordero pascual, así también no puede gozar de vida eterna el pecador que no come la carne y bebe la sangre de Cristo.
Advertimos también que la fe en esa misma expiación, nos une á nuestro Salvador con los vínculos más estrechos, y nos eleva al goce de los más altos privilegios. Nuestras almas serán plenamente satisfechas: » Su carne verdaderamente es comida, y su sangre verdaderamente es bebida.» Nada de lo que necesitemos para el tiempo y para la eternidad nos faltará: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero..
Notamos, por último, que la fe en la expiación de Cristo es un acto propio, un acto diario, un acto cuyos resultados pueden ser sentidos. Nadie puede comer y beber en nuestro lugar; y del mismo modo, nadie puede creer en nuestro lugar.
Necesitamos alimento cada día, y no una vez á la semana, ó una vez al mes; y del mismo modo, es menester que ejerzamos la fe todos los días. Después de haber comido y bebido nos sentimos mejor más vigorosos y refrigerados; y de una manera análoga, si creemos sinceramente, nuestro espíritu sentirá esa tranquilidad que comunica la esperanza y que es hermana de la paz interna.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R1185 En la construcción καὶ … δέ, καί significa: también; y δέ significa y.