Después de esto, andaba Jesús por Galilea. No quería andar por Judea, porque los judíos le buscaban para matarlo.
7:1 Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos (los líderes) procuraban matarle. — 5:18. Cuando Juan dice «los judíos», sin más explicación, el término tiene sentido hostil. Desde luego, los apóstoles y muchos de los discípulos de Jesús eran judíos, pero cuando Juan escribió este libro (probablemente a fines del primer siglo) la palabra judíos indicaba los judíos inconversos y opuestos al evangelio. Los judíos obedientes se llamaban cristianos.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Año 33 d.C.
Andaba Jesús en Galilea. Jua 4:3, Jua 4:54; Jua 10:39, Jua 10:40; Jua 11:54; Luc 13:31-33; Hch 10:38.
porque los judíos procuraban matarle. Jua 7:19, Jua 7:25; Jua 5:16-18; Mat 10:23; Mat 21:38.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús reprueba la ambición y audacia de sus hermanos, Jua 7:1-9;
sube desde Galilea a la fiesta de los tabernáculos, Jua 7:10-13;
enseña en el templo, Jua 7:14-39.
Diversas opiniones acerca de él entre el pueblo, Jua 7:40-44.
Los fariseos se enojan porque los alguaciles no les traen a Jesús, y reprenden a Nicodemo por tomar parte con él, Jua 7:45-53.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
los judíos aquí son las autoridades religiosas, no el pueblo en general (Jua 5:18). Mucha gente común respondió con regocijo a la enseñanza de Jesús (Mar 12:37).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 7.
Al término del discurso del “Pan de vida,” el evangelista sitúa a Cristo aún en Galilea en un período impreciso de tiempo: “Después de esto,” fórmula con que Juan indica una nueva sección. El motivo de esta estancia de Cristo en Galilea es que no quería ir a “Judea, porque los judíos le buscaban para darle muerte” (v.l). El milagro de la piscina de Bethesda, hecho en sábado, había excitado tan fuertemente los ánimos, que le hace retirarse al ambiente más tranquilo de Galilea ‘.
Diversos pareceres sobre Cristo en Galilea por sus hermanos y en Judea, 7:1-13.
1 Después de esto andaba Jesús por Galilea, pues no quería ir a Judea, porque los judíos le buscaban para darle muerte. 2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos. 3 Dijéronle sus hermanos: Sal de aquí y vete a Judea para que tus discípulos vean las obras que haces; 4 nadie hace esas cosas en secreto si pretende manifestarse. Puesto que eso haces, muéstrate al mundo. 5 Pues ni sus hermanos creían en El. 6 Jesús les dijo: Mi tiempo no ha llegado aún, pero vuestro tiempo siempre está pronto. 7 El mundo no puede aborreceros a vosotros, pero a mí me aborrece, porque doy testimonio en contra de él de que sus obras son malas. 8 Vosotros subid a la fiesta; yo no subo a esa fiesta, porque aún no se ha cumplido mi tiempo. 9 Dicho esto, se quedó en Galilea. 10 Una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió El también, no manifiestamente, sino en secreto. 11 Los judíos le buscaban en la fiesta y decían: ¿Dónde está ése? 12 Y había entre las muchedumbres gran cuchicheo acerca de El. Los unos decían: “Es bueno; pero otros decían: “No; seduce a las turbas.” 13 Sin embargo, nadie hablaba libremente de El por temor a los judíos.
“Estaba cerca la fiesta de los Tabernáculos.” Era ésta una de las fiestas de peregrinación a la Ciudad Santa (Deu 16:16). Era llamada en hebreo Sukoth, fiesta de las cabanas, y en griego Eskenopegia. El sentido primitivo fue agrícola: agradecer a Dios las recolecciones finales, que terminaban con la vendimia (Exo 23:16.17; Deu 16:13), pidiendo la bendición de Yahvé sobre las futuras cosechas (Deu 16:15). Posteriormente se le unió también otro significado: conmemorar la obra de Yahvé, que, sacando a Israel de Egipto, le hizo habitar en el desierto en cabanas (Lev 23:43). últimamente vino a tomar también un sentido profético y escatológico, anunciando las alegrías y bendiciones que habría en la era mesiánica (Zac 14:16-19). Se celebraba del 15 del mes de Tishri al 21 del mismo (septiembre-octubre): era el final del año agrícola. Se celebraba durante siete días, más un octavo de clausura (Zac 23:33-36; 2Ma 10:6; Josefo, Antiq. III 10:4). Durante todos estos días se debía morar en cabanas (Lev 23:42), instaladas incluso en los terrados y patios de las casas, en las plazas y hasta “en los atrios de la casa de Dios” (Neh 8:16.17). Era la fiesta más popular (Josefo, Antiq. VIII 4:1).
Después del destierro babilónico se introdujeron otras ceremonias, como el ir cada día un sacerdote a buscar, en un recipiente de oro, agua a la fuente de Siloé, hecho de que se hablará después, ya que dará ocasión a Jesucristo para presentarse como el agua de vida 2. Estaba muy próxima esta festividad de los Tabernáculos, cuando los “hermanos” de Jesús que, aunque a veces son los apóstoles (Jua 20:17), aquí, como normalmente, son sus parientes 3, le dicen que vaya a Judea aprovechando la “próxima” festividad de los Tabernáculos y las caravanas galileas que allí iban a dirigirse. Estos “hermanos” de Jesús, que en un principio creyeron que su doctrina era un producto de exaltación, pensando que “estaba fuera de sí” (Mar 3:21), tuvieron que rendirse a los milagros que había hecho últimamente en Galilea; v.gr., curación de un sordomudo (Mar 7:31), multiplicación de panes (Mat 15:32-39; Mar 8:1-10), curación del ciego de Bethsaida (Mar 8:22-26). Estos hechos se les imponían por su evidencia; sin embargo, ellos “no creían en él,” es decir, en su misión, en su doctrina, y de su entrega a él, que tal es en Jn el sentido de “creer en El” 4. Probablemente no le creen Mesías, como El se presentaba, porque, creyendo conocer su origen humano, estaban imbuidos, por el medio ambiente, de que el Mesías tendría un origen desconocido (Jua 7:27.41-42). Pensaban que tenía pretensión o ambiciones, y acaso cierta timidez de presentarse en el ambiente oficial de Jerusalén. Por eso le invitan, le animan, le empujan a ello. La mentalidad con que aparecen sugiere que buscan la aprobación oficial de El en Jerusalén y el aplauso de los “discípulos” que allí tiene, con lo que esto significa de ambiente y de ventaja para ellos mismos, sus “hermanos.”
Pero, ante esta propuesta, en la que jugaba papel importante la ambición de sus “hermanos,” la respuesta de Cristo es terminante para no subir con ellos: “Mi tiempo no ha llegado.”
¿A qué se refiere este “tiempo” suyo que aún no ha llegado? Este “tiempo” es equivalente a la otra expresión tan usual de Cristo, “mi hora.” Y esta “hora” en el evangelio de Jn puede referirse o a la hora de su manifestación gloriosa – milagrosa – como Mesías o a la hora, más que de su muerte, de su glorificación definitiva junto al Padre, aunque ésta ha de comenzar por su “exaltación” en la cruz 5.
Aun dado el contexto en que se encuentra, se refiere a la hora de su muerte-glorificación. La razón es que comienza el capítulo situando a Cristo en Galilea, y “no quería ir a Judea porque los judíos le buscaban para darle muerte” (Jua 7:1). Lo mismo que se expone en el v.7, en donde dice que el mundo no puede aborrecerlos a ellos, “pero a mí me aborrece” (v.7), porque testifica que “sus obras son malas” (Jua 3:19). Y dice luego el evangelista: “Buscaban, pues, prenderle, pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora” (v.30).
Por no haber llegado esta “hora” es por lo que El no va con ellos a la fiesta. “Vosotros subid a esta fiesta; Yo no subo a esta fiesta” (v.8).
Algunos códices, para evitar la negación terminante de Cristo, le hacen decir, en lugar de “yo no subo a esta fiesta,” lo siguiente: “Yo aún no subo a esta fiesta.” Pero, si la lección es discutida 6, en ningún caso se cambia el sentido ni se crea dificultad al ver a Cristo subir muy poco después a la misma fiesta, puesto que no es ello otra cosa que un caso de negación extremista y rotunda del estilo semita.
También se ha pensado si no podría verse en esta palabra una alusión a la “subida” de Cristo al Padre (Jua 3:13; Jua 6:62; Jua 20:17). Esto explicaría que Jesús haya podido decir: “Yo no subo,” pensando en su “subida” a Jerusalén para la salud del mundo y para su glorificación. El proceder sería análogo al que se lee en Jua 2:19-21 a propósito de la “destrucción” del templo 7. El verbo αναβαίνει ν (subir): “Yo no subo” ahora, evocaría la idea de “resurrección” (άνάβασις ). Podría estar incluido en el intento simbolista de la redacción de Jn.
La actitud de Cristo se ve perfectamente cuál era al no ir con sus “hermanos.” Era el no ir en caravana. Esta estaba compuesta de galileos entusiasmados con su Profeta, al que habían querido ya proclamarle “rey” (Jua 6:15), y seguramente en aquel propósito estaba el llevarle para ello a Jerusalén, para proclamarle allí, en el templo, Rey-Mesías. Todo lo cual era entrar ostentosamente en Jerusalén con aquel Profeta-Mesías, lo que era desatar más aún la hostilidad de los dirigentes, que ya “lo buscaban para darle muerte” (Jua 7:1) y, en lo humano, precipitar los acontecimientos, lo que sería adelantar la “hora” de su pasión y muerte; lo que El debía evitar. Y precisamente por esto andaba entonces por Galilea y no quería andar por Judea, pues ya lo buscaban para matarle (Jua 7:1).
Tal era la expectación que por El allí había, que “los judíos le buscaban en las fiestas.” Al ver que no había llegado con las caravanas galileas, había cuchicheo para saber si había venido, y discusión sobre El: para unos era “bueno,” para otros “seducía a las turbas” (v. 11-13); es decir, pensaban que daba una interpretación errónea, antitradicional (v.15) e impropia de la Escritura (Jua 7:47-53).
Por eso, si El va a Jerusalén, fue después que ellos y las caravanas festivas habían subido, y lo hizo “no manifiestamente, sino en secreto” (v.10). Evitó la entrada espectacular y triunfal; o fue solo, o se unió a algún pequeño grupo ya en ruta, con el que pudiese pasar inadvertido en su llegada a Jerusalén. Lo que no excluye el que haya sido ya acompañado por sus discípulos.
En cambio, eliminada esta entrada suya con las caravanas, se explica el que aparezca luego enseñando en el templo, en las solemnidades de estos días (v. 14.37). Con sus partidarios en la ciudad, y temerosos de una revuelta, con las posibles repercusiones políticas de Roma, no se atreven allí a prenderle. Que era lo que se proponían, cuidadosamente, evitar en el acuerdo que tomaron definitivamente los dirigentes los días antes de la pasión: “No sea durante la fiesta, no vaya a alborotarse el pueblo” (Mat 26:5 par.). No obstante esto, en alguna coyuntura que les pareció propicia, “enviaron a los ministros para que le prediesen” (Jua 7:32); pero éstos, impresionados por su manera y autoridad de hablar, no se atrevieron a prenderle (Jua 7:45). Esto era lo que hacía cuchichear acerca de El, en un principio, por temor a los dirigenies judíos.
Jesús defiende su posición por la curación hecha en sábado,Jua 7:14-24.
Esta perícopa recoge un discurso de Cristo en el templo. Tiene dos ideas fundamentales: a) su doctrina es verdadera, porque es del que “me ha enviado” (v.14-19); b) justifica “a fortiori” su obra de curación en el reposo sabático con un caso concreto de la Ley.
Bultmann, Bernard, Wikenhauser, etc., piensan que este “discurso” por su gran paralelismo con el de Jua 5:31ss, que se trata de una “transposición,” y que los v.15-16 empalman con Jua 5:47. Lo que podría revalorizarse al ver que a Jn más que la cronología le interesa la teología.
14 Mediada ya la fiesta, subió Jesús al templo y enseñaba. 15 Admirábanse los judíos, diciendo: ¿Cómo es que éste, no habiendo estudiado, sabe letras? 16 Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado. 17 Quien quisiere hacer la voluntad de El, conocerá si mi doctrina es de Dios o si es mía. 18 El que de sí mismo habla busca su propia gloria; pero el que busca la gloria del que le ha enviado, ése es veraz y no hay en él injusticia. 19 ¿No os dio Moisés la Ley? ¿Y ninguno de vosotros cumple la Ley? ¿Por qué buscáis darme muerte? 20 La muchedumbre respondió: Tú estás poseído del demonio; ¿quién busca darte muerte? 21 Respondió Jesús y les dijo: Una obra he hecho, y todos os maravilláis. 22 Moisés os dio la circuncisión – no que proceda de Miosés, sino de los padres – , y vosotros circuncidáis a un hombre en sábado. 23 Si un hombre recibe la circuncisión en sábado para que no quede incumplida la ley de Moisés, ¿por qué os irritáis contra mí porque he curado del todo a un hombre en sábado? 24 No juzguéis según las apariencias; juzgad según justicia.
La Verdad de la doctrina de Cristo (Jua 7:14-18).
Cristo fue a Jerusalén poco después que sus “hermanos.” Y ya allí, “mediada la fiesta,” por tanto sobre el cuarto o quinto día de las solemnidades de los Tabernáculos, ya que estas solemnidades duraban ocho días (Lev 23:33-36; 2Ma 10:6; Josefo, Antiq. III 10:4), Cristo “subió al templo,” expresión por topografía y por uso (Luc 18:10).
Ante esta enseñanza maravillosa de Cristo, se “admiraban los judíos.” El motivo era porque, si su enseñanza era maravillosa, al exponerla la justificaba con la Escritura, y – decían – no “habiendo estudiado,” sin embargo, “El sabe letras.” El no saber letras no se refiere a que no sabía leer, puesto que El mismo leía el texto sagrado en la sinagoga de Nazaret (Luc 4:16-20), cuya lectura de los “Profetas” podía ser asignada libremente por el jefe de la sinagoga a uno de los presentes, sino que aquí “letras” significaba precisamente el estudio de la Sagrada Escritura, como se ve en otro pasaje semejante de Jn (Jua 5:47).
Pero en la insinuación de los “judíos” – escribas y fariseos – había encerrada una insidia. Si Cristo enseñaba la Escritura y la exponía y comentaba sin haber cursado oficialmente en las escuelas rabínicas, es que entonces la había estudiado por su cuenta. Y esto, ¿no le hacía a El ser un innovador? 8 ¿No era esto para las gentes, como antes dijeron grupos de ellas, ser un “seductor”? Así e llama en la literatura rabínica a los que se apartan de la Ley y radición de Israel 9.
A esta pregunta, tirada insidiosamente sobre las turbas, va a responder Cristo. Y la razón que alega es esta: El no estudió con los rabinos; pero no por eso es un innovador, porque su doctrina no la inventa El, puesto que “mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (v.16). Su doctrina es la revelación que le hizo el Padre, y que estaba demasiado garantizada por los milagros, como lo había reconocido abiertamente un “fariseo” de ^”principales,” Nicodemo (Jua 3:1.2), reflejando la creencia de muchos. Y aquí, en este discurso, el evangelista recoge dos razones que Cristo alega para probarlo.
1) La primera es ésta: “Quien quisiere hacer la voluntad de El (del Padre), conocerá si mi doctrina es de Dios o mía” (v.17).
La doctrina es de Cristo, porque, como enviado que es del Padre, es la doctrina suya, frente a otras doctrinas, v.gr., la del rabinismo; y no es suya en el sentido en que no es invento suyo, sino que le fue revelada, donada a El, como hombre, por el Padre.
Pero lo que es de un gran interés y de una gran hondura es la razón primera que El alega para hacer ver que su doctrina no es un invento suyo, sino revelación del Padre. Y es la práctica de lo que Dios dice y lo que Cristo enseña. No todos tendrían tiempo ni capacidad para ello. Pero remite a una experiencia fácil de hecho. Todos están obligados a la perfección moral en función de la ley de Dios. Que practiquen bien ésta. Y entonces “conocerán,” por una experiencia vital, íntima; por una plena satisfacción de conciencia, que hace ver que lo que Cristo dice no sólo no está contra lo que Dios enseña, sino que lleva profundamente a ello y al desarrollo de una mayor perfección en el cumplimiento de esa misma ley de Dios. La gracia no falla para traer a la “luz” (Jua 3:21; Jua 8:31-32). El mismo dirá a Pilato: “Todo el que es de la verdad oye mi voz” (Jua 18:37). Que, en el fondo, es lo que dice Jn de la “donación” del Padre (Jua 6:37.39.44-65; cf. 1Co 2:14).
Es una prueba basada en un hecho de experiencia vital religiosa. “Es el fundamento del conocimiento místico, que procede menos por razonamiento que por un instinto que une lo semejante a lo semejante” 10.
2) La segunda prueba que les alega a este propósito está sacada de un hecho de evidencia psicológica y cotidiana. “El que de sí mismo habla busca su propia gloria” (v. 18a). El desinterés con que Cristo habla de la doctrina de “su Padre” hace ver que no se busca su propia gloría, y, en consecuencia, que su doctrina no es suya. No es, pues, un innovador. Sólo expone la doctrina del Padre, que le ha enviado. Y la garantía de que esta doctrina es del Padre es que éste la acreditó con innumerables milagros (Jer 8:13-18). Pero aquí la prueba se queda en ese aspecto psicología] tan humano y, en consecuencia, tan decisivo. Es un argumento que estaba al alcance de todos.
Cristo Justifica una Curación hecha en “Sábado” con un Caso de la ley (Jer 7:19-24).
La segunda prueba que aquí alega está en función del milagro que había hecho curando al paralítico en la piscina Probática. Cristo introduce su argumentación con una claridad y fuerza extraordinarias.
Lo primero que les antepone es esto: “¿No os dio Moisés la Ley? Y ninguno de vosotros cumple la Ley” (v.19). Es discutido el sentido preciso de esta frase. Se proponen varias hipótesis sobre esta afirmación: que “ninguno de vosotros cumple la Ley.” Su sentido sería:
1) No cumpliendo la Ley, no tienen derecho a presentarse como celadores de ella.
2) No la cumplen, pues la violan al practicar la circuncisión en sábado, sin que esto esté preceptuado explícitamente por Moisés (v.22.23).
3) No la cumplen al querer matarle: homicidio predeterminado por los dirigentes. Se basa en el v.19.
Acaso la interpretación sea que ellos, en general, no cumplen la Ley con el espíritu con que ha de ser creída y practicada. Pues, de ser así, se hallarían mejor dispuestos hacia Cristo y su obra, como ya dijo Cristo en otra ocasión, que Jn recoge en el capítulo 5. Allí dice: “Si creyerais en Moisés, creeríais en mí, pues de mi escribió él; pero si no creéis (como se debe) en sus Escrituras, ¿cómo vais a creer en mí?” (Jua 5:46-47.39.45).
Por eso, por no “creer” como se debe en ellas, es por lo que “buscan darle muerte”; creen que “viola” el sábado, cuando, conforme al sentido hondo de la Escritura y su espíritu, el Mesías no puede, al obrar así, violarlo. Es el “enviado” para enseñar la verdadera Ley: no la materialidad de una fórmula.
El motivo por el que El andaba por Galilea era porque los judíos le “buscaban para matarle” (Jua 7:1). Esto era debido a sus curaciones en sábado (Jua 5:16) y a la doctrina de su divinidad, que exponía para justificar su obrar así (Jua 5:18; Mat 12:1-8 par.). Pero aunque El “quebrantase el sábado,” no era culpa. Por eso, para justificar su posición, descubre abiertamente sus maquinaciones contra el mismo y contra el mismo espíritu y respecto a su Ley: “¿Por qué buscáis darme muerte?” (v.20).
La frase “estás poseído del demonio” no tiene sentido directo de injuria, sino que, en aquel medio ambiente, se atribuían las ι enfermedades mentales a influjo del demonio n. Probablemente, ι por el contexto, sea éste el sentido. Otros han propuesto que la tiene el sentido de mago, ρ seudo-profeta, o persona que realizase sus “milagros” por arte diabólica (Mat 12:24 par.) 12. Pero el éxito no alude al modo como El realizó el milagro, sino a que les Depende, como si estuviera fuera de sí, la afirmación que hace, la primera opinión parece la más probable. I La respuesta de Cristo es un argumento definitivo y “a fortiori,” con el que justifica el milagro que obró en un reposo sabático. Generalmente se admite que se refiere a la curación del paralítico en la piscina Probática (Jua 5:1-9); pero en absoluto podría referise a otra curación hecha en sábado.
Moisés ordenó circuncidar, sin ponerse restricciones explícitas, al octavo día (Lev 12:3). El evangelista, en un paréntesis, escribiendo para los no judíos, explica y precisa este punto: hace ver que la circuncisión no procede de Moisés, sino de los patriarcas, ya que ésta fue señal de la alianza que estableció Yahvé con Abraham y su descendencia (Gen 15 y 17).
Pero esto ellos lo cumplen religiosamente para que la Ley de Moisés no se quede sin cumplir, y por eso no tienen inconveniente en practicarlo aunque sea sábado. Pero esto suponía actividades diversas. Y, sin embargo, todos estaban de acuerdo “que todo lo que es necesario hacerse para la circuncisión se puede hacer en sábado.” 13
De aquí Cristo va a sacar un argumento de tipo “a fortiori,” uno de los argumentos preferentes usados por la lógica rabínica 14. No va a argumentarles por el materialismo de su casuística, sino basándose en el fondo y espíritu auténtico que presupone toda legislación recta (Tob 3:20). Así les dice ante esta argumentación: “No juzguéis según las apariencias; juzgad conforme a un juicio justo.”
El motivo por el que los rabinos permitían la circuncisión en sábado no era por ventaja del sujeto en que se hacía, sino para dar cumplimiento material a la legislación mosaica sobre la circuncisión.
Incluso se encuentran citados algunos casos en la literatura rabínica que parecería tenían semejanza formal con la argumentación que va a utilizar Cristo. Así se lee, sobre el año 100 d.C., la siguiente sentencia, atribuida a Eleázaro bar Azaría, justificando el salvar una vida: “Si la circuncisión, que no afecta más que a uno de los doscientos cuarenta y ocho miembros del hombre, prevalece sobre el sábado, ¡Cuánto más todo su cuerpo ha de prevalecer sobre el sábado!” 15
Pero, si el argumento que Cristo va a utilizar está basado en el tipo de argumentación “a fortiori,” de la máxima preferencia rabínica, el motivo en el que basa su argumentación no es la simple, ventaja material de la que se va a aprovechar el paciente, sino el materialismo de la legislación (Mat 12:11.12). La argumentación et ésta:
“Si es lícito quebrantar el sábado haciendo una intervención quirúrgica en una parte sola del cuerpo, para que no quede sin cumplimiento la Ley de Moisés, que no es más que una determinación positiva de la ley natural, “a fortiori” ha de ser lícito hacer en sábado una curación que sana a un “hombre total me nte,para que no quede sin cumplimiento la misma ley natural, en la que se entronca, con primacía, la ley de la caridad. Por eso, “no se hizo el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre” (Mar 2:27). Tal era juzgar según el ideal mesiánico declarado en la misma Escritura (Isa 11:13ss; Zac 7:9, etc.).
Origen verdadero del Mesías,Zac 7:25-30.
El evangelista recoge aquí una serie de temas de los que no se dice cuándo tuvieron lugar, aunque sí lo fueron ante grupos y momentos distintos. Abiertamente va a hacer, ante un grupo de gentes, en el templo, una afirmación de lo más trascendente sobre la naturaleza de su mesianismo: la divinidad del mismo.
25 Decían, pues, algunos de los de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan matar? 26 Y habla libremente y no le dicen nada. ¿Será que de verdad habrán reconocido las autoridades que es el Mesías? 21 Pero de éste sabemos de dónde viene; mas del Mesías, cuando venga, nadie sabrá de dónde viene. 28 Jesús, enseñando en el templo, gritó y dijo: Vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy: y yo no he venido de mí mismo, pero el que me ha enviado es veraz, aunque vosotros no le conocéis. 29 Yo le conozco, porque procedo de El, y El me ha enviado. 30 Buscaban, pues, prenderle, pero nadie le ponía las manos, porque aún no había llegado su hora.
En contraposición a los grupos “judíos” (v.15), a los que antes se refirió, y ante los que Cristo habló en el templo, el evangelista presenta ahora a “algunos de Jerusalén.” La escena no se realiza ante Cristo. Cristo habla en el templo, y un grupo de gentes de Jerusalén, apartadas de El, lo oyen hablar, y cuchichean entre ellas sobre Cristo. Están al corriente de cómo lo quieren “matar.” Sea porque la noticia había trascendido, sea porque recogen la acusación que Cristo hizo de cómo quieren matarlo.
Lo que les extraña es cómo, si quieren matarlo, permiten que hable así tan claramente en el templo. No piensan en la maldad de los “dirigentes” ni en su acuerdo definitivo para eliminar al Cristo. Hasta creen, ingenuamente, en la posibilidad de que los dirigentes, pensando mejor las cosas, hayan venido a convencerse de que Cristo fuese en verdad el Mesías.
Pero contra esta suposición se les presenta una objeción que era una creencia popular.
De Cristo “sabemos de dónde viene.” Jesús pasaba ante el vulgar, ignorante de la concepción virginal, como hijo de José y María y como un galileo originario de Nazaret (Mat 10:47; Mat 21:10.11, etcétera).
En cambio, estos jerosolimitanos estaban imbuidos en la creencia popular según la cual el Mesías estaría oculto antes de su aparición, y así nadie sabría de dónde vendría 16.
Sea que este rumor se hubiese extendido por Jerusalén, sea que este grupo estuviese en el templo, el evangelista introduce en la escena siguiente la respuesta de Cristo a este tipo de objeción. Parece que son aquí dos temas yuxtapuestos.
Cristo responde a esto; “enseñando en el templo, gritó, diciendo.” Concretamente en el evangelio de Jn, este “gritar” para enseñar, se dice de una enseñanza muy importante y dicha de un modo solemne (Jua 1:15; Jua 7:37; Jua 12:44; cf. Isa 58:1).
Cristo concede que ellos saben de dónde es, en el sentido de que es, por su nacimiento, de la tierra; pero va a contraponerles a esto su ignorancia sobre su alto origen:
a) “Mas yo no he venido de mí mismo,
pero el que me ha enviado es verdaderamente tal,
aunque vosotros no le conocéis.
b) Yo le conozco, porque procedo (παρ ‘ Αυτού ειμι ) de El,
y El me envió”
En este pasaje, esta “procedencia” de Cristo, ¿a qué se refiere? ¿Es sólo el hecho de ser “enviado” como Mesías o expresa la divinidad del mismo con relación a su encarnación?
Dos son las enseñanzas que aquí hace Cristo con relación a sí mismo.
a) El es un “enviado.” Es el Mesías “enviado.” Pero dice más: “que es verdaderamente tal el que me envía.” En Jn el término aquí usado (άλητίνος ) no es sinónimo de “verdaderamente” (αληθής ), sino que califica al nombre al que acompaña, acusando la verdad de lo que significa el nombre. Así, aquí el pensamiento no es: “Pero el que me ha enviado es veraz,” sino: “El que me envía es verdaderamente tal enviador,” es digno de este nombre. Como los judíos no “conocen” al que le “envía,” al Padre, por eso no “me conocéis” verdaderamente ni “sabéis de dónde soy.” Su ignorancia del origen verdadero de Cristo proviene de su ignorancia culpable con relación a Dios, que lo envió (Jn 8:Jua 19:54ss; Jua 15:21). En cambio, Cristo es el único que sabe que El es “envíado,” porque le “conoce” y porque “procede de El.”
b) Podría pensarse si este “procedo (παρ ‘ αύτοΰ ειμς ) de El” no sería sinónimo de ser “enviado” por El, y si ambas expresiones no serían solamente sinónimas para hablar de El como Mesías, pero sin intentar expresar la. naturaleza del mismo. Y, en absoluto, acaso no hubiese inconveniente en ello.
Sin embargo, esto, en el contexto del evangelio de Jn, y además en este mismo contexto, rebasa la simple enseñanza de presentarlo sólo como Mesías, para hacer ver en ello la divinidad.
Ya, en primer lugar, si dice que El es enviado, por lo que ellos no lo conocen, intenta con ello decir o elevar el pensamiento a una esfera superior sobre su origen, pues todos sabían que el Mesías procedía de la “casa de David.” Esta elevación de su origen sobre la “casa de David” ya la plantea El a los fariseos, como relatan los tres sinópticos (Mat 22:41-45 par.). Y, aunque en absoluto pudieran pensar que no fuese el Mesías, por conocer a sus “padres” y considerarlo originario de Nazaret y Galilea (v.42-52), aquí la respuesta de Cristo rebasa este posible erróneo enfoque.
Por tanto, si tiene un origen superior a la simple procedencia de la “casa de David”,” este origen resulta que es trascendente, puesto que ellos no lo conocen – no pueden conocerlo – , sino sólo El. Porque sólo El “conoce” al Padre y procede de El. Luego esta “procedencia” afecta al origen del mismo. Y, por ello, su origen es trascendente.
Y así, precisamente, lo entendieron los oyentes; pues, al oír esto, “buscaban prenderle” (v.30). Lo que está, sin duda, en el mismo plano de equivalencia a la actitud de los judíos cuando, al oírle conceptos semejantes, “tomaron piedras para arrojárselas” como a un blasfemo, porque se “hacía Dios” (Jua 5:18; Jua 10:31-33; Jua 8:59). Se trata, pues, de la divinidad de Cristo.
El comentario mejor a esta expresión, aparte de toda la doctrina que se está enseñando a través de todo el evangelio de Jn, es lo que El mismo dice en el cenáculo redactado con “inclusión semita,” lo que permite valorarlo mejor:
“Salí (εξελθόν ) del Padre y vine (έλήλοθα ) al mundo;
nuevamente (πάλιν ) dejo (αφ¿ημι ) el mundo,
y voy (πορεύομαι ) al Padre” (Jua 16:28).
Y a continuación ruega al Padre que le glorifique junto a El: “Con la gloria que tuve cerca de ti antes que el mundo existiese” (Jua 17:5).
En este ambiente evangélico yoanneo, esta expresión se refiere manifiestamente a la divinidad de Cristo.
Pero, como hay correlación entre “salir-venir” y “retornar-ir” de nuevo al Padre, tan frecuentemente, en el capítulo 16 de Jn, también ha de haberlo entre la expresión “procede,” del capítulo 7 y su “iré” al Padre del mismo capítulo (v.33c.34.36). A este “procede” del Padre ha de corresponderle este “retorno” al Padre (Jua 6:62). Y si se trata de un retorno, no se puede referir a la “eterna generación” en sí misma, en la que no hay “retorno,” sino a la divinidad encarnada.
Ante una declaración tan sustancial, los oyentes judíos, no allí mismo, seguramente, sino en maquinaciones posteriores y repetidas, como lo indica la forma imperfecta usada, “buscaban” su muerte; pero nadie le ponía las manos, “porque aún no había llegado su hora”: la hora señalada por el Padre para subir a la cruz.
Desaparición misteriosa de Jesús,Jua 7:31-36.
Las enseñanzas de aquellos días de Cristo en el templo, junto con el recuerdo de sus milagros, especialmente los hechos en Jerusalén (Jua 2:23), vinieron a crear en las multitudes un estado de opinión muy favorable a El. Lo que va a provocar una reacción policíaca de los fariseos y una respuesta de Cristo de gran importancia.
31 De la multitud, muchos creyeron en El, y decían: El Mesías, cuando venga, ¿hará más milagros de los que éste hace? 32 Oyeron los fariseos a la muchedumbre que cuchicheaba acerca de El, y enviaron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos alguaciles para que le prendiesen. 33 Dijo entonces Jesús: Aún estaré con vosotros un poco de tiempo, y me iré al que me ha enviado. 34 Me buscaréis y no me hallaréis, y, a donde yo voy, vosotros no podéis venir. 3S Dijéronse entonces los judíos: ¿Adonde va a ir éste que nosotros no hayamos de hallarle? ¿Acaso quiere irse a la dispersión de los gentiles a enseñarles a ellos? 3ó ¿Qué es esto que dice: Me buscaréis y no me hallaréis, y, a donde yo voy, vosotros no podéis venir?
Toda esta actuación de Cristo en aquellos días de la fiesta de los Tabernáculos tuvo por resultado el que “muchos” del pueblo creyeron” en El. La razón que los movió a ello eran los milagros que hacía. Fue la misma argumentación que movió a ello a Nicodemo (Jua 3:2). Se dijeron: “Cuando venga el Mesías, ¿hará más milagros que los que hace éste?” (Jua 6:14; Mat 12:22.23).
En efecto, estaba en la creencia popular que el Mesías haría milagros. Concretamente se esperaba que, al modo de Moisés, hiciese descender una lluvia perenne de maná 17.
Pero, al oír los fariseos que la turba cuchicheaba así en favor de Cristo, ellos, de acuerdo con los “príncipes de los sacerdotes” (v.32), enviaron sus ministros.
Los “ministros,” recibida la orden, vinieron a llevarselo a Cristo cuando hablaba, en el “último día de la fiesta” (v.37), del tema de la promesa del “agua viva.” Y parece lo más lógico que es también en este día cuando, conocedor de la determinación de su prisión, da la enseñanza de su desaparición misteriosa (v.33.34). Si no, habría que suponer que Cristo habla ante otro público, cuando ya supo El la orden de su prisión. La respuesta de Cristo a esta determinación es ésta: “33 Aún por poco tiempo estoy con vosotros, y voy al que me envió. 34 Me buscaréis, y no me encontraréis,^ donde yo voy no podéis venir.”
El sentido del v.33 es claro. Cristo alude a su no lejana muerte. Es la primera mención en Jn de su partida (Mat 8:21; Mat 12:35; Mat 13:33). Antes del año se cumplirá ésta. Por eso está con ellos, es decir, entre los judíos, por “poco tiempo.” Que se trata de su muerte, se ve, porque su ausencia es debida a que se va “al que me envió” (Jua 13:35; Jua 16:5-7ss; Jua 17:1-11ss).
Pero el v.34 presenta dificultad. ¿Cuál es el sentido de “me buscaréis y no me encontraréis?” Esta fórmula es de sabor bíblico, con el que se indica en el A.T. una amenaza contra el pueblo infiel (Isa 55:6; Ose 5:6).
Nada en el texto sugiere un arrepentimiento tardío e ineficaz judío después de la catástrofe del año 70 18. Pues, en un pasaje conceptualmente paralelo a éste, se dice lo contrario. Relata Jn estas palabras de Cristo: “Yo me voy, y me buscaréis, y moriréis en vuestro pecado; a donde yo voy no podéis venir vosotros” (Jua 8:21).
La interpretación generalmente admitida es otra. Los judíos buscarán implícitamente a Cristo, porque siempre esperaron al Mesías. Pero, no reconociéndole a El como tal, resulta que le “buscan” a El y “no le hallan.” 19
Por eso, al rechazar culpablemente (Jua 9:40.41) a Cristo Mesías, no pueden “venir” a donde va El, por lo que, destacándose el pecado personal, se dice en el pasaje, conceptualmente paralelo del capítulo 8, que “moriréis en vuestro pecado” (Jua 8:21).
Los oyentes, entre los que no deben de estar ausentes los fariseos, dicen abiertamente que no comprenden lo que dice (v.36), e interpretando su ausencia en un sentido material, piensan si querrá marcharse a las comunidades judías de la “diáspora,” a las numerosas colonias judías extendidas por el Imperio 20,”para enseñarles” su doctrina. La expresión usada es: “¿Acaso quiere irse a la dispersión de los griegos y enseñar a los griegos?” (v.36). El sentido no es que El piense ir a la “dispersión” de los judíos, es decir, al mundo del Imperio, en el que se hablaba el griego, y en él predicar su doctrina a los “griegos” y no a los judíos de la “diáspora.” Al suponer estos oyentes que se puede ir a la dispersión, como este término es técnico para expresar las comunidades judías “dispersadas” por el Imperio, el valor aquí de esta expresión no es otro que éste: pensar que se pueda ir a predicar su doctrina entre las comunidades judías distribuidas por el Imperio de habla griega – la Koiné – , en contraposición a las regiones “bárbaras” (Rom 1:14; cf. Rom 1:16). Y con esta interpretación está de acuerdo lo que dice en el verso siguiente, referente a que ellos habrían de “hallarle.” Pero, aun así y todo, se extrañan de lo que dice, pues en cualquier sitio que fuese, ellos, y se ve en esto la sugerencia farisaica, habrían de “hallarle.”
Las comunidades judías de la “diáspora” estaban en constante contacto con Jerusalén (Hec 28:21). Y San Justino cuenta cómo, después de la muerte de Cristo, los judíos jerosolimitanos enviaron mensajeros por la “diáspora” para difamar a Cristo 21.
Pero no era éste el sentido de las palabras de Cristo. El Padre le había señalado que El, normalmente, se limitase a transmitir la Buena Nueva al Israel palestino (Mat 15:24; Mar 7:27). Cristo, con otras palabras, profetizaba su muerte y su subida al cielo.
La gran promesa del “agua viva.” 7:37-39.
En el escenario del templo y en uno de estos días de la fiesta de los Tabernáculos, Cristo va a hacer la proclamación de una gran enseñanza: Cómo la fe en El vincula a los creyentes a la acción del Espíritu Santo.
37 El último día, el día grande de la fiesta, se detuvo Jesús y gritó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno. 39 Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en El, pues aún no había sido dado el Espíritu porque Jesús no había sido glorificado.
La escena pasa estando en el templo, y el evangelista hace notar que tiene lugar precisamente “el último día, el grande de la fiesta” de los Tabernáculos. En efecto, Cristo fue a Jerusalén “mediada ya la fiesta” (Jua 7:14). Pero en ningún pasaje de la literatura judía se llama el “más grande” al último día de los Tabernáculos. Solo Ρ 66 (Papiro Bodmer u) dice:”el último día de la gran fiesta.” Podría ser una apreciación subjetiva o popular. No obstante, véase lo que se dice a continuación.
Diciendo el evangelista que esta enseñanza de Cristo tiene lugar “en el último día, el grande de la fiesta” de los Tabernáculos; estando esta enseñanza en manifiesta relación con el rito del agua usado en esta fiesta, y haciéndose esta solemne libación del agua sólo los siete primeros días, ha de descartarse, para situar esta escena, el octavo día de la fiesta de los Tabernáculos, como pensaron algunos, ya que éste era complementario, y, aunque tenía reposo sabático como el día primero (Lev 23:36; Num 29:35), los sacrificios eran menos importantes 22. Era costumbre pedagógica de Cristo hacer, en ocasiones, sus enseñanzas tomando la imagen de algún hecho concreto y en situación actual, v.gr., el “agua” de vida de la Samaritana, etc.
Recordaba este rito 23, que parece probable tuviese especial solemnidad el último día 24, el agua manada prodigiosamente en el desierto, lo mismo que era impetración de lluvias para las futuras cosechas 25.
Además, en los días de esta fiesta se tenían lecturas de los profetas anunciando, por la imagen de la fuente y el agua, la renovación espiritual de Sión en los días mesiánicos (Zac 14:8; Eze 47:1-12). Precisamente, mientras el sacerdote sacaba agua de la fuente de Siloé, el coro cantaba el verso de Isaías: “Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salud” (Isa 12:3). Pero los judíos, con estos ritos del agua en la fiesta de los Tabernáculos, pensaban también en la efusión del Espíritu Santo en los días mesiánicos (Isa 44:3; Eze 36:25; Eze 47:1-12; Joe 3:18, etc.). Evocaba ello, a un mismo tiempo, el milagro de Moisés y la efusión mesiánica del Espíritu Santo 26.
Es en este ambiente en el que Cristo va a hacer esta importante enseñanza.
El “último día” de la fiesta, sin duda rodeado de una gran multitud, y acaso al acabarse de realizar el rito litúrgico de aquella mañana, en el que se derramó el agua de la fuente de Siloé sobre el altar, y en la que se evocaba también la alabanza del Espíritu Santo, Cristo, “estando de pie,” clamó en “voz alta,” diciendo. El sentido de este “grito” es no sólo un elevar la voz por razón del auditorio, sino el de dar una enseñanza importante y hecha de modo solemne (Jua 1:15; Jua 7:28; Jua 12:44; cf. 58:1). No excluye esto el que esté a tono con esta fiesta, que era por excelencia la fiesta más gozosa. Así se lee en la literatura rabínica: “El que no vio la alegría al sacar esta agua, no vio nunca la alegría” 27.
La frase en que se encierra esta enseñanza presenta una dificultad ya clásica, a causa de la puntuación que se le dé, pues conforme a ella se cambia el sentido. Esta doble lectura es la siguiente:
A) “37 Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, según dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno.”
B) “37 Si alguno tiene sed, venga a mí y beba 38 el que cree en mí. Como dice la Escritura, ríos de agua correrán de su seno.”
Según la lectura A, los ríos de agua del Espíritu correrán del fiel, dispensados por Cristo; en la segunda proceden de Cristo.
Ambas lecturas tienen, aproximadamente, los mismos partidarios 28. La misma tradición patrística se divide en las dos lecturas, y, en el estado actual de su investigación, no presenta una base segura para una sola de la interpretaciones 29.
Para la lectura Β se alegan a su favor, entre otras, estas razones: permite obtener un paralelismo excelente con otro pasaje de Jn (6:35) y con el Apocalipsis (22:1.17). Esta posición está dentro de la “tipología” que Jn hace del éxodo, y en el que la roca de la que brotó el agua sería Cristo (1Co 10:4) 30. Como posibles textos del A.T. a los que se aludiría con esta frase, se citan varios (Isa 12:3; Exo 17:5.6; Num 20:7-16; cf. Zac 13:1; Eze 47:1). Boismard piensa que se alude al Sal 78:16 o a la combinación del Sal 78:16 e Isa 48:21.22 31.
Admitida esta lectura B, el sentido del texto es el siguiente:
Si alguno tiene sed, que venga a Cristo y que beba en El el que “cree” en El – fe con obras, entrega plena a Cristo, según el sentido yoanneo de “creer” – . Pues de Cristo, como dice la Escritura, correrán al creyente ríos del agua viva de toda gracia. Gracia que es, como se dice en el v.39, la efusión del Espíritu Santo, que El dispensa (cf. Jua 1:16).
En Jn, con la palabra “la Escritura,” que sale once veces, se refiere siempre a un texto completo, excepto en 20:9, en el que se hace una alusión vaga a la misma. Si en la lectura B la construcción es más coherente, también se puede interpretar en el estilo yoánnico en la hipótesis A como un “casus pendens” (Jua 6:39; Jua 8:45; Jua 17:2). En el pasaje de la Samaritana (Jua 4:14), el “agua viva” es fuente que sale de la persona creyente. El argumento del “paralelismo” puede orientar a esta lectura.
“Dentro del estilo de Jn, la disposición cruzada (o quiástica) de los dos incisos resulta extraña y aun violenta. No hemos sabido dar, en sus escritos, con otros versículos paralelos de estructura completamente cruzada, mientras que abundan los de disposición normal, que.es la que tiene la frase interpretada tradicionalmente. Júzguense estos casos:
“El que viene a mí no padecerá hambre,
y el que cree en mí no padecerá jamás sed” (Jua 6:35).
“Como tú me enviaste al mundo, yo también los envié al mundo” (Jua 17:18; Jua 8:23; Jua 6:55; Rev 22:17; Jua 3:18.30.36; Jua 4:22; Jua 5:26; Jua 7:6; Jua 15:2.5; Jua 17:23).
Ocurren, sin embargo, otros casos en que tal vez podrá objetarse que la disposición de los versículos aparece cruzada.
“Las cosas que yo vi junto al Padre, ésas hablo; vosotros, las cosas que oísteis de vuestro padre, ésas hacéis” (Jua 8:38; cf. Jua 8:23; Jua 16:28).
Si bien se atiende, no son estos casos una verdadera objeción. Fuera de que en algunos de ellos, más que paralelismo, es una contraposición a lo que se pretende, nunca se encuentra una disposición cruzada completa. La disposición de Jua 7:37, con el nominativo cruzado y al fin del segundo inciso, sería en Jn el único caso. Tal razón nos parece encierra un valor no despreciable, y es digna de tenerse en cuenta.” 36
También se quiere alegar contra la interpretación Β el que se llega a una tautología, pues en Jn “venir a mí” puede ser sinónimo de “creer en.” Sin embargo, no es objeción, ya que en Jn aparecen expresiones tautológicas por razón del “paralelismo” (Jua 6:35.44), pues su lectura viene a ser:
“Si alguno tiene sed, venga a mí [ = crea en mí] y beba el que cree en mí.”
Pero también se piensa en que pueda haber otras tautologías en el mismo verso, pues “beber” puede ser sinónimo de “creer” 37. Así resultaría que el segundo hemistiquio se leería: “y beba ( = crea) el que cree en mí.” Pero esta redacción y objeción resultaría igual para la hipótesis A.
Siendo el problema difícil, parece que hay dos razones que hacen a la lectura A más probable. Son las siguientes:
a) La frase “beba el que cree en mí” no parece una frase correcta en esta hipótesis, menos correcta aún en el exigido “paralelismo” del verso. Y, si se admite que “beber” significa aquí “creer,” resultaría una frase tautológica en el mismo verso, lo cual ya no era la sola tautología por “paralelismo sinónimo.”
b) Esta lectura encuentra excelentes paralelos en la literatura rabínica, que justifican el incluir en el primer hemistiquio la palabra “beba,” sin que haya que dársele este sentido riguroso de creer, o, al menos, en este ambiente aparece como un complemento pleonástico. Así, por Schlatter, en su obra Der Evangelist Johannes, se cita, entre otros ejemplos, tomados de la literatura rabínica: “El que desee recibir, que venga y que reciba.”
En la hipótesis de esta lectura, el sentido es:
Del que cree en Cristo brotarán torrentes de agua viva – de gracia – . La imagen está tomada ocasionalmente con motivo de la fiesta de los Tabernáculos 38.
El evangelista cree oportuno indicar que Cristo, al anunciar estos “torrentes de agua viva,” se refería al Espíritu Santo, que “recibirían” los que creyesen en El.
Más aún: él mismo añadiría que “no había sido dado aún el Espíritu porque Jesús no había sido glorificado.” ¿A qué se refiere esta expresión? Pues toda obra de santidad es obra de la gracia, y ésta del Espíritu.
Así, antes de Pentecostés, a la Samaritana le anuncia el “agua viva” (Jua 4:10-14), y a los cafarnaítas les anuncia que la fe en El les hace tener ya la “vida eterna” (Jua 6:35-40.47), y a los apóstoles les dice en el cenáculo que, unidos a El, se “da mucho fruto” (Jua 15:1-6). El Espíritu Santo, en absoluto, había comunicado estas obras de la gracia, lo mismo que toda la obra del A.T. No es, pues, a esta acción y comunicación del Espíritu Santo a la que Cristo se refiere. ¿A cuál es, por tanto?
Es a la misión del Espíritu Santo en Pentecostés, la cual era la misión oficial e inaugural en plenitud normal del mismo en los días mesiánicos. Es el Espíritu Santo que Cristo prometió enviar a la Iglesia después de su resurrección y de su ida al Padre (Jua 14:26; Jua 16:7; Hec 1:4-8; Hec 2:14ss.33), y que, al venir, “glorificaría” (Jua 16:14) a Cristo, “acusando” al mundo “de pecado, de justicia y de juicio” (Jua 16:8-11.14), y manifestándose en dones prodigiosos y “carismáticos,” atestiguando con ello la santificación de las almas y la obra de Cristo (Act c.10; Gal 3:2.4.5; 1 Cor c.12 y 14).
Diversos pareceres sobre Cristo en Jerusalén,Gal 7:40-53.
40 De la muchedumbre, algunos que escuchaban estas palabras decían: Verdaderamente que éste es el Profeta. 41 Otros decían: Este es el Mesías. Pero otros replicaban: ¿Acaso el Mesías puede venir de Galilea? 42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías? 43 Y se originó un desacuerdo en la multitud por su causa. 44 Algunos de ellos querían apoderarse de El, pero nadie le puso las manos. 45 Volvieron, pues, los alguaciles a los príncipes de los sacerdotes y a los fariseos, y éstos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 46 Respondieron los alguaciles: Jamás hombre alguno habló como éste. 47 Pero los fariseos les replicaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? 48 ¿Acaso algún magistrado o fariseo ha creído en El? 49 Pero esta gente, que ignora la Ley, son unos malditos. 50 Les dijo Nicodemo, el que había ido antes a El, que era uno de ellos: 51 ¿Acaso nuestra Ley condena a un hombre antes de oírle y sin averiguar lo que hizo? 52 Le respondieron y dijeron: ¿También tú eres de Galilea? Investiga y verás que de Galilea no ha salido profeta alguno. 53 Y se fueron cada uno a su casa.
1) Las turbas (v.40-44). – Las turbas que “escucharon estas palabras.” ¿A qué se refieren “estas palabras”?
De interpretarse estrictamente dentro del esquema de Jn, habría que pensar que, viniendo literariamente después de la promesa del “agua viva,” habría de referirse a esto, máxime cuando ya antes se relataron otras reacciones de las turbas ante otras enseñanzas de Cristo (Gal 7:25.30.31.32). Sin embargo, debe de referirse literariamente a todo el conjunto de estas enseñanzas jeroso-limitanas en la fiesta de los Tabernáculos, pues no sólo serían muy pocos los elementos de la turba para manifestarse y reaccionar ante El (v.37.38), si sólo se interpreta del pasaje del “agua viva,” sino que aquí entran en escena los ministros del sanedrín, que ya antes habían sido enviados, y que oyeron otras enseñanzas (v.31-36) y ahora vuelven para dar su impresión.
Estas turbas decían de El que era, para unos, “el Profeta.” La falta de profeta podía ser uno de los mayores castigos para Israel (Eze 7:26; Isa 3:1-13). Y esta ausencia fue muy larga, de siglos (Dan 3:37-39; Dan 9:27). En los días de los Macabeos se suspiraba por un profeta que precisase ciertos puntos (1Ma 4:46; 1Ma 14:41). Por eso, sobre la base del Deuteronomio (1Ma 18:18), se esperaba incluso a un profeta especial, que preludiase, al estilo de Elias, los días mesiánicos. Y así, cuando el Bautista apareció en las orillas del Jordán, con su atuendo de profeta y su vida de austeridad, las turbas pensaron si no sería “el Profeta” (Jua 1:21.25).
En el cristianismo primitivo se interpretó el anuncio de Moisés en un sentido mesiánico (Hec 3:22; Hec 7:37; cf. Jua 6:14.15; Jua 1:45). Pero, en cambio, en los escritos judaicos nunca ha sido identificado este Profeta con el Mesías 39. Y en los escritos de Qumrán se distinguen las venidas del Profeta y del Mesías, y se basaban para ello en el pasaje de Moisés (Deu 18:18) 40. De aquí la exactitud de esta distinción entre el Profeta y el Mesías. Aunque en el pueblo esta distinción andaba confusa (cf. Jua 6:14.15).
“Otros, en cambio, decían si no sería el mismo Mesías.” Ya antes pensaron ciertos grupos que debía de serlo, pues los milagros que hacía los persuadían de ello (Jua 7:31; Jua 6:14.15).
Mas para esto se les presentaba la objeción de su nacimiento. Según la Escritura, el Mesías procedería de la casa de David (2Sa 7:12ss, etc.). Pero desde la profecía de Miqueas (Miq 5:2) había interpretado por ciertas fracciones judías que el nacimiento del Mesías sería en el mismo Belén (Mat 2:4). Y siendo desconocida de las gentes la concepción virginal de Cristo y pasando éste por hijo “legal” de José (Jua 6:42) y como “el profeta de Nazaret de Galilea” (Mat 21:11), ya que el nacimiento en Belén no parece haber trascendido, en vida de Cristo, del círculo de familiares e íntimos, se les planteaba esta oposición entre los hechos que veían, lo que ellos sabían y lo que la Escritura decía de los orígenes del Mesías.
Por eso “se originó un desacuerdo en la multitud por su causa” (v.43).
Y, ante todo esto, “algunos querían apoderarse de El” (v.44a). Es el fanatismo religioso oriental, tan pronto a estallar y traducirse en medidas tan incontroladas como radicales (Hec 7:75ss; cf. Jua 18:31).
2) Los ministros del sanedrín (v.45-49). – El evangelista agrupa aquí a los “ministros” enviados por el sanedrín para prender a Cristo (v.32), para exponer así, sistematizadamente, los diversos pareceres y reacciones ante las enseñanzas del mismo.
Los sinópticos reflejan la admiración y la impresión profunda que Cristo causaba en los oyentes (Mar 1:22; Mat 7:28ss): la grandeza del mismo, su doctrina, la autoridad propia con que hablaba. En este pasaje se dice que dos veces dio sus enseñanzas en el templo y “gritando” (v.28:37). Todo esto causó una impresión tal en la policía del mismo, que temían la misión de prenderle, y no solamente no procedieron a ello, sino que alegaron, sorprendidos, ante sus jefes, para justificar su desobediencia, el que “jamás hombre alguno habló como éste” (v.46). Acusa ello la convicción de los policías en la grandeza que concibieron de Cristo y su mensaje.
La réplica de los fariseos se veía venir; les preguntan, aunque filológicamente se apunta la respuesta negativa que se espera, para más acusar lo inverosímil de su conducta: “¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar?” El término griego usado, “errar” (πέπλανησθε ), no sólo tiene aquí el sentido de compartir un error, sino el de dar una enseñanza distinta también de las Escrituras (v.12 y 15), acusación que ya antes habían insidiado contra él 41
Y como argumento complementario y corroborador contra Cristo y contra la “seducción” que habían experimentado estos ministros, alegan los fariseos el que ningún “magistrado” o fariseo creyó en El, es decir, los jefes oficiales en materia religiosa o ellos, que eran los “tradicionalistas” del mosaísmo y los rectores espirituales de Israel. Lo que ellos no creían, pensaban que nadie podía admitirlo (Mat 23:13).
Y concluyeron, en su orgullo, que “esta gente ignora la Ley,” y por ello, decían, “son unos malditos” (v.49). Los rabinos y fariseos despreciaban profundamente al pueblo, porque no dedicaba su actividad al estudio de la Ley. Despectivamente lo llamaban el “pueblo de la tierra” 42. Porque, ignorando todas las minucias y casuística rabínica, no podían cumplirlas. Por lo que así la Ley, mejor su casuística, venía a caer sobre ellos, “maldiciéndoles.”
3) El sanedrín (v.50.53). – Jn agrupa aquí, por último, el juicio del sanedrín con la actitud discordante y defensiva de Cristo por un miembro del mismo: Nicodemo 43.
Jn no precisa el momento de esta intervención defensiva, por agruparlo en este cuadro de “reacciones”; no debió de ser, sin embargo, muy distanciado de esta estancia y hechos de Cristo en Jerusalén.
La defensa de Nicodemo es velada, pues aún no es un discípulo abierto de Cristo; pero su argumentación es la propia de un doctor de la Ley: la Ley no condena a nadie sin oírle y permitir su defensa (Deu 1:16ss; Deu 17:4). Pero ellos ya lo habían condenado antijurídicamente a muerte (Jua 7:25).
La respuesta de los sanedritas a Nicodemo es una fuerte y doble injuria camuflada: “¿También tú eres de Galilea?” De sobra sabían el origen noble de Nicodemo. Al aludirle a una hipotética relación galilea, no pretenden tanto el querer ponerle en el bando defensivo de un compatriota cuanto, veladamente, injuriarle, puesto que, para los de Judea, los galileos eran considerados como judíos inferiores, por su origen mixtificado, y tratados despectivamente. Un proverbio judío decía así: “Todo galileo es un leño.” 44 El término de “estúpido” hablándose de galileos aparece en los escritos rabínicos 45.
La segunda injuria es remitirle a que “investigue” las Escrituras, para que vea que “de Galilea no ha salido profeta alguno” (v.52).
Sin embargo, esto, tomado estrictamente, no era verdad, ya que, según el libro de los Reyes, Joñas era galileo (2Re 14:25). Pero no deja de ser extraño este error en boca de sanedritas. Acaso quisieran decir que ningún profeta notable había salido de Galilea. En todo ello se ve que, para estos dirigentes, Jesús pasaba como oriundo de Galilea. Así lo denominarán un día las turbas: “Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea” (Mat 21:11). Pero los lectores del cuarto evangelio sabían de sobra el nacimiento de Cristo en Belén. Por eso el evangelista no tiene por qué corregir esta opinión, que, además, se refería a la vida pública de Cristo como “profeta,” ya que los sanedritas no se plantean aquí el problema de que Cristo sea el Mesías.
Mas, en todo caso, la opinión de los sanedritas nada probaba. Porque, si ningún profeta notable había provenido de Galilea, esto no imposibilitaba el que, en el futuro, pudiese provenir alguno de allí.
El v.53 está interpolado 46, aunque está inspirado.
La reunión se disolvió. La injuria se dirigió a Nicodemo. Pero las razones de éste no fueron rebatidas. Y contra la injuria quedó entonces flotando sobre el sanedrín una acusación formidable: de modo injusto se había ya condenado, en forma más o menos oficial, a Cristo a muerte. ¿Puede tener este pasaje algún contacto de fondo con la condena sanedrita y de Caifas? (Jua 11:47ss).
1 Sobre El Lugar De Este Capítulo Con Relación Al 5 Y 6, Véase Lo Dicho Al Hablar Del – 2 Sukka: Tosephta 2:4; Bonsirven Textes Rabbiniques. (1955) P.252 N.1004, 2:4: Sukka 5:2-3; E. Kalt, Archeohgia Bíblica (1942) P.167-168; G. Felten, Storia Dei Tempi Del N.T. (1932) Vol.2 P.253-256; Strack-B., Kommentar. Ii Exkursus: Das Laubhuttenfest, P.774-812; Sukka 5:1; Cf. Bonsirven, O.C., N.995; De Spec. Leg. Ii 86: – Plutarco, Symp. Iv 6:2. – 3 Comentario A Jua 2:12; Especialmente Cf. comentario A Mat 13:55-57. – 4 Abott, Johannine Vocabulary (1905), Palabra Believing P. 19-102. – 5 Boismard, Du Bapteme A Cana (1956) P.149-154. – 6 Nestlé, Ν . Τ . Graece Et Latine (1928) En El Ap. Crít. A Jua 7:8. – 7 D. Mollat, L’évangile De Sí. Jean, En La Bible De Jéhtsalem (1953) P.106 Nt.F. – 8 Strack-B., Kommentar. Ii P.486. – 9 Bonsirven, Textes. N. 1892.1909.1931. – 10 Lagrange, évang. S. St. Jean (1927) P.204. – 11 Lagrange, évang. S. Sí. Jean (1927) P.205. – 12 P. Samain, En Eph. Theol. Lov. (1938) P.473ss. – 13 Shabbat Xviii 3; Bonsirven, Textes. (1955) N.160.178.691.692.693.757. 1342.760; Strack-B., Kommeníar. Ii P.478. – 14 Bonsirven, Le Judaismo. (1934) J P.296 – 15 Melkita Sobre Exo 31:13; Cf. Bonsirven, Textes. N.761. – 16 Lagrange, Le Messianisme. (1909) P.222ss; Strack-B., Kommentar. 1t P.488ss. – 17 Midrash Qphelet 1:9; Apoc. Baruk 29:8; Strack-B., Kommentar. Ii P.481. – 18 Durand, évang. S. St. Jean (1927) P.234. – 19 A.-H. Silver, Messianic Specidation In Israel (1927). – 20 Felten, Storia Dei Tempi Del N.T. Vers. Del Al. (1932) I P.318-349. – 21 Diálogo Con Trifón 108 Y 17: Mg 6:725.728; 6:512ss. – Sukka 4:1; – 22 Bonsirven, Textes. (1955) N.990. – 23 Mishna: Trat. Sukka, En Bonsirven, Textes. (1955) P.234-253f Felten, Storia Dei Tempi Del Ν . Τ ., Vers. Del It. (1932) Ii P.255. – 24 Strack-B., Kommentar. Ii P.490. – 25 Siphré Sobre Núm 28:Num 8:143; Sukka 18; Cf. Bonsirven, O.C., N.264.1007. – 26 Badcock, En Journ. Theol. Stud. (1923) 169ss. – 27 Sukka 51a; Strack-B., Kommentar. Ii P.490ss. – 28 Rev. Bib. (1958) 523; G. D. Kllpatrick, The Punctuation Of John 7:37-38: Journ. Of Theol. Stud. (1960) 340-342. – 29 H. Rahner, Flumina De Ventre Christi. Die Patnstische Auslelung Von Jua 7:37-38 : Bíblica (1941) 269-302.367-403. – 30 J. E. Ménard, L’interpre’tation Patristique De Jean 7:38: Rev. De L’université D’ottawa (1955). – 31 Boismard, De Son Ventre Couleront Des Fleuves D’eau: Rev. Bib. (1958) 535-546 – 32 Lagrange, évang. S. St. Jean (1927) P.215. – 33 Braun,’évang. S. St.Jean (1946) P.376. – 34 Barret, The Oíd Testament In The Fourth Cospel: Journal Of Theological Studies (1947) 156. – 35 Dodd, The Interpretation Of The Fourth Cospel (1953) P.349. – 36 Cortés Quirant, Torrentes De Agua Viva. ¿Una Nueva Interpretación De Jua 7:37.38?: Estudios Bíblicos (1957) 302-303. – 37 Cortés Quirant, Torrentes De Agua Viva: Estudios Bíblicos (1957) 303-305. – 38 Sobre La Expresión “De Su Vientre Correrán Ríos De Agua Viva,” Cuya Primera Parte, “Vientre,” Significa No Sólo El “Interior,” Lo Mismo Que Sobre El Posible Origen De La Expresión “Ríos,” Cf. Boismard, De Son Ventre Couleront Desfleuves D’eau (Lo 7:38): Rev. Bib. (1958) 540-545; Grélot, De Son Ventre Couleront Des Fleuvese D’eau: Rev. Bibl. (1959) 369-374; Jean Vil, 38: Eau De Rocher Ou Source Du Temple: Rev. Bibl. (1963) 43-51; J. Coppens, Le Don De L’esprit D’aprés Les Textes De Qumrán Et Le Quatrüme évangi-Le: L’évangik De S. Jean., P.209-224; G. D. Kilpatrick, The Punctuation Of John Vii, 37-38: Jts (1960) 340-342; M. Kohler, Des Fleuves D’eau Vive: Rtp (1960) P. 188-201 – 39 J. Glblet, Le Messianisme Prophetique (1954), Enl’attente De Messie P.85-130. – 40 Regla De La Comunidad Ix, Ii; Cf. Vermes, Les Manuscrito Du Désert Dejuda (1935) P.151; O. Barthélemy-J. T. Mllik, Discoveries In The Judaean Désert: Qumrán Cave I P.121. – 41 Cf. comentario A Jua 7:15. – 42 Strack-B., Kommentar. Ii P.495-519. – 43 Sobre Nicodemo, Cf. comentario A Jua 3:1. – 44 Neubauer, Geographie Du Talmud P. 183-184. – 45 Erubim 53b; Bonsirven, O.C., N.787. – 46 Nestlé, N.T. graece et latinean ap. crit. Jua 7:53; cf. Bruce Vawter, o. c. (1972) p.466.
Fuente: Biblia Comentada
Después de estas cosas. Lo más probable es que un intervalo de siete meses haya tenido lugar entre los capítulos Jua 6:1-71 y Jua 7:1-53. Mientras que el capítulo Jua 6:1-71 ocurrió alrededor de la Pascua (en abril, cp. Jua 6:4), el capítulo Jua 7:1-53 ocurre durante la fiesta de los tabernáculos (octubre). Juan no escribió acerca de esos meses porque su propósito no era presentar una cronología exhaustiva de la vida de Cristo, sino retratarle como el Mesías y el Hijo de Dios, así como mostrar la manera en la que reaccionaron y respondieron a Él los hombres. andaba Jesús en Galilea. El capítulo Jua 6:1-71 indica que Jesús pasó dos días con la multitud de veinte mil personas (Jua 6:22), pero dedicó siete meses a la enseñanza de los doce discípulos que creyeron en Él. Esta frase recalca con sutileza la gran importancia del discipulado, porque Jesús consagró gran parte de su tiempo y energías a la preparación y el adiestramiento de sus futuros líderes espirituales.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección presenta evidencias del cambio radical de actitud: muchos pasaron de tener reservas y vacilación en cuanto a Jesús como Mesías (Jua 3:26; Jua 4:1-3) al rechazo abierto (Jua 7:52). La oposición comenzó con la controversia en cuanto a la sanidad de Jesús en el día de reposo (vv. Jua 5:1-18), se intensificó en el capítulo Jua 6:1-71 con el abandono de muchos de sus discípulos (Jua 6:66), y se endureció por último en el capítulo Jua 7:1-53 en la modalidad de oposición oficial en su contra con el intento fallido de las autoridades religiosas para arrestarlo (Jua 7:20-52). De conformidad con esto, la sección presenta el rechazo de Jesús como Mesías.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Jua 8:1-59 Todo el sentimiento de esta sección puede clasificarse como «odio de gran intensidad», ya que el disgusto efervescente hacia Jesús que se percibió en los capítulos Jua 5:1-47 y Jua 6:1-71 da paso ahora a una erupción de hostilidad infernal. La culminación de este odio ocurre en Jua 11:45-57 donde las autoridades judías traman la muerte del Hijo de Dios y sus intrigas culminan por último en su crucifixión. Ambos capítulos hablan sobre Jesús en la fiesta de los tabernáculos en Jerusalén. Es importante advertir el hecho de que los dos temas principales que se asocian con esta fiesta, a saber, el agua y la luz, jugaron un papel predominante en estos dos capítulos (vv. Jua 7:37-39; Jua 8:12). Durante la Pascua que vino tras esta celebración de los tabernáculos, Jesús fue crucificado. La verdad central que domina todo el pasaje es que Jesús cumplía paso a paso el programa divino. Su vida no era una sucesión de incidentes aleatorios, sino que operaba en el tiempo de Dios y conforme a su dirección perfecta y soberana.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
7:1 Después de estas cosas, andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos (los líderes) procuraban matarle. — 5:18. Cuando Juan dice «los judíos», sin más explicación, el término tiene sentido hostil. Desde luego, los apóstoles y muchos de los discípulos de Jesús eran judíos, pero cuando Juan escribió este libro (probablemente a fines del primer siglo) la palabra judíos indicaba los judíos inconversos y opuestos al evangelio. Los judíos obedientes se llamaban cristianos.
Fuente: Notas Reeves-Partain
CAPÍTULO 7
JESÚS EN JERUSALéN PARA LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS
DISPUTAS SOBRE LA MESIANIDAD DE JESÚS (7,1-14.25-52)
Los textos del cap. 7 se agrupan en torno al desarrollo de la fiesta de los tabernáculos, en este orden:
1. La incredulidad de los parientes de Jesús (7,1-9).
2. La multitud popular en la fiesta de los tabernáculos (7,9-13; quedan excluidos los v. 15-24).
3. Disputa acerca de la mesianidad de Jesús I (7.14.25-31).
4. Primer intento de apresar a Jesús (7,32-36).
5. Discurso de Jesús en la fiesta de los Tabernáculos (7,37-39).
6. Disputa acerca de la mesianidad de Jesús II (7,40-44).
7. Reacción de los enemigos de Jesús a la fracasada tentativa de apresamiento (7, 44-52).
La fiesta de los tabernáculos:
La fiesta de los tabernáculos, que constituye el trasfondo de Jn 7 (y tal vez también de muchas de las afirmaciones del c. 8), es la tercera de las festividades en el antiguo calendario israelita tradicional (cf. Exo 23:16; Exo 34:22, donde se denomina «fiesta de la recolección» y se celebra a finales del año con la recolección de los frutos de los árboles, sobre todo de las uvas y de las aceitunas). Se celebra en el otoño, es decir, al final del año, según el antiguo calendario que empezaba el año en otoño. En la serie postexílica (todavía hoy en vigor) de fiestas, la festividad de los tabernáculos o tiendas representa la culminación final de las tres grandes fiestas del primer mes de tishri: la fiesta de año nuevo (rosh-ha-shana, día 1/2 de dicho mes), la gran fiesta de la reconciliación o expiación (yom-kippur, día 10) y la fiesta de las tiendas (sukkot, días 15-23, siempre del mes de tishri). De acuerdo con nuestro cómputo cronológico esas fiestas caen ordinariamente en el período del 10 de septiembre al 10 de octubre. FlaVio Josefo la designa «como la fiesta más grande y más santa con mucho entre los hebreos», de modo que a menudo podía designarse simplemente como «la fiesta» o como la «fiesta de Yahveh» (cf. Lev 23:39).
En sus orígenes la fiesta de los tabernáculos era una fiesta agraria. Así hay que explicar el hecho mismo de las tiendas. «La explicación que resulta más satisfactoria consiste en reconocer en él [el rito de las cabañas = sukkotl las cabañas de ramajes que se elevaban, y que todavía hoy se elevan, en las viñas y en los huertos durante la vendimia y la recolección de los frutos». La fiesta agrícola de la recolección experimentó, al igual que la pessakhmazzot (fiesta de pascua) una posterior interpretación histórico salvífica, y así se dice: «Por siete días habitaréis en cabañas; todos los naturales de Israel morarán en cabañas, para que vuestras generaciones sepan que yo hice habitar a los hijos de Israel en cabañas cuando los saqué de Egipto. Yo, Yahveh, vuestro Dios» (/Lv/23/42s). Esta interpretación histórico-salvifica alcanzó con el tiempo mayor importancia, pues sabemos que, en la época posterior al Destierro, la fiesta tenía que celebrarse en el templo como consecuencia de la «concentración cúltica realizada por Josías» (622 a.C.). Sólo después de destruido el segundo templo ordenó el rabí Yoianán Ben Zakkai que la fiesta se celebrara también en el campo durante siete días. La fiesta de las tiendas era una fiesta marcadamente piadosa, como apenas se encuentra en las fiestas de recolección, y especialmente en los festejos de la vendimia. Expresamente se ordena el regocijo (Deu 16:13-15), que se manifiesta en los distintos ritos de la festividad, en los que muchas veces late una significación simbólica. Durante los siete días de la fiesta había que vivir en cabañas hechas con ramas; en una mano el ramo festivo o lulab, una palma ligera en la que iban atados ramos de mirto y de sauce, y en la otra el etrog o cidra. El movimiento o agitación del ramo festivo -tres veces atrás y adelante, a derecha e izquierda, arriba y abajo-, expresaba sin lugar a dudas el carácter cósmico de la ceremonia; todo el rito estaba perfectamente regulado y se realizaba acompañado de versículos de salmos como «¡Dad gracias a Yahveh!» y «¡Ayúdanos, Yahveh!», tomados del gran Hallel (Sal 118:1-25). El sentido originario de ese agitar los ramos se relaciona a menudo con la petición de las aguas de otoño, en una especie de ritual de las lluvias, en que puede latir la asociación de vida y agua. Diariamente se celebraba una procesión alrededor del altar de los holocaustos, llevando ramos de sauce en las manos. Asimismo cada día se celebraba la procesión del agua vertiéndola solemnemente sobre el dicho altar de los holocaustos. A ello se añadían otras celebraciones festivas, que a menudo se prolongaban hasta bien entrada la noche. Generalmente se tenían en el atrio de las mujeres. Entre músicas y grandes luminarias festivas algunos hombres piadosos ejecutaban danzas con antorchas. Ese sería el trasfondo que habría que tener ante los ojos para entender la subida de Jesús a Jerusalén tal como la describe el c. 7. El evangelista ha querido dar intencionadamente ese marco festivo a la intervención de Jesús; de un lado, para subrayar la revelación que Jesús hace de sí mismo en Jerusalén y, de otro para exponer con una mayor eficacia el conflicto que, en su opinión va agudizándose cada vez más entre Jesús y «los judíos». Para ello pone en marcha de un modo dramático y no sin habilidad las distintas partes con sus diferentes «puntos de vista».
1. LA INCREDULIDAD DE LOS PARIENTES DE JESÚS (Jn/07/01-09)
1 Y después de esto, andaba Jesús por Galilea; pues no quería andar por Judea, porque los judíos trataban de matarlo. 2 Y estaba próxima la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos. 3 Dijéronle sus hermanos: Márchate de aquí y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que tú haces; 4 porque nadie hace nada en secreto cuando pretende darse a conocer públicamente. Puesto que realizas esas cosas, manifiéstate al mundo. 5 Efectivamente, ni siquiera sus hermanos creían en él. 6 Díceles Jesús: Mi tiempo no ha llegado todavía, mientras que vuestro tiempo siempre es oportuno. 7 A vosotros no os puede odiar el mundo; pero a mí me odia, porque el testimonio que doy contra él es de que sus obras son malas. 8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo a esta fiesta, porque mi tiempo no se ha cumplido todavía. 9 Después de decirles esto, permaneció en Galilea.
El v. 1 habla directamente de que Jesús permaneció en Galilea, con toda probabilidad durante un largo período de tiempo; literalmente dice que «andaba por» [de un lugar a otrol; según la presentación que hace el evangelista, sin una vivienda estable, aunque también Jn conoce la vivienda habitual de Jesús en Cafarnaúm (Sal 2:12). Pero se trata, sobre todo, de destacar la distancia de Jesús respecto de Judea y Jerusalén. Jesús no quería permanecer en Judea, debido sin duda al propósito asesino de los judíos como explícitamente se repite una vez más.
El v. 1, comparado con el relato que sigue da la impresión de ser más bien redaccional, y tiende a establecer la conexión entre los capítulos 5 y 7. Colocado después del c. 6 el v 1 no encaja justamente por el motivo que se da. La sección que sigue reelabora tradiciones bien conocidas, que con toda probabilidad descansan en relatos orales, pero que están formulados de acuerdo con la teología y el lenguaje joánicos.
Así, pues, Jesús continúa todavía en Galilea durante largo tiempo, sin que Jn diga nada acerca de una ulterior actividad de Jesús en Galilea. La verdadera actividad de Jesús en este capítulo y los siguientes se concentra en Jerusalén y Judea. Con el v. 2 empieza una nueva unidad narrativa con el dato de que «Ya estaba próxima la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos.» Como dicha fiesta de los tabernáculos o tiendas pertenecía a las grandes festividades de peregrinación, la gente solía prepararse a la misma con una anticipación relativa. Para la fiesta acudían anualmente grandes multitudes a Jerusalén, por lo que la masiva afluencia del pueblo comportaba la adecuada notoriedad. Sabemos por los grandes profetas Amós, Isaías y también Jeremías que aprovechaban gustosos las animadas fiestas de peregrinación popular para anunciar su mensaje a la gente. Aquellas fiestas eran, en efecto, la ocasión para darse a conocer a todo Israel. En esa posibilidad de presentarse ante el gran público piensan, según parece, los hermanos de Jesús (a los que ya se ha aludido en 2,12). Incitan a Jesús a que abandone Galilea y se vaya a Judea, para que también los discípulos de allí puedan contemplar las obras de Jesús. Piensan, naturalmente, en las «señales» que Jesús ha realizado en Galilea: el milagro del vino en Caná (2,1-12), la curación del hijo del palaciego (4,46-54) y el milagro de la multiplicación de los panes (6,1-15). Es probable que esperasen de tales signos demostrativos un éxito gigantesco. Posiblemente en el ruego de los hermanos late el miedo de que Jesús, que ya ha chocado con los judíos, no pueda proporcionarles a ellos más que contrariedades, por lo que de algún modo quieren empujarle. Como quiera que sea, su proposición a Jesús es equívoca. El v. 4 aduce las razones de su propuesta: nadie que desee ser conocido del público y lograr algo realiza sus obras a ocultas; por el contrario, le interesa mostrarse ante el mundo con toda su habilidad. Ese es el camino adecuado. y ningún encargado de asuntos publicitarios pensaría hoy de manera distinta.
Pero esa forma de hablar de los hermanos de Jesús no procede de la fe: todo lo contrario. hablan así porque no creen, y por tal motivo no entienden a Jesús ni su conducta, ni pueden juzgarle atinadamente. Su manera de pensar es por completo mundana, indicando cómo debe actuar quien desea obtener éxito y prestigio en el mundo. Para ello se requiere la adecuada publicidad y propaganda. Sólo que respecto de lo que Jesús quiere, esa concepción mundana de la notoriedad y del éxito resulta en extremo problemática, porque, si bien se mira, Jesús no desea en modo alguno tal éxito, sino que persigue la adhesión de la fe, siendo dos cosas radicalmente distintas.
Además, el gran enfrentamiento de Cafarnaúm (c. 6) había demostrado que la simple fe milagrera en manera alguna conducía al fin deseado por Jesús, sino que más bien podía tener consecuencias funestas, provocando incluso el rechazo y la incredulidad. Es, pues, posible que trabajar en secreto sea más fecundo en el plano de la fe que el hacer cosas en público, y que aquí los criterios se inviertan. En realidad la fe es siempre un éxito en secreto, que nunca se puede medir adecuadamente con estadísticas y cifras de logros. La expansión de los hermanos muestra a las claras que todavía no habían entendido nada de Jesús y de su manera de pensar. Lo cual vale sobre todo por lo que respecta a su incitación para que «se manifieste al mundo». Y no entienden que justamente lo que ellos desean es lo que se realiza de continuo en el obrar de Jesús (cf. un equívoco similar en 18,19-24; allí asegura Jesús: «Yo he hablado públicamente al mundo…»). Pero «el mundo» rechaza esa revelación tal como se manifiesta en Jesús, hasta el punto de que entre Jesús y «el mundo» se llega a un enfrentamiento permanente, como lo muestran los capítulos que siguen. Jesús no tendrá el «éxito» que sus hermanos esperan o quieren ver, sino que morirá en la cruz. Ese será su éxito.
KAIROS/CRONOS La respuesta de Jesús a la proposición de sus hermanos en el v. 6 es de tal índole que señala a una concepción radicalmente distinta del tiempo entre uno y otros. Jesús y «el mundo» no tienen un tiempo común. La expresión griega kairos, que aquí aparece, designa el «instante favorable», la hora oportuna, en que es preciso echar mano al destino y aferrarlo resueltamente; vendría a ser como la hora decisiva en la que todo se gana o se pierde, si se deja pasar sin aprovecharla. Existe una oposición entre kairos y khronos, que es el tiempo que fluye siempre igual, monótono e imparable, como es el que conocemos por el cronómetro o por el reloj normal. El Antiguo Testamento está persuadido de que el tiempo tiene siempre para el hombre un carácter de kairos, como tiempo de la historia y de la vida humanas; que «cada cosa» en el mundo, «bajo el sol», «tiene su tiempo», según proclama el libro del Eclesiastés en su gran texto sobre el misterio del tiempo (/Qo/03/01-11). En el Sal 31:15s se dice: «Mas yo tengo confianza en ti, Señor, y me digo que tú eres mi Dios. En tus manos está mi porvenir: sálvame tú del poder de mi enemigo y de mi perseguidor.» Dios es quien tiene en su mano los tiempos, los kairoi, del hombre; así que la adecuada comprensión del tiempo consiste en el asentimiento a la voluntad concreta de Dios aquí y ahora. Y ésa es también la concepción del tiempo que tiene Jesús. El tiempo del mundo ignora esa dimensión, por lo que su tiempo siempre es oportuno. En realidad ignora cualquier instante decisivo. Para é es indiferente de hecho el cuándo y el dónde de los acontecimientos. Para Jesús, en cambio, el tiempo oportuno, el kairos deriva de su asentimiento y concordia con la voluntad de Dios.
También aquí podemos repetir que la experiencia temporal del «mundo» está condicionada por la mera exterioridad, está «condicionada por algo extraño». Lo que manda son las expectativas habituales, las impresiones y valoraciones rutinarias, lo que domina es la moda. La experiencia de Jesús, por el contrario, está definida desde dentro, parodiando el título de un famoso libro cabría decir que las horas de Jesús pasan de otro modo. De ahí que su kairos no esté siempre a mano, ni se pueda disponer de él desde fuera.
Puede parecer extraño que Jesús, después de haber establecido que existe una gran diferencia entre la experiencia temporal del «mundo» y la suya propia, prosiga con una afirmación sobre el odio del mundo. La idea de que la experiencia del tiempo, es decir, el problema de a qué tiempo me siento pertenecer, define y condiciona profundamente mi manera de ser y mi conducta, es hoy un problema en buena parte olvidado y mal comprendido. Quien, como los «hermanos» incrédulos de Jesús, se guía por completo por el «tiempo del mundo» y por sus intereses predominantes, no puede entrar en conflicto con el mundo ni el mundo podrá odiarle por tal motivo. Jesús, en cambio, al estar condicionado por el «tiempo de Dios» y poner en tela de juicio con su palabra y su existencia todo el tiempo del mundo y sus obras, no puede escapar en modo alguno a tal conflicto. El mundo tiene que odiar a Jesús, porque Jesús certifica que las obras del «mundo» son malas, con una malicia que procede justamente de su incredulidad. Es la incredulidad la que marca la índole de dichas obras y la que en definitiva está en la base de la falsa concepción del tiempo que tiene el mundo. Los hermanos de Jesús pueden «subir» a la fiesta de Jerusalén (1), pero él personalmente no acude a la fiesta «porque mi tiempo no se ha cumplido todavía». Y aquí sin duda debe recordar el lector que el verdadero kairos de Jesús es la hora de su muerte y de su resurrección. De ahí que personalmente no se someta a un tiempo extraño ni a una voluntad ajena.
Y por eso permanece en Galilea.
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1. «Subir, ascender», anabainein, es la expresión típica para designar la peregrinación a Jerusalén, condicio- nada por la diferencia de elevaciones o niveles que había que superar.
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2. LA MULTITUD EN LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS (Jn/07/10-13)
10 Pero una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió también él, no públicamente sino como a ocultas. 11 Los judíos, entre tanto, andaban buscándolo durante la fiesta y preguntaban: ¿Dónde está ése? 12 Y había muchos comentarios acerca de él entre las gentes. Unos decían: Pues es un hombre de bien. [Perol otros replicaban: No; sino que está engañando al pueblo. 13 Sin embargo, nadie hablaba de él abiertamente, por miedo a los judíos.
Entre el v. 8b: «Yo no subo a esta fiesta, porque mi tiempo no se ha cumplido todavía» y el v. 10 «pero una vez que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces subió también él, no públicamente sino como a ocultas» hay una contradicción manifiesta, que muy pronto se advirtió y que desde siempre han intentado resolver los comentaristas poniendo en ello un gran esfuerzo. Pese a lo cual no hay por qué pensar en una contradicción absoluta ni tampoco en un engaño intencionado de Jesús, sino que más bien hay que interpretar las afirmaciones estrictamente desde su tenor literal y desde su contexto. Muchos intérpretes establecen con razón un cierto paralelismo con Jua 2:4 en que a una indicación de su madre Jesús responde con estas palabras: «¿Qué nos va a mí y a ti, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Aquí se trata de la misma situación: Jesús tampoco se deja condicionar desde fuera, sino que sigue su propio tiempo. Además el v. 8 subraya que Jesús no sube a Jerusalén «a esta fiesta», por lo que habría que completar que sí a otra fiesta. Lagrange alude al hecho de que la «subida» de los grupos de peregrinos a la gran fiesta siempre constituía un acontecimiento público, en el que Jesús no hubiera podido mantenerse oculto. Además de que los grupos de peregrinos eran recibidos solemnemente en Jerusalén. Para esa entrada solemne y pública no había llegado aún el «kairos» de Jesús. Llegará sólo más tarde con la pascua de la muerte, que en Juan también será precedida por la entrada solemne de Jesús en la capital. Así, pues, lo que rechaza Jesús es la peregrinación pública y solemne a la fiesta. Y a ello responde el que Jesús suba después solo, «no públicamente sino como a ocultas». Y no se trata de una restricción mental, como opina Schnackenburg.
Como indica el v. 11, en Jerusalén se esperaba una entrada pública de Jesús para la gran fiesta de otoño. Los judíos le andaban buscando y se preguntaban: «¿Dónde está ése?» Jesús era objeto de muchos y diversos comentarios (v. 12). Esos «comentarios» (lit. «murmullos») designan en este caso el tema general de conversación, el rumor cotidiano, con cuyos dimes y diretes, que llegan a la discusión abierta, se forma la opinión pública. Ahí están formuladas las opiniones favorables y adversas a Jesús, pues mientras unos aseguraban: «Es un hombre de bien», las voces contrarias afirmaban que nada de eso, sino que engañaba al pueblo y era un impostor o un falso profeta. Todo lo cual constituye, a su vez, el reproche que aparece una y otra vez en la polémica del judaísmo contra Jesús a finales del siglo I cristiano, y más aún en el siglo II. Así, por ejemplo, asegura Justino (ha. 140 d.C.): «Por sus obras Jesús indujo a los hombres de su tiempo a conocerlo. Pero, aunque veían tales milagros, ellos suponían que eran fantasmagorías y encantamlentos, llegando incluso a considerar a Cristo como un hechicero y un embaucador del pueblo» (1).
En el judaísmo de aquel tiempo no se habían olvidado las prescripciones contra un «falso profeta», ordenadas en Deu 18:19-22. Lo prueban el Documento de Damasco y el rollo del templo, de Qumrán (2). Como se ve, la discreción de espíritus se va abriendo paso. La observación del v. 13 de que nadie se atrevía a hablar abiertamente de Jesús por miedo a los judíos, que en este caso son ciertamente las autoridades judías, podría aludir asimismo a la época del evangelista y de su círculo. Y probablemente es también 1a época en que se empieza a silenciar a Jesús de Nazaret.
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1. JUSTINO, Diálogo con el judío Trifón 69,8s, cf. también 108,2: por ello proclaman los judíos que «un cierto galileo, Jesús, un seductor, había suscitado una secta impía y perniciosa…».
2. «Todo aquel sobre el que dominan los espíritus de Belial, de modo que predique la apostasía, será ejecutado según el derecho contra los evocadores de muertes y los hechiceroso (Documento de Damasco 12,2); cf. el Rollo del templo 54,8-21.
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3. DISPUTA ACERCA DE LA MESIANIDAD DE JESÚS I (Jn/07/14/25-31)
14 Mediada ya la fiesta, Jesús subió al templo y se puso a enseñar. 25 Decían algunos de Jerusalén. Pero ¿no es éste al que buscan para matarlo? 26 Pues ahí está hablando con toda libertad, y nadie le dice nada. ¿Habrán reconocido realmente las autoridades que éste es el Mesías? 27 Sin embargo, éste, sabemos de dónde es; en cambio, cuando llegue el Mesías, nadie sabrá de dónde es. 28 Jesús, que estaba enseñando en el templo, exclamó entonces con voz fuerte ¡Sí, vosotros me conocéis y sabéis de dónde soy! Sin embargo, no he venido por mi cuenta, pero es veraz el que me envió, a quien vosotros no conocéis. 29 Yo sí lo conozco, porque de él procedo y él es quien me envió. 30 Querían, pues, prenderlo; pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora. 31 Entre el pueblo hubo muchos que creyeron en él y que decían: Cuando llegue el Mesías, ¿acaso hará más señales de las que ha hecho éste?
La semana festiva llegaba ya a su mitad, cuando Jesús «subió» al templo, a su explanada, y allí se puso a enseñar. Por supuesto que lo que Jesús tenía que enseñar no era un sistema de principios nuevos o ya establecidos; se trataba más bien de proclamar la revelación que, en definitiva, no era otra cosa que la afirmación de que él, Jesús en persona, es la revelación de Dios. En ese sentido existe una conexión objetiva con 7,15-18. Por «templo» (gr. hieron) se entiende aquí todo el recinto sagrado, incluyendo los atrios y pórticos. El conocimiento topográfico del evangelista proporciona también el marco adecuado para la comparecencia de Jesús en el templo de Jerusalén. Sobre la realidad histórica de estos discursos existen dudas fundadas, ya que resultan demasiado inconcretos y esquemáticos. Lo importante, en cambio, es su valor simbólico.
La aparición de Jesús suscita el asombro de algunos jerosolimitanos, que evidentemente estaban informados de la actitud hostil y de rechazo de los círculos dirigentes de la capital contra Jesús. ¡Pese a ello, ahí está el hombre al que quieren apresar y matar! ¡Qué audacia, por no decir insolencia, es que ese hombre se atreva a mostrarse en público, sin que nadie le afronte ni diga nada! PARRESIA: Las fórmulas utilizadas son marcadamente joánicas. Jn juega aquí con el concepto de parrhesia («con entera libertad»), v. 26 hablar en público y abiertamente, contrapuesto al hablar en secreto y a ocultas. Originariamente parrhesia significa el valor para tomar la palabra en público, ante la asamblea popular; es el lenguaje del ciudadano libre que tiene derecho a exponer en público su opinión; y en estrecha conexión con esto significa también el valor civil. En el v. 4 los hermanos de Jesús le incitan a que se manifieste en público y haga algo por su propio éxito. Ahora Jesús se presenta de hecho ante la opinión pública, y ello sirve para mostrar que entre él y esa opinión pública existe una relación problemática. Los jerarcas quieren matar a Jesús y él lo sabe perfectamente; pese a lo cual comparece en público. Con ello demuestra su superioridad, aunque provoca, a todas luces, a sus enemigos. Tal provocación induce a los jerosolimitanos a preguntarse si de hecho las autoridades -designación que abarca globalmente a los representantes de los círculos dirigentes, y sobre todo a las familias nobles del gran sacerdocio, con el pontífice a la cabeza, y a los miembros del sanedrín- habrán acabado por reconocer y admitir que es realmente el Cristo o Mesías. ¿Ha sido ese reconocimiento y persuasión lo que les ha inducido a admitir abierta y realmente a Jesús? Por lo demás el desarrollo de los acontecimientos pronto se encargará de demostrar que no es así. En cualquier caso se pronuncia de hecho la palabra clave de los enfrentamientos inmediatos: el problema de la mesianidad de Jesús, o de manera más general, de su peculiar importancia. Ese es el punto central de los enfrentamientos. También aquí hemos de recordar una vez más que se trata del núcleo de la controversia judeo-cristiana. Y asimismo hemos de tener en cuenta que el problema del mesías, es decir, el problema de la mesianidad de Jesús es sin duda uno de los más difíciles de la exégesis y del diálogo entre cristianos y judíos. Durante siglos se ha supuesto con excesiva seguridad que Jesús se había entendido a sí mismo como el Mesías y se ha estado también demasiado seguro de saber lo que comportaba el concepto de Mesías. En estas perícopas se recogen algunas tesis y concepciones de la dogmática mesiánica de los judíos y de los cristianos, contraponiéndolas en parte de un modo apologético y polémico.
Así, en el v. 27 encontramos la afirmación judía: «Este hombre sabemos de dónde es, pero cuando llegue el Mesías nadie sabrá de dónde es.» El problema del origen de Jesús tiene un papel importante en el cuarto Evangelio (cf. 7.27.28; 9,29.30; 19,9). Es una cuestión relativa al origen esencial de Jesús, en la que puede flotar la idea de que quien «conoce» exactamente a alguien, cuando se conoce su «origen», se puede disponer de él, se le puede situar con precisión. «E1 mundo», que aquí son los jerosolimitanos, cree conocer el origen de Jesús, pues sabe que procede de Nazaret, en Galilea, y sabe cómo se llaman sus progenitores, etc. Pero en realidad ese conocimiento acerca del origen terreno de Jesús es por completo externo y superficial; en el fondo sólo Jesús conoce su verdadero origen, que es Dios. Justamente ese origen no es algo que se ignore por casualidad, sino que es y seguirá siendo algo radicalmente oculto al hombre, mientras éste no se abra camino a Jesús mediante la fe: sólo a la fe se le patentiza el verdadero origen de Jesús, que procede del Padre. Los jerosolimitanos, que afirman conocer el origen de Jesús y que, por ello piensan saber con seguridad que Jesús no puede ser el Mesías, sufren un grave error.
La idea del origen oculto del Mesías es una concepción peculiar, que aparece relativamente tarde en el judaísmo. Naturalmente que ya entonces «se sabía» que el Mesías sería un hijo de David y se consideraba a Belén como su lugar de nacimiento. Para el Evangelio de Juan esas ideas corrientes parecen ser bastante baladíes. La imagen del ocultamiento del Mesías se encuentra sobre todo en Justino, que dice: «Aunque el Mesías haya nacido ya y se encuentre en algún lugar, aún no se le conoce; más todavía: ni él mismo sabe nada de sí ni tiene potestad alguna hasta tanto que llegue Elías, le unja y le presente a todos» (Diálogo con el judío Trifón).
Jesús sale al paso de esa idea de los jerosolimitanos con una sentencia de revelación mucho más audible, ya que la pronuncia «con voz fuerte» (v. 28). Se trata de una llamada o grito profético. El sentido de la afirmación es éste: naturalmente que los jerosolimitanos saben quién es Jesús y de dónde procede, pero sólo en el plano de los datos externos comprobables; en realidad, sin embargo, no saben nada, toda vez que no conocen ni aceptan a Jesús como el enviado de Dios. Sólo ése sería el verdadero conocimiento acerca del origen y procedencia de Jesús. La afirmación: «Yo no he venido por mi cuenta, pero es veraz el que me envió, a quien vosotros no conocéis», compendia en una breve fórmula el contenido de la teología joánica de la revelación. En el fondo está, sin duda el motivo del enviado. Jesús no ha venido por su cuenta, es decir en su propio nombre y misión. Pero hay que tener en cuenta el «veraz» (gr. alethinos), calificativo que designa a Dios, y precisamente en el sentido de la convicción veterotestamentaria de que Dios es leal y fiable, hasta el punto de que se puede contar por completo en su palabra. A ese Dios no lo conocen los judíos. Esta declaración es de índole fundamental por cuanto que según Juan sólo Jesús aporta al mundo el verdadero conocimiento de Dios; y ello porque no ha recibido tal conocimiento de un modo puramente externo, sino que lo posee en virtud de su mismo origen divino, como el Logos preexistente: «porque de él procedo y él es quien me envió». En esta declaración advertimos que la función de Jesús, su «ser enviado» por Dios, se reduce evidentemente a una afirmación ontológica, que la sostiene y en cierto modo refuerza. El ser enviado de Jesús tiene su fundamento en su comunión de esencia con Dios. Por tanto, el envío se identifica con toda su existencia.
El lenguaje escueto, en que Jesús manifiesta claramente su pretensión de ser el portador de la revelación y de la salvación, hace que sus enemigos conciban el propósito de prenderlo, para refrendar así lo dicho en el v. 25b. Pero se ven frenados por una especie de hechizo que les impide llevar a cabo su propósito; nadie osa echarle mano. El singular fenómeno se explica diciendo que todavía no había llegado la hora de Jesús (v. 30). Es ésta una de las ideas peculiares del Evangelio de Juan: sin la voluntad y asentimiento de Dios y del propio Jesús (cf. 18,4-8) ningún mal puede sucederle al Maestro. El v. 31 inserta la observación de que mucha gente del pueblo creyó en Jesús con la referencia explícita a sus «señales». ¿Cabe esperar algo realmente mayor del Mesías, cuando llegue? Repetidas veces nos hemos referido ya al hecho de que se esperaban del futuro Mesías determinados milagros y señales, que desde luego no fueron operados por Jesús. Los signos de Jesús eran de otra índole. Aun así debían conducir a la gente a la fe, no a una fe milagrera, sino a la fe en Jesucristo.
4. PRIMER INTENTO PARA PRENDER A JESÚS (Jn/07/32-36)
32 Oyeron los fariseos que entre el pueblo se rumoreaba esto acerca de él, y los sumos sacerdotes y los fariseos enviaron guardias para prenderlo. 33 Jesús dijo: Todavía estoy un poco de tiempo con vosotros, pero luego me voy junto a aquel que me envió. 34 Me buscaréis, pero no me encontraréis; y a donde yo voy a estar, no podéis venir vosotros. 35 Dijéronse entonces los judíos entre sí: ¿Adónde pensará irse éste, que no lo podamos encontrar nosotros? ¿Pensará, acaso, irse a la diáspora entre los griegos y aun instruir a los griegos? 36 ¿Qué significan estas palabras que ha dicho: Me buscaréis, pero no me encontraréis; y a donde yo voy a estar, no podéis venir vosotros?
Por primera vez oímos en el v. 32 de una tentativa de las autoridades judías para hacer prender a Jesús empleando una sección de la policía del templo. Según nuestro texto la iniciativa de tal prendimiento parte de los fariseos, que habían oído ese rumor, como opinión difundida entre el pueblo de que Jesús era el Mesías. Así, pues, los fariseos denuncian el hecho y las instancias supremas encargadas del recinto del templo, los pontífices llevan el asunto adelante, de modo que el envío de los policías aparece como una acción común de fariseos y sumos sacerdotes. Así empieza a perfilarse claramente por vez primera la formación de los enemigos de Jesús.
Los sumos sacerdotes constituyen, en conjunto, la suprema instancia competente para el ámbito del templo; el grupo lo formaban, además del sumo sacerdote en funciones, el prefecto del templo, el inspector y el tesorero. Las familias vinculadas al sumo sacerdocio y la nobleza sacerdotal, a la que incumbía en general el servicio del templo, pertenecían en buena medida al partido de los saduceos. El nombre de saduceos deriva muy probablemente del Sadoc y pretende vincular ideológicamente a los representantes de ese partido con el antiguo linaje sacerdotal de los sadocitas o sadoquitas. Los saduceos representaban los intereses del templo y del Estado vinculado al templo y solían colaborar con los respectivos gobernantes políticos y, por tanto, en tiempo de Jesús con los romanos. Se les puede calificar como un partido liberal conservador. Por aquellas fechas tenían mayoría en el sanedrín.
Los fariseos eran un movimiento religioso de laicos, surgido de la resistencia antihelenista, que fue ejerciendo una influencia cada vez mayor entre el pueblo. Su objetivo capital era la realización del ideal veterotestamentario y judío de santidad; para lo que debían cumplirse en la vida diaria incluso los preceptos sacerdotales de pureza y santidad. El estudio y la práctica de la tora debían prolongarse durante toda la vida. Los fariseos se unían en pequeños grupos (khaberut) y se designaban a sí mismos como khaberim (= compañeros); la práctica de la tora debía llevarse a cabo en comunidad. Como los fariseos no se separaron del pueblo -su «separación», a la que alude el nombre: perushim = los separados, era más bien ideológica-, sino que practicaban su piedad en la vida social diaria, su práctica legal no era tan rigurosa como la de los saduceos. Entre ellos alcanzó una gran importancia la tora oral como exposición de la Escritura referida a la práctica. Con ayuda de la misma, la tora escrita se convirtió en algo practicable en la vida cotidiana, acomodándola al patrón de la capacidad humana. Esa tendencia humanizadora en la práctica legal de los fariseos no se puede pasar por alto, si se les quiere hacer justicia. «También los fariseos pensaban desde la ley, pero la ley divina hubiera perdido su sentido de haberse aplicado contra el hombre y contra sus necesidades reales». En virtud de esa su proximidad al pueblo, los fariseos llegaron a ejercer una influencia cada vez mayor entre el pueblo, incluso en el plano político. Antes de la destrucción del segundo templo hubo al lado de los fariseos moderados un ala radical, cercana a los zelotes, que eran los combatientes radicales por la libertad.
¿Cuál fue la actitud de Jesús frente a los fariseos? Hay que partir del hecho de que los textos neotestamentarios, sobre todo el Evangelio según Mateo y el Evangelio según Juan, agudizan el conflicto entre Jesús y los fariseos; según esos textos los fariseos fueron los auténticos enemigos de Jesús. Aquí hay que contar con una proyección retrospectiva de situaciones posteriores a la época de Jesús. Al comienzo no existió tal conflicto, sino que, de parte de Jesús, se advierte una actitud abierta, cuando no una convivencia benevolente por entero. Según Luc 7:36; Luc 11:37 y 14,1, Jesús se sienta a la mesa con los fariseos; de acuerdo con Luc 13:31-33 son los fariseos los que advierten a Jesús de las asechanzas de Herodes «De la fiabilidad de esos informes de Lucas no se puede dudar, tanto menos que en modo alguno responden a la tendencia que se observa en otros lugares de los evangelios sinópticos». Como quiera que sea, no se puede poner en tela de juicio cualquier tipo de conflicto. Poco a poco se llegó, en efecto, a un conflicto también entre Jesús y los fariseos. Weiss lleva toda la razón al decir que «la oposición de Jesús a la piedad legalista de los fariseos y, en consecuencia, a la práctica legal inherente a la misma, se funda en la actitud crítica de Jesús frente a la ley mosaica». Ahí tenía que darse un enfrentamiento profundo -piénsese, por ejemplo, en los conflictos relativos al sábado-. Como quiera que sea, no hay ningún interés por condenar en general a los fariseos, ni por convertirlos en los enemigos de Jesús culpables de todo en exclusiva.
¿Cómo describe el Evangelio según Juan a los fariseos? En los seis primeros capítulos los fariseos sólo aparecen de un modo marginal y sólo se los menciona tres veces. Según 1,24, algunos de los miembros de la embajada enviada a Juan Bautista eran fariseos; el versículo parece añadido. 3,1 presenta a Nicodemo como fariseo y miembro del sanedrín; en 4,1 se menciona a los fariseos como los que espían la actividad de Jesús. Por el contrario, en los grandes enfrentamientos de Jerusalén los fariseos aparecen en primer plano como enemigos cerrados de Jesús (cf. 7,32.45.47.48; 8,3.13; 9,13.15.16.40; 11,46.47.57; 12,19.42; 18,3). Mas no se trata, como en las discusiones sinópticas de problemas legales (discusiones: halakaicas), sino fundamentalmente de la pretensión de Jesús de ser el revelador mesiánico escatológico. Pero, como ya ha quedado suficientemente claro, ése era el gran tema de discusión entre el círculo joánico y el judaísmo farisaico de su tiempo. Entre tanto la corriente farisaica había influido de forma decisiva en todo el judaísmo, lo que se refleja en la concepción que Jn tiene de los fariseos.
Según Juan, son «los sumos sacerdotes y los fariseos» los que proceden a una contra Jesús (cf. 7,32,45; 11,47.57; 18,3), aunque generalmente se saca la impresión de que los fariseos en ese proceso ejercen una función preferentemente asesora, mientras que la función ejecutiva corresponde explícitamente a los sumos sacerdotes y, por tanto, a los saduceos. Y aunque en 18,3 se dice que Judas capitaneaba una cohorte formada por los servidores de los sumos sacerdotes y fariseos, ello sólo responde a la concepción general joánica. De todos modos conviene observar que en toda la historia de la pasión, que Juan traza, los verdaderos actores son los sumos sacerdotes, mientras que los fariseos ya no aparecen. Lo cual es también un indicio de que en la tradición joánica se había conservado un conocimiento de los sucesos y situaciones reales, pero que, debido al cambio de cosas, se inculpa a los fariseos de una participación mayor de la que les correspondió en realidad.
La aparición de un comando policías no es para Jesús motivo de miedo, que le haga callar. Bien al contrario, Jesús habla entonces con toda elocuencia, dejando así en claro, como ocurrió en su prendimiento (18,4-8), quién es en tal caso el dueño de la situación. Las sentencias recuerdan, además, con sus malentendidos, los discursos joánicos de despedida y evidencian una mentalidad similar sólo que aquí en una disposición negativa (Cf. Jua 16:16-22). En el v. 33 dice Jesús que todavía se quedará un poco de tiempo entre los judíos a quienes se dirige, «con vosotros», y que después «se irá» junto al Padre, que le envió. La marcha de Jesús como un retorno al Padre constituye asimismo uno de los grandes temas de los discursos de despedida (Jua 13:3.33.36; Jua 14:4.5.28; Jua 16:5.10.17). El revelador permanece sólo durante breve tiempo en el mundo y no para siempre. La oportunidad de creer y de obtener así la salvación está limitada para los hombres, por lo que importa aferrar ese kairos con sus posibilidades. Es evidente que cuando Jesús se vaya, ya no estará para «el mundo»; lo cual significa que éste ya no tendrá ninguna otra posibilidad de salvación (cf. 16,8-11). De la oportunidad de salvación desaprovechada habla el v. 34: «Me buscaréis, pero no me encontraréis, y a donde yo voy a estar no podéis venir vosotros.» Todo lo contrario de lo que se promete a los discípulos creyentes (14,1-4): que llegará allí donde está Jesús, a saber: a «la casa del Padre». La desgracia con que Jesús amenaza aquí a la incredulidad consiste simple y llanamente en no tener parte alguna en Jesús, en no tener comunión alguna con él: es la ausencia total de Jesús. En eso consiste precisamente la incredulidad: en la plena ausencia de Jesús y, a una con ello, en la falta de comunión con Dios.
Es natural que los judíos no lo comprendan, confirmando así, sin saberlo, lo desesperado de su situación. Y reaccionan con un «equívoco joánico», cuando preguntan: «¿Adónde pensará irse éste, que no lo podamos encontrar nosotros? ¿Pensará, acaso, irse a la diáspora entre los griegos y aun instruir a los griegos?» La afirmación es equívoca, pues desde que existía la diáspora judeo-helenística los judíos habían empezado a misionar entre ellos a fin de ganarse a los «griegos», o mejor, a los helenistas, para el judaísmo (1). En el discurso mateano de Jesús contra los fariseos (Mt 23) se encuentra también esta sentencia: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis el mar y la tierra para hacer un prosélito, y cuando ya lo es, lo hacéis dos veces más digno de la gehenna que vosotros!» (Mat 23:15). Por lo demás, la gran época de la misión judía en el helenismo fue antes de la guerra contra Roma y de la destrucción del segundo templo; después de eso volvió a retraerse. Así que Jesús ¿iba a irse como un misionero judío a través de la diáspora a fin de ganar prosélitos para su causa? Después de no haber obtenido éxito alguno en Jerusalén, ¿intentaría fortuna entre los griegos? En este caso los griegos no serían judíos que hablaban griego, sino precisamente gentes no judías, gentiles propiamente dichos. De este modo la afirmación contendría una «profecía contra voluntad», habría profetizado sin quererlo. Efectivamente, la ida de Jesús, es decir, su muerte y resurrección, serviría de hecho para que los griegos llegaran a creer en él. En 12,20 ss se habla de que unos griegos, que habían acudido a la fiesta de pascua, a Jerusalén, se acercaron a Felipe con este ruego: «Señor, queremos ver a Jesús.» Para la incredulidad Jesús resulta inalcanzable, mientras que quienes desean ver a Jesús están plenamente abiertos a la fe en él. La perícopa se cierra con palabras ambiguas y enigmáticas: «Me buscaréis, pero no me encontraréis, y a donde yo voy a estar, no podéis venir vosotros», que conserva toda su carga de misterio.
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1. M. HENGELG Judentum und Hellenismus, Tubinga 1969, p. 568, opina: «En la época helenística, a partir aproximadamente de la segunda mitad del siglo II a.C. el judaísmo era… gracias a la rápida expansión de la diáspora y a una misión en marcha, parcialmente muy activa, una religión mundial. En abierta contradicción con ello estaba, sin duda. Ia fijación temerosa y fervorosa a la letra de la tora. como la que encontramos en el fariseísmo.» Una prueba importante en favor de Ia actividad misionera judía nos la proporciona el apóstol Pablo en la carta a los Romanos (2,17-24).
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5. DISCURSO DE JESÚS EN LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS (Jn/07/37-39)
37 En el último día de la fiesta, que era el más solemne, Jesús, puesto de pie, exclamó con voz fuerte: Quien tenga sed venga a mí y beba. 38 De quien cree en mí, como ha dicho la Escritura, ríos de agua viva correrán de su seno. 39 Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él; pues todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado todavía.
Los v. 37-39 describen una nueva escena que se desarrolla «el último día de la fiesta, que era el más solemne» de la semana de las tiendas o cabañas. No se trata de la fiesta final propiamente dicha, el día octavo, en que cesaba el rito de sacar agua, sino que se alude más bien al día séptimo de la festividad en que el acto de sacar y verter el agua se celebraba con una especial solemnidad, pues la palabra de Jesús en el v. 38 parece relacionarse con ese ritual. El rito de sacar agua de la fuente y de verterla, al que ya antes se ha hecho una breve referencia, se realizaba diariamente durante la festividad de los tabernáculos y constituía uno de los puntos más importantes de la misma. El ritual se desarrollaba así: al romper el día, antes del sacrificio matinal, se organizaba una procesión desde el templo hasta la cercana piscina de Siloé; una vez allí, uno de los sacerdotes llenaba de agua una jarra de oro, en la que cabían 3 log (= 1,641 l), y se llevaba al templo en solemne procesión; cuando ésta se acercaba a la puerta del agua en el lado meridional del templo, otros sacerdotes tocaban tres veces una trompeta, dando una señal breve, una larga y otra breve. Esto se hacía teniendo en cuenta el pasaje de Isa 12:3 en que se dice: Sacaréis agua con gozo de las fuentes de la salvación.
La tradición judía relaciona siempre estas palabras con el rito de sacar el agua. El atrio de las mujeres, que directamente nada tenía que ver con ese rito, se designó como «lugar del escanciado», y ello en razón del júbilo con que se acompañaba el rito festivo. «Pero, en definitiva, esa explicación del nombre sólo fue posible cuando en el hecho de sacar y verter el agua durante la fiesta de los tabernáculos se vio una figura del futuro escanciado de las fuentes de la salvación». Los toques de trompeta eran, pues, la señal para el regocijo festivo. Después se llevaba el agua hasta el altar de los holocaustos, para hacer a su alrededor una procesión solemne. El día séptimo esa procesión circular se realizaba siete veces. Después el agua se ofrendaba junto con el sacrificio de libación. Se ordenaba al sacerdote oficiante que al momento de derramar el agua elevase la mano cuanto pudiera, a fin de que todos pudieran ver que la ceremonia ritual se cumplía sin contratiempos. Quizá se pensó también en la visión de la fuente del templo que describe Ezequiel (Eze 47:1-12). Allí se habla de un manantial milagroso, que brota debajo del umbral del templo, fluye hacia el este y se convierte en una corriente caudalosa. En tales ritos e imágenes confluyen una serie de asociaciones de la «abundancia de aguas», la «plenitud de vida» y la «plenitud de salvación», hasta constituir un conjunto impresionante.
Sobre ese trasfondo hay que entender la palabra reveladora de Jesús, «una palabra vigorosa del Jesús joánico y una de sus metáforas más bellas», según comenta Schnackenburg al pasaje. Jesús, en pie sobre la explanada del templo, clama «con voz fuerte», «con la voz del revelador, que nunca dejará de resonar ampliamente» dirigiendo su palabra de revelación a la muchedumbre popular.
Por lo que hace a la composición y ordenamiento de la frase, se nos ofrecen dos posibilidades:
a) Si uno tiene sed, venga a mí y
b) beba.
De quien cree en mí, como dice la Escritura,
ríos de agua viva correrán de su seno.
Con tal puntuación la promesa está referida al creyente, que personalmente se convierte en manantial de agua viva. Es una explicación que en sí no resulta imposible, y que puede reclamarse sobre todo a Jua 4:14c.
b) Hoy va ganando una aceptación cada vez mayor esta otra posibilidad:
Quien tenga sed, verga a mí,
y beba el que cree en mí.
Como dice la Escritura:
Ríos de agua viva correrán de su seno.
En este caso el v. 38b, la promesa, estaría referida a Jesús mismo, enlazando con la explicación que a renglón seguido da el evangelista. Aquí cargaría sobre todo el acento cristológico.
La llamada de Jesús es una invitación a todos, para que acudan a él, a que beban en él la verdadera «agua viva», que calma para siempre la sed vital del hombre (cf. c. 4, el diálogo junto al pozo de Jacob). Se trata de una invitación a creer. Tales llamadas de invitación son conocidas especialmente por la tradición sapiencial. La sabiduría invita, por ejemplo, así a los jóvenes al banquete, según el libro de los Proverbios:
¿Quién es ingenuo? ¡Venga por aquí!
Y al de poco juicio le dice:
¡Venid a comer mi pan,
bebed el vino que he mezclado!
¡Abandonad la simpleza y viviréis,
marchad por la senda de la prudencia!
(Pro 9:4-6; cf. Eco 24:19-22; Eco 51:23s).
Jesús, el Logos hecho carne, viene a ser la Sabiduría encarnada. él y su palabra son los verdaderos mediadores de salvación y de vida. Y todo ello queda aún más destacado con la metáfora aneja. Tal metáfora, del v. 38b viene introducida como una cita de la Escritura, aunque como palabra bíblica explícita todavía no haya podido ser identificada. Se supone con buenas razones que se trata aquí de una alusión a la tradición judía de tipo targúmico o expositivo (midrash haggádico), y en ese sentido se han propuesto distintas posibilidades. Se piensa, sobre todo, en los relatos bíblicos del agua de la roca (cf. Exo 17:1-7; Num 20:2-13; Isa 48:21 : «Por estepas los condujo y no tuvieron sed; agua de la roca les hizo brotar; hendió la roca y corrieron las aguas.» Además de los Sal 76:18-20; Sal 105:41). A ello se suma una peculiar exposición del «agua de la roca» que se encuentra en el Pseudo-Filón y que dice: «Entonces condujo a su pueblo al desierto. Durante cuarenta años hizo llover pan del cielo, les proporcionó codornices del mar e hizo brotar para ellos un pozo que les iba siguiendo» (Ps.-Filón 10,7). Aquí encontramos la imagen de la roca que da agua y que se desplaza siguiendo al pueblo de Israel. Es una imagen también conocida del apóstol Pablo, que en 1Co 10:4 habla asimismo de la «roca sobrenatural, que los seguía (a los israelitas), y la roca era el Cristo». Así pues, Pablo ha propuesto ya esa interpretación que refiere a Cristo como la «roca que proporciona agua». Quizás era una idea que había recogido de la comunidad. Otro trasfondo, que habríamos de tener en cuenta, serían los pasajes ya mencionados relativos a la fuente del templo (Eze 47:1-12 : Zac 13:1; Zac 14:8).
De tales y parecidos textos derivó la concepción de que el presente pasaje había de entenderse en sentido cristológico. Jesús mismo es la fuente de vida, de la que fluye el agua viva y escatológica, es decir, la vida eterna que mana en abundancia ilimitada (cf. 1,16). Y es precisamente ese hontanar en su corporeidad, como Hijo de Dios hecho hombre; mientras que el Crucificado y Resucitado será para todos fuente perenne de vida. Y a ello apunta la explicación de la metáfora en el v. 39: «Esto lo dijo refiriéndose al Espíritu que habían de recibir los que creyeran en él; pues todavía no había Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado todavía.» En esa interpretación, la metáfora se entiende como una promesa, que sólo después de la pascua logrará su cumplimiento. La corriente de agua viva se entiende como una imagen del Espíritu, del Paráclito «ayudador». «Las corrientes de agua viva se aplican al Espíritu seguramente en razón de la antigua imagen de la efusión escatológica del Espíritu (Eze 36:25 ss; cf. lQS 40,20s), y de la conexión entre agua y espíritu que viene dada en Isa 44:3 y en la exégesis rabínica de la libación del agua». Condición necesaria, sin embargo, para la venida del Espíritu es la glorificación de Jesús (cf. por ej.,Isa 16:7), su muerte y resurrección. Y todavía se impone una tercera imagen: en Jua 19:31-37 se narra cómo la lanza de un soldado traspasó el costado de Jesús: «uno de los soldados le atravesó el costado con la lanza; y al momento salió sangre y agua» (Jua 19:34). Es natural y está permitido combinar entre sí ambos textos y su lenguaje metafórico, y entonces la metáfora «ríos de agua viva correrán de su seno» contiene una referencia a la muerte en cruz de Jesús. Es la fe en Jesús crucificado y glorificado la que comunica el Espíritu y la vida eterna.
Y, como conclusión, hay que referirse a otro punto. El discurso de revelación de Jesús en la fiesta de los tabernáculos ha de verse asimismo en conexión con la purificación del templo (Jua 2:13-22). Allí quedó establecido que la cuestión acerca del verdadero lugar de la presencia de Dios y del genuino lugar salvífico era uno de los problemas fundamentales del Evangelio según Juan. El evangelista habría hecho comparecer a Jesús en el templo con ocasión de la fiesta de los tabernáculos y habría hecho la importante afirmación reveladora con motivo del rito del agua, justamente para demostrar que el altar del templo ya no es el lugar santo, al que van ligadas la promesa y otorgamiento de la vida, sino que el lugar de la salvación, nuevo y escatológico, es el propio Jesús, que destruye el templo. él es el donador del agua viva en toda su abundancia. Con todo ello Jn 7 adquiere a no dudarlo una importancia insospechada, a la que a menudo no se hace justicia. Y se comprende, además, que precisamente con este capítulo empiece el gran enfrentamiento, la disputa acerca de Jesús como la disputa acerca de la revelación.
6. DISPUTA ACERCA DE LA MESIANIDAD DE JESÚS II (Jn/07/40-44)
40 Entre el pueblo, algunos que habían oído estas palabras decían: éste es realmente el profeta. 41 Otros decían: éste es el Mesías. Pero otros replicaban: ¿Acaso el Mesías va a proceder de Galilea? 42 ¿No dijo la Escritura que el Mesías procederá del linaje de David, y de Belén, la aldea de David? 43 Había, pues, diversos bandos en el pueblo por causa de él. 44 Algunos querían prenderlo; pero nadie le echó mano.
Las palabras de Jesús suscitan una discusión entre el pueblo. Muchos aseguran: «éste es realmente el profeta», entendiendo una vez más «el profeta escatológico como Moisés» (Deu 18:15-18), según encontramos frecuentemente en Jn. Es muy verosímil que la afirmación de que Jesús es realmente el profeta esté condicionada en Juan, dentro de este contexto, por el rito del agua y el correspondiente discurso de Jesús. En tal caso la afirmación se hallaría en el mismo plano en que se encuentra la afirmación: «Yo soy el pan de vida», conectada al signo de la multiplicación de los panes (c. 6). También allí era idéntica la reacción de la multitud: «éste es, realmente, el profeta que iba a venir al mundo» (Deu 6:14). Lo cual confirmaría la sospecha de que en tales afirmaciones se puede reconocer una tradición judeo cristiana, en la que se entendía a Jesús como «el profeta escatológico al igual que Moisés». En dicha tradición también debía hablarse, sin duda, de la «renovación de la época mosaica» con sus memorables milagros del maná y del agua de la roca.
Al mismo tiempo el Evangelio según Juan polemiza contra una equiparación en exceso ingenua de esa expectativa del Mesías profeta con Jesús. Jesús no encaja en una expectativa materialista del «nuevo Moisés», cuando precisamente se presenta a sí mismo como el pan de vida y como el dador del agua viva. Así, pues, la designación de Jesús como profeta aparece como un intento por incorporarle a unas categorías conocidas (cf. una tentativa similar en Mar 8:27s y par), pero que en definitiva no cuaja. La singularidad de Jesús no entra en ninguna de las categorías habituales, como se pone claramente de manifiesto en esta discusión.
Ese es también el caso, cuando otras gentes le tienen por el Mesías (v. 41a). Cierto que en ese trasfondo cuenta la concepción cristiana del Mesías, que no se corresponde con la expectativa judaica. De ello se ha hablado ya repetidas veces. Conviene advertir que en este pasaje Juan deja la cuestión sin resolver; para él la afirmación decisiva acerca de la índole específica de la mesianidad de Jesús se formulará en el famoso diálogo entre Jesús y Pilato (Mar 18:33-38). Aquí son los propios oyentes quienes han de juzgar cómo se encuentran frente a Jesús y por quién quieren tenerle, decidiendo si aceptan o no su pretensión. En último término tampoco deciden al respecto las categorías de profeta o Mesías. Es perfectamente posible considerar a Jesús como el profeta, el Mesías e incluso como el Hijo de Dios sin creer realmente en él; en cambio, se puede creer en Jesús sin disponer de unos títulos adecuados. Todos los títulos son, en definitiva, simples tentativas de aproximación al excelso misterio de la persona de Jesús.
Objeciones, como las que aquí se aducen, derivan en buena parte de la dogmática mesiánica del judaísmo o de la controversia judeo-cristiana. Tras la destrucción del segundo templo el judaísmo ortodoxo rabínico-farisaico no podía ratificar por múltiples motivos la fe cristiana en la mesianidad del crucificado Jesús de Nazaret. Cabe suponer que Juan recoge aquí y refiere objeciones auténticas, tal como se formulaban en el bando contrario. Una de las objeciones sonaba así: ¿Procede el Mesías de Galilea? El origen galilaico de Jesús, y más en concreto del oscuro Nazaret (cf. 1,46: «¿Es que de Nazaret puede salir algo bueno?»), constituía para los judíos una objeción decisiva contra la mesianidad de Jesús. Ahí se pasa por alto el hecho de que en Galilea surgieron los centros más importantes del movimiento libertario mesiánico-zelota y que de allí salieron una y otra vez personajes con pretensiones mesiánicas. Posiblemente el fracaso de la guerra judía fue para los rabinos farisaicos un motivo más de su profunda desconfianza frente a los candidatos mesiánicos de Galilea.
Por lo contrario, se esperaba que el Mesías fuera de la «descendencia de David», del linaje davídico y que también nacería en Belén (1), ciudad nativa del glorioso rey. En los círculos judíos se esperaba, en efecto, que el Mesías nacería en la ciudad de Belén, según el famoso vaticinio de Miq 5:1 :
Pero tú, Belén, Efratá,
aunque eres pequeña entre los clanes de Judá,
de ti me ha de salir
el que ha de dominar en Israel.
Sus orígenes vienen de antaño,
de tiempos lejanos,
pasaje que se cita asimismo en el relato de los magos de Oriente (Mat 2:6).
De hecho hay otros textos neotestamentarios que afirman explícitamente el origen davídico de Jesús, como en la antigua fórmula de fe que reproduce Rom 1:3; en el tratamiento que el ciego da a Jesús (Mar 10:47s y par) y en los dos árboles genealógicos (Mat 1:1-17; Luc 3:23-28). Además tanto el relato mateano de la infancia como el lucano presentan el origen davídico de Jesús y su nacimiento en la ciudad regia de Belén (Mat 2:1.5s; Luc 2:1-10). Por lo demás, hubo objeciones críticas a la filiación davídica del Mesías, que probablemente se remontan al propio Jesús, como lo evidencia la disputa acerca de dicho punto (Mar 12:35-37a y par). En contraste con todo ello el cuarto evangelista «no supone evidentemente ni el nacimiento de Jesús en Belén ni su origen davídico. El Cristo, que él proclama, no es un Mesías cuya legitimidad haya de demostrarse por los criterios de la expectativa mesiánica del judaísmo». No se puede negar que aquí existe una diferencia entre Mateo y Lucas, de una parte, y Juan y Marcos, de otra, porque en concreto Marcos tampoco dice nada de un nacimiento de Jesús en Belén. Si no se quiere ventilar el asunto con argumentos aparentes y con evasivas, en este tema habrá que dar preferencia a Juan y Marcos frente a Mateo y Lucas y considerar a Belén como el lugar natal «mesianológico» de Jesús.
Los judíos, que en el v. 42 argumentan contra la mesianidad de Jesús remitiéndose a la Escritura, nada saben de un origen davídico del mismo ni de su nacimiento en Belén. Esto puede estar condicionado por el hecho de que la concepción defendida en Mateo y Lucas era realmente desconocida en la tradición joánica y que tampoco los litigantes judíos del Evangelio de Juan sabían nada al respecto, de manera que forjaban así un argumento contra la mesianidad de Jesús. El resultado de la discusión es que entre la multitud del pueblo se llega a una escisión, a un cisma, por causa de Jesús. Lo cual tampoco es desde luego objetivamente adecuado. Pues, si Jesús no puede legitimar su mesianidad con los criterios existentes entre los judíos y si tampoco sus discípulos podrán lograrlo después de pascua, tanto menos cuanto que se había sumado ya el escándalo de la cruz, la fe en la mesianidad de Jesús era y es una confesión, que jamás resulta transparente. Tal como estaban las cosas, se tenía que llegar necesariamente a una división en bandos entre los seguidores de Jesús y sus adversarios. La Iglesia primitiva surgió como una secta judía. Algunos de los enemigos en el calor del enfrentamiento quisieron echar mano de Jesús y prenderlo. Pero, al igual que en el v. 30, un hechizo misterioso retuvo a tales gentes.
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1. Belén (Betlehem): «Lugar de Judá, 9 km al sur de Jerusalén y algo al este de la divisoria principal de aguas… que entró en la historia con David, su familia (1Sa 16:18, 1Sa 16:20, 1Sa 16:8, 2Sa 2:32) y sus amigos (2Sa 21:10; 2Sa 23:24), que allí tenían su hogar… La pequeña aldea hacía tiempo que no tenía importancia alguna (como se desprende también de Miq 5:1)»
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7. REACCIÓN DE LOS ENEMIGOS ANTE LA FRACASADA TENTATIVA DE PRENDIMIENTO
45 Volvieron, pues, los guardias ante los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les preguntaron: Pero, ¿por qué no lo habéis traído? 46 Los guardias respondieron: Jamás hombre alguno habló como habla éste. 47 Los fariseos les replicaron: ¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar? 48 ¿Acaso alguien entre los jefes o entre los fariseos ha creído en él? 49 Pero esa plebe, que no conoce la ley, son unos malditos.
50 Uno de los jefes, Nicodemo, el que anteriormente había ido a ver a Jesús, les dice: 51 ¿Acaso nuestra ley condena a nadie, sin haberlo escuchado antes y sin haber conocido sus hechos? 52 Entonces ellos respondieron: ¿Pero también tú eres de Galilea? ¡Estúdialo bien, y verás que de Galilea no sale ningún profeta!
El comando policíaco, de cuya composición se ha hablado en el v. 32, regresa con las manos vacías a quienes le habían enviado, los sumos sacerdotes y los fariseos. Que entre el envío y el regreso de la escolta hayan pasado varios días no tiene, en este caso, demasiada importancia, ya que a Juan lo que le interesa sobre todo es presentar un cuadro de verdadero relieve. Lo que importa es la impresión general que, como se ve, es negativa. Los que les habían ordenado la detención preguntan irritados: «¿Por qué no lo habéis traído?» No están satisfechos del resultado. Y la respuesta de los criados es un testimonio involuntario en favor del poder que tiene la palabra de Jesús: «Jamás hombre alguno habló como habla éste.» En la palabra de Jesús late la fuerza peculiar de la palabra reveladora que llega de Dios, con su fuerza persuasiva y su fascinación específica. Buena prueba de ello es también el que, según Juan, Jesús sólo obra mediante la palabra. No dispone de ningún otro poder, y por eso mismo no forma parte de los candidatos mesiánicos zelotas, que actuaban con acciones violentas y terroristas y que acabaron declarando la guerra a Roma. Ni siquiera entre las primeras objeciones judías contra Jesús, que nosotros conocemos, se encuentra jamás la incriminación de que Jesús hubiera practicado la violencia. Como quiera que sea, aquellos sencillos alguaciles del templo no pueden escapar al embrujo de la palabra de Jesús, y es eso precisamente lo que más irrita a los fariseos, a juzgar por su réplica. La pregunta: «¿Es que también vosotros os habéis dejado engañar?», arranca del supuesto de que Jesús es un «embaucador del pueblo», un «predicador despreciable» (cf. comentario al v. 6) contra el que hay que proteger a la gente. ésta era evidentemente la etiqueta que el fariseísmo había puesto a Jesús.
A ello se suma una referencia a la propia conducta: ¿Acaso ha creído en Jesús algún miembro del consejo o algún fariseo? ése es el comportamiento fáctico de la clase dirigente judía frente a Jesús. Ni Jesús ni la Iglesia primitiva tuvieron, en efecto, seguidores, o muy contados, entre el estrato judío dirigente. Según los Hechos de los apóstoles parece que las cosas fueron algo mejor con los fariseos. Por otra parte, en esa afirmación se proclama también la firmeza ortodoxa de los dirigentes del judaísmo. No era posible que ellos, tan firmes en la tora, se dejasen embaucar por semejante charlatán de pueblo. Es esa maldita «plebe, que no conoce la ley…». Se recoge aquí claramente el concepto rabínico del am-ha-arez o «pueblo de la tierra». El apelativo es una designación despectiva de quienes ignoran la ley mosaica, de aquellos que «como tales no pertenecían al verdadero Israel… El Israel auténtico lo representaban únicamente los varones de la ley y los círculos que seguían su dirección». Esta tendencia se fue agudizando con la influencia creciente del rabinismo. El sentido de la afirmación es éste: quien ha estudiado la tora y la conoce no puede ser un seguidor de Jesús; sólo las gentes que ignoran la ley y que pertenecen al am ha arez pueden dejarse embaucar por ese Jesús. También aquí late un recuerdo atinado de que el Jesús histórico no se dirigió en su predicación a los hombres cultos ni a los escribas de la ley, sino a la gente que formaba el am ha arez.
Ahora bien, entre los fariseos hubo una excepción notable: la de Nicodemo, que ya nos es conocido por su visita y diálogo nocturno con Jesús, en el c. 3 -hecho al que se alude explícitamente en el v. 50- y que pertenecía al círculo de los miembros del consejo y a los fariseos. Este personaje formula en el v. 51 la importante pregunta de si la ley judía -«nuestra ley», como subraya con énfasis- permite condenar a un hombre sin un interrogatorio judicial y sin el previo establecimiento de que ha hecho algo contrario a la ley. Aunque el derecho judío concede una gran importancia al interrogatorio de los testigos en el proceso criminal, también conoce el interrogatorio del acusado (1). Pero lo verdaderamente importante es el conocimiento exacto de los hechos, de lo que el acusado ha hecho realmente (cf. las preguntas adecuadas de Pilato en 18, 29.35).
Como resulta del proceso de Jesús ante Pilato, Juan trabaja con el argumento realmente importante de que no existe contra Jesús ninguna acusación real merecedora de castigo, con lo que un interrogatorio sólo podría demostrar su inocencia. Un juicio sin tal interrogatorio sería prejuicio peligrosísimo. Pero los fariseos están a pique de ir contra los principios básicos de la tora; ellos, que tanto alardean de su conocimiento de la ley, se comportan como el am ha arez. ése es el peligro que señala Nicodemo. Pero la reacción de sus compañeros no es menos apasionada: ¿También tú eres de Galilea y tienes tal vez intereses comunes con Jesús…? ¿Eres tal vez seguidor suyo? Pues, estudia primero la tora y podrás juzgar por ti mismo si el «profeta» -muy probablemente vuelve a haber una referencia al profeta escatológico como Moisés- (2) procede de Galilea. El argumento apunta una vez más contra la mesianidad de Jesús. Y la perícopa termina con este argumento antimesiánico, que para Juan tiene carácter de prejuicio.
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1. Cf. sobre el tema Exo 23:1; Deu 1:16; Deu 17:4; Flavio Josefo, Ant. Jud 14:167 : «Porque la ley prohíbe expresamente ejecutar a nadie, aunque se trate del hombre más criminal, si previamente no ha sido condenado a muerte por el sanedrín.»
2. Con P66 es ciertamente preferible la lección «el profeta» frente al habitual ningún «profeta».
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Meditación
Una de las preguntas que, tras la lectura del capítulo 7 de Juan, nos asalta con mayor urgencia es precisamente ésta: ¿Es que la confesión cristiana de la mesianidad de Jesús ha de separar para siempre a judíos y cristianos? ¿Es que realmente una cristología dogmática tiene que conducir, casi con necesidad interna, al rechazo de los judíos, al antisemitismo y, en consecuencia, al «holocausto»? Tras la aniquilación judía de Auschwitz nosotros, los cristianos, hemos de leer con otros ojos nuestro Nuevo Testamento, y también nuestra dogmática, nuestra historia de los dogmas y de la Iglesia. No ya con los ojos ingenuos del que lleva razón, sino con los ojos por fin abiertos y autocríticos de quienes han tenido muchos fracasos ciegos. Es verdad que el antisemitismo de los nazis descansaba en definitiva sobre una visión del mundo biológica, científica y extremadamente problemática, al tiempo que iba unida a un decidido anticristianismo. En su famosa frase: «Espiritualmente nosotros somos semitas», ya el papa Pío XI había dado a conocer claramente esa conexión entre odio al judaísmo y odio al cristianismo. En todo caso se plantea la cuestión de si el moderno antisemitismo, cuyos horribles ejecutores fueron los nazis, no tendrá también raíces cristianas. «¿Hasta qué punto hay que cargar los crímenes antisemitas del pasado próximo y lejano en la cuenta del mensaje cristiano disimulado o explicado en forma falsa o correcta? ¿No es el pasado antisemita del cristianismo el testimonio más fehaciente contra la verdad cristiana? Tales preguntas se han ido formulando cada vez con mayor frecuencia desde finales de la segunda guerra mundial dentro y fuera del cristianismo… Hoy se reconoce en buena medida que el antisemitismo se remonta a la doctrina y predicación de la Iglesia, que durante siglos ha sido antijudía, pese a la obstinada afirmación en contrario de sus defensores, para quienes la culpa hay que buscarla en los propios judíos, que se han atraído sobre sí el odio y la persecución por su mismo carácter y destino».
Mientras que el antiguo odio a los judíos era más o menos esporádico y estaba delimitado a ciertos lugares -siendo más o menos la expresión de una xenofobia-, el «odio cristiano, al menos desde aproximadamente el tiempo de Constantino, ha sido permanente, universal, alentado de manera oficial, radical y sostenido por un sistema ideológico». Lo singular es que tal odio no descansa precisamente en una experiencia debida al trato con los judíos, sino en una teoría dogmática; se ve a los judíos a través de un prisma dogmático. Ese es el punto más destacado. «Es precisamente en el Evangelio según Juan, en el que tan difícil resulta establecer las relaciones entre historia, literatura y teología, donde se advierte la necesidad de una distinción entre el significado y la influencia de unos textos neotestamentarios».
Ahora bien, la cuestión de si Jesús tuvo una «autoconciencia mesiánica» y cómo la manifestó, se discute largamente en la exégesis. Las investigaciones históricas de la exégesis coinciden, por ejemplo, en los puntos siguientes: primero, las concepciones mesiánicas del judaísmo no son totalmente unitarias, aunque tienden por lo general a considerar al «Mesías ben David», al Mesías davídico o incluso nacional, como un héroe religioso-político que, por encargo de Dios, establece el dominio político de Israel. Segundo, es evidente que Jesús de Nazaret no ha compartido esa concepción mesiánica. Más aún, Jesús ha rechazado resueltamente el mesianismo político de cuño zelota, teniéndolo por sumamente peligroso; en ese sentido estuvo relativamente cerca de los fariseos. Un análisis detenido de las fuentes demuestra que resulta insostenible toda tentativa de interpretar la postura de Jesús en la línea zelota. Jesús proclamó la proximidad inminente del reino y realeza de Dios; el «propósito radicalmente religioso» de su acción y de su enseñanza aparece en primer término con meridiana claridad. Desde ese punto de vista es difícil o, mejor dicho, imposible hablar de una «conciencia mesiánica de Jesús» (en sentido político). Tercero, en épocas pasadas se repitió a menudo que Jesús había adoptado el concepto de «Hijo del hombre», porque quería distanciarse del mesianismo político. El hijo del hombre apocalíptico estaba menos lastrado, a la vez que la expresión conservaba algo misterioso. Ahí se encontraría, pues, la verdadera autoconciencia de Jesús. Pero tal opinión ha sido vivamente discutida. Partiendo de los distintos conceptos, a nuestro entender el concepto «Hijo (de Dios)» sigue conservando las mayores posibilidades de manifestar la autoconciencia de Jesús, y desde luego en estrecha conexión con la nueva idea de Dios. Cuarto, lo mejor es partir de la imagen que los evangelios, los cuatro sin excepción, ofrecen de la actividad de Jesús. Es la imagen de un maestro profético, con una conexión singular entre profeta y maestro; un hombre que además estaba dotado de fuerzas milagrosas, y que no opera precisamente con la violencia externa, sino única y exclusivamente con su palabra. La autoridad y poder de Jesús reside sólo en su palabra influyente y eficaz. Su palabra es su acto más importante. Es precisamente ese punto de vista el que Juan subraya de modo explícito, cuando le hace decir ante Pilato: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no fuera yo entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí.» Añadiendo luego: «Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para ser testigo de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz» (18,36s). ésta es, sin duda, la concepción mesiánica cristiana del Evangelio según Juan; la cual se caracteriza porque en ella se funden hasta formar una nueva unidad la imagen del profeta escatológico como Moisés, la del maestro profético y el predicado de «Mesías regio». Tal imagen no se había dado antes y, a partir de entonces, tampoco se encuentran imágenes paralelas de la misma en la literatura judía. En esta nueva imagen del Mesías, en la que se refleja el hecho de la actuación no violenta de Jesús, ya no podía reapropiársela sin más ni más el judaísmo. La imagen mesiánica normal del judaísmo y la nueva imagen mesiánica cristiana del Mesías Jesús no son idénticas. El hecho de que desde el lado cristiano no se haya meditado esto suficientemente ha conducido a graves equívocos y a falsas pretensiones cristianas; y ello debido sobre todo a que el frente cristiano transfirió al propio Jesús todas las afirmaciones soberanas del Mesías religioso-político, que Jesús ni fue ni quiso ser; y de ahí se han deducido unas aspiraciones de poder de las que Jesús no quiso saber absolutamente nada.
El prestigioso sabio judío ·Gershom-Sholem dice en su tratado Zum Verstandnis der messianischen Idee im Judentum (= Para comprender la idea mesiánica en el judaísmo): «En todas sus formas y representaciones el judaísmo siempre ha mantenido un concepto de redención entendida como un proceso que se realiza en público, sobre el escenario de la historia y en el centro de la comunidad; en una palabra, que se cumple abiertamente en el mundo de los visibles, y sin que se pueda pensar sin esa manifestación en lo visible. Por el contrario, en el cristianismo prevalece una idea que entiende la redención como un proceso en el ámbito espiritual e invisible, un proceso que se desarrolla en el alma, en el mundo de cada individuo y que produce una transformación secreta, a la que no tiene por qué corresponder nada en el mundo exterior».
Redención para el pensamiento judío es siempre redención del mundo; de ahí que también el Mesías sea en primer término un redentor y libertador religioso-político. Ahora bien, es interesante que muchos autores judíos estén plenamente dispuestos a atribuir a Jesús una autoconciencia mesiánica, aunque la califiquen como un gran autoengaño. Habría que admitir sin duda que Jesús de alguna manera se ha considerado a sí mismo como el Mesías, pues que de otra forma resultaría incomprensible toda su historia, y en especial su muerte en cruz. Pero esa autoconciencia, condicionada por su época, se habría demostrado con un gran error. Los modernos judíos estudiosos del Nuevo Testamento se esfuerzan en obtener una imagen más atinada sobre todo del Jesús histórico. Famosa se ha hecho la palabra de Martin Buber:
Desde mi juventud he considerado a Jesús como mi hermano mayor. El que la cristiandad le haya visto y le siga viendo como Dios y redentor me ha parecido siempre un hecho de enorme trascendencia, que siempre he intentado comprender por mí y por él. Mi propia relación fraternal y abierta con él se ha ido haciendo cada vez más fuerte y más pura, y hoy le veo con una mirada más fuerte y más pura que nunca.
Hoy estoy más cierto que nunca de que le corresponde un gran lugar en la historia creyente de Israel, y que ese puesto no se puede describir con ninguna de las categorías habituales.
Nosotros, como cristianos, haremos bien en considerar estas dos cosas y en tomarlas en serio: las tentativas judías, hoy más numerosas que nunca, por proyectar nueva luz sobre la figura de Jesús y por entenderle, y también las reservas judías; estas últimas debidas sobre todo a nuestro entusiasmo de redención carente de realismo y, como la historia demuestra, también peligroso, porque fácilmente puede derivar a un antisemitismo.
Hace poco Franz Mussner, en su Traktat uber die Juden, ha planteado una cuestión que, a su entender, «jamás la teología cristiana ha estudiado a fondo, aunque es de importancia decisiva para el diálogo judeo-cristiano». Se trata de esta pregunta: «¿Podía Jesús ser reconocido por Israel?» Mussner reúne toda una serie de observaciones -que en parte también nosotros hemos mencionado en la exégesis-, las cuales ponen de manifiesto el enjuiciamiento tan simplista que se ha hecho durante siglos de las posibilidades judías frente a Jesús de Nazaret. La pregunta es, en efecto, muy importante: ¿Podían los judíos reconocer en su hermano de Nazaret al Mesías y al Hijo de Dios? Es una pregunta que nos remite a la historia real de Jesús. Y nos recuerda que Jesús era un hombre histórico, un hijo de su tiempo y del pueblo judío, un predicador ambulante y laico, pobre y nada violento, a quien unos entendieron y otros no, al que unos aceptaron entusiasmados y otros rechazaron resueltamente. Jesús fue un hombre que no tuvo más posibilidad de mostrarse que su propia palabra, la cual podía a su vez ser creída o no. Cuanto más nos acercamos a ese Jesús de Nazaret -al menos así me lo parece a mí-, tanto más cómodo y relajado se hace el diálogo con los judíos y, por lo mismo, tanto más prometedor puede ser. No tendría por qué seguir separándonos una mesianidad falsamente entendida.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
PRIMERA PARTE
El ministerio público de Jesús: Dios muestra su majestad esplendorosa al mundo (Jua 1:19-51; Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Análisis de discurso
De Caná a Jerusalén
Los caps. Jua 2:1-25; Jua 3:1-36; Jua 4:1-54; Jua 5:1-47; Jua 6:1-71; Jua 7:1-53; Jua 8:1-59; Jua 9:1-41; Jua 10:1-42; Jua 11:1-57; Jua 12:1-50 muestran una serie de siete milagros o señales que Jesús realiza durante su ministerio público. Por medio de ellos muestra la gloria de Dios al mundo. Esta sección, que comienza con la señal de la boda en Caná de Galilea, es conocida por los comentaristas como “el libro de las señales”.
Los 25 versículos del cap. Jua 2:1-25 se organizan en tres temas: (1) El milagro en Caná de Galilea, Jua 2:1-12. (2) La expulsión de los mercaderes del templo, Jua 2:13-22. (3) La reacción y las señales en Jerusalén, Jua 2:23-25.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Análisis de discurso
Jesús en Jerusalén para la fiesta de Tabernáculos
Cronológicamente hablando han pasado unos seis meses entre la fiesta de la Pascua (cf. Jua 6:4) y la fiesta de los Tabernáculos. Jesús no había vuelto a Jerusalén. A partir de esta fiesta él centró su ministerio alrededor de Jerusalén y ya no volverá a Galilea. Esta fiesta, que era la más popular, alegre y solemne del año, se celebraba en octubre (el mes de “tisri”) después de las cosechas. A partir de ahora la violencia de las autoridades contra Jesús y sus seguidores irá en aumento. Juan intencionalmente no dice nada más del ministerio de Jesús en Galilea durante estos seis meses. De ahora en adelante le interesa centrar su atención en la violencia y rechazo de Jerusalén hacia Jesús. La violencia aparece acentuada precisamente por las constantes referencias al arresto y muerte de Jesús (cf. Jua 7:1, Jua 7:13, Jua 7:19, Jua 7:25, Jua 7:30, Jua 7:32, Jua 7:44; Jua 8:37, Jua 8:40, Jua 8:59).
Por lo visto en los caps. Jua 5:1-47 y Jua 6:1-71 sabemos que un milagro o señal puede ser en Juan el pretexto para el desarrollo de un discurso. El texto del cap. Jua 7:1-53 es el más discutido, desde el punto de vista de la redacción, de todo el evangelio. Contiene pequeños discursos por parte de Jesús zurcidos alrededor de la fiesta en un discurso largo. Se nota que este capítulo, junto con el Jua 8:1-59, no presenta ningún milagro. El redactor tiene entonces que volver a mencionar más bien la señal del cap. Jua 5:1-47 (cf. Jua 7:21, Jua 7:23), realizada en Jerusalén. Algunos comentaristas creen que originalmente el cap. Jua 7:1-53 seguía al Jua 5:1-47, con el Jua 6:1-71 siguiendo al Jua 4:1-54. Pero si Jesús acababa de realizar el milagro de Jua 5:1-15, la petición de sus hermanos de que fuera a Judea para hacer las señales milagrosas allá (Jua 7:3) no tendría ningún sentido. Además, no existen evidencias textuales que apoyen la hipótesis de reorganizar los capítulos. Lo mejor para el traductor es seguir conservando el orden del texto original griego como ha llegado hasta hoy.
El material discursivo en esta sección se organiza en torno a una semana que es el tiempo de duración de la fiesta de Tabernáculos. Primero se anuncia la fiesta (Jua 7:2, Jua 7:10); después se menciona que en la mitad de la fiesta Jesús sube a Jerusalén (Jua 7:14); sigue el día más solemne de la fiesta (Jua 7:37); y, finalmente, después de la fiesta, para incluir los caps. Jua 8:1-59 y Jua 9:1-41. La organización del texto quedaría así:
1. Antes de la fiesta (Jua 7:1-13)
a. Jesús y sus hermanos (vv. Jua 7:1-9)
b. La opinión de los incrédulos (vv. Jua 7:10-13)
2. Jesús a mitad de la fiesta (Jua 7:14-36)
a. Origen de la enseñanza de Jesús (vv. Jua 7:14-18)
b. Moisés en el argumento de Jesús (vv. Jua 7:19-24)
c. ¿Es Jesús el Mesías? (vv. Jua 7:25-36)
1) Enseñanzas como Mesías (vv. Jua 7:25-29)
2) Actitudes frente al Mesías (vv. Jua 7:30-36)
3. Jesús en el último día de la fiesta (Jua 7:37-53)
a. El agua viviente del Espíritu (vv. Jua 7:37-39)
b. División entre el pueblo (vv. Jua 7:40-44)
c. Indignación de las autoridades (vv. Jua 7:45-53)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1. Antes de la fiesta (Jua 7:1-13)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
a. Jesús y sus hermanos (vv. Jua 7:1-9)
TÍTULO: Para esta sección los títulos ofrecidos por las versiones protestantes y católicas difieren marcadamente, ya que estas últimas prefieren evitar mencionar a los “hermanos” de Jesús, lo que no ocurre con las primeras. Incredulidad de los hermanos de Jesús (RV60, RV95), Los hermanos de Jesús no creían en él (DHH, TLA), Incredulidad de los parientes de Jesús (BA), Jesús sube a Jerusalén para la fiesta y enseña (BJ), Va de incógnito (NBE). Consideramos que es más dominante el tema de la exhortación de los hermanos de Jesús para que vaya a la fiesta que su incredulidad respecto a Jesús, por lo que consideramos más apropiado el siguiente título: Los hermanos de Jesús lo exhortan a subir a Jerusalén.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Después de esto traduce el “después de un tiempo” estudiado en Jua 2:12. Jesús caminaba o andaba por los alrededores de Galilea. Posiblemente, por el tiempo de los verbos, se puede entender que se refiere al tiempo entre la Pascua y Tabernáculos. También tiene el sentido de “viajaba de un lugar para otro en Galilea” o que “visitaba los lugares en Galilea” en un ministerio itinerante. También “pasaba un buen tiempo en Galilea”. Esta última oración quizás ayuda más al sentido, pues da la idea de que visitaba a la gente. Al mismo tiempo respalda la idea en la segunda parte del versículo de que Jesús no deseaba visitar Judea: “y no iba a visitar por Judea”. La CEV, siguiendo otras evidencias textuales, cambia el orden del versículo y a la vez la razón por la cual Jesús sale de Galilea: porque los judíos quieren matarlo, y por eso se va a Judea. Sin embargo, todo lo contrario, la mayoría de las traducciones siguen el orden del texto y dan como razón de que Jesús permanezca en Galilea y no quiera ir a Judea, los deseos homicidas de las autoridades judías: porque los judíos intentaban matarlo, «porque los jefes judíos lo buscaban para matarlo» (TLA), «porque los judíos buscaban una ocasión para matarle» (BI). Los judíos se refiere a los dirigentes o autoridades judías y no a todo el pueblo.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 5:18; Jua 7:19; Jua 7:25.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Jesús va de Galilea a Jerusalén
Esta sección es una exposición de las relaciones de Jesús con su familia y con los judíos en general a esta altura de su ministerio. Jesús tenía conciencia de la hostilidad y el complot en su contra (1) y Juan menciona esto para dar cuenta de su retraso al ir a la fiesta. La fiesta de los Tabernáculos era una fiesta popular y nadie que quisiera entrar en contacto con el mayor número posible de gente podía hacer algo mejor que aparecer en Jerusalén en aquel momento. Ese fue el razonamiento de los hermanos de Jesús (3). Quizá habían oído que recientemente muchos de los discípulos de Jesús lo habían abandonado (6:66). Pero el v. 4 muestra que no alcanzaban a captar el carácter de la misión de Jesús. Su propósito no era el de estar a la vista del público. Para él no era más probable que el mundo creyera en él que sus hermanos. La respuesta que dio Jesús en el v. 6 muestra su comprensión de que sus movimientos estaban gobernados por un ritmo que otros encontraban difícil de entender. Para sus hermanos el tiempo siempre está a la mano, o sea que cualquiera es bueno. La palabra tiempo aquí indica un tiempo oportuno y debe distinguirse de cualquier mención previa a la “hora”, aunque esté relacionado. Pareciera que Jesús estaba comentando el uso que hicieron sus hermanos de la palabra mundo (7) porque ellos no se habían dado cuenta de que era hostil a Jesús (en el sentido en que se usa en el Evangelio). Aquí se emplea específicamente con un sentido moral (porque sus obras son malas). Algunos textos en el v. 8 incluyen un “no” y otros “aún no”. La segunda lectura puede haber sido un intento de evitar una dificultad dado que Jesús sí fue a Jerusalén, pero la primera es la más probable. En ese caso, Jesús no estaba negando que iría a la fiesta, sino que estaba negándose a hacerlo tal como querían sus hermanos en una demostración pública. Esto es apoyado por la afirmación en el v. 10.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
7.2 La Fiesta de los Tabernáculos se describe en Lev 23:33ss. Este acontecimiento tenía lugar en octubre, alrededor de seis meses después de la celebración de la Pascua mencionada en Joh 6:2-5. La fiesta conmemoraba los días en que los israelitas peregrinaban por el desierto y vivían en tabernáculos (Lev 23:43).7.3-5 A los hermanos de Jesús les resultaba difícil creer en El. A la larga, algunos de estos hermanos llegarían a convertirse en líderes de la iglesia (Santiago, por ejemplo), pero durante varios años se avergonzaron de Jesús. Después de la muerte y resurrección de Jesús, por fin creyeron. Hoy en día tenemos toda razón de creer porque contamos con la narración completa de los milagros, la muerte y la resurrección de Jesús. También contamos con la evidencia de lo que el evangelio ha obrado en la vida de las personas a través de los siglos. No se pierda esta oportunidad de creer en el Hijo de Dios.7.7 Como el mundo odiaba a Jesús, quienes lo seguimos podemos esperar que la gente también nos odie. Si las circunstancias marchan demasiado bien, pregúntese si sigue a Cristo como debiera. Podemos estar agradecidos cuando la vida transcurre sin dificultad, pero debemos asegurarnos de que no sea a costa de seguir a Cristo a medias o de no seguirlo.7.10 Jesús vino con el regalo más grande ofrecido jamás, ¿por qué entonces a menudo actuaba en secreto? Los líderes religiosos lo odiaban y muchos rechazaban su regalo de salvación no importaba lo que dijera o hiciera. Cuanto más enseñaba y obraba Jesús en público, más problemas causaban dichos líderes a Jesús y a sus seguidores. De modo que era necesario que Jesús enseñase y obrase con la mayor discreción posible. Muchas personas hoy en día cuentan con el privilegio de enseñar, predicar y adorar públicamente enfrentándose a muy poca persecución. Estos creyentes debieran estar agradecidos y aprovechar al máximo sus oportunidades de proclamar el evangelio.7.13 Los líderes religiosos tenían gran influencia sobre la gente común. Al parecer no pudieron hacerle gran cosa a Jesús durante este tiempo, pero amenazaban a cualquiera que pudiera apoyarlo públicamente. La expulsión de la sinagoga era una de las represalias por creer en Cristo (9.22). Para un judío, esto constituía un castigo severo.7.13 ¡Todos hablaban de Jesús! Pero cuando llegó el momento de hablar a su favor en público, callaron. Tuvieron temor. El temor puede ahogar nuestro testimonio. Aunque muchos hablan de Cristo en la iglesia, cuando llega el momento de hacer una declaración pública de fe, a menudo sienten vergüenza. Jesús dice que nos reconocerá delante de Dios si lo reconocemos delante de los hombres (Mat 10:32). ¡Tenga valor! ¡Hable de Cristo!7.16-18 Los que procuran conocer la voluntad de Dios y cumplirla sabrán en forma intuitiva que Jesús dijo la verdad con respecto a su persona. ¿Ha escuchado alguna vez a oradores religiosos y se ha preguntado si decían la verdad? Debe probarlos: (1) sus palabras deben estar de acuerdo con la Biblia, no contradecirla; (2) sus palabras deben señalar a Dios y a su voluntad, no a ellos mismos.7.19 Los fariseos pasaban sus días tratando de alcanzar la santidad mediante la observación de las reglas meticulosas que habían agregado a la Ley de Dios. La acusación de Jesús de que no guardaban la Ley de Moisés los hirió profundamente. A pesar del pomposo orgullo propio y del que sentían por sus reglas, ni siquiera llegaban a cumplir con su religión legalista, pues vivían muy por debajo de lo que requería la Ley de Moisés. El homicidio sin duda iba en contra de la Ley. Los seguidores de Jesús debieran hacer más de lo que demanda la ley moral y esto no se logra con añadiduras a sus requisitos, sino yendo por encima y por debajo de los simples permisos y prohibiciones de la ley para llegar al espíritu de la misma.7.20 La mayoría de las personas tal vez no estaban al tanto de la conspiración para matar a Jesús (5.18). Había un pequeño grupo que buscaba el momento oportuno para matarlo, pero casi todos aún no habían llegado a una conclusión en cuanto a qué era lo que creían con respecto a El.7.21-23 De acuerdo con la Ley de Moisés, la circuncisión debía efectuarse ocho días después del nacimiento de un bebé (Gen 17:9-14; Lev 12:3). Este rito se cumplía en todos los varones judíos para demostrar su identidad como parte del pueblo del pacto con Dios. Si el octavo día después del nacimiento era de reposo, la circuncisión se hacía de todos modos (a pesar de considerarse trabajo). Aun cuando los líderes religiosos permitían ciertas excepciones a las leyes del día de reposo, no le permitieron ninguna a Jesús, que sencillamente mostraba misericordia a los que necesitaban sanidad.7.26 Este capítulo muestra muchas de las formas en que la gente reacciona ante Jesús. Lo llamaron bueno (7.12), engañador (7.12), endemoniado (7.20), el Cristo (7.26) y el profeta (7.40). Debemos determinar en nuestras mentes quién era Jesús, sabiendo que cualquier cosa que decidamos tendrá consecuencias eternas.7.27 Una tradición popular decía que el Mesías sencillamente aparecería. Pero los que creían esta tradición pasaban por alto las Escrituras que anunciaban con claridad el lugar de nacimiento del Mesías (Mic 5:2).7.37 Las palabras de Jesús, «Venga a mí y beba», hacían alusión al tema de muchos pasajes bíblicos que hablan acerca de las bendiciones generadoras de vida del Mesías (Isa 12:2-3; Isa 44:3-4; Isa 58:11). Al prometer dar el Espíritu Santo a todo el que creyese, Jesús declaraba ser el Mesías, ya que eso era algo que solo el Mesías podía hacer.7.38 Jesús usó la expresión agua viva en 4.10 para referirse a la vida eterna. Aquí utiliza la expresión para referirse al Espíritu Santo. Los dos van juntos: dondequiera que se acepte el Espíritu Santo, trae vida eterna. Jesús enseña más acerca del Espíritu Santo en los capítulos 14-16. El Espíritu Santo dio poder a los seguidores de Jesús en Pentecostés (Hechos 2) y desde entonces ha estado al alcance de todos los que aceptan a Jesús como Salvador.7.40-44 La multitud hacía preguntas acerca de Jesús. Algunos creían, otros eran hostiles y otros lo descalificaban como Mesías porque era de Nazaret, no de Belén (Mic 5:2). Pero El nació en Belén (Luk 2:1-7), aunque creció en Nazaret. Si hubiesen prestado más atención, no habrían arribado a conclusiones erróneas. Cuando busque la verdad de Dios, asegúrese de escudriñar la Biblia con atención y reflexión conservando abierto el corazón. No llegue a conclusiones antes de informarse bien de lo que dice la Biblia.7.44-46 Aunque los romanos gobernaban Palestina, daban autoridad a los líderes religiosos judíos en los casos de asuntos civiles y religiosos de menor cuantía. Los líderes religiosos supervisaban a sus propios alguaciles y los investían de poder para arrestar a cualquiera que provocase un disturbio o quebrantase cualquiera de sus leyes ceremoniales. Como dichos líderes desarrollaron cientos de leyes triviales, resultaba casi imposible que cualquiera, incluso ellos mismos, escapase de quebrantar, pasar por alto o al menos desconocer alguna en un momento dado. Pero estos alguaciles no podían encontrar justificación para arrestar a Jesús. Y al escucharlo con la intención de descubrir alguna evidencia, no pudieron evitar escuchar las maravillosas palabras que decía.7.46-49 Los líderes judíos se veían como un grupo selecto que era el único poseedor de la verdad, y rechazaban la verdad en cuanto a Cristo porque no había partido de ellos. Es fácil pensar que somos dueños de la verdad y que los que no están de acuerdo con nosotros están totalmente equivocados. Pero la verdad de Dios está al alcance de todos. No copie la actitud egoísta y estrecha de los fariseos.7.50-52 Este pasaje ofrece un vistazo más a la vida de Nicodemo, el fariseo que visitó a Jesús de noche (capítulo 3). Al parecer, Nicodemo se convirtió en un creyente secreto. Como la mayoría de los fariseos odiaba a Jesús y deseaba matarlo, Nicodemo arriesgó su reputación y su encumbrada posición cuando habló a favor de Jesús. Su declaración fue valiente y de inmediato los fariseos sospecharon de él. Después de la muerte de Jesús, Nicodemo le llevó especias para ungirle (19.39). Esa es la última vez que lo mencionan las Escrituras.7.51 Nicodemo confrontó a los fariseos con la realidad de que no guardaban sus leyes. Los fariseos perdían terreno; los alguaciles volvieron impactados por Jesús (7.46) y uno de los mismos fariseos, Nicodemo, lo defendía. Al ver que quedaban expuestos sus motivos hipócritas y que su prestigio se desmoronaba lentamente, comenzaron a movilizarse con el fin de protegerse. El orgullo habría de interferir con su capacidad de razonar y en poco tiempo los obsesionaría el deseo de deshacerse de Jesús por el simple hecho de evitar la humillación. Lo bueno y lo justo no importaban.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 371 Mar 9:30; Jua 5:18
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Después de esto. Unos seis meses han transcurrido entre la Pascua (6:4) y la fiesta de los Tabernáculos (7:2). Juan no menciona cada incidente del ministerio de Jesús (cp. 21:25).
Fuente: La Biblia de las Américas
1 super (1) Aunque el Señor es Dios el Creador, El vivió en la tierra como un hombre y sufrió persecución a manos de Sus criaturas.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
104 (C) JERUSALÉN DURANTE LA FIESTA DE LOS TABERNÁCULOS (7,1-8,59). El proceso de redacción del material de estos capítulos fue complejo, como ponen en evidencia algunas secuencias extrañas, los cambios bruscos de tema y la falta de un contexto adecuado para
8,12-59. Únicamente el versículo introductorio «Yo soy la luz del mundo» (v. 12) y la referencia conclusiva al Templo (v. 59) sugieren que este discurso tiene lugar al final de la fiesta de los Tabernáculos que sirve de estructura al cap. 7. (Los copistas posteriores intentaron quizás resolver la incongruencia narrativa insertando el episodio no joánico de la mujer adúltera en 7,53-8,11.) Jn 8 es el punto culminante del enfrentamiento de Jesús con «los judíos», puesto que en él Jesús se atribuye el «Yo soy» divino (vv. 28.58).
La súbita reaparición del debate sobre la curación del paralítico en 7,19-23 y la mención de una conspiración contra Jesús que no forma parte del contexto narrativo de estos versículos (w. 1.19.25.30.32) anticipan el proceso cuasi-judicial al que se verá sometido Jesús al final del capítulo (w. 44-52) y aíslan narrativamente el discurso que queda entre ellos. La defensa de la curación en sábado que aparece en 7,19-23 no tiene una orientación tan claramente cristológica como 5,19-47. En lugar de enfatizar que él actúa en sábado como su Padre, Jesús utiliza el mismo tipo de argumentación legal que en los sinópticos (cf. Mc 2,23-26; Mt 12,5). La pregunta sobre el origen de los «conocimientos» de Jesús (7,15-17) pertenece al mismo contexto narrativo que la discusión sobre el sábado. Probablemente esta sección de Jn 7 formaba parte en un principio del episodio de la curación en sábado que quedó interrumpido por el largo discurso de Jesús sobre su relación con Dios como dador de vida y juez. La división de opinión y la trama urdida contra Jesús en 7,43-44 quizás formaran también parte del episodio original. El recurso al tema de la Pascua en Jn 6 provee de contexto el ministerio de Jesús entre la fiesta innominada de Jn 5 (en realidad, un episodio de controversia sobre el sábado) y el retorno de Jesús a Jerusalén durante la fiesta de los Tabernáculos de Jn 7. Juan aprovecha la ocasión de esta nueva «subida» a Jerusalén para mostrar al lector que, aunque Jesús deba manifestarse en Jerusalén, esto no ocurrirá hasta que haya llegado la hora de su glorificación en la cruz. Toda conspiración contra Jesús será inútil hasta que no llegue la hora de su retorno al Padre. (Véase H. W. Attridge, CBQ 42 [1980] 160-70.)
105 (i) Galilea: Jesús rechaza el consejo de ir a la fiesta (7,1-9). 1-2. La presencia de Jesús en Galilea está relacionada con la amenaza de muerte pronunciada en su contra por «los judíos» de Judea (cf. 5,18). 2. Tabernáculos: → Instituciones, 76:133-38. 3. Los «hermanos» y los «discípulos» de Jesús aparecieron por última vez en 2,12, en Cafarnaún, el lugar del discurso sobre el pan de vida. La tradición sobre la incomprensión de los parientes de Jesús está presente también en los sinópticos (Mc 3,21.31-32; 6,4). El lector sabe bien que los signos de Jesús no van a procurarle en Judea la aprobación que anticipan sus hermanos (véase 2,23-24). 4. darte a conocer al mundo: La petición de una demostración pública de los poderes de Jesús es paralela a la lectura política de la multiplicación de los panes en 6,14-15. Sin embargo, la tensión entre la actuación de Jesús que parece dirigir sus «signos» solamente a los creyentes y la demanda que éstos sean manifestados al mundo quizás refleje una de las acusaciones judías contra la identificación cristiana de Jesús con el Mesías. R. E. Brown (BGJ 308) identifica en las expectativas mesiánicas un patrón paralelo al de las tentaciones de la tradición sinóptica: (a) el pueblo desea coronar rey a Jesús (Jn 6,15; oferta de los reinos del mundo, Mt 4,8); (b) el pueblo le pide el milagro del maná (Jn 6,31; que las piedras se conviertan en pan, Mt 4,3); (c) demostración pública de los poderes de Jesús (Jn 7,4; lánzate desde el pináculo del templo, Mt 4,5). 5. El comentario del narrador recuerda al lector que tales peticiones son fruto de la falta de fe.
6-7. no me ha llegado el momento: El odio que provocará los intentos de acabar con la vida de Jesús (p.ej., 8,59) se halla ya presente. La «hora» de su crucifixión/exaltación será el momento culminante del proceso cósmico iniciado por su testimonio; el mundo será declarado culpable y esta será la tarea que el Paráclito deberá llevar a cabo (16,8-10).
106 (ii) Jesús va secretamente a la fiesta (7,10-13). La partida «secreta» de Jesús a Jerusalén provee de contexto narrativo a las murmuraciones (cf. 6,41.61) en Jerusalén. Los debates entre opiniones divergentes (también 7,40-41; 10,20-21) a menudo introducen acusaciones contra Jesús que emergieron durante las discusiones entre los cristianos joánicos y sus oponentes. El v. 13 refleja esta situación refiriéndose al «miedo de los judíos» que evita que el pueblo hable abiertamente sobre Jesús. El pasaje introduce a tres grupos, ninguno de ellos creyente, que interactuarán con Jesús durante su predicación en Jerusalén: (a) «discípulos», personas con una fe inadecuada en Jesús que se basa en los primeros «signos» de éste; (b) la multitud, en la mayoría de los episodios dividida en su opinión sobre Jesús; (c) «los judíos», a veces representados por los fariseos que el evangelista considera sus líderes y los enemigos declarados de Jesús.
107 La mayor crítica contra Jesús, la acusación de que se trata de un falsario que engaña al pueblo (v. 12), se repite en 7,47 (cf. su uso como acusación legal en Lc 23,2). Fuentes posteriores judías (bSanh. 43a) y cristianas (Justino, Dial. 69,7; 108,2) atestiguan que los judíos condenaron a Jesús por «brujo» y porque «engañaba a la gente». Jesús será pues condenado como «falso profeta» según la ley en Dt 18,18-22 (también Dt 13,1-16; mSanh. 11, 5). Los escritos apocalípticos describen la llegada de falsos profetas que engañarán a la gente y obrarán milagros (Mc 13,22; Mt 24,11; lQpHab 2,2; 5,9-12 sobre «el hombre de las mentiras»). Jn 7 hace frente a estas acusaciones. (El evangelista ha ofrecido ya una primera respuesta en 6,14-15 mostrando que Jesús no está interesado en reunir grandes multitudes ni en seducir a nadie con sus signos.)
108 (iii) Jesús enseña en el Templo (7,14-24). Hemos visto ya los principales argumentos de la autodefensa de Jesús: Jesús no habla en nombre propio sino en nombre de Dios (vv. 17-18; 5,19.30); no actúa según su propia voluntad (7,17; 5,30); no busca su propia gloria (7,18; 5,41.44). El contraste entre los «conocimientos» (grammata) de Jesús y la idea que sus oponentes tienen de las «enseñanzas» (grammata) de Moisés es asimismo motivo de controversia desde el principio (7,15; cf. 5,47). Jesús acusa a los oponentes que desean matarle de contradecir la misma ley de Moisés que afirman defender (v. 19; 5,18). 20. ¿quién intenta matarte?: La multitud interpreta las palabras de Jesús como prueba de que «está endemoniado». La tradición sinóptica presenta esta acusación tras la curación en sábado y en relación con la falta de fe de sus parientes, contexto probable en la tradición usada por Juan (Mc 3,20-22). 22-23. si circuncidáis a un hombre en sábado: Aquí Jesús responde con un estilo de argumentación más convencional que el utilizado en Jn 5. Argumenta a partir del «caso menor» permitido por sus oponentes, la circuncisión de un niño en sábado, hasta el «caso mayor», el restablecimiento de la salud en el sentido más amplio. Así demuestra sus «conocimientos» y la injusticia de la acusación que se le dirige (v. 24).
109 (iv) División: ¿Es éste el Mesías? (7,25-31). 25-27. cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene: Justino atestigua esta creencia: el Mesías se halla escondido entre los hombres hasta que será «revelado» por la unción de Elías (Dial. 8,4; 110,1). 28-29. El lector conoce ya la respuesta a esta objeción. Jesús no «procede» del «lugar/padres» que le atribuye la multitud, sino que procede del cielo (6,41-42). Solamente los que «conocen» al Padre que ha enviado a Jesús reconocen su procedencia (cf. 6,43-45). 30-31. La escena concluye con una nueva división: los que intentan acabar con su vida y los que «creen» en base a sus «signos».
110 (v) Los guardias son enviados a arrestar a Jesús (7,32-36). La división de la multitud hace llegar la popularidad de Jesús a oídos de los fariseos (cf.4, 1.3), que en Juan se muestran siempre interesados en suprimir la fe en Jesús (7,47-48; 9,13-16.24-29.40; 11,46; 12,19.42). 33-34. me buscaréis, pero no me encontraréis: La «hora» se aproxima (cf. 11,9-10). Un anuncio similar al final del ministerio público sirve de juicio contra la falta de fe (12,35-36). Esta amenaza se explícita en 8,21.23: morirán por sus pecados. 35-36. El lector puede discernir el sentido oculto en las palabras de la multitud. Cuando Jesús retorne al Padre, atraerá a otros, «los griegos», hacia él (cf. 12,21-22).
111 (vi) Jesús es el agua viva (7,37-39). El simbolismo del agua en este evangelio alcanza aquí su punto culminante. En el séptimo día de los Tabernáculos, los sacerdotes tomaban agua del manantial de Siloé y circundaban el altar siete veces. La multitud agitaba ramas de mirto y sauce sujetas con fibra de palmera en la mano derecha y sostenía un «etrón» o limón salvaje en la mano izquierda como signo de fertilidad. Tras la procesión en torno al altar, los sacerdotes subían la rampa hasta el altar y vertían el agua a la tierra a través de un embudo de plata. Este ritual nos permite situar en un contexto adecuado las palabras de Jesús. 37b-38. La afirmación de Jesús presenta tres problemas íntimamente relacionados: (a) «El que cree en mí», ¿forma parte del v. 37b o del v. 38? (b) ¿A qué texto de la Escritura se refiere Juan? (c) ¿En quién brotan las aguas según esta imagen, en Jesús o en el creyente en Jesús? El contraste entre la invitación a venir a Jesús todos los sedientos (cf. 4,14; 6,35) y la expresión «de lo más profundo de él» del siguiente versículo sugiere que el origen del agua en ambos casos es Jesús. Este tema puede considerarse una repetición del paralelismo entre Jesús y la divina sabiduría (Prov 9,5; Eclo 24,19-21; 51,23-24). La expresión «el que cree en mí» resulta problemática tanto si se la considera parte del v. 37b como del v. 38. Probablemente sea una adición del evangelista destinada a recordar al lector que únicamente el creyente puede recibir la salvación de Jesús.
112 La identificación de las citas joánicas de la Escritura resulta muy compleja cuando no existe una correspondencia explícita con ningún pasaje. Algunos paralelos interesantes surgen de la comparación con el agua y el maná del desierto (véase en referencia al maná Jn 6,35; p.ej., Sal 105,40-41; Sal 78,15-16.24). Son interesantes asimismo las referencias a los textos proféticos que anuncian ríos de agua que brotarán del monte del Templo al final de los tiempos (p.ej., Ez 47,1-11; Zac 14,8). Algunas tradiciones reflejadas en los Targumes presentan las alusiones al agua escatológica que brotará de la roca del Templo en relación con el agua que brota de la roca en el libro del Éxodo (p.ej., Tos. Sukk. iii 3,18). 39. sobre el Espíritu: El evangelista añade a continuación su propio comentario, según el cual las expresiones sobre el agua son en realidad referencias al Espíritu que el Cristo resucitado verterá sobre sus discípulos (p.ej., Jn 20-22).
113 (vii) División: ¿Es éste el Profeta? (7,40-44). Continúan las preguntas acerca de la identidad de Jesús. Esta sección es el antitipo de los breves episodios que, al inicio del evangelio, presentan los títulos cristológicos a la par que describen la reunión de los primeros discípulos. Las preguntas mesiánicas se repiten con insistencia hasta alcanzar su clímax en la afirmación «Yo soy» del siguiente capítulo. Y, sin embargo, el resultado no es otro que la falta de fe y una creciente hostilidad. 40-41a. Estos versículos proponen dos títulos, «el profeta» y «el Mesías». 41b-42. de Belén: Una vez más, la procedencia de Jesús parece descalificarle como Mesías davídico (Miq 5,1 vincula al Mesías con Belén; cf. Mt 2,4-6). Ya Natanael tuvo que superar su escepticismo ante el hecho de que Jesús fuera de Nazaret para poder creer en él (1,45-46). Parece claro que esta cuestión formó parte de los ataques anticristianos dirigidos contra la comunidad joánica. 43-44. La división del pueblo preludia de nuevo la hostilidad que está por llegar.
114 (viii) Las autoridades rechazan a Jesús (7,45-52). 45-46. los guardias: Como excusa por no haber arrestado a Jesús, los guardias aluden al carácter inusual de su discurso (cf. Mc 1,22; 6,2; 7,37; 11,18). El lector joánico sabe que los guardias, aun sin saberlo, están en lo cierto puesto que las palabras de Jesús tienen un origen único (cf. 8,40). 47-49. ¿os habéis dejado seducir?: Los fariseos insisten en que Jesús engaña a la gente. La hostilidad entre los líderes judíos y «la multitud», ignorante de la ley, se expresa de forma dramática en el testimonio que el ciego de nacimiento da de Jesús en Jn 9, y refleja probablemente las experiencias de persecución de los cristianos joánicos. 50. Nicodemo: Súbitamente reaparece en escena. El evangelista nos recuerda su encuentro con Jesús en 3,1-12. Nicodemo destaca la «ilegalidad» del proceso contra Jesús, que está siendo condenado sin que pueda defenderse (cf. Exod. Rabb. 21,3), ¿también tú eres de Galilea?: La respuesta que recibe Nicodemo es el epíteto desdeñoso de «galileo», que equivale a considerarlo de tan poco valor como la chusma que sigue a Jesús, mientras le repiten que las Éscrituras dejan claro que «el profeta» no puede provenir de Galilea.
115 [AGRAFON: LA MUJER ADÚLTERA (7,53-8,11) ]. Este episodio no aparece en los manuscritos del cuarto evangelio hasta el s III. A pesar de que llena un vacío, aportando un episodio narrativo antes del discurso de 8,12-59, no presenta ninguna de las características propias del estilo o la teología joánicos. Quien insertó el episodio en este lugar quizás pretendiera ilustrar 8,15, «Yo no quiero juzgar a nadie», y 8,46, «¿Quién de vosotros sería capaz de demostrar que yo he cometido pecado?». El episodio es un «apotegma biográfico» en el que los oponentes de Jesús le tienden una «trampa» que éste debe superar mediante una palabra o acción que demuestre su sabiduría (p.ej., Mc 12,13-17, sobre el tributo debido al césar). El contexto presupone «la predicación diaria en el Templo» propia del ministerio de Jesús en Jerusalén según el evangelio de Lucas 20,1; 21,1.37; 22,53. Algunos de los manuscritos del NT presentan este mismo episodio a continuación de Lc 21,38. El tema del perdón ofrecido por Jesús a la mujer pecadora forma parte de la tradición específica de Lucas (p.ej., Lc 7,36-50; 8,2-3).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Entre los acontecimientos narrados en este capítulo y los referidos en el que le precede, medía un largo intervalo. S. Juan pasa en silencio casi completo los muchos milagros que nuestro Señor hizo mientras “andaba” en Galilea. Los sucesos que él historió por inspiración divina, son los que tuvieron lugar en Jerusalén ó en sus alrededores.
Es de notarse en este pasaje lo extremo de la obstinación é incredulidad del género humano. Cuéntasenos que no creían en nuestro Señor ni aun sus hermanos. Aunque observaba una conducta santa, inofensiva, intachable, algunos de los que, según la carne, eran sus parientes más cercanos, rehusaron recibirlo como el Mesías. Harto extraño era que su pueblo escogido, los judíos, procurasen matarlo; pero era aun peor que sus hermanos no creyeran en él.
Ahí se ve estampada como con letras luminosas la gran doctrina bíblica de que todo hombre tiene necesidad de la gracia divina para convertirse y para preservarse del pecado. Que todos los que ponen en duda esa doctrina examinen el pasaje y mediten sobre él. Advertirán entonces que ver los milagros de Cristo, oír sus preceptos y vivir en compañía con El, no fueron parte á tornar los incrédulos en creyentes. El mero goce de privilegios espirituales jamás ha convertido á persona alguna al Cristianismo. Todo es inútil sin la eficaz aplicación del Espíritu Santo. Qué mucho que nuestro Señor dijera en otro lugar: “Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere.” Joh 6:44.
Los verdaderos siervos de Cristo, cualquiera que sea el siglo en que vivan, harán siempre bien en acordarse de esto. Sabido es que frecuentemente se sorprenden y se conturban de pensar que se encuentran tan solos, tan aislados, en la profesión de su religión; y se imaginan que ellos tienen la culpa de que todos los que los rodean no se hayan convertido á semejanza suya. Mas, que mediten en el versículo de que venimos tratando. Nuestro Señor Jesucristo era perfecto en su carácter, en sus palabras y en sus acciones; y sin embargo, ni sus propios hermanos creyeron en El.
También nos enseña este pasaje cuál es la razón principal de que muchos sienten odio hacia Cristo. Se nos refiere que nuestro Señor dijo á sus incrédulos hermanos: “No puede el mundo aborreceros á vosotros; mas á mí me aborrece, porque yo doy testimonio de él, que sus obras son malas.”
Estas palabras revelan una de esas razones ocultas que influyen en el ánimo de los hombres cuando tratan de asuntos religiosos; y explican, en parte, esa aversión mortal que muchos manifestaron hacia nuestro Señor y hacia su sistema religioso. No era tanto las elevadas doctrinas que predicaba, sino las elevadas reglas de conducta que imponía, lo que despertaba oposición. No era siquiera el derecho que reclamaba de que se le recibiera corno al Mesías lo que les disgustaba tanto á los hombres, sino las protestas que hacia contra la maldad de su conducta. En una palabra, ellos le habrían tolerado la expresión de sus opiniones, si él, á su turno, les hubiera pasado en silencio sus pecados.
Esta verdad, no hay que dudarlo, es de aplicación universal.
Se nota tanto hoy corno mil ochocientos años ha. El verdadero motivo por el cual muchos rechazan con repugnancia el Evangelio es porque este exige santidad de conducta. Enseñad solo doctrinas abstractas, y habrá pocos que levanten queja alguna. Denunciad los pecados de moda y exhortad al pueblo al arrepentimiento, y al punto habrá miliares que se sienten mortificados. La verdadera razón por la cual muchos profesan ser infieles y lanzan dicterios contra el Cristianismo, es que su sistema religioso es una censura permanente de sus malas vidas. Como Achab al profeta Miqueas, lo aborrecen porque nunca les profetiza bien, sino solamente mal 1Ki 22:8.
Observemos, por último, en este pasaje, cuan singular era la variedad de conceptos que acerca de Jesucristo se emitían desde el principio. Se nos dice que el pueblo hablaba por lo bajo acerca de él, y que unos decían que era bueno y otros que engañaba á la gente. Las palabras que el anciano Simeón había pronunciado treinta años antes, se cumplieron entonces de una manera maravillosa. él había dicho á la madre de nuestro Señor: “ He aquí, que este niño es puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para blanco de contradicción;….para que de muchos corazones sean manifestados los pensamientos.” Luk 2:34-35.
En vista de un pasaje como este, no debiéramos sorprendernos al ver en nuestros días esa variedad interminable en ideas religiosas de que tanto se habla. El odio declarado que algunos tienen hacia Jesucristo; el espíritu de censura y de murmuración que manifiestan otros; la osada confesión de los pocos que son fieles; la timidez y cobardía de los muchos desleales; esa guerra incesante de palabras de que tantas veces ha sido víctima la iglesia de Cristo-todas estas cosas no son sino nuevos síntomas de la misma y antigua enfermedad. La corrupción de la naturaleza humana es tal que Jesucristo mismo causa separaciones entre los hombres donde quiera que su nombre es anunciado. Mientras el mundo exista constantemente se estarán cumpliendo esas profundas y proféticas palabras que salieron de sus labios: “ No penséis que he venido para meter paz, sino espada.” Mat 10:34.
No nos avergoncemos jamás de pertenecer al pequeño número de los que creen en Jesucristo, de los que oyen su voz, de los que lo siguen y lo confiesan ante los hombres. Mientras otros disipan el tiempo en vanas disputas y en controversias estériles, acojámonos nosotros á la cruz y empeñémonos en “hacer firmes nuestra vocación y elección.”
Fuente: Los Evangelios Explicados
R885 El negativo imperfecto (οὐ ἤθελεν) generalmente denota resistencia a la presión o la frustración (comp. Luc 15:28).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Va el Señor a Jerusalén, y asiste a la fiesta de los Tabernáculos, en donde demuestra la verdad de su doctrina contra los judíos, que injustamente le calumniaban por haber sanado un hombre en día de sábado. Llama a sí a los que tienen sed. El pueblo se divide en diversos sentimientos acerca de su persona. Los sumos sacerdotes le envían a prender; y los ministros que fueron, oyendo su doctrina, vuelven, y le alaban. Nicodemo le defiende en el Sinedrio; y es reprendido por ello.
1 a. Esto es; las cabezas y principales de los judíos.
2 b. Esta fiesta, que en Griego se llama skenopegía, esto es: de Tabernáculos o tiendas de campaña, era de las más solemnes que tenían los judíos, y que celebraban por espacio de ocho días en memoria de la divina protección que experimentaron durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto habitando bajo de tiendas o pabellones.
3 c. Sus parientes, conforme al estilo de la Escritura.
d. Deja esta tierra, que es de poco nombre y crédito, y pasa a Jerusalén, para que en una ciudad tan nombrada e ilustre, todo el mundo vea las obras que haces. Esto lo decían, porque no entendían aún el modo con que se había de establecer el reino del Mesías.
5 e. Aunque hacían aprecio de sus milagros; pero algunos no le reconocían por el Cristo y por el Mesías verdadero.
6 f. Porque antes de ser glorificado, debo padecer y ser humillado: vosotros podéis sin riesgo alguno subir a Jerusalén. No puede el mundo aborreceros a vosotros, como me aborrece a mí; porque vosotros os conformáis con él; y yo con mi doctrina y con mis obras manifiesto que las suyas son malas.
8 g. Non por nondum; como se lee en el Griego: óupo anabáino. Mas yo no subo ahora con vosotros, hasta que llegue mi tiempo.
10 h. Por no excitar los celos y envidia de los fariseos, que no podían sufrirle, se fue solo y sin el acompañamiento de sus discípulos; porque no había llegado el tiempo establecido por el Padre, para ofrecerse en sacrificio; que es lo que aquí significa el Señor a los suyos.
11 i. Estas palabras descubren bien el desprecio con que le miraban, y el odio que le tenían.
13 j. Esto se entiende de los que hablaban bien de él, y que le tenían en buen concepto.
14 k. Al tercero o cuarto día de la festividad. Y si al principio se portó el Señor como hombre, ocultándose de los judíos, para dar ejemplo a los suyos, que no deben exponerse sin necesidad a la malicia y furor de sus enemigos; ahora obra como dueño soberano, se muestra públicamente, enseña en el templo, y sin temor alguno de los hombres da a entender que podía cumplir su ministerio, sin que ninguno se lo estorbase.
15 l. Esta admiración era muy estéril, pues se quedaban ciegos y obstinados, porque su orgullo les impedía ver y conocer que era verdaderamente el Hijo de Dios, aquel cuya doctrina admiraban, enseñando con una autoridad que ellos no tenían.
16 m. Esta doctrina, que vosotros miráis como de un hombre, no es mía; porque si yo fuera un hombre tal como vosotros, hubiera debido hacerme instruir por vosotros, y recibir mi doctrina por el canal ordinario de los doctores que hay establecidos en Israel. Mas siendo Dios por mi naturaleza, y el Verbo y la sabiduría de Dios mi Padre, que me ha enviado, de él es de quien tengo mi doctrina, como Dios y como hombre. San Cirilo.
17 n. Del Padre. El que quisiere obedecer a Dios sinceramente, despojándose de toda malicia, de toda envidia, y de ese odio que me tenéis injustamente, conocerá luego sin dificultad que es Dios el que habla en mí, y el que os instruye por mi boca.
18 o. Sin misión y vocación de Dios.
p. Habla sin respeto a personas: solamente busca la gloria de Dios, merece crédito, y es incapaz de engañar a los que instruye.
19 q. ¿Por qué me decís que yo no cumplo la ley, cuando sano a un hombre en día de sábado? ¿La cumplís vosotros, sustituyéndole vuestras tradiciones, que son humanas, y opuestas a la misma ley? ¿Cómo sois tan escrupulosos, que no podéis sufrir que yo sane a un hombre en día de sábado, al paso que vosotros lo estáis profanando a cada instante? ¿Por esto me buscáis para hacerme morir?
20 r. El me es enfático; ninguno de vosotros cumple la ley, y con todo eso a mí solamente me queréis matar, como a transgresor. ¿Por que a mí, y no a los otros?
s. Aunque Jesucristo hablaba de los fariseos, que realmente buscaban medio para hacerle morir; el pueblo, que ignoraba sus designios, persuadido que el Señor hablaba también con ellos, y no sintiéndose culpable de semejante pensamiento, le respondió con desdén y enojo, profiriendo una blasfemia contra su persona; mas el Señor sin turbarse prosiguió su discurso.
21 t. Se entiende en sábado; esto es, la curación del paralítico.
22 u. Moisés la recibió de los patriarcas Jacob, Isaac y Abraham. Propterea, por lo cual, por cuanto, y otros, ciertamente. Ni hay razón alguna para violentar el texto, y unir el propterea al versículo que precede.
23 v. Porque ésta mandaba que se hiciese al octavo día; y así se ejecutaba, aunque este día cayese en sábado.
w. En la circuncisión se cortaba una partícula de carne, que se llamaba prepucio, el cual entre los judíos era una nota de infamia y de infidelidad. Mas Jesucristo sanó al paralítico en todo su cuerpo: otros entienden, que la salud se extendió al cuerpo y alma. San Agustín.
24 x. La ley os manda (Dt 1,16-17), que hagáis un juicio justo de las cosas, y que no juzguéis según la apariencia de ellas, sino libres de odio, de favor, de respetos humanos; mas conmigo ejecutáis todo lo contrario. Usad de un mismo peso y de una misma medida para medir y pesar vuestras acciones y las mías, y no daréis lugar a que se os acuse de prevaricadores de la ley.
26 y. Veían por una parte el furor de que estaban armados contra Jesús, y por otra le oían predicar con toda libertad, y sin que nadie se lo impidiese; y no sabiendo en qué podía esto consistir, porque no conocían la virtud divina, que invisiblemente no les permitía obrar contra el Señor, comenzaron a dudar, si sus ancianos y sacerdotes le habrían reconocido por el Mesías.
27 z. Confundían las dos generaciones de Jesucristo: la una temporal y visible; la otra oculta e incomprensible; porque no entendían aquel célebre lugar de Isaías (53,8): ¿Quién es el que contará su generación? San Cirilo, San Agustín.
28 a. Vosotros sabéis mi origen y nacimiento, según la carne; mas ignoráis el eterno y divino que tengo. Et a me ipso non veni. Et en lugar de sed, lo que es muy usado. Verax, alethinós, atributo propio de Dios.
29 b. Engendrado ab aeterno, e Hijo natural.
30 c. La hora de Jesucristo era la de su voluntad, por cuanto se ofreció al sacrificio, porque quiso; y así hasta que llegó aquel momento determinado en el consejo de Dios, aunque querían echarle mano, y le tenían presente, eran detenidos por una oculta fuerza y virtud que no conocían. Santo Tomás.
32 d. Conocieron los fariseos la fuerza y consecuencias de esta opinión y voz del pueblo, y quisieron cortarlas de pronto, y prenderle. Todos los esfuerzos de la malicia humana son inútiles contra los consejos de Dios. En estas palabras les da el Señor una doble prueba de su divinidad: primeramente, descubriéndoles el pensamiento y designio que tenían de prenderle; y en segundo lugar, dándoles a entender que eran inútiles todas sus tentativas, hasta que llegase el tiempo que tenía determinado para entregarse voluntariamente en las manos de su furor y rabia.
34 e. Me buscaréis, después que haya vuelto al que me envió; mas no me hallaréis, ni me tendréis presente corporalmente. Mientras estuviereis en esta vida mortal, no podréis ir a donde yo estaré entonces, y ya estoy por mi divinidad. Otros dan otras interpretaciones a este lugar, que pueden verse en San Cirilo, en San Agustín, y en otros.
35 f. Llenos de orgullo se miraban como un pueblo distinguido de los otros, y a quienes Dios con particular predilección había congregado en un solo lugar, al paso que había derramado por todo el mundo las otras naciones, que los judíos tenían por malditas de Dios, y por consiguiente por incapaces e indignas de que les fuese anunciada su palabra; y así esto lo dijeron en un tono de desprecio e ironía. El texto Griego dice: eis tén diasporán tón hellénon, a la dispersión de los griegos; y significa, o los que profesan la religión griega y profana, o los judíos helenistas dispersos en las provincias fuera de Judea, griegos de nacimiento y de lenguaje.
37 g. Decía puesto de pie en el templo a todo el pueblo: Si alguno desea ser feliz, venga a mí, y hallará la verdadera felicidad, como se bebe el agua en un perenne manantial.
38 h. Cualquiera que cree en mí será lleno del Espíritu santo: su vientre, esto es, su corazón entonces se hará una fuente abundante, de donde se derramará la gracia como una agua viva sobre sí, y también sobre los otros por el ejemplo que les dará por sus buenas obras y virtudes. Como dice la Escritura en varios lugares de los profetas, en especial en Joel (2,28).
39 i. Aún no había subido Cristo a su gloria; porque los dones del Espíritu Santo, que había de enviar sobre los hombres, habían de ser el fruto de la Pasión y muerte del Salvador. Ésta es una metonimia, por la cual se pone la causa por los efectos.
42 j. Fácilmente hubieran podido asegurarse de la verdad, si la hubieran buscado sin preocupación, y con deseo de acertar. Lo hubieran hallado todo conforme a lo que dijeron los profetas de Jesucristo; y así reconocida la falsedad de la opinión popular, que le hacía de Nazaret en Galilea, donde se había criado, le hubieran seguido y adorado como a verdadero Mesías (véase Miq 5,2).
43 k. Diversidad de pareceres.
46 l. Con estas palabras no sólo manifiestan la admiración que les habían causado las palabras del Salvador, sino que condenan visiblemente la mala voluntad de los que habían enviado a prenderle.
47 m. Si los fariseos estuvieran menos preocupados, era natural que hubiesen preguntado a estos ministros, qué cosa era lo que había hecho tanta impresión en su ánimo, que los había dejado como sin manos y sin acción para ejecutar las órdenes que llevaban; pero ellos ciegos y preocupados trataron de seducción y engaño todo lo que podía contribuir a aumentar el crédito de Jesucristo.
48 n. ¿Veis que crea en ese hombre, que vosotros alabáis, alguno de los príncipes o de los fariseos, que son los que entienden la ley? por tanto a estos debéis seguir, y no a ese vulgo, que por ignorar la ley, es execrable y maldito de Dios. Este discurso es semejante al que podría hacer un ciego, culpando a la luz del sol, porque no veía, sin reparar que la falta estaba en sus propios ojos. Estos fariseos pretendían autorizar neciamente su voluntaria ceguedad con la multitud de otros ciegos sus semejantes.
49 o. En el texto Latino hay la figura que los gramáticos llaman silepsis; porque el adjetivo maledicti concierta con el sustantivo turba, no en cuanto a la letra y palabras, sino en cuanto al sentido y significado.
52 p. A esta sólida pregunta de Nicodemo debían responder los fariseos, haciéndole presentes los motivos que ellos tenían para mandar que se prendiese a Jesús. Pero le responden con una doble injuria, primeramente tratándole de galileo, que en su opinión era un grande improperio, porque creían que no podía salir nada bueno de Galilea; y en segundo lugar, dándole en rostro con una grosera ignorancia de las Escrituras.
q. Nahúm y Jonás, profetas conocidos de todos, eran galileos; y así, o los fariseos sentaron aquella aserción llenos de cólera, o por nombre de profeta entendieron el profeta prometido, haciendo relación al v. 40, en donde se expresa el artículo ho, el, que aquí no se halla en el Griego.
Fuente: Notas Bíblicas
[1] No todos los Judíos. Sólo los líderes Judíos en Judea.
[2] Estas referencias no cambian las fiestas de YHWH en fiestas Judías, sino que simplemente señalan que Efrayím está todavía en las naciones, o de otra manera estarían celebrándolas como se supone que deberían. Todas estas referencias a las fiestas Judías prueban simplemente que Efrayím no había regresado en ese tiempo, y ésta es la manera de El Espíritu de dar a entender que faltaba Efrayím.
[3] Territorio del norte.
[4] Hermanos físicos, porque si fueran hermanos espirituales, serían “hermanos espirituales incrédulos” – claramente un oxímoron.
[5] Aparentemente El había tomado un voto Nazareo, y parece que haya hecho ésto durante Su vida en la tierra.
[6] Aquí vemos durante los días intermedios de la fiesta, entre el 16 y 20 del mes 7 durante los Tabernáculos, donde Yahshua hace una sanidad en un Shabát semanal. Ésta es una prueba positiva que el Shabát semanal no cae en alguno de los patrones puestos por los Sabbaritanos Lunares. El Arameo de Jua 7:23 indica una sanidad recién terminada y aún en curso en un Shabát semanal que no se ajusta a algún calculo de los Sabbaritanos Lunares.
[7] Deu 31:10-13 manda que toda la Torah sea leída en Sukkot en un año de shmetah, o año sabático, y eso es lo que exactamente estaba haciendo Yahshua. Esta habilidad es lo que asombro a los rabinos.
[1] Aquí la palabra es Griegos, y tomado junto con el término “dispersado”, se refiere a los exiliados de no Judíos de Israel entre las naciones Griegas. Eso incluiría Corintio, Atenas, y todas los otros países y ciudades dominadas por los Griegos en ese tiempo, como Antioquia. De muchas Fuentes como Primera de Macabeos 12:19-23, sabemos que los Judíos sabían que los Griegos y Espartanos eran hermanos físicos de la misma raza. Este pasaje es una de las más claras referencias a Israel Efrayím en las naciones en el tiempo de Yahshua, y no de nuevo en la tierra. El tono burlón de esta pregunta también muestra la enemistad en curso entre las dos casas de Israel.
[2] Peshitta.
[3] Esta invitación es dada dos veces en Juan. Una vez a Efrayím, Efrayím, y una vez a Judah, para ambas casas para oír y retornar.
[4] Isa 12:3, Jer 17:13.
[5] Am HaAretz, o el pueblo personas communes indoctas.
[6] Israelita.
[7] El Arameo Peshitta se refiere al Profeta, o el Moshiaj, quien se se creía no podía venir de Galilea. Por supuesto, Yahshua era realmente de Belen de Judea y solamente vivía en Galilea, confundiendo así sus habilidades de entender la situación.
[8] Estos versículos, desde capítulo 7:53 a capítulo 8:11, no se encuentran ni en la Peshitta, ni en los cuatro manuscritos griegos más antiguos.
[19] Ex 24, 3.[22] Gen 17, 10; Lev 12, 3.[24] Deut 1, 16.[38] Is 44, 3.[51] Regla de la equidad natural y de la ley escrita.[52] Se puede traduciry verás que el profeta prometido, y que esperamos no es originario de Galilea.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat