Decían entonces algunos de Jerusalén: —¿No es éste a quien buscan para matarle?
7:25 Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para matarle? — Estos no eran como la multitud que se había reunido para la fiesta y que ignoraba el plan de los judíos de dar muerte a Jesús (7:20).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
unos de Jerusalén. Jua 7:10, Jua 7:11.
¿No es éste al que buscan para matarlo? Jua 7:20.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Las personas estaban sorprendidas de que Cristo hablara públicamente y por un momento pensaron que tal vez los gobernantes se habían convencido de que era el Mesías.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
En esta sección, Juan reiteró una vez más las afirmaciones de Jesús sobre su identidad como el Mesías y el Hijo de Dios. Se enfocó en su origen y ciudadanía divinos. Aunque algunos creyeron en Él en este tiempo (v. Jua 7:31), los líderes religiosos se encolerizaron todavía más contra Él y planificaron con villanía rastrera prenderlo (v. Jua 7:32). Jesús confrontó a las personas con tres dilemas registrados en estos versículos: 1) el problema de la confusión densa (vv. Jua 7:25-29), 2) el problema de la convicción dividida (vv. Jua 7:30-32) y 3) el problema de la conversión postergada (vv. Jua 7:33-36). Estos tres problemas dejarían a Jerusalén en una condición espiritual de desesperación total.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
7:25 Decían entonces unos de Jerusalén: ¿No es éste a quien buscan para matarle? — Estos no eran como la multitud que se había reunido para la fiesta y que ignoraba el plan de los judíos de dar muerte a Jesús (7:20).
Fuente: Notas Reeves-Partain
c. ¿Es Jesús el Mesías? (vv. Jua 7:25-36)
Análisis de discurso
La mayor parte de esta sección (vv. Jua 7:25-29) trata de la preocupación y de las preguntas que algunas gentes de Jerusalén estaban formulando entre sí acerca de Jesús. Algunos pensaban que las autoridades de Jerusalén finalmente habían reconocido que Jesús era el Mesías esperado, porque él hablaba abiertamente y nadie decía nada en contra de él. Sin embargo, la multitud opinaba que él no era el Mesías porque, según la tradición, nadie iba a saber el lugar de origen del Mesías, pero todos sabían de dónde venía Jesús (v. Jua 7:27). Este versículo es un buen ejemplo de lo que es juzgar por las apariencias, como alude el v. Jua 7:24. En esta sección se recoge el tema de la preocupación de la gente: ¿Quién es Jesús? que se menciona en Jua 7:12 (cf. Jua 5:12).
Los vv. Jua 7:30-36 hablan de al menos dos actitudes respecto de Jesús: (a) la de la gente que vive en Jerusalén (vv. Jua 7:30-31); (b) la de los líderes religiosos judíos (vv. Jua 7:32-36).
TÍTULOS:
[ Jua 7:25-31]. Las versiones modernas dividen en forma diferente las secciones de este capítulo, y por tanto ofrecen también diferentes títulos. Algunas propuestas son: ¿Es éste el Cristo? (RV60, RV95), Jesús habla de su origen (DHH), ¿Quién es Jesús? (TLA). Nos parece más fiel al texto Muchos creyeron que Jesús es el Cristo.
[ Jua 7:32-36]. Aunque las versiones titulan generalmente señalando a los fariseos como los que deciden prender a Jesús, preferimos apegarnos más de cerca a lo que dice el texto: Las autoridades judías envían a prender a Jesús.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
1) Enseñanzas de Jesús como Mesías (vv. Jua 7:25-29)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Como segunda palabra de este versículo aparece la partícula juanina entonces. Varias versiones no la traducen, mientras que otras muestran su función comenzando un nuevo párrafo, y otras más traducen “entonces”, “mientras tanto”.
La pregunta formulada por las gentes de Jerusalén, o los vecinos de Jerusalén, muestra la presencia de otro grupo. Su pregunta está hecha de tal forma que se espera como respuesta un “sí”. Es una pregunta retórica que se puede traducir también como una declaración rotunda como, por ejemplo: “Este hombre es el que buscan las autoridades para matarlo”, “A este hombre lo andan buscando las autoridades porque quieren matarlo”. Como pregunta se puede traducir así: “¿No es éste al que las autoridades quieren matar?”. El verbo “buscar” aparece unas 30 veces en este evangelio y se puede traducir, debido al tiempo gramatical presente, como acción continua: “andan buscando”. También se puede traducir con la idea de propósito o deseo: “están tratando” o, simplemente, “quieren matar”. Juan está indicando con el sentido del tiempo del verbo que las autoridades ya han iniciado una persecución contra Jesús. Sin embargo, lo más fácil aquí es leer las intenciones de las autoridades. “Buscan” o “intentan” coinciden mejor con el contexto: «¿No es este al que andan buscando para matarlo?» (TLA).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Reflexión bíblica y pastoral
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jesús afirma una vez más su procedencia del Padre, lo que implica también la profundidad del conocimiento que tiene de Dios. Jesús es el enviado de Dios, por ello no puede hacer otra cosa que cumplir la voluntad del Padre. Esta afirmación provoca de nuevo la cólera de los judíos, quienes pretenden apresarlo. En esta circunstancia el pasaje concluye con dos motivos teológicos muy importantes. El primero es la afirmación de que ninguno pudo echarle mano “porque aún no había llegado su hora” (v. Jua 7:29), significando con ello que el tiempo de Jesús estaba en las manos de Padre y no en las de los hombres. El segundo es la constatación de que “muchos de la multitud creyeron en él” (v. Jua 7:31), es decir, la valiente y abierta enseñanza de Jesús es recibida por muchos oyentes, quienes llegan a “creer” en él, a aceptarlo como salvador del mundo y a poner su confianza en él. La hora de Jesús estaba en las manos del Padre, pero la hora de creer siempre estaba dispuesta.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
La identidad de Jesús. La discusión que siguió sobre el Cristo surgió directamente de los comentarios previos. Algunos estaban perplejos porque las autoridades no tomaron medidas. En consecuencia, se preguntaban si las autoridades estaban llegando a la conclusión de que Jesús era el Cristo (26). Pero esto provocó una nueva dificultad, porque se suponía generalmente que el Mesías vendría en secreto. La respuesta de Jesús fue la de clamar en el templo en la forma más pública. Desafió la presunción de que conocían su verdadero origen. Lo que sabían sobre él era sólo parcial. Lo más importante -que él había sido enviado – se les había escapado por completo. Jesús afirmó que no conocían al que le había enviado (28). No habían relacionado la misión de Jesús con Dios. Juan destaca en su relato la impotencia de cualquier agente para impedir los tiempos de los propósitos de Dios; hace notar que su hora aún no había llegado. Los vv. 30, 31 presentan la división entre los que se oponían y los que creían. La pregunta hecha en el v. 31 no requiere suponer que aquellos que creían necesariamente habían captado el significado más profundo de las señales portentosas. Aunque las señales no eran asociadas generalmente con el Mesías esperado, la opinión popular aquí parece haber pensado así.
La acción de los fariseos y los principales sacerdotes da un sello más oficial al deseo de arrestar a Jesús que fue señalado en el v. 30. El comentario de Juan en el v. 32 sugiere que se había realizado una reunión informal del Sanedrín. Pero espera hasta el v. 45 para decirnos cuál fue el resultado de la tentativa de los guardias del templo para prender a Jesús. Se concentra más bien en la enigmática respuesta de Jesús frente a esa situación (33, 34). Su mente estaba en la cruz y su misión divina. Miraba más allá de esto a su gloria, experiencia a través de la cual sus oyentes no podían seguirle. Como es frecuente en el Evangelio, las palabras de Jesús fueron mal entendidas por haber sido tomadas demasiado lit. La perplejidad de los judíos es comprensible (35, 36), pero muestra su incapacidad para pensar en términos espirituales. Sus mentes estaban en la dispersión, o sea en los judíos que vivían entre los griegos. La ironía de la situación estaba en que Juan más tarde (12:20-22) registra que algunos griegos buscaron a Jesús y sus lectores deben de haber sabido cómo el evangelio se había esparcido por el mundo gentil.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
a 398 Jua 5:18
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
algunos de Jerusalén. Aparentemente éstos no eran los líderes judíos (vers. 11, 35) ni las multitudes que habían venido a la fiesta (vers. 12, 20), sino un tercer grupo de personas, moradores de Jerusalén quienes sabían de la conspiración para matar a Jesús (vers. 1).
Fuente: La Biblia de las Américas
En estos versículos se nos da á conocer cuan tenaz era la ceguedad moral de los judíos incrédulos. Después de haber negado estos que nuestro Señor era el Mesías, se defendían con las siguientes palabras: “Mas este, nosotros sabemos de dónde es; empero, cuando viniere el Cristo nadie sabrá de dónde sea.” Y sin embargo, en ambas aserciones estaban errados.
Estaban errados en afirmar que sabían de dónde venia nuestro Señor. Ellos quisieron decir, sin duda, que nuestro Señor había nacido en Nazaret, era vecino de esa ciudad y, por lo tanto, Galileo. No obstante, lo que había de cierto era que nuestro Señor había nacido en Belén, que era miembro legítimo de la tribu de Judá, y que su madre y José eran de la casa y del linaje de David. Es imposible creer que los judíos no habrían podido enterarse de eso si se hubieran tomado la molestia de hacer las debidas indagaciones. Es un hecho notorio que su raza conservaba con esmerado cuidado todas las genealogías é historias de familia. Su ignorancia, por lo tanto, era inexcusable.
Errados estaban también en decir que nadie sabía de dónde vendría el Cristo. Había una profecía que era bien conocida de toda su nación, relativamente al hecho de que el Cristo vendría de la ciudad de Belén. Mic 5:2; Mat 2:5; Joh 7:43. Seria un absurdo suponer que ellos habían olvidado esa profecía. Más según parece, no tuvieron por conveniente recordarla en aquel entonces. La memoria del hombre, por desgracia, está muchas veces sujeta á su capricho.
El apóstol Pedro dice de ciertos hombres, en una de sus epístolas, que “ignoran voluntariamente.” 2Pe 3:5. Y no sin razón escribió él esas palabras. Esa ignorancia es un mal espiritual en extremo pernicioso y dolorosamente común entre el género humano. Millares de hombres hay el día de hoy que son tan ciegos, á su modo, como los judíos, y que cierran los ojos ante las doctrinas y hechos más claros del Cristianismo. Simulan no entender, y dicen que por lo tanto no pueden creer las doctrinas que se les presentan como necesarias para la salvación. Mas ¡ay! en la mayor parte de los casos, todo ha de atribuirse á una ignorancia voluntaria. No creen lo que no es de su agrado. No quieren leer, ni oír, ni investigar, ni pensar, ni preguntar sinceramente á fin de hallar la verdad. ¿Es, pues, de admirarse, que tales personas sean ignorantes? Cierto y exacto, á la verdad, es aquel proverbio inglés: “No hay peores ciegos que los que no quieren ver.”
También se nos da á conocer en estos versículos cómo la mano de Dios domina los movimientos de todos sus adversarios. Los judíos incrédulos “procuraban prender á nuestro Señor; mas ninguno metió sobre él la mano, porque aun no había venido su hora.” Tenían voluntad de hacerle daño, pero un poder invisible, emanado de lo alto, se lo impedía.
Esas palabras contienen una verdad preciosa y profunda, puesto que demuestran claramente que nuestro Señor se sometió á todos los sufrimientos que le sobrevinieron, de su propia y libre voluntad. No fue porque no pudiera evitarlo que ascendió á la cruz. No fue porque no pudiera impedir su muerte que murió. Ni judíos ni gentiles, ni fariseos, ni saduceos, ni Annas ni Caifás-nadie, en una palabra, habría podido irrogar la menor afrenta á nuestro Señor, si de lo alto no se le hubiera dado poder. Todo lo que ellos hicieron fue bajo el dominio de la Providencia. La crucifixión se verificó de acuerdo con el eterno decreto de la Trinidad. La pasión de nuestro Señor no podía empezar sino hasta la hora misma que Dios había señalado. Este es un gran misterio; pero es la verdad.
Los siervos de Jesucristo, en todos los siglos, debieran atesorar esta doctrina y recordarla en tiempo de necesidad. Está repleta de dulce é inefable consuelo para las personas piadosas. Que tengan ellas presente que Dios lo gobierna y lo dirige todo, y que nada puede acontecer sin su permiso. Hasta los cabellos de su cabeza están contados. No puede sobrevenirles ni duelo, ni enfermedades, ni pobreza, ni persecución, á menos que Dios lo quiera. Que trabajen pues con confianza: son inmortales en tanto que su labor no esté terminada. Que sufran con paciencia, pues ello es necesario: “sus tiempos están en manos de Dios.” Psa 31:15.
En estos versículos se nos enseña por último cuan desgraciado es el fin á que pueden algún día venir á dar los incrédulos. Nuestro Señor dijo á sus enemigos: “ Me buscareis y no me hallareis; y donde yo estoy, vosotros no podéis venir.”
No nos queda duda de que estas palabras fueran enunciadas en un sentido profético. No podemos determinar si nuestro Señor tuvo en mira algunos ejemplos particulares de incredulidad, ó si se refirió al remordimiento nacional que tendría lugar, ya demasiado tarde, durante el sitio final de Jerusalén. Pero que muchos judíos se acordaron de las palabras de nuestro Señor, largo tiempo después de que El hubo ascendido á los cielos, y que lo buscaron á su modo y lo solicitaron cuando ya era demasiado tarde, es cosa de que podemos estar seguros.
Con harta frecuencia nos olvidamos de que suele acontecer que se descubre la verdad cuando ya es demasiado tarde. Lo que sobre este punto enseña la Escritura es claro y explícito. Está escrito en el libro de los Proverbios: “Entonces me llamarán y no responderé: buscarme han de mañana y no me hallarán.” También está escrito relativamente á las vírgenes insensatas de la parábola que, habiendo encontrado cerrada la puerta, golpearon en vano diciendo: “Señor, Señor, ábrenos.” Terrible como pueda parecemos, es posible que, á fuerza de cerrar los ojos a la luz y de desdeñar toda exhortación, perdamos irremediablemente nuestras propias almas.
Estemos alerta, no sea que pequemos á semejanza de los judíos incrédulos, y no acudamos á nuestro Señor y Salvador hasta que sea demasiado tarde. La puerta de la misericordia está aún abierta. Todavía se nos aguarda en el trono de la gracia. Mejor, mil veces, no haber jamás nacido que oír decir, al fin, al Hijo de Dios: “Donde yo estoy vosotros no podéis venir.”
Fuente: Los Evangelios Explicados
de los de Jerusalén… Lit. Jerosolimitanos. Habitantes de Jerusalén.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
Lit. Jerosolimitanos.