Comentario de Juan 8:48 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Respondieron los judíos y le dijeron: —¿No decimos bien nosotros que tú eres samaritano y que tienes demonio?
8:48, 49 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, (es decir, un hereje, enemigo de Israel, que desobedecía la ley) y que tienes demonio? (Compárese Mat 12:22-30, «si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido»). Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; («Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición», 1Pe 2:23. Jesús honraba al Padre, pero los demonios no honran al Padre. Si fuera siervo de Satanás, estaría honrando a Satanás. y vosotros me deshonráis. (Por eso, deshonraban al Padre).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿No decimos bien nosotros? Jua 8:52; Jua 13:13; Mat 15:7; Stg 2:19.
que tú eres Samaritano, y tienes demonio. Jua 4:9; Jua 7:20; Jua 10:20; Isa 49:7; Isa 53:3; Mat 10:25; Mat 12:24, Mat 12:31; Rom 15:3; Heb 13:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Los líderes judíos acusaron a Jesús de ser un samaritano y de tener demonio. En el proceso, devolvieron a Jesús los cargos que Él les había llevado, a saber, que no eran hijos legítimos de Abraham (vv. Jua 8:39, Jua 8:40) y que procedían del diablo (v. Jua 8:44). La conversación entre Jesús y los gobernantes judíos se tornó muy acalorada. Por el lado de los fariseos, las emociones se estaban alterando y la razón se estaba olvidando.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
tú eres samaritano. Al ver que no podían atacar la conducta y la vida personal de Jesús (v. Jua 8:46), los judíos intentaron justificar un ataque personal contra Jesús (ad hominem) y lo difamaron. Es probable que al llamar a Jesús «samaritano» aludieran al hecho de que los samaritanos, al igual que Jesús, ponían en duda el derecho exclusivo de los judíos de ser llamados hijos de Abraham (vea los vv. Jua 8:33; Jua 8:39).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
8:48, 49 Respondieron entonces los judíos, y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, (es decir, un hereje, enemigo de Israel, que desobedecía la ley) y que tienes demonio? (Compárese Mat 12:22-30, «si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido»). Respondió Jesús: Yo no tengo demonio, antes honro a mi Padre; («Quien cuando le maldecían, no respondía con maldición», 1Pe 2:23. Jesús honraba al Padre, pero los demonios no honran al Padre. Si fuera siervo de Satanás, estaría honrando a Satanás. y vosotros me deshonráis. (Por eso, deshonraban al Padre).
Fuente: Notas Reeves-Partain
5. Cuarto diálogo: Jesús existe antes que Abraham (Jua 8:48-59)
Análisis de discurso
El último diálogo sigue intensificando la polémica con los judíos. Los interlocutores reaccionan con un ataque frontal a las últimas palabras de Jesús, declarando que él está poseído del demonio y es samaritano. Él niega que tiene demonio y afirma que honra a su Padre (vv. Jua 8:49-50). Los judíos interpretan que Jesús se cree superior a Abraham y a los profetas que ya habían muerto (vv. Jua 8:52, Jua 8:53). Él reafirma que ellos son mentirosos y que Abraham se regocijó anticipando ese día de la venida del Hijo de Dios (vv. Jua 8:54-56). Los judíos ya no tienen más argumentos y en su desesperación intentan apedrear a Jesús (vv. Jua 8:57-59).
TÍTULO: Esta sección tiene dos temas centrales, la existencia de Cristo anterior a Abraham y el anuncio de la resurrección. Varias versiones titulan de acuerdo con el primer tema La preexistencia de Cristo (RV60, RV95), Cristo existe antes que Abraham (DHH), mientras otras lo hacen sencillamente anunciando Jesús y Abraham (TLA, BA, BJ). Proponemos como más abarcador un simple La controversia alcanza su punto más álgido.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Respondieron entonces los judíos, y le dijeron. Como comienza una nueva sección será mejor traducir el pronombre “le” directamente por “Jesús”. La pregunta de los antagonistas asume una respuesta afirmativa para ellos. En algunos idiomas esta pregunta retórica se traduciría como una declaración afirmando lo que los judíos creen de Jesús, como los ejemplos que aparecen en el siguiente párrafo.
Los pronombres son enfáticos: “¿No estamos en lo correcto nosotros cuando afirmamos que tú eres samaritano y que estás endemoniado?”, ¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio? Varias versiones transforman la pregunta en una afirmación: «Tenemos razón cuando decimos que eres un samaritano y que tienes un demonio» (DHH), «Con razón decimos nosotros que eres samaritano y que tienes un demonio dentro» (BI). No se sabe con certeza el sentido de “samaritano” usado aquí por Juan. Se dan muchas posibles interpretaciones, pero lo más seguro es que no es nada positivo. Los comentaristas y exegetas dan varias lecturas asociadas al prejuicio que los judíos tenían de los samaritanos: (1) Sus acusadores estaban seguros que Jesús era un hereje. (2) Es un equivalente a la acusación de que él era un endemoniado. (3) Una referencia ofensiva a Jesús, ya expresada en el v. Jua 8:41. Como Jesús no responde a la acusación de samaritano, posiblemente la segunda interpretación puede ser más cierta. La TLA prefiere evitar el uso de “samaritano”: «Cuando decimos que eres un extranjero indeseable, y que tienes un demonio, no estamos equivocados». Algunas versiones toman la oración “tienes demonio” como “poseído por un demonio”. En algunas culturas “ser poseído” se expresa mejor como “controlado”, “dominado”, “tener un demonio adentro”, “el cuerpo está ocupado por un espíritu malo”.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Jua 7:20; Mar 3:22.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— samaritano: Ver nota a Mat 10:5.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Reclamos de Jesús sobre sí mismo. El último párrafo de este capítulo está enfocado en las declaraciones hechas por Jesús sobre sí mismo y la fuerza de la oposición a esos reclamos. La doble acusación del v. 48 de que Jesús era tanto un samaritano como un poseído del demonio revelan un fuerte desprecio de parte de sus acusadores. La primera probablemente expresa su odio a Jesús de la misma manera que odiaban a los samaritanos. La última acusación era más seria y provenía de las palabras de Jesús en el v. 44. En respuesta, Jesús les señaló lo absurdo de que una persona poseída por el demonio hiciera algo en honor del Padre y luego señaló que Dios era quien juzgaba sobre ese asunto (50). Esto sacó la discusión de la esfera de la opinión de ellos contra la de Jesús. El concepto de Jesús estaba respaldado por Dios.
Las palabras del v. 51, nunca verá la muerte para siempre, se deben entender en el sentido de no experimentar los terrores de la muerte. Esto se relaciona con la promesa de Jesús de dar vida eterna a los creyentes. Una vez más, sus opositores entendieron mal sus palabras, tomando lit. su referencia a la muerte (52). El hecho de que Abraham y los profetas murieran convertía, en el juicio de ellos, en necedad la afirmación de Jesús. Es significativo que cambiaron las palabras de Jesús (verá por gustará) lo que demuestra que entendieron que Jesús hablaba de la muerte física. La pregunta directa: ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham? (53), implica que los judíos consideraban que se trataba de un imposible. Estaban dispuestos a dar mayor honor a los profetas que a Jesús. La pregunta siguiente: ¿Quién pretendes ser?, más lit. es: ¿Qué te haces a ti mismo? La respuesta a eso fue que Jesús no se glorificaba a sí mismo (54); era la obra del Padre. Una vez más Jesús reclamó una relación especial con, y conocimiento de, el Padre (55) en contraste con sus oyentes.
En el v. 56 tenemos una notable afirmación (Abraham, vuestro Padre, se regocijó de ver mi día) que provoca la pregunta de cuándo pudo haber ocurrido esto. Jesús debe haber tenido en mente algún tipo de visión. Una tradición judía sostenía que Abraham vio los secretos de la era venidera. Algunos ven una referencia a Abraham gozándose por el nacimiento de Isaac (Gén. 17:17). Esto es posible, particularmente si el nacimiento de Isaac es visto como la promesa de bendición a todas las naciones (cf. la interpretación paulina en Rom. 4 y Gál. 3). Esto fue cumplido plenamente en Cristo. El lo vio y se gozó parece indicar un preconocimiento de Abraham, lo que era un resultado de su fe, aunque algunos lo han vinculado con la atadura de Isaac. Los judíos distorsionaron las palabras de Jesús preguntando: Aun no tienes ni cincuenta años ¿y has visto a Abraham? (57) pero Jesús respondió con una declaración enfática. Las palabras antes que Abraham existiera, Yo Soy deben señalar su preexistencia. El Yo Soy aquí se debe entender como una afirmación de divinidad y de ese modo fue tomado por los judíos (59). Jesús no pudo haber usado un camino más dramático para señalar su superioridad sobre Abraham. Los judíos no podían pensar en otra forma de actuar que apedrear a quien tan indiscutiblemente pretendía una existencia anterior a Abraham. El hecho de que Jesús se ocultó (Juan no nos dice cómo) subraya el constante tema del Evangelio de que sus tiempos estaban en manos de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “y estás endemoniado”.
REFERENCIAS CRUZADAS
f 496 Jua 4:9
g 497 Mat 12:24; Jua 7:20; Jua 10:20; Jua 15:18
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
los judíos. Véase coment. en 1:19.
eres samaritano y…tienes un demonio? Los oponentes del Señor tratan de ofenderle asociándole con los samaritanos, que eran conocidos por haberse desviado de la ley mosaica. Cualquier opinión distinta a la de ellos la consideraban demoníaca (cp. 7:20; 8:52; 10:20).
Fuente: La Biblia de las Américas
En este pasaje debemos observar, primeramente, qué de injurias y de blasfemias lanzaron á nuestro Señor sus adversarios. He aquí un ejemplo: “¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano y que tienes demonio?” Reducidos al silencio en el campo de la discusión, esos hombres perversos apelaron á los insultos. El enojo y el estilo difamante son señales seguras de derrota.
La diatriba, los insultos, los dicterios son armas favoritas del diablo. Cuando otros medios de hacer la guerra encallan, excita á sus siervos para que zahieran de palabra. Mucho a la verdad es lo que, en todo tiempo, los siervos de Dios han tenido que sufrir de boca de sus gratuitos enemigos. Estos han circulado calumnias acerca de ellos, han inventado cuentos acerca de su conducta y los han trasmitido con rapidez. No debemos, pues, sorprendernos de que David dijera: “Jehová, escapa mi alma del labio mentiroso, de la lengua engañosa.” Psa 122:2.
El día de hoy el cristiano no debe sorprenderse de que se le haga víctima de la calumnia. La naturaleza humana jamás cambia. Mientras siga él en el camino ancho, sirviendo al mundo, poco se dirá en contra suya. Mas luego que tome la cruz y siga á Jesucristo, no hay mentira que peque de monstruosa para que unos la digan contra él y otros la crean. Tócale á él sobrellevar todo con paciencia, y no quejarse ó enojarse. Cuando Jesucristo fue maldecido “no tornaba á maldecir.” 1Pe 2:23. Que el cristiano haga lo mismo.
Debemos observar, en segundo lugar, con qué palabras tan misericordiosas infunde ánimo nuestro Señor á su pueblo creyente. Helas aquí: “De cierto, de cierto os digo, que el que guardare mi palabra no verá muerte para siempre.”
Por supuesto que estas palabras no significan que los verdaderos cristianos no han de morir jamás. Bien al contrario, todos sabemos que tienen que descender al sepulcro y atravesar el río de la muerte lo mismo que los demás hombres. Lo que sí significan las palabras citadas es que no tendrán que pasar por la segunda muerte-esa condenación eterna en el infierno de la cual la primera muerte es un débil emblema. Rev 21:8. Y también significan que para el verdadero cristiano la primera muerte será despojada de su aguijón. Acaso sus carnes se sequen y en sus huesos sufra dolores agudos; pero no será abatido por el triste convencimiento de que sus pecados no han sido perdonados. Ese es el más terrible sufrimiento de los moribundos, pero el cristiano triunfará sobre él “por el Señor nuestro Jesucristo.” 1Co 15:57.
No olvidemos que esa valiosa promesa ha sido hecha solo al que guardare la palabra de Jesucristo. Los términos en que está concebida no pueden, en manera alguna, aplicarse al que es cristiano solo en el nombre, y que ni sabe por experiencia ni quiere saber lo que es el Evangelio. Escrito está: “El que venciere no será dañado de la segunda muerte.” Rev 2:11.
Debemos observar en este pasaje, en tercer lugar, cuan caros conocimientos poseía Abrahán acerca de Cristo. Nuestro Señor dijo á los judíos: “Abrahán vuestro padre se regocijó por ver mi día; y lo vio, y se regocijó.”
Cuando nuestro Señor pronunció estas palabras hacia ya 1850 años que Abrahán había muerto. ¡Y sin embargo, se nos dice que él vio el día del Mesías! ¡He aquí, á la verdad, una maravilla! No obstante, así sucedió. No solo es cierto que vio Abrahán á nuestro Señor y habló con él cuando apareció en la llanura de Mamré la víspera de la destrucción de Sodoma (Gen 18:1), sino que por medio de la fe dirigió hacia el porvenir sus miradas y vio la encarnación del Salvador, y al contemplarla se regocijó. Que mucho do lo que vio fue confusamente, como al través de oscuro prisma, no hay que dudarlo. Ni es necesario suponer que hubiera podido explicar las distintas fases de la sublime escena del Calvario. Pero no tenemos razón para vacilar en creer que viera al través de los siglos un Redentor, cuyo advenimiento llenaría, al fin, de alegría á toda la tierra.
Debemos observar, por último, da qué manera tan clara afirmó nuestro Señor su propia preexistencia. Á los judíos dijo: “Antes que Abrahán fuese, yo soy.’“’
Es innegable que estas palabras expresan una verdad profundísima. Más si el lenguaje humano tiene significación alguna, ellas nos enseñan que nuestro Señor Jesucristo existió largo tiempo antes de venir al mundo. Fue antes de Abrahán; existió antes de que el hombre fuese creado.
Profundas como son dichas palabras, son al propio tiempo muy consoladoras, pues dejan comprender cual es la longitud, el ancho y el espesor de ese gran cimiento en que se manda á los pecadores estribar sus esperanzas. Aquel á quien el Evangelio nos exhorta á acudir para que obtengamos el perdón de nuestros pecados no es mero hombre. No es nada menos que el mismo Dios, y puede por lo tanto salvar á todos los que ocurren á éL Nuestro Señor Jesucristo es el verdadero Dios, y nuestra vida eterna está segura.