Llevaron ante los fariseos al que antes era ciego,
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. — ¿Quiénes lo llevaron? No sabemos (posiblemente ayudantes de los fariseos, compárese 1:19); probablemente el siguiente versículo da la razón (era el día de reposo). Esto le dio al ex ciego otra oportunidad para dar su testimonio del milagro. (Recuérdese que un tema central de este libro es el testimonio acerca de Jesús, dado por sus amigos y enemigos).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Jua 8:3-8; Jua 11:46, Jua 11:47, Jua 11:57; Jua 12:19, Jua 12:42.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Como el hombre fue sanado en día de reposo, los vecinos lo llevaron a los fariseos. Hacer lodo en día de reposo era ilegal.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Jesús realizó el milagro de volver a crear los ojos de un hombre que había nacido con ceguera congénita (v. Jua 9:1). Esta sanidad tiene cuatro aspectos importantes: 1) el problema que precipitó (v. Jua 9:1), 2) el propósito de que el hombre naciera ciego (vv. Jua 9:2-5), 3) el poder que lo sanó (vv. Jua 9:6-7) y 4) la perplejidad de las personas que vieron la sanidad (vv. Jua 9:8-13).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Llevaron. Esto se refiere a «los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego» (v. Jua 9:8). ante los fariseos. Lo más probable es que decidieron hacer esto porque el milagro había ocurrido en el día de reposo (v. Jua 9:14), y las personas sabían que los fariseos siempre tenían una reacción negativa en contra de los que infringían el día de reposo (cp. Jua 5:1-15). Las personas también quería recibir de su sinagoga local y de sus líderes religiosos alguna orientación sobre lo sucedido.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta sección en la historia de la sanidad del ciego revela algunas características vitales de la incredulidad voluntariosa: 1) el incrédulo establece parámetros falsos; 2) el incrédulo siempre quiere más evidencia pero nunca le basta; 3) el incrédulo realiza una investigación sesgada con base en su propia subjetividad; 4) el incrédulo rechaza los hechos, y 5) el incrédulo es egocéntrico. Juan incluyó esta sección en el diálogo de los fariseos con el ciego por dos razones básicas: 1) el diálogo demuestra en detalle el carácter de los que son incrédulos por determinación y voluntad propia, y 2) la historia confirma la primera escisión entre la sinagoga y los nuevos seguidores de Cristo. El hombre ciego fue la primera persona que se sabe fue expulsada de la sinagoga porque eligió seguir a Cristo (vea Jua 16:1-3).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. — ¿Quiénes lo llevaron? No sabemos (posiblemente ayudantes de los fariseos, compárese 1:19); probablemente el siguiente versículo da la razón (era el día de reposo). Esto le dio al ex ciego otra oportunidad para dar su testimonio del milagro. (Recuérdese que un tema central de este libro es el testimonio acerca de Jesús, dado por sus amigos y enemigos).
Fuente: Notas Reeves-Partain
PREJUICIO Y CONVICCIÓN
Juan 9:13-16
Llevaron al que había estado ciego a presencia de los fariseos. El día en que Jesús había hecho el barro y le había abierto los ojos había sido un sábado, así es que los fariseos le interrogaron acerca de cómo había recuperado la vista. Y él les contestó:
-ÉL me puso barro en los ojos, y me lavé, y ahora ya puedo ver.
-Ese no puede ser de Dios -dijeron algunos de los fariseos-, porque no observa el sábado.
-Pero -decían otros-, ¿cómo es posible que un hombre pecador haga tales señales?
Y hubo una división de opiniones entre ellos. Luego le dijeron al que había estado ciego:
-¿Tú qué opinas de Él, puesto que te abrió los ojos?
-Pues que es un profeta -contestó él.
Aquí surge el inevitable problema. Era un sábado el día en que Jesús hizo el barro y curó al ciego. No cabía duda de que Jesús había quebrantado la ley del sábado que los escribas tenían tan sistematizada, y de tres maneras diferentes.
(i) Al hacer el barro había sido culpable de trabajar en sábado, porque la cosa más sencilla constituía un trabajo ese día. Veamos algunas de las cosas que estaba prohibido hacer en sábado: «No se puede llenar un cacharro de aceite y ponerlo al lado de una lámpara y meter la mecha en él.» «Si se apaga una lámpara el sábado para ahorrar lámpara o aceite o mecha, se comete pecado.» «Uno no puede salir el sábado con sandalias reforzadas con clavos.» (El peso de los clavos constituiría una carga, y el llevar cargas era quebrantar el sábado). Uno no podía cortarse las uñas, ni el pelo de la cabeza o de la barba. Estaba claro que a los ojos de una ley así, hacer barro era quebrantar el sábado.
(ii) Estaba prohibido curar en sábado. Se podía prestar atención médica solamente si la vida estaba en peligro; pero, aun entonces, tenía que limitarse a mantener vivo al paciente o evitar que se empeorara, sin hacer nada para mejorarle. Por ejemplo: uno que tuviera dolor de muelas no podía sorber vinagre entre los dientes. Estaba prohibido entablillar un miembro roto. «Si uno se disloca la mano o el pie, no le puede echar agua fría.» No cabía duda de que el que había nacido ciego no estaba en peligro de muerte, así es que Jesús quebrantó el sábado al curarle.
(iii) Estaba establecido específicamente: «En cuanto a la saliva de la mañana, no se permite ni ponerla en los párpados.»
Los fariseos eran el ejemplo típico de esas personas que, en cualquier generación, condenan a todos los que tienen una idea de la religión distinta de la suya. Pensaban que la suya era la única manera de servir a Dios. Pero había algunos entre ellos que pensaban de otro modo, y declaraban que nadie que hiciera las cosas que hacía Jesús podía ser un pecador.
Llevaron al que había estado ciego toda la vida, y le interrogaron. Cuando le preguntaron qué opinión tenía de Jesús, contestó sin la menor vacilación: para él, Jesús era un profeta. En el Antiguo Testamento, a un profeta se le sometía a prueba exigiéndole que realizara algún milagro. Moisés dio prueba al Faraón de que era un mensajero de Dios con las señales y maravillas que realizó (Ex 4:1-17 ). Elías demostró que era profeta del Dios verdadero haciendo cosas que los profetas de Baal no pudieron hacer (1 Reyes 18). No hay duda que el pensamiento de aquel hombre iba por este camino cuando dijo que no tenía la menor duda de que Jesús era un profeta.
Entre otras cosas, este hombre era un valiente. Sabía muy bien lo que los fariseos pensaban de Jesús. Sabía muy bien que, si se ponía de Su parte, le excomulgarían. Pero dio su testimonio y adoptó su postura. Era como si dijera: » Yo no tengo más remedio que creer en Él y que estar de Su parte, después de lo que ha hecho por mí.» En esto es un auténtico ejemplo para nosotros.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
b. El primer interrogatorio de los fariseos al hombre (vv. Jua 9:13-17)
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
El verbo “llevan” está en presente histórico para dar más dinamismo al estilo de la acción. Se debe buscar una equivalencia que no dé la impresión que los vecinos cargaron al hombre, que lo arrastraron o que lo llevaban detenido. “Ellos” alude a la gente de los versículos anteriores: “Entonces sus vecinos lo acompañaron ante los fariseos”. Este hecho prodigioso, la sanidad de un ciego, tenía que ser valorado y “certificado” por las autoridades religiosas, en este caso los fariseos que eran responsables de la sinagoga y del cumplimiento de las leyes.
Las personas que ahora van a interrogar al hombre sanado son identificados como “fariseos” (cf. vv. Jua 9:13, Jua 9:15, Jua 9:16, Jua 9:40); también se les llama “judíos” o “autoridades judías” (cf. vv. Jua 9:18, Jua 9:22). El capítulo termina después con un juicio contra ellos.
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Criterio de los fariseos sobre la curación. En el v. 13 no es claro quién llevó al hombre a los fariseos. Pueden haber sido los vecinos del v. 8 u otros que eran hostiles a Jesús. El comentario de Juan de que era sábado el día en que tuvo lugar el milagro da la clave para lo ocurrido. Obviamente, los que ponían objeciones eran los que se aferraban a la ley judía. La producción de lodo en sábado habría sido suficiente como para perturbarlos a pesar de que fue hecho como acto de misericordia. El interés de los fariseos muestra una división de opiniones similar entre los vecinos (16). La disputa del caso era entre los legalistas estrictos, cuya principal preocupación era las reglas sabáticas, y los otros que estaban tan impresionados con las señales que no podían imaginar que las realizara un pecador, por lo cual llegaban a la conclusión de que el juicio de los legalistas era errado. La declaración del ciego de que Jesús era un profeta (17) era un progreso sobre el v. 11 cuando se refirió al hombre que se llama Jesús.
La sección siguiente (18-23) demuestra la pertinaz obstinación de incredulidad. Los judíos no creían las propias palabras del hombre y no podían admitir que había nacido ciego. La demanda de requerir que los padres del hombre verificaran su testimonio no parece haber sido hecha por un deseo imparcial de examinar la evidencia. Es claro su prejuicio contra la idea de que un hombre nacido ciego pudiera recibir la vista. Sólo los padres podían confirmar que había nacido ciego, pero ellos mismos difícilmente estaban en condiciones de poder explicar el milagro. El relato muestra que su respuesta estuvo inhibida por su miedo a los fariseos. La amenaza de la excomunión era un arma poderosa. Al mismo tiempo, era justificable que los padres pasaran la pregunta al hijo. Se discute en cuanto al v. 22 ya que algunos estudiosos piensan que era improbable que, durante la vida de Jesús, la sinagoga hubiera introducido un mandato relacionado con que Jesús fuera llamado el Cristo. Pero hubiera sido muy natural que circularan informes afirmando que Jesús fuera el Mesías esperado, aunque fue mucho después que esa verdad se aclaró plenamente a los cristianos.
Las palabras del v. 24 (¡Da gloria a Dios!) no pueden significar que los fariseos estaban instando al hombre a alabar a Dios por su curación. Se trataba de un juramento común entre los judíos que exhortaba a la persona a declarar la verdad. Los judíos estaban convencidos de que Jesús era pecador porque violaba el sábado. El propio conocimiento que el hombre tenía de Jesús se basaba en la experiencia personal (25). No tenía comentarios que hacer sobre el aspecto técnico, pero estaba muy seguro en la afirmación de su vista restaurada. Los opositores quedaron confundidos por el hecho de la curación y cambiaron el método usado (26). Los hechos pueden ser difíciles de manejar, pero los aspectos técnicos son más maleables. En la respuesta del hombre había tanto irritación como ironía (27). Sugería que su ansiedad por una repetición de la evidencia podía derivar sólo de un deseo de llegar a ser discípulos de Cristo. En respuesta a su ironía, los opositores optaron por el desprecio. Su mención del discipulado les llevó a decir que ellos eran discípulos de Moisés. Aparentemente ésta era una descripción usada raramente, pero ilumina el lugar elevado que se daba a Moisés en sus pensamientos por encima del que daban a Jesús. Este contraste resume el conflicto de “largo metraje” entre el judaísmo y el cristianismo. Aquí hay una negación de considerar el origen verdadero de Jesús. No sólo era así, sino que se negaban a dar crédito al testimonio de cualquiera cuyo origen ellos no conocieran (29). Para ellos ninguna experiencia personal, por notable que fuera, sería de algún valor.
Obviamente hay campo para pensar aquí en relación con todos los debates sobre la sanidad sobrenatural. Los fariseos del tiempo de Jesús usaron argumentos notoriamente similares a los que emplean algunas autoridades médicas hoy en día.
No sorprende que el hombre fuera cada vez más agudo en sus observaciones (30-33). La discusión sobre los orígenes de Jesús no tenía lugar en el concepto práctico de la experiencia. Sin embargo, el hombre arguyó sobre el asunto en una serie de pasos: su visión había sido restaurada; sugirió que Dios sólo oye a aquellos que hacen su voluntad y no a los pecadores; por lo tanto, como estaba convencido de que su curación era obra de Dios, el sanador no podía ser un pecador; no había precedente de que se abrieran los ojos de un hombre nacido ciego; por lo tanto, el sanador debía venir de Dios. Los judíos de mente teológica al fin vieron que no podían adelantar con un hombre que argumentaba de esa manera, de modo que le echaron (34), posiblemente por la excomunión, pero despreciándolo antes. Le acusaron de haber nacido en pecado, admisión tácita de su ceguera de nacimiento que antes habían puesto en duda. Estaban más preocupados por mostrar desprecio de su condición anterior que placer por su restauración presente.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
los fariseos. Véanse coments. en 7:32 y Mt 3:7. Como líderes religiosos de respeto, su veredicto acerca de la sanidad del hombre era muy importante.
Fuente: La Biblia de las Américas
Estos versículos nos dan á conocer cuan poco era lo que los judíos de la época de nuestro Señor sabían acerca de la debida observancia del sábado. Se nos dice que los fariseos censuraron el que se hubiese curado milagrosamente á un hombre en el día sábado. Evidentemente se había hecho un beneficio á uno de sus semejantes, librándolo de una penosa enfermedad. Pero los contumaces adversarios de Jesús no podían percibir lo noble y elevado de ese acto, y lo consideraron como una infracción del cuarto mandamiento.
Estos pretendidos sabios erraron completamente en cuanto al objeto y la naturaleza del sábado. No comprendieron que éste «fue hecho para el hombre,» para el bien de su cuerpo y de su espíritu. Es cierto que era un día que había sido separado de los demás de la semana para que fuese santificado; pero jamás se tuvo en mira que esa santificación impidiese la ejecución de obras de necesidad y de misericordia. El acto de sanar á un hombre no era una violación del sábado. Al censurar á nuestro Señor los judíos dejaron ver la ignorancia de que adolecían relativamente á su propia ley. Se olvidaron de que tan gran pecado es añadirle algo á un mandamiento como sustraerle alguna de sus cláusulas.
En este pasaje, así como en otros de la misma especie, debemos cuidar de no dar una inteligencia errada á la conducta de nuestro Señor. No vayamos á suponer ni por un solo momento que á los cristianos no es ya obligatoria la observancia del domingo, que es el día que corresponde al sábado de los judíos.
Ninguno de los diez mandamientos ha sido abrogado ó suprimido. Nuestro Señor no quiso jamás que el domingo se tornase en día de diversiones, ó negocios, ó paseos, ó disipación; mas quiso que siempre fuese santificado. Una cosa es emplear el domingo en obras de misericordia, en aliviar á los enfermos, y consolar á los afligidos; y otra es pasarlo en visitas, festines y placeres. La manera como pasamos el domingo es un índice seguro de la naturaleza y grado de nuestras convicciones religiosas. Muchos hay de quiénes puede decirse con pesar; Estos hombres no son de Dios, porque no santifican el domingo.
En estos versículos se nos enseña, en seguida, hasta qué extremo puede la preocupación arrastrar á los malos. Los judíos habían convenido en que si alguno confesaba que Jesús era el Mesías fuese arrojado de la sinagoga. Estaban empeñados en no creer. Habían resuelto á no cambiar de parecer ni cejar ante ningunas pruebas. Á la manera que, años después, se taparon los oídos cuando Esteban predicaba, y rehusaron oír á Pablo cuando pronunciaba su defensa, así lo hicieron en la ocasión á que nos referimos.
La conducta que hemos de procurar imitar siempre es la de los habitantes de Berea, quiénes escucharon á Pablo con mucha atención la primera vez que lo oyeron predicar, y «recibieron la palabra con toda codicia» y «escudriñaron las Escrituras,» comparando con ellas lo que habían oído. Por esa razón fue que, según se nos dice, «muchos de ellos creyeron.» Actos 17:11, 12. Se nos enseña, finalmente, que nada convence al hombre tan completamente como sus propias percepciones y sensaciones. Los incrédulos judíos procuraron en vano persuadir al ciego de que no se lo había hecho ningún bien. No pudieron obtener de él sino una sencilla respuesta: » Una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo.» No dijo que podía explicar como se había hecho el milagro, ó que sabía si el que lo había sanado era pecador ó no; pero sí afirmó decididamente que había sido curado. No permitió que lo hicieran descreer el testimonio de sus propios sentidos. A pesar de todo lo que los judíos pudieran decir, había dos hechos de los cuales se encontraba bien apercibido: » Habiendo yo sido ciego, ahora veo..
Para el cristiano no hay pruebas tan satisfactorias como estas. Por cortos que sean sus conocimientos, por débil que sea su fe, por confusos que sean sus conceptos en puntos de doctrina, si Jesucristo, por medio del Espíritu, ha cambiado su corazón, él siente dentro de sí mismo algo de cuya existencia nadie le podrá hacer dudar, y se dice á sí mismo: «Estaba en las tinieblas, y ahora veo la luz; rehuía á Dios, y ahora lo amo; tenia afición al pecado, y ahora le tengo odio; estaba ciego, y ahora veo.» No estemos tranquilos, pues, hasta que no sintamos en nuestro interior el influjo renovador del Espíritu Santo. No nos contentemos meramente con llevar el nombre de cristianos. Sin duda que las sensaciones son á veces engañosas, y que ellas no deben formar el todo de nuestra vida religiosa; pero si interiormente no experimentamos sensaciones algunas en asuntos espirituales es mal indicio. El hambriento come y se siente vigorizado; el sediento bebe y siente apagada su sed. De por fuerza el que tiene en su pecho la gracia do Dios, ha de poder decir: » Siento su influjo..