Prosiguiendo ellos su camino, él entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa.
10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; — ¿Entró en qué aldea? Jua 11:1 dice, “Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana”. — y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. — Sin duda le dio una bienvenida sincera al Señor. Sinceramente creía en Jesús (Jua 11:27) y al preparar una buena comida ella le honraba. Luc 8:3 habla de “otras muchas que le servían de sus bienes”. Marta también quería servirle — con una buena comida.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
entró en una aldea. Jua 11:1-5; Jua 12:1-3.
le recibió en su casa. Luc 8:2, Luc 8:3; Hch 16:15; 2Jn 1:10.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
una aldea: Si se trata de Marta y de María de Jua 11:1-57; Jua 12:1-8, el lugar es Betania, justo a las afueras de Jerusalén (Jua 11:1, Jua 11:19; Jua 12:1). Este texto sugiere que el viaje a Jerusalén de Luc 9:51-62; Luc 10:1-42; Luc 11:1-54; Luc 12:1-59; Luc 13:1-35; Luc 14:1-35; Luc 15:1-32; Luc 16:1-31; Luc 17:1-37; Luc 18:1-43; Luc 19:1-44 no era directo. Era un viaje en el que se aproximaba el momento de la muerte de Jesús.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
una aldea. Betania, unos 4 km al E del templo en Jerusalén, en la cuesta oriental del Monte de los Olivos. Era el hogar de María, Marta y Lázaro (cp. Jua 11:1).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
10:38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; – ¿Entró en qué aldea? Jua 11:1 dice, “Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta su hermana”.
— y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. – Sin duda le dio una bienvenida sincera al Señor. Sinceramente creía en Jesús (Jua 11:27) y al preparar una buena comida ella le honraba. Luc 8:3 habla de “otras muchas que le servían de sus bienes”. Marta también quería servirle – con una buena comida.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL CHOQUE DE TEMPERAMENTOS
Lucas 10:38-42
Prosiguiendo su viaje, Jesús llegó a una aldea. Una mujer de allí que se llamaba Marta, le dio hospitalidad. Tenía una hermana, María, que se sentaba a los pies de Jesús para escuchar lo que decía.
Marta estaba muy ocupada con los quehaceres de la casa, y se acercó a Jesús para decirle:
-Señor, ¿es que no te haces cargo de que mi hermana me deja sola con todo el trabajo de la casa? Dile siquiera que me eche una mano.
-¡Marta, Marta! Estás demasiado ajetreada, y te complicas innecesariamente la vida con muchas cosas cuando con cualquier cosita bastaría. María ha sabido escoger la mejor parte, y no hay por qué quitársela.
Sería difícil encontrar un boceto de caracteres más pintoresco y con mayor economía de palabras que éste.
(i) Aquí tenemos un choque de temperamentos. Algunas personas son polvorillas de actividad; otras son naturalmente tranquilas. Y a las activas les cuesta comprender a las contemplativas, y viceversa. No es que la una sea buena y la otra no. Dios no nos ha hecho a todos iguales. Dios necesita sus Martas y sus Marías. Como decía Teresa de Jesús, en el servicio del Señor deben estar juntas Marta y María.
(ii) Estos versículos nos muestran algo más: a veces se muestra una amabilidad equivocada. Recordemos adónde iba Jesús cuando esta escena tuvo lugar: se dirigía a Jerusalén, a morir en la Cruz. Todas sus facultades estaban tensas por la batalla interior que estaba librando para someter su voluntad a la voluntad de Dios. Cuando llegó Jesús a aquella casa de Betania, fue un gran día; y Marta quería celebrarlo ofreciéndole a Jesús lo mejor que hubiera en la casa; así es que iba de acá para allá llevando, y haciendo, y guisando, y preparando cosas… y eso era lo que menos quería Jesús entonces. Quería tranquilidad. Con la Cruz por delante y la tensión dentro de sí, había acudido a Betania buscando un oasis de calma alejado de las multitudes exigentes aunque sólo durara una o dos horas. Y eso fue lo que le ofreció María; y Marta, con la mejor intención, hizo lo posible por quitárselo. «Con cualquier cosita bastaría.» Posiblemente quería decir: «No quiero un gran banquete; un solo plato, de lo que sea, es más que suficiente.» María comprendió, y Marta no.
Aquí tenemos una de las cosas difíciles de la vida. A menudo queremos ser amables con la gente, pero a nuestra manera. Y si no acertamos, nos damos por ofendidos y nos quejamos de que no se aprecia nuestro esfuerzo. Si queremos de veras ser amables, lo primero que debemos intentar es comprender a la persona a la que queremos ayudar, y olvidarnos de todo lo que querríamos hacer nosotros. Jesús amaba a Marta, y Marta le amaba a Él; pero, cuando Marta se proponía ser amable, tenía que serlo a su manera, que era precisamente la contraria de la que Jesús necesitaba. Jesús amaba a María, y María le amaba a Él, y María le comprendió.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Sirviendo a Jesús. Cuando Marta se quejó a su huésped, molesta por la pereza de su hermana, Jesús le replicó con gentileza pero también con firmeza. Puede haber estado implicando que Marta estaba ocupada tratando de ofrecer una comida muy bien elaborada, cuando bastaba algo sencillo. María había elegido escuchar a Jesús y eso era más importante que preparar una gran cena. El relato no quiere enseñar el valor de la contemplación frente a la acción, sino mostrar que el servicio a Jesús no debe llenar la vida de una persona de tal forma que no tenga tiempo de aprender de él. Se lo honra más escuchándolo que proveyendo en exceso para sus necesidades (cf. Juan 6:27).
Notas. 38 Como la aldea era Betania en las afueras de Jerusalén (Juan 11:1), el episodio ocurrió antes de la última visita de Jesús, o es registrado fuera del orden cronológico. 41 Las palabras exactas de Jesús son inciertas, pues algunos mss. tienen variantes que se reflejan en las traducciones; no es claro si estaba contrastando muchos platos para la comida con sólo uno, o la simple preocupación por muchas cosas ante una, la única que importa.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
c 703 Jua 12:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
cierta aldea. Es decir, Betania (cp. Jn 11:1; 12:1– 3).
Fuente: La Biblia de las Américas
38 (1) Betania ( Jua_12:1 y la nota 1; Mar_11:1 Mat_21:17 y la nota 1).
38 (2) Probablemente del arameo; significa ella era rebelde.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
una aldea, i.e., Betania (Jua 12:1).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
EL pequeño episodio que contienen estos versículos ha sido trasmitido solamente en el Evangelio de S. Lucas. Durante todos los siglos y todas las edades, la historia de Marta y María ofrecerá á la iglesia lecciones importantes. El pasaje arriba trascrito, en conexión con el capítulo undécimo del Evangelio de S. Juan, nos da bien á conocer el carácter y las costumbres de la familia que Jesús amaba.
Observemos, por una parte, cuan diferentes pueden ser los caracteres é índoles de los cristianos verdaderos. Las dos hermanas á quienes se refiere el pasaje, eran discípulas fíeles. Ambas habían creído, ambas habían sido convertidas; ambas habían reverenciado á Cristo en un tiempo en que pocos le tributaban honor; amaban á Jesús, y eran amadas por El. Empero eran las dos de genio muy distinto. Marta era activa, inquieta é impulsiva sus emociones eran intensas y hablaba francamente todo lo que sentía. María era sosegada, tranquila y contemplativa, sentía profundamente, mas decía menos de lo que sentía. Marta se alegró de ver á Jesús, cuando vino á su casa, y se ocupó en preparar recibimiento agradable. María, también, se alegró de verlo, su primer pensamiento fue sentarse á sus pies y escuchar sus abras. La gracia reinaba en los corazones de las dos, pero cada una manifestaba el efecto de la gracia en ocasiones diferentes, y de diversos modos.
Útil nos será recordar esta lección: No debemos esperar que dos los creyentes sean exactamente iguales entre sí; ni debemos por sentado que otros no poseen la gracia divina, á causa de que sus hechos ó sus sentimientos no convengan en un todo con los nuestros. Cada una de las ovejas del rebaño de Cristo tiene dualidades que le son peculiares. Los árboles del jardín del Señor no son todos exactamente iguales. Todos los verdaderos siervos de Dios convienen en las cosas principales de la religión; todos son guiados por un mismo Espíritu; todos conocen sus pecados, y confían en Cristo; todos se arrepienten, creen, y son piadosos. Más, en materias de poca monta, muchas veces, difieren grandemente. No los despreciéis por este motivo. Habrá Martas y Marías hasta que el Señor venga por segunda vez.
Observemos por otra parte qué tentación tan peligrosa para nuestras almas pueden ser los cuidados de este mundo, si los dejamos que ocupen demasiado nuestra atención. Es claro según el tenor del pasaje que tenemos á la vista, que Marta se dejó extraviar en su deseo de preparar para el Señor un recibimiento adecuado. Su celo excesivo por las cosas perecederas hizo que olvidase por un tiempo las cosas eternas. «Marta empero se distraía en muchos servicios.» Bien luego, sin embargo, le remordió la conciencia cuando se halló sola preparando la mesa, y vio á su hermana sentada á los pies de Jesús, y escuchando Su palabra. Bajo el peso de una conciencia inquieta su genio perdió su equilibrio, y prorrumpió en abierta queja: «Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.» Al decir esto, la buena mujer olvidó en mala hora quién era, y á quien hablando. Recibió una reprensión solemne, y tuvo que aprender; una lección que probablemente le causó impresión duradera: «¡He aquí cuan gran montón de leña enciende un poco de fuego»! ¡El principio de todo esto fue un exceso de ansiedad tocante á inocentes quehaceres de este mundo! La falta de Marta debe servir de admonición perpetua a los cristianos. Si deseamos progresar en la gracia, y gozar de dones espirituales debemos ser cautos respecto de los cuidados de este mundo. Á menos que vigilemos y oremos constantemente, destruirán insensiblemente nuestra espiritualidad, y acarrearán ruina de nuestras almas. No es solo el pecado declarado ó las contravenciones notorias de los mandamientos de Dios, lo que arrastra á los hombres á la perdición eterna. Es con mucha más frecuencia la atención excesiva á cosas en sí mismas lícitas, y el estar «solícitos respecto de muchos servicios» de la casa. ¡Parece tan justo cuidar de lo que es nuestro! ¡Parece tan propio atender á los deberes de nuestra posición! Es justamente en esto que consiste el peligro. Nuestras familias, nuestros negocios, nuestras ocupaciones diarias, nuestro trato en la sociedad, todo, todo, pueden servirnos de tentación, y separarnos de Dios.
Podemos descender al abismo de en medio de las cosas lícitas. Estemos alerta en esta materia. Observemos atentamente y con celo nuestras emociones y nuestros pensamientos, por temor de que caigamos repentinamente en pecado. Si amamos la vida eterna debemos sentir despego á los bienes de este mundo, y guardarnos de permitir que cosa alguna ocupe el primer lugar en nuestros corazones, salvo Dios. Escribamos mentalmente «veneno» sobre todos los bienes perecederos.
Usados con moderación son bendiciones del cielo, por los cuales debemos estar agradecidos. Permitirles ocupar nuestra mente de tal manera que tratemos con desprecio las cosas santas, es convertirlos en un mal positivo. Las ganancias y los placeres se compran muy caros, si para obtenerlos, arrojamos de nuestros pensamientos la eternidad, descuidamos la lectura de la Biblia, dejamos de oír el Evangelio, y acortamos nuestras oraciones. Un poco de polvo arrojado en el fuego que enciende nuestros corazones puede apagarlo.
Observemos, por otra parte, que reprensión tan solemne dio el á Marta. Cuál sabio médico El conoció la enfermedad que le estaba consumiendo, y al instante le aplicó el remedio amoroso, expuso la falta en que había incurrido su hija extraviada, y no omitió la corrección que requería. » Marta, dijo El, » cuidadosa estás y turbada respecto de muchas cosas; empero una cosa es necesaria.» ¡Justas son las amonestaciones de un amigo! ¡Esas cortas palabras fueron en verdad preciosas! Contienen en compendio un volumen de teología práctica.
«Una cosa es necesaria.» ¡Cuan ciertas son estas palabras! Y cuanto más tiempo vivamos sobre la tierra, tanto más ciertas nos parecerán. Cuanto más nos acerquemos á la sepultura, tanto más las aprobaremos. Salud, dinero, posesiones, rango, honores, y prosperidad, todas estas cosas son buenas bajo ciertas condiciones; no pueden llamarse necesarias. Sin ellas millares de personas son felices en este mundo, y alcanzan la gloria en el mundo venidero. Las «muchas cosas » por las cuales todos se agitan continuamente, no son realmente necesarias. La gracia de Dios que trae salvación es la única cosa necesaria.
Que estén siempre fijas en nuestra mente estas palabras. Que nos sirvan de freno cuando estemos á punto de murmurar á causa las tribulaciones de este mundo. Que nos sirvan de consuelo cuando estemos tentados á negar á nuestro Maestro por temor de la persecución. Que nos sirvan de admonición cuando empecemos a tener en mucho las cosas de este mundo.
Que nos impulsen hacia adelante cuando estemos dispuestos á mirar atrás, como la mujer de Lot. Sí, que en todas estas ocasiones resuenen en nuestros oídos como un clarín las palabras de nuestro Señor, y nos inspiren buenos pensamientos.
«Una cosa es necesaria.» Si Cristo es nuestro, todo lo tenemos, y con abundancia.
Finalmente debemos observar de qué manera aprobó nuestro Señor la elección de María. Dijo: » María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.» Estas palabras encierran una significación profunda. Ellas fueron proferidas no solo en obsequio de María, sino también en obsequio de todos los que creen en todas partes del mundo. Se tuvo con ellas el designio de alentar á todos los cristianos verdaderos para que se dediquen al servicio de Dios con todo su corazón; para que sigan en todo al Señor, y caminen en las sendas de Dios ; para que hagan del bien del alma su asunto principal y piensen comparativamente poco en las cosas de este mundo. La herencia del cristiano verdadero es la gracia de Dios. Esta es la «buena parte» que ha escogido, y la sola que merece realmente el nombre de «buena.» Es la sola cosa buena que es satisfactoria, real y perdurable. Es buena en tiempo de enfermedad y en tiempo de salud–buena en la juventud y en la vejez -buena en la adversidad y en la prosperidad–buena en vida, y buena en muerte–buena temporalmente y buena en la eternidad. Ninguna circunstancia, ninguna posición puede imaginarse en la cual no convenga al hombre tener la gracia de Dios. Y esta herencia jamás le será arrebatada al cristiano verdadero, De todo el género humano, él es el único que jamás será despojado de lo que le pertenece. Los reyes tienen que dejar algún día sus palacios. Los ricos tienen que dejar algún día su dinero y posesiones. Solo las conservan hasta que mueren.
Pero el justo más pobre de la tierra tiene un tesoro del que no será privado jamás. La gracia de Dios y el favor de Cristo son riquezas que ningún hombre puede quitarle. Cuando muera irán con él á la sepultura; y estarán con él en la mañana de la resurrección, y serán suyas por toda la eternidad.
¿Qué sabemos nosotros de esta «buena parte» que escogió María? ¿La hemos escogido para nosotros? ¿Podemos decir con verdad que es nuestra? No estemos tranquilos hasta que podamos decirlo. «Escojamos la vida,» mientras que Cristo nos la ofrece «sin dinero y sin precio.» Solicitemos tesoros en el cielo, no sea que despertemos y hallemos que somos pobres para siempre jamás.
Fuente: Los Evangelios Explicados
hospedó… M↓ añaden en su casa.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R633 La idea de hospitalidad (bajo el techo de uno) es natural en el verbo compuesto ὑπεδέξατο.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
M i añaden en su casa.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
‡ Hacia Jerusalén.