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Comentario de Lucas 11:33 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 11:33 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

“Al encender una lámpara nadie la pone en oculto, ni debajo de un cajón, sino sobre un candelero para que todos los que entren vean la luz.

11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. — Esta ilustración se debe aplicar según el contexto.

Cuando Jesús dice esto en el Sermón del Monte (Mat 5:15-16) El explica la aplicación de la enseñanza: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Comparando Luc 8:16-17 con Luc 12:2-3,

parece que lo que Jesús dice se aplica a la obra de los apóstoles. Jesús les habló a ellos empleando el lenguaje figurado (parábolas) y limitó su misión a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, pero su ministerio futuro había de ser mucho más extenso (a todas las naciones, Mat 28:19; Mar 16:15) y su mensaje sería en palabras claras y literales. A esto Jesús se refiere en Luc 12:3, “todo lo que habéis dicho en tinieblas a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en la azoteas”.

Sin embargo, la conclusión encontrada en Luc 8:18, “Mirad, pues, cómo oís” parece ser semejante a la implicación de Luc 11:33-36, porque los apóstoles serían los embajadores de Cristo (2Co 5:20), sus testigos, sus mensajeros y, por eso, era indispensable que oyeran con cuidado la enseñanza de Cristo. Compárense Isa 40:21; Eze 33:31-32. Algunos oyen solamente para criticar al orador (Mar 12:13), pero algunos oyen de buena gana (Mar 12:37) y con toda solicitud (Hch 17:11). Debemos oír como los de Mar 12:37 y los de Berea (Hch 17:11). Oír para ser bendecidos (Mat 13:16-17). Oír para tener fe salvadora (Rom 10:17; Stg 1:22). Oír para no desviarnos (Heb 2:1). Oír para no ser rechazados (Mat 10:14). Oír para llevar fruto (Luc 8:15).

Aquí en Luc 11:33-36 Jesús está reprendiendo a los fariseos por no aprovechar la luz (los milagros de Jesús) que revelaba que El era el Cristo. No podían decir que la luz de Cristo estaba puesta debajo del almud. Como Pablo dijo al rey Agripa (Hch 26:26), “Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón”. Mat 4:16, “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció”.

El Antiguo Testamento preparó el camino para su venida y las señales que hizo eran más que adecuadas para proclamar su Deidad y que cumplía todos los tipos, sombras y profecías que apuntaban hacia El.

Se trata, pues, de la luz del conocimiento del evangelio de Jesús. Jesús es la luz del mundo (Jua 8:12), la verdadera revelación de Dios (Jua 1:18; Col 1:15; Heb 1:3), pero los fariseos no solamente no recibieron esta luz, sino que trataban de ocultarla porque preferían las tinieblas.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Nadie pone en oculto la luz encendida. Luc 8:16, Luc 8:17; Mat 5:15; Mar 4:21, Mar 4:22.

ni debajo del almud. Mat 5:15.

para que los que entran vean la luz. Mat 5:16; Mat 10:27; Jua 11:9; Jua 12:46; Flp 2:15, Flp 2:16.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

vean la luz: La luz tiene como propósito ser una guía. Luc 11:27-36 trata de la respuesta a la luz de la Palabra de Dios presentada en las enseñanzas de Jesús. Dios lo deja en claro para que todos vean.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Vea la nota sobre Luc 8:16.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

11:33 Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz. – Esta ilustración se debe aplicar según el contexto.
Cuando Jesús dice esto en el Sermón del Monte (Mat 5:15-16) El explica la aplicación de la enseñanza: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Comparando Luc 8:16-17 con Luc 12:2-3,
parece que lo que Jesús dice se aplica a la obra de los apóstoles. Jesús les habló a ellos empleando el lenguaje figurado (parábolas) y limitó su misión a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, pero su ministerio futuro había de ser mucho más extenso (a todas las naciones, Mat 28:19; Mar 16:15) y su mensaje sería en palabras claras y literales. A esto Jesús se refiere en Luc 12:3, “todo lo que habéis dicho en tinieblas a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en la azoteas”.
Sin embargo, la conclusión encontrada en Luc 8:18, “Mirad, pues, cómo oís” parece ser semejante a la implicación de Luc 11:33-36, porque los apóstoles serían los embajadores de Cristo (2Co 5:20), sus testigos, sus mensajeros y, por eso, era indispensable que oyeran con cuidado la enseñanza de Cristo. Compárense Isa 40:21; Eze 33:31-32. Algunos oyen solamente para criticar al orador (Mar 12:13), pero algunos oyen de buena gana (Mar 12:37) y con toda solicitud (Hch 17:11). Debemos oír como los de Mar 12:37 y los de Berea (Hch 17:11). Oír para ser bendecidos (Mat 13:16-17). Oír para tener fe salvadora (Rom 10:17; Stg 1:22). Oír para no desviarnos (Heb 2:1). Oír para no ser rechazados (Mat 10:14). Oír para llevar fruto (Luc 8:15).
Aquí en Luc 11:33-36 Jesús está reprendiendo a los fariseos por no aprovechar la luz (los milagros de Jesús) que revelaba que El era el Cristo. No podían decir que la luz de Cristo estaba puesta debajo del almud. Como Pablo dijo al rey Agripa (Hch 26:26), “Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón”. Mat 4:16, “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; Y a los asentados en región de sombra de muerte, Luz les resplandeció”.
El Antiguo Testamento preparó el camino para su venida y las señales que hizo eran más que adecuadas para proclamar su Deidad y que cumplía todos los tipos, sombras y profecías que apuntaban hacia El.
Se trata, pues, de la luz del conocimiento del evangelio de Jesús. Jesús es la luz del mundo (Jua 8:12), la verdadera revelación de Dios (Jua 1:18; Col 1:15; Heb 1:3), pero los fariseos no solamente no recibieron esta luz, sino que trataban de ocultarla porque preferían las tinieblas.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL CORAZÓN ENTENEBRECIDO

Lucas 11:33-36

Jesús siguió diciéndoles:

No se enciende una vela para encerrarla en un armario oponerla debajo de un cajón, sino para ponerla en el candelero, para que vean los que entran en la habitación. Las ventanas por las que entra la luz al cuerpo son los ojos; cuando los ojos están como es debido, todo el cuerpo tiene toda la luz que necesita; pero cuando los ojos están malos, el cuerpo está en tinieblas. Ándate con cuidado, no sea que lo que debiera darte luz esté apagado. Así es que, si todo tu cuerpo está iluminado, sin ningún rincón oscuro, es como cuando hay una lámpara en la habitación, que lo ilumina todo con su luz.

No es fácil entender este pasaje, pero es probable que lo que se nos quiere decir sea lo siguiente. El cuerpo depende de los ojos para captar la luz; si están sanos, el cuerpo recibe la luz que necesita; pero, si están enfermos, la luz se convierte en oscuridad. De la misma manera, la luz de la vida depende del corazón; si éste es como es debido, toda la vida está iluminada; si no, toda la vida está en tinieblas. Jesús nos advierte que comprobemos que la luz interior está encendida.

¿Qué es lo que oscurece la luz interior? ¿Qué es lo que puede fallar en nuestro corazón?

(i) El corazón se nos puede endurecer. A veces, cuando tenemos que hacer algo con las manos a lo que no estamos acostumbrados, se nos irrita la piel, y nos produce dolor; pero, si lo hacemos con cierta frecuencia, se nos endurece la piel y podemos hacer sin problemas lo que nos hacía daño. Y lo mismo con el corazón. La primera vez que hacemos lo que no debemos sentimos temor y hasta dolor de corazón. Cada vez que lo repetimos sentimos menos temor, hasta que por último no nos produce ni la más mínima inquietud. El pecado tiene un poder endurecedor terrible. No hay nadie que haya dado el primer paso hacia el pecado sin sentir la advertencia de su corazón; pero si comete ese pecado repetidas veces, llegará un momento cuando lo haga como si tal cosa. Lo que antes nos daba miedo o reparo, luego se convierte en un hábito. A nadie le podemos echar la culpa nada más que a nosotros mismos por haber llegado a ese estado.

(ii) El corazón se nos puede insensibilizar. Es trágico cómo nos acostumbramos a aceptar las cosas. Al principio sentimos dolor en nuestros corazones al contemplar el sufrimiento y el dolor del mundo; pero muchos acaban por acostumbrarse y aceptarlo sin sentirlo ni lo más mínimo.

Está demostrado que muchas personas sienten más intensamente las cosas cuando son jóvenes que más adelante en la vida. Eso es especialmente cierto en relación con la Cruz de Jesucristo. Florence Barclay nos cuenta cuando la llevaron por primera vez a la iglesia cuando era niña. Era Viernes Santo, y leyeron toda la historia de la crucifixión. Ella escuchó con atención la negación de Pedro y la traición de Judas; oyó todo lo que dijo Pilato en el juicio; vio la corona de espinas, y las bofetadas de los soldados; oyó que les entregaron a Jesús para que le crucificaran y, cuando llegaron las palabras «Y le crucificaron allí», parecía que a ninguno de los que estaban en la iglesia le importaba; pero la niña escondió la carita en el abrigo de su madre llorando amargamente, y,,su vocecita quebrantada recorrió el silencio de la iglesia: «¿Por qué le hicieron eso? ¿Por qué se lo hicieron?»Así es como deberíamos sentir todos la Cruz; pero lo hemos oído tantas veces que ya no nos hace ninguna impresión. Que Dios nos guarde de tener un corazón que ha perdido el poder de sentir la agonía de la Cruz –que Cristo sufrió por nosotros.
(iii) El corazón se nos puede volver rebelde. Una persona puede llegar a saber lo que debe hacer, y hacer lo contrario; sentir la mano de Dios sobre su hombro, y encogerlo y retirarlo, y seguir el camino que conduce al país lejano cuando Dios la está llamando para que vuelva a casa.

¡Que Dios nos libre de tener un corazón entenebrecido!

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 8:16.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Luz y tinieblas (ver Mat. 5:15; 6:22, 23). Quizá el v. 33 (que repite 8:16) urge a los oyentes a no esconder la luz que han recibido (Mat. 5:15) o a Israel que había escondido la luz que se le había dado de parte de Dios (cf. v. 52) o, lo que es más probable, puede ser una referencia a la luz que brilla en Jesús y que el pueblo no estaba dispuesto a recibir. En el v. 34 el ojo es el medio por el cual la luz llega al interior de la mente de una persona; un ojo saludable deja pasar la luz, pero uno enfermo deja a una persona en la oscuridad. Los oyentes de Jesús debían estar seguros de que lo que aceptaban como luz realmente lo era y no tinieblas (35). Por lo tanto, el v. 36 puede significar que la persona que está llena de verdadera luz iluminará a otros. El párrafo en su conjunto es una advertencia sobre la ceguera espiritual y la dureza de corazón.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

o 753 Mat 5:15; Mar 4:21; Luc 8:16

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

33 super (1) Véase la nota 21 super (1) de Mr 4.

33 super (2) Véase la nota 15 super (1) de Mt 5.

33 super (3) Véase la nota 15 super (2) de Mt 5.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Estas palabras de nuestro Señor nos enseñan cuan importante no es hacer buen uso de nuestros conocimientos y privilegios religiosos. Se nos recuerda que es lo que los hombres hacen cuando encienden una vela; que no la ponen en oculto ni debajo do un almud, sino sobre un candelero para que sea útil y alumbre. Cuando el hombre tiene delante de sí el Evangelio es como si Dios le hubiera presentado una vela encendida. No basta que lo oiga, y lo apruebe, y lo admire, y acepte las verdades que contiene: ha de recibirlo en el corazón y practicarlo en su conducta diaria. En tanto que no haga esto su alma no recibirá más provecho que la de un pagano de África que jamás haya oído el Evangelio. Tiene delante de sí una vela encendida, pero no hace buen uso de ella. Tal conducta es muy culpable. El haber descuidado la luz que Dios ofrece será una acusación grave en el último día.
Pero aun el que profesa apreciar la luz en su verdadero valor debe tener cuidado de no ser egoísta al usarla. Es su deber procurar que esa luz refleje hacia todos los que lo rodeen, y que otros lleguen al conocimiento de la verdad que él ha hallado tan benéfica. Su luz ha de resplandecer de tal modo en medio de los hombres que ellos vean á quién se la entregado y á quién sirve, y sean así inducidos á seguir su ejemplo y á hacerse discípulos del Señor.
Esa luz ha de ser para él como cosa prestada y por la cual es responsable. Ha de colocarla de tal manera que todos puedan verla, alumbrar y creer.
Guardémonos de menospreciar la luz que poseemos. El pecado que muchos cometen sobre este particular es mucho mayor ellos de lo que ellos suponen. Hay muchos hombres que se lisonjean que sus almas no se encuentran en muy mal estado porque no cometen actos escandalosos ó bajos de inmoralidad, y son decentes y decorosos en su conducta. Mas ¿menosprecian el Evangelio? ¿Van a la iglesia tranquilamente año tras año, y no toman resolución alguna respecto al servicio de Cristo? Si así fuere, necesario es que sepan que su maldad es muy grande á los ojos de Dios. Poseer la luz, y no «caminar en la luz» es de suyo un gran pecado, Es desdeñar y tratar con indiferencia al Rey de reyes.
Evitemos ser egoístas en materias religiosas aun después que haber aprendido á apreciar la luz, es decir, la verdad en su intrínseco valor. Esforcémonos por que nuestros semejantes vean que hemos encontrado la «perla de gran precio» y queremos que ellos en la encuentren. Hay razón para abrigar sospechas respecto a las convicciones religiosas de un hombre cuándo este se muestra satisfecho de ir solo al cielo. El verdadero cristiano tiene siempre un corazón noble. Si es padre, anhela la salvación de sus hijos. Si es amo de casa, desea que sus criados se conviertan. Si es dueño de tierras, quiere que sus arrendatarios entren con él en el reino de Dios. ¡He aquí la verdadera religión! El cristiano que se contenta guardar para sí todo lo que sabe, todo lo que siente, todo lo cree, se encuentra en un estado espiritual muy débil y peligroso.
Estos versículos nos enseñan, en segundó lugar, cuánto vale un corazón sencillo y consagrado del todo al deber. Para ejemplificar esta lección nuestro Señor se sirve de las funciones del ojo en el cuerpo humano; y nos trae á la memoria que cuando el ojo es «sencillo» ó está completamente sano, la acción del cuerpo recibe un influjo benéfico; y que, por el contrario, cuando el ojo es «malo,» ó está viciado, afecta de una manera desagradable el bienestar y la actividad del hombre. En un país oriental, como la Palestina donde las enfermedades de los ojos son desgraciadamente muy comunes, el ejemplo tenia de suyo fuerza, especial.
Pero ¿en qué caso puede decirse que el corazón de un hombre sea sencillo en asuntos religiosos? ¿En qué se distingue el corazón sencillo? La cuestión es de inmensa importancia. Bueno sería para la iglesia y para el mundo si los corazones sencillos abundaran más.
Es corazón sencillo el que no solo ha experimentado el arrepentimiento y la conversión y ha sido renovado, sino que está ordinariamente y de la manera más poderosa y completa bajo el influjo del Espíritu Santo. El que posee tal corazón aborrece la indecisión, la duda y la tibieza en todo lo relativo á la religión. Contempla un gran espectáculo: Cristo muriendo por amor á los pecadores. Anímalo una grande aspiración: glorificar á Dios y hacer su voluntad. Le sostiene un gran deseo: agradar á Dios y obtener su aprobación. En comparación con ese espectáculo, esa aspiración, ese deseo, el hombre de corazón sencillo no conoce nada quo valga la pena de nombrarse. La alabanza y los beneficios de los hombres no valen nada para él. El reproche y la desaprobación pública son para él trivialidades ligeras como el viento.
«Una cosa deseo–una cosa hago–por una cosa vivo:» he aquí las palabras del hombre de corazón sencillo. Psa 27:4; Luk 10:42; Filip. 3:13. Tales fueron Abrahán y Moisés, David y Pablo, Lutero y Latimer. Todos ellos tuvieron sus debilidades y flaquezas, y sin duda cometieron algunos errores, mas todos ellos tuvieron este rasgo distintivo: que eran hombres completamente consagrados á su causa. En otras palabras, tenían corazones sencillos, y eran incuestionablemente siervos de Dios.
Las bendiciones que resultan de un corazón sencillo son casi incalculables. El que lo posee puede hacer muchísimo bien á la humanidad. Es como un faro en medio de un mundo tenebroso. Refleja luz sobre centenares de personas á quienes no conoce. Todo su cuerpo es resplandeciente. En cada acto suyo puede percibirse el influjo de su maestro. Su piedad se manifiesta en toda su conducta. Su familia, sus criados, sus parientes, sus vecinas, sus amigos, sus enemigos, todos conocen sus inclinaciones, y todos tienen que confesar, de grado ó por fuerza, que su religión es Dios.
Se hace sentir, y lo que es todavía mejor, el hombre, sencillo recibe un premio de no pequeño precio en las emociones internas de su alma. Se alimenta de algo que el mundo no conoce. Experimenta en creer un gozo y una tranquilidad que cristianos poco fervorosos jamás sienten. Tiene la faz vuelta hacia el sol y por esto su corazón jamás se entibia.
Oremos y trabajemos por que nuestro ojo sea sencillo y nuestro corazón ardiente. Si profesamos ser religiosos, seámoslo del todo, cristianos, seámoslo de una manera decidida. De esto depende nuestra paz interior así como también los buenos frutos de nuestras vidas. Nuestro ojo ha de ser sencillo si queremos que nto cuerpo sea resplandeciente.

Fuente: Los Evangelios Explicados

lámpara…Mat 5:15; Mar 4:21; Luc 8:16.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

g Mat 5:15; Mar 4:21; Luc 8:16.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Biblia Peshitta 2006 Notas:

[18] 11.33 Ver nota a Mat 5:15.

Fuente: Peshitta en Español