Comentario de Lucas 11:5 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Les dijo también: —Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo y va a él a la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes,

11:5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. — Luc 18:1-8 narra una parábola gemela, las dos enseñando la necesidad de la persistencia (importunidad) al orar a Dios. Luc 18:1, “ También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. 1Ts 5:17, “orad sin cesar”.

El amigo a medianoche. Probablemente el amigo que llegó a medianoche viajaba de noche para escapar el calor del sol. Su llegada no era nada esperada. No había comida en la casa, pero la hospitalidad era y es sagrada; los más pobres comparten su pan con huéspedes. Entonces ¿qué hacer? Ir con el amigo vecino para pedirle pan, pero éste responde, “No me molestes”. Muchas casas eran de un solo cuarto que estaba todo oscuro, los niños dormían en el piso, se batallaba aun para abrir la puerta. Si se levantaba tendría que buscar una antorcha y algo con que prenderla, despertaría a los niños y algunos estarían llorando. En fin, sería mucha molestia.

Pero el caso era urgente. La hospitalidad es sagrada. No podría volver avergonzado a casa con manos vacías. Tenía que obtener pan. No podía ser tímido. Por eso, persistió. Seguía golpeando la puerta hasta que su “amigo” le diera pan.

¿Cuál es la lección para nosotros? El vecino dormido no quería ser molestado pero al hablar de Dios, dice el Sal 121:3, “Ni se dormirá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel”. Sal 34:15, “Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos” (1Pe 3:12). Rom 8:32, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”

El juez injusto y la viuda. Este juez no temía ni a Dios ni al hombre; era hombre de corazón duro, empedernido. A él no le importaba lo que la gente pensara de él. La viuda se presenta en la Biblia como digna de mucha compasión, pues era pobre, indefensa, destituida, víctima de toda clase de injusticia (Mar 12:40). La ley de Moisés requería que el pueblo de Israel se preocupara por ellas (Éxo 22:22; Deu 10:18).También la ley de Cristo (1Ti 5:1-25; Stg 1:27).

Había tres maneras de tratar con esta clase de juez: el soborno, el intimidar o el rogar. La viuda no podía utilizar los primeros dos medios; le quedaba solamente el rogar como su único recurso y lo practicó al máximo. Lo hizo porque estaba desesperada. Imagínese el cuadro: le rogaba dondequiera que lo encontrara, en el tribunal, en el camino, en reuniones sociales o en su casa. El simplemente no la podía escapar.

Por último, y para su propio bien, para encontrar alivio para sí mismo, le concedió lo que le pedía, porque esto fue el único medio de escapar de su persistencia en molestarlo. “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”.

En estas parábolas Jesús razona desde lo menor a lo mayor, desde lo peor a lo mayor. Si aun los hombres más malos — un “amigo” que no se portaba como amigo, o un juez de corazón duro — saben dar cosas buenas a otros, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Mat 7:11, “¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”)

¿Qué significan estas parábolas? ¿Qué lecciones contienen para nosotros? ¿Qué implica la persistencia enseñada en estas parábolas?

1. Que la fe es indispensable, Stg 1:6, “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Dios no escucha a los de doble ánimo, los fluctuantes, los formalistas, los que oran nada más con los labios. Al persistir en la oración la fe crece, se hace más fuerte.

2. Que somos totalmente dependientes de Dios. Que no seamos como el fariseo de Luc 18:9-14, que no pedía nada. No pidió nada porque no sintió la necesidad de pedir nada. No se creía dependiente de Dios. Era autosuficiente porque era muy “justo” (daba diezmos, ayunaba, etc.)

La oración es el derramar la necesidad humana delante del trono de Dios, la expresión de nuestra pobreza e insuficiencia delante de Dios. Significa que no confiamos en nosotros mismos (nuestra sabiduría, nuestros talentos, nuestra preparación académica, nuestra fuerza física, etc.), ni en los familiares y amigos, ni en posesiones materiales, etc. sino solamente en Dios.

Al adorar a Dios, nuestra oración indica que estamos conscientes de su grandeza, su soberanía, que es el único Dios vivo y que es el Creador del universo, que es digno de ser alabado y exaltado. Al meditar en la perfecta santidad de Dios, nuestra oración refleja que estamos conscientes de nuestra pobreza espiritual. Al interceder por otros, la persistencia indica nuestro amor sincero por otros, sean hermanos o inconversos. Al dar gracias indicamos que estamos conscientes que verdaderamente toda bendición proviene de la mano de Dios (Stg 1:17).

Cuando persistimos en la oración la humildad y el espíritu de dependencia crecen, se profundizan, se perfeccionan.

3. Que somos sinceros. Que en realidad queremos lo que pedimos. Que la oración no sea una mera formalidad, una rutina, un recurso de emergencia. Dios no puede ser burlado. No debemos pedir lo que sinceramente queremos. Si queremos que Dios nos oiga, tenemos que ser como el niño que pide bicicleta. No pide una sola vez y luego calla. Pide y pide y pide hasta que por fin su papá diga, “Oh, yo creo que este muchacho de veras quiere una bicicleta”.

Al persistir en la oración nuestros propósitos se clarifican. Qué es lo que en realidad queremos en esta vida. ¿Cuáles son las cosas verdaderamente importantes?

4. Que la mera repetición de alguna oración no vale. Si uno repite el “Padre nuestro” tres o cinco veces, ¿estará pidiendo algo de todo corazón o simplemente cumpliendo con un mandamiento?

5. Que al pedir algo con intensidad y persistencia nosotros haremos nuestra parte para obtener lo que queremos. Pedimos el pan de cada día (Luc 11:3) y luego con la misma sinceridad trabajamos para obtener el pan (Efe 4:28; 1Ts 4:11). Oramos fervientemente por los enfermos y al mismo tiempo les ayudamos para que aprovechen toda ayuda posible de doctores, hospitales, etc.

Debemos orar fervientemente por los perdidos (Rom 10:1) y luego con la misma intensidad y persistencia trabajaremos para convertirles.

6. Que Dios se puede comparar con aquel que no quería dar pan solamente si los que pedimos pan o perdón o cualquier cosa no pedimos de todo corazón, de la misma manera que el señor de la parábola pidió pan a media noche. Y se puede comparar con el juez injusto solamente en el sentido de que no nos hará caso a menos que pidamos con la misma insistencia de la viuda que pidió justicia. Es decir, Dios será indiferente también si los que pedimos no lo hacemos con toda sinceridad y persistencia. Estas palabras enseñan que ni siquiera debemos molestar a Dios si no hacemos nuestras peticiones de todo corazón. Pro 28:9 El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable”. Y se puede agregar a esto que Dios aparta su oído de los que no le piden con fe y toda sinceridad.

Algunos ejemplos de la persistencia en orar: Abraham (Gén 18:23-32, persistió en su intercesión por Sodoma. V. 26, “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos”. Pero luego en su intercesión Abraham baja el número de justos a 45, a 40, a 30, a 20, y por fin hasta 10.) Cristo (Mat 26:36-44, oró las mismas palabras en Getsemaní). Pablo (2Co 12:7-10, pidió tres veces que Dios quitara el aguijón en su carne). También recuérdese cómo Jacob luchó con el ángel hasta que le diera la bendición que quería (Gén 32:26, “No te dejaré, si no me bendices”.)

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 18:1-8.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

no tengo qué ponerle delante: En la antigüedad, era necesario ser un anfitrión generoso. Para este visitante nocturno, el anfitrión tenía dos alternativas: Ser mal educado u obtener comida de alguna otra parte. Prefirió la segunda opción por lo que salió a conseguir un poco de pan en medio de la noche.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

11:5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. – Luc 18:1-8 narra una parábola gemela, las dos enseñando la necesidad de la persistencia (importunidad) al orar a Dios. Luc 18:1, “ También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”. 1Ts 5:17, “orad sin cesar”.
El amigo a medianoche. Probablemente el amigo que llegó a medianoche viajaba de noche para escapar el calor del sol. Su llegada no era nada esperada. No había comida en la casa, pero la hospitalidad era y es sagrada; los más pobres comparten su pan con huéspedes. Entonces ¿qué hacer? Ir con el amigo vecino para pedirle pan, pero éste responde, “No me molestes”. Muchas casas eran de un solo cuarto que estaba todo oscuro, los niños dormían en el piso, se batallaba aun para abrir la puerta. Si se levantaba tendría que buscar una antorcha y algo con que prenderla, despertaría a los niños y algunos estarían llorando. En fin, sería mucha molestia.
Pero el caso era urgente. La hospitalidad es sagrada. No podría volver avergonzado a casa con manos vacías. Tenía que obtener pan. No podía ser tímido. Por eso, persistió. Seguía golpeando la puerta hasta que su “amigo” le diera pan.
¿Cuál es la lección para nosotros? El vecino dormido no quería ser molestado pero al hablar de Dios, dice el Sal 121:3, “Ni se dormirá el que te guarda. 4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel”. Sal 34:15, “Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos” (1Pe 3:12). Rom 8:32, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?”
El juez injusto y la viuda. Este juez no temía ni a Dios ni al hombre; era hombre de corazón duro, empedernido. A él no le importaba lo que la gente pensara de él. La viuda se presenta en la Biblia como digna de mucha compasión, pues era pobre, indefensa, destituida, víctima de toda clase de injusticia (Mar 12:40). La ley de Moisés requería que el pueblo de Israel se preocupara por ellas (Éxo 22:22; Deu 10:18).También la ley de Cristo (1Ti 5:1-25; Stg 1:27).
Había tres maneras de tratar con esta clase de juez: el soborno, el intimidar o el rogar. La viuda no podía utilizar los primeros dos medios; le quedaba solamente el rogar como su único recurso y lo practicó al máximo. Lo hizo porque estaba desesperada. Imagínese el cuadro: le rogaba dondequiera que lo encontrara, en el tribunal, en el camino, en reuniones sociales o en su casa. El simplemente no la podía escapar.
Por último, y para su propio bien, para encontrar alivio para sí mismo, le concedió lo que le pedía, porque esto fue el único medio de escapar de su persistencia en molestarlo. “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia”.
En estas parábolas Jesús razona desde lo menor a lo mayor, desde lo peor a lo mayor. Si aun los hombres más malos – un “amigo” que no se portaba como amigo, o un juez de corazón duro — saben dar cosas buenas a otros, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Mat 7:11, “¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?”)
¿Qué significan estas parábolas? ¿Qué lecciones contienen para nosotros? ¿Qué implica la persistencia enseñada en estas parábolas?
1. Que la fe es indispensable, Stg 1:6, “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Dios no escucha a los de doble ánimo, los fluctuantes, los formalistas, los que oran nada más con los labios. Al persistir en la oración la fe crece, se hace más fuerte.
2. Que somos totalmente dependientes de Dios. Que no seamos como el fariseo de Luc 18:9-14, que no pedía nada. No pidió nada porque no sintió la necesidad de pedir nada. No se creía dependiente de Dios. Era autosuficiente porque era muy “justo” (daba diezmos, ayunaba, etc.)
La oración es el derramar la necesidad humana delante del trono de Dios, la expresión de nuestra pobreza e insuficiencia delante de Dios. Significa que no confiamos en nosotros mismos (nuestra sabiduría, nuestros talentos, nuestra preparación académica, nuestra fuerza física, etc.), ni en los familiares y amigos, ni en posesiones materiales, etc. sino solamente en Dios.
Al adorar a Dios, nuestra oración indica que estamos conscientes de su grandeza, su soberanía, que es el único Dios vivo y que es el Creador del universo, que es digno de ser alabado y exaltado. Al meditar en la perfecta santidad de Dios, nuestra oración refleja que estamos conscientes de nuestra pobreza espiritual. Al interceder por otros, la persistencia indica nuestro amor sincero por otros, sean hermanos o inconversos. Al dar gracias indicamos que estamos conscientes que verdaderamente toda bendición proviene de la mano de Dios (Stg 1:17).
Cuando persistimos en la oración la humildad y el espíritu de dependencia crecen, se profundizan, se perfeccionan.
3. Que somos sinceros. Que en realidad queremos lo que pedimos. Que la oración no sea una mera formalidad, una rutina, un recurso de emergencia. Dios no puede ser burlado. No debemos pedir lo que sinceramente queremos. Si queremos que Dios nos oiga, tenemos que ser como el niño que pide bicicleta. No pide una sola vez y luego calla. Pide y pide y pide hasta que por fin su papá diga, “Oh, yo creo que este muchacho de veras quiere una bicicleta”.
Al persistir en la oración nuestros propósitos se clarifican. Qué es lo que en realidad queremos en esta vida. ¿Cuáles son las cosas verdaderamente importantes?
4. Que la mera repetición de alguna oración no vale. Si uno repite el “Padre nuestro” tres o cinco veces, ¿estará pidiendo algo de todo corazón o simplemente cumpliendo con un mandamiento?
5. Que al pedir algo con intensidad y persistencia nosotros haremos nuestra parte para obtener lo que queremos. Pedimos el pan de cada día (Luc 11:3) y luego con la misma sinceridad trabajamos para obtener el pan (Efe 4:28; 1Ts 4:11). Oramos fervientemente por los enfermos y al mismo tiempo les ayudamos para que aprovechen toda ayuda posible de doctores, hospitales, etc.
Debemos orar fervientemente por los perdidos (Rom 10:1) y luego con la misma intensidad y persistencia trabajaremos para convertirles.
6. Que Dios se puede comparar con aquel que no quería dar pan solamente si los que pedimos pan o perdón o cualquier cosa no pedimos de todo corazón, de la misma manera que el señor de la parábola pidió pan a media noche. Y se puede comparar con el juez injusto solamente en el sentido de que no nos hará caso a menos que pidamos con la misma insistencia de la viuda que pidió justicia. Es decir, Dios será indiferente también si los que pedimos no lo hacemos con toda sinceridad y persistencia. Estas palabras enseñan que ni siquiera debemos molestar a Dios si no hacemos nuestras peticiones de todo corazón. Pro 28:9 El que aparta su oído para no oír la ley, Su oración también es abominable”. Y se puede agregar a esto que Dios aparta su oído de los que no le piden con fe y toda sinceridad.
Algunos ejemplos de la persistencia en orar: Abraham (Gén 18:23-32, persistió en su intercesión por Sodoma. V. 26, “Si hallare en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré a todo este lugar por amor a ellos”. Pero luego en su intercesión Abraham baja el número de justos a 45, a 40, a 30, a 20, y por fin hasta 10.) Cristo (Mat 26:36-44, oró las mismas palabras en Getsemaní). Pablo (2Co 12:7-10, pidió tres veces que Dios quitara el aguijón en su carne). También recuérdese cómo Jacob luchó con el ángel hasta que le diera la bendición que quería (Gén 32:26, “No te dejaré, si no me bendices”.)

Fuente: Notas Reeves-Partain

PEDID Y RECIBIRÉIS

Lucas 11:5-13

Jesús les dijo también:

-Suponte que un amigo tuyo te viene a casa a medianoche y te dice desde la puerta: «Oye, amigo: déjame tres panes; que un amigo mío ha llegado de viaje a casa, y no tengo nada que darle de comer. » Y suponte que tú le dices desde dentro: «¡Déjame en paz, que ya he atrancado la puerta y tengo a los chicos conmigo en la cama! ¡No puedo ahora levantarme a dártelos!» Te aseguro que, si no te levantas a dárselos porque es tu amigo,

acabarás por levantarte y darle todo lo que sea si el otro sigue insistiendo y molestándote. Y por eso os digo Yo: Pedid hasta que se os dé; buscad hasta encontrar; llamad hasta que se os abra la puerta. Porque el que sabe pedir, acaba recibiendo; el que sabe buscar, acaba encontrando, y al que sabe llamar a la puerta, al fin se le abre. Si tu hijo te pide pan a ti que eres su padre, ¿verdad que no le darás una piedra? O si te pide pescado, ¿a que no le das en vez una serpiente? ¿O si un huevo, un alacrán? Pues si vosotros, que sois malos, les sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre celestial el Espíritu Santo a los que se lo pidan!

Los viajeros solían ir de camino hasta bien entrada la tarde para evitar el calor del mediodía. En la historia de Jesús, un viajero de ésos había llegado en medio de la noche a casa de un amigo. En Oriente, la hospitalidad es un deber sagrado; no se salía del paso dándole al recién llegado cualquier cosa, sino que había que ofrecerle una buena comida.
Cuando un viajero llegaba a las tantas, el dé la casa se podía encontrar en un apuro para cumplir el sagrado deber de la hospitalidad; sobre todo si tenía la panera vacía. Aunque era de noche, éste fue a pedirle ayuda a un amigo, que ya había atrancado la puerta. En Oriente uno no llamaría a una puerta cerrada si no fuera un caso de grave necesidad. Por la mañana, se abrían las puertas y no se cerraban en todo el día; pero si ya estaba cerrada la puerta, era señal de que no se debía molestar. Pero el amigo importuno no se daba por vencido.
Las casas de los pobres en Palestina no tenían nada más que una habitación, con un ventanuco para ventilar. El suelo era de tierra pisonada cubierta con cañas o paja. La habitación estaba dividida en dos partes, no mediante una pared, sino con una especie de plataforma; dos terceras partes de la habitación estaban a nivel del suelo, y el otro tercio estaba un poco elevado; allí era donde estaba el brasero, encendido toda la noche, alrededor del cual dormía toda la familia, no en camas, sino en esterillas. Era corriente que las familias fueran numerosas, y dormían juntitas para darse calor. Al levantarse uno molestaba a toda la familia. Además, en las aldeas era costumbre meter en la casa por la noche el ganado, corrientemente gallinas y cabras.
¿Todavía nos sorprende que el hombre de la casa no quisiera levantarse? Pero el amigo necesitado seguía llamando sin vergüenza (eso es lo que quiere decir la palabra en el original), hasta que el de dentro, con toda la comunidad inquieta para entonces, acababa por levantarse a darle lo que necesitaba.
«Esta historia -diría Jesús- os enseñará algo acerca de la oración.» La lección de esta parábola no es que debemos persistir en la oración, que tenemos que aporrear la puerta de Dios hasta que no tenga más remedio que darnos lo que le pedimos, como si Dios no estuviera dispuesto a molestarse. La lección aparece clara precisamente por contraste.

Parábola quiere decir poner una cosa al lado de otra. Si ponemos dos cosas una al lado de la otra para explicar una lección, ésta se puede deducir del hecho de que las dos cosas se parecen, o del hecho de que una es la contraria de la otra. La lección aquí se deduce, no de la semejanza, sino del contraste. Lo que Jesús quiere decir es que «si la insistencia desvergonzada y molesta de un supuesto amigo acaba por obligar a otro supuesto amigo egoísta y comodón a levantarse de la cama comunal y darle lo que necesita, ¡cuánto más Dios, que es un Padre modelo, suplirá las necesidades de sus hijos! «Si vosotros -añade Jesús-, que sois malos, sabéis darles cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más Dios, que es el Padre perfecto!»

Lo dicho no nos exime de la insistencia en la oración. Después de todo, la prueba de la realidad y la sinceridad de nuestro deseo está en la pasión con que lo pedimos. Pero esto no quiere decir que le tenemos que sacar las cosas a la fuerza a un Dios despreocupado, sino que acudimos a un Dios que conoce nuestras necesidades aún mejor que nosotros, y cuyo corazón está henchido de amor generoso hacia nosotros. Si no recibimos lo que pedimos, no es porque Dios es tacaño y nos lo niega, sino porque tiene algo mejor para nosotros. No hay tal cosa como una oración incontestada. La respuesta puede no ser la que queríamos o esperábamos; pero, aun cuando no se nos conceda lo que pedimos, la respuesta viene de la sabiduría y el amor de Dios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

En estos versículos nuestro Señor Jesucristo nos adoctrina en la oración. Tema es este al cual conviene que se nos llame mucho la atención. La oración se encuentra en la base misma de las prácticas cristianas. Es parte de los deberes diarios de nuestra vida religiosa. Razón tenemos, por lo tanto, para dar gracias á Dios que sobre ningún asunto habló nuestro Señor Jesucristo tanto y tantas veces como sobre la oración.
Estos versículos nos enseñan primeramente, por medio de la parábola llamada generalmente del Amigo á medianoche, cuan importante es perseverar en la oración. En ella se nos hace presente cuánto puede lograr un hombre de otro á fuerza de importunidad. Aunque egoístas é indolentes por naturaleza, podemos, sin embargo ser estimulados á ponernos en actividad por medio de súplicas repetidas. El hombre que no quería dar tres panes á media noche en obsequio de la amistad, los dio al fin para evitar que se le molestara con más súplicas. La aplicación que puede hacerse de la parábola es clara y sencilla: si la importunidad puede tanto entre los hombres, cuántas mercedes no deberá de acarrearnos cuando la empleemos en nuestras oraciones.
Bueno será que recordemos la lección que en este lugar se nos inculca. Es más fácil dar principio al hábito de orar, que perseverar en él. Muchos que profesan ser cristianos han sido enseñados á orar en su juventud, y cuando entran en años abandonan la práctica. Millares hay que se acostumbran á orar por corto tiempo, después que han recibido un favor, ó, acaso, una visitación del cielo; y luego, poco á poco, su fervor se entibia, hasta que, por ultimo, dejan de orar completamente. Se desliza secretamente en la mente de los hombres la idea de que es inútil orar. No perciben que de ello resulta ningún beneficio palpable, y al fin se persuaden de que les irá igualmente bien sin orar. La indolencia y la incredulidad se apoderan de sus ánimos, y al cabo » disminuyen la oración delante del Señor.» Job 15:4.
Resistámonos á aceptar esa idea, en cuanto la sintamos asomar en nuestra alma. Resolvámonos á que, mediante la gracia de Dios, continuaremos orando, por deficientes y débiles que nos parezcan nuestras oraciones. No es sin objeto que la Biblia nos manda con tanta frecuencia «velar y orar,» y «orar sin cesar,» y «continuar en la oración,» y «orar siempre y no desmayar,» y «ser constantes en la oración.» Todas estas expresiones tienen el mismo significado: todas ellas nos aperciben de un peligro y nos prescriben un deber. Cuándo y de qué manera se han de contestar nuestras oraciones es asunto que debemos dejar á Dios; pero no tenemos por qué dudar que toda petición que hagamos sea contestada.
Expongamos ante Dios nuestras necesidades y nuestros deseos, de día en día, de semana en semana, de mes en mes.
Acaso la contestación no venga pronto como les sucedió á Ana y á Zacarías, 1Sa 1:27; Luk 1:13; pero aunque tarde, oremos sin cesar. Cuando sea llegada la hora la obtendremos sin tardanza.
También se nos enseña en estos versículos cuan amplias y halagüeñas son las promesas que Jesús hace a los que oraren.
Las palabras notables que las expresan nos son bien conocidas: «Pedid, y se os dará; buscad y hallareis; tocad y os será abierto.» La solemne aseveración que sigue á estas palabras parece dar mayor certidumbre á lo ya prometido: «Porque todo aquel que pide recibe; y el que busca, halla; y al que toca es abierto.» El argumento penetrante con que termina el pasaje no deja excusa alguna a los infieles ó incrédulos: » Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo á los que le pidieren de él?.
Hay pocas promesas en la Biblia tan amplias é ilimitadas como la que contiene este admirable pasaje. La última especialmente merece notarse. La iluminación del Espíritu Santo es sin duda el mayor don que Dios puede conceder al hombre. Si tenemos ese don, lo tenemos todo: vida, luz, esperanza y gloria. Si poseemos don, poseemos también el amor ilimitado de Dios Padre, la fe expiatoria de Dios Hijo, y plena comunión con todas las es personas de la santísima Trinidad. Si poseemos este don, tenemos también gracia y paz en la vida presente, y gloria y honra en el mundo venidero.
Y, sin embargo, ¡Jesús lo ofrece como un galardón que puede obtenerse por medio de la oración! Vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo á los que lo pidieren á él..
Pocos pasajes hay en la Biblia que tan completamente como este dejen sin excusa al impenitente. Este dice que es débil y se halla desamparado; pero ¿pide que le den fuerza? Dice que es «malo y depravado;» pero ¿ruega que Dios lo haga bueno? Dice «que por sí mismo no puede hacer nada»; pero ¿toca á la puerta de la misericordia y suplica se le dé la gracia del Espíritu Santo? Preguntas son estas á las cuales es de temerse que muchos no pueden contestar afirmativamente; pues son lo que son, porque no quieren arrepentirse y convertirse. Nada obtienen, porque nada piden. No vienen á Cristo para conseguir la vida eterna; y, por lo tanto, permanecen «muertos en sus culpas y pecados..
Preguntémonos si sabemos qué es orar de veras. ¿Oramos algunas veces? ¿Oramos en nombre de Jesús y como pecadores menesterosos? ¿Sabemos qué es » pedir,» y «buscar,» y » tocar á la puerta» y luchar por medio de la oración como hombres que saben que en ello les va la vida y que han menester una respuesta? ¿O es que nos contentamos con repetir ciertas fórmulas y palabras, en tanto que nuestra mente divaga y nuestro corazón se encuentra frió? ¿Hemos aprendido, á la verdad, algo muy importante cuando sabemos que repetir oraciones ó «rezar» no es orar? Si oramos, propongámonos firmemente no abandonar esa práctica, no acortar jamás nuestras oraciones. La oración es el instrumento que muestra el estado en que se encuentra el hombre para con Dios. Tan luego como empecemos á descuidar nuestras oraciones privadas podemos estar seguros de que adolecemos de algún mal moral. Cuando tal cosa sucede podemos saber que hay escollos á proa, que estamos en peligro inminente de un naufragio.

Fuente: Los Evangelios Explicados

M23 El verbo en subjuntivo en los vv. 5 y sigs. luce raramente con el mismo uso que se le da en Mar 4:26 (puede llamarse un subjuntivo parabólico). Al ser introducido en este caso por las palabras τίς ἐξ ὑμῶν ἕξει φίλον, la construcción pasa sobre este subjuntivo hipotético, con un εἴπῃ que se repite dos veces (los vv. 5 y sigs. contienen un pensamiento expresado con dificultad, para el cual hubiera sido más apropiada la forma condicional [ἐὰν φίλος πορευθῇ] con un futuro en la apódosis [comp. los vv. 11 y sigs.] -BD366[1]): si un amigo va y dice.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., ¿Quién de vosotros

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. tendrá.

11.5 Lit. irá.

11.5 Lit. diga.

Fuente: La Biblia Textual III Edición