Biblia

Comentario de Lucas 12:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 12:13 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Le dijo uno de la multitud: —Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.

12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. — Al ver y escuchar a Jesús la gente podía ver que hablaba con toda autoridad y justicia. Por eso, este hombre creía que le podría ayudar con la cuestión de su herencia. Según la ley de Moisés (Deu 21:17) el hermano mayor recibía dos terceras partes de la herencia. Este caso parece indicar que no siempre se repartía la herencia correctamente. Es interesante observar que este hombre no pide que Jesús juzgue el caso objetivamente, sino que de una vez decidir el litigio a favor de él (el suplicante) (ALA).

El hombre de este texto, al igual que la mayoría de los hombres, se preocupaba por su herencia terrenal cuando le convenía preocuparse más por su herencia eterna. Sus asuntos personales eran mucho más importantes que la enseñanza de Cristo sobre asuntos espirituales. Compárese Jua 6:26; Jua 6:63).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Luc 6:45; Sal 17:14; Eze 33:31; Hch 8:18, Hch 8:19; 1Ti 6:5.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

di a mi hermano: Se le pide a Jesús que intervenga en una disputa familiar, como se les pedía a los rabinos de la antigüedad.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

di a mi hermano que parta conmigo la herencia. «El derecho de la primogenitura» era una porción doble de la herencia (Deu 21:17). Es posible que este hombre quisiera recibir la misma porción que su hermano. En cualquier caso, a Jesús pareció no importarle esa supuesta injusticia y negó la petición del hombre para actuar como árbitro en la disputa familiar.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

12:13 Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. – Al ver y escuchar a Jesús la gente podía ver que hablaba con toda autoridad y justicia. Por eso, este hombre creía que le podría ayudar con la cuestión de su herencia. Según la ley de Moisés (Deu 21:17) el hermano mayor recibía dos terceras partes de la herencia. Este caso parece indicar que no siempre se repartía la herencia correctamente. Es interesante observar que este hombre no pide que Jesús juzgue el caso objetivamente, sino que de una vez decidir el litigio a favor de él (el suplicante) (ALA).
El hombre de este texto, al igual que la mayoría de los hombres, se preocupaba por su herencia terrenal cuando le convenía preocuparse más por su herencia eterna. Sus asuntos personales eran mucho más importantes que la enseñanza de Cristo sobre asuntos espirituales. Compárese Jua 6:26; Jua 6:63).

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL LUGAR DE LAS POSESIONES EN LA VIDA

Lucas 12:13-34

Uno de tantos se dirigió a Jesús, y le pidió:

Maestro, hazme el favor de decirle a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
-¡Pero, hombre! -le contestó Jesús- ¿quién me ha puesto a mí de juez o repartidor entre vosotros? -Y entonces se dirigió a todos-: ¡Guardaos muy mucho de toda clase de avaricia! La vida humana no consiste en la cantidad de riquezas que se tienen-. Y entonces les contó una parábola-: Érase una vez un tío muy rico, y su hacienda producía unas cosechas de miedo. Y él cabilaba y se decía para sus adentros: ¿Qué voy a hacer ahora? Porque ya no tengo sitio donde meter toda la cosecha.» Y tuvo una idea: «¡Ya sé lo que voy a hacer! Voy a derribar los almacenes y a construirlos más grandes, y así podré guardarme todas mis cosechas y mis riquezas. Y entonces me diré: ¡Venga, tú! ¡Ahora sí que tienes un montón de cosas buenas seguras para mucho tiempo! ¡Deja ya de trabajar, y dedícate a comer y a beber lo que te dé la gana, y a pasártelo bien!» Pero entonces Dios le dijo: «¡Idiota! Esta misma noche te vas a morir, ¿y quién va a disfrutar de todo lo que has almacenado?» Eso es lo que le pasa al que no se preocupa más que de amasar riquezas, y para Dios es un pobre hombre.

Luego les dijo Jesús a sus discípulos:

-Por eso Yo os digo que no os aperreéis por las cosas de la vida como qué vais a comer o qué os vais a poner; porque la vida es mucho más que lo que se come, y el ser persona es mucho más que lo que se lleva puesto. Fijaos en los pájaros, que ni siembran, ni siegan, ni tienen frigorífico ni despensa, y Dios los alimenta. ¿Es que no valéis vosotros más que los pájaros? ¿Podéis acaso añadirle un palmo a vuestra vida a base de preocuparon? Pues, si no os sirve para cambiar lo que tiene menos importancia, ¿para qué preocuparos por lo que está por encima de vosotros? Fijaos en cómo crecen los lirios, que ni labran la tierra, ni hilan, ¡pero os aseguro que ni Salomón, con toda su gloria, se vistió como uno de ellos! Pues si Dios viste así a la hierba, que tal que hoy está en el campo, y mañana la usan para encender el horno, ¿os cuesta creer que Dios lo hará más todavía con vosotros? Así que no os preocupéis por lo que vais a comer o a beber, ni viváis sobre ascuas, como les pasa a los que no conocen a Dios. ¡Vuestro Padre celestial sabe que necesitáis todo eso, y Él se preocupa de que no os falte! Así que vosotros, si os dedicáis por entero al Reino de Dios, recibiréis además todo lo demás que necesitáis. ¡No tengáis miedo, rebañito mío: a vuestro Padre le encanta daros el Reino! Vended vuestras posesiones y dadles el producto a los que no tienen nada; así es como se adquiere una riqueza que no se gasta nunca, y un tesoro que no se agota jamás; porque ahí no llegan las polillas, ni se introducen los ladrones. Así es que poned todas las ilusiones de vuestro corazón allí donde está vuestro verdadero tesoro.

No era extraño en la Palestina de aquel tiempo el llevar los pleitos a los rabinos más respetables; pero Jesús se negó a dejarse involucrar en cuestiones de dinero. Eso sí: aprovechó la ocasión para establecer cuál había de ser la actitud de sus seguidores en relación con las cosas materiales. Jesús tenía algo que decirles tanto a los que tenían abundancia de bienes materiales como a los que no.

(i) Jesús dirigió esta parábola del Rico Insensato a los que tienen muchos bienes de este mundo. Dos cosas resaltan en ese hombre.

(a) Nunca veía más allá de sí mismo. Es la parábola en que aparecen más palabras de la primera persona: yo, me, mí, mi, mío. A un alumno le preguntaron una vez qué clase de palabras eran mío y tuyo, y contestó: «Pronombres agresivos» -en vez de posesivos. El rico insensato era agresivamente egoísta. Si le sobraba algo, no pensaba en dárselo a nadie. Toda su actitud era lo contrario del Evangelio: en vez de negarse a sí mismo se afirmaba agresivamente a sí mismo; en vez de encontrar la felicidad en el dar, la buscaba en el guardar para sí.

El principio de John Wesley era ahorrar todo lo que pudiera, y dar todo lo que pudiera. Cuando estaba en Oxford tenía unos ingresos de 30 libras al año: vivía con 28 y daba las otras 2. Cuando sus ingresos ascendieron a 60 libras, a 90 y a 120 al año, todavía vivía con 28 y daba el resto. El inspector general de la plata le dijo que tenía que pagar un impuesto, y Wesley contestó: » Tengo dos cucharillas de plata en Londres y otras dos en Bristol. Esa es toda la plata que tengo de momento, y no tengo intención de comprar más mientras haya tantas personas a mi alrededor que necesitan pan.» Los Romanos tenían el dicho de que el dinero es como el agua del mar: cuanta más se bebe, más sed se tiene. Mientras se tenga la actitud del rico insensato, el deseo es tener más -y eso es lo contrario del Evangelio.

(b) Nunca veía más allá de este mundo. Todos sus planes eran para esta vida. Una vez estaban hablando un joven ambicioso y un hombre mayor que conocía la vida. El joven decía: » Me prepararé para una profesión.» Y el hombre le preguntaba: » ¿Y luego?» «Pondré un negocio.» «¿Y luego?» » Haré una fortuna.» «¿Y luego?» «Supongo que me iré haciendo viejo, y me retiraré y viviré de las rentas.» «¿Y luego?» «Bueno, supongo que algún día me tendré que morir.» «¿Y luego?» ¡Inquietante final! El que no quiere acordarse de que hay otra vida está destinado a sufrir la más trágica desilusión.

(ii) Pero Jesús tenía algo que decirles a los que tenían pocos bienes de este mundo. En todo este pasaje, lo que Jesús prohíbe es la ansiedad ola preocupación. Jesús no dijo nunca que tenemos que vivir como unos vagos, o manirrotos, o pródigos. Lo que sí dijo es que tenemos que hacerlo todo lo mejor posible, y dejar el resto a Dios. Los lirios de los que habla Jesús eran las amapolas, que pueblan las laderas de los montes después de los infrecuentes chubascos veraniegos. En un día florecen y mueren. La leña escaseaba en Palestina, y se usaba la hierba y las flores secas para calentar el horno. «Si Dios -dijo Jesús- se cuida de los pájaros y de las flores, ¡cuánto más se cuidará de vosotros!»

Jesús dijo: » Buscad en primer lugar el Reino de Dios.» Ya hemos visto que el Reino de Dios se hace realidad en la Tierra cuando se hace la voluntad de Dios tan perfectamente como en el Cielo; así es que Jesús estaba diciendo: » Aplicad todo vuestro esfuerzo a obedecer a la voluntad de Dios, y contentaos con eso. Mucha gente aplica todos sus esfuerzos a amontonar cosas que por naturaleza no pueden durar. Trabajad por las cosas que duran para siempre, que no tendréis que dejar atrás cuando salgáis de este mundo, sino que podréis llevar con vosotros.»
En Palestina, como en el resto del mundo, la riqueza se veía muchas veces en la manera de vestir; ¡pero la ropa lujosa puede ser presa de las polillas! En cambio, si una persona viste su alma con ropa de honor y pureza y bondad, nada de este mundo la puede estropear. Si buscamos nuestro tesoro en el Cielo, allí se orientarán los anhelos del corazón; y, si en la Tierra, en ella quedará retenido nuestro corazón, y algún día tendremos que decirles adiós; porque, como dice el tenebroso y realista proverbio español, «Una mortaja no tiene bolsillos.»

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Posesiones materiales (ver Mat. 6:25-33, 19-21). Jesús era visto comúnmente como maestro, o sea como parte de una clase que trataba tanto asuntos religiosos como civiles. Por eso no sorprende que pidieran su opinión en una disputa legal sobre un tema de propiedad. Posiblemente un hermano menor estaba reclamando que había sido defraudado en cuanto a su porción de la herencia. Sin embargo, Jesús se negó a resolver el asunto. No era un rabino ordenado y prefería ir a la raíz del asunto dando una advertencia contra la avaricia o, como dicen algunas de las versiones bíblicas más antiguas, la codicia. (¿Sabría personalmente los detalles de la situación?) La codicia es el deseo de tener más de lo que uno realmente tiene y no necesariamente por envidia de lo que tengan los demás. No sólo lleva a la lucha, sino que también expresa una actitud fundamental errada hacia la vida, según la cual las posesiones son todo lo que realmente importa. Sólo se necesita que Dios saque ese sentimiento de la vida y en seguida se hará evidente lo inútiles que son las posesiones. El dinero no puede comprarlo todo. El rico no ha alcanzado las verdaderas riquezas de una correcta relación con Dios, para lo cual un paso ciertamente sería dar a los pobres (33). De ese modo sería un necio; un impío y por lo tanto insensible.

Entonces, ¿cómo deben verse las posesiones? Los discípulos no deben preocuparse por la comida y el vestido (las dos necesidades esenciales para el cuerpo) como si fueran las cosas más importantes. La persona misma es más importante. Si Dios alimenta a toda ave que vive sin preocupaciones y viste a las flores, seguramente más aun proveerá lo que es necesario para sus hijos. En cualquier caso, las preocupaciones no pueden de modo alguno prolongar la vida de una persona. En un mundo donde la gente vive en una carrera desesperada, buscando mejores condiciones de vida, los discípulos deben buscar primero la voluntad de Dios y su salvación; entonces encontrarán que hay quien cuida de todas sus necesidades materiales. Por lo tanto, que vendan sus posesiones y las den a los necesitados, y fijen su deseo de un tesoro celestial que no pasará.

Una enseñanza tal puede parecer un estímulo a la pereza y a la falta de preocupación por los aspectos prácticos de cada día: “Dios proveerá; ¡por lo tanto no necesito hacer nada!” Sin embargo, Jesús no está hablando a los perezosos sino a los preocupados y a aquellos que son tentados a unirse a aquella carrera desenfrenada. Deben confiar en Dios y poner en orden sus prioridades.

Notas. 25 La expresión gr. se refiere a un codo, una medida longitudinal (que podía usarse metafóricamente para un período de tiempo) como la “altura” alcanzada (palabra que también podría usarse para la “extensión de la vida”). 31 Buscar el reino de Dios es poner la meta de su vida en Dios mismo y en el cumplimiento de sus propósitos para colocar toda la vida bajo su gobierno.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

dile…que divida la herencia conmigo. Los rabinos resolvían disputas de herencias basándose en Nm 27:1– 11 y Dt 21:15– 17. Aquí se le pide a Jesús que resuelva una disputa legal. El pasaje no da mucha información, pero la respuesta de Jesús (vers. 15) indica que se trataba de un problema de « avaricia» . Más allá de cualquier abundancia material, la vida no consiste « en sus bienes» (vers. 15). Ser rico en los tesoros del reino de Dios es lo que verdaderamente cuenta.

Fuente: La Biblia de las Américas

El pasaje arriba trascrito presenta el ejemplo singular de un hombre que parecía dispuesto a mezclar las cosas de este mundo con la religión. Tal vez tenía una vaga esperanza de que Jesús fuera a establecer un reino en este mundo y a gobernar sobre la tierra y resolviendo hacer pronto una súplica respecto de sus asuntos pecuniarios, rogó a nuestro Señor que interviniese en la distribución de su herencia. Acaso otros oyentes estaban pensando en la vida venidera. El individuo de quien hablamos estaba más afanado por la vida presente.
Cuantos oyentes del Evangelio no se parecen a ese hombre. Cuantos no están formando planes y proyectos respecto de lo que pertenece al tiempo, aún a vista de las cosas de la eternidad. El corazón del hombre no convertido es siempre el mismo. Ni aún Cristo, cuando predicaba, pudo atraer la atención de todos los que le oían. En nuestros días, pues, el ministro del Evangelio no debe extrañar si observare, en el seno de su congregación, falta de atención y apego al mundo.
El siervo no debe esperar que sus sermones sean mejor apreciados que los de su Maestro.
Notemos que admonición tan solemne hace nuestro Señor respecto de la avaricia. «Mirad y guardados de la avaricia.» A poco conduciría averiguar cual es el pecado más común en el mundo. Puede asegurarse, sin embargo, que no hay ninguno al cual el corazón sea más propenso que el de la avaricia. Fue uno de los pecados que causaron la caída de algunos ángeles. Estos no estaban contentos con su primitivo estado y codiciaron algo mejor. Fue uno de los pecados que causaron la salida de Adán y Eva del paraíso, y que trajeron la muerte al mundo. Nuestros primeros padres, no estando contentos con lo que Dios les dio en el Edén, codiciaron, y de este modo creyeron. Dicho pecado ha sido, desde la caída, causa fecunda de malestar y desgracia. Guerras, contiendas, discusiones, envidia, celos, odios de todas clases, casi todos tienen su punto de partida en esta fuente.
Que la admonición que pronunció nuestro Señor se grave profundamente en nuestro corazón y produzca frutos en nuestras vidas. Procuremos aprender la lección que Pablo llegó a poseer cuando dijo: «Yo he aprendido a contentarme con lo que tuviere» Fil. 4.11. Pidamos a Dios que nos de confianza completa en el cuidado paternal que él ejerce en todos nuestros negocios, y en esa su sabiduría que dispone todo para bien de la humanidad. Si tenemos poco, podemos estar seguros de que no sería bueno para nosotros tener más. Si perdemos lo que tenemos, estamos persuadidos de que hay razón para ello. Feliz aquel que está convencido que cualquier cosa que le sucede es lo mejor que le podría acaecer, y dejando de alimentar vanos deseos, se contenta con lo que tiene.
Notemos también con cuanto tino ataca nuestro Señor la mundanalidad. Hace la pintura de un rico mundano cuya mente está totalmente ocupada de las cosas terrenas. Lo describe trazando planes de la manera como había de arreglar sus bienes, como si fuera dueño de su vida y no tuviera que hacer otra cosa que decir: «Haré esto», y al instante quedara hecho. En seguida cambia la escena, y representa a Dios pidiendo el alma de este avaro, y haciéndole esa pregunta solemne: «¿Y lo que has aparejado, cuyo será?» Es que Jesús quiere que sepamos que el que piensa solo en su dinero no es más que un insensato.
Contrista y espanta saber que hombres como el de la parábola no son raros. Millares de personas en todos los siglos han vivido en pugna abierta con los preceptos que Jesús dio en el pasaje de que tratamos. Millares hay que hacen lo mismo hoy día, que están amontonando tesoros en la tierra y que no piensan sino en como han de aumentarlos. Constantemente están agregando algo a sus caudales como si hubieran de gozarlos por toda la eternidad, y como si no hubiera muerte, ni juicio, ni vida futura. Y sin embargo, estos son los hombres que reciben los epítetos ¡inteligentes y prudentes y sabios! Estos son los hombres que reciben el incienso de la alabanza, encomio y estimación pública. ¡Verdaderamente el Señor lo ve todo bajo diferente punto de vista que el hombre! Oremos por los ricos. Sus almas se encuentran en mucho peligro. «El cielo» dijo en su lecho de muerte un hombre distinguido, «es un lugar al cual llegan muy pocos reyes y muy pocos ricos.» Aun después de convertidos, los ricos tienen que luchar con muchos obstáculos, y con grandes desventajas recorren el camino que conduce a la salvación. El dinero tiende a endurecer la conciencia. Es difícil decir lo que haríamos si fuésemos ricos. «Porque el amor del dinero es raíz de todos los males; el cual codiciando algunos erraron en la fe, y así mismos se traspasaron de muchos dolores» El pobre tiene muchas desventajas; pero las riquezas pierden más almas que la pobreza.
Notemos, además, en estos versículos, cuán importante es ser rico en cosas espirituales. He aquí la verdadera sabiduría.
He aquí el mejor modo de antever a las necesidades de la vida futura. Aquel es sabio que no piensa solo en los tesoros de la tierra, sino también en los del cielo.
¿Cuándo puede decirse que un hombre es rico en cosas espirituales? Solo cuando lo es en gracia, en fe, en buenas obras.
Sólo cuando ha acudido a Jesús y ha comprado de El «oro afinado en el fuego». Rev. 3.18. Solo cuando tenga una morada eterna en los cielos «no hecha de mano de hombre». Solo cuando su nombre esté inscrito en el libro de la vida, y cuando sea hecho heredero de Dios y coheredero de Cristo. Tal hombre es verdaderamente rico. Su tesoro es incorruptible. Su herencia no se acaba. Ningún mortal puede arrebatársela. La muerte no puede quitársela de las manos. ¡Todo es suyo: vida, muerte, presente, porvenir! Aun más, lo que tiene ahora es nada comparado con lo que tendrá después.
Estas riquezas están al alcance de todos los pecadores que acudieren a Cristo para recibirlas. Ojalá que nosotros no descansemos hasta que las poseamos. Acaso nos cueste algún sacrifico el conseguirlas. Acaso seamos víctimas de la persecución, del ridículo y del desprecio; pero consolémonos con saber que el Juez Universal ha dicho: «Tu eres rico».
Apo. 2.9. Solo el verdadero cristiano es verdaderamente rico y sabio.

Fuente: Los Evangelios Explicados

parta… Lit. partir.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

Lit. partir.

Fuente: La Biblia Textual III Edición