Comentario de Lucas 12:8 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
“Os digo que todo aquel que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; 9 mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. — La palabra confesar (HOMOLOGEO) significa “hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo” (WEV). Al confesar a Cristo lo reconocemos como nuestro Señor. Al negarlo uno lo repudia, no lo reconoce como suyo. Sería como el padre que dijera de su hijo, “éste no es mío, no lo reconozco como mío”. Es lo que Pedro hizo. Dijo, “No conozco al hombre”; es decir, no es mi Señor, no es nada, ni lo conozco. Puede ser peligroso confesar (reconocer) a Cristo como el Hijo de Dios y como nuestro Señor. Si uno teme a los hombres en lugar de temer a Dios, está en gran peligro de negar a Cristo. Véanse Jua 9:22; Jua 12:42.Lo hace por temor de lo que los hombres piensen, digan o hagan, o simplemente por el temor de ser rechazado. El Señor espera que seamos atrevidos en la defensa de la verdad (GH). Véase Jud 1:3; Flp 1:16 :Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
todo aquel que me confesare delante de los hombres. 1Sa 2:30; Sal 119:46; Mat 10:32, Mat 10:33; Rom 10:9, Rom 10:10; 2Ti 2:12; 1Jn 2:23; Apo 2:10, Apo 2:13; Apo 3:4, Apo 3:5.
el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Mat 25:31-34; Jud 1:24, Jud 1:25.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El tema de este versículo es el permanecer fiel al testimonio de Jesús, especialmente cuando exista rechazo por parte de otros grupos religiosos. El reconocer a Jesús delante de los hombres implica que el Hijo del Hombre nos reconozca delante de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
ME CONFESARE DELANTE DE LOS HOMBRES. Véase Mat 10:32, nota.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
delante de los ángeles de Dios. Es decir, en el día del juicio. Cp. Mat 25:31-34; Jud 1:24. Vea la nota sobre Mat 10:32.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
12:8 Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios; 9 mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios. – La palabra confesar (HOMOLOGEO) significa “hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo” (WEV). Al confesar a Cristo lo reconocemos como nuestro Señor. Al negarlo uno lo repudia, no lo reconoce como suyo. Sería como el padre que dijera de su hijo, “éste no es mío, no lo reconozco como mío”. Es lo que Pedro hizo. Dijo, “No conozco al hombre”; es decir, no es mi Señor, no es nada, ni lo conozco.
Puede ser peligroso confesar (reconocer) a Cristo como el Hijo de Dios y como nuestro Señor. Si uno teme a los hombres en lugar de temer a Dios, está en gran peligro de negar a Cristo. Véanse Jua 9:22; Jua 12:42.Lo hace por temor de lo que los hombres piensen, digan o hagan, o simplemente por el temor de ser rechazado. El Señor espera que seamos atrevidos en la defensa de la verdad (GH). Véase Jud 1:3; Flp 1:16 :
Este texto (y el texto paralelo en Mat 10:32-33) se cita frecuentemente para enseñar que debemos confesar que Cristo es el Hijo de Dios antes de ser bautizados y es muy correcto hacerlo, pero Jesús dice esto en un contexto de persecución y tribulación. El quiere decir que aunque haya mucha oposición y persecución no debemos temer a los hombres, porque esto puede causar que neguemos a Cristo (26:70,72). 2Ti 1:7, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios”. Mar 8:38, “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.
Al confesar que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo de Dios, estamos confesando que El es Dios (Jua 1:1; Rom 9:5; Tit 2:13; 2Pe 1:1; 1Jn 5:20). Ejemplos de esta confesión se encuentran en 16:16; Jua 6:69; Jua 11:27; Jua 20:28; Hch 8:37; 1Ti 6:12.
Fuente: Notas Reeves-Partain
— Hijo del hombre: Ver nota a Mat 8:20.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
REFERENCIAS CRUZADAS
m 794 Rom 10:9
n 795 Mat 10:32; Mar 8:38
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Véase coments. en Mt 10:32– 33.
Fuente: La Biblia de las Américas
8 super (1) Implica la unión de él con el Señor.
8 super (2) Implica la unión del Señor con él.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Estos versículos nos enseñan, en primer lugar, que debemos confesar a Cristo sobre la tierra si deseamos que él nos reconozca como suyos en el último día.
No debemos avergonzarnos de que los hombres sepan que creemos en Cristo, que lo amamos, que lo servimos o que aspiramos más a obtener la aprobación de él que la de ellos.
Siempre ha sido y será deber del cristiano confesar a Cristo. Jamás olvidemos esta verdad. No es deber de los mártires solamente, sino de todo creyente, cualquiera que sea su posición o estado. No es deber que hayamos de practicar solamente en oraciones extraordinarias, sino también en el trato social de cada día. El rico en medio de los ricos, el jornalero en medio de los jornaleros, el joven en medio de los jóvenes, el criado en medio de los criados todos deben estar prontos, si son verdaderos cristianos, a confesar a su Maestro. No es necesario hacer ruido por medio de la jactancia. Nada más se necesita que aprovechar las oportunidades que se presenten cada día. Pero esto ha de tenerse siempre presente: que si alguno ama al Salvador no debe avergonzarse de que la gente lo sepa.
Sin duda es difícil confesar a Cristo. En ninguna época ha sido fácil y jamás lo será. Ese acto acarreará siempre la irrisión, el ludibrio, el desprecio, la befa, la envidia y la persecución. A los malos les disgusta saber que los demás hombres son mejores que ellos. El mismo mundo que aborreció a Cristo aborrecerá siempre a los verdaderos cristianos. Más bien, sea de nuestro agrado o no, bien sea fácil o difícil, no hay duda sobre cual debe ser nuestra línea de conducta.
De todos modos es preciso confesar a nuestro Señor Jesucristo.
En las palabras de que tratamos se expresa de una manera terminante cual es la razón que existe para que hagamos esta franca confesión. Nuestro Señor manifiesta que si nosotros no lo confesamos ante los hombres, él no nos confesará delante de los ángeles de Dios, en el último día; rehusará reconocernos como suyos; nos desechará como cobardes, infieles y apóstatas; no intercederá por nosotros; no será nuestro abogado; no nos librará de la «ira que ha de venir;» ¡y dejará que, sufriendo las consecuencias de nuestra timidez, comparezcamos ante el tribunal de Dios, sin amparo, sin defensa y sin perdón! ¡Qué perspectiva tan terrible es ésta! ¡Cuánto no depende del mero acto de confesar a Cristo delante de los hombres! Verdaderamente no debiéramos titubear por un momento. Vacilar ante estas dos alternativas es el extremo de la insensatez. Que nosotros neguemos a Cristo o nos avergoncemos del Evangelio, puede granjearnos la estimación de los hombres por algunos años, aunque nunca nos puede proporcionar verdadera tranquilidad; pero que Cristo nos niegue el día del juicio, nos acarreará la condenación por toda una eternidad. Echemos a un lado todo temor, y suceda lo que sucediere, confesemos a Cristo.
Este pasaje nos enseña, en segundo lugar, que hay un pecado que es imperdonable. Nuestro Señor Jesucristo dice al que blasfemare contra el Espíritu Santo que no le será perdonado.
Es preciso, sin duda, interpretar estas palabras con aquellas limitaciones que establece la misma Escritura. Nunca debemos interpretar un pasaje de manera que contradiga otro. Para Dios nada hay imposible. La sangre de Cristo puede borrar todo pecado. Frecuentemente los más grandes pecadores han obtenido perdón. Esto no debe olvidarse. Más, a despecho de todo esto, queda en pie una gran verdad que no debe perderse de vista: existe un pecado que no será perdonado.
El pecado a que nuestro Señor se refiere en este pasaje parece ser el de rechazar de corazón y deliberadamente la verdad divina que la mente ha concebido.
En la coexistencia de un entendimiento iluminado y un albedrío viciado. Es precisamente el pecado en que parecen haber caído muchos fariseos, cuando negaron la comunión del Espíritu Santo después del día de Pentecostés y rehusaron creer a los apóstoles. Es un pecado en el que, tal vez, caen hoy día muchos de los que oyen el Evangelio, manifestando decidida y espontáneamente su apego al mundo. Y lo peor de todo es que a este pecado por lo regular se sigue el endurecimiento, el amortiguamiento y la insensibilidad de corazón. No le son perdonados. He ahí el origen de su malestar. Podría ser perdonado, pero no quiere impetrar el perdón. Está empedernido y es insensible al influjo del Evangelio. Tiene cauterizada la conciencia.
Pidamos a Dios que nos libre de un conocimiento frío, especulativo y meramente científico del cristianismo. Es un escollo en el cual muchos naufragan y se pierden por toda una eternidad. Ningún corazón se endurece tanto como el del hombre que percibe la luz, y sin embargo la rechaza. El mismo fuego que derrite la cera, endurece el barro. Hagamos uso de la luz que nos haya sido comunicada. Pongamos en práctica nuestros conocimientos. Que uno sea pagano y se postre ante los ídolos de piedra, es de suyo un pecado; pero que se llame cristiano y sepa el Evangelio teóricamente, y que, sin embargo, se adhiera al pecado y al mundo, es hacerse merecedor del lugar más ínfimo del infierno. Es asemejarse al diablo lo más posible.
En este pasaje se nos enseña, finalmente, que los cristianos no deben estar solícitos en cuanto a lo que hayan de decir cuando tenga que hablar inesperadamente a favor de su santa causa.
Lo que nuestro Señor promete relativamente a este asunto se refiere, sin duda, primariamente, a las arengas públicas como la de Pablo ante Félix y Festo.
Millares de personas en iguales circunstancias han visto cumplida dicha promesa. Las vidas de los reformadores y de otros siervos de Dios están llenas de pruebas notables de que el Espíritu Santo suele enseñar a los cristianos en tiempo de necesidad lo que han de decir.
Pero secundariamente (y esto no debe perderse de vista) la promesa tiene referencia a todos los creyentes. Casos ocurren con frecuencia en que, repentina e inesperadamente, el cristiano tiene que hablar a favor de su causa y expresar las razones en que funda sus esperanzas. Acontece esto en el círculo domestico, en la sociedad de parientes y amigos, y aun en el curso regular de nuestros quehaceres diarios. En tales casos las promesas de que hablamos son para el cristiano un apoyo y sostén. Es embarazoso tener que hablar de religión delante de otros, mayormente cuando ocurre alguna controversia. Pero no nos alarmemos, ni afanemos, ni desalentemos. Si traemos a la memoria la promesa de Cristo, no tenemos por que temer.
Pidamos a Dios nos ayude a recordar las promesas contenidas en la Biblia. En ello hallaremos muchísimo consuelo. Hay promesas para casi todas las circunstancias en que nos encontramos y para todos los acontecimientos en que tengamos parte. Entre otras no olvidemos la promesa citada. A menudo tenemos que mezclarnos en sociedad con personas con quienes no congeniamos, y nuestro espíritu se turba. Tememos que tal vez digamos lo que no debiéramos o que dejemos de decir lo que debiéramos. Cuando esto suceda, tengamos presente la promesa, pidamos al Salvador que le dé cumplimiento. El no nos faltará ni abandonará. El nos dará palabras y sabiduría para que hablemos bien. El Espíritu Santo nos enseñará lo que hemos de decir.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R684 Ὁ υἱὸς τοῦ ἀνθρώπου se usa en lugar de ἐγώ, para hacer resaltar el sujeto.
R1114 La cláusula relativa ὃς ἃν ὁμολογήσει es paralela con el participio que tiene artículo ὁ ἀρνησάμενος.
M183 El uso de la preposición en ὁμολογήσει ἐν, para significar: confesar (a alguno), es un resultado de traducir del original arameo (para un griego más natural, se espera, después de ὁμολογέω, un dativo, un simple acusativo o un doble acusativo; comp. R524 y MT104).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., por mí
Lit., por él
Fuente: La Biblia de las Américas
Biblia Peshitta 2006 Notas:
[20] 12.8 Ver nota a Mat 10:32.
Fuente: Peshitta en Español