Comentario de Lucas 13:18 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Por lo tanto, él decía: —¿A qué es semejante el reino de Dios? ¿A qué lo compararé?
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. 20 Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado. —¿Vino Jesús para llevar a cabo cambios revolucionarios? Recuérdese que los judíos — incluyendo a los discípulos de Jesús — esperaban que con la venida del Mesías vinieran también cambios revolucionarios. Este concepto se observa, por ejemplo, en Mat 11:12; Jua 6:15. Querían usar a Jesús como «bandera para revolución».Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
¿A qué es semejante? Luc 13:20; Luc 7:31; Lam 2:13; Mat 13:31.
el reino de Dios. Luc 17:21; Mar 4:26, Mar 4:30.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús compara el crecimiento del Reino de Dios con un pequeño grano que se convierte en un gran árbol que alberga a muchas aves. Un árbol de la familia de la mostaza puede crecer hasta cerca de tres metros y medio. En el AT. se encuentra con frecuencia la idea de aves que anidan en los árboles (Sal 104:12; Eze 17:22-24; Dan 4:10-12).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
13:18 Y dijo: ¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto; y creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. 20 Y volvió a decir: ¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo hubo fermentado. -¿Vino Jesús para llevar a cabo cambios revolucionarios? Recuérdese que los judíos — incluyendo a los discípulos de Jesús — esperaban que con la venida del Mesías vinieran también cambios revolucionarios. Este concepto se observa, por ejemplo, en Mat 11:12; Jua 6:15. Querían usar a Jesús como «bandera para revolución».
¿Cómo se establecen y se extienden los reinos del mundo? Por medio de compras o de conquistas. Pero aunque Jesús era dueño de todo, no tenía donde recostar la cabeza (Mat 8:20). No levantó un ejército y prohibió el uso de la espada en su defensa (Mat 26:51-53). No buscó alianzas con los gobiernos del mundo. No formó ningún partido político. No levantó ningún movimiento para resistir al gobierno romano; al contrario enseñó que debemos pagar los impuestos al gobierno (Mat 22:21; Rom 13:7). No incitó a la gente a protestar contra la esclavitud y otras injusticias sociales.
¿Cómo, pues, podía crecer su reino? Estas dos parábolas contestan esta pregunta. El crecimiento de su reino sería como el crecimiento de una semilla de mostaza. Su influencia sería como la de levadura escondida en tres medidas de harina.
El crecimiento del reino se realiza a través de enseñar la palabra. Cristo dedicó su vida a enseñar en las sinagogas, sobre el monte, a la orilla del mar, en la plaza, en el templo, en las casas y en cualquier otro lugar donde había gente que le escuchara. Cristo escogió a los doce y los envió a predicar (Mat 10:1-42). Escogió a los setenta y los envió a predicar (Luc 10:1-42). Como los reyes del mundo preparan y envían soldados para las campañas para conquistar nuevo territorio, así Cristo preparó y envió a sus discípulos con «la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efe 6:17) para extender su reino. Jesús dice, «Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí». No hay otra manera. Dentro del reino de Cristo (bajo el nuevo pacto) ninguno dirá a su hermano, «Conoce al Señor; porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos» (Heb 8:11). No hay nadie en el reino de Cristo que no haya conocido al Señor a través del evangelio.
Los apóstoles persuadieron a muchos. Los apóstoles fueron enviados a predicar el evangelio y a persuadir a los que les escucharan. Dice Hch 19:8, «discutiendo y persuadiendo acerca del reino de Dios». Dice Hch 28:23 que Pablo estaba «persuadiéndoles acerca de Jesús». El otro sermón potente, aparte de la predicación del evangelio, que produce el crecimiento del reino es el sermón de la vida fiel de los discípulos de Cristo (Mat 5:13-16; 1Ti 4:12; 1Pe 3:1-2; 1Pe 5:3, etc.).
El reino creció en el primer siglo. Comenzó como semilla de mostaza. Muchos menospreciaron a Jesús. «¿No es éste el hijo del carpintero?» Era reconocido como el carpintero de Nazaret (Mat 13:55). «¿De Nazaret puede salir algo bueno?» (Jua 1:46). Creían que Jesús era hombre insignificante entre ellos. No esperaban nada de importancia de El. En cuanto a sus seguidores, Jesús les dijo, (Luc 12:32), «No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino». Jesús y sus discípulos eran como el pequeño grano de mostaza, «el cual a la verdad es la más pequeña de todas las semillas». El reino no se preparó para reyes, príncipes, ricos y famosos, sino para la «manada pequeña» que sinceramente seguía a Jesús.
Un pequeño grupo de discípulos se reunieron en el aposento alto en Jerusalén para perseverar en oración, y para esperar el momento en que los apóstoles recibirían el prometido poder del Espíritu Santo (Hch 1:13; Hch 2:1-4). Eran «hombres sin letras, y del vulgo» (Hch 4:13). ¿Cómo podían tales hombres servir como los pilares del nuevo reino? La respuesta se halla en 1Co 1:26-29, Dios escogió lo menospreciado del mundo a fin de que nadie se jacte en su presencia.
— La levadura en la harina se refiere a la influencia poderosa del evangelio. Como la levadura (un trozo de maza fermentada) trabaja y transforma la masa, así el evangelio del reino tiene gran poder transformador en el mundo. Rom 1:16. En un sentido el evangelio sí es “revolucionario”, porque hace grandes cambios en el hombre, en el gobierno y en toda la sociedad humana. Pero no es “revolucionario” en el sentido ordinario, sino que es una fuerza que tiene que ser recibida en el corazón del hombre para que haga cambios desde adentro. En la misma carta explica cómo nuestras vidas son transformadas (Rom 12:1-2). Ejerce “una influencia sana, completa y penetrante dentro y desde adentro hacia afuera” (GH).
Esta parábola nos recuerda de lo que Jesús dice en Mat 5:13-16. Dice que sus discípulos tienen un efecto (impacto) muy positivo sobre la sociedad humana, como la sal preserva de la corrupción y como la luz alumbra y acaba con las tinieblas. Estas enseñanzas nos hacen ver que los cristianos no deben llevar una vida aislada o monástica, porque deben estar asociados con los del mundo para influir en sus vidas para la salvación. Jesús hablaba del mal en el mundo, pero dijo que en lugar de ser vencidos por el mal debemos vencer el mal con el bien. La levadura es invisible, pero es muy «contagiosa» y sigue trabajando hasta que todo sea leudado. Jesús no creía que El tenía que estar siempre enseñando a una multitud de gente. Se observa varias veces hablando con una sola persona o con dos o tres. Escogió a los doce para que ellos estuvieran con El (Mar 3:14), y estar bajo su influencia durante unos tres años y medio. Dice Mar 6:56, «y todos los que le tocaban quedaban sanos». Este texto se refiere a la sanidad del cuerpo, pero se puede decir lo mismo en cuanto a lo espiritual.
El evangelio tuvo gran impacto sobre el imperio romano. La verdad de lo que Jesús dice se puede ver claramente en los primeros siglos. El evangelio del reino trajo grandes bendiciones para todo el imperio romano, pero especialmente para el esclavo, el pobre, la mujer, los ancianos y niños y se puede decir que todo segmento de la sociedad humana recibió y sigue recibiendo ricas bendiciones. Es interesante leer lo que se dijo en Tesalónica (Hch 17:6) acerca de Pablo y sus compañeros, «Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá». Lo que ellos llamaron «trastornar» era y es en realidad la obra de transformar de acuerdo a la voluntad de Dios. Véase también Hch 19:19; Hch 19:23-27. Verdaderamente el evangelio de Cristo tuvo un gran impacto sobre el imperio romano.
En Estados Unidos la buena levadura estableció un gobierno sano que ha traído grandes beneficios para el pueblo, pero ahora mucha levadura mala está reemplazando la buena levadura, pues el gobierno está sacando y borrando todo aspecto de la religión de Cristo (y la del Antiguo Testamento). No permiten Biblias, ni enseñanza bíblica, ni oración, en las escuelas, ni placas de los diez mandamientos en ningún edificio que pertenece al gobierno. Bajo el pretexto de mantener separados el estado y la iglesia, están estableciendo un gobierno completamente secular que rechaza a Dios. En su lugar han exaltado al hombre como su propio y único dios (el humanismo), han legalizado la matanza de millones de niños (el aborto) y promueven los intereses de los homosexuales (y otros perversos sexuales). Un poco de levadura leuda toda la maza (1Co 5:6).
No se puede apresurar el crecimiento verdadero. Queremos resultados rápidos. A veces pensamos humanamente y queremos resultados inmediatos. Queremos crecimiento rápido. A veces sacudimos el árbol cuando la fruta todavía es verde. Cristo sabía que el proceso de enseñar requiere tiempo. El invitaba a todos, pero no apresuraba a nadie a convertirse en discípulo. En lugar de apresurar a la gente, Jesús siempre explicó lo difícil de ser discípulo. Véanse Mat 10:34-39; Mat 16:24. El habló de calcular gastos, Luc 14:25-33. No quería desanimar a nadie, pero quería y quiere que todos le obedezcan «con los ojos abiertos».
Jesús y los apóstoles nunca usaron tácticas carnales. Hoy en día las iglesias — incluyendo algunas iglesias de Cristo — emplean tácticas políticas y comerciales para ganar más miembros. Usan mucha «carnada» para «pescar» más gente. Ofrecen comida, ropa, atención médica, escuelas, asilos, actividades sociales, construyen «templos» elegantes, ocupan predicadores elocuentes, etc. En el entrenamiento de los miembros para la obra personal se usan los medios efectivos de los agentes vendedores. Si vamos a usar medios carnales, ¿por qué no usamos la pistola? ¿Por qué no ganamos gente como los españoles «ganaron» a los indios? Léase 2Co 10:3-5. Recuérdese la profecía citada por Jesús en Mat 12:19-20, «No contenderá, ni voceará, ni nadie oirá en las calles su voz. La caña cascada no quebrará, y el pabilo (la mecha) que humea no apagará, hasta que saque a victoria el juicio».
Muchos — aun en la iglesia del Señor — están encantados de lo grande: grandes edificios (rascacielos), grandes bancos (con sus millones y billones), grandes aviones y buques, grandes ciudades (con sus cámaras de comercio muy ambiciosas), etc., como si lo más grande fuera lo mejor. Muchos hermanos creen que las iglesias deben tener campañas en el coliseo, y juntar el dinero de miles de iglesias para algún proyecto «mundial». Pero Jesucristo habla del «más pequeño en el reino», de «un vaso de agua fría», de las «dos blancas» que la viuda dio, de «un talento», de «una oveja perdida». Dio mucha atención a un hombre que, aparte de ser un odiado cobrador de impuestos romanos, «era pequeño de estatura». Jesús no enseña que lo más grande es lo mejor. Nunca se sintió orgulloso de los grandes números que le seguían; al contrario, al ver la multitud comenzaba a enfatizar lo espiritual en lugar de lo material, y les habló de la necesidad de calcular gastos para ser su discípulo.
En conclusión, es muy cierto que el principio de la obra de Cristo era pequeño. Pero Hch 2:41 habla de la conversión de tres mil personas; Hch 4:4 dice que «el número de los varones era como cinco mil»; y luego Hch 6:7 dice, «Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente».
Hechos describe el crecimiento. Hch 1:8, Jesús dice que sus apóstoles serían testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Es muy interesante seguir la historia del crecimiento del reino como Lucas la registra a través de este libro.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL IMPERIO DE CRISTO
Lucas 13:18, 19
Así es que Jesús les dijo:
-¿A qué se parece el Reino de Dios, y con qué lo compararía Yo? Es como una semillita de mostaza, que uno coge y la siembra en su huerto, y se pone a crecer y a crecer hasta que se hace tan grande como un árbol, y los pájaros vienen a hacer el nido en sus ramas.
Esta es una ilustración que Jesús usó más de una vez, con diferentes enseñanzas. En Oriente, la mostaza no es una planta de jardín, sino del campo. No se hace tan grande literalmente como un árbol, pero sí llega a alcanzar los dos metros, y un viajero cuenta que vio una de tres metros de altura, debajo de la cual cabía un caballo con su jinete. Es comente ver una nube de pájaros en estos arbustos, porque les encantan las semillitas negras de la mostaza.
Mt 13:31-32
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Mat 3:2; Mat 6:10; Mar 4:26.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Dos parábolas sobre el gobierno de Dios (ver Mat. 13:31-33; Mar. 4:30-32). Estas dos parábolas aquí están conectadas con el gobierno salvífico de Dios en Jesús. Contienen la promesa de que la obra de Dios alcanzará su gloriosa realización, no importa lo pequeño que haya sido su comienzo. Así como el grano de mostaza crece hasta ser del tamaño de un árbol, y un poco de levadura penetra una gran cantidad de masa y la hace expandirse, así lo que comienza siendo una pequeña influencia crecerá y se extenderá ampliamente. Los intentos para encontrar significados diferentes en ambas parábolas son dudosos y el criterio de que la levadura representa el mal (más bien que el reino) ciertamente es errado.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
u 886 Mat 13:31; Mar 4:30
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
18 (1) Con respecto a los vs:18-21, véanse las notas de Mat_13:31-33 .
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Hay algo señaladamente interesante en las parábolas que contienen estos versículos. Dos veces fueron pronunciadas por nuestro Señor, y en dos ocasiones distintas. Este hecho solo bastaría para hacernos fijar más seriamente la atención en lo que enseñan. Encierran un caudal de verdades experimentales y proféticas.
La parábola del grano de mostaza simboliza el progreso que el Evangelio hace en el mundo.
Los comienzos del Evangelio fueron muy humildes como los del grano de mostaza arrojado en el huerto. Al principio el cristianismo parecía ser una religión tan débil, desdeñada e impotente, que no podía existir por mucho tiempo. Su fundador vivió como pobre en el mundo y murió como un malhechor en la cruz. El número de sus primeros prosélitos era muy reducido, quizá no pasaba de mil cuando nuestro Señor dejó el mundo. Los primeros predicadores eran pescadores y publicanos, y casi todos ignorantes e iliteratos. El lugar donde estos empezaron su misión en un país despreciado, llamado Judea, pequeña provincia tributaria del vasto imperio romano. La principal doctrina iba sin duda a despertar el odio del corazón depravado: «Cristo crucificado era escándalo para los judíos, en insensatez para los griegos.» Sus primeros pasos atrajeron sobre los discípulos persecución de todas partes. Fariseos y saduceos; judíos y gentiles; idólatras ignorantes y filósofos altaneros todos estaban de acuerdo en el odio y la oposición al cristianismo. En todas partes se hablaba contra la nueva secta. Y entiéndase que estas no son meras aserciones sin fundamento alguno, sino hechos históricos que nadie puede negar. La religión del Evangelio empezó, a la verdad, como un grano de mostaza.
Pero el progreso del Evangelio, después que la semilla fue arrojada en la tierra, fue grande y no interrumpido. «El grano de mostaza creció y se hizo un árbol.» A despecho de la persecución, la oposición y la violencia, el cristianismo prosperó y se difundió gradualmente. Año tras año el número de los fieles se iba aumentando. Año tras año la idolatría desapareciera a su paso. De ciudad en ciudad, de nación en nación la nueva fe era proclamada y recibida. De lugar en lugar, en casi todo el mundo conocido, se formaban iglesias. Acá un predicador, allá un misionero se presentaban a reemplazar los que morían.
Emperadores romanos y filósofos paganos, unas veces con la fuerza, otras con argumentos, se esforzaron en vano por contener el progreso del cristianismo.
Con igual éxito, podrían haber intentado detener las olas del mar o impedir el nacimiento del sol. En pocos siglos la religión del escarnecido Nazareno, la religión que tuvo su principio en la cámara alta de Jerusalén, se habían extendido por todo el mundo civilizado. Fue abrazada por casi toda la Europa, por gran parte de Asia, y por toda la parte septentrional de África. Las palabras proféticas de la parábola citada se cumplieron al pie de la letra. El grano de mostaza «creció y se hizo un árbol grande, y las aves del cielo se alojaron en sus ramas.» Todo sucedió como Nuevo Testamento Señor Jesucristo lo había anunciado.
Que esta parábola nos enseñe a no desesperar de ninguna obra cristiana porque sus comienzos sean débiles y pequeños. Puede imaginarse tal vez que un solo ministro en una villa grande y privada de los auxilios religiosos, un solo misionero en medio de millares de paganos salvajes, un solo reformador en medio de una iglesia degenerada y corrompida no puedan hacer por sí solos mucho bien. En concepto del hombre la obra puede parecer muy grande y los medios para llevarla a cabo muy pequeños. Más no nos dejemos preocupar de semejantes ideas. Tengamos presente la parábola del grano de mostaza y no desmayemos. Cuando el deber nos llama con acentos inequívocos, no debemos detenernos a hacer cálculos, ni a averiguar que dirán los demás hombres o cuantos estarán a nuestro favor. Es menester que tengamos fe firme en que un hombre solo, contando con la semilla de la verdad divina, puede, a semejanza de Knox y de Lutero, transformar toda una nación. Si Dios está con él, nadie podrá oponérsele. A despecho de los hombres y de los espíritus infernales, la semilla que siembre se hará un árbol grande.
La parábola de la levadura simboliza el progreso del Evangelio en el corazón del creyente.
Los primeros cambios que la gracia obra en el corazón del cristiano son por lo general muy pequeños. Es como el pedazo de levadura mezclado con la masa.
Una sola cláusula de un sermón, o un solo versículo de la Santa Escritura; la palabra de reconvención dirigida por un amigo, o una observación casual sobre asuntos religiosos; un tratado recibido de manos de un extraño, o un pequeño favor hecho por un cristiano; algunas de estas circunstancias dan principio al renacimiento del hombre. Las primeras manifestaciones de la vida espiritual son, a menudo, extremadamente débiles, tan débiles, en verdad, que no son conocidas, sino de aquel que las experimenta, y aún de él no son bien conocidas. Unos pocos pensamientos serios y remordimientos de conciencia; un deseo de orar con fervor y sinceridad y no por mera ceremonia; la consagración al estudio privado de la Biblia, la afición a los medios de gracia, un interés mayor en asuntos religiosos; una repugnancia creciente a los malos amigos y las malas costumbres, estos o algunos de ellos son los síntomas que indican que la gracia divina ha penetrado en el corazón de un hombre. Tal vez los hombres del mundo no los perciban, o los creyentes ignorantes no hagan caso de ellos, o aún los cristianos de experiencia no los conozcan; sin embargo, ellos marcan los primeros pasos dados en la obra de la conversión.
Y la obra de la gracia no permanece estacionaria una vez que haya empezado. Gradualmente leuda toda la masa. Como la levadura, una vez introducida, no puede separarse de la sustancia con que ha sido mezclada. Poco a poco ejerce su influjo sobre la conciencia, los afectos, el entendimiento y la voluntad, hasta que el hombre siente su dominio en todo su ser, y experimenta una conversión completa. En algunos casos el progreso es, sin duda, más rápido que entre otros, y los resultados son más palpables; pero siempre que el Espíritu Santo empiece a obrar en el corazón de un individuo, todo el modo de ser de éste, experimenta, tarde o temprano un cambio radical. Cambia en gustos, inclinaciones y aspiraciones. «Lo viejo se pasó; he aquí todo es hecho nuevo.» 2Cor. 5.17. Nuestro Señor Jesucristo dijo que así sucedería, y la experiencia confirma sus palabras.
Que esta parábola nos enseñe a no desperdiciar en asuntos religiosos «el día de los pequeños principios.» Zac. 4.10. El hombre tiene siempre que gatear antes de caminar, y caminar antes de correr. Si percibimos en un hermano algún germen de gracia, demos gracias a Dios y tengamos esperanza. La levadura de la gracia, una vez inoculada en el corazón, leudará toda la masa. «El que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.» Fil.
1.6 Preguntémonos si en nuestros corazones ha empezado la obra de la gracia. ¿Estamos satisfechos con experimentar ciertas compunciones y deseos vagos ¿O sentimos interiormente la progresión gradual de esos fenómenos de crecimiento, de aumento, de desarrollo y de fermentación? Que solo esto nos satisfaga.
La verdadera obra del Espíritu Santo no puede permanecer estacionaria. Menester es que toda la masa se leude.