Biblia

Comentario de Lucas 13:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 13:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Jesús pasaba por las ciudades y aldeas, enseñando y caminando hacia Jerusalén.

13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. —No iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto, pero aunque enseñaba en muchos pueblos, El iba hacia Jerusalén y la cruz, su destino final aquí en la tierra.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

pasaba Jesús por todas las ciudades y aldeas. Luc 4:43, Luc 4:44; Mat 9:35; Mar 6:6; Hch 10:38.

y encaminándose a Jerusalén. Luc 9:51; Mar 10:32-34.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

la puerta angosta: La sugerencia es que uno debe obtener la salvación de Dios bajo sus términos. Los que procuran entrar pero no pueden es porque tratan de ingresar bajo sus propias condiciones. Habrá muchos que se perderán la bendición de Dios debido a que creen que pueden alcanzar la salvación gracias a sus méritos o por su propia piedad, en vez de conocer a Dios por medio de Jesús (v. Luc 13:25).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

por ciudades y aldeas. Los puntos geográficos de referencia utilizados por Lucas son vagos en muchos casos. Es probable que los lectores a quienes tenía en mente no estuvieran familiarizados con la geografía de Palestina, así que no importaba de todas formas. Todos los textos en Mat 19:1, Mar 10:1, y Jua 10:40 dicen que Cristo trasladó su ministerio a la región al E del Jordán, conocida como Perea. Este traslado pudo haber tenido lugar en este mismo punto de la narración de Lucas. Por lo tanto, las ciudades y aldeas por las que viajó pudieron haber incluido lugares tanto en Judea como en Perea. encaminándose a Jerusalén. Durante su ministerio entre Judea y Perea, Cristo fue a Jerusalén en más de una ocasión, por lo menos una vez para la fiesta de los tabernáculos (Jua 7:11-53; Jua 8:1-59), otra vez para la fiesta de la dedicación (Jua 9:1-41; Jua 10:1-39), y en otra ocasión para resucitar a Lázaro. El enfoque de Lucas estaba en el avance constante de Cristo hacia su destino final en Jerusalén con el propósito expreso de morir allí. Por esta razón describió todos los desplazamientos de Cristo como parte de un viaje prolongado hacia Jerusalén. Vea las notas sobre Luc 9:51 ; Luc 17:11.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

13:22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. -No iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto, pero aunque enseñaba en muchos pueblos, El iba hacia Jerusalén y la cruz, su destino final aquí en la tierra.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL RIESGO DE QUEDARSE FUERA

Lucas 13:22-30

De camino hacia Jerusalén Jesús iba pasando por pueblos y aldeas en los que aprovechaba para enseñar. Uno le dijo -unía vez:

-Señor, ¿son muy pocos los que se van a salvar?

-Vosotros haced el máximo esfuerzo para entrar, aunque sea por la puerta trasera -les dijo Jesús-. Porque os aseguro que muchos van a querer estar dentro, y no lo van a conseguir. Una vez que el Cabeza de familia se haya levantado a cerrar la puerta de la casa, aunque empecéis a llamar desde fuera y a suplicarle: «¡Señor, Señor, ábrenos!», Él os contestará: «¡Yo no sé de dónde sois vosotros!» A lo mejor entonces os ponéis a decir: «¡Pero si hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas!» Pero os dirá: «¡Os repito que no sé de dónde habéis salido! ¡Largo de aquí todos vosotros, que no sois más que mala gente!» Allí todo será llorar y rechinar los dientes, cuando veáis a Abraham, Isaac, Jacob y todos los profetas en el Reino de Dios, y os veáis excluidos. Porque llegarán otros de Oriente, de Occidente, del Norte y del Sur, y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios; pero, fijaos bien lo que os digo: hay quienes parecen los últimos, y van a estar los primeros; y quienes se creen con más derecho que nadie, y van a estar al final de todo.

Cuando ese hizo la pregunta, es probable que diera por sentado que el Reino de Dios era para los judíos, y que los gentiles se quedarían fuera. La respuesta de Jesús le habrá dejado alucinado.
(i) Jesús declaró que la entrada en el Reino no es automática, sino el resultado y la recompensa de la lucha. «Vosotros haced el máximo esfuerzo para entrar», les dijo. En el original griego se usa aquí la palabra de la que deriva la castellana agonía. El esfuerzo que hay que hacer para entrar debe ser tan intenso que bien se puede describir como una agonía de alma y espíritu.

Corremos un cierto riesgo. Es fácil creer que, una vez que nos hemos entregado a Jesucristo, ya estamos dentro y nos podemos sentar tranquilamente como si hubiéramos llegado a la meta. No hay tal en la vida cristiana. Si uno no está avanzando continuamente es que está retrocediendo.
La vida cristiana es como una escalada en la que vamos siguiendo senderos hacia una cima que no se alcanza en este mundo. De dos nobles escaladores que murieron en el Everest se dijo: «La última vez que se vieron iban hacia la cima.» En la tumba de un guía alpino que murió en una ladera se inscribió: «Murió escalando.» Para el cristiano la vida es un constante ir hacia adelante y hacia arriba.
(ii) En lo que confiaban esas personas se vio en su respuesta: «¡Pero si hemos comido y bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas!» Hay algunos que creen que basta con haber vivido en una civilización cristiana. Se consideran diferentes de los paganos ciegos e ignorantes. Pero la persona que vive en una llamada civilización cristiana no es cristiana por eso. Sin duda disfruta de muchas de sus ventajas; está beneficiándose de un capital que otros han acumulado; pero no hay razón para conformarse, sino más bien para aceptar el desafío: «¿Qué has hecho tú para iniciar todo esto? ¿Qué has hecho para conservarlo y desarrollarlo?» No podemos vivir de una bondad prestada.
(iii) Habrá sorpresas en el Reino de Dios. Los que ocupan puestos importantes en este mundo puede que no tengan mucha importancia en el siguiente; y otros en los que nadie se fija aquí, puede que sean los príncipes en el mundo venidero. Se cuenta de una señora que estaba acostumbrada a muchos lujos y a que la trataran con respeto. Se murió y, cuando llegó al Cielo, vino un ángel para guiarla a su casa. Pasaron por delante de muchos palacios estupendos, y la mujer esperaba que cualquiera de ellos fuera el suyo. Salieron de la calle principal del Cielo y recorrieron las afueras, donde las casas eran mucho más modestas; y por último llegaron a una que no era mucho más que una chabola. » Esa es tu casa», le dijo el ángel guía. «¿Qué? -protestó la mujer-. ¡Esa no puede ser mi casa!» «Lo siento -le dijo el ángel=, pero eso es todo lo que pudimos construirte con los materiales que nos mandaste desde abajo.»
La posición en el Cielo no es como en la Tierra. Los primeros de la Tierra resultarán los últimos, y los últimos de aquí serán los primeros en el Cielo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 9:51; Luc 9:57; Luc 10:38; Luc 14:25; Luc 18:31; Luc 19:28.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El ingreso al reino (cf. Mat. 7:13, 14, 22, 23; 8:11, 12). La mención de Jerusalén -donde Jesús sería crucificado- presenta un repentino recordatorio del contexto de la enseñanza de Jesús. ¿Serán muchos los que se salvarán, o sea que entran al reino de Dios? La respuesta ortodoxa era que todos los judíos, excepto los pecadores notorios y los herejes entrarían. Pero algunos grupos judíos limitaban el número a aquellos que eran verdaderamente religiosos de acuerdo con sus propias reglas. Jesús se negó a hacer especulaciones. Dijo que es mucho más importante asegurarse de que uno mismo entrara. El reino es como una casa con una puerta angosta que ofrece una admisión limitada. Se cierra cuando comienza la fiesta (Mat. 25:10) y entonces será demasiado tarde para entrar. No valdrá la pena clamar que se conoce a Jesús si no ha habido una respuesta previa a su mensaje. No hay posibilidad de una admisión automática para nadie. Algunos judíos serán excluidos y en su lugar se encontrarán gentiles de todo el mundo junto con los santos de los tiempos del AT. Los que piensen que deben ser los primeros se encontrarán con que serán los últimos. Una vez más se enfatiza la lección de la necesidad del arrepentimiento (caps. 12 y 13): la salvación y el juicio no pueden ser separados.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

y 890 Mat 9:35; Mar 6:6

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Uno de estos versículos contiene una pregunta de alta trascendencia. Se nos refiere como un hombre preguntó a nuestro Señor: «¿Son pocos los que se salvan?.
No sabemos quien fuera el que hizo la pregunta. Bien pude haber sido alguno de aquellos judíos que hacían alarde de su piedad, y a quines se había enseñado a creer que no había esperanza para los incircuncisos, y que la salvación era solo para los hijos de Abrahán. O bien pudo ser uno de aquellos que hacían burla de la religión y que gastaban el tiempo en discutir cuestiones raras y especulativas. Más, sea de esto lo que fuere, no hay duda que la pregunta que hizo fue de altísima importancia.
El que quiera saber cuántos se salvan bajo la nueva alianza solo necesita consultar la Biblia y su curiosidad quedará satisfecha. En el Sermón del Monte encontrará estas solemnes palabras: «Porque la puerta es estrecha y angosto el camino que lleva a la vid; Y POCOS SON LO QUE LA HALLAN.» Mat.
7.14. Solo tiene que mirar en derredor de sí y confrontar las acciones de los hombres con la palabra de Dios, y pronto decidirá, si procede con imparcialidad, que son pocos los que se salvan. Esta es una verdad terrible. Ante ella nuestras almas se llenas naturalmente de espanto; pero tanto la Escritura como los hechos la confirman. La salvación ha sido ofrecida a todos los hombres sin excepción. De parte de Dios no ha obstáculo alguno. Jesús tiene voluntad de recibir a los pecadores; más los pecadores no quieren acudir a Cristo, y por lo tanto, pocos se salvan.
En estos versículos se encuentra también una admirable exhortación. Cuando le preguntaron a Jesús si pocos eran los que se salvaban, dijo: «Porfiad a entrar por la puerta angosta.» El dirigió estas palabras a todos sus oyentes. No le pareció que sería bueno satisfacer por medio de una respuesta directa la curiosidad del que hizo la pregunta; y prefirió más bien exhortarlo a él y a todos los circunstantes a que cumpliesen con su deber más próximo. Al prestar la debida atención a sus almas, obtendrían la respuesta. Al procurar entrar por la puerta angosta, verían si los que se salvan son pocos o muchos.
Nuestro Señor Jesucristo quiso enseñarnos que no hay duda alguna sobre cual sea nuestro deber en materias religiosas. La puerta es angosta; la obra es grande; los enemigos del alma son numerosos; es preciso que estemos alerta y seamos activos; no podemos esperar a nadie. Ni hemos de detenernos a preguntar que están haciendo los demás, y si muchos de nuestros vecinos, parientes y amigos están sirviendo a Cristo. La incredulidad y la indecisión de otros no pueden servirnos de excusa en el último día. Jamás debemos hacer el mal por seguir la corriente popular. Ya nos acompañen al cielo pocos o muchos, el precepto es claro y terminante: «Porfiad a entrar por la puerta angosta..
Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado a entender que, cualquiera que sean las creencias religiosas de los demás, nosotros tenemos que dar cuenta a Dios de los esfuerzos que hayamos hecho. Ni hemos de continuar en nuestra maldad, escudándonos con la vana excusa de que no podemos hacer nada hasta que Dios no nos mueva. Tócanos a nosotros acercarnos a él haciendo uso de los medios de gracia. ¿Cómo podemos hacer esto?, es cuestión con que no tenemos nada que ver. Es solo por medio de la obediencia que puede resolverse el gran problema. El precepto es expreso e inequívoco: «Porfiad a entrar por la puerta angosta..
Vemos en seguida, en estos versículos la descripción de una terrible solemnidad. Se nos dice como llegará tiempo en que «el padre de familias se levantará y cerrara la puerta;»en que algunos entrarán al reino de Dios, y otros quedarán fuera para siempre. No puede haber duda sobre cual será el significado de estas palabras. Se refiere a la segunda venida de Jesús y al día del juicio.
Llegará un día en que Dios no tendrá ya más clemencia de los pecadores. La puerta de la misericordia que ha estado abierta por tanto tiempo será al fin cerrada. La fuente donde se limpia toda impureza, todo pecado, será cegada. El trono de la gracia desaparecerá, y en su lugar será erigido el trono de la justicia. Todos los impenitentes e incrédulos serán para siempre arrojados de la presencia de Dios.
Pero también habrá un día en que los que crean en Jesucristo recibirán su galardón. El Padre de familias de la morada celestial convocará a sus siervos, y le dará a cada uno una corona inmarcesible de Gloria. Estos se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob, y vivirán en sosiego, libres del trabajo que cansa y de las luchas que atormentan. Morarán con Jesús y con los santos en el reino de los cielos, y allí no penetrarán jamás el pecado, la muerte, la tristeza, el mundo o el demonio. La humanidad comprenderá entonces que «el que sembrare justicia tendrá galardón firme.
En estos versículos vemos, finalmente, una profecía que conmueve. Nuestro Señor dice que el día de su segunda venida muchos procurarán entrar, más no podrán. Ellos golpearán a la puerta, diciendo: «Señor, Señor, ábrenos;» más no obtendrán entrada. Aún más, dirán con ansiedad: «Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste;» más sus súplicas serán vanas. Ellos recibirán esta respuesta solemne: «Os digo que no os conozco de donde seáis: apartaos de mi todos los obreros de iniquidad.» La profesión de fe y un conocimiento histórico de Jesucristo no bastarán para salvar a los que han sido esclavos del pecado y del mundo.
Hay algo de singular en el lenguaje con que nuestro Señor expresó la profecía de que hablamos. Nos revela la terrible verdad que algunos se apercibirán de que están en el error cuando sea demasiado tarde para arrepentirse. Si, llegará día en que será ya demasiado tarde para arrepentirse y para creer; para sentir contricción de corazón y para orar; para pensar en la salvación y para desear el cielo. Millares de hombres saldrán de su indiferencia en el otro mundo para aceptar verdades que en la tierra rehusaron creer. La tierra es el único lugar del universo donde existe la infidelidad. El infierno mismo, en su sentido abstracto, no es otra cosa que un conjunto de verdades reconocidas demasiado tarde.
Un examen detenido de este pasaje debiera ponernos en condición de apreciar las cosas que nos rodean en lo que valen. El dinero, y los placeres, el rango, y la grandeza, ocupan al presente el primer lugar en el mundo. La oración, la fe, una vida piadosa, la obediencia a Cristo son cosas que se miran con desdén y se ponen en ridículo. Pero llegará un día en que suceda de otro modo.
Los postreros serán primeros, y los primero, postreros. Preparemos para ese día.
Y en este lugar conviene preguntarnos si somos de los «muchos» o de los «pocos.» ¿Hemos luchado y lidiado contra el pecado, el mundo y el demonio? ¿Estamos preparados para cuando el Padre de familias cierre la puerta? El hombre que pueda contestar estas preguntas satisfactoriamente es un cristiano verdadero.

Fuente: Los Evangelios Explicados