En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón y se llamaba Elisabet.
1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, — Herodes I, Herodes el Grande, era un extranjero, un idumeo (de Edom), quien adoptó la religión judaica. Siendo diputado de Roma, dependía de Roma para su autoridad. Este es el Herodes mencionado por Mat 2:16 : “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”. Herodes el tetrarca era su hijo. — un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; — En el tiempo del rey David los sacerdotes se multiplicaban y era necesario dividirlos en grupos. Abías descendió de Eleazar, hijo mayor de Aarón. La “clase de Abías” era, pues, uno de los veinte cuatro grupos de sacerdotes que servían en el templo durante una semana dos veces al año (1Cr 24:10; 1Cr 24:19; 2Cr 8:14).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
hubo en los días de Herodes. Mat 2:1.
de la clase, o del grupo de Abías. 1Cr 24:10, 1Cr 24:19; Neh 12:4, Neh 12:17.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
en los días de Herodes, rey de Judea: Lucas es muy exacto al otorgar información histórica precisa y cronológica. Esto se aprecia en estas palabras, así como en otras referencias a personajes históricos de importancia, hechos y fechas como en Luc 2:1-3; Luc 3:1, Luc 3:2, Luc 3:19 y Luc 3:23. Este Herodes, conocido como Herodes el Grande, era descendiente de Esaú (cf. Gén 27:39-40). Nacido en el año 73 a.C el senado romano lo designó como rey de los judíos en el año 40 a.C. Reinó hasta su muerte en marzo o abril del año 4 a.C. Arquelao (Mat 2:22), Felipe (Luc 3:1) y Herodes Antipas (Luc 23:7-12, Luc 23:15) eran hijos suyos, Herodes Agripa I de Hch 12:1-6, Hch 19:23 era su nieto y Herodes Agripa II de Hch 25:1-27; Hch 26:1-32 era su bisnieto. El sacerdocio de Israel estaba compuesto por veinticuatro divisiones y en una de ellas estaba la familia de Abías (1Cr 24:10; Neh 12:17).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Herodes. Herodes el Grande. Vea la nota sobre Mat 2:1. Zacarías. Lit. «Jehová se acordó». la clase de Abías. El sacerdocio del templo estaba organizado en veinticuatro divisiones o clases y cada clase prestaba sus servicios dos veces al año por una semana (1Cr 24:4-19). La clase de Abías era la octava (1Cr 24:10). hijas de Aarón. Tanto el esposo como la esposa descendían de la tribu sacerdotal.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
1:5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, — Herodes I, Herodes el Grande, era un extranjero, un idumeo (de Edom), quien adoptó la religión judaica. Siendo diputado de Roma, dependía de Roma para su autoridad. Este es el Herodes mencionado por Mat 2:16 : “Herodes entonces, cuando se vio burlado por los magos, se enojó mucho, y mandó matar a todos los niños menores de dos años que había en Belén y en todos sus alrededores, conforme al tiempo que había inquirido de los magos”. Herodes el tetrarca era su hijo.
— un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías; — En el tiempo del rey David los sacerdotes se multiplicaban y era necesario dividirlos en grupos. Abías descendió de Eleazar, hijo mayor de Aarón. La “clase de Abías” era, pues, uno de los veinte cuatro grupos de sacerdotes que servían en el templo durante una semana dos veces al año (1Cr 24:10; 1Cr 24:19; 2Cr 8:14).
Los cuatro “evangelios” empiezan la historia de Jesús hablando del ministerio de Juan el bautista, el heraldo de Jesús, pero sólo Lucas habla de los padres de Juan. También da amplios detalles acerca de Elisabet y María, como también del nacimiento de sus hijos.
— su mujer era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. — Compárese Éxo 6:23, “Y tomó Aarón por mujer a Elisabet hija de Aminadab”. La ley de Moisés no requería que el sacerdote se casara con alguna “hija de Aarón” (o sea, de la familia sacerdotal). Lev 21:14, “No tomará viuda, ni repudiada, ni infame ni ramera, sino tomará de su pueblo una virgen por mujer”; pero obviamente era muy bueno casarse con una hija de Aarón.
En el principio de su relato Lucas menciona una mujer piadosa. Así empieza su énfasis sobre la mujer que se ve a través del libro (1:5, 24, 25, 27, 28; 7:37, 39, 44, 50; 8:2, 3; 10:38; 4:26; 7:37; 10:38-42; 11:27; 13:11, 12; 15:8; 23:28, 55; 24:1-10).
Fuente: Notas Reeves-Partain
UN HIJO PROMETIDO
Lucas 1:5-25
Hubo en tiempos de Herodes, rey de Judasa, un sacerdote que se llamaba Zacarías, que pertenecía a la orden de Abías. Su mujer también era descendiente de Aarón, y se llamaba Elisabet. Los dos eran buenas personas para Dios, porque su conducta era sin tacha, conforme a todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor; pero no tenían hijos, porque Elisabet era estéril, y ya eran los dos de edad muy avanzada.
Cuando Zacarías estaba actuando como sacerdote de Dios porque le correspondía el turno a su orden según la costumbre sacerdotal, le tocó a él entrar en el templo a ofrecer el incienso, y toda la congregación del pueblo estaba orando fuera a la hora de la ofrenda del incienso.
Cuando estaba allí se le apareció un ángel del Señor a la derecha del altar del incienso; y cuando lo vio Zacarías se conmovió profundamente y le dio mucho temor. Pero el ángel le dijo:
-¡No tengas miedo, Zacarías! He venido a ti porque Dios te ha concedido lo que le has pedido, y tu mujer
Elisabet te va a dar un hijo al que llamarás Juan. Esto te producirá una gran alegría y felicidad, y muchos se
alegrarán del nacimiento de Juan. Será grande para Dios; no beberá vino ni licores, y estará lleno del Es
píritu Santo aun desde antes de nacer. Hará que muchos de los judíos vuelvan a estar en relación con Dios su
Señor; y él mismo irá delante de Él con el espíritu y el poder del profeta Elías para convertir el corazón de los
padres a los hijos, y de los desobedientes á la prudencia de los piadosos, para que haya un pueblo que esté
preparado para recibir al Señor.
-¿Cómo puedo yo saber que todo esto va a suceder? -le contestó Zacarías al ángel-. Yo ya soy un viejo, y mi mujer también es entrada en años.
-Yo soy Gabriel -repuso el ángel-, que estoy siempre en la presencia de Dios a su servicio, y Dios es el que me ha enviado a hablar contigo para darte esta buena noticia. Y ahora, fíjate: por no haberme creído, te vas a quedar mudo y sin poder hablar hasta que se cumpla a su debido tiempo todo lo que te he dicho.
La gente estaba esperando a Zacarías, y se sorprendía de que tardara tanto en salir del templo. Cuando por fin salió, no podía hablarles, y se dieron cuenta de que debía de haber tenido una visión en el templo. Y él trataba de explicárselo por señas, porque ya no podía hablar.
Cuando se completaron sus días de servicio, se volvió a su casa. Poco después, su mujer Elisabet se quedó embarazada, y no salió de casa en cinco meses, porque decía:
-Esto no es sino obra de Dios, que se ha dignado librarme de la esterilidad que me avergonzaba ante la gente.
Zacarías, el personaje principal de esta escena, era sacerdote. Pertenecía a la orden de Abías. Todos los descendientes directos de Aarón, el hermano de Moisés, eran sacerdotes de nacimiento. Esto hacía que hubiera demasiados sacerdotes para todos los propósitos ordinarios.
Estaban divididos en veinticuatro órdenes o secciones. No ejercían el sacerdocio todos más que en Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. El resto del año cada orden ministraba dos períodos de una semana cada uno. Los sacerdotes que amaban su ministerio estaban deseando que les llegara su semana de turno, que era lo más importante de su vida.
Los sacerdotes se tenían que casar con mujeres que fueran de pura raza judía, y constituía un mérito especial el casarse con una descendiente de Aarón, que era el caso de Elisabet, la mujer de Zacarías.
Había tantos como veinte mil sacerdotes en total, así es que había casi un millar en cada sección, y en ella se echaban a suerte las intervenciones de los distintos miembros.
Los sacrificios de la mañana y de la tarde se ofrecían por toda la nación. Se sacrificaba en holocausto un cordero de un año sin mancha ni defecto, con una ofrenda de comida, de harina y aceite, y de bebida, de vino. Antes del sacrificio de la mañana y después del de la tarde se quemaba incienso en el altar del incienso, para que los sacrificios se elevaran, como si dijéramos, envueltos en un aroma agradable. Era posible que a muchos sacerdotes no les correspondiera quemar incienso en toda la vida; pero si le tocaba en suerte, aquel día era el más grande de la vida de un sacerdote, el más deseado y esperado. Y aquel día le tocó en suerte a Zacarías, que estaría de lo más emocionado. .
Pero había una tragedia en la vida de Zacarías: su esposa y él no tenían hijos. Los rabinos judíos decían que hay siete personas que están privadas de la comunión con Dios, y la lista empezaba por » un judío que no tiene esposa, o un judío que tiene esposa pero que no tiene ningún hijo.» La esterilidad era causa suficiente para el divorcio. Por tanto, no nos sorprendería que Zacarías, aun en este su gran día, estuviera pensando en su tragedia doméstica y personal y la tuviera presente en sus oraciones. Y entonces tuvo aquella maravillosa visión y recibió el gozoso mensaje de que, aunque ya había perdido toda esperanza, le nacería un hijo.
Se quemaba el incienso y se hacía la ofrenda en el atrio más interior del templo, el Atrio de los Sacerdotes. Mientras se ofrecía el sacrificio, la congregación se agolpaba en el siguiente atrio, el Atrio de los Israelitas. El sacerdote que había oficiado el sacrificio de la tarde tenía el privilegio de salir a la barandilla que separaba ambos atrios para bendecir desde allí a los presentes. La gente se sorprendía de que Zacarías se retrasara tanto. Cuando por fin apareció, no podía hablar, y la gente comprendió que había tenido una visión. Y así, en un deslumbramiento inefable de gozo Zacarías terminó su semana de servicio y se marchó a casa; y allí y entonces empezó a hacerse realidad el mensaje de Dios, y Elisabet se dio cuenta de que iba a tener un niño.
Hay un detalle que sobresale en este relato: fue en la casa de Dios donde Zacarías recibió el mensaje de Dios. Supongo que a todos nos gustaría recibir un mensaje de Dios. En el drama de Shaw Santa Juana, Juana de Arco oye voces que le vienen de Dios. El Delfín de Francia se enfurece, y le dice:
-¡Y venga con tus voces, tus voces! ¿Por qué no me vienen a mí esas voces? Yo soy el rey, no tú.
-Sí vienen a vos, pero no las oís -le respondía ella-. No os sentáis en los campos a la caída de la tarde a escucharlas. Cuando tocan al ángelus, os santiguáis, y eso es todo; pero si orarais de corazón y escucharais el vibrar de las campanas en el aire después que han dejado de tañer, oiríais las voces tanto como yo.
Es decir, que Juana se daba la oportunidad de escuchar la voz de Dios. Zacarías estaba en el templo sirviendo a Dios. La voz de Dios viene a los que le prestan atención, como Zacarías, en la casa de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
— Herodes… Judea: Se trata de Herodes el Grande (ver nota a Mat 2:1 y VOCABULARIO BÍBLICO) que en realidad fue rey de toda Palestina durante 33 años.
— el grupo sacerdotal de Abías: Según 1Cr 24:4-19 la clase sacerdotal israelita estaba dividida en veinticuatro grupos para ejercer por turno las funciones sagradas en el Templo; el octavo grupo o turno era el de Abías.
— Aarón: hermano de Moisés, elegido junto con sus hijos y sus descendientes para ejercer el sacerdocio en Israel (Éxo 28:1-43; Núm 17:1-8). Únicamente sus descendientes constituían la familia sacerdotal israelita.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Profecía del nacimiento de Juan
Lucas introduce la historia de Juan con palabras casi tan majestuosas como las que reserva para Jesús, debido a que Juan fue el mayor personaje de su generación (7:28). Sus padres eran fieles en la religión judía de la época (su descripción es un eco de Gén. 17:1 y 1 Rey. 9:4). Fue mientras Zacarías, el padre de Juan, que era sacerdote, estaba ocupado en sus obligaciones en el templo que tuvo una visión de un ángel que le dijo que su oración había sido oída y que se le concedería tener un hijo. El nombre del niño debía ser “Juan”, que significa “Dios es bondadoso”, y él prepararía el camino para la venida final de Dios a su pueblo, como era la esperanza de los judíos. Estaría dedicado en forma especial al servicio de Dios, como Samuel (1 Sam. 1:11) y recibiría el poder del Espíritu Santo para cumplir su tarea. Su venida traería gozo al pueblo, porque cumpliría el papel de Elías que había de volver para preparar el camino para la venida de Dios (Mal. 4:5).
Como Abraham (Gén. 15:8), Zacarías no podía creer lo que Dios había dicho y pidió una confirmación. El ángel respondió dándole sus credenciales -su nombre y la comisión de Dios- y agregó que Zacarías quedaría mudo (y sordo), estado en el que continuaría hasta el nacimiento del niño. Cuando Zacarías salió del edificio, la gente que estaba fuera se sorprendió por su incapacidad para hablar y pensó que debía haber tenido una visión de Dios que le había impresionado. A su debido tiempo se cumplió la promesa de Dios y el niño fue concebido.
Notas. 5 Herodes “el Grande” gobernó en Judea hasta 4 a. de J.C. (ver 2:1). 6, 7 Si una esposa judía permanecía estéril, esto era considerado una desgracia para ella (1:25; cf. Gén. 30:23) y a veces se creía que era una consecuencia del pecado. Es claro que ése no era el caso de Elisabet (1:6). El nacimiento de un niño cuya madre había sido estéril podría ser una señal de que una gran bendición vendría al pueblo por medio de aquel niño (p. ej. Isaac, Gedeón y Samuel). 8-12 La tribu de Leví aportaba los sacerdotes que servían en el templo. Como había tantos disponibles, la tribu estaba dividida en 24 clases; la de Abías (5) era la octava (1 Crón. 24:10). Cada clase cumplía su deber por dos semanas en el año y muchos sacerdotes pasaban el resto del tiempo lejos de Jerusalén en ocupaciones seculares (cf. v. 23). El incienso era ofrecido dos veces por día y la elección del individuo que lo ofrecería en el lugar santo se fijaba echando suertes. Ningún sacerdote podía tener el honor más de una vez en la vida y muchos ni siquiera tenían la fortuna de llegar a ser elegidos. El sacerdote entraba solo y ofrecía el incienso, mientras el pueblo esperaba afuera en actitud de oración hasta que reaparecía y los despedía con una bendición. 13 El padre tenía la obligación de dar el nombre del hijo. El hecho de que Dios lo hiciera era una señal de que estaba tomando al niño bajo su responsabilidad. 24 Elisabet se recluyó durante el tiempo en que su embarazo no sería plenamente obvio cuando aún se le podía echar en cara su esterilidad. María fue la primera persona en enterarse, y el carácter milagroso de lo que ocurrió siguió siendo un secreto para la gente en general.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) “Zacarías” (que significa: “Jah Ha Recordado”), J7-18,21,22; אAB: “Zacharías”.
(2) “Abías” (que significa: “Mi Padre Es Jah”), J7-18,21,22; אAB: “Abía”.
REFERENCIAS CRUZADAS
i 8 Mat 2:1
j 9 1Cr 24:10
k 10 Lev 21:14
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Herodes, rey de Judea. Véase coment. en Mt 2:1.
cierto sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías. Entre los veinticuatro grupos sacerdotales, el de Abías era el octavo. Cada orden servía en el templo dos veces al año por una semana cada vez (vers. 8). El hecho de que los padres de Juan eran de descendencia sacerdotal significaba que él también tendría que oficiar algún día como sacerdote. Sin embargo, Dios tenía diferentes planes para Juan, y su llamamiento de profeta tomó el lugar del de sacerdote.
Fuente: La Biblia de las Américas
5 (1) Este era el octavo de los veinticuatro turnos del servicio sacerdotal ordenado por David ( 1Cr_24:10).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Herodes. Herodes el Grande (véase nota en Mat 2:1).
la clase de Abías. La obra en el templo estaba distribuida en «grupos» de sacerdotes; cada grupo o «clase» era llamado por el nombre de su jefe (1Cr 24:10).
hijas de Aarón. Elisabet, como Zacarías, era de familia sacerdotal.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
El primer acontecimiento que se registra en el Evangelio de San Lucas, es la aparición repentina de un ángel á un sacerdote Judío, llamado Zacarías. El ángel le anuncia que ha de nacerle un hijo, mediante una intervención milagrosa, y que este ha de ser el precursor del Mesías prometido. La palabra de Dios había predicho claramente, que cuando el Mesías viniese, alguno iría delante de él para preparar el camino. Mal 3:1. La sabiduría de Dios dispuso que, llegado el tiempo, este precursor naciera de la familia de un sacerdote.
En el presente período del mundo no podemos formar sino una idea muy limitada de la importancia inmensa de la predicción del ángel Para el judío piadoso, debió haber sido una nueva de gran gozo. Fue la primera comunicación que Dios hizo á Israel desde los días de Malaquías. Con ella rompió un silencio de cuatrocientos años, y anunció al Israelita creyente, que las «semanas» proféticas de Daniel iban al fin á cumplirse. Dan. 9.25. La promesa mas importante que Dios jamás haya hecho iba á llevarse á cabo, y estaba para aparecer la «simiente» en la cual todas las naciones de la tierra serian benditas. Gen. 22.18. Es menester ponernos mentalmente en la posición de Zacarías, para dar á estos versículos su debido valor.
Nótese, por una parte, en este pasaje, el tributo de encomio que se da al carácter de Zacarías é Isabel. Se nos refiere que «ambos eran justos delante de Dios, andando en todos los mandamientos y estatutos del Señor sin reprensión..
Importa poco si interpretamos esta «rectitud» como la que se imputa á todos los creyentes para su justificación, ó como la que se opera interiormente en los creyentes por obra del Espíritu Santo para su santificación. Los dos géneros de rectitud nunca están separados. No hay ningunos justificados que no sean santificados, y no hay ningunos santificados que no sean justificados. Nos es suficiente saber que Zacarías é Isabel poseían la gracia divina en un tiempo en que era muy rara, y que cumplían escrupulosamente con todos los ritos gravosos de la ley ceremonial, cuando pocos Israelitas hacían caso de ellos, excepto en lo tocante á la forma.
El punto principal que á todos nos concierne, es el ejemplo que estos dos esposos presentan al cristiano. Esforcémonos en servir fielmente á Dios, y en vivir, como ellos, en completo acuerdo con la luz que hayamos recibido. No olvidemos esas sencillas palabras de la Escritura: » El que practica la justicia es justo.»Felices son aquellas familias Cristianas de las cuales se puede decir que tanto el esposo como la esposa son justos, y que procuran mantener su conciencia libre de ofensa hacia Dios y hacia los hombres. Act 24:16.
Notemos, por otra parte, en este pasaje, la dura prueba que plugo á Dios sufriesen Zacarías é Isabel. Se nos dice que «no tenían hijos.» Difícilmente podrá comprender el cristiano de nuestros tiempos toda la fuerza de estas palabras. Para un judío de aquella época indicaban una aflicción muy gravosa. Vivir sin hijos era uno de los pesares más amargos. 1 Sam. 1.10.
La gracia de Dios no exime á ninguno de aflicción. «Justos» como eran este santo sacerdote y su esposa, no estaban libres de pesares. Acordémonos de esto, si servimos á Cristo: no consideremos la tribulación como algo extraordinario ó anormal Convenzámonos más bien que la mano de la sabiduría perfecta nos distribuye lo que nos conviene, y que cuando Dios nos castiga, es para que «participemos de su santidad.» Heb. 12.10. Si las aflicciones nos acercan más á Cristo, y aumentan nuestra afición hacia la Biblia y la oración, son favores positivos que el cielo nos concede. Tal vez ahora no pensemos así; pero así pensaremos cuando despertemos en el otro mundo.
Notemos, también, en este pasaje, el medio por el cual Dios anunció el nacimiento próximo de Juan el Bautista. Se nos refiere que «un ángel del Señor se apareció á Zacarías..
El ministerio de los ángeles es, sin duda, un asunto profunda. En ninguna parte de la Biblia hallamos que se haga tanta mención de ellos, como á principios del período del ministerio terrenal de nuestro Señor. Jamás se refieren tantas apariciones de úngeles, como cerca del tiempo de la encarnación de nuestro Señor y de su entrada en el mundo. El designio de esta circunstancia es suficientemente claro. Fue para enseñar á la iglesia que el Mesías no era ángel, pero sí el Señor de los ángeles, como también de los hombres. Fueron ángeles los que anunciaron Su venida; ángeles los que proclamaron Su nacimiento; y ángeles también los que se regocijaron cuando apareció. Y con estos hechos demostraron claramente que el que venia á morir por los pecadores no era uno de ellos, sino uno muy superior á ellos, el Rey de los reyes y el Señor de los señores.
Hay algo con respecto á los ángeles que de ninguna manera debemos olvidar. Ellos toman vivo interés en la misión de Cristo, y en la salvación que Cristo ha traído al mundo. Ellos cantaron alabanzas cuando el Hijo de Dios bajó á establecer, por medio de Su propia sangre, paz entre Dios y los hombres. Regocíjanse cuando se arrepienten los pecadores y se hacen hijos de nuestro Padre celestial; y deléitanse en servir á los herederos de la salvación eterna. Esforcémonos en ser como ellos, mientras estemos en la tierra–en ser de su mismo espíritu, y participar de sus goces. Así nos prepararemos para el cielo, pues escrito está, que los que allí entraren serán «como los ángeles.» Marcos 12.25.
Finalmente, notemos brevemente en este pasaje, él efecto que la aparición de un ángel produjo en la mente de Zacarías. Se nos refiere que «se turbó, y cayó temor » sobre él.
Lo que en este caso experimentó ese hombre justo, está de acuerdo exactamente con lo que experimentaron otros santos en circunstancias análogas. Moisés al ver la zarza ardiendo, y Daniel en el río de Hiddekel–las mujeres en el sepulcro, y Juan en la isla de Pátmos–todos sintieron temores semejantes al de Zacarías. Lo mismo que él, al contemplar visiones del otro mundo, temblaron y se sobrecogieron de temor.
¿Cómo explicarnos la causa de este temor? Á esta pregunta solo hay una respuesta. El temor proviene del convencimiento interior que tenemos de nuestra debilidad, culpabilidad y corrupción. La contemplación de un ser celestial nos hace recordar forzosamente nuestra falta de perfección y nuestra natural ineptitud para contemplar á Dios. Si los ángeles son tan grandiosos é imponentes, ¿cómo deberá de ser el Señor de los ángeles? Rindamos gracias á Dios porque tenemos un poderoso Mediador entre Dios y el hombre, al hombre Cristo Jesús. Creyendo en El, podemos sin temor acercarnos á Dios y aguardar la venida del juicio final. Cuando los ángeles poderosos salgan á congregar á los elegidos de Dios, estos no tendrán por qué atemorizarse. Los ángeles son sus consiervos y compañeros. Ap. 22.9.
Temblemos al pensar en el terror que se apoderará de los malvados en el último día. Si hasta los justos se turban al ver de súbito espíritus que les son propicios, ¿qué harán los impíos cuando los ángeles se presenten á recogerlos como cizaña para el fuego? los temores de los justos son infundados, y duran poco tiempo. Los temores de los réprobos, una vez excitados, resultarán ser bien fundados, y durarán eternamente.
Fuente: Los Evangelios Explicados
del turno de Abías… Natividad → §060.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R743 El uso más común de τὶς con los sustantivos equivale a un.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
I.e., de descendencia sacerdotal
Fuente: La Biblia de las Américas
de la clase de Abías g §060.