Biblia

Comentario de Lucas 17:11 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 17:11 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Aconteció que yendo a Jerusalén, pasaba por Samaria y Galilea.

17:11 Yendo Jesús a Jerusalén (9:51; 13:22) , pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, — Véase 5:12, Notas, para una descripción de la lepra. Estos no podían entrar en los pueblos, pero frecuentemente se encontraban cerca de las puertas mendigando pan. Dice Jua 4:9 que “judíos y samaritanos no se tratan entre sí”, pero estos diez leprosos estaban unidos en su miseria. En un sentido todos los afligidos son “hermanos”, reducidos al mismo nivel.

— los cuales se pararon de lejos — Porque estaban inmundos, Lev 13:45; Núm 5:2; 2Re 15:5. Esto bien ilustra cómo el pecado hace inmundos a todos. Estaban aislados. El pecado nos separa de Dios (Isa 59:1-2).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Luc 9:51, Luc 9:52; Jua 4:4.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Samaria y Galilea: Pese a que Jesús se dirigía hacia Jerusalén, su viaje no seguía una ruta directa.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Lucas no explicó la razón para esta ruta circular, pero una comparación de los Evangelios produce varias pistas. Parece que transcurrió un tiempo entre el v. Luc 17:10 y el v. Luc 17:11. La resurrección de Lázaro en Betania, cerca de Jerusalén (Jua 11:1-57) parece corresponder a este marco temporal. En Jua 11:54 se afirma que tras levantar a Lázaro de los muertos, para evitar a las autoridades que lo buscaban para matarlo, Cristo fue «a una ciudad llamada Efraín», al N de Jerusalén y cerca a la frontera con Samaria. Al parecer, desde allí se desplazó hacia el N pasando por Samaria y Galilea una vez más, quizá para reunirse con amigos y parientes de Galilea que en ese momento hacían el peregrinaje hacia Jerusalén para la Pascua. Desde allí habría viajado hacia el S por la ruta convencional, lo cual le habría hecho pasar por Jericó (Luc 18:35) hacia Jerusalén. Vea las notas sobre Luc 9:51 ; Luc 13:22.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

17:11 Yendo Jesús a Jerusalén (9:51; 13:22) , pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, — Véase 5:12, Notas, para una descripción de la lepra. Estos no podían entrar en los pueblos, pero frecuentemente se encontraban cerca de las puertas mendigando pan. Dice Jua 4:9 que “judíos y samaritanos no se tratan entre sí”, pero estos diez leprosos estaban unidos en su miseria. En un sentido todos los afligidos son “hermanos”, reducidos al mismo nivel.
— los cuales se pararon de lejos – Porque estaban inmundos, Lev 13:45; Núm 5:2; 2Re 15:5. Esto bien ilustra cómo el pecado hace inmundos a todos. Estaban aislados. El pecado nos separa de Dios (Isa 59:1-2).

Fuente: Notas Reeves-Partain

ESCASEZ DE LA GRATITUD

Lucas 17:11-19

Cuando Jesús se dirigía hacia Jerusalén iba pasando entre Samaria y Galilea. A la entrada de una aldea le salieron al encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y empezaron a gritarle:

-¡Maestro Jesús, apiádate de nosotros!

-¡Id a presentaros a los sacerdotes! -les contestó Jesús cuando los vio.
Mientras iban de camino, ¡su lepra desapareció! Uno de ellos, en cuanto se dio cuenta de que estaba curado, volvió adonde estaba Jesús, alabando a Dios a voces, y se postró rostro a tierra a los pies de Jesús, dándole las gracias. Aquel hombre era samaritano. Dijo Jesús:
-¿No se curaron los diez? Pues, ¿dónde están los otros nueve? ¿Este extranjero es el único que ha vuelto a darle gracias a Dios?-Y, dirigiéndose al samaritano, le dijo-: ¡Hala, ponte en pie y vete! La fe que tienes es lo que ha sido tu salvación.

Jesús iba por la línea que separaba Galilea y Samaria cuando se encontró con aquel grupo de diez leprosos. Sabemos que los judíos no se trataban con los samaritanos (Jn 4:9 ); sin embargo, en este grupo había por lo menos uno que era samaritano.

Aquí tenemos un ejemplo de una de las leyes de la vida: la común desgracia había roto las barreras raciales y nacionales haciéndoles olvidar las diferencias que había entre judíos y samaritanos, y recordar sólo que eran seres humanos necesitados de compañía y ayuda mutua.
Si se produce una inundación en un terreno y se reúnen diferentes clases de animales en algún lugar más alto, conviven pacíficamente los que en circunstancias normales serían enemigos y lucharían a muerte. Lo que más debería hacer que los seres humanos convivieran en paz es su común necesidad de Dios.

Los leprosos se pararon a lo lejos (véase Lv 13:45-46 ; Nm 5:2 ). No era una distancia fija; pero una autoridad establecía que fueran por lo menos cincuenta metros los que separaran al leproso de los sanos. Ahí vemos el absoluto aislamiento en que tenían que vivir los leprosos.

Esta es la historia evangélica que nos muestra más a las claras la realidad de la ingratitud. Los leprosos clamaron a Jesús en una situación desesperada; Él los curó, y nueve de los diez no volvieron a darle las gracias. Eso es lo que suele pasar: una vez que se ha obtenido lo que se necesitaba, no se vuelve ni para dar las gracias.

(i) A menudo somos. desagradecidos con nuestros padres. Hubo una época de nuestra vida en la que, si nos hubieran abandonado unos pocos días, nos habríamos muerto. De todas las. criaturas, el ser humano es el que tarda más en independizarse de sus padres. Pero a veces llega el día en que los padres son una molestia, y muchos jóvenes no están dispuestos a pagar la deuda de gratitud que les deben. W. Shakespeare pone en boca del rey Lear:

» ¡Cuánto más aguda que los dientes de una serpiente es la ingratitud de un hijo!»

(ii) A menudo somos desagradecidos con nuestros semejantes. Será raro entre nosotros el que no haya recibido una ayuda considerable en algún momento de necesidad, y más raro el que haya devuelto la deuda de gratitud que contrajo. A veces un amigo, o maestro, o médico, hace algo por nosotros que nunca podremos pagar; pero lo malo es que hasta lo olvidamos.
(iii) A menudo somos desagradecidos con Dios. En algún momento de amarga necesidad hemos orado con intensidad desesperada; pero pasó aquella situación, y nos olvidamos de Dios. Dios dio a su amado Hijo por nosotros a la muerte de cruz, y muchos no le hemos dado ni siquiera las gracias. La mejor gratitud es tratar de ser un poco más dignos, o menos indignos, de su bondad y misericordia. » Bendice, alma mía al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios» (Sal 103:2 ).

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 9:51.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El samaritano agradecido. Cuando algunos leprosos buscaron ser sanados por Jesús, él simplemente les dijo que fueran a mostrarse a un sacerdote (5:14). Eso implica que su fe se demostraría por su obediencia y llevaría a su curación. Todos mostraron fe y fueron sanados, pero sólo uno se detuvo para alabar a Dios y agradecer a Jesús por su sanidad. Jesús destacó la ingratitud de los demás (presumiblemente todos judíos) y confirmó que la fe del samaritano le trajo sanidad tanto del cuerpo como del alma. La historia es una ilustración de la fe que obra maravillas (cf. v. 6) y una lección de la necesidad de gratitud como parte de la fe.

Nota. 11 La ubicación del episodio en la frontera explica la constitución racial mixta del grupo. Sin embargo, la geografía no es clara. Es posible que aquí Galilea incluya Perea, la zona oriental del Jordán que también era gobernada por Herodes.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

k 1032 Luc 9:51; Jua 4:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

camino a Jerusalén. La frase reintroduce la narrativa del viaje de Jesús (cp. 9:51; 13:22).

entre Samaria y Galilea. Jesús se acerca a Samaria en su camino hacia el valle del Jordán.

Fuente: La Biblia de las Américas

Notemos, en primer lugar, con cuánta, vehemencia puede el hombre pedir socorro cuando lo necesita. Se nos refiere que «entrando el Señor en una aldea, le vinieron al encuentro diez hombres leprosos.» Es difícil imaginarse situación más lastimosa que la de los que sufren de la lepra: se ven arrojados de la sociedad y privados de comunicación con sus semejantes. Los hombres descritos en el pasaje que tenemos á la vista parecen haber sentido todo el peso de su doloroso estado. «Se pararon de lejos;» mas no permanecieron así sin hacer nada, pues alzaron la voz diciendo: Jesús, maestro, ten misericordia de nosotros..
La conducta de los leprosos es muy instructiva, porque ilustra uno de los puntos más importantes de la práctica del Cristianismo: el de la oración.
¿Porqué hay tantas personas que jamás oran? ¿Porqué hay tantas personas que se contentan con repetir ciertas palabras, pero jamás oran de corazón? ¿Por qué es que hombres y mujeres que se hallan sumergidos en el pecado y que tienen almas inmortales, no saben hacer una plegaria real y fervorosa? La respuesta á estas preguntas es corta y sencilla : es que la mayor parte de los hombres cierran los ojos ante sus culpas y pecados, y no sienten su malestar espiritual, ni se aperciben que están al perderse, que se hallan al borde de la miseria eterna. Cuando el hombre descubre cuáles son las dolencias de su alma, pronto aprende á orar. A semejanza del leproso, encuentra palabras con qué expresar su necesidad.
Clama por ayuda.
¿Por qué es, tornamos á preguntar, que muchos creyentes verdaderos oran sin fervor? La contestación que puede darse á esta pregunta es también sencilla: es que la conciencia de su propia maldad no es en ellos tan profunda como debiera ser.
No tienen una convicción firme de que son débiles y desvalidos, y por eso no imploran con fervor gracia y misericordia.
Procuremos, pues, conocer á fondo nuestras propias necesidades. Si los fieles pudieran contemplar su alma como los desdichados leprosos contemplaban su cuerpo, seguro es que orarían muchísimo mejor.
Notemos, en seguida, que, por lo general, cuando somos obedientes obtenemos auxilio. Se nos dice que cuando los leprosos pidieron la protección de nuestro Señor, lo único que él les dijo en réplica fue: «Id, mostraos á los sacerdotes.» El no los tocó ni mandó á la enfermedad que los dejara en el acto, ni les recetó ningún remedio ó lavatorio; y sin embargo, á las palabras que se desprendieron de sus labios se siguió la curación. Los enfermos obtuvieron alivio tan pronto como hubieron obedecido su mandato. «Y aconteció, que yendo ellos fueron limpios..
Este suceso nos enseña una lección importante: nos demuestra que siempre haremos bien en obedecer, como tiernos niños, los preceptos de Cristo. No nos es dado permanecer en la inacción, ni vacilar una vez que percibamos que los mandamientos de Dios son claros é inequívocos. Si los leprosos hubieran sido indolentes es bien seguro que jamás habrían sido curados. Preciso es, pues, que leamos las Escrituras con constancia, que procuremos orar con fervor, y que hagamos uso de los medios de gracia. Todos estos son deberes que Cristo nos impone, y, si amamos nuestra propia vida, debemos cumplirlos sin hacer preguntas capciosas. «El que quisiere hacer Su voluntad conocerá de la doctrina si es de Dios..
Notemos, por último, cuan rara es la gratitud. De todos los diez leprosos á quien Cristo curó, solo uno volvió á darle gracias. Las palabras que pronunció entonces son muy solemnes: «¿No son diez los que fueron limpios? ¿Y los nueve donde están?.
Esta lección es sumamente instructiva y debe hacernos sentir humillados y contritos. Nuestra conducta es muy semejante á la de los diez leprosos. Estamos más dispuestos á implorar que á alabar, y á pedir á Dios nos conceda lo que no tenemos, que á darle gracias por lo que tenemos. El desagradecimiento universal de los cristianos es un hecho que debiera causar rubor, puesto que demuestra bien la falta de humildad.
Roguemos á Dios nos conceda gratitud. Esta es una virtud en que se deleita. Es la virtud que ha caracterizado á los hombres más rectos en todos los siglos de la iglesia. Es una virtud que forma la atmósfera del cielo: los ángeles y los santos están siempre loando á Dios. Es, por último, una virtud que produce felicidad en la tierra. Si no queremos sentir ansiedad por nada debemos exponer á Dios nuestras necesidades, no solo con la oración y el ruego, sino con hacimiento de gracias. Phi 4:6.
Mas, ante todo, pidamos al Altísimo nos dé una conciencia más profunda de nuestra culpabilidad y desmerecimiento. De ahí es que emana la gratitud: el hombre que cada día reconoce de cuánto es deudor á la gracia divina, alaba y bendice á Dios constantemente. La gratitud es una planta que solo florece cuando tiene por raíz la humildad.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R581 Διά con el acusativo tiene el sentido de a través de, aquí (comp. διὰ μέσου en el Luc 4:30); note el genitivo después de μέσον (la frase prepositiva διὰ μέσον tiene un sentido estrictamente local: entre Samaria y Galilea [sin embargo, la variante es incierta; A tiene διὰ μέσου y D sólo tiene μέσον] -M55).

T170 Γαλιλαία generalmente aparece con artículo, excepto aquí, donde la omisión del artículo con Σαμαρείας ha causado su omisión con Γαλιλαίας, para dar equilibrio (comp. BD261[4]).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., por en medio de, o, a lo largo de las fronteras de

Fuente: La Biblia de las Américas