Comentario de Lucas 17:5 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Los apóstoles dijeron al Señor: —Auméntanos la fe.
17:5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. — Jesús les había reprendido por su “poca fe” (Mat 8:26; Mat 14:31; Mat 17:19-21). Se requiere una “fe grande” (extraordinaria) para evitar tropiezos (v. 1) y para poder reprender y perdonar (v. 2, 3). Probablemente no tenían concepto alguno del perdonar sin límite. Se requiere una fe fuerte (“grande”) para obedecer tales mandamientos. Muchos no lo hacen. Para poder aumentar la fe es necesario reconocer la falta de ella (2Co 13:5; Gál 6:3; 1Co 10:12) y tener el sincero deseo de tener una fe grande (Mat 15:28). Es necesario reconocer lo que la fe puede hacer. Para muchos es muy difícil reprender e imposible perdonar. Una fe fuerte convierte lo imposible en lo posible. Rom 10:17, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Por lo tanto, entre más uno oye y estudia la Palabra más crecerá su fe, pero ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la iglesia a la sincera lectura (estudio) de las Escrituras? Algunos ni siquiera asisten a todos los servicios y clases bíblicas de la iglesia. ¿Cuántos de estos tendrán estudio bíblico en el hogar?Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Auméntanos la fe. Mar 9:24; 2Co 12:8-10; Flp 4:13; 2Ts 1:3; Heb 12:2; 1Pe 1:22, 1Pe 1:23.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Auméntanos la fe: Los discípulos desean crecer en la fe.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Auméntanos la fe. Lit. «danos más fe». Se sentían ineptos ante el ejemplo de excelencia que Él les dio a seguir.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
17:5 Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. – Jesús les había reprendido por su “poca fe” (Mat 8:26; Mat 14:31; Mat 17:19-21). Se requiere una “fe grande” (extraordinaria) para evitar tropiezos (v. 1) y para poder reprender y perdonar (v. 2, 3). Probablemente no tenían concepto alguno del perdonar sin límite. Se requiere una fe fuerte (“grande”) para obedecer tales mandamientos. Muchos no lo hacen. Para poder aumentar la fe es necesario reconocer la falta de ella (2Co 13:5; Gál 6:3; 1Co 10:12) y tener el sincero deseo de tener una fe grande (Mat 15:28). Es necesario reconocer lo que la fe puede hacer. Para muchos es muy difícil reprender e imposible perdonar. Una fe fuerte convierte lo imposible en lo posible.
Rom 10:17, “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios”. Por lo tanto, entre más uno oye y estudia la Palabra más crecerá su fe, pero ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la iglesia a la sincera lectura (estudio) de las Escrituras? Algunos ni siquiera asisten a todos los servicios y clases bíblicas de la iglesia. ¿Cuántos de estos tendrán estudio bíblico en el hogar?
Fuente: Notas Reeves-Partain
Mar 9:24.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El poder de la fe (cf. Mat. 17:20, 21; Mar. 11:22, 23). Jesús les recomendó desear tener la fe necesaria que capacitara a los discípulos para obedecer sus mandamientos; aun una pequeña “cantidad” de fe puede hacer grandes maravillas. Auméntanos la fe puede significar simplemente: “Muéstranos la fe.” El dicho sobre el sicómoro no es para ser interpretado lit.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) O: “Amo”.
REFERENCIAS CRUZADAS
h 1029 Mar 9:24; Efe 2:8; Heb 12:2
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
5 super (1) O, Añádenos fe.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Notemos la importante suplica que hicieron los apóstoles. Ellos dijeron á nuestro Señor: » Auméntanos la fe..
Ignoramos que emociones secretas dieron origen á dicha súplica. Acaso al oír los sagrados preceptos que se desprendían de los labios del Redentor los apóstoles sintieron que su corazón desmayaba. Acaso se preguntaron á sí mismos: «¿Quién es idóneo para estas cosas? ¿Quién puede aceptar tan elevadas doctrinas? ¿Quién puede seguir una norma de conducta tan pura?» Estas sin embargo son meras conjeturas; mas, sea de ello lo que fuere, no puede negarse que la súplica que hicieron fue de alta trascendencia.
La fe es el cimiento sobre el cual descansa la verdadera religión, la religión que salva. «Menester es que el que á Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan» Heb 11:6. Es el lazo por el cual el alma se une á Cristo, y obtiene la salvación. Es, en fin, una fuente de consuelo y de felicidad para el cristiano. En proporción á nuestra fe será nuestra paz, nuestra esperanza, nuestra firmeza, nuestro valor y nuestra piedad. Los apóstoles obraron, pues, discretamente cuando la pidieron.
La fe es una virtud que se posee en diferentes grados. No llega á todo su vigor ni á toda su perfección tan luego como El Espíritu Santo la inocula en el corazón humano. Hay fe «pequeña» y fe «grande.» Hay fe «débil» y fe «vigorosa.» De ambas trata la Escritura; ambas existen en la iglesia cristiana.
¿Tenemos fe? Esta es, en suma, la pregunta que este tema debiera sugerirnos. La fe que salva no consiste meramente en repetir el credo y decir: «Creo en Dios Padre, y en Dios Hijo, y en Dios Espíritu Santo.» Muchos hombres hay que hacen uso de estas palabras diariamente, y que, sin embargo, no poseen la verdadera fe. Las palabras de S. Pablo son muy solemnes: «No todos tienen fe.» 2Th 3:2. La verdadera fe no nace con el hombre, sino desciende de lo alto; porque es el don de Dios.
Si tenemos fe, pidamos á Dios que nos conceda más. Cuando un hombre está satisfecho con la vida que lleva, y no anhela «crecer en gracia» da malas nuestras de su condición espiritual. Boguemos á Dios que nos aumente la fe.
Observemos, además, qué golpe tan terrible da nuestro Señor á los que confían en sus propios méritos para la salvación. Dice á sus apóstoles: » Cuando hubiereis hecho todo lo que os es mandado, decid: Siervos inútiles somos, porque lo que debíamos hacer, hicimos..
Todos por naturaleza somos orgullosos, y confiamos demasiado en la bondad de nuestros actos. Esta es una enfermedad que se manifiesta de distintas maneras. La mayor parte de los hombres la pueden percibir en los demás; pero pocos hay que confiesen tenerla. Raro es encontrar á un hombre que, por malo que sea, no se lisonjee de que hay alguno peor que él. Raro también es encontrar un hombre piadoso, que no tenga á veces la tentación de sentirse satisfecho de su piedad. Hay una clase de orgullo que se cubre con el manto de la humildad. No hay corazón en que no se albergue algo de la índole del fariseo.
El que desee salvarse tiene que confesar que de suyo no tiene merecimiento ó virtud alguna; tiene que abandonar su propia justicia, y confiar en la de otro ser más puro que él: nuestro Señor Jesucristo. Cuando hayamos sido perdonados, debemos vivir siempre con la convicción de que somos siervos inútiles.
Por muy bien que nos conduzcamos, no hacemos más que cumplir con nuestro deber, y nada tenemos de que jactarnos. Y además, no es por virtud nuestra que lo cumplimos, sino por medio de la gracia que Dios nos concede. Dios no tiene obligación alguna para con el hombre. Nosotros no tenemos derecho para exigir nada de él, ni podemos alegar á nuestro favor merecimientos algunos. Dado nos ha sido todo lo que poseemos. Todo lo que somos se lo debemos á la gracia de Dios.
¿Cuál es la verdadera causa de la confianza que tenemos en nuestros méritos? ¿Cómo es que una criatura tan débil, miserable y pecadora como el hombre puede llegar á imaginarse que merece cosa alguna de las manos de Dios? Todo proviene de la ignorancia. Es que no alcanzamos á conocer lo que somos, ni quién es Dios, ni qué cosa es la ley divina. Tan luego como la luz de la gracia penetra en el corazón del hombre la confianza que este tiene en sí mismo cesa.
Acaso queden algunos restos de orgullo que se manifiesten de cuando en cuando; más desaparecen de un todo cuando el Espíritu Santo ilumina al hombre y le hace ver quién es él y quien es Dios. El verdadero cristiano no confía jamás en su propia bondad; mas, como S. Pablo, exclama: «Yo soy el primero de los pecadores.» «Lejos esté de mí el gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.» 1Ti 1:15; Gal 6:14
Fuente: Los Evangelios Explicados
B181 El imperativo πρόσθες se usa en una petición: y los apóstoles le dijeron al Señor: Auméntanos la fe.