Biblia

Comentario de Lucas 18:9 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 18:9 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Dijo también esta parábola a unos que confiaban en sí mismos como que eran justos y menospreciaban a los demás:

18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban (despreciaban, LBLA, los trataban como si no tuvieran valor alguno) a los otros, — Los fariseos eran lo que se considera en otros pueblos la “aristocracia”, la clase noble de una nación. Eran la clase regidora de los judíos y lo que se dice del fariseo en esta parábola se podría decir de esa clase de gente.

(Hay personas religiosas que menosprecian a otros, pero también hay muchos mundanos que menosprecian a los cristianos, diciendo que somos fanáticos, intolerantes, hipócritas y santurrones. Esto sucede porque la luz es aborrecida por las tinieblas.)

dijo también esta parábola: — Las parábolas de Jesús son muy interesantes, pero El siempre las habló con un propósito. Algo las ocasionaba. Compárese Luc 12:15 y la parábola del sembrador rico; Luc 15:1-2, y las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Así también aquí: el v. 9 describe la actitud mala de algunos y la parábola que sigue expone el error de esa actitud.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

unos que confiaban de sí como justos. Luc 10:29; Luc 15:29; Luc 16:15; Pro 30:12; Isa 65:5; Isa 66:5; Jua 9:28, Jua 9:34; Rom 7:9; Rom 9:31, Rom 9:32; Rom 10:3; Flp 3:4-6.

y menospreciaban a los otros. Luc 18:11; Luc 7:39; Luc 15:2, Luc 15:30; Luc 19:7; Jua 7:47-49; Jua 8:48; Hch 22:21; Rom 14:10.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

que confiaban en sí mismos: Jesús siempre desafió el orgullo religioso y la rectitud vista en uno mismo pero, en cambio, elogió la humildad (Luc 5:29-32; Luc 7:36-50; Luc 14:1-14).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

EL FARISEO Y EL PUBLICANO.

(1) El fariseo se creía muy justo. Una persona que se considera muy justa piensa que lo es debido a sus propios esfuerzos; no está consciente de la naturaleza pecaminosa dentro de ella, de su propia indignidad y de su constante necesidad de la ayuda, la misericordia y la gracia de Dios. A causa de sus actos excepcionales de compasión y bondad exterior, siente que no necesita la gracia de Dios.

(2) Por el contrario, el publicano (recaudador de impuestos) estaba profundamente consciente de su pecado y su culpa, y en genuino arrepentimiento se volvió del pecado a Dios pidiendo perdón y misericordia. El tipifica al verdadero hijo de Dios.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Esta parábola tiene abundante riqueza acerca de la doctrina de justificación por fe. Ilustra a perfección la manera como un pecador que carece en absoluto de justicia personal es declarado justo delante de Dios en un solo instante, por medio de un acto de fe en arrepentimiento. La parábola va dirigida a los fariseos que confiaban en su propia justicia (vv. Luc 18:10-11). Tal confianza en la justicia inherente de uno mismo es una esperanza que condena (cp. Rom 10:3; Flp 3:9), porque la justicia humana, incluso la justicia del fariseo más devoto, está a una distancia infinita de parámetro divino de justicia (Mat 5:48). Las Escrituras enseñan sin excepción alguna que los pecadores son justificados tan pronto la justicia perfecta de Dios es imputada en su favor (cp. Gén 15:6; Rom 4:4-5; 2Co 5:21; Flp 3:4-9), y solo con base en esta verdad pudo salvarse este publicano, al igual que cualquier otro ser humano.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban (despreciaban, LBLA, los trataban como si no tuvieran valor alguno) a los otros, — Los fariseos eran lo que se considera en otros pueblos la “aristocracia”, la clase noble de una nación. Eran la clase regidora de los judíos y lo que se dice del fariseo en esta parábola se podría decir de esa clase de gente.
(Hay personas religiosas que menosprecian a otros, pero también hay muchos mundanos que menosprecian a los cristianos, diciendo que somos fanáticos, intolerantes, hipócritas y santurrones. Esto sucede porque la luz es aborrecida por las tinieblas.)
dijo también esta parábola: — Las parábolas de Jesús son muy interesantes, pero El siempre las habló con un propósito. Algo las ocasionaba. Compárese Luc 12:15 y la parábola del sembrador rico; Luc 15:1-2, y las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Así también aquí: el v. 9 describe la actitud mala de algunos y la parábola que sigue expone el error de esa actitud.

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL PECADO DEL ORGULLO

Lucas 18:9-14

También les dijo Jesús una parábola a los que presumían de buenos y despreciaban a los demás:
-Dos hombres fueron al templo a orar: el uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo se puso en pie, y empezó a orar de una manera que más parecía que estaba hablando consigo mismo que con Dios: «¡Dios, te doy gracias porque no soy como los demás, que son ladrones, injustos, adúlteros, y menos como ese publicano! Ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano, etc., etc.» Pero el publicano se puso al final de todo, y no se atrevía ni a levantar la vista, sino que se daba sinceros golpes de pecho y decía: «Dios, ten misericordia de este pecador que soy yo.» Os aseguro -siguió diciendo Jesús- que el publicano se fue a su casa en paz con Dios más que el fariseo; y es que, el que se chulea con Dios se hunde hasta lo más bajo; pero al que es humilde, Dios le tiende la mano y le levanta.

Los judíos religiosos practicaban la oración tres veces al día: a las 9 de la mañana, al mediodía y a las 3 de la tarde. Se consideraba que la oración era más eficaz si se ofrecía en el templo, por lo cual el templo era frecuentado a esas horas. Jesús nos presenta a dos personajes:

(i) El uno era fariseo. Realmente no oraba a Dios, sino consigo mismo. La verdadera oración se dirige solamente a Dios. Cierto reportero norteamericano describió una vez la oración de un predicador como » la oración más elocuente que se haya ofrecido jamás a una audiencia de Boston.» El fariseo estaba presentando sus credenciales delante de Dios. La ley judía no prescribía más que un ayuno obligatorio, el del Día de la Expiación. Pero los que querían ganar méritos ayunaban también todos los lunes y los jueves. Es curioso que esos eran los días de mercado cuando Jerusalén se llenaba de campesinos. Los que ayunaban se ponían polvos para parecer más pálidos, y se vestían con cuidadoso descuido y salían a la calle para que los viera el público. Los levitas tenían que recibir los diezmos de todos los productos (Nm 18:21 ; Dt 14:22 ); pero este fariseo lo diezmaba todo, hasta lo que no era de precepto.

Su actitud era la típica de los peores fariseos. Se conserva la oración de un cierto rabino que decía: «Te doy gracias, oh Señor Dios, porque me has dado parte con los que se sientan en la Academia, y no con los que se sientan por las esquinas. Porque yo madrugo, como ellos; pero yo para buscar las palabras de la ley, y ellos para cosas vanas. Yo trabajo, como ellos; pero yo trabajo para recibir una recompensa, y ellos trabajan y no reciben ninguna recompensa. Yo corro, como ellos; pero yo corro hacia la vida del mundo venidero, y ellos hacia el pozo de la destrucción.» Dijo una vez el rabino Simeón ben Yocai: «Si no hay más que dos justos en el mundo, somos mi hijo y yo; y si no hay más que uno, ¡soy yo!»
El fariseo realmente no iba a orar; iba a informar a Dios de lo bueno que era.
(ii) El otro era publicano. Se quedaba al final, y no se atrevía ni a levantar la vista ante Dios. Aquí otra vez casi todas las traducciones españolas de la Biblia pierden un importante matiz del original al traducir a mí, pecador; Bover-Cantera y Nueva Biblia Española se acercan más con este pecador. El publicano dijo realmente: «¡Dios, ten misericordia de mí, el pecador», como si se considerara, no meramente un pecador, sino el pecador por antonomasia. Y Jesús dijo: «Y fue esa oración, surgida de un corazón quebrantado y avergonzado de sí mismo, la que le granjeó la aceptación de Dios.»

No hay duda que esta parábola nos enseña ciertas cosas importantísimas acerca de la oración:
(i) Ningún orgulloso puede orar. La puerta del Cielo tiene el dintel tan bajo que no se puede entrar más que de rodillas.

No ya he de . gloriarme jamás, ¡oh Dios mío! de aquellos deberes que un día cumplí. Mi gloria era vana; confío tan sólo en Cristo y su sangre vertida por mí.

JOSÉ M. DE MORA

(ii) Nadie que desprecie a sus semejantes puede orar. En la oración no nos podemos encumbrar por encima de los demás. Recordamos que somos cada uno parte de una humanidad pecadora, doliente e indigna, que se arrodilla ante el trono de la gracia de Dios.
(iii) La verdadera oración brota cuando colocamos nuestras vidas al lado de la vida de Dios. Sin duda todo lo que dijo el fariseo era verdad: ayunaba; diezmaba meticulosamente; no era como los hombres que menciona, y menos como el publicano. Pero la pregunta no es: «¿Soy yo tan bueno como mis semejantes?», sino: «¿Soy yo tan bueno como Dios?» Una vez hice un viaje en tren a Inglaterra. Cuando pasábamos por los montes de Yorkshire vi una casa de campo enjalbegada que parecía irradiar blancura inmaculada. Unos días después, al volver a Escocia, había nevado; y cuando vi la cabañita, me pareció sucia y casi gris en comparación con la blancura virginal del paisaje.
Todo depende de con qué nos comparamos. Cuando ponemos nuestra vida al lado de la de Jesús y al lado de la santidad de Dios, todo lo que podemos decir es: «Dios, ten misericordia de este pecador que soy yo.»

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 16:15; Luc 20:20; Mat 23:28.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El fariseo y el cobrador de impuestos. Como la parábola anterior, esta también es sobre la oración, pero realmente trata de un tema más amplio. Las dos oraciones reflejan dos tipos de personalidad. El fariseo era un hombre piadoso, que vivía en forma honesta y correcta. Hacía más de lo que requería la ley. Ayunaba dos veces a la semana -los lunes y jueves- aunque la ley requería que se hiciera una vez al año en el día de la expiación. Daba diezmos de todos sus ingresos y no sólo de aquello que era requerido. Pero se colocó de pie para orar en un lugar prominente, felicitándose a sí mismo por su piedad (su oración siempre subraya el “yo”), despreció a sus prójimos y sugirió a Dios que no había nada que necesitase. En contraste, el cobrador de impuestos se mantenía lejos del lugar santo en el templo. No se atrevía a levantar los ojos y menos aun las manos en oración delante de Dios, sino que simplemente derramó una confesión de su pecaminosidad y clamó por la misericordia de Dios. El veredicto de Jesús fue que él volvió a su casa justificado, o sea aceptado por Dios, pero el fariseo no lo fue en modo alguno. En lugar del primero (14) puede ser una traducción débil y lo correcto sería “y no el otro”. De ese modo, la parábola es otra demostración de preocupación por los “desposeídos”. Dios siempre está listo para recibir a los injustos cuando claman a él, pero cierra sus oídos a aquellos cuyo orgullo en sus prácticas religiosas y buenas obras les hace sentir autosuficientes.

Sin duda, había muchos fariseos buenos, con buenas intenciones, y por lo tanto es erróneo englobarlos a todos y condenarlos, pero también es cierto que había gente como el fariseo que es retratado aquí y según las fuentes judías había oraciones de ese tipo entonces.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

h 1069 Pro 30:12; Luc 10:29

i 1070 Isa 65:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

confiaban en sí mismos. Una referencia a los fariseos (vers. 10; cp. 16:15).

Fuente: La Biblia de las Américas

9 super (1) Lo abarcado en los vs. 9-30 puede considerarse como condiciones y requisitos para entrar en el reino de Dios: (1) humillarse como pecador delante de Dios, reconociendo la necesidad de propiciación de parte de Dios (vs.9-14); (2) ser como un niño, sin ningún concepto que le preocupe (vs.15-17); y (3) seguir al Salvador venciendo la preocupación por las riquezas y por los demás asuntos materiales (vs.18-30).

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

La parábola que queda trascrita está estrechamente enlazada con la que le precede. La parábola de la viuda nos enseña á perseverar en la oración: la parábola del fariseo y el publicano nos enseña qué especie de oraciones debemos hacer. Con la primera se nos exhorta á orar y no desalentarnos: con la segunda se nos indica cómo hemos de orar. Sobre ambas debe meditar á menudo todo cristiano verdadero.
Notemos, en primer lugar, contra qué pecado es que nos previene el Señor en estos versículos. No es difícil de determinar.
San Lucas nos refiere de una manera explícita que él dijo esta parábola á «unos que confiaban en sí como justos y menospreciaban á los otros.» El pecado contra el cual habló nuestro Señor fue, pues, el de la confianza en nuestra propia justicia, ó sea la creencia de que nuestros méritos son suficientes para granjearnos el favor del cielo.
Todos estamos inclinados por naturaleza á creernos justos. Falta es esta de que adolecemos todos los hijos de Adán.
Desde el más noble hasta el más humilde, todos nos creemos mejores de lo que en realidad somos. En nuestro interior nos halagamos con la idea de que no somos tan malos como otros, y que hay algo en nosotros que nos hace dignos de las bendiciones de Dios. «Muchos hombres pregonan cada cual el bien que han hecho.» Pro 20:6. Y olvidamos lo que dicen las Escrituras: «Todos ofendemos en muchas cosas.» «No hay hombre justo sobre la tierra, que haga bien, y nunca peque.» «¿Qué cosa es el hombre para que sea limpio, y que se justifique el nacido de mujer?» Jam 3:2; Ecles. 7:10; Job 15:14.
El mejor remedio que el hombre puede emplear contra este pecado es el conocimiento de sí mismo. Si el Espíritu ilumina nuestro entendimiento y nos hace ver tales como somos, es bien seguro que dejaremos de hacer alarde de nuestra bondad.
Si examinamos nuestro corazón y estudiamos la ley de Dios, no volveremos jamás á jactarnos, mas antes bien, exclamaremos como el leproso: «¡Inmundo!, ¡Inmundo!» Lev 13:45.
Notemos, en seguida, qué oración condenó nuestro Señor. Refiéresenos que el fariseo dijo: «Dios, te hago gracias que no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros; ni aun como esta publicano. Ayuno dos veces en la semana: doy diezmos de todo lo que poseo..
Esta oración tiene un defecto, defecto tan patente que hasta un niño podría notarle, es á saber: que no es la expresión de un alma oprimida por el pecado y por el dolor. No contiene ni confesión, ni petición, ni reconocimiento de culpa alguna, ni deseo de obtener gracia y misericordia. No es sino la manifestación jactanciosa de méritos imaginarios. No expresa ni contrición, ni humildad, ni amor hacia el prójimo. En una palabra, no merece el nombre de oración.
La condición espiritual del fariseo era peligrosa en verdad, Cuando la parálisis se apodera del cuerpo, este queda en un estado bien triste; cuando el hombre no reconoce sus pecados, está en gran riesgo de perderse. El que quiera evitar tamaña calamidad es preciso que deje de compararse con sus semejantes. Todos somos imperfectos é indignos á los ojos de Dios. «Si quisiéremos contender con él, no le podremos responder á una cosa de mil..
Notemos, en tercer lugar, qué oración alabó Jesús. Esa oración era totalmente distinta de la del fariseo. Se nos dice que el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo; mas hería su pecho, diciendo: «Dios ten misericordia de mí pecador.» Nuestro Señor expresó explícitamente su opinión á favor de esta oración. He aquí las palabras que salieron de sus divinos labios: «Os digo que este descendió á su casa justificado más bien que el otro..
La oración del publicano llena cinco requisitos importantes. Primero el de contener una petición: una oración que consiste solo en acción de gracias es radicalmente deficiente–puede sentar bien en los labios de un ángel más no en los de un pecador. Segundo, el de ser individual y directa: el publicano no mencionó á su prójimo, sino á sí mismo. La vaguedad é indeterminación son faltas que afean la religión de muchos hombres. Cuando en lugar de decir «nosotros» y «nuestro» se dice «yo» y «mí» se ha dado un gran paso hacia adelante. Tercero, el de ser humilde: el publicano confesó claramente que era pecador. He aquí el A, B, C, del Cristianismo. No es sino cuando confesamos que somos malos, que podemos llegar á ser buenos. Cuarto, el de implorar misericordia ante todas cosas, y manifestar fe en la gracia de Dios. Gracia y misericordia, he aquí lo que hemos de pedir diariamente. Quinto, y último, el de emanar del corazón. El publicano se sintió profundamente conmovido al elevar sus ruegos: se daba golpes de pecho, lo cual indicaba que estaba agitado por emociones que no y humillado. Meditemos mucho sobre estas cosas.
Notemos, por último, cuánto alaba nuestro Señor la humildad en estos versículos. He aquí sus palabras: «Cualquiera que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado..
El principio que estas palabras expresan se encuentra á cada paso en las Escrituras, y debiera, por tanto, estar profundamente grabado en nuestra memoria. Tres veces distintas y en distintas ocasiones pronunció nuestro Señor las palabras citadas. Quiso que tuviésemos siempre en cuenta que la humildad es una de las primeras virtudes que deben caracterizar al cristiano. Abrahán, Jacob, Moisés, David, Job, Isaías y Daniel la poseyeron en alto grado.
No podemos terminar este pasaje sin reconocer cuánto consuelo ofrece á todos los que se sienten apesarados por sus pecados, é imploran á Dios misericordia por amor de Cristo. ¿Son sus pecados muchos y muy negros? ¿Les parece que sus oraciones son incoherentes, mal expresadas y faltas de fervor? Que recuerden al publicano y cobren ánimo.

Fuente: Los Evangelios Explicados

confiaban… Lit. habían puesto su confianza. El imperfecto indica una actitud constante.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

R605 Parece que el dativo se usa con la preposición en ἐφʼ ἑαυτοῖς, para complementarlo: en sí mismos.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit. habían puesto su confianza.

18.9 El imperfecto indica una actitud constante.

Fuente: La Biblia Textual III Edición