Biblia

Comentario de Lucas 19:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 19:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando llegó cerca, al ver la ciudad, lloró por ella

19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, (la palabra usada por Lucas indica profunda tristeza, 7:38. Compárense Mat 23:37; Jua 11:35. Hay contraste aquí entre la jubilación de la multitud y las lágrimas de Jesús (B-S). Lloró sobre Jerusalén porque, siendo Dios, podía ver claramente la destrucción de Jerusalén descrita aquí y en 21:20-24 como si fuera historia en lugar de profecía.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

lloró sobre ella. Sal 119:53, Sal 119:136, Sal 119:158; Jer 9:1; Jer 13:17; Jer 17:16; Ose 11:8; Jua 11:35; Rom 9:2, Rom 9:3.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

lloró sobre ella: Jesús sabía que había sido rechazado por tanta gente en Israel, que la nación debía sufrir juicio, el cual llegó en la forma de la terrible destrucción del año 70 d.C

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

LA CIUDAD… LLORÓ SOBRE ELLA. Jesús, sabiendo que el pueblo y sus dirigentes esperaban a un Mesías político y que finalmente lo rechazarían como el Mesías prometido de Dios, llora compasivamente por el pueblo que pronto sufrirá el juicio terrible. La palabra «lloró» en griego significa más que derramar lágrimas. Sugiere un lamento, un quejido, una tristeza del corazón, el sollozo y el grito de un alma en agonía. Jesús, como Dios, no sólo revela sus sentimientos, sino también el corazón quebrantado de Dios por el estado de perdición del hombre que se niega a arrepentirse y a aceptar la salvación (véase Mar 11:9, nota).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

Lucas fue el único que registró el lamento profundo de Jesús por la ciudad de Jerusalén. Cristo lloró por Jerusalén al menos en otras dos ocasiones (Luc 13:34; Mat 23:37). Podría verse como algo incongruente que Jesús haga lamento al mismo tiempo que tiene lugar la entrada triunfal, pero esto revela que Jesús conocía la verdadera superficialidad que caracterizaba el corazón de las personas y su estado de ánimo estaba muy lejos de la jovialidad a medida que se adentraba en la ciudad. Esa misma multitud pronto clamaría por su muerte a voz en cuello Luc 23:21).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

19:41 Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, (la palabra usada por Lucas indica profunda tristeza, 7:38. Compárense Mat 23:37; Jua 11:35. Hay contraste aquí entre la jubilación de la multitud y las lágrimas de Jesús (B-S). Lloró sobre Jerusalén porque, siendo Dios, podía ver claramente la destrucción de Jerusalén descrita aquí y en 21:20-24 como si fuera historia en lugar de profecía.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA PIEDAD Y LA IRA DE JESÚS

Lucas 19:41-48

Cuando Jesús llegó cerca de Jerusalén y empezó a verla, rompió en sollozos por ella, clamando:
-¡Ah, si por lo menos este día tan especial para ti reconocieras lo que se te ofrece para tu paz! Pero ahora te está oculto su significado. Te sobrevendrán días en los que tus enemigos te rodearán con sus máquinas de guerra, y te sitiarán, y te apretarán por todas partes hasta derribarte a tierra con tus hijos en tu interior hasta no dejar en ti piedra sobre piedra; y todo esto porque no te diste cuenta cuando Dios vino a visitarte.
Después entró en el templo, y se puso a echar a todos los que estaban allí vendiendo y comprando, y les dijo:
-¡Escrito está: «Mi casa será casa de oración»; pero vosotros la habéis convertido en «una guarida de bandidos»!
A partir de entonces Jesús estaba enseñando en el templo todos los días. Los jefes de los sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo hacían todo lo posible para matarle; pero no encontraban motivo, porque toda la gente estaba pendiente de sus palabras.

En este pasaje hay tres incidentes diferentes:
(i) Está el llanto de Jesús por Jerusalén. Al descender el monte de los Olivos se tiene una magnífica vista panorámica de Jerusalén. Cuando Jesús llegó a un recodo del camino, se detuvo, y lloró por Jerusalén. Sabía lo que le iba a suceder a Él y a la ciudad. Los judíos se estaban embarcando en la carrera de maniobras e intrigas políticas que acabó en la destrucción de Jerusalén el año 70 d C., cuando la ciudad quedó tan devastada que se pasó un arado de lado a lado. La tragedia consistió en que, si hubieran renunciado a sus sueños de grandeza política y hubieran aceptado el yugo manso y humilde de Cristo, aquella desgracia nacional no había sucedido.
Las lágrimas de Jesús son las de Dios cuando ve el dolor y el sufrimiento innecesario que los hombres se echan encima cuando se rebelan estúpidamente contra su voluntad.
(ii) Está la limpieza del templo. El relato de Lucas está muy resumido; el de Mateo es más extenso (21:12-13). ¿Por qué Jesús, que era la misma encarnación del amor, actuó con tal violencia con los cambistas y los que vendían animales en los atrios del templo?

Primero, vamos a considerar a los cambistas. Todo judío varón tenía que pagar un tributo anual de medio siclo al templo, lo que equivalía al salario de dos días de un obrero. Un mes antes de la Pascua se instalaban puestos en todas las ciudades y aldeas donde se podía pagar; pero la mayor parte la pagaban los peregrinos en Jerusalén cuando venían a la fiesta. En Palestina circulaban varios tipos de moneda -griego, romano, tirio, sirio, egipcio-, y todos eran válidos para los usos ordinarios; pero el tributo del templo se tenía que pagar, o en los medios siclos del santuario, o en los siclos galileos ordinarios. Y ahí es donde entraban los cambistas: para cambiar otras monedas del mismo valor exactamente cobraban una ma’á, digamos que una peseta; pero, si había que dar cambio, se cobraba otra ma’á más. Se ha calculado que estos cambistas sacaban una ganancia de unos dos millones al año, lo que era un robo y un abuso para los pobres fieles, que eran los que siempre salían perdiendo.

Segundo, los que vendían animales. Casi todas las visitas al templo se hacían para ofrecer un sacrificio. Las víctimas se podían comprar fuera a precios razonables; pero las autoridades del templo habían puesto inspectores que comprobaran que las víctimas no tenían mancha ni defecto. Por tanto, ¡era más seguro comprar los animales en los puestos oficiales del templo! Pero había veces en que un par de palomas costaba quince veces más que en la calle. Aquí también se abusaba de los pobres peregrinos de una forma que era realmente un robo legal. Además, estos puestos se conocían como «las tiendas de Anás», y eran propiedad de la familia del sumo sacerdote. Por eso, cuando detuvieron a Jesús le llevaron primeramente a Anás Jn 18:13 ), que estaría encantado de vengarse del que había desafiado y atentado contra su malvado monopolio. Jesús desplegó aquella violencia porque aquel tráfico se estaba usando para explotar a los pobres indefensos. No es que el comprar y vender manchaba la dignidad y la solemnidad del culto; sino que, además, la casa de Dios se usaba para explotar a los adoradores. Jesús también se inflamaba al contemplar aquellos flagrantes atentados a la justicia social.

(iii) Hay algo increíblemente audaz en la acción de Jesús poniéndose a enseñar en el templo cuando se había puesto precio a su cabeza. Era un desafío abierto. Entonces las autoridades no le podían prender, porque la gente estaba prendida de sus labios. Pero cada vez que hablaba exponía su vida, y sabía que era cuestión de poco tiempo el que llegara el fin. El valor del cristiano debe parecerse al de su Señor: Él nos ha dejado un ejemplo a seguir para mostrar cuyos somos y a quién servimos.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 13:34-35.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

El destino de Jerusalén (ver Mat. 21:12, 13; Mar. 11:15-18)

Hay un repentino cambio de ambiente cuando Jesús pronunció una dolorosa profecía sobre la ciudad que se extendía delante de él. Hubiera deseado que se arrepintiera y buscara lo que era para su propio bien. Aquella ciudad vivía de una manera que poco tenía que ver con su propio nombre de “ciudad de la paz” (Heb. 7:2). Llegaría el tiempo cuando sería sitiada de la manera típica de las guerras de aquella época, construyendo una barricada alrededor para impedir que cualquiera entrara o saliera, a fin de hacer morir de hambre a sus habitantes has ta que se sometieran. Entonces el enemigo se abriría paso y la capturaría con tremenda crueldad y pérdida de vidas. Todo esto ocurriría porque el pueblo no había reconocido que Dios venía a ella y ansiaba salvarla.

Entonces Jesús fue al templo e hizo una demostración de poder al echar a aquellos que hacían negocios allí. Estos proveían para las necesidades de los que iban a adorar y de los peregrinos como un moderno negocio de recuerdos que vende postales de una catedral. Pero parece que aquel negocio era cualquier cosa menos honesto y había ad quirido grandes proporciones. La parte del templo asignada para que los gentiles adoraran a Dios había llegado a ser una cueva de ladrones más bien que un lugar donde era posible orar. En aquel momento Jesús hizo que el templo volviera a su uso apropiado, enseñando todos los días en medio de una creciente oposición de parte de las autoridades y de una fuerte simpatía de las multitudes.

El pasaje da a entender que ésta no fue la primera visita de Jesús a Jerusalén (13:34); de otro modo es difícil entender por qué pareció condenar la ciudad casi antes de haberle dado una oportunidad de responder a su mensaje.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

n 1158 Sal 119:136; Jer 9:1; Luc 23:28; Jua 11:35

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

lloró sobre ella. Jesús también lloró por la muerte de Lázaro (Jn 11:35) y en otra ocasión, según He 5:7). Aquí el dolor de Jesús es a causa de la incredulidad de Jerusalén, tema que varias veces se trata en Lucas (cp. 13:34; 21:20– 24; 23:28– 30 )

Fuente: La Biblia de las Américas

En estos versículos se revela, en primer lugar, cuan grande es la ternura y compasión de Cristo para con los pecadores. Se nos dice que cuando el Salvador se acercó á Jerusalén por última vez, contempló la ciudad y lloró sobre ella. él sabía bien cual era el carácter de los habitantes de Jerusalén. Su crueldad, su hipocresía, su obstinación, su preocupación en contra de la verdad no le eran desconocidas. También sabía cual seria su conducta para con él. La sentencia injusta, el acto de ponerlo en manos de los gentiles, sus sufrimientos, su crucifixión, todo estaba ante su mente. Y, sin embargo de todo esto se compadeció de Jerusalén. «Viendo la ciudad lloró sobre ella..
Estamos gravemente equivocados si creemos que Jesús vela solo sobre los creyentes. él se interesa en la suerte de todos.
Tiene un corazón tan tierno que puede bien apiadarse de la humanidad entera. Se compadece del hombre que continúa en su maldad así como tiene afecto especial hacer las ovejas que oyen su voz y le siguen; no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.
Se nos da á entender en este pasaje, en segundo lugar, que hay una ignorancia en materias religiosos que es pecaminosa y reprensible. Nuestro Señor anunció desgracias á Jerusalén «por cuanto no conoció el tiempo de su visitación.» Habiendo podido conocer que ya se habían llegado los días del Mesías y que Jesús Nazareno era ese Mesías, prefirió ignorarlo todo.
Su pueblo cerró los ojos ante los presagios de la época. Por eso, un juicio terrible vendría sobre ella.
El principio que así sentó nuestro Señor es de suma importancia, pues enseña claramente que no toda ignorancia es disculpable, y que, ante los ojos de Dios, es una falta muy grave no percibir la verdad cuando ha habido oportunidad para ello. Hasta cierto punto somos responsables por nuestros conocimientos, y si por indolencia, ó á causa de nuestras preocupaciones, permanecemos en la ignorancia, esa falta nos acarreará la miseria eterna.
En estos versículos se nos enseña, en tercer lugar, que Dios se digna, de cuando en cuando, hacer á los hombres especiales llamamientos y ofrecerles oportunidades también especiales. Nuestro Señor dijo que Jerusalén no conocía el tiempo de su visitación. Jerusalén tuvo una época en que se le ofrecieron señaladas mercedes y prerrogativas : el mismo Hijo de Dios habitó en su seno ; los milagros más portentosos que jamás hombre alguno había contemplado, fueron obrados en su recinto ; dentro de sus murallas se oyeron los sermones más admirables que los hombres tuvieron jamás la dicha de oír. Jamás ciudad alguna, fue exhortada con tanto encarecimiento como lo fue Jerusalén en los días que nuestro Señor habitó sobre la tierra. Las exhortaciones fueron, á la verdad, tan notables, tan enérgicas, tan diferentes de las que la ciudad había recibido en otros tiempos, que parece imposible que hubieran sido desoídas. Sin embargo, consta que fueron desdeñadas; y nuestro Señor dijo que ese desprecio era uno de los pecados más graves de la ciudad. La materia de que tratamos es de suyo harto profunda y misteriosa. Preciso es que procedamos con mesura y precaución para que no vayamos á caer en contradicciones. Según parece, no cabe duda que las iglesias, las naciones, y aun los individuos reciben á veces de la Divinidad manifestaciones especiales, y que el menosprecio de tales manifestaciones ha dado principio á su decadencia espiritual. Por qué razón ha de tener esto lugar en algunos casos y no en otros, es cosa que no podemos explicar. Hechos históricos de claridad bien reconocida parecen demostrarlo. Tal vez en el postrer día se manifieste al mundo entero que hubo épocas en la vida de muchos que murieron sin arrepentirse, en que Dios parecía allegarse á ellos, en que tenían la conciencia despierta y en que parecían distar de la salvación solo un paso. Esas épocas resultarán ser sin duda, lo que Cristo denominó «tiempos de visitación..
Aunque el asunto es profundo, la importantísima lección que nos enseña es práctica. Esa lección es, que debemos cuidar de no extinguir las convicciones que ardan en el pecho ni acallar la voz de la conciencia. Muchas veces con el acto de desoír este admonitor secreto cerramos para siempre la puerta de nuestra salvación. Esa voz es una visitación de Dios.
Estos versículos nos enseñan, últimamente, cuánto reprueba Cristo la profanación de las cosas santas. Se nos refiere que arrojó del templo á los que vendían y compraban, y les dijo que habían hecho la casa de Dios «cueva de ladrones.» El sabía bien cuan ignorantes y ceremoniosos eran los ministros del templo; y tampoco ignoraba que pronto el templo y su culto llegarían á su fin, que el velo seria rasgado, y que no habría más sacerdotes. Mas quería darnos á entender que hemos de mirar con reverencia todo lugar en donde se rinda adoración al Altísimo.
Siempre que concurramos á alguna iglesia ó casa de oración, recordemos la conducta de nuestro Señor en la ocasión referida. Cierto es que las iglesias evangélicas no son como los templos judaicos: no tienen ni altares, ni sacerdotes, ni sacrificios, ni paramentos emblemáticos; mas en ellas se lee la palabra de Dios, en ellas está Cristo presente y el Espíritu Santo obra en las almas da los concurrentes.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R834 Ἔκλαυσεν se usa como un aoristo de ingreso que significa: irrumpió en llanto (comp. T72).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego