Comentario de Lucas 21:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Alzando la mirada, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro.
21:1 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas (Mar 12:41, “muchos ricos echaban mucho”) . 2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. 3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. — “Según su estimación, las dos moneditas de cobre eran diamantes brillantes” (GH).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
vio a los ricos que echaban sus ofrendas. Mar 7:11-13; Mar 12:41-44.
en el arca de las ofrendas. Jos 6:19, Jos 6:24; 1Re 14:26; 2Re 24:13; 2Cr 36:18; Neh 13:13; Mat 27:6; Jua 8:20.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús alaba a la viuda pobre, Luc 21:1-4.
Predice la destrucción del templo, y la ciudad de Jerusalén, Luc 21:5-24;
y también las señales que serán antes de los últimos días, Luc 21:25-33.
exhorta a sus discípulos a velar, Luc 21:34-38.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Existían varios lugares alrededor del Templo en donde las personas depositaban sus contribuciones. Trece de tales sitios se ubicaban frente al Templo. Los receptáculos tenían la forma de trompetas. Cada uno representaba un tipo diferente de ofrenda. Había también una sala del arca cerca del atrio de las mujeres.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LA OFRENDA DE LA VIUDA. Jesús da una lección sobre la manera como Dios mide la acción de dar.
(1) La ofrenda de una persona no se determina por la cantidad que da, sino por el sacrificio que hace para dar. A veces los ricos dan de lo que les sobra y no les cuesta nada. La ofrenda de la viuda, al contrario, le costó todo. Ella dio tanto como podía.
(2) Este principio se puede aplicar a todo el servicio que se le preste a Cristo. Él juzga la obra y el ministerio dedicados a Él, no por su tamaño ni por su influencia o éxito, sino por la dedicación sincera, el sacrificio, la fe y el amor puestos en ellos (véanse Luc 22:24-30, nota; Mat 20:26).
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 21.
El óbolo de la viuda, 21:1-4 (Mar 12:41-44).
1 Levantando la vista, vio ricos que echaban sus ofrendas en el gazofilacio, 2 y vio también a una viuda pobre que echaba dos ochavos, 3 y dijo: En verdad os digo que esta pobre viuda ha echado más que todos los otros, 4 porque los demás echaron para las ofrendas de Dios de lo que les sobraba, mientras que ésta echó de su indigencia todo lo que tenía para el sustento.
Trata este tema también Mc, y con alguna mayor precisión. El “gazofilacio” o tesoro del templo estaba situado en el “atrio de las mujeres.” Había varias cámaras para la custodia de estos tesoros ofrendados. Según la Mishna, había trece cepos, como trompetas, con la abertura muy grande al exterior, por donde se echaban las diversas especies de ofrendas 1.
“Levantando la vista” Cristo, porque estaba “sentado enfrente del gazofilacio” (Mc), vio a gentes ricas que traían, probablemente y ostentosamente, criados con sus ofrendas para ofrecerlas al templo a través de aquellos recipientes. El “levantar la vista” y estar “sentado” acaso sugiera una lección magisterial (V. Grundmann, Evangelium 377).
Pero, en tremendo contraste con ellos, seguramente fariseos, Cristo vio que una pobre viuda echaba allí “dos leptón.” Dos “lepton” = un “quadrans” (Mar 12:42). El “quadrans” = 4.a parte de un “as.” Y el “denario,” sueldo diario de un trabajador (Mat 20:2), llegó a tener 16 “ases.” Mc lo interpreta para sus lectores. Todo lo que echó era una insignificancia 2. Pero Cristo, que era el juez de la verdad, enseñó cómo esta viuda dio más que todos los otros. Porque los ricos echaron de lo que les sobraba, mientras que esta pobre viuda echó “de su indigencia todo lo que tenía para el sustento.” Lo que pesa en la ofrenda a Dios es el corazón, no la simple materialidad de una ofrenda. Como era la ostentación de las ofrendas farisaicas. Era la doctrina ya urgida por los profetas.
Discurso escatológico.
A continuación Lc inserta el “discurso escatológico.” Las interpretaciones ordinarias son dos: 1) se trata de un entreverado de cuadros, en los que se habla en unos de la destrucción de Jerusalén y en otros del fin del mundo (parusía final); 2) otros lo interpretan todo de la destrucción de Jerusalén.
En realidad, no parece haber una exigencia exegética en la narración que de él hacen los tres sinópticos que obligue a interpretarlo de la parusía final. En las primeras generaciones cristianas se esperaba una parusía inminente de Cristo, no la final, llamada ya “segunda venida” por San Justino 3, y que sería una manifestación triunfal suya, aunque no se sabía en qué iba a consistir, en compensación a su humillación en la muerte de cruz. Y Lc “desescatologiza.”
Entre Mt y Mc-Lc hay una diferencia notable en cuanto a la pregunta que le hacen a Cristo: en Mc-Lc, la pregunta es cuál será la “señal” de que esto va a cumplirse. Y en el contexto es la destrucción de Jerusalén. En cambio, en Mt se le hacen dos preguntas: 1) “¿Cuándo será esto?” que es la destrucción de Jerusalén; 2) y “¿Cuál es la señal de tu venida (postrera) y de la consumación del mundo?” En el capítulo 24, fundamentalmente coincidente con Mc-Lc, se responde a la primera pregunta: la destrucción de Jerusalén; en el capítulo 25, a la segunda: su venida judicial en la parusía final.
Dado que el tema es amplio y que en gran parte de los casos hay que valorar los elementos con los mismos datos, se hace la exposición exegética de conjunto en el Comentarlo a Mt, capítulos 24 y 25.
Anuncio de la destrucción del templo,Mat 21:5-7 (Mat 24:1-3; Mar 13:1-4). Cf. comentario a Mat 24:1-3.
5 Hablándole algunos del templo, que estaba edificado con hermosas piedras y adornado de exvotos, dijo: 6 De todo esto que veis, vendrán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruido. 7 Le preguntaron diciendo: Maestro, ¿y cuándo sucederá y cuál es la señal de que estas cosas comiencen a suceder?
El tema es introducido ante la observación que le hacen los discípulos Lc lo describe algo más para sus lectores de la gentilidad. Pero omite los nombres de los discípulos que así le abordan. A la vista de aquel magnífico templo, que en Mt-Mc se destaca, más que por la belleza, por la consistencia y fortaleza, les dice que llegará un día en que todo él será destruido.
Tiempo de angustia y persecución 21:8-19 (Mat 24:4-14; Mar 13:5-13). Cf. comentario a Mat 24:4-14.
8 El les dijo: Mirad que no os dejéis engañar, porque muchos vendrán en mi nombre diciendo: “Soy yo” y “El tiempo está cerca.” No los sigáis. 9 Cuando oyereis hablar de guerras y revueltas, no os aterréis; porque es preciso que sucedan estas cosas primero, pero no vendrá luego el fin. 10 Entonces les decía: Se levantará nación contra nación y reino contra reino, u habrá grandes terremotos, y en diversos lugares, hambres, pestes, espantos y grandes señales del cielo. 12 Pero antes de todas estas cosas pondrán sobre vosotros las manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión, conduciéndoos ante los reyes y gobernadores por amor de mi nombre. 13 Será para vosotros ocasión de dar testimonio. 14 Haced propósito de no preocuparos de vuestra defensa, 15 porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. 16 Seréis entregados aun por los padres, por los hermanos, por los parientes y por los amigos, y harán morir a muchos de vosotros, 17 y seréis aborrecidos de todos a causa de mi nombre. 18 Pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza. 19 Por vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.
Antes de la destrucción de Jerusalén se les describe un panorama de angustias de todo tipo. Aparecerán falsos mesías; habrá toda clase de cataclismos – guerras, hambres, pestes, señales en el cielo – Aparte de los elementos que tuvieron cumplimiento histórico, el anuncio está hecho con clisés de tipo apocalíptico, y la prueba está basada principalmente en el valor de acumulación que dan todos estos elementos, y con los que se pinta un gran sufrimiento previo.
La ruina de Jerusalén y la venida del Hijo del hombre,Mat 21:20-27 (Mat 24:15-31; Mar 13:14-27). Cf. comentario a Mat 24:15-31.
20 Cuando viereis a Jerusalén cercada por los ejércitos, entended que se aproxima su desolación. 21 Entonces los que estén en Judea huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad, retírense; quienes en los campos, no entren en ella, 22 porque días de venganza serán ésos para que se cumpla todo lo que está escrito. 23 ¡Ay entonces de las encintas y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre la tierra y gran cólera contra este pueblo. 24 Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos entre todas las naciones, y Jerusalén será hollada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de las naciones. 25 Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por los bramidos del mar y la agitación de las olas, 26 exhalando los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues las columnas de los cielos se conmoverán. 27 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes.
Lc, para hablar de la destrucción de Jerusalén, no pone la “abominación de la desolación” de Mt-Mc, sino que pone a Jerusalén “cercada por los ejércitos” de Roma, con lo que se avisa que el fin está próximo. La yuxtaposición de temas no deja espacio para el desarrollo normal del aviso que da: que entonces se huya de la ciudad, se prevengan. Y cuando vean esto, que sepan que se acerca la “desolación,” que es, sin duda, la alusión a la “abominación de la desolación.”
Pero parece que no es una descripción “post eventum,” pues los elementos descriptivos son ordinarios y tipo clisé en el A.T. (2 Re c.25; Eze 4:2.3). Y una contraprueba está en que Lc tampoco dice que se haya cumplido el vaticinio del Señor. La importancia de esta catástrofe hubiese hecho a Lc describirla, probablemente, con matices históricamente impresionantes, v.gr., la destrucción del templo por el fuego, lo mismo que haber añadido alguna reflexión sobre el fin religioso del judaísmo. También, como antes (Luc 19:43.44), aunque con menos colorido, podría ser una objeción a la fecha de la composición de este evangelio. Pero podría proceder esta descripción de una “fuente” anterior, que se respetó al redactarse este pasaje 4
Lc es el que habla de cómo Jerusalén “será hollada por los gentiles, hasta que se cumplan los tiempos de las naciones,” sea para castigarla o hasta que se cumplan estos tiempos para el ingreso de Israel en la fe, conforme a lo que enseña San Pablo en la epístola a los Romanos (c.9-11). Tito colocó a la Legio X en el lugar de la ciudad destruida 4. Cuándo será esto, no se dice, ni el modo de su realización. La partícula “hasta que” corresponde al hebreo W, y significa un término, pero en el que se prescinde de lo que sucederá después. Este tiempo tope no se indica cuál sea cronológicamente en el plan de Dios para ninguna de las hipótesis propuestas.
Luego se anuncia, en un cuadro idéntico, sólo que con pintura apocalíptica, esta “visión” del Hijo del hombre, que viene “en una nube de poder y majestad.” Es ésta la destrucción de Jerusalén, el cumplimiento de la profecía de Cristo sobre la ruina de Jerusalén. No se exige una visión sensible de Cristo, sino él en su poder.
Señales de la proximidad del reino de Dios. 21:28-33 (Mat 24:32-35; Mar 13:28-31). Cf. comentario a Mat 24:32-35.
28 Cuando estas cosas comenzaren a suceder, cobrad ánimo y levantad vuestras cabezas, porque se acerca vuestra redención. 29 Y les dijo una parábola: Ved la higuera y todos los árboles; 30 cuando echan ya brotes, viéndolos, conocéis por ellos que se acerca el verano. 31 Así también vosotros, cuando veáis estas cosas, conoced que está cerca el reino de Dios.32 En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Los tres sinópticos ponen como símbolo la parábola de la higuera, árbol tan característico en el viejo Israel: cuando echa hojas, se ve que en seguida está el verano, ya que la primavera apenas existe allí. Así, cuando vean estas señales dichas, sepan que esta venida del reino de Cristo en poder está próxima. Esta era la “segunda venida” (San Justino), que tanto esperaba la primitiva Iglesia, distinta de la parusía final. Era la creencia en una manifestación ostensible del poder triunfal de Cristo después de su muerte humillante en la cruz. Es lo que sucederá en “esta generación,” serán “liberados” de la persecución judía. La palabra “redención,” “rescate” (ή άπολυτρωσις ) sólo sale aquí en los evangelios. Es muy frecuente en Pablo con matiz teológico (Rom 3:24; Rom 8:23; 1Co 1:30; Efe 1:7.14; Efe 4:30; Col 1:14). Aquí está enraizada en el A.T., con la que se indican acciones poderosas de Dios para liberar a su pueblo de situaciones difíciles. Aquí, el cristianismo del judaísmo. Si se interpretase de la parusía final, habría que pensar en la “liberación” como el fin triunfal de la redención.
Necesidad de vigilancia,Col 21:34-36 (Mat 24:36-44; Mar 13:33-37).
34 Estad atentos, no sea que se emboten vuestros corazones por la crápula, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente venga sobre vosotros aquel día 35 como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. 36 Velad, pues, en todo tiempo y orad para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre.
Los tres evangelistas sinópticos ponen aquí una exhortación a la vigilancia. Mt-Mc, con parábolas. Mt trae dos – el ladrón y el siervo prudente o infiel – ; Mc una: la del señor que, al partir de viaje, deja diversos encargos a sus siervos. No sabiendo la hora en que ha de venir, han de “velar.” Lc, en cambio, no pone ninguna. Sólo pone la exhortación a la vigilancia en general, aunque acusadamente moral
En cambio, expresa bien el sentido de esta “vigilia” constante en rectitud de vida y oración: “para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del Hombre.” La catástrofe sobre Jerusalén ha de venir, pero la oración les podrá lograr dos cosas: una marcha a tiempo de Jerusalén, como dice Eusebio de Cesárea que hicieron los cristianos, ateniéndose a las palabras del Señor y retirándose a Pella, en Transjordania; o una salvación de su vida y fe aun dentro de los horrores de aquel asedio. Así protegidos por Dios, pueden comparecer, moralmente dignos, ante esta “venida” del Hijo del hombre. Pues todo esto pasará a “esta generación” (v.32). Si no es que Lc o la catequesis aprovecha para darle deliberadamente, en su redacción, una proyección parenética moral universal.
Epílogo histórico,Mar 21:37-38.
37 Enseñaba durante el día en el templo, y por la noche salía para pasarla en el monte llamado de los Olivos. 38 Todo el pueblo madrugaba para escucharle en el templo.
El evangelista, que va a narrar en el capítulo siguiente la pasión, hace una buena indicación histórica sobre los últimos días de Cristo en Jerusalén. Enseñaba por el día en el templo y el pueblo “madrugaba” para escucharle. En Oriente se madruga. Y la noche salía a pasarla al “monte llamado de los Olivos,” que es el huerto de Getsemaní, ya que Lc, cuando habla de la pasión de Cristo, no habla del huerto, sino de su prisión en el monte de los Olivos, adonde se fue después del cenáculo, “según costumbre” (Luc 22:39).
1 Felten, Storia dei tempi del X T., vers. del al. (1932) I p.92-93. 2 Zorell, Lexicón. col.768. 3 Apol. 53:3; Dial. 14:8; 40:4; 54:1, etc.
4 C. H. Dodd, The Fall of Jerusalem and the “abommation of Desolatwn”: Journ, of Román Studies Π947) 47-54. Acentúa la inutilidad descriptiva del “asedio” como prueba para la fecha de composición del evangelio de Lc. 4 Josefo,E. VI, 9:3.
Fuente: Biblia Comentada
el arca. Trece cofres con aberturas en forma de embudo que se colocaban en el atrio de las mujeres. Cada uno estaba marcado para un uso específico y las donaciones se distribuían de acuerdo con esa clasificación.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
21:1 Levantando los ojos, vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca de las ofrendas (Mar 12:41, “muchos ricos echaban mucho”) . 2 Vio también a una viuda muy pobre, que echaba allí dos blancas. 3 Y dijo: En verdad os digo, que esta viuda pobre echó más que todos. – “Según su estimación, las dos moneditas de cobre eran diamantes brillantes” (GH).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL PRECIOSO DON
Lucas 21:1-4
Jesús miró hacia arriba desde donde estaba, y vio cómo echaban sus ofrendas los ricos en los cepillos del templo. Y vio también a una pobrecita viuda que echaba dos blancas. Y dijo Jesús:
-Os aseguro que esa pobrecita viuda es la que más ha echado. Porque todos esos echaron en la ofrenda de Dios lo que tenían de más; pero ella, que no tiene más que pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir.
En el Atrio de las Mujeres del templo había trece grandes cepillos que se llamaban «Las Trompetas», por la forma que tenían, con la parte estrecha para arriba y lo más ancho abajo. Cada cepillo recogía las ofrendas para un fin determinado: para la leña para los holocaustos; para el incienso; para la conservación de los utensilios de oro, etc. Jesús estaba sentado cerca de las trompetas.
Después de los agotadores debates con los emisarios del Sanedrín y de los saduceos, Jesús estaba tan cansado que se sentó y apoyó la cabeza entre las manos. En cierto momento levantó la vista y vio a la gente echar sus ofrendas en las trompetas; y luego vio a una viuda pobre: todo lo que tenía en el mundo eran dos leptas, blancas. El lepton era la moneda más pequeña, y su nombre quería decir «la delgada», así es que la compararemos con la moneda más pequeña de nuestro país; pero Jesús dijo que la ofrenda de la viuda valía más que lo que habían echado los ricos, porque era todo lo que tenía.
El valor de una ofrenda lo determinan dos cosas:
(i) El espíritu con que se da. Una ofrenda que se hace por obligación, a regañadientes o para presumir, pierde casi todo su valor. La única ofrenda que vale la pena es la que sale de un corazón de amor, la que se da con libertad y voluntad.
(ii) El sacrificio que supone. Lo que es una miseria para uno puede ser una fortuna para otro. Las ofrendas que los ricos dejaban caer para que todos las vieran y oyeran tintinear no les suponían ningún sacrificio; pero las dos blancas de la viuda eran todo lo que tenía. Probablemente los ricos ofrendaban después de calcular el valor de cada moneda. Ella daba con la máxima generosidad, porque no tenía más.
El dar no empieza a ser real hasta que duele. Un regalo no es señal de amor a menos que hayamos tenido que privarnos de algo o trabajar horas extraordinarias para hacerlo. ¡Qué pocos son los que le dan a Dios así! Alguien ha descrito a uno que cantaba fervorosamente
Mi espíritu, alma y cuerpo, mi ser, mi vida entera, cual viva, santa ofrenda, entrego a Ti, mi Dios.
Mi todo a Dios consagro… mientras, sobaba cuidadosamente las monedas en el bolsillo para asegurarse de que no había ninguna de más de 5 pesetas entre las que iba a echar en la colecta.
Sería una señal de suprema insensatez el ser capaz de leer la historia de las dos blancas de la viuda sin hacer un examen de conciencia.
NUEVAS DE PROBLEMAS
Lucas 21:5-24
Había unos que hablaban de las bellezas del templo, como sus piedras labradas y sus ofrendas votivas; pero Jesús dijo:
De todas esas cosas que admiráis, se acerca el tiempo en que no quedará una piedra sobre otra y serán destruidos todos los edificios.
-Maestro -le preguntaron-, ¿cuándo pasará eso, y cómo podremos saber que está a punto de suceder?
-Tened cuidado con que no os engañen -siguió diciéndoles Jesús-. Vendrán muchos que pretenderán ser el Mesías, y que dirán: «¡Yo soy él!», y «¡Ha llegado el momento!»; pero no los sigáis. Y no os alarméis cuando oigáis que se producen guerras y sediciones; porque hace falta que todo eso suceda antes, pero todavía no será el fin. -Y Jesús siguió diciéndoles-: Unas naciones se levantarán contra otras, y unos reinos contra otros; habrá unos terremotos terribles, y hambrunas y plagas; todo el mundo estará aterrado, y habrá grandes portentos en los cielos. Pero antes de que suceda todo eso os apresarán, y os perseguirán, y os entregarán a las sinagogas y alas cárceles, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores porque tenéis relación conmigo. Entonces tendréis ocasión de dar testimonio de Mí. Haceos el propósito de no preocuparos por lo que vais a decir en defensa vuestra; porque en ese momento Yo os daré una palabra y una sabiduría que no podrán resistir ni contradecir los que estén en contra vuestra. Os delatarán hasta vuestros mismos padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros, y todo el mundo os odiará por vuestra relación conmigo. Pero no se perderá inútilmente ni un cabello de vuestra cabeza. Mantendréis el control de vuestras personas a base de firmeza de carácter. Cuando veáis ejércitos sitiar a Jerusalén, no dudéis que ha llegado su destrucción. Los que estén entonces en Judasa, que huyan a los montes; y los que estén en medio de Jerusalén, que se vayan; y los que estén en el campo, que no vuelvan a la ciudad: Porque esos serán los días de la retribución del Señor en los que se han de cumplir las Escrituras. ¡Pobres de las que estén entonces embarazadas o criando! Porque habrá innumerables desgracias en la Tierra, y violencia desatada sobre el pueblo. Y caerán muchos afilo de espada, y a muchos llevarán cautivos a todas las naciones; los paganos hollarán a Jerusalén hasta que se cumpla el tiempo de los gentiles.
EL TRASFONDO DEL CAPÍTULO
Desde el versículo 5 este capítulo es muy difícil. Su dificultad consiste en que se reflejan en él cuatro ideas diferentes:
(i) Está la idea del Día del Señor. Los judíos creían que el tiempo tiene dos edades: está la edad presente, que es completa e irremediablemente mala y que acabará en destrucción, y la era por venir, que sería la edad de oro de Dios y de la supremacía de los judíos. Pero entre ambas estaba el Día del Señor, que sería un tiempo terrible de cataclismos cósmicos y destrucción, los dolores de parto de la nueva era.
Sería un día de terror. » He aquí el Día del Señor viene, terrible y de indignación y ardor de ira, para convertir la Tierra en soledad, y raer de ella a sus pecadores» Isa 13:9; comparar con Jl 2:1-2 ; Am 5:18-20 ; Sof 1:14-18 ). Vendría repentinamente: «El Día del Señor vendrá así como ladrón en la noche» (1Ts 5:2 ; comparar con 2Pe 3:10 ). Sería un día en el que el universo sufriría sacudidas: «Las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor… Haré estremecer los cielos, y la Tierra se moverá de su lugar, en la indignación del Señor de los Ejércitos, y en el día del ardor de su ira» (Isa 13:10-13 ; Jl 2:30-31 ; 2Pe 3:10 ).
El Día del Señor era una de las ideas básicas del pensamiento religioso en tiempos de Jesús; todo el mundo conocía estas terribles premoniciones. En este capítulo las vemos reflejadas en los versículos 9, 11, 25 y 26.
(ii) Está la profecía de la destrucción de Jerusalén, que se cumplió el año 70 d C., después de un asedio en el que los habitantes llegaron al canibalismo y la ciudad fue tomada literalmente piedra a piedra. Josefo dice que un número increíble de 1.100.000 personas perecieron en el asedio, y 97.000 fueron llevadas cautivas. La nación judía fue borrada del mapa; el templo fue incendiado y desolado. En este pasaje se hace referencia a ese acontecimiento todavía futuro en los versículos 5, 6, 20-24.
(iii) Está la Segunda Venida de Cristo. Jesús estaba seguro de que iba a volver otra vez, y la Iglesia Primitiva esperaba su vuelta. Nos ayudará a comprender los pasajes del Nuevo Testamento que hablan de la Segunda Venida si tenemos en cuenta que muchos de los detalles que estaban en relación con el Día del Señor se le aplicaron, como los versículos 27 y 28 de este capítulo. Antes de la Segunda Venida se esperaba que muchos pretendieran ser el Mesías, y que tuvieran lugar muchos cataclismos. A eso se refieren los versículos 7-9.
(iv) Está la idea de la persecución por venir. Jesús previó y predijo las cosas terribles que habrían de sufrir los suyos por su relación con Él en los días por venir. Se refieren a esto los versículos 12-17.
Este pasaje nos resultará más fácil de entender y provechoso si tenemos presente que no trata exclusivamente de un tema, sino de cuatro íntimamente relacionados.
EL PASAJE
Fue la referencia a las bellezas del templo lo que movió a Jesús a profetizar. Los pilares de los pórticos y de las columnatas eran de mármol blanco, de 12 metros de alto, Hechos de un solo bloque de piedra. El adorno más famoso era la representación de una parra, toda de oro, con racimos de la altura de una persona. La mejor descripción del templo en los días de Jesús nos la ha dejado Josefo en su libro Las Guerras de los Judíos, libro V, sección 5: «La fachada del templo no carecía de nada que pudiera sorprender a los ojos o a la imaginación, porque estaba recubierta por todas partes de planchas de oro de gran peso, y a los primeros rayos del Sol reflejaba un esplendor ardiente, y obligaba a apartar la mirada a los que intentaban fijar en ella los ojos, exactamente igual que si hubieran querido mirar al Sol. Pero el templo les parecía a los extraños que lo miraban a distancia como una montaña cubierta de nieve; porque las partes que no estaban chapadas de oro eran extremadamente blancas.» A los judíos les parecía imposible que la gloria del templo fuera reducida a polvo.
En este pasaje aprendemos algunas cosas fundamentales acerca de Jesús y de la vida cristiana:
(i) Jesús sabía leer las señales de la Historia. Todos estaban ciegos al desastre que se les avecinaba, pero Él vio el alud que se le venía encima a Israel. Las cosas sólo se ven claras cuando se ven con la óptica de Dios.
(ii) Jesús era absolutamente sincero. «Eso -dijo a sus discípulos es lo que podéis esperar si decidís seguirme.» Una vez, en medio de una gran lucha por causa de la justicia, un líder heroico le escribió a un amigo: «Las cabezas ruedan por la arena; ven a añadir la tuya.» Jesús creía lo bastante en los hombres como para ofrecerles, no un camino fácil, sino un camino heroico.
(iii) Jesús les prometió a sus discípulos que nunca estarían solos cuando se enfrentaran con sus tribulaciones. Es evidente en la historia que han escrito los cristianos con sus vidas que, cuando estaban sufriendo torturas y esperando la muerte, sentían la presencia del Señor de una manera espacialísima. La cárcel se convierte en un palacio, el patíbulo en un trono, la tormenta en una brisa grata, cuando Cristo está con nosotros.
(iv) Jesús les habló de una seguridad que sobrepasa a todas las amenazas de la Tierra. «Ni un pelo de vuestra cabeza va a sufrir daño.»
1 Castillo fuerte es nuestro Dios, – defensa y buen escudo; con su poder nos librará – en este trance agudo.
Con furia y con afán – acósanos Satán;
por armas deja ver – astucia y gran poder. Cual él no hay en la Tierra.
2 Nuestro valor es nada aquí, – con él todo es perdido; mas por nosotros pugnará – de Dios el Escogido.
¿Sabéis quién es? ¡Jesús, – el que venció en la Cruz, Señor de Sabaot! – ¡Y, pues Él solo es Dios,
Él triunfa en la batalla!
MARTÍN LUTERO – JUAN B. CABRERA
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 21
1 Levantó luego la vista y vio a los ricos que iban echando sus ofrendas en el tesoro. 2 Vio también a una pobre viuda que echó dos monedas muy pequeñas.
En el atrio del templo destinado a las mujeres, frente a la galería del tesoro, que era accesible a todos los que acudían al templo, había trece cepillos en forma de trompeta. En ellos se recogían las contribuciones impuestas por la ley, y también aportaciones voluntarias. Allí está sentado también Jesús. Está sentado como maestro que es. Levanta la vista y ve cómo las gentes echan su óbolo en los cepillos. Estos se entregan al sacerdote que desempeña el ministerio. Dicho sacerdote pregunta por el montante de la oferta y por su finalidad, comprueba el dinero y, según la finalidad, indica el lugar en que se debe depositar. Jesús observa lo que sucede. Ve a ricos que llevan sus ofrendas y también a una pobre viuda que sólo deposita dos piezas de moneda, de las más pequeñas.
3 Y dijo: Os digo de verdad que esta viuda pobre echó más que todos. 4 Porque todos ellos echaron para las ofrendas de lo que les sobraba; pero ésta, de su pobreza, echó todo lo que tenía para vivir.
La viuda que llega a depositar su óbolo era pobre y por consiguiente despreciada, como aquella pobre mujer de la que se refiere que sólo pudo aportar un puñado de harina para el sacrificio, por lo cual tuvo que oír palabras de desprecio del sacerdote que desempeñaba su ministerio. Según el juicio de Jesús, la viuda pobre dio más que los ricos. Su óbolo es pequeño, pero al mismo tiempo grande. Ha dado todo lo que tenía. Pone su vida en manos de Dios sin preocuparse ansiosamente (12,22-31). Forma parte de aquellos que son llamados bienaventurados (6,10) y que viven de las palabras de Jesús: «Buscad su reino (de Dios), y estas cosas (los medios de subsistencia) se os darán por añadidura» (12,31). En ella está representado el pueblo de Dios, del que se dice: «No temas, pequeño rebaño; que ha tenido a bien vuestro Padre daros el reino.» (12,32). El pueblo de Dios es pobre y carece de apoyo jurídico, pero da lo poco que tiene. No se apoya en los bienes y en el poder, sino en el Padre. Así vive la Iglesia primitiva en Jerusalén: «Y todos los creyentes a una tenían todas las cosas en común, y vendían sus posesiones y sus bienes, y las repartían entre todos según las necesidades de cada cual. Diariamente perseveraban unánimes en el templo, partían el pan por las casas y tomaban juntos el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y tenían el favor de todo el pueblo» (Hec 2:44-47).
De tres verdades fundamentales vive la Iglesia. Jesús se las proporciona en su camino a través de los tiempos: Hay una resurrección de los muertos, Jesús es Cristo y Señor, la Iglesia es la comunidad de los pequeños, pobres y despreciados, pero que son grandes delante de Dios, porque lo dan todo con humildad y ocultamente, y ponen su confianza en Dios.
IV. DlSCURSO ESCATOLÓGICO (21.5-38) También Lucas concluye como Marcos (cap. 13) la última actuación de Jesús en Jerusalén con un discurso escatológico (apocalipsis). Pese a las muchas semejanzas, ambos discursos acusan con frecuencia notables diferencias. Por esto hay quienes suponen que Lucas utilizó otras fuentes además del texto de Marcos. Sin embargo, las diversidades se explican por la labor redaccional de Lucas. éste pasa por alto algunas cosas, porque rehuye las repeticiones (comp. Mar 13:21-23 y Luc 21:9 y 17,21); otras, por reparos teológicos (Mar 13:32): predicciones que ya se habían cumplido son modificadas a base de los acontecimientos que ya habían tenido lugar (comp. Mar 13:14 y Lc 21.20; Mar 13:19 s y Luc 21:23 s).
La manera como describe Lucas la destrucción de Jerusalén (Luc 19:43 s; Luc 21:20.24) se explica con dificultad si no representaba ya para él un hecho histórico en la fecha en que escribía el Evangelio. Hoy día aumenta el número de los que suponen que Lucas escribió su Evangelio después del año 70 d.C. «Marcos mira en su Evangelio al que viene, lo describe como vino porque el que estaba presente así se lo reveló.» Esta frase se puede también invertir. «Marcos describe al que ya ha venido como el que viene», y finalmente así: «Marcos da testimonio del que está presente mirando a su parusía, y emprende su exposición con medios que tienen su origen en el que ya ha venido».
El evangelista Marcos no conoce una verdadera sucesión en el sentido de un transcurso histórico. No así Lucas. Mira retrospectivamente al cumplimiento de ciertas predicciones (v. 5-24). Todavía hay que esperar la venida del Hijo del hombre (v. 25-28). En el período que va de la ascensión a esta venida, en el tiempo de la Iglesia se prepara ésta para la venida de Jesús (v 29-36). Lucas lee su fuente de Marcos 13 con los ojos de quien está ya iluminado por los acontecimientos históricos, y la interpreta a base de sus experiencias de un tiempo posterior. Los hechos pasados le demuestran que Jesús había visto certeramente y que se han cumplido sus predicciones. Esto ofrece una garantía de que también se verificará lo que todavía está por venir. En esta esperanza escatológica vive también la Iglesia de hoy, y así debe vivir.
1. PREDICCIONES CUMPLIDAS (Luc 21:5-24).
a) Preguntas acuciantes (Lc/21/05-09)
5 Mientras algunos iban hablando acerca del templo, de cómo estaba adornado con hermosas piedras y exvotos, él dijo: De todo esto que estáis viendo, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra: todo será demolido.
El templo, en cuya construcción se trabajaba (20/19 a.C.-63 d.C.) todavía en la época de Jesús, contaba entre las siete maravillas de la antigüedad. Espléndidamente brillan blancos bloques de mármol; el templo está adornado con magníficos exvotos, sobre todo con la vid de oro sobre la puerta del santuario. Solía decirse: «Quien no ha visto a Jerusalén en su magnificencia, no ha experimentado gozo en sus días. Quien no ha visto el santuario con su ornato, no ha visto una ciudad bella.»
A los que expresan su admiración entre el pueblo responde Jesús con predicciones de ruina: El templo será destruido (Luc 19:43). Dios no mira a las hermosas piedras y a los preciosos exvotos, sino que busca un pueblo en que se eche de ver que Dios mora en medio de él. Ahora se repite y se cumple la amenaza de los profetas: «Oíd, pues, cabezas de la casa de Jacob y jefes de la casa de Israel, que aborrecéis lo justo y torcéis lo derecho… Sus jueces sentencian por cohecho; sus sacerdotes enseñan por salario; sus profetas profetizan por dinero y se apoyan sobre Yahveh diciendo: ¿No está entre nosotros Yahveh? No nos sobrevendrá la desventura. Por eso, por vosotros será Sión arada como un campo, y Jerusalén será un montón de ruinas, y el monte del templo será un breñal» (Miq 3:9-12, cf. Jer 7:14; Jer 26:18; Eze 24:21).
7 Luego le preguntaron: Maestro, ¿cuándo, pues, sucederá esto, y cuál será la señal de que estas cosas se van a realizar?
Sólo se pregunta por el fin del templo. En Marcos se pregunta cuándo vendrá el fin del mundo (Eze 13:4). Mateo formula más concretamente la pregunta: «¿Cuándo sucederá esto y cuál será la señal de tu parusía y del final de los tiempos?» (Mat 24:3). La destrucción de Jerusalén, la venida del Hijo del hombre y el fin de este mundo están enlazados entre sí. Lucas deshace el enlace. La destrucción de Jerusalén no forma parte de los acontecimientos del tiempo final. Se ha e£ectuado ya cuando Lucas escribe su Evangelio. El fin del mundo, en cambio, no ha llegado todavía. Toda predicción es oscura hasta que se cumple. Nosotros leemos el discurso escatológico como lo leía Lucas. También para nosotros se ha cumplido una parte de sus predicciones, pero todavía aguardamos el cumplimiento de la otra parte.
8 él contestó: Mirad que no os dejéis engañar. Porque muchos vendrán amparándose en mi nombre, y dirán. Soy yo, y también: El tiempo está cerca. No vayáis tras ellos. 9 Y cuando oigáis fragores de guerras y de revoluciones, no os alarméis; porque eso tiene que suceder primero, pero no llegará tan pronto el fin.
La pregunta por el tiempo y las señales de la ruina de Jerusalén queda sin respuesta. A los cristianos que aguardan con ansia la venida de Cristo se les dirigen palabras de instrucción, pues el deseo impaciente de ver satisfecho este anhelo induce a prestar oídos a falsos rumores. También Pablo tuvo que amonestar y precaver a los cristianos de Tesalónica: «Y ahora, hermanos, a propósito de la parusía de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, os hacemos un ruego: no os desconcertéis tan pronto perdiendo el buen sentido, no os alarméis, sea con motivo de una inspiración, o de una declaración, o de una carta que se nos atribuya, sobre la inminencia del día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera» (2Te 2:1 ss).
Vendrán muchos que reivindiquen para sí el nombre de Mesías y digan por su cuenta la palabra con que solía revelarse: soy yo (Mar 6:50; con frecuencia en Juan; cf. Exo 3:14; Isa 43:10 s; Isa 52:6). Con ello querrán decir que ellos son el salvador definitivo enviado por Dios, que prepara la consumación del mundo. En tiempo del procurador romano Cuspio Fado (44-46 d.C.) surgió Teudas y «se hizo pasar por alguien» (Hec 5:36). Después apareció Judas de Galilea y arrastró a cantidad de gente detrás de sí (Hec 5:37). Las palabras de Jesús desenmascaran a estos falsos redentores. Otros proclaman: El tiempo final ha llegado ya. También éstos disfrazan su mensaje con palabras de Jesús (Mar 1:15). Hay que poner freno a una expectativa demasiado entusiástica de la venida de Cristo y del fin de este mundo: «El Señor tarda en llegar» (Mar 12:45). El pretendiente al trono viaja a un país lejano para recibir la investidura del reino (Mar 19:1 1).
No es fácil ver claro en estos mensajes sensacionales. Son numerosos los que los anuncian; su multitud contagia y sugestiona. Se disfrazan con las palabras de Jesús. Su mensaje suena como el de él: «Soy yo»; «se acerca el tiempo». Reúnen, como él, discípulos a su alrededor. Estos discípulos los siguen. En este juego desconcertante del fraude brilla con su amonestación la palabra del Señor. Estas gentes son impostores y acaban en apostasía y perdición. Las palabras de Jesús comienzan y terminan con una gravedad que pone en guardia: No os dejéis engañar, no vayáis tras ellos.
En la literatura apocalíptica de los judíos se predicen para el tiempo final guerras, revoluciones y rumores desconcertantes a este respecto: «Vienen días, en los que yo, el Altísimo, quiero rescatar a los que están en la tierra. Entonces serán presa de enorme excitación los habitantes de la tierra, hasta el punto de tramar guerras unos con otros, ciudad contra ciudad, lugar contra lugar, pueblo contra pueblo, reino contra reino» (4Esd 11 [13] 29-32). Es posible que los profetas de la próxima venida interpretaran acontecimientos de la época como tales señales del fin. A la muerte de Nerón siguieron las revueltas romanas bajo Galba, Otón y Vitelio (68-69 d.C.). La guerra judía comenzó el año 66. Contra los anunciadores del fin próximo está la palabra de Jesús. Las guerras y revoluciones no son motivo para angustiarse por razón del fin próximo. Estos terribles azotes de la humanidad forman también parte del designio divino. Pasarán con el tiempo presente y han de tener en vela para el venidero e inducir a la conversión (Rev 16:11). Las guerras y revoluciones no son indicios de que va a llegar en seguida el fin. Con estas palabras se minan los fundamentos de todas las doctrinas de sectas adventistas.
b) Señales precursoras (Lc/21/10-11)
10 Entonces les añadió: Se levantará nación contra nación y reino contra reino; 11 habrá grandes terremotos, pestes y hambres en diversos lugares; se darán fenómenos aterradores y grandes señales en el cielo.
Se reanuda el discurso. Anuncia señales. Las palabras están envueltas en oscuridad. Lucas, a lo que parece, las interpreta como señales de la destrucción de Jerusalén y del templo. Mira retrospectivamente a los acontecimientos y sabe que la catástrofe estuvo precedida de señales. Se ha cumplido la palabra de Jesús que anunciaba señales. Las señales afectan a todo lo que rodea al hombre. Todo lo que asegura su vida comienza a tambalearse. El orden pacífico entre los pueblos se ve destruido por guerras, la solidez de la tierra se ve sacudida por terremotos, la vida se ve amenazada por hambres y epidemias, el orden de los cuerpos celestes se ve trastornado por fenómenos terroríficos. No sabemos en qué acontecimientos de la historia de la época vio Lucas cumplida esta predicción. ¿Pensaba en las guerras que llevaron consigo las revueltas de Roma? ¿O en la situación confusa en Palestina antes de que estallara la guerra judía? ¿En temblores de tierra que, según se narra, tuvieron lugar en Frigia en aquella época? Lucas sabe que reinó el hambre bajo el emperador Claudio (Hec 11:28). Según la tradición judía, el año 66 apareció en el cielo de Jerusalén un meteoro en forma de espada; durante todo el año se vio un cometa en el cielo. Seis días después de estallar la guerra judía parece como si cruzaran el cielo carros de guerra. La noche de pentecostés del mismo año oyen los sacerdotes en el templo una voz que dice: «Marchémonos de aquí.» Marcos vio en estos presagios «el comienzo de los dolores de parto», precursores de la «regeneración» del mundo (Mat 19:28). Aunque Lucas leyó esto en su fuente, no lo menciona; él interpretó estas señales no como comienzo de las tribulaciones del tiempo final, sino como señales precursoras de la ruina de Jerusalén, y explicó la predicción con los hechos históricos. El curso de la historia no es determinado únicamente por causas intramundanas, sino por el designio divino. Aun considerada así, encierra muchos misterios.
c) Persecución de la Iglesia
(Lc/21/12-19)
12 Pero, antes de todo eso, se apoderarán de vosotros y os perseguirán: os entregarán a las sinagogas y os meterán en las cárceles; os harán comparecer ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre.
A los acontecimientos que presagian la destrucción de Jerusalén, preceden las persecuciones de los discípulos. Los acontecimientos se ordenan históricamente: primeramente es perseguida la Iglesia, de lo cual hablan los Hechos de los apóstoles; siguen luego los acontecimientos que preceden a la destrucción de Jerusalén, los cuales son interpretados como signos precursores; finalmente viene la guerra judía y la ruina de Jerusalén y del templo.
Los discípulos de Jesús son perseguidos por las autoridades judías y paganas. «Mientras Pedro y Juan estaban hablando al pueblo, se les presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos… Les echaron mano y los pusieron bajo custodia hasta el amanecer» (Hec 4:1-3; d. 5,18; 8,3; 12,4). Los pretores de Filipos «despojaron a Pablo y a Silas de sus vestiduras y los mandaron azotar con varas; después de darles muchos golpes, los metieron en la cárcel» (Hec 16:22 s). Pablo comparece ante el tribunal del rey Agripa II (Hec 26:1), del procurador Galión en Corinto (Hec 18:12), de Felix (Hec 24:1 s) y de Festo (Hec 25:1) en Cesarea marítima. Las palabras de la predicción son confirmadas por los hechos de la historia. Lo que la hora histórica aporta al discípulo de Cristo no debe éste tomarlo como destino oscuro y oprimente; lo que le sucede lo sabía anticipadamente el Señor y lo inserta en el plan salvador de Dios.
Los discípulos soportan por el nombre de Jesús la persecución, las condenas y los castigos. En el nombre del Señor Jesús recibieron el bautismo (Hec 8:16) después de haber confesado que Jesús es el Señor. En aquella hora fueron reunidos con «los que invocan el nombre del Señor» (Hec 9:14). Invocando este nombre curó Pedro enfermos (Hec 3:6). «No hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, por el cual hayamos de ser salvos» (Hec 4:12). La predicación apostólica anuncia y enseña el nombre de Jesucristo (Hec 4:17 s: S,28; 8.12). Por razón de esta predicación son vejados los apóstoles, pero «salían gozosos de la presencia del sanedrín, porque habían sido dignos de padecer afrentas por el nombre de Jesús» (Hec 5:41). El nombre de Jesús representa la presencia activa de Cristo glorificado.
13 Esto os servirá de ocasión para dar testimonio. 14 Por consiguiente, fijad bien en vuestro corazón que no debéis preocuparos de cómo os podréis defender; 15 Porque yo os daré un lenguaje y una sabiduría que no podrá resistir ni contradecir ninguno de vuestros adversarios.
La gran preocupación y el empeño acuciante de los discípulos de Jesús es la proclamación del nombre de Jesús. Mediante la persecución se abren puertas para dar testimonio en favor de Cristo. Los cristianos de la comunidad primitiva de Jerusalén, que se ven forzados a abandonar la ciudad para salvar sus vidas, llevan el Evangelio a las zonas de Judea y Samaría (Hec 8:1-4), a Fenicia, Chipre y Antioquía (Hec 11:19; Hec 15:3). Pedro, Juan y Esteban comparecen ante el sanedrín, Pablo ante los procuradores, y llevan el mensaje de Cristo a lugares donde de otra manera se le habían mostrado refractarias las gentes (Hec 4:8 ss; Hec 7:1 ss; 25-26). Pablo comunica a los filipenses que su prisión sirve para el progreso del Evangelio: «En todo el pretorio y entre todos los demás se ha puesto de manifiesto que mis cadenas son por Cristo» (Flp 1:12 s).
Los discípulos reciben una palabra que deben grabar en su mente y tener presente en el tiempo de la persecución. No deben preocuparse por lo que han de decir en su propia defensa ante los tribunales, no tienen necesidad de preparar ningún discurso para no dejar en mal lugar a Cristo ante el tribunal; Cristo mismo les dará lenguaje y sabiduría. Como Dios prometió a Moisés que estaría con él y le enseñaría lo que tenía que decir (Exo 4:12), así también Jesús pertrechará a sus discípulos para la confesión y el testimonio delante de sus adversarios. No están abandonados a retóricas y sabidurías humanas, sino que sus palabras estarán dotadas de virtud y sabiduría divina. El Espíritu Santo les enseñará en aquella hora lo que tienen que decir (Exo 12:12). La historia ha demostrado la verdad de esta promesa. Cuando los miembros del sanedrín observaron el franco y valeroso comportamiento de Pedro y de Juan y notaron que eran personas sin cultura, se admiraron (Hec 4:13). Los judíos helenistas que disputaban con Esteban se sentían inferiores a la sabiduría y al espíritu con que hablaba Esteban (Hec 6:10). No se logra hacer callar a los discípulos de Jesús, sino que son sus adversarios los que tienen que enmudecer. Las palabras de la predicción están penetradas del optimismo que desencadenó la carrera triunfal del Evangelio.
16 Seréis entregados incluso por padres, hermanos, parientes y amigos, y darán muerte a algunos de vosotros; 17 y seréis odiados por todos a causa de mi nombre.
Familiares, parientes y amigos se convierten en traidores contra los discípulos de Cristo. Ni siquiera los círculos de amigos y la familia les ofrecen protección. Su confesión tiene que contar únicamente con la fe en Cristo. Lucas reproduce la predicción: «les darán muerte» (Mar 13:12), iluminada por su cumplimiento: «Darán muerte a algunos de vosotros.» Cuando él escribe, habían ya dado algunos la vida por su fe: Esteban (Hec 7:54-60) y Santiago (Hec_1 2:2).
La fidelidad a Cristo pone a los discípulos en contradicción con judíos y gentiles, con el Estado romano, con la sociedad y las costumbres. Son odiados por todos. Los cristianos vinieron a ser objeto de «odio del género humano»; así compendia el historiador romano Tácito el juicio sobre los cristianos. El odio alcanza a los cristianos por el nombre de Jesús. El cristiano cree en la predicación «sobre el reino de Dios y el nombre de Jesucristo» (Hec 8:12). Por el hecho de ser repudiado Cristo y su palabra, es también repudiado el cristiano. «Si el mundo os odia, sabed que antes que a vosotros me ha odiado a mí» (/Jn/15/18). Pero en ]a confesión del discípulo es glorificado Dios (Flp 2:11). El martirio es culto tributado a Dios (Flp 2:17 s).
18 Pero ni siquiera un cabello de vuestra cabeza se perderá. 19 A fuerza de constancia poseeréis vuestras vidas.
Los discípulos perseguidos no están a merced de sus perseguidores: no están abandonados a su poder y a su arbitrio. Dios mira por la Iglesia perseguida y extiende sobre ella su mano. También aquí se aplica lo que dice el refrán: «No se perderá ni un cabello de vuestra cabeza» (1Sa 14:45). Se quita a algunos la vida, pero gracias a la providencia protectora de Dios, muchos salen ilesos de los casos más difíciles. Pedro es librado milagrosamente de la cárcel (Hec 12:6 ss), y Pablo, pese a múltiples hostilidades y persecuciones, lleva adelante su imponente obra misionera (Act 13 ss; 2Co 11:23-31). Cuando Esteban fue apedreado, «comenzó una gran persecución contra la iglesia de Jerusalén, y todos se dispersaron por los lugares de Judea y de Samaría, a excepción de los apóstoles… Los que se habían dispersado iban por todas partes anunciando el Evangelio» (Hec 8:1-4).
El tiempo de la Iglesia es tiempo de persecución. Este tiempo se prolonga. La redención total se inicia con la venida del Hijo del hombre, pero esto no tiene lugar inmediatamente. Se requiere paciencia, constancia y perseverancia, sumisión a lo que impone la persecución y ha sido decretado por Dios. Lo que aporta la salvación y hace alcanzar la vida no es una violencia arrolladora y apasionada, ni tampoco la apostasía, sino la paciencia perseverante. «Quien va destinado a cautividad, a cautividad vaya. Quien mata a espada, a espada muera. Aquí está la constancia y la fe del pueblo santo» (Rev 13:10). Dios no permite que nada deje de redundar en bien de los suyos (Rom 8:28).
d) La destrucción de Jerusalén (Lc/21/20-24)
20 Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que está cerca su devastación. 21 Entonces, los que estén en Judea, huyan a los montes; los que estén dentro de la ciudad, aléjense de ella; los que estén en los campos, no entren en la ciudad; 22 que éstos son días de venganza, en que ha de cumplirse todo lo que está escrito.
Lucas había leído en Marcos: «Cuando veáis la abominación de la desolación, que ha sido instalada donde no debe…, entonces, los que estén en Judea huyan a los montes» (Mar 13:14). Los acontecimientos finales comenzarán a realizarse cuando se instale la abominación de la desolación. Fuerzas de choque enviadas por Antíoco Epífanes (175-164 a.C.) habían profanado el santuario en Jerusalén y ocupado la ciudadela, habían suprimido el sacrificio perpetuo y habían instalado la abominación de la desolación (Dan 11:31), una estatua o un altar del dios Zeus. También antes de que se inicie el tiempo final se instalará donde no debe una abominación de la desolación. Ignoramos cuál sea tal abominación: es un enigma. Quien lee, debe hacer uso de su inteligencia. Un texto paulino trata de resolver así el problema: «Que nadie os engañe de ninguna forma. Porque primero ha de venir la apostasía y aparecer el hombre de impiedad, el hijo de perdición, el que se rebela y se alza contra todo lo que lleva nombre de Dios o es objeto de culto, llegando hasta sentarse en el templo de Dios, exhibiéndose a sí mismo como si fuera Dios…» (/2Ts/02/03s). El Apocalipsis diseña una análoga previsión escatológica en el símbolo de los dos monstruos. La primera bestia es un poder político que blasfema de Dios, se hace adorar y persigue a los verdaderos creyentes (/Ap/13/01-10). La segunda bestia es una realidad religiosa: lucha contra el cordero (Cristo), realiza milagros capciosos y seduce a los hombres para que adoren a la primera bestia (Rev 13:11-18). Este poder es el «Anticristo» (cf. 1Jn 2:22). También Lucas, que separa la destrucción de Jerusalén y el acontecimiento del final de los tiempos, trata de escrutar la enigmática abominación de la desolación y la interpreta basándose en los hechos históricos. El ejército romano que asedia a Jerusalén es la abominación que lleva a la desolación. Es posible que esto no reproduzca de forma exhaustiva la misteriosa expresión de Marcos; el Apocalipsis de Juan abre otra perspectiva en sentido del poderío romano sobre el mundo entero y de sus emperadores, que se ponen en lugar de Dios. La lucha de las dos bestias contra el Cordero se refiere también con palabras veladas a la situación en que se hallaba la Iglesia de Juan, que, perseguida por el imperio romano, estaba sujeta a duro combate.
Cuando el ejército romano cerque la ciudad (1Jn 19:43 s) será esto para los cristianos la señal divina de que está inminente el juicio de Dios sobre ella. Ya no habrá salvación posible, la resistencia será inútil, porque la ciudad será entregada a los enemigos. Los cristianos no deben perecer juntamente con la ciudad, sino que deben salvarse mediante la huida. El que viva en Jerusalén, que abandone la ciudad al acercarse las huestes. Por lo regular, los que viven en el campo se refugian en la ciudad fortificada; esto no sirve para nada en el caso presente, pues Jerusalén ha de caer. También el campo que rodea a la ciudad está amenazado como la ciudad misma. Lo único que aprovecha es huir a los montes; allí hay escondrijos, barrancos y grutas inaccesibles. En este derrumbamiento general del pueblo judío, la palabra de predicción de Jesús salva a los discípulos que creen en él. El tiempo de la venganza y del castigo descargará sobre la ciudad, el tiempo de gracia habrá pasado. Los infortunios con que ]os profetas habían amenazado a la ciudad, se cumplirán entonces (1Re 9:6-8; Miq 3:12; cf.Dn 9,26). Para la Sagrada Escritura, la ruina de Jerusalén no es sólo acontecimiento político, sino juicio y castigo de Dios.
23 ¡Ay de las que estén encinta y de las que estén criando en aquellos días! Porque vendrá una gran calamidad sobre la tierra, y la ira pesará sobre este pueblo. 24 Caerán al filo de la espada y serán llevados cautivos a todas las naciones; Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan.
Gran calamidad descarga sobre la ciudad, se ejecuta el castigo de Dios sobre el pueblo de esta tierra. Lo que por lo regular se recibe con placer. es ahora amargo infortunio. Las madres que estén embarazadas o criando. experimentan aflicción y desamparo. Con la imagen de las mujeres embarazadas y lactantes pinta Jesús los apuros del juicio de Dios que va a descargar, pero también el dolor que él mismo sufre por esta ciudad (19,42 ss). Ni siquiera como profeta de infortunio es Jesús un celador fanático que haya perdido todo sentimiento y compasión con los que perecen, sino hermano de las víctimas, que con obediencia se somete al designio y a la palabra de Dios.
Lo profetizado por Jesús se verifica en la guerra judía (66-70 d.C.). La predicción es interpretada a base de los acontecimientos históricos y se reproduce completada. Confirma su cumplimiento el historiador de la guerra judía, Flavio Josefo. Según sus cifras, no exentas totalmente de exageración, se dio muerte a 1.100.000 judíos, 97.000 fueron llevados cautivos, la ciudad fue devastada, el templo incendiado, el país ocupado por los conquistadores. Cuando Lucas escribe su Evangelio. todavía dura la ocupación. Jerusalén es pisoteada por los pueblos gentiles.
Las palabras de la predicción enlazan con los términos proféticos. Los habitantes de Jerusalén caerán al filo de la espada. Palabras que son un eco de Jeremías: «Caerán ante la espada del enemigo… entregaré a todo Judá en manos del rey de Babilonia, adonde los llevará cautivos y los hará morir a espada» (Jer 20.4). Jerusalén es pisoteada por las naciones gentiles, como había dicho Daniel: «¿Hasta cuándo va a durar esta visión de la supresión del sacrificio perpetuo, de la asoladora prevaricación y de la profanación del santuario?» (Dan 8:13). La palabra del profeta, la caída de Jerusalén en manos de los babilonios preparan su caída definitiva. Se ha agotado la longanimidad de Dios. Ahora se cumple lo que se había amenazado en la parábola de los viñadores. La Escritura nos ha sido dada para consuelo, advertencia y amonestación (1Co 10:11).
La duración del tiempo en que Jerusalén está entregada en manos de los gentiles, es determinado y limitado por Dios. Cuando se cumplan los tiempos de los gentiles vendrá el juicio final y la plena soberanía de Dios. Entre la destrucción de Jerusalén y la venida del Hijo del hombre al final de los tiempos, se insertan los tiempos de las naciones gentiles. El curso de la historia muestra que durante este tiempo van entrando en la Iglesia las naciones gentiles. Los tiempos en que Jerusalén es pisoteada por las naciones gentiles son también los tiempos en que Dios ofrece a los gentiles la salvación que había prometido a Israel.
Pablo, en su calidad de elegido que tiene especial penetración en el proceso histórico de la salvación de Dios y en la finalidad de Dios en la historia, escribe: «No quiero, hermanos, para que no presumáis de vosotros mismos, que ignoréis este misterio: que el encallecimiento ha sobrevenido a Israel parcialmente, hasta que la totalidad de los gentiles haya entrado. Y entonces todo Israel será salvo» (Rom 11:25 s). A esta esperanza parece que aluden también las palabras: Jerusalén será pisoteada hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles (cf. 13,35). La fidelidad de Dios se mantiene en vigor aun por encima de la reprobación.
2. LA VENIDA DEL HIJO DEL HOMBRE (21,25-28).
a) Señales en el universo (Lc/21/25-26)
25 Y habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra, las naciones serán presa de angustia por los bramidos del mar y el embate de las olas, 26 y quedarán los hombres sin aliento por el miedo y la ansiedad de lo que están viendo venir sobre la tierra. Porque el mundo de los astros se desquiciará.
De las predicciones, cuyo cumplimiento se ha experimentado ya, pasa el discurso a los acontecimientos del tiempo final, que todavía están pendientes de realización. Se distingue claramente la ruina de Jerusalén y el tiempo final. Pero no se dice nada acerca de lo que han de durar los tiempos de los gentiles.
El tiempo final se anuncia con grandes acontecimientos cósmicos. Antes de que venga el Hijo del hombre, se producirá un trastorno en el universo. Se verán sacudidos sus tres grandes ámbitos, conforme a la idea de la época, que concebía el mundo dividido en tres pisos. En el firmamento se producen signos en el sol, en la luna y en las estrellas. Como se ve, Lucas no tiene gran interés en describir detalladamente estas señales, como lo hace Marcos: el sol se oscurecerá, la luna no dará ya luz, las estrellas caerán del cielo (Mar 13:24). En la tierra se verán las gentes presa de angustia y de desconcierto. El mar, sujeto por el poder de Dios (Job 38:10 s), quedará abandonado a sus impulsos caóticos. Según la concepción de la antigüedad, el universo es tenido a raya, ordenado y dirigido por potencias espirituales que tienen su morada en el espacio celeste. Las potencias del cielo se verán sacudidas, por ello irrumpirá el caos sobre el universo.
Las naciones, los paganos, los hombres serán presa de angustia, quedarán sin aliento y desconcertados por el miedo y la ansiedad. «Cuando el pánico se apodere de los habitantes de la tierra, se hallarán en muchos apuros, en enormes aflicciones» (ApBar 25,3). ¿En qué podrá uno todavía apoyarse cuando se tambaleen las leyes más seguras? El suelo se hunde bajo los pies. Los hombres se preguntan qué significa esto, de qué es señal. El discípulo de Cristo conoce el significado de estos acontecimientos por la palabra de Cristo. Son señales del que ha de venir. El horizonte de las palabras se extiende al mundo entero. La humanidad está dividida en dos grandes campos: el uno -los «hombres»- se consume de pánico, el otro -los discípulos- afronta esta hora con gozosa expectativa. Sin Cristo, ansiedad; con Cristo, esperanza inquebrantable.
Las señales se presentan en palabras que tienen una antigua tradición; en una predicción sobre la ruina de Babilonia se dice: «Ved que se acerca el día de Yahveh, implacable, cólera y furor ardiente, para hacer de la tierra un desierto y exterminar a los pecadores. Las estrellas del cielo y sus luceros no darán su luz, el sol se oscurecerá en naciendo, y la luna no hará brillar su luz» (Isa 13:9 s). En la sentencia pronunciada sobre Edom dice el mismo profeta: «La milicia de los cielos se disuelve, se enrollan los cielos como se enrolla un libro, y todo su ejército cae como caen las hojas de la vid, como caen las hojas de la higuera. La espada de Yahveh se embriaga en los cielos y va a caer sobre Edom, sobre el pueblo que ha destinado al exterminio» (Isa 34:4 s). Y en un oráculo de infortunio sobre Egipto se dice: «Al apagar tu luz velaré los cielos y oscureceré las estrellas. Cubriré de nubes el sol, y la luna no resplandecerá; todos los astros que brillan en los cielos se vestirán de luto por ti, y se extenderán las tinieblas sobre la tierra» (Eze 32:7 s). La intervención primitiva de Dios en la historia de las ciudades y de las naciones se encuadra en el marco de grandes trastornos cósmicos. Estos parecen ser únicamente una representación figurada del poder y de la grandeza de Dios que viene a juzgar. Tiembla el universo cuando se levanta Dios y visita la tierra. El sacudimiento del universo a la venida del Hijo del hombre sirve seguramente sólo para la representación del Hijo del hombre, al que Dios ha dado todo poder en el cielo y sobre la tierra. Cuando en su venida atraviese los espacios del universo, temblarán los poderes del cielo de respeto y sobrecogimiento. Pero las predicciones son oscuras hasta que se cumplen. ¿Quién se aventurará a darles una interpretación definitiva?
b) Aparece el Hijo del hombre (Lc/21/27-28).
27 Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poderío y majestad.
El Hijo del hombre se hará visible. Se le podrá contemplar con los ojos. Nadie podrá sustraerse a este acontecimiento. Además, todos los que lo vean estarán seguros de que es él.
La manifestación del Hijo del hombre se pinta con imágenes procedentes de la tradición: «Vi venir en las nubes del cielo a un como hijo de hombre, que se llegó al anciano de muchos días y fue presentado a éste. Fuele dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron, y su dominio es dominio eterno que no acabará nunca, y su imperio, imperio que nunca desaparecerá» (Dan 7:13 s). El Hijo del hombre viene sobre una nube; la nube es el carro de Dios. Dios mismo se manifiesta con poderío y majestad. El Hijo del hombre tiene participación en el señorío de Dios. Las imágenes transmitidas por tradición tienen por objeto representar la majestad divina de Cristo. Todas las imágenes son sencillamente un débil balbuceo en comparación con lo inefable de su grandeza. Jesús no viene ya en la debilidad de su manifestación terrena, sino en la grandeza y gloria de su exaltación. Pero ¿quién podrá hablar de ella en forma adecuada?
28 Cuando comience a suceder todo esto, tened ánimo y levantad la cabeza, porque vuestra liberación se acerca.
La Iglesia marcha encorvada como un hombre que tiene que llevar una carga pesada. Va como con la cabeza baja, como un hombre que se ve odiado, perseguido y sin honra. Cuando se inicie lo que preparará los acontecimientos finales, entonces podrán tener ánimo los creyentes. Lo que para los otros es amenaza de destrucción, para ellos significa exaltación. Sólo entonces, cuando aparezca el Hijo del hombre, cesará la Iglesia de ser una Iglesia oprimida, tentada, encorvada.
La liberación se acerca cuando aparece el Hijo del hombre glorificado. Cesan la persecución y los peligros. Se ve cumplida la esperanza antes ridiculizada y escarnecida. La Iglesia sufriente se convierte en Iglesia exultante. Lo que cantó el padre del Bautista cuando se acercaba el tiempo de salvación, puede cantarse ahora como realizado: «Bendito el Señor Dios de Israel, porque ha venido a ver a su pueblo y a traerle el rescate» (1,68).
La venida del Hijo del hombre es el día de la recolección para la Iglesia. Según Marcos, el Hijo del hombre enviará a los ángeles para que reúnan a sus escogidos desde los cuatro vientos (Mc 13.27). De ello no dice nada Lucas. El tiempo de la Iglesia entre la ascensión y la segunda venida era tiempo de misión, tiempo de recogida de los pueblos; ahora es el tiempo en el que la Iglesia reunida recibe su forma plena y su liberación definitiva.
3. ACTITUDES ESCATOLÓGICAS (Lc/21/29-36).
a) No dejarse desorientar (21,29-33).
29 Y les propuso una parábola: Fijaos en la higuera y en los demás árboles: 30 cuando veis que ya retoñan, os dais cuenta de que ya está cerca el verano. 31 Igualmente vosotros también, cuando veáis que suceden estas cosas, daos cuenta de que el reino de Dios está cerca.
Cuando en la última crisis del mundo venga el Hijo del hombre, levantarán la cabeza los creyentes. Entonces se podrá decir con razón que el reino de Dios está cerca. El que ose decirlo antes, es un embustero (21,8) y no dice verdad. Entonces no harán ya falta mensajeros que anuncien la proximidad del reino; todos podrán reconocerlo claramente por su mismo acercamiento. Una breve parábola ilustra esta idea. Cuando la higuera y los demás árboles retoñan, nota cualquiera que ha pasado el invierno y se acerca el verano. En Palestina no hay primavera: el verano sucede al invierno. Nadie que esté en sus cabales tiene necesidad del testimonio de nadie para ver que se acerca el verano cuando retoñan los árboles.
La aparición del Hijo del hombre, la liberación y el reino de Dios están entrelazados entre sí. «Después, será el final: cuando (Cristo) entregue el reino a Dios Padre, y destruya todo principado y toda potestad y poder (contrario a Dios). Porque él tiene que reinar, hasta que ponga a todos los enemigos bajo sus pies… En efecto: Todas las cosas las sometió bajo sus pies… Y cuando se le hayan sometido todas las cosas, entonces también se someterá el mismo Hijo al que se lo sometió todo; para que Dios lo sea todo en todos» (/1Co/15/24-28).
32 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.
Por mucho que se extienda el período que va de la ascensión a la venida de Jesús, esta generación, el género humano, experimentará todo lo que entraña la plena realización del plan divino, la manifestación del Hijo del hombre, la plena liberación y redención y el perfecto reinado de Dios. Todo se cumplirá sin género de duda. Las palabras tan encarecidas de Jesús no pretenden fijar un tiempo, sino asegurar el cumplimiento de su predicción. Cuando se designa a todo el género humano como esta generación, quiere con ello recordarse que es mala y que no puede sostener el juicio de Dios. Tiene necesidad de recapacitar sobre la venida de los acontecimientos finales. La proclamación escatológica es también en todo caso predicación de penitencia y conversión (*).
A veces podría parecer que las promesas de Dios son meras palabras de consuelo. En todo tiempo se han quejado los creyentes de que Dios hace esperar su ayuda. ¿No habrá que decir lo mismo de esta promesa, la mayor de todas? Se hace duro perseverar con paciencia cuando la espera no tiene fin. Contra toda apariencia de inseguridad, de cosa poco de fiar, está la seguridad de las palabras de promesa de Jesús. El universo, que parece imperecedero, perecerá, todo pasará; las palabras de Jesús conservan su vigencia. Vienen los acontecimientos finales. Estos iluminan nuestra vida presente. Es indiferente cuándo han de venir, pero no lo es el hecho de que han de venir.
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* «Esta generación» lleva con frecuencia atributos peyorativos: adúltera (Mat 8:38), perversa (Mat 12:45; Luc 11:29), perversa y adúltera (Mat 12:39 s; Mat 16:4), incrédula y pervertida (Mat 17:17), incrédula (Luc 9:41); «esta generación… implica siempre un sentido accesorio de condenación» (BUCHSEL).
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b) Vigilancia y sobriedad (21.34-36).
34 Tened cuidado de vosotros mismos, no sea que vuestro corazón se embote por la crápula, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y caiga de improviso sobre vosotros aquel día 35 como un lazo; pues ha de llegar para todos los habitantes de la tierra.
El Hijo del hombre ha de venir, aunque su venida no sea próxima y aunque se difiera el tiempo en que ha de venir. No se puede hacer como el criado infiel que decía para sí: «Mi señor está tardando en llegar» (Luc 12:45). Vendrá de improviso, rápida e inesperadamente, como un lazo en el que cae un pájaro desprevenido y demasiado confiado. Es necesario tener cuidado. Aquel día en que vendrá el Señor, es día de juicio (Luc 17:31). En él se decide el destino final. Ese día es a la vez día de liberación y día de condenación. Hay que estar prevenidos.
La crápula y la embriaguez embotan el corazón del hombre, distrayéndolo de los acontecimientos venideros; la excesiva preocupación por comer y beber enturbia la vista para no ver lo que nos aguarda. El corazón, del que provienen las decisiones morales y religiosas, tiene que mantenerse disponible para los acontecimientos finales. El que sólo se interesa por la vida terrena y sus placeres, no tiene espacio ni voluntad para pensar en «aquel día». «La noche está muy avanzada, el día se acerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, caminemos con decencia: no en orgias y borracheras; no en fornicaciones ni lujurias; no en discordias ni envidias» (Rom 13:12 s).
El día del juicio viene para todos. Alcanza a todos los habitantes de la tierra. Las descripciones pormenorizadas despiertan la atención. Con tales palabras anuncia el profeta Jeremías la universalidad del juicio: «Si yo, al desatar el mal, he comenzado por la ciudad en que se invoca mi nombre, ¿ibais a quedar vosotros impunes? No quedaréis, no, puesto que llamaré a la espada contra todos los moradores de la tierra» (Jer 25:29). El cristiano no puede decir: Yo soy discípulo de Cristo, ese día no puede perjudicarme. El juicio ejecutado sobre Jerusalén nos advierte del juicio final y nos pone en guardia.
36 Velad, pues, orando en todo tiempo, para que logréis escapar de todas estas cosas que han de sobrevenir, y para comparecer seguros ante el Hijo del hombre.
El Hijo del hombre ha de venir con toda seguridad. Cuando venga pedirá cuentas a los criados fieles y a los infieles (Jer 12:41-48), a los que negociaron con las minas que les habían sido confiadas y las multiplicaron, y a los que, inactivos, las guardaron sin hacerlas fructificar (Jer 19:12-27).
El cristiano debe velar a fin de estar preparado para la llegada del Señor. El Hijo del hombre ha de venir, pero nadie sabe el día ni la hora en que vendrá. «Velad, pues, porque no sabéis en qué día va a llegar vuestro Señor» (/Mt/24/42). El discípulo que tiene presentes los decisivos acontecimientos finales, no puede adormecerse. Su vida debe estar caracterizada por la vigilancia en espera del Señor y por la prontitud para recibirlo. La exhortación a estar prontos y en vela brota de lo más original, característico y decisivo del mensaje de Jesús.
A la vigilancia se asocia la oración. El que ora, está en vela para Dios, y el que está en vela religiosamente, ora. «Orad en toda ocasión en el Espíritu, y velad unánimemente con toda constancia» (Efe 6:18). En todo tiempo es necesario orar, pues nadie conoce el día y la hora (*) en que vendrá el Señor. La Iglesia primitiva asoció la vigilancia y la oración con la celebración del banquete eucarístico: «Perseverad en la oración, velando en ella en la acción de gracias» (Col 4:2). En esta exhortación están reunidas las tres cosas: oración, vigilancia, banquete eucarístico. En estas vigilias del culto cristiano se realiza la vigilancia cristiana y se imita lo que Cristo mismo hizo cuando celebró la noche pascual (Col 22:15). Cristo viene como juez. ¿Podremos escapar de todas estas cosas que han de sobrevenir? ¿Podremos librarnos de la existencia condenatoria? ¿Podremos comparecer seguros ante el Hijo del hombre? ¿Lograremos hallar en él un abogado. Mediante la vigilancia y la oración podremos afrontar el inminente juicio y comparecer seguros ante el juez.
Termina el último discurso que pronunció Jesús ante el pueblo en el templo. Las últimas palabras son: el Hijo del hombre. Se dirige a su pasión, pero volverá en calidad de Hijo del hombre. En las últimas palabras que pronuncie delante del sanedrín dirá: «Pero desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la diestra del Poder de Dios» (Col 22:69). La venida de Jesús como Hijo del hombre, al que Dios ha transmitido todo poder, es señal de que su reivindicación era justa, su mensaje verdadero, de que están garantizadas sus promesas y sus amenazas. El camino va del pueblo en el templo y de sus adversarios en el sanedrín a la pasión y a la muerte, pero ésta conduce a la gloria del Hijo del hombre. El hijo del hombre tiene la última palabra.
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* Orar en todo tiempo:Col 18:1; Col 24:53; cf. Rom 1:9 s; 1Co 1:4; Efe 5:20; Flp 1:3 s; Col 1:3; Col 4:12; 1Te 1:2 s; 2Te 1:3.11; 2Te 2:13; Flm 1:4; Hab 7:25; orar sin interrupción: 1Te 5:17; cf. 1Te 2:13; 2Ti 1:3; no ceso de orar: Efe 1:16; Col 1:9; noche y día: 1Te 3:10; 1Ti 5:5; 2Ti 1:3; cf. Luc 2:37; Luc 18:7; Rev 4:8; Rev 7:15.
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V. ULTIMAS ACTIVIDADES DE JESÚS (Lc/21/37-38)
37 Así pues, durante eI día enseñaba en el templo; pero salía a pasar las noches al aire libre en el monte llamado de los Olivos. 38 y todo el pueblo madrugaba para acudir a él y escucharlo en el templo.
La actividad de Jesús en Jerusalén está enmarcada en dos relatos parecidos (cf. 19,47s). Jesús lleva a término lo que ha comenzado. Nada podía retraerle de su actividad. Todos los días estaba enseñando en el templo. Su actividad consistía en enseñar. Jesús desplegaba una actividad infatigable. Con su enseñanza hace del templo la sede del Dios salvador en medio de su pueblo.
Las noches las pasaba Jesús fuera de la ciudad, en el monte de los Olivos. En lugar de esto se dijo anteriormente: «Los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo intentaban acabar con él» (19,47). Jesús pernocta fuera de la ciudad para escapar de sus enemigos. Su acción se lleva a cabo en contradicción con los poderosos y ante el apremio de las tinieblas. Todavía no ha llegado la hora en que Jesús, conforme a la voluntad de su Padre, ha de ser entregado a estos poderes.
El pueblo está de parte de Jesús. Todo el pueblo. Nuevamente aparece éste como pueblo de Dios. En él se delinea la futura Iglesia. «Todo el pueblo estaba pendiente de sus labios» (19,48). Por la mañana temprano acudía ya a él -y lo hacía con alegría y perseverancia- para escucharlo. El nuevo pueblo de Dios tiene su centro en Jesús; pende de él, se deja guiar por su enseñanza, junto a él se reúne y escucha su palabra. Todo esto, pese a la hostilidad de los poderosos contra Jesús…
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
— arca de las ofrendas: Ver nota a Mar 12:41.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La ofrenda de la viuda (ver Mar. 12:41-44). En agudo contraste con la falsa religión de los escribas se presenta esta historia de una pobre viuda que ofrendó dos de las menores monedas en circulación en el templo, al mismo tiempo que las ofrendas de los ricos. A la vista de Dios, su ofrenda era la mayor porque Dios no mide tanto el monto de lo ofrendado como lo que queda a su propietario después de haberlo dado. De hecho, ella había dado todo lo que tenía.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
21.1, 2 Jesús se hallaba en el lugar del templo llamado atrio de las mujeres y el arca de las ofrendas se ponía allí o en un pasillo anexo. En este lugar había siete urnas. En una los fieles depositaban sus impuestos al templo y en las seis restantes se depositaban las ofrendas voluntarias como la que dio esta mujer. No solo era pobre, además, como viuda tenía muy pocos recursos para obtener ingresos económicos. Su pequeña contribución fue un sacrificio, pero lo hizo voluntariamente.21.1-4 Esta viuda dio todo lo que tenía, en contraste con la forma en que administramos nuestro dinero. Cuando consideramos un gran logro dar cierta cantidad de dinero, nos parecemos a todos los que dieron solo un poco de lo que no necesitaban. Aquí Jesús admira la ofrenda con sacrificio. Como creyentes, podemos incrementar nuestra dádiva, sea dinero, tiempo o talentos aún más allá de lo que sea conveniente o seguro.21.5, 6 El templo que los discípulos admiraban no era el de Salomón, destruido por los babilonios en el siglo VII a.C. Este templo lo construyó Esdras después de su regreso del exilio en el siglo VI a.C., profanado por los seléucidas en el siglo II a.C. Reconsagrado por los macabeos poco después y ampliado enormemente por Herodes el Grande en el lapso de cuarenta y seis años. Era una estructura hermosa, con una historia significativa, pero Jesús dijo que sería destruida totalmente. Esto sucedió en 70 d.C. cuando el ejército romano incendió Jerusalén.21.7ss Jesús no abandonó a sus discípulos sin antes prepararlos para las dificultades de los años venideros. Les puso al tanto de que vendrían falsos mesías, desastres naturales y persecuciones, pero al mismo tiempo les aseguró que El estaría con ellos para protegerlos y hacer que su Reino se conociera a través de ellos. Les prometió que regresaría en poder y gloria para salvarlos. Las advertencias de Jesús y sus promesas a los discípulos siguen vigentes para nosotros mientras esperamos su venida.21.12, 13 Estas persecuciones empezaron muy pronto. Lucas se refirió a muchas de ellas en Hechos. Desde la prisión, Pablo escribió que se gozaba en su sufrimiento porque este le ayudaba a conocer más a Cristo y a cumplir la obra de Cristo para la iglesia (Phi 3:10; Col 1:24). La iglesia primitiva salió victoriosa a pesar de la intensa persecución. Es importante notar que más tarde, en el segundo siglo, el padre de la iglesia Tertuliano, escribió: «La sangre de cristianos es semilla», porque la oposición ayudó a difundir el cristianismo.21.14-19 Jesús advirtió que sus seguidores sufrirían la traición de familiares y amigos. Cristianos de cualquier edad tendrían que enfrentar esta posibilidad. Es reconfortante, sin embargo, saber que aunque nos sintamos por completo abandonados, el Espíritu Santo está con nosotros. Nos confortará, nos protegerá y nos dará las palabras que necesitemos. Esta seguridad nos dará el valor y la esperanza para mantenernos firmes por Cristo en medio de todas las situaciones difíciles que tengamos que soportar.21.18 Jesús no dice que los creyentes no sufrirán ataques ni aun la muerte durante la persecución. Recuerde que la mayoría de los discípulos soportaron el martirio. Lo que Jesús dice es que ninguno de sus seguidores sufrirá alguna pérdida espiritual ni eterna. Usted puede dejar de existir en la tierra, pero será salvo para una vida eterna.21.24 Los «tiempos de los gentiles» empezó cuando Babilonia destruyó a Jerusalén en 586 a.C. y el exilio de los judíos. Israel dejó de ser una nación independiente para estar bajo el control de gobernantes gentiles. En los días de Jesús, el Imperio Romano gobernaba a Israel y un general romano destruiría la ciudad en 70 d.C. En este versículo Jesús expresa que esta dominación gentil continuaría hasta que Dios decidiera terminarla. Los tiempos de los gentiles no solo se refiere a las frecuentes destrucciones de Jerusalén, sino también a las persecuciones continuas y en ascenso dirigidas al pueblo de Dios hasta el final.21.28 La descripción de las persecuciones venideras y los desastres naturales es sombría, pero al fin y al cabo, no son motivos de temor, sino de alegría. Cuando los creyentes vean estos acontecimientos, sabrán que la venida del Mesías está cerca y vislumbrarán el reino de justicia y paz. Antes de aterrorizarse por lo que sucede en nuestro mundo, deberíamos esperar confiadamente la venida de Cristo que traerá justicia y restauración a su pueblo.21.34, 36 Jesús dijo a sus discípulos que debían velar hasta su regreso. Aunque han pasado cerca de dos mil años desde que El dijera estas palabras, su verdad permanece; El viene otra vez y debemos estar expectantes y listos. Esto incluye el trabajo fiel en las tareas que Dios nos ha encomendado. No permita que su mente y espíritu se emboten con la vida descuidada, la bebida o la búsqueda necia del placer. No permita que las ansiedades de la vida lo sobrecarguen. Así estará listo para irse cuando Dios le mande.21.36 Solo pocos días después que dijera a los discípulos que oraran para que fueran dignos de escapar de la persecución, Jesús mismo pidió a Dios que si era posible pasara por alto las agonías de la cruz (Luk 22:41-42). No es normal querer sufrir, pero como seguidores de Cristo, estamos dispuestos a sufrir si al hacerlo contribuimos en la edificación del Reino de Dios. Tenemos dos promesas maravillosas que pueden ayudarnos cuando sufrimos: Dios siempre estará con nosotros (Mat 28:20) y un día nos redimirá y dará vida eterna (Rev 21:1-4).
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
NOTAS
(1) O: “en la tesorería sagrada”.
REFERENCIAS CRUZADAS
a 1234 Mar 12:41
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Véanse coments. en Mr 12:41, 43.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 super (1) Véase la nota 41 super (1) de Mr 12.
1 super (2) Lo ofrecido a Dios (así también en el v. 4).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
arca de las ofrendas. Un cofre en el atrio del templo, donde se depositaban los donativos.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
173 (f) CULTO A DIOS Y ESTILO DE VIDA JUSTA (20,45-21,4). A través del tema de la «viuda» (20,47; 21,2-4), se han unido dos fragmentos (20,45-47; 21,1-4). El verdadero culto a Dios, de acuerdo con la tradición profética, exige justicia y solicitud por los miembros más necesitados y débiles de la sociedad, representados por la viuda. 2. esta pobre viuda: Interpretando 21,1-4 como una queja, Jesús desacredita la enseñanza religiosa que provoca que una viuda dé cuanto tiene para mantener una institución religiosa decadente. Jesús alaba la generosidad de la viuda, que prepara al lector para percibir la generosidad de Jesús, el siervo autoanonadado (cf. 22,24-27). Cf. A. G. Wright, CBQ 44 (1982)256-65.
174 (C) Consecuencias para Jerusalén al no aceptar al Profeta de Dios (21,5-38). Cf. Mc 13,5-37; Mt 24,1-36. Esta perícopa nos abre dos ventanas. A través de una, el lector puede mirar hacia atrás, a 19,47-21,4, y ver las consecuencias del rechazo de Jesús y su enseñanza en el templo por los dirigentes religiosos. Mediante la otra, el lector avanza más allá de Lc 22-23 para ver la vindicación divina del Hijo del hombre rechazado y el fortalecimiento de los discípulos de Jesús, que también serán rechazados por su fidelidad. Este complejo pasaje puede dividirse como sigue: (1) introducción (21,5-7); (2) exhortación inicial (21,8-9); (3) desastres cósmicos (21,10-11); (4) acontecimientos antes del fin del mundo: persecución de los cristianos (21,12-19); destrucción de Jerusalén (21,20-24); (5) desastres cósmicos (21,25-33); (6) exhortación conclusiva (21,34-36); (7) inclusio con 19,47-48 (21,37-38). Cf. J. Dupont, AsSeign 64 (1969) 77-86. Esta división muestra cómo los acontecimientos del fin del mundo están relacionados con la destrucción de Jerusalén, subrayando de este modo una importante cuestión cristológica: la crisis que Jerusalén afronta ante el ministerio de Jesús es «un presagio de la crisis que Jesús y su mensaje, y, sobre todo, su venida como Hijo del hombre, provocará en “todos los que habitan toda la faz de la tierra» (21,35)» (FGL 1329).
175 5-6. El Jesús lucano recuerda la destrucción del templo. En lo que sigue, se ampliará el horizonte hasta incluir Jerusalén (vv. 20-24) y el fin del mundo (vv. 25-33). 7. estas cosas: Utilizando frecuentemente el genérico término gr. tauta, consigue Lucas un cierto grado de unidad en este complejo pasaje (cf. vv. 9.12.28.31.36). El antecedente de «estas cosas» cambia desde la destrucción del templo a la destrucción de Jerusalén y, después, a la destrucción de todo el mundo, señal: A los desastres cósmicos de los vv. 9-10 y 25-33 se les denomina «señales» (en gr. semeion, vv. 11.25). Éstas unen la explicación del material lucano de los vv. 12-19, sobre la persecución con los vv. 20-24, sobre la destrucción de Jerusalén. 8. Los discípulos no deben confundir la destrucción del templo con el regreso de Jesús (como Hijo del hombre). 12. antes de todas estas cosas: És decir, antes del fin del mundo. El Jesús que se ha encontrado con la controversia a lo largo de todo su ministerio, y, esp., en Jerusalén, predice ahora el mismo trato para sus discípulos. Pero el Jesús rechazado ha sido vindicado y dará fuerza a sus asediados discípulos. Cf. 12,11-12 y los relatos sobre Esteban (Hch 7) y Pablo (Hch 21-26), que hablan vigorosa y elocuentemente cuando son perseguidos. 19. Jesús exhorta a sus discípulos a la perseverancia en medio de las amenazas. Como en 12,35-48 y 17,20-18,8, Lucas utiliza material escatológico con finalidad parenética. 20-24. Lucas ha matizado la destrucción de Jerusalén por Dios con la tradición del profeta rechazado (→61 supra). 22. venganza: «La misma venganza que exige la vindicación de la fidelidad de Dios a expensas de un pueblo infiel, produce también la vindicación del pueblo convocado en nombre de Dios ante los gentiles» (Tiede, Prophecy and History 93). Como ejemplo del modelo teológico utilizado véase Dt 32,20.35.36.39. 24. el tiempo de los gentiles: El hecho de que Dios haya utilizado a los gentiles para castigar al pueblo infiel no significa que los gentiles hayan desplazado a Israel o que Dios no vaya a cumplir sus antiguas promesas (ibid. 95). 25-33. Lucas resume su relato sobre las señales cósmicas, introduciendo ahora una dimensión cristológica: Jesús, el victorioso Hijo del hombre, controla las fuerzas del mal, tanto la guerra (v. 9) como el mar (v. 25); él es el juez. 28. se acerca vuestra redención: Este versículo colma a los discípulos con un mensaje de confianza y esperanza. En contraste con las cobardes acciones de otros hombres y mujeres (w. 26-27), los discípulos fieles permanecen firmes, con las cabezas en alto, para saludar a su justo juez, a Jesús, el Hijo del hombre (cf. 9,26; 12,9; Hch 7,56). 33. mis palabras nunca pasarán: De nuevo irrumpe la cristología lucana: aquel que encontrará en Jerusalén una muerte violenta dice palabras eternas. 34-38. Lucas da la última palabra a la exhortación. 34-36. tened cuidado: Lucas utiliza la ambientación escatológica como vehículo para una minicatequesis de advertencias. Sobre paralelos de estas exhortaciones, cf. 8,11-15; 11,5-8; 12,22-31.45; 18,1-8. 37-38. Mediante estos versículos forma Lucas su inclusio con 19,47-48. El pueblo, fundamento del Israel reconstituido, está abierto a la enseñanza del profeta, de Jesús, que morirá en Jerusalén (cf. 13,33).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Estos versículos nos enseñan, en primer lugar, con qué ojo tan perspicaz observa nuestro Señor Jesucristo lo que tiene lugar sobre la tierra. Se nos dice que «mirando, vio á los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro.» Y que «vio también á una viuda pobre que echaba allí dos blancas.» Uno podría bien suponer que, en la época de que tratamos, Jesús tuviera la mente ocupada de los acontecimientos que estaban al verificarse. La traición, la sentencia injusta, la cruz, la muerte no estaban remotas, y no lo ignoraba. La destrucción del templo, la dispersión de los judíos, la historia de los pueblos antes del segundo advenimiento, todo, todo estaba ante su vista como un cuadro; y á ello hizo alusión pocos momentos después. Y sin embargo, en tales momentos se fija en lo que pasa en torno suyo, y no cree que se degrade en observar las acciones de una pobre viuda.
Y lo que estos versículos describen tiene lugar el día de hoy en todo el mundo. «Los ojos de Jehová en todo lugar están.» Pro 16:3. Nada es tan pequeño que no lo note. No hay acción por insignificante que sea, que no la ponga en el libro de los recuerdos. La misma mano que dio forma al sol, la luna y las estrellas, hizo las patas de la araña y las alitas de la mosca. El mismo ojo que penetra en la sala de consejo de los reyes y emperadores, nota lo que pasa en la choza del labriego. Todas las cosas están abiertas y desnudas ante los ojos de Aquel á quien tenemos que dar cuenta. Heb 4:13. No mide la pequeñez y la grandeza con la misma medida que el hombre. Algunos episodios de nuestra vida que para nosotros no tienen importancia alguna, son tal vez de alta significación á los ojos de Cristo. Los actos diarios del pobre, que para los grandes son triviales y ruines, tienen á menudo gran valor para con Jesucristo.
Que el creyente que sea de humilde estirpe se consuele con esta gran verdad. Que recuerde todos los días que su Maestro que mora en los cielos está contemplando constantemente lo que pasa en la tierra, y que se digna seguir con su mirada la vida del proletario así como la del rey. Las pequeñas contribuciones que de sus escasas ganancias hace para el culto el labriego, tienen tanto valor á los ojos de Dios como las onzas de oro que ofrenda un acaudalado. El que se penetre bien de esto estará siempre contento con su suerte. Feliz el que puede decir como David: «Y yo afligido y necesitado; y Jehová pensará en mí.» Psa 40:17.
También se nos da á entender en estos versículos, quienes de los que contribuyen dinero para asuntos religiosos son los que Jesús reputa como más generosos. El dijo relativamente á la mujer que echó dos blancas en el arca del tesoro: «Esta viuda echo más que todos. Porque todos estos de lo que les cobraba echaron para las ofrendas de Dios; mas esta de su pobreza echó todo su sustento que tenia.» Estas palabras demuestran que Jesucristo toma en consideración algo más que el valor de la ofrenda para determinar la generosidad del que la da. El toma en consideración en que razón está la cantidad con los bienes del individuo, y á qué grado de abnegación ha tenido que elevarse este para desprenderse de parte de su haber.
El asunto de que tratamos es asunto de conciencia. Es de temerse que hay millares de personas que jamás dan nada para fomento del culto religioso, ni para el sostenimiento de las sociedades de beneficencia. Examinemos cuáles son nuestros propios sentimientos sobre esta materia para que no seamos juzgados y condenados en el último día. Guardémonos de la mezquindad, y no dejemos de dedicar á la causa de Dios alguna parte de nuestras ganancias. Y no vayamos á pensar que al obrar así nos hemos de arruinar. Salomón ha dicho: «Hay unos que reparten y les es añadido más: hay otros que son escasos más de lo que es justo; mas vienen á pobreza.» Pro 11:24.
Finalmente, pidamos á Dios que las riquezas de los que no saben cuanto lujo hay en dar, no vayan á contribuir á su propia condenación. Centenares de empresas religiosas y de beneficencia están paralizadas por falta de fondos. Ningunos debieran dar más que los cristianos: los discípulos de un Salvador generoso debieran también ser generosos. «De gracia recibimos: de gracia debiéramos dar.» 1Ti 6:18; Mat 10:8,
Fuente: Los Evangelios Explicados
arca de las ofrendas… Lit. gazofulákion.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
B138 Frecuentemente el participio de aoristo griego se traduce mejor al español por medio de un verbo conjugado en forma personal, más la palabra y: El levantó los ojos y vio.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
O, donativos
Fuente: La Biblia de las Américas
Lit. gazofilacio.
Fuente: La Biblia Textual III Edición
La viuda, que ofreció dos pequeñas monedas. Anuncia el Señor la ruina del templo, las guerras, las persecuciones y las aflicciones que habían de sobrevenir, la desolación de Jerusalén, y la esclavitud y dispersión de los judíos. De las señales que precederán al juicio. Amonesta a sus discípulos que se guarden de la embriaguez, y que dejen los cuidados de esta vida; y les encarga la vigilancia y la oración.
4 a. MS. De su abondamiento.
b. Dios no estima el don y la limosna por la cantidad, sino por el afecto del que la ofrece.
c. MS. Mas esta dio daquello, que ha mengua: dio quanto avie.
5 d. Josefo escribe con particularidad la magnificencia y riqueza de los presentes hechos al Señor en el templo de Jerusalén, y que pertenecían a su tesoro De Bell. Judaic. lib. V, cap. XIV.
8 e. Les dice lo que les conviene saber en orden a la venida del Salvador, y también a los signos del fin del mundo, y de la ruina de Jerusalén.
f. El Cristo, el Mesías; vino ya el tiempo de la redención de Israel.
9 g. MS. El acabamiento.
11 h. El Griego: kái limói, kái loimói, es una paronomasia. Estas señales que precedieron a la ruina de Jerusalén y de su templo, se pueden ver en Josefo, de Bell. Judaic. lib. VI, cap. XXXI.
13 i. Para convencer a los hombres de su ingratitud y deslealtad; y para hacer manifiesta vuestra fe y constancia en el Evangelio, que sellaréis con vuestra sangre.
14 j. El Griego: apologethénai, defenderse.
15 k. Palabras santas, y llenas de sabiduría para responder a todo lo que os pudieren preguntar.
19 l. Esto es; sufriendo con paciencia todos los males que os hicieren, seréis señores de vosotros mismos, y venceréis todo el poder de vuestros perseguidores, asegurando por este medio una vida eterna.
20 m. El Griego: hupó stratopédon, de ejércitos (Mt 24,15; Mc 13,14).
21 n. De Jerusalén.
o. Así he trasladado, siguiendo el sentido de la Vulgata, que se explica en San Mateo (24,18), en donde dice in agro. Y las palabras griegas, en táis jórais, significan también en los campos, en la comarca.
23 p. El Griego: thelazóusais, lactantibus del verbo thelázo, lacto, as.
24 q. Todo este suceso se lee en Josefo, de Bell. Judaic. lib. VI, cap. XLVI.
r. Hasta que haya pasado el tiempo del reino de la idolatría. Este tiempo, en que profanaron a Jerusalén los gentiles, duró hasta el imperio de Constantino. Este príncipe, habiendo abrazado la religión cristiana, empezó con santa Elena su madre a purificar a Jerusalén, haciendo fabricar iglesias en lugar de los templos que los idólatras habían levantado en honor de sus falsos dioses. Euseb. Vit. Constant. lib. III, cap. XXV. Puede también explicarse de todo el tiempo de la infidelidad de los judíos, que dio lugar, como dice San Pablo (Rom 11,25), a la conversión de los gentiles, que el Hijo de Dios llama aquí el tiempo de las naciones.
25 s. MS. Y en tierra grandapretamiento de las yentes por el confondimiento del sueno del mar e de las ondas. Esto pertenece ya a la segunda venida del Señor. El Griego a la letra, bramando el mar y las olas. Véase lo que dejamos notado en Mt 24.
28 t. Todo esto, que llenará de terror a los hombres carnales, porque pusieron su esperanza en el siglo, será motivo de la mayor confianza a los escogidos, que viendo cercana la bienaventuranza que esperan, y la gloriosa venida de su Salvador, levantarán la cabeza y empezarán a respirar, como que van a ser rescatados de esta especie de esclavitud, libres ya de este cuerpo, que San Pablo llama cuerpo de muerte (Tit 2,13).
32 u. Todo esto se verificó, por lo que mira a la ruina de Jerusalén, antes que se hubiesen cumplido cincuenta años de la muerte del Salvador; y se cumplirá, por lo que mira a las señales que precederán al juicio final, antes que haya pasado la de los hombres que habitaren en la tierra.
34 v. MS. A sobreuienta.
35 w. Puesto por un cazador u ojeador de aves.
36 x. Estas palabras miran en general a todos los cristianos. Porque aunque no todos pueden ser testigos de estas señales y prodigios que sucederán al fin del mundo; será este para ellos la hora de su muerte; y la disposición en que los halle, esta será la que decida por una eternidad de su dicha o de su desgracia. ¡Cuánto nos importa que este último momento no nos sorprenda y aprisione, como un lazo o una red en que un pájaro de repente se halla preso, sin haberlo antes previsto! Por esto nos encarga el Señor que estemos alerta, que velemos y oremos sin cesar, mortificando nuestras pasiones, huyendo de los excesos en el comer y en el beber, y asegurados que si tenemos en todo tiempo los ojos levantados al Señor, él mismo sacará nuestros pies de los lazos de nuestros enemigos (Sal 24,15).
y. Estar en pie; esto es, comparecer con buen ánimo y confianza, sin temor de ser condenados, confundidos, ni aterrados de su gloriosa presencia, como los impíos (Sal 1,5; Éf 6,13).
Fuente: Notas Bíblicas
[1] Nótese cómo los creyentes estarán presentes en la Gran Tribulación, y por tanto, prestarán atención a las advertencias de Yahshua. Si fueran arrebatados, ninguna advertencia sería necesaria. El electo en ambos pactos habla sólo de Israel.
[2] 70 DC bajo el general Romano Tito, junto también con una aplicación del tiempo final.
[3] Al hacer caso a esta advertencia, los Israelitas Nazarenos no fueron muertos, o aniquilados en la revuelta Judía contra Roma. Como una consecuencia de huir de Jerusalén y no pelear junto los Judíos tradicionales contra Roma, los primeros Israelitas Nazarenos fueron físicamente removidos y sacados de la sinagoga, cumpliendo otra profecía por el Moshiach.
[4] Lo qué pasó a Israel Efrayím en el 721 AC estaba a punto de pasar a Judah en 70 DC. Ambas casas se encontrarían dispersadas en todas las naciones, para ser reunidas de nuevo en los últimos días, como ahora está ocurriendo. Este proceso llega a su culminación en el milenio por venir.
[5] No confundirse con la “plenitud de los gentiles” que habla de la semilla de Efrayím (10 tribus) llenando la tierra. El “tiempo de los gentiles” se refiere al control de los paganos sobre Jerusalén que finaliza. Ese evento, como se profetiza aquí, ya sucedió en 1967 DC cuando el estado de Israel recapturó Jerusalén de Jordania finalizando una dominación de 2000 años de Jerusalén por potencias extranjeras no Israelitas y ordenes religiosas gentiles.
[6] Estos eventos no pudieron haber pasado antes de 1967. Ahora están muy cercanos.
[7] Peshitta.
[8] La higuera (Israel Judío) y todos los árboles (las naciones) todos brotando al mismo tiempo (después de 1996 DC) cuando Israel es simultáneamente despertado en todas las naciones. La higuera (Judah) y los otros árboles (Efrayím) se despiertan y perciben una a otra, como una parte que brota del pueblo de Israel.
[9] Escape de muerte y hambre, no la Tribulación misma.
[5] Mar 13, 1.
* En el templo (Luc 20:1).
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat
Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento