Comentario de Lucas 21:10 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
—Entonces dijo—: Se levantará nación contra nación y reino contra reino.
21:10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; 11 y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. — La Biblia confirma que había hambres durante ese tiempo, Hch 11:28. La historia secular ampliamente confirma esta profecía.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Se levantará nación contra nación. 2Cr 15:5, 2Cr 15:6; Hag 2:21, Hag 2:22; Zac 14:2, Zac 14:3, Zac 14:13; Mar 13:8; Hch 2:19, Hch 2:20; Hch 11:28; Heb 12:27; Apo 6:2-12.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
21:10 Entonces les dijo: Se levantará nación contra nación, y reino contra reino; 11 y habrá grandes terremotos, y en diferentes lugares hambres y pestilencias; y habrá terror y grandes señales del cielo. – La Biblia confirma que había hambres durante ese tiempo, Hch 11:28. La historia secular ampliamente confirma esta profecía.
Fuente: Notas Reeves-Partain
2Cr 15:6; Isa 19:2.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
NOTAS
(1) O: “Será agitada; Será despertada”.
REFERENCIAS CRUZADAS
k 1244 Rev 6:4
l 1245 Mat 24:7; Mar 13:8
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Estas palabras fueron cumplidas en parte cuando Jerusalén fue conquistada por las huestes romanas, y los judíos fueron llevados cautivos. Esa fue una época de sin par desolación en la Judea y en los países limítrofes. El sol una vez brillante del régimen judaico, se puso en medio de una lucha que, en cuanto á la sangre derramada, en cuanto á las agonías y tribulaciones á que dio lugar, no ha tenido igual en los anales de la historia.
Mas las palabras do que nos ocupamos no han tenido todavía su cumplimiento más perfecto, pues ellas describen asimismo los sucesos que precederán á la segunda venida del Redentor. Los postreros días serán de guerra y no de paz. El mundo cristiano, á semejanza del judío, llegará á su fin en medio de guerras, tumultos y desolaciones; en medio del más terrible desquiciamiento de imperios y de reinos que los humanos hayan jamás presenciado.
El deber de todo cristiano verdadero es muy claro y sencillo. Cualquiera que sea la línea de conducta que otros se tracen, él ha de esforzarse en «hacer firme su vocación y elección.» En tanto que otros se ocupen de disturbios nacionales y de cuestiones de política, él ha de buscar primero el reino de Dios. De ese modo sus plantas descansarán sobre una roca inmóvil cuando los fundamentos de la tierra se desplomen y todos los reinos queden reducidos á la nada. Estará seguro como Noé cuando entró en el arca, y será guardado el día del enojo de Jehová.
Advirtamos, en seguida, la predicción que Jesucristo hizo acerca de sus discípulos. No les predijo cosas halagüeñas, ni les prometió que estarían siempre rodeados de comodidades; mas, antes bien, les anunció que serian perseguidos y aprisionados, que los llevarían ante los reyes, que los aborrecerían, que les harían traición, que los matarían, que serian aborrecidos de todos los hombres por causa de Su nombre.
Esta profecía incluye todos los siglos del Cristianismo. Empezó á cumplirse en el tiempo de los apóstoles: el libro de los Actos nos suministra ya un ejemplo de ese cumplimiento, y la historia eclesiástica de diez y ocho siglos presenta otros muchos en épocas posteriores.
Fuerza es que nos convenzamos de que el verdadero cristiano tiene que entrar al reino de Dios «por muchas tribulaciones.» Actos 14: 22. Nuestros más felices días no han llegado todavía: no es en este mundo que podremos hallar una morada permanente. Si somos fieles é incontrastables servidores de Cristo, el mundo nos aborrecerá sin duda de la misma manera que aborreció á nuestro Maestro. Ora de un modo, ora de otro, la piedad siempre será perseguida. Aunque el creyente sea de excelente conducta y de amabilidad extraordinaria, no puede estar al abrigo del odio del mundo. No nos maravillemos pues de esto, porque es insensatez; ni nos quejemos, porque vanos serán nuestros gemidos. Los hijos de Caín aborrecerán siempre á los hijos de Abel. «No os maravilléis,» dice S. Juan, » si el mundo os aborrece.» «Si fuerais del mundo,» dice nuestro Señor, » el mundo amaría lo que es suyo; mas porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso os aborrece el mundo.» 1Jo 3:13; Joh 15:18-19.
Notemos, por último, en este pasaje, la misericordiosa promesa que Cristo hace a sus discípulos. Les dice: «Mas un pelo de vuestra cabeza no perecerá.» Nuestro bendito Salvador, conociendo como conocía el corazón de sus discípulos, sabía que la profecía que había pronunciado podría desalentarlos, y por lo tanto les dirigió esas palabras de consuelo: » Un pelo de vuestra cabeza no perecerá.
Esta promesa es lata en su aplicación é incluye á los creyentes de todos los siglos. Más no es dable interpretarla en un sentido literal. No puede decirse que se refiera al cuerpo de los discípulos, pues tal aserto estaría en contradicción con el hecho bien conocido de que Santiago y otros discípulos tuvieron muerte violenta. Necesario es, pues, darle un sentido figurado. Ella nos da á entender que cualesquiera que sean los padecimientos del cristiano, lo que para él vale más no sufrirá lesión alguna. Su vida ha sido puesta por mediación de Jesucristo bajo al amparo de Dios, y el tesoro que posee en los cielos está al abrigo de todo daño. Hasta su vil cuerpo será resucitado y glorificado en el último día, á semejanza del de su Salvador. Si creemos en la religión verdadera y la practicamos, esta promesa nos servirá de sostén en toda época de necesidad. Si creemos en Cristo, nos consolará la idea de que jamás pereceremos. Tal vez perdamos mucho si le servimos, mas jamás perderemos nuestras almas. Acaso el mundo nos prive de bienes, amigos, patria, hogar, libertad, salud y vida, pues así lo ha hecho siempre desde los tiempos de Esteban hasta la época presente. La lista del glorioso ejército de mártires es bien larga. Mas hay algo de lo cual el mundo no puede privar al creyente: de las estrechas relaciones de su alma con Jesucristo. «Estoy cierto,» dice S Pablo, «que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo bajo, ni ninguna otra criatura nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro.» Rom 8:38-39.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Será levantada… → §032.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
g §032.