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Comentario de Lucas 2:36 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 2:36 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

También estaba allí la profetisa Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su matrimonio;

2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, — Había mujeres inspiradas. María, hermana de Aarón y de Moisés (Éxo 15:1-27) era profetisa. Débora era profetisa (Jue 4:4-6; Jue 4:14). Ella era juez (al igual que Jefté, Sansón, Gedeón, etc.). Instruía y juzgaba al pueblo de Israel y dio órdenes a su general Barac. Otra profetisa se llamaba Hulda. Aprendemos en 2Re 22:11-20 que el rey Josías ordenó al sumo sacerdote que consultara con ella acerca del libro de la Ley hallado en el Templo. Cinco varones fueron a consultarla y ella profetizó los juicios de Dios sobre el pueblo rebelde. También había profetisas en la iglesia. Hch 2:17; Hch 21:8-9. 1Co 11:5 habla de hermanas que profetizaban. “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado”. La profetisa hizo la misma cosa que el profeta (las palabras del v. 5 son idénticas a las del v. 4). Por eso, la mujer que profetizaba había de cubrir su cabeza como señal de la autoridad que tenía para profetizar (v. 10).

— hija de Fanuel, de la tribu de Aser, — Octavo hijo de Jacob (su madre siendo Zilpa, la criada de Lea (Gén 30:13). Algunos hablan de “las tribus perdidas de la casa de Israel”. Una de aquellas tribus hubiera sido la de Aser, pero no estaba perdida, pues aquí está una persona muy importante de esa tribu. El concepto de las supuestas “tribus perdidas” se basa en la apostasía de las diez tribus que fueron llevadas por Jeroboam hacia la idolatría cuando se dividió el reino. Sin embargo, 2Cr 11:13-16 dice que los fieles de aquellas tribus volvieron a Jerusalén para seguir adorando al Dios verdadero. Ana es un buen ejemplo de aquellos fieles que se apartaron de las diez tribus que apostataron. La profecía de Eze 48:2 se refiere a la heredad de Aser en el nuevo templo (espiritual) del “Israel de Dios” (Gál 6:16). Véase Hch 26:7.

Lo que hicieron los fieles de aquellas diez tribus es precisamente lo que hacen hermanos fieles hoy en día. Al ver que la iglesia de la cual son miembros se aparta de la verdad, la abandonan para unirse a hermanos fieles. Como en los días de Jeroboam, así también ahora hay quienes se apartan de la ley de Dios enseñando que las iglesias pueden centralizar sus fondos en una “iglesia patrocinadora” o en alguna institución (escuela bíblica, asilo para niños, clínica, etc.). Otros se apartan de la verdad enseñando que cuando Jesucristo vino al mundo dejó sus atributos divinos (o dejó el uso de ellos) y que en toda palabra y actividad actuaba como un mero hombre (como los apóstoles). También muchos se han apartado de la verdad enseñando varios errores sobre el matrimonio y nuevas nupcias (p. ej., que todos los divorciados se pueden volver a casar; que el fornicario repudiado se puede volver a casar; que los del mundo no están sujetos a las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio y divorcio, etc.). Y para colmo de males, algunos que profesan ser hermanos fieles y conservadores apoyan la “evolución”, enseñando que los seis días de la creación no eran días consecutivos y literales de 24 horas, sino largos períodos de tiempo (que un “día” podría haber sido de millones de años).

— de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; (37 y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años, LBLA; y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, Versión Moderna) — ¿De qué edad era? ¿84 años o 105 años? Si había sido viuda por 84 años más los 7 años de estar casada más los por lo menos 14 años antes de casarse, tenía unos 105 años (de veras “de edad muy avanzada”), pero la traducción de La Biblia de las Américas y la Versión Moderna parece indicar que tenía 84 años de edad. El Interlineal de Francisco Lacueva dice que “era viuda hasta años ochenta y cuatro”. Una cosa es cierta, si tenía 84 o si tenía 105 era muy activa en el servicio de Dios.

— y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. — Es posible que hubiera tenido lugar de habitación en el templo pero esto no se puede confirmar. Probablemente el lenguaje enfatiza que ella era muy fiel, que estaba presente en cada servicio, tanto de noche como de día. Nunca faltaba. Es como diríamos “estaba allí todo el tiempo”, o “cada vez que se abrieron las puertas”. Las hermanas más avanzadas en años pueden servir a Dios haciendo súplicas por todos los santos y por la obra del Señor. Col 4:12-13; Efe 6:18-19.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Ana, profetisa. Éxo 15:20; Jue 4:4; 2Re 22:14; Hch 2:18; Hch 21:9; 1Co 12:1.

de la tribu de Aser. Gén 30:13; Apo 7:6.

de edad muy avanzada. Job 5:26; Sal 92:14.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los ochenta y cuatro años corresponden a los años de Ana que ha permanecido viuda. El testimonio de esta mujer piadosa se complementa con el de Simeón. Tanto este hombre como esta mujer se dieron cuenta tempranamente de la obra de Dios en la vida de Jesús. La labor de Ana como profetisa en el Templo sugiere que ella hablaba a todos los que la escuchaban, tal como lo hizo María (Éxo 15:20), Débora (Jue 4:4) y Hulda (2Re 22:14). Las hijas de Felipe son otro ejemplo de profetisas en el NT. (Hch 21:9.)

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

ANA… SIRVIENDO… CON AYUNOS Y ORACIONES. Ana era una profetisa que esperaba con anhelo la venida de Cristo. Permaneció viuda por muchos años, sin volver a casarse nunca, dedicándose sólo al Señor «de noche y de día con ayunos y oraciones». La Biblia enseña que el estado de la persona no casada puede ser de mayor bendición que el de los casados. Pablo afirma que los solteros tienen una mayor oportunidad de ocuparse en las cosas del Señor, de agradarle y dedicarle una devoción Imperturbable (véase 1Co 7:32-35).

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

profetisa. Se refiere a una mujer que proclamaba la Palabra de Dios. Era maestra del AT y no una fuente de revelación nueva. El AT solo identifica a tres mujeres que profetizaron: María la hermana de Moisés (Éxo 15:20), Débora (Jue 4:4) y Hulda (2Re 22:14; 2Cr 34:22). Otra «profetisa» fue Noadías, a quien Nehemías contó entre sus enemigos los falsos profetas. Isa 8:3 se refiere a la esposa del profeta como una «profetisa», pero no hay evidencia de que la esposa de Isaías haya profetizado. Quizás se le llama así porque el hijo que dio a luz recibió un nombre profético (Isa 8:3-4). Este uso del título para la esposa de Isaías también muestra que no se trata siempre de un ministerio profético de revelación constante. La tradición rabínica también consideraba a Sara, Ana, Abigail y a Ester como profetisas, al parecer para formar un grupo de siete en total junto a María, Débora y Hulda. En el NT, las hijas de Felipe el evangelista también profetizaban (vea la nota sobre Hch 21:9).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

2:36 Estaba también allí Ana, profetisa, — Había mujeres inspiradas. María, hermana de Aarón y de Moisés (Éxo 15:1-27) era profetisa. Débora era profetisa (Jue 4:4-6; Jue 4:14). Ella era juez (al igual que Jefté, Sansón, Gedeón, etc.). Instruía y juzgaba al pueblo de Israel y dio órdenes a su general Barac. Otra profetisa se llamaba Hulda. Aprendemos en 2Re 22:11-20 que el rey Josías ordenó al sumo sacerdote que consultara con ella acerca del libro de la Ley hallado en el Templo. Cinco varones fueron a consultarla y ella profetizó los juicios de Dios sobre el pueblo rebelde. También había profetisas en la iglesia. Hch 2:17; Hch 21:8-9. 1Co 11:5 habla de hermanas que profetizaban. “Pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta, afrenta su cabeza; porque lo mismo es que si se hubiese rapado”. La profetisa hizo la misma cosa que el profeta (las palabras del v. 5 son idénticas a las del v. 4). Por eso, la mujer que profetizaba había de cubrir su cabeza como señal de la autoridad que tenía para profetizar (v. 10).
— hija de Fanuel, de la tribu de Aser, — Octavo hijo de Jacob (su madre siendo Zilpa, la criada de Lea (Gén 30:13). Algunos hablan de “las tribus perdidas de la casa de Israel”. Una de aquellas tribus hubiera sido la de Aser, pero no estaba perdida, pues aquí está una persona muy importante de esa tribu. El concepto de las supuestas “tribus perdidas” se basa en la apostasía de las diez tribus que fueron llevadas por Jeroboam hacia la idolatría cuando se dividió el reino. Sin embargo, 2Cr 11:13-16 dice que los fieles de aquellas tribus volvieron a Jerusalén para seguir adorando al Dios verdadero. Ana es un buen ejemplo de aquellos fieles que se apartaron de las diez tribus que apostataron. La profecía de Eze 48:2 se refiere a la heredad de Aser en el nuevo templo (espiritual) del “Israel de Dios” (Gál 6:16). Véase Hch 26:7.
Lo que hicieron los fieles de aquellas diez tribus es precisamente lo que hacen hermanos fieles hoy en día. Al ver que la iglesia de la cual son miembros se aparta de la verdad, la abandonan para unirse a hermanos fieles. Como en los días de Jeroboam, así también ahora hay quienes se apartan de la ley de Dios enseñando que las iglesias pueden centralizar sus fondos en una “iglesia patrocinadora” o en alguna institución (escuela bíblica, asilo para niños, clínica, etc.). Otros se apartan de la verdad enseñando que cuando Jesucristo vino al mundo dejó sus atributos divinos (o dejó el uso de ellos) y que en toda palabra y actividad actuaba como un mero hombre (como los apóstoles). También muchos se han apartado de la verdad enseñando varios errores sobre el matrimonio y nuevas nupcias (p. ej., que todos los divorciados se pueden volver a casar; que el fornicario repudiado se puede volver a casar; que los del mundo no están sujetos a las enseñanzas de Jesús sobre el matrimonio y divorcio, etc.). Y para colmo de males, algunos que profesan ser hermanos fieles y conservadores apoyan la “evolución”, enseñando que los seis días de la creación no eran días consecutivos y literales de 24 horas, sino largos períodos de tiempo (que un “día” podría haber sido de millones de años).
— de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad, 37 y era viuda hacía ochenta y cuatro años; (37 y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años, LBLA; y era viuda de hasta ochenta y cuatro años, Versión Moderna) — ¿De qué edad era? ¿84 años o 105 años? Si había sido viuda por 84 años más los 7 años de estar casada más los por lo menos 14 años antes de casarse, tenía unos 105 años (de veras “de edad muy avanzada”), pero la traducción de La Biblia de las Américas y la Versión Moderna parece indicar que tenía 84 años de edad. El Interlineal de Francisco Lacueva dice que “era viuda hasta años ochenta y cuatro”. Una cosa es cierta, si tenía 84 o si tenía 105 era muy activa en el servicio de Dios.
— y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones. – Es posible que hubiera tenido lugar de habitación en el templo pero esto no se puede confirmar. Probablemente el lenguaje enfatiza que ella era muy fiel, que estaba presente en cada servicio, tanto de noche como de día. Nunca faltaba. Es como diríamos “estaba allí todo el tiempo”, o “cada vez que se abrieron las puertas”. Las hermanas más avanzadas en años pueden servir a Dios haciendo súplicas por todos los santos y por la obra del Señor. Col 4:12-13; Efe 6:18-19.

Fuente: Notas Reeves-Partain

UNA PRECIOSA ANCIANIDAD

Lucas 2:36-40

También estaba allí una profetisa que se llamaba Ana hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era de edad muy avanzada, porque no había estado casada más que siete años y había vivido viuda hasta los ochenta y cuatro. Nunca se alejaba del templo, y adoraba a Dios continuamente con oraciones y ayunos de día y de noche.
Entonces se acercó a ellos y se puso a dar gracias a Dios y a hablar de Jesús a todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
Cuando cumplieron todo lo que manda la ley del Señor, se volvieron a su pueblo de Nazaret de Galilea.
Allí fue creciendo Jesús y poniéndose fuerte y llenándose de sabiduría, y la gracia de Dios era con Él.

Ana también era una de los «reposados de la tierra.» De ella no sabemos nada más que lo que nos dicen estos versículos; pero Lucas nos traza en ellos un verdadero boceto de su carácter.

(i) Ana era viuda. Sabía lo que era el sufrimiento, pero no estaba amargada. El sufrimiento puede producir en nosotros una de dos cosas: o nos hace duros, amargados, resentidos y rebeldes a Dios, o nos hace más amables, tiernos y compasivos; puede hacernos perder la fe, o arraigarla aún más en nuestro corazón. Todo depende de lo que pensemos de Dios: si le consideramos un tirano, seremos unos resentidos; si le tenemos como nuestro Padre, estaremos seguros de que nunca hace que sus hijos derramen lágrimas innecesarias.

(ii) Tenía ochenta y cuatro años. Era anciana, pero no había perdido la esperanza. La edad puede despojarnos del encanto y del vigor de nuestro cuerpo; y aun puede producir un efecto peor: los años pueden llevarse la vida del corazón hasta el punto de que se nos mueren las esperanzas que hemos abrigado antes, y nos contentamos y resignamos con las cosas tal y como son. También en esto todo depende de lo que pensamos de Dios: si creemos que es distante y desinteresado, podremos caer en la desesperación; pero si creemos que está interesado y conectado con la vida, y que no retira la mano del timón, estaremos seguros de que lo mejor está todavía por venir, y los años no nos harán nunca perder la esperanza.

¿Cómo es que Ana era así?

(i) Nunca dejaba de adorar a Dios. Pasaba la vista en la casa de Dios y con el pueblo de Dios. Dios nos ha dado su iglesia para que sea nuestra madre en la fe. Nos privamos de un tesoro incalculable cuando descuidamos el ser parte de un pueblo que da culto a Dios.

(ii) Nunca dejaba de orar. El culto de la iglesia es algo grande; pero no lo es menos el culto privado y personal. Como ha dicho alguien, » los que oran mejor con los demás son los que antes oran a solas.» Los años habían dejado a Ana sin amargura y con una esperanza inquebrantable, porque día tras día se mantenía en contacto con el Que es la fuente de toda fuerza, y en cuya fuerza se perfecciona nuestra debilidad.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Jdt 8:4-5.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

profetisa. Las profetisas realizaron sus funciones tanto en el pueblo de Israel (cp. Ex 15:20; 2 R 22:14) como en la iglesia primitiva (Hch 21:9; 1 Co 11:5).

Fanuel…Aser. Los judíos eran muy cuidadosos al establecer sus genealogías. El propósito aquí es enfatizar que ella era de linaje judío reconocido.

Fuente: La Biblia de las Américas

36 super (1) Lit, avanzada en muchos días.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Los versículos que acabamos de leer nos introducen á una sierva de Dios, cuyo nombre no se menciona en ninguna otra parte del Nuevo Testamento. La historia de Ana, lo mismo que la de Simeón, ha sido referida solamente por S. Lucas. La sabiduría de Dios ordenó que una mujer, así como también un hombre, diera testimonio de que el Mesías había nacido. Por boca de dos testigos se hizo constar que la profecía de Malaquías se había cumplido, y que el mensajero de la alianza había venido repentinamente al templo. Malaq. 3:1.
Observemos, en estos versículos, cual era el carácter de la mujer piadosa antes de la predicación del Evangelio de Cristo. Los hechos referidos con relación á Ana son pocos y sencillos; más contienen verdades muy instructivas.
Ana era mujer de carácter intachable. Después de haber estado casada solamente siete años, había pasado ochenta y cuatro como viuda. El desamparo, las pruebas y las tentaciones de tal estado fueron probablemente muy grandes; más Ana con ayuda de la gracia divina lo venció todo, y correspondiendo á la descripción que hace S. Pablo, «fue de verdad viuda.» 1 Tim. 5.3.
Ana amaba la casa de Dios. «No se separaba del templo.» Lo consideraba como el lugar en donde Dios moraba de una manera particular, y hacia el cual á todo Judío piadoso en países extranjeros, le era grato, como á Daniel, dirigir sus plegarias. «Más cerca de Dios, más cerca de Dios,» era el deseo de su corazón, y sentía que nunca estaba tan cerca como dentro de los muros que contenían el arca, el altar, y el santo de los santos. Ella podía entrar repitiendo las palabras de David: «Codicia y aun ardientemente desea mi alma los atrios de Jehová.» Salmo 84.2.
Ana era mujer de grande abnegación. «Servia á Dios en ayunos y oraciones de noche y de día.» Crucificaba continuamente la carne, y la mantenía en sujeción por medio de una abstinencia voluntaria.
Estando bien persuadida de que tal práctica era útil á su alma, no se ahorraba incomodidades á fin de continuarla.
Ana oraba mucho. «Servia á Dios en oraciones de noche y de día.» Estaba continuamente hablando con él, como con su mejor amigo, sobre las cosas que concernían á su paz espiritual. Jamás se cansaba de suplicarle en favor de otros, y principalmente, para que se cumpliesen sus promesas respecto del Mesías.
Ana tenía relaciones con otras personas piadosas. Así tan luego como hubo visto á Jesús «habló sobre él» á otros que ella conocía en Jerusalén, y con quienes, sin duda, tenía amistad. Existía un vínculo de unión entre ella y todos los que abrigaban la misma esperanza: eran siervos de un mismo Señor, y viajeros a la misma tierra de promisión.
Y Ana recibió, antes de que dejara este mundo, una rica recompensa por su consagración en el servicio de Dios. Se le concedió ver a Aquel que había sido prometido desde remotos tiempos, y por cuya venida había orado tan constantemente. Su fe, al fin, se cambió en visión real y su esperanza en realidad. El gozo de esta mujer santa debió de haber sido, en verdad, «inefable y lleno de gloria.» 1Pe 1:8.
Convendría á todas las Cristianas estudiar detenidamente el carácter de Ana para así adquirir sabiduría. Todo, sin duda, ha cambiado mucho: los deberes sociales de la mujer Cristiana de hoy son muy diferentes de los de una Judía creyente de Jerusalén en aquel entonces; y no todas han sido colocadas por Dios en la condición de viudas; pero aún, después de conceder todo esto, queda mucho en la historia de Ana digno de imitarse. Cuando leemos la relación de su firmeza, santidad, abnegación y de sus ruegos continuos, no podemos menos de desear que muchas hijas de la iglesia Cristiana procurasen ser como ella.
Observemos, en segundo lugar, en estos versículos, la descripción que, hace de los justos de Jerusalén en la época en que Jesús nació. Eran gentes «que esperaban la redención..
Siempre hallaremos que la fe es el distintivo universal de los escogidos de Dios. Estos hombres y estas mujeres de quienes se hace mención en estos versículos residiendo como residían en una ciudad malvada, vivían por la fe, y no se dejaron arrastrar por el torrente de vanidad mundana, de hipocresía y presunción que los rodeaba. Ni tomaban parte en la expectativa de un Mesías puramente terrenal, á la cual se habían abandonado la mayor parte de los Judíos; más vivían en la fe de los patriarcas y profetas: creían que el Redentor venidero introduciría en el mundo santidad y justicia, y que su principal victoria sería sobre el pecado y el diablo; y aguardaban con paciencia á ese Redentor, y deseaban ardientemente esa victoria.
Esta buena gente nos enseña una lección. Si ellos, con tan pocos auxilios y con tantas causas de desaliento, vivieron con tanta fe, cuánto más debemos nosotros vivir de la misma manera, siendo así que tenemos una Biblia y un Evangelio completos. Procuremos, como ellos, vivir con fe y fijar los ojos en el porvenir. La segunda venida de Cristo está aún por verificarse. La completa «redención» del pecado, de Satanás y de la maldición, aún está por realizarse.
Manifestemos claramente por medio de nuestra vida y de nuestra conducta que esperamos y anhelamos la segunda venida. Estemos ciertos que el tipo más glorioso del Cristianismo aun hoy día, consiste en «esperar la redención» y amar la venida del Señor. Rom 8:23; 2Ti 4:8.
Observemos, por último, en estos versículos cuan evidente es la prueba que tenemos de que el Señor fue real y verdaderamente hombre, lo mismo que Dios.
Leemos, que cuando María y José volvieron á su ciudad de Nazaret, «el niño crecía y se hacia fuerte en espíritu..
La naturaleza de Jesús encierra, sin duda, profundos misterios. Cómo la misma Persona pudo ser á un tiempo perfecto Dios y perfecto hombre, es cosa necesariamente superior á nuestra comprensión. De qué manera y en qué grado se revelase en Sus primeros años esa inteligencia divina que indudablemente poseía, no lo podemos explicar. Es para nosotros asunto muy elevado. No nos es dado comprenderlo. Una cosa, á lo menos, es perfectamente clara, y haremos bien en asirnos firmemente de ella: nuestro Señor participó de cuanto es propio de la naturaleza humaba, exceptuando solamente el pecado. Como hombre nació niño; como hombre creció de la infancia á la adolescencia; y como hombre cada año adquiría mayor fuerza corporal é intelectual, desde la infancia hasta la edad viril. De todas las condiciones inocentes del hombre, como primera debilidad, su crecimiento, su no interrumpido hacia la edad madura, él participo en el sentido más alto. Es menester que nos satisfagamos con este conocimiento. Indagar más es inútil, y saber esto bien es de mucha importancia. La falta de convicciones firmes sobre este punto ha llevado a muchos á extravagantes herejías.
Una lección práctica y consoladora nos presenta desde luego esta verdad, que nunca debe pasarse por alto. Nuestro Señor puede compadecerse del hombre en cualquier periodo de su existencia desde la cuna hasta la sepultura, puesto que conoce por experiencia la índole y las inclinaciones del párvulo, del niño y del joven Ha pasado por la misma edad; ha ocupado su lugar; y conoce sus corazones. No olvidemos esto, cuando hablemos con los jóvenes acerca de la salvación de sus almas. Digámosles sin vacilar que hay un Ser en el cielo á la mano derecha del Padre que puede ser Amigo de ellos. Aquel que murió en la cruz fue una vez niño, y siente tanto interés por los niños, como por la gente de mayor edad.

Fuente: Los Evangelios Explicados

Lit., avanzada en muchos días

Lit., de su virginidad

Fuente: La Biblia de las Américas