Biblia

Comentario de Lucas 3:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 3:7 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Juan, pues, decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: —¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?

3:7 Y decía (tiempo imperfecto, seguía diciéndolo) a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! — Mat 3:7-10; Mat 12:34; Mat 23:33; muchos de los líderes de los judíos, los que eran enemigos de Juan, Jesús y los apóstoles estaban llenos de engaño, malicia y “veneno”. La serpiente es emblema del diablo (Gén 3:1; Apo 12:9; Apo 20:2), y Jesús dijo que los líderes rebeldes eran hijos del diablo (Jua 8:44). Dice Luc 1:80, Juan “estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” y seguramente conocía muy bien todas las víboras del desierto. Recuérdese la experiencia de Pablo. Hch 28:3. La figura de víboras es una ilustración muy apropiada. El pecado es puro veneno y es muy contagioso. Los envenenados se dedican a envenenar a otros. Tit 3:3. Satanás es llamado una serpiente (Apo 12:9; Apo 20:2).

— ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? — Juan predicaba la manera de escapar de la ira de Dios, pero los que quisieran aceptar esta salvación tenían que ser sinceros. No deberían pensar que el bautismo que Juan practicaba era un mero rito externo que no afectaría su forma de vida.

Para “huir de la ira venidera” tenemos que huir del pecado. 1Co 6:18; 1Co 10:14; 2Ti 2:22.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

¡Oh generación de víboras! Gén 3:15; Sal 58:4, Sal 58:5; Isa 59:5; Mat 3:7-10; Mat 23:33; Jua 8:44; Hch 13:10; 1Jn 3:8.

a huir de la ira que vendrá. 1Ts 1:10; Heb 6:18.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Cuando las multitudes se aglomeraron para oír a Juan el Bautista, muchos fueron motivados por los movimientos externos del bautismo, pero sus acciones no representaban verdaderamente una actitud del corazón. Estas personas no estaban interesadas en la clase de Rey o Reino de los que les hablaba Juan.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

la ira venidera. Una referencia posible a la destrucción de Jerusalén en un futuro no muy lejano, aunque es indudable que también contempla algo más grande que cualquier calamidad terrenal, como lo es el desbordamiento escatológico de la ira divina en el día del Señor, y en especial el juicio final en el que la ira divina será el fruto justo y merecido de todos los que no se arrepienten (cp. Rom 1:18; 1Ts 1:10; Heb 10:27). Vea la nota sobre Mat 3:7.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

3:7 Y decía (tiempo imperfecto, seguía diciéndolo) a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! — Mat 3:7-10; Mat 12:34; Mat 23:33; muchos de los líderes de los judíos, los que eran enemigos de Juan, Jesús y los apóstoles estaban llenos de engaño, malicia y “veneno”. La serpiente es emblema del diablo (Gén 3:1; Apo 12:9; Apo 20:2), y Jesús dijo que los líderes rebeldes eran hijos del diablo (Jua 8:44). Dice Luc 1:80, Juan “estuvo en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel” y seguramente conocía muy bien todas las víboras del desierto. Recuérdese la experiencia de Pablo. Hch 28:3. La figura de víboras es una ilustración muy apropiada. El pecado es puro veneno y es muy contagioso. Los envenenados se dedican a envenenar a otros. Tit 3:3. Satanás es llamado una serpiente (Apo 12:9; Apo 20:2).
— ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? – Juan predicaba la manera de escapar de la ira de Dios, pero los que quisieran aceptar esta salvación tenían que ser sinceros. No deberían pensar que el bautismo que Juan practicaba era un mero rito externo que no afectaría su forma de vida.
Para “huir de la ira venidera” tenemos que huir del pecado. 1Co 6:18; 1Co 10:14; 2Ti 2:22.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA LLAMADA DE JUAN AL ARREPENTIMIENTO

Lucas 3:7-17

Este era el mensaje que daba Juan a las multitudes que venían a que las bautizara:
-¡Raza de víboras! ¿Quién os ha dado la alarma para que huyáis de la ira que se os echa encima? Demostrad con vuestra conducta que vuestro ‘»arrepentimiento es sincero, y no os hagáis ilusiones diciendo para vuestros adentros: «¡Somos hijos de Abraham!» Porque os digo que Dios puede sacar hijos de Abraham hasta de las piedras. ¡Ya está el hacha lista a la raíz de los árboles! EL árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.

La gente no hacía más que preguntarle:
-Entonces, ¿qué es lo que tenemos que hacer?

-El que tenga dos camisas -contestaba Juan-, que le dé una al que no tiene ninguna; y el que tenga comida, que haga lo mismo.

También venían publicanos a bautizarse, y le decían:
Maestro, ¿qué tenemos que hacer nosotros?
No le hagáis pagar a nadie más de lo que sea justo.

-Y nosotros, ¿qué tenemos que hacer? -le preguntaron también unos soldados; y les contestó:
-No seáis violentos con la gente, ni chantajeéis a nadie, y conformaos con vuestra paga.

Como la gente estaba expectante, y algunos se preguntaban para sus adentros si podría ser que Juan fuera
el Mesías, él reaccionó y les dijo a todos:
-Yo no os bautizo nada más que con agua; pero está al llegar Uno que es tanto más poderoso que yo, que yo no valgo ni para descalzarle: Ése es el que os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Ya tiene el bieldo en la mano y se dispone a beldar la era para recoger el trigo en el granero y echar la paja en un fuego que no se apaga.
Aquí tenemos el mensaje de Juan al pueblo. En ningún lugar queda más evidente la diferencia que hay entre Juan el Bautista y Jesús; porque el mensaje de Juan no era evangelio, es decir, buena noticia, sino una noticia aterradora.
Juan había vivido en el desierto. La superficie del desierto estaba cubierta de ramas y matojos secos como la yesca. A veces una chispa prendía, y se armaba un incendio en el desierto, y salían las víboras de sus grietas, escabulléndose de la quema. Con ellas comparaba Juan a los que venían a bautizarse.
Los judíos no tenían la menor duda de que en la economía de Dios había una cláusula referente a una nación privilegiada. Mantenían que Dios juzgaría a las demás naciones con una medida, y a los judíos con otra. De hecho, creían que un judío estaba a salvo del juicio simplemente por serlo. Los hijos de Abraham estaban exentos del juicio. Juan les decía que no hay tal cosa como privilegios raciales; que la vida, no el linaje, era lo que Dios consideraba en el juicio.
Hay tres cosas que sobresalen en el mensaje de Juan.
(i) Empezaba demandando a los hombres que compartieran lo que tenían con los que no tenían. Era un evangelio social, que anunciaba que Dios no absolverá nunca al que está contento de tener de más cuando otros tienen de menos.
(ii) Mandaba a los hombres, no que dejaran su trabajo, sino que cumplieran con su trabajo como era debido: que el publicano fuera un buen publicano, y el soldado un buen soldado. Lo que Dios manda es que le sirvamos allí donde Él nos ha colocado.

Hay un espiritual negro que dice:

Hay un Rey y Gran General,
que está a punto de llegar,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
Ya se oyen sus legiones a la carga en los campos del cielo, y me hallará sachando algodón cuando venga.
Hay un Hombre al que echaron a la cuneta,
y le torturaron hasta matarle,
y me hallará sachando algodón cuando venga.

Fue odiado y rechazado,
burlado y crucificado,
y me hallará sachando algodón cuando venga.
¡Cuando venga, cuando venga!
Le coronarán los santos y los ángeles cuando venga,
y le gritarán ¡Hosana! al Hombre que negaron los hombres, y yo me arrodillaré entre mi algodón cuando venga.

Juan estaba convencido de que donde todos podemos servir mejor a Dios es en nuestro trabajo diario.

(iii) Juan estaba bien seguro de que él no era más que el precursor. El Rey estaba todavía por venir, y con Él vendría el juicio. El bieldo era entonces una gran pala plana con la que se echaba hacia arriba lo trillado; el grano, más pesado, caía al suelo, y la brisa aventaba la paja. Así como se separa el trigo de la paja, el Rey separaría a los buenos de los malos.
Así describía Juan el juicio, un juicio que el hombre podía pasar con confianza si había cumplido sus deberes con los demás y había hecho bien su trabajo cotidiano.
Juan era un predicador supremamente efectivo. Una vez le dieron a Chalmers la enhorabuena por un sermón, pero él contestó: «Sí, ¿pero para qué sirvió?»
Está claro que Juan predicaba la acción y la producía. No se metía en disquisiciones teológicas, sino predicaba la vida.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

REFERENCIAS CRUZADAS

i 181 Isa 59:5

j 182 Mat 3:7; Mat 23:33

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

�?Camada de víboras! Más tarde Jesús usaría la figura usada aquí por Juan el Bautista (Mt 12:34).

huir de la ira. Juan advierte a los que han venido a él que sólo lo hacían para escapar de la ira de Dios, pero que en realidad no estaban verdaderamente arrepentidos (vers. 8).

Fuente: La Biblia de las Américas

7 (1) La cría de víboras son los hijos del diablo ( 1Jn_3:10). El diablo es la serpiente antigua ( Rev_12:9); así que sus hijos vienen a ser serpientes, y tienen la misma vida y naturaleza que él.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Estos versículos nos presentan un episodio de la carrera de Juan el Bautista. Es una parte de la Escritura que debe tener siempre interés particular para el cristiano. De los afectos inmensos que Juan produjo entre los judíos, aunque solo por corto tiempo, hay pruebas evidentes en los Evangelios. La aserción notable que en favor de Juan hizo nuestro Señor, de ser «el mayor profeta nacido de mujer,» es bien conocida de todos los lectores de la Biblia ¿Cuál pues era el carácter de la misión de Juan? Esta es la pregunta á que responde prácticamente el capítulo que tenemos á la vista.
Debemos notar en primer lugar la santa osadía con que Juan la palabra á las gentes que vinieron á recibir el bautismo. Les habla como » á una generación de víboras.» El nota la falsedad y la hipocresía de las protestas que hace el gentío que lo rodea, y emplea un lenguaje descriptivo de su conducta. La popularidad trastorna la cabeza. No se le da cuidado de que algunos se ofendan al oír sus palabras. La enfermedad espiritual de los que lo rodean era larga y difícil de curar, y el sabia que tales enfermedades exigen remedios fuertes.
Bueno seria que la iglesia de Cristo tuviese en nuestros días más ministros francos en el hablar como Juan el Bautista. La repugnancia natural á usar un lenguaje fuerte; el temor excesivo de causar ofensa; la oposición constante á hablar sin rodeos ni ambages, son desgraciadamente demasiado comunes en el pulpito moderno, debe usarse lenguaje áspero ó satírico, pero no es bueno á los no convertidos, absteniéndose de mencionar sus vicios o aplicando epítetos suaves á pecados detestables. Hay dos textos que los predicadores Cristianos olvidan con mucha frecuencia. Uno dice: «¡Ay de vosotros! cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros.» El otro es: » Si aún agradara á los hombres no seria siervo de Cristo.» Luk 6:26 ; Gal 1:10.
Debemos notar, en segundo lugar, cuan francamente habla Juan sobre el infierno y el peligro. Habla del «hacha» de los juicios de Dios, y de los árboles infructíferos que serán arrojados «al fuego..
Todo lo que diga relación al infierno repugna siempre á la naturaleza humana. El ministro que presente ese tema tiene que pasar por violento, duro de corazón y de pocos alcances. Los gustas de oír » halagos,» y de que se les hable de paz, y no de peligro. Isai. 30:10. Más el tema es tan importante que no debemos dejar de mencionarlo, si deseamos trabajar en bien de las almas Nuestro Señor Jesucristo lo trató con frecuencia en Sus enseñanzas públicas. Este compasivo Salvador, que hablaba tan benignamente del camino que conduce al cielo, empleó también lenguaje muy claro respecto al camino del infierno.
Guardémonos de querer saber más de lo que está escrito, y de ser más benignos que la misma Escritura. Grabemos profundamente en nuestros corazones el lenguaje de Juan el Bautista. No nos avergoncemos nunca de manifestar abiertamente nuestra firme creencia de que hay una «ira que vendrá» para el impenitente, y que así como es posible que el hombre se salve, es también posible que se pierda. Guardar silencio en esta materia es cometer traición contra las almas de los hombres; puesto que así se les da á estos márgenes para que continúen en la maldad y para que den cabida en su mente al antiguo engaño del diablo: «No pereceréis.» Es, en verdad, nuestro mejor amigo el ministro del Evangelio que ingenuamente nos habla del peligro, y nos aconseja, á semejanza de Juan el Bautista, que «huyamos de la ira que vendrá.» El hombre nunca huye mientras no ve que hay causa real de temor. Una religión en que no se haga mención del infierno, no es la religión de Juan el Bautista, ni la de nuestro Señor Jesús y sus apóstoles.
Debemos notar, en tercer lugar, como Juan hace ver la inutilidad del arrepentimiento que no está acompañado de buenos frutos. El decía á las gentes que venían á ser bautizadas: » Haced, pues frutos dignos de arrepentimiento;»y: «Todo árbol que no produce buen fruto es talado..
Esta es una verdad que debe ocupar siempre un lugar prominente en nuestras creencias. Nunca puede repetirse demasiado, que en materias religiosas las pláticas y las protestas son de ningún valor si no van acompañadas de las buenas acciones. Es en vano decir con nuestros labios que nos arrepentimos, si al mismo tiempo no mostramos el arrepentimiento en nuestra manera de vivir. Decir que sentimos pesar de nuestros pecados es mera hipocresía, á menos que en realidad demos pruebas del pesar, abandonándolos. Los hechos son el índice verdadero del arrepentimiento. No nos digáis meramente lo que alguno dice en materia de religión. Decidnos más bien lo que hace. «La palabra de los labios,» dice Salomón, «solamente empobrece.» Pro 14:23.
Hemos de notar, en cuarto lugar, cómo ataca Juan la idea común de que el parentesco con personas religiosas puede salvar nuestras almas. «No empecéis á decir,»dice á los Judíos, «tenemos por padre á Abraham; porque os digo que puede Dios aun de estas piedras levantar hijos á Abraham.» La tenacidad con que el hombre se ha aferrado de esta idea, en todas partes del mundo, es una prueba de nuestro estado caído y corrompido. Se han hallado millares, en todas las épocas que ha atravesado la iglesia, que han creído que sus relaciones con personas religiosas los hace aceptables a los ojos de Dios. Millares han vivido y muerto en el error de que por estar ligados á gentes santas por los vínculos del parentesco, ó aun por ser miembros de la misma iglesia, podían confiar en ser salvos.
Tengamos como principio inconcuso, que la religión que salva es asunto de cada individuo: asunto entre el alma y Cristo. De nada nos servirá en el último día haber pertenecido á la iglesia de Calvino, Cranmer, Knox, Owen, Wesley, ó Whitefield. ¿Tuvimos la fe de estos hombres justos? ¿Creemos nosotros como ellos creyeron, y nos esforzamos por vivir como ellos vivieron, y en seguir á Cristo como ellos Lo siguieron? Estos son los únicos de que dependerá nuestra salvación. A ninguno salvará haber tenido en las venas sangre de Abraham, si no poseyó la fe de Abraham, y no hizo las obras de Abraham.
Debemos notar, finalmente, en este pasaje, la prueba á qué sometió Juan la sinceridad de la conciencia de las diferentes clases de gentes dieron á su bautismo.
Ordenó á cada uno que hizo protesta arrepentimiento que comenzase por deshacerse de sus pecados dominantes. Los egoístas debían mostrarse mutuamente caritativos. Los publícanos no debían «demandar más de lo debido». Los soldados no debían «maltratar á nadie,» y tenían que contentarse con sus salarios. No quiso dar á entender que, procediendo de este modo expiarían sus pecados, y harían paz con Dios, sino que así sabrían si su arrepentimiento era sincero.
Concluyamos la consideración de este pasaje con la convicción profunda de que este es el mejor modo de proceder con las almas, y especialmente con las almas de los que están comenzando á hacerse de fe; y sobre todo, aprendamos cuál es el medio seguro de probar nuestros propios corazones. Es menester no contentarnos con vociferar contra pecados á que por naturaleza no estamos inclinados, en tanto que permanecemos indiferentes respecto de pecados de otra clase. Descubramos en qué consiste nuestra corrupción; hallemos cuales son nuestros pecados dominantes y dirijamos contra ellos nuestros mayores esfuerzos. Hagámosles guerra sin tregua. Que el rico abandone los pecados del rico, y el pobre los pecados del pobre. Que renuncie el joven los pecados de la juventud, y el anciano los pecados de la ancianidad. Este es el primer paso para probar que obramos con sinceridad, cuando principiamos á pensar seriamente acerca de nuestras almas. ¿No engañamos? ¿Somos sinceros? En tal caso empecemos por examinar nuestros corazones.

Fuente: Los Evangelios Explicados

víboras…Mat 12:34; Mat 23:33.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

g Mat 12:34; Mat 23:33.

Fuente: La Biblia Textual III Edición