Comentario de Lucas 5:12 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Aconteció que, estando Jesús en una de las ciudades, he aquí había un hombre lleno de lepra. El vio a Jesús, y postrándose sobre su rostro, le rogó diciendo: —Señor, si quieres, puedes limpiarme.

5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, — Según el comentario de William Barclay, «En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. E. W. G. Masterman escribe: ‘Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo’. Puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de excrecencias ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada”.

Ejemplos de la lepra. (1). Núm 12:1-2; Núm 12:9-13, «María y Aarón hablaron contra Moisés… y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová». Dios le castigó con la lepra por siete días. En los v. 13-15, Moisés ruega por María, diciendo, «No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne». (2). 2Sa 3:29, la maldición pronunciada por David sobre la casa de Joab por haber muerto a Abner. (3). 2Re 5:1-27, Naamán el leproso. (4). 2Re 7:1-20, los leprosos desesperados que van al campamento de los sirios y descubren que ya había huido. (5). 2Cr 26:16-21, el rey Uzías había sido buen rey, «Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar de incienso» (v. 16). «Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová». (6). Luc 17:11-19 Jesús limpió a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para expresar gratitud.

Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. Luc 17:12, «Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos». Dice Barclay: «La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados ‘como si fueran muertos’. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana. ‘Todo el tiempo que la llaga estuviere en él será inmundo; estará impuro y habitará solo; fuera del campamento será su morada’ (Lev 13:46). El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo ‘Impuro, impuro’ (Lev 13:45)… En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, ésta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de cuatro codos (unos dos metros) del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, éste debía mantenerse a no menos de cien codos de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: ‘Jesús extendió su mano y tocó’ al leproso».

Dice Josefo que los leprosos eran tratados «como si fueran muertos». Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús (Mat 4:23-24; Mar 1:21-32; Mar 1:39; Luc 4:31-41; Jua 2:1-11), pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Se acercó con reverencia: «Se postró ante él». Luc 5:12, «se postró con el rostro en tierra».

La lepra era Incurable. En aquel entonces no había remedios para sanar la lepra. Cuando el rey de Siria envió a Naamán al rey de Israel para que lo sanara, pero el rey de Israel se enojó y dijo, «¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?» (2Re 5:7). Esto indica que era enfermedad que los hombres no podían curar. Desde luego, esta verdad era obvia también por la mera existencia de tantos leprosos aun en el tiempo de Jesús.

— el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro (cayó sobre su rostro, LBLA) en tierra Marcos: “hincada la rodilla”) — Algunos dicen que este acto podía ser o un acto de adoración o un acto de homenaje, pero Pedro no permitió que Cornelio se postrara a sus pies (Hch 10:25-26) no obstante el pensamiento o propósito de Cornelio. No hay conflicto entre “hincada de rodilla” y “se postró con el rostro”. Compárense los relatos de Jesús en Getsemaní. El verbo traducido “se postró” en Mat 8:1-34 :2 es el mismo que se traduce “adorar” en 4:10; 28:9, 17; Jua 4:20-24; Heb 1:6 y muchos otros textos.

— y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

Dios limpió la lepra de Moisés (Éxo 4:6-7) y la de María (Núm 12:14), pero el único hombre que había sanado la lepra fue Eliseo (2Re 5:1-19). En aquel tiempo en cuanto al poder humano la lepra era incurable (2Re 5:7 — y aun ahora los casos más avanzados son incurables). Sin embargo, el leproso de este texto tenía plena confianza en el poder de Jesús. Para él la única cuestión era si El estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al evangelio. Al buscar el perdón de Dios no tenemos que decir, “si es tu voluntad”, porque en cuanto a sanar el alma decimos “puedes” y podemos agregar que sin duda alguna “lo harás”. Sin embargo, cuando oramos a Dios pidiendo la sanidad del cuerpo, lo dejamos en sus manos diciendo, “no sea como yo quiero, sino como tú”.

— puedes limpiarme — En todos los textos del Nuevo Testamento que se refieren a la lepra sólo uno usa la palabra sanar (Luc 17:15). Los demás dicen limpiar. La inmundicia de la lepra causaba mucho sufrimiento porque los leprosos estaban aislados de toda actividad social y religiosa; por eso, la limpieza era una bendición tremenda. Lev 13:45-46 dice que el leproso “ … habitará solo; fuera del campamento”. En Luc 17:12 vemos que los diez leprosos se pararon “de lejos”. Por eso, nos puede extrañar que este leproso se acerque tanto a Jesús.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

un hombre. Mat 8:2-4; Mar 1:40-45.

lleno de lepra. Luc 17:12; Éxo 4:6; Lev 13:1-59; Lev 14:1-57; Núm 12:10-12; Deu 24:8; 2Re 5:1, 2Re 5:27; 2Re 7:3; 2Cr 26:19, 2Cr 26:20; Mat 26:6.

se postró con el rostro en tierra. Luc 17:16; Lev 9:24; Jos 5:14; 1Re 18:39; 1Cr 21:16.

le rogó. Luc 17:13; Sal 50:15; Sal 91:15; Mar 5:23.

Señor, si quieres, puedes limpiarme. Gén 18:14; Mat 8:8, Mat 8:9; Mat 9:28; Mar 9:22-24; Heb 7:25.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

El término lleno de lepra se utilizaba ampliamente en el mundo antiguo. Incluía enfermedades tales como la soriasis, lupus y tiña. Los leprosos eran aislados del resto de la sociedad (Lev 13:45, Lev 13:46), pero podían reintegrarse a ella al recuperarse (Lev 14:1-57). La lepra ya no es más una amenaza, pero el equivalente en nuestra cultura a tal ostracismo podría ser el SIDA.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

lleno de lepra. La descripción de Lucas sugiere que se trataba de un caso extremo y bastante serio de lepra. Vea la nota sobre Mar 1:40.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

5:12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, — Según el comentario de William Barclay, «En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. E. W. G. Masterman escribe: ‘Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo’. Puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de excrecencias ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada”.
Ejemplos de la lepra. (1). Núm 12:1-2; Núm 12:9-13, «María y Aarón hablaron contra Moisés… y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová». Dios le castigó con la lepra por siete días. En los v. 13-15, Moisés ruega por María, diciendo, «No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne». (2). 2Sa 3:29, la maldición pronunciada por David sobre la casa de Joab por haber muerto a Abner. (3). 2Re 5:1-27, Naamán el leproso. (4). 2Re 7:1-20, los leprosos desesperados que van al campamento de los sirios y descubren que ya había huido. (5). 2Cr 26:16-21, el rey Uzías había sido buen rey, «Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar de incienso» (v. 16). «Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová». (6). Luc 17:11-19 Jesús limpió a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para expresar gratitud.
Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. Luc 17:12, «Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos». Dice Barclay: «La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados ‘como si fueran muertos’. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana. ‘Todo el tiempo que la llaga estuviere en él será inmundo; estará impuro y habitará solo; fuera del campamento será su morada’ (Lev 13:46). El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo ‘Impuro, impuro’ (Lev 13:45)… En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, ésta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de cuatro codos (unos dos metros) del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, éste debía mantenerse a no menos de cien codos de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: ‘Jesús extendió su mano y tocó’ al leproso».
Dice Josefo que los leprosos eran tratados «como si fueran muertos». Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: «Señor, si quieres, puedes limpiarme». Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús (Mat 4:23-24; Mar 1:21-32; Mar 1:39; Luc 4:31-41; Jua 2:1-11), pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Se acercó con reverencia: «Se postró ante él». Luc 5:12, «se postró con el rostro en tierra».
La lepra era Incurable. En aquel entonces no había remedios para sanar la lepra. Cuando el rey de Siria envió a Naamán al rey de Israel para que lo sanara, pero el rey de Israel se enojó y dijo, «¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?» (2Re 5:7). Esto indica que era enfermedad que los hombres no podían curar. Desde luego, esta verdad era obvia también por la mera existencia de tantos leprosos aun en el tiempo de Jesús.
— el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro (cayó sobre su rostro, LBLA) en tierra Marcos: “hincada la rodilla”) — Algunos dicen que este acto podía ser o un acto de adoración o un acto de homenaje, pero Pedro no permitió que Cornelio se postrara a sus pies (Hch 10:25-26) no obstante el pensamiento o propósito de Cornelio. No hay conflicto entre “hincada de rodilla” y “se postró con el rostro”. Compárense los relatos de Jesús en Getsemaní. El verbo traducido “se postró” en Mat 8:1-34 :2 es el mismo que se traduce “adorar” en 4:10; 28:9, 17; Jua 4:20-24; Heb 1:6 y muchos otros textos.
–y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Dios limpió la lepra de Moisés (Éxo 4:6-7) y la de María (Núm 12:14), pero el único hombre que había sanado la lepra fue Eliseo (2Re 5:1-19). En aquel tiempo en cuanto al poder humano la lepra era incurable (2Re 5:7 — y aun ahora los casos más avanzados son incurables). Sin embargo, el leproso de este texto tenía plena confianza en el poder de Jesús. Para él la única cuestión era si El estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al evangelio. Al buscar el perdón de Dios no tenemos que decir, “si es tu voluntad”, porque en cuanto a sanar el alma decimos “puedes” y podemos agregar que sin duda alguna “lo harás”. Sin embargo, cuando oramos a Dios pidiendo la sanidad del cuerpo, lo dejamos en sus manos diciendo, “no sea como yo quiero, sino como tú”.
— puedes limpiarme — En todos los textos del Nuevo Testamento que se refieren a la lepra sólo uno usa la palabra sanar (Luc 17:15). Los demás dicen limpiar. La inmundicia de la lepra causaba mucho sufrimiento porque los leprosos estaban aislados de toda actividad social y religiosa; por eso, la limpieza era una bendición tremenda. Lev 13:45-46 dice que el leproso “ … habitará solo; fuera del campamento”. En Luc 17:12 vemos que los diez leprosos se pararon “de lejos”. Por eso, nos puede extrañar que este leproso se acerque tanto a Jesús.

Fuente: Notas Reeves-Partain

TOCANDO LO INTOCABLE

Lucas 5:12-15

Cuando Jesús estaba en uno de los pueblos se acercó uno que era una masa viva de lepra; y cuando vio a Jesús se postró rostro a tierra delante de Él y se puso a rogarle:
-Señor, yo sé que si Tú quieres ponerme bueno, puedes hacerlo.

Jesús extendió el brazo y le tocó, mientras decía:
-Quiero. Ponte bueno.

Y en aquel mismo momento le desapareció la lepra. Jesús le insistió en que no se lo dijera a nadie. Eso sí, le dijo expresamente:
-Ve a presentarse al sacerdote, y a ofrecer el sacrificio que mandó Moisés para la purificación de los leprosos, para que tengan evidencia de tu curación.
Pero la fama de Jesús se iba extendiendo más y más, y la gente se agolpaba para escucharle y para que les curara las enfermedades.

En Palestina se conocían dos clases de lepra. Una era más bien una grave enfermedad de la piel, y era la menos seria. La otra empezaba por un punto, y de allí iba comiéndose la carne hasta que al desgraciado paciente no le quedaban más que los muñones de las manos o de las piernas. Era literalmente una muerte en vida.
Las disposiciones referentes a la lepra se encuentran en Levítico, capítulos 13 y 14. Lo más terrible era el aislamiento al que tenía que someterse el paciente. El leproso tenía que ir gritando por todas partes: «¡Inmundo; inmundo!» Tenía que vivir solo, «fuera del campamento» (13:45, 46). Se le excluía de la sociedad humana, y se le desterraba del hogar: El resultado era, y es todavía, que las consecuencias psicológicas de la lepra eran tan serias como las físicas.
El doctor A. B. MacDonald, que estaba a cargo de una leprosería en Itu, escribe en un artículo: «El leproso es un enfermo de la mente tanto como del cuerpo. Por lo que sea, se tiene una actitud diferente con la lepra de la que se tiene con cualquier otra enfermedad deformante. Se asocia con vergüenza y horror, y conlleva, de alguna manera misteriosa, un sentimiento de culpabilidad, aunque se haya contraído tan inocentemente como cualquier otra enfermedad contagiosa. Al verse evitados y despreciados, es frecuente que los leprosos tengan la tentación de quitarse la vida, y algunos lo hagan.»
El leproso sabe que los demás le aborrecen antes de aborrecerse a sí mismo. Esta era la clase de hombre que vino a Jesús: era inmundo, y Jesús le tocó.

(i) Jesús tocó al intocable. Su mano fue al encuentro del hombre del que cualquier otro se habría alejado. Esto nos sugiere dos cosas. La primera es que, cuando nos despreciamos a nosotros mismos, cuando tenemos el corazón amargado por la vergüenza, recordemos que, a pesar de todo, Cristo nos tiende la mano. Mark Rutherford proponía una nueva bienaventuranza: «Bienaventurados los que nos sanan del desprecio
propio.» Eso es lo que Jesús hacía y hace. Y en segundo lugar, es de la esencia del Evangelio el tocar lo intocable, perdonar lo imperdonable y amar lo inamable. Jesús lo hacía, y por tanto debemos hacerlo nosotros.

(ii) Jesús le encargó al hombre que cumpliera los requisitos normales y corrientes que mandaba la ley de la purificación, que se nos describen en Levítico 14. Es decir: que el milagro no eximía de lo que hubiera que hacer para volver a vivir en sociedad; no le dispensaba de cumplir las reglas establecidas. No se habría sabido que había sucedido un milagro, ni se habría dado la gloria a Dios, si no se cumplían esas normas para que las autoridades competentes tuvieran evidencia de la curación.

(iii) El versículo 15 nos habla de la popularidad que tenía Jesús. Pero sólo era debida a que la gente quería sacarle algo. Muchos quieren los dones de Dios, pero rechazan sus exigencias. No puede haber nada más deshonroso.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

— lepra: Ver nota a Mat 8:2.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Sanidad de un leproso (ver Mat. 8:1-4; Mar. 1:40-45). La primera historia contrasta con las siguientes porque ilustra cómo Jesús normalmente se mantuvo dentro de la ley del AT. La palabra lepra cubría una variedad de enfermedades cutáneas, no todas ellas infecciosas. Si la persona pretendía estar curada, debía cumplir las formalida des correctas de ser considerada limpia por los sacerdotes, antes que se le permitiera moverse libremente en la sociedad (Lev. 14:1-32), y Jesús indicó a este hombre que así lo hiciera, obedeciendo la ley. La historia ilustra cómo Jesús realizó curas en respuesta a la fe -la idea está claramente presente, aunque no se use la palabra- y muestra cómo su reputación iba creciendo, tanto como maestro como quien era sanador.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

REFERENCIAS CRUZADAS

l 312 Mat 8:2; Mar 1:40

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

lepra. Véase coment. en Mt 8:2.

Fuente: La Biblia de las Américas

12 (1) Con respecto a los vs.12-15, véanse las notas de Mat_8:2-4 y de Mar_1:40-45 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

lepra. Véase en Lev 13:1-59; Lev 13:7 formas de esta enfermedad de la piel, que es tenida generalmente como enfermedad distinta de la que hoy conocemos como lepra. Un leproso era ceremonialmente inmundo, tenía que vivir fuera de los poblados y debía gritar «¡inmundo!» cuando alguien se acercaba. La lepra sirve como ilustración del pecado.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Se advierte en este pasaje el poder que tenia nuestro Señor Jesucristo sobre las enfermedades incurables. «Un hombre lleno de lepra» acude á él en busca de alivio, y es sanado al punto. Este fue un milagro. De todas las dolencias que pueden afligir á la humanidad, la lepra es la más severa. Afecta á la vez toda la constitución. Va acompañada de úlceras, destrucción de la piel, corrupción de la sangre, y putrefacción de los huesos. Es una muerte en vida, cuyo curso ninguna medicina puede hacer retardar ó contener. Empero, se nos dice de este leproso que sanó en un instante. Con solo haber tocado la mano del Hijo de Dios, la cura se efectuó. ¡Al mero contacto de esa mano omnipotente! «é inmediatamente la lepra desapareció..
Esta maravillosa narración nos presenta un emblema del poder (Cristo para curar nuestras almas. ¿Qué somos todos nosotros á los ojos de Dios sino leprosos espirituales? El pecado es la enfermedad mortal que á todos nos aflige. Ha arruinado nuestro cuerpo. Ha infectado todas nuestras facultades. Corazón, conciencia, mente, la voluntad, todo lo ha atacado el pecado. No tenemos parte ninguna sana, sino herida, y contusiones, y llagas corrompidas desde la planta del pié hasta la cabeza. Isai.1: 6. Tal es el estado en que nacemos. En cierto sentido estamos muertos mucho tiempo antes que nos entierren. Tal vez nuestros cuerpos estén sanos y activos, pero nuestras almas están muertas á causa de nuestras culpas y pecados, «¿Quién nos librará del cuerpo de esta muerte?» Demos gracias á Dios que Jesucristo puede librarnos. él es el Mediador divino que puede hacer que lo viejo desaparezca, y todas las cosas se hagan de nuevo. En él tenemos vida. él puede lavarnos enteramente de toda la inmundicia del pecado con Su propia sangre ¡él puede vivificarnos con su propio Espíritu!; él puede, en fin, limpiar nuestros corazones, iluminar nuestro entendimientos, renovar nuestra voluntad, y darnos salud. Guardemos todo esto en lo más íntimo de nuestros corazones. Hay bálsamo para curar nuestras dolencias. Si nos perdemos, no es porque no sea posible salvarnos. Por corrompidos que sean nuestros corazones, y por depravada que haya sido nuestra vida pasada, podemos cifrar nuestras esperanzas en el Evangelio. No hay lepra espiritual que Cristo no pueda curar.
Este pasaje demuestra, en segundo lugar, la buena voluntad con que Cristo socorría á los necesitados. La súplica del leproso afligido fue muy lastimera: «Señor,» dijo, «si quisieres, puedes limpiarme.» Nuestro Señor le contestó con palabras llenas de misericordia y de piedad: «Quiero, sé limpio.»Esta pequeña palabra, «quiero,» merece señalada atención. Es una mina profunda, llena de consuelo y de solaz para todas las almas afligidas y agobiadas de pesar. Pone de manifiesto cuáles son los sentimientos de Cristo hacia los pecadores; y es una prueba de su infinita voluntad de hacer bien á los hijos de los hombres, y de su deseo de ser compasivo con ellos. Tengamos presente constantemente, que si algunos hombres no se salvan, no es porque Jesús no quiera salvarlos. El no desea que ninguno de nosotros perezca, sino, antes bien, que todos vengamos al arrepentimiento. él quiere que todos los hombres sean salvos, y vengan al conocimiento de la verdad. No se complace en la suerte del que perece. A la manera que la gallina recoge sus polluelos, hubiera querido El a los hijos de Jerusalén, si ellos hubiesen querido tan solo unirse á El. él quiso, más ellos no quisieron. El pecador debe atribuirse su perdición. Es por su propia voluntad, y no por la de Cristo, que se pierde para siempre. Solemnes son aquellas palabras de nuestro Señor, «No queréis venir á mí, para que tengáis vida 2Pe 3:9; 1Ti 2:5; Ezeq. 18:32; Mat 23:37; Juan 5.40.
Vemos en tercer lugar, con cuanto respeto miraba nuestro Señor Jesucristo la ley ceremonial de Moisés. Manda al leproso que vaya presentarse al sacerdote para que este, conforme á lo prescrito en el Levítico, lo declare limpio. También le manda que lleve la ofrenda por su curación, «como mandó Moisés.» Nuestro Señor en que las ceremonias de la ley Mosaica eran solamente tipos y emblemas de las cosas que estaban por venir, y que en sí mismas no tenían poder inherente. Sabía bien que los últimos días de las instituciones Levíticas se estaban acercando, y que pronto serian siempre abolidas. Pero mientras estaban vigentes, quería que fuesen respetadas. Habían sido establecidas por el mismo Dios; y representaciones proféticas de las verdades del Evangelio; por tanto no debían ser despreciadas.
Esta es una lección que haremos bien en recordar. Tengamos cuidado de no menospreciar la ley ceremonial por que su objeto haya cumplido. Guardémonos de echar á un lado aquellos pasajes de la Biblia que se refieren á ella pensando que tienen importancia alguna para el creyente en el Evangelio. Es verdad que las tinieblas están pasando, y que la verdadera luz ya alumbra. 1Jo 2:8. Nada tenemos que hacer con altares, sacrificios, o sacerdotes. Los que desean establecer de nuevo estas cosas se parecen á los que encienden una luz á las doce del día. Aunque todo esto es cierto, conviene no olvidemos jamás que la ley ceremonial está aún repleta de instrucción. Comparada con el Evangelio es como el botón comparado con la flor. Bien comprendida arroja brillante luz sobre el Evangelio de Cristo.
Finalmente, en este pasaje vemos cuan diligente era nuestro Señor Jesucristo en la práctica de la oración secreta. Aunque mucha venía á oírlo y á que las curase de sus enfermedades, sin embargo, él siempre destinaba algún rato para este ejercicio de devoción. Santo y sin mancha como era, no permitía que las exigencias del público lo privasen de una comunicación privada y periódica con Dios. Se nos dice que «se apartaba á los desiertos y oraba..
Aquí se nos pone un ejemplo cuya imitación se descuida mucho en nuestros días. Es de temerse que muy pocos de los que profesan ser cristianos, se esfuerzan en imitar á Cristo en este punto. Hay abundancia de sermones, de pláticas, de conversaciones, de protestas de fe, de visitas, de limosnas, de enseñanza en la escuela y de contribuciones para sociedades de benevolencia. Mas ¿hay juntamente con todo esto la debida proporción de oración secreta? ¿Tienen los creyentes suficiente cuidado de estar á solas con Dios frecuentemente? Estas son preguntas que humillan y que examinan el corazón; más será provecho nuestro responderlas.
¿Por qué es que se trabaja con tanto empeño en asuntos religiosos, y sin embargo hay tan pocas verdaderas conversiones? ¿Porqué hay tantos sermones, y tan pocas almas se salvan; tanto trajín, y tan poco efecto; tanto correr de aquí para allá, y no obstante tan pocas personas que sigan á Cristo? ¿Por qué es todo esto? La respuesta es corta y sencilla. No se hace bastante oración secreta. La causa de Cristo no necesita menos trabajo, pero sí necesita que los trabajadores oren más. Examinémonos todos, y enmendemos nuestro modo de obrar. Los mejores trabajadores en la viña del Señor son los que como su Maestro se arrodillan mucho tiempo y con frecuencia.

Fuente: Los Evangelios Explicados

H433 Μιᾷ con el genitivo distributivo τῶν πόλεων equivale a τινί: una de las ciudades.

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas

Lit. y he aquí.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

* “Limpiar.” Por supuesto, lo que este hombre quería era la sanidad de su lepra; sin embargo, su lepra lo hacía estar ceremonialmente impuro. De modo que “limpiar” no solo curaba su enfermedad sino que le permitía ser también socialmente aceptado.

Fuente: Versión Biblia Libre del NuevoTestamento