Comentario de Lucas 6:20 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Y alzando él los ojos hacia sus discípulos, decía: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. — Habla a “sus discípulos” que eran pobres. No dice que todos los pobres son bienaventurados (dichosos), porque muchos de ellos son completamente desdichados y desesperados. No hay virtud inherente en la pobreza. Sin embargo, hablando de forma general, se puede decir que la pobreza literal ayuda para promover la pobreza “en espíritu”. Mat 5:3, “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Puesto que Jesús pronuncia la misma bendición para los pobres (Luc 6:20) y los pobres en espíritu (Mat 5:3), debemos concluir que los “pobres” de Luc 6:20 son los “pobres en espíritu” de Mat 5:3. Los pobres en espírituFuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y alzando él los ojos. Mat 5:2; Mat 12:49, Mat 12:50; Mar 3:34, Mar 3:35.
Bienaventurados vosotros los pobres. Luc 6:24; Luc 4:18; Luc 16:25; 1Sa 2:8; Sal 37:16; Sal 113:7, Sal 113:8; Pro 16:19; Pro 19:1; Isa 29:19; Isa 57:15, Isa 57:16; Isa 66:2; Sof 3:12; Zac 11:11; Mat 11:5; Jua 7:48, Jua 7:49; 1Co 1:26-29; 2Co 6:10; 2Co 8:2, 2Co 8:9; 1Ts 1:6; Stg 1:9, Stg 1:10; Stg 2:5; Apo 2:9.
porque vuestro es el reino de Dios. Luc 12:32; Luc 13:28; Luc 14:15; Mat 5:3, Mat 5:10; Hch 14:22; 1Co 3:21-23; 2Ts 1:5; Stg 1:12.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Aunque Jesús se dirigió a toda la multitud, las bienaventuranzas de los (vv. Luc 6:20-23) estaban dirigidas a los discípulos.
Bienaventurados quiere decir: «felices», refiriéndose a un favor y a un gozo especial que viene sobre los que experimentan la gracia de Dios.
Pobres … reino de Dios: En general, los discípulos de Jesús no eran adinerados (1Co 1:26-29; Stg 2:5). Eran hombres pobres que humildemente confiaron en Dios. Todas las promesas del régimen de Dios, tanto para hoy como para el futuro, pertenecen a los discípulos.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
BIENAVENTURADOS. Véase Mat 5:3, nota.
VOSOTROS LOS POBRES. Véase el ARTÍCULO LAS RIQUEZAS Y LA POBREZA, P. 1428. [Luc 18:24-25], para comentarios sobre este versículo.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
vosotros los pobres. El interés de Cristo en los pobres y los excluidos es uno de los temas favoritos de Lucas (vea la Introducción: Temas históricos y teológicos). Lucas empleó aquí un pronombre personal («vosotros») mientras que en Mat 5:3 se emplea un artículo definido («los»). Lucas recalca el sentido tierno y personal de las palabras de Cristo. Ahora bien, una comparación de ambos pasajes revela que Cristo hablaba sobre algo más significativo que la simple pobreza o riqueza material. La pobreza de que se habla aquí se refiere ante todo al sentido de la propia carencia espiritual de cada persona.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
El relato de las bienaventuranzas aparece abreviado en Lucas (cp. Mat 5:3-12). Solo enumera cuatro de ellas y las contrasta con cuatro ayes paralelos.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
6:20 Y alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. – Habla a “sus discípulos” que eran pobres. No dice que todos los pobres son bienaventurados (dichosos), porque muchos de ellos son completamente desdichados y desesperados. No hay virtud inherente en la pobreza. Sin embargo, hablando de forma general, se puede decir que la pobreza literal ayuda para promover la pobreza “en espíritu”. Mat 5:3, “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Puesto que Jesús pronuncia la misma bendición para los pobres (Luc 6:20) y los pobres en espíritu (Mat 5:3), debemos concluir que los “pobres” de Luc 6:20 son los “pobres en espíritu” de Mat 5:3.
Los pobres en espíritu
I. Stg 4:6, «Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes».
A. 1Pe 5:5-6, Pedro dice lo mismo, y luego agrega esta exhortación, «Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios». El hombre debe humillarse delante de Dios, reconociendo que es un pecador necesitado del perdón de Dios, y dispuesto a escuchar su enseñanza, obedecerle y dedicar su vida al servicio de El. La soberbia y el egoísmo destruyen al hombre (Pro 16:18).
B. La soberbia significa la exaltación de sí y la oposición a la voluntad de Dios; por ejemplo, muchos judíos no confiaban en la gracia de Dios, sino en ser hijos de Abraham (Mat 3:7-12); los filósofos griegos confiaban en su sabiduría (1Co 1:21), como hoy en día los humanistas destronan a Dios y exaltan al hombre, diciendo que el creer en Dios es un insulto a la inteligencia del hombre. Muchos profesores creen que lo que ellos no saben no es cierto o que no importa. Defienden la ignorancia, la superstición y toda clase de filosofía insensata (como la evolución). Dicen (con Faraón), «¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz…? Yo no conozco a Jehová» (Éxo 5:2).
C. Rom 1:30, los «soberbios» están asociados y relacionados con «los aborrecedores de Dios, injuriosos, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres». Rom 1:18-32 describe cómo la soberbia del hombre destrona a Dios y lleva al hombre a toda forma de depravación y corrupción. Para los soberbios, Dios no es el Creador. No hacen ninguna distinción entre el Creador y las criaturas. No dan gracias a Dios como el Dador de todas nuestras bendiciones. Tienen más alto concepto de sí que el que deben tener, Rom 12:3; Rom 12:16.
D. La soberbia, pues, previene y evita la conversión a Dios. Los soberbios no quieren reconocer que son pecadores. No quieren reconocer sus faltas. No quieren cambiar su vida. Hay soberbios religiosos que no quieren admitir que están en error doctrinal. La soberbia no les deja alejarse de la religión de sus padres. Por eso, la Biblia dice, «Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu» (Pro 16:18). Véase Pro 18:12. La única esperanza para los hombres es que se humillen y que sean «pobres en espíritu», que reconozcan que están enfermos (Luc 5:31), y que urgentemente necesitan del perdón de Dios.
II. Los pobres en espíritu saben que están en bancarrota espiritual.
A. Cristo vino al mundo para buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc 19:10). El Buen Médico vino a buscar enfermos (Luc 5:32; Luc 15:1-2). «Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero» (1Ti 1:15). Jesús no puede ayudar a los que no reconocen que son pecadores perdidos.
B. Los «pobres en espíritu» son como «mendigos espirituales», cargados de pobreza espiritual, y sin recursos espirituales. El hombre que trabaja para ganarse el pan diario se llama «pobre» (del verbo PENOMAI), 2Co 9:9. Este «pobre» no es rico, no le sobra nada después de proveer lo más necesario, pero tampoco sufre miseria. Pero Jesús no emplea esa palabra. El usa la palabra PTOJOI que se refiere a los que en verdad son pobres, los que están hundidos en la miseria. » PTOCHOS, un adjetivo que describe a uno que se agacha, se usa como nombre, un mendigo, Luc 14:13; Luc 14:21, ‘pobres’; 16:20,22, ‘mendigo'» (WEV).
C. Por lo tanto, «los pobres en espíritu» son los que reconocen que son pecadores, «destituidos de la gloria de Dios» (Rom 3:23), y ponen toda su confianza en Dios para que les perdone y les reciba en su reino.
D. «Los pobres en espíritu» saben que no pueden salvarse solos. Luc 16:15, Jesús dijo a los fariseos, «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres». La actitud de éstos era lo opuesto de la actitud de «los pobres en espíritu». Luc 18:9-14, el fariseo en el templo que «oraba consigo mismo», hablando de sus grandes virtudes, quería justificarse a sí mismo, pero no fue a su casa justificado (ver. 14). Aunque era judío, este fariseo no reconoció a Dios, no le pidió nada y no le dio gracias. Solamente «oraba consigo mismo». Apo 3:17, la iglesia de Laodicea se justificaba a sí misma, diciendo, «Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad», pero Jesús le dijo, «y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo». El pobre en espíritu sabe que es un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo, pero también sabe que Cristo le puede enriquecer y sanar, ver. 18.
E. Se elogia a los hombres independientes, los que tienen mucha confianza en sí mismos, pero esta «virtud» es muy peligrosa. Los tales a veces no solamente son independientes de los hombres sino también de Dios.
III. Bienaventurados vosotros los pobres, Luc 6:20.
A. Dios siempre ha mostrado su interés en los pobres que confían en El. Léanse Sal 9:18; Sal 34:6; Sal 72:4; Sal 107:41; Sal 132:15. Dios es el Defensor de los pobres y destituidos.
B. Cristo vino al mundo para predicar a los pobres, Luc 4:18.
C. Hablando de manera general, el pueblo de Dios se describe como pobres, oprimidos, afligidos, Stg 2:5; 2Co 6:10; Apo 2:9; 1Co 1:26-31. Los ricos son, generalmente, crueles, orgullosos, opresores (Stg 2:6-7; Stg 5:1-6), materialistas que prosperan (Sal 73:3). Por eso Jesús dice, ¡Ay de vosotros, ricos! (Luc 6:24). También Santiago (5:1-6) los denuncia.
D. Desde luego, muchos pobres no son buenos (Pro 19:15; Pro 21:25; Pro 24:30-34), y muchos ricos no son malos (Abraham y Job eran muy ricos). La verdad es que hay peligro tanto en la pobreza como en la riqueza (Pro 30:8-9), pero la mayoría de «los pobres en espíritu» son pobres también en lo material.
E. Muchos textos hablan de la influencia negativa que las riquezas tienen sobre el alma, Luc 12:13-21; Luc 16:19-31; 1Ti 6:6-10; 1Ti 6:17-19.
IV. Algunos ejemplos de los pobres en espíritu.
A. Luc 7:36-50, la mujer pecadora que regó con lágrimas los pies de Jesús y los enjugaba con sus cabellos era pobre en espíritu. Reconocía que estaba arruinada espiritualmente, y confiaba en Jesús para el perdón.
B. Luc 18:9-14, el publicano que dijo, «Sé propicio a mí, pecador» era pobre en espíritu. Reconocía que necesitaba el perdón de Dios, que estaba totalmente carente de la justicia de Dios, y no confiaba en sí (como hizo el fariseo), sino en Dios.
C. Luc 15:17-19, «Yo aquí perezco de hambre. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti: Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros». El hijo pródigo llegó a ser pobre en espíritu.
D. Sal 51:1-3, «Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones… yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí». El ver. 17 (versículo clave) dice, «Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios». David era pobre en espíritu.
V. «Porque de ellos es el reino de los cielos», porque estos son los únicos que lo buscan.
A. Los «pobres en espíritu» serán perdonados y hechos ciudadanos del reino de los cielos, pero es en vano hablar de la salvación a los que no quieren reconocer que son pecadores que deben arrepentirse y cambiar sus vidas. El Médico no puede ayudar al enfermo que no quiere reconocer que está enfermo. Mat 18:3, tenemos que arrepentirnos y hacernos como niños (humillarnos como niños, ver. 4), para poder entrar en el reino de los cielos.
B. Jua 3:5, «el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios». El famoso rabino, Nicodemo, debería arrepentirse y cambiar su vida. No podía entrar en el reino de los cielos en virtud de ser «un principal entre los judíos» (ver. 1). Ya no bastaba con ser «judío», ni aun con ser un judío famoso. El tenía que humillarse (ser «pobre en espíritu»), y obedecer al evangelio, para entrar en el reino. Era necesario que se arrepintiera y que fuera bautizado para ser salvo. Los pobres en espíritu no discuten acerca de la necesidad de bautizarse, porque al saber que el bautismo es un mandamiento del Señor (Mar 16:16) para remisión de pecados (Hch 2:38), con gusto lo obedecen.
C. Col 1:13, Dios «nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo».
Conclusión.
A. «Los pobres en espíritu» son personas humildes que reconocen que son pecadores, destituidas de la gloria de Dios. Reconocen que están en bancarrota espiritual. Estos crucifican la soberbia, porque reconocen que no pueden justificarse a sí mismos. Por lo tanto, ponen toda su confianza en Dios. Compungidos de corazón, los tales obedecen al evangelio de Cristo, para obtener el perdón de los pecados y el don del Espíritu Santo, Hch 2:37-38.
D. Entonces como cristianos siguen siendo «pobres en espíritu», siempre dispuestos a admitir faltas y pedir perdón, Stg 5:16; 1Jn 1:9.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL FIN DE LOS VALORES DEL MUNDO
Lucas 6:20-26
Jesús dirigió la mirada a sus discípulos y se puso a decirles:
-¡Ah, la bendición que tenéis los marginados, porque el Reino de Dios es cosa vuestra! ¡Ah, la bendición de los que tenéis hambre en este tiempo, porque quedaréis totalmente satisfechos! ¡Ah, la bendición de los que lloráis en este tiempo, porque vosotros acabaréis riendo! Vosotros tendréis la mayor bendición cuando todo el mundo os odie, cuando se os cierren todas las puertas en la cara, cuando os llenen de oprobios, cuando no os nombren más que para insultaros, y todo por causa del Hijo del Hombre. Alegraos cuando todo esto os suceda, y teneos por los más dichosos del mundo, porque recibiréis en la eternidad el galardón que os corresponde, porque eso es lo que hicieron sus antepasados con los profetas.
¡Pero, ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis todo lo bueno que vais a tener! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis satisfechos, porque sabréis lo que es sufrir necesidad! ¡Ay de vosotros los que ahora estáis de fiesta, porque os lamentaréis y os pondréis de luto! ¡Ay de vosotros cuando todo el mundo os alabe, porque eso es lo que hacían sus antepasados con los falsos profetas!
El Sermón de la Llanura de Lucas se corresponde con el Sermón del Monte de Mateo (Mateo, capítulos 5 al 7). Los dos empiezan con una serie de bienaventuranzas. Hay algunas diferencias entre las versiones de Mateo y de Lucas, pero una cosa está clara: son una serie de bombas. Puede ser que. las hayamos leído tantas veces que nos hemos olvidado de lo revolucionarias que son. Son completamente diferentes de las leyes que propondría un filósofo o un sabio típico. Cada una de ellas es un desafío.
Como dijo Deissmann, «se pronunciaron en una atmósfera electrificada. No eran tranquilas estrellitas, sino descargas de relámpagos seguidos de truenos de sorpresa y sobrecogimiento.» Toman los patrones que todo el mundo acepta, y los ponen boca abajo. Los que Jesús llama afortunados son los que el mundo considera desgraciados, y los que Jesús llama desgraciados son los que el mundo considera afortunados. Figuraos que alguien dijera: «¡Felices los pobres!» y «¡Pobres de los ricos!» Iría contra toda la escala de valores del mundo.
¿Dónde está la clave de todo esto? En el versículo 24. Allí dice Jesús: «¡Pero, ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis todo lo bueno que vais a tener!» La palabra que usa Jesús para tener es la que se usa para saldar una cuenta. Lo que quiere decir es: «Si te propones y aplicas todas tus energías a obtener las cosas que valora el mundo, puede que las obtengas, pero eso es todo lo que vas a sacar.» Pero si, por el contrario, te propones y aplicas todas tus energías a ser totalmente leal a Dios y fiel a Cristo, te encontrarás con muchos problemas; a los ojos del mundo serás un desgraciado, pero no te perderás la mejor recompensa, que será la felicidad eterna.
Nos encontramos frente a frente con una decisión que empieza en la infancia y que no termina hasta el final de la vida. ¿Vas a escoger el camino fácil que produce un placer y un provecho inmediatos, o vas a escoger el camino difícil que produce trabajos y hasta sufrimiento a veces? ¿Quieres asir el placer y el provecho momentáneo, o estás dispuesto a fijar tu mirada más allá, y a sacrificarlos por un bien mayor? ¿Te vas a concentrar en las recompensas del mundo, o en Cristo? Si sigues el camino del mundo, tienes que abandonar los valores de Cristo; y si emprendes el camino de Cristo, tienes que abandonar los valores del mundo.
Jesús no tenía la menor duda acerca de cuál conducía a la felicidad. F. R. Matby decía: «Jesús les prometió a sus discípulos tres cosas: que no le tendrían miedo absolutamente a nada; que serían felices a tope, y que siempre tendrían problemas.» G. K. Chesterton, cuyos principios siempre le estaban metiendo en líos, dijo una vez: «Me encanta meterme en aguas turbulentas. ¡Sale uno limpio!» Jesús enseña que la felicidad del Cielo compensará con creces los problemas de la Tierra. Como decía Pablo: «La ligera aflicción momentánea sirve para prepararnos una gloria consistente y eterna que no admite comparación» (2Co 4:17 ). El desafío de las bienaventuranzas es: ¿Quieres ser feliz a la manera del mundo, o a la manera de Cristo?
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Sal 34:18; Sal 40:17; Mat 11:5.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Dos tipos de personas (ver Mat. 5:1-12). El Sermón de la llanura es la versión de Lucas del mucho más largo Sermón del monte en Mat. 5-7. Generalmente se admite que Mat. alargó su versión del sermón que se encuentra en Lucas, agregando otros dichos de Jesús sobre el mismo tema o relacionados con él.
El sermón comienza contrastando dos tipos de gente. De acuerdo con todas las apariencias externas, el primer grupo merece ser compadecido pero a los ojos de Jesús son bienaventurados o felices en razón de aquello que les era prometido. Son pobres y necesitados, hambrientos y tristes. Aunque algunos consideran que estas expresiones son puramente referencias a su condición lit., es probable que deban ser entendidas básicamente (pero de nin gún modo en forma exclusiva) en un sentido espiritual (cf. Mat. 5:3, 6) de personas insatisfechas con el mundo presente y su suerte en él, y que anhelan recibir lo que Dios tiene para ellos. Les promete que los oirá y cumplirá sus anhelos en el reino venidero que era el tema del mensaje de Jesús. Los demás podrían odiarlos e insultarlos por poner su confianza en el representante de Dios, el Hijo del Hombre, pero como fue con los profetas, recibirán su recompensa de parte de Dios. La cuarta “bienaventuranza” muestra que las personas que Jesús tenía en mente eran sus discípulos y que el tema que estaba tratando eran los privilegios y las implicaciones de ser discípulos.
El otro grupo de personas es el que tiene lo que puede ofrecer el tiempo presente -la satisfacción de sus deseos de bienes materiales, felicidad y una buena reputación en el mundo- y que no desean nada más. No necesitan clamar a Dios en oración porque piensan que ya tienen suficiente. Pero Jesús dice que llegaría la hora cuando no tendrían nada (cf. 2:34).
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
NOTAS
(1) “Felices.” Gr.: Ma·ká·ri·oi; lat.: be·á·ti, traducido frecuentemente al español como “bienaventurados”.
REFERENCIAS CRUZADAS
f 380 Mat 5:2
g 381 Isa 57:15; Mat 5:3; Stg 2:5
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
pobres. Véase coment. sobre « pobres» en Mt 5:3.
Fuente: La Biblia de las Américas
Las bienaventuranzas en Lucas contienen un marcado énfasis socio-económico, mientras que en Mateo se enfatiza más lo espiritual (v. coment. en Mt 5:3).
Fuente: La Biblia de las Américas
Este « sermón de la llanura» en Lucas (cp. vers. 17) es similar al « sermón del monte» en Mateo 5– 7. Debido a que hay diferencias en el contenido, algunos consideran que se trata de sermones diferentes. El hecho de que ambos comienzan con las bienaventuranzas, continúan con proposiciones éticas y concluyen con la parábola de los dos constructores, ha llevado a muchos eruditos a la conclusión de que son exposiciones distintas del mismo sermón.
Fuente: La Biblia de las Américas
20 (1) Todo lo promulgado en Mt 5 7 como la constitución del reino de los cielos, constituye la realidad del reino de los cielos. Todo lo citado aquí, en los vs.20-49, como principios del carácter de los hijos de Dios, gobierna y mide el comportamiento de los creyentes, quienes nacieron de Dios y poseen Su vida y naturaleza. Cuando fue dada esta porción (excepto los vs.24-26,39) se aplicaba al remanente de los judíos que creyeron. En cuanto a la norma de carácter, los principios contenidos en esta porción están muy por encima de la ley que los judíos recibieron de Moisés.
20 (2) Con respecto a los vs.20-23, véanse las notas de Mat_5:3-12 .
20 (3) Véase la nota 43 (2) del cap.4.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
EL discurso de nuestro Señor, que principia en estos versículos, se parece en muchos respectos á Su bien conocido Sermón del Monte. La semejanza, en realidad, es tan obvia que muchos han dicho que S. Lucas y S. Mateo relatan un solo y el mismo discurso, y que S. Lucas nos da en forma abreviada lo que S. Mateo nos refiere extensamente. Parece que no hay bastante fundamento para esta aserción. Las ocasiones en que se pronunciaron los dos discursos fueron enteramente diferentes. La repetición de nuestro Señor de la misma gran lección en dos ocasiones diferentes, usando casi de las mismas palabras, nada tiene de extraordinario. No es justo suponer que nunca diera algunas de sus importantes enseñanzas más de una vez. En el caso de que tratamos la repetición es de mucha trascendencia. Nos indica claramente la alta importancia de las lecciones que contienen los dos discursos.
En primer lugar, veamos en estos versículos á quiénes es que EL Señor llama bienaventurados. La lista es notable y digna de atención. Particulariza á los que son «pobres,» á los que tienen «hambre,» á los que «lloran,» y á los que son «aborrecidos» de los hombres. Estas son las personas á quienes el Gran Jefe de la Iglesia les dice: » ¡Bienaventurados vosotros!.
Es preciso tengamos buen cuidado de no dar una inteligencia errada á las palabras de nuestro Señor. No debemos suponer por tanto que por el mero hecho de estar uno pobre, hambriento pesaroso y aborrecido de los hombres tenga derecho á. esperar bendición de Cristo. La pobreza de que aquí se habla es la pobreza acompañada de la piedad. La necesidad es una necesidad vinculada en la fiel adhesión á Jesús. Las aflicciones son las aflicciones del Evangelio. La persecución es la persecución por amor al Hijo del Hombre. Semejante necesidad, pobreza y aflicción y persecución, fueron la consecuencia de la fe en Cristo, en los primeros siglos del Cristianismo. Millares tuvieron que renunciar a cuanto poseían en este mundo por causa de su religión. Fue a ellos que Jesús tuvo especialmente presentes en este pasaje. El socorrerlos, así como á todos los que sufren por amor del Evangelio, con particulares consuelos.
En segundo lugar, veamos en estos versículos a quiénes es que nuestro Señor dirige las palabras solemnes, «¡Ay de vosotros!» En seguida notamos expresiones que á primera vista parecen muy extraordinarias. «¡Ay de vosotros los ricos!» «¡Ay de vosotros los que estáis hartos!» «¡Ay de vosotros los que ahora reís!» «¡Ay de vosotros cuando todos los hombres dijeren bien de vosotros» Exclamaciones más fuertes y severas que estas no pueden encontrarse en el Nuevo Testamento.
Sin embargo, aquí, no menos que en los versículos precedentes, debemos tener cuidado de no entender mal lo que nuestro Señor se propuso enseñar. No hemos de suponer que la posesión de riquezas y un carácter alegre, y la alabanza de los hombres son necesariamente pruebas de que los que tales ventajas gozan no son discípulos de Cristo. Abrahán y Job eran ricos. David y S. Pablo tuvieron sus temporadas de regocijo. Timoteo tuvo en su favor el buen testimonio de los que estaban fuera de la iglesia. Sabemos todos estos fueron siervos verdaderos de Dios. Todos ellos fueron felices en esta vida, y recibirán la bendición del Señor el día de su segunda venida.
1 ¿Quiénes son las personas á quienes nuestro Señor dice: » Ay de vosotros»? Son las que rehúsan adquirir tesoros en el cielo, porque aman más los bienes de este mundo, y no renunciarían su dinero por amor de Cristo si fuese necesario. Son los que prefieren los goces y la decantada felicidad de este mundo, al gozo y á la paz del que cree, y no arriesgan la paz del que cree, y no arriesgan perdida de lo uno con objeto de ganar lo otro. Son los que estiman más la alabanza del hombre que la de Dios, y que rechazan á Cristo por no separarse del mundo. Esta es la clase de gentes que nuestro Señor tuyo á la mira cuando profirió las palabras solemnes: «Ay, ay de vosotros.» él sabia bien que había millares de esas personas entre los Judíos; millares que, no obstante Sus milagros y sermones, amarían el mundo más que á El. Sabia asimismo que en su iglesia había de haber en todos tiempos millares da hombres parecidos á los Judíos–millares que, aunque convencidos de la verdad del Evangelio, nunca renunciarían cosa alguna por amor de éste. Á todos estos les dirige la terrible admonición: » ¡Ay, ay de vosotros!.
Una lección muy importante se desprende de estos versículos. ¡Ojalá la depositemos todos en el corazón, y crezcamos en sabiduría! Esta lección es el antagonismo que siempre encontramos entro los pensamientos de Cristo y la opinión general del género humano. Las situaciones de la vida que el mundo estima como apetecibles, son las mismas contra las cuales el Señor pronuncia los «ayes.» La pobreza, y el hambre, y la aflicción, y la persecución: he aquí lo que el hombre se empeña en evitar. Las riquezas, y la saciedad, y la diversión, y la popularidad: he aquí los bienes por cuya adquisición los hombres están esforzándose constantemente. Después que hayamos hecho todo lo posible por atenuar las palabras de nuestro Señor, quedan todavía en pié dos aserciones que contradicen abiertamente las enseñanzas universales del hombre. El estado de vida que nuestro Señor bendice, es despreciado del mundo. Las gentes á quienes el Señor dice, «Ay de vosotros,» son precisamente las mismas que el mundo admira, elogia, é imita. Este es un hecho lamentable que debe inducirnos á hacer un escrupuloso examen de corazón.
Antes de terminar el estudio de este pasaje preguntémonos qué pensamos de las declaraciones maravillosas que contiene. ¿Podemos dar nuestro asenso á lo que dice nuestro Señor? ¿Estamos unánimes con El? ¿Creemos realmente que la pobreza y la persecución sufridas por amor de Cristo, son bendiciones positivas? ¿Creemos de veras que las riquezas y los goces mundanos, y la popularidad entre los hombres, cuando se solicitan con más anhelo que le la salvación, ó se prefieren en lo más mínimo á la alabanza a Dios, son una maldición positiva? ¿Creemos de veras que el favor de Cristo, aun acompañado de aflicciones y del escarnio del mundo, es de mayor valor que el dinero, y la alegría, y la fama sin Cristo? Estas son preguntas solemnes, y merecen la más seria respuesta. El pasaje que tenemos á la vista es la piedra de toque donde se prueba la sinceridad de nuestras creencias religiosas. Las verdades que contiene son verdades que ningún hombre no convertido puede amar y acoger. Felices los que por experiencia las conocen y las aprueban, y pueden decir «amen » á todas las enseñanzas de nuestro Señor. Sea cual fuere la opinión de los hombres en este respecto, aquellos á quienes Jesús bendice son benditos, y aquellos a quienes no bendice serán arrojados fuera por toda la eternidad.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R1393 Aquí se usa la preposición εἰς, donde se hubiera usado ἐπί en el griego primitivo: sobre.