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Comentario de Lucas 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Una vez concluidas todas sus palabras al pueblo que le escuchaba, Jesús entró en Capernaúm.

7:1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm. 2 Y el siervo de un centurión — “denota un oficial militar al mando de 50 o 100 hombres, según el tamaño de la legión de la que formara parte” (Vine); el centurión romano era “Oficial del ejército romano (Hch 21:32; Hch 22:26), comandante de 100 soldados, más tarde, de una cantidad algo mayor (cp 23:23)” (V-E). Eran la “espina dorsal” del ejército romano. El Nuevo Testamento habla de algunos centuriones excepcionales: aparte del centurión mencionado en este texto, leemos de Cornelio (Hch 10:1-48; Hch 11:1-30) y de Julio, el centurión encargado de Pablo en su viaje a Roma. También digno de mencionarse fue aquel centurión encargado de la crucifixión de Jesús quien exclamó, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat 27:54). El centurión de este texto amaba a su siervo, amaba a los judíos y apoyaba el culto al Dios verdadero.

— a quien éste quería mucho, estaba enfermo (paralítico, Mat 8:6) y a punto de morir. — Había amos crueles, pero también había amos bondadosos. 1Pe 2:18 se refiere a las dos clases de amos. Cuando se toma en cuenta la posición social de los esclavos en aquel entonces, la simpatía de este centurión es admirable, porque algunos militares permiten que su experiencia en guerras, etc. les endurezcan el corazón y se preocupan poco por otros

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Y como acabó todas sus palabras. Mat 7:28, Mat 7:29.

entró en Capernaúm. Mat 8:5-13.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús encuentra mayor fe en el centurión, un gentil, que en la mayoría de los judios, Luc 7:1-9;

sana a su sirviente, estando ausente, Luc 7:10;

resucita al hijo de una viuda de entre los muertos, Luc 7:11-17.

responde a Juan con sus milagros, Luc 7:18-23;

testifica a la gente que opinion tenía de Juan, Luc 7:24-30;

arguye contra los judíos, quienes no podian ser convencidos ni con las costumbres de Juan ni con las de Jesús, Luc 7:31-35;

y deja que sus pies sean lavados y ungidos por una mujer pecadora, mostrando ser amigo de los pecadores, perdonándoles sus pecados cuando se arrepienten, Luc 7:36-50.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Capernaum estaba en la orilla noroeste del Lago de Galilea. Era una ciudad importante al norte de Galilea cuya economía estaba centrada en la pesca y la agricultura. Con una alta concentración judía, fue el centro del ministerio de Jesús en Galilea (Luc 4:31-44).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 7.

El centurión de Cafarnaúm, 7:1-10 (Mat 8:5-13). Cf. comentario a Mat 8:5-13.
1 Cuando hubo acabado de pronunciar estos discursos a oídos del pueblo, entró en Cafarnaúm. 2 Estaba a punto de morir un siervo de cierto centurión que le era muy querido. 3 Este, oyendo hablar de Jesús, envió a El algunos ancianos de los judíos, rogándole que viniese para salvar de la muerte a su siervo. 4 Llegados éstos a Jesús, le rogaban con instancia, diciéndole: Merece que le hagas esto, 5 porque ama a nuestro pueblo, y El mismo nos ha edificado la sinagoga. 6 Jesús echó a andar con ellos. Ya no estaba lejos de la casa, cuando el centurión envió a algunos amigos que le dijeron: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo. 7 Ni yo me he creído digno de ir a ti. Pero di sólo una palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también yo soy hombre sometido a la autoridad, pero tengo a la vez soldados bajo mi mando, y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 9 Oyendo esto Jesús, se maravilló de él y, vuelto a la multitud que le seguía, dijo: Yo os digo que tal fe como ésta no la he hallado en Israel. 10 Vueltos a casa los enviados, encontraron sano al siervo.

Este relato lo traen Lc y Mt. Pero hay una fuerte divergencia entre ellos, aunque manifiestamente es el mismo relato. En Mt es sintético: el centurión viene al encuentro de Cristo a pedirle la curación de su “siervo” (δούλος ), Mt pone “muchacho” (παις ). Pero ésta era forma corriente griega para designar un joven esclavo. En Lc, en cambio, el centurión no ruega directamente a Cristo por esta curación, sino que le envía dos embajadas. La primera está compuesta por algunos “ancianos de los judíos.” Estos no deben de ser los jefes de la sinagoga, ya que a éstos se los nombra ordinariamente por su título oficial. Son personas representativas de la ciudad, que se las envía para que rueguen venga a curar a su siervo. Llegados a su presencia, le rogaban “insistentemente” que lo curase; prueba de que no eran fariseos. Y abonaban su deseo presentando a aquel centurión como un bienhechor del pueblo, hasta haberles levantado la sinagoga local. Era para ellos un caso de gratitud patria. Un caso semejante se registra históricamente. El “jefe de la policía” de Atribis, que probablemente no era judío, se unió a éstos para que se levantase la sinagoga local. Se discute si los restos actualmente conservados de la sinagoga de Cafarnaúm son las ruinas de la sinagoga levantada por este centurión l-, aunque estas ruinas parecen ser del siglo u después de Cristo 2.
Cristo recibe la propuesta con agrado, y, diciendo que va a curarlo, se pone en camino con ellos a casa del centurión, probablemente un hombre temeroso de Dios (Mat 23:10). Este tipo de personas que salen en el Ν . Τ . son personas honradas y humanitarias. Ya cercanos a la casa, el centurión le envía otra representación de “amigos,” diciéndole que no se moleste en entrar en su casa. Que basta una palabra suya a distancia para la curación de su siervo. Además, ni él se creyó digno de ir personalmente a suplicárselo, ni se considera digno de que entre en su casa. Y los “amigos” dicen a Cristo las palabras que Mt pone en boca del centurión: que si él manda a sus subordinados, mayor es el poder de Cristo 3.
Esta insistencia en evitar a Cristo el venir a su casa acaso pudiese obedecer al concepto de que el judío se contaminaba por entrar en casa de un “gentil” (Jua 18:28).
Se explica bien la abreviación del relato por Mt, según su procedimiento. En cambio, de no ser histórico, no se vería una razón suficiente de que Lc, escribiendo para gentiles, hubiese incluido una catequesis en la que así se consideraba al “gentil,” ya que en este relato no se dice que Cristo entrase en su casa (v.10).
Esta doble embajada no deja de extrañar. Lo primero fue el impulso precipitado, rogando su presencia para curarle, creyendo acaso más seguro esto, como estaba en el medio ambiente (2Re 5:11; Jua 11:21). Pero, al oír la noticia de su llegada, brota la fe en su poder a distancia con la excusa de su indignidad gentil, que causaba impureza “legal” a un judío. En cambio, pensar en una “dramatización” de la petición del centurión en esta doble embajada no se explica bien, parece muy teatral y forzada. El centurión tuvo que pensar que personas judías de representación local habían de pesar más en el ruego que le hiciesen a Cristo, judío, que el que le hiciese un gentil. Era el medio ambiente que se respiraba. Aunque acaso la solución sea efecto de una combinación de “fuentes” retocadas, sin olvidar que, en el evangelio de Lc, Cristo no predica inmediatamente a los gentiles.
Lc resalta, sin decir la enfermedad que fuese, que este siervo “estaba a punto de morir.” Esto mismo explica la urgencia de su súplica.
Lc omite aquí el pasaje de Mt (Jua 8:11-12) sobre la reprobación judía y vocación de los gentiles. Pero la trae en otro contexto (Jua 13:28-30) escatológico, y que, probablemente, sea el original.
En la humildad del centurión, que no se considera digno de que Cristo entre en su casa, se presiente la acogida de los gentiles al “mensaje” de Cristo, como se ve en los Hechos de los Apóstoles.

La resurrección en Naín,Jua 7:11-17.
11 Aconteció tiempo después que iba a una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12 Cuando se acercaban a las puertas de la ciudad, vieron que llevaban un muerto, hijo único de su madre, viuda, y una muchedumbre bastante numerosa de la ciudad la acompañaba. 13 Viéndola el Señor, se compadeció de ella y le dijo: No llores. 14 Y acercándose, tocó el féretro; los que lo llevaban se detuvieron, y El dijo: Joven, a ti te hablo, levántate. 15 Sentóse el muerto y comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre. 16 Se apoderó de todos el temor, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros, y Dios ha visitado a su pueblo. 17 La fama de este suceso corrió por toda Judea y por todas las regiones vecinas.

Este pasaje es propio de Lc. La cronología del mismo es muy vaga. Acaso Lc relata aquí esta resurrección como elemento evocado por el relato siguiente de su respuesta a los enviados del Bautista, en que como prueba mesiánica se resucitan muertos. Mt lo había prevenido con la resurrección de la hija de Jairo.
Cristo va, con sus discípulos y una gran muchedumbre de la que le escuchó y sobre la que operó milagros, a un villorrio (πόλις ; Lc suele llamar así a pequeños villorrios) llamado Naín Na’im = la bella, la graciosa) 4, situado a unos diez kilómetros al sudeste de Nazaret y a siete u ocho horas de Cafarnaúm, junto al Djebel col-Duhy 5. La escena del encuentro de Cristo con el cortejo fúnebre tiene lugar al acercarse a la “puerta de la ciudad.” Un pequeño villorrio es probable que no tuviese más que una puerta de acceso. Así aparece en las ruinas de Ain Shems. Según la costumbre judía, llevaban a enterrar sobre unas parihuelas, envuelto el cuerpo en lienzo blanco, y la cabeza en un sudario, o en ocasiones descubierta, al hijo único de una viuda; los judíos no utilizaban ataúdes. El entierro solía ser al atardecer del día del fallecimiento. Acompañaban el féretro su madre, parientes y gran parte de las gentes del villorrio, sin faltar plañidera y algún flautista. Los rabinos tenían legislado que, al encontrarse un cortejo fúnebre, se incorporasen las gentes a él 6. Aquí Cristo se adelanta a la madre para compadecerse de ella. La escena es de una gran delicadeza. Bien consciente de su poder, sin temores a la impureza “legal” por tocar un muerto (Num 19:16), tocó el féretro y dio al joven la orden de “levantarse,” de resucitar; pero la fórmula con que lo dice es de interés:

“Joven (yo) te digo a ti: levántate.”

El Señor da la orden de resucitar al joven en su nombre propio: “(Yo) te digo a ti.” El poder en nombre propio de la resurrección de los muertos, como el poder de vida o muerte, es poder en el A.T. reservado a Dios. Se piensa si Lc quiere reflejar aquí estos poderes divinos de Cristo. En todo caso, el hecho habla de ellos.
El muerto se incorporó, comenzó a hablar, y El se lo entregó a su madre. El “temor” ante el prodigio sobrenatural invade al pueblo. Pero éste sólo ve en Cristo “un gran profeta.” El pueblo no oyó o no valoró bien la formulación de Cristo, salvo que no sea algo matizada por Lc, y pensó que había sido una resurrección al estilo de las de Elias y Elíseo (1Re 17:17-24; 2Re 4:11-27), en las que la resurrección se operaba por la impetración.
Lc en el v.13 llama a Cristo “Señor” (χύριος ). Es título de Cristo normal en Lc (2Re 7:19; 2Re 10:2.39.41; 2Re 11:39; 2Re 12:42; 2Re 13:15; 2Re 16:18; 2Re 17:5ss; 2Re 18:6; 2Re 19:8; 2Re 22:61; 2Re 24:34). En cambio, sólo sale una vez en Mt (Mat 21:3) y en el paralelo de Mc (Mat 11:3; Harrington). Es término del cristianismo primitivo (Rom 10:9; Flp 2:11), pues a Cristo no se le trataba así en vida, y con el que se proclamaba la divinidad del mismo. Se ve en este pasaje un acentuado estilo de Lc. Es oportuno proclamar a Cristo Κύριος , cuando va a ejercer poderes divinos en la resurrección de un muerto.
A esto se une otro intento deliberado de Le: su intento de evocar sobre Cristo las resurrecciones de muertos hechas por Elias (1Re 17:17-24) y Elíseo (2Re 4:18-37). Ambos resucitaron a dos hijos únicos y de viudas. Este intento se ve porque Lc cita estos pasajes en otros lugares (Luc 4:25-27; Luc 5:1-11). Además, el final del v.15 concuerda literalmente con la parte que interesa, con 1Re 17:23. Pero en estos casos la resurrección es por “impetración” a Dios, y se realizan mediante un complicado y prolijo ritual. Si es por “evocación,” lo es para evocar, por contraste, el modo de las resurrecciones de Cristo por su imperio de Dios.
Las gentes reconocieron que había surgido “un gran profeta.” Estos “himnos finales” son usuales en las narraciones de Lc. El hecho hablaba, en su momento histórico, de un taumaturgo; el caso de Elíseo, que obró el milagro cerca de Naín, aparentemente los equiparaba y desorientaba. En aquel momento este “gran profeta” surgido no debe de ser equivalente “al Profeta” (Jua 6:14.15) esperado, y que, era para muchos, sinónimo de Mesías (cf. Comentario a Jua 1:21b).

El mensaje del Bautista,Jua 7:18-23 (Mat 11:2-6). Cf. comentario a Mat 11:2-6.
18 Los discípulos de Juan dieron a éste noticia de todas estas cosas, y, llamando Juan a dos de ellos, 19 los envió al Señor para decirle: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 20 Llegados a El, le dijeron: Juan el Bautista nos envía a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que viene o esperamos a otro? 21 En aquella misma hora curó a muchos de sus enfermedades y males y de los espíritus malignos, e hizo gracia de la vista a muchos ciegos, 22 y, tomando la palabra, les dijo: Id y comunicad a Juan lo que habéis visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados; 23 y bienaventurado es quien no se escandaliza en mí.

El Bautista, estando en la prisión de Maqueronte, recibe, en su prisión “atenuada,” la noticia de las obras de Cristo por medio de discípulos de su “círculo.” Y, ante esto, envía a Cristo a “dos” para que le pregunten si El es el Mesías o se ha de esperar a otro.
“El que ha de venir” (bερχόμενος ) procede de Malaquías (Mat 3:1.23). En este contexto ha de ser el Mesías (J. Schneider, J. A.T. Robinson). ¿Qué buscaba el Bautista con ello? Lc tiene un matiz especial a propósito de la respuesta de Cristo a los enviados del Bautista. “En aquella hora curó a muchos” (v.21), especificándose varias de estas enfermedades, y otras se ponen como un “sumario” de ellas. Era la obra profética esperada del Mesías, y aún matizada más en aquel ambiente por las interpretaciones rabínicas. En Mt se manda digan a Juan lo que “habéis visto y oído” (Mat 11:4). ¿Cuándo? ¿Habrá hecho Cristo entonces toda esta cantidad de milagros? Precisamente en Mt (Mat 11:1) y en Lc (Mat 7:18) se dice que los “discípulos” del Bautista dieron a éste noticia de todas las obras maravillosas de Cristo, y, por ello, el Bautista los envía a preguntarle si él es el Mesías. La expresión “en aquella (precisa) hora” (εν έχείνβ τη ώρα ) ¿no puede tener el sentido amplio mesiánico, como tiene tantas veces en los profetas la expresión “en aquel día,” “en ese día”? O, ¿posiblemente, hubo ante ellos algún milagro, al que se permitió sumar – procedimiento literario – un “sumario” de prodigios hechos por Cristo en otras ocasiones, pero que eran hechos, precisamente, “en aquella hora” mesiánica, y que respondían, en su argumentación, al anuncio profético que cita de Isaías? Aunque esta cita no es ni según el Τ . Μ . ni según los LXX, sino que es una combinación de alusiones o citas tomadas de diversos pasajes de Is (Mat 29:18-19; Mat 35:5-6; Mat 61:1). El cumplimiento de las obras proféticas era la respuesta mesiánica a las “dudas” del Bautista. Que las dudas del Bautista eran reales se ve en el hecho de que el Bautista no pasa a los “discípulos” de Cristo, ni tampoco los “suyos.” Si está “preparando” al pueblo para que lo reciban, si él lo conoce como tal, debe de pasarse y hacer pasar a los “suyos” a los fieles y seguidores de Cristo, y no tener “su” grupo, y “su” bautismo, en abierta controversia sobre el bautismo de Cristo (Jua 3:22ss; Jua 4:1-3). Ante ello las catástrofes escatologistas debían ceder. Por eso, “bienaventurado es quien no se escandaliza en mí.” No era “glotón,” ni “amigo de pecadores,” ni obraba prodigios por el poder diabólico. Era el Mesías profético: del mesianismo espiritual, del dolor y de las grandes obras benéficas para todos, incluidos los “pecadores.” 6
El estudio de este tema se hace en Comentario a Mat 11:2-6 y a Jua 1:29-51.

Panegírico del Bautista,Jua 7:24-28 (Mat 11:7-15). Cf. comentario a Mat 11:7-15.
24 Cuando se hubieron ido los mensajeros de Juan, comenzó Jesús a decir a la muchedumbre acerca de él: ¿Qué habéis salido a ver al desierto? ¿Una caña agitada por el viento? 25 ¿Qué salisteis a ver? ¿Un hombre vestido con molicie? Los que visten suntuosamente y viven con regalo están en los palacios de los reyes. 26 ¿Qué salisteis, pues, a ver? ¿Un profeta? Sí, yo os digo, y más que un profeta. 27 Este es aquel de quien está escrito: “He aquí que yo envío delante de tu faz a mi mensajero, que preparará mi camino delante de ti.” 28 Yo os digo, no hay entre los nacidos de mujer profeta más grande que Juan; pero el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

Mt es más amplio y abigarrado que Lc en este relato. Una vez que los dos discípulos del Bautista se marcharon, Cristo hizo su panegírico. No era una “caña” el que tenía la fortaleza y el celo de censurar el adulterio de Antipas y de estar, como mártir, en prisión; ni fueron a ver un hombre “vestido muellemente,” el que vestía el traje y la austeridad de los profetas. La emoción que había despertado en todo Israel fue la de un gran “profeta,” y hasta se llegó a pensar si no fuera él mismo el Mesías (Lc-Jn). Y Cristo hace ver que Juan no sólo es un profeta, sino más que ellos, porque es el precursor del Mesías. Los otros veían al Mesías desde lejos en sus vaticinios, pero Juan lo presenta “oficialmente” al pueblo. Por eso se cumplía en él el vaticinio de Malaquías interpretado por los rabinos: que Elias en persona presentaría y ungiría al Mesías. Esta fue la obra de Juan: “presentarlo” a Israel y “ungirlo” en el bautismo que lo proclamaba el Mesías, “Siervo de Yahvé.” Juan era el precursor que “preparó” los caminos morales del pueblo para la venida del Mesías.
Pero, como en Mt, también se añade: “que el más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él.” Juan, como profeta, y en él el A.T. como término, sólo apuntaba y preparaba la venida del reino, pero el ingreso en éste es superior a la preparación a él. El N.T. es superior al A.T. La ley de Cristo, al viejo mosaísmo.
Se ve en el texto la polémica de no supervalorar el Bautista, ni rebajarlo demasiado.
¿Cuánto se le valoró como “precursor”?

Actitud farisaica ante la misión del Bautista, 7:29-35 (Mat 11:16-19). Cf. comentario a Mat 11:16-19.
29 Todo el pueblo que le escuchó y los publícanos reconocieron la justicia de Dios, recibiendo el bautismo de Juan; 30 pero los fariseos y doctores de la Ley anularon el consejo divino respecto de ellos no haciéndose bautizar por él 31 ¿A quién, pues, compararé yo a los hombres de esta generación y a quién son semejantes? 32 Son semejantes a los muchachos que, sentados en la plaza, invitan a los otros diciendo: Os tocamos la flauta, y no danzasteis; os cantamos lamentaciones, y no llorasteis. 33 Porque vino Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decíais: Tiene demonio. 34 Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Es comilón y bebedor de vino, amigo de publícanos y pecadores. 35 Y la sabiduría ha sido justificada por todos sus hijos.

Lc es más completo en este pasaje que Mt. Hace fuerte la contraposición entre “el pueblo, que le escuchó,” y “los publícanos,” que reconocieron la justicia de Dios, el plan de Dios, de recibir el bautismo de Juan como signo de su cambio de conducta. La forma “todo el pueblo” es rotunda y usual en Lc para indicar por un golpe psicológico el efecto grande y masivo. Pero frente a éstos pone a los “fariseos y doctores de la Ley,” que “anularon el consejo divino,” el plan providencial de Dios, no aceptando el bautismo de Juan, es decir, las disposiciones morales (μετάνοια ) que con él se protestaban.
Pero, si a Juan no lo aceptan, a Cristo tampoco. Tienen la veleidad, aquí malévola, de los muchachos en sus juegos. Es una comparación o pequeña parábola sin elementos diferenciales alegóricos, como sutilmente algunos pensaron 7.
v.32. Lc pone “llorar” en donde Mt (Mat 11:17) pone “golpear el pecho.” Probablemente se deba a “fuentes” distintas, o a una cita libre.
Vino Juan en la austeridad de la penitencia, y en la soledad, y lo consideraban “endemoniado.” Viene Cristo asistiendo por su apostolado salvador a tomar contacto con “publícanos y pecadores,” y se le califica de glotón y bebedor y amigo de esas gentes despreciables. No era, en el fondo, otra razón que el orgullo farisaico, que no aceptaba imposiciones por considerarse ellos los maestros de la luz.
“Pero la Sabiduría ha sido aprobada por todos sus hijos.” Mt pone esta aprobación de la sabiduría por sus “obras.” En el fondo es lo mismo, ya que estas “obras” son las de sus “hijos,” de los hijos de la sabiduría. Esta es la sabia providencia de Dios, que cantan los libros “sapienciales,” y que dan al ser humano la rectitud y la justicia. Es la que conduce a los humanos al Reino y los hace ingresar en él, que aquí es ese “pueblo” y esos “publícanos” de los que acaba de hablar, y que por ella ingresaron en el reino.

La pecadora arrepentida,Mat 7:36-50.
36 Le invitó un fariseo a comer con él, y, entrando en su casa, se puso a la mesa. 37 Y he aquí que llegó una mujer pecadora que había en la ciudad, la cual, sabiendo que estaba a la mesa del fariseo, con un pomo de alabastro de ungüento, 38 se puso detrás de El junto a sus pies, llorando, y comenzó a bañar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza, y besaba sus pies y los ungía con el ungüento.39 Viendo lo cual, el fariseo que lo había invitado dijo para sí: Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora. 40 Tomando Jesús la palabra, le dijo: Simón, tengo una cosa que decirte. El dijo: Maestro, habla. 41 Un prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios; el otro, cincuenta. 42 No teniendo ellos con qué pagar, se lo condonó a ambos. ¿Quién, pues, le amará más? 43 Respondiendo Simón, dijo: Supongo que aquel a quien condonó más. Díjole: Bien has respondido. 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa, y tú no me diste agua a los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste el ósculo de paz, pero ella, desde que entré, no ha dejado de besarme los pies. 46 No ungiste mi cabeza con óleo, y ésta ha ungido mis pies con ungüento. 47 Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama. 48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49 Comenzaron los convidados a decir entre sí: ¿Quién es éste para perdonar los pecados? 50 Y dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vete en paz.

Este pasaje, propio de Lc, es clásico por las opiniones sobre la identificación de esta “pecadora.” Pero su gran importancia la tiene por la portada apologético-dogmática que entraña por el perdón de los pecados.
La situación literaria de este pasaje aquí es de gran oportunidad. Frente a la actitud engreída de los fariseos ante Cristo, una mujer pecadora va a encontrar el perdón. También ella va a ser así “hija de la Sabiduría” (Luc 7:35).
Un fariseo llamado Simón invitó a Cristo a comer con él, a un banquete al que había invitados (v.49). No se dice la ciudad. Pero parece que era en Galilea, ya que el ministerio judaico lo va a tratar dos capítulos después. No muestra especial simpatía por Cristo, ya que no le da las muestras ordinarias de deferencia que se tienen con los huéspedes, y que Cristo le resaltará luego (v.44-46). Debe de ser por un simple motivo de curiosidad ante su fama, para formarse un juicio sobre él, y hasta posiblemente para espiarle. O considerándose meritorio invitar a una comida de sociedad a maestros transeúntes, especialmente si habían predicado en la sinagoga, se podría pensar que al banquete antecedió una enseñanza sinagogal de Cristo, que impresionó a Simón, a los comensales y a la pecadora 7. Acaso fuese esto el motivo de su llanto ante Cristo. Lloraba ante un “profeta,” aunque a la hora de la redacción se ve su orientación a la “confesión.”
Durante el banquete entró en la sala una mujer pecadora. Está en las costumbres de Oriente el que se deje pasar a más gentes a estos actos como puros curiosos u observadores 8. Una vez dentro, se puso detrás de Jesús, para alcanzar sus pies. La comida se hacía al tipo de triclinios, reclinados sobre lechos, descansando el cuerpo sobre el brazo izquierdo y teniendo los pies hacia atrás, casi a la altura del suelo.
Esta pecadora derramó sobre sus pies un frasco de perfume y los regó con sus lágrimas, los besó y los enjugó con sus cabellos: grande debió de ser la cantidad de ungüento sobre ellos derramado.
Simón, al ver esta escena, pensó que Cristo no fuese profeta, porque no sabía qué clase de mujer fuese aquélla. La conclusión no era muy lógica, pues los profetas no tienen por qué saber todas las cosas. Pensaba posiblemente en ciertos antiguos profetas, tal como se lee en los libros de los Reyes (1Re 14:6; 2Re 1:3; 2Re 5:24ss). Pero Cristo le va a demostrar, no sólo que es profeta, pues lee en su corazón y en el de la pecadora, sino que se va a presentar con poderes excepcionales.
La comparación que le hace es sencilla. Dos personas deben a otra, una 500 denarios y otra 50. El denario era normalmente el sueldo diario de un trabajador (Mat 20:2) 9. Como ninguno los puede pagar, el prestamista se los perdona a ambos. La respuesta era lógica: más lo deberá “amar” aquel a quien le condonó más. Para la valoración exacta del v. 42b, hay que tener en cuenta que el arameo no tiene el término específico para expresar “agradecer,” por eso se lo suele sustituir por el verbo “amar.” Y la parábola se alegoriza en el panegírico de la pecadora, comparada con Simón.
Este no le ofreció los signos de hospitalidad que se tienen en Oriente con los huéspedes, sobre todo distinguidos. Ni le ofreció el agua para lavar los pies sudorosos de los caminos palestinos y tenerlos limpios para reclinarse en el triclinio; ni le dio el beso de paz del saludo; ni le hizo ungir la cabeza con perfumes, tan usados en Oriente, para suavizar la piel y ser desodorante. Pero, en cambio, esta pecadora lo hizo con creces: le lavó los pies con sus lágrimas, los ungió con perfume sacado de un rico pomo de alabastro, los enjugó con sus propios cabellos y no cesó de besarlos.
Se piensa si esta concreción de censura-comparativa a Simón sea original. ¿Haría Cristo esta censura pública a quien lo invitaba? ¿No podría ser una matización, que se deducía espontánea de los hechos? ¿Acaso responde a destacar aun resabios de la lucha farisaica, ya que Simón es “fariseo”? En todo caso, no trata Cristo tanto del reproche al fariseo, cuanto, por contraste, destacar el amor de la pecadora: ésta (pecadora) hace lo que no hizo, debiendo hacerlo, el fariseo (justo).
Y, volviéndose a Simón, le dijo, refiriéndose a la pecadora, que le eran perdonados sus muchos pecados porque amó mucho. Esta mujer debió de haber sido testigo de los prodigios y doctrina de Cristo. Así es como le localiza, sin más, al entrar. Pero va a El con un ansia de regeneración en el alma. Era un intenso amor a Cristo, en lo que El significaba como legado de Dios. Por eso le dijo a ella: “Tus pecados te son perdonados.”
Los autores se han planteado varios problemas a este propósito 10. Si Cristo le perdona ahora mismo los pecados, es que antes no estaban perdonados. Pero antes parecería que lo estaban, pues el perdón iba anejo al gran amor. Sería la contrición perfecta. La conjunción usada (ότι ) puede tener sentido causal o declarativo, equivalente aquí a signo o señal. En el primer caso, el amor le habría causado el perdón; en el segundo, estos signos de amor le van a traer el perdón.
No hay que urgir los términos hasta la precisión técnica teológica. Es un relato hecho al modo ordinario de hablar. Cristo le dice a Simón que a esta mujer, por amar mucho, le son perdonados sus muchos pecados. Es el enunciado de un principio que tiene realización concreta en esta pecadora, sin intentar decirse aquí el “mecanismo” de la “justificación.”
Se piensa por algunos autores si los v.48-49 no podrían estar “dislocados” de su contexto original, pues parece que el perdón ya está dado en el v.47. También se piensa en esta misma posibilidad, casi por lo mismo, del v.50. Y hasta se quiere hacer ver que el contexto propio de los v.48-49 sea Luc 8:48. Todo ello es muy discutible. Al menos se explica bien su matización en el “cursus” de la narración. Bastantes exegetas modernos suponen “incrustada” la “parábola” que Cristo dirige a Simón (v.40-44); tiene afinidades con procedimientos anecdóticos rabínicos. (Strack-B., Kommentar II p.163). Y hasta podría pensarse que “Jesús se contenta con confirmar la sentencia del perdón, que la mujer ha merecido por la fe.” La sorpresa en los convidados fue máxima. “¿Quién es éste para perdonar los pecados?” No se trata de un profeta que declarase a un pecador que, por su penitencia y su amor, Dios le hubiese perdonado sus pecados, sino que El, con su propia autoridad, los perdonaba. La conclusión que sacaron, aunque aquí no está expresa, aunque sí implícita, es la que sacaron cuando Cristo, para demostrar que tenía poder para perdonar los pecados, curó a un paralítico: “¿Quién es este que así blasfema? ¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?” (Luc 5:21, par.). Así Cristo, con este procedimiento de las obras, se presenta con poderes que en el A.T. estaban reservados exclusivamente a Dios. Según la tradición rabínica, el Mesías no tendría el poder de perdonar los pecados 12.
Acaso haya dos temas entrelazados. Es un problema análogo al que se plantea a propósito de la curación de un paralítico. Para su exposición, cf. Comentario a Luc 5:17-26. A la comunidad primitiva le interesa grandemente justificar el poder de perdonar todos los pecados (Jua 20:23), especialmente los más graves.

Un Problema Evangélico de Identificación de Personas y Escenas.
Tema muy discutido es saber si este relato se identifica con la unción en Betania que relatan los otros evangelistas (Jua 12:1-8; Mat 26:6-13; Mar 14:3-9), o si esta mujer pecadora se ha de identificar con María Magdalena, de la cual Cristo había “echado siete demonios” (Luc 8:2).
Pero no hay base para esta identificación. El que de Magdalena haya Cristo “echado siete demonios” no significa que fuese pecadora, sino que la había curado de siete enfermedades, o, por ser el número siete número de plenitud, podría significar una grave enfermedad, o una enfermedad importante y crónica, o, en el peor de los casos, un tipo de posesión diabólica, aunque valorando esto con la apreciación popular de entonces; lo que no indica que fuese pecadora. Además, Lc, al comienzo del capítulo siguiente, presenta a Magdalena como a una protagonista desconocida. De identificarse, lo lógico era presentarla haciendo referencia a la escena que acaba de contar (cf. Jua 19:25; Mat 27:55.61; par.).
En cuanto a María de Betania, la hermana de Lázaro, la única razón que se alega para su identificación es el gesto de la unción con el perfume sobre sus pies y el enjugárselos con sus cabellos, según el relato de Jn. Pero contra esta identificación están las siguientes razones:
1.a Jn destaca sólo la unción en los “pies,” por razón del “simbolismo”; pero Mt-Mc destacan la unción en la “cabeza,” por lo que debió de ser en cabeza y pies; pero no pueden decir que enjugase ambas cosas con los cabellos.
2.a La escena de Lc tiene lugar en la época media del ministerio público de Cristo, y, por la situación del relato, tiene lugar en Galilea. La de Jn es en Judea seis días antes de su muerte.
3.a Nunca se dice que sea pecadora, ni se habla desfavorablemente de María de Betania. Y hasta sería posiblemente una razón psicológica el que Cristo, que no repara en ir a buscar a los pecadores, no hubiese admitido, por razón social, ni una hospitalidad tan habitual ni tan íntima con esta familia si María de Betania hubiese sido una mujer pecadora, reconocida como tal en la ciudad.
4.a El enfoque estructural de ambos relatos es distinto. En el de Lc, el motivo del relato es el perdón y conversión de una pecadora; en el de Jn y Mt-Mc, el tema es un acto de amor a Cristo, que es comentado y presentado por Cristo en orden a su honra funeral.
5.a El que el banquete se dé en casa de Simón en ambos relatos no es objeción, ya que este nombre era vulgarísimo. El Ν . Τ . cita más de diez personajes de este nombre. Y mientras Lc lo llama sin más Simón, Mt-Mc lo destacan, precisamente para distinguirlo de entre lo usual del mismo, llamándolo “Simón el leproso.” Jn, en su relato, omite el nombre de Simón.
Lo que acaso no repugne, a título de hipótesis, sería el admitir que Lc hubiese tomado para retocar su relato algún elemento – concretamente el enjugar con sus cabellos los pies ungidos – de la escena conocida de María de Betania. La razón pudiera ser doble: a) No era normal, ni es fácil se repitiese, el que una mujer, después de ungir los pies de Cristo, los enjugase con sus cabellos. Esto aparece como un rasgo excepcional, b) El relato de esta escena de María de Betania tuvo tanta repercusión en la catequesis primitiva que, como Cristo anunció en la réplica a Judas, se narraría esto cuando se expusiese el Evangelio. Esto podría haber permitido a Lc tomarlo como un rasgo complementario para hacer la descripción de este otro episodio de la mujer pecadora 13. O, acaso, Jn, para su “simbolismo,” lo toma de esta escena, contra Mt-Mc.

1 Orfali, Capharnaúm Et Ses Ruines (1922). 2 Kohl Und Watzinger, Antike Sinagogen In Galilea (1916); Perrella, / Luoghi Santi (1936) 142-144. 3 Holzmeister, En Verb. Dom. (1937) 27-30; Mariner, Sub Potestate Constitu-Tus: Helmantica (1956) 391-399. 4 Strack-B., Kommentar. Ii P.161. 5 Abel, Geographie De La Palest. (1938) Ii P.394-395. 6 Edersheim, Sketches Of Jewish Social Life In The Day Of Christ P. 168-181. 6 D. K. Campbell, The Prime Of Life At Naim: Bibliotheca Sac. (Dallas 1958) 341-347; J. Dupont, L’ambassade De Jean Baptiste (Mat 11:2-6; Lite 7:18-23): Nouv. Rev. Théol. (1961) 805-821.943-959. 7 F. Hauck, Das Evangelium Des Lukas (1934) P.102. 8 William, Vida De Jesús., Vers. Del Alem. (1940) P.223ss. 9 Prat, Lc Cours De Monnaies En Palestine Au Temps De J.-Ch.: Recher. Se. Relig. (1925) 446. 10 Para Una Síntesis De Ellos, Cf. Simón-Dorado, Praelect. Bibl. ν. Τ. (1947) P.571-572. 11 Maréchal, évang. S. St. Lúe (1946) P.106. 12 Strack-B., Kommentar. I P.495. 13 Lagrange, Jesús A-T-Il été Oint Par Pluriersfemmes?: Rev. Bibl. (1912) 504-532; Holzmeister, Die Magdalenen Frage In Der Christlichen Überlieferung: Zeitsch. Cath. Theol. (1922) 422ss.599ss: Verb. Dom. (1936) 139-199; Ketter, Ckristus Und Die Frauen (1935); P. Bruin, War María Magdalena Eine Sünderin?: Theol. Praktische Quartal. (1962) 222-226.

Fuente: Biblia Comentada

7:1 Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaúm. 2 Y el siervo de un centurión –“denota un oficial militar al mando de 50 o 100 hombres, según el tamaño de la legión de la que formara parte” (Vine); el centurión romano era “Oficial del ejército romano (Hch 21:32; Hch 22:26), comandante de 100 soldados, más tarde, de una cantidad algo mayor (cp 23:23)” (V-E). Eran la “espina dorsal” del ejército romano. El Nuevo Testamento habla de algunos centuriones excepcionales: aparte del centurión mencionado en este texto, leemos de Cornelio (Hch 10:1-48; Hch 11:1-30) y de Julio, el centurión encargado de Pablo en su viaje a Roma. También digno de mencionarse fue aquel centurión encargado de la crucifixión de Jesús quien exclamó, “Verdaderamente éste era Hijo de Dios” (Mat 27:54). El centurión de este texto amaba a su siervo, amaba a los judíos y apoyaba el culto al Dios verdadero.
— a quien éste quería mucho, estaba enfermo (paralítico, Mat 8:6) y a punto de morir. – Había amos crueles, pero también había amos bondadosos. 1Pe 2:18 se refiere a las dos clases de amos. Cuando se toma en cuenta la posición social de los esclavos en aquel entonces, la simpatía de este centurión es admirable, porque algunos militares permiten que su experiencia en guerras, etc. les endurezcan el corazón y se preocupan poco por otros

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA FE DE UN SOLDADO

Lucas 7:1-10


Cuando Jesús acabó de decirle al pueblo todo lo que quería enseñarle, se fue a Capernaum. Había allí un centurión romano que tenía un esclavo al que quería mucho, que estaba gravemente enfermo y a punto de morir. Cuando oyó hablar de Jesús, le envió un grupo de judíos respetables para pedirle a Jesús que fuera a su casa y le salvara la vida a su esclavo. Ellos se dirigieron a Jesús sin pérdida de tiempo para transmitirle el ruego del centurión, y añadieron:
-Se merece que le hagas este favor, porque nos tiene afecto a los judíos y nos ha construido una sinagoga.
Jesús se puso en camino con ellos, y no estaba ya lejos de la casa cuando el centurión le mandó a unos amigos suyos con otro recado:
-Señor, no te molestes en venir, porque no me merezco que entres en mi casa; y si no me he puesto en contacto contigo personalmente ha sido porque no me considero digno. Lo único que te ruego es que des la orden para que mi esclavo se ponga bien. Yo también sé lo que es la disciplina militar, y tengo soldados a mis órdenes. Si le digo a uno que vaya, va; y a otro que venga, y viene; y a un esclavo que haga algo, y lo hace.
Jesús se llenó de admiración cuando oyó aquello, y se volvió a la gente que le seguía para decirles:
-¡Os aseguro que no he encontrado a nadie que tuviera tanta fe en el pueblo de Israel!
Cuando los mensajeros llegaron a la casa se encontraron con que el esclavo ya estaba completamente restablecido.

El personaje central de este historia es un centurión romano. No era un hombre cualquiera.

(i) El mero hecho de que fuera un centurión indica que no era un cualquiera. El centurión equivalía entonces al coronel de ahora; los centuriones eran la columna vertebral del ejército romano. Todos los centuriones que aparecen en el Nuevo Testamento eran personas respetables (cp. Lc 23:47 ; Hch 10:22 ; Hch 22:26 ; Hch 23:17; Hch 23:23-24 ; Hch 24:23 ; Hch 27:43 ). El historiador Polibio nos describe las cualidades de un centurión: «Debe ser, más que un militar temerario, uno que es capaz de mandar a la tropa, firme en la acción y de confianza; no demasiado dispuesto a entrar en combate, pero cuando es necesario debe estarlo a defender su posición y a morir en su puesto.» El centurión tenía que ser un hombre especial, o no habría podido conservar su puesto.

(ii) Tenía una actitud muy poco corriente con su esclavo. Amaba a su esclavo, y habría hecho lo que fuera necesario para salvarle la vida. La ley romana definía al esclavo como una herramienta viva; no tenía derechos; su amo le podía maltratar y matar si quería. Un escritor romano recomienda a los terratenientes que pasen revista a sus aperos todos los años, y que tiren los que ya están, rotos o inservibles, y que hagan lo mismo con los esclavos. Era corriente abandonar a los esclavos para que se murieran cuando ya no rendían en el trabajo. Pero la actitud de este centurión era fuera de lo corriente.

(iii) Era un hombre profundamente religioso. Tiene que haber tenido más que un interés superficial para construir una sinagoga. Es verdad que los Romanos consideraban que la religión era buena para mantener a la gente en orden; la consideraban como el opio del pueblo. Augusto recomendaba que se construyeran sinagogas por esa razón. El historiador Gibbon dice en una frase famosa: » Todas las formas de religión que existían en el Imperio Romano, la gente las consideraba como igualmente verdaderas; los filósofos, como igualmente falsas, y los magistrados como igualmente útiles.» Pero este centurión no era un administrador cínico, sino un hombre sinceramente religioso.

(iv) Tenía una actitud muy poco corriente hacia los judíos.

Si los judíos despreciaban a los gentiles, los gentiles odiaban a los judíos. El antisemitismo no es nada nuevo. Los Romanos decían que los judíos eran una raza asquerosa, y consideraban su religión como una superstición bárbara; hablaban del odio que tenían los judíos a toda la raza humana; acusaban a los judíos de adorar a una cabeza de burro y de sacrificarle todos los añosa un gentil. Es verdad que muchos gentiles, cansados de los muchos dioses y de la baja moralidad del paganismo, habían aceptado la doctrina judía de un solo Dios y la ética judía austera; pero el trasfondo de este relato implica un sincero lazo de amistad entre el centurión y los judíos.

(v) Era un hombre humilde. Sabía muy bien que a un judío estricto le prohibía su ley entrar en la casa de un gentil Hch 10:28 ), de la misma manera que le estaba prohibido dejar entrar a un gentil en su casa o tener ningún trato con él. Por eso no fue directamente a Jesús, sino que les pidió ese favor a sus amigos judíos. Este hombre tan acostumbrado a mandar era sorprendentemente humilde en presencia de la verdadera grandeza.

(vi) Era un hombre de fe. Y su fe estaba basada en los argumentos más sanos. Razonaba del aquí y ahora al allí y entonces, de su propia experiencia a Dios. Si su autoridad producía resultados, ¡cuánto más los produciría la de Jesús! Tenía la perfecta confianza del que mira hacia arriba y dice: «Señor, yo sé que puedes hacerlo.» Si tuviéramos una fe así, nos sucederían milagros y la vida sería nueva.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 07

2. LA ACCIÓN SALVADORA DE DlOS (7,1-8,3).

En el sermón de la montaña ha hablado Jesús como maestro que enseña con autoridad y poder; ahora se nos muestra como salvador poderoso. Su poder de sanar y de salvar tiene una amplitud ilimitada: otorga su favor a un pagano (7,1-10), resucita a un muerto (7,11-17), se revela como el salvador prometido de los enfermos y de los pecadores (7,18-35) y perdona a la pecadora (7,36-SO). El resultado de su actividad se muestra de nuevo en los discípulos (8,1-3).

a) Curación del criado del centurión (Lc/07/01-10)

1 Después de terminar todos sus discursos ante el pueblo, entró en Cafarnaúm. 2 Un centurión tenia enfermo y a punto de morir un criado al que estimaba mucho. 3 Cuando oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera a salvar a su criado. 4 Al llegar éstos ante Jesús, le suplicaban con mucho interés, diciendo: Merece de verdad que le hagas este favor: 5 porque ama a nuestro pueblo, y él nos ha edificado la sinagoga.

Cafarnaúm, como ciudad fronteriza que era, tenía puesto de aduanas (Mar 2:13 s) y guarnición. Herodes Antipas, al igual que su padre, tiene en su ejército de mercenarios gentes de todo el mundo: sirios, tracios, germanos, galos. El centurión era pagano. Cuando enferma de muerte su criado, hace todo lo que está en su mano para curarlo. Siendo pagano, se cree indigno de presentar personalmente su petición a Jesús y por esto le envía como mediadores a unos ancianos de los judíos. Con humildad reconoce la disposición de Dios, según la cual la salud debe llegar a los gentiles a través de los judíos. Su compasión, su humildad y su obediencia lo predisponen para recibir el mensaje salvífico de Cristo. EI centurión era uno de aquellos paganos a los que ya no satisfacían los mitos politeístas, cuya hambre religiosa no se saciaba con la sabiduría de los filósofos y que, por consiguiente, simpatizaban con el monoteísmo judaico y con la moral que de él derivaba. Era temeroso de Dios, profesaba la fe en el Dios único, tomaba parte en el culto judío, pero todavía no había pasado definitivamente al judaísmo. Buscaba la salvación de Dios. Su fe en el Dios único, su amor y su temor de Dios lo manifestaba en el amor al pueblo de Dios y en la solicitud por la sinagoga, que él mismo había edificado. Sus sentimientos se expresaban en obras.

Los ancianos de los judíos, miembros dirigentes de la comunidad, ven en Jesús a un hombre por el que Dios hace favores a su pueblo. Están convencidos de que Dios sólo otorga tales favores a su pueblo, pero esperan que haga una excepción con el centurión por los méritos que se ha granjeado con el pueblo de Dios, y que se muestre también clemente con el pagano. Sin embargo, estiman que la pertenencia a Israel es condición necesaria para la salvación (Hec 15:5). Las condiciones para entrar en el reino de Dios y para la salvación están formuladas en las bienaventuranzas. Bienaventurados los pobres, los que tienen hambre, los que lloran… Ni una palabra sobre la pertenencia a Israel y a la sinagoga. Jesús es profeta para todos, también para los paganos, como Elías y Eliseo.

6 Entonces Jesús se fue con ellos. Pero, cuando estaba ya cerca de la casa, el centurión le mandó unos amigos para decirle: Señor, no te molestes; porque yo no soy digno de que entres bajo mi techo; 7 por eso yo mismo tampoco me sentí digno de presentarme ante ti. Pero dilo de palabra, y que mi criado se cure. 8 Porque también yo, aunque no soy más que un subalterno, tengo soldados bajo mis órdenes, y le digo a uno: Ve, y va, y a otro: Ven, y viene, y a mi criado: Haz esto, y lo hace.

El centurión cree que Jesús está en relación especial con Dios; él, pagano impuro y pecador, se tiene por indigno de hallarse en presencia de Jesús. Con parecida emoción ante la santidad de Dios que se manifiesta en Jesús, no podía soportar Pedro la presencia de Jesús. Al dirigirse uno al Dios santo, siente su propia falta de santidad. Esto es fruto del retorno a Dios y de la penitencia, camino de la salvación. «Convertíos; el reino de Dios está cerca.

Los ancianos de los judíos consideraban necesaria la presencia de Jesús para la curación del enfermo. En cambio, el centurión atribuye eficacia a la sola palabra de Jesús. Por su experiencia del mundo militar la considera como orden de mando y acto de autoridad. Tal palabra causa lo que expresa. Independientemente de la presencia del que la profiere hace llegar a todas partes el poder salvador. Con esta palabra basta para que se expulsen los poderes malignos y se reciba la salvación. La palabra, sin embargo, no está desligada de la actividad general de Cristo. En ella se presenta la palabra y la obra de Jesús.

La palabra de Dios nos capacita para experimentar, percibir y recibir la revelación de Dios y su acción salvadora en Jesús. La palabra no es sólo una parte de su acción, sino el fundamento que todo lo sostiene. Desde que fue exaltado Jesús, su palabra se extiende por el mundo en la obra apostólica de la Iglesia; en ella obra el Espíritu Santo. Jesús está lejos de nuestros ojos, pero su palabra está ahí, y en ella causa él nuestra salvación (Cf. Hec 26:18; Hec 10:36; Hec 1:8).

9 Cuando Jesús oyó estas palabras, quedó admirado de él, y vuelto hacia la multitud que le seguía, dijo: Os digo que ni en Israel encontré tanta fe. 10 Entonces los enviados volvieron a la casa y encontraron al criado ya sano.

Ni en Israel… Estas palabras reproducen lo que escribe san Mateo: «Os lo aseguro: En Israel, en nadie encontré una fe tan grande (Mat 8:10). Por su larga historia, por la ley y los profetas estaba Israel preparado para la venida del Mesías; vino el Mesías, pero no halló fe. El pagano cree, y halla lo que busca, y proporciona la curación a su criado. Las bienaventuranzas del sermón de la montaña han descubierto la actitud fundamental del hombre, que es necesaria para la salvación. ¿Qué es lo que se ha mostrado? Las bienaventuranzas piden una actitud interior, del corazón, una apertura para con Dios, que es posible a todos, sean judíos o gentiles. La palabra de Jesús tiene virtud para traer a todos la salvación, con tal que se reciba con fe.

El criado enfermo queda curado y se ve salvado de la muerte, que sólo asoma al principio y al fin de la narración, pero que está constantemente en el fondo del cuadro. Por encima de los poderes malignos que empujan al enfermo a la muerte, está la misericordia de su señor, el amor del centurión a Israel y a su Dios, la mediación del judaísmo, la fe humilde del centurión, pero sobre todo la potente palabra de Jesús; la Iglesia, en la que está encarnado lo que vive en el centurión. Con profundo sentido hace la Iglesia que se recen las palabras del centurión cuando Jesús se acerca a los fieles en la eucaristía trayendo su salvación.

b) Resurrección del hijo de la viuda de Naím (Lc/07/11-17)

11 A continuación se fue a una ciudad llamada Naím, y con él iban sus discípulos y una gran multitud. 12 Cuando se acercó a la puerta de la ciudad, se encontró con que llevaban a enterrar un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, y bastante gente de la ciudad la acompañaba.

Naím estaba situada en el camino que partiendo del lago de Genesaret y pasando al pie del Tabor por la llanura de Esdrelón, conducía a Samaría. Naím era sólo una pequeña aldea, aunque Lucas habla de una ciudad. A la entrada de la ciudad se encuentran dos comitivas, la que va encabezada por el dispensador de vida, y la comitiva que va precedida de la muerte. En un sermón después de pentecostés pronunció san Pedro estas palabras: «Vosotros, pues, negasteis al santo y al justo, y pedisteis que se os hiciera gracia de un asesino (Barrabás) al paso que disteis muerte al autor de la vida, a quien Dios resucitó de entre los muertos» (Hec 3:14 s).

El difunto era hijo único de su madre, la cual era viuda. E1 marido y el hijo habían muerto prematuramente, y la muerte prematura era considerada como castigo por el pecado. El hijo facilitaba la vida a la madre. En él tenía protección legal, sustento, consuelo. La magnitud de la desgracia halla misericordia en la gran multitud de la ciudad que la acompañaba. Podían consolarla, pero nadie podía socorrerla.

13 Al verla el Señor, sintió compasión de ella y le dijo: No llores más. 14 Y llegándose al féretro, lo tocó; los que lo llevaban, se pararon. Entonces dijo: ¡Joven! Yo te lo mando: levántate. 15 Y el difunto se incorporó y comenzó a hablar, y Jesús lo entregó a su madre.

Jesús se sintió lleno de compasión. él mismo predica y trae la misericordia de Dios con los que se lamentan y lloran. Dios toma posesión de su reino mediante su misericordia con los oprimidos.

El cadáver yace en el féretro, envuelta en un lienzo. El gesto de tocar el féretro, como escribe Lucas conforme a la concepción griega, es para los que lo llevan una señal para que se paren. Jesús llama al joven difunto, como si todavía viviera. Su llamada infunde vida. «Dios da vida a los muertos, y a la misma nada llama a la existencia» (Rom 4:17). Con su palabra poderosa es Jesús «autor de la vida» (Hec 3:15).

El joven vive, se incorpora y comienza a hablar. Jesús lo entrega a su madre. La resurrección de los muertos es prueba de su poder y de su misericordia. El poder está al servicio de la misericordia. Poder y misericordia son signos del tiempo de salvación. Por sus entrañas misericordiosas visita Dios a su pueblo para iluminar a los que yacen en tinieblas y sombras de muerte (Hec 1:78 s).

Lo entregó a su madre. Así se dice también en el libro de los Reyes (1Re 17:23), que cuenta cómo Elías resucitó al hijo difunto de la viuda de Sarepta. Jesús es profeta, como Elías, pero aventaja a Elías. Jesús resucita a los muertos con su palabra poderosa; Elías con oraciones y prolijos esfuerzos.

16 Todos quedaron sobrecogidos de temor y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta ha surgido entre nosotros; Dios ha visitado a su pueblo. 17 Y esta fama acerca de él se extendió por toda la Judea y por toda la región cercana.

En Jesús se hizo patente el poder de Dios. La manifestación de Dios suscita temor. El temor y asombro por la acción poderosa de Dios es comienzo de la glorificaci6n de Dios. La glorificación de Dios por los testigos proclama dos acontecimientos salvíficos: a) ha surgido un gran profeta. Dios interviene decisivamente en la historia; Jesús es, en efecto, un gran profeta. b) Dios ha visitado benignamente a su pueblo. Ahora se realiza lo que había anunciado proféticamente en su himno el padre del Bautista: «Bendito el Señor, Dios de Israel, porque ha venido a ver a su pueblo y a traerle el rescate, y nos ha suscitado una fuerza salvadora en la casa de David, su siervo» (1,68s). La fama de Jesús se extendió por toda Palestina y por la región circunvecina. El que ha escuchado la palabra de Dios la propaga. La palabra acerca de Jesús tiende a llenar el mundo.

c) Mensaje del Bautista a Jesús (Lc/07/18-35)

Lucas reúne tres fragmentos de tradición para representar la grandeza de Jesús mediante la grandeza del Bautista. El Bautista pregunta por la misión de Jesús (7,18-23), Jesús se pronuncia sobre la misión del Bautista y con ello sobre su propia misión (7,24-30), y habla de la actitud del pueblo frente al Bautista y frente a él mismo (7,31-35).

18 Llevaron a Juan sus discípulos la noticia de todas estas cosas. Entonces Juan llamó a dos de ellos 19 y los envió a preguntar al Señor: ¿Eres tú el que tiene que venir, o hemos de esperar a otro? 20 Llegándose a él aquellos hombres, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti para preguntarte: ¿Eres tú el que tiene que venir, o hemos de esperar a otro?

Juan está en la cárcel. Por sus discípulos le llega la noticia de las poderosas obras y de la predicación de Jesús. Estas noticias inducen a Juan a enviar a dos de sus discípulos al Señor para preguntarle si es o no el Mesías.

¿Quién es Jesús? Lucas, y sólo Lucas en este lugar, escribe: Los envió a preguntar al Señor. Aquí se expresa toda la fe de la primitiva Iglesia acerca de Jesús. La profesión de fe dice, en efecto: «Jesucristo es Señor» (Flp 2:11). Como tal lo constituyó Dios después que llevó a término su obra en la tierra, después que padeció y murió, y después que Dios lo resucitó y lo exaltó. A este conocimiento conduce el largo camino que va desde la predicación del Bautista hasta la resurrección y el envío del Espíritu Santo. Ahora bien, este Señor nos dice dónde termina y dónde debe terminar este camino.

Por el que tiene que venir entendía el Bautista una figura mesiánica, no a Dios mismo, y designa a Jesús como el que ha de venir. «Viene el que es más poderoso que yo» (Flp 3:16). «En medio de vosotros hay uno al que no conocéis, el que viene detrás de mí» (Jua 1:26 s). «Un poco, un poco nada más, y el que ha de venir vendrá, y no tardará» (Heb 10:37). El Bautista describió a este que ha de venir como juez, que tiene ya el bieldo en la mano, que bautiza con fuego y espíritu, juzga y comunica nueva vida. ¿Qué ha sido de él? El Bautista manda a preguntar: ¿Eres tú el que tiene que venir o hemos de esperar a otro? A Lucas le interesa esta pregunta, no precisamente el estado de ánimo del Bautista que late en la pregunta. ¿Quién es Jesús?

21 En aquel momento curó a muchos de sus enfermedades y males, y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la gracia de ver. 22 Y respondiendo les dijo: Id a contar a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia la buena nueva a los pobres, 23 y bienaventurado aquel que en mi no encuentre ocasión de tropiezo.

Hechos históricos y la palabra proféticamente divina dicen quién es Jesús. El tiempo de la salud comienza a realizarse. Los enviados son testigos de las curaciones milagrosas que lleva a cabo Jesús. Libra de muchas enfermedades, quita dolencias, que se conciben como castigos de Dios (azotes), y salva de los malos espíritus. Se destaca expresamente la curación de ciegos, pues éstos se consideraban muertos. Jesús aporta la transformación de las cosas: libra de la enfermedad y de la miseria, trae reconciliación con Dios y quebranta el dominio de los malos espíritus.

Lo que este acontecer significa en la historia de la salvación, lo dice el encargo que da Jesús a los mensajeros; está expresado con palabras de la Escritura, tomadas de Isaías, el profeta de la expectación de la salvación en tiempos de Jesús. «Entonces oirán los sordos las palabras del libro, y los ciegos verán sin sombras ni tinieblas» (Isa 29:18). «Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo, y la lengua de los mudos cantará gozosa» (Isa 35:5 s). «El espíritu del Señor, Yahveh, descansa sobre mí, pues Yahveh me ha ungido. Y me ha enviado para anunciar la buena nueva a los pobres» (Isa 61:1). Jesús actúa en vez de Dios en favor de los hombres. No viene como soberano y juez, sino como siervo de Dios, que quita las enfermedades y la culpa de los hombres; como mensajero de gozo, que anuncia a los pobres la buena nueva; como sumo sacerdote, que reconcilia y une con Dios.

La manera de presentarse «el que tiene que venir» produce escándalo. Bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo. La idea del que había de venir, tal como lo entreveían los discípulos de Juan, tal como lo concebían los fariseos, debe comprobarse mediante la comparación con los hechos que pone Dios, y mediante la palabra que profiere Dios por los profetas. Bienaventurado aquel que no se cierra a la acción de Dios en Jesús, aunque ésta no responda a la idea que uno mismo se ha formado.

24 Cuando los enviados de Juan se fueron, comenzó él a hablar de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver en el desierto: una caña agitada por el viento? 25 Si no, ¿qué salisteis a ver: un hombre vestido con ropajes refinados? Bien sabéis que los que visten suntuosamente y viven con lujo habitan en los palacios reales. 26 Pues entonces, ¿qué salisteis a ver: a un profeta? Pues sí, yo os lo digo y mucho más que a un profeta.

Con una manera de hablar popular, gráfica y sin artificio, con preguntas insistentes invita Jesús a su auditorio a entrar dentro de sí y a reflexionar sobre la misión del Bautista. El que la comprende, llega también a comprender lo que significa el modo de presentarse Jesús. ¿Quién es Juan? ¿Por qué acudían a él las multitudes al desierto? ¿Qué es lo que ha dado lugar a este movimiento? ¿No irán a ver las cañas del Jordán… ni a un hombre que se pliega y se adapta a todo viento como una caña? Juan era un hombre valiente y firme y decía delante de grandes y pequeños lo que le ordenaba su misión. ¿Era esa firmeza de carácter lo que arrastraba a las multitudes hacia él?

¿O era acaso el espectáculo de un príncipe fastuoso lo que llevaba a las gentes al desierto? Para esto no hacía falta ir al desierto; más bien había que ir a ver las cortes de los príncipes helenistas. Juan llevaba un vestido de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura; su alimento consistía en langostas y miel silvestre (Mat 3:4 s). ¿Quién es Juan? ¿Un asceta? ¿Un profeta? El pueblo ve en él un profeta que pregona la voluntad de Dios (Mat 21:16). Todos tenían a Juan por profeta (Mar 11:32). Su padre Zacarías predijo que sería profeta del Altísimo (Mar 1:76). Una comisión investigadora enviada por el sanedrín le había dirigido esta pregunta: «Eres tú el profeta? (Jua 1:21). En su predicación se repite la predicación de los profetas; Juan anuncia el castigo de Dios, exige conversión radical y habla de la salud venidera. Como profeta se enfrenta con el señor de la región (Mar 6:17 ss) y procede como Samuel frente a Saúl (1Sa 15:10 ss), como Natán frente a David (2Sam 12), como Elías frente a Acaz (lRe 21,17 ss). Jesús confirma esta impresión: Sí, es un profeta. Pero con eso no está dicho todo. Consciente de su autoridad dice Jesús: Yo os digo, mucho mas que un profeta. ¿Quién es Juan?

27 éste es aquel de quien está escrito: He aquí que envío ante ti mi mensajero, el cual preparará tu camino delante de ti. 28 Yo os digo: entre los nacidos de mujer, no hay ninguno mayor que Juan; sin embargo, el más pequeño en el reino de Dios es mayor que él.

En Juan se cumple el oráculo del profeta Malaquías: «Pues he aquí que voy a enviar a mi mensajero, que preparará el camino delante de mí.» Así dice el texto del profeta, pero la tradición que acepta Lucas adapta el oráculo a la realización. Dios habla a otro, que es enviado por él, que viene en nombre de Dios y aporta el tiempo final: Envío ante ti mi mensajero. Juan es el preparador del camino del portador de la salvación de los últimos tiempos, preparador enviado por Dios. Cierra la serie de los profetas y los supera. Es el profeta que está situado en el alborear del tiempo mesiánico.

Con conocimiento y autoridad lo llama Jesús el más grande de los hombres. Ve la grandeza de un hombre en su servicio a la causa de la salvación. Juan prepara la venida del portador de ella. El relato de la infancia de Juan hablaba ya de esta grandeza: Juan fue anunciado por el ángel, su nacimiento estuvo rodeado de gozo por la salvación, desde un principio posee el Espíritu y está consagrado a Dios, sobrepuja a Samuel y viene como otro Elías. Descuella por encima de todos los hombres, incluso por encima de todas las grandes figuras de la historia de la salvación.

Sin embargo, la grandeza de Juan tiene sus límites. El más pequeño en el reino de Dios es mayor que él. El más pequeño es Jesús. Jesús sirve a todos los hombres, se hace pequeño ante Juan al hacerse bautizar por él, no se presenta como soberano, sino como humilde siervo de Dios. A juicio de algunos discípulos de Juan, era él el menor en comparación con Juan. él aporta el reino de Dios. Con él alborea el tiempo de la realización y se cierra el tiempo de las esperanzas, en el que todavía vivía Juan. En el empequeñecimiento es Jesús el más grande. El reino de Dios alborea en los pequeños (*)

……………

* Del 28 se dan diferentes explicaciones. La que hemos dado se halla ya en los padres de la Iglesia y hoy vuelve a sostenerse. La otra explicación dice: el más pequeño es un discípulo de Jesús que tiene participación en el reino de Dios. éste es mayor que Juan, porque vive ya en el tiempo en que se inaugura el reino de Dios, mientras que Juan pertenece todavía al tiempo de la espera.

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29 Y al oírlo todo el pueblo, incluso los publicanos reconocieron los designios de Dios y recibieron el bautismo de Juan. 30 Pero los fariseos y los doctores de la ley frustraron el plan de Dios respecto de ellos mismos y no recibieron el bautismo de aquél.

Mediante el bautismo de conversión para el perdón de los pecados prepara Juan el camino al que tiene que venir. Dios mismo es quien establece el bautismo de penitencia como camino de salvación para todos. Todo el pueblo lo necesita, y a todo el pueblo se ofrece.

El pueblo, que era despreciado por los fariseos y los escribas por su ignorancia de la ley, y los publicanos, que pasaban por pecadores y eran despreciados como parias, daban razón a Dios y se plegaban a su designio salvífico, se convertían, hacían penitencia e iban a bautizarse. En cambio, los fariseos y los escribas rechazaban el bautismo de Juan, y así dejaban sin vigor para ellos el designio salvífico de Dios. Los sin ley y los pecadores aceptan la oferta de Dios para la conversión, los fariseos y los escribas la recusan. Los que son segregados por los fariseos son acogidos en la comunidad de salvación; los que se apartan de los otros considerándose ellos mismos como comunidad de salvación, desprecian la acogida en la verdadera comunidad mediante la penitencia. La oferta de salvación que se extiende a todos exige la conversión de todos. El camino lo fija para todos el designio de Dios, nadie puede fijárselo por su propia cuenta. Juan, con su actividad, aporta división y juicio; con esto anuncia también la acción de Jesús.

31 ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a quien se parecen? 32 Se parecen a los niños sentados en la plaza y que gritan unos a otros aquello que dice: Os tocamos la flauta y no habéis bailado; entonamos cantos lúgubres y no habéis llorado.

¿Por qué no se acepta el designio salvífico de Dios? ¿Por qué es rechazado Juan, y en definitiva también Jesús? La razón de esto la pone al descubierto la parábola de los niños caprichosos. Algunos niños juegan en la plaza de una ciudad. Los unos quieren jugar a bodas, los otros a entierros. Los unos tocan la flauta e invitan a la danza; los otros entonan cantos lúgubres, lloran y sollozan, pero los primeros persisten en querer jugar a bodas.

¿Quién puede aprobar tal terquedad? Así también los hombres quieren algo distinto de lo fijado por el designio divino. El impedimento para recibir la salvación es el propio yo. La conversión aparta al hombre de sí mismo y lo vuelve hacia Dios y su voluntad. El camino de la salvación está en apartarse de sí y volverse a Dios.

33 Porque ha llegado Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís: ¡Está endemoniado! 34 Llegó el Hijo del hombre, que come y que bebe, y decís: éste es hombre comilón y bebedor, amigo de publicanos y pecadores.

La caprichosa terquedad de los contemporáneos de Jesús se muestra en el juicio que formulan sobre él y Juan. Al Bautista lo tienen por demasiado severo y lo creen loco. A Jesús lo creen poco santo y lo tienen por un vividor sin religión, que traba amistad con publicanos y pecadores. Lo llaman «comilón y bebedor», aunque Lucas usa unos términos más suaves que los de Mateo (Mat 11:19). Juan se presenta como predicador de conversión y de penitencia, Jesús como dispensador de la salvación para todos, y en particular para los que pasaban por perdidos y no tenían esperanza alguna en Israel.

En uno y otro se revela el designio salvífico de Dios. Juan el Bautista, profeta de los últimos tiempos, prepara el camino para el salvador. Jesús, en cambio, es el Hijo del hombre, que trae los tiempos finales; porque Dios le ha dado todo poder, todo dominio, dignidad y realeza, dominio imperecedero sobre todos los pueblos, razas y lenguas, realeza que no será destruida (Dan 7:14).

35 Pero la sabiduría fue reconocida por todos sus hijos.

Por muy enigmáticos que puedan parecernos los caminos de Dios en la historia de la salvación, no son arbitrarios, son sabiduría de Dios. Jesús vino de distinta manera de como se lo imaginaban los discípulos de Juan, de como lo enseñaban los fariseos y los doctores de la ley, de como lo esperaban los diferentes partidos en Israel. El Bautista vino de distinta manera de como se figuraba Israel al preparador del camino de la salvación venidera; porque no era Elías que volvía a aparecer, sino otro que se presentaba a la manera de Elías. «Si así lo queréis», era Elías. La Iglesia es distinta de como quieren muchos; los santos son distintos de como los hombres los imaginan.

La sabiduría de Dios en sus obras sólo la puede reconocer como sabiduría el que es hijo de la sabiduría, que, por decirlo así, ha nacido de la sabiduría, el que es transformado y penetrado por la sabiduría, el que piensa y juzga como la sabiduría.

Que el pueblo sencillo reconociera a Juan como precursor del Mesías y no se escandalizara de Jesús, no es obra humana, sino don de Dios, comunicación de la sabiduría por Dios. Por esto dice también Jesús dando gracias: «Te bendigo, Padre, … porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos, y las has revelado a la gente sencilla» (Dan 10:21). La sabiduría humana no sirve para el conocimiento y la aceptación de los planes salvíficos de Dios; es Dios mismo quien tiene que hacernos el don de su sabiduría y de su revelación.

Las dos afirmaciones: Bienaventurado aquel que en mí no encuentre ocasión de tropiezo, y: La sabiduría fue reconocida por todos sus hijos, se completan mutuamente. El juicio puramente humano encuentra tropiezo en los designios salvíficos de Dios; la sabiduría divina da la razón de ellos. El hombre que haya de reconocer en Juan y en Jesús el comienzo de la salvación tiene necesidad de la sabiduría divina, tiene que renunciar al pensar puramente humano. Tiene que dar marcha atrás, tiene que reformar su modo de pensar, no debe tomarse a sí mismo por medida de las cosas, sino a Dios, tiene que salir de sí mismo y dejarse iluminar por la palabra de Dios, despojarse de la sabiduría humana y hacerse niño. Dios, en efecto, hace que se anuncie a los pobres la buena nueva.

d) Conversión de la pecadora (Lc/07/36-50)

Sólo Lucas refiere que Jesús se sentó a ]a mesa con fariseos. Le gusta de hablar de conversaciones habidas a la mesa. Durante la comida se trata de lo que separa a Jesús y a los fariseos: la actitud frente a los pecadores (Dan 7:36 ss), las leyes de pureza (Dan 11:39 s), el reposo sabático (Dan 14:1 ss). Las disputas se convierten en conversaciones habidas junto a la mesa (Dan 14:7 ss). El clima es distinto que en Mateo, más griego, más humano, más estimulante.

36 Cierto fariseo lo invitó a comer con él. Entró, pues, Jesús en la casa del fariseo y se puso a la mesa. 37 Y en esto, una mujer pecadora que había en la ciudad, al saber que él estaba comiendo en la casa del fariseo, Ilevó consigo un frasco de alabastro lleno de perfume, 38 y poniéndose detrás de él, a sus pies, y llorando, comenzó a bañárselos con lágrimas, y con sus propios cabellos se los iba secando; luego los besaba y los ungía con el perfume.

Jesús se puso a la mesa. Estaba invitado a comer en casa de un fariseo. Aprovecha también esta oportunidad para enseñar; Simón le da el nombre de maestro. Jesús procede de distinta manera que el Bautista. éste vive en el desierto, lejos de los hombres, como asceta riguroso, quien quiera oírle, tiene que ir a buscarlo al desierto. Jesús despliega su actividad en las ciudades, donde viven los hombres, en las casas, en invitaciones y fiestas. Juan cita a los hombres a juicio, Jesús les trae la salvación.

La casa en que se celebraba un banquete estaba abierta aun a los no invitados. Podían mirar, deleitarse con la vista del espectáculo, participar en las conversaciones de los comensales. Así pudo entrar también la mujer que era conocida como pecadora en la ciudad. Parece ser que era una meretriz (*).

La mujer muestra que profesa a Jesús una veneración sin límites. Llora profundamente conmovida. Besar los pies era señal de la más humilde gratitud, como la que se tiene, por ejemplo, a uno que salva la vida. La mujer se suelta los cabellos, aunque era ignominioso para una mujer casada soltarse los cabellos delante de hombres. Con los cabellos destrenzados seca los pies de Jesús. Se olvida de sí misma, no escatima nada y se entrega totalmente al sentimiento de gratitud a Dios. ¿Por qué todo esto? Jesús va a aludir a los antecedentes de esta conmoción interior.

……………

* «Pecadora» puede ser también una mujer que -ella o su marido- ejerce una profesión poco honrosa, como la de publicano, vendedor ambulante, curtidor, o que desprecia la ley. Sin embargo, sus manifestaciones de dolor hacen pensar más bien en una culpa muy personal.

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39 Viendo esto el fariseo que lo había invitado, se decía para sí: Si éste fuera profeta, sabría quién y qué clase de mujer es ésta que le está tocando: ¡Es una pecadora! 40 Entonces tomó Jesús la palabra y le dijo: Simón, tengo que decirte una cosa. Y él contestó: Pues dímela, Maestro. 41 Cierto prestamista tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro, cincuenta. 42 Como no podían pagarle, a los dos les perdonó la deuda. ¿Cuál, pues, de ellos lo amará más? 43 Simón le respondió: Supongo que aquel a quien más perdonó. Entonces Jesús le dijo: Bien has juzgado.

Simón ha oído lo que el pueblo dice de Jesús, que es profeta. Ahora ha podido formarse un juicio por sí mismo. Imposible que sea profeta, puesto que un profeta posee el don de escudriñar los corazones de los hombres y no tiene trato con los pecadores. Juzga al profeta según la doctrina de los fariseos, según su propia prudencia y sabiduría, no según la sabiduría y los pensamientos de Dios.

Sin embargo, Jesús posee el conocimiento de los corazones propio de los profetas, pues conoció los pensamientos de Simón. El que mantenga relaciones con los pecadores no se opone a su proximidad con Dios. En efecto, el tiempo de salvación es tiempo de la buena nueva para los pecadores, tiempo de perdón y de misericordia. Tenemos que remontarnos a la palabra de Jesús, y por ella a los pensamientos de Dios, para enjuiciar los «dogmas» que nos hemos fabricado nosotros mismos y conforme a los cuales queremos juzgarlo todo, incluso los designios de Dios…

Simón desprecia a la mujer como pecadora y se constituye en su juez. ¿Qué pensar de esto? Jesús es profeta y conoce los corazones de los hombres y el designio de Dios. La parábola se aplica a la situación. Se compara la culpa o deuda del pecado con la deuda pecuniaria. ¿Cuál de los dos a quienes se ha perdonado amará más al que ha perdonado? Más obvio habría sido preguntar: ¿Cuál de los dos estará más agradecido? En arameo no hay palabra especial para decir «agradecer». La gratitud se manifiesta en el deseo de dar algo por lo que se ha recibido, en el amor. La pecadora a los pies de Jesús expresa gran agradecimiento con sus demostraciones de amor.

¿No debía Simón quedarse pensativo reflexionando sobre la segunda parte de la parábola? Al que se han perdonado cinco denarios… él también es deudor. Pero no tiene conciencia de su deuda. Por eso ama poco. Aquí asoma el dicho del sermón de la montaña acerca de la paja y la viga en el ojo.

44 Y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Cuando entré en tu casa, no me diste agua para los pies: ella, en cambio, me los ha bañado con lágrimas y me los ha secado con sus cabellos. 45 No me diste un beso; ella, en cambio, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. 46 No me ungiste la cabeza con aceite; ella, en cambio, ha ungido mis pies con perfume. 47 Por lo cual, yo te lo digo, le quedan perdonados sus pecados, sus muchos pecados, porque ha amado mucho. Porque aquel a quien poco se le perdona, es que ama poco.

Las miradas de Jesús se posan en la pecadora arrepentida. También Simón debe de mirarla. Es un cuadro que va a sensibilizar la enseñanza. La mujer ama mucho. Todas las demostraciones de hospitalidad: lavar los pies, besarlos, ungir la cabeza, todo esto lo ha practicado ella en forma personal, con humildad y entrega: lava los pies con sus lágrimas y sus cabellos, unge, con ungüento precioso que ella misma se había procurado, no la cabeza, sino los pies; ha amado mucho, personalmente conmovida hasta lo más íntimo. ¿Y el fariseo? Tú no me diste… No has cumplido conmigo ni siquiera los deberes normales de la hospitalidad y de la cortesía. El amor de esta mujer, a la que se desprecia como pecadora, es un amor que desborda de gratitud por la bondad desbordante de Dios. Se deshace de sí, se olvida de sí, Dios lo es todo para ella.

Le quedan perdonados sus pecados, porque ha amado mucho. Es cierto que son incompatibles el amor y el pecado. «El amor cubre multitud de pecados» (/1P/04/08). «Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, porque amamos a nuestros hermanos» (1Jn 3:14). «Al que me ama, mi Padre lo amará» (Jua 14:21). El amor borra los pecados. A ella se le perdonan los pecados, los muchos pecados, porque ha amado mucho.

Después de la parábola parecía que había de sacarse la conclusión: porque se le ha perdonado mucho, por eso ha amado mucho. ¿Cómo se dice, pues: Quedan perdonados sus pecados porque ha amado mucho? Los enigmas, las paradojas, hacen reflexionar. El amor de la pecadora es, al mismo tiempo, motivo y consecuencia del perdón. Porque por las palabras de Jesús ha comprendido que él anuncia con autoridad el perdón de los pecados, por eso ama, y porque ama recibe el perdón. La palabra del perdón de los pecados proferida por Jesús causa lo que expresa. Ahora bien, para ser palabra eficaz debe al mismo tiempo infundir el amor, ya que sin amor no se perdonan los pecados. Este amor que se infunde al pecador, hace que él ame, lo convierte en amante. El amor es la nueva forma de su vida, y con ella se borra su pecado.

Aquel a quien poco se le perdona, es que ama poco. ¿Hay, pues, que tener muchos pecados para que se perdone mucho y se ame mucho? Esto se parecería a lo que se reprueba como absurdo en la carta a los Romanos: «Permanezcamos en el pecado para que la gracia se multiplique» (se muestre en toda su fuerza), Rom 6:1. Ni tampoco se quiere aludir al fariseo Simón; la frase es el reverso de la precedente, que así queda más iluminada. El que se fía de su justicia y cree que no tiene, o que apenas tiene necesidad de perdón, se halla en peligro. A este no le induce la angustia de la culpa a acoger con ansia, con gozo y gratitud la buena nueva de la misericordia de Dios; a este se le pasa muy fácilmente inadvertido el amor desbordante que se manifiesta en el reino de Dios. Los pobres son llamados por Jesús bienaventurados, y los ricos tienen que oir: ¡Ay de vosotros! Simón se halla en peligro si se tiene a sí mismo por justo y, en cambio, desprecia a la pecadora. Su amor es pequeño, porque… él es justo…

Jesús no borra la diferencia entre deuda grande y pequeña. Llama pecado al pecado. Pero entabla su lucha contra el pecado de manera diferente que la de los fariseos. éstos excluyen a los pecadores del santo pueblo de Dios y se apartan de ellos; Jesús, en cambio, anuncia y trae el perdón, hace a los pecadores santos y los introduce en el pueblo de Dios. Esto se efectúa por cuanto él anuncia el amor, que es don y precepto a la vez: el amor a Jesús y por él a Dios, como el que tiene la pecadora, el amor al hermano, como se insinúa en la parábola del siervo despiadado al que se retira el perdón porque no perdona a su hermano y no lo ama. El amor entraña perdón: el amor de Dios a los pecadores, el amor de los pecadores a Dios y a los semejantes.

48 Luego dijo a ella: Perdonados te son tus pecados. 49 Y comenzaron a decir entre sí los comensales: ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados? 50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado; vete en paz.

Jesús formula el perdón del pecado. El perdón se ha producido y permanece. Jesús lo anuncia y lo efectúa. «El Hijo del hombre tiene poder para perdonar pecados» (Rom 5:24). Jesús es maestro, profeta, y más que profeta. Dios mismo le ha conferido el poder de perdonar pecados. ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?

Lo que salvó a la mujer fue la fe. El perdón se promete al amor. «Mucho se le perdona, porque ha amado mucho.» Ahora bien, la mujer alcanzó el amor porque oyó la palabra de Jesús, se la aplicó a sí misma y la aceptó con fe. Fe y amor van de la mano. Pero una y otro van dirigidos en primer lugar a Jesús. A nadie se le ha ocurrido jamás pensar en un amor a Jesús que lo venere, le dé gracias y lo adore, y a la vez sea capaz de mantenerse sin fe, en lugar de hacer creyente al hombre ante todo y sobre todo.

Jesús designa el perdón del pecado como salvación y paz. Jesús es el portador de la salvación y de la paz. En esta sección del Evangelio hay dos mujeres profundamente afligidas: la viuda de Naím y la pecadora. Las dos son libradas de su aflicción. Jesús es el salvador de todo sufrimiento agobiante. El consuela a los que lloran, a la mujer que llora por su hijo difunto, a la mujer que llora por su pecado. Jesús se muestra aquí el salvador de las mujeres.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

— Cafarnaún: Ver segunda nota a Mat 4:13.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Sanidad del siervo de un centurión (ver Mat. 8:5-13; Juan 4:46-53). La figura central de este relato es un gentil, posiblemente empleado por Herodes Antipas, quien mandaba a 100 soldados (cf. 3:14). Tenía suficiente dinero como para hacer una donación para la construcción de una sinagoga en Capernaúm. (Aun un hombre honesto podía hacer dinero fácilmente en las fuerzas policiales.) Es presentado como un carácter superior, lo que se demuestra por su preocupación por su esclavo, su actitud hacia los judíos y su conciencia de indignidad en presencia de Jesús. Lo que brilla sobre todo lo demás es la calidad de su fe. Como alguien que había recibido autoridad de su superior para obligar a sus soldados a obedecer, reconocía en Je sús una autoridad superior, la de Dios, para superar la enfermedad, y estaba preparado para confiar en que Jesús podía sanar con una simple voz de mando. Jesús elogió su fe y comentó que un gentil había superado a los judíos en mostrarla.

El relato de Luc. difiere en algunos aspectos de la versión de Mat. Aquí el centurión manda dos grupos de mensajeros a Jesús. El primero consistía en ancianos judíos; éstos eran los líderes de la pequeña comunidad y estaban estrechamente ligados a la sinagoga. El segundo grupo consistía de amigos que repitieron su mensaje palabra por palabra como si él mismo estuviera presente (cf. 2 Rey. 19:20-34). Puede ser que por abreviar el relato, Mat. haya dado una impresión diferente (cf. cómo Mat. 9:18-26 abrevia el relato de Mar. 5:22-43). El enfoque de Luc. subraya más la humildad y la fe del centurión.

Hay una historia muy similar en Juan 4:46-53 sobre un oficial en Capernaúm, cuyo hijo estaba enfermo. La similitud es aun mayor si la palabra pais (usada en Luc. 7:7 y en Mat. 8:6) se traduce por “mu chacho” (hijo) y no como “muchacho” (criado) y si se presume que doulos (esclavo, o siervo) en los vv. 2 y 10 es un error. Pero no hay nada en Luc. o Mat. que sugiera que se trata de un hijo y los de talles de la historia de Juan son muy diferentes.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

7.2 Un centurión era el encargado de cien hombres en el ejército romano. Vino a Jesús no como último recurso ni amuleto mágico, sino porque creía que Dios envió a Jesús. Al parecer, reconoció que los judíos tenían un mensaje de Dios para la humanidad. Se narra que amaba a la nación y que construyó una sinagoga. De manera que le resultó natural recurrir a Jesús en su necesidad.7.3 ¿Por qué el centurión envió a Jesús unos ancianos de los judíos en vez de ir él mismo? Enterado del odio de los judíos a los soldados romanos, quizás no quiso interrumpir la reunión judía. Como un capitán del ejército, cada día delegaba tareas y enviaba grupos en misión, de ahí que escogió esta manera de enviar su mensaje a Jesús.7.3 Mat 8:5 dice que el centurión romano visitó personalmente a Jesús, mientras que Luk 7:3 dice que envió a unos ancianos de los judíos para presentar su petición a Jesús. En el trato con los mensajeros, Jesús trataba con el mismo centurión. Para su audiencia judía, Mateo enfatizó la fe del hombre. Para su audiencia gentil, Lucas destaca las buenas relaciones entre los ancianos judíos y el centurión romano.7.9 El centurión no fue a Jesús ni tampoco esperaba que Jesús fuera a él. Así como no necesitaba estar presente para que sus órdenes se llevaran a cabo, tampoco Jesús necesitó estar presente para sanarlo. La fe del centurión fue en especial sorprendente, porque era un gentil que aún no conocía el amor de Dios.7.11-15 La situación de la viuda era seria. Perdió a su esposo y ahora a su hijo único, su medio de sustento. El grupo de dolientes volvería a su hogar y ella quedaría abandonada sin dinero ni amigos. Tal vez había pasado la edad de procrear y no volvería a casarse de nuevo. A menos que algún familiar viniera para ayudarle, su futuro carecía de esperanzas. Sería una presa fácil de estafadores y podría terminar pidiendo limosna para alimentarse. Más aún, como Lucas enfatiza, era el tipo de persona que Jesús vino para ayudar y fue lo que hizo. Jesús tenía poder para dar esperanza en medio de cualquier tragedia.7.11-17 Esta historia ilustra la salvación. El mundo entero estaba muerto en pecado (Eph 2:1), así como el hijo de la viuda lo estuvo. Al estar muertos, nada pudimos hacer por nosotros mismos, ni siquiera pudimos pedir ayuda. Pero el corazón de Dios sobreabundó en compasión y envió a Jesús para darnos vida con El (Eph 2:4-7). El hijo muerto no ganó su segunda oportunidad a la vida, nosotros tampoco ganamos la nueva vida en Cristo. Pero podemos aceptar el regalo de Dios, alabarlo por esto y usar nuestra vidas para cumplir su voluntad.7.12 Honrar al difunto era importante en la tradición judía. Una procesión fúnebre, los familiares del fallecido seguían el cuerpo que se había envuelto y llevado en una especie de camilla, atravesaba el pueblo y se esperaba que los espectadores se unieran al grupo. Además, las plañideras (que recibían dinero por esto) lloraban en voz alta y atraían la atención. El luto familiar continuaba durante treinta días.7.16 La gente pensaba que Jesús era un profeta porque, como los profetas del Antiguo Testamento, proclamó con audacia el mensaje de Dios y algunas veces resucitó muertos. Tanto Elías como Eliseo resucitaron niños (1Ki 17:17-24; 2Ki 4:18-37). La gente no se equivocó al pensar que Jesús era profeta, pero El es más que eso: es Dios mismo.7.18-23 Juan estaba confundido porque los informes recibidos relacionados con Jesús eran inesperados e incompletos. Sus dudas eran naturales y Jesús no lo reprendió por esto; en cambio, contestó de manera que Juan comprendiera, al explicarle que El cumplía las cosas que se esperaba que hiciera el Mesías. Dios también puede resolver nuestras dudas y no rechaza nuestras preguntas. ¿Tiene preguntas acerca de Jesús, acerca de quién es El o qué espera de usted? Admítalas ante sí y ante Dios, y comience a buscar respuestas. Solo en la medida que enfrente sus dudas de una manera sincera podrá comenzar a resolverlas.7.20-22 Las pruebas enumeradas aquí para demostrar que Jesús es el Mesías son importantes. Consisten de hechos palpables, no teorías, acciones que los contemporáneos de Jesús vieron y anotaron para que las leamos hoy. Los profetas manifestaron que el Mesías sería capaz de hacer estas cosas (véanse Isa 35:5-6; Isa 61:1). Estas pruebas físicas ayudaron a Juan y nos ayudarán a nosotros para saber quién es Jesús.7.28 De todas las personas, nadie cumplió mejor el propósito dado por Dios que Juan. Más aún, en el Reino de Dios todo el que viniera después de él tendría una mayor herencia espiritual porque sabe más del propósito de la muerte y resurrección de Jesús. Juan fue el último profeta del Antiguo Testamento, el último en preparar a la gente para la era mesiánica. Jesús no hacía un contraste entre Juan hombre con cristianos particulares, sino la oposición entre la vida antes de Cristo con la vida en la plenitud de su Reino.7.29, 30 Los recaudadores de impuestos (quienes encarnaban la maldad en las mentes de muchos) y las personas comunes oyeron el mensaje de Juan y se arrepintieron. En contraste, los líderes religiosos rechazaron sus palabras. Querían vivir a su manera, se negaron a prestar atención a otras ideas. Antes de intentar imponer sus planes a Dios, procure descubrir su plan para usted.7.31-35 Los líderes religiosos odiaban a cualquiera que hablara la verdad y desenmascarara la hipocresía, y no se molestaron en ser lógicos en sus críticas. Criticaron a Juan el Bautista porque ayunaba y no tomaba vino, criticaron a Jesús porque comía en abundancia y tomaba vino con los recaudadores de impuestos y «pecadores». Su objeción real hacia ambos, por supuesto, no tenía nada que ver con sus hábitos de dieta. Lo que fariseos y expertos en la Ley no soportaban era que les descubrieran su hipocresía.7.33, 34 A los fariseos no les preocupaba su actitud ilógica con Juan el Bautista y Jesús. Eran muy buenos para justificar su «sabiduría». La mayoría podemos encontrar razones muy válidas para hacer o creer cualquier cosa que encaje con nuestros propósitos. Sin embargo, si no examinamos nuestras ideas a la luz de Dios, llegaremos a ser tan autosuficientes como los fariseos.7.35 Los hijos de la sabiduría seguían a Jesús y Juan. Tenían vidas cambiadas. Su estilo de vida recto demostraba la sabiduría que Jesús y Juan enseñaban.7.36 Un incidente similar ocurrió más tarde en el ministerio de Jesús (véanse Mat 26:6-13; Mar 14:3-9; Joh 12:1-11).7.37 Los vasos de alabastro eran tallados, caros y hermosos.7.38 A pesar de que no invitaron a la mujer, de algún modo entró en la casa y se arrodilló ante Jesús. En la época de Jesús, se acostumbraba recostarse mientras se comía. Los invitados se recostaban sobre lechos con sus cabezas cerca de la mesa, permitiéndoles apoyarse en un codo y estirar sus pies. La mujer pudo con facilidad ungir los pies del Señor sin tener que acercarse a la mesa.7.44ss Lucas compara de nuevo a los fariseos con los pecadores y de nuevo estos toman la delantera. Simón cometió varios errores sociales al pasar por alto lavar los pies de Jesús (una cortesía que se extendía a los invitados, ya que con el uso de las sandalias los pies se ensuciaban mucho), ungir su cabeza con aceite y ofrecerle el beso de bienvenida. ¿Pensó quizás que era demasiado bueno como para tratar a Jesús como igual? La mujer pecadora, por contraste, derramó lágrimas y perfume costoso y besó a su Salvador. En esta historia la prostituta es generosa, y no el avaro líder religioso, quien obtiene el perdón de sus pecados. Aunque es la gracia de Dios mediante la fe lo que nos salva y no actos de amor ni de generosidad, los hechos de esta mujer demostraron su verdadera fe, la cual Jesús honró.7.47 El amor se desborda como reacción natural al perdón y al efecto apropiado de la fe. Pero solo los que reconocen la profundidad de su pecado pueden apreciar todo el perdón de Dios que se les ofrece. Jesús rescata a todos sus seguidores de la muerte eterna, sea que alguna vez fueran malvados en extremo o que fueran convencionalmente buenos. ¿Valora la infinita misericordia de Dios? ¿Está agradecido por su perdón?7.49, 50 Los fariseos pensaban que solo Dios podía perdonar pecados, de manera que se admiraban que este hombre, Jesús, dijera que los pecados de la mujer eran perdonados. No veían a Jesús como Dios.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 430 Mat 8:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Capernaúm. Véase coment. en Mt 4:13.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Con respecto a los vs.1-10, véanse las notas de Mat_8:5-13 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

93 (H) El mensaje del reino de Jesús se dirige a hombres y mujeres, y rompe los límites de lo puro e impuro (7,1-9,6). Esta sección, en la que Jesús aparece traspasando los límites que separaban lo puro de lo impuro para restablecer a la gente en la vida y en la comunidad, comienza con los relatos de la curación de un enfermo y de la resurrección de un muerto (7,1-17), y concluye con los relatos de la curación de una mujer enferma y la resurrección de una mujer (8,40-56). A través de toda esta sección late el tema de quién es quien responde o no con generosidad a los mensajeros de Dios. Los gentiles, los publícanos, los pecadores y los enfermos desahuciados reconocen la autoridad de Jesús, escuchan su palabra y la ponen en práctica. Ellos forman el Israel reconstituido. Al final de toda la sección, Jesús envía a los Doce a curar y a predicar como él lo ha hecho (9,1-6). Nosotros, en cuanto lectores, sabemos perfectamente bien, sobre la base de 7,1-8,56, lo que implica la curación y la predicación, y quiénes responderán a ellas.

94 (a) Gentiles impuros se abren al mensaje del reino de Jesús (7,1-10). Este relato es un anuncio del movimiento cristiano a gran escala que se producirá entre los gentiles. En él, Lucas desarrolla el tema de quién es digno de recibir los beneficios de Jesús, el profeta de Dios para Israel (cf. 7,16). Cf. Mt 8,5-13; Jn 4,46-54. 2. centurión: Este centurión es un oficial gentil que, tal vez, estaba al servicio de Herodes Antipas. Hay un paralelismo entre este relato y el relato lucano del primer convertido gentil, un centurión llamado Cornelio (Hch 10). Mediante sus limosnas, este centurión era solidario con el pueblo de Dios (10,2; 4,31). A través de él, Dios mostrará a Pedro que no es parcial (10,34-35). Sobre la inesperada y generosa respuesta que los soldados dan a los mensajeros de Dios, cf. Lc 3,14. ¿Es indicativo del carácter ejemplar del centurión su preocupación por un criado? 3-5. ancianos de los judíos: Ésta es la primera de dos delegaciones; cf. 7,6b-8. Presenta el tema de lo que hace a uno merecedor de recibir un beneficio de Jesús. En efecto, lo que dicen los ancianos judíos es: Por todo cuanto ha hecho a favor del pueblo elegido de Dios, no lo consideramos un gentil y, por tanto, no cae fuera del alcance de tus bendiciones para Israel. 6-8. En contraste con lo que dicen los ancianos judíos, el centurión afirma que él no es digno. No es tan santo ni tan bueno como para que Jesús entrara en su casa, quebrantando así una regla de pureza ritual. Argumentado por analogía con su propia experiencia de autoridad, el centurión reconoce el poder de Jesús sobre las fuerzas de la muerte. La sola palabra de Jesús devolverá la salud a su criado. 9. una fe tan grande: El centurión es digno no por haber realizado buenas acciones a favor de Israel, sino porque cree que Dios vence a la muerte en Jesús. Su inesperada fe está en contraste con la de aquellos que se esperaba que creyesen pero no creyeron.

95 (b) El profeta de Dios, Jesús, se compadece de una viuda (7,11-17). Este relato propio de Lucas prepara para la declaración de 7,22 y proclama que el Dios que Jesús anuncia libera a quienes están en las prisiones de la muerte. 12. hijo único: Sobre parecidos coloridos lucanos, cf. 8,42 (hija única) y 9,38 (hijo, el único). En una sociedad patriarcal, la pérdida del único hijo significaba para una mujer quedarse sin protección masculina. Su destino sería inexorable. 13-14. La compasión de Jesús por alguien que se encuentra en tan terrible necesidad traspasa las leyes de pureza ritual que prohibían tocar un cadáver (Nm 19,11.16). 15. él se lo entregó a su madre: Estas mismas palabras aparecen en 1 Re 17,23 (LXX), el relato en el que Elías devuelve la vida al hijo de la viuda de Sarepta. De nuevo, se resalta la misericordia de Dios a través de Jesús. 16. un gran profeta: La audiencia evoca los portentosos hechos de Elías. El tema de Jesús como profeta está extendido en toda la obra lucana. Encontramos tres tipos de pasajes. En el primero, Jesús actúa como profeta, aunque el texto no lo designe como tal (9,22-23; 9,43b-45; 11,20.29-32.50; 13,32.34; 18,31-34; 19,41-44; 20,9-18; 21,20-24; 22,64; 23,28-30.43; 24,19-20; Hch 3,22-23; 7,37-53). En el segundo tipo, Jesús mismo se aplica el título de «profeta» (4,24; 13,33). En el tercero, el título se utiliza para describir el poder de Jesús (7,16.39; 9,8-9,19). Cf. A. Biichele, Der Tod Jesús im Lukasevangelium (FRTS 26, Francfort 1978) 91-92. En muchos de estos casos, el profeta Jesús es rechazado, ha visitado: Dios se ha acercado al pueblo necesitado en, y a través de, la misión regia de Jesús.

96 (c) Las funciones de Juan y Jesús en el plan salvífico de Dios (7,18-35). Lucas se detiene en su narración para reflexionar sobre las funciones de Juan y Jesús en el plan salvífico de Dios, y sobre las respuestas que ambos mensajeros de Dios han recibido. Estos materiales están estrechamente relacionados con 3,1-10, y son paralelos de Mt 11.26.7-11.16-19. 18-23. Esta sección remite a 4,16-21 y reinterpreta el ministerio del reino de Jesús de 4,31-7,17 en términos del cumplimiento de la promesa por Dios. 18. todo esto: Siguiendo el relato, se refiere a la presentación lucana de la acción de Jesús en 4,16-7,17. dos discípulos: Servirán como testigos oculares (Dt 19,15) de la acción del poder de Dios en Jesús a favor del necesitado. 19-20. el que tenía que venir: cf. 3,15-18. ¿Viene Jesús con ojos coléricos, con el hacha y con el bieldo en la mano? 21. Jesús responde con las acciones que están beneficiando a los desgraciados. 22. Este versículo evoca 4,18. Las acciones misericordiosas de Jesús son el cumplimiento de las promesas de Dios; a lo largo del versículo hay alusiones a Is 26,19; 28,18-19; 35,5 y 61,1-2. 23. escandalizarse: La respuesta que Juan recibe es un desafío para él, para las comunidades lucanas y para nosotros mismos, en cuanto afecta a nuestros conceptos preconcebidos sobre la identidad de Dios y los destinatarios de su acción. El Dios de Jesús no es el de la venganza, sino el Dios de la misericordia.

97 24-30. Lucas completa lo que en 3,1-20 decía sobre el bautismo de Juan y su vida en el desierto. 25. vestido elegantemente: Lucas está familiarizado con el símbolo del vestido. Cf. 2,7.11; 8,35; 16,19; 23,11. 26-28. Se subraya la función de Juan en el plan de Dios. Es un profeta, el precursor de Jesús, el más grande entre los humanos; pero él no es Jesús, que aunque menor que Juan, es más grande que él en el reino de Dios. 29-30. Este exclusivo material lucano es una completa analepsis o «flashback» que remite a 3,10-14, donde no se menciona a los fariseos ni a los doctores de la ley. Al comprobar cómo habían respondido a Jesús en cuanto mensajero de Dios (5,17-6,11), el lector no se sorprende al saber que tampoco dispensaron una acogida favorable al otro mensajero de Dios, a Juan. Los fariseos no quieren aceptar el plan de la justicia de Dios revelado en Juan o en Jesús. Ellos tienen su propia justicia. En contraposición, el pueblo y los publícanos reconocen, de buena gana, su necesidad de Dios.

98 31-35. En esta sección, Juan no está subordinado a Jesús. Ambos son mensajeros de Dios y pertenecen a los hijos de la sabiduría. 31-32. como niños: La comparación se centra en la obstinación infantil en hacer lo que les da la gana. 33. El estilo de vida ascética de Juan es muy riguroso. Pero no es ésta la dimensión de su predicación que Lucas había mencionado en 3,10-14. ¿Realmente prestaron atención los contemporáneos de Juan a lo que decía? 34. un comilón y un borracho’. Posible referencia a Dt 21,20, al hijo díscolo que debe ser ejecutado. Jesús no utiliza la comida y la bebida como medios para distinguir entre cosas y personas puras, sino como medios para entrar en comunión con todos, tanto con los puros como con los impuros. Cf. Wimmer, Fasting in the New Testament (→53 supra) 112. 35. justificada: Es una palabra gancho que remite a 7,29. Quienes criticaron a Juan y Jesús no eran realmente sabios, como ellos pensaban, sino necios. En su obstinación cerraron sus mentes e ignoraron la sabiduría, que ofrece su amistad a hombres y mujeres (cf. Sab 6,16). todos sus hijos: Juan y Jesús no son los únicos. Otros sabios, como la mujer pecadora de 7,36-50, pertenecen también a la familia de la sabiduría.

99 (d) Una mujer pecadora es sensible al don divino del perdón (7,36-50). Este relato es convincente en la proclamación del amor de Dios a los pecadores, sugerente en la descripción de la generosidad del pecador perdonado y sobrio en la presentación de la autojustificación religiosa. Lucas es fiel a la tradición que se encuentra también en Mc 14,3-9; Mt 26,6-13 y Jn 12,1-8, pero la ha modificado de dos formas. En sintonía con su tema dominante de la solicitud por el pobre, Lucas ha eliminado la afirmación de Jesús sobre la permanente presencia de los pobres en medio de nosotros (Mc 14,7; Mt 26,11; Jn 12,8). Ha colocado la tradición en el marco del género helenístico del simposio, que también utiliza en 11,37-54 y 14,1-24. Los dramatis personae de este género son el anfitrión, el invitado principal y los otros invitados. La estructura que sigue es: invitación (v. 36), revelación progresiva de la identidad del anfitrión (v. 40) y de los otros invitados (v. 49), el fait divers o incidente que provoca el discurso del anfitrión (v. 39, reacción no comunicada de Simón) y el discurso del invitado principal (vv. 40-50). Cf. E. S. Steele, JBL 103 (1984) 379-94.

100 36. fariseos: → 76-77 supra. Los fariseos representan a los judeocristianos que aplican criterios rigoristas para el ingreso en las comunidades lucanas y participar en sus comidas. Una idea implícita en el ofrecimiento de hospitalidad es la Weltanschauung de lo puro e impuro. «El problema reside en cómo admitir durante un breve periodo de tiempo, dentro de las fronteras de pureza de la comunidad, a un marginado, para, posteriormente, devolverlo a su sitio, sin alterar con ello la estructura social… La hospitalidad tiene que colocar obligatoriamente al invitado en una posición liminal o marginal, pues se trata de un marginado que, temporalmente, está dentro, pero que, al no pertenecer a los de dentro, debe regresar de nuevo a su posición exterior» (B. J. Malina, Semeia 35 [1986] 182). Al permitir Jesús que lo toque la mujer pecadora (vv. 37-39), manifiesta que sus normas sobre lo puro e impuro entran en conflicto con las de los fariseos. 37. pecadora: No hay razones convincentes para calificar a la mujer de prostituta. Véase el adj. genérico «pecadores» en 5,30; 7,34; 15,2. Tanto hombres como mujeres pueden ser culpables de otros pecados, es decir, no tienen por qué ser exclusivamente pecados de carácter sexual. 38. El trato de la mujer hacia Jesús es exquisito. Véase cómo se vuelven a contar sus acciones en los vv. 44-46 interpretándose como ejemplo de un amor intenso. 39. profeta: cf. 7,16. Jesús es ciertamente profeta, pero un profeta que perdona a los pecadores. 40. Comienza el discurso del invitado principal. 43. más: Con genuino estilo socrático, Jesús extrae de Simón la respuesta correcta. 44-46. Aunque Simón no infringe ninguna de las reglas de la hospitalidad, tampoco le ha mostrado ningún tratamiento especial. Se ponen en contraste la generosidad de la pecadora con la tacañería del anfitrión. 47. La primera parte de este problemático versículo puede parafrasearse como sigue: Puesto que ha realizado tales actos de amor por mí, es evidente que sus muchos pecados han sido perdonados. El texto no dice explícitamente cuándo recibió el don del perdón, pero tuvo que ser con anterioridad al encuentro con Jesús en el banquete. J. J. Kilgallen (JBL 104 [1985] 675-70) afirma que sus pecados habían sido perdonados con el bautismo de Juan, poco ama: Jesús lleva a su terreno el mensaje de la parábola de los vv. 40-43 y cuestiona la autojustificación de los fariseos. 48. son perdonados: Jesús expresa con palabras lo que era evidente en las acciones de la mujer pecadora. 49. que incluso perdona: A la dimensión teocéntrica del relato se le da una orientación cristológica mediante la intervención de los comensales de Jesús. Percibimos aquí ecos de 5,17-32, al tiempo que nos prepara para las preguntas sobre la identidad de Jesús en 9,7-50. 50. paz: Uno de los temas preferidos por Lucas, cf. 1,79.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Estos versículos describen la cura milagrosa de un enfermo, centurión ú oficial del ejército Romano acude á nuestro Señor interesarlo en favor de su siervo, y obtiene lo que pide. Milagro de curación mayor que este no se registra en ninguna parte de Evangelios. Aun sin ver al paciente, que estaba moribundo, tocarlo con la mano, ni mirarlo, nuestro Señor le restituye la salud por medio de una sola palabra. Habla, y el enfermo es curado. Manda, y la enfermedad desaparece. No leemos de ningún profeta ó apóstol, que obrara milagros de esta manera. He aquí el dedo de Dios.
Debemos de notar en estos versículos la bondad del centurión. Este rasgo de su carácter se manifiesta de tres modos distintos. Le vemos en el tratamiento que da á su siervo: lo cuida tiernamente cuando está enfermo, y se esmera en que recobre la salud. Le vemos también en su cariño por el pueblo Judío. No lo desprecia como otros gentiles lo hacían generalmente, pues los ancianos dan este testimonio importante: «él ama á nuestra nación.» Le vemos finalmente en la generosidad con que patrocinó la sinagoga de Capernaúm: no manifestó su amor para con Israel de palabra solamente, sino también con hechos. Los mensajeros que envió á nuestro Señor apoyaron la petición diciendo: «El nos edificó una sinagoga..
Ahora bien, ¿en dónde aprendió el centurión á ser bondadoso? ¿Cómo podemos explicarnos porqué uno que era pagano de nacimiento y soldado de profesión manifestara tal carácter? Cualidades como estas no es probable que se adquiriesen entre los paganos ni que se formasen en la sociedad de un campamento romano. La filosofía Griega y la Latina no las recomendaban. Los tribunos, cónsules, prefectos, y emperadores no podían fomentarlas. Ocurre solamente una razón: el centurión era lo que era «por la gracia de Dios.» El Espíritu había abierto los ojos de su entendimiento, y cambiándole el corazón. Su discernimiento de las cosas divinas era sin duda muy oscuro. Sus opiniones religiosas se fundaban probablemente en un conocimiento imperfecto de las Escrituras del Antiguo Testamento. Pero cualquiera que fuese la luz que hubiese recibido de lo alto, ella influyó en su vida, y uno de sus resultados fue la bondad descrita en este pasaje.
Sírvanos de ejemplo la conducta del centurión. Como él, demos muestras de benevolencia á todos aquellos con quienes nos tratemos. Empeñémonos en tener una mano dispuesta á socorrer, y un corazón inclinado á sentir, y una voluntad pronta á hacer bien á todo el mundo. Estemos dispuestos á llorar con los que lloran, y á alegrarnos con los que están alegres. Este es un medio de hacer simpática nuestra religión, y de enaltecerla ante los ojos de los hombres. La bondad es una virtud que todos pueden alcanzar; y por la cual nos hacemos semejantes á nuestro bendito Salvador. Si hay algún rasgo de su carácter más notable que otro, es su bondad no interrumpida y su amor. El bondadoso será feliz y prospero aun en esta vida. La persona benéfica rara vez estará sin amigos.
Debemos observar también en este pasaje la humildad del centurión. Manifiéstese en el mensaje verbal que envió á nuestro Señor cuando este estaba cerca de su casa: «No soy digno de que entres debajo de mi techo; por lo cual ni aun me tuve por digno de venir a ti.» Tales expresiones forman un contraste sorprendente con el lenguaje que usaron, los ancianos de los judíos. «Digno es,» dijeron, «de concederle esto.» «No soy digno,» dice el buen centurión, » de que entres debajo de mi techo..
Humildad como esta es una de las pruebas más fuertes de que el Espíritu de Dios mora en el corazón. De ella no sabemos nada por naturaleza, porque todos nacemos soberbios. Convencernos de pecado, exponer nuestra propia vileza y corrupción, colocarnos en lugar que nos corresponde, hacernos sumisos y abatidos–he aquí algunas de las principales obras que el Espíritu Santo realiza el corazón del hombre. Pocas expresiones de nuestro Señor son más rechazadas como las que terminan la parábola del Fariseo y el publicano: «Cualquiera que se ensalza será humillado, y oí que se humilla será ensalzado.» Luk 18:14. Poseer grandes idas y hacer grandes obras por Dios, no es dado á todos los oyentes. Pero todos los creyentes deben procurar ser humildes.
Debemos notar además la fe del centurión. De ella tenemos una, prueba en la súplica que hizo á nuestro Señor: «Di tan solo palabra, y mi criado será sano.» El cree superfluo que nuestro Señor vaya al lugar en que su criado yace moribundo. Considera al Señor ejerciendo sobre las enfermedades una autoridad tan completa como la que él tenia sobre sus soldados, ó como la del aperador Romano sobre él; confía en que una palabra de Jesús, bastante para expeler la enfermedad; no quiere ver señal ó milagro alguno; y expresa su convicción de que Jesús es Señor y Rey Todopoderoso, y de que las enfermedades, cual siervos obedientes á órdenes, desaparecerán prontamente.
Fe como esta era, á la verdad, muy rara cuando el Señor Jesús estaba en la tierra. «Muéstranos una señal del cielo,» fue lo que exigieron los despreciativos Fariseos. Ver alguna cosa maravillosa fue el gran deseo del gentío que agolpado seguía á nuestro Señor. No hay que extrañar, pues estas palabras notables, «Jesús se maravilló de él,» y que dijera á las gentes, «Os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.» Ningunos debieran haber tenido una el vuelo á sus altos pensamientos con algunas palabras oportunas «Muchos que son primeros serán últimos, y los últimos primeros..
¡Que verdad no encierran estas palabras aun aplicadas á los doce apóstoles! Entre los que oían á nuestro Señor se encontraba un hombre que por algún tiempo pareció ser uno de los más preeminentes de los doce. Tenía á su cuidado el tesoro y guardaba lo que en él se ponía; y, sin embargo, ese hombre cayó y tuvo un fin desastroso. Se llamaba Judas Iscariote. Por el contrario, entre los oyentes de nuestro Señor no se encontraba aquel día uno que en época posterior hizo más por Cristo que todos los doce. Cuando nuestro Señor hablaba así era aún un joven fariseo, que se educaba á los pies de Gamaliel, y que por nada sentía tanto celo como por la ley. Y, sin embargo, ese joven al fin fue convertido á la fe do Cristo, no se quedó atrás de los principales de los apóstoles, y trabajó más que todos. Su nombre era Saulo. Con razón dijo nuestro Señor, «los primeros serán últimos, y los último s primeros..
¡Que verdaderas son esas palabras, cuando las aplicamos á la historia de las iglesias cristianas! Hubo un tiempo que el Asia Menor, la Grecia, y el África Septentrional estaban llenas de cristianos, mientras que la Inglaterra y la América eran países paganos. Mil y seiscientos años han producido un gran cambio.
Las iglesias de África y de Asia se han hundido en una ruina completa, al mismo tiempo que las iglesias de Inglaterra y de América están trabajando en extender por el mundo el Evangelio. Con razón pudo decir nuestro Señor que «los primeros serán los últimos, y los últimos primeros..
¡Cuan verdaderas parecen estas palabras á los creyentes, cuando registran sus pasadas vidas y recuerdan todo lo que han visto desde el día de su conversión! Cuantos empezaron á servir á Cristo en la misma época que ellos y al parecer marcharon bien por algún tiempo. ¿Pero en donde se encuentran ahora? El mundo ha cautivado á uno; falsas doctrinas han extraviado á otro; un matrimonio malo ha echado á perder á un tercero; y pocos son los creyentes que no puedan recordar muchos casos parecidos. Pocos son los que al fin no descubren que «los últimos son a menudo los primeros, y los primeros últimos..
Aprendamos á pedir en nuestras oraciones humildad al leer llaman buenas colocaciones son con frecuencia las que arruinan por toda la eternidad á los que las obtienen.

Fuente: Los Evangelios Explicados

T321 Ἐπειδή tiene un sentido temporal sólo en este caso (note las lecturas variantes; normalmente es causal).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., a oídos del pueblo

Fuente: La Biblia de las Américas

Alaba el Señor la fe del Centurión, y cura a su criado. Resucita al hijo de la viuda de Naím. Responde a los discípulos del Bautista, que se los envió para preguntarle si era él el Mesías. Luego que estos partieron, hace un alto elogio de las virtudes del Bautista. Los judíos reprueban el modo de vivir de Cristo y del Bautista; y el Señor los compara a los muchachos. Perdona a una mujer pecadora, y responde a Simón, que murmuraba, proponiéndole una parábola.

6 a. MS. Sennor, non te trabaies.

11 b. En la Vulgata se dice deinceps, que se explica en el Griego: en té hezés, el día siguiente, al en que el Señor había curado al siervo de un Centurión, o capitán romano. Supra.

c. Era una pequeña ciudad de Galilea, a la falda del monte Hermón, y distante sólo dos millas del monte Tabor.

12 d. Los judíos, del mismo modo que los romanos, no enterraban sus muertos en el recinto de sus ciudades, por temor de no inficionar el aire con el mal olor de los cadáveres (Mt 8,28). Los cristianos practicaron lo mismo en los principios, y para esto tenían destinados cementerios fuera de poblado. En estos cementerios enterraban sus mártires, y a estos venían a orar, y a celebrar el día de su muerte, que llamaban el de su nacimiento. En lo sucesivo se erigieron oratorios sobre sus sepulcros; y últimamente sucediendo el abuso a la devoción, se fueron erigiendo iglesias por todas partes, que se destinaban para el culto divino, y para enterrar los muertos; por manera, que las poblaciones llegaron a ser albergue no menos de los vivos que de los muertos.

14 e. Los judíos ligaban con vendas el cuerpo de un muerto, y envolviéndolo en una sábana, le recostaban sobre un pequeño lecho o cama, y de esta manera le llevaban a enterrar.

f. Yo, que tengo el imperio sobre los muertos, y sobre los vivos, y a quien toda la naturaleza obedece perfectamente, tibi dico, a ti te lo mando.

16 g. Lo miraban solamente como un gran profeta, que Dios había enviado a su pueblo para visitarlo; esto es, para consolarlo y ponerlo en libertad; sacándolo, como ellos entendían, del poder y yugo de los romanos, pero no como al Mesías; porque no podían conciliar la idea que habían concebido de la grandeza del Mesías, con el abatimiento y humildad exterior del Hijo de Dios, tan poco conforme al orgullo y soberbia de estos hombres; y porque el Señor no se había aun declarado abiertamente por el Mesías, queriendo poco a poco lo fuesen reconociendo por sus obras y prodigios asombrosos, que excedían la virtud y facultad de los hombres.

19 h. El Griego: ho erjómenos, el que viene; y lo mismo en el v. 20, ¿el que ha de venir a salvar el mundo, el Mesías?

21 i. MS. É de maiamientos.

23 j. Que perseverare constantemente, sin que le aparte de mí ningún trabajo ni adversidad que pueda sobrevenirle. Ni dude de mi poder, por más que vea las humillaciones de la cruz.

24 k. ¿Un hombre ligero e inconstante, simbolizado en la caña que mueve el viento a todas partes?

25 l. MS. ¿Omme uestido de muelles pannos? los que uisten pannos preciados é están en delicios, en las casas de los reyes son.

28 m. Porque más es ser cristiano que profeta; y más es ser santificado interiormente, que ejercer un ministerio exterior, por grande y elevado que sea. El reino de Dios puede entenderse de la predicación del Evangelio, por la cual establece Dios su reino. Y así demuestra que el ministerio del Evangelio es superior al de Juan, como Juan.

29 n. Confesando la justicia y la sabiduría de los consejos de Dios, se sometían al bautismo de Juan, y se preparaban para recibir el de Jesucristo. Estos eran los hombres más sencillos del pueblo, y los que se tenían y miraban como pecadores públicos. Mas no así los escribas y fariseos, cuyo orgullo les ponía como un velo, para que no conociesen los designios de Dios; y por consiguiente los despreciaban, haciéndose indignos de reconocer a su Libertador y Redentor.

32 o. MS. Cantámosuos con albogues, etc. Llaniemos.

34 p. MS. He el omme gargantero.

35 q. Aprobada y recibida de los suyos. La rebeldía de los malos no servirá de estorbo a los escogidos para que perseveren en la fe del Evangelio. Y así estos se edifican de la austeridad de Juan, y del tenor de vida de Jesucristo.

37 r. Mt 26,7; Mc 14,3; Jn 11,2; 12,3. Esta mujer no debe confundirse ni con María Magdalena, de quien se habla en el capítulo siguiente, y en otros lugares de los Evangelios, ni con María, hermana de Marta y de Lázaro, porque ya hoy día está casi demostrado que fueron tres personas distintas, aunque muchos de los antiguos intérpretes las han confundido en una sola. Véase a Calmet, a Tillemont, y otros.

38 s. El Griego: kláiousa, llorando. Leemos en el Evangelio, que muchos llegaron al Salvador buscando la salud de sus cuerpos; pero de sola esta pecadora se lee, que le buscase para que curase las llagas de su alma, y esto con una santa libertad y osadía, porque, como observa San Agustín: Quae solebat in sua fornicatione fortasse esse frontosa, frontosior facta est ad salutem: La que no tuvo vergüenza para pecar, tuvo menos para pedir perdón. Y el conocimiento y dolor de las grandes heridas, que padecía en su alma, la hizo entrar osAdánente en una casa extraña, sin que nadie la hubiese convidado.

t. MS. É terziégelos.

u. Acostumbraban los judíos quitarse las sandalias al acomodarse a la mesa para comer, y vuelto el rostro a la mesa, tenían los pies hacia fuera.

40 v. Respondiendo a lo que pensaba y decía en su interior.

41 w. En esta parábola se representan el fariseo y la pecadora deudores ambos a la justicia divina: el uno, en su opinión y concepto, de menor cantidad; esto es, como de unos sesenta reales de vellón, y la otra de mayor, porque se acercaban a seiscientos.

42 x. El Griego: eipé, di, El Griego: agapései, amará. Esto es; ¿cuál de los dos le debe amar más? No pregunta lo que suele acontecer, sino lo que debía ser, por razón del beneficio recibido.

43 y. MS. Asmo.

44 z. Por esta antítesis que hace el Señor, da a entender al fariseo la diferencia de disposición interior que había en su corazón, de la que tenía aquella ilustre pecadora para recibir los dones de su gracia.

46 a. Era costumbre de los judíos, y de otros orientales, dar beso de paz y de amistad a los que recibían en su casa, lavarles los pies, principalmente cuando venían de un largo viaje; y en los convites usaban de ungüentos y perfumes.

47 b. El habérsele perdonado muchos pecados, fue causa de que se encendiese en su corazón una nueva y mayor llama de amor, y de agradecimiento hacia su bienhechor.

c. El Griego: olígon… olígon. poquito… poquito. Estas palabras miran al fariseo, que, siendo justo en su opinión, no se creía deudor a la justicia divina.

49 d. Que pretende apropiarse la potestad de perdonar pecados, que pertenece solamente a Dios.

50 e. Aquí se atribuye a la fe la remisión de los pecados; porque la fe en Jesucristo es el principio de la salud, y el primer paso que da el pecador hacia la justicia. La fe condujo a esta mujer a los pies de Jesucristo pero su arrepentimiento fue el que la reconcilió con Dios; de manera que arrepintiéndose y comenzando a amar, bastó para que el Señor la perdonase: esta misma gracia y perdón del Señor encendió en su corazón nuevas y mayores llamas de amor. La paz de la conciencia es un fruto de la fe.

Fuente: Notas Bíblicas

[2] El centurión percibió bien, que aún Yahshua estaba bajo la autoridad de El Padre, quien sigue siendo El YHWH Mayor.

[3] Una de dos el centurion era un verdadero no Israelita, o Yahshua limitó Su observación a la falta de fe que El encontró en Israel Judío.

[4] Representando ambas casas de Israel.

[5] ¿Eres tu Moshiaj Ben/hijo de Josef, o Ben/Hijo de David? La pregunta no era: ¿Eres tu el Moshiach? Mas bien, la pregunta era: ¿Cuál de ellos eres? ¿El Reinante, o el que ha de Morir?

[6] Contestado a través de hechos.

[7] Mi tarea de morir y recoger de nuevo a Israel.

[1] La Peshitta Aramea encaja el texto. A pesar de toda la música celestial y al arrepentimiento que se llevaba acabo alrededor de ellos, los líderes de Israel Judío rehusaron oír, y como tales sus obras muestran su verdadero corazón hacia Moshiaj.

[2] Una referencia a ambas casas. ¿Quién le amará más en el regreso (de ellos a casa)? La casa que era la más culpable. También es aplicable al individuo.

[3] La mujer es un tipo de Israel que ha sido perdonado.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[22] Is 35, 5.[27] Mal 3, 1.

Fuente: Notas Torres Amat