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Comentario de Lucas 8:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Lucas 8:41 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Y he aquí vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Se postró a los pies de Jesús y le imploró que fuese a su casa,

8:41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal (oficial) de la sinagoga, — uno de los oficiales o principales, pues había pluralidad de éstos en cada sinagoga, como debe haber pluralidad de ancianos en cada iglesia (Hch 14:23; Hch 20:17; Hch 20:28; Heb 13:17).

Siendo principal o jefe de la sinagoga pertenecía a la clase más alta de la sociedad.

— y postrándose a los pies de Jesús, — Mat 2:2; Mat 2:8; Mat 2:11; Mat 8:2; Mat 9:18; Mat 14:33; Mat 15:25; Mat 20:20; Mat 28:9; Mat 28:17; Jua 9:38; Heb 1:6. La palabra “postrarse” traduce PROSKUNEO y “significa adorar” (WEV); se traduce “adorar” en Mat 4:10; Jua 4:21-24 y otros textos; “le adoró” (Mat 9:18, LBLA, margen). Esto fue un acto de gran humildad para un oficial de la sinagoga del rango más alto de la sociedad. Indica mucha fe en Cristo. Recuérdese Hch 18:8, “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”.

— le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. — Mar 5:23, “mi hijita” (LBLA). El caso se pone más serio cuando es “una hija única” o como en el caso del hijo de la viuda de Naín “el único hijo” (7:12) y “el único que tengo”, el muchacho endemoniado (9:38). Recuerde también la parábola de Natán (2Sa 12:1 sig.) de la única ovejita del hombre pobre.

Mat 9:18, “y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir (el relato de Mateo es más breve; por eso, sólo habla de ella ya muerta); mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá”. Este hombre tuvo una fe “grande”, pues creía que Jesús podía levantar a su hija de entre los muertos. La fe del centurión (8:7) dejó una impresión muy favorable sobre Jesús porque no sólo creía que Jesús podía sanar a su siervo, sino que dijo, “no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará”

— Y mientras iba (Mat 9:19, “le siguió con sus discípulos”) , la multitud le oprimía. “Le apretaba” (LBLA). Fue una masa compacta.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

he aquí un varón. Mat 9:18-25; Mar 5:22.

que era principal de la sinagoga. Luc 13:14; Hch 13:15; Hch 18:8, Hch 18:17.

y cayendo a los pies de Jesús. Luc 5:8; Luc 17:16; Apo 5:8.

le rogaba que entrase en su casa. Mat 8:7, Mat 8:8; Mar 5:23; Jua 4:46-49; Jua 11:21; Hch 9:38.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

principal: Jairo era el anciano principal de la sinagoga. Como tal, conducía el culto y mantenía el orden.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

principal de la sinagoga. Vea la nota sobre Luc 13:14. En la sinagoga de Jairo, Jesús ya había expulsado un demonio de un hombre (Luc 4:33-37).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

8:41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal (oficial) de la sinagoga, — uno de los oficiales o principales, pues había pluralidad de éstos en cada sinagoga, como debe haber pluralidad de ancianos en cada iglesia (Hch 14:23; Hch 20:17; Hch 20:28; Heb 13:17).
Siendo principal o jefe de la sinagoga pertenecía a la clase más alta de la sociedad.
— y postrándose a los pies de Jesús, — Mat 2:2; Mat 2:8; Mat 2:11; Mat 8:2; Mat 9:18; Mat 14:33; Mat 15:25; Mat 20:20; Mat 28:9; Mat 28:17; Jua 9:38; Heb 1:6. La palabra “postrarse” traduce PROSKUNEO y “significa adorar” (WEV); se traduce “adorar” en Mat 4:10; Jua 4:21-24 y otros textos; “le adoró” (Mat 9:18, LBLA, margen). Esto fue un acto de gran humildad para un oficial de la sinagoga del rango más alto de la sociedad. Indica mucha fe en Cristo. Recuérdese Hch 18:8, “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados”.
— le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo. – Mar 5:23, “mi hijita” (LBLA). El caso se pone más serio cuando es “una hija única” o como en el caso del hijo de la viuda de Naín “el único hijo” (7:12) y “el único que tengo”, el muchacho endemoniado (9:38). Recuerde también la parábola de Natán (2Sa 12:1 sig.) de la única ovejita del hombre pobre.
Mat 9:18, “y se postró ante él, diciendo: Mi hija acaba de morir (el relato de Mateo es más breve; por eso, sólo habla de ella ya muerta); mas ven y pon tu mano sobre ella, y vivirá”. Este hombre tuvo una fe “grande”, pues creía que Jesús podía levantar a su hija de entre los muertos. La fe del centurión (8:7) dejó una impresión muy favorable sobre Jesús porque no sólo creía que Jesús podía sanar a su siervo, sino que dijo, “no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará”
— Y mientras iba (Mat 9:19, “le siguió con sus discípulos”) , la multitud le oprimía. “Le apretaba” (LBLA). Fue una masa compacta.

Fuente: Notas Reeves-Partain

— Jairo: Ver nota a Mat 9:18.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

REFERENCIAS CRUZADAS

c 542 Mat 9:18; Mar 5:22

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Jairo…oficial de la sinagoga. Jairo era un líder judío que dirigía los servicios y mantenía la disciplina en la sinagoga.

y cayendo a los pies de Jesús. Véase coment on Mr 5:22.

Fuente: La Biblia de las Américas

41 (1) Con respecto a los vs. 41-56, véanse las notas de Mat_9:18-26 y de Mar_5:22-43 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

¡Cuánta miseria y aflicción ha traído el pecado al mundo! El pasaje que hemos acabado de leer nos suministra de esto una prueba melancólica. Vemos primero á un angustiado padre en ansiedad penosa por una hija moribunda. Vemos después á una mujer padeciendo una enfermedad incurable que la había afligido por espacio de doce años; ¡y estos son males que el pecado ha sembrado con mano pródiga sobre toda la tierra! Estos dos casos no son sino muestras de lo que está pasando continuamente en todas partes. Mas Dios no creó al principio tales males: el hombre los trajo sobre sí con la caída. No habrían existido aflicciones ni enfermedades entre los hijos de Adán, si no hubiera habido pecado.
La mujer aquí descrita ofrece un tipo admirable de la condición de muchas almas. Se nos dice, que había estado afligida de una penosa enfermedad por el espacio de doce años, y que había gastado en médicos todo lo que tenía sin que ninguno hubiese podido sanarla. He aquí, como en un espejo, el estado de muchos pecadores, y tal vez de nosotros mismos.
En la mayor parte de las congregaciones hay hombres que han sentido intensamente sus pecados, y que se han afligido en sumo grado creyendo que no han sido perdonados, y que no han estado preparados para morir. Han anhelado consuelo y tranquilidad de conciencia, pero no han sabido en donde hallarlos.
Han experimentado muchos remedios espurios, y en vez de hallar alivio se han empeorado. Han vagado de secta en secta, y de religión en religión, y se han hastiado con todos los sistemas imaginables con que el hombre ha pretendido obtener salud espiritual; más todo ha sido en vano: la paz de conciencia parece estar para ellos tan distante como siempre. La herida interior les parece tan perniciosa y de carácter tal que nada puede curarla. Aún los persiguen la desdicha y el infortunio, aún se sienten descontentos con su situación. En suma, como la mujer de quien tratamos, dicen llenos de dolor «No hay esperanza para mí: nunca me salvaré..
Todos los que se encuentran en ese estado pueden hallar con suelo en el milagro de que venimos hablando, sabiendo que «hay bálsamo en Galaad» que puede curarlos, y que todavía no han buscado; que hay una puerta á la que nunca han tocado desde que han estado haciendo esfuerzos por obtener alivio; que hay un Médico á quien nunca han ocurrido y que jamás deja de curar. Obsérvese qué hizo aquella mujer en su dolor: cuando todos los otros medios habían resultado ser inútiles, acudió á Jesús en busca de remedio. «Id y haced lo mismo..
Obsérvese, en segundo lugar, que la conducta de la mujer presenta un ejemplo notable de la manera con que obra al principio la fe, y de los efectos que esta produce. Se nos dice que ella se acercó á nuestro Señor por detrás, y le tocó el borde del vestido, y al punto se estancó el flujo de sangre. La acción parece muy sencilla, y del todo insuficiente para producir resultado de trascendencia alguna. Sin embargo, el efecto fue maravilloso En un instante la pobre paciente quedó curada; en un instante obtuvo el alivio que tan ton médicos no habían podido darle en doce años. ¡Con tocar solamente una vez, quedó sana! Difícil es imaginar una descripción más vívida de lo que experimentan muchas almas, que la narración de la curación de esta mujer. Hay centenares que pueden decir que, como ella, solicitaron alivio, por largo tiempo, de manos de médicos inhábiles, y se cansaron al fin de usar remedios que no producían cura ninguna. Como ella, oyeron hablar al fin de un Ser, que sana las conciencias afligidas, y perdona á los pecadores, «sin dinero y sin precio,» si vienen á él con fe. Tales condiciones les parecieron demasiado buenas para ser creídas; tales noticias demasiado favorables para ser verdaderas. Pero, á semejanza de la mujer ya citada, se resolvieron á hacer la prueba: se acercaron á Cristo con fe, cargados de todos sus pecados, y para sorpresa suya, al instante hallaron consuelo. Y ahora sienten más consuelo y más esperanza que en ningún otro periodo de su vida. La carga parece haber desaparecido de sus hombros; el dolor parece haber huido de sus almas; la luz empieza á penetrar en su corazón; y ellos comienzan á «gloriarse en la esperanza de la gloria de Dios.» Rom.
5:2. Y si les preguntásemos nos dirían que todo esto es debido á un acto muy sencillo: se acercaron á Jesús exactamente como se encontraban, le tocaron con fe, y fueron curados.
Grabemos para siempre en nuestros corazones esta gran verdad: que la fe en Cristo es el medio por el cual alcanzamos paz con Dios. Sin ella jamás hallaremos tranquilidad interior, sea lo que fuere, lo que hagamos en punto á religión. Sin ella bien podemos diariamente al servicio divino y tomar parte todas las semanas en la cena del Señor; bien podemos dar nuestros bienes á pobres, y hasta entregarnos para ser quemados; bien podemos ir y llevar cilicios y vivir como ermitaños; bien podemos todo esto, y con todo ser en extremo desgraciados. Allegarse á Cristo con fe, vale más que todas estas cosas reunidas.
Acaso esto no lisonjee el orgullo de la naturaleza humana; pero es cierto. Millares se levantarán el día del juicio y dirán como nunca sintieron tranquilidad hasta que no se acercaron á Cristo con fe, y se resolvieron á no confiar en sus propias obras, y á ser salvos absoluta y enteramente por la gracia de Dios. Se nota, por último, en este pasaje, cuánto desea nuestro Señor que de El han recibido beneficios, lo confiesen ante los hombres. él no permitió á la mujer que se alejase de la multitud en silencio; preguntó quien le había tocado; y tornó á preguntar, hasta que la mujer se adelantó, y expresó, en presencia de todo el pueblo, cuáles eran sus circunstancias. Entonces El profirió estas palabras llenas de benignidad: «Confía, hija, tu fe te ha sanado, ve en paz..
«Confesar á Cristo es cuestión de alta importancia, y que debe se presente por todo fiel cristiano. Lo que nosotros podemos hacer por nuestro divino Maestro es poco y de poco mérito. Los más grandes esfuerzos que hacemos por glorificarle son débiles é imperfectos; nuestras plegarias y alabanzas son lamentablemente decientes; nuestro saber y nuestro amor son en extremo pequeños. Más ¿sentimos interiormente que Cristo ha sanado nuestras almas? ¿No podemos entonces confesar á Cristo delante de los hombres? ¿No podemos contar claramente á otros, todo lo que Cristo ha hecho por nosotros–que estábamos muriéndonos de una enfermedad mortal, y que fuimos curados; que estábamos perdidos, y que hemos sido salvos; que estábamos ciegos, y que ahora vemos? Hagámoslo con valor y no tengamos miedo. No nos ruboricemos que todo el mundo sepa lo que ha hecho Jesús por nuestras almas. Nuestro Maestro quiere que lo confesemos: á él le agrada que su pueblo no se avergüence de su nombre. S. Pablo dijo: «Si confesares con tu boca al Señor Jesús y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo.» Rom 10:9. Y el mismo Jesús pronunció estas palabras solemnes:»El que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal el Hijo del hombre se avergonzará.» Luk 9:26.

Fuente: Los Evangelios Explicados

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Fuente: La Biblia de las Américas