Comentario de Lucas 9:18 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Aconteció que, mientras él estaba orando aparte, sus discípulos estaban con él, y les preguntó diciendo: —¿Quién dice la gente que soy yo?

9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte (cerca de Cesarea de Filipo, Mat 16:13) , estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? — El relato de Mateo es más amplio (Mat 16:13-17), pero sólo Lucas menciona que en esta ocasión Jesús oraba. Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús?

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

Jesús oraba a solas. Luc 11:1; Luc 22:39-41; Mat 26:36.

¿Quién dice la gente que soy yo? Mat 16:13, Mat 16:14; Mar 8:27-30.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

oraba: Otro acontecimiento fundamental del que Lucas nos habla es que fue acompañado por la oración.

¿Quién dice la gente que soy yo?: Para Lucas esto es crucial. ¿Quién es Jesús? La descripción de Lucas de lo que Jesús hace es importante sólo porque llama la atención acerca de quién es Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Vea las notas sobre Mat 16:13-20.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

9:18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte (cerca de Cesarea de Filipo, Mat 16:13) , estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo? – El relato de Mateo es más amplio (Mat 16:13-17), pero sólo Lucas menciona que en esta ocasión Jesús oraba. Esta es la pregunta de las edades. ¿Quién es Jesús?

Fuente: Notas Reeves-Partain

EL GRAN DESCUBRIMIENTO

Lucas 9:18-22

En cierta ocasión, Jesús se retiró a orar; y, cuando volvió con sus discípulos, les preguntó:

-¿Quién dice la gente que soy Yo?
Y le contestaron:

-Pues, unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que eres alguno de los profetas de la antigüedad que ha vuelto a ‘este mundo.

-Y vosotros, ¿Quién decís que soy?–les preguntó otra vez; y Pedro respondió por todos:

¡El Mesías de Dios!

Al oír aquello, Jesús les prohibió terminantemente que se lo dijeran a nadie; y les dijo:

-Es necesario que el Hijo del Hombre pase muchos sufrimientos, y que le rechacen los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los expertos en la ley; y que le apliquen la pena de muerte; y que resucite al tercer día.

Este es uno de los momentos más cruciales de la vida de Jesús. Les hizo esta pregunta a sus discípulos cuando ya había decidido ir a Jerusalén (Lc 9:51 ). Sabía muy bien lo que le esperaba allí, y la respuesta que dieran a su pregunta tenía una importancia capital. Sabía que iba a morir en una cruz; y quería saber, antes de ponerse en camino, si había alguien que hubiera descubierto de veras Quién era Él. De la respuesta correcta dependía todo. Por otra parte, si delataba una incomprensión obtusa, toda la obra de Jesús habría sido inútil. Si se habían dado cuenta, aunque fuera incompletamente , eso quería decir que Jesús había encendido en sus corazones una antorcha tal que el tiempo no podría apagar nunca. ¡Qué gran alivio debe de haber sido para Jesús el escuchar de labios de Pedro el gran descubrimiento! «¡Tú eres el Mesías de Dios!» Cuando Jesús oyó aquello, se dio cuenta de que no había fracasado.

Pero los Doce tenían que descubrir, no sólo Quién era Jesús, sino lo que aquello significaba. Habían crecido en un ambiente en el que se esperaba que Dios mandara un Rey conquistador que llevara al pueblo de Israel a ser el amo del mundo. A Pedro le brillarían los ojos de emoción cuando hizo su gran confesión. Pero Jesús todavía tenía que enseñarles que el Mesías, el Ungido de Dios, había venido para morir en una cruz. Jesús tenía que darles la vuelta a todas las ideas que ellos tenían acerca de Dios y de los propósitos de Dios; y eso fue lo que se dedicó a hacer desde aquel momento. Habían descubierto Quién era Él; ahora tenían que descubrir lo que aquello quería decir.

Hay dos grandes verdades generales en este pasaje.

(i) Jesús empezó por preguntarles lo que la gente decía de Él; y a continuación, les preguntó directamente a los Doce: «Y, vosotros, ¿quién decís que soy?» No es bastante para nadie el saber lo que los demás dicen de Jesús. Podría ser que una persona pudiera aprobar un examen acerca de lo que se ha pensado y dicho acerca de Jesús; podría ser que hubiera leído todos los libros de cristología que se han escrito en el mundo, y todavía no ser cristiana. Jesús tiene que ser siempre nuestro descubrimiento personal. Nuestra religión no puede ser «lo que diga la gente». Jesús llega a preguntarnos a cada uno, no: » ¿Me puedes decir lo que otros han dicho o escrito acerca de Mí?», sino: «¿Quién soy Yo para ti?» Pablo no dijo: «Yo sé lo que he creído», sino: «Yo sé en Quién he creído» (2 Timoteo 1:12 ). El Evangelio no consiste en recitar un credo, sino en conocer a una Persona.

(ii) Jesús dijo: «Es necesario que vaya a Jerusalén a morir.» Es del mayor interés el ver las veces que Jesús dice es necesario en el evangelio de Lucas. «Me era necesario estar en la casa de mi Padre» (2:49); «Me es necesario predicar el Reino» (4:43); «Es necesario que recorra mi camino hoy y mañana» (13:33). Una y otra vez les dijo a sus discípulos que le era necesario ir a la cruz (9:22; 17:25; 24:7). Jesús sabía que tenía que cumplir su misión. La voluntad de Dios era su voluntad.

No tenía otro propósito en la Tierra que hacer aquello para lo que el Padre le había mandado. El cristiano, como su Señor, es una persona a las órdenes de Dios.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

Luc 3:21.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Persona y destino de Jesús (ver Mat. 16:13-28; Mar. 8:27-9:1). Lucas omite dos historias que cuentan Mat. y Mar. entre la alimentación de los 5.000 y la confesión de Pedro. Quizá creyó que sus lectores ya sabían lo suficiente como para apreciar por qué Pedro, hablando en nombre de los demás discípulos, declaró entonces que Jesús era el Cristo (o Mesías) y no simplemente un profeta, ni siquiera uno que hubiera vuelto a la vida. Cuando Jesús les dijo que no lo repitieran a nadie daba a entender que aceptaba como verdad la confesión de Pedro. Quería que quedara como un secreto, porque existía el peligro de que la palabra “Mesías” hiciera creer a la gente que era un líder político.

Sin embargo, ahora era necesario que aprendieran un hecho nuevo y decisivo. Como Mesías, él debía soportar el sufrimiento y la muerte para luego volver a la vida. Como otros judíos de su tiempo, los discípulos no pensaban que podía ocurrir algo así al Mesías. Probablemente Jesús se estaba comparando con muchas otras personas justas que habían sufrido por su obediencia a Dios y se estaba identificado como el Siervo Sufriente profetizado en Isa. 53. Si los discípulos no lo entendían, no nos sorprende que necesitaran un tiempo largo para darse cuenta de que también los discípulos del Mesías debían estar preparados para sufrir. Jesús enseñó que aquellos que trataran de salvar sus vidas (terrenales) perderían la que realmente importa, pero que si estaban dispuestos a dar sus vidas por Jesús entonces conocerían la vida eterna. Porque en el día del juicio aquellos que hubieran amado tanto su vida terrena como para despreciar a Jesús, también serían rechazados.

Notas. 22 Jesús se refería a sí mismo con frecuencia como Hijo del Hombre (cf. 5:24; 6:5, 22; 7:34). La idea judía del Mesías era que sería una figura humana, pero en Dan. 7:9-22 el Hijo del Hombre es una figura celestial y esto explica mejor el papel de Jesús. Su idea sobre su ministerio también era tan diferente de las ideas judías populares sobre el Mesías que era preferible evitar el uso de ese título.

Al parecer, “Hijo del Hombre” era una frase ambigua. En arameo a veces podía ser una manera indirecta para referirse a uno mismo como un ser humano típico, y algunos eruditos piensan que eso es todo lo que Jesús quería decir. Pero la frase también podía aludir al pasaje de Dan. donde el Hijo del Hombre es una figura de autoridad. En los Evangelios, esta figura se manifiesta humildemente, y su autoridad no es reconocida o es rechazada. Pareciera que Jesús relacionaba los papeles de Siervo Sufriente y de soberano Hijo del Hombre. 27 Es improbable que Jesús equiparara la búsqueda del reino de Dios con experimentar el fin del mundo. Es más probable que quisiera decir que algunos de sus seguidores no morirían hasta que hubieran visto el reino de Dios en su propio ministerio o en la vida de la iglesia. Posiblemente la transfiguración fue considerada como uno de los cumplimientos de esa expresión.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

NOTAS

(1) O: “los discípulos estuvieron con él”. B*: “los discípulos se le presentaron”.

REFERENCIAS CRUZADAS

u 589 Mat 16:13; Mar 8:27

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

18 (1) Con respecto a los vs. 18-27, véanse las notas de Mat_16:13-28 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Véanse notas en Mat 16:13-14.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Notemos en este pasaje la diversidad de opiniones que prevalecía; acerca de nuestro Señor Jesucristo durante el periodo de su misión sobre la tierra. Se nos dice que algunos afirmaban que era Juan el Bautista; otros, que Elías; y otros, que uno de los profetas antiguos que había resucitado. Una observación general es aplicable a todas estas opiniones: todos estaban acordes en que la doctrina de nuestro Señor no era semejante á la de los escribas y todos veían en él al valeroso denunciador de la maldad que existía en el mundo.
No nos sorprendamos si encontramos en nuestros días la misma diversidad de opiniones con respecto á Cristo y á Su Evangelio. La verdad de Dios despierta á los hombres de su indolencia espiritual; los obliga á pensar; los hace raciocinar, é investigar, é inventar teorías para explicar la causa de su difusión en algunas regiones, y de su repulsión en otras. Millares de hombres en todos los siglos de la iglesia pasan la vida de este modo, y nunca se sienten movidos del arrepentimiento. Se satisfacen á sí mismos con un foco de charla acerca de los sermones de Fulano ó los escritos de zutano; y piensan que este dice demasiado, y que aquel no dice lo suficiente. Aprueban ciertas doctrinas, y desaprueban otras. Llaman «ortodoxos» á unos, y «heterodoxos» á otros. No pueden formar una opinión decidida sobre lo que es verdadero, ó lo que es justo. Los años se suceden unos á otros y se encuentran en el mismo estado; charlando, criticando, censurando, cavilando, sin adelantar jamás; dando vueltas como la polilla al rededor de la religión, sin detenerse como la abeja para alimentarse de su miel. Jamás confían firmemente en Cristo; jamás se dedican sinceramente á la gran causa de servir á Dios; jamás toman la cruz á cuestas y se hacen cristianos decididos; y al fin después de tanto hablar mueren en sus pecados, sin estar preparados para comparecer ante Dios.
No nos contentemos con una religión de este género. El conversar, el investigar, y el discutir acerca del Evangelio no puede salvarnos. El Cristianismo que salva es algo que cada uno debe adoptar, poseer, sentir y experimentar por sí mismo. No hay la más ligera excusa para limitarnos moralmente á hablar, opinar y discutir. Los Judíos del tiempo de nuestro Señor debieran haber descubierto, si lo hubieran indagado con sinceridad, que Jesús de Nazaret no era ni Juan el Bautista, ni Elías, ni uno de los antiguos profetas, sino el Ungido de Dios. El cristiano de nuestros días se satisfaría fácilmente sobre todo lo que es esencial para la salvación, si solicitara real, cándida y humildemente la iluminación del Espíritu Santo. Solemnes y significativas son aquellas palabras de nuestro Señor: «Si alguno quiere hacer la voluntad de Dios, conocerá de la doctrina si es de Dios.» Joh 7:16. La obediencia que emana de intenciones puras es una de las llaves que abren el templo del saber.
Observemos en segundo lugar cuan notables fueron el conocimiento y la fe que desplegó el apóstol Pedro. Cuando nuestro Señor preguntó á sus discípulos: » ¿Quién decís vosotros que soy yo?» respondió Pedro, y dijo: «El Cristo de Dios.» Esta fue una noble respuesta, respuesta que seria difícil apreciar el día de hoy en todo su valor. Para estimarla debidamente tenemos que colocarnos en la posición de los discípulos de nuestro Señor; hemos de tener presente que los grandes, y sabios, y doctos de su nación no veían atractivo alguno en su Maestro, y no querían recibirlo como Mesías; tenemos que recordar que ellos no veían boato ni pompa alguna en torno de nuestro Señor, nada de coronas, nada de ejército, nada de dominio terrenal–nada, sino un hombre pobre, que muchas veces no tenia ni en donde reclinar la cabeza. Y no obstante, fue entonces, y bajo tales circunstancias que Pedro expresó abiertamente su creencia de que Jesús era el Cristo de Dios ¡Grande fue, á la verdad, esta fe! Sin duda que tenía su mezcla de errores é imperfecciones; más, con todo, era una fe singular. El que la profesó era un hombre notable y mucho más adelantado que los de su siglo.
Debiéramos orar frecuentemente para que Dios se dignase crear más cristianos del carácter del apóstol Pedro. Errado, frágil é ignorante de su propio corazón como se mostró algunas veces, ese buen apóstol fue en algunos aspectos muy singular. Tuvo amor a Cristo, y fe, y celo, en un tiempo en que casi todo Israel era incrédulo é indiferente. Necesitamos más hombres de esa clase. Necesitamos hombres que no tengan miedo de verse solos, y de seguir á Cristo cuando la muchedumbre está contra El. Hombres como Pedro, pueden errar gravemente algunas veces, pero en el curso de la vida harán mayor bien que ningunos otros. La erudición es sin duda una cosa excelente, pero erudición sin celo y fervor nunca hará mucho por el mundo.
En tercer lugar, notemos en este pasaje la predicción que hizo nuestro Señor respecto á su cercana muerte. El dijo: » Es menester que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, sea muerto, y resucite al tercer día.» Estas palabras parecen sencillas y de poca significación, mas en el fondo de ellas hay dos verdades que se deben recordar cuidadosamente.
Por una parte, la predicción de nuestro Señor nos hace ver que Su muerte en la cruz fue un acto enteramente espontáneo. No fue entregado á Pilato y crucificado porque no pudiera evitarlo, ó porque no tuviera poder para destruir á sus enemigos. Su muerte fue el resultado de los eternos consejos de la bendita Trinidad. El había tomado á Su cargo padecer por el pecado del hombre, el Justo por los injustos, para que pudiera encaminarnos hacia Dios. Se había ofrecido á tomar sobre sí nuestros pecados como Sustituto, y los llevó voluntariamente en el madero del martirio. El tenía el Calvario y la cruz delante de sí cuando iba de pueblo en pueblo predicando el Evangelio; y se sometió deliberada y voluntariamente á la muerte ignominiosa á fin de pagar nuestra deuda con su propia sangre. Su muerte no fue la del hombre débil que no puede escapar; sino la muerte de un Ser que era «verdadero Dios de verdadero Dios,» y se había sometido á ser castigado en nuestro lugar.
Por otra parte, la predicción de nuestro Señor nos enseña los malos efectos de la preocupación que domina la mente de los hombres. Claras y sencillas como Sus palabras nos parecen ahora, sus discípulos no las comprendieron. Fue como si no oyesen. No podían comprender que el Mesías había de «ser muerto.» No podían aceptar la doctrina de que era necesario que su Maestro muriese. Y por esto, cuando su muerte tuvo lugar, se aterraron y confundieron. Aunque Jesús con frecuencia les había hablado de ella, nunca imaginaron que se verificase. Vigilemos y oremos contra la preocupación que ha extraviado lastimosamente á muchas personas celosas, y las ha llenado de dolor. Guardémonos de que tradiciones, ideas anticuadas, interpretaciones heterodoxas, y teorías infundadas en materia de religión, se arraiguen en nuestros corazones. No hay más que una piedra de toque para conocer la verdad: » ¿Qué dice la Escritura?» Ante ésta, calle toda preocupación.

Fuente: Los Evangelios Explicados

R891 En el Evangelio según Lucas aparece dos veces un presente perifrástico de infinitivo (aquí y en Luc 11:1): εἶναι … προσευχόμενον, el cual destaca la continuación de una acción: mientras El estaba orando.

R1035 El segundo infinitivo aparece con un sentido declarativo después de λέγουσιν: ¿… dicen que soy yo?

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., Y sucedió que

Lit., El

Fuente: La Biblia de las Américas