Entonces hubo una discusión entre los discípulos: cuál de ellos sería el más importante.
9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor (22:24). — Obviamente los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos (compárese Mat 20:21). Jesús acaba de decirles (v. 23) que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”, pero ellos no estaban pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado, (22:24-27). “La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma. (Pro 16:32; Pro 25:28)” (HF).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Luc 14:7-11; Luc 22:24-27; Mat 18:1; Mat 20:20-22; Mat 23:6, Mat 23:7; Mar 9:33-37; Rom 12:3, Rom 12:10; Gál 5:20, Gál 5:21, Gál 5:25, Gál 5:26; Flp 2:3, Flp 2:14; 3Jn 1:9.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
quién de ellos sería el mayor: Aquí se ve una gran ironía. Jesús predice su sufrimiento, mientras que sus discípulos se disputan por un lugar en el Reino (Luc 22:24; Mar 10:35-45). Todavía tenían mucho que aprender. Nosotros también tenemos mucho que aprender cuando construimos nuestro propio reino en vez de construir el de Cristo. No hay nada de malo en querer tener gloria y honor en el Reino de Cristo, pero ellos estaban olvidando algunos de los principios que les entregó Cristo en el Aposento Alto (Luc 22:14-25; Jua 13:12-17; Jua 13:33-35). Es cuando buscamos servir a otro en amor que ganamos verdadera grandeza. Todos estos principios formarán parte de la evaluación final de Cristo de nuestra mayordomía durante esta vida (Luc 9:23-24; 1Co 4:5; 2Co 5:10).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
sería el mayor. Vea la nota sobre Mat 20:21.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
9:46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos sería el mayor (22:24). – Obviamente los apóstoles pensaban que en el reino mesiánico habría oficiales mayores y otros menores, y querían los puestos más altos (compárese Mat 20:21). Jesús acaba de decirles (v. 23) que “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame”, pero ellos no estaban pensando en negarse sino en exaltarse. ¿Cuántos discípulos siguen su ejemplo? Esta disputa continuaba hasta la misma noche cuando Jesús fue entregado, (22:24-27).
“La verdadera nobleza, según el concepto de Jesús, no se determina por la notoriedad de uno ni por su control sobre otros hombres para manipularlos como quisiera. La razón primaria de esto es que, entre los hombres, el poder de regir sobre otros no implica necesariamente la habilidad de regir a sí mismo. Pero el hombre que pueda exitosamente servir a otros estando contento de hacer grandes a otros es el que tiene bajo control su propio espíritu también. Este rige sobre la ciudadela de su propia alma. (Pro 16:32; Pro 25:28)” (HF).
Fuente: Notas Reeves-Partain
LA VERDADERA GRANDEZA
Lucas 9:46-48
Entonces los apóstoles se pusieron a discutir quién de ellos era el más importante. Jesús se daba cuenta de lo que estaba pensando cada uno, y tomó a un chiquillo, y le puso a su lado, y les dijo:
-El que reciba a este chiquillo en mi nombre, es como si me recibiera a Mí; y el que me recibe a Mí, recibe al que me envió, que es Dios. Así que el que se considera el más insignificante de todos vosotros, ese es verdaderamente grande.
Mientras los Doce siguieran pensando que el Reino de Jesús era de este mundo, era inevitable que se disputaran los puestos más altos. Hace mucho tiempo, el historiador inglés conocido como el venerable Beda sugirió que esta pelea surgió porque Jesús se había llevado a la cima del monte a Pedro, Santiago y Juan, y los otros estaban celosos.
Jesús sabía lo que estaban pensando. Tomó a un chiquillo y le puso a su lado; es decir, en el lugar de máximo honor. Seguidamente les dijo que el que recibiera a un chiquillo, le recibía a Él, y el que le recibía a Él, recibía a Dios. ¿Qué quería decir? Los Doce eran los lugartenientes de Jesús; pero ese chico no ocupaba ninguna posición oficial. Jesús estaba diciendo: «Si estáis dispuestos a pasaros la vida sirviendo, ayudando y amando a personas que a los ojos del mundo no tienen ninguna importancia, estáis sirviéndome a mí y a Dios. Si estáis dispuestos a pasaros la vida haciendo cosas que parece que no tienen ninguna importancia, sin proponeros ser lo que el mundo llama grande, seréis grandes a los ojos de Dios.»
Hay muchos que están dispuestos a prestar servicios por razones falsas.
(i) Por el deseo de prestigio. A. J. Cronin habla de cierta enfermera que conoció cuando era médico rural. Aquella mujer llevaba veinte años al servicio de un distrito de quince kilómetros a la redonda, ella sola. «A mí me admiraba su paciencia, su resistencia y su alegría. Nunca estaba demasiado cansada para levantarse a media noche cuando tenía una llamada urgente. Ganaba el sueldo base, y una noche, a las tantas, después de un día especialmente agobiado, me atreví a preguntarle por qué no pedía que la pagaran más, porque Dios sabía que se lo merecía. Y me contestó que si Dios sabía que se lo merecía, eso era lo único que le importaba a ella.» No trabajaba para los hombres, sino para Dios; y cuando trabajamos para Dios, el prestigio es lo último que se nos ocurrirá pensar, porque sabemos que Él se lo merece todo.
(ii) Por el deseo de una posición. Si se le da a una persona una tarea o una posición o un puesto en la iglesia, debe considerarlo, no como un honor, sino como una responsabilidad. Hay quienes sirven en la iglesia, no pensando realmente en aquellos a los que sirven, sino en sí mismos. A cierto primer ministro inglés le estaban felicitando por su elección, y dijo: «Lo que necesito no son vuestras felicitaciones, sino vuestras oraciones.» El ser elegidos para un cargo es serlo para un servicio, no para un honor.
(iii) Por el deseo de prominencia. Muchas personas están dispuestas a servir o a dar siempre que se les reconozca el servicio o la generosidad. Las instrucciones de Jesús son que no debemos dejar que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha. Si damos o hacemos algo sólo para recibir algo para nosotros, eso no tiene ninguna gracia (Lc 6:32-34 ).
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Luc 22:24; Luc 22:26-27.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
NOTAS
(1) O: “era”.
REFERENCIAS CRUZADAS
d 625 Mat 18:1; Mar 9:33; Luc 22:24
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
el mayor. Nótese el contraste entre la actitud de Jesús y el interés egoísta de los discípulos.
Fuente: La Biblia de las Américas
Estos versículos contienen admoniciones muy importantes, respecto de dos males muy comunes en la iglesia de Cristo. El que las hizo sabía bien lo que pasa en el corazón del hombre. ¡Bueno sido que la iglesia de Cristo hubiera dado más atención á las palabras de su Fundador! En primer lugar, el Señor nos previene contra el orgullo y la presunción. Se nos dice que «entraron en disputa (los discípulos) cuál de ellos seria el mayor.» Extraordinario como puede parecer, pequeña junta de pescadores y publícanos no estaba exenta del egoísmo y de la ambición. Llenos de la falsa idea de que el reino de nuestro Señor había de venir inmediatamente, estaban prontos á disputar acerca del lugar y de la posición que en él ocuparían. Cada uno creía que su petición era la más justa. Cada uno creía que sus propios merecimientos y sus propias prerrogativas no podían dudarse. Cada uno creía que cualquiera que fuese el puesto que se asignase á sus hermanos, el principal debía asignársele á él. Y todo esto acontecía cuando estaban en compañía del mismo Cristo, y bajo la luz meridiana de Su enseñanza. ¡Tal es el corazón del hombre! Hay algo sumamente instructivo en este hecho. Debe penetrar profundamente en el corazón de todo lector cristiano. De todos los pecados no hay ninguno contra el cual tenemos tanta necesidad de vigilar y orar, como el del orgullo. Es «pestilencia que anda oscuridad y mortandad que destruye al mediodía.» Ningún pecado está tan profundamente arraigado en nuestro corazón, y sus raíces nunca se secan completamente: en cualquiera oportunidad reviven y muestran un vigor pernicioso. Ningún pecado es tan engañoso y falaz: á veces se reviste del traje de la misma humildad. Puede albergarse en el corazón del ignorante, del destituido de talento, y del pobre, lo mismo que en el pecho del grande, del erudito y del rico. Es un dicho harto extraño y familiar, pero también muy verdadero, que ningún papa ha recibido jamás tantos honores como el papa que se denomina el «Yo.» Que una de nuestras súplicas diarias sea que Dios nos conceda humildad y sencillez infantil. De todas las criaturas ninguna tiene poca razón para tener orgullo como el hombre, y de todos los hombres ninguno debe ser tan humilde como el cristiano. ¿Confesamos ser «miserables pecadores,» deudores de gracia y misericordia cada día? ¿Somos discípulos de Jesús, que «era manso y humilde de corazón,» y «se despojó á sí mismo» por amor nuestro? Entonces que nos anime el mismo espíritu que animó á Cristo Jesús. Desechemos todo pensamiento altivo y toda presunción. En humildad de corazón, estimemos á los demás más que á nosotros mismos.
Estemos dispuestos, en todas ocasiones, á ocupar el lugar mas humilde, y hagamos que las palabras de nuestro Señor resuenen continuamente en nuestros oídos: «El que fuere el menor entre todos vosotros, este será el grande.
Nuestro Señor Jesucristo nos previene, en segundo lugar, contra el fanatismo y la preocupación. En este, lo mismo que en los versículos precedentes, provoca la admonición la conducta de sus discípulos. Juan le dijo: «Maestro, hemos visto á uno que echaba fuera demonios en tu nombre, y se lo vedamos porque no te sigue con nosotros.» Quién era este hombre, y porqué no se asociaba con los discípulos, lo ignoramos; pero sí sabemos quo estaba haciendo una obra buena en lanzar los demonios, y que lo hacia en el nombre de Cristo. Y sin embargo Juan dice: » Se lo vedamos.» Muy notable es la respuesta que al instante le dio nuestro Señor: «No se lo vedéis, porque el que no es contra nosotros, por nosotros es..
La conducta de Juan y de los otros discípulos en esta ocasión es una prueba de la identidad de la naturaleza humana en todos los siglos. Millares de hombres, en todos los períodos de la historia de la iglesia, han pasado su vida imitando á Juan. Se han empeñado en impedir que haga cosa alguna por la causa de Dios al que no obre ó piense como ellos; se han imaginado, en su ruin vanidad, que ninguno puede ser soldado de Cristo, á menos que vista el uniforme de ellos y lidie bajo el mismo estandarte; y señalando con el dedo, han gritado á todo cristiano que no ve todo del mismo color que ellos lo ven: ¡Vedádselo! ¡Vedádselo! porque no nos sigue..
La solemne observación que hizo nuestro Señor Jesucristo exige nuestra atención especial él no emitió su opinión concerniente á la conducta del hombre de quien Juan habló. Ni lo alabó ni lo censuró por obrar de un modo independiente, y por no trabajar con Sus discípulos. Solo dijo que no debía prohibírsele, y que los que emprendiesen la misma obra que ellos habían emprendido debían ser mirados como aliados no como enemigos. «El que no es contra nosotros por nosotros es..
El principio establecido en este pasaje es de grande importancia. Comprenderlo bien nos será útil en la época presente. Las divisiones y las diferencias de opinión que existen entre los cristianos son, sin duda, muy grandes. Los cismas y las disidencias que continuamente están acaeciendo respecto del gobierno de la iglesia, los modos de celebrar el culto, causan mucha zozobra á las conciencias timoratas. ¿Aprobaremos esas divisiones? No podemos hacerlo. La unión es la fuerza. La desunión de los cristianos es causa de que el progreso del Cristianismo sea tan lento, ¿Denunciaremos y expondremos á la reprobación pública á todos los que no convienen en obrar de acuerdo con nosotros, ó en oponerse á Satanás á nuestro modo? Es inútil el hacerlo. Las palabras injuriosas jamás han creado la unanimidad. Nunca se ha dado la unión por medio de la fuerza. Entonces ¿qué debemos hacer? Debemos dejar en paz á los que no están de acuerdo con otros, y aguardar tranquilamente hasta el día en que Dios juzgue conveniente reconciliarnos. Sea lo que fuere que pensemos de nuestros desacuerdos, no debemos olvidar las palabras de nuestro Señor: «No se lo vedéis..
La verdad es, que todos estamos demasiado inclinados á decir: nosotros somos el pueblo y con nosotros morirá la sabiduría.» Job 12:2. Olvidamos que ninguna iglesia en la tierra tiene monopolio absoluto de toda la sabiduría, y que muchas personas pueden acertar en lo esencial, sin convenir con nosotros.
Debemos contentarnos si se ataca el pecado, y se predica el Evangelio, y se destruye el reino del demonio, aunque todo esto no se haga exactamente del modo que es de nuestro agrado. Debemos creer que los hombres pueden ser discípulos sinceros de Jesucristo, y que obstante por discretas razones pueden tener en materias religiosas distintas opiniones de las que nosotros tenemos. Sobre todo, debemos alabar á Dios si las almas son convertidas, y Cristo exaltado–no importa quien sea el predicador, ni á cuál iglesia pertenezca. Felices los que pueden decir con Pablo: «Cristo es anunciado; y en esto me huelgo, y aun me holgaré.» Filip. 1:18. Y como Moisés, » ¿Tienes tú celo por mí? ¡Ojalá que todas las gentes del Señor fuesen profetas, y que todas profetizaran!» Num, 11:29.
Fuente: Los Evangelios Explicados
más grande… → Luc 22:24.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
R585 Ἐν aparece después de un verbo de movimiento, donde εἰς pudiera parecer más natural (comp. M76; vino a ellos -BD218; comp. con el v. 47).
T130 El verbo optativo εἴη se usa en una pregunta indirecta, y no debe traducirse sería; no es indefinido, ni deliberativo, ni futuro, sino simplemente significa: era (el artículo neutro introduce la pregunta indirecta -R739).
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Lit., se introdujo
Fuente: La Biblia de las Américas
g Luc 22:24.