Comentario de Marcos 10:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Y levantándose de allí, fue a las regiones de Judea y de más allá del Jordán. Las multitudes volvieron a acudir a él, y de nuevo les enseñaba como él acostumbraba.
10:1 — Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán — Véase Mat 19:1-2. Ahora Jesús deja a Galilea por última vez hasta el tiempo de su resurrección (Mat 28:16-17), y camina hacia Jerusalén y la crucifixión. Su viaje le lleva por el lado oriental del río Jordán, por Perea, hasta cerca de Jericó (pero en el lado contrario del río). Juan el bautista bautizaba cerca de allí (Jua 1:18; Jua 10:40). Esta área corresponde a la tierra de las tribus de Rubén y de Gad, y al país moderno de Jordán. En el tiempo de Jesús era tierra principalmente de gentiles.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Año 29 d.C.
Levantándose de allí. Mat 19:1.
al otro lado del Jordán. Jua 10:40; Jua 11:7.
les enseñaba como solía. Ecl 12:9; Jer 32:33; Jua 18:20.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús disputa con los fariseos sobre el divorcio, Mar 10:1-12.
: bendice a los niños que le son traídos, Mar 10:13-16;
le dice al joven rico como podrá heredar vida eterna, Mar 10:17-22;
les explica a sus discípulos sobre el peligro de las riquezas, Mar 10:23-27;
promete premiar a aquellos que renuncian cualquier cosa por causa del evangelio, Mar 10:28-31;
predice su muerte y resurrección, Mar 10:32-34;
invita a Jacobo y a Juan a considerar el costo de sufrir con él, Mar 10:35-45;
y le restaura la vista al ciego Bartimeo, Mar 10:46-52.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús, ahora en su viaje final hacia Jerusalén, llega a Capernaum (Mar 9:33). Desde su ministerio en Galilea, Él enfiló hacia el sur en Judea y aun hasta Perea en el lado este del río Jordán.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 10.
La Cuestión del Divorcio. 10:1-12 (Mat 19:1-12).
Cf. Comentario a Mat 19:1-12.
1 Partiendo de allí, vinieron a los confines de la Judea y de la Perca, y de nuevo se le juntaron en el camino muchedumbres, y los adoctrinaba. 2 Llegándosele fariseos, le preguntaron, tentándole, si es lícito al marido repudiar a la mujer. 3 El les respondió y les dijo: ¿Qué os ha mandado Moisés? 4 Contestaron ellos: Moisés manda escribir el libelo de repudio y despedirla. 5 Díjoles Jesús: Por la dureza de vuestro corazón os dio Moisés esta ley; 6pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra; 7 por esto dejará el hombre a su padre y su madre, 8 y serán los dos una sola carne. 9 Lo que Dios juntó, no lo separe el hombre. 10 Vueltos a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos; 11 y El les dijo: El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla; 12 y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio.
Después de una breve indicación geográfica, Mc recoge la escena en que los fariseos le preguntan, “tentándole,” sobre la licitud del divorcio. Pero omite lo que Mt resalta: si se puede hacer por cualquier causa. Era tema discutido en las escuelas rabínicas. Pero, como aquellos casos concretos rabínicos no interesaban a los lectores étnico-cristianos de Mc, lo omite. Sólo le interesa enseñar la absoluta indisolubilidad del matrimonio.
Mc trae como propio las preguntas que sobre el tema le hacen los discípulos en casa. Igualmente plantea el divorcio desde el punto de vista de la mujer – derecho greco-romano -, que también estaba algún tanto en uso, mientras que Mt se atiene a la iniciativa del hombre, conforme a la ley judía.
Jesús Bendice a los NiñOse 10:13-16 (Mat 19:13-15; Luc 18:15-17).
Cf. Comentario a Mat 19:13-15.
13 Presentáronle unos niños para que los tocase, pero los discípulos los reprendían. 14 Viéndolo Jesús, se enojó y les dijo: Dejad que los niños vengan a mí y no los estorbéis, porque de los tales es el Reino de Dios. 1S En verdad os digo, quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. 16 Y abrazándolos, los bendijo imponiéndoles las manos.
Era costumbre bendecir los niños por los jefes de la sinagoga. Lo mismo que los hijos y discípulos se hacían bendecir por sus padres y maestros.
La imposición de manos, si les evocaba la bendición de Jacob sobre sus hijos (Gen 48:14), también podríamos pensar en su necesidad para un efecto taumatúrgico, como la hemorroísa.
El reino ha de recibirse como los niños lo reciben. Conforme a las ideas del medio ambiente, no se refiere tanto a la inocencia como a lo casi nada que para un judío significaba un niño 1. Frente al orgullo y exigencia farisaicos, el reino es simple don del cielo.
Si los apóstoles querían impedir su acceso a él, aparte de lo que podría haber de alboroto por acercarlos a Jesús, podrían pensar el que eran niños: cosa sin gran valor para un judío.
Peligro de las Riquezas. 10:17-27 (Mat 19:16-26; Luc 18:18-28).
Cf. Comentario a Mat 19:16-26.
17 Salido al camino, corrió a él uno, que, arrodillándose, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. 19 Ya sabes los mandamientos: no matarás, no adulterarás, no robarás, no levantarás falso testimonio, no harás daño a nadie, honra a tu padre y a tu madre. 20E1 le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Jesús, poniendo en él los ojos, le amó, y le dijo: Una sola cosa te falta; vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme. 22 Ante estas palabras se anubló su semblante y fuese triste, porque tenía mucha hacienda. 23 Mirando en torno suyo, dijo Jesús a los discípulos: ¡Cuan difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen hacienda! 24 Los discípulos se quedaron espantados al oír esta sentencia. Tomando entonces Jesús de nuevo la palabra, les dijo: Hijos míos, ¡cuan difícil es entrar en el reino de los cielos! 25 Es más difícil a un camello pasar por el hondón de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios. 26Más aún se espantaron, y decían entre sí: Entonces, ¿quién puede salvarse? 27 Fijando en ellos Jesús su mirada, les dijo: A los hombres sí es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible.
Mc y Lc recalcaban bien la pregunta de Cristo al joven, algo modificada en Mt. Al subrayarle que le llama “bueno” y que sólo Dios es bueno, está atrayendo a este joven hacia sí, significándole su esfera divina.
Mc es el único que destaca que el Señor le “amó” y le “miró con cariño.” Es un rasgo de la exquisitez de Cristo.
El pedirle que venda su hacienda y la dé a los pobres no es enunciar una doctrina universal preceptiva, sino dirigirse a un caso concreto y a una meta libre de perfección 2.
Premio a lo que se renuncia por Cristo. 10:28-31 (Mat 19:27-30; Luc 18:28-30).
Cf. Comentario a Mat 19:27-30.
28 Pedro entonces comenzó a decirle: Pues nosotros hemos dejado todas las cosas y te hemos seguido. 29 Respondió Jesús: En verdad os digo que no hay nadie que, habiendo dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos por amor de mí y del Evangelio, 30 no reciba el céntuplo ahora en este tiempo en casas, hermanos, hermanas, madre e hijos y campos, con persecuciones, y la vida eterna en el siglo venidero, 31 y muchos primeros serán los últimos, y los últimos los primeros.
Probablemente por una conexión lógica con lo anterior – el joven que no dejó sus riquezas -, Pedro dice que ellos lo dejaron todo por seguirle. En Mc falta explícitamente la pregunta que está en Mt sobre el premio.
V.30. En la respuesta de Cristo especificando todo lo que se deje, Mc añade “persecuciones.” No exige esto, en absoluto, una ampliación del evangelista en vista de las persecuciones que experimentaba ya la Iglesia. Ya estaba supuesto en el programa anunciado por Cristo, por parte del fariseísmo: “si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán” (Jn) 3. Pero lo primero parece más probable.
La síntesis de las persecuciones por “el Evangelio” es explicitación de Mc o de la catequesis.
Estos premios son espirituales, como se ve al decirse que, por dejar, v.gr., a su madre, recibirá aquí el “céntuplo ahora en este tiempo en madre.” Es la clásica hipérbole y paradoja oriental, que hace ver, por su misma forma, el sentido espiritual de lo que pretende decirse. Aparte que, de no ser así, sería todo ello una contradicción, porque era dejar todo por Cristo, para, más desocupado, poder seguirle, y como premio aquí le venía el céntuplo de lo dejado, que sería el céntuplo de complicaciones para no poder seguirle. A no ser que sea reflejo de la “fraternidad” de las primeras comunidades cristianas (Hec 2:44.45).
Tercera predicción de Su muerte. 10:32-34 (Mat 20:17-19; Luc 18:31-34)
Cf. Comentario a Mat 20:17-19.
32 Iban subiendo hacia Jerusalén; Jesús iba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían medrosos. Tomando de nuevo a los Doce, comenzó a declararles lo que había de sucederle. 33 He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles, 34 y se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte, pero a los tres días resucitará.
La escena es ya “subiendo” a Jerusalén. Aunque la frase sólo indica el ir, pero la proximidad a su ingreso mesiánico, que en seguida se relata, acusa una cierta cercanía a la Ciudad Santa.
Cristo camina delante, mientras ellos le siguen medrosos. Sabían que lo que Cristo decía tenía cumplimiento, y, aunque no querían creerlo, lo temían.
Es la descripción más precisa que se hace de su pasión, aunque se omite el detalle del tormento de la crucifixión. Excepto en la tercera predicción de Mt, no se anuncia nunca en los sinópticos, en estos vaticinios, expresamente el tormento de la crucifición.
Petición de los hijos del Zebedeo. 10:35-45 (Mat 20:20-28).
Cf. Comentario a Mat 20:20-28.
35 Se acercaron Santiago y Juan, los hijos del Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos hagas lo que vamos a pedirte. 36 Díjoles El: ¿Qué queréis que os haga? 37 Ellos le dijeron: Que nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria. 38 Jesús les respondió: ¡No sabéis lo que pedís! ¿Podréis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que yo he de ser bautizado? 39Le contestaron: Sí que podemos. Les dijo Jesús: El cáliz que yo he de beber, lo beberéis, y con el bautismo con que yo he de ser bautizado, seréis bautizados vosotros; 40 pero sentaros a mi diestra o a mi siniestra, no me toca a mí dároslo, sino que es para aquellos para quienes está preparado. 4í Los diez, oyendo esto, se enojaron contra Santiago y Juan; 42 pero, llamándolos Jesús a sí, les dijo: Ya sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las gobiernan con imperio, y sus grandes ejercen poder sobre ellas. 43 No ha de ser así entre vosotros; antes, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; 44 y el que de vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, 4S pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida para redención de muchos.
V.35. En Mc son Juan y Santiago los que hacen la petición a Cristo. En Mt es su madre. Ambas divergencias se compaginan bien ”quoad sensum,” porque ellos lo piden por su madre, como recurso más discreto y hábil, o acaso se debe a las “fuentes.” En el fondo de la petición acaso hubiese razones de posible parentesco (cf. Jua 19:25), de tanta fuerza vinculante en las costumbres de’ Oriente.
V.37. “En tu gloria.” En Mt se pide que se sienten junto a El “en tu reino.” Parecería que se tratase de la fase celeste. Sin embargo, en el medio ambiente se esperaba que el reinado del Mesías precediese aquí a la fase final del reino de Dios. Esto es lo que piden (Hec 1:6). Sin embargo, parece aludir a la parusía (Mar 8:38; Mar 13:26), aunque se discute a qué aluden estos textos. La frase no es ajena a la teología de Mc. Cristo les pone su ejemplo de servidor que vino a dar la vida en “redención” por “muchos,” con el sentido semita de “todos.”
Se piensa que pueda haber un “duplicado,” ya que parece que en el v.38 se censuraría la ambición de esta pretensión y en el v.40 se daría por buena, al excusarla con la “predestinación” del Padre.
Curación del ciego Bartimeo. 10:46-52 (Mat 20:29-34; Luc 18:35-43).
Cf. Comentario a Mat 20:29-34.
46 Llegaron a Jerico. Al salir ya de Jericó con sus discípulos y una crecida muchedumbre, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego que estaba sentado junto al camino, 47 oyendo que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar y decir: ¡Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí! 4g Muchos le increpaban para que callase; pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten piedad de mí! 49 Se detuvo Jesús y dijo: Llamadle. Llamaron al ciego, diciéndole: Animo, levántate, que te llama. 50 El arrojó su manto y, saltando, se llegó a Jesús. 51 Tomando Jesús la palabra, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le respondió: Señor, que vea. 52 Jesús le dijo: Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía por el camino.
Mc difiere de Mt en que éste pone la curación de dos ciegos, y Mc de uno. Mc es el único que da el nombre de éste: Bartimeo; como su nombre indica, hijo de Timeo, acaso una traducción.
El llamarle “Hijo de David” es título mesiánico. A estas alturas ya se había corrido la creencia en el mesianismo de Cristo. Los tres sinópticos recogen esta aclamación.
Mt-Mc ponen que el milagro tiene lugar al “salir” Cristo de Jericó, Lc al “acercarse” a Jericó. Se han propuesto varías teorías para armonizar esto. Ni Mt ni Mc dan tampoco grandes precisiones: el ciego “estaba sentado junto al camino,” sugiriendo que fuera de la ciudad, pues el ciego, curado, seguía a Cristo “por el camino,” y la curación la pone a la “salida” de Jericó (Mc) 4. Son las conocidas divergencias redaccionales de “encuadramiento” literario.
1 Dom. DUPoNT, Les Beatitudes (1954) p.148-158.
2 Zimmerli, Die Frage des Reichen nach dem Ewigen Leben (Mar 10:17-31): E. Th. (1959) 90-97; S. Légasse, L’appel du nche (1966); N. Walter, Zur Analyse von Mar 10:17-31 : Znw (1962) 206-218.
3 J. Martin, Avec des persécutions: Rev. étud. Grec. (1956) 35-40.
4 Fonck, en Verb. Dom. (1923) 34-42; para la posición de Lc, cf. Comentario a Luc 18:35-43.
Fuente: Biblia Comentada
al otro lado del Jordán. La región conocida como Perea. Jesús ministró allí por un período corto de tiempo antes de ir a Jerusalén para la Semana de la pasión (vea la nota sobre Mat 19:1). Jordán. Vea la nota sobre Mar 1:5.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
En esta sección, a medida que viajaban a Jerusalén, Jesús preparó a sus discípulos para su muerte.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
10:1 — Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán — Véase Mat 19:1-2. Ahora Jesús deja a Galilea por última vez hasta el tiempo de su resurrección (Mat 28:16-17), y camina hacia Jerusalén y la crucifixión. Su viaje le lleva por el lado oriental del río Jordán, por Perea, hasta cerca de Jericó (pero en el lado contrario del río). Juan el bautista bautizaba cerca de allí (Jua 1:18; Jua 10:40). Esta área corresponde a la tierra de las tribus de Rubén y de Gad, y al país moderno de Jordán. En el tiempo de Jesús era tierra principalmente de gentiles.
— y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía — La frase, “como solía”, nos recuerda que la obra principal de Jesús fue la de enseñanza. Véanse 6:34, comentarios; 8:31, comentarios; 9:31.. ¡No hay substituto por ella! Mateo menciona que también Jesús sanó a mucha gente en esta temporada.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EN LA ENFERMEDAD Y EN LA SALUD
Marcos 10:1-12
Al salir de allí, Jesús llegó a las montañas de Judasa y al distrito de Transjordania, y las multitudes volvieron otra vez a reunirse con Él. Como era Su costumbre, Jesús Se puso a enseñarles otra vez. Algunos fariseos se dirigieron a Él y Le preguntaron si le estaba permitido legalmente a uno divorciarse de su mujer. Se lo preguntaban para tentarle. Jesús les preguntó a Su vez: -¿Qué mandamiento os dejó Moisés? Moisés permitía al hombre divorciarse con sólo escribir un documento de divorcio Le contestaron. -Fue para salir al paso de vuestra dureza de corazón por lo que él os escribió ese mandamiento -les contestó Jesús-. En el principio de la Creación, Dios hizo al varón y a la hembra. Esta es la razón de que un hombre deje a su padre y a su madre y se una a su mujer, y los dos formen una nueva personalidad. Así que dejan de ser dos, y llegan a ser uno solo. Pues lo que Dios ha unido, que nadie lo separe. Cuando estaban en la casa, los discípulos Le preguntaron a Jesús otra vez acerca de esto; y Él les dijo: El que se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra la primera. Y la que se divorcie de su marido y se case con otro hombre, comete adulterio.
Jesús iba prosiguiendo Su camino hacia el Sur. Había dejado atrás Galilea y entrado en Judasa. Todavía no había entrado en Jerusalén; pero paso a paso y etapa a etapa Se estaba aproximando al desenlace.
Ciertos fariseos vinieron con una pregunta acerca del divorcio con la que esperaban ponerle a prueba. Puede que hubiera más de un motivo detrás de su pregunta. El divorcio era una cuestión candente, un tópico de las discusiones rabínicas, y bien puede ser que quisieran saber honradamente la opinión de Jesús sobre este tema. Puede que quisieran comprobar Su ortodoxia. Puede que Jesús hubiera dicho ya algo sobre el tema. Mt 5:31 s nos muestra a Jesús hablando acerca del matrimonio y el segundo matrimonio, y puede ser que estos fariseos tuvieran la esperanza de que Jesús Se contradijera, y enredarle en Sus propias palabras. Puede ser que supieran lo que Él respondería, y quisieran involucrarle en enemistad con Herodes, que de hecho se había divorciado de su mujer y casado con otra. Bien puede ser que quisieran oír a Jesús contradecir la Ley de Moisés, como hizo en realidad, y por ello formular una acusación de herejía contra Él. Una cosa es cierta: la pregunta que Le hicieron a Jesús no era una pregunta meramente académica y del interés exclusivo de las escuelas rabínicas; era una pregunta que se refería a uno de los temas más acuciantes del momento.
En teoría, no había ideal más alto del matrimonio que el judío. La castidad se reconocía como la más grande de todas las virtudes. » Encontramos que Dios es paciente con todos los pecados excepto con el de la falta de castidad.» » La falta de castidad hace que se ausente la gloria de Dios.» «Cualquier judío debe sacrificar su vida antes que cometer idolatría, asesinato o adulterio.» «El mismo altar vierte lágrimas cuando un hombre se divorcia de la esposa de su juventud.» El ideal se reconocía, pero la práctica estaba muy lejos de él.
El hecho básico que viciaba toda esta problemática era que para la ley judía la mujer era simplemente una cosa. No tenía derechos legales, y estaba totalmente a disposición del marido, que era el cabeza de familia. El resultado era que un hombre podía divorciar a su mujer casi por cualquier causa, mientras que había muy pocos motivos por los que una mujer pudiera divorciarse. (Nótese que al tratar este tema tenemos que usar el verbo divorciar como transitivo: el sujeto era el hombre, y la mujer el objeto). En el mejor de los casos, lo único que podía hacer era pedirle a su marido que la divorciara. «Una mujer puede ser divorciada con o sin su consentimiento; pero un hombre, solamente con su consentimiento.» Las únicas razones por las que una mujer podía solicitar el divorcio eran: si su marido contraía la lepra; si se dedicaba a un trabajo repugnante, como el de curtidor; si violaba a una virgen, o si la acusaba falsamente de pecado prenupcial.
La ley judía del divorcio se remonta a Dt 24:1 . Dice lo siguiente: «Cuando alguien toma mujer y se casa con ella, si no le agrada por haber hallado en ella alguna cosa indecente, que le escriba carta de divorcio, se la entregue en mano y la despida de su casa.»
En un principio el documento de divorcio era muy sencillo. Decía algo así: » Sea esto por mi parte tu escritura de divorcio y carta de despido y documento de liberación para que. te puedas casar con quien quieras.»
En tiempos posteriores el documento llegó a ser más elaborado:
» El día
, de la
semana, del
mes, año
del mundo, según el cálculo al
uso en el pueblo de
, situado junto al río
, yo, A. B.,
hijo de C. D., y conocido como
, presente este día :
,
natural del pueblo de
, actuando por libre voluntad y sin
coacción, te repudio, devuelvo y divorcio a ti E. F., hija de G.
H., conocida por
, que has sido hasta el presente mi mujer.
Te despido ahora E. F., hija de G. H., para que seas libre y
puedas a tu gusto casarte con quien quieras sin que nadie te
lo impida. Esta es mi carta de divorcio como acta de repudio,
certificado de separación, conforme a la Ley de Moisés y de
Israel.» En los tiempos del Nuevo Testamento. se requería un
rabino cualificado para redactar este documento. Posteriormente
era aprobado por un tribunal de tres rabinos, y luego se
archivaba en el Sanedrín. Pero el proceso de divorcio seguía
siendo en general sumamente fácil, y a discreción exclusiva
mente del marido.
El verdadero escollo de la cuestión era la interpretación de la ley de Dt 24:1 . Allí se establece que un hombre puede divorciar a su mujer si encuentra en ella alguna cosa indecente. ¿Cómo se debía interpretar esa frase? Sobre este asunto había dos escuelas de pensamiento.
Estaba la escuela de Shammay, que interpretaba el asunto con el máximo rigor: «alguna cosa indecente» se refería al adulterio sola y exclusivamente. Aunque la mujer fuera tan mala como Jezabel, a menos que fuera culpable de adulterio no se la podía divorciar.
La otra escuela era la de Hillel, que interpretaba la frase conflictiva tan ampliamente como se pudiera imaginar. Decían
los de esta escuela que podía querer decir si la mujer le estropeaba la comida, si hablaba en la calle, si hablaba con un extraño, si hablaba irrespetuosamente de los parientes de su marido en su presencia, si era pendenciera (lo que se definía como que se la oyera en la casa de al lado). Rabí Aqiba llegaba aún más lejos al decir que quería decir que un hombre podía divorciar a su mujer si encontraba otra que le pareciera más bonita que ella.
Teniendo en cuenta cómo es la naturaleza humana, está claro que fue la interpretación más laxa la que prevaleció. En consecuencia, que se llegara al divorcio por las razones más triviales o sin razón alguna era trágicamente comente. A tal punto habían llegado las cosas en tiempos de Jesús que las mujeres se resistían a casarse en vista de lo inseguro que era el matrimonio. Cuando Jesús dijo esto, Se estaba pronunciando sobre un asunto que era un tema candente, y estaba rompiendo una lanza a favor de las mujeres y tratando de restaurar el matrimonio a la posición que debería tener.
Se han de notar ciertas cosas. Jesús citó la Ley mosaica, pero dijo que Moisés había concedido aquello solamente » para salir al paso de la dureza de vuestros corazones.» Eso podía querer decir una de dos cosas. Podía querer decir que Moisés lo estableció porque era lo mejor que se podía esperar de aquellos para los que estaba legislando. O puede que quiera decir que Moisés lo estableció con la intención de tratar de controlar una situación que, aun entonces, se estaba degenerando; que de hecho no se trataba de una concesión al divorcio, sino un intento de controlarlo, de reducirlo a alguna especie de ley y hacerlo un poco más difícil.
En cualquier caso, Jesús dejó bien claro que Él consideraba que Dt 24:1 se había establecido para una situación determinada, y que no se aplicaba con un carácter permanentemente vinculante. Las autoridades que Jesús citó se remontaban a mucho más atrás que Moisés. Como Su autoridad Se remontó a la historia de la Creación, y citó Ge 1:27 y 2:24. Su punto de vista era que, según la misma naturaleza, el matrimonio era una unión permanente de carácter indisoluble de dos personas, de tal manera que el vínculo no se podía romper nunca por leyes o disposiciones humanas. Estaba convencido de que, en la misma constitución del universo, el matrimonio estaba destinado a ser una unión absoluta y permanente, y ninguna disposición mosaica que tratara de una situación temporal podría alterarlo.
La dificultad está en el relato paralelo de Mateo, en el que hay una diferencia. En Marcos, la prohibición de Jesús del divorcio y del casarse de nuevo es absoluta, mientras que en Mt 19:3-9 , Jesús aparece prohibiendo absolutamente el matrimonio posterior, pero permitiendo el divorcio sobre la única base del adulterio. Casi podemos asegurar de que la versión de Mateo es correcta, y así se implica en Marcos. Era la ley judía que el adulterio disolvía obligatoriamente cualquier matrimonio. Y lo cierto es que la infidelidad disuelve de hecho el vínculo del matrimonio. Una vez que se ha cometido el adulterio, la unidad se ha roto en cualquier caso, y el divorcio no hace más que confirmar el hecho.
La verdadera esencia del pasaje es que Jesús insistió en que la inmoralidad sexual de su tiempo tenía que corregirse. Había que recordar a los que buscaban el matrimonio solamente por el placer que el matrimonio también es responsabilidad. A los que consideraban el matrimonio simplemente como un medio de gratificar sus pasiones físicas había que recordarles que era también una unidad espiritual. Jesús estaba levantando una defensa en torno al hogar.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 10
3. TERCER ANUNCIO DE LA PASIÓN (10,1-45).
Después del discurso a los discípulos, que se convierte en un discurso de exhortación a la comunidad posterior, se advierte una cesura. Prosigue la marcha hacia Jerusalén alcanzando la región de Judea al este del Jordán (10,1); pero las formas literarias cambian. Las perícopas inmediatas son más amplias y tratan problemas importantes para la vida de la comunidad: indisolubilidad del matrimonio, estima de los niños, postura frente a las posesiones y riquezas. Sigue luego el tercer anuncio de la pasión, en el que se encierra una enseñanza a los discípulos que prohíbe el afán de dominio y que establece el orden del servicio en favor de la comunidad. Después de las secciones precedentes, esperaríamos el último y más detallado anuncio de la pasión al comienzo de estas perícopas evidentemente homogéneas; pero el evangelista ha debido posponerlo con un determinado propósito. Los grandes e importantes temas para la vida comunitaria prolongan perfectamente la cadena de sentencias de 9,33-50, porque en todo caso, y en forma de alocución a los discípulos (cf. 10,10-12.23-31), se dirigen a la comunidad posterior, a la nueva familia de Jesús (cf. 10,30) y le proporcionan instrucciones concretas para su vida en el mundo, instrucciones que permiten deducir con bastante claridad la dureza y carácter radical de las exigencias de Jesús. La perícopa de los hijos de Zebedeo (10,35-45) sigue, no obstante, inmediatamente al último vaticinio de Jesús sobre su camino de dolores y muerte, de modo parecido a como la discusión de los discípulos sobre el primer puesto había seguido al anuncio segundo de los padecimientos del Maestro. Así, este vaticinio de la pasión de Jesús, que ya preanuncia de un modo más preciso el doloroso acontecimiento propiamente dicho, ha sido insertado de manera consciente en medio de las instrucciones a la comunidad confiriendo una unidad interna a esta sección.
a) Indisolubilidad del matrimonio (Mc/10/01-12).
1 Y partiendo de allí, viene a la región de Judea y al otro lado del Jordán; y de nuevo se reúnen en torno a él las muchedumbres y, como de costumbre, se puso a enseñarles. 2 Se acercan a él también unos fariseos y, para tentarlo, le preguntaban si es lícito al marido despedir a su mujer. 3 Pero él les respondió: «¿Qué es lo que Moisés os mandó?» 4 Ellos contestaron: «Moisés permitió redactar la carta de repudio para despedirla.» 5 Entonces les replicó Jesús: «Mirando a la dureza de vuestro corazón os escribió Moisés ese precepto. 6 Pero desde el principio de la creación: Varón y hembra los hizo; 7 por eso mismo dejará el hombre a su padre y a su madre, 8 Y serán los dos una sola carne; de manera que ya no son dos, sino una sola carne. 9 Por consiguiente, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.» 10 Ya en casa, nuevamente los discípulos le preguntaban sobre lo mismo. 11 Y les dice: «El que despide a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; 12 y si ella misma despide a su marido y se casa con otro, comete adulterio.»
La anotación geográfica del evangelista es imprecisa y probablemente tiene más bien un valor teológico: Jesús llega a Judea, es decir a las proximidades de Jerusalén. «Al otro lado del Jordán» o ribera oriental, podría indicar la ruta de la marcha; por aquel camino y cruzando por los vados cercanos a Jericó habría alcanzado Jesús esta ciudad, que se menciona en 10,46. En el fondo tal vez late una noticia antigua, pero que Marcos ha introducido sólo de un modo complementario. Sus miras teológicas se traslucen también en la observación de que iban con él grandes muchedumbres y que enseñaba en su modo habitual. Esto choca con 9,30 y sobre todo con la situación de viaje. Pero el pueblo tiene aquí la misma función que en 8,34, a saber, la de llamar la atención de la comunidad reunida, y la enseñanza de Jesús subraya la importancia de las palabras que pronuncia a continuación. Tampoco la inesperada presencia de los fariseos debe plantear las cuestiones de su posible procedencia y de porqué le proponen precisamente este problema de camino. Son los antagonistas que dan mayor peso a su decisión. El problema mismo resulta sorprendente, puesto que la ley mosaica le da una solución clara: cualquier judío casado podía repudiar a su mujer mediante la entrega de una carta de repudio; en el judaísmo sólo se discutía sobre los motivos que hacían posible semejante repudio (*). La aclaración que hace el evangelista de que le preguntaban «para tentarlo», quiere subrayar su mala intención (cf. 8,11; 12,15). Toda la introducción está proyectada desde el punto de vista de la comunidad que tenía el máximo interés en este problema y que, en base a la decisión de Jesús, se había separado de la práctica judía y pagana, cf.d. v. 10-12. En la contestación de Jesús sorprende que hable de que Moisés «os mandó», en tanto sus interlocutores dicen «permitió». En Mt 19 las cosas discurren de modo distinto. Marcos está más cerca de la intención original de la norma veterotestamentaria que representaba una cierta protección para la mujer repudiada, pues mediante el documento conservaba su honra y su libertad. De este modo la frase «mirando la dureza de vuestro corazón» no se interpreta como una concesión a la debilidad de los judíos, sino como un testimonio de reproche contra ellos, porque eran incapaces de cumplir la voluntad originaria de Dios. Sólo los fariseos lo interpretan como una prueba de la benevolencia divina. Jesús se remonta al relato del Génesis que para él expresa claramente la voluntad decidida de Dios, antes de la promulgación de la ley mosaica. De los dos pasajes bíblicos de Gen 1:27 y 2,24, se sigue que con la creación del varón y de la mujer iba vinculada la voluntad de Dios de que la pareja humana se convirtiese en una unidad indisoluble. Uno y otra han abandonado la comunidad familiar anterior, que en las circunstancias del hombre antiguo le rodeaba y le brindaba una mayor protección que hoy, se han unido entre sí y forman ya algo inseparable. El proceso ideológico se apoya en el tenor literal del texto bíblico: con la creación de los dos sexos Dios ha querido esta unión, tan estrecha que de ahora en adelante varón y mujer forman una sola carne. El acento descansa en el «una sola», no en la «carne». Jesús lo subraya con su conclusión: en el matrimonio al marido y a la mujer hay que seguir considerándolos como una unidad. Dios mismo aparece como fundador del matrimonio -cosa que también pensaban muchos judíos incluso de cara a los matrimonios concretos-, por ello el hombre no puede ya romper esta unidad. La argumentación de Jesús, fundada en la Escritura, no resulta nada singular a la luz del Documento de Damasco, que forma parte de la literatura qumraniana, pues también ese reducido grupo del judaísmo consideraba el relato de la creación como una prohibición del repetido matrimonio (4,21; cf. 5,1 ss). Hoy debemos buscar el sentido de la decisión de Jesús dentro del horizonte judío de su tiempo. Hay una condena tajante del connubio plural propiciado por el apetito sexual o de una poligamia sucesiva, condena que se funda en el orden de la creación, de la disposición natural de ambos sexos. Se reconoce la personalidad del hombre que permite ver en la comunidad conyugal no sólo la liberación del instinto sexual, sino la vinculación de una persona a otra, la realización personal del hombre en el encuentro y comunión con el cónyuge. Es notable que en un tiempo y ambiente en que la mujer era considerada por lo general -incluso en el judaísmo- como un ser inferior y sometido al varón, la Biblia nos dé a conocer la dignidad humana según las miras de Dios; el hombre, sea varón o mujer, ha sido creado «a imagen y semejanza de Dios» (Gen 1:27). De este modo el matrimonio se eleva a una comunión personal, que cuanto más se realiza con mayor facilidad supera las dificultades y tensiones originadas por el instinto sexual. La expresión «carne» no debe inducirnos a pensar que la unión sexual sea el elemento primero y principal; pues, en hebreo esa palabra significa ante todo al hombre en su completa realidad, aunque en el matrimonio ciertamente que la unión carnal -también como expresión de esa totalidad y entrega absoluta- cuenta también. La hostilidad al cuerpo y al instinto es ajena al judaísmo. La disolución de la sociedad conyugal la califica Jesús simple y llanamente de «adulterio», ruptura de la comunión entre dos, que Dios quiso desde el comienzo. No sin razón hablamos también nosotros de la «alianza matrimonial»; las relaciones de Dios con Israel como el pueblo de su alianza las presentan los profetas bajo la imagen de un matrimonio (especialmente Oseas 1-3). Ahora bien alianza es una vinculación personal, firme y obligatoria que debe ser permanente. La obligatoriedad perpetua, mientras dure la vida, no es así una imposición agobiante, sino una decisión libre y liberadora, que es posible al hombre desde su constitución personal y que refleja su dignidad. Cómo la Iglesia haya aceptado y expuesto esta decisión de Jesús, nos lo muestra el diálogo entre Jesús y sus discípulos que Marcos ha añadido para sus lectores. Los discípulos vuelven a preguntar al Maestro sobre el tema «en la casa» (cf. el comentario a 9,33) y obtienen una información, que transmite a los destinatarios cristianos de Marcos, procedentes del paganismo, una palabra de Jesús a sus coetáneos judíos. El derecho matrimonial judío facilitaba -hasta en los menores detalles- sólo al varón la iniciativa de disolución de su matrimonio, precisamente mediante la entrega de la carta de repudio. Las fórmulas de la fuente de los logia (Luc 16:18; Mat 5:32) lo revelan claramente. Marcos, en cambio, elige en 10,11s -al menos según la lectura que merece la preferencia- una forma de expresión que prevé para la mujer la misma posibilidad que para el marido en orden a intentar la separación, lo cual se debe al derecho matrimonial romano. De lo cual se deduce, sin embargo, que Marcos quiere inculcar a sus lectores étnicocristianos cómo la resolución de Jesús les obliga al mantenimiento real y estricto de la prohibición del divorcio. Esta concreta exposición «legal» la confirma también Pablo en sus instrucciones a la comunidad de Corinto. A los cristianos casados les ordena, no él sino «el Señor», que la mujer no se separe de su marido y que el marido no despida a su mujer. Añade además que si una mujer se ha separado, no vuelva a casarse o que se reconcilie con su marido (1Co 7:10s). El cristianismo primitivo conoció, pues, ya una «separación de mesa y lecho» sin disolución del matrimonio; práctica que no está atestiguada por lo que respecta al mundo judío y pagano. Se ha combatido esta interpretación que la Iglesia primitiva dio a la solución radical de Jesús. Originariamente Jesús habría declarado adulterio la separación matrimonial, a fin de poner de relieve la seriedad y grandeza del matrimonio. Habría rechazado la práctica separatoria frecuente entre los judíos, pero sin pretender dar un ordenamiento legal. Pero las comunidades, que vivían en las circunstancias concretas de este mundo, necesitaban unas instrucciones precisas, y así se habría llegado a la interpretación que la Iglesia católica ha mantenido hasta hoy. Una prohibición absoluta de separación en caso de un matrimonio válidamente contraído la rechazan tanto las Iglesias ortodoxas como las reformadas. Para ello se remiten a la «cláusula de fornicación», contenida en Mat 5:32 y 19,9, cuya interpretación se discute todavía hoy, incluso entre los exegetas católicos, o se apela a la superación radical del legalismo por parte de Jesús. También en el orden de la nueva alianza puede fracasar un matrimonio por la debilidad y culpa de los hombres, caso en que la prolongación externa de un matrimonio fracasado puede llevar a nuevas culpas. El problema se ha complicado extraordinaria- mente por lo que respecta al carácter de las enseñanzas morales de Jesús como al cambio de las circunstancias sociales de nuestro tiempo, y no podemos estudiarlo aquí con más detenimiento. Pero hay algo sobre lo que no cabe duda alguna: con la mirada puesta en la voluntad originaria de Dios creador, Jesús quiso inculcar a los casados la máxima responsabilidad moral y que no disolviesen su matrimonio; la Iglesia primitiva, por su parte, tomó muy en serio esta llamada obligatoria. La exposición de la resolución de Jesús planteó ya entonces problemas y sigue preocupando todavía a la Iglesia. En medio de la realidad de este mundo una interpretación complaciente con las apetencias humanas llevaría fácilmente a una práctica muy parecida a la que Jesús condenó en sus contemporáneos judíos; mas tampoco el manejo puramente legal y jurista de su resolución respondería a sus intenciones. Hoy nos encontramos en esa dificultad que, habida cuenta de la situación angustiosa de muchos matrimonios, se convierte en una auténtica calamidad. La Iglesia de nuestro tiempo tiene que repensar todo el complicado problema con un sentido de responsabilidad delante de su Señor, con la mirada puesta en la salvación de los hombres y con confianza en el Espíritu Santo. Para nosotros esto se convierte en un deseo apremiante de oración.
……………
* Se trataba de una explicación de Deu 24:1 «un motivo vergonzoso (o desagradable)» La tendencia más rígida -la del viejo maestro Shammay- refería el texto únicamente a hechos inmorales (adulterio); la más condescendiente -que era la de la escuela de Hilel- lo aplicaba a todas las razones posibles, hasta al hecho de haber dejado quemarse la comida (Mishna).
………………..
b) Jesús y los niños (Mc/10/13-16).
13 Le presentaban unos niños para que los tocara; pero los discípulos los reprendieron. 14 Cuando Jesús lo vio, lo llevó muy a mal y les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis; pues el reino de Dios es de los que son como ellos. 15 Os aseguro que quien no recibe como un niño el reino de Dios no entrará en él.» 16 Y él los abrazaba y los bendecía poniendo las manos sobre ellos.
Tampoco en esta perícopa cabe preguntarse por la situación histórica. Difícilmente se llevaba a los niños pequeños, de los que aquí se trata sin duda, en los viajes de peregrinación a Jerusalén. El episodio debería haber ocurrido en alguna estación del viaje; pero no se da ninguna indicación geográfica. Los discípulos, que quieren proteger a Jesús de la gran concurrencia -¿o se escandalizan por el deseo de un contacto mágico de Jesús (cf. 5,27-31)?- sólo vienen presentados para dar mayor relieve a las palabras y posturas de Jesús. El conjunto no constituye una escena idílica tendente a subrayar la condescendencia de Jesús con los hombres y con los niños sino una importante solución de principios para la comunidad. Se le indica cómo debe comportarse frente a los niños; tal vez había también que resolver el problema de si los niños debían ser bautizados en edad temprana. A juzgar por los tres logia de Jesús, que la tradición ha conservado acerca de los niños, no cabe dudar de su postura netamente positiva en favor de los niños. De estos logia sobre los niños (véase el comentario a Mc 9.31 en que originariamente los «pequeños» indicaban ciertamente a los discípulos de Jesús), la sentencia: «Quien no recibe como un niño el reino de Dios, no entrará en él», presenta el carácter más primitivo y la mejor testificación, aun cuando su redacción y posición en el texto difieran. Marcos -y Lucas tras sus huellas- trae la sentencia en la escena de la bendición de los niños; Mateo, en la disputa de los discípulos por el primer puesto (18,3), y por lo que respecta a Juan se sospecha una acomodación de la forma y sentido que aparece en la conversación con Nicodemo (3,3.5). Tal vez incluso la auténtica palabra de Jesús, que la Iglesia primitiva poseía, aproximadamente sonaba así: «Si no os hacéis como niños no podréis entrar en el reino de Dios.» En el Evangelio copto de Tomás se encuentra este giro: «Jesús vio a unos (niños) pequeños mamando. Y dijo a sus discípulos: Estos pequeños lactantes se asemejan a los que entran en el Reino de Dios (logion 22), ciertamente que con un sentido gnóstico. La otra sentencia: «El Reino de Dios es de los que son como ellos», fundamenta la amonestación de Jesús: «Dejad que los niños vengan a mí.» Recuerda la fórmula de las bendiciones (cf. Mat 5:3.10) y promete a los niños la participación en el futuro reino de Dios, lo mismo que a los pobres, a los humildes, a los perseguidos. El marco de la bendición de los los niños produce el mismo efecto artístico que en el problema de la indisolubilidad del matrimonio. Lo que primero se transmitió fueron unas palabras de Jesús que tenían un carácter normativo para la Iglesia primitiva; de las que se podían seguir nuevas consecuencias para su vida y aplicarse a los nuevos problemas que surgían. Pese a todo lo cual, una bendición de los niños es perfectamente posible en el ministerio terrestre de Jesús, como se demostrará. Jesús ha señalado la actitud infantil como ejemplar para cuantos anhelan el reino de Dios. ¿Qué pretende indicar con ello? Ante todo debemos liberarnos de la idea de que con ello se exprese la inocencia del niño. Ya la misma antigüedad pagana habló sobre el particular menos de lo que se esperaría; este pensamiento es extraño al Antiguo Testamento, mientras que el judaísmo tardío desarrolla diversas concepciones. Por una parte, el niño no está obligado todavía a la observancia de la ley -hasta los 13 años de edad, aunque ya antes había que ejercitarlo en su cumplimiento-; por otra, ya desde su concepción o nacimiento tiene el «impulso malo». Ciertamente que Jesús no se refiere a la actitud moral del niño, aunque una interpretación predominantemente psicológica apenas hace justicia a su palabra. Mateo ciertamente que en su contexto de la disputa de los discípulos por el primer puesto, cuando Jesús pone en medio de ellos a un niño, inserta a modo de aclaración: «Por consiguiente, quien se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos»; pero esto es una interpretación personal suya que apunta hacia aquella otra sentencia: «El que se ensalza será humillado» (Mat 23:12; cf. Luc 14:11; Luc 18:14), un logion itinerante que en el fondo se refiere a la futura exaltación por parte de Dios. Una actitud de humildad del niño resulta problemática; por el contrario, lo que es indiscutible es su pequeñez, su escasa importancia -al menos en la estimación de los mayores-, su minoría en el sentido de que no tiene desarrolladas sus facultades espirituales, de la cual habla también Pablo (1Co 13:11; 1Co 14:20; d. 3,1). Compárese con otras palabras de Jesús, por ejemplo con las que pronuncia acerca de la «gente sencilla» (Mat 11:25) o de los «pequeños» (Mar 9:42; Mat 18:10), y se comprenderá fácilmente que el niño se ha convertido en un símbolo de los hombres sencillos que acogen las palabras de Jesús con fe. Tal vez haya que decir de un modo más concreto aún: el niño llama: Abba!, a su padre con espontaneidad y confianza infantiles, y esto es precisamente lo que deben aprender los que desean entrar en el reino de Dios. En tal caso, Jesús habría sacado estas palabras directamente de sus relaciones personales con Dios, exigiendo una actitud que él mismo había vivido antes. Así se comprende también el amor de Jesús a los niños: ellos tenían algo de la espontaneidad y franqueza, de la confianza y abandono que resultan imprescindibles para nuestras relaciones con Dios y para la acogida del mensaje de Jesús. ¿Por qué, entonces, no podía poner él a un niño en medio de los discípulos y haber abrazado y bendecido a los niños que le presentaban? Marcos utiliza en ambos pasajes la misma expresión cariñosa (Mat 9:36 y 10,16), señal de que considera las dos escenas estrechamente vinculadas. Tal vez la escena originaria sea la del niño puesto en medio, y la otra de la bendición de los niños se haya montado después; podría indicarlo así la palabra en singular. Pero también es posible el caso contrario, y nada impide incluso aceptar como un episodio histórico una bendición de los niños mediante la imposición de manos. Tal costumbre la tenemos atestiguada en el judaísmo: «Los niños se presentan a su padre, los discípulos a su maestro, con el ruego de que ore por ellos y los bendiga. La imposición de manos sirve para la transmisión de la bendición.» En Jerusalén, los niños, que habían ayunado con los mayores, eran presentados a los escribas a fin de que éstos los bendijeran y orasen por ellos. Pero si las palabras de Mc 10,15 -cualquiera que sea su tenor original- tienen perfecto sentido en boca de Jesús, más tarde la Iglesia primitiva, o el evangelista, ha asignado a la escena un significado particular. A este respecto es instructivo el v. 14; Jesús desea que no se impida a los niños acercarse a él, pues que a ellos les pertenece el reino de Dios. él les promete la salvación, forman parte de la comunidad de los salvados. Sobre la participación de los niños en el mundo futuro, incluso la de los niños de padres paganos que vivían en tierra de Israel, ya se había pronunciado el judaísmo; según una opinión los niños pequeños no serían resucitados sino que dormirían un sueño eterno. La Iglesia primitiva, en cambio, de la respuesta de Jesús debió sacar la consecuencia de que también los niños pequeños son miembros de la comunidad, con pleno derecho y que alcanzarán el reino de Dios igual que los cristianos adultos. En ese sentido habla también la práctica de acoger a toda la familia y a sociedades domésticas enteras en la comunidad cristiana. El asunto podía tener especial importancia para los matrimonios mixtos entre paganos y cristianos; Pablo considera a los hijos de éstos como «santos» (1Co 7:14). BAU/NIÑOS: Se ha pensado asimismo que tras el texto late el problema del bautismo de los niños. La fórmula «¿qué lo impide?» pertenecía al rito bautismal (cf. Hec 8:36; Hec 10:47; Hec 11:17), y de la palabra de Jesús a los discípulos se habría deducido que no se debía impedir el bautismo de los niños pequeños. Esto, sin embargo, no se puede asegurar con toda certeza. A nosotros nos basta saber que la Iglesia primitiva quería solucionar sus problemas a la luz de la conducta de Jesús. Si ella reconocía a los niños como miembros, con pleno derecho, de sus comunidades y llegó a una gran estimación de los niños partiendo de una palabra de Jesús, todo ello resulta también orientador para nosotros. Una actitud infantil frente a Dios, la acogida del reino de Dios «como un niño», es decir, la aceptación del mensaje de Jesús con fe y obediencia, la entrega a los niños que son los herederos del reino de Dios, el tomar en serio su llamamiento a la salvación, la incorporación a la vida comunitaria y la oración por los niños a quienes Jesús ha querido, todo ello constituye una permanente exhortación para nosotros.
c) Postura frente a las riquezas (Mc/10/17-22).
17 Cuando salió de camino, corrió hacia él uno que, arrodillándose ante él, le preguntaba: «Maestro bueno, ¿qué haría yo para heredar vida eterna?» 18 Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino uno, Dios. 19 Ya conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás falso testimonio, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre.» 20 él le replicó: «Maestro, todas esas cosas las he cumplido desde mi juventud.» 21 Jesús entonces, lo miró, sintió afecto por él y le dijo: «Una cosa te falta todavía: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, que así tendrás un tesoro en el cielo; ven luego y sígueme.» 22 Ante estas palabras, al joven se le anubló el semblante y se fue lleno de tristeza, pues poseía muchos bienes.
Es evidente que en estos versículos el evangelista quiere decir algo a la comunidad acerca de la postura frente a las posesiones, frente a las riquezas y la pobreza. Para ello ha reunido varios fragmentos que la tradición atribuye a Jesús formando con ellos una composición mayor, en la que pueden reconocerse tres partes: 1ª, el encuentro de Jesús con un hombre rico (v. 17-22); 2ª, el diálogo de Jesús con sus discípulos acerca del impedimento que representan las riquezas para alcanzar el reino de Dios (v. 23-27), y 3ª, la pregunta de Pedro sobre la recompensa del seguimiento en pobreza y la respuesta de Jesús (v. 28-31). El material de la tradición es de distinto tipo, pero objetivamente le confiere unidad el tema de las riquezas y de la renuncia a los bienes terrenales. Es importante advertir que la respuesta de Jesús en los fragmentos primero y tercero se refiere directamente a la idea de seguir a Jesús. De este modo se prolonga para la comunidad el tema del seguimiento con la cruz (8,34). Esta exhortación comprende también la actitud que ha de adoptar la comunidad frente a los bienes terrenos y constituye la piedra de toque para saber si cumple las exigencias radicales de Jesús. En el caso del hombre rico la comunidad aprende lo peligrosa que es la fuerza de las riquezas incluso para los hombres serios y esforzados, lección que acentúan las palabras de Jesús a los discípulos. Pero, al final, el ejemplo de los discípulos más allegados a Jesús, que todo lo han dejado por su amor, es una exhortación a emprender el mismo camino de pobreza. El encuentro de Jesús con el joven rico -que así se le llama según Mateo 19,20- ha preocupado mucho a los expositores, principalmente por lo que atañe al problema de los consejos evangélicos. Frente al camino de los mandamientos, que a todos obliga, ¿no se señala aquí un camino «superior» y que han elegido Ios miembros de las órdenes monásticas con su voto de pobreza personal? ¿Se refiere esta perícopa al cristiano ordinario en general, que vive en el mundo y que por lo mismo no puede renunciar a todos sus bienes y posesiones? Esto sería una falsa interpretación. Por mucho que se valore la decisión de los anacoretas y monjes que más tarde llevarían a la práctica la palabra de Jesús de un modo literal, hay que decir sin embargo que la Iglesia primitiva no sacó esa consecuencia. La comunidad de bienes en la Iglesia de Jerusalén fue un fenómeno transitorio, que para nosotros tampoco resulta perfectamente claro. Como en todas las perícopas precedentes, Marcos quiere dirigirse a toda la comunidad y a cada uno de los cristianos. El inmediato diálogo de Jesús con sus discípulos evidencia esta orientación general: Jesús advierte del poder de las riquezas que pone en peligro la salvación. El ejemplo del hombre rico que, por causa de sus riquezas, se negó a seguir a Jesús, ilustra ese peligro que acecha a todos los hombres desde sus posesiones. En ese sentido tiene un alcance típico; pero considerando su caso concreto, hay que tener en cuenta la situación personal del hombre. La exégesis, que establece una diferencia tajante entre la observancia de los mandamientos de la ley y el seguimiento de Jesús sacando de esa distinción unas consecuencias radicales, induce a varios errores. Aquí no hay fundamento para una moral doble ni para una distinción entre precepto y consejo. Precisamente la redacción de Marcos lo demuestra con toda claridad frente al relato de Mateo que puede inducir más fácilmente a una falsa interpretación. Al hombre rico Jesús sólo le propone una exigencia: la de seguirle a El renunciando a todos sus bienes. A la observancia de los mandamientos agrega expresamente: una cosa te falta aún; por lo que no deja a su arbitrio la llamada al seguimiento. Para aquel hombre, en su situación concreta, no bastaba haber guardado los mandamientos desde su mocedad; para ser discípulo de Jesús tenía que hacer todavía algo más: repartir sus posesiones entre los pobres, porque tales posesiones le impedían el servicio incondicional a Dios. La intención de Jesús apunta a ganarse a aquel hombre para su seguimiento, y la comunidad debe aprender lo que exige dicho seguimiento. Analicemos la escena con más detalle. Este tipo de hombre exaltado y propenso a las exageraciones, que encuentra a Jesús de camino, presenta un contraste notorio con la reserva y sobriedad de Jesús. El hombre se le acerca, se arrodilla y le saluda con el título de «Maestro bueno». Jesús le replica secamente: Sólo uno es bueno, Dios. La frase se explica por la situación. Las elucubraciones de si Jesús se tenía por un pecador, están fuera de lugar. De todos modos Mateo ya había reflexionado sobre esta forma del saludo y de la respuesta. Y lo cambia así: «Maestro, ¿qué haría yo de bueno para ganar la vida eterna?», y Jesús le replica: «¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno?» Pero las reflexiones dogmáticas son innecesarias si leemos la palabra en su contexto. Jesús rechaza semejante adulación. Pero admite la pregunta del hombre, que buscaba honradamente, como aquel doctor de la ley que pregunta a Jesús por el mandamiento supremo de la ley (12,28). En el judaísmo de entonces no eran pocos los hombres a quienes inquietaba el problema de qué era lo primero que debían hacer para tener parte en la vida eterna, en «la vida del mundo futuro». La pregunta del joven rico va, pues, en la misma dirección que la del letrado. Jesús se muestra reservado y recita sobriamente, casi rutinariamente, los preceptos del decálogo. Si recuerda sólo los mandamientos de la «segunda tabla», los que miran a las relaciones con el prójimo, ello se explica por la pregunta relativa al obrar, la realización práctica de la voluntad divina. En ese terreno Jesús coincide con las aspiraciones del judaísmo. Aunque deja de lado las obras de la adoración divina, siempre late su exigencia de demostrar el amor divino mediante el amor al prójimo (cf. 12,33s). Es curioso el orden en que aparecen los mandamientos, pues la honra de los progenitores -el «cuarto mandamiento»- sólo se menciona al final, después del «No defraudarás». Tal vez la mirada se dirige ya a las riquezas del hombre; en tono ascendente Jesús menciona al final los preceptos especialmente importantes para un hombre acomodado. ¿Se refiere el «No defraudarás» a la retención del justo salario (cf. Deu 24:14; Eco 4:1; Stg 5:4)? Por otra parte, en ciertas circunstancias y mediante el voto del korban, un judío podía sustraerse a la obligación de atender a sus padres (cf. 7,10-13). Así las cosas, Jesús pone ante el hombre el espejo de la conciencia rozando ya el punto que para él es crítico. Pero el hombre resiste esa prueba, y puede responder tranquilamente que todo eso lo ha observado desde su mocedad. Sólo ahora se vuelve Jesús de lleno al que le pregunta; le mira cara a cara y se complace en él: «Sintió afecto por él.» Clava entonces su exigencia en el corazón de aquel hombre: «Una cosa te falta todavía: anda vende cuanto tienes…» Cuando Jesús llama a seguirle, toma de lleno la iniciativa, toca al hombre en su punto más débil, porque Dios quiere a todo el hombre. Es el mismo tono radical que resuena en las palabras con que exhorta a seguirle con la cruz, pero aquí se dirige concretamente a ese hombre en su situación particular. Esta presión a adoptar una resolución total y pronta, por la que un hombre se liga a Jesús y por él se entrega al servicio de Dios, se advierte claramente en numerosas sentencias relativas al tema (cf. Mar 1:16-20; Luc 9:57-62; Luc 14:26), y forma parte de las peculiares relaciones del discípulo, tal como Jesús las ha establecido. Se trata de las circunstancias originarias y personales con que se encontraban los hombres a quienes Jesús llamó. Pero la Iglesia primitiva ha trasladado ese seguir a Jesús, que en realidad sólo era posible en vida de él y que iba ligado a su presencia en la tierra, al tiempo posterior a los acontecimientos pascuales, y de las exigencias de Jesús a cada uno de aquellos hombres ha elaborado la llamada permanente a todos los que creen en él. No todos tienen que dejar su hacienda, como no todos deben dar su vida por Jesús y por el Evangelio; pero todos deben escuchar la llamada del Señor que presiona al máximo y a cada uno de distinta forma. Si se quiere entender esto como consejo, habrá que explicar que para un hombre determinado puede ser un precepto. La distinción entre «consejo» y «precepto» sólo tiene sentido en cuanto decisiones como la renuncia total a los bienes personales nunca podrán exigirse a todos los creyentes. En el caso presente el hombre rico se sustrae a las exigencias de Jesús; se marcha apenado porque tiene muchos bienes. Nada se dice sobre la pérdida de su salvación; el Nuevo Testamento se abstiene siempre de expresar tales juicios condenatorios. En la intención dei evangelista lo que cuenta es presentar un ejemplo aleccionador a la comunidad. En descargo de aquel rico puede decirse que en el judaísmo nunca desapareció la concepción del Antiguo Testamento, según la cual las riquezas eran una bendición de Dios, aun cuando en algunas épocas y en ciertos círculos también se había visto la pobreza como un camino hacia Dios y se había considerado a «los pobres» en una relación peculiar con Dios (cf. la primera bienaventuranza). Pero en nuestro caso no tiene excusa el hombre que se aparta de Jesús; su tristeza -«lleno de tristeza»- delata su resistencia, y su aflicción es una señal de que no puede separarse de sus tesoros.
d) Las riquezas, impedimento para entrar en el reino (Mc/10/23-27).
23 Y mirando Jesús en torno suyo, dice a sus discípulos: «¡Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!» 24 Los discípulos quedaron asombrados ante tales palabras. Pero Jesús, replicando de nuevo, les dice: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! 25 Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.» 26 Ellos se asombraron todavía más y decían entre sí: «¿Y quién podrá salvarse?» 27 Fijando en ellos su mirada, dice Jesús: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, pues para Dios todo es posible.»
El caso particular viene enjuiciado ahora con vistas a la comunidad. Marcos emplea como un recurso estilístico el gesto de volverse Jesús hacia los discípulos; también en 3,34 mira Jesús en derredor y pronuncia una palabra de particular importancia para la comunidad. La sentencia, que Marcos introduce de este modo, probablemente sonaba así en el relato tradicional: «Qué difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas; más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja que un rico entre en el reino de Dios.» Este dicho de Jesús tomado de la tradición, lo ha ampliado y comentado el evangelista bajo la forma de un diálogo con los discípulos. Mediante la aparición de éstos se pone de relieve la transcendencia y gravedad impresionante de la sentencia. Se llega con ello a una repetición (v. 24b) que apenas puede tener otro sentido que recalcar al dicho. La reflexión complementaria «¿quién podrá salvarse?» es tal vez una aclaración del evangelista -cuyo estilo y modos refleja la redacción- para la comunidad, que seguía discutiendo la dura sentencia de Jesús. Pero la respuesta a la medrosa pregunta acerca de la salvación, la indicación de que todo es posible a Dios, responde perfectamente al espíritu de Jesús y encuentra confirmación en otras palabras suyas (cf. 11,23s; Mat 19:11). La sentencia central de cuán difícilmente los hombres ricos, los acaudalados, entran en el reino de Dios, refleja algo del realismo con que Jesús observaba y valoraba a los hombres; pero también algo de las exigencias radicales que él les presentaba en nombre de Dios. El tema de las riquezas y del bienestar, que ejercen una influencia perniciosa sobre el hombre, penetra toda su predicación. «No podéis servir a Dios y a Mammón» (Mat 6:24; Luc 16:13); Dios reclama a su servicio al hombre entero, porque hay que pertenecerle de una manera total e indivisa. Ahora bien, las riquezas inducen a olvidarse de Dios, a confiar en los bienes conseguidos (Luc 12:16-20) y a despreciar a los pobres que nos rodean (cf. Luc 16:19 ss). El dinero hace codiciosos, orgullosos y duros (cf. Luc 16:14); a menudo la injusticia va unida al dinero (cf. Luc 16:9). Son sin duda ideas que alentaban también en el judaísmo; pero Jesús las presenta con suprema claridad y agudeza bajo la llamada de la hora escatológica en que Dios establece su soberanía. La propiedad y las riquezas como tales no equivalen a injusticia y robo; pero en muchos «la seducción de las riquezas ahoga la palabra (de Dios)» (Mat 13:22), y constituye una amenaza para la salvación cuando alguien «atesora riquezas para sí, pero no se hace rico ante Dios» (Luc 12:21); así comentaba la Iglesia primitiva. Las palabras de Jesús se completan con su conducta, que no condenó a todos los hombres acaudalados. Abiertamente es alabado el jefe de aduanas, Zaqueo, que abrumado por la amabilidad de Jesús que va a hospedarse a su casa, le promete de modo solemne: «Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces más» (Luc 19:8). Las limosnas no son pequeños dones de lo que nos sobra, sino verdaderas contribuciones de lo que se tiene para ayudar a los pobres de un modo eficaz. Los discípulos, habituados como estaban a considerar a los hombres ricos de entonces -entre los que se contaban no pocos fariseos- como personas piadosas, quedan perplejos ante las duras palabras de Jesús. Marcos utiliza a menudo tales expresiones de asombro refiriéndose a los discípulos, en las que siempre late un cierto pasmo ante la grandeza y exigencia divinas. De hecho, aquí se les manifiesta algo de la alienidad e incomprensibilidad de Dios, se enfrentan aquí con el mensaje paradójico de Jesús, que declara dichosos a los pobres, a los atribulados, a los hambrientos, porque de ellos es el reino de Dios. Pero Jesús no retira nada de sus duras pretensiones, aunque se vuelva a ellos con una expresión cariñosa («hijos»). El texto más breve del v. 24b -véase la traducción- es seguramente el original frente a la redacción más larga que aparece en varios manuscritos que insertan «para aquellos que confían en sus riquezas»; pero dentro del contexto apenas tiene un sentido diferente. De todos modos hay una sentencia que declara terminantemente lo difícil que es la entrada en el reino de Dios: «Esforzaos por entrar por la puerta estrecha; que muchos -os lo digo yo- intentarán entrar, pero no lo conseguirán» (Luc 13:24). La imagen está emparentada con la del ojo de la aguja, aunque muestra también que no se puede establecer una imposibilidad absoluta. Jesús sólo quiere indicar la dificultad y exhortar al máximo esfuerzo. La imagen del camello y el ojo de la aguja no hay que desfigurarla en sus elementos gráficos, como si en el griego se hubiesen intercambiado los vocablos «camello» y «cabo, maroma» o imaginando que el «ojo de la aguja» señalase una pequeña puerta de Jerusalén, contigua a la puerta principal y amplia. La sabiduría proverbial de los orientales gusta de las hipérboles, es decir de la exageración intencionada, y Jesús se ha servido a menudo de esas imágenes fuertes. ¿Quién toma literalmente la «paja en el ojo del hermano» y la «viga en el ojo propio»? Una expresión rabínica posterior suena así: «¿Eres tú acaso de Pumbedita, donde se hace pasar a un elefante por el ojo de una aguja?» Como la fe puede «mover montañas» (1Co 13:3; cf. Mar 11:23), así ningún rico puede entrar en el reino de Dios. La imagen pone de realce esa dificultad, mas no pretende establecer una imposibilidad absoluta. La dureza de estas palabras de Jesús ha dado mucho que hacer a la Iglesia primitiva. Esto se refleja en el pasmo y sobresalto de los discípulos y en su pregunta «¿y quién podrá salvarse?». En Mateo los discípulos reaccionan sacudidos también por la condena del divorcio que hace Jesús: «Si tal es la situación del hombre con respecto a la mujer, no conviene casarse» (Mat 19:10). Pero en nuestro texto la pregunta es más profunda, expresando la preocupación por obtener la salvación. De hecho expresa el problema fundamental de las radicales exigencias éticas de Jesús (sermón de la montaña): ¿Es posible llevarlas a la práctica? La respuesta de Jesús brota de las profundidades de su pensamiento anclado en Dios. Esa respuesta revela que él no pretende traer ante todo y sobre todo una nueva moral, sino un mensaje religioso: Dios está empeñado con su amor misericordioso en dar al hombre la salvación, aunque de tal modo que también espera del hombre la generosa respuesta del amor. El hombre que ha comprendido ese amor de Dios ya no pregunta por la medida y límites de lo que se le pide; quiere amar a Dios con todo el corazón, con todas las fuerzas, y demostrarlo con el amor a sus hermanos los hombres. Sabe que se halla seguro en el amor de Dios, y no obstante ese amor le solicita constantemente a hacer siempre algo más. En esa actitud sale de sí mismo y deja incluso de preocuparse por su propia salvación. Hay una inquietud saludable por responder a las exigencias de Dios y, no obstante, domina la certeza de que Dios quiere nuestra salvación. Pues Dios es mayor y conoce nuestro corazón (1Jn 3:20); es fiel y bondadoso para perdonarnos nuestros pecados (1Jn 1:9). De este modo ya la Iglesia primitiva intenta resolver la tensión entre la promesa de salvación y las exigencias morales, aunque sin suprimirla. La sentencia de que todo es posible a Dios se encuentra ya en el Antiguo Testamento. Es la que sostiene la promesa a Abraham de que una mujer entrada en años aún puede concebir un hijo (Gen 18:14). A esa misma palabra, que se cumple de modo parecido en Isabel, la madre de Juan Bautista, se remite el ángel Gabriel, cuando explica a María la concepción de Jesús por obra del Espíritu Santo (Luc 1:37). Pese a lo cual, la acción de Dios, que supera las posibilidades humanas, no es una acción mágica y caprichosa, sino que está siempre en el contexto de sus planes salvíficos. Al final de su disputa con Dios, Job reconoce que ha hablado indiscretamente delante de Dios, a quien nada le resulta imposible (Job 4:2s). Dios es siempre superior, su acción es prodigiosa para el hombre, y sus prodigios son prodigios de amor. En nuestro pasaje la palabra apunta también a la acción salvadora de Dios, que es incomprensible para el hombre. En las obscuridades de la historia terrena, Dios coopera secretamente a nuestra salvación; sólo cabe confiar y dejarse conducir por Dios. En la inseguridad de los caminos humanos existe la certeza de que conseguiremos nuestro fin último. Es una palabra de consuelo para el creyente que se esfuerza con honradez por obedecer las exigencias obligatorias de Dios.
e) Seguir a Jesús en pobreza, y su recompensa (Mc/10/28-31).
28 Pedro se puso a decirle: «Pues mira: nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.» 29 Respondió Jesús: «Os lo aseguro: nadie que haya dejado, por mí y por el Evangelio, casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o campos, 30 dejará de recibir cien veces más ahora, en este mundo, en casas, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos, y campos, con persecuciones: y en el mundo venidero, vida eterna. 31 Pues muchos primeros serán últimos, y los últimos primeros.»
La observación de Pedro, en nombre de los discípulos, de que lo han dejado todo por amor de Jesús, está en vigoroso contraste con la actitud del hombre rico que se había negado a seguir a Jesús. De este modo, al tema del peligro de las riquezas sigue ahora el tema de la pobreza apostólica. El portavoz de los discípulos no pregunta por la recompensa, al menos en Marcos -en Mateo las cosas suceden de distinto modo-; la impresión de que Pedro ha hecho esta pregunta sólo procede de la respuesta de Jesús. El evangelista quiere centrar la atención en esta sentencia de Jesús, que la comunidad había conservado al igual que la palabra sobre los ricos. Según la tradición -más antigua- de la fuente de los logia, Jesús prometió una vez al círculo de sus discípulos más allegados, a los doce, una recompensa especial, aun cuando no se pueda señalar con precisión el tenor literal de la misma. La palabra original hablaba de un «sentarse sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» -o para regirlas- (cf. Mat 19:28; Luc 22:30). En Marcos la promesa empieza por dirigirse a todos cuantos lo hayan dejado todo por amor de Jesús y del Evangelio («nadie… dejará de recibir»); habla, por tanto, a toda la comunidad o a quienes en ella han renunciado a los bienes materiales y a la comunión familiar por causa de Jesús. El propio Marcos ha recibido la palabra por tradición, como lo demuestran algunos rasgos que son incuestionablemente suyos: 1) el doble giro «por mí y por el Evangelio» (cf. 8,35); 2) la observación restrictiva «con persecuciones»; 3) tal vez la repetida enumeración del v. 30, que los otros evangelistas suprimen. Por el contrario, la distinción entre «ahora, en este mundo» y «en el mundo venidero» -distinción que falta en Mateo- ha debido penetrar en la palabra originaria de Jesús antes de la elaboración de Marcos. Fuera de este pasaje Marcos no habla nunca del mundo presente y futuro; aunque tampoco Jesús, a lo que podemos colegir, ha empleado esta forma de lenguaje. Sus promesas se refieren siempre al objetivo escatológico: el reino de Dios o la vida eterna. Originariamente, pues, la recompensa de «cien veces más» debía significar la misma vida eterna; pero ya antes de Marcos la comunidad había reinterpretado la palabra de Jesús y hablado de una recompensa preliminar, en este mundo; recompensa que veía en el hecho de que los discípulos de Cristo que habían renunciado a la casa, la familia y posesiones encuentra una nueva familia y hogar en la comunidad. Marcos ha aceptado esta interpretación y la ha subrayado a su manera. El fundamento para ello se le brindaba en la escena de 3,34s: Jesús mira a los que están sentados a su alrededor y los llama su madre y sus hermanos, señalando como parientes suyos a cuantos cumplen la voluntad de Dios. La respuesta a Pedro desarrolla esas mismas ideas: todos cuantos están ligados a Jesús, a su palabra y enseñanzas saben que reciben más de lo que han perdido y se saben protegidos en la comunidad. No pocas veces los vínculos con los parientes carnales, incluso con los miembros más cercanos de la familia, se rompen sin querer y de forma dolorosa por la aceptación de la fe cristiana (cf. 13,12s; Luc 12:52s). Seguir a Jesús exige en ciertas circunstancias abandonar a los parientes más próximos (Luc 14:26 y par) inmediatamente y para siempre (cf. Luc 9:61s). Los creyentes se consuelan con la nueva familia que encuentran en la comunidad. Pero en el curso de la exposición de Marcos, en el contexto del seguimiento con la cruz la palabra dirigida a Pedro no sólo se considera un consuelo sino también una nueva invitación. Los discípulos de entonces, en cuyo nombre habla Pedro, se convierten en modelo de los discípulos de Cristo que vendrán después. Marcos rebaja incluso la recompensa terrena del seguimiento mediante el inciso «con persecuciones». Aunque los creyentes puedan hallar una cierta compensación en los muchos «hermanos, y hermanas, y madres, e hijos», así como en la solicitud por sus necesidades materiales, que experimentan en el seno de la comunidad; deben saber, sin embargo, que ahora es todavía el tiempo de las persecuciones, de los padecimientos, del seguimiento con la cruz. La verdadera «recompensa» está aún por llegarles; es la vida eterna que han de esperar en el mundo venidero. Sólo entonces llegará el gran cambio: muchos que en la tierra habían desempeñado los cargos más importantes, serán entonces los últimos; y otros, que habían estado en la sombra, ocuparán los lugares de honor. En esta última frase -que en Luc 13:30 y en Mat 20:16 aparece en otro contexto- podría también reflejarse el mismo propósito del evangelista: recordar a la comunidad que en su constitución terrena ha de soportar con Jesús el arrinconamiento y el oprobio. Es una de las sentencias cortantes y paradójicas (cf. 8,35) que encierran una afirmación fundamental de Jesús, pero que están formuladas de un modo tan genérico que han podido insertarse en diversos contextos (logia itinerantes). Pero este motivo de la recompensa ¿no es indigno y casi insoportable? ¿No se fomenta con él la actitud de quien acepta sacrificios y renuncias terrenos a fin de obtener la mayor recompensa celestial posible, la «felicidad eterna»? ¿Y no lleva esto a la fuga del mundo y al enquistamiento de ghetto de las comunidades, como fuente de las frecuentes renuncias de la Iglesia que se sustrae así a sus obligaciones en el mundo, a la acción social y a las protestas necesarias contra la opresión de ciertos grupos en la sociedad? ¡Pensemos en Sudamérica! De hecho no se pueden negar tales peligros y muchas culpas históricas de la Iglesia hay que atribuirlas a esa forma de pensar. También las palabras de Jesús están expuestas a una falsa interpretación. Mas si pensamos en la intención original quedan excluidos los afanes de recompensa. Jesús ha empleado precisamente la imagen de un premio cien veces mayor para alentar a la renuncia de los bienes terrenos por atender a la llamada del Evangelio. Quiere precisamente liberar a sus discípulos del afán egoísta del dinero y de las posesiones a fin de que se confíen por completo a Dios; deben administrar los bienes terrenos de acuerdo con la voluntad de Dios, y eso quiere decir en favor de los pobres y necesitados. Con ello no adquieren ningún derecho frente a Dios, sino que deben esperar simplemente como un don de Dios todo aquello a lo que ellos renunciaron. La idea judía de la recompensa queda transformada y hasta repudiada en la predicación de Jesús. En su pensamiento quedan excluidos el afán de una recompensa siempre mayor, la insistencia en las propias realizaciones. Jesús suscribe las ideas judías ya en 10,21: «así tendrás un tesoro en el cielo», pero las supera en cuanto se remite a la libertad y grandeza de Dios. Dios no se deja extorsionar, mas tampoco superar en su bondad. Aquel que se lo da todo, recibirá de él mucho más (cf. Luc 6:38). Quien persigue la recompensa, cuenta con ella y sólo piensa en lo que el bien le puede producir, ése todavía no se ha entregado de lleno a Dios.
C/COMPENSACIONES: También el asentamiento en la comunidad como en la propia casa encierra sus peligros. Quien en la comunión de los hermanos y hermanas de fe busca una compensación efectiva por aquello a lo que ha renunciado o perdido, no comprende realmente la llamada a seguir a Cristo con la cruz. Jesús se ha separado de sus discípulos más cercanos para morir solo y abandonado por todos los hombres. La comunidad no es en primer término un lugar de refugio para los solitarios, sino un lugar de reunión para todos los que por amor de Jesús renuncian a sus propios deseos y quieren servir a los demás hombres. No es un rincón de reposo al margen del mundo, sino un lugar de alistamiento para salir al mundo. Y como tal debe también equipar y fortalecer a los creyentes, debe infundirles la seguridad de que a su lado hay personas que tienen los mismos sentimientos, que marchan por el mismo camino y que quieren cumplir el mismo encargo de Jesús en el mundo. Una comunidad, que vive en medio de angustias y persecuciones, tiene necesidad de esta seguridad y de este consuelo (cf. 1Pe 5:9); por ello ciertamente que la Iglesia primitiva no interpretó mal a su Señor cuando, al lado de las exigencias increíbles de Jesús supo reconocer siempre su constante bondad.
f) El tercer anuncio (Mc/10/32-34).
32 Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús caminaba delante de ellos; ellos estaban asombrados, y los que le seguían, llenos de miedo. Y tomando de nuevo consigo a los doce, se puso a indicarles lo que luego le había de suceder: 33 «Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, 34 y se burlarán de él y le escupirán, lo azotaran y lo matarán; pero a los tres días resucitará.»
Deliberadamente introduce aquí Marcos el tercero y más largo anuncio de la pasión de Jesús. Ese anuncio confiere un acento especial al diálogo sobre la pobreza al tiempo que es una magnífica introducción a la perícopa siguiente sobre el dominio y el servicio; es también el contrapunto de todos los problemas y diálogos que resuenan en esta sección. La comunidad sólo podrá comprender las decisiones y exigencias de Jesús, si es consciente del camino de muerte que recorre su Señor, y que él ha emprendido con resolución absoluta, sabiendo muy bien lo que iba a encontrarse. Este renovado anuncio de su pasión, detallada en sus aspectos más humillantes, muestra claramente que Jesús se halla muy cerca de la consumación de su muerte. La observación de que continúa la subida hacia Jerusalén representa en 10,1 y 10,17, de algún modo, una reanudación del relato y mantiene la unidad del relato del viaje. Nuevo es el detalle de que Jesús los precedía (se piensa en los discípulos). Si los discípulos «estaban asombrados» por ello; es decir, si ateniéndonos al valor del verbo griego, son presa de un temor religioso (cf. 1,27; 10,24), ello quiere significar que este «caminar delante» de Jesús tiene un sentido particular. Habrá que entenderlo de modo similar a la frase que Lucas pone al comienzo de todo el viaje: «Tomó la decisión irrevocable de ir hacia Jerusalén» (Luc 9:51). Con una resolución inflexible Jesús sube a la ciudad santa, a la Jerusalén situada en un lugar elevado, aunque sabe que aquél es el lugar en que va a cumplirse su destino de forma pavorosa. Se menciona una vez más a los que «le seguían» -cosa que omiten algunos manuscritos-, entre quienes hay que contar al resto de la gente que le acompañaba (cf. 10,1), aunque de nuevo se distingue expresamente a «los doce». Estas puntualizaciones no están hechas al azar. Los que «le seguían» están referidos con particular intención a los lectores, a los miembros todos de la comunidad… Estaban «llenos de miedo», cosa que no se comprende muy bien referido a la situación histórica del pasaje; pero el evangelista está pensando en los creyentes a quienes aterran los padecimientos y oprobios. No en vano ha introducido en 10,30 «con persecuciones». Los discípulos, que están asombrados por la resolución de Jesús que se les adelanta, prestan relieve a la imagen de Cristo, quienes le siguen representan la situación y postura de la comunidad. El conjunto constituye una imagen atinada del pueblo peregrinante de Dios, que sigue a su Señor con actitud irresoluta, titubeante y hasta miedosa, pero que aun así va precedido por «el promotor y consumador de la fe» (Heb 12:2). A los doce, y sólo a ellos, les descubre Jesús las cosas que le están reservadas, porque sólo ellos deben ser introducidos en el misterio de su pasión (cf. 8,31). Comparándolo con los anuncios precedentes, sorprende que se señalen en éste las distintas etapas: judíos, gentiles y tormentos del proceso. Ahora no se trata tanto de una instrucción (8,31; 9,31) cuanto de un descubrimiento de aquello que sucedió de hecho y que se expondrá detalladamente en el relato de la pasión (c. 14 y 15). Justamente con ese conocimiento, se adelanta impávido Jesús a sus acompañantes. Las cosas que van a sobrevenirle se presentan aquí en su desarrollo histórico: el proceso ante el gran consejo que desemboca en la sentencia de muerte y en la entrega a los «gentiles», es decir, los romanos; siguen luego los padecimientos oprobiosos que Jesús habrá de soportar: los escarnios y los esputos, imagen del supremo desprecio, la flagelación y finalmente la muerte violenta. Verdad es que las burlas al rey de los judíos por parte de los soldados romanos, entre las que se alude expresamente a los esputos (15,16-20), aparece en la profecía de Jesús antes de la flagelación (15,15); pero ello se debe a que para Marcos la flagelación está estrechamente ligada a la crucifixión (cf. Ia forma de expresión en 15,15). Podría extrañar que no se mencione también el tipo de muerte, es decir, la crucifixión, como el oprobio más grave -la muerte de los esclavos y los malhechores-, como ocurre en Mat 20:19. Pero fuera de la historia de la pasión, la Iglesia primitiva lo evita, probablemente porque en su predicación muerte y resurrección se corresponden (cf. 1Co 15:3s). La referencia a la resurrección tampoco falta aquí -como en los anuncios anteriores de la pasión-, y la apostilla «a los tres días» indica el cambio rápido introducido por Dios (cf. el comentario a 8,31). Lo único que el evangelista no señala esta vez es la reacción de los discípulos; parece como si su resistencia (8,32) se fuera debilitando y se abstuvieran de cualquier pregunta (cf. 9,32) ante el claro vaticinio de Jesús. Su voluntad resuelta de aceptar la pasión y su clara presciencia deben impresionar a los lectores. Llama la atención sobre el lenguaje especial de este último anuncio el doble empleo del verbo «entregar». También en el griego se trata de un mismo verbo. Cabría preguntar si la entrega a los sumos sacerdotes y a los escribas en este cuadro anticipado y detallado de la pasión de Jesús no se refiere a la traición de Judas. En el texto griego vuelve a emplearse el mismo vocablo (cf. 14,101 1.18.21). Con ello aún se harían más densas las tinieblas del destino que espera a Jesús; uno de sus más íntimos compañeros, uno de los que se sientan con él a la mesa, le va a traicionar (14,20s). Pero la forma pasiva de «será entregado» permite también entenderlo como en 9,31: en estas palabras late la voluntad de Dios que permite esta «entrega», esta impotencia y humillación del Hijo del hombre. Los tres significados del verbo griego -«traicionar», «someter a juicio», «entregar» en un sentido teológico-, coinciden y son muy adecuados para indicar el doble juego de la malicia pérfida y la acción violenta de los hombres con la incomprensible paciencia de Dios, bajo la que se esconde su plan salvífico. Las tinieblas de la pasión se hacen cada vez más densas a medida que el pensamiento penetra mejor en los oprobios y tormentos que los hombres maquinan y Dios permite, pero el Hijo del hombre ha entrado en lo más profundo de sus tenebrosidades (cf. 15,34).
g) La petición de los hijos de Zebedeo (Mc/10/35-45).
35 Entonces se le acercan Santiago y Juan, los dos hijos de Zebedeo, para decirle: «Maestro, quisiéramos que nos hicieras lo que te vamos a pedir.» 36 él les preguntó: «¿Qué queréis que os haga?» 37 Ellos le contestaron: «Concédenos que nos sentemos, en tu gloria, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.» 38 Pero Jesús les replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo voy a beber o de ser bautizados con el bautismo que yo voy a recibir?» 39 Ellos respondieron: «Sí que lo somos.» Pero Jesús les dijo: «Cierto; beberéis el cáliz que yo voy a beber y seréis bautizados con el bautismo que yo voy a recibir. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía el concederlo; eso es para aquellos a quienes está preparado.» 41 Cuando lo oyeron los otros diez, comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. 42 Pero Jesús los llamó junto a sí y les dijo: «Ya sabéis que los que son tenidos por jefes de las naciones las rigen con despotismo, y que sus grandes abusan de su autoridad sobre ellas. 43 Pero no ha de ser así entre vosotros; al contrario, el que quiera ser grande entre vosotros, sea servidor vuestro, 44 y el que quiera ser entre vosotros primero, sea esclavo de todos; 45 pues aun el Hijo del hombre no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.»
La perícopa de los dos hijos de Zebedeo, que aparece en violento contraste con el último y más detallado anuncio de la pasión de Jesús, presenta una gran semejanza con la discusión de los discípulos por el primer puesto, después del segundo anuncio de la pasión (9,33-37). También Santiago y Juan aspiran a la preeminencia, queriendo ocupar los primeros puestos a derecha e izquierda de Jesús cuando sea entronizado como soberano. Y de nuevo surge una disputa entre los discípulos; los otros diez se irritan -cosa humanamente comprensible- por esta pretensión de los dos hijos del pescador. El relato se presenta como una escena histórica, aunque analizado con más detalle tiene las características de una composición literaria. Pues, las palabras de dominio y servicio, el enfrentamiento de los violentos gobernantes terrenos con los discípulos, a quienes se les impone servir, se encuentran en Lucas con otro tenor literal a propósito de la discusión de los discípulos en la última cena (Luc 22:24-27). Marcos ha transmitido el diálogo de Jesús con los hijos de Zebedeo, en el que se contiene un recuerdo histórico, uniéndolo a las sentencias de los v. 43-44, independientes en la tradición; Mateo le sigue en este ordenamiento. La libertad de la primitiva redacción cristiana se pone también de manifiesto en el hecho de que Mateo no introduce la petición por boca de los dos hermanos, sino por boca de su madre; evidentemente para dejar en mejor lugar a ambos apóstoles. También la última sentencia del v. 45, que presenta al mismo Jesús como modelo de servicio hasta la entrega de la propia vida, la ha elegido probablemente Marcos en esta forma como conclusión del relato. En Lucas, Jesús habla de que se encuentra a la mesa, en medio de sus discípulos, como el que sirve (22,27); tradición que, en el relato joánico del lavatorio de los pies, adquiere una forma todavía más gráfica (Jua 13:3-10). Como en muchas otras ocasiones, también en nuestra perícopa se evidencia que lo más importante para la Iglesia primitiva era la tradición de las palabras. Ha conservado firmemente las palabras de Jesús, las ha meditado y aplicado a su situación, y los evangelistas subrayan esta intención con su redacción respectiva. La norma fundamental del servicio, que Jesús establece para la comunidad de los discípulos, es el núcleo consistente de la tradición, y la palabra viene confirmada por los hechos, las exigencias por el ejemplo insuperable. La petición de los hijos de Zebedeo refleja la orientación todavía terrena de sus esperanzas y de la mayor parte de los discípulos. Un rasgo curioso es la forma astuta con que traman su petición; primero quisieran obtener una especie de carta en blanco para su deseo todavía silenciado. Mas Jesús les obliga a quitarse la máscara. Su deseo de sentarse a derecha e izquierda de Jesús «en tu gloria», apenas puede entenderse si no se supone que esperaban un reino mesiánico sobre la tierra. De todos modos, la Iglesia primitiva ha referido «en tu gloria» al reino de Jesús, transcendente y escatológico (d. 8,38). La petición de estos discípulos, que fueron los primeros llamados (1,19s) y los preferidos de Jesús (cf. 5,37; 9,2), permite echar una mirada a sus esperanzas mesiánicas en vida de Jesús. Estaban todavía poco iluminadas y probablemente presas en la imagen habitual de los judíos de aquel tiempo, para quienes el Mesías -el Hijo de David- iba a establecer un reino terreno. La misma idea mesiánica suponíamos también en Pedro a propósito de la escena de Cesarea de Filipo (8,29s). La respuesta de Jesús -algo menos tajante que la palabra dirigida a Pedro (8,33)- descubre la mentalidad puramente humana de los discípulos. No han comprendido que en el seguimiento de Jesús les está señalado el camino de los dolores y la muerte, antes que puedan estar con Jesús «en su gloria». Les recuerda su propio camino: tiene que beber un cáliz y ser bautizado con un bautismo; dos imágenes que descubren su sentido a la luz del Antiguo Testamento. A menudo se habla del cáliz de la cólera o del vértigo que Dios da a beber a su pueblo infiel de Israel o a los pueblos orgullosos del mundo. «Levántate, Jerusalén, tú que has bebido de la mano del Señor la copa de su ira; hasta el fondo has bebido la copa que causa vértigo» (Isa 51:17). «Toma de mi mano esta copa del vino de mi furor, y darás de beber de ella a todas las gentes a quienes te envío» (Jer 25:15). Es un cáliz de aflicción y de amargura (Eze 23:33); todos los impíos de la tierra habrán de beber de él (Sal 75:9). No es, pues, simplemente el «cáliz amargo del dolor», sino una imagen de la còlera y del juicio de Dios. Si Jesús aplica esta imagen a su propia pasión (Mar 14:36 y par), bien puede sugerir la idea de que asume sobre sí el juicio de Dios y que quiere soportar las penalidades externas por amor de los hombres. También la imagen del bautismo indica una extrema necesidad, un sumergirse en las olas de la tribulación: «todos tus torbellinos y olas todas ya han pasado sobre mí» (Sal 42:8; d. 69,2s). Se puede hablar de un bautismo de muerte, aunque las imágenes no apunten inequívocamente a la muerte física. Cuán lejos están los discípulos de los pensamientos de Jesús lo pone de manifiesto su respuesta de confianza en sí mismo: «Sí que lo somos (capaces).» Están dispuestos a soportar las más duras pruebas y padecimientos a cambio de compartir la soberanía con su Señor, y para ello confían en sus propias fuerzas. Todavía no han comprendido que es necesario dejarse conducir por Dios y que nada cuenta el orgullo humano frente a los embates más violentos. El deseo de dominio y poder es un estorbo para seguir a Jesús en su camino. Por ello, les dice Jesús claramente que beberán como él el cáliz y experimentarán el mismo bautismo; pero esto no justifica ninguna pretensión a los puestos de honor. Esta respuesta suena como una profecía sobre el destino futuro de los hermanos, y se ha concluido que Jesús les vaticina su martirio. De hecho Santiago sufrió esa suerte bien pronto (Hec 12:1s); en cuanto a Juan faltan noticias precisas, aunque se aduce el presente pasaje en favor de sus tempranos martirio y muerte. El problema no deja de tener importancia por lo que respecta a quien ha sido el autor del cuarto Evangelio, aunque no es tan decisivo como antes se pensaba. Lo que Marcos quiere decir a su comunidad es algo distinto: Dios dispone del hombre que se forja grandes planes, y obligación del discípulo es someterse a la disposición divina. La distribución de los puestos de honor y dominio en el futuro reino de Dios está, como el futuro todo, exclusivamente en las manos de Dios. La breve frase «eso es para quien está preparado» requiere una mayor consideración. El concepto de «estar preparado» para las cosas futuras procede del lenguaje apocalíptico. Se encuentra a menudo aun dentro del Nuevo Testamento (Mat 25:34.41; cf. Mat 22:4.8; 1Co 2:9) y quiere indicar que Dios en sus planes ha ordenado con antelación las realidades escatológicas; más aún: que la salvación y la condenación las establece él de forma insoslayable (Rom 9:23). Pero en este lenguaje apocalíptico se le dice al hombre que no debe inquietarse por ello. Si las ideas sólo girasen en torno a la recompensa, el reino y la gloria venideros, sería una recaída en el falso pensamiento apocalíptico. Más bien se invita al discípulo de Cristo a actuar en la hora presente; el futuro empieza para él en sus actos y padecimientos sobre la tierra. Lo que Dios nos ha preparado debe espolearnos al amor (cf. 1Co 2:9), al esfuerzo moral. Dios ha dispuesto de antemano las obras que nosotros debemos realizar personalmente (cf. Efe 2:10). A los dos discípulos que aspiran a la soberanía, y a todos cuantos quieran seguirle, Jesús les responde que deben dejar de lado las aspiraciones de poder y confiarse por completo a las disposiciones divinas como hace él. Las palabras sobre los poderosos señores del mundo, tal vez con un cierto eco de ironía -«los que son tenidos por jefes»- en aquel momento histórico aludía muy particularmente a los reyes déspotas y a los príncipes vasallos de Roma, de quienes los judíos tenían una experiencia bastante exacta bajo los gobernantes de la casa de Herodes. La frase está formulada de un modo circunspecto: se pavonean de su poder y subyugan a los pueblos; sus grandes y sus funcionarios obran a imitación suya en cuanto que abusan de sus poderes. Lucas acentúa aún más el contraste entre el ser y parecer: se hacen incluso llamar «bienhechores» (Efe 22:25), recuerdo del culto a los soberanos con sus agasajos y frases grandilocuentes. Pero idéntico espectáculo se repite en todas las latitudes en que los hombres aspiran al poder y ejercen el dominio de una manera egoísta; esta inclinación está profundamente arraigada en el corazón humano y lo corrompe al igual que las riquezas. Jesús no es un politico revolucionario, pero quiere provocar la revolución interna en sus discípulos. Les prescribe una ley fundamental que no sólo prohíbe semejante afán de dominio sino que da a su comunidad como tal un sello completamente distinto. Sociológicamente considerados, los discípulos constituyen en el mundo un grupo de hombres, pero sometidos a la soberanía de Dios; grupo para el que vale la sentencia paradójica: el que se exalta será humillado (por Dios), y el que se humilla será exaltado. Esta idea, que fluye del mensaje de Jesús (cf. Mat 18:4; Mat 23:12; Luc 14:11; Luc 18:14), se esconde también bajo la exhortación ha «hacerse servidor y esclavo». La soberanía de Dios, bajo la que todos están por igual, y la solicitud divina por los oprimidos, los pobres y los despreciados -solicitud que Jesús ha mostrado en su predicación y en su conducta toda-, exigen esa nueva actitud fundamental en la comunidad de sus discípulos. La sentencia, que ha adoptado diversas formas en la tradición, y que ya hemos meditado a propósito de la discusión de los discípulos por el primer puesto (9,35), aparece aquí en la forma expresiva del paralelismo de sentencias y en marcado contraste con lo que ocurre generalmente en las sociedades humanas. Con ello se da a la comunidad una palabra de orientación, pero que también debe realizarse de un modo concreto en el camino; palabra que vale tanto para las relaciones mutuas de los hermanos entre sí («servidor vuestro») como para la constitución de la co munidad en general. No es posible decir si Marcos ha pensado también en algunos oficios particulares de la comunidad, como lo hace claramente Lucas (22,26: «el que manda»). Las palabras que acerca del servicio especialísimo de Jesús hasta la entrega de su propia vida, que cierran la perícopa, merece nuestra consideración por muchos aspectos: hablan del Hijo del hombre, de la misión de Jesús y de su muerte expiatoria. En ella se ha condensado y formulado toda la cristología antigua, pero de manera que no desfigura el pensamiento y conducta de Jesús. Pese a sus plenos poderes, no fue un dominador, sino un servidor en medio de los hombres; ni siquiera dentro del círculo de sus discípulos ha actuado como Señor. Un discípulo de los rabinos, que quisiera aprender las prescripciones de la ley y las reglas para la exposición de la Escritura a los pies de un doctor de la ley al tiempo que desease llevar una vida de conformidad con la ley, venía también obligado al servicio personal de su maestro. Semejante pretensión no la exhibió nunca Jesús, y además, en la última reunión con sus discípulos, ejerció un servicio, casi en forma demostrativa, que no correspondía al señor de la casa (cf. Luc 22:27; Jua 13:13s). No es improbable que con ello quisiera dar una muestra de su amor hasta el extremo (cf. Jua 13:1). La Iglesia primitiva tenía perfecto derecho a considerar los padecimientos de Jesús hasta su muerte, que aceptó por obediencia a Dios, como el máximo servicio en favor de los hombres. Si esta entrega de Jesús se ha interpretado en unión con las palabras del cáliz (Mar 14:24) como una muerte expiatoria y vicaria, no por ello se ha falseado la intención de Jesús. Bajo la palabra del rescate o redención por muchos se encuentra sin duda una alusión a la idea del siervo de Yahveh que sufre y expía, según el texto de Is 53. De aquel personaje único se dice: «Ofreció su vida como sacrificio de expiación» (Mar 53:10); «mi siervo justificará a muchos y cargará sobre sí los pecados de ellos» (v. 11), «ha entregado su vida a la muerte, y ha sido confundido con los facinerosos, y ha tomado sobre sí los pecados de todos y ha rogado por los transgresores» (v. 12). La expresión «rescate» parece interpretar la idea de sacrificio expiatorio por el que un israelita quedaba libre de su culpa. Pero el Hijo del hombre pone su vida, se entrega a la muertc «por muchos», para procurarles vida y salvación. Este «por muchos» se ha interpretado ya en sentido universal en el mismo poema del siervo de Yahveh; no sólo en favor del pueblo de Israel como ocurre en la teología judía del martirio del tiempo de los Macabeos, sino en favor de todos los pueblos. «Muchos» o «los muchos» significa en el lenguaje usual judío, la pluralidad, la multitud en cuanto contrapuesta a uno. Es la idea de la sustitución: uno representa a los muchos, es decir a todos, ocupa su lugar e intercede en favor de ellos. Así aparece ya en las fórmulas de predicación más antiguas que han llegado hasta nosotros: «Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras…» (1Co 15:3), sin que se hable expresamente de rescate. No hay que forzar la idea del «rescate», ni preguntar a quién se ha pagado ese rescate, ni entenderlo como contrato, exigencia de justicia o medida de castigo. De otro modo, se llegaría a concepciones tan insostenibles como la de Dios insistiendo en la satisfacción y exigiendo que un inocente muera por los culpables. Se trata más bien de una suprema entrega personal, en cuanto que Jesús se entrega a la muerte por amor a nosotros, Dios nos demuestra su amor supremo y nos acoge amorosamente en este uno que es su Hijo. Pablo vuelve a desarrollar la imagen del rescate -que también en él no es más que una imagen- de otra forma: Cristo nos ha rescatado de la maldición de la ley (Gal 3:13; Gal 4:5) utilizando al mismo tiempo la metáfora paralela de la «manumisión» por parte de Dios: «Habéis sido comprados a precio»; es decir, sois libres y pertenecéis a Dios (1Co 6:20; 1Co 7:23) (*). Es precisamente como conclusión y cima de la sentencia sobre el servicio donde la imagen del rescate adquiere su justa perspectiva: la muerte de Jesús es su acción más grande, puesta de un modo consciente, con la que corona su vida de servicio en favor de los otros. La Iglesia primitiva ha recordado esta actitud de Jesús principalmente en la celebración de la eucaristía, cuando escuchaba que Jesús con su sangre derramada «por muchos» quería sellar la alianza perfecta y definitiva de Dios con la humanidad (cf. 14,24). Pero comprendió también, como lo prueba la palabra que comentamos, la obligación que de ahí se le derivaba: asi como Dios ha aceptado el sacrificio de su Hijo, del mismo modo todos cuantos hemos entrado en esta alianza con Dios debemos estar prontos al mismo servicio en el seguimiento de Jesús.
……………
* REDENCION/QUE-ES El pensamiento de la «redención» de todos los hombres por Jesucristo se expresa también en el Nuevo Testamento de otro modo: se le puede considerar «autor de la vida» (Act 3.15) «salvador, (Act 5.31). «autor de la salvación» (Heb 2 10; cf. 12,2) por cuanto nos ha precedido y ha hecho posible el camino que conduce a la salvación. Tal vez esta idea responde mejor a nuestra postura espiritual; lo importante es que Jesús no sólo aparece como modelo, sino que se le ha visto en el significado insustituible que tiene para todos los hombres. En este uno ha recibido Dios a la humanidad y le ha prometido la salvacion (cf. Act. 4. 12).
Il. JESÚS EN JERUSALéN (10,46-13,37). Con 10,46 Jesús alcanza Jericó, la ciudad en que los peregrinos que llegaban por el camino del Este (cf. 10,1) cruzaban el Jordán y entraban en la antigua vía hacia Jerusalén (cf. Luc 10:30). La curación del ciego Bartimeo, un antiguo relato firmemente localizado en Jericó, pertenece ya por su carácter a la nueva sección que trata de la entrada de Jesús en Jerusalén y de su último ministerio en la capital. Esta sección permite establecer tres subsecciones: 1) las obras simbólicas, de alcance mesiánico: curación del ciego Bartimeo, entrada bajo las aclamaciones del pueblo, purificación del templo y maldición de la higuera; 2) diálogos y discusiones de Jesús con distintos grupos en la capital judía; 3) vaticinio sobre la destrucción de Jerusalén y gran discurso escatológico. Todo esto lo ha reelaborado el evangelista conforme a un plan. Los acontecimientos que ocurren en la entrada de Jesús en Jerusalén evidencian la atmósfera tensa y cargada que se respira en la vieja ciudad santa. El propio Jesús da a conocer su dignidad mesiánica mediante una serie de acciones simbólicas; al mismo tiempo se afirma la resolución de sus enemigos para eliminarle. Situación que se esclarece todavía más con las disputas entre Jesús y los representantes más destacados del judaísmo. De todos modos, estos diálogos tienen aún otro sentido: la de dar una explicación a la comunidad sobre los importantes problemas ante los que Jesús ha tomado posiciones. Con ello cae el telón sobre la actividad pública de Jesús. Sigue aún una instrucción privada a los discípulos sobre el destino de Jerusalén y sobre el tiempo futuro, que aparece bajo el signo del fin; es el tiempo en que vive la comunidad de Marcos. Es la comunidad la que recibe instrucciones sobre su conducta en las tribulaciones que habrá de padecer con las persecuciones y sufrimientos externos, aunque también internamente por obra de seductores y diversas tentaciones. Es una enseñanza escatológica que se imparte a la comunidad para su vida en este tiempo, siempre malo, del mundo, aunque en definitiva no se trata de instruirla sino más bien de exhortarla y alentarla a mantener la actitud adecuada. El material de tradición reunido en esta sección no está ordenado, como en ocasiones precedentes, de un modo cronológico. Cierto que la entrada de Jesús en Jerusalén pertenece a su vida y ministerio anterior a la pascua de la muerte; pero como Marcos y los otros dos sinópticos sólo hablan de una entrada de Jesús en la Ciudad Santa -aunque Jesús acudió repetidas veces a la capital (cf. el Evangelio de Juan y otros indicios de los mismos en Luc 13:34 y en los otros dos sinópticos)-, muchos de estos debates se han reunido en esta sección, aunque probablemente tuvieron lugar antes en la misma ciudad de Jerusalén. El evangelista ha hecho una selección consciente, siempre con la mirada puesta en el objetivo de su exposición y en las necesidades de la comunidad. También ha elaborado teológicamente algunos detalles concretos del material, de tal modo que ya no podemos reconstruir de un modo claro los episodios históricos, como la entrada y purificación del templo, por citar un ejemplo. Pero la visión creyente da a la exposición una profundidad de pensamiento, que echaríamos de menos en un relato puramente objetivo. La agudización dramática del conflicto con los círculos dirigentes judíos, la rápida evolución de aquellos últimos días en Jerusalén que conduce a la prisión y ejecución de Jesús, no cabe ponerlas en duda; pero no es posible seguir el curso exacto de los sucesos. Por el contrario, da la impresión de que estos días están repletos de acontecimientos sumamente graves para el tiempo futuro; literariamente se observa asimismo un reiterado aplazamiento de gran efecto hasta que los episodios de la pasión irrumpen y se desarrollan de forma incontenible.
1. OBRAS SIMBÓLICAS DE ALCANCE MESIÁNICO (10,46-11,25).
Lo que sorprende en estas perícopas, que externamente presentan una estrecha trabazón, es la repetida actividad de Jesús con una fin bien preciso. En la mente del evangelista esto empieza ya con la curación del ciego de Jericó: Jesús no impide la invocación a voz en grito de «Hijo de David», sino que da la vista a este hombre que cree y que le sigue con fe. En la preparación de la entrada en Jerusalén Jesús da de antemano a los discípulos unas instrucciones clarividentes, elige con toda intención un borriquillo sobre el que nadie había aún montado y se deja acompañar por las multitudes del pueblo. El comportamiento de la muchedumbre, especialmente sus gritos de aclamación, subrayan la transparencia mesiánica de la escena de la entrada. Al dirigirse al templo maldice una higuera que no lleva fruto, gesto aparentemente absurdo puesto que no era tiempo de higos, pero que constituye una acción simbólica al modo de las de los profetas. Después expulsa a los mercaderes del atrio del templo, demostración que tiene también un sentido más profundo. Finalmente, con ocasión de la higuera que entre tanto se ha secado, da a los discípulos unas instrucciones sobre la fe firme, la oración consciente de ser escuchada y el perdón fraterno. Jesús y el pueblo, los discípulos y los enemigos aparecen en escena y desarrollan sus respectivos papeles; pero todo lo domina la figura de Jesús, que actúa con una majestad hasta entonces desconocida; pese a lo cual se ve rodeado por la malicia y el odio de sus enemigos y por los obscuros nubarrones de los acontecimientos inminentes. El propio Jesús ve acercarse su pasión y marcha decidido a su encuentro; los discípulos viven unos signos que sólo comprenderán más tarde y escuchan unas palabras cuyo pleno significado sólo descubrirán en las circunstancias y tribulaciones de la comunidad.
a) Curación del ciego de Jericó (Mc/10/46-52).
46 Llegan, pues, a Jericó. Y al salir él de Jericó, con sus discípulos y numeroso pueblo, el hijo de Timeo, Bartimeo, mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 47 Cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!» 48 Muchos lo reprendían para que se callara; pero él gritaba todavía más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!» 49 Jesús entonces se detuvo y dijo: «Llamadlo.» Llaman, pues, al ciego, diciéndole: «¡Animo! levántate, que te llama.» 50 éste tiró entonces su manto y, dando saltos, llegó ante Jesús. 51 Jesús se dirigió a él preguntándole: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le respondió: «¡Rabbuní, que yo vea!» 52 Jesús le dijo: «Vete; tu fe te ha salvado.» Y al momento recobró la vista y lo iba siguiendo por el camino.
Las curaciones de ciegos desempeñan un papel especial ya en la tradición más antigua (cf. 8,22-26). Las muchas enfermedades oculares del Oriente tenían entonces pocas perspectivas de curación, y el destino de los pacientes era duro. Por lo general no les quedaba otra salida que la mendicación (cf. Jua 9:8), a lo que se sumaba la angustia interior derivada de semejante situación, de una vida en constantes tinieblas. De este modo los ciegos aparecen como los representantes de la miseria y desesperanza humanas. Sin duda que el relato del ciego-Bartimeo contiene una tradición antigua. El nombre, que es una formación aramea con el nombre del padre -bar Timai-, no tiene ningún significado simbólico; también la fórmula de saludo Rabbuni («maestro», v. 51b; cf. Jua 20:16) es una antigua forma aramea. Tampoco tiene especial interés la localización del suceso en Jericó, la «ciudad de las palmeras» al Norte del mar Muerto, uno de los establecimientos humanos más antiguos de Palestina, con la que en los Evangelios sólo se conecta la tradición particular lucana del jefe de aduanas Zaqueo (Luc 19:1-10). Fuera de esto sólo se menciona a Jericó en la parábola del samaritano compasivo (Luc 10:30). Marcos refiere esta curación -la única en la segunda parte de su libro- no porque haya tenido lugar en la última estación del viaje de Jesús a Jerusalén, ni siquiera para demostrar la no menguada fuerza curativa o la no disminuida misericordia de Jesús. Esta curación está narrada de distinto modo que la de Betsaida (Luc 8:22-26). Escuchamos los grandes gritos del mendigo en el camino, en los que resuena por dos veces la invocación «Hijo de David». Fuera del diálogo sobre la filiación davídica del Mesías en Mar 12:35-37, es la única vez que encontramos en el Evangelio de Marcos esta designación judía del Mesías… y Jesús la permite. Muchas personas de entre la multitud del pueblo reprendían al hombre, pero Jesús manda que se lo acerquen. Alaba su fe -«tu fe te ha salvado»- con las mismas palabras que había dirigido a la mujer de fe sencilla que sufría un flujo de sangre (Mar 5:34). El ciego sanado no se marcha sin más ni más sino que sigue a Jesús en su camino. Considerando estos matices narrativos, puestos por el evangelista, es precisamente como descubrimos el sentido de la curación del ciego en este pasaje. Las turbas populares, cosa que ya sabían los lectores mucho antes, acompañan a Jesús, pero sin una fe profunda, ciegas por lo que respecta a su misión. El ciego Bartimeo, por el contrario, cree en él como Hijo de David y como Mesías, de manera firme e inconmovible, aunque las gentes se lo recriminan. Su fe está todavía tan poco iluminada como la de aquella mujer del pueblo que tocó la fimbria del vestido de Jesús; pero cree en la bondad y en el poder de Jesús en quien se le acerca la ayuda de Dios. Esa fe supera la perspicacia de los doctores de la ley (cf. 12,35-37) al igual que la torpeza de la multitud. El ciego se ha formado su propia idea sobre el «Nazareno» (cf. 1,24), su procedencia no le crea ningún obstáculo (cf. 6,1-6) y le habla lleno de confianza. Un hombre así de confiado puede haberse convertido en discípulo de Jesús y aceptado la posterior confesión de fe de la comunidad en Jesús, pero no, le sigue inmediatamente, y más tarde quizá perteneció de hecho a la comunidad, como aquel Simón de Cirene que ayudó a Jesús a llevar la cruz (15,21). Para los lectores cristianos el ciego pasa a ser el modelo del creyente y discípulo que ante nada retrocede y que sigue a Jesús en su camino de muerte. Mas para Marcos tiene también importancia especial la conducta de Jesús: ¡Es sorprendente que no rechace el título de Mesías y ni siquiera el título de «Hijo de David», más peligroso políticamente! Pero una vez emprendido el camino de la muerte y cuando se acerca el fin en que debe cumplirse el designio divino, pueden caer las barreras y puede desvelarse el misterio mesiánico. La falsa interpretación de un libertador político no impedirá por lo demás que Jesús sea ejecutado como tal; eso no sólo no impide sino que da cumplimiento a los planes secretos de Dios: la muerte de Jesús a mano de los hombres le convierte por voluntad divina en verdadero portador de la salvación. Jesús es el Mesías, aunque en un sentido distinto del que los judíos esperaban. Evidentemente hay una línea que va desde la invocación del ciego de Jericó a las aclamaciones del pueblo con motivo de la entrada en Jerusalén: «¡Bendito sea el reino, que ya llega, de nuestro padre David!» (11,10). Ese reino llega, pero de forma diferente de como lo esperaba el pueblo: como el reino de Dios que abraza a todos los pueblos, a «los muchos» por quienes es derramada la sangre de Jesús (14,24; cf. 10,45). Es un reino de paz, como lo testifica a los sabios la entrada real y pacífica de Jesús en Jerusalén sobre un pollino. Jesús permite al ciego Bartimeo y a la multitud que le acompañen en la entrada. La curación era sólo un signo de la fe salvadora. Así como la fe ha curado al ciego, le ha «salvado» con ayuda de Jesús, así también la fe, que conduce a la unión con Jesús y a su seguimiento por el camino de la muerte, proporciona la verdadera salvación, la redención definitiva.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Jesús enseña sobre el matrimonio y el divorcio (Mar 10:1-12)
Análisis de discurso
Este pasaje está estructurado sobre una serie de preguntas y respuestas. A la primera pregunta de los fariseos, Jesús contesta con otra pregunta, un método bien común entre los maestros de la ley. La respuesta de los fariseos motiva, entonces, la respuesta de Jesús a la primera pregunta. Luego viene otra pregunta, esta vez de los discípulos, y la consiguiente respuesta de Jesús. Notamos también que la discusión con los fariseos es pública, mientras que la instrucción de los discípulos es privada.
El propósito de los fariseos era probar a Jesús. Esto significa que querían saber cuál era su opinión, para luego poder acusarlo. En el debate de aquella época sobre el divorcio existían dos posiciones divergentes. Unos decían que cualquier cosa era motivo para el divorcio, y otros, que solamente lo era la infidelidad matrimonial. Jesús elude ambas corrientes (no obstante, ver Mat 19:9) cuando se remonta al propósito original de Dios, registrado en Génesis: que el hombre y la mujer, creados en igualdad de condiciones —hombre y mujer los hizo Dios—, vivieran juntos como una sola persona y que nadie se interpusiera en su unión. Para Jesús, el divorcio no estaba en el plan original de Dios. Por eso, en lugar de hablar sobre el divorcio, recalca el valor absoluto del matrimonio.
La ley mosaica ponía toda la responsabilidad y el derecho del divorcio sobre el hombre. La mujer quedaba así a merced de la voluntad del varón. En su respuesta a los discípulos, Jesús expresa la opinión de que ambas partes pueden iniciar el divorcio, y, en ese sentido, va en contra de las prácticas legales de ese entonces, que sólo permitían que el hombre tomara la iniciativa. De esta manera, Jesús concede iguales derechos a las mujeres, algo que se practicaba en la sociedad grecorromana, pero no en Israel. No obstante, según Jesús, el divorcio seguido de un segundo casamiento va en contra de la intención original de Dios, quien había bendecido el primer matrimonio como unión perpetua. Un segundo matrimonio pone a ambas partes en situación de adulterio, lo cual es pecado.
TÍTULO: Como Jesús no sólo se expresa en contra del divorcio, sino en favor de la naturaleza permanente del matrimonio, proponemos como título para esta sección: “Jesús enseña sobre el matrimonio y el divorcio”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
El pueblo: En griego la expresión ojloi denota multitudes, mucha gente. Varias versiones prefieren traducir «las multitudes» (NVI, BA).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— región de Judea situada en la otra orilla del Jordán: Ver segunda nota a Mat 19:1.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El matrimonio y el reino de Dios (ver Mat. 19:1-15; cf. Luc. 16:18; 18:15-17). El costo del reino es grande, aun en la esfera de las relaciones humanas más estrechas. Moisés puede haber permitido el divorcio por la dureza del corazón humano (el fracaso en comprender el propósito de Dios en el matrimonio), pero Jesús aclaró que el reino de Dios demanda una lealtad de por vida a un cónyuge y lo vio como involucrado en el plan de Dios para la creación. Esto es tan costoso que, según Mat., los discípulos decían que sería mejor quedarse soltero que encararlo. Tanto aquí como en Mat., Jesús dijo que la persona que se vuelve a casar después de un divorcio (sea por parte del esposo o de la esposa) sencillamente adultera desde el punto de vista del reino de Dios (11, 12). Podemos imaginarnos lo radical que sería una expresión como ésta en la atmósfera moralmente relajada de Roma, al igual que lo es en la atmósfera moralmente relajada de nuestros días donde las normas morales se están quebrantando. Es cierto que en Mat. parece surgir una excepción en el caso del adulterio, pero Mar. lo declara en su forma más rígida. Es posible que esto era lo que hacía falta en la Roma de los gentiles.
En contraste con esta severidad, Marcos agrega aquí un relato tierno del interés cariñoso de Jesús para con los niños pequeños. Este es el otro lado de las palabras severas acerca de la santidad del matrimonio. Los niños, después de todo, son los que más sufren ante el divorcio. Pero queda otra verdad acerca del reino de Dios: solamente aquellos que lo reciben con la sencillez y confianza de los niños pueden entrar a él. Esta es una de las pocas ocasiones en que Marcos indica que Jesús se indignó, y es interesante ver la causa. Podríamos haber pensado que otros asuntos pudieran ser de mayor importancia que el bienestar de la niñez, pero Jesús los valorizó y con frecuencia usó a la niñez como ejemplo para nosotros. Posiblemente, por esta razón la palabra “niñez” se usa en ocasiones con el significado de “creyentes sencillos” en los Evangelios.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
10.2 Los fariseos intentaban atrapar a Jesús con sus preguntas. Si Jesús decía que defendía el divorcio, apoyaba la conducta de los fariseos y estos dudaban que hiciera tal cosa. Si hablaba en contra del divorcio, las multitudes no estarían de acuerdo con esa posición. Y lo que es más importante, provocaría la cólera del rey Herodes, quien dio muerte a Juan el Bautista por hablar en contra del divorcio y del adulterio (6.17-28). Esto era lo que los fariseos querían.Los fariseos veían el divorcio como un asunto legal más que espiritual. Jesús aprovechó la oportunidad para hablar del propósito de Dios en cuanto al matrimonio y exponer los motivos egoístas de los fariseos. No les interesaba lo que Dios quería que fuera el matrimonio, sino que se casaban por conveniencia. Además, citaban a Moisés de mala fe y fuera de contexto. Jesús mostró cuán superficial era el conocimiento de esos legalistas.10.5-9 Dios permitió el divorcio como una concesión ante la pecaminosidad de la gente. No aprobaba, pero lo instituyó para proteger al inocente en medio de una mala situación. Es lamentable que los fariseos usaran Deuteronomio 24.1 como una excusa para el divorcio. Jesús explicó que esta no fue la intención de Dios; por el contrario, Dios quería que la gente que se casaba considerara su matrimonio como algo permanente. No vayamos al matrimonio pensando que siempre está la opción del divorcio, sino comprometidos a permanecer.Tendremos una mejor posibilidad de que nuestro matrimonio resulte. No seamos duros de corazón como los fariseos, hagámonos el firme propósito, con la ayuda de Dios, de permanecer juntos.10.6, 9 Las mujeres se trataban como objetos. El matrimonio y el divorcio se consideraban como una transacción similar a comprar o vender tierra. Pero Jesús condenó esta práctica y aclaró la intención original de Dios: que el matrimonio produjera unidad (Gen 2:24). Jesús dignificó el ideal de Dios en cuanto al matrimonio y dijo a sus seguidores que vivieran de acuerdo con él.10.13-16 A menudo se criticaba mucho a Jesús por pasar demasiado tiempo con cierto tipo de personas: niños, recaudadores de impuestos, pecadores (Mat 9:11; Luk 15:1-2; Luk 19:7). Algunos, incluso los discípulos, pensaban que Jesús debía pasar más tiempo con los líderes importantes y con la gente devota, porque era la mejor manera de mejorar su posición y evitar críticas. Pero Jesús no necesitaba mejorar su posición. Era Dios y anhelaba hablar con los más necesitados.10.14 Los adultos no son tan confiados como los niños. Todo lo que los niños necesitan para sentirse seguros es una mirada de amor y un toque afectuoso de alguien que se ocupe de ellos. No requieren una completa comprensión intelectual. Nos creerán si confían en nosotros. Jesús dijo que todos debemos creer en El con esta clase de fe infantil. No necesitamos entender todos los misterios del universo; será suficiente saber que Dios nos ama y nos ha perdonado de nuestros pecados. Esto no significa que debemos ser niños inmaduros, sino que debemos confiar en Dios con la sencillez y pureza de un niño.10.17-23 Este joven quería estar seguro de poseer la vida eterna y por eso preguntó cómo lograrla. Dijo que jamás quebrantó ni siquiera una de las leyes que Jesús le mencionó (10.19), y tal vez guardaba hasta la versión llena de pretextos de los fariseos. Pero Jesús, lleno de amor, irrumpió a través del orgullo del joven con un desafío a que expusiera sus verdaderos motivos: «Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres». Aquí estaba la barrera que podía mantener a aquel joven fuera del Reino: su amor al dinero. El dinero representaba su orgullo, el éxito logrado y la autosuficiencia. Es irónico, pero su actitud lo incapacitaba para guardar el primer mandamiento de no permitir que nada llegara a ser más importante que Dios (Exo 20:3). No pudo cumplir el requerimiento que Jesús le hizo: entregar corazón y vida a Dios. El joven se acercó a Jesús deseando saber qué hacer; y se fue viendo lo que era incapaz de hacer. ¿Qué barreras le impiden entregar su vida a Cristo?10.18 Cuando Jesús le hizo esta pregunta, en realidad le decía: «¿Sabes con quién hablas?» Como solo Dios es en verdad bueno, el joven llamaba a Jesús «Dios». Por supuesto, esto era correcto, pero él no se dio cuenta de ello.10.21 ¿Qué significa para usted su dinero? Aunque Jesús le dijo a este joven que vendiera todo lo que tenía y lo diera a los pobres, no denota que Jesús pide a todos los creyentes que vendan sus posesiones. La mayoría de sus seguidores no lo vendieron todo, pero usaron sus posesiones para bendición de otros. En cambio, esta historia nos muestra que no debemos permitir que haya algo que nos frene a seguir a Jesús. Debemos quitar toda barrera que nos impida servir a Dios en forma plena. Si Jesús le pidiera su casa, ¿se la daría? ¿Y el automóvil? ¿Y su nivel de ingresos? ¿Su posición en la escalera de la promoción? Su reacción mostrará su actitud hacia el dinero, si es su servidor o su amo.10.21 Jesús manifestó un amor verdadero hacia este hombre, aun sabiendo que no le seguiría. El amor verdadero es capaz de dar una clara advertencia; no se anda por las ramas respecto a la verdad. Cristo nos amó tanto que murió por nosotros, pero sigue dando claras advertencias. Si su amor fuera superficial, nos aprobaría en todo; pero como su amor es completo, nos presenta retos de cambios en nuestra vida.10.23 Jesús dijo que era muy difícil para un rico entrar en el Reino de Dios, porque el rico tiene todas sus necesidades básicas resueltas y llega a confiar demasiado en sí mismo. Cuando se sienten vacíos, compran cualquier cosa para suavizar el dolor que pudo haberles llevado hacia Dios. Su abundancia llega a ser su pobreza. La persona que tiene todo lo que quiere en esta tierra puede carecer de lo más importante: la vida eterna.10.26 Los discípulos estaban asombrados. ¿No son las riquezas bendiciones de Dios, recompensas por ser uno bueno? Aun hoy en día este falso concepto es muy común. Aunque muchos creyentes gozan de gran prosperidad material, otros tantos viven en dura necesidad. Las riquezas no prueban que uno tiene fe, ni parcialidad de Dios.10.29, 30 Jesús aseguró a sus discípulos que cualquiera que diera algo de valor por su causa sería recompensado cien veces más en esta vida, aunque no necesariamente de la misma forma. Por ejemplo, si la familia de alguien lo rechaza por aceptar a Cristo, ganará una familia de creyentes más grande. Junto con estas recompensas, sin embargo, recibimos persecución porque el mundo odia a Dios. Jesús enfatizó la persecución para asegurarse que no lo siguiéramos por egoísmo, solo pensando en las recompensas.10.31 Jesús dijo que en el mundo venidero, los valores serán a la inversa. Los que buscan posiciones e importancia aquí en la tierra, no la tendrán en el cielo. Los que son humildes serán grandes en el cielo. La condición corrupta de nuestra sociedad alienta la confusión en los valores. Nos bombardean mensajes que nos dicen cómo ser importantes y sentirnos bien, y las enseñanzas de Jesús en cuanto a servir a otros parecen extrañas. Sin embargo, los que sirven a los demás están mejor calificados para ser grandes en el reino de los cielos.10.32 Los discípulos temían lo que les esperaba en Jerusalén, porque Jesús les habló de enfrentar persecuciones.10.33, 34 La muerte y resurrección de Jesús no debió sorprender a los discípulos. Aquí les explicó con toda claridad lo que le ocurriría. Es lamentable, pero no entendieron bien lo que les dijo. Jesús afirmó que El era el Mesías, pero ellos creían que el Mesías era un rey conquistador. Les habló de la resurrección, pero no entendían cómo una persona podía volver a la vida después de estar muerta. Debido a que Jesús a menudo hablaba por parábolas, es posible que los discípulos pensaran que sus referencias a la muerte y a la resurrección eran otra parábola que no entendían. Los Evangelios incluyen las profecías de Jesús acerca de su muerte y resurrección para demostrar que ello estaba en el plan de Dios desde el principio y no se trataba de un accidente.10.35 Marcos narra que Juan y Jacobo fueron a Jesús con una petición; en Mateo, también la madre hizo la petición. No hay contradicción en los relatos: madre e hijos estaban de acuerdo en hacer la petición de permitirlos ocupar lugares de honor en el Reino de Cristo.10.37 Los discípulos, como muchos judíos de hoy en día, tenían una idea errada del reino mesiánico predicho por los profetas del Antiguo Testamento. Creían que Jesús establecería un reino terrenal que liberaría a Israel de la opresión romana y Jacobo y Juan querían lugares de honor en él. Pero el Reino de Jesús no es de este mundo; no se centra en palacios ni tronos, sino en los corazones y en las vidas de los creyentes. Los discípulos no lo entendieron sino hasta después de la resurrección de Jesús.10.38, 39 Jacobo y Juan dijeron que estaban dispuestos a sufrir toda prueba por Cristo. Ambos la sufrieron: Jacobo murió como un mártir (Act 12:2) y a Juan lo forzaron a vivir en el destierro (Rev 1:9). Es fácil decir que estamos dispuestos a sufrir por Cristo, pero la mayoría nos quejamos cada día cuando cosas insignificantes nos irritan. Si decimos que estamos dispuestos a sufrir en gran escala por Cristo, debemos estar listos a sufrir la irritación que se origina al servir a otros.10.38-40 Jesús no ridiculizó a Jacobo ni a Juan por su petición, pero la denegó. Sintámonos libres de pedir a Dios cualquier cosa, pero es muy posible que la respuesta sea negativa. Dios quiere darnos lo mejor, no simplemente lo que deseamos tener. Algunas de las cosas que pedimos se nos niegan precisamente para nuestro bien.10.42-45 Jacobo y Juan apetecían la más alta posición en el Reino de Jesús. Pero El les dijo que la verdadera grandeza estaba en servir a otros. Pedro, uno de los discípulos que oyó el mensaje, desarrolló este pensamiento en 1Pe 5:1-4.La mayoría de los negocios, organizaciones e instituciones en nuestro mundo miden la grandeza por los altos logros de la persona. En el Reino de Cristo, sin embargo, el servicio es la forma de tomar la delantera. El deseo de estar en la cima puede ser un estorbo y no una ayuda. En vez de buscar la satisfacción de sus necesidades, procure maneras de ministrar las necesidades de otros.10.45 Este versículo no solo revela el motivo del ministerio de Jesús, sino también el fundamento de nuestra salvación. Rescate era el precio a pagar por la libertad de un esclavo. Jesús pagó el rescate por nosotros, ya que no podíamos pagarlo. Su muerte nos liberó de la esclavitud del pecado. Los discípulos creían que la vida y el poder de Jesús los salvaría de Roma; Jesús dijo que su muerte los salvaría del pecado, una esclavitud mayor que la de Roma. En 1Pe 1:18-19 se habla más acerca del recate que Jesús pagó por nosotros.10.46 Jericó era una ciudad importante, un balneario popular que Herodes el Grande reconstruyó en el desierto de Judea, no lejos del cruce del Jordán. Jesús iba camino a Jerusalén (10.32) y, después de pasar por Perea, entró en Jericó.10.46 Los mendigos eran un espectáculo común en muchas ciudades. Debido a que la mayoría de las ocupaciones de esos días requerían trabajo físico, cualquier paralítico o impedido estaba en severa desventaja y era obligado a pedir limosna, aunque la Ley de Dios mandaba cuidar a los necesitados (Lev 25:35-38). La ceguera se consideraba un castigo de Dios por el pecado (Joh 9:2); pero Jesús rechazó la idea cuando se mostró dispuesto a sanar a los ciegos.10.47 «Hijo de David» era una manera popular de referirse al Mesías, ya que se sabía que este sería descendiente del rey David (Isa 9:7). El hecho de que Bartimeo llamara a Jesús «Hijo de David» demuestra que lo reconoció como Mesías. Su fe en Dios como Mesías logró su sanidad.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 458 Mat 19:1; Jua 10:40
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
al otro lado del Jordán. Es decir, Perea. Jesús dejó Capernaúm (9:33) y viajó hacia el sur hasta Judea. Después de tres meses de ministerio allí (Lc 9:51– 13:35; Jn 7:10– 10:39) el Señor se encaminó hacia Perea que estaba al este del Jordán, ministrando allí por otros tres meses (10:2– 52; cp. Jn 10:40; 11:54) antes de su viaje final a Jerusalén.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) El Salvador-Esclavo, en Su servicio evangélico, ministró más de tres años en la región menospreciada de Galilea (véase la nota 14 (1) , párr. 2, del cap.1), lejos del templo santo y la ciudad santa, el lugar donde tenía que morir para el cumplimiento del plan eterno de Dios. Como Cordero de Dios ( Jua_1:29) tenía que ser ofrecido a Dios en el monte Morían, donde Abraham ofreció a Isaac y disfrutó la provisión de Dios cuando le dio un carnero como substituto de su hijo ( Gén_22:2 , Gén_22:9-14) y donde se edificó el templo en Jerusalén ( 2Cr_3:1). Era allí donde El debía ser entregado a los líderes judíos (9:31; 10:33), según el consejo determinado por la Trinidad de la Deidad ( Hch_2:23), y rechazado por ellos, los edificadores del edificio de Dios (8:31; Hch_4:11). Era allí donde tenía que ser crucificado según el modo romano de llevar a cabo la pena capital ( Jua_18:31-32 y la nota; 19:6,14-15) para cumplir el tipo con respecto a la clase de muerte que padecería ( Núm_21:8-9 ; Jua_3:14). Además, según la profecía de Daniel ( Dan_9:24-26), en ese mismo año se le había de quitar la vida al Mesías (Cristo). Más aún, como Cordero pascual ( 1Co_5:7), El tenía que ser muerto el mes de la Pascua (Éxo_12:1-11). Por eso, tenía que ir a Jerusalén (v.33; 11:1,11,15, 27; Jua_12:12) antes de la Pascua ( Jua_12:1 ; Mar_14:1) para morir allí el día de la Pascua (14:12-17; Jua_18:28) en el lugar y a la hora designados de antemano por Dios.
1 (2) Véase la nota 21 (2) del cap.1.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
62 (b) Enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio (10,1-12). La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio aparece como un nuevo desafío para quienes quieran seguirlo. La enseñanza radical de Mc 10,1-12 (cf. Lc 16,18) probablemente refleja la opinión del mismo Jesús. Su lado positivo es que la pareja casada constituye «una carne» y, por tanto, no puede disolverse su relación. Su lado negativo es la prohibición del divorcio y de nuevas nupcias. Otros pasajes del NT (Mt 5,32; 19,9; 1 Cor 7,10-16) introducen algunas excepciones a esta enseñanza categórica de Jesús. 2. se acercaron unos fariseos: Algunos manuscritos presentan una introducción impersonal («la gente le preguntó») sin ninguna mención a los fariseos (cf. Mt 19,3). Pero la idea de que estaban probando a Jesús, como aparece posteriormente en el versículo, sugiere que la mención de los fariseos era original. Notemos que Jesús ha desplazado su ministerio de enseñanza desde Galilea a Judea. si era lícito al marido separarse de su mujer: La pregunta trata de la legalidad del divorcio, no de las razones que lo justificaban (cf. Mt 19,3). La pregunta se expresa de tal modo que pone de manifiesto que aquellos que preguntaban sabían muy bien que la prohibición del divorcio por Jesús entraba en conflicto con Dt 24,1 -4. La pregunta puede haber sido ideada para provocar el conflicto entre Jesús y la hiperdivorciada familia de Herodes. 3. ¿qué os mandó Moisés?: Dt 24,1-4 da por sentada la institución del divorcio; trata solamente del procedimiento que había que seguir cuando el marido decidiera divorciarse de su mujer y la prohibición de volver a casarse con ella una vez que hubiera terminado su segundo matrimonio. Las razones que justificaban el divorcio se afirman vagamente como «algo indecente en ella» (báh ‘erwat dabar). Esta imprecisión produjo un debate entre los rabinos acerca del significado específico de esta frase (cf. mGit. 9,10) ; es en este contexto en el que debemos interpretar las así llamadas excepciones de Mateo (Mt 5,32; 19,9). Pero en Marcos la pregunta es más básica: ¿Es legal el divorcio? 4. Moisés permitió escribir el acta de divorcio: A la pregunta de Jesús, los fariseos responden con Dt 24,1-4. El divorcio en el antiguo judaismo no era una acción legal pública ante un tribunal. El marido simplemente emitía un certificado («Yo libero y me divorcio de mi mujer en este día») y lo entregaba a su mujer. 5. por vuestra dureza de corazón: Jesús entiende la enseñanza de Dt 24,1-4 como concesión a la debilidad humana y dispensa del plan original de Dios sobre el matrimonio. Conforme el relato avance, Jesús enfrentará un pasaje del AT contra otro. 6. desde el principio de la creación: Como prueba de que su prohibición del divorcio tenía un fundamento bíblico, Jesús cita Gn 1,27 y 2,24. La pretensión de la cita es afirmar que el plan original de Dios era que los casados constituyesen «una carne», por lo que, en consecuencia, el divorcio estaría prohibido. Dt 24,1-4 permitió el divorcio como concesión a la debilidad humana. Con su enseñanza, Jesús quería restaurar el plan de Dios sobre la creación, no oponerse a la Escritura. No se prevé ninguna excepción (cf. Mt 5,32; 19,9; 1 Cor 7,10-16). 8. y ya no serán más dos sino una carne: El ideal matrimonial se deduce de Gn 2,24, un texto que presenta la razón por la que el divorcio es imposible. 9. que no lo separe el hombre:: El «hombre» es el marido, no una tercera parte como un juez. Puesto que, según Dt 24,1 -4, el marido podía iniciar y llevar adelante el procedimiento, no había necesidad de que interviniera una tercera parte. Jesús deroga el procedimiento del AT. 10. en la casa, los discípulos le preguntaron de nuevo: La casa no puede ser la de Cafarnaún (cf. 1,29; 9,33), puesto que Jesús y los discípulos ya habían abandonado Galilea. El marco de la instrucción privada es la ocasión para aclarar la enseñanza sobre el divorcio y las nuevas nupcias. 11. si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella: Esta misma enseñanza absoluta aparece en Lc 16,18a. CD 4,19-5,2 parece prohibir la poligamia más que las nuevas nupcias tras el divorcio, aunque llQtemplo 57,17-19 prohíbe las nuevas nupcias tras el divorcio (J. A. Fitzmyer, TAG 79-111). 12. si ella se divorcia de su marido: Normalmente se dice que según la ley judía sólo el marido podía iniciar los procedimientos del divorcio (cf. Dt 24,1-4; Josefo, Ant. 15.7.10 § 259). La enseñanza que hallamos en Mc 10,12 se interpreta, frecuentemente, como adaptación de la enseñanza de Jesús a las condiciones establecidas por la ley romana (que permitía a las mujeres iniciar los procedimientos de divorcio). Hay, sin embargo, algunos ejemplos de mujeres judías que se divorciaron de sus maridos (E. Bammel, ZNW 61 [1970] 95-101).
63 (c) Jesús bendice a los niños (10,13-16). Tras un pasaje sobre el matrimonio, es conveniente hablar de los niños. Pero este texto trata realmente sobre el reino de Dios y el tipo de gente que puede llegar a formar parte de él. Solamente aquellos que lo reconocen y reciben como un don (como un niño recibe los regalos) puede esperar formar parte del reino de Dios; el reino es para aquellos que no reivindican su poder o status, porque el reino trasciende todo poder y todo status. 13. para que él los tocara: Como la conclusión del relato clarifica (10,16), los que traían a los niños buscaban que Jesús los bendijera mediante la imposición de manos. Los niños podían haber sido de cualquier edad, desde los lactantes hasta los que tenían 12 años. 14. Jesús se indignó: Esta referencia a las emociones de Jesús (cf. 1,43; 3,5; 8,12; 14,33-34) está dirigida al error de los discípulos en la comprensión de Jesús y la naturaleza del reino que predicaba. Los discípulos, una vez más, sirven como contraste para una enseñanza positiva de Jesús, de los que son como ellos es el reino de Dios: La principal característica de los niños es la receptividad. Sin poder físico ni status legal, los niños saben mucho mejor que los adultos cómo recibir. El reino debe ser recibido como don, pues ningún poder humano ni status pueden crearlo o forzarlo. 15. quien reciba el reino de Dios como un niño: Este dicho clarifica la última parte de 10,14, mostrando que sólo quienes aceptan el reino como un don pueden esperar entrar en él. 16. los bendijo, imponiéndoles las manos: Los documentos de la época presentan a los niños como ejemplo de comportamiento irracional o como objeto que debe ser disciplinado. En este pasaje (cf., también, 9,33-37) se les toma seriamente como personas y disfrutan de una relación con Jesús y con el reino.
64 (d) Enseñanzas de Jesús sobre las riquezas (10,17-31). La parte final de esta sección está formada por tres unidades sobre la riqueza y el reino: el relato del rico (10,17-22), instrucción de Jesús a sus discípulos (10,23-27) y su enseñanza sobre la recompensa por dejar las riquezas (10,28-31). Las enseñanzas teológicas fundamentales son que las riquezas pueden ser un obstáculo para el discipulado y que la recompensa del discipulado es infinitamente más grande que los sacrificios que exige. 17. se acercó uno corriendo y se arrodilló ante él: Solamente al final de la historia llegamos a saber que era rico (10,22); no se hace mención alguna de su edad (cf. Mt 19,20). Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?: El título «maestro bueno» no es habitual; quizá puede considerarse como demasiado efusivo y obsequioso, remitiendo así a la malhumorada reacción de 10,18. La frase «vida eterna» es sinónima de «reino de Dios» (cf. 9,43-47). 18. nadie es bueno sino sólo Dios: La existencia de un abismo entre Dios y Jesús es contraria a la mayor parte de la tradición evangélica. Se explica como reacción irritada de Jesús o como aspecto de la pedagogía de Marcos sobre la identidad del Hijo de Dios. 19. ya conoces los mandamientos: La lista que sigue procede principalmente de la segunda parte del decálogo (Ex 20,12-17; Dt 5,16-21), que trata de las relaciones humanas, no estafarás: Puede tratarse de una nueva formulación del «no robarás», o una forma de resumir los mandamientos noveno y décimo, o una referencia a la controversia del korban (7,9-13). 21. Jesús, fijando en él la mirada, le amó: El amor se fundamentaba en el auténtico esfuerzo del ser humano y en lograr el cumplimiento de los mandamientos (cf. 10,20). Este amor da por resultado la llamada al discipulado (cf. 10,22) . vete, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres: El desafío lanzado por Jesús a este hombre se comprende mucho mejor si lo relacionamos con su propia circunstancia que si lo interpretamos como principio general de la vida cristiana o incluso como base de un estado religioso superior. A menudo, el judaísmo consideraba la riqueza como un signo del favor divino que conllevaba la obligación de dar limosna a los pobres. Lo que suena tan duro en este caso era la invitación a renunciar incluso al privilegio de la limosna para compartir el estilo de vida de Jesús de una dependencia total de Dios proclamando la llegada de su reino. 22. porque poseía muchos bienes: Probablemente, se trataba de bienes inmuebles y los beneficios financieros obtenidos mediante ellos. La primera parte del versículo pinta un patético cuadro de la difícil elección que tenía que hacer el rico: hizo la pregunta, pero la respuesta de Jesús era demasiado dura para él. 23. Jesús dijo a sus discípulos: De nuevo, la instrucción privada a los discípulos sigue a la enseñanza pública (cf. 4,10-20.34; 9,28-29;10,10-12). El dicho es un comentario general sobre el relato precedente del hombre rico que se negó a aceptar la invitación de Jesús al discipulado. 24. los discípulos estaban asombrados: El asombro se enraíza en la inversión realizada por Jesús de la idea de que las riquezas eran un signo del favor divino. 25. más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja: La grotesca imagen significa que es prácticamente imposible que un rico entre en el reino. La sustitución que hacen algunos manuscritos de kamilon, «cuerda», por kamélon, «camello», y la legendaria idea de que había en Jerusalén una puerta por la que un camello a duras penas podía pasar, son intentos de restarle fuerza a la hipérbole. 27. todo es posible para Dios: A la atónita pregunta de los discípulos, «¿Quién puede salvarse?» (10,26), Jesús responde subrayando el poder de Dios y la confianza en él como único modo de salvación. Así, la mera renuncia a la riqueza por ella misma (cf. 10,17-22) no es suficiente para garantizar la salvación. 28. nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido: Pedro, como portavoz de los discípulos, yuxtapone sus acciones a la oportunidad perdida del hombre rico (10,17-22) . Tras la afirmación está la pregunta: ¿Cuál es la recompensa por aceptar el desafío del discipulado? 30. en el tiempo presente… y en el mundo futuro la vida eterna: Jesús promete la recompensa no sólo para el eschaton sino también para el presente, pues el discípulo disfrutará del enriquecimiento que supone un compañerismo religioso y social. La frase «con persecuciones» parece ser una peculiaridad redaccional de Marcos, mediante la que sugiere que el discipulado conlleva necesariamente la persecución y el sufrimiento. 31 .los últimos serán primeros: En su actual contexto marcano (cf. Mt 19,30; 20,16; Lc 13,30), el dicho estimula a los discípulos sobre la realidad de la «gran inversión». La recompensa del discipulado sobrepasa sus sacrificios presentes y futuros.
65 (E) Tercera instrucción sobre cristología y discipulado (10,32-45). Esta parte consta de la tercera predicción de la pasión (10,32-34), que tiene más detalles que las precedentes (8,31; 9,31), y de un incidente (10,35-45) que demuestra que los discípulos aún no han logrado entrever el significado de la enseñanza y ejemplo de Jesús.
66 (a) Tercera predicción de la pasión (10,32-34). La tercera predicción anuncia la entrega de Jesús a los jefes de los sacerdotes (Mc 14,53); su condena por los sacerdotes (14,64); la entrega a los romanos (15,1); la burla, lo escupitajos y azotes (14,65; 15,15-20); la ejecución (15,24.37) y la resurrección (16,1-8). La única diferencia es que no hay mención alguna de la crucifixión como la forma en que morirá Jesús. 32. iba por delante de ellos: Percibimos un tono parecido al que hallamos en Lc 9,51, en donde «Jesús se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén» a pesar de que sabía lo que le aguardaba. El pasaje indica que Jesús acepta conscientemente su destino. 33. el Hijo del hombre será entregado… y ellos lo entregarán: Sobre el verbo griego paradidomi, cf. el comentario sobre 9,31. 34. a los tres días: Esta fórmula típicamente marcana (cf. 8,31; 9,31) se ha cambiado en algunos manuscritos por la expresión neotestamentaria más común «al tercer día».
67 (b) Consecuencias para el discipulado (10,35-45). Un incidente subraya la terquedad de los discípulos. A la petición hecha por Santiago y Juan (10,37), Jesús da tres respuestas: un lugar en el reino exige sufrimiento (10,38-39); no es potestad de Jesús determinar la posición en el reino venidero (10,40); el liderazgo en la comunidad de Jesús significa servicio (10,41-45). 35. Santiago y Juan: Sólo ellos, junto con Pedro, formaban el círculo intimo entre los discípulos (cf. comentario sobre 5,37); deberían haber sabido hacer una petición mejor que la que hicieron, nosotros queremos que tú: En Mt 20,20 es la madre la que hace la petición, probablemente un intento de Mateo para rebajar el carácter negativo del retrato de los discípulos que hace Marcos. 37. concédenos sentamos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria: La petición se relaciona con la posición en el reino venidero. Quizá la imagen que tienen en la cabeza es la de Jesús entronizado como juez escatológico, o (más probablemente) como Mesías presidiendo el banquete mesiánico. 38. beber la copa que yo beberé, o ser bautizados: Las imágenes de la copa y del baño, en este contexto, se refieren al sufrimiento y a la muerte (cf. Is 51,17-22; Sal 69,2-3.15). Cualquier significado eucarístico y bautismal que pueda haber en estas imágenes se deriva de su significado primario como identificación con la pasión y muerte de Jesús. Sobre la imagen de la «copa» en el relato de la pasión, cf. Mc 14,23; 14,36. 39. podemos: A la luz de la cobardía que manifestarán durante la pasión, esta afirmación tan segura que hacen los discípulos resulta altamente irónica. Jesús les responde con una promesa de martirio, de intenso sufrimiento que estará relacionado con su propio sufrimiento. 40. no me toca a mí concederlo: Mt 20,23 asigna esta prerrogativa al Padre. El dicho implica que Jesús está subordinado al Padre; por esta razón, fue explotado por los arríanos en los debates cristológicos primitivos. No está de ningún modo claro para quienes estaban reservados estos puestos. 41. los otros diez se indignaron: Esta observación sirve para conectar las enseñanzas sobre el liderazgo cristiano como servicio al relato precedente y convertirlas en parte de la respuesta de Jesús a la petición de Santiago y Juan. 42. aquellos que son tenidos como jefes de las naciones: La ironía marca el comienzo de la afirmación; los verbos «dominar» (katekyrieuosin) y «oprimir» (katexousiazousin) son formas gráficas de describir el liderazgo como puro poder. 43. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor: Cf. 9,35. El término clave en ambos pasajes es diakonos (lit. «el que sirve las mesas»); contrasta duramente con la terminología de poder del versículo anterior. 44. esclavo de todos: Aquí el término clave es doulos, una palabra mucho más humillante que diakonos. 45. el Hijo del hombre no ha venido a ser servido sino a servir: Esta parte del versículo es una adecuada conclusión a las enseñanzas contenidas en 10,42-44; las fundamenta en el ejemplo de Jesús, dar su vida como rescate por muchos: La expresión «dar la propia vida» se refiere al martirio en 1 Mac 2,50; 6,44. Lytron, «rescate», comunica la idea de la liberación mediante la compra de un cautivo, un esclavo o un criminal. La expresión «por muchos» evoca Is 53,11-12. Toda la oración presenta la muerte de Jesús como una acción que realiza una liberación que no podría lograrse «por muchos» mediante el propio poder de ellos.
68 (F) Curación del ciego Bartimeo (10,46-52). En 8,22-26 se le presentó a Jesús un ciego anónimo, que recuperó gradualmente su vista, y al que le dijo que mantuviera en secreto su curación; en 10,46-52 Bartimeo busca activamente a Jesús, se le cura inmediatamente y se convierte en discípulo. El segundo relato no solamente completa la unidad, sino que ilustra también cierto progreso en la fe. Es tanto un relato de vocación como de curación. La reacción de Bartimeo hacia Jesús y su voluntad de seguirlo en el camino del discipulado contrasta con la incomprensión y la ceguera de los discípulos durante el viaje. 46. Jericó: El lugar se encuentra a 80 km y medio al nordeste de Jerusalén y a 8 km al oeste del río Jordán (→ Geografía bíblica, 73:66). El viaje que comenzó en Cesarea de Filipo está llegando a su destino en Jerusalén. el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego: No es usual que Marcos nos dé el nombre de la persona que va a ser curada (cf. 5,22); aparece primero su traducción griega y, después, su forma aramea. 47. Hijo de David, ten compasión de mí: Ésta es la primera aplicación que se hace públicamente a Jesús del título mesiánico «Hijo de David». Es también el primer reconocimiento (aparte de Pedro) de la verdadera identidad de Jesús que realiza un ser humano y no un demonio. 50. arrojando su manto: El «manto» puede haber sido la ropa, pero más probablemente sería la tela que se extendía para recoger las limosnas. La gran cantidad de referencias que hace Marcos a los mantos (2,21; 5,25-30; 6,56; 9,3; 11,7-8; 13,16; 15,20.24) sugiere que Bartimeo estaba dejando tras sí el «viejo orden». 51. qué quieres que haga por ti: La pregunta da ocasión a una profesión de fe sobre el poder curativo de Jesús. 52. tu fe te ha salvado: Véanse los comentarios sobre 5,23.28.34; la fe de la persona ha sido esencial para la curación, le siguió por el camino: Sobre ékolouthei, «seguía», véase el comentario sobre 1,18. A la luz del viaje comenzado en 8,22 hacia Jerusalén, la descripción sugiere que Bartimeo se unió a la experiencia de pasión de Jesús.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
E primer versículo de este pasaje muestra la paciencia y perseverancia de nuestro Señor Jesucristo como maestro. Se nos dice que vino «á los términos de la Judea al otro lado del Jordán; y el pueblo volvió á juntársele; y, como de costumbre, le enseñaba..
Á donde quiera que nuestro Señor iba, se ocupaba siempre de los negocios de su Padre, predicando, enseñando, y tratando de hacer bien á las almas. No perdía ninguna oportunidad. En toda la historia de su ministerio terrestre no vemos que ni un día permaneció ocioso. De El puede en verdad decirse que »sembraba sobre las aguas,» y que «por la mañana sembraba la semilla, y por la noche no paraba su mano.» Isaías 32.20; Ecles. 11.6.
Y, sin embargo, nuestro Señor conocía los corazones de los hombres. Sabia muy bien que una gran proporción de sus oyentes era empedernida é incrédula.
Sabía al hablar que la mayor parte de sus palabras caían al suelo sin que de ellas se cuidasen ni ocupasen, y que la mayor parte de las veces vano era el trabajo que se tomaba por la salud de las almas. Todo esto lo sabia, y, sin embargo, continuaba trabajando.
Debemos ver en este hecho un modelo perpetuo para todos los que tratan de hacer el bien, cualquiera que sea su empleo. No lo borren de su memoria los ministros y los misioneros, los profesores, los maestros de escuelas dominicales, los visitadores domiciliarios y agentes laicales, las cabezas de familia que presiden al culto doméstico, y las nodrizas que tienen niños á su cargo; que todos recuerden el ejemplo que les da Cristo y traten de seguirlo. No hemos de abandonar la enseñanza porque no palpemos el bien que produce; no debemos disminuir nuestros esfuerzos porque no veamos el fruto de nuestro trabajo.
Trabajemos con constancia, teniendo siempre presente el gran principio, que nuestro es el deber, y los resultados son de Dios. Preciso es que haya aradores y sembradores así como segadores y otros que amarren las gavillas. El amo honrado paga á sus labradores según es la obra que hacen, y no según las mieses que crecen en sus campos. Nuestro Señor tratará de la misma manera el día final á todos sus servidores. Sabe que no llevan el éxito en sus manos; sabe que no pueden cambiar corazones, y los premiará según haya sido su trabajo, y .no por lo que este haya producido. No es al «siervo bueno y afortunado,» sino al «siervo bueno y fiel» á quien dirá: «Entra en el gozo de tu Señor.» Mat. 25.21.
La mayor parte de este pasaje tiene por objeto mostrarnos la dignidad y la importancia del matrimonio. Es sabido que las opiniones dominantes entre los Judíos respecto á este particular, cuando nuestro Señor estuvo en la tierra, eran muy laxas y vulgares en extremo. No reconocían el carácter obligatorio del vínculo matrimonial Permitido era y muy común el divorcio por causas ligeras y aun triviales; y como una consecuencia muy natural, no se comprendían bien cuales eran los deberes de los maridos para con sus esposas, ni recíprocamente los de estas para con aquellos. Para mejorar este estado de cosas, nuestro Señor proclama una serie de principios santos y elevados. Se refiere á la institución original del matrimonio cuando la creación del mundo, como la unión de un hombre y de una mujer. Cita y prohija las palabras solemnes que se usaron en el matrimonio de Adán y Eva, como palabras que tienen una significación perpetua: «el hombre dejará á su padre y á su madre, y se unirá á su mujer; y serán dos en una carne.»Y agrega este grave comentario á esas palabras: «Lo que Dios ha unido, que el hombre no separe.» Finalmente, en contestación á las preguntas de sus discípulos, declara que el divorcio seguido de otro matrimonio, excepto en caso de infidelidad, es quebrantar el séptimo mandamiento.
Nunca se podrá exagerar la importancia de la cuestión que en este lugar decide nuestro Señor. Mucho debemos agradecerle que haya sido tan explícito y tan completo en la manifestación de su modo de pensar respecto á ella. El matrimonio es el fundamento del sistema social de las naciones; la moralidad pública, y la felicidad privada de las familias están profundamente interesadas en la cuestión de la ley sobre matrimonios. La experiencia de todas las naciones confirma de una manera notable lo sabio de la decisión de nuestro Señor en este pasaje. Es un hecho comprobado, que la poligamia, y el permiso de obtener divorcios por motivos; ligeros, tienen una tendencia directa á engendrar la inmoralidad. En una palabra, cuanto más se acerquen las leyes de un país sobra el matrimonio á la ley de Cristo, resultará que es más elevado el tono moral que reine en él Todos los que están casados, ó se proponen casarse, deben meditar bien en lo que el Señor Jesucristo nos enseña en este pasaje. De todas las relaciones de la vida ninguna debe mirarse con más reverencia, ninguna contraerse con más cautela que la de marido y mujer. En ninguna otra se puede hallar más felicidad terrena si se contrae con discreción, cordura y temor de Dios; pero en ninguna otra tampoco pueden originarse más desgracias si se emprende ligera, necia y desacertadamente. No hay ningún acto en la vida que tanto beneficio pueda hacer al alma, si las voluntades y las manos se unen «en el Señor;» ninguno la perjudica más, si el capricho, la pasión, ó cualquier otro motivo mundano es la única causa que produce la unión. Salomón fue el más sabio de los hombres, y «sin embargo aun á él lo hicieron pecar las mujeres extranjeras.» Neh. 13.26.
Hay desgraciadamente demasiada necesidad de imprimir estas verdades en el corazón de los hombres. Es una verdad muy triste que pocas determinaciones se toman en la vida, con tanta ligereza, tanto capricho y tal olvido de Dios como la de casarse. Pocos son los jóvenes que piensan en invitar á Cristo á sus bodas. Es un hecho melancólico pero cierto que los matrimonios desgraciados son una de las principales causas de las miserias y de las desgracias que tanto abundan en el mundo. Tarde descubren que se han equivocado, y llenan de amargura el resto de sus días. Felices los que al pensar en casarse observan estas tres reglas: la primera, casarse en el Señor y después de pedir en sus oraciones la aprobación y la bendición del. Señor ; la segunda, no esperar demasiado de su cónyuge, recordando que el matrimonio es la unión de dos pecadores, y no la de dos ángeles ; y la tercera, empeñarse primero y antes que todo en santificarse mutuamente. Los que más santamente se casan, son siempre los más felices: «Cristo amó á la iglesia, y se entregó á sí mismo por ella, para santificarla.» Ef 5 2Sa 25:26.
Fuente: Los Evangelios Explicados
Resuelve el Señor la cuestión del divorcio legal. Recibe a los niños, y los bendice. Dificultad que se halla en los ricos para poderse salvar. El premio que tendrán los que lo dejaron todo por Cristo. Avisa de nuevo a sus discípulos, que debía padecer y resucitar. Reprendiendo a los hijos del Zebedeo, toma ocasión para enseñar a sus discípulos cuáles son las primacías a que debían aspirar. Restituye la vista al ciego Bartimeo.
2 a. Por cualquier causa (véase Mt 19,2).
4 b. MS. De repoyamiento.
5 c. Para impedir de algún modo los grandes excesos, que sin semejante tolerancia hubierais cometido contra vuestras mujeres. Mandamiento le llama el Señor, en cuanto estaban obligados a escribir el libelo de repudio en caso de divorciarse de sus mujeres. Pero para este divorcio sólo tenían permiso en la ley, no mandato.
6 d. MS. Maslo e fembra.
e. Se ha de suplir: y digo.
11 f. Contra la primera, faltando a la fe que le debe.
13 g. Para que pusiese sobre ellos las manos, y los bendijese (v. 16). Esta bendición del Señor daba la gracia a los niños, de que son capaces aun antes del uso de razón.
15 h. La divina palabra, y la predicación del Evangelio.
18 i. MS. Sino Dios sennero. Sólo Dios es esencialmente y de sí mismo bueno.
21 j. Esto es, con alguna señal externa mostró que le había agradado su respuesta.
k. Se entiende: para ser perfecto.
l. El texto Griego añade: áras tón staurón, tomando la cruz.
22 m. Mostrándolo aun en el semblante.
27 n. MS. Es quantra los ombres, etc., mas no es quantra Dios. Dios puede inspirar al rico el desapego de las riquezas, y con su gracia poner en su corazón el espíritu de pobreza, sin el cual no se entra en el reino de los cielos.
30 o. Estas persecuciones serán la recompensa de la fe con que hubiéremos renunciado todas las cosas por amor de Jesucristo. La gloria de un cristiano ha de ser la de conformarse con la imagen del Hijo de Dios, teniendo parte en su cruz, para participar después de su gloria. Si padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos también glorificados (Rom 8,17). Y esto es verdaderamente dar Dios ciento por uno en esta vida ejercitando con tribulaciones y trabajos a sus escogidos; porque todos los que quieren vivir con piedad en Jesucristo, padecerán persecución (2Tim 3,12), recompensando su piedad con nuevos sufrimientos, para multiplicarles las coronas. Filosofía es esta conocida de muy pocos. Otros el cum persecutionibus lo trasladan: aun en medio de las persecuciones. Otros: después de las persecuciones.
32 p. No podían comprender, cómo caminaba tan apresuradamente hacia Jerusalén, a donde iba a padecer. Su temor nació, o de creer que perderían la vida juntamente con él, o por lo menos de persuadirse que quedarían privados de la presencia y compañía del que era todo su consuelo. Beda, in hunc locum.
q. Se ha de suplir: porque dijo.
33 r. Vamos por la última vez.
35 s. Entonces; esto es, luego que le oyeron hablar de la resurrección.
t. En San Mateo (20,20), se atribuye esto a la madre; y aquí se dice, que fueron los hijos los que le pidieron, porque fueron los que persuadieron a la madre que lo hiciese. Y así Cristo respondió (Mt 20,22): No sabéis lo que os pedís. Porque los lugares eminentes en el reino de Cristo van acompañados de muchos trabajos.
38 u. Desde el principio de su vida comenzó a beber el cáliz de su Pasión, y continuó bebiéndolo siempre, mientras vivió.
40 v. En el original Griego falta el dativo humín, vobis.
w. MS. Mas a los que es aprestado del mio Padre.
42 x. Se ven mandar: esto es, mandan. Pleonasmo familiar a los hebreos. El Griego: hoi megáloi, los grandes, los principales; y aun estos los tratan con poder absoluto.
43 y. El Griego: mégas en humín, grande entre vosotros.
46 z. San Mateo (20,29), nombra dos ciegos. San Marcos uno solo, y esto sin duda por ser este más conocido, y porque siguió al divino Maestro, siendo después uno de sus más célebres discípulos. Bartimeo quiere decir, hijo de Timeo, lo que añadió San Marcos para explicar esta palabra. Bar en siríaco significa hijo.
50 a. En el texto Griego: anastás, levantándose.
51 b. Rabboni es una voz siríaca, y significa lo mismo que en hebreo Rabbi, Maestro.
52 c. Conoció y creyó que era el Mesías.
d. Aquellos a quienes el Señor ha hecho la gracia de restituir a sus almas la verdadera luz de que estaban privados, deben, imitando a este ciego, no perder de vista al Señor siguiendo sus pasos. Porque la señal más cierta de su curación es caminar, como dice San Pablo (1Tes 4,1), en el camino de Dios de la manera que han entendido que deben caminar para agradarle.
Fuente: Notas Bíblicas
[5] Aplica a Yahshua e Israel viniendo a ser una sola carne, así como las dos casas siendo otra vez, así como un hombre y su esposa.
[6] En esencia Yahshua está preguntando, “¿Te das cuenta de lo que estás diciendo cuando Me llamas bueno?” Eso es el reconocimiento de una voluntad libre de Su deidad por el joven gobernante, y la confirmación del propio testimonio de Yahshua sobre Sí mismo, cuando en Juan 10 El se refiere a Sí mismo como el Buen Pastor. Este versículo ha sido torcido a significar que Yahshua está diciendo que sólo El Padre es bueno, pero la verdad aquí es justo lo opuesto. Ambos El y El Padre son buenos, y como tal El confronta a el joven gobernador rico con ésta verdad.
[1] Nótese que Yahshua enseña Torah a quienes son y vendrían a ser Sus seguidores.
[2] Peshitta: gemala puede significar cuerda, o camello y aquí en contexto significa cuerda.
[3] De acuerdo con Yahshua, los gentiles, o Romanos llevarían a cabo el asesinato. No los Judíos.
[4] Los diez aquí simbolizan a Israel-Efrayím, o las 10 tribus que están celosas de sus hermanos de Judah, por buscar una posición especial y privilegiada en la familia. La Biblia llama a ésto una aflicción de Efrayím que causa que Judah sea el recipiente de los celos de Efrayím.
[5] Otra evidencia de que la Escritura nunca se refiere a los creyentes como “gentiles.”
[5] Jesucristo plantea su enseñanza sobre el matrimonio y el divorcio y se coloca en la misma raíz del asunto: Cuál fue la intención del Creador. El matrimonio, según la intención de Dios, no es un contrato sino una alianza. De ahí deriva la fidelidad conyugal que él proclama, una fidelidad que se fundamenta y nutre en el amor y no en la ley.[21] Para conseguir la perfección de la nueva ley.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat