Comentario de Marcos 10:46 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
10:46 — Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando — En su viaje a Jerusalén (ver. 32), vienen a Jericó. En conexión con la sanidad de Bartimeo, Marcos dice (y también Matthew, 20:29), “al salir de Jericó”, y Lucas (18:36) , “acercándose Jesús a Jericó”. No hay ninguna discrepancia, cuando tomamos en cuenta todos los datos. Solamente Lucas introduce el caso de Zaqueo (Luc 19:1-5), y lo cuenta aparte del caso del ciego, Bartimeo. Marcos y Mateo omiten el caso de Zaqueo. Aparentemente lo que sucede es que Jesús y su grupo van saliendo de Jericó cuando Jesús se da con Zaqueo. Ahora, que Jesús ha de hospedarse en la casa de Zaqueo, comienzan a entrar de nuevo en Jericó, y al entrar Jesús sana a Bartimeo. Esta es una posible explicación.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
vinieron a Jericó. Lucas dice que esto sucedió «cuando estuvo cerca de Jericó», y luego registra un evento que tuvo lugar en esa ciudad. Pero las palabras εν [G1722], �� [G3588], ενγιζειν αυτου [G847], ��� [G1519], Ιεριχω, pueden traducirse, «Cuando estaba cerca de Jericó», lo cual es igualmente cierto para el que se fue un poco de ella, como de aquel que se le acerca; y como es probable que Jesús se quedara algunos días en el vecindario, esto podría ocurrir al salir de la ciudad durante ese tiempo, y luego podría volver a entrar. Mat 20:29; Luc 18:35.
estaba junto al camino mendigando. Luc 16:20, Luc 16:22; Jua 9:8; Hch 3:2, Hch 3:3.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
vinieron a Jericó: La posición de Jericó en el período del NT. se movió alrededor de un kilómetro del Jericó antiguo. Marcos señala que después de cruzar el río Jordán hacia el este, esta sanidad ocurre al salir Jesús de Jericó. Lucas dice que fue «acercándose Jesús a Jericó» (Luc 18:35). Habían varias Jericós diferentes en las cercanías en aquel tiempo. Había una vieja Jericó al igual que una nueva Jericó construida por Herodes el Grande como una casa de invierno en el clima suave del valle del Jordán que quedaba bajo el nivel del mar. Jesús puede haber estado saliendo de uno y aproximándose al otro.
Bartimeo es un nombre arameo traducido por Marcos. El nombre significa hijo de Timeo. Mateo menciona dos ciegos (Mat 20:30), pero Marcos se concentra en uno sólo.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Jericó. Ciudad localizada a unos 24 km al NE de Jerusalén y a 8 km desde el río Jordán. La ruta desde Perea a Jerusalén pasaba por esta ciudad. Este es el único relato de una visita de Jesús a Jericó. al salir. Marcos y Mateo señalan que la curación tuvo lugar cuando Jesús iba dejando Jericó, mientras que Lucas dice que fue cuando Jesús iba entrando en ella. Marcos y Mateo pudieron estar refiriéndose a la ciudad antigua amurallada, justo al norte de la ciudad nueva, a la cual pudiera estar refiriéndose Lucas. Las palabras de Lucas pudieran significar también sencillamente que Jesús estaba en los alrededores de Jericó cuando la curación tuvo lugar. Vea la nota sobre Mat 20:30. ciego … mendigando. Mateo señala que había dos mendigos ciegos, mientras que Marcos y Lucas se centran en el que tomó la palabra (cp. Mat 8:28 con Mar 5:2; Luc 8:27). Debido a que se encontraban imposibilitados de trabajar, las personas ciegas se dedicaban normalmente a la mendicidad para asegurar el sustento (cp. Jua 9:8). Estos hombres se habían apostado en un buen lugar del camino a Jerusalén. hijo de Timeo. La traducción de «Bartimeo», donde el prefijo arameo «bar» significa «hijo de».
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
La segunda de dos curaciones de hombres ciegos registrados en Marcos (cp. Mar 8:22-26).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
10:46 — Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él y sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando — En su viaje a Jerusalén (ver. 32), vienen a Jericó.
En conexión con la sanidad de Bartimeo, Marcos dice (y también Matthew, 20:29), “al salir de Jericó”, y Lucas (18:36) , “acercándose Jesús a Jericó”. No hay ninguna discrepancia, cuando tomamos en cuenta todos los datos. Solamente Lucas introduce el caso de Zaqueo (Luc 19:1-5), y lo cuenta aparte del caso del ciego, Bartimeo. Marcos y Mateo omiten el caso de Zaqueo. Aparentemente lo que sucede es que Jesús y su grupo van saliendo de Jericó cuando Jesús se da con Zaqueo. Ahora, que Jesús ha de hospedarse en la casa de Zaqueo, comienzan a entrar de nuevo en Jericó, y al entrar Jesús sana a Bartimeo. Esta es una posible explicación.
El mendigo, Bartimeo, tenía un compañero ciego consigo (Mat 20:30-34), y Jesús sanó a los dos. Pero Marcos y Lucas mencionan solamente a Bartimeo, hijo de Timeo (tal vez bien conocidos los dos porque son mencionados por nombres). Puede ser por la prominencia de Bartimeo que Marcos y Lucas mencionen solamente a éste de los dos mendigos. (Si hubo dos mendigos, por cierto hubo uno. Véase 5:2, comentarios, sobre uno o dos endemoniados). Por alguna razón Bartimeo sobresalió en el suceso.
Fuente: Notas Reeves-Partain
MILAGRO AL BORDE DE LA CARRETERA
Marcos 10:46-51
Llegaron a Jericó; y cuando Jesús iba pasando por Jericó, a la salida de la ciudad, rodeado por Sus discípulos y una gran multitud, el mendigo ciego Bartimeo -hijo de Timeo-, estaba sentado al borde de la carretera, y cuando oyó que Jesús de Nazaret estaba por allí se puso a gritar:
-¡Hijo de David! ¡Jesús! ¡Ten piedad de mí!
Muchos le regañaban para que se callara, pero él seguía gritando cada vez más:
-¡Hijo de David! ¡Ten piedad de mí!
Jesús Se detuvo y dijo:
-¡Decidle que venga para acá!
Entonces llamaron al ciego, diciéndole:
-¡Ánimo! ¡Levántate! ¡Te está llamando!
El tiró la capa, se levantó de un salto y fue hacia Jesús. Jesús le dijo:
-¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego Le contestó:
-¡Maestro, lo que pido es poder volver a ver!
Jesús le dijo:
-¡Anda! ¡Tu fe te ha curado!
Al instante volvió a ver, y Le seguía por la carretera.
Para Jesús ya no estaba lejos el final de Su camino. Jericó estaba sólo a unos 25 kilómetros de Jerusalén. Tratemos de visualizar la escena. La carretera principal pasaba por todo Jericó. Jesús iba de camino para la Pascua. Cuando un rabino o maestro distinguido hacía un viaje así, era costumbre que fuera rodeado de mucha gente, discípulos e interesados y curiosos, que escuchaban su enseñanza mientras andaba. Esa era una de las maneras más corrientes de enseñar en el mundo antiguo.
La ley decía que todo judío varón de doce años en adelante que viviera en un radio de 25 kilómetros de Jerusalén tenía que asistir a la Pascua. Está claro que era imposible que se pudiera cumplir tal ley, y que todos pudieran ir. Los que no tenían posibilidad de ir tenían la costumbre de ponerse en fila al borde de las calles de los pueblos y las aldeas por los que pasaban los peregrinos para desearles un buen viaje. Así que las calles de Jericó estarían bordeadas de personas; y más aún de lo corriente, porque habría muchos ansiosos y curiosos por ver por sí mismos a aquel intrépido maestro ambulante Jesús de Nazaret Que Se había atrevido a desafiar a todo el poder de la ortodoxia.
Jericó tenía una característica especial. Había adscritos al Templo más de 20,000 sacerdotes y otros tantos levitas. Está claro que no todos podían cumplir su ministerio al mismo tiempo. Por tanto estaban divididos en 26 órdenes que servían por turnos. Muchos de estos sacerdotes y levitas residían en Jericó cuando no estaban de turno en el Templo. Y debe de haber habido muchos de ellos entre la multitud aquel día. Para la Pascua, todos estaban de servicio, porque a todos se los necesitaba. Era una de las raras ocasiones en que todos estaban de servicio, pero muchos no habrían empezado todavía. Estarían doblemente ansiosos de ver a ese Rebelde Que estaba a punto de invadir Jerusalén. Habría muchos ojos fríos y duros y hostiles en la multitud aquel día, porque estaba claro que, si Jesús tenía razón, todo el ritual del Templo era totalmente irrelevante.
Hacia la puerta del Norte se sentaba un mendigo ciego que se llamaba Bartimeo -que quiere decir hijo de Timeo, como explica Marcos. Oyó el restregar de muchos pies en la carretera, y preguntó qué pasaba. Se le dijo que era que pasaba Jesús de Nazaret, y allí y entonces se puso a gritar para atraer Su atención. Para aquellos que estaban escuchando la enseñanza de Jesús cuando pasaba, aquellos gritos eran una molestia. Trataron de hacer que se callara Bartimeo; pero nadie le iba a privar de aquella oportunidad de escapar de un mundo en tinieblas. Así es que siguió gritando cada vez más fuerte e insistentemente, de tal manera que la procesión se detuvo, y él pudo encontrase con Jesús.
Esta es una historia de lo más reveladora. En ella podemos ver muchas de las cosas que podríamos llamar las condiciones para un milagro.
(i) Se daba la inquebrantable insistencia de Bartimeo. No había manera de acallar su clamor por encontrarse cara a cara con Jesús. Estaba totalmente decidido a encontrarse con la única Persona a la que anhelaba presentar su problema. En la mente de Bartimeo no había meramente un deseo sensiblero, nebuloso y caprichoso de ver a Jesús, sino que era un deseo desesperado, y es un deseo desesperado el que consigue que las cosas sucedan.
(ii) Su reacción a la llamada de Jesús fue inmediata y entusiasta; tanto que tiró el manto para correr hacia Jesús más deprisa. Muchas personas oyen la llamada de Jesús; pero es como si Le dijeran: «Espera hasta que haya hecho esto.» O: «Espera a que acabe lo de más allá.» Bartimeo llegó como una bala cuando Jesús le llamó. Hay oportunidades que no se presentan nada más que una vez. Bartimeo sabía que aquella era la suya. Algunas veces pasa por nosotros como una oleada de anhelo de abandonar algún hábito, de limpiar nuestra vida de algo que no es como es debido, de entregarnos más completamente a Jesús. Pero con la misma frecuencia no actuamos en el momento -y pasa la oportunidad, tal vez para no volver.
(iii) Bartimeo sabía exactamente lo que quería -la vista. Muchas veces nuestra admiración a Jesús es una vaga atracción. Cuando vamos al médico, queremos que nos resuelva alguna dolencia determinada. Cuando vamos al dentista, no le pedimos que nos saque cualquier diente, sino el que nos duele. Así deberíamos hacer con Jesús. Y eso implica la única cosa que pocos están dispuestos a encarar: un examen de uno mismo. Cuando vamos a Jesús, si somos tan desesperadamente claros como Bartimeo, sucederán cosas.
(iv) Bartimeo tenía una idea inadecuada de Jesús. ¡Hijo de David! insistía en llamarle. Ahora bien, aquello era un título mesiánico, pero conllevaba todo la idea de un Mesías conquistador, un rey de la dinastía de David, que condujera a Israel a la conquista del mundo. Esa era una idea impropia acerca de Jesús; pero, a pesar de todo, Bartimeo tenía fe, y la fe compensaba cien veces una teología deficiente. No se nos exige que comprendamos totalmente a Jesús; a eso, de todas todas, no podemos llegar. Se nos demanda, fe. Un sabio escritor ha dicho: «Debemos pedirle a la gente que piense; pero no debemos esperar que sean teólogos antes de ser cristianos.» El Cristianismo empieza con una reacción personal a Jesús, una reacción de amor, con la convicción de que Él es la única Persona que puede solventar nuestra necesidad. Aunque no seamos nunca capaces de pensar las cosas teológicamente, esa respuesta del corazón humano es suficiente.
(v) Al final nos encontramos un detalle precioso. Bartimeo puede que hubiera sido un mendigo ciego al borde de la carretera, pero era capaz de ser agradecido, y «de bien nacido es ser agradecido.» Cuando recibió la vista, siguió a Jesús. No se fue por su camino egoístamente una vez que resolvió su necesidad. Empezó teniendo una necesidad; siguió sintiendo gratitud, y acabó por mostrar lealtad. Y esto es un perfecto resumen de las etapas del discipulado.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
El ciego Bartimeo recibe la vista (Mar 10:46-52)
Análisis de discurso
La forma de este pasaje es la de un milagro de sanidad, sólo que aquí Jesús no realiza ningún rito, sino que afirma, simplemente, que Bartimeo ha sido sanado por su fe. Llama la atención el título “Hijo de David” que utiliza el mendigo, que funciona retóricamente como un anticipo de la exclamación de la multitud, en Mar 11:10, y del cuestionamiento que Jesús hará del pensamiento de los escribas sobre el Mesías como descendiente de David, en Mar 12:35-37.
TÍTULO: El ciego Bartimeo recibe la vista es un título apropiado para esta perícopa.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Vinieron a Jericó; y al salir de Jericó significa simplemente que Jesús y sus discípulos no se quedaron allí, sino que «pasaron por la ciudad», como bien sugiere TLA. Si mendigando, que viene de la palabra “mendigo”, no es un término muy conocido para la audiencia receptora, se sugiere traducir «pidiendo limosna» (TLA). BL dice que Bartimeo era un «limosnero ciego».
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— Jericó: Ver nota a Mat 20:29.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
La sanidad de Bartimeo (ver Mat. 20:29-34; Luc. 18:35-43). Este último acto de sanidad registrado por escrito ocurrió a lo largo del propio camino de sufrimiento y muerte en Jerusalén. Es el cuadro de un necesitado que tuvo fe persistente y recibió la sanidad y, como resultado, siguió a Jesús. Sin duda este fue el caso de muchos de los que siguieron a Jesús, aun durante la terrible semana final. El testigo ocular de Mar. recordó el nombre de aquel hombre, y Marcos, como era su costumbre, lo traduce. Como muchos del Tercer Mundo, al hombre se le conocía por el nombre de su padre, pero puede haber sido bien conocido por la iglesia primitiva más tarde.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
y 510 Mat 20:29; Luc 18:35
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Jericó. Véase coment. en Mt 20:29.
Fuente: La Biblia de las Américas
46 super (1) Véase la nota 22 super (1) del cap.8.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Para una comparación de los diferentes relatos de este milagro, véase la nota en Mat 20:29-34.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Leemos en estos versículos el relato de uno de los milagros de nuestro Señor. Vemos en él, según vamos leyendo, un vivido emblema, de las cosas espirituales. No estudiamos una historia que, como las hazañas de César y de Alejandro, no nos conduzca personalmente. Tenemos ante nosotros un cuadro en que debe interesarse mucho el alma de todo cristiano.
Tenemos aquí, en primer lugar, un ejemplo de una fe profunda. Se nos dice que al salir Jesús de Jericó, un hombre ciego llamado. Bartimeo «estaba sentado á la orilla del camino mendigando cuando oyó que era Jesús Nazareno, empezó á clamar, y á decir. «Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí..
Bartimeo era ciego de cuerpo, pero no de alma: tenía abiertos los ojos de la inteligencia. Veía cosas que Annas y Caifas, y otros sabios escribas y fariseos, nunca vieron ni remotamente. Vio que Jesús el Nazareno, apodo despreciativo que se le daba á nuestro Señor, que Jesús, que había vivido durante treinta años en una aldea oscura de la Galilea, que ese mismo Jesús era el Hijo de David, el Mesías que los profetas hacia tanto tiempo habían anunciado. No había presenciado ninguno de los milagros extraordinarios de nuestro Señor, no había tenido oportunidad da ver los muertos resucitar con una palabra, y los leprosos quedar curados con el contacto de su mano. Pero había oído la narración de los hechos portentosos de nuestro Señor, y había creído con oídos. Estaba satisfecho tan solo por oídas, que Aquel de quien tales, portentos se narraban debía ser el Salvador prometido, y debía ser capaz de curarlo. Y así es que cuando nuestro Señor se le acercó, exclamó, «Jesús, hijo de David, ten piedad de mí..
Pidamos á Dios fe semejante á esa y esforcémonos en obtenerla. Á. nosotros no nos es concedido tampoco ver á Jesús con los ojos del cuerpo; pero hemos oído hablar de su poder, de su gracia, y de su deseo de salvar, en el Evangelio tenemos promesas inmensas de sus propios labios, consignadas por escrito para nuestro estímulo; tengamos confianza implícita en esas promesas, y sin dudar entreguemos nuestras almas á Cristo. No temamos dar crédito absoluto á sus palabras llenas de gracia, y creer que cumplirá lo que ha prometido hacer por los pecadores. ¿Cual es el principio de la fe salvadora, sino aventurar el alma en manos de Cristo? ¿Cual es la vida de la fe que salva, sino apoyarse de continuo en la palabra de un Salvador invisible? ¿Cual es el primer paso del cristiano, sino gritar, como Bartimeo, «Jesús, ten misericordia de mí»? ¿Cual es la conducta diaria de todo cristiano, sino conservar el mismo espíritu de fe? «En el cual creyendo, aunque al presente no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y lleno de gloria.» 1 Pedro 1.8.
Tenemos, en segundo lugar, en estos versículos, un ejemplo de determinación y perseverancia en medio de dificultades. Se nos dice que cuando Bartimeo empezó á gritar, «Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí,» encentró poco apoyo en los que estaban cerca de él al contrario, «muchos le ordenaban que guardara silencio.» Pero no era hombre de callarse. Si los demás no sabían lo desgraciado que es ser ciego, él lo sabía. Si los demás no creían que merecía la pena tomarse tanto afán, él pensaba de otra manera. No se ocupó de los reproches de los que estaban en torno suyo, ni hizo caso del ridículo que su importunidad probablemente le acarrearía. «Gritó cada vez más,» y con sus clamores obtuvo su deseo, y recobró la vista.
Que todos los que desean salvarse marquen bien la conducta de Bartimeo, y sigan diligentemente sus huellas. Como él, no debemos cuidarnos de lo que los demás dicen y piensan do nosotros, cuando buscamos la cura de nuestras almas. No faltarán nunca personas que nos digan que es «muy temprano,» ó «muy tarde;» que vamos » muy aprisa,» ó » muy lejos;» quo no necesitamos ni orar tanto, ni leer tan de continuo la Biblia, ni manifestar tanta ansiedad por salvarnos.
Como Bartimeo debemos por lo mismo exclamar más alto, «Jesús, ten misericordia de mí..
¿Por qué razón son los hombres tan tibios en buscar á Jesús? ¿Por qué tan pronto se desvían del camino que nos acerca á Dios, ó se detienen en él desalentados? Sencilla y corta es la respuesta: no están bien convencidos de sus pecados, de la enfermedad de sus almas, de la lepra de sus corazones. Cuando el hombre llega á tener la convicción de sus culpas, tales como son, no puede descansar hasta no obtener paz y perdón en Cristo. Entonces, como Bartimeo, contempla lo deplorable de la condición en que se encuentra y persevera, coma Bartimeo, y al fin queda curado.
Finalmente tenemos en estos versículos un ejemplo de la influencia apremiante que debe tener sobre nuestras almas la gratitud hacia Cristo. Bartimeo no volvió á su casa así que recobró la vista; no quiso dejar á Aquel de quien había recibido tan señalada merced. Consagró las nuevas facilidades que su cura le daba, al servicio del Hijo de David que lo había curado. Su historia concluye con esta tierna manifestación: » Siguió á Jesús en su camino..
Veamos en estas sencillas palabras el vivido emblema de los efectos que la gracia de Cristo debería producir en todo el que la experimenta. Debería convertirlo en un sectario de Cristo, é introducirlo con firmeza y estabilidad en la senda de la santidad. Gratuitamente perdonado, debería entregarse voluntaria y absolutamente al servicio de Cristo. Comprado por un precio tan valioso como lo es la sangre de Cristo, debería consagrarse de corazón al que lo redimió. Si la gracia se siente realmente, debería hacer exclamar al que la experimenta, » ¿Qué daré al Señor en cambio de todos sus beneficios?» Así aconteció con el apóstol Pablo cuando dice, «el amor de Cristo nos apremia.» 2 Cor. 5.14. Así también debería acontecer hoy á todos los verdaderos cristianos. La persona que se jacta de interesarse por Cristo, y no sigue á Cristo en su vida, se engaña á sí mismo miserablemente, y destruye su alma. «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales,» y solo ellos, «son hijos de Dios.» Rom. 8.14.
¿Hemos abierto nuestros ojos para contemplar el Espíritu de Dios? ¿Hemos sido ya enseñados á ver bajo su verdadera luz el pecado, á Cristo, la santidad, y el cielo? ¿Podemos decir, «Una cosa sé, que antes estaba ciego, y ahora veo?» Si así es, sabremos por experiencia propia lo que hemos estado leyendo; si no, aun marchamos por la senda ancha que guía á la destrucción, y tenemos que aprenderlo todo.
Fuente: Los Evangelios Explicados
salir… → §051; mendigo… M↓ registran mendigando.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
M i registran el participio mendigando.