Comentario de Marcos 13:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Cuando él salía del templo, uno de sus discípulos dijo: —Maestro, ¡mira qué piedras y qué edificios!

13:1 — Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios — Sobre los primeros treinta versículos, véanse Matthew 24:1:34; Luc 21:1-32. Esta sección trata de la destrucción de Jerusalén, cosa que se realizó en el año 70 d. C. cuando los romanos la saquearon. No se trata el fin del mundo. Todas las señales referidas en esta sección se cumplieron dentro de la presente generación en la cual está hablando Jesús, ver. 30. (Luego la segunda venida se trata en los ver. 31-35).

Jesús sale del templo por última vez el día martes, y así termina lo que se puede llamar su ministerio personal. Había declarado a los habitantes de Jerusalén antes de salir: “vuestra casa os es dejada desierta” (Mat 23:38).

Lo que da ocasión a Jesús a presentar el discurso de los versículos 1-30 sobre la destrucción de Jerusalén y el fin de la economía judaica, es la admiración de uno de los discípulos (y de otros de ellos; véanse Mat 24:1 y Luc 21:5) de la grandeza de la construcción del templo y los edificios adjuntos. Su admiración implica algo de permanencia indefinida para esta hermosa e impresionante construcción, pues es ellos están viviendo un período de paz. Pero Jesús les va a revelar que (a unos 37 años) aquello va a ser destruido por completo.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

saliendo del templo. Mat 24:1; Luc 21:5; Eze 7:20-22; Eze 8:6; Eze 10:4, Eze 10:19; Eze 11:22, Eze 11:23; Mal 3:1, Mal 3:2.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Jesús predice la destrucción del templo, Mar 13:1-8;

las persecuciones por causa de evangelio, Mar 13:9;

que el evangelio será predicado a todas las naciones, Mar 13:10-13;

que los judíos sufrirán grandes calamidades, Mar 13:14-23;

Su venida en juicio, Mar 13:24-31;

de la hora nadie sabe, pero todo hombre es llamado a velar y orar, Mar 13:32-37.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Más de un tercio de la narración de Marcos ocurre durante un período de siete días: la semana de la Pascua cuando finalmente Jesús muere. Al Evangelio de Marcos se le ha llamado una historia de la Pasión con una larga introducción. Su énfasis en la semana de la Pascua es apropiado. Sin esta semana, Jesús no habría cumplido el propósito de venir a la tierra.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Jesús continuó su última semana de ministerio en Jerusalén enseñando a sus apóstoles sobre los acontecimientos futuros. Este discurso se conoce como el discurso del monte de los Olivos porque Jesús se sentó en el Monte de los Olivos para hablar (v. Mar 13:3).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

La emoción de los discípulos por las tremendas piedras y edificios que componían el Templo era una reacción natural a la arquitectura espléndida y majestuosa; esas piedras pesaban varias toneladas cada una. La descripción de Josefo (Antiq.15.11.3-7) muestra su magnificencia. No había nada como esto en todo el mundo. Blancas y hermosas piedras de mármol con ornamentaciones de oro comprendían una estructura de 30 metros de alto que comenzó Herodes el Grande en el año 20 a.C. Se completó más tarde por el descendiente de Herodes antes del año 66 d.C Este estaba rodeado por paseos, patios y escaleras que ocupaban 20 acres del más prominente paisaje en toda Jerusalén. Estaba sobre una colina acentuada por dos valles. El hecho de que Jesús señalara seriamente que no quedaría piedra sobre piedra era una manera asombrosa de llamar la atención. Esta profecía se cumplió en el año 70 d.C cuando el general romano Tito saqueó la ciudad. El Arco de Tito en Roma aún permanece sobre la entrada de la Vía Apia al Foro, donde sus murales describen la conquista de Jerusalén por parte de Tito.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 13.
E ste “discurso escatológico” ocupa el c.24 de Mt y el 21 de Lc. Fuera del final, hay una gran coincidencia fundamental en ambos. El tema, ¿a qué se refiere? Este c.13 de Mc, lo mismo que el de Lc, parece que todo él se refiere sólo a la destrucción de Jerusalén. No sólo puede explicarse todo él de esta destrucción, sino que es a lo que responde Cristo cuando los discípulos le preguntan cuándo sucederá la destrucción del templo (v.4, cf. v.12). Por eso, dada esta amplia coincidencia fundamental, la exposición exegética se da en el comentario a Mt. Cf. Comentario a Mat 24:1-51.

Anuncio de la destrucción del Templo. 13:1-2 (Mat 24:1-3; Luc 21:5-7).
Cf. Comentario a Mat 24:1.
1 Al salir El del Templo, díjole uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras y qué construcciones. 2 Y Jesús le dijo: ¿Veis estas grandes construcciones? No quedará aquí piedra sobre piedra que no sea destruida.

La cuestión del fin. 13:3-4 (Mat 24:1-3; Luc 21:5-6).
Cf. Comentario a Mat 24:1-3.
3 Habiéndose sentado en el monte de los Olivos, enfrente del templo, le preguntaban aparte Pedro y Santiago, Juan y Andrés: 4 Dinos cuándo será esto y cuál será la señal de que todo esto va a cumplirse.

Tiempos de angustia. 13:5-8 (Mat 24:4-14; Luc 21:8-19).
Cf. Comentano a Mat 24:4-14.
5 Jesús comenzó a decirles: Mirad que nadie os induzca a error. 6 Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy; y extraviarán a muchos. 7 Cuando oyereis hablar de guerras, no os turbéis: es preciso que esto suceda; pero eso no es aún el fin. 8 Porque se levantarán pueblo contra pueblo y reino contra reino; habrá terremotos por diversos lugares; habrá hambres: ése es el comienzo de los dolores.

Persecuciones contra el Evangelio. 13:9-13 (Mat 24:9-14; Luc 21:12-19).
Cf. Comentario a Mat 24:9-14.
9 Estad alerta: Os entregarán a los sanedrines, y en las sinagogas seréis azotados, y compareceréis ante los gobernadores y los reyes por amor de mí, para dar testimonio ante ellos. 10 Antes habrá de ser predicado el Evangelio a todas las naciones. 11 Cuando os lleven para ser entregados, no os preocupéis de lo que habéis de hablar, porque en aquella hora se os dará qué habléis, pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo. ‘2 El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo, y se levantarán los hijos contra los padres y les darán muerte, 13 y seréis aborrecidos de todos por mi nombre. El que perseverare hasta el fin, ése será salvo.

Desolación de Judea. 13:14-18 (Mat 24:15-31; Luc 21:20-27).
Cf. Comentario a Mat 24:15-31.
14 Cuando viereis la abominación de la desolación instalada donde no debe – el que lee entienda -, entonces los que estén en Judea huyan a los montes 15 y el que esté en el terrado no baje ni entre para tomar cosa alguna de su casa; 16 y el que esté en el campo no vuelva atrás para recoger su manto. 17 ¡Ay de aquellas que estén encinta y de las que críen en aquellos días! 18Orad para que no suceda esto en invierno.

La tribulación suprema. 13:19-23 (Mat 24:21-25).
Cf. Comentario a Mat 24:21-25.
19 Pues serán aquellos días de tribulación tal como no la hubo desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora, ni la habrá. 20 Y si el Señor no abreviase aquellos días, nadie sería salvo; pero por amor de los elegidos, que El eligió, abreviará esos días. 21 Entonces, si alguno os dijere: he aquí o allí al Mesías, no le creáis. 22 Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas y harán señales y prodigios para inducir a error, si fuese posible, aun a los elegidos. 23 Pero vosotros estad sobreaviso; de antemano os he dicho todas las cosas.

La venida del Hijo del hombre,Mat 13:24-27 (Mat 24:29-31; Luc 21:25-28).
Cf. Comentario a Mat 24:29-31.
24 Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, se oscurecerá el sol, y la luna no dará su brillo, 25 y las estrellas se caerán del cielo, y los poderes de los cielos se conmoverán. 26 Entonces verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes con gran poder y majestad. 27 Y enviará a sus ángeles, y juntará a sus elegidos de los cuatro vientos, del extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

Cristo aparece enviando “sus” ángeles, lo que en el A.T. es atributo de Dios. Aparece ya una cristología muy elaborada.

Parábola de la higuera. 13:28-32 (Mat 24:32-35; Luc 21:28-33).
Cf. Comentario a Mat 24:32-35.
28 Aprended de la higuera la parábola. Cuando sus ramas están tiernas y echan hojas, conocéis que el estío está próximo. 29 Así también vosotros, cuando veáis suceder estas cosas, entended que está próximo, a la puerta. 30 En verdad os digo que no pasará esta generación antes de que todas estas cosas sucedan. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. 32 Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre.

Exhortación a la vigilancia. 13:33-37 (Luc 21:34-36; Luc 12:35-38).
33 Estad alerta, velad, porque no sabéis cuándo será el tiempo. 34 Como el hombre que parte de viaje, al dejar su casa, encargó a sus siervos a cada uno su obra, y al portero le encargó que velase. 35 Velad, pues, vosotros, porque no sabéis cuándo vendrá el amo de la casa, si por la tarde, si a media noche, o al canto del gallo, o a la madrugada, 36 no sea que, viniendo de repente, os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad.

Los tres sinópticos traen aquí una exhortación a la “vigilancia,” dada la incertidumbre de esta hora, aunque con factura distinta.
Mc recoge el caso de un dueño que parte de viaje y deja encargados a cada uno de sus siervos de una parte de su obra. Deben estar trabajosos y alerta, en espera de la venida del señor y de esta hora de su “visita.” La formulación cuatripartita de las vigilias es la usual entonces por el influjo romano.
El final: “Lo que a vosotros digo, a todos digo: Velad,” parece tener una proyección más amplia dada por la primitiva Iglesia en orden a la parusia. Lc le da un aspecto aún más “moralizador” (Luc 21:34-36)·.

Fuente: Biblia Comentada

qué piedras, y qué edificios. Vea la nota sobre Mat 24:1. Este discípulo no identificado estaba admirando la magnificencia y belleza del templo y los edificios vecinos, tratando de estimular una respuesta similar en Jesús. Seguramente jamás había pensado en que una edificación semejante podría llegar a quedar «desierta» (cp. Mat 23:38).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

Este gran sermón de Jesús es conocido comúnmente como el Discurso del Monte de los Olivos porque Jesús lo celebró en el Monte de los Olivos, justo al E del templo, en medio del valle de Cedrón. La profecía de Jesús acerca de la cercana destrucción del templo, incitó en los discípulos una pregunta sobre el carácter de los últimos tiempos. En el resto del pasaje (vv. Mar 13:5-37) Jesús responde a su pregunta describiendo su segunda venida al final de la presente era.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

13:1 — Saliendo Jesús del templo, le dijo uno de sus discípulos: Maestro, mira qué piedras, y qué edificios – Sobre los primeros treinta versículos, véanse Matthew 24:1:34; Luc 21:1-32. Esta sección trata de la destrucción de Jerusalén, cosa que se realizó en el año 70 d. C. cuando los romanos la saquearon. No se trata el fin del mundo. Todas las señales referidas en esta sección se cumplieron dentro de la presente generación en la cual está hablando Jesús, ver. 30. (Luego la segunda venida se trata en los ver. 31-35).
Jesús sale del templo por última vez el día martes, y así termina lo que se puede llamar su ministerio personal. Había declarado a los habitantes de Jerusalén antes de salir: “vuestra casa os es dejada desierta” (Mat 23:38).
Lo que da ocasión a Jesús a presentar el discurso de los versículos 1-30 sobre la destrucción de Jerusalén y el fin de la economía judaica, es la admiración de uno de los discípulos (y de otros de ellos; véanse Mat 24:1 y Luc 21:5) de la grandeza de la construcción del templo y los edificios adjuntos. Su admiración implica algo de permanencia indefinida para esta hermosa e impresionante construcción, pues es ellos están viviendo un período de paz. Pero Jesús les va a revelar que (a unos 37 años) aquello va a ser destruido por completo.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LA CONDENACIÓN DE LA CIUDAD SANTA

Marcos 13:1, 2

Cuando estaban saliendo del recinto del Templo, uno de Sus discípulos Le dijo a Jesús:

-¡Fíjate, Maestro! ¡Qué piedras y qué edificios!
Jesús le contestó:

-¿Veis este gran edificio? ¡No se dejará ni una piedra sobre otra, sino que todas serán abatidas!

Empezamos por las profecías de Jesús acerca del destino fatal de Jerusalén. El Templo que construyó Herodes era una de las maravillas del mundo. Se empezó a construir el 20-19 a C., y en tiempos de Jesús no estaba todavía terminado del todo. Estaba en el monte Moria. En vez de allanar la cima del monte se formó una especie de amplia plataforma levantando muros de mampostería masiva para cerrar el área total. Sobre esos muros se colocó una plataforma sostenida por pilares que distribuían el peso de la superestructura. Josefo nos dice que algunas de estas piedras tenían 40 pies de longitud por 12 de altura y 18 de anchura. Serían algunas de aquellas piedras las que movieron a los discípulos galileos a tal alucinación.

La entrada del Sureste era la más impresionante del Templo. Entre la ciudad y la colina del Templo estaba el valle Tiropeón, que salvaba un puente maravilloso. Cada arco tenía 41,5 pies y se usaron en su construcción piedras que medían 24 pies de longitud. El valle Tiropeón tenía no menos de 225 pies de profundidad. La anchura de la depresión que salvaba el puente era de 354 pies, y el puente mismo tenía 50 pies de ancho. El puente conducía directamente al Pórtico Real, que consistía en una doble fila de columnas corintias, todas de 37,5 pies de altura, y cada una constaba de un bloque macizo de mármol.

Josefo escribe acerca del mismo edificio del Templo, el Lugar Santo: «Ahora bien, la fachada exterior del Templo no carecía de nada que pudiera sorprender la mirada o el pensamiento de los que la contemplaran. Estaba cubierta totalmente de planchas de oro de gran peso; y al amanecer reflejaban un esplendor como de fuego, y obligaban a los que se atrevían a mirarlo a retirar la mirada, como si se tratara de los mismos rayos del Sol. Pero este Templo. aparecía a los extraños, cuando estaban todavía a cierta distancia, como una montaña nevada; porque, por lo que se refiere a las partes que no estaban cubiertas de oro, eran totalmente blancas… De sus piedras, algunas de 45 codos de longitud, 5 de altura y 6 de anchura.» (Un codo equivalía a 45 cm., y un pie a 30).

Fue todo este esplendor lo que impresionó a los discípulos. El Templo parecía el colmo del arte y del logro humano, y parecía tan extenso y sólido que habría de durar para siempre. Pero Jesús hizo la sorprendente afirmación de que llegaría un día cuando no quedara de él piedra sobre piedra. Al cabo de menos de cincuenta años Su profecía se cumplió trágicamente.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 13

3. EL GRAN DISCURSO ESCATOLÓGICO (13,1-37).

Las disputas y discursos de Jesús en el templo han terminado. Ahora podría esperarse que ante los ojos de los lectores del Evangelio se desarrollase el drama de la pasión, al que tiende toda la exposición; cabría esperar que el capítulo 14 siguiese inmediatamente al capítulo 12. Se ha pensado que el gran discurso escatológico del cap. 13 -el discurso más largo del Evangelio de Marcos- tal vez se haya insertado sólo más tarde en unas circunstancias -después del año 70- en que la comunidad se encontraba profundamente inquieta por las cuestiones escatológicas, a causa de los acontecimientos externos -la destrucción de Jerusalén- y de los seductores de sus propias filas, los espíritus exaltados que presentaban como inminente el fin del mundo. La hipótesis es posible, aunque no se impone necesariamente. Como venimos viendo, todo el Evangelio está orientado a la comunidad y a su vida en el mundo. Una y otra vez el evangelista, mediante breves instrucciones a los discípulos, ha querido decir a la comunidad algo particularmente importante para su fe y su situación histórica. ¿Y no debía reunir también en un discurso las palabras y enseñanzas de Jesús relativas al futuro, cuando el propio Jesús había traído un mensaje eminentemente orientado al futuro escatológico? Las palabras de Jesús, que siempre había predicado a su generación coetánea en un tono apremiante y profético ¿no debía encuadrarlas el evangelista en la situación de su comunidad y aplicárselas, cuando ya la situación del mundo había cambiado? ¿Y qué lugar del Evangelio habría sido más adecuado que el final del ministerio público de Jesús, antes de que la pasión y muerte cerrase definitivamente su boca? Tal vez sea necesario ver una conexión todavía más estrecha con la pasión de Jesús: antes de que la comunidad comparta el camino de los padecimientos y muerte de su Señor, que con él y tras él debe recorrer (cf. 8,31-38), tiene que recoger y escuchar los vaticinios, exhortaciones y consuelos que su Señor le dirige, a fin de entenderse mejor a sí misma como la comunidad de Cristo y poder ser dueña de su situación. Ya antes se ha referido Marcos a la proximidad de la parusía y del reino futuro (9,1); esta proximidad de lo que llega fácilmente se prestaba a falsas interpretaciones, como proximidad temporal que suscitaba una conmoción apocalíptica, o como un vaticinio falso capaz de inducir al engaño y la desesperación. La situación que se presupone en Mc 13 no puede estar muy lejos de la que se presenta en 9,1. Si en esta instrucción secreta a los discípulos (13,3), la mirada del evangelista se dirige, con más fuerza aún que hasta ahora, a la comunidad y a su situación histórica temporal, ello explicaría la intensa elaboración redaccional del discurso. En esta forma Jesús no lo ha pronunciado; pero este proceso redaccional ¿es distinto del que venimos conociendo hasta ahora (cf. el comentario a 9,33-50; 10,1-45; 11,27-12,37), y con más claridad aún en los grandes discursos del Evangelio de Mateo? Se discute hasta qué punto se han conservado las palabras originales de Jesús y hasta dónde alcanza la intervención redaccional; los trabajos más recientes asignan al evangelista una labor importante, incluso aceptando el material apocalíptico judío. Aquí no podemos entrar en tales debates; el lector creyente, que comprende y reconoce como legítima la interpretación actualizada de la tradición de Jesús por obra de la Iglesia primitiva, no tiene por qué inquietarse al respecto. Los Evangelios han nacido de la predicación apostólica y, por su misma finalidad, deben seguir sirviendo a la predicación. La Iglesia primitiva al aplicar el mensaje de Jesús a su tiempo no hace sino responder de su fidelidad a la palabra de su Señor, que en cuanto profética sólo llena su función cuando habla a cualquier época y a un determinado círculo de oyentes. Con ello está dicho al mismo tiempo que no tenemos por qué mantenernos aferrados a la interpretación del discurso escatológico vinculada a la imagen del mundo y a las circunstancias históricas de aquel entonces, si es que queremos comprender el mensaje de Jesús para nuestro tiempo y nuestro horizonte ideológico. Intentamos, pues, entender este discurso desde el lenguaje del evangelista a su comunidad e interpretarlo para nuestro tiempo. De cara a este esfuerzo hay una observación de gran importancia: con toda su actualización a las circunstancias de aquellos tiempos, con toda la espera inminente del fin, de la parusía, condicionada por los acontecimientos históricos, en este discurso se trata de algo más que de una simple instrucción sobre lo que afecta a la comunidad, sea lo que fuere. Se trata más bien de preparar a la comunidad para el futuro y de llevarla a la postura adecuada al presente, a las virtudes escatológicas que al presente se le exigen para afrontar el futuro. En nuestro tiempo esto es precisamente de la máxima actualidad, puesto que la humanidad de hoy dirige su mirada al futuro tal vez como nunca antes lo ha hecho y se pregunta cómo podrá solucionar los problemas cada vez más angustiosos de su desarrollo. La esperanza cristiana tiene aquí una gran misión, pero que debe repensarse una vez más y protegerse de falsas posturas. Tras una lectura atenta de todo el discurso se puede reconocer claramente que no pretende ningún descubrimiento apocalíptico de acontecimientos futuros, sino que intenta dar consejos y consuelo para el momento presente. Los consejos a que se orientan los vaticinios y descripciones son: estad atentos (v. 5.9.23.33); no os angustiéis de antemano (v. 11); manteneos firmes (d. v. 13); no confiéis en falsos profetas (v. 21); velad (v. 33.35.37). Con ello se mezclan los motivos consolatorios: debe suceder según la voluntad de Dios (v. 7); el Espíritu Santo es vuestra fortaleza (v. 11); al final está la salvación (cf. v. 13); Dios ha acortado el tiempo de la tribulación (v. 20); Jesús lo ha predicho (v, 23); los elegidos serán congregados (v. 27). Estos motivos derivan en parte de la apocalíptica judía, pero tienen también su fundamento en las palabras de Jesús, sobre todo el motivo fundamental de que todo debe discurrir según el plan salvador de Dios (cf. comentario a 8,31). Hemos de meditar las ideas de Jesús, válidas para la situación actual y para la Iglesia primitiva, sin entrar en las cuestiones de detalle que tienen más bien un interés exegético histórico. Acerca de la estructura del discurso conviene observar lo siguiente: el anuncio de la destrucción de Jerusalén (v.1-2) no se encuentra aislado ni sin relación con el gran discurso inmediato. Cierto que la pregunta de los discípulos «¿Cuándo sucederá esto?» (v. 4) es imprecisa; pero la intención del evangelista es conectar ese acontecimiento histórico con la pregunta acerca de los acontecimientos finales. Probablemente la guerra judía y la destrucción de Jerusalén habían suscitado en la comunidad el interrogante sobre el «fin» y había que darle una respuesta mediante el gran discurso. El discurso propiamente dicho presenta una estructura unitaria y progresiva en los v. 5-27: acontecimientos más remotos («Mas todavía no es el fin», «esto será el comienzo del doloroso alumbramiento») v. 5-13; la gran tribulación, v. 14-23; los acontecimientos que seguirán a la gran tribulación y la llegada del Hijo del hombre, v. 23-27. Con el anuncio de la parusía el discurso ha alcanzado su punto más alto y su objetivo. Lo que sigue después son enseñanzas y exhortaciones que miran a la esperada parusía: la parábola de la higuera, v. 28-29; vaticinios sobre el tiempo preciso, v. 30-32; exhortación a la vigilancia con la parábola del portero, v. 33-37. Justamente en esta disposición que obedece a un plan y en su concepción unitaria es donde se pone de manifiesto el propósito del evangelista de cara a la comunidad. Es curioso, sin embargo, que no se hable de la destrucción del mundo, de la resurrección de los muertos y ni siquiera del juicio final. El tema propiamente dicho es la parusía, la venida del Señor. Por ello, podemos designar también esta página como el «discurso de la parusía», que intenta responder a las cuestiones de la comunidad en el Espíritu de Jesús y sobre el fundamento de su predicación escatológica.

a) Vaticinio sobre la destrucción del templo (Mc/13/01-02).

1 Mientras iba saliendo él del templo, le dice uno de sus discípulos: «Maestro, mira qué piedras y qué construcciones.» 2 Y Jesús le contestó: «¿Ves esas grandes construcciones? Pues no quedará piedra sobre piedra que no sea demolida.»

Como de costumbre, Marcos enlaza el discurso con una situación determinada, que aquí es la destrucción del templo. Ya anotamos su interés por presentar los últimos discursos de Jesús en la mayor conexión posible con el templo; por ello se descubre también aquí su mano. Un discípulo innominado muestra su admiración por las magníficas construcciones del templo; pero Jesús le responde con una profecía inequívoca acerca de su destrucción. El de entonces, llamado templo de Herodes, era realmente un edificio suntuoso. Después de la destrucción (586 a.C.) del templo primero, construido por Salomón, al volver el pueblo de su cautiverio de Babilonia a las órdenes de Zorobabel se había construido otro durante los años 520-515, que no alcanzaba ni con mucho el esplendor del primero (cf. Esd 5-6). Sólo el rey Herodes I consiguió levantar un santuario grandioso y de extraordinaria belleza. En torno al núcleo del viejo templo se estableció una especie de «grandioso caparazón», por emplear la expresión del historiador judío Flavio Josefo. Surgió una segunda galería, el frontis del vestíbulo hasta una altura y anchura de 100 codos y se elevaron también las estructuras del templo propiamente dicho. En su ornamentación se emplearon el alabastro, el mármol y el oro en abundancia. Estas obras se prolongaron durante varias décadas (cf. Jua 2:20, que habla de 46 años) y sólo terminaron definitivamente poco antes de la guerra judía. En el Talmud está escrito: «Quien no ha visto el santuario en su construcción, no ha visto jamás un edificio suntuoso» (Sukka 51b). Este templo magnífico, del que los judíos se sentían orgullosos, a pesar de su antipatía hacia Herodes I y sus sucesores, iba a ser destruido según palabras de Jesús. En la exégesis se discute hasta hoy si se trata de una profecía de Jesús, es decir, de una verdadera predicción, o más bien de un vaticinium ex eventu, de una exposición después del suceso. En contra de esto último habla el hecho de que la destrucción no se presente como un incendio, según aconteció de hecho. Por otra parte, el tenor actual del texto lleva la marca de la redacción de Marcos. Podemos incluso señalar con precisión la fuente de esta formulación: la ya mencionada sentencia sobre el templo, de 14,58. La existencia de tal afirmación en boca de Jesús no hay por qué ponerla en duda. Por lo demás esa sentencia es doble: habla de la destrucción -en el texto griego, se usa el mismo verbo que en 13,2: «demolido»- y de la reconstrucción de otro templo, del templo espiritual de la comunidad. Podemos admitir tranquilamente que Marcos haya formado este vaticinio sobre la pauta de aquellas palabras relativas al templo; pero esto confirma que Jesús ha hablado de algún modo de la demolición y reconstrucción del templo jerosolimitano. Esta opinión confirma su carácter profético; pues, tampoco los profetas han presentado jamás los acontecimientos futuros de una forma tan concreta y detallada como han sucedido realmente, sino sólo mediante sugerencias y rasgos típicos. Jesús se mueve, pues, en la tradición profética, ya que mucho tiempo antes también los profetas habían vaticinado la caída del templo (de Salomón); por ejemplo Miq 3:12; Jer 26:6.18. Asimismo, algunos videntes judíos habían anunciado la destrucción del templo herodiano antes de que ocurriese. Según el relato de Flavio Josefo, cuatro años antes de estallar la guerra judía, se presentó en la fiesta de los tabernáculos un cierto Jesús, hijo de Ananías, y empezó repentinamente a lanzar una lamentación sobre Jerusalén y sobre el templo (Guerra judía VI, § 300S). Apenas es posible que Jesús haya hablado en público de un modo tan claro; pues sin duda se habría atraído el furor y la persecución del pueblo, como aquellos profetas tardíos. Sin embargo, una alusión al destino que amenaza a Jerusalén se encuentra ya de un modo oscuro en las palabras procedentes de los logia (Luc 13:34s; Mat 23:37s). Los evangelistas, y especialmente Lucas, han aclarado la profecía de Jesús después de su cumplimiento (cf. Luc 19:41-44; Luc 21:24). Es posible que también Marcos haya tenido en cuenta el acontecimiento; así se explicarían mejor las dificultades y cuestiones que suscitaba en la comunidad así como la respuesta intencionada mediante el inmediato discurso. La catástrofe de Jerusalén y del templo, que a los contemporáneos les parecía como un terrible juicio de Dios, suscitó en la comunidad cristiana la cuestión de si no sería el comienzo del final, y los apocalípticos exaltados sembraban la inquietud en la comunidad. Marcos se ha opuesto a esas consignas engañosas, aun cuando personalmente estuviese persuadido de que la parusía no se encontraba en un futuro lejano. Pero sabía también que Jesús no había señalado ningún término preciso, sino que sólo había querido exhortar a la vigilancia y preparación constante. El acontecimiento histórico es siempre oscuro y polivalente; la fe ha de escuchar siempre la voz de Dios en medio de los acontecimientos temporales, pero no ha de arriesgar respuestas categóricas a la pregunta de qué es lo que Dios persigue con ellos. De ahí que las explicaciones cristianas posteriores de la catástrofe de Jerusalén y del templo, en el sentido de que el pueblo judío había sido rechazado para siempre y dispersado por todo el mundo, sean interpretaciones que no están justificadas, son peligrosas; más aún, en contra de la fe cristiana y del Espíritu de Jesús, han aportado su carga de lágrimas y culpa a las horribles persecuciones de los judíos. La palabra y profecía de Jesús invitan más bien constantemente a la propia reflexión y a escuchar siempre la voz de Dios en los acontecimientos históricos que hoy vivimos.

b) Comienzo de las tribulaciones (Mc/13/03-13).

3 Y mientras él estaba sentado en el monte de los Olivos, enfrente del templo, le preguntaban a solas Pedro, Santiago, Juan y Andrés: 4 «Dinos: ¿Cuándo sucederán estas cosas, y cuál será la señal de que todas están a punto de cumplirse?»

5 Jesús entonces comenzó a decirles: «Mirad que nadie os engañe. 6 Muchos vendrán amparándose en mi nombre, y dirán: «Soy yo», y engañarán a muchos. 7 Pero, cuando oigáis fragores de guerras y noticias de guerras, no os alarméis. Eso tiene que suceder, pero todavía no es el fin. 8 Efectivamente, se levantará nación contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambres. Eso será comienzo del doloroso alumbramiento. 9 »Pero vosotros estad sobre aviso: Os entregarán a los tribunales del sanedrín, seréis azotados en las sinagogas, y tendréis que comparecer ante gobernadores y reyes, por mi causa, para dar testimonio ante ellos. 10 Pero primero, el Evangelio tiene que ser predicado a todos los pueblos. 11 Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de antemano de lo que habéis de decir, sino que aquello que se os dé en aquel momento, eso diréis. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu Santo. 12 Y entregará a la muerte el hermano al hermano, y el padre al hijo, y los hijos se levantarán contra sus padres y les darán muerte; 13 y seréis odiados por todos a causa de mi nombre. Pero quien se mantenga firme hasta el final, éste se salvará.

La escena que sirve de introducción al gran discurso de la parusía está estrechamente ligada a las palabras sobre la destrucción del templo; pues, para el evangelista tiene interés advertir que Jesús estaba sentado en el monte de los Olivos «enfrente del templo», es decir, mirando sus grandiosas construcciones, y que allí fue donde le preguntaron los discípulos. Se trata, desde luego, de una de las panorámicas más bellas del templo; también Lucas había presentado a Jesús, cuando la entrada en Jerusalén, contemplando la ciudad desde allí y llorando sobre ella (19,41). El grupo de los cuatro discípulos -las dos parejas de hermanos que fueron llamados los primeros (cf. 1,16-20), aunque aquí en otro orden: en primer término los tres preferidos y después Andrés (5,37; 9,2)- representa a todos los discípulos. El hecho de que sólo se nombre a estos cuatro se debe seguramente al propósito de llamar la atención sobre el carácter esotérico, secreto e íntimo de esta instrucción. Con ello la comunidad debe darse cuenta de que recibe unas enseñanzas destinadas no a su predicación misionera sino a su propia comprensión y a su propia vida interna. También la doble pregunta de los discípulos está formulada según el planteamiento del problema que se hace la comunidad. El acontecimiento sobre el que interrogan se ha dejado intencionadamente en un terreno impreciso: «estas cosas», «todas (estas cosas).» Por el contexto la primera pregunta se refiere al momento de la destrucción del templo; pero en la segunda se amplía la panorámica y también la expresión «están a punto de cumplirse» apunta a los sucesos escatológicos. El acoplamiento, sin embargo, de las dos preguntas induce a pensar que se intenta una relación entre la destrucción del templo y la consumación escatológica. Si se pregunta por la «señal» de que «todas (estas cosas)» deben «cumplirse», puede muy bien expresarse la expectación de que la destrucción del templo sea esa «señal», pero justamente como un problema: ¿Es correcta esa expectación o existe alguna otra «señal»? La repetición de «estas cosas» y «todas estas cosas» vuelve a darse en los v. 29 y 30. Según el v. 29 podemos «darnos cuenta» de que la parusía -o el Cristo de la parusía- «está cerca, a las puertas», y según el v. 30 no pasará «esta generación» sin que se haya cumplido «todas estas cosas». Desde su punto de vista, el evangelista debió atribuir a la destrucción del templo, y respectivamente a la misteriosa «abominación de la desolación» del v. 14, un carácter cierto de «señal». Sobre el problema de la «señal» es necesaria una reflexión teológica. En otros pasajes de la predicación de Jesús no se da ninguna señal determinada para conocer el final escatológico, ni siquiera en 9,1. Por el contrario, según Luc 17:20, Jesús rechaza que el reino de Dios llegue «aparatosamente»; como en Mar 13:32 niega que alguien sepa «el día aquél o la hora». Esto responde también a todo el tipo de su predicación, que alude proféticamente a la proximidad de lo que llega, pero dejándolo al conocimiento y disposición de Dios (cf. también 10,40). Pero en la apocalíptica judía se han buscado de hecho determinados signos del fin del mundo, se ha señalado época y se han marcado términos. Así, en 4Esd 6:7, el vidente apocalíptico pregunta: «¿Cómo será la división de los tiempos? ¿Cuándo es el final del primero y el comienzo del segundo?»; y en el v. 11s pide a Dios: «Si he hallado gracia delante de tus ojos, muestra a tu siervo el final de tus señales» (cf. 9,1-6). Presupuesto indispensable para ello es la idea de que el plan universal de Dios está regulado desde el comienzo hasta en sus menores detalles con todas las señales y acontecimientos; de suyo, este plan está oculto a los hombres, pero se «desvela» a algunos sabios o videntes elegidos, que son precisamente los apocalípticos. El cristianismo primitivo no permaneció insensible a tales ideas, y hasta nuestro evangelista parece estar influido por ellas. Pero, frente a la expectación y cálculos falsos que ponían en conexión directa la ruina de Jerusalén con el fin universal, ha alzado su voz, obligado por las palabras y el espíritu de Jesús. Así, en el planteamiento de la cuestión y en varias otras imágenes el discurso revela la penetración de numerosos rasgos de la ideología de su tiempo; pero, leído con mayor detenimiento, se advierte que conserva la postura de Jesús, que se mantuvo ajeno a esta forma de pensar humana y apocalíptica. Quien saca del discurso «señales» apocalípticas, es decir, datos históricos que permiten señalar el fin, cae en una forma de pensar ya superada o en una nueva exaltación, como ocurre en numerosas sectas. El discurso de Jesús empieza con la enumeración de las cosas que deben suceder, pero no indican todavía el fin. Como puntos de articulación destacan los dos imperativos: «Mirad que nadie os engañe» (v. 5) y «¡Estad sobre aviso!» (v. 9). Surgirán seductores que se presentarán a sí mismos como los portadores de la salvación escatológica, como el Cristo de la parusía. Hasta qué punto destacaban estas gentes en la comunidad o al margen de la misma, no lo podemos decir; sin embargo la advertencia a guardarse de los falsos «cristos» y de los falsos profetas vuelve a aparecer con una descripción más exacta de su presentación (v. 21s) y unida al motivo de «estad sobre aviso; os lo he predicho todo» (v. 23). Esto suena como una reanudación del discurso y como cierre de la advertencia introductoria. De todo lo cual puede deducirse perfectamente que la comunidad había vivido la experiencia de tales gentes. El anuncio de guerras cerca y lejos, de terremotos en diversos lugares y de epidemias de hambre pertenece a la descripción de la tribulación futura. Son rasgos típicos y tradicionales que se encuentran ya en los antiguos profetas (por ejemplo, Isa 13:13; Isa 14:30; Isa 24:18 ss; Eze 5:12) y en los escritos apocalípticos (lHenoc 1,6; 4Esd 13:30 ss), y que después fueron adoptados por el Apocalipsis cristiano de Juan (Esd 6:8; Esd 11:13; Esd 16:18), La descripción va unida a un motivo que deriva de Dan 2:28 : es necesario -según el plan de Dios- que sucedan estas cosas (cf. también Rev 1:1). La expresión «doloroso alumbramiento» procede asimismo de la apocalíptica. La imagen de la mujer con dolores de parto se encuentra a menudo en el Antiguo Testamento (Ose 13:13; Jer 6:24; Jer 22:23, etc.) y en el Apocalipsis de Isaías había alcanzado un significado escatológico: «Como la que concibió da gritos, acongojada con los dolores del parto que se acerca, tales somos nosotros delante de ti, Señor» (Isa 26:17, y de modo parecido Isa 66:7 ss). En el libro de Henoc (Isa 62:4) se describe con esta expresión el dolor de los poderosos de la tierra delante del trono del Hijo del hombre, y en un cántico de Qumrán (Isa 3:7-12) la tribulación del autor y tal vez también de la comunidad. En los rabinos «el doloroso alumbramiento del Mesías» es una expresión fuerte para indicar el tiempo último y malo. Para Marcos estos «dolores» tienen un significado parecido a la gran «tribulación» de que se habla en el v. 19 (cf. v. 24); pero las cosas aquí mencionadas son sólo «el comienzo», que sin embargo obliga a prestar atención. Más importante aún es el estar sobre aviso. Con esta exhortación (v. 9) se introduce una nueva descripción, que presupone las circunstancias históricas judías y que afectan directamente a los discípulos. Se les entregará a los tribunales del sanedrín, que tenían también el derecho a imponer el castigo de la flagelación. Aunque también los arrastrarán a los tribunales de los gobernadores romanos y de los «reyes», es decir, los príncipes vasallos de los romanos, por causa de Jesús. El «para dar testimonio ante ellos», no hay por qué relacionarlo con el testimonio de la fe ante quienes presiden los tribunales (cf. Mat 10:18), sino que también puede significar: en testimonio contra ellos delante del tribunal divino (cf. 6,11). Pero, como transición al v. 10, aquí da la impresión que se piensa sobre todo en que su confesión sirva a la predicación del Evangelio. En el v. 10 se amplia el panorama: antes debe anunciarse el Evangelio a todos los pueblos. Esto responde a la postura universalista del autor, que entiende la comunidad como «casa de oración para todos los pueblos» (11,17), y a su idea de que el Evangelio debe ser proclamado en todo el mundo (d. 14,9). Lo de «primero», como los giros «pero todavía no es el fin» (v. 7) y «eso será el comienzo del doloroso alumbramiento» (v. 8), constituye un elemento retardante en la descripción, aunque no elimina la expectación de algo próximo, pues el evangelista sólo conoce el mundo del imperio romano. En el v. 11, que cierra el cuadro judicial iniciado en el v. 9, ha entrado un motivo de consolación que alude a la presencia del Espíritu Santo. En realidad no serán los discípulos quienes hablen, sino el Espíritu Santo que aquí aparece en una función puesta también de relieve en las sentencias joánicas sobre el Paráclito: protector y defensor en el juicio (cf. Jua 16:8-11). De ese Paráclito ha hablado mucho el judaísmo, sobre todo con la vista puesta en el juicio divino. En la tradición sinóptica éste es un pasaje único, con palabras que no pueden denegarse a Jesús si ha pensado en las persecuciones de sus discípulos. En nosotros produce una certeza que deriva de la confianza absoluta de Jesús en Dios y que se ilumina con las sentencias sobre la fe que traslada montañas y con la oración que está segura de ser escuchada (Jua 11:23s). Son palabras de permanente vigencia para las persecuciones, y cuya verdad han experimentado innumerables confesores de la fe cristiana. Introducidos por la palabra nexo «entregar», siguen aún otros cuadros en que hasta los familiares más íntimos se entregan mutuamente a los tribunales y a la muerte. Si esto quiere decir que los discípulos serán odiados por todos a causa del nombre de Jesús, muestra claramente que se trata de traiciones y odios por motivos de fe. El desmembramiento de las familias, la lucha de todos contra todos, la disolución de todo orden, son cosas que pertenecen a las pavorosas descripciones apocalípticas. «Y los hijos se levantarán contra sus padres» parece referirse a Miq 7:6; pasaje que late también en el fondo de la antigua sentencia de Luc 12:52s. La imaginería apocalíptica ha entrado en la tradición de las persecuciones adquiriendo así un nuevo sentido, un nuevo valor. En las persecuciones increíbles que los discípulos de Jesús habrán de padecer hasta en el seno mismo de sus familias, se anuncia un oscuro acontecer, permitido por Dios, que caracteriza como mala la presente era del mundo, pero que señala a los discípulos de Cristo el camino de la cruz de su Señor. El odio se ceba en ellos como en su Señor (cf. Jn l5,l9s), y la hipérbole de que serán odiados «por todos» subraya la tenebrosa situación del mundo. No obstante la sección más trágica se mezcla con una palabra de consuelo. La exhortación a «mantenerse firmes» se encuentra frecuentemente en los apocalipsis; ya en Dan 12:12 se dice: «¡Bienaventurado el que se mantenga firme…!» Por lo demás, en los escritos judíos se piensa aguantar y sobrevivir a los tiempos calamitosos; así, en 4Esd 6:25, se dice casi literalmente lo mismo que en nuestro pasaje: «Pero quien escape a todo lo que te he predicho, se salvará y verá mi salvación.» Esta es la mentalidad apocalíptica: Dios salva a los elegidos a través de las tribulaciones. En Marcos la palabra tiene otro sentido: Quien se mantenga firme hasta el final -que aquí quiere decir: quien conserve la fidelidad hasta el martirio y la muerte-, ése obtendrá la salvación. Lucas ha interpretado así la sentencia: «A fuerza de constancia poseeréis vuestras vidas» (Esd 21:19). Es la misma idea que se encuentra en el pasaje sobre el perder y salvar la vida (Mar 8:35). Los cristianos no quieren sobrevivir físicamente, sino mantenerse interiormente firmes, aunque ello les cueste la vida. «Constancia», firmeza o paciencia, como solemos traducir de forma deficiente la palabra griega, es una clara postura cristiana, una virtud escatológica que también se nos exige en la literatura epistolar, especialmente la paulina (Rom 5:3s; Rom 8:25, etc.) para nuestra existencia actual en el mundo.

c) La gran tribulación (Mc/13/14-23).

14 »Cuando veáis que la abominación de la desolación ha sido instalada donde no debe -entiéndalo bien el que lee-, entonces, los que estén en Judea huyan a los montes, 15 y el que esté en el tejado no baje ni entre a recoger cosa alguna de su casa, 16 y el que vaya por el campo, no vuelva hacia atrás para recoger su manto. 17 ¡Ay de las que estén encintas y de las que estén criando en aquellos días! 18 Rogad para que eso no sea en invierno. 19 Porque serán aquellos días una tribulación, como no la ha habido semejante desde el principio de la creación que Dios creó hasta ahora, ni la habrá. 20 Y si el Señor no abreviara aquellos días, nadie se salvaría; pero, en atención a los elegidos que él eligió para sí, abrevió esos días.

21 »Y entonces, si alguien os dice: «Mira aquí al Cristo» o «Míralo allí», no lo creáis; 22 pues surgirán falsos cristos y falsos profetas que harán señales y prodigios, para engañar, si fuera posible, a los elegidos. 23 Pero vosotros estad sobre aviso; de antemano os lo he dicho todo.

En la descripción de lo que incumbe a la comunidad, se abre ahora claramente un nuevo período que, por la expresión que se encuentra en el v. 19, bien podemos designar como la gran tribulación. Esta sección resulta difícil de entender, tanto en conjunto como en sus distintos pormenores, y las exposiciones de los exegetas difieren hasta hoy notablemente. Una vieja concepción, según la cual en cada una de las distintas partes del discurso de la parusía se mezclarían las descripciones históricas con las escatológicas a través de la perspectiva profética de Jesús, en que todo confluye y se interfiere, puede darse hoy por superada. Cabe reconocer con bastante claridad una descripción progresiva y coherente. De ahí que hoy se enfrenten en líneas generales una interpretación histórica y otra escatológica de nuestra sección. El problema central lo constituye la enigmática expresión «la abominación de la desolación», tomada del libro de Daniel, y que se puede traducir de un modo más claro como la abominación que es causa de desolación. ¿Se trata de una realidad escatológica, por ejemplo de la figura del Anticristo, como admiten muchos intérpretes, o se piensa en algún suceso de la guerra judía, como la conquista de Jerusalén o la destrucción del templo? Hay que tener en cuenta que, según la construcción griega, se piensa en una ser masculino. Las interpretaciones históricas tienen el defecto de que difícilmente, si es que lo consiguen, pueden señalar algún personaje determinado al que convengan tales atribuciones. Por otra parte, el cuadro inmediato que habla expresamente de los montes de Judea y tiene en perspectiva las condiciones de vida palestinenses, parece estar a favor de una interpretación histórica. Por lo demás, también la hipótesis del Anticristo tropieza con graves dificultades. En los Evangelios sólo en este pasaje se alude a esta figura de la expectación escatológica cristiana. Una descripción personificada del Anticristo sólo se encuentra en forma expresa en /2Ts/02/03-10 («el hombre de la impiedad»). Más importante aún es la observación de que el Anticristo ocupa aquí el primer plano antes de tiempo, pues se habla después de los falsos cristos y los falsos profetas. Según 2Te 2:8, el Anticristo será vencido y eliminado directamente por el Señor, por el Cristo de la parusía. De adoptar la interpretación escatológica, la exposición sería una vista panorámica del futuro, del tiempo inmediatamente anterior al final, que aquí se nos daría con los medios tradicionales en el género apocalíptico. Mas, si nos decidimos -siguiendo el análisis que goza de mayor aceptación en la actualidad- por la interpretación histórica de la sección y entendemos la destrucción del templo como un suceso ya ocurrido, la sección adquiere también un sentido adecuado dentro de todo el discurso: con la forma estilística del vaticinio y empleando el lenguaje apocalíptico habitual, se expone ante los ojos de los cristianos el terrible acontecimiento; pero también se les dice que no deben seguir las consignas de los falsos profetas (v. 21s). Jesús se lo ha dicho todo de antemano (v. 23); pero no ha dado a entender que la parusía llegue inmediatamente después. Hasta el v. 24 no se dirige la mirada de un modo concreto hacia el futuro; mas, de acuerdo con la espera inmediata (de la que también participaba Marcos), para quienes la destrucción del templo -la abominación que es causa de desolación- era también una señal de alerta, un signo cierto, se dice después de una forma genérica: «Pero en aquellos días, después de aquella tribulación…» La parusía, pues, no tiene por qué seguir inmediatamente, aun cuando el evangelista no la vea demasiado lejana. Esta interpretación cuenta con muchos argumentos a su favor. Sólo que resulta dudosa la pretendida función que aquí habría desempeñado una «hoja volante apocalíptica», aparecida ya antes; que de nuevo habría entrado en circulación hacia el año 70 d.C., y de la que habrían abusado algunos cristianos exaltados. Semejante fenómeno moderno no está atestiguado en la antigüedad. La descripción típica, contenida en los v. 14c-20, que sin duda utiliza un documento anterior, hay que explicarla de otro modo. Con esta u otra exposición, la sección tiene para los lectores cristianos su importancia, que para nuestra situación histórica es sin duda distinta que para la comunidad cristiana que vivió sobresaltada la guerra judía. Los consejos sobre la huida y las imágenes que en ellos se emplean hoy apenas nos dicen nada… ¿dónde se podría huir hoy ante la amenaza de una catástrofe? Tampoco las imágenes terroríficas que aquí se utilizan, y que están tomadas de las representaciones apocalípticas de aquel tiempo, nos dicen mucho más. Para nosotros la imagen realmente apropiada sería la explosión de una bomba atómica. Permanece sin embargo la conciencia de que en la historia existen fuerzas maléficas y que la humanidad está amenazada por una potencia del mal, a la que debe hacer frente la fe. ¿Qué significa el mal en la historia de la humanidad? ¿ Qué lugar ocupa la infelicidad en la historia de la salvación que la fe tiene por cierta? ¿Qué uso debemos hacer nosotros de la estrecha visión de los cristianos primitivos sobre el tiempo que se prolongaba y sobre las catástrofes que se iban multiplicando? En esta dirección vamos a intentar leer el texto y sacarle provecho. El giro «la abominación de la desolación» se encuentra en tres pasajes del libro de Daniel (9,27; 11,31; 12,11), en todos los cuales se refiere a la erección del altar de Zeus en el templo de Jerusalén por obra de Antíoco Epífanes el año 168 a.C. «Abominación» designa en el Antiguo Testamento un ídolo y después cualquier horror pagano. La «desolación» se entiende en Dan 12:11 de la profanación del templo; pero, según Dan 9:26s, puede también incluir la destrucción de la ciudad: «Y un pueblo con su caudillo vendrá, y destruirá la ciudad y el santuario.» Ahora bien, una de las características de la ideología apocalíptica es la renovada interpretación de los textos y constante aplicación a nuevas situaciones. Lo que ocurrió una vez se convierte en anuncio de nuevos sucesos futuros. El año 40 d.C. quiso el emperador Calígula erigir una estatua suya en el templo de Jerusalén; pero no pudo lograrlo. Es posible que con todo ello volvieran a recordarse los textos del libro de Daniel; pero la ocasión también pudo ser alguna circunstancia posterior, por ejemplo después de estallar la guerra judía. No hay por qué excluir la posibilidad de que los profetas cristianos pintasen un cuadro aleccionador con colores apocalípticos, que entroncaba con aquellos antiguos textos y que aconsejaba la huida. Por lo demás, no hay por qué relacionar la huida de la comunidad cristiana a Pela, en la ribera oriental del Jordán, testificada históricamente (EUSEBIO, Historia de la lglesia III, 5,2s) con la que aquí se aconseja hacia los montes de Judea. El evangelista ha debido utilizar alguna descripción apocalíptica y profética que llamaría la atención sobre un profanador del santuario («instalada donde no debe»). La advertencia: «Entiéndalo bien el que lea», podría proceder de él mismo, y en el caso de que tanto él como sus lectores tuviesen ante los ojos la destrucción de Jerusalén y del templo, podría desembocar en este sentido: «Comprendedlo bien: la profecía ya se ha cumplido.» Para él, el desolador sería el romano, y concretamente tal vez el conquistador Tito. Pero no tenemos plena seguridad de ello. La invitación a huir a los montes es otro motivo antiguo. Al estallar las luchas religiosas bajo el rey Antíoco IV, los Macabeos en unión de los judíos fieles a la ley huyeron a los montes (1Ma 2:28), a fin de concentrarse allí para la lucha. En el documento del que Marcos se sirvió la imagen de la huida sólo debía subrayar la gran tribulación. Tal vez no haya que dar demasiada importancia a la mención de «los que estén en Judea»; Judea era una región montañosa, y los montes se mencionan como el lugar de refugio que en ese trance se desea y necesita de forma apremiante. El apremio de la huida y lo terrible de la situación se ponen de relieve en otras dos imágenes que se explican por las circunstancias de Palestina. El que esté sobre el tejado -un tejado plano en el que podía estar cómodamente-, ya no debe bajar, sino que si la casa está en la ladera de un monte huir inmediatamente de allí sin entrar en la casa para tomar nada. Cualquier demora puede costar la vida. Quien está en el campo, que no regrese a casa para recoger algo tan imprescindible en las frías noches de Palestina como un manto o sobretodo. Se profiere una lamentación, un «¡ay!», por las mujeres embarazadas y las que amamantan, que se ven estorbadas por su mismo estado o por la preocupación del lactante. Finalmente, hay que rogar para que la huida no ocurra en invierno, cuando los torrentes se desbordan y dificultan la marcha. Todas estas indicaciones no hay que tomarlas al pie de la letra, sino como imágenes que describen la situación angustiosa, y como giros que ya estaban acuñados. Así, con el consejo de no volver atrás se ha podido pensar en la huida de Lot de la ciudad de Sodoma (cf. Gen 19:17). Las exclamaciones de dolor pertenecen al estilo apocaliptico -y a menudo se encuentran en nuestro Apocalipsis- y la invitación a orar evidencia el desvalimiento del hombre en tales circunstancias. El sentido de toda esta explicación queda todavía más claro con la mención inmediata de la gran tribulación. Por su tenor literal enlaza directamente con Dan 12.1, y de allí se ha introducido en los escritos apocalípticos la idea de una época increíblemente terrible, que precederá al fin. Idea que viene expuesta siempre bajo nuevas imágenes, con catástrofes, guerras, epidemias, fenómenos extraordinarios de la naturaleza… Es sorprendente la frase «como no…, ni la habrá»; pues en Dan 12:1 sólo se contempla el pasado. Tal vez sea un añadido de Marcos que entiende la tribulación como un preliminar de la parusía (cf. v. 24). Con estas palabras seguramente que se sobrevaloran las penalidades de la guerra judía; pero si se trataba de una profecía, bien se podía describir la realidad recurriendo de un modo consciente a los rasgos apocalípticos. También la frase siguiente sirve sólo para subrayar la indecible angustia. Pues, el abreviar el tiempo es también un motivo típicamente apocalíptico: «EI mundo corre con fuerza hacia el fin» (4Esd 4:26); «por ello vienen días en que los tiempos corren más deprisa que los anteriores» (Apocalipsis de Bar 20:1). La idea de que Dios ha abreviado el tiempo «en atención a los elegidos» cabe también encontrarla en los escritos apocalípticos: «Pero él prueba a aquéllos de tu linaje que le han adorado, en la hora duodécima del fin, a fin de abreviar la era de la impiedad» (Apocalipsis de Abraham 29,13). En un midrash judío se dice que los antiguos vaticinios deben cumplirse, pero que pueden reducirse a un tiempo más breve (Cantar de Ios Cantares, Rabba 2,8). Todas estas imágenes y representaciones se ha apropiado Marcos del mismo modo que lo hizo el vidente del Apocalipsis, quien ofrece unos cuadros mucho más detallados. Podemos y debemos considerarlas caducas para nuestra visión del mundo; pero la idea esencial que Marcos ha querido reflejar con ellas, a saber, lo tenebroso y amenazador que late en la historia y que es un signum de este mundo, esa idea sigue vigente. Tampoco la invitación a la huida hay que tomarla literalmente; ello equivaldría a invalidar la exhortación anterior a mantenerse firme (v. 13); pero con la imagen de la huida se nos quiere decir algo distinto: vigilancia y prontitud para actuar. Una actitud vigilante y critica es necesaria porque los falsos profetas aparecerán (v. 21 s). A las penalidades exteriores se suma la angustia interior de las consignas engañosas y de las acciones seductoras. Pues, esos falsos cristos y falsos profetas harán «señales y prodigios» para extraviar a los mismos elegidos de Dios. Detrás de esta advertencia se encuentran sin duda ciertos sucesos históricos del tiempo del evangelista. Las expresiones: «Mira aquí al Cristo» o «Míralo allí», señalan con el dedo a los cristianos exaltados que daban la parusía por cosa hecha. Algo parecido se encuentra también en los logia, pues Mateo agrega una palabra aún más clara: «Si os dicen pues: «Mirad que está en el desierto», no salgáis; «Mirad que está en la habitación secreta», no lo creáis» (/Mt/24/26); y en Lucas las mismas palabras se escuchan en otro contexto (/Lc/17/21). La realización de signos y prodigios pertenece de igual modo a la imagen de los falsos profetas (cf. ya Deu 13:2-4). Por Mat 7:22 se puede deducir que en la Iglesia primitiva surgieron de hecho tales gentes con obras prodigiosas. Aquí, por tanto, puede descubrirse un propósito histórico temporal de Marcos; mas para la historia posterior de la Iglesia la amonestación sigue vigente: «Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces» (Mat 7:15). La advertencia final demuestra que para los cristianos la perplejidad, la inseguridad interna, la debilidad de la fe son todavía más peligrosas que las necesidades y persecuciones externas. Las palabras de Jesús: «De antemano os lo he dicho todo», tienen en este contexto el sentido concreto de privar de su carácter de confusión y seducción a los fenómenos de entonces; pero conservan su fuerza tonificante, porque las falsas consignas y los rumores peligrosos siempre pueden turbar la mirada de la fe. También lo crepuscular pertenece al mundo histórico, que en su desarrollo se ve acompañado por la fuerza funesta del mal, pero sin que jamás pueda escapar a la voluntad y al plan salvador de Dios.

d) La parusía del Hijo del hombre (Mc/13/24-27).

24 »Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, el sol se obscurecerá y la luna no dará su brillo, 25 las estrellas irán cayendo del cielo, y las potestades dei cielo serán sacudidas. 26 Entonces verán al Hijo del hombre venir entre nubes con gran poderío y majestad. 27 Y entonces él enviará a los ángeles y reunirá a sus escogidos desde los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.

La exposición se acerca a su punto más alto: después de la gran tribulación seguirá la parusía del Hijo del hombre. Esta afirmación suena tan sencilla como cargada está de problemas. Ya hemos visto que Marcos compartía, en cierto modo, esa expectación de algo próximo, pues de lo contrario no habría conectado tan estrechamente las secciones. Pero con la indicación imprecisa de «en aquellos días» introduce un tiempo intermedio, porque es consciente de la incerteza del término (cf. v. 32). Es significativo que no emplee aquí su palabra preferida -hasta 42 veces la usa- de «en seguida». Así pues, desde nuestra posición histórica podemos emplear «aquellos días», como ya lo hizo Lucas, para quien antes deben cumplirse «los tiempos de las naciones» (21,24). Pero además hay que preguntarse si el «fin» por excelencia se señalará y será introducido por una tribulación increíble. Eso es lo que pretendería sancionar la «teoría de la catástrofe»: la historia humana está condenada al fracaso; mas cuando todo se haya enmarañado, Dios intervendrá para convertirlo todo en bien. Esta consecuencia no se sigue necesariamente de la exposición, porque en ella sólo se adopta un esquema apocalíptico. La idea de una nueva creación, expresada en otros pasajes (cf. Hec 3:20s; Mat 19:28; Rev 21:1.5) deja espacio a la hipótesis de que Dios no reniega de su creación (cf. Rev 4:11) y que permite a las facultades humanas un desarrollo en la historia, hasta que al final realice la consumación. De la sección precedente nos parece que la única conclusión segura es el reconocimiento de que hemos de contar en la historia también con el poder del mal. Acerca del proceso histórico y del fin de nuestro mundo histórico la revelación no quiere darnos ningún dato concreto. Por nuestra parte, desde luego que podemos y debemos esforzarnos por planear el futuro y agotar todas las posibilidades en orden a la mejora de las estructuras sociales y del bienestar de la humanidad. Sólo el futuro último, la consumación de la creación, se los ha reservado Dios en exclusiva. Esta perspectiva no se verá puesta en entredicho por la exposición que sigue. Lo que aquí se describe no es la destrucción del mundo, sino una escena cósmica que llama la atención sobre la parusía según las concepciones de entonces. El sol, la luna y las estrellas vienen nombrados con la misma simplicidad que en el relato de la creación. Pero ahora dejan ya de prestar sus servicios: el sol se obscurece, la luna deja de alumbrar y las estrellas caen del cielo: afirmaciones que se escuchan ya en el Antiguo Testamento (Isa 13:10; Isa 34:4). Allí pintan ios juicios punitivos antes del «día del Señor», pero todavía no apuntan a un futuro metahistórico ni al fin del mundo. En los apocalipsis tardíos se anuncia la disolución del orden cósmico siempre en relación con el paso del eón presente al eón futuro, ampliándose el cuadro del caos con otros rasgos. El sol brilla por la noche y la luna por el día, los árboles destilan sangre, las piedras gritan… (4Esd 5:4 ss). Se trata de recursos estilísticos para describir lo extraordinario y pavoroso de aquel tiempo. Con las «potestades del cielo» se indican siempre los astros que pasaban por ser las fuerzas del orden cósmico; su perfecto ordenamiento empezará a ceder, «serán sacudidas» (cf. Heb 12:26s). Tales imágenes no se califican como juicios punitivos; únicamente preparan el gran acontecimiento al que tiende la exposición. «Entonces» aparece el acontecimiento esperado: «Verán al Hijo del hombre venir entre nubes… » (Mateo: «sobre las nubes») Esas nubes con las que llega el Hijo del hombre de un modo imprevisto, son también un símbolo ya acuñado. Las nubes, como todo el pasaje, están tomadas de la visión de Dan 7:13 : «Yo estaba, pues, observando durante la visión nocturna, y he aquí que venía con las nubes del cielo uno que parecía un hijo de hombre.» Allí este personaje celestial es llevado ante el trono del Altísimo, aquí por el contrario el Hijo del hombre baja del cielo. No es posible negar la acogida y reinterpretación cristianas de la visión de Daniel. Se mantiene el lenguaje simbólico de la Biblia, porque sólo así se puede describir el acontecimiento transcendente; pero se trata ya de un nuevo campo ideológico abierto a la comunidad cristiana por la resurrección de su Señor. El «Hijo del hombre», al que según Dan 7:14 se le ha dado el poder de Dios, es Jesucristo que permanece junto a Dios y que ya ha entrado en su gloria; ahora con su venida (parusía) como soberano se revela a todos y congrega en torno a sí a su comunidad. Para ello envía a los ángeles, rasgo que no se encuentra en Daniel, pero que pertenece al cuadro cristiano de la parusía (cf. Mc 8.38; Mat 13:41; Mat 25:31). Pero es curioso que aquí los ángeles, a diferencia de lo que ocurre de ordinario en los apocalipsis judíos, en el de Juan y en Mat 13:41, no asumen funciones judiciales, sino que congregan a los elegidos de los cuatro puntos cardinales. La reunión de los elegidos es asimismo herencia de la expectación judía; sólo que en el Antiguo Testamento se pensaba en la reunificación de las tribus separadas de Israel o en la vuelta al país de los israelitas dispersos (Deu 30:4; Eze 34:12 ss; Is 27912s; 43.5s; Zac 2.10; Eze 8:7s). La apocalíptica dirige la mirada a los escogidos de todo el mundo (1Hen 57); la comunidad cristiana, a los hijos de Dios que estaban dispersos (Jua 11:52). En la idea de que el Señor se reúne con su comunidad (cf. 1Te 4:17) culmina nuestro cuadro de la parusía. Es posible que en las conmociones cósmicas haya también una alusión al juicio contra los pueblos impíos, contra los hombres infieles; Mateo subraya: «Se golpearán el pecho todas las tribus de la tierra…» (1Te 24:30). Pero esta perspectiva no ocupa en Marcos el primer plano; su exposición dirigida a la comunidad es una profecía de amonestación y consuelo, como también destaca Lucas: «…levantad la cabeza, porque vuestra liberación se acerca» (1Te 21:28). Si entendemos la sección no como una exposición de las circunstancias y sucesos cósmicos que preceden inmediatamente y acompañan a la parusía, sino como una afirmación cristológica y eclesiológica, ya habremos ganado mucho. Pero desde la visión crítica actual se nos plantean nuevas cuestiones: ¿Ha hablado el propio Jesús tan claramente de su parusía? Los textos relativos a la parusía delatan la elaboración teológica de la Iglesia primitiva, que identifica de manera inequívoca al «Hijo del hombre» con Jesús, se remite con plena conciencia a la profecía del libro de Daniel y refiere muchas palabras de Jesús, originariamente con otro propósito, a su parusía, como las parábolas del Señor que vuelve a su casa o el ladrón nocturno. Apenas cabe discutir este proceso de concentración y aplicación cristológicas, y también en nuestro pasaje, cercano a las afirmaciones de 8,38 y 14,62, la formulación parece remontarse a la Iglesia primitiva. Pero, aun dentro de esta interpretación crítica, no hay fundamento alguno para atribuir a la Iglesia primitiva un falseamiento de la revelación traída por Jesús. Pues, para ella la resurrección de Jesús coincidía con la revelación de Dios en Jesucristo, y reflexionando sobre lo que su resurrección significa para él mismo, para la comunidad y para la humanidad, pudo interpretar cristológicamente las palabras de Jesús sobre el futuro reino de Dios: es el propio Jesús quien trae el reino perfecto cuando aparece como el Hijo del hombre «con poderío y majestad». La investigación moderna va todavía más adelante y llega a una reflexión fundamental: ¿basta con dejar de lado las afirmaciones vinculadas a la imagen cósmica de entonces y los pasajes apocalípticos, o hay que eliminar toda la representación de la parusía, de una futura aparición de Jesucristo, considerándola como objetivación de una manera de pensar que para nosotros ya no tiene vigencia? Lo que la parusía quiere afirmar ¿no ha ocurrido ya realmente con lo que nosotros entendemos por resurrección y soberanía de Jesús? Cierto que esta soberanía de Jesús es una soberanía oculta, perceptible sólo por la fe, pero ¿no basta la hipótesis de que nosotros la tengamos por segura mediante la fe y que se nos revelará de una forma nueva cuando nosotros mismos entremos en la transcendencia de Dios y alcancemos a Cristo para «estar con él» (cf. Flp 1:23)? Es éste un problema que la exégesis no puede resolver por sí sola, porque afecta a la comprensión radical de las afirmaciones bíblicas necesariamente ligadas a una determinada imagen del mundo y difícilmente separable de la misma. Debe tenerse en cuenta que la parusía se halla estrechamente asociada a la esperanza firme de una resurrección y un juicio, mantenida por Jesús y, de hecho, constituye una interpretación cristológica nueva de aquellos hechos de Dios ordenados a una plena perfección. Hay el peligro de reducir las dimensiones universales, cósmicas y escatológicas del reino de Dios anunciado por Jesús. El reino futuro, que Jesús ha anunciado, lo traerá el Señor resucitado según la conciencia creyente de la Iglesia primitiva, y, a su vez, también puede decirse que ese reino le presenta a él mismo como a quien lo ha expuesto y realizado de una manera simbólica en su ministerio terreno. De este modo, parusía y futuro reino de Dios son inseparables para la Iglesia primitiva, y esta esperanza adquiere en aquella manifestación su firme expresión y su apoyo seguro.

e) Parábola de la higuera (Mc/13/28-32).

28 »Aprended de la higuera esta parábola: «Cuando sus ramas se ponen ya tiernas y comienzan a brotar las hojas, os dais cuenta de que está cerca el verano. 29 Igualmente vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, daos cuenta de que él está cerca, a las puertas. 30 Os aseguro que no pasará esta generación sin que todas estas cosas sucedan. 31 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán 32 En cuanto al día aquel o la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre.

Después de presentar el cuadro de la parusía, surge la pregunta de la que arrancó todo el discurso (v. 4). Si la larga exposición se considera una composición perfectamente trabada, entonces la comparación de la higuera y las palabras inmediatas sobre el «cuándo» surgen como una especie de resumen en el lugar adecuado; pero estos versículos, que originariamente no constituían una unidad sino que reunían diversos elementos de la tradición, son también un compendio intencionado desde el punto de vista de la Iglesia primitiva o del evangelista. Aquí se confirma que, en los acontecimientos expuestos, el evangelista ve como una especie de «señal» y que contempla la parusía a no mucha distancia, aunque no determinable en términos precisos. La comparación de la higuera se entiende fácilmente desde la imagen: después de la época de las lluvias la higuera echa unas hojas singularmente grandes, suaves y bien visibles, indicio seguro del verano que irrumpe de modo súbito en Palestina. Mediante el v. 29 la comparación se relaciona con «estas cosas», es decir, con cuanto acaba de exponerse. Con ello el evangelista se remite de nuevo a los acontecimientos anteriores a la parusía, pues ésta o el reino perfecto de Dios que llega con ella o el mismo Cristo de la parusía, están ya evidentemente «cerca, a las puertas». La parábola sin duda que se debe a Jesús; pero puede suponerse que en él significaba algo distinto. Lucas nos ha conservado una comparación parecida, que habla de los signos observables, y concretamente de los signos del tiempo (Flp 12:54 ss). Pero allí se trata de cosas que pueden verse durante la presencia y ministerio terrestres de Jesús. Allí Jesús reprocha a los «hipócritas» que sepan juzgar el aspecto de la tierra y del cielo, pero no «el momento presente». En el contexto del mensaje de Jesús sobre el reino de Dios esto sólo puede significar que en su actividad, en su predicación y doctrina, en sus curaciones y expulsiones de demonios (Luc 11:20) se anuncia y perfila el cercano reino de Dios y se exigen ya al presente la conversión y la fe. Para Marcos y su comunidad, que esperaban el retorno de su Señor, la mirada se desvía hacia el tiempo intermedio, que para ellos es presente y tiempo de decisión. Los indicios de la presencia de Jesús se convierten en la concentración cristológica en otros tantos signos o señales de su parusía. Esto es una aplicación de la predicación de Jesús al tiempo de la Iglesia teniendo en cuenta las circunstancias de ésta. Por lo demás, a través de la expectación próxima fluye una interpretación condicionada por el tiempo: en los sucesos que Marcos tiene ante los ojos -según la exposición historicista: los sucesos de la guerra judía- se anuncia ya la parusía. Esta aplicación a unos hechos concretos, no se nos impone pero tampoco es arriesgada, puesto que Marcos tiene perfecta conciencia de lo indeterminado del momento. Algo similar le ocurre a Pablo, que estaba animado por la esperanza de la pronta aparición del Señor, pero que no la convierte en un punto doctrinal, sino que se contenta con dar una amonestación escatológica a sus fieles (cf. 1Co 7:29 ss; Rom 13:11-14; 1Te 5:1-11, Flp 4:47). La espera de algo inminente se perfila con mayor claridad en la sentencia de que «esta generación» no pasará sin que hayan acontecido «todas estas cosas» (v. 30). Con la expresión «todas estas cosas» se indica ahora -como en el v. 4b- toda la serie de acontecimientos, incluida la parusía. La sentencia está emparentada con Mar 9:1, y es tal vez un desarrollo de la misma, y desde luego coincide en el contenido objetivo con aquel logion: algunos coetáneos de Jesús vivirán aún tales sucesos. Hasta entonces «esta generación» no habrá desaparecido. En la predicación de Jesús se habla a menudo de «esta generación», siempre en sentido negativo: es una generación mala, «adúltera», incrédula (Mar 8:12.38; Mar 9:19). Con todo, no se califica de ese modo a todo el género humano o al judaísmo en general, sino a la generación de entonces, según lo testifica el significado constante de esta expresión. Interpretaciones tan agudas de este enunciado como: el pueblo judío aún subsistirá cuando llegue la parusía, o bien, la maldad del género humano no habrá cesado, apenas tienen alguna probabilidad. Pero sobre la base de la predicación profética de Jesús, que tal vez volvieron a tomar en sus labios los primitivos profetas cristianos, se puede ver en todo ello la proximidad del plazo, aunque sin fijarlo. Lo decisivo aquí es la certeza de su venida. La sentencia inmediata (v. 31) asegura solemnemente, aunque de forma general, que las palabras de Jesús no dejarán de cumplirse. Es impresionante el contraste de que el cielo y la tierra faltarán, pero no las palabras de Jesús. La parte primera no tiene un significado independiente, cual si afirmase la destrucción del mundo, sino que sirve únicamente para poner de relieve el carácter indefectible de las palabras de Jesús. También aquí se ha debido acomodar una palabra más antigua al contexto e intención del evangelista, pues el mismo motivo se encuentra en la sentencia: «Más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que una tilde de la ley caiga» (Luc 16:17; d. Mat 5:18); una sentencia que, por consiguiente, ponía de relieve la santidad y validez de la ley. Tal vez Marcos encontró ya el enlace entre los versículos 30 y 31 mediante la palabra nexo «pasar» o faltar. Mas la afirmación del v. 31 conserva toda su fuerza, aun prescindiendo de esta conexión; con cada una de sus aplicaciones la Iglesia primitiva ha proclamado su fe de que las palabras de Jesús conservan siempre su verdad y obligatoriedad, ya se trate de sus exigencias morales o de sus promesas proféticas. No hay que entenderlas servilmente al pie de la letra -ni siquiera puede ser éste el sentido de la «tilde de la ley»-, sino que hay que comprenderlas en su espíritu y aplicarlas a cada una de las situaciones. Cualquier falsa interpretación del v. 30 fijando el momento exacto queda eliminada por el v. 32: el día o la hora están reservados al conocimiento exclusivo del Padre. La solemne aseveración del v. 31 no sólo apunta al versículo precedente sino que se conecta con la nueva sentencia. «Mantiene un equilibrio entre los dos logia (v. 30.32) 4ue se completan y se explican recíprocamente y les presta un acento más enérgico» (R. Pesch). Es indudable, sin embargo, que existe cierta discrepancia entre el v. 30 y el v. 32, posiblemente intencionada. En la predicación de Jesús quedan expuestas estas dos realidades: la esperanza de una irrupción inmediata del reino de Dios en toda su perfección, y el desconocimiento del tiempo y la hora. Se puede discutir si Marcos, al aludir a una esperanza de acontecimientos próximos, en «esta generación», sólo tiene por incierta la fecha próxima en que se producirán o si partiendo del v. 32 quiere también poner en entredicho la misma proximidad de tales acontecimientos. Probablemente, y a pesar de la confesión de ignorancia, la esperanza de Mc tiende a considerar como no muy lejana la parusía. Pero ha tomado tan en serio las palabras formuladas en el v. 32 como lo demuestra también el recuento de las horas en la parábola del siervo que vigila la puerta (v. 35): los discípulos no saben realmente cuándo llegará su Señor; puede ocurrir a cualquier hora, incluso a una hora bastante tardía. Siempre ha sorprendido la formulación tajante de que nadie en absoluto -ni los ángeles ni siquiera el Hijo- sabe la hora. La palabra plantea algunos problemas teológicos: por una parte, Jesús es «el Hijo» en sentido absoluto, uno de los títulos cristológicos más sublimes, expresión de su máxima proximidad a Dios en el Evangelio de Juan, al igual que en la «exclamación de júbilo» (Mat 11:27; Luc 10:22); por otra parte, se le atribuye un desconocimiento que no deja de extrañar. Y si la sentencia, a causa de esta afirmación, se considera inconcebible en la Iglesia primitiva -algunos manuscritos han suprimido «el Hijo», por razones evidentemente cristológicas-, otros críticos encuentran improbable este título en boca de Jesús. Un verdadero escrúpulo cristológico contra el desconocimiento de Jesús mientras estaba en la tierra, no tiene consistencia, si se toma en serio la encarnación del Logos divino, y la resolución de si Jesús mismo se ha designado como «el Hijo» en este sentido absoluto o si sólo la Iglesia primitiva le llamó así, apenas tiene importancia. La actitud reservada de Jesús para hablar de sí mismo, la ha desplegado legítimamente la Iglesia primitiva después de su resurrección hasta darle una articulación clara, como hemos visto en la parábola de los malos viñadores y en el que allí se llama Hijo. Pero la afirmación principal del versículo, es decir, que el conocimiento de las realidades escatológicas está reservado a Dios, encuentra un firme apoyo en la predicación de Jesús. También las parábolas de los criados, entre las cuales Marcos toma la comparación del portero, dejan entrever a pesar de su reelaboración y acomodación de sentido por parte de la Iglesia primitiva, una cosa bien clara: que Jesús ha dejado sin señalar el momento preciso del fin.

f) Exhortación a la vigilancia (Mc/13/33-37).

33 »Estad, pues, sobre aviso y velad; porque no sabéis cuándo será ese momento. 34 Es igual que cuando un hombre va de viaje: al dejar su casa y dar a sus criados los poderes, encarga a cada uno su trabajo, y al portero le manda que vele. 35 Velad, pues; porque no sabéis cuándo va a venir el señor de la casa. si al atardecer o a medianoche o al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que, viniendo de improviso, os encuentre dormidos. 37 Lo que a vosotros estoy diciendo, a todos lo digo: Velad.»

El remate de la instrucción escatológica consiste en unas breves palabras de exhortación, cuyo único propósito es simplemente éste: ¡Velad! La mano del evangelista se reconoce aquí de forma todavía más patente que hasta ahora; por ello, también su verdadero propósito de dirigirse a la comunidad se manifiesta a las claras. No ha pretendido hacerle ningún descubrimiento sobre el futuro, sino inducirla a tomar ya desde el momento presente una actitud cristiana. Para ello se sirve de una parábola, que Jesús utilizó una vez con el fin de preparar a sus oyentes para el futuro, como hiciera también con la comparación de las señales del tiempo, y moverlos a la respuesta inmediata que reclamaba su mensaje. Una vez más la Iglesia primitiva ha aplicado la parábola de Jesús a su situación en el tiempo intermedio que va de los acontecimientos pascuales a la parusía. En su forma actual la parábola presenta algunos rasgos notables. Como la exhortación se orienta por completo a velar, todo se centra en torno al portero, a fin de que deje pasar al dueño cuando regrese. La mención de los otros criados con los encargos que se les asignan, es perfectamente superflua; aparecen como figuras secundarias sin ninguna función específica al regreso de su señor. Pero con la vista sobre la comunidad reconocemos el propósito del evangelista: entre los siervos deben reconocerse todos los creyentes, que deberán dar cuenta de sus obligaciones personales delante de Cristo, su Señor, pero que son amonestados también en conjunto a la vigilancia. Al final esto resulta inequívocamente claro, cuando se dice: «Lo que a vosotros estoy diciendo, a todos lo digo: Velad.» Los discípulos a quienes Jesús se dirige representan a todos los futuros creyentes; a todos ellos se les exige la misma actitud de vigilancia. Bien se puede, pues, suponer que en la parábola originaria sólo se hablaba del portero. El relato contaba de un señor que se ausentaba y que volvería en un momento indeterminado, pero que había de entrar en su casa inmediatamente que regresase, para lo cual encargaba al portero que permaneciese en vela. En Marcos se trata de un señor que se marcha fuera del país; por ello resulta extraño que sólo se cuente con su regreso durante la noche. Lucas refiere en otro contexto de un señor que sale a un banquete y es esperado por sus criados que a su regreso le abren inmediatamente, apenas llama a la puerta (Luc 12:36), caso en que encaja mejor la situación nocturna. Mas Lucas no menciona allí al portero sino a los criados en general, un lujo por lo demás innecesario en el cuadro presentado, pero que se explica por el hecho de estar dirigiéndose a todos los discípulos de Jesús. Por todo ello, de estas dos parábolas de Marcos y de Lucas se puede inferir una parábola originaria que trataba de un portero, el cual permanecía en vela para abrir a su dueño tan pronto como regresase (del banquete). El rasgo del señor que viaja al extranjero se encuentra en otras dos parábolas, a saber, en la de los viñadores homicidas (12,1) y en la del dinero entregado para su explotación o de las minas (Mat 25:14; Luc 19:12); y en ambas conserva muy buen sentido. Marcos ha debido introducir este rasgo en el presente pasaje -en el griego la palabra sólo aparece aquí- porque está pensando en la situación postpascual. La parábola originaria puede reconstruirse dejando de lado esta añadidura y la otra de los criados. Sonaría así: un hombre deja su casa y encarga al portero que permanezca en vela porque volverá durante la noche a una hora indeterminada. Cabe preguntar si la parábola primitiva señalaba cada una de las vigilias nocturnas como aparecen en el v. 35: a última hora de la tarde, a la medianoche, al canto del gallo o de madrugada, como se dividía entonces la noche en espacios de tres horas. La división judía sólo conocía originariamente tres vigilias nocturnas; pero para entonces se había impuesto en Palestina la división romana, y las expresiones utilizadas aquí tienen sabor popular. En la parábola de Jesús la enumeración de las distintas vigilias no era ciertamente necesaria, pero tenía perfecto sentido tratándose de la constante vigilancia del portero. Por ello no hay que eliminar la reflexión de la Iglesia primitiva sobre la parusía que se retrasaba. Se discute qué sentido tenía la parábola en boca de Jesús y si quiso indicar algo en particular. Pero se puede admitir sin dificultad que intentaba invitar a sus oyentes en general a la vigilancia con la vista puesta en el inminente reino de Dios. En Marcos la intención es clara; pero es notable la formulación en la que resuena el convencimiento de que el «señor» (=Cristo) puede retardar su llegada. Como hemos visto, el evangelista esperaba más bien la pronta parusía; pero esto no era para él un dato absolutamente firme, por ello admite también la posibilidad de un plazo más largo. De este modo enseña también y recuerda a sus lectores: Vosotros no sabéis cuándo llegará el Señor de la casa. Lo único importante es que no os durmáis, sino que permanezcáis en vela y dispuestos a recibirle. Puede presentarse -a pesar de las señales- repentinamente, y por lo mismo, de un modo inesperado. Esto puede significar: antes de lo que vosotros esperáis pero también: más tarde de lo que suponéis. Pero el momento exacto no se determina. La cuestión es que discípulos y creyentes velen y estén siempre preparados. Esta apremiante exhortación final, que se repite tres veces, entra de lleno en la postura radicalmente escatológica de la Iglesia primitiva, aun cuando la exigencia de velar tenga un eco diverso según la intensidad de la expectación. Objetivamente entra también la exhortación a estar dispuestos y preparados para el día del Señor. La doble exhortación a la vigilancia y a estar preparados aparece con frecuencia, especialmente en Mateo y en Lucas, y se intercambian mutuamente los términos, no siempre en consonancia con la imagen antepuesta (cf. Mat 25:13). Tales exhortaciones pueden también ampliarse, como sucede en Lucas al final del discurso escatológico: los cristianos no deben embotar su corazón con la glotonería, la embriaguez y los cuidados de la vida, sino que deben orar en todo tiempo para obtener las fuerzas que les mantengan firmes (Luc 21:34 ss). Todo esto es una prueba de que siempre debemos ordenar la vigilancia escatológica de acuerdo con las circunstancias históricas y las exigencias de cada tiempo, y que siempre debemos llenarla de contenido, bien sea renunciando a las seducciones de un mundo que se aparta de Dios o bien en el cumplimiento de nuestros deberes terrenos, y siempre dispuestos a cumplir los deseos de Jesús, ya sea resistiendo a las corrientes peligrosas, ya en la oración y el sufrimiento. La constante vigilancia del cristiano es todo un programa de acción.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Señales antes del fin (Mar 13:1-23)

Análisis de discurso

Las preguntas ¿cuándo serán estas cosas? y ¿qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse? (Mar 13:4) organizan el discurso de Jesús en dos partes: primero, en los versículos Mar 1:5-23, se presenta la respuesta a la segunda pregunta, que indaga sobre las señales previas a la destrucción del templo, sección que estamos analizando. Luego, en los versículos Mar 13:24-37, se presenta la respuesta a la primera pregunta, que indaga en qué tiempo sucedería esto. Es la próxima sección. Allí Jesús abandona los acontecimientos históricos relacionados con la destrucción del templo y pasa a describir el fin escatológico. Las dos cosas van unidas temáticamente, aunque no cronológicamente. La destrucción del templo, como veremos, es parte de las señales del fin, pero no es el fin. Por eso, desde el punto de vista de las dos preguntas iniciales de los discípulos, todo el capítulo Mar 13:1-37 es una unidad, ya que consiste en las respuestas de Jesús a dichas preguntas. Podríamos analizarlo de la siguiente manera:

A. Luego de que Jesús predice la destrucción del templo, sus discípulos le preguntan cuándo sucederían estas cosas (vv. Mar 13:1-4)

B. También le preguntan sobre las señales previas al cumplimiento de estas cosas (v. Mar 13:4)

B’. Jesús responde y explica las señales (vv. Mar 13:5-23)

A’. Jesús habla acerca de cuándo sucederían estas cosas (vv. Mar 13:24-37)

La sección que nos concierne aquí abarca los versículos Mar 13:3-23 y consta de dos partes: la pregunta de cuatro de los discípulos (dos pares de hermanos: Pedro y Andrés, Jacobo y Juan) y la respuesta de Jesús, la cual parece estar organizada según una estructura concéntrica del tipo ABCDXD’C’B’A’ (Vena 2001, 197).

A. Los discípulos preguntan y Jesús comienza a responder (vv. Mar 13:4-5)

B. El comienzo de la apostasía: llegan engañadores en el nombre de Jesús (v. Mar 13:6)

C. El comienzo de las guerras: se levanta nación contra nación (vv. Mar 13:7-8)

D. El comienzo de las persecuciones: los creyentes son expuestos públicamente (v. Mar 13:9)

X. El evangelio debe ser proclamado a todas las naciones (v. Mar 13:10)

D’. Se agravan las persecuciones: familias divididas (vv. Mar 13:11-13)

C’. Se agravan las guerras: tribulación en Judea (vv. Mar 13:14-20)

B’. Se agrava la apostasía: falsos cristos y profetas producen señales (vv. Mar 13:21-22)

A’. Jesús termina su respuesta acerca de las señales (v. Mar 13:23)

Notamos dos cosas en relación con esta estructura. En primer lugar, las situaciones descriptas en B, C y D se agravan en B’, C’ y D’. Por ejemplo, en B, los falsos cristos engañan a muchos; en B’, los falsos cristos y los falsos profetas tratan de engañar aun a los escogidos. El nivel de osadía ha aumentado. En C, las guerras y los terremotos son principios de dolores; en C’, la situación en Judea constituye el comienzo de la tribulación escatológica que preanuncia el fin. El termómetro escatológico ha subido también aquí. Por último, en D, se dice los fieles serán expuestos públicamente y los azotarán; en D’, el conflicto ya alcanza proporciones familiares y ahora el precio por la fidelidad al evangelio es la muerte.

En segundo lugar, notamos el carácter central de la predicación del evangelio en X. De acuerdo con las leyes retóricas del quiasmo, lo que queda en el centro es el punto principal que el autor desea enfatizar. De modo que aquí la proclamación del evangelio en el mundo es más importante que las señales del fin, incluida la destrucción del templo. Esto nos habla de una conciencia misional en medio de un creciente fervor apocalíptico. Una manera de entender esto es que Marcos estaba preocupado por el excesivo énfasis que su comunidad le daba al fin escatológico, quizás al punto de dejarse llevar por los acontecimientos relacionados con la revuelta judía de 66-70 d.C, lo cual redundaría en un descuido de la misión. Para Marcos, todavía había tiempo para que la comunidad siguiera proclamando el evangelio, ya que dicha tarea constituía la señal más importante de todas. Antes de que llegara el fin, el evangelio debía ser predicado a todas las naciones. Se asume que esta tarea no se ha cumplido todavía, y que llevaría cierto tiempo alcanzar con el evangelio a todas las naciones, o gentiles, del Imperio Romano.

No obstante, ¿por qué hablamos de Marcos y no de Jesús? ¿No fue acaso Jesús el que profirió este discurso? Como dijimos en la introducción, el evangelista escribió su Evangelio llevado por la necesidad de que la congregación a la que pertenecía escuchara la historia de Jesús, pero de manera tal que le fuera de ayuda para enfrentar las dificultades por las que estaba atravesando. Podríamos decir que Marcos adaptó, bajo la inspiración del Espíritu Santo, las tradiciones recibidas de manera que el producto final, el Evangelio, reflejara lo que Jesús dijo, pero también lo que el Cristo resucitado quería decir a la congregación a través de la pluma inspirada del evangelista. Dicho de otra manera, el discurso-sermón de Mar 13:1-37 contiene, sin lugar a dudas, elementos que se remontan al Jesús histórico y cuyo referente era el grupo de discípulos galileos. Sin embargo, también contiene otros elementos que se refieren específicamente a la congregación de Marcos, los cuales fueron colocados en su lugar retórico por el evangelista. Ejemplo de esto sería el versículo Mar 13:10. Un ejercicio interesante para comprobar lo que acabamos de decir es leer los versículos Mar 13:9 y Mar 13:11 sin el versículo Mar 13:10. El lector atento se dará cuenta inmediatamente de que existe una continuidad temática entre ambos versículos y que la lectura fluye de manera totalmente natural. Obviamente, el versículo Mar 13:10 ha sido colocado allí, en el centro del quiasmo, porque cumple una función retórica y teológica importantísima.

TÍTULO: Coincidimos con casi todas las versiones consultadas en dar a esta sección el título de Señales antes del fin.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

¡Mira qué piedras y qué edificios! El asombro del discípulo se debe a que el templo de Jerusalén era uno de los templos más magníficos de su tiempo. Piedrasse refiere probablemente a las piedras que aún hoy se conservan como parte del famoso Muro de los Lamentos. Edificios se refiere a las diversas construcciones que formaban parte del complejo del templo. El rey Herodes había ordenado esta renovación, que todavía seguía vigente durante el tiempo de Jesús. Una forma de traducir la frase para que refleje la admiración del discípulo sería: “¡Mira qué piedras enormes y qué hermosos edificios!”

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— destrucción del Templo: Este capítulo Mar 13:1-37 de Mc contiene el llamado “discurso escatológico”, que junto con el “discurso en parábolas” (Mar 4:1-34) son los discursos de Jesús referidos con cierta amplitud en este evangelio. Hay otro discurso más breve en Mar 7:1-23. Ver nota a Mat 24:1.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Señales del fin (ver Mat. 24; Luc. 21:5-37). Jesús ha dado advertencias abundantes a los que están fuera del reino de Dios; ahora presenta palabras de advertencia a los que están adentro del reino. Se comunican en términos del juicio venidero, que será un tiempo de prueba para los discípulos, pero aun así será una prueba muy real. Todo el tema es presentado por medio de la profecía del juicio contra el templo (2). El “círculo íntimo” (esta vez incluía a Andrés) tiene que haber pensado que la destrucción del templo iniciaría los tiempos finales, y estaban deseosos por saber cuáles serían las señales. Es posible que este tipo de curiosidad provoca a los cristianos de hoy a tratar de saber la fecha de la segunda venida de Cristo. Sin embargo, Jesús lo utilizó como un reto a los cristianos de cualquier época, lo que resulta ser la función de tales profecías en la Biblia.

La necesidad principal es estar velando (5), especialmente en contra de los posibles engañadores, y no estar alarmados por las circunstancias terribles. Ambas cosas hubieran sido relevantes en Roma, donde surgieron varias herejías primitivas, y molestaban en la época cuando el Evangelio de Mar. estaba siendo escrito como para “el año de los cuatro emperadores” (68 d. de J.C.), con varios contendientes al trono peleándose por la corona. La persecución será inevitable, pero debe verse como una oportunidad para atestiguar usando palabras que serán provistas en el preciso momento por el Espíritu Santo. (Esta es una de las pocas referencias directas al Espíritu en Mar.) La predicción de que es necesario que primero el evangelio sea predicado a todas las naciones (10) es casi la versión de Mar. de la “gran comisión” (Mat. 28:19). ¿Habría Marcos visto algo de esto en las labores de Pablo y los demás apóstoles?

Además, está la advertencia que hasta los lazos más íntimos y naturales se quebrantarán bajo tal estrés (12), la verdad contraria a la enseñanza acerca de la verdadera “familia de Jesús” (3:34, 35). Muchos quizá hemos sabido cómo algunos miembros de la familia se han traicionado unos a otros en tiempos de persecución, y la agonía de sentirse odiados universalmente sin razón, sólo por ser cristianos (13). Sin embargo, hay una promesa unida: la persistencia hasta el fin nos dará la vida eterna, aun si no seguridad en este mundo.

Los cuatro discípulos habían preguntado: “¿Cuándo?” En un lenguaje bastante velado Jesús insinuó que sería cuando los emblemas idolátricos del ejército romano fueran impuestos triunfalmente en el templo de Jerusalén. Marcos no podía atreverse a informar de esto abiertamente (y menos en Roma) especialmente ya que lo dicho todavía no parecía haber ocurrido cuando se escribió este Evangelio. Pero el pequeño paréntesis del v. 14 muestra que él esperaba que sus lectores comprendieran. Jesús usó lenguaje tomado del libro de Dan., relatando en primer lugar de la profanación del templo por el perseguidor Antíoco Epífanes en el siglo II a. de J.C. La abominación en ese caso fue un ídolo, que fue levantado en el mismo templo y lo profanó. Los versículos siguientes parecen describir el terrible sufrimiento durante las primeras guerras judías, cuando los ejércitos romanos invadieron Palestina. Esto ocurrió sólo una generación después de la muerte de Cristo, y la iglesia cristiana judía seguramente compartió el sufrimiento general. La tradición dice que los cristianos huyeron a Pella en Transjordania, recordando la advertencia de Jesús (14).

Una advertencia aun más urgente, en este caso, es la que va en contra de los falsos mesías, y los falsos profetas (22). Estos abundaron en la época después de Cristo, y siguen abundando hoy en día; con sectas falsas y la “franja lunática” en derredor de la iglesia cristiana. De mayor importancia será recordar, al volver a descubrir “señales y maravillas”, que aun éstas pueden ser falsas con señales de profetas falsos; debemos estar alertas (23). Por esto es posible que Jesús usó señales con poca frecuencia en su ministerio.

Hasta este punto, todo lo que Jesús predijo puede colocarse c. 70 d. de J.C., viendo a los ejércitos romanos asolando Palestina, y la lucha entre los emperadores para obtener el trono. Los lectores de Mar. hubieran podido reconocer las referencias, aunque para nosotros no sean del todo claras ahora. A partir del v. 24 en adelante se da la impresión de que son los últimos días (para una opinión diferente ver el comentario sobre Mat. 24). En estos últimos días los poderes terrenales mayores simbolizados en el AT por el sol, la luna y las estrellas, caerán, y el Hijo del Hombre llegará en gloria para recoger a sus escogidos (26, 27). El extremo de la tierra sale de las imágenes de Dan. 7, aunque la frase puede hacer una leve alusión a la misión a los gentiles. No puede ser sencillamente una referencia a la acción de reunir a todos los judíos fieles de todo el mundo.

Este tiempo, aparentemente, ocurre mucho después del período de las guerras judías de 70 d. de J.C. aunque son el cuadro más amplio del juicio que seguiría al final de los tiempos, así como el verano sigue a la primavera en Palestina. Es bastante incierto que el brotar de la higuera en este lugar haga alusión al regreso de los judíos a la Palestina y el restablecimiento del Estado de Israel. Más bien puede ser otro proverbio popular que se usa en muchos lugares, aunque en los países occidentales no se conoce.

Como sucede con frecuencia en las profecías del AT, Jesús pasó directamente de ese momento cercano, al futuro distante; es como si hubiésemos visto dos grandes cumbres de montañas, y no el gran valle que los separaba. Por esta razón Jesús pudo decir que esta generación no pasaría hasta que se cumpliese este primer conjunto de señales. Muchos de los que lo escuchaban seguirían en vida en 70 d. de J.C. Es poco probable que esta generación se refiera a la sobrevivencia del pueblo judío en su totalidad, pero aquellos que comprenden esta frase como refiriéndose tanto al futuro inmediato como al distante lo comprenden de esta manera.

Así como al libro del Apoc. con frecuencia se le llama “la Revelación” (lo que significa “quitarle el velo al futuro”), así igualmente a este capítulo se le denomina “el pequeño apocalipsis”, ya que en él Jesús también revela el futuro. Hay que recordar tres cosas al leer este capítulo. Primera, que no es posible expresar las cosas como son en tiempos de peligros políticos. Segunda, que el lenguaje simbólico se usa para revelarnos las cosas, no para confundirnos; no tiene nada de “misterioso”. Tercera, todo tiene el propósito de hacernos cristianos más fieles en el momento presente, no para que estemos capacitados para profetizar o especular acerca del futuro lejano (37). Esto se demuestra por el hecho de que ni aun el Hijo (y este es otro lugar donde Jesús afirma una relación única con Dios) conoce la fecha de estas cosas (32). Sin embargo, tenemos una promesa, que cuando todo tiembla, las palabras de Jesús permanecerán (31), un dicho que se usa con las Palabras de Dios mismo en el AT.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

13.1, 2 Como quince años antes del nacimiento de Jesús (20 a.C.), Herodes el Grande comenzó a remodelar y reconstruir el templo, el cual se erigió unos quinientos años antes, en los días de Esdras (Ezr 6:14-15). Herodes hizo del templo uno de los más hermosos edificios en Jerusalén, pero no para honrar a Dios, sino para tranquilizar a los judíos que gobernaba. El proyecto de tan magnífico edificio no finalizó sino hasta 64 d.C. La profecía de Jesús de que no quedaría piedra sobre piedra que no fuera removida se cumplió en 70 d.C., cuando los romanos destruyeron completamente el templo y toda la ciudad de Jerusalén.13.3ss Los discípulos querían saber cuándo se destruiría el templo. Jesús les dio un cuadro profético de ese tiempo incluyendo los acontecimientos que lo antecederían. También habló de hechos futuros que señalarían su regreso. Predijo tanto los hechos cercanos como los distantes sin ponerlos en un orden cronológico. Los discípulos vivieron para ver la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Esto les hizo entender que todo lo demás que Jesús predijo se cumpliría también.Jesús les advirtió acerca del futuro para que aprendieran a vivir en el presente. Varias predicciones que Jesús hizo en este pasaje todavía no se han cumplido. No las hizo para que adivináramos cuándo ocurrirían, sino para ayudarnos a mantenernos espiritualmente alertas y preparados siempre, esperando su venida.13.3, 4 El Monte de los Olivos se levanta en la parte superior de Jerusalén, al este de la ciudad. Desde sus faldas una persona puede mirar hacia abajo y ver la ciudad y el templo. Zacarías (14.1-4) profetizó que el Mesías descendería en este monte cuando volviera para establecer su reino eterno.13.5-7 ¿Cuáles son las señales del fin de los tiempos? En cada generación desde la resurrección de Cristo ha habido gente que ha dicho conocer exactamente cuándo volverá Jesús. Nadie, sin embargo, ha acertado, porque Cristo volverá según el calendario de Dios, no el de los hombres. Jesús predijo que falsos profetas, que asegurarían tener revelaciones de Dios, engañarían a muchos creyentes.En las Escrituras, la única señal clara del regreso de Cristo es que toda la humanidad le verá venir en las nubes (3.26; Rev 1:7). En otras palabras, no hay que preocuparse de que una u otra persona sea el Mesías, ni que estos son los «últimos tiempos». Cuando Cristo vuelva, lo sabrá más allá de toda duda. Cuidado con los que aseguran tener un conocimiento especial respecto a los últimos días porque nadie sabe cuándo será este tiempo (Rev 13:32). Tenga cuidado cuando se diga: «¡Ahora es!», y decididos en nuestro compromiso de tener nuestros corazones y vidas listos para su venida.13.9, 10 En la medida que la iglesia primitiva empezó a crecer, la mayoría de los discípulos experimentó el tipo de persecución de la cual Jesús habló. Desde los tiempos de Cristo, se han perseguido a los cristianos en su tierra y en campos misioneros extranjeros. Aunque es posible que estemos libres de persecución ahora, nuestra visión del Reino de Dios no debe limitarse a lo que nos ocurre. Una rápida mirada a los periódicos nos mostrará que cada día muchos cristianos en otras partes del mundo tienen que enfrentar penalidades y persecuciones. Estas son una oportunidad para testificar de Cristo a los que nos oprimen y sirven para que se cumpla el deseo de Dios de que las buenas nuevas lleguen a cada persona.13.11 Jesús no dice que estudiar la Biblia y crecer en conocimiento sea inútil o malo. Antes y después de su resurrección Jesús mismo enseñó a sus discípulos lo que debían decir y cómo decirlo. Sin embargo, Jesús nos habla de la actitud que debemos asumir cuando nos toque defendernos por causa del evangelio. No tenemos que temer ni tomar la defensiva en cuanto a nuestra fe porque el Espíritu Santo estará presente y nos dará las palabras adecuadas.13.13 Creer en Jesús «hasta el fin» demanda perseverancia porque combatirán nuestra fe. Estas tribulaciones separarán a los verdaderos cristianos de los creyentes tibios. No ganaremos la salvación por permanecer hasta el fin, pero nos marcará como personas salvas. La seguridad de nuestra salvación nos mantendrá en medio de la persecución.13.14 La «abominación desoladora» que menciona Jesús es la profanación del templo por los enemigos de Dios. Esto sucedió una vez tras otra en la historia de Israel: en 597 a.C. cuando Nabucodonosor saqueó el templo y llevó cautivos a Babilonia (2 Crónicas 36); en 168 a.C. cuando Antíoco Epífanes sacrificó un cerdo a Zeus en el altar santo del templo (Dan 9:27; Dan 11:30-31); en 70 d.C., el emperador Tito colocó un ídolo en el lugar donde estuvo el templo, después de la destrucción de Jerusalén; en 38 d.C., el emperador Calígula planeó poner su propia estatua en el templo, pero murió antes de lograrlo.13.20 El pueblo escogido por Dios, a quienes salvó. Si desea más información acerca de la elección de Dios, véanse Rom 8:29-30 y Eph 1:4-5.13.22, 23 ¿Es posible que los cristianos sean engañados? Sí. Tan convincentes serán los argumentos y pruebas de los engañadores en los últimos tiempos que será difícil no alejarnos de Cristo. Si estamos preparados, dice Jesús, podemos mantenernos firmes, pero no resistiremos si no estamos preparados. Para penetrar el disfraz de los falsos maestros debemos preguntarnos: (1) ¿Han sido verdaderas sus predicciones o han tenido que irse ajustando a lo ocurrido? (2) ¿Usan en sus enseñanzas alguna pequeña porción de la Biblia descuidando el resto? (3) ¿Están sus enseñanzas en contra de lo que la Biblia dice acerca de Dios? (4) ¿Son sus prácticas un medio de glorificar al maestro o a Cristo? (5) ¿Promueven sus enseñanzas hostilidad hacia otros cristianos?13.31 En los días de Jesús el mundo parecía muy estable y seguro. Daba la sensación de estabilidad. En la actualidad, muchos temen la destrucción nuclear. Jesús nos dice, sin embargo, que si bien podemos estar seguros que la tierra pasará, la verdad de sus palabras jamás se cambiará ni abolirá. Dios y su Palabra proveen la única estabilidad en este mundo inestable. ¡Cuán miopes somos al gastar tanto de nuestro tiempo aprendiendo cosas de este mundo temporal y acumulando sus posesiones, mientras descuidamos la Biblia y sus verdades eternas!13.32 Cuando Jesús dijo que ni siquiera El conocía el tiempo del fin, afirmaba su humanidad. Por supuesto, Dios el Padre conoce los tiempos y Jesús y el Padre son uno; pero cuando Jesús tomó forma de hombre, voluntariamente desistió del uso ilimitado de sus atributos divinos.El énfasis de este versículo no está en que Jesús perdió la capacidad de conocer los acontecimientos, sino en el hecho que nadie los conoce. Es un secreto de Dios el Padre. Cristo vendrá cuando El quiera. Nadie puede predecir por las Escrituras ni la ciencia el día exacto cuando Cristo volverá. La enseñanza de Jesús es que se necesita preparación, no cálculo.13.33, 34 Una boda, el nacimiento de un bebé, alcanzar una carrera, dar conferencias, comprar una casa, requieren meses de planeamiento. ¿Le da usted la misma importancia a la preparación para la venida de Cristo? Este es el acontecimiento más importante en nuestras vidas. Sus resultados serán eternos. No debemos seguir posponiendo esta preparación porque no sabemos cuándo ocurrirá. La única forma de prepararnos es estudiando la Palabra de Dios y viviendo cada día según sus instrucciones. Solo así estaremos preparados.13.35-37 Todo el capítulo trece de Marcos nos dice cómo vivir mientras esperamos la venida de Cristo: (1) No nos dejemos confundir por declaraciones confusas ni interpretaciones vanas de lo que ocurrirá (13.5, 6). (2) No debemos temer hablar a otros de Cristo, no debe importarnos lo que puedan decirnos ni hacernos (13.9-11). (3) Debemos soportar por fe y no sorprendernos de las persecuciones (13.13). (4) Debemos estar moralmente alertas y obedientes a los mandamientos para vivir fundados en la Palabra de Dios. Este capítulo no se escribió para promover discusiones, sino para estimularnos a vivir de una manera recta para Dios en un mundo donde El casi no se tiene en cuenta.PROFECIAS DE JESUS EN EL DISCURSO DEL MONTE DE LOS OLIVOSTipo de profecíaReferencias del Antiguo TestamentoOtras referencias del Nuevo TestamentoLos postreros tiempos Mar 13:1-23 Mat 24:1-28 Luk 21:5-24Dan 9:26-27 Dan 11:31 Joel 2.2Joh 15:21 Rev 11:2 1Ti 4:1, 2La Segunda Venida de Cristo Mar 13:24-27 Luk 21:25-28 Mat 24:29-31Isa 13:6-10 Eze 32:7 Dan 7:13-14Rev 6:12 Mar 14:62 1Th 4:16En Marcos 13, a veces llamado el discurso del Monte de los Olivos, Jesús habló mucho de dos cosas: de los postreros tiempos y de su Segunda Venida. Al darles estas profecías, no intentaba alentar a sus discípulos a que especularan sobre cuándo exactamente iba a volver. Más bien los exhortó a que estuvieran alertas y preparados para su venida. Si servimos fielmente a Jesús ahora, estaremos listos para su regreso.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 618 Mat 24:1; Luc 21:5

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

salía del templo. Véase coment. en Mt. 24:1.

qué piedras y qué edificios. El tamaño imponente, la superficie pulida y las piedras labradas que formaban el edificio del templo, presentaban una vista magnífica y muy bella (cp. Lc 21:5). La restauración del templo fue iniciado por Herodes el Grande en el año 20 a.C., y no se completó hasta el año 64 d.C.; sólo seis años antes de su destrucción por los romanos.

Fuente: La Biblia de las Américas

Este capítulo escatológico (o de las últimas cosas), es la enseñanza más larga en el evangelio de Marcos.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Con respecto a los vs.1-2, véanse las notas de Mt 24:1-2.

1 (2) El Salvador-Esclavo, en Su preparación para Su obra redentora (11:15 14:42) y después de enfrentarse con los opositores (11:15 12:37), permaneció con Sus seguidores a fin de prepararlos para Su muerte (13:1 14:42), un evento inesperado que los asombraría y los desanimaría; El los preparaba:

(1) diciéndoles las cosas que estaban por venir (vs.2-37);

(2) disfrutando su amor, expresado en un banquete, y siendo ungido con el nardo puro de mucho precio (14:3-9);

(3) instituyendo Su cena ( 1Co_11:20) para que lo recordaran (14:12-26); y

(4) advirtiéndoles que tropezarían y exhortándoles a que velaran y oraran (14:27-42). Inmediatamente después de esta preparación, El fue arrestado para ser crucificado (14:43 15:28).

1 (3) O, qué piedras tan maravillosas.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

Véase nota en Mat 24:1.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

83 (d) El discurso final de Jesús (13,1-37). Una vez que Jesús predice la destrucción del templo (13,2), se narran una serie de acon­tecimientos que son futuros desde la perspec­tiva de Jesús pero, al menos en parte, actuales para la comunidad marcana (13,5-13). Poste­riormente, describe la «gran tribulación» (13,14-23) y el triunfo del Hijo del hombre (13,24-27), y concluye con exhortaciones a la confianza y la vigilancia (13,28-37). Desde 1860, los especialistas han asumido que tras Mc 13 habría un breve apocalipsis judío o judeocristiano que fue redactado y ampliado por Mar­cos o uno de sus predecesores y colocado en boca de Jesús (aunque pueda contener algu­nos dichos originales de Jesús). Dada la diver­sidad de teorías opuestas sobre el origen y desarrollo del texto, lo mejor es que lo afron­temos tal y como ahora lo encontramos y tra­temos de analizar qué pudo sugerirle a la co­munidad marcana. Con este discurso, Marcos quería disminuir el miedo escatológico e in­culcar la resistencia paciente. Advierte sobre la necesidad de la persecución y del sufri­miento, al tiempo que da fuerzas a la comuni­dad para que afronte los horrores que el futu­ro pueda deparar con la firme convicción de que el clímax de la historia humana lo consti­tuye la llegada del Hijo del hombre y del reino de Dios.
(Hartman, L., Prophecy Interpreted [ConBNT 1, Lund 1966], Lambrecht, J. L., Die Redaktion der Markus-Apokalypse [AnBib 28, Roma 1967]. Pesch, R., Naherwartungen [Düsseldorf 1968].)

84 (i) Introducción (13,1-4). Hay cierta tensión entre la predicción de Jesús sobre la destrucción del templo (13,2) y el resto del dis­curso, que trata del fin del mundo que co­nocemos. 1. uno de sus discípulos le dijo: El asombro de los discípulos ante la grandeza y esplendor de los edificios del templo suscita la declaración de Jesús en 13,2. La reacción de los discípulos es coherente con la cronología de Marcos, según la cual Jesús y sus discípulos sólo visitaron Jerusalén en una ocasión, pues se da la impresión de que es la primera vez que ven la ciudad. 2. no quedará aquí piedra sobre piedra: La predicción de la destrucción del templo de Jerusalén se afirma en muchos textos del NT (Mc 14,57-58; 15,29; Jn 2,19; Mt 26,61; Hch 6,14). Con su profecía sobre la des­trucción del templo Jesús se colocaba en la tradición de los profetas del AT (cf. Miq 3,12; Jr 26,18), No es necesario partir del supuesto de que esta predicción refleja los aconteci­mientos del año 70 d.C., aunque es cierto que el cristianismo primitivo vio en aquellos he­chos el cumplimiento de la predicción de Je­sús. 3. en el monte de los Olivos, enfrente del templo: Dada la connotación escatológica que tiene el monte de los Olivos en Zac 14,4, este escenario era el más apropiado para realizar el discurso escatológico (cf. Mc 11,1). Sus desti­natarios eran los cuatro primeros discípulos (cf. 1,16-20), tres de los cuales constituían el círculo íntimo (cf. el comentario sobre 5,37). 4. ¿cuándo ocurrirá eso?: Lógicamente, la pre­gunta de los discípulos se refiere a la predic­ción que Jesús había hecho sobre el templo en 13,2, pero en su actual contexto también se re­fiere a todo el discurso posterior.

85 (ii) Comienzo de los sufrimientos (13,5-13). La primera fase en la presentación que hace Jesús del futuro se refiere a los aconteci­mientos a gran escala (13,5-8) y al destino de los discípulos (13,9-13). El mensaje en conjun­to trata de la resistencia paciente ante los ca­taclismos cósmicos y las persecuciones. El modo en que se describen las persecuciones de los discípulos (especialmente con el verbo paradidómi, «entregar») evoca los propios su­frimientos de Jesús, que se nos describen en el relato de la pasión, y sitúa el sufrimiento de los seguidores en línea con el del Maestro. 5. cuidad que nadie os engañe: Con la frase inicial del discurso expresa su intención de enfriar el entusiasmo escatológico e inculcar una cauta actitud de observación y espera ante la llegada del reino de Dios. 6. muchos vendrán en mi nombre diciendo: «Yo soy»: En esta frase pare­ce que hay más que una simple referencia a los pretendientes mesiánicos judíos (cf. Hch 5,36-37). Sobre egó eimi, cf. el comentario a 6,50. Había curanderos y maestros en el cristianis­mo primitivo que podían haberse presentado como reencarnaciones de Jesús. El contexto actual indica que pretendían ser el Jesús que retomaba de la derecha de Dios (cf. 14,62). So­bre las predicciones de los falsos cristos, cf. 13,21-23. 8. el comienzo de los dolores de alum­bramiento: Se presentan las predicciones y ru­mores de guerra, las revueltas, los terremotos y el hambre como elementos que formaban parte del plan con el que Dios estaba prepa­rando la llegada del reino. Se describen estas tribulaciones en analogía con los primeros momentos del alumbramiento (cf. mSot 9,15). Aunque sean realmente graves, no son todavía el eschaton. 9. os entregarán a los tribunales: El foco se desplaza desde los acontecimientos mundiales al destino de los discípulos, a quie­nes se les promete persecución y sufrimiento. Los «tribunales» (synedria) se refieren a aque­llos tribunales judíos locales (cf. 2Cor 11,24) que tenían autoridad para castigar a los in­fractores de religión judía. La referencia a «go­bernadores y reyes» no exige un contexto extrapalestinense: Pilato y Herodes Antipas serían buenos ejemplos. Los discípulos de Je­sús encontrarán la oposición tanto por parte judía como por parte gentil. 10. es preciso que antes sea proclamada la Buena Nueva a todas las naciones: El vocabulario típicamente marcano del dicho sugiere que fue el evangelista quien lo insertó entre 13,9 y 13,11. La hipóte­sis se verifica por el desarrollo lógico que exis­te entre 13,9 y 13,11 y por el hecho de que, si el Jesús terreno hubiese sido tan explícito so­bre este asunto no se hubiera producido nin­gún debate en el cristianismo primitivo sobre la misión a los gentiles (cf. Gál 2; Hch 15). Su inserción en este momento tiene el efecto de disminuir dramáticamente el calendario esca­tológico, puesto que era necesario que se die­ra un gran rodeo fuera del territorio palestinense. 11. no seréis vosotros quienes habléis, sino el Espíritu Santo: Lo que Jesús les prohí­be es la preocupación ansiosa (me promerimnate), no que no pensaran o no se preparasen convenientemente. 12. el hermano entregará a su hermano: La idea de que en el eschaton acontecerían divisiones que afectarían a las re­laciones personales era un elemento tópico en los escritos apocalípticos judíos (cf. 4 Esd 5,9; 6,24; Jub 23,19; 2ApBar 70,3; mSot. 9,15). 13. el que persevere hasta el final se salvará: Este di­cho conclusivo reproduce el mensaje marcano de la resistencia paciente durante «los dolores de parto del Mesías» y la recompensa definiti­va de la salvación.

86 (iii) La gran tribulación (13,14-23). La segunda fase en la presentación del futuro que hace Jesús va más allá de la experiencia de Marcos y sus primeros lectores, dirigiéndose hacia acontecimientos que, desde su perspec­tiva, pertenecían al futuro. Esos acontecimien­tos se resumen con el término «tribulación» (thlipsis). Aunque parte de las imágenes refle­jan las condiciones de los tiempos de guerra, se han colocado en un contexto completamen­te nuevo. Al anunciar estos acontecimientos, Jesús prepara a sus seguidores para afrontar­los, haciendo posible su resistencia paciente. 14. la abominación de la desolación: La expre­sión está tomada de Dn 9,27; 11,31; 12,11; en Daniel se refiere al altar pagano (cf. 1 Mac 1,59) que Antíoco IV Epífanes erigió sobre el altar de los holocaustos del templo de Jerusa­lén en el 168 a.C. El participio masculino sin­gular hestékota, «colocado», sugiere la trans­formación de una cosa en persona, es decir, se espera que el lector lo identifique con una per­sona. que el lector entienda: El comentario pue­de referirse a los acontecimientos que condu­jeron a la destrucción del templo en el 70 d.C. Tal vez, la vaguedad de la expresión pretenda evitar la hostilidad romana mediante un men­saje codificado. Si el comentario formaba par­te de una fuente premarcana podría aludir al plan abortado del emperador Calígula de eri­gir una estatua de sí mismo en el templo de Je­rusalén en el año 40 d.C. (cf. Josefo, Ant. 18.8.2 § 261; Filón, De legat. 188,207-08; Táci­to, Hist. 5,9; → Historia, 75:173-74). Con otras palabras, se presenta el incidente de Calígula como una repetición del protagonizado por Antíoco. que los que estén en Judea huyan a los montes: Según 13,15-16, la tribulación aconte­cerá tan rápidamente que no habrá ocasión para intentar rescatar nada de la propia casa; de igual modo, la embarazadas y las madres recientes sufrirán mucho según 13,17. 18. que no ocurra en invierno: Los inviernos en Pales­tina son fríos y lluviosos, haciendo intransita­bles los wadis. No habría entonces grano dis­ponible para alimentar a los refugiados. 19. una tribulación como no la ha habido igual hasta ahora desde el principio de la creación: Con esta frase se quiere decir que no se trata de una simple guerra, sino de algo mucho más grave. La descripción alude a Dn 12,1: «Será un tiempo de angustia como no hubo otro des­de que existen las naciones» (cf. Ap 1,9; 7,14). 20. si el Señor no acortase aquellos días: Se su­pone que Dios ha establecido un tiempo fijo para la llegada del reino (cf. Dn 12,7). Sobre la idea del acortamiento del tiempo, cf. 1 Hen 80,2; 2ApBar 20,1-2; 83,1.6. 21. aquí está el Cristo: Aunque el fragmento 11,21-23 tiene muchos aspectos en común con 13,5-6, este pasaje se refiere más a los pretendientes me­siánicos y falsos profetas (cf. 13,22) que a los que afirmaban ser el Jesús que retornaba en la parusía. La aparición de estos falsos mesías y profetas constituye el clímax de la gran tribu­lación (cf. 13,24). 23. os lo he advertido de an­temano: El discurso retorna a los cuatro discí­pulos que han sido sus destinatarios. Éstos deberían practicar la resistencia paciente en medio de estos acontecimientos, puesto que han sido previamente informados de lo que ocurriría y saben que la resistencia paciente provocará su salvación (cf. 13,13).

87 (iv) El triunfo del Hijo del hombre (13,24-27). El lenguaje veterotestamentario de los signos cósmicos y las referencias al Hijo del hombre y la reunificación se han mezclado conjuntamente en un nuevo contexto en el que la venida escatológica de Jesús como Hijo del hombre constituye el acontecimiento clave. Su gloriosa llegada en el eschaton será la prueba final de la victoria de Dios; su expectación sir­ve como fundamento para la resistencia pa­ciente recomendada en el discurso. 24. el sol se oscurecerá: Los portentos cósmicos que pre­ceden la llegada del Hijo del hombre evocan ciertos textos del AT: Is 13,10; Ez 32,7; Am 8,9; Jl 2,10.31; 3,15; Is 34,4; Ag 2,6.21. Sin embar­go, en ningún lugar del AT preceden a la llega­da del Hijo del hombre. La conjunción de to­dos los portentos es una forma de decir que toda la creación señalará el momento de su llegada. 26. verán al Hijo del hombre venir en­tre las nubes: La descripción está tomada de Dn 7,13. Sin embargo, el Hijo del hombre de Marcos es claramente Jesús, no la figura an­gélica «en forma humana» de Dn 7,13. Es ma­teria de debate entre los especialistas si Jesús se refirió a sí mismo con estos términos (→ Je­sús, 78:38-41); pero véase 14,61-62. 27. reuni­rá de los cuatro vientos a sus elegidos: La ac­ción del Hijo del hombre da la vuelta a lo dicho en Zac 2,10. El tema de que Dios reunificaría al pueblo elegido se encuentra en Dt 30,4; Is 11,11.16; 27,12; Ez 39,27, y en otros li­bros del AT y de la literatura judía intertesta­mentaria, pero en ningún lugar del AT se dice que el Hijo del hombre sería aquel que llevaría a cabo esta reunificación.
88 (v) Exhortación a la confianza y la vi­gilancia (13,28-37). La exhortación está for­mada por una parábola (13,28-29), un dicho sobre el tiempo del eschaton (13,28-29), un di­cho sobre la autoridad de Jesús (13,31), otro dicho sobre el tiempo (13,32) y una segunda parábola (13,33-37). El material se ha unido mediante las siguientes palabras gancho: «es­tas cosas», «pasar», «vigilar» y «puerta». El di­cho sobre «estas cosas» que ocurrirán en «es­ta generación» (13,30) se equilibra mediante el reconocimiento de que sólo Dios conoce el tiempo exacto (13,32). La parábola sobre los signos evidentes del final (13,28-29) está equi­librada con la parábola sobre la vigilancia constante (13,33-37). 28. de la higuera apren­ded esta parábola: El proceso del crecimiento natural de la higuera en primavera y verano se compara con la secuencia de los aconteci­mientos que conducen a la llegada del Hijo del hombre. Cuando veáis que ocurren estos he­chos, sabed que el Hijo del hombre llegará pronto. 30. no pasará esta generación hasta que todas estas cosas sucedan: La frase «todas es­tas cosas» debe referirse a los acontecimientos que conducen a la llegada del Hijo del hombre (cf. 13,29), aunque los cristianos podrían ha­berla interpretado como una referencia a la muerte y resurrección de Jesús o a la destruc­ción del templo (cf. Mc 9,1). La rotundidad del dicho es mitigada por 13,32. 31. cielos y tierra pasarán: Jesús habla con el lenguaje de ls 51,6 y 40,8 para subrayar la autoridad divina de su enseñanza. Este dicho está conectado con el precedente mediante la palabra gancho «pa­sar». 32. nadie sabe nada: Es comprensible que solamente Dios conozca el tiempo exacto, pero sorprende que se incluya también al Hijo en el grupo de los que lo desconocen, es decir, entre los ángeles y los hombres. En los deba­tes patrísticos sobre la divinidad de Jesús se utilizó este dicho como argumento en contra de tal naturaleza. 34. como un hombre que se ausentó: Esta segunda parábola compara la vi­gilancia sobre el reino con la vigilancia que se exige a un portero cuyo señor se ha ido de via­je: ¡No sabéis cuándo llegará el dueño de la ca­sa! Puesto que no se conoce el momento exac­to, se requiere una vigilancia constante.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

El capítulo que ahora comenzamos está lleno de profecías, algunas de las cuales se han cumplido, mientras que otras están aún por cumplirse. Dos grandes acontecimientos forman su tema principal: la destrucción de Jerusalén y el fin consiguiente de la dispensación judaica por una parte, y por otra, la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo, y la terminación de las condiciones en que ahora vivimos. La destrucción de Jerusalén aconteció tan solo cuarenta años después de la crucifixión de nuestro Señor. La segunda venida de Cristo está aún por suceder, y quizás vivamos para verla con nuestros ojos.
Capítulos como este deben ser muy interesantes para todo verdadero cristiano. Ninguna historia debería llamar tanto nuestra atención como la historia pasada y futura de la iglesia de Cristo Los principios y la caída de los imperios del mundo son relativamente acontecimientos de poca importancia á los ojos de Dios.
Babilonia, Grecia, Roma, Francia é Inglaterra, son nada para El en parangón con el cuerpo místico de Cristo. La marcha de los ejércitos y las victorias de los conquistadores son meras fruslerías en comparación de los progresos del Evangelio, y del triunfo definitivo del Príncipe de la Paz. ¡Ojalá que recordemos esto al leer las profecías de las Escrituras! «Bendito el que lee 1» Rev. 1.3.
Lo primero que debe atraer nuestra atención en los versículos de que nos estamos ocupando, es la predicción de nuestro Señor respecto al templo de Jerusalén.
Los discípulos, con el orgullo natural de los judíos, habían llamado la atención de su Maestro al esplendor arquitectónico del templo. «Mira,» le dijeron, » que piedras y que edificios» recibieron del Señor una respuesta muy diferente de la que se esperaban, respuesta que debió entristecerles el corazón, y muy apropiada para despertar en sus espíritus el deseo de indagar. No salió de sus labios ninguna palabra que indicara admiración. No aprobó el plan ni el trabajo del edificio suntuoso que tenia ante sus ojos. Tal parece que se olvidó de la forma y belleza del edificio material, absorbido en la consideración de la maldad de la nación en cuyo seno se alzaba. «¿Ves,» replica El,» esos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra que no sea derribada..
Aprendamos de esa frase solemne, que la verdadera gloria de una iglesia no consiste en sus edificios para el culto público, sino en la fe y santidad de sus miembros. Nuestro Señor Jesucristo no podía complacerse en fijar su vista en ese mismo templo que encerraba el santo de los santos, el candelero de oro, y el altar de los holocaustos. Bien podemos suponer, que mucho menos placer puede encontrar en los más espléndidos templos de los que se llamaban cristianos, si Su Palabra y Su Espíritu no se reverencian en ellos.
Gran bien nos hará el recordarlo. Somos naturalmente inclinados á juzgar de las cosas por su apariencia, como los niños que aprecian las margaritas más que el trigo. Estamos muy dispuestos a suponer que donde hay un suntuoso templo y un ceremonial pomposo, piedras entalladas y vidrios pintados, buena música y ministros revestidos de trajes resplandecientes, allí debe haber de de seguro verdadera religión; y, sin embargo, posible es que no haya ninguna; quizás todo se reduce á formas, aparato, y excitación de los sentidos. Posible es que no haya nada que satisfaga la con la ciencia y cure el corazón enfermo.
Posible es que resulte así que investiguemos que Cristo no es predicado en aquel templo espléndido, y que no se explica allí la Palabra de Dios. Puede suceder que los ministros ignoren completamente el Evangelio, y que los adoradores estén muertos en transgresiones y pecados. Indudable es para nosotros que Dios no puede encontrar ninguna belleza en Semejante edificio; así como no debemos dudar tampoco que el Partenón estaba desnudo de gloria á los ojos de Dios comparado con las cuevas y cavernas en que los primeros cristianos le tributaban culto, que la boardilla más pobre y miserable en que Cristo es predicado hoy, tiene más mérito á Sus ojos que la basílica de S. Pedro en Roma.
No vayamos, sin embargo, á incurrir en el absurdo de suponer que es indiferente que clase de edificios dedicamos especialmente al servicio de Dios. No es Papismo fabricar una hermosa iglesia; ni la verdadera religión consiste en tener para el culto un lugar sucio, indigno, sin orden y sin decencia. «Que todas las cosas sean ordenadas y decentes.» 1 Cor. 14.40. Pero sea un principio fijo de nuestra religión, que aunque nuestras iglesias sean bellas, consideremos como sus principales ornamentos una doctrina pura y un culto santo; sin estas dos condiciones el edificio eclesiástico más espléndido es radicalmente defectuoso; no hay gloria en él si Dios no está allí. Pero con estas dos condiciones, la más humilde cabaña de ladrillo en que es predicado el Evangelio, es bella y atractiva ; está consagrada por la presencia de Cristo y por la bendición del Espíritu Santo.
Lo que debe, en segunde lugar, fijar nuestra atención en estos versículos, es la manera notable con que nuestro Señor comienza la gran profecía de este capítulo.
Se nos dice que cuatro de sus discípulos, excitados sin duda por su predicción respecto al templo, se dirigieron á El para pedirle más informes. «Dinos,» le dijeron, «¿Cuando serán esas cosas? ¿Y que señal habrá cuando todas estas cosas vayan á cumplirse?.
La respuesta que nuestro Señor da á estas preguntas comienza prediciendo que aparecerán falsas doctrinas y que habrá guerras. Si sus discípulos se imaginaban que les prometería triunfos inmediatos y prosperidades temporales en este mundo, pronto se desengañaron. Muy lejos de hacerles concebir la esperanza de una victoria pronta de la verdad, les anuncia que cuenten con ver asomar el error. «Mirad que nadie os engañe. Muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy Cristo.» Muy lejos de despertar en ellos la idea del reinado general de la paz y de la tranquilidad, les ordena que se preparen á guerras y trastornos. «Nación se levantará contra nación, y reino contra reino. Habrá terremotos por los lugares, y habrá hambres y alborotos; principios de dolores serán estos..

Fuente: Los Evangelios Explicados

Lit., tan grandes

Fuente: La Biblia de las Américas

Dice que el templo será destruido: anuncia las guerras y aflicciones que habían de sobrevenir. Previene a sus discípulos contra los falsos Cristos, y falsos profetas. Después de las señales que se verán en el sol, en la luna y en las estrellas, vendrá el Hijo del hombre en medio de su gloria. Semejanza de esto tomada de la higuera. Encomienda a todos la vigilancia, para que no los coja de sorpresa esta venida.

6 a. El Mesías.

7 b. MS. E los asmamientos de las lides.

8 c. El Griego: kái tarajái, y tumultos.

9 d. Para que deis testimonio de mi doctrina delante de ellos; o para que en el día del juicio sirváis de testigos contra ellos, publicando su injusticia y crueldad. Y estas calamidades no sólo sucederán antes del fin del mundo, mas aun antes de la ruina de Jerusalén, que aconteció cerca de treinta y siete años después de la muerte de Jesucristo.

11 e. El Griego: mé tromerimnáte tí lalésate, medé meletáte, no os congojéis, ni premeditéis lo que habéis de hablar.

14 f. El Griego: tó rhethén hupó daniél profétou, lo que dijo el profeta Daniel (9,27). Cuando viereis la abominación; esto es, los ejércitos romanos que entran al templo para contaminarlo, destruirlo y arrasarlo, profanando sacrílegamente la casa y morada de Dios en la tierra.

16 g. El Griego: eis tá opíso, a lo que deja atrás.

18 h. El Griego: hína mé génetai he fugé humón, que no sea vuestra huida.

19 i. Aquellos días serán la misma tribulación. Hebraismo enfático.

20 j. Tiene decretado abreviarlos.

24 k. Mas en aquellos días, que precederán a la segunda venida del Hijo del hombre; después de aquella tribulación, que caerá sobre la nación de los judíos, se oscurecerá el sol. Anuncia en los versículos siguientes el día terrible del juicio.

27 l. De los cuatro vientos, o cuatro puntos cardinales del mundo; quiere decir, de toda la tierra.

m. MS. Desde fondon de la tierra fasta somo del cielo.

30 n. MS. Que no traspasará. La ruina de Jerusalén, que aconteció antes de pasar aquella generación, era la imagen más perfecta del fin del mundo.

32 o. San Mateo (24,36), habla solamente de los ángeles, sin hacer mención del Hijo del hombre, aunque Orígenes, San Juan Crisóstomo, San Hilario y San Agustín lo leen también en San Mateo; y así es probable que algunos lo quitaron de San Mateo por causa de los Arrianos, que de este lugar pretendían probar la desigualdad del Hijo, diciendo que no pueden ser iguales el que sabe y el que ignora. Mas como no podemos dudar que el Hijo de Dios es igual al Padre, y que conoce y sabe lo mismo que el Padre, los intérpretes y Padres dan diversos sentidos a este lugar. Unos lo explican diciendo, que el Hijo del hombre no lo sabía, para hacerlo saber a los Apóstoles con quienes hablaba, como a quienes no tocaba saber este día, antes por el contrario les era muy útil el ignorarlo: Ut sic, dice San Jerónimo in Matth. XXIV, 16, incerti de adventu judicis, sic quotidie vivant, quasi die illa judicandi sint. Otros dicen, que el Hijo, como Hijo del hombre, no conocía este día, sino como Dios: del mismo modo que en otra parte dice Jesucristo que no tocaba a él conceder a los hijos del Zebedeo, que estuviesen sentados a su diestra, o a su siniestra. In natura quidem humanitatis novit, non ex natura humanitatis: palabras de San Gregorio, que explican con toda precisión el sentido de las palabras del Señor.

35 p. Se expresan las cuatro partes de la noche, continuándose la misma metáfora.

37 q. El precepto de la vigilancia cristiana obliga generalmente a todos los fieles. Cristo en estas palabras no se ciñe a una condición de hombres, o de estados; habla con todos, y así todos deben tener presente y rumiar mucho esta verdad que nos dice San Agustín: que el estado en que a cada uno hallare el último momento de su vida, que ignora cuándo será, ese tendrá en el último día del mundo, y este decidirá la suerte que le ha de caber por toda una eternidad. Y este es aquel terrible momento, de que depende la eternidad.

Fuente: Notas Bíblicas

[2] Conocido como la Tribulación de Jacob, o Shivlei HaMashiaj – los dolores de parto de Moshiaj.

[3] Todas las naciones Israelitas, que ya para el tiempo de Yahshua habían empezado a llenarse con Efrayimitas.

[4] De esta época.

[1] El elegido de YHWH es Israel, ya que YHWH no tiene dos clases de elegidos, más bien dos partes de la única elegida. Si siempre en el Pacto Renovado “elegido” se refiere a el cuerpo de creyentes, también debe aplicar aquí, significando que el Israel del Pacto Renovado atravesará ciertamente por la Gran Tribulación.

[2] Como se ve en el verso 24, el regreso de Yahshua es después de la Gran Tribulación. Nada puede ser más sencillo.

[3] El término cuatro vientos a través de la Escritura siempre habla de Israel y la recolección de los exiliados como está visto en Deu 30:4, Eze 37:9, y en otras partes. Esta recolección no tiene nada que ver con un “rapto” de ninguna iglesia.

[4] El renacimiento del estado de Israel en 1948 y la recuperación de Jerusaleñ en 1967. La generación que vea estos eventos será la generación final, o generaciones.

[5] Significando que El enseñó Torah y Sus palabras eran Torah, porque sólo la Torah (Génesis-Apocalipsis) no puede pasar.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[14] Dan 9, 27.

Fuente: Notas Torres Amat