Biblia

Comentario de Marcos 13:32 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Marcos 13:32 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Pero acerca de aquel día o de la hora, nadie sabe; ni siquiera los ángeles en el cielo, ni aun el Hijo, sino sólo el Padre.

13:32 — Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre — Habiéndose referido al cielo y la tierra que pasarán, y diciendo “aquel día” (en lugar de “aquellos días” de los versículos 17,19,20,24), parece que Jesús ahora apunta al día final en su segunda venida (Heb 9:28).

Dice Jesús que él no sabe de aquel día ni de la hora, ni tampoco los ángeles. Mateo (24:36) agrega que nadie lo sabe, “sino sólo mi Padre”. Se sigue, pues, que el Espíritu Santo tampoco lo sabe. Obviamente Jesucristo y el Espíritu Santo son omniscientes. Pero no por eso tienen el mismo papel en el desarrollo del plan eterno de Dios (Efe 3:11). Toca solamente al Padre saber, o revelar, el día y la hora del fin del mundo. (Aquí “saber” se emplea en el sentido de revelar. Compárese 1Co 2:2 — Pablo sabía muchas cosas, pero una sólo cosa determinó allí “saber”, o revelar en predicación). Cada una de las Personas de la Deidad tiene su propio papel.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

pero de aquel día. Mar 13:26, Mar 13:27; Mat 24:36-42; Mat 25:6, Mat 25:13, Mat 25:19; Hch 1:7; 1Ts 5:2; 2Pe 3:10; Apo 3:3.

ni el Hijo. Apo 1:1.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Como alguien que fue completo Dios y al mismo tiempo completo hombre, Jesús poseía todos los atributos de la deidad, incluyendo la omnipotencia y la omnisciencia. Él sabía lo que estaba en el corazón de los hombres (Mar 2:8) y podía calmar las olas (Mar 4:39). Cuando Jesús llegó a ser hombre, sin embargo, Él voluntariamente renunció al uso independiente de sus atributos (cf. con Flp 2:5-8). Como un padre que arroja suavemente la pelota a su pequeño niño, aunque tiene la capacidad de utilizar toda su fuerza, si es necesario, para salvar al niño de correr enfrente de un auto. Por supuesto, hoy glorificado en el cielo, Jesús sabe el día y la hora de su regreso.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

DE AQUEL DÍA Y DE LA HORA NADIE SABE. Véase Mat 24:36, nota.

Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena

aquel día y de la hora. El día y la hora exactos en que Cristo regresará (vea la nota sobre Mat 24:36). nadie sabe. El tiempo del regreso de Cristo no será revelado por adelantado a ningún ser humano. En este momento, la única persona en saberlo es Dios Padre. ángeles. Aunque los seres angelicales disfrutan de intimidad con Dios, cubren su trono con sus alas a la espera de hacer su voluntad (Isa 26:2-7), y continuamente ven su rostro (Mat 18:10), no tienen conocimiento del tiempo en el que Cristo regresará a la tierra. ni el Hijo. Cuando Jesús dijo estas palabras a sus discípulos, incluso Él mismo desconocía el día y la hora de su retorno. Aunque Jesús era completamente Dios (Jua 1:1; Jua 1:14), cuando se hizo hombre, voluntariamente limitó el uso de algunas de sus atributos divinos (Flp 2:6-8). Actuó únicamente bajo la dirección del Padre (Jua 4:34; Jua 5:30; Jua 6:38). Demostró su omnisciencia en varias ocasiones (cp. Jua 2:25; Jua 3:13), pero voluntariamente limitó aquella omnisciencia solo a aquellas cosas que Dios quería que Él supiera durante los días de su humanidad (Jua 15:15). Este fue el caso en lo que se refería al día y la hora de su regreso. Después de resucitar, Jesús retomó por completo su conocimiento divino (cp. Mat 28:18; Hch 1:7).

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

13:32 — Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre — Habiéndose referido al cielo y la tierra que pasarán, y diciendo “aquel día” (en lugar de “aquellos días” de los versículos 17,19,20,24), parece que Jesús ahora apunta al día final en su segunda venida (Heb 9:28).
Dice Jesús que él no sabe de aquel día ni de la hora, ni tampoco los ángeles. Mateo (24:36) agrega que nadie lo sabe, “sino sólo mi Padre”. Se sigue, pues, que el Espíritu Santo tampoco lo sabe. Obviamente Jesucristo y el Espíritu Santo son omniscientes. Pero no por eso tienen el mismo papel en el desarrollo del plan eterno de Dios (Efe 3:11). Toca solamente al Padre saber, o revelar, el día y la hora del fin del mundo. (Aquí “saber” se emplea en el sentido de revelar. Compárese 1Co 2:2 — Pablo sabía muchas cosas, pero una sólo cosa determinó allí “saber”, o revelar en predicación). Cada una de las Personas de la Deidad tiene su propio papel.

Fuente: Notas Reeves-Partain

Pero de aquel día y de la hora nadie sabe: Jesús afirma que nadie sabe cuándo llegará el tiempo del fin: ni los ángeles, ni el Hijo (“Hijo del hombre” en este contexto). El único que lo sabe es Dios (el Padre). Preferimos una traducción que no asuma demasiado. Por ejemplo, TLA hace hablar a Jesús como Hijo: «Ni yo lo sé». Aunque teológicamente esto sea correcto, no lo es desde el punto de vista de la retórica de este Evangelio. En Marcos, Jesús no habla abiertamente de él mismo como el Mesías o el Hijo de Dios. Más aún, siempre trata de ocultar ese hecho. Una traducción adecuada debe respetar este énfasis del evangelista, cosa que, desgraciadamente, TLA no lo hace. Por eso, nos inclinamos aquí por RV95.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

REFERENCIAS CRUZADAS

e 676 Mat 24:36; Hch 1:7

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

ni el Hijo. Jesús no los sabía en Su naturaleza humana. Véase nota en Flp 2:7 acerca de la autolimitación de Cristo.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

Estos versículos terminan la narración de S. Marcos de la profecía de nuestro Señor en el monte de los Olivos; deberían ser para nosotros como una aplicación directa de la profecía á nuestras conciencias.
Aprendemos en estos versículos que intencionalmente se ha ocultado á la iglesia de nuestro Señor Jesucristo la época exacta de su segunda venida. El acontecimiento es cierto; pero el día preciso y la hora no nos han sido revelados. «De aquel día, y de la hora, nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo..
Hay gran sabiduría y mucha misericordia en ese silencio. Por mil razones debemos dar gracias á Dios por que nos lo ha ocultado. Esa incertidumbre respecto á la época de la vuelta del Señor tiene por objeto mantener á los creyentes en una actitud de constante esperar, y salvarlos del desaliento. ¡Que terrible prospecto la iglesia primitiva hubiera tenido ante sus ojos, si le hubiese contado que Cristo no volvería á la tierra por lo menos en mil quinientos años! Aun hombres como Atanasio, Crisóstomo, y Agustín hubieran sentido sus corazones oprimidos, si hubieran sabido por cuantos siglos de tinieblas tendría que pasar el mundo, antes que su Maestro volviese á tomar posesión de su reino. Por otra parte; ¡que estímulos tan poderosos no han tenido los verdaderos cristianos, para marchar cerca de Dios! En todas épocas han estado inciertos si su Señor no se aparecería de repente á tomar cuentas á sus siervos. Esta misma incertidumbre ha sido una de las razones que los han obligado á vivir siempre listos para salir á Su encuentro Preciso es no pasar por alto una precaución que debe tenerse en este particular. La incertidumbre respecto al tiempo de la segunda venida de nuestro Señor no debe impedirnos prestar toda nuestra atención á las profecías de la Escritura que aún no se han realizado. Esta es una gran ilusión, pero en ella incurren desgraciadamente muchos cristianos. Hay que establecer una distinción muy marcada entre las aserciones dogmáticas y positivas respecto á fechas, y la indagación humilde que en nuestras plegarias hacemos de esas cosas buenas que están aún por venir. Las palabras de nuestro Señor en este pasaje deben hacernos cautelosos contra todo dogmatismo respecto á épocas y estaciones; pero en relación al provecho que en general se recaba del estudio de las profecías, no tenemos autoridad más explícita que las palabras del apóstol Pedro: «Hacéis bien en estar atentos á la profecía,» 2 Ped. 1.19; y las de Juan en la Revelación: » Bienaventurado el que lee.» Apo. 1.3.
Aprendemos, en segundo lugar, en estos versículos, cuales son los deberes prácticos de los verdaderos creyentes en la expectativa de la segunda venida de Jesucristo. Nuestro Señor menciona tres cosas á que debe atender su pueblo. Les dice muy claro que volverá un día, con gran gloria y majestad; pero al mismo tiempo agrega que la hora precisa y la fecha de su venida no son conocidas. ¿Qué tiene, pues, que hacer su pueblo? ¿Con que disposición de espíritu debe vivir? Tienen que vigilar, que orar, y trabajar.
Tenemos que velar, y estar siempre en guardia. Debemos mantener nuestras almas vigilantes, despiertas y animadas, preparadas siempre á recibir á su Señor.
Tenemos que librarnos del letargo espiritual, del embotamiento, del sopor. Las compañías, el empleo del tiempo, la sociedad que puedan inducirnos á olvidar á Cristo y su segunda venida, deben marcarse, notarse, y evitarse. «Así pues no durmamos como los demás; antes velemos, y seamos sobrios.» 1 Tesal. 5.6.
Debemos orar. Adquiramos el hábito de mantener con regularidad íntima comunión y relaciones con Dios. No permitamos que haya lejanía entre nosotros y nuestro Padre que está en los cielos, sino hablémosle diariamente, para que estemos siempre dispuestos á mirarlo cara á cara. Además, debemos orar especial mente respecto á la segunda venida del Señor, para que seamos «hallados en paz, sin mancha ni faltas,» para que nuestros corazones no se vean nunca «sobrecargados» con los afanes de esta vida, y ese día nos coja desprevenidos. 2 Pedro 3.14, y Lucas 21.34.
Finalmente, debemos trabajar. Probemos que todos somos siervos de un gran Señor, que á cada hombre le ha señalado su tarea, y espera que sea hecha.
Esforcémonos en glorificar á Dios cada uno en la esfera de nuestra actividad y de nuestra influencia. Todos tenemos siempre algo que hacer. Tratemos cada uno de nosotros, de brillar como una luz, de ser la sal de nuestra época y testigos fieles de nuestro Señor, honrándolo concienzuda y consecuentemente con nuestra conducta diaria. Nuestro gran deseo debe ser que ese día no nos encuentre perezosos y dormidos, sino trabajando y haciendo algo.
Tales son los preceptos que nuestro Señor quiere que obedezcamos. Deberían excitar á todos los verdaderos cristianos á hacer un examen minucioso de sus corazones y de sus conciencias, ¿Esperamos la vuelta del Salvador? ¿Podemos decir con sinceridad, Ven, Señor Jesús? ¿Vivimos como si realmente creyéramos que Cristo volverá? Estas preguntas demandan una seria consideración. ¡Ojalá les consagremos la atención que merecen! ¿Nos exige nuestro Señor que descuidemos los deberes de la vida por esperar su vuelta? Nada de eso. No ordena al labrador que abandone sus tierras, ni al mecánico su trabajo, ni al mercader sus negocios, ni al abogado sus clientes. Todo lo que pide es que los que se han bautizado en su fe vivan como esta se los demanda: que vivan arrepentidos, que vivan creyendo, que vivan como quienes saben que «sin santidad ningún hombre puede ver al Señor.» Viviendo así, estamos listos á encontrarnos con nuestro Señor; pero si así no lo hacemos, no estaremos preparados ni para la muerte, ni para el juicio, ni para la eternidad. Vivir de esa manera es ser verdaderamente feliz, porque es estar en realidad dispuesto á todo lo que pueda acontecer. No nos mostremos satisfechos con un Cristianismo práctico de un tipo inferior á este. Las ultimas palabras de la profecía son muy solemnes : «Lo que os digo á vosotros, se lo digo á todos, ¡Velad!»

Fuente: Los Evangelios Explicados

Mat 24:36.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

La naturaleza humana de Jesús.

13.32 g Mat 24:36

Fuente: La Biblia Textual III Edición