Comentario de Marcos 14:53 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote; y se reunieron con él todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas.
14:53 — Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas — Marcos omite el hecho de que primero Jesús fue llevado a la casa de Anás (Jua 18:12-13), el sumo sacerdote oficial. Los romanos le habían reemplazado con Caifás (Mat 26:3), el yerno de Anás, quien ahora rige co mo el sumo sacerdote. Se reúne en su casa todo el concilio, el Sanedrín (ver. 55; Luc 22:64).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
y trajeron a Jesús al sumo sacerdote. Isa 53:7; Mat 26:57; Luc 22:54; Jua 18:13, Jua 18:14, Jua 18:24.
y se reunieron todos los principales sacerdotes. Mar 15:1; Mat 26:3; Hch 4:5, Hch 4:6.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
El sumo sacerdote en aquel tiempo era Caifás (18-37 d.C Jua 18:13).
los principales sacerdotes incluían a otros que formalmente habían sido sumos sacerdotes, y los ancianos se componían de las cabezas de las familias líderes en la comunidad. Los escribas eran los judíos expertos y maestros de los mandamientos de Dios, al igual que de las tradiciones de hombres (Mar 7:8, Mar 7:9, Mar 7:13). Este grupo formaba el Sanedrín, al que siempre en los Evangelios y en Hechos se le nombra como el concilio (Mar 14:55; Mar 15:1; Hch 5:27; Hch 23:1).
EN FOCO
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«Rabí»
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(Gr. jrabbí) (Mar 9:5; Mar 10:51; Mar 11:21; Mar 14:45) # en Strong G4461: En los tiempos del Nuevo Testamento, el ser rabí no era un oficio formal, sino más bien un título respetable para un maestro bien versado en la Ley Mosaica. El título, que deriva de una palabra hebrea que quiere decir «grande», a menudo se traduce como «mi maestro». Raboní, el arameo de esta palabra, expresa respeto afectuoso. Tanto los discípulos como los maestros de la Ley honraron a Jesús con este título.
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Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
sumo sacerdote. Caifás, el líder del sanedrín (vea las notas sobre Mat 26:3 ; Mat 26:57; cp. Jua 18:24). Fue el sumo sacerdote oficial del 18 al 36 d.C. todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas. Vea la nota del v.Mar 14:43. El sanedrín en pleno, la jerarquía entera, haciendo gala de su poder.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
El relato de Marcos sobre el enjuiciamiento de Jesús, como en los demás Evangelios, deja en claro que Cristo fue juzgado en dos etapas generales: primero, ante las autoridades religiosas (la corte judía del sanedrín) y, en segundo lugar, ante las autoridades políticas seculares (Roma, representada por el gobernador Poncio Pilato). Cada una de estas etapas tenía tres partes: el interrogatorio preliminar, la acusación formal y la sentencia final. Marcos, como el resto de los evangelistas, no incluyó un relato exhaustivo con todos los detalles y pormenores. Para una idea completa debe tomarse en cuenta la información de los cuatro Evangelios de manera combinada.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
14:53 — Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas —
Marcos omite el hecho de que primero Jesús fue llevado a la casa de Anás (Jua 18:12-13), el sumo sacerdote oficial. Los romanos le habían reemplazado con Caifás (Mat 26:3), el yerno de Anás, quien ahora rige co mo el sumo sacerdote. Se reúne en su casa todo el concilio, el Sanedrín (ver. 55; Luc 22:64).
El Sanedrín era como la Corte Suprema de los judíos. Bajo los romanos, el Sanedrín tenía permiso de juzgar casos de religión y de diferencias entre ellos, pero no se les permitía ejercer pena capital (Jua 18:31). Tenían que buscar la aprobación del gobierno romano que se encargaría de ello. Estos hombres, que buscan la muerte de Jesús (14:1, comentarios; Mat 26:3-4), ¡van a ser sus jueces! Este juicio es una farsa.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL JUICIO
Marcos 14:53, 55-65
Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote, y todos los principales sacerdotes y los maestros de la Ley y los ancianos se reunieron con él…
Los principales sacerdotes y todo el Sanedrín estaban tratando de encontrar alguna evidencia contra Jesús a fin de condenarle a muerte; pero no la podían encontrar, porque había muchos que daban falso testimonio contra El, pero no estaban de acuerdo en sus declaraciones. Algunos se pusieron de pie y dieron falso testimonio contra Él diciendo:
Nosotros Le oímos decir: «Yo destruiré este templo hecho con las manos, y en tres días edificaré otro no hecho con las manos.»
Pero ni siquiera en eso coincidían las acusaciones; en vista de lo cual el sumo sacerdote se puso en pie allí en medio e interrogó a Jesús: ,
-¿Es que no vas a contestar? ¿Qué te parece la evidencia que estos hombres alegan contra Ti?
Jesús seguía callado, y no dio ninguna respuesta. Entonces el sumo sacerdote Le interrogó diciéndole:
-¿Eres Tú el Ungido de Dios, el Hijo del Bendito?
-Sí lo soy -contestó Jesús-, y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder, viniendo con las nubes del Cielo.
El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras y dijo:
-¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Vosotros mismos Le habéis oído blasfemar! ¿Cuál es vuestro veredicto?
Todos ellos Le declararon digno de muerte; y algunos se pusieron a escupirle y a taparle la cara y abofetearle diciéndole:
-¡Profetiza!
Y los servidores Le daban toda clase de golpes.
La acción se iba moviendo ininterrumpidamente hacia el desenlace inevitable.
Por aquel entonces los poderes del Sanedrín eran limitados, porque los que gobernaban el país eran los Romanos. El Sanedrín tenía plenos poderes en materias religiosas. Parece también haber tenido una cierta medida de poder jurídicopolicial. Pero no tenía poder para dictar sentencia de muerte. Si lo que Marcos describe era una reunión del Sanedrín, puede compararse con la de un tribunal supremo. Su función no era condenar, sino preparar los cargos por los que el criminal pudiera ser juzgado ante el gobernador romano.
No cabe duda de que en el juicio de Jesús el Sanedrín quebrantó todas sus leyes. El reglamento de procedimiento del Sanedrín es uno de los tratados de la Misná. Ya se comprende que algunas de sus reglas eran más ideales que prácticas habituales; pero, aun concediendo esto, todo el procedimiento de aquella noche fue una serie de injusticias flagrantes.
El Sanedrín era el tribunal supremo de los judíos, y lo formaban setenta y un miembros. Entre ellos había saduceos -toda la clase sacerdotal eran saduceos-,fariseos y escribas -que eran los maestros de la Ley-, y hombres respetados, que eran los ancianos. El presidente era el sumo sacerdote. El tribunal se sentaba en semicírculo de tal manera que cualquier miembro podía ver a cualquiera de los demás. Enfrente se sentaban los estudiantes de los rabinos, que podían hablar a favor del reo, pero no en su contra. La sala oficial de reuniones del Sanedrín era el salón de la Piedra Tallada, que se encontraba en el recinto del Templo, y las decisiones del Sanedrín no eran válidas a menos que se tomaran en una reunión celebrada en aquel lugar. El tribunal no se podía reunir por la noche, ni en ninguna de las grandes fiestas. Cuando se tomaba la evidencia, se examinaban los testigos separadamente; y, para que su evidencia fuera válida, debía coincidir en todos los detalles. Cada miembro individual del Sanedrín debía dar su veredicto separadamente, empezando por los más jóvenes, hasta llegar al más anciano. Si el veredicto era la pena de muerte, debía transcurrir una noche antes de que se llevara a cabo, para que el tribunal tuviera oportunidad de cambiar de parecer y decidirse por la compasión.
Se puede ver que en un punto tras otro el Sanedrín quebrantó sus propias reglas. No se reunió en la sala oficial. Se reunió por la noche. No se nos dice que se dieran los veredictos individualmente. No se dejó que pasara una noche antes de la ejecución. En su afán de eliminar a Jesús, las autoridades judías no dudaron en quebrantar sus propias leyes.
En un principio, el tribunal no podía conseguir ni testigos falsos que estuvieran de acuerdo. Estos acusaron a Jesús de haber dicho que Él destruiría el Templo. Puede ser que alguno Le hubiera oído decir lo que tenemos en Mr 13:2 , y lo hubiera tergiversado maliciosamente convirtiéndolo en una amenaza de destruir el Templo. Hay una leyenda que dice que el Sanedrín podía conseguir montones de la clase de evidencia que no quería, porque un hombre tras otro salían al frente diciendo: «Yo era leproso, y Él me limpió.» » Yo era ciego,. y Él me dio la vista.» «Yo era sordo, y El me abrió los oídos.» «Yo era cojo, y Él me hizo que pudiera andar.» «Yo era paralítico, y Él me devolvió las fuerzas.»
Por último, el sumo sacerdote tomó la cuestión en sus manos, e hizo la clase de pregunta que la ley prohibía terminantemente, la que obliga a la autoinculpación. Estaba prohibido hacer preguntas cuya respuesta podía incriminar al reo. No se le podía pedir a nadie que se condenara a sí mismo; pero esa fue la pregunta precisa que Le hizo a Jesús el sumo sacerdote. Le preguntó directamente si Él era el Mesías. Está claro que Jesús comprendió que ya era hora de que concluyera aquella desgraciada farsa. Sin dudarlo respondió que sí lo era. Aquello se tomó como un delito de blasfemia, de insulto a Dios. Ya tenía el Sanedrín lo que quería: un delito que merecía la pena capital, y se dieron por satisfechos celebrándolo salvajemente.
De nuevo vemos brillar en esta escena las dos grandes características de Jesús.
(i) Vemos Su coraje. Sabía que el hacer esa confesión Le suponía la muerte; y sin embargo la hizo sin vacilar. Si hubiera negado las acusaciones, no Le habrían podido condenar.
(ii) Vemos Su confianza. Aun ante la inminente perspectiva de la Cruz, todavía siguió hablando con plena confianza de Su triunfo definitivo.
No cabe duda de que es la más terrible de las tragedias de la Historia humana el que se le negara hasta la justicia más elemental y que se Le humillara con la cruda y cruel parodia de los siervos y guardas del Sanedrín a Aquel Que vino a ofrecer a la humanidad el amor de Dios.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
El juicio de Jesús ante el Concilio (Mar 14:53-65)
Análisis de discurso
Marcos comienza esta sección describiendo cómo llevan a Jesús a la casa del Sumo sacerdote, donde se encuentra reunido el Sanedrín. Sin embargo, antes de pasar a narrar el juicio que tiene lugar allí, introduce brevemente a Pedro, quien, luego de seguir a Jesús de lejos, se calienta en el fuego al lado de los sirvientes. Como en una película, la escena cambia de improviso y nos encontramos en el lugar donde se lleva a cabo el juicio, que quedaba en la parte de arriba de la residencia del Sumo sacerdote (ver Mar 14:66). Allí, mientras Pedro se calienta junto al fuego, se desarrolla el juicio contra Jesús. Myers dice que existe una gran similitud entre este juicio y el otro, realizado delante de Pilato. Su sugerencia es muy interesante y por eso la reproducimos a continuación (Myers, 370):
Mar 14:60-62 | Mar 15:4-5, Mar 15:2 |
El Sumo sacerdote […] preguntó a Jesús, diciendo:
—¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Pero él callaba y nada respondía. El Sumo sacerdote le volvió a preguntar: —¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús le dijo: —Yo soy. |
Otra vez le preguntó Pilato, diciendo:
—¿Nada respondes? Mira de cuántas cosas te acusan. Pero Jesús ni aun con eso respondió. Pilato le preguntó: —¿Eres tú el Rey de los judíos? Respondiendo él, le dijo: —Tú lo dices. |
La forma en que la tradición oral conservó estos materiales parece sugerir que, para los seguidores de Jesús, ambas cortes, la religiosa y la política, actuaron igual. Ambas condenaron a Jesús a muerte (ver Mar 14:64 y Mar 15:15), y ambas fueron igualmente culpables de haber enviado a la muerte a un hombre inocente.
En cuanto a los títulos que aparecen en ambos relatos, es evidente que Pilato está preocupado por el hecho de que Jesús sea un aspirante al título de rey, ya que eso era de su competencia directa. Como procurador de la región de Judea, Pilato tenía que asegurarse de mantener el orden y evitar cualquier tipo de alzamiento armado que comprometiese la autoridad de Roma. Por su parte, al sumo sacerdote le preocupaba la actitud de Jesús hacia el templo. Su deseo era sacarse de encima a alguien que cuestionaba su autoridad y la de la institución que presidía. La respuesta de Jesús lo descolocó. En efecto, más que identificarse como Mesías, o Hijo de Dios, dos títulos utilizados en la tradición judía para reyes, sacerdotes o profetas, se identifica como Hijo del hombre, un título reservado en la literatura apocalíptica para un personaje celestial que sería enviado por Dios al final de los tiempos. De ahí la acusación de blasfemia. El sumo sacerdote entendió que Jesús estaba haciendo de sí mismo el instrumento divino del juicio final, un juicio que —de ser como Jesús lo anunciara (ver Mar 13:2) —abarcaría de manera muy especial al templo y su dirigencia, de la cual el sumo sacerdote era el líder.
TÍTULO: Sugerimos “El juicio de Jesús ante el Concilio”. Todas las versiones consultadas proponen títulos semejantes.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
El Rey bajo juicio (ver Mat. 26:57-68; Luc. 22:63-71). Estos versículos que describen a Jesús ante el Sanedrín (la corte suprema judía), condujeron a su aceptación del título de Mesías o Cristo (62). Esto significó que él afirmó que era el esperado Rey, el descendiente de David. Esta declaración en sí no hubiera sido considerada como blasfemia, pero cuando se juntó con la proclamación de que era el Hijo de Dios, y el celestial Hijo del Hombre del libro de Dan., por supuesto, hubiera sido blasfemia si no hubiera sido cierto. El problema radicaba en que los que acusaban a Jesús nunca se preguntaron a sí mismos si pudiera, en verdad, ser cierto antes de rechazar dicha verdad y a él también.
El v. 54 nos prepara para el relato de la negación de Pedro, pero de inmediato enfoca sobre el esfuerzo de hallar alguna o toda la evidencia, fuera falsa o verdadera, suficiente para condenar a muerte a Jesús. Aun en nuestros días todavía es fácil comprar testigos falsos en muchas partes del mundo. En algunas partes esperan afuera de las puertas de los tribunales, en compañía de los “escribanos de peticiones”, quienes, por dinero, ayudan a los que no saben leer ni escribir. Los oficiales, por adelantado, ya sabían cuál sería el fallo (un abuso de la justicia y no desconocido en nuestros días), pero las mentiras son más difíciles de comprobar que la verdad (56), como bien se daba cuenta el Sanedrín. Esta reunión tomaba el lugar de una “audiencia preliminar”. Según la ley judía, recopilada más de un siglo después, y posiblemente ya en uso, el Sanedrín en pleno no podía reunirse legalmente antes del amanecer (15:1), ni podía reunirse en la casa del sumo sacerdote, ni enjuiciar y condenar en el mismo día. Si el juicio ante Pilato fue injusto, el juicio ante el Sanedrín era irregular. Esto seguramente animó a los cristianos perseguidos en los tiempos romanos quienes sabían que su juicio y condena eran igualmente injustos. Si Cristo pudo soportarlo, ellos también.
Aun después de todo esto, los sacerdotes sólo podían hallar la profecía de Jesús acerca de la destrucción del templo y su expresión (no registrada en Mar.) de que él lo reedificaría en tres días (ver Juan 2:19) para acusarle. Las palabras de Jesús acerca del templo se referían a su próxima resurrección y el nuevo templo espiritual (su cuerpo, la iglesia cristiana) que él iba a edificar. Si se comprende lit., sin embargo, era una amenaza verbal contra el templo de Dios, que era una verdadera y seria ofensa.
Ante todo esto Jesús no respondió hasta que el sumo sacerdote le preguntó directamente quién era él (61). De inmediato aceptó los títulos de Hijo de Dios y Mesías, agregando el de Hijo del Hombre celestial. Es como si estuviera diciendo: “¿Por qué no me preguntaron directamente y de inmediato en vez de molestarse con estos cargos tontos?” Para el sumo sacerdote, esta fue una asombrosa señal de buena suerte. El no podía creer que Jesús admitiría ante el tribunal lo que había tratado de acallar durante todo su ministerio. El momento de Dios había llegado, y ya no había necesidad para acallarlo.
Con gran ceremonia el sumo sacerdote rasgó sus vestidos, lo que era señal de haber oído una blasfemia. La muerte sería la sentencia inevitable (como sigue siendo en algunos países religiosos fundamentalistas en el día de hoy), aunque la sentencia no podría ser pronunciada oficialmente hasta la mañana por el tribunal en pleno. La burla cruel y cobarde siguió (65). Sabemos que esto sucede en países donde los condenados, o aun prisioneros, no tienen derechos; ¡el mundo no ha cambiado! La burla del tribunal, aunque amarga, fue diferente de la de los soldados romanos de Pilato más tarde. La burla de los romanos era política. Esta fue peor, porque el tribunal lo hacía por motivos religiosos. Así que Israel rechazó a su Rey.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
v 760 Mat 26:57; Luc 22:54; Jua 18:13
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
llevaron a Jesús al sumo sacerdote. Con este versículo Marcos comienza la narración de los juicios a que el Señor fue sometido: primero ante los judíos (14:53– 15:1) y después ante los romanos (15:2– 15; v. coment. en Mt 26:57).
se reunieron todos los principales sacerdotes. Una reunión del Sanedrín, la corte suprema de Israel.
Fuente: La Biblia de las Américas
53 (1) Con respecto a los vs.53-65, véanse las notas de Mat_26:57-68 .
53 (2) El Salvador-Esclavo fue arrestado como si fuera un ladrón (v.48) y como cordero fue llevado al matadero ( Isa_53:7).
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
al sumo sacerdote. El interrogatorio ante Caifás y el sanedrín. Véase nota en Mat 26:57 para el orden de los trámites procesales de Jesús.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Salomón nos dice en el libro del Eclesiastés, que había visto un gran mal bajo el sol, «el necio colocado en altas dignidades, y el rico sentado en lugar bajo.» Ecles. 10.6.
No podemos imaginar una aplicación más completa de estas palabras que los hechos que nos relata el pasaje que tenemos á la vista. Vemos al Hijo de Dios, «en quien están encerrados todos los tesoros de sabiduría y ciencia,» acusado como malhechor, «ante los príncipes de los sacerdotes, los ancianos, y los escribas.»Vemos á los hombres principales de la nación judía coligándose para matar á su Mesías, y juzgando al que un día vendrá en gloria á juzgarlos á ellos y al género humano entero. Todo esto nos parece maravilloso, pero es verdadero.
Observemos en estos versículos cuan desalentadoramente los cristianos van á veces al encuentro de las tentaciones. Se nos dice que cuando se llevaron preso á nuestro Señor, «Pedro lo siguió de lejos y aun hasta el palacio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados, y se calentó al fuego. ¡Que imprudente fue esa conducta! Habiendo ya huido y abandonado á su Maestro, debió recordar su debilidad, y no exponerse de nuevo al peligro. Fue un acto arrebatado y presuntuoso, pues puso su fe á nuevas pruebas, para las cuales no estaba preparado. Se mezcló con malas compañías, de las cuales no era posible que recabara bien, sino daño. Abrió el camino á su trasgresión última y más grande, negar tres veces repetidas á su Maestro.
Pero la experiencia nos suministra un principio que nunca debe olvidarse, y es que cuando un creyente empieza á tropezar y pierde su fe primera, rara vez se detiene en su primer mal paso. Raro es que dé tan solo un tropezón y que cometa solo una falta. Tal parece que su inteligencia se ciega; que se desprende del sentido común y de la discreción, y que como un peñasco que rueda montaña abajo, cuanto más va pecando, más rápida y mas decidida es su carrera. Como David, podrá empezar por la pereza, y acabar por todos los crímenes posibles. Como Pedro, podía empezar por la cobardía, seguir después exponiéndose neciamente á las tentaciones y al fin acabar por negar á Cristo.
Si tenemos alguna idea de lo que es la verdadera religión que salva, guardémonos de comenzar con tergiversaciones; es como dejar salida al agua, que primero es una gota y después un torrente. Una vez desviados de la senda de la santidad, no se puede decir hasta donde llegaremos. Así que comenzamos á incurrir en inconsecuencias por ligeras que sean, el día menos pensado nos encontraremos cometiendo toda clase de maldades. Mantengámonos siempre lejos del borde del abismo del mal. No juguemos con candela; no nos imaginemos nunca que somos demasiado exigentes, estrictos y exactos en nuestra conducta. De las peticiones en la oración dominical ninguna es más importante que la última «No nos dejes caer en tentación..
Observemos, en segundo lugar, en estos versículos, cuanto tuvo que sufrir nuestro Señor Jesucristo por los mentirosos, cuando fue entregado ante los príncipes de los sacerdotes. Se nos dice que «dieron falsos testimonios contra El, pero sus testimonios no concertaban..
Fácilmente podemos concebir que este período de la pasión de nuestro bendito Salvador no fue el menos terrible. Ser prendido injustamente como un malhechor, y juzgado como un criminal, siendo inocente, es una aflicción severa; pero oír á los calumniadores inventar falsas acusaciones contra nosotros y calumnias, oír la virulencia maligna de lenguas escandalosas desatarse para ultrajar y manchar nuestra reputación, y tener la conciencia que todo es falso, es cargar, en verdad, con una cruz muy pesada. Salomón dice que » las palabras de un enredador son como heridas.» Prov. 18.8. «Libra mi alma,» dice David, «de labios mentirosos y de una lengua engañosa.» Psa 120:2. Y esto era tan solo una parte del cáliz que Jesús bebió por amor á nosotros. ¡Grande fue, en verdad, el precio con que nuestras almas fueron redimidas! Que los verdaderos cristianos no se sorprendan si en este mundo se ven murmurados y sus actos mal interpretados. No deben esperar ser mejor tratados que su Señor. Esperen, al contrario, ese tratamiento como cosa muy natural, y vean en él algo de esa cruz que todos tienen que echarse á cuestas así que se convierten. Las mentiras y las falsas acusaciones son las armas más favoritas de Satanás. Cuando no puede alejar á los hombres del servicio de Cristo, se esfuerza en mortificarlos y en hacer desagradable ese servicio. Sufrámoslo pacientemente y no lo tengamos por extraño. Tengamos siempre en la memoria estas palabras del Señor Jesús: «¡Ay de vosotros, si todos los hombres hablan en bien de vosotros!» Luk 6:26. «Bienaventurados seréis, cuando los hombres por mi causa os maldijeren, y os persiguieren, y dijeren falsamente toda suerte de mal contra vosotros.» Mat 5:11.
Observemos, últimamente, en estos versículos, que testimonio tan claro dio nuestro Señor de su carácter Mesiánico, y de su segunda venida en gloria. El sumo sacerdote le dirige esta solemne cuestión, » ¿Eres tu él Cristo, el Hijo del Bendito?» y recibe al momento esta respuesta tan enfática, » Lo soy; y veréis al Hijo de Hombre sentado á la diestra del poder de Dios y que viene en las nubes del cielo..
Recordemos de continuo estas palabras de nuestro Señor Los Judíos no pudieron decir después que esas palabras fueron pronunciadas, que no se les dijo claramente que Jesús de Nazaret era el Cristo de Dios. Ante el concilio de los sacerdotes y ancianos declaró, «Yo soy el Cristo.» Los judíos no pudieron decir después que era una persona tan humilde y tan pobre que no en digno de crédito. Los apercibió muy claro de que su gloria y su grandeza eran futuras; las defería y posponía hasta su segunda venida. Lo verían después revestido de poder real y de magostad, «sentado á la diestra del poder de Dios,» descender sobre las nubes del cielo, como Juez, Conquistador, y Rey. Si Israel fue Incrédulo, no fue por no haberle dicho que debía creer.
Dejemos este pasaje con la firme convicción de la realidad y certeza de la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo afirmar poderosamente que vendrá otra vez á juzgar el mundo. Que esta sea una de las verdades cardinales de nuestro Cristianismo personal. Vivimos recordando diariamente que nuestro Salvador volverá un día á este mundo; que el Cristo en quien oreemos no es solamente el Cristo que murió por nosotros y resucitó, Cristo que vive é intercede por nosotros, sino el Cristo que volverá un día glorioso á reunir y premiar á su pueblo, y á castigar á todos sus enemigos.