Comentario de Marcos 15:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Y luego, muy de mañana, cuando los principales sacerdotes ya habían consultado con los ancianos, con los escribas y con todo el Sanedrín, después de atar a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
15:1 — Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio — Pasa algo de tiempo entre la decisión de dar muerte a Jesús, como a las tres de la mañana (14:64), y el acto de llevar a Jesús a Pilato. La reunión a esta hora muy temprana, “muy de mañana”, se celebra para ratificar la decisión hecha (ilegalmente) durante la noche. Formalmente la asamblea (Sanedrín, véase 14:55, comentarios) vota sobre la sentencia de muerte para Jesús, acto que, según su ley, tiene que cumplirse de día. Véanse Mat 27:1; Luc 22:66; Jua 18:28) — llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato — Para ahora deben ser las cinco o las seis de la mañana (porque a las nueve Jesús ya está en la cruz, ver. 25). Es “muy de mañana” cuando le llevan atado a Jesús a Pilato. Solamente el poder romano puede ejercer la pena capital; a los judíos, por ser sujetos del Imperio Romano, no se les permitía. La profecía de 10:33 ya se está cumpliendo: le entregan a los gentiles.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
muy de mañana. Sal 2:2; Mat 27:1, Mat 27:2; Luc 22:66; Hch 4:5, Hch 4:6, Hch 4:25-28.
y le entregaron a Pilato. Mar 10:33, Mar 10:34; Mat 20:18, Mat 20:19; Luc 18:32, Luc 18:33; Luc 23:1, Luc 23:2; Jua 18:28; Hch 3:13.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús es traído atado y acusado ante Pilato, Mar 15:1-5.
Ante el clamor de la gente común el homicida Barrabás es soltado y Jesús es entregado para ser crucificado, Mar 15:6-15.
Es coronado con espinas, escupido, y burlado, Mar 15:16-20;
se desmaya al cargar su propia cruz, Mar 15:21-26;
crucificado entre dos ladrones, Mar 15:27, Mar 15:28;
sufre los reproches de los judíos, Mar 15:29-38;
pero el centurión confiesa que es el Hijo de Dios al considerar su muerte, Mar 15:39-41;
y es enterrado de forma honorable por José, Mar 15:42-47.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Más de un tercio de la narración de Marcos ocurre durante un período de siete días: la semana de la Pascua cuando finalmente Jesús muere. Al Evangelio de Marcos se le ha llamado una historia de la Pasión con una larga introducción. Su énfasis en la semana de la Pascua es apropiado. Sin esta semana, Jesús no habría cumplido el propósito de venir a la tierra.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Rechazado por sus discípulos, condenado por el concilio y negado por Pedro, Jesús enfrenta ahora a las inmisericordes autoridades romanas y a la hostil multitud.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
En vez de asesinar a Jesús privadamente, los políticos judíos decidieron buscar la aprobación de Pilato para poder ejecutar al «blasfemo» legalmente. A Él le acusaban mucho, de muchas cosas, pero aparentemente se centraron en el cargo de traición. Jesús dijo ser rey, de este modo se rebelaba contra César (Luc 23:2). Este crimen se castigaba con la muerte en el Imperio Romano.
Foto de Gustav Jeeninga
Esta inscripción de un teatro en Cesarea menciona a Poncio Pilato, procurador de Judea, quien sentenciara a muerte a Jesús (Mar 15:1-47).
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
LE ENTREGARON A PILATO. Véase Mat 27:2, nota.
Fuente: Biblia de Estudio Vida Plena
Capitulo 15.
Cristo ante Pilato. 15:1-20 (Mat 27:1-2. 11-31; Luc 23:1-25; Jua 18:28-38; Jua 19:1-16). Cf. Comentario a Mat 27:1-2.11-31.
1 En cuanto amaneció celebraron consejo los príncipes de los sacerdotes con los ancianos y escribas, es decir, todo el Sanedrín; después, atando a Jesús, le llevaron y entregaron a Pilato. 2 Le preguntó Pilato: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le respondió, diciendo: Tú lo has dicho. 3 E insistentemente le acusaban los príncipes de los sacerdotes. 4 Pilato de nuevo le interrogó, diciendo: ¿No respondes nada? Mira de cuántas cosas te acusan. 5 Pero Jesús ya no respondió nada, de manera que Pilato quedó maravillado. 6 Por la fiesta solía soltárseles un preso, el que pedían. 7 Había uno llamado Barrabás, encarcelado por sedicioso, que en sedición había cometido un homicidio; 8 y subiendo la muchedumbre, comenzó a pedir lo que solía otorgárseles. 9 Pilato les preguntó diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos? 10 Pues conocía que por envidia se lo habían entregado los príncipes de los sacerdotes. 11 Pero los príncipes de los sacerdotes excitaban a la muchedumbre para que les soltase a Barrabás. 12 Pilato de nuevo preguntó, y dijo: ¿Qué queréis, pues, que haga de este que llamáis Rey de los judíos? 13 Ellos otra vez gritaron: ¡Crucifícale! Pero Pilato les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho? 14 Y ellos gritaron más fuerte: ¡Crucifícale! 15 Pilato, queriendo dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de haberle azotado, le entregó para que le crucificasen. 16 Los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a toda la cohorte, 17 y le vistieron una púrpura y le ciñeron una corona tejida de espinas, 18 y comenzaron a saludarle: Salve, Rey de los judíos. 19 Y le herían en la cabeza con una caña, y le escupían, e hincando la rodilla, le hacían reverencias. 20 Después de haberse burlado de El, le quitaron la púrpura y le vistieron sus propios vestidos.
Marcos, que relató el proceso “nocturno” del Sanedrín para condenar a Cristo, vuelve, como Mateo, a destacar que el Sanedrín tuvo también un consejo “matutino” para condenar a Cristo. Este que Lc refiere debió de ser el acto oficial de la condena, como se exigía por la jurisprudencia judía.
El proceso es presentado a Pilato sólo bajo el aspecto político de un competidor del Cesar, al hacerse el Rey Mesías. Omite, como Mt y Jn, el envío a Antipas.
Como Mt, Mc “elimina” la escena de burla de los soldados para darle una mayor extensión, aunque fue antes de la condena. Esto sucede “dentro del atrio,” y precisa que “es el pretorio.” Esta escena, así presentada y precisada, puede ser índice de una “incrustación” posterior, o un relato que se añade al anterior, por tener en la catequesis o fuente primitiva una redacción ya “cerrada.”
La crucifixión. 15:21-37 (Mat 27:32-44; Luc 29:26-49; Jua 19:26-37).
Cf. Comentario a Mat 27:32-44 y a Jua 19:26-37.
21 Le sacaron para crucificarle, y requisaron a un transeúnte, un cierto Simón de Cirene, que venía del campo, el padre de Alejandro y Rufo, para que llevase la cruz. 22 Le llevaron al lugar del Gólgota, que quiere decir lugar de la calavera, 23 y le dieron vino mirrado, pero no lo tomó. 24 Le crucificaron y se repartieron sus vestidos, echando suertes sobre ellos, para saber qué llevaría cada uno. 25 Era la hora de tercia cuando le crucificaron. 26 El título de su causa estaba escrito: “El Rey de los judíos.” 27 Crucificaron con El a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda, 28 y se cumplió la escritura que dice: “Fue contado entre los malhechores.” 29 Los transeúntes le injuriaban moviendo la cabeza y diciendo: ¡Ah! tú que destruías el templo de Dios y lo edificabas en tres días, 30 sálvate bajando de la cruz. 31 Igualmente los príncipes de los sacerdotes se mofaban entre sí con los escribas, diciendo: A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse. 32 ¡El Mesías, el Rey de Israel! Baje ahora de la cruz para que lo veamos y creamos. Y los que estaban con El crucificados le ultrajaban. 33 Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre la tierra hasta la hora de nona. 34 Y a la hora de nona gritó Jesús con fuerte voz: “Eloí, Eloí, ¿lama sabachtaní?” Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” 35 Algunos de los presentes, oyéndole decían: Mirad, llama a Elias. 36 Corrió uno, empapó una esponja en vinagre, la puso en una caña y se la dio a beber, diciendo: Dejad, veamos si viene Elias a bajarle. 37 Jesús, dando una voz fuerte, expiró.
Mc en la narración de la Vía Dolorosa de la crucifixión tiene algunos elementos propios.
Precisa que Simón de Cirene era “el padre de Alejandro ν de Rufo.” Probablemente eran cristianos bien conocidos en la comunidad cristiana, precisamente por el servicio prestado por su padre a Cristo, y se los destaca así honoríficamente. San Pablo, escribiendo a los romanos, saluda a un tal Rufo; acaso pueda ser este mismo l.
Mc cita con exactitud un hecho que en Mt se ha cambiado, posiblemente por diversos motivos. Antes de crucificarlo le dieron a beber “vino mirrado.” Mt lo llama “vino mezclado con hiél.” Era creencia que esta mezcla de vino y mirra tenía un valor narcótico, y por piedad se lo daban a los que iban a crucificar, para insensibilizarlos un tanto. Lo ofrecían las gentes principales de Israel, pero, en su defecto, era la comunidad, las autoridades judías – Pilato respetaba la “costumbre” – las que debían ofrecerlo 2. Pero Cristo no lo aceptó (Mt).
También existe una divergencia entre Mc y Jn con relación a la hora de la crucifixión. Para Jn era “como (ως) la hora sexta”; para Mc era la hora “tercia.”
Para algunos, la lectura de Jn debería ser la hora “tercia” 3. Otros interpretan en Mc “hora” como equivalente a “vigilia”4. Así interpretado, vendría a coincidir con la hora ”quasi sexta” de Jn; casi al mediodía. Generalmente se admite la división usual judía en cuatro horas. En este caso no habría dificultad. Pero en Jn las horas son más particularizadas (Jua 4:52). En Mc las horas son las en uso entre los judíos. Así, “tercia” es el período que va desde las nueve hasta el mediodía. Como en Jn, la referencia “de facto” no es la vulgar, y hay que suponer la división de doce horas en el día desde la salida hasta la puesta del sol, entonces la hora ”quasi sexta” de Jn es casi el mediodía, por la que coincide con la de Mc. A los comienzos de abril, el sol sale en Jerusalén algo antes de las seis de la mañana 5. Si no es que Jn tiene esta formulación, deliberadamente vaga, para obtener un valor simbolista: usando la división usual del día, en la hora de sexta caía – tres de la tarde – el sacrificio perenne en el templo 6. Otros piensan que en Mc esta hora es una interpolación 7.
Mc ve en la crucifixión de los dos ladrones con Cristo el cumplimiento de una profecía. Aludiría a Isa 53:12. Pero críticamente este versículo es muy dudoso, y generalmente se considera interpolación.
Como Mt supone que los dos ladrones insultaban a Cristo, cuando era sólo uno, como dice Lc. Debe de ser un plural de “clase,” de él o de alguna “fuente.”
Las palabras de Cristo en su “abandono” difieren en Mc de Mt. Mc las transcribe por ”Eloí, Eloí,” y luego las interpreta para sus lectores: “Dios mío.” La pronunciación aramea era ‘Elahi. Por eso, la transcripción griega Eloí debe de ser una substitución procedente del arameo ‘Elahi o un intento de facilitar la confusión con Elias 7.
Muerte de Cristo. 15:38-41 (Mat 27:51-56; Luc 23:45-49; Jua 19:31-37).
Cf. Comentario a Mat 27:51-56.
38 Y el velo del templo se partió en dos partes de arriba abajo. 39 Viendo el centurión, que estaba frente a El, de qué manera expiraba, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios. 40 Había también unas mujeres que de lejos le miraban, entre las cuales estaba María Magdalena, y María la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, 41 las cuales, cuando El estaba en Galilea, le seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con El a Jerusalén.
Con una simplicidad absoluta narra Mc la muerte de Cristo.
Mc recoge también la rotura del velo del templo.
El centurión proclama la inocencia de Cristo. En Lc lo proclama “justo.” Aquí y en Mt lo confiesa “Hijo de Dios.” Parece más primitiva la forma de Lc. En Mt y Mc, o el centurión de tropas asalariadas confiesa, haciéndose eco de los insultos de los sanedritas, que era verdad lo que ellos negaban: que era “Hijo de Dios,” sobre todo concebido al modo mitológico de un gentil, o Mt-Mc explicitan y ponen, a la hora de la composición de los evangelios, en la boca del centurión lo que era ya creencia clara cristiana, la filiación divina de Cristo, lema con que comienza ya su evangelio.
Como Mt, especifica un grupo de mujeres que lo observaban todo “desde lejos”; mujeres que, “estando en Galilea, le servían y seguían,” conforme al uso de Oriente 8. Citando expresamente las mismas de Mt, precisa de una de ellas, lo que Mt omite, que este Santiago que se cita era Santiago el Menor, lo mismo que cita por su nombre a Salomé, madre de Juan y Santiago el Mayor.
La sepultura de Cristo. 15:42-47 (Mat 27:57-61; Luc 23:50-56; Jua 19:38-42).
Cf. Comentario a Mat 27:57-61.
42 Llegada ya la tarde, porque era la Paresceve, es decir, la víspera del sábado, 43 vino José de Arimatea, miembro ilustre del sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, que se atrevió a entrar a Pilato y pedirle el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se maravilló de que ya hubiera muerto, y, haciendo llamar al centurión, le preguntó si en verdad había muerto ya. 45 Informado el centurión, dio el cadáver a Jóse, 46 el cual compró una sábana, lo bajó, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un monumento que estaba cavado en la peña, y volvió la piedra sobre la entrada del monumento. 47 María Magdalena y María la de José miraban dónde se le ponía.
El relato de Mc es muy afín al de Mt. Lc, en cambio, es más detallado, y Jn trae datos que completan los relatos sinópticos.
Se está en la “Parasceve,” que es la “preparación” de la Pascua. Mientras José de Arimatea es presentado en Mt como “un hombre rico,” con lo que quiere indicar su influencia social, Mc lo presenta como “consejero” (βουλευτής), miembro del sanedrín. No era el término propio judío para designar a un sanedrita, pero Mc, lo mismo que Lc, lo deben de usar en orden a una mejor comprensión de sus lectores étnico-cristianos. Mt-Jn dicen que “era discípulo,” aunque “oculto” (Jn); en cambio, Mc-Lc dicen que “esperaba” el reino de Dios. La redacción de Mc-Lc debe de ser más primitiva. Si no sabían que fuese discípulo, lo sitúan, al menos, en el círculo de los que esperaban a Cristo “viniendo en su reino” para instaurarlo triunfalmente (Luc 23:42.43; cf. Mar 13:26, par.). Es descripción equivalente, que no parece suponer evolución.
Sólo Mc destaca que Pilato llama al centurión, encargado oficial de la custodia, para cerciorarse de que Cristo murió. Se “maravilló” de que hubiese muerto tan pronto, ya que los crucificados dejados en la cruz al uso romano podían estar vivos hasta tres días en la cruz.
José de Arimatea, según Mc, “compró” (άγοράσας) una “sábana” para envolver el cuerpo de Cristo. Pero es extraño que fuese necesario comprar una “sábana limpia” para amortajar el cuerpo de Cristo, máxime por una persona “rica,” como era José de Arimatea, y en aquellos momentos en los que probablemente regía ya el reposo sabático 9. Se conocen numerosos textos rabínicos que se refieren a la adquisición de comestibles en días de fiesta, en los que se evita la formalidad de una compraventa. ¿Acaso se podría extender esto, y en esta forma, a otras adquisiciones? Posiblemente el término aramaico subyacente sea el verbo laqah o nesab, que puede significar “tomar” o “comprar.” Y la redacción griega acaso lo tomó materialmente en el segundo sentido.
María Magdalena y “María la de José,” según Mt, “estaban sentadas enfrente del sepulcro”; pero Mc da la razón: “miraban dónde lo ponían.” Lc aún matiza más este punto.
Desconocedoras del sepulcro donde iba a ser depositado y sabiendo que podía haber varios loculi, querían saber el sitio preciso donde lo ponían, pues pensaban volver a completar el “embalsamamiento” pasado el reposo sabático. Esto hace ver que estuvieron “sentadas” (Mt) acaso en el vestíbulo del mismo, ya que la entrada de él estaba muy baja.
Parecen percibirse en esto dos tradiciones: a) la de Mc, según la cual la unción se hizo con gran prisa, sin detallarse la unción al estilo judío – a no ser que se lo suponga: “lo envolvió en la sábana” (v.46c) -, y b) la de Jn, en la que literariamente se cumple el rito judío 10.
1 Bristow, Alexander and Rufus, en Dict. of Christ and the Gospels I p.42; Vosté, De passione. p.236-239.
2 Strack-B., Kommentar. I p. 1037-1038. – 3 Bartixa, Ignotum episemon gabex: Verb. Dom. (1958) 16-37. – 4 Cowlixg, Mark’s use of -hora- (in 15:25): Australian Bibl. Rev. (1956) 155-160; M. Gómez Pallete, Cruz y Crucifixión (notas para una exégesis de Mar 15:25): Est. Ecle. (1946) 535ss. – 5 Lagraxge, évangel. s. St. Μ are (1929) p.444; F. Truyols, Vida de Jesucristo (1954) p.696. – 6 Bonsirven, La notion cronologique de Jua 19:14, aurait-elle un sens symbolique?: Bíblica (1952) 511-515. – 7 Xestlé, AT. T. graece et latine, ap. crít. a Mar 15:28. – 7 J. Gnilka, Mein Gott, mein Gott, warum has du misch verlassen? (Mar 15:34): Bibl. Zeitsch. (1959) 294-297. – 8 Cf. Comentario a Luc 8:2-3. – 9 Bonsirven, Textes. n.831. – 10 E. Dhanis, L’ensevelissement de Jesús et la visite au tombeau dans Mc (15:40-16:8): Gregor. (1958) 367-410; F. M. Braun, La sepulture de Jesús: R. B. (1936) p.34-52.184-200.346-363; J. S. Kennard, The Burial of Jesús: J. B. Lit. (1955).
Fuente: Biblia Comentada
Muy de mañana. Apenas amaneció, probablemente entre las cinco y las seis de la mañana, habiendo declarado ilegalmente culpable a Jesús durante la noche (Mar 14:53-65; Jua 18:13-24), el sanedrín convino en pronunciar formalmente una sentencia. habiendo tenido consejo. Esta reunión es descrita en Luc 22:66-71. Su objetivo fue poco más que reiterar los cargos anteriormente hechos contra Jesús y reconfirmar el veredicto de culpabilidad. principales sacerdotes. Vea la nota sobre Mat 2:4. ancianos … escribas. Vea las notas sobre Mar 14:43, Mat 2:4. todo el concilio. El sanedrín en su totalidad (vea las notas sobre Mar 14:43 ; Mar 14:53; Mat 26:59). Pilato. Procurador romano (gobernador) de Judea desde el 26-36 d.C. Su residencia oficial estaba en Cesarea, pero se encontraba en Jerusalén por la Pascua.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
El relato de Marcos sobre el enjuiciamiento de Jesús, como en los demás Evangelios, deja en claro que Cristo fue juzgado en dos etapas generales: primero, ante las autoridades religiosas (la corte judía del sanedrín) y, en segundo lugar, ante las autoridades políticas seculares (Roma, representada por el gobernador Poncio Pilato). Cada una de estas etapas tenía tres partes: el interrogatorio preliminar, la acusación formal y la sentencia final. Marcos, como el resto de los evangelistas, no incluyó un relato exhaustivo con todos los detalles y pormenores. Para una idea completa debe tomarse en cuenta la información de los cuatro Evangelios de manera combinada.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
15:1 — Muy de mañana, habiendo tenido consejo los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio — Pasa algo de tiempo entre la decisión de dar muerte a Jesús, como a las tres de la mañana (14:64), y el acto de llevar a Jesús a Pilato. La reunión a esta hora muy temprana, “muy de mañana”, se celebra para ratificar la decisión hecha (ilegalmente) durante la noche. Formalmente la asamblea (Sanedrín, véase 14:55, comentarios) vota sobre la sentencia de muerte para Jesús, acto que, según su ley, tiene que cumplirse de día. Véanse Mat 27:1; Luc 22:66; Jua 18:28)
— llevaron a Jesús atado, y le entregaron a Pilato — Para ahora deben ser las cinco o las seis de la mañana (porque a las nueve Jesús ya está en la cruz, ver. 25). Es “muy de mañana” cuando le llevan atado a Jesús a Pilato. Solamente el poder romano puede ejercer la pena capital; a los judíos, por ser sujetos del Imperio Romano, no se les permitía. La profecía de 10:33 ya se está cumpliendo: le entregan a los gentiles.
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL SILENCIO DE JESÚS
Marcos 15:1-5
Inmediatamente, a la. madrugada, los principales sacerdotes, juntamente con los ancianos y los maestros de la Ley -es decir, todo el Sanedrín- celebró una sesión. Maniataron a Jesús y se Le llevaron para entregársele a Pilato. Pilato le preguntó:
-¿Eres Tú el Rey de los judíos?
-Tú eres el que lo estás diciendo -le contestó Jesús.
Los principales sacerdotes se pusieron a acusar a Jesús de muchos delitos. Pilato Le preguntó de nuevo:
-¿No tienes nada que contestar? Mira de cuántas cosas Te acusan.
Jesús no le contestó nada más, y Pilato estaba alucinado.
Tan pronto como hubo luz del día se reunió el Sanedrín para ratificarse en las conclusiones a las que habían llegado en su reunión nocturna. No tenían poder para ejecutar la sentencia de muerte. El gobernador romano era el único que la podía dictar y ejecutar.
Es Lucas el que nos cuenta lo profunda e insistente y amarga que era la malicia de los judíos. Como ya hemos visto, la acusación a la que habían llegado era de blasfemia, de insulto a Dios. Pero aquello no era un crimen por el que pudieran llevar a Jesús ante Pilato. Sabían perfectamente bien que Pilato no se mezclaría en lo que consideraba supersticiones religiosas de los judíos. Cuando Le llevaron a Jesús Le acusaron de pervertir al pueblo prohibiéndoles dar tributo al César y presentándose como Rey (Lc 23:1 s). Tuvieron que amañar un crimen político para que Pilato lo tomara en serio. Sabían muy bien que aquella acusación era falsa -y Pilato también lo sabía.
Pilato Le preguntó a Jesús: » ¿Eres Tú el Rey de los judíos?» Jesús le dio una extraña respuesta. Le dijo: «Tú eres el que dice eso.» Jesús no dijo sí o no. Lo que sí dijo fue: «Puede que yo haya pretendido ser el Rey de los judíos; pero tú sabes muy bien que la interpretación que le dan mis acusadores a esas palabras no es la Mía. Yo no soy ningún revolucionario político. Mi Reino es el Reino del Amor.» Pilato lo sabía perfectamente bien. Entonces pasó a interrogar a Jesús de nuevo, y las autoridades judías pasaron a multiplicar sus acusaciones; y Jesús permaneció totalmente callado.
Hay veces cuando el silencio es más elocuente que las palabras, porque puede expresar lo que las palabras no pueden.
(i) Existe el silencio de admiración maravillada. Es un cumplido que se hace a cualquier representación o conferencia cuando se la recibe con un aplauso prolongado; pero es un cumplido todavía mayor cuando se responde con un silencio contenido que muestra que el aplauso estaría fuera de lugar. Es un cumplido el que le alaben o le den las gracias a uno de palabra, pero es un cumplido todavía más grande el recibir una mirada que dice claramente que no se puede con palabras.
(ii) Existe el silencio de desprecio. Se pueden recibir afirmaciones o argumentos o disculpas de alguien con un silencio que muestra que no merecen una respuesta. En lugar de contestar a las protestas de alguien, el que escucha puede volverle la espalda y dejar las cosas como están.
(iii) Existe el silencio del miedo. Una persona puede guardar silencio por la sencilla razón de que tiene miedo de hablar. La cobardía de su alma puede que le impida decir lo que sabe que debería decir. El miedo puede amordazarle, obligándole a un silencio vergonzoso.
(iv) Existe el silencio del corazón quebrantado. Cuando se ha herido de veras a una persona, no rompe en protestas y recriminaciones y exabruptos. El más profundo dolor es un dolor mudo, que está más allá de la ira y de la reprensión y de todo lo que se pueda expresar con palabras, y que sólo puede mostrarse en el silencio.
(v) Existe el silencio de la tragedia, cuando se guarda silencio porque ya no hay nada que se pueda decir. Fue por eso por lo que Jesús mantuvo silencio. Sabía que no podía haber un puente entre Él mismo y las autoridades judías. Sabía que no había nada en Pilato a lo que pudiera apelar en última instancia. Sabía que las líneas de comunicación estaban rotas. El odio de los dirigentes de los judíos era un telón de acero que las palabras no podían atravesar. La cobardía de Pilato frente a la multitud era una barrera que las palabras no podían perforar. Es terrible que el corazón de un hombre llegue a tal punto que hasta Jesús sepa que no tiene sentido hablar. ¡Que Dios nos libre de ello!
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 15
c) Proceso ante Pilato (/Mc/15/01-05).
1 Y en cuanto amaneció, los sumos sacerdotes con los ancianos y escribas, es decir: todo el sanedrín, después de preparar la conclusión del acuerdo, ataron a Jesús, y lo llevaron y entregaron a Pilato. 2 Pilato lo interrogó: «¿Eres tú el rey de los judíos?» él le contesta: «Tú lo dices.» 3 Y los sumos sacerdotes lo acusaban con insistencia. 4 Pilato le preguntaba de nuevo: «¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.» 5 Pero Jesús ya no respondió absolutamente nada, de forma que Pilato quedó maravillado.
El proceso ante Pilato pertenece al substrato más antiguo del relato de la pasión. Si se narraba la ejecución de Jesús en la cruz, era necesario mostrar también cómo se había llegado a dicha condena por parte del juez romano. Mas para ello el antiguo relato se atenía a lo estrictamente necesario, y Marcos no va más allá; sólo el episodio de Barrabás está narrado con alguna mayor tensión. El relato del proceso, si es que se le puede llamar así, es fragmentario, poco claro y, a poco que se analice, está montado con propósitos teológicos. Todo gira en torno a la pregunta de si Jesús es «el rey de los judíos» (v. 2.9.12). La pregunta debía aclararse, porque el «título», el letrero que aparecía sobre la cruz, daba esa razón como causa de la condena (15,26). Sin embargo sabemos extraordinariamente poco sobre el desarrollo del interrogatorio. A la pregunta directa del juez romano Jesús responde afirmativamente; a las numerosas acusaciones de los príncipes de los sacerdotes, y pese a que Pilato le requiere a que tome posiciones, no responde nada. Tras esta exposición hay que suponer una intención particular. Mediante el giro «y en cuanto amaneció», quiero el evangelista enlazar la sección precedente con el proceso ante Pilato. La indicación cronológica que era de madrugada -«amaneció»- se conecta aparentemente bien con el segundo canto del gallo (14,72); pero en realidad empieza un nuevo relato que Marcos quiere relacionar con la sesión del tribunal judío. Eran las primeras horas de la mañana -hacia las seis- cuando el gran consejo llegó a la «conclusión del acuerdo». La expresión griega sin embargo puede significar también que hubo una reunión para deliberar, lo que ha inducido a creer que el sanedrín celebró después una segunda sesión. Pero, a juzgar por el tiempo transcurrido resulta poco probable, dejaría sin señalar el contenido de la resolución y chocaría con la exposición de Lucas, según la cual no hubo más que una sesión: la de la mañana (Luc 22:66). Marcos lo presenta de tal modo que la sesión nocturna se prolonga hasta las primeras horas de la mañana cuando el sanedrín toma el acuerdo de entregar a Jesús al tribunal romano. Con esto no se quiere decir que tal exposición responde al curso histórico de los hechos (véase la introducción al proceso de Jesús). Lo que interesa al evangelista es poner de relieve que la suprema autoridad judía, el sanedrín en pleno, como ha dado a entender al enumerar de forma intencionada los distintos grupos en él representados, ha entregado a Jesús a la justicia romana. Con ello pone en evidencia a los príncipes de los sacerdotes, responsables políticos; pero la entera representación del pueblo se encuentra detrás de este acuerdo y coopera así a la condena de Jesús por parte de los gentiles. Hacen atar a Jesús, no sólo por razones de seguridad, sino también como señal de que le tienen por un criminal peligroso, por un agitador. La expresión «entregaron» tiene aquí ante todo el sentido del lenguaje procesal de «acusar a alguien ante un tribunal» (cf. 13,9.11); mas para Marcos conserva también el eco teológico más profundo de que el Hijo del hombre ha sido entregado a manos de los pecadores (9, 31; 10,33; 14,41). Las sesiones judiciales romanas empezaban con el despuntar del día. A diferencia de lo que ocurría en la práctica judía, donde contaban sobre todo las deposiciones de los testigos, en el tribunal romano se escuchaba primero al propio acusado; en las provincias, cuando no se trataba de un ciudadano romano, esto se hacía en forma más breve que en los procesos acusatorios contra un ciudadano romano, reglamentados con todo detalle. Sólo más tarde oímos las acusaciones de los sumos sacerdotes (v. 3), y esto sólo de un modo sumario. Se pone ahí de manifiesto una vez más que al evangelista no le preocupa describir el curso exacto de los sucesos, sino poner de relieve lo que considera más importante. Se presupone la acusación por la pregunta que Pilato formula: «¿Eres tú el rey de los judíos?» Debieron, pues, acusar a Jesús de pretender ser el rey de los judíos, lo cual a los ojos de Pilato equivalía a ser un cabecilla y agitador político. Lucas, que pone la acusación al principio, explica: «Hemos encontrado a este hombre pervirtiendo a nuestro pueblo, prohibiendo pagar los tributos al César y diciendo que él es rey, el Mesías.» Pilato a lo sumo ha podido preguntarle: «¿Te haces pasar por el rey de los judíos?» Pero Marcos emplea a propósito aquella otra fórmula para dar así a entender cuál era la pregunta decisiva. No puede pasarse por alto el paralelismo con la pregunta del sumo sacerdote -momento culminante en la sesión del sanedrín-; pero también son evidentes las diferencias: allí la pregunta interroga acerca del Mesías, del Hijo del Bendito en sentido religioso; aquí la pregunta versa sobre el rey de los judíos en un horizonte político. Algo parecido ocurre con la respuesta de Jesús: allí es una clara confesión de mesianidad -«Lo soy»-, aunque completada por una interpretación cristiana; aquí, es una respuesta con reservas -«tú lo dices»-, que contiene una afirmación, pero subraya el sentido de reserva. Pues Jesús no puede declararse sin más ni más «rey de los judíos» en el sentido de quien le interroga, aunque lo sea en otro orden de cosas. El reconocimiento de una realeza de Jesús por parte de los primeros cristianos no puede tampoco excluirse de Marcos. La condena, y más aún los escarnios, de Jesús como «rey de los judíos» (15,16-20; cf.15,32), contienen para él, sin duda de ningún género, una verdad encubierta, como las palabras de los demonios que Jesús rechazaba. Sólo que Jesús -a diferencia de lo que ocurre en el Evangelio de Juan- no explica su realeza al gobernador romano. La respuesta escueta dice bastante; aquel gobernante no podía entenderlo. Las numerosas acusaciones de los príncipes de los sacerdotes evidencian su deseo de llevar a Jesús a la muerte, pero no se expresan con detalle. Estilísticamente tienen la función de hacer más extraordinario e impresionante el silencio de Jesús. Jesús no contestó absolutamente nada, hecho que se pone aún más de relieve con la admiración de Pilato. Seguramente que este silencio de Jesús responde a su conducta real delante del juez romano (cf. también Jn l9,9s); pero debe tener asimismo un sentido teológico. ¿Qué significa el silencio de Jesús para la Iglesia primitiva y para nuestro evangelista? Podría pensarse dentro de este contexto en el cántico del siervo paciente de Yahveh (Isa 53:7); pero esa relación escriturística no aparece clara. Podría darse también un desprecio de los judíos que, al igual que los falsos testigos ante su propio tribunal, sólo aportan acusaciones infundadas y calumniosas. Pero en su teología del Hijo del hombre, Marcos ve las cosas todavía con mayor profundidad: Jesús no hace ningún intento por debilitar las acusaciones que contra él se formulan a fin de recorrer el camino que se le ha trazado. En la admiración de Pilato tal vez se sugiere también que irradiaba de Jesús una dignidad y majestad oculta. Pero el relato es demasiado descarnado para poder afirmar con certeza esa interpretación en el sentido joánico. El silencio de Jesús pertenece a la imagen del Hijo del hombre, el cual, desconocido y despreciado por los hombres, calumniado y odiado, asume obediente los sombríos padecimientos, sabedor de su destino y de la voluntad del Padre.
d) Indulto de Barrabás y condena de Jesús (Mc/15/06-15).
6 En cada fiesta, les dejaba en libertad un preso, el que ellos pidieran. 7 Había entonces uno, llamado Barrabás, encarcelado con los sediciosos que en el motín habían cometido un homicidio. 8 Y cuando la multitud subió, se puso a pedirle el indulto que les solía conceder. 9 Pilato les contestó: «¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?» 10 Pues bien sabía que por envidia se lo habían entregado los sumos sacerdotes. 11 Pero los pontífices soliviantaron al pueblo, para que les soltara más bien a Barrabás. 12 Respondiendo Pilato de nuevo, les decía: «¿Qué voy a hacer, pues, con ese que llamáis rey de los judíos?» 13 Ellos gritaron de nuevo: «¡Crucifícalo!» 14 Pilato les replicaba: «¿Pues qué mal ha hecho?» Pero ellos gritaron cada vez más fuerte: «¡Crucifícalo!» 15 Entonces Pilato, consintiendo en dar satisfacción a la plebe, les soltó a Barrabás, y entregó a Jesús, después de mandarlo azotar, para que lo crucificaran.
La historia de Barrabás, que sólo desempeña una función marginal en el proceso de Jesús, era importante para la Iglesia primitiva porque descubre algo de los motivos que indujeron al gobernador romano a condenar a Jesús. Su carácter episódico, sospechoso para el historiador, más bien contribuye a ocultar los verdaderos motivos. ¿Ha cedido Pilato a la presión del populacho y se ha dejado arrastrar con plena conciencia a una decisión equivocada e incluso a un asesinato legal? La imagen de Pilato, tal como la conocemos por las fuentes profanas, no apoya semejante impresión. Era un hombre que despreciaba a los judíos y que no retrocedía ante la violencia y la crueldad. Ya al tomar posesión de su cargo -el año 26 d.C.- provocó un incidente, pues hizo llevar a Jerusalén las imágenes de Tiberio, que figuraban en los estandartes, para colocarlas allí. Pero los judíos bajaron hasta su residencia en Cesarea, alborotaron durante cinco días y, cuando Pilato mandó a los soldados que con las espadas desenvainadas rodeasen a la multitud, gustosos ofrecieron sus cuellos. Cambió entonces de actitud y el César acabó por ordenar que las imágenes se colocasen en Cesarea. Más tarde estalló una nueva sedición cuando Pilato quiso financiar los trabajos de una conducción de agua con el tesoro del templo. El procurador distribuyó entre la multitud a los soldados vestidos de paisano, los cuales degollaron a numerosos judíos. Tras un acto de violencia, que tuvo lugar después de la muerte de Jesús, y sobre la base de una reclamación de su superior Vitelio, legado de Siria, hubo de justificarse en Roma y acabó por ser depuesto (35 d.C.). El indulto habitual de un preso con ocasión de una fiesta judía, indulto que no está certificado en ningún otro lugar, no parece corresponder precisamente a un hombre así. Conviene sin embargo ser cauto con los juicios apodícticos. Pilato estaba advertido con la constante y encarnizada resistencia de los judíos, y como hombre frío, calculador y político, bien podía conceder a la voluntad popular la suerte de un judío que estaba acusado de sedición. En este sentido merece alguna fe la exposición joánica, según la cual Pilato estuvo sometido a la presión política (Jua 19:21s). El relato de Marcos muestra su tendencia a atribuir a los sumos sacerdotes la culpa de la condena a muerte de Jesús. Ellos son los que instigan al pueblo para que pida el indulto de Barrabás y la crucifixión de Jesús. Por lo demás, la condescendencia de Pilato frente al clamor del populacho no constituye una justificación ni una honra para el procurador y juez romano. Pero el relato tampoco persigue el objetivo de dejar plenamente limpio de culpa al romano. También aquí laten por debajo unas ideas teológicas: Jesús es postergado a un sedicioso y homicida y condenado a la muerte de los criminales. El Hijo del hombre cae «en manos de los pecadores» y sucumbe a la acción conjunta de la debilidad y malicia humanas. Para Marcos también Pilato pertenece al grupo de hombres culpables de la muerte de Jesús, pero que con su acción no han hecho más que llevar a efecto el plan secreto de Dios. El motivo apologético de dejar establecida la inocencia de Jesús por boca del juez romano aparece con mayor fuerza en los relatos de Lucas y de Juan (cf. Luc 23:4.14.22, Jua 18:38; Jua 19:4.6); y más tarde se podrá también advertir claramente la tendencia a inculpar a los judíos en favor del representante del imperio romano. Sin duda que todo esto ha influido también en el relato de Mc; mas no debemos perder de vista su orientación teológica. Desde luego que no puede probarse la amnistía regular de un preso con motivo de una gran festividad; pero hay ciertos indicios de semejante práctica. El historiador romano Livio habla de una amnistía más amplia con ocasión de una fiesta (v. 13,8); y en un papiro se nos ha conservado el protocolo de una sesión judicial, del año 85 d.C., en Egipto: un procurador libera a un malhechor por deseo del pueblo. Más importante aún es un pasaje de la Mishna, en que se mencionan cinco grupos para los que se debe sacrificar el cordero pascual; entre ellos hay uno «al que se ha prometido sacarle de la cárcel» (Pesahim VIII, 6a). Dado que a los presos de una cárcel judía se les llevaba a la cárcel su parte del cordero pascual, debe tratarse de prisioneros en un calabozo romano. Tendríamos, pues, que representarnos la escena descrita por Marcos ya antes de la tarde de pascua: una multitud popular se dirige a la fortaleza Antonia -al palacio de Herodes, si es que el gobernador romano residía allí- y le reclamaba su «derecho». Pilato intenta persuadirles para que escojan la liberación de Jesús, el «rey de los judíos» y solucionar de este modo un asunto dificultoso para él. Se dice también que sabía que los príncipes de los sacerdotes habían entregado a Jesús a su tribunal «por envidia». La expresión sólo aparece aquí en Marcos, y quiere decir sin duda que estaban celosos del gran prestigio de que Jesús disfrutaba entre el pueblo, y que en todo caso perseguían unos motivos egoístas y oscuros. Pero los príncipes de los sacerdotes instigan «al pueblo», es decir a los jerosolimitanos que les eran afectos, a que pidan la libertad de Barrabás. Acerca de este Barrabás, que en Mat 27:18 algunos manuscritos le llaman también «Jesús» -Barrabás sería entonces como un apellido: «hijo de Abás»-se han dado algunas indicaciones que parecen probables: pertenecía a un grupo de hombres que evidentemente hacía poco que habían provocado un amotinamiento y cometido un homicidio. Estas pequeñas sublevaciones eran entonces muy frecuentes y por lo general los romanos las ahogaban inmediatamente en sangre. No sabemos nada más concreto acerca de este grupo levantisco ni de su importancia. Una combinación con los datos de Luc 13:1 o las especulaciones acerca de una «sublevación en la fiesta de los tabernáculos», resultan extremadamente problemáticas. Con ello no se dice en modo alguno que Jesús estuviese relacionado con tales rebeldes. Si la Iglesia primitiva quería encubrir una actividad subversiva de Jesús, mal aconsejada habría andado en el mero hecho de referir el episodio de Barrabás. En Marcos la acción encaminada a la amnistía pascual parte del pueblo, lo cual parece más congruente que el ofrecimiento que Pilato hace de forma espontánea según Mat 27:17 y Jua 18:39. Con tal motivo lo único que hace el procurador romano es intentar liberar a Jesús. Pero la multitud del pueblo, embaucada por los sumos sacerdotes, reclama el indulto de Barrabás. La ulterior pregunta de Pilato sobre qué debía hacer con Jesús desata el grito de «¡Crucifícalo!». Es el único pasaje del Evangelio en que la «multitud» se muestra tan hostil a Jesús; pero hay que tener en cuenta que aquí sólo se trata de un determinado sector, adicto a los sumos sacerdotes, difícilmente del pueblo en general que tan gustosamente había escuchado a Jesús en el templo (Mc 12.37), y menos aún del pueblo de Galilea, la patria de Jesús. En Marcos toda la responsabilidad recae sobre los sumos sacerdotes; pero este grito de «¡Crucifícalo!», que adquiere caracteres de un clamor fanático tras la renovada intervención del gobernador en favor de Jesús, sigue siendo un signo pavoroso de hasta dónde pueden llevar el odio y la demagogia. Para Marcos equivale al pleno cumplimiento de la predicción de Jesús de que el Hijo del hombre sería «rechazado». Pilato cede a la presión del pueblo, deja libre a Barrabás y «entrega» a Jesús para que sea crucificado. El término indica aquí la ejecución de la sentencia. Nada se nos dice del pronunciamiento formal de la sentencia, pero sí de una orden de que Jesús fuese azotado. Sorprende la brevedad con que se cuenta el curso del proceso. Ella confirma la idea de que la Iglesia primitiva no quería brindar el desarrollo exacto del proceso, sino sobre todo presentar la pasión de Jesús. Y, pese a conocer lo terrible de aquel tormento, el relato más antiguo no se detiene en las torturas físicas, que sin duda debieron padecer también muchos otros hombres, sino que pone el acento en la injusticia que se cometió con su Señor inocente: Barrabás el sedicioso queda libre; Jesús tiene que emprender el camino hacia la cruz. La flagelación aparece en conexión estrecha con la crucifixión; de hecho era el primer paso hacia la misma para debilitar a los condenados y hacerles todavía más intolerables los tormentos de la crucifixión. La flagelación romana -que también podía imponerse (cf. Luc 23:22) o aplicarse como castigo independiente para lograr una confesión, como tal vez es el caso de Jn 19,1- consistía en el azotamiento con el «flagelo» (flagrum), un látigo de correas de cuero o de cadenillas de hierro, rematado en las puntas con piedrecillas o con bolitas de hierro. Probablemente tuvo lugar en el interior del pretorio. Con ella empiezan los padecimientos físicos de Jesús, a quien nada se le escatimó de los dolores que los hombres han preparado para los hombres. Los escritores romanos aluden también con horror y espanto al castigo de la cruz; era la muerte de los criminales, los esclavos y los rebeldes.
3. VÍA CRUCIS, MUERTE Y RESURRECCIÓN (15,16-16,8).
El corte que hemos introducido después de la condena de Jesús, para seguirle ahora en su camino doloroso bajo el peso de la cruz, es un corte artificial que sólo sirve para facilitar la visión de conjunto. En la exposición de Mc sigue inmediatamente la escena de los escarnios por parte de los soldados romanos, tras este breve inciso se sale inmediatamente del tribunal camino del lugar de la ejecución. Esto coincide con el hecho de que Marcos no está interesado por un relato formal del proceso -ni una vez se menciona la sentencia-, sino que sólo quiere presentar la pasión de Jesús. Por ello tampoco debemos esperar ningún dato sobre los detalles de la ejecución, sino más bien un cuadro de los padecimientos de Jesús que se expone a la comunidad, padecimientos que en su dimensión profunda se presentan precisamente como los del condenado inocente, del justo perseguido, del Hijo de Dios que muere en el mayor desamparo. Además de todos los padecimientos físicos, tiene también que soportar burlas y escarnios, y hasta experimentar el abandono por parte de Dios. Pero con su muerte, que se anuncia con un gran grito, se opera un cambio: el velo del templo se desgarra, el centurión pagano confiesa: «Este hombre era hijo de Dios», y la presencia de las mujeres cita ya al lector para la mañana de pascua. Jesús recibe una sepultura honrosa y, tras el reposo sabático, sigue la visita de las mujeres al sepulcro en el que resuena el mensaje de la resurrección. También en esta última parte de la historia de la pasión no puede por menos de reconocerse un montaje teológico. La comunidad recibe una explicación ilustrada, que se remonta al acontecimiento histórico, de su profesión de fe, de que Jesús «murió y fue sepultado, y resucitó al tercer día» (cf. 1Co 15:3s), no sin la aclaración, cierta sólo para los creyentes, de que «murió por nuestros pecados». Todo esto no se dice de forma explícita en el relato; pero el otro inciso, que leemos en aquella antigua fórmula de fe, «según las Escrituras», sí que se expresa ya en la medida de lo posible en el relato posterior de la pasión y muerte de Jesús, y no por medio de citas de cumplimiento formales, pero sí en una alusión implícita a la Escritura, incluso en la palabra postrera de Jesús, que es la palabra de un salmo en lengua aramea. Hay referencias veladas a los salmos, que expresan los padecimientos de los justos y que la Iglesia primitiva entendió en un sentido mesiánico, es decir, en relación con su Mesías moribundo. Estos salmos pasionarios de los justos perseguidos y humillados cargan el acento principalmente en los sufrimientos internos, que la Iglesia ha experimentado profundamente. Marcos tuvo que añadir muy poco a este relato que seguramente ya encontró formado. Deja que el acontecimiento hable por sí mismo con un lenguaje llano. Sólo cabría esperar que, después del mensaje de la resurrección que las mujeres escuchan en el sepulcro, hiciera seguir un relato de las apariciones (cf. 1Co 15:5), sobre todo después del encargo para los discípulos, y para Pedro en particular (1Co 16:7), en que se les prometía ver al Resucitado en Galilea. Pero ahí se interrumpe el relato de Mc. Se ha conservado otra conclusión posterior, bien porque no se encontró nada más después de Mar 16:8 o bien porque no quiso sustituir con ella el primitivo final de este Evangelio. Apenas es posible dudar de que el relato de la pasión intenta servir, a su modo, a la predicación, que había encontrado su eco más grave en aquella antigua fórmula de fe.
a) Jesús escarnecido como rey de los judíos (Mc/15/16-20a).
16 Los soldados lo condujeron entonces dentro del palacio, es decir, al pretorio, y convocan toda la cohorte. 17 Lo visten de púrpura y le ciñen una corona de espinas que habían entretejido; 18 y comenzaron a saludarle: «¡Salve, rey de los judíos!», 19 al mismo tiempo que le golpeaban la cabeza con una caña, le escupían y, doblando las rodillas, le hacían reverencias. 20a Cuando acabaron de burlarse de él, le quitaron la púrpura y le pusieron sus propios vestidos.
Después de la condena de Jesús, el cuerpo de guardia romano ejercita con él su petulancia haciendo objeto de sus burlas crueles al «rey de los judíos». Lucas pasa por alto la escena, sin duda no sólo para evitar una segunda burla después del escarnio de Jesús por obra de los judíos, sino también por consideración a los romanos. Juan trae la «coronación de espinas» en el curso de la sesión judicial, según él, Jesús viene presentado al pueblo como un pobre rey de burlas (Jua 19:2-5). Como esta escena tiene para el cuarto evangelista un sentido profundo -«Aquí tenéis al hombre»-, seguramente que la ha anticipado por esa razón. Sólo después de la condena podían atreverse unos soldados romanos a practicar una conducta tan petulante con un preso. La escena es históricamente digna de crédito y perfectamente imaginable en el tiempo intermedio hasta la ejecución. Pertenece sin duda al relato de la pasión anterior a Mc y demuestra que la Iglesia primitiva conservaba un recuerdo doloroso y vivo precisamente de tales humillaciones de su Señor. No debió serle muy difícil conocer este episodio, que tuvo lugar en el interior del pretorio, pues los soldados pudieron haberlo contado. «Toda la cohorte» no es la guarnición permanente de la fortaleza Antonia, sino la escolta que el gobernador había llevado consigo desde Cesarea; pues, como motivo de las grandes festividades, que fácilmente podían degenerar en amotinamientos y sublevaciones a causa de la gran afluencia de peregrinos, solía abandonar su residencia junto al mar para acudir a la capital. No cabe decidir de forma segura si en Jerusalén residía en la fortaleza Antonia o en el palacio de Herodes más retirado del templo. La gran plaza enlosada que hay se señala como el Litóstrotos (Jua 19:13), habría sido -si la localización es correcta- el lugar del tribunal en las proximidades de la fortaleza Antonia. Entre los soldados romanos tal vez se encontraban también tropas auxiliares sirias, bien conocidas por su odio contra los judíos. Así se explicaría aún mejor los groseros y odiosos escarnios de Jesús como el «rey de los judíos»; los propios judíos evitaban esta designación y preferían hablar del «rey de Israel» (Jua 15:32). El episodio está contado de una manera gráfica: los soldados visten a Jesús una tela purpúrea, tal vez un viejo manto de soldado de color rojo y le colocan sobre la cabeza una corona tejida de espinas. Abrojos y zarzales abundan en Palestina. No hay por qué pensar en grandes espinas taladrantes; muchos exegetas creen que el casquete de espinas no produjo a Jesús ningún hematoma sanguinolento. Los soldados estaban más interesados en una acción de burla que en añadir nuevos dolores corporales. El manto de púrpura, la diadema y el cetro eran las insignias regias que los soldados imitaron en el «rey de los judíos» con cosas ridículas. Así le dieron una caña, primero en la mano seguramente (Mat 27:29), hasta que se la quitaron golpeándole con ella la cabeza. Se burlaban de él con una «genuflexión», como la que debían practicar los grandes y personajes ilustres ante un rey. Pero la escena terminó de modo grosero escupiéndole por desprecio y golpeándole con la caña. Todo esto viene referido sin paliativos, aunque sin exageraciones, y sobre el comportamiento de Jesús no se dice ni una sola palabra. Es la víctima indefensa de unos rudos soldados. En la antigüedad conocemos varias parodias similares, de casos aislados y de usos regulares. Según Filón de Alejandría, con ocasión de la entrada de Agripa en la capital egipcia un tonto, de nombre Carabás, fue coronado con una corona de papel, cubierto con un manto y provisto de una caña en la mano, y después se imitó una audiencia solemne; todo ello para burlarse del rey judío. En las fiestas saturnales, según un relato martirial antiguo, un soldado hacía el papel de Cronos y debía después morir como ofrenda en honor del dios. Entre los persas se dejaba campar por sus respetos a un malhechor, cual si fuese un rey, hasta que se le flagelaba y colgaba. Pero establecer cualquier tipo de conexión entre los escarnios de Jesús y estos usos es un error de la investigación, empeñada en ver por todas partes razones míticas o supersticiosas. La historia de Carabás es naturalmente parangonable, pero no puede aducirse para explicar las burlas de Jesús por la semejanza de nombre con Barrabás. Para la Iglesia primitiva y para Marcos la escena burlesca tiene el valor de la tradición porque conservaba el recuerdo doloroso de los escarnios de Jesús como rey de los judíos. Como tal fue llevado a la cruz: pospuesto a Barrabás, condenado por el juez romano, escarnecido por los soldados, objeto de las burlas de los judíos bajo la misma cruz y expuesto a la vergüenza ante el mundo por el título que pendía sobre su cabeza. Y, a pesar de todo ello, era y es para la Iglesia primitiva soberano y rey, a quien el propio Dios entregó su poder. Marcos no destaca con mayor relieve este aspecto, porque le interesa una dimensión todavía más profunda: Jesús es el Hijo de Dios, a quien los hombres han de irrogar el mayor oprobio, porque Dios así lo ha decretado para llevarlos a la conversión por medio de la maldad de ellos y de su amor oculto. Pero Marcos quiere también avergonzar a sus lectores que se resisten al seguimiento de su Señor vilipendiado.
b) Vía crucis y crucifixión (Mc/15/20b-27).
20b Luego lo sacan para crucificarlo. 21 Y a un hombre que pasaba por allí, que volvía del campo, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, lo obligan a llevarle la cruz. 22 Lo conducen, pues, al lugar llamado Gólgota, que quiere decir lugar «de la Calavera». 23 Le daban vino mezclado con mirra, pero él no lo aceptó. 24 Luego lo crucifican y se reparten sus vestidos, echando suertes sobre ellos, a ver qué le tocaba a cada uno. 25 Era la hora tercera cuando lo crucificaron. 26 Y encima estaba escrito el título de su causa: El rey de los judíos. 27 También crucifican con él a dos ladrones: uno a su derecha y otro a su izquierda.
En un lenguaje sobrio, que describe los hechos de forma escueta y se abstiene de expresar cualquier sentimiento, se narra ahora la ejecución de la sentencia. Marcos debió agregar al relato antiguo, en el mejor de los casos, la observación de que Simón de Cirene era padre de Alejandro y de Rufo, la explicación del nombre «Gólgota» y el dato de la hora en que se efectuó la crucifixión. En los relatos de la pasión de los otros Evangelios han penetrado numerosos detalles; así, en Lucas el diálogo con las hijas de Jerusalén (Luc 23:27-31); en Mateo, una reflexión sobre la bebida narcótica (Mat 27:34); en Juan, una discusión sobre la inscripción de la cruz y ciertos detalles sobre la repartición de los vestidos (Jua 19:19-24). Se echa de ver una meditación creciente sobre el vía crucis y la crucifixión de Jesús a la luz del Antiguo Testamento. También en Marcos podemos reconocer ciertas resonancias teológicas, pese a la breve mención de los hechos. Una descripción del tormento de la cruz era innecesaria para los hombres de entonces. En el lugar de la ejecución se hallaban, por lo general, palos que servían como madero vertical de la cruz; por el contrario, el madero horizontal debían llevarlo personalmente los propios condenados. Con los brazos extendidos se les clavaba o ataba al palo horizontal y finalmente eran izados sobre el madero vertical. El camino hacia el lugar de la ejecución, con el pesado leño sobre los hombros, resultaba para los condenados un suplicio penosísimo, debilitados como iban por la flagelación. El lugar se encontraba fuera de los muros de la ciudad; también Jesús «padeció fuera de la puerta» (Heb 13-l2). El nombre de ese lugar se nos ha transmitido de manera uniforme como «Gólgota» y con la traducción de «Calavera», probablemente por la figura que presentaba, que semejaba una bóveda craneana. Su emplazamiento en la iglesia actual del Sepulcro es digno de crédito, aunque se discute el trazado del llamado segundo muro; pero la tumba en que se depositó el cadáver de Jesús y que, según Jua 19:41, se hallaba en un jardín sobre él mismo lugar, está todavía mejor atestiguada. Recientemente se han descubierto detrás del santo sepulcro otras tumbas judías, y esto es un indicio seguro de que el lugar quedaba extramuros de la ciudad. Con el cabezo rocoso. que se denominaba Gólgota -formación lingüística aramea- se han conectado después numerosas especulaciones. Se decía que allí estaba enterrada la calavera de Adán, que era el centro de la tierra, y también el lugar del sacrificio de Isaac (el monte Moria de Gen 22:2); y las especulaciones cristianas coincidieron con las judías en señalar la roca sagrada como el lugar en que se encontraba el altar de los holocaustos. Pero en realidad, el Gólgota, la «Calavera» no era más que la colina de los ahorcados de nuestras ciudades medievales. Jesús debía estar tan debilitado que los soldados obligaron a un hombre, que casualmente venía del campo, a llevar el madero de la cruz de Jesús. No existía ningún fundamento jurídico para semejante prestación personal; pero los soldados no se preocuparon de tal requisito. La primitiva tradición cristiana ha conservado el nombre de ese hombre: Simón. Sin duda había vivido antes en Cirene -Norte de África- donde había una floreciente colonia judía, y como muchos otros judíos piadosos ya en su ancianidad se había establecido en Jerusalén (cf. Hec 2:10; Hec 6:9). Sólo Marcos nombra a sus dos hijos, Alejandro y Rufo, que seguramente eran cristianos conocidos en la comunidad (¿romana?, cf. el nombre de Rufo en Rom 16:13). Marcos expresa la acción de llevar la cruz con el mismo verbo que en la sentencia de Jesús sobre el seguimiento (Rom 8:34); Lucas lo expresa de forma más clara: «y lo cargaron con la cruz, para que la llevara detrás de Jesús» (Luc 23:26). Este Simón se convierte así en modelo para los lectores cristianos. Juan pasa por alto este detalle y, de acuerdo con su cristología, dice que Jesús llevó personalmente su cruz (Luc 19:17). Aunque esto bien puede referirse al comienzo del camino doloroso; pero el dato en nuestro evangelista delata un sentido para los detalles históricos. El vino aromatizado con mirra era una bebida estupefaciente para que el delincuente resistiese los terribles dolores. Está atestiguada como una costumbre judía, aunque no consta entre los romanos. Es posible que unas mujeres judías hubiesen preparado esta amarga bebida y se la entregasen a los soldados para que se la dieran a Jesús. Pero Jesús no toma el vino; cosa que para el evangelista es un signo de que Jesús quería soportar con plena conciencia los dolores y la muerte. Mateo anota que lo gustó, aunque no quiso beberlo (Luc 27:34). La bebida posterior con el vinagre rebajado (Luc 15:36) tiene otro sentido, aunque pronto se relacionó con el Sal 69(68),22; una y otra se entendieron, de acuerdo con ese salmo doliente, como una tortura de Jesús. Una vez más con el vino mirrado Marcos se atiene a la verdad histórica; pero da también un sentido teológico al gesto de rechazo de Jesús. La crucifixión propiamente dicha no viene descrita; el tacto y el sentido de las formas se lo prohibían a la Iglesia primitiva. Pero se describe la última pobreza de Jesús en un episodio cuya veracidad histórica no hay por qué poner en duda: en el sorteo de los vestidos de Jesús por los soldados. A ello tenían derecho el piquete de soldados encargados de la ejecución. Este reparto y sorteo de las vestiduras de Jesús recordaba a la Iglesia primitiva un pasaje de aquel salmo (22 en hebreo, 21 en la versión griega) que parecía señalar de un modo particular los padecimientos de Jesús. Es la oración atribulada de un hombre atormentado, pero que es escuchado y salvado de la angustia más profunda y en la última parte ofrece a Dios un sacrificio de acción de gracias. Ya en Marcos las palabras están acomodadas al texto griego (Sal 21:19), aunque no se cite expresamente el cumplimiento de la Escritura. Esta es la manera con que la Iglesia primitiva. y Marcos con ella, exponía la pasión de Jesús: para los lectores avisados los hechos aparecían bajo una nueva luz a través de las palabras de la Escritura y se les abría el abismo del designio divino que permitía comprender un poco del terrible acontecimiento. La obra de la crucifixión -la hora tercia o tercera = las 9 de la mañana- posiblemente ha entrado después, por obra del evangelista o de algún copista temprano. El dato viene después del reparto de los vestidos, menciona de nuevo la crucifixión (cf. v. 24a), y choca además con Jua 19:14 donde se dice que era la hora sexta cuando se promulgó la sentencia. Una hora intermedia tal vez daría el momento histórico del suceso. En Marcos se descubre un esquema que procede por grupos de tres horas (cf. v. 33). ¿Se alude de este modo al plan divino que late bajo todo ello? Suprimiendo el v. 25, Jesús podría haber sido crucificado lo más pronto hacia el mediodía, e inmediatamente después habrían sobrevenido las tinieblas. Para el relato antiguo era más importante el motivo de la condena que se había fijado sobre la cruz, por encima de la cabeza del crucificado. En Marcos y en Lucas no aparece el nombre de Jesús aunque no debía faltar. Al antiguo relato le interesaba sobre todo la designación de «rey de los judíos», que marcaba a Jesús como un agitador político, pero que decía la verdad en un sentido más profundo. Así lo ha comprendido el cuarto evangelista, lo ha reelaborado en su relato del proceso y lo ha subrayado para los lectores prestando especial atención al título de la cruz (la escritura en tres lenguas, la objeción de los judíos, Jua 19:19-22). En todos los relatos evangélicos se menciona a los dos hombres crucificados con Jesús; no cabe dudar del hecho de que Jesús fue fijado al madero y que murió entre otros dos condenados. Más difícil resulta contestar a la pregunta de quiénes eran aquellos ajusticiados. En Mc y Mt se les designa como «ladrones»; en Luc 23:33, como «malhechores». La expresión griega de Mc aparece también en Flavio Josefo para designar a los sediciosos políticos; esto sin embargo no es motivo suficiente para tener a tales hombre por rebeldes que hubiesen tomado parte en el motín recordado en 15,7. El indulto de Barrabás no apoya tal hipótesis; como quiera que fuese, el relato antiguo no sabía de ellos nada más, y los considera como ladrones comunes. También en el hecho de que Jesús fuera crucificado entre dos malhechores se reconoció el cumplimiento de la Escritura, concretamente de un pasaje del cántico del siervo de Yahveh: «Fue contado entre los malhechores» (Isa 53:12). Pero sólo Lucas cita explícitamente este texto, y no en el relato de la pasión sino dentro de la última cena, en el cenáculo (Luc 22:37). En Marcos sólo algunos manuscritos agregan esta cita de cumplimiento al final de nuestra sección -como v. 28-; pero el versículo no pertenece seguramente al texto original, sino que debió introducirlo algún copista posterior fundándose en el mencionado pasaje de Lucas. El relato antiguo dejaba hablar simplemente a los hechos, y su lenguaje era ya por sí solo bastante duro: el Hijo de Dios fue ejecutado como un vulgar malhechor.
c) Padecimientos en la cruz y muerte de Jesús (Mc/15/29-37).
29 Y los que pasaban por allí lo insultaban, moviendo la cabeza y diciendo: «¡Eh! Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días: 30 sálvate a ti mismo bajando de la cruz.» 31 Igualmente, también los sumos sacerdotes se burlaban de él, juntamente con los escribas, diciéndose unos a otros: «Ha salvado a otros, y no puede salvarse a si mismo: 32 ¡El Mesías, el rey de Israel: que baje ahora mismo de la cruz, para que veamos y creamos!» También los que estaban crucificados con él lo insultaban. 33 Llegada la hora sexta, quedó en tinieblas toda la tierra hasta la hora nona. 34 Y a la hora nona clamó Jesús con voz potente: Eloí, Eloí, lamá sabakhthaní. Lo cual quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has desamparado?» 35 Y algunos de los que por allí estaban, decían al oírlo: «Mira, está llamando a Elías.» 36 Corrió entonces uno a empapar una esponja en vinagre, y poniéndola en la punta de una caña, le daba de beber, diciendo: «;Dejadlo! Vamos a ver si viene Elías a bajarlo.» 37 Entonces Jesús, lanzando un potente grito, expiró.
Las horas que Jesús pendió de la cruz están llenas de los insultos y escarnios de los hombres. Una vez más la Iglesia primitiva no ha descrito los dolores corporales sino que se hace eco de sus padecimientos internos. La clave de estos sufrimientos psíquicos la encontró en el Sal 22(21), donde según el texto griego se dice: «Todos los que me veían se mofaban de mí, movían los labios y sacudían la cabeza diciendo: Ha confiado en el Señor, que le libre y le salve, si es que le quiere (salvar)» (v. 8s). Las coincidencias son evidentes: mofas (insultos), menear la cabeza y el tema «salvar». Del mismo salmo procede también la última palabra de Jesús, que viene transcrita en lengua aramea y en su versión griega. Se trata del comienzo del salmo y es de enorme importancia para la situación de Jesús. Frente a las burlas de los hombres, de los que se mencionan tres grupos, brota el grito de oración de Jesús que expresa su abandono por parte de Dios; unas y otro según el salmo de lamentación interpretado mesiánica- mente. En conexión con ello está la falsa interpretación de que Jesús llama a Elías, con la que enlazan a su vez el acto de abrevar a Jesús con «vinagre» y su postrer grito. Se trata evidentemente de tradiciones antiguas sobre la defunción de Jesús. Entre los insultos de los hombres y el clamor de Jesús pidiendo ayuda se encuentra la anotación de las tinieblas, que difícilmente puede deberse al propio Marcos. En lo esencial el evangelista es deudor de este cuadro a la tradición; la pregunta única es saber cómo lo entendió él. En la expresión «los que pasaban» -también Simón viene del campo-, la tradición ha conservado el recuerdo de que el Gólgota no estaba lejos de la puerta de la ciudad, por la que entraba y salía mucha gente. Dato que habla también en favor de la víspera del día de pascua. Pero la indicación no tiene especial relieve, como tampoco el «todos los que me veían» del Sal 21:8; sus burlas se traducen aquí por «insultos», tal vez no sin cierta intención, pues la correspondiente palabra griega se emplea frecuentemente para indicar la blasfemia contra Dios (cf. Mar 2:7; Mar 3:29; Mar 14:64) y en el mencionado pasaje del salmo se utiliza otro vocablo. Para Marcos se trata de una blasfemia contra el Hijo del hombre que vendrá algún día con la majestad divina. El sacudir la cabeza, gesto que expresa una compasión burlona (cf. Job 16:4; Eco 13:3), procede del versículo del salmo. Pero se expresa el contenido de las burlas, donde destaca la alusión retrospectiva a la palabra sobre el templo (Eco 14:58). ¿Ha desempeñado en la sesión del tribunal judío un papel más importante del que permite suponer la exposición de Marcos? La fórmula es aquí más escueta, suficiente para el evangelista que ya ha recordado dichas palabras, pero significativa para el antiguo relato porque refleja una inculpación judía contra Jesús, y que todavía iba a seguir preocupando al cristianismo primitivo (cf Hec 6:14). ¡Sálvate a ti mismo bajando de la cruz!, es la burla mordaz que se lanza contra quien ha puesto su confianza en Dios (Sal 22:9). Dios no le aporta salvación alguna, tendrá que salvarse a sí mismo. Los otros dos grupos de blasfemos burlones ha podido introducirlos por primera vez el evangelista, que una vez más inculpa a los sumos sacerdotes y a los escribas, emplea a menudo el giro «unos a otros» o «entre sí», iguales en el texto original (Sal 4:41; Sal 8:16; Sal 9:34) y que ya empleó el vocablo «burlarse» (Sal 10:34; Sal 15:20). Es «rasgo fino que Marcos observa» (Lagrange) que, al no considerarlo conveniente con su dignidad, no lanzan sus escarnios a voz en grito, sino que se burlan entre sí. «Ha salvado a otros» es una alusión a las curaciones de Jesús (cf. 3,4; 5,23.28; 6,56); a las que los dirigentes judíos no habían prestado ningún crédito, y por ello no se habían dejado conducir a la fe. Ellos solicitaron de Jesús «una señal venida del cielo» (8,11) y una prueba de su autoridad (11,28). En opinión de ellos, Jesús se atribuyó falsamente la dignidad de Mesías y de rey de Israel. Marcos pensará en la confesión de Jesús delante del sanedrín (14,62). Se añade lo de «rey de Israel» en razón del título de la cruz; pero los príncipes de los sacerdotes no dicen «judíos», sino que emplean el viejo título honorífico de «Israel». Finalmente, se menciona también a los otros dos ajusticiados que también insultan a Jesús. Jesús está rodeado de burlas e insultos. Las tinieblas que cubren «toda la tierra» desde la hora sexta a la hora nona, no son un oscurecimiento natural del sol. Ya los antiguos sabían que tal eclipse no era posible durante la fase de luna llena, que era la de la fiesta de pascua. Por ello piensan otros exegetas en un oscurecimiento debido a una tempestad de arena -«noches de siroco»-; pero apenas cabe buscar una explicación natural. Como indica la expresión «toda la tierra», incluso traduciendo «todo el país», puede indicarse un acontecimiento simbólico, la tristeza de la creación por el drama que se desarrolla en el Gólgota. Las tinieblas solares eran para los hombres de entonces sucesos pavorosos y fatídicos al tiempo que signos, por lo cual pasan a ser un rasgo habitual en los cuadros apocalípticos. En el profeta Amós se dice: «Sucederá en aquel día, dice el Todopoderoso, que el sol se pondrá al mediodía y haré que la tierra se cubra de tinieblas en pleno día» (8,9). No es preciso suponer que las tinieblas durante la muerte de Jesús en la cruz hayan entrado directamente de ese pasaje en el antiguo relato de la pasión; pero que éste se inclinase hacia los rasgos simbólicos se echa de ver también en el desgarrarse del velo del templo después de la muerte de Jesús (v. 38). Marcos, que personalmente no acusa esa tendencia -a diferencia de Mateo-, ha aceptado la anotación y, dentro del contexto de su teología de la pasión, la ha entendido seguramente como una expresión más de la obscuridad profunda que rodea la muerte de Jesús. El punto más alto de la pasión de Jesús se alcanza con el grito atormentado con que llora su desamparo por parte de Dios. Aquí la Iglesia primitiva ha conservado incluso el tenor semítico del Sal 22:2, no según el texto hebreo, sino en lengua aramea. Esta tradición se remonta, pues, seguramente a la comunidad judeocristiana que todavía hablaba arameo; también en algunos otros pasajes ha conservado Marcos algunas palabras arameas (Sal 5:41; Sal 7:34; Sal 10:51). Mateo ha alterado el tenor literal, presentando la invocación a Dios en hebreo (Elí), probablemente porque así se explicaba mejor la confusión con «Elías». Se discute si Jesús pronunció personalmente su oración en hebreo o en arameo. Pero el hecho de que la comunidad primitiva transmitiese la palabra de Jesús en la lengua aramea que ella entendía, hace suponer que no sólo quería mostrar a Jesús recitando ese salmo de lamentación, sino que también tomaba muy en serio el contenido de ese versículo introductorio. No hay, pues, que rebajar el peso de tales palabras diciendo que Jesús rezó el salmo, en el cual se pasa del más profundo desamparo a la acción de gracias y al himno de alabanza por la liberación, debatiéndose desde el alejamiento de Dios hasta la plena confianza, o que en su oración cargó el acento en el final de ese salmo. Nadie puede saber las ideas que pasaron realmente por el alma de Jesús; pero lo que la Iglesia primitiva quiso expresar introduciendo la palabra del salmo es la profunda angustia anímica de Jesús y su abandono por parte de Dios. Para Marcos son las heces del cáliz al que Jesús se refirió en Getsemaní rogando al Padre que lo alejase de él. El desamparo de Jesús en esta hora tenebrosa tiene caracteres abisales. Con «voz potente» clama desde su tribulación indecible «al que podía salvarlo», como dice Heb 5:7. Algunos de los asistentes que lo oyen suponen que ha llamado a Elías. Los crucificados pendían a no mucha altura del suelo y eran vigilados por los soldados. No se dice que fuera una falsa interpretación malintencionada. Si aquella gente hubiese entendido debidamente que Jesús invocaba a Dios, hubiese encontrado aún mayor motivo de burla, dada su actitud malévola. Hay que suponer que se trata de un recuerdo verídico. La confusión con el nombre de Elías se explica bien, al menos si Jesús pronunció la invocación a Dios en hebreo; tal vez el resto del versículo del salmo lo recitó de modo que el pueblo no lo escuchó. En el judaísmo Elías pasaba por ser el auxiliador en muchas necesidades. Aquí queda excluida la significación mesiánica del gran profeta, al que se esperaba como precursor del Mesías y como restaurador de todas las cosas (cf. Mar 9:12). Jesús lo llama, así piensa aquella gente, como auxiliador en las necesidades. Inmediatamente corre uno, empapa una esponja en «vinagre» y dice: «Dejadlo, vamos a ver si viene Elías a bajarlo.» Desde el punto de vista histórico debe tratarse de una bebida refrescante, consistente en vinagre muy rebajado (posca) que los soldados llevaban consigo. En la Iglesia primitiva la acción se interpretó, bajo el recuerdo del Sal 69(68)22 -«mezcláronme hiel en la comida y en mi sed me abrevaron con vinagre»-, como un nuevo tormento. En Marcos y en Mateo no está completamente claro el motivo que impulsó al abrevador. Puede haber sido un sentimiento de compasión hacia el sediento, aunque también ha podido ser el propósito de alargar su vida. En Mateo no es el que empapa la esponja y la acerca a los labios de Jesús quien habla, sino los otros: «¡Déjalo! vamos a ver si viene Elías a salvarlo.» La palabra tiene asimismo un tono burlón. Lucas asigna el hecho a los soldados con mala voluntad (Mar 23:36). Juan también lo explica de distinto modo (Mar 19:28). Los crucificados pendían durante largo tiempo en la cruz; el saliente sobre el que cabalgaban sostenía los cuerpos hasta que al fin sobrevenía la muerte, generalmente por asfixia. Por ello, resultan tan sorprendentes en el caso de Jesús el rápido desenlace y el grito fuerte que lanza antes de morir. Sobre la causa física de la muerte de Jesús se ha discutido mucho. Hay médicos que diagnostican como tal el agotamiento; otros, un shock traumático o un colapso cardíaco. La Iglesia primitiva no se ha interesado por la cuestión; pero apenas cabe dudar de la muerte rápida y del gran clamor. ¿Cómo ha entendido Marcos ese clamor de Jesús moribundo? ¿Es el mismo que se articuló con la palabra del salmo a que acaba de referirse (v. 34)? ¿Lo ha interpretado, pues, como expresión de la angustia, desamparo y hasta desesperación más profundos? Mateo habla inequívocamente de un nuevo clamor (Mar 27:50). Si Marcos lo entiende también así, es posible que haya interpretado este nuevo grito inarticulado de Jesús como un signo de superación y de victoria. En ese sentido habla la inmediata reacción del centurión romano que confiesa: «Verdaderamente este hombre era hijo de Dios.» Jesús, pues, habría sido liberado del más profundo abandono de Dios y ya en su muerte habría manifestado su justificación por parte de Dios. A la luz del salmo, cuyo comienzo recitó Jesús, es probable esta interpretación, pues al final del mismo se habla de que Dios libra al atribulado. No se puede atribuir a Marcos simplemente una interpretación psicológica, como si Jesús recitando aquel salmo ya hubiese alcanzado la confianza victoriosa en Dios. Marcos no quiere atenuar en modo alguno las tinieblas densísimas ni la angustia interna del Hijo del hombre, mas quiere también expresar en el acto mismo de la muerte la liberación y justificación de parte de Dios, el libramiento del Hijo de Dios del poder de la muerte. No nos es posible establecer con certeza cuál fue la última palabra de Jesús en la cruz entre «las siete palabras» formadas después mediante la adición de las frases que nos han transmitido los distintos evangelistas. Cada uno de éstos ha dispuesto a su modo las palabras del Crucificado y cada uno ha dado su propio sentido a la última palabra o grito de Jesús. Lucas nos presenta a Jesús muriendo con la palabra serena y piadosa del salmo: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Mar 23:46, según el Sal 30:6). En Jua 19:30 Jesús pronuncia una palabra majestuosa: «Todo se ha cumplido.» Los ensayos por reducir las distintas tradiciones e interpretaciones a un orden histórico, que les dé sentido, siguen siendo problemáticos (*). Lo único que consta es aquel potente grito, del que habla la tradición más antigua, grito que resultaba extraordinario en un crucificado y que conmovió a los circunstantes. Deberíamos respetar el misterio y postrarnos ante la majestad de este moribundo, tanto si queremos considerarlo como la última revelación de la humanidad de Jesús o como un signo oculto de su proximidad a Dios y de su divinidad. En la frontera de la muerte el misterio de una vida humana se condensa o se desvela. En la muerte de este hombre nos enfrentamos una vez más con todo el misterio de su persona y de su ministerio sobre la tierra. Por ello ambas meditaciones tienen su razón de ser; de nuestra propia sensibilidad dependerá que nos ilumine la hondura de su humanidad o la oculta grandeza de su divinidad.
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* Interesante es la hipótesis de TH. BOMAN: Jesús habría dicho eli atta = «Tú (eres) mi Dios», y los judíos habrían entendido: eliyya tha = «¡EIías, ven!» Las palabras de Jesús serían una cita de Sal 118:28 (salmo del hallel), pero la Iglesia primitiva las habría interpretado como del salmo 22, donde aparece la expresión en el v. 11. De ahí las diversas interpretaciones que después dieron los evangelistas. En su origen la última palabra de Jesús habría sido una llamada jubilosa al Padre. Hipótesis ingeniosa, pero que no se impone, porque las palabras de Jesús sólo se nos han conservado en la interpretación de los evangelistas.
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d) Acontecimientos que siguieron (Mc/15/38-41).
38 Y el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo. 39 Al ver el centurión, que estaba allí frente a Jesús, de qué manera había expirado, dijo: «Realmente este hombre era Hijo de Dios.» 40 Había además unas mujeres que miraban desde lejos, entre las cuales estaban también María Magdalena, María, la madre de Santiago el Menor y de José, y Salomé, 41 las cuales, cuando él estaba en Galilea, lo seguían y le servían, y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
La importancia de la hora en que Jesús rinde su espíritu la subrayan un par de hechos que la Iglesia primitiva nos ha transmitido. Y una vez más hemos de preguntarnos qué sentido tienen para Marcos. El primero es el desgarramiento del velo del templo, hecho que evidentemente se ha interpretado de manera simbólica. Surge ahora la cuestión de saber si se trata del velo interior que separaba el santo del santísimo o del velo exterior que pendía en la parte frontal del templo. Según el vocablo griego ambas interpretaciones son posibles. Pero, habida cuenta del fuerte simbolismo del dato, muchos intérpretes piensan en el velo interior. Pero, aun prescindiendo de que su rotura no podía conocerse públicamente, también conserva el simbolismo por otras razones el velo exterior, visible a quienes visitaban el templo. Según una tradición judía, cuarenta años antes de la destrucción del templo se apagó la lámpara del lado occidental y aunque por la tarde se cerraron las puertas del templo, a la mañana siguiente aparecieron abiertas. Lo cual se interpretó como un signo de mal agüero. No hay por qué suponer una relación directa de esta tradición con el suceso referido por Marcos; pero tal vez sirva para esclarecer el pensamiento de la Iglesia primitiva: el velo que sustraía al santuario a las miradas profanas y que debía proteger la santidad del templo, se desgarra; el ordenamiento cultual hasta entonces vigente llega a su fin; cesa la antigua alianza. En las especulaciones judías este velo (exterior) del templo tiene otro sentido simbólico, pues representa al universo creado. Pero este sentido cósmico y la importancia de la muerte de Jesús de cara al universo, aparecen sobre todo en Mateo que relaciona con dicha muerte otros acontecimientos: se produce un terremoto, las rocas se parten, se abren los sepulcros y muchos cuerpos de los santos que dormían resucitan; signos todos de un acontecimiento escatológico de alcance cósmico, de la salvación final. Marcos ve sin duda el desgarramiento del velo del templo simplemente como un signo de Dios o como una señal fatídica que marca el final del culto antiguo.
De acuerdo con todo esto la confesión del centurión pagano adquiere un alto valor positivo para el mundo gentil, y especialmente para los lectores cristianos del Evangelio de Marcos procedentes del paganismo. Este testigo imparcial de la muerte de Jesús confiesa: «Realmente este hombre era Hijo de Dios.» El carácter especial de su muerte -probablemente se piensa en el potente grito- ha impresionado al pagano que estaba frente a la cruz, y manifiesta su impresión en unas palabras que, habida cuenta de su forma de pensar, apenas pueden significar otra cosa que «era realmente un hombre extraordinario, un hombre divino»; en Lucas «era un justo, es decir, un hombre inocente». Pero la comunidad cristiana, llevada de su propia fe, deduce de tal manifestación la profesión de fe en la filiación divina de Jesús. Para Marcos lo más importante es la atribución a Jesús de una dignidad que sólo a él convenía (cf. 1,11; 9,7; 12,6) y que nunca antes le había dado hombre alguno (el sumo sacerdote únicamente le había preguntado si lo era). Por ello, esta profesión de fe del centurión pagano, al momento de la muerte de Jesús, constituye un hito importantísimo, la afirmación de un cambio profundo, un eco anticipado de la plena confesión de fe de la comunidad que tiene conocimiento de la resurrección de Jesús. En la muerte de Jesús se desvela el misterio de su persona: su filiación divina. Las mujeres, que contemplan la escena de lejos y a las que se llama por su nombre, tienen otro significado: aparecen como las representantes de la comunidad creyente. Estas mujeres, mencionadas por sus nombres personales, «seguían» ya a Jesús en Galilea y le han prestado sus servicios; después se alude a otras que habían subido con él a Jerusalén. Los discípulos de Jesús no podían aparecer después de su desbandada; pero no faltan personas fieles que al menos asisten «desde lejos». Marcos ha encontrado ya establecida esta tradición. Las tres mujeres, cuyos nombres se dan, vuelven a aparecer nuevamente en el relato de la visita al sepulcro (Mar 16:1) y en el mismo orden: María Magdalena (= de Magdala); otra María, a la que se determina mejor como madre de Santiago el Menor -por su estatura o también por su edad- y de José; y finalmente, Salomé. A María Magdalena se la menciona en todos los episodios del sepulcro en los que ocupa un lugar fijo. La otra María es probablemente la madre de dos «hermanos del Señor», de tal modo que sus hijos se identificarían con Santiago y José, nombrados en Mar 6:3. Lo que no se demuestra es que esta María fuera la mujer de Clopás o Cleofás, padre de los hermanos del Señor, Simón y Judas, según una noticia posterior (cf. Jua 19:25). Su esposo era posiblemente un pariente próximo de la madre de Jesús. En Mar 16:1 se la nombra sólo, con una indicación más breve, «la de Santiago», sin duda porque poco antes ya la había presentado el evangelista (Mar 15:40). Según Mat 27:56 la Salomé de aquí es seguramente la madre de los hijos de Zebedeo, pues así se la designa en el mismo pasaje, aunque sin dar su nombre. Si se menciona a estas mujeres tanto aquí, cerca de la cruz de Jesús, como en la mañana de pascua, cabe reconocer una tradición que unía la pasión y resurrección de Jesús con la tumba vacía mediante la visita de tales mujeres. Que algunas mujeres hayan seguido a Jesús en Galilea y le hayan servido cuidándose de su sostenimiento, sólo lo dice aquí el Evangelio de Marcos; pero lo confirma otro pasaje independiente del tercer Evangelio (cf. Luc 8:2-3). En dicho pasaje Lucas menciona también a otras mujeres, entre ellas a Juana -la esposa de Cusa-, recordada asimismo en el relato del sepulcro (Luc 24:10) junto con las otras mujeres. Según Jua 19:26 al pie de la cruz estaban también la madre de Jesús y la hermana de su madre. Según la manera de pensar judía las mujeres no contaban como testigos; no obstante para la Iglesia primitiva eran importantes por el papel histórico que habían desempeñado en el descubrimiento del sepulcro vacío; también se menciona a dos de ellas en el sepelio de Jesús, aunque probablemente se trata de un relato particular. Para Marcos que unió estas tradiciones, las mujeres han acompañado a Jesús a lo largo de todo su camino: en Galilea, cn la subida a Jerusalén, y desde la cruz a la sepultura, hasta que en la mañana pascual se les comunica el mensaje: «Ha resucitado, no está aquí» (Jua 16:6). Ellas fueron las testigos mudas, pero elocuentes para la fe, de aquel acontecimiento extraordinario y único.
e) Sepultura de Jesús (Mc/15/42-47).
42 Llegada ya la tarde, por ser la parasceve, o sea, víspera del sábado, 43 José de Arimatea, miembro ilustre del sanedrín, el cual también esperaba el reino de Dios, se fue resueltamente ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se extrañó de que ya hubiera muerto. Llamó entonces al centurión y le preguntó si efectivamente había muerto ya. 45 Informado de ello por el centurión, concedió benévolamente el cadáver a José. 46 éste, después de comprar una sábana, lo bajó de la cruz, lo envolvió en la sábana y lo depositó en un sepulcro que estaba excavado en una roca; luego hizo rodar una piedra sobre la puerta del sepulcro. 47 María Magdalena y María, la madre de José, estaba mirando dónde quedaba depositado.
El relato del sepelio de Jesús merece plena confianza, pues está firmemente asentado en la tradición, atribuye la noble acción a un miembro del sanedrín, que no aparece en ningún otro pasaje, y describe las circunstancias de un modo históricamente digno de crédito. La indicación del tiempo -«llegada ya la tarde»- alude aquí a los últimos instantes de luz, pues con la puesta del sol empezaba un nuevo día, que como se dice expresamente era sábado. En tal día de descanso sólo podían hacerse con los muertos las cosas más indispensables, por ejemplo, el lavatorio del cadáver. Además, según la opinión judía, los ajusticiados no debían permanecer en el palo durante la noche (Deu 21:22s); parece que los romanos tenían en cuenta esta opinión (cf. Jua 19:31). Los cadáveres de los ajusticiados eran arrojados en fosas comunes; pero Jesús fue colocado en una tumba individual, gracias a la intervención de José de Arimatea. Entonces no había cementerios en el sentido que nosotros damos a la palabra, sino que las tumbas se excavaban en las haciendas que se obtenían para ello, aunque siempre fuera del lugar habitado. JOSE-DE-ARIMATEA: Sólo un hombre influyente podía obtener el cadáver de un crucificado. José de Arimatea viene presentado como miembro ilustre del sanedrín que tuvo la audacia de pedir el cuerpo de Jesús a Pilato. Su lugar de origen Arimatea no ha podido establecerse con seguridad, pero probablemente estaba en Judea; tal vez era Rentis, a 12 km al nordeste de Lida. Se dice de este hombre que «esperaba el reino de Dios»; evidentemente le había impresionado la predicación de Jesús; según Jua 19:38, «era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos». Pero ahora demuestra un auténtico valor, pues Pilato era bien conocido por su dureza. Si el gobernador se admira de que Jesús haya muerto tan pronto, el dato resulta perfectamente digno de crédito ya que los crucificados pendían a menudo durante largo tiempo de la cruz. El centurión, sin embargo, le confirma que la muerte de Jesús ya había acaecido. Después de rescatar el cadáver José compró una sábana; la expresión no indica necesariamente que envolviera el cuerpo de Jesús en un solo gran lienzo, y por lo mismo no está en contradicción con la referencia de Juan de que el cadáver de Jesús «lo envolvieron en lienzos» o vendas (Jua 19:40; d. 20,6). Lo que no se menciona para nada es su embalsamamiento; para Marcos conserva todo su valor la palabra de la unción en Betania (14,8). El cadáver de Jesús es depositado en una tumba excavada en la roca. Tales sepulturas en forma de grutas eran las preferidas; a través de una abertura baja se entraba en una cámara mortuoria, cuyas paredes estaban provistas de nichos para recibir los cuerpos. Los otros evangelistas dicen además que era una tumba nueva (Mt), en la que nadie había sido depositado (Lc) y que se encontraba en un huerto cercano (Jn). La entrada de la tumba roqueña la cerró José de Arimatea con una gran piedra, una piedra redonda, que preocupaba a las mujeres cuando éstas visitaron el sepulcro (16,3s). Otros detalles carecen de interés para el relato primitivo; sólo anota uno: que María Magdalena y María la (madre) de José vieron dónde había sido depositado el cuerpo de Jesús. Si la segunda de las Marías viene aquí designada de modo distinto que en 16,1, y sólo se menciona a dos mujeres, es buen indicio de que el relato del entierro de Jesús se narraba originariamente aparte. Para el evangelista, sin embargo, la última observación sirve de enlace para la historia del hallazgo de la tumba vacía. En la literatura polémica contra el cristianismo primitivo nunca aparece la idea de que Jesús hubiera sido depositado en las fosas comunes destinadas a los malhechores. Es verdad que entre los relatos sinópticos de la sepultura de Jesús y la exposición joánica hay ciertas tensiones, y que no todo resulta claro dentro de aquellos mismos relatos; pero en líneas generales la tradición del sepelio de Jesús es firme y fidedigna. Ya el cristianismo primitivo demostró un interés histórico por el asunto, y la veneración del santo sepulcro se convirtió en un anhelo cordial de la cristiandad posterior.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Jesús ante Pilato (Mar 15:1-15)
Análisis de discurso
Pilato aparece en este capítulo por primera y última vez. Es el personaje que hace de este capítulo una unidad. En efecto, el capítulo comienza con Pilato, que recibe del Concilio la entrega de Jesús atado, y termina con Pilato, que entrega el cuerpo de Jesús a José de Arimatea, quien era un miembro del Concilio. Sin embargo, hay también un elemento cronológico —cinco referencias a horas específicas del día—entretejido a lo largo de todo el capítulo, que confirma aún más la unidad retórica de éste. Las referencias son las siguientes: el amanecer, o seis de la mañana (Mar 15:1); la hora tercera, o nueve de la mañana (Mar 15:25); la hora sexta, o doce del mediodía (Mar 15:33); la hora novena, o tres de la tarde (Mar 15:34); y el anochecer, o seis de la tarde (Mar 15:42).
La primera sección de este capítulo está constituida por los versículos Mar 15:1-15, los cuales forman una unidad retórica reconocida por varias versiones, entre ellas NIV, BL y BJ. Uno de los factores que permiten establecer esta unidad es la presencia de dos instancias del verbo paradidōmi, “entregar”, en los versículos Mar 15:1 y Mar 15:15 : los miembros del Concilio “entregan” a Jesús a Pilato, y luego este último lo “entrega” a los soldados para que sea crucificado. Entre ambas “entregas” se produce el juicio de Jesús ante Pilato, el cual se divide en dos partes. En la primera parte (vv. Mar 15:1-5), Jesús es interrogado por Pilato y acusado por los principales sacerdotes. Jesús calla, excepto por la breve respuesta a Pilato en el versículo Mar 15:2. En la segunda parte (vv. Mar 15:6-15), tenemos la presencia notable de la multitud, que va a jugar un papel preponderante en la sentencia de Jesús. Esta parte está delimitada, de un lado, por el verbo apoluō (“soltar”) y una primera mención de Barrabás (v. Mar 15:6), y del otro lado, por otra referencia al mismo verbo y una segunda mención de Barrabás (v. Mar 15:15). Entre ambos extremos, se desarrolla la negociación entre la multitud y Pilato. Esta negociación adquiere la forma de un diálogo en el que siempre Pilato se refiere a Jesús como “Rey de los judíos”.
TÍTULO: Casi todas las versiones coinciden en darle a esta sección el título de «Jesús ante Pilato».
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
«Al amanecer» (TLA) es un poco más específico que muy de mañana. Otra alternativa es «tan pronto como amaneció» (NVI).
Habiendo tenido consejo es la traducción que la mayoría de las versiones favorece. Parece sugerir que hubo otra reunión del Concilio, esta vez de mañana. No obstante, existe una variante textual, adoptada por NVI: «Llegaron a una decisión» (lit., “habiendo arribado a una decisión”). Esta variante sugiere que la decisión es la de la noche anterior, resumida en Mar 14:64. No hubo otra reunión. Lo que hace el Sanedrín a la mañana es llevar a Jesús ante Pilato. NVI, al utilizar esta variante textual, está más de acuerdo con el contexto del capítulo Mar 14:1-72. Esta opción es preferible. La traducción sería entonces: «Tan pronto como amaneció [ ], llegaron a una decisión» (NVI).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
— Consejo Supremo: Ver segunda nota a Mat 5:22.
— Pilato: Ver nota a Mat 27:2.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Mar 11:27; Luc 22:66.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El Rey y el gobernador (ver Mat. 27:1-26; Luc. 23:1-25). En esta oportunidad el poder del cielo se enfrentó con el poder de Roma; esto hubiera tenido un significado especial para los lectores romanos. El Sanedrín había legalizado su sentencia de la noche anterior, pero no tenían la autoridad para llevarla a cabo. Jesús tendría que ser condenado por un tribunal romano, si tenía que ser muerto. A Pilato no le interesaban acusaciones puramente religiosas (cf. Hech. 18:15), así que le formuló a Jesús la única pregunta que a él le interesaba como representante de Roma (2). La respuesta tú lo dices probablemente es la traducción correcta, aunque otras versiones la dan más veladamente. Jesús no negó su condición de Rey. Como él había aceptado los demás cargos ante el sumo sacerdote, así aceptó este cargo ante el gobernador. Otras acusaciones harían los principales sacerdotes ante Pilato, pero Jesús no les hacía caso (4), para asombro de Pilato. Nuevamente, afirmamos que asombro no es fe. Pilato no pensó que la condición de Rey de Jesús constituía alguna amenaza a Roma o él hubiera tomado medidas de inmediato. ¿Sería que Marcos quería asegurar a otras autoridades romanas que la iglesia primitiva no representaba ninguna amenaza política?
Parecía que la mitad de la multitud ante Pilato no tenía ningún interés especial en Jesús; estaban allí con la esperanza de que el gobernador les soltara a un bien conocido luchador por la libertad llamado Barrabás. Los principales sacerdotes no tenían ningún interés en Barrabás. Pertenecían a la alta sociedad y tenían demasiado que perder por cualquier rebelión en contra del poder imperial. Tenían la intención de usar a Barrabás como parte de la estratagema para conseguir la condenación de Jesús. Como en muchos países modernos, una amnistía de prisioneros podía ser proclamada en celebraciones nacionales o religiosas. Pilato vio esto como una manera de escapar de una situación comprometedora; la multitud lo veía como una oportunidad de rescatar a su héroe; los principales sacerdotes lo vieron como una oportunidad de obtener una condena de muerte contra Jesús. La multitud y los principales sacerdotes se salieron con la suya; Pilato se vio atrapado.
Cuando Pilato hizo su pregunta insultante en los vv. 9 y 12, debió haber sabido que eso haría que estuviera firmando la sentencia de muerte de Jesús. El hecho de pedir a los principales sacerdotes que reconocieran a Jesús como su Rey y pensar que solicitarían su liberación era absurdo. El tiene que haberlos tratado así por todas las dificultades que le causaron a él. Tuvo el resultado obvio: Barrabás sería libertado y Jesús sería crucificado (muerte que Barrabás hubiera tenido, si Jesús no la hubiera recibido en su lugar). La crucifixión era una muerte cruel y prolongada reservada para esclavos y rebeldes y se había empleado libremente en Palestina. Cuanto más se le pedía a la multitud que diera razones, más gritaba y rehusaba darlas. Pilato, el cobarde moral, cedió para evitar un motín que parecía que iba a empezar en cualquier momento (15; cf. Mat. 27:24). Marcos ha podido realizar su objetivo: sólo un oficial romano injusto condenaría a muerte a un inofensivo maestro religioso y, sin lugar a duda, Pilato sabía que las acusaciones eran falsas. La política, no la religión, fue el factor decisivo, como sucede con frecuencia en nuestros días en épocas de persecución.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
15.1 ¿Por qué los judíos enviaron a Jesús a Pilato, el gobernador romano? Los romanos le quitaron a los judíos el derecho de aplicar la pena de muerte, por lo cual tenían que sentenciarlo los romanos. Más importante aún, los judíos querían que crucificaran a Jesús, forma de ajusticiar que creían que incluía la maldición de Dios (véase Deu 21:23). Esperaban persuadir al pueblo de que Jesús estaba bajo maldición, no bajo la bendición de Dios.15.3, 4 Los judíos tuvieron que inventar nuevas acusaciones contra Jesús para llevarlo ante Pilato. Como para el gobernador romano el cargo de blasfemia no tendría ninguna importancia, lo acusaron de otros tres delitos: (1) soliviantar al pueblo para que no pagara impuestos a Roma, (2) afirmar que era «el Rey de los judíos», (3) provocar disturbios en todo el país. La evasión de impuestos, la traición y el terrorismo sí eran motivos de preocupación para Pilato (véase también Luk 23:2).15.5 ¿Por qué Jesús no contestó a las preguntas que le hizo Pilato? Habría sido inútil contestarlas, además, el tiempo llegó para dar su vida a fin de salvar al mundo. No tenía motivos para prolongar el juicio ni intentar salvarse. El fue el supremo ejemplo de paz y confianza en sí mismo. En esto ningún criminal ordinario podría imitarlo. Nadie podría detenerlo en su plan de consumar la obra que vino a realizar en la tierra (Isa 53:7).15.7 A Barrabás lo arrestaron por participar en una rebelión en contra del gobierno romano y, aunque cometió asesinato, los judíos lo consideraban un héroe. Los judíos independentistas acérrimos detestaban que los gobernaran los paganos de Roma. Aborrecían pagar impuestos que financiaran a tan despreciable gobierno y sus dioses. La mayoría de las autoridades romanas, que tenían que resolver las disputas entre judíos, odiaban a su vez a estos. Este período de la historia era propicio para la rebelión.15.8 Tal vez esta multitud era de judíos leales a sus líderes. Pero, ¿dónde estaban los discípulos y las multitudes que días antes gritaron: «¡Hosanna en las alturas!» (11.10)? Los seguidores de Jesús temían a los líderes judíos por lo cual se escondieron. Otra posibilidad es que entre la multitud había mucha gente que participó en el desfile del Domingo de Ramos, pero que se volvieron en contra de Jesús cuando vieron que no iba a ser un conquistador terrenal.15.10 Los judíos odiaban a Pilato, pero acudieron a él para que les hiciera el favor de condenar a Jesús a la crucifixión. Es obvio que Pilato se dio cuenta de que todo era un teatro. ¿Por qué otra cosa esta gente que lo odiaba a él y al Imperio Romano que representaba le iba a pedir que declarara convicto de traición y condenara a la pena de muerte a uno de sus paisanos judíos?15.13 La crucifixión era la pena que los romanos aplicaban por el delito de rebelión. Solamente los esclavos y los que no eran ciudadanos romanos podían crucificarse. Si crucificaban a Jesús, moría como un rebelde o un esclavo, no como el Rey que proclamaba ser. Esto es, precisamente, lo que los líderes religiosos judíos querían al incitar a la multitud hasta el frenesí. Además, la crucifixión lo haría aparecer como que los romanos lo mataban y por lo tanto la multitud no culparía a los líderes religiosos.15.14, 15 ¿Quién fue el culpable de la muerte de Jesús? En realidad, todos. Los discípulos lo abandonaron aterrorizados. Pedro negó conocer a Jesús. Judas lo traicionó. La multitud que lo siguió se quedó estática sin hacer nada. Pilato trató de agradar al pueblo. Los líderes religiosos promovieron activamente la muerte de Jesús. Los soldados romanos lo torturaron. Si usted hubiera estado allí, ¿cuál hubiera sido su reacción?15.15 La calurosa y polvorienta región de Judea, donde Pilato era gobernador, no era mucho más que una avanzada del Imperio Romano. Debido a que estaba muy lejos de Roma, a Pilato se le asignó un pequeño ejército. Su principal deber era mantener la paz. Por los recuentos históricos sabemos que a Pilato ya se había advertido de otros alzamientos en la región. Aunque no vio ninguna culpa en Jesús, ni razón alguna para condenarlo a muerte, se asustó cuando oyó a la multitud decir que lo se lo comunicarían al César (Joh 19:12). Un informe así, acompañado de una rebelión, podría costarle su posición y sus esperanzas de ascenso.15.15 Aunque de acuerdo con la ley romana Jesús era inocente, Pilato cedió ante la presión política. Echó a un lado todo cuanto sabía que era bueno. Trató de congraciarse con los líderes judíos dictando una sentencia que agradaría a todos y lo protegería a él. Cuando hacemos caso omiso de las declaraciones de Dios sobre lo bueno y lo malo, y tomamos decisiones basadas en el qué dirán, caemos en componendas e ilegalidades. Dios promete honrar a quienes actúan rectamente, no a quienes tratan de complacer a todos.15.19 Los soldados «le hacían reverencias»; en otras palabras, se burlaban de Jesús simulando adoración.15.21 Fuera de Judea había colonias de judíos, Simón vino de Cirene, al norte de Africa, en un peregrinaje con motivo de la Pascua. Sus hijos, Alejandro y Rufo, se mencionan aquí porque evidentemente llegaron a ser muy bien conocidos en la iglesia primitiva (Rom 16:13).15.24 Los soldados echaron suerte para decidir con cuál ropa de Jesús se quedaría cada uno. Los soldados romanos tenían el derecho de conservar la ropa de los crucificados. Este acto hizo que se cumpliera la profecía del Psa 22:18.15.25 La crucifixión era una temible y vergonzosa forma de morir. Obligaban a la víctima a cargar su cruz a través de la ruta más larga al sitio de la crucifixión, como una forma de advertencia para el pueblo. Hay cruces de diversas formas, así como diferentes métodos de crucifixión. A Jesús lo clavaron en la cruz. A veces, a algunos condenados a morir crucificados se les ataban a sus cruces con cuerdas. En cualquier caso, la muerte venía por asfixia porque el peso del cuerpo hacía más y más difícil la respiración a medida que el reo perdía las fuerzas.15.26 A menudo se ponía en la cruz un letrero en el que se declaraba el crimen por el que se crucificaba a la persona. La idea era que sirviera de advertencia al pueblo. Como a Jesús no pudieron culparlo de nada, la única acusación que figuró sobre su cabeza fue el «crimen» de haber dicho ser el Rey de los judíos.15.27 Lucas narra que uno de los ladrones se arrepintió antes de morir y que Jesús le prometió que estaría con El en el paraíso (Luk 23:39-43).15.31 Jesús se pudo haber salvado, pero prefirió sufrir por amor a nosotros. Pudo haber elegido no sufrir ni ser humillado en la forma que lo fue; pudo haber dado muerte a todos los que se mofaban de El, pero soportó el sufrimiento porque ama aun a sus enemigos. Nosotros también tuvimos una parte importante en el drama de esa tarde, porque nuestros pecados también estaban sobre la cruz. Jesús murió por nosotros y el castigo de nuestros pecados los pagó con su muerte. La única respuesta adecuada que podemos realizar es confesar nuestros pecados y aceptar que Jesús pagó por los pecados para que nosotros no tuviéramos que hacerlo. No insultemos a Dios al ser indiferentes ante el más grande acto de amor en la historia.15.32 Cuando Jacobo y Juan pidieron lugares de honor próximos a Jesús en su Reino, El les contestó: «No sabéis lo que pedís» (10.35-39). Aquí, como Jesús preparaba la inauguración de su Reino a través de su muerte, los lugares a la derecha y a la izquierda lo tomaron criminales moribundos. Como Jesús les explicó a sus dos discípulos deseosos de poder, alguien que quiere estar cerca de Jesús debe estar preparado a sufrir y morir como El. El camino del Reino es el de la cruz. Si queremos la gloria del Reino, debemos tener la voluntad de permanecer unidos al Cristo crucificado.15.34 Jesús no hizo esta pregunta sorprendido ni desesperado. Citaba la primera estrofa del Salmo 22. Este salmo es una profecía acerca de la profunda agonía del Mesías al morir por el pecado del mundo. Jesús sabía que esta separación temporal de Dios llegaría en el momento en que echara sobre sí los pecados del mundo. Esta separación fue lo que lo aterrorizó, según oró en Getsemaní. La agonía física fue horrible, pero la separación espiritual de Dios fue la tortura mayor.15.37 Con esta exclamación Jesús tal vez pronunció sus últimas palabras: «Consumado es» (Joh 19:30).15.38 Un velo pesado colgaba ante la parte del templo llamada Lugar Santísimo. Era un lugar que Dios reservó para El. Simbólicamente, el velo separaba al Dios santo de la humanidad pecadora. Una vez al año, en el Día de la Expiación, el sumo sacerdote entraba a ese lugar y presentaba sacrificio por el perdón de los pecados de todo el pueblo. Cuando Jesús murió, el velo se rasgó en dos, mostrando así que su muerte por nuestros pecados dejaba abierta la entrada hasta la presencia del Dios santo. Esto fue de arriba hacia abajo, lo que muestra que Dios abrió el camino. En Hebreos 9 se encuentra una más completa explicación de estos hechos. PILATOEn los días de Jesús, cada sentencia de muerte tenía que aprobarla el funcionario romano de más alto rango del distrito. Poncio Pilato era gobernador de la provincia de Judea, en Jerusalén. Cuando los líderes judíos tuvieron a Jesús en su poder y solicitaron su muerte, el obstáculo final era conseguir la autorización de Pilato. Así que una mañana temprano, Pilato encontró a una multitud frente a su puerta pidiendo la muerte de un hombre.Las relaciones de Pilato con los judíos eran siempre tormentosas. Su firmeza y equidad romanas la opacaban su cinismo, sus compromisos y sus errores. En varias ocasiones sus acciones ofendieron profundamente a los líderes religiosos. Las manifestaciones y el caos resultantes quizás hicieron recapacitar a Pilato. Intentaba controlar a un pueblo que trataba a sus conquistadores romanos sin ningún respeto. El juicio de Jesús fue otro de los muchos problemas que ya tenía.Pilato no tenía duda alguna respecto a la inocencia de Jesús. En tres diferentes ocasiones declaró a Jesús exento de toda culpa. No entendía por qué esta gente quería la muerte de Jesús, pero el temor a la presión de los judíos le llevó a permitir la crucifixión de Jesús. Ante la amenaza de que lo acusaran ante el emperador de no querer eliminar a un rebelde en contra de Roma, decidió hacer lo que sabía que no era bueno. En su desesperación escogió lo que en realidad no deseaba.Pilato era tan humano como nosotros. A veces sabemos lo que es bueno, pero optamos por lo opuesto. Tuvo su oportunidad en la historia y ahora nosotros tenemos la nuestra. ¿Qué hacemos con nuestras oportunidades y responsabilidades? ¿En qué manera juzgamos a Jesús?Puntos fuertes y logros :– Gobernador romano de JudeaDebilidades y errores :– Falló en su intento de gobernar a un pueblo que aunque lo derrotaron militarmente, nunca se dejó dominar por Roma– Sus constantes pugnas políticas le hicieron un árbitro cínico y tolerante poco compasivo, susceptible a las presiones– Aunque vio que Jesús era inocente, cedió a las demandas de la gente que pedía su ejecuciónLecciones de su vida :– Grandes males pueden suceder cuando la verdad está a merced de las presiones políticas– Resistir la verdad deja a una persona sin propósitos ni rumbo fijoDatos generales :– Dónde: Judea– Ocupación: Gobernador romano de Judea– Familiares: Esposa, no se menciona su nombre– Contemporáneos: Jesús, Caifás, HerodesVersículos clave :»Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en El ningún delito. Pero vosotros tenéis la costumbre de que os suelte uno en la pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?» (Joh 18:38-39).La historia de Pilato se narra en los Evangelios. También en Act 3:13; Act 4:27; Act 13:28; 1Ti 6:13.15.42ss El sábado comenzaba con la caída del sol del viernes y finalizaba con la caída el sol del sábado. Jesús murió unas pocas horas antes que el sol del viernes se pusiera. Iba en contra de la Ley judía hacer cualquier trabajo físico o viajar el día de reposo. También iba en contra de la Ley dejar que un cuerpo permaneciera colgado durante toda la noche (Deu 21:23). José vino para sepultar el cuerpo de Jesús antes que comenzara el sábado. Si Jesús hubiera muerto en sábado, cuando José no podía hacer nada, los romanos habrían bajado su cuerpo de la cruz. Si los romanos hubieran hecho tal cosa, los judíos no hubieran tenido confirmación de su muerte, por lo que hubieran podido negar su resurrección.15.42, 43 Después de la muerte de Jesús en la cruz, José de Arimatea pidió el cuerpo, lo puso en una tumba nueva y la selló. Aunque era un miembro honorable del concilio judío, José era un discípulo secreto de Jesús. No todos los líderes religiosos odiaban a Jesús. José arriesgó su reputación para dar sepultura adecuada a su Señor. Asusta arriesgar la reputación aun por lo que es bueno. Si su testimonio cristiano pone en peligro su reputación, acuérdese de José. Hoy en día, la iglesia cristiana lo recuerda con admiración. ¿Cuántos de los demás miembros del concilio judío podemos nombrar?15.44 Pilato se sorprendió que Jesús hubiera muerto tan pronto, por lo que ordenó a un soldado que lo comprobara a fin de estar absolutamente seguro que el informe era veraz. En la actualidad, en un esfuerzo por negar la resurrección, algunos sostienen que Jesús no murió. Su muerte, sin embargo, la confirmó el soldado, Pilato, José de Arimatea, los líderes religiosos y las mujeres que presenciaron el sepelio. Jesús experimentó una verdadera muerte física en la cruz.15.46 Sin duda, esta tumba era una cavidad hecha a mano en el cerro y lo bastante grande como para caminar dentro. José envolvió el cuerpo de Jesús, lo colocó en la tumba y puso una piedra pesada en la entrada. Los líderes religiosos también vieron donde se colocó el cuerpo de Jesús. Después pusieron guardas ante la tumba y sellaron la piedra para asegurarse que nadie robara el cuerpo para decir luego que había resucitado (Mat 27:62-66).15.47 Fue muy poco lo que estas mujeres pudieron hacer. No hablaron ante el Sanedrín en defensa de Jesús, no apelaron ante Pilato, no se enfrentaron a la multitud, no vencieron a los soldados romanos. Pero hicieron lo que pudieron. Se mantuvieron cerca de la cruz cuando los discípulos huyeron, siguieron tras el cuerpo de Jesús cuando lo llevaron a la tumba y prepararon especias aromáticas para su cuerpo. Debido a que aprovecharon la oportunidad que tuvieron, fueron las primeras testigos de la resurrección. Dios bendijo su entrega y diligencia. Como creyentes, debemos aprovechar las oportunidades que tenemos y hacer todo lo que podamos por Cristo, en lugar de apesadumbrarnos por lo que no podemos hacer.¿POR QUE JESUS TENIA QUE MORIR?El problemaTodos hemos hecho cosas malas y hemos desobedecido la ley de Dios. A causa de esto, estamos separados de Dios nuestro Creador. Separación de Dios significa muerte; pero no podemos hacer nada para reconciliarnos con El.Por qué Jesús pudo ayudarJesús no solo era hombre; sino el unigénito Hijo de Dios. Gracias a que nunca desobedeció a Dios y nunca pecó, puede ser puente entre el Dios sin pecado y la humanidad pecadora.La soluciónJesús voluntariamente ofreció su vida y murió por nosotros en la cruz. Al hacerlo llevó sobre sí todas nuestras maldades y nos libró de las consecuencias del pecado (entre ellas el juicio de Dios y la muerte).Los resultadosJesús llevó nuestros pecados pasados, presentes y futuros sobre El para que tuviéramos vida nueva. Debido al perdón de toda nuestra mala conducta, quedamos reconciliados con Dios. Además, la resurrección de Jesús es prueba de que Dios aceptó su sacrificio por nosotros en la cruz y su resurrección ha venido a ser fuente de vida nueva para todo aquel que cree que Jesús es el Hijo de Dios. Todo aquel que cree en El tendrá esta vida nueva y vivirá junto a El.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 788 Sal 2:2; Hch 4:26
b 789 Mat 27:1; Luc 22:66; Jua 18:28; Hch 3:13
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Muy de mañana…prepararon…una reunión con…todo el concilio. Véanse coments. en Mt 27:1.
le entregaron a Pilato. Véase coment. en Mt 27:2.
Fuente: La Biblia de las Américas
1 (1) Véase la nota 22 (6) de Mt 5.
1 (2) Véase la nota 2 (1) de Mt 27. Bajo la soberanía de Dios, el Salvador-Esclavo fue juzgado no sólo por los líderes judíos, según 14:53-65, como oveja delante de sus trasquiladores ( Isa_53:7), sino también por el gobernador romano según los Vs.1-15, como criminal delante de sus acusadores (14:64). El fue juzgado para morir por los pecadores, dando Su vida en rescate (10:45) no sólo por los judíos, representados por sus líderes, sino también por los gentiles, representados por el gobernador romano. Véase la nota 37 (1) del cap.12.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Muy de mañana. Véase nota en Luc 22:66.
Pilato. Pilato era el prefecto o gobernador romano de Judea (comúnmente llamado procurador), para el cual cargo fue nombrado por Tiberio el año 26 d.C. Tenía a su cargo el ejército de ocupación, la tributación que había de pagarse a Roma, el poder de vida o muerte sobre sus súbditos, nombrar al sumo sacerdote y decidir en los casos que comportaban la pena capital. Era gobernante caprichoso y débil que permitió que consideraciones personales y políticas pesasen más en su ánimo que su clara percepción de que, en el caso de Jesús, no se estaba cumpliendo la justicia. No quena que llegase a Roma otro informe más de lo que había causado ofensa a las costumbres judías o que no podía controlar la situación, cargos que habían sido presentados anteriormente a Tiberio contra él.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
102 (b) El proceso ante Pilato (15,1-15). El gobernador romano Poncio Pilato fue el responsable legal de la muerte de Jesús en cruz. La acusación que lo condujo a la crucifixión fue la declaración de que Jesús era «el rey de los judíos», un título que tenía connotaciones revolucionarias para los romanos. Marcos y los otros evangelistas presentan a las autoridades judías como los promotores, mientras que Pilato simplemente acepta sus tácticas de presión; esta presentación refleja probablemente la tendencia cristiana primitiva de disminuir el compromiso romano, intensificando la responsabilidad judía en la muerte de Jesús. El relato marcano del proceso ante Pilato realmente omite el veredicto. Jesús actúa como el silencioso Siervo sufriente de Is 53,7. 1. muy de madrugada: Este versículo implica que el sanedrín volvió a reunirse por la mañana (cf. Mt 26,66; 27,1). El resultado es la entrega de Jesús a las autoridades romanas (cf. 9,31; 10,33). 2. Pilato: Poncio Pilato fue el prefecto de Judea desde el año 26 al 36 d.C. (→ Historia, 75:168). La presentación que los evangelios hacen de Pilato como un hombre indeciso y preocupado por la justicia está en contradicción con otras antiguas informaciones que nos lo presentan como un personaje cruel y obstinado. El cuartel general de Pilato se encontraba en Cesarea Marítima; iba a Jerusalén para supervisar la peregrinación de la Pascua e impedir cualquier posible conflicto, ¿eres tú el rey de los judíos?: La pregunta que hace Pilato traduce en categorías políticas los títulos de Mesías e Hijo de Dios. Muestra que la estrategia desplegada contra Jesús consistía en relacionarlo con los movimientos político-mesiánicos de la época para condenarlo por revolucionario. tú lo dices: La respuesta de Jesús a Pilato es evasiva; no niega la verdad profunda de lo que significaba identificarse como el «rey de los judíos», pero no acepta la connotación política introducida por Pilato (F. J. Matera, The Kingship of Jesús [SBLD 66, Chico 1982]). 3. los jefes de los sacerdotes lo acusaban de muchas cosas: Marcos presenta a los notables judíos como los promotores de las acusaciones contra Jesús, al tiempo que tienen que convencer a Pilato de la necesidad de crucificarlo. Sus reiteradas acusaciones contrastan con el silencio de Jesús (cf. Is 53,7; Sal 38,13-15). 6. les concedía la libertad de un preso: No hay ningún testimonio extrabíblico que confirme la costumbre de liberar a un prisionero en la fiesta de la Pascua. Quizá la práctica ocasional de la amnistía haya sido convertida en costumbre por los evangelistas o sus fuentes. 7. Barrabás: El nombre es una transliteración del término arameo bar ‘abba, que significa «hijo del padre». El prisionero era un revolucionario y un asesino, justo el tipo de persona a quien los romanos temían más. 9. ¿os suelto al rey de los judíos?: El relato pasa por alto el hecho de que debía de haberse realizado ya el proceso ante Pilato en el que Jesús habría sido declarado culpable. Pilato presenta a la muchedumbre la posibilidad de elegir entre dos prisioneros que estaban condenados. 13. crucifícalo: La crucifixión era un castigo romano que ejecutaban los soldados. El relato indica que Pilato había crucificado a Jesús no porque fuese culpable, sino porque los sumos sacerdotes lo presionaron mediante la intervención de las turbas («deseando complacer a la gente», según 15,15). 15. habiendo azotado a Jesús: Como preparación para la crucifixión, la víctima, que estaba atada a una columna, era azotada con látigos de cuero que tenían incrustados trozos de hueso o de metal.
103 (D) Crucifixión y muerte (15,16-47). Los cuatro incidentes de esta parte cumbre del relato de la pasión y de todo el evangelio nos relatan la muerte de Jesús como rey de los judíos de acuerdo con el AT.
104 (a) La burla (15,16-20). Antes de la crucifixión, un grupo de soldados se burla de Jesús llamándole «rey de los judíos». La ironía es que los soldados tenían razón al identificar a Jesús como el rey de los judíos. 16. los soldados: Estos hombres eran gentes nativas de Palestina y Siria que los romanos habían reclutado. Probablemente, la frase «toda la tropa» se utiliza en un sentido vago, puesto que una speira estaba formada por una cantidad que oscilaba entre los doscientos y los seiscientos soldados, pretorio: En su origen, el pretorio era la tienda del general en un campamento; posteriormente llegó a designar su cuartel general. Hay dudas sobre si este pretorio se hallaba en el palacio de Herodes o en la fortaleza Antonia de la ciudad de Jerusalén (-«Arqueología bíblica, 74:151). 17. trenzando una corona de espinas: La corona de espinas forma parte de la burla. 18. salve, rey de los judíos: El saludo de los soldados se fundamenta en la acusación por la que Jesús fue condenado (cf. 15,2.9.12) y parodia el saludo al emperador romano Ave Caesar, victor, imperator.
105 (b) La crucifixión (15,21-32). El relato de la crucifixión se narra de forma simple y sin detenerse en los detalles físicos del sufrimiento de Jesús (aunque, ciertamente, éstos forman parte del pasaje). El relato subraya que la muerte de Jesús tuvo lugar de acuerdo con el AT, sin minimizar el odio implacable desplegado por los adversarios de Jesús (cf. 14,21). 21. Simón de drene: Simón era un judío que había nacido en Cirene (ciudad del norte de Africa); no está claro si se hallaba en Jerusalén como peregrino o como residente habitual. La referencia a sus hijos, Alejandro y Rufo (cf. Rom 16,13), sugiere que eran conocidos por los primeros cristianos. Simón fue forzado a llevar el travesaño de la cruz en lugar de Jesús. La descripción «venía del campo» puede referirse a que trabajaba en una finca o simplemente a que estaba de visita allí. 22. Gólgota: El nombre griego del lugar es la transliteración del término arameo gulgulta, «calavera», que se refiere tanto a la forma que tenía como al uso al que estaba destinado. En tiempos de Jesús este lugar estaba fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. El tradicional nombre de «Calvario» procede de la palabra latina «calavera» {calvaría). 23. vino mezclado con mirra: Sobre la base de Prov 31,6-7, normalmente se entiende que con esta frase se alude a un narcótico utilizado para paliar el dolor del moribundo. 24. lo crucificaron: La crucifixión se describe en los términos más breves y escuetos posibles. Los soldados que realizaron la ejecución se quedaron con las ropas de Jesús. A la luz de la importancia que el Sal 22 tiene en el relato marcano de la pasión, esta acción debe interpretarse como cumplimiento del Sal 22,19. 25. la hora tercia: La hora tercia equivale a las nueve de la mañana. La cronología marcana entra en conflicto con Jn 19,14, para quien Jesús fue condenado «a la hora sexta» (e.d., al mediodía). 26. el Rey de los Judíos: Esta acusación oficial ya se había hecho en el proceso ante Pilato (cf. 15,2; 9,13), en contraste con las dos acusaciones ante el sumo sacerdote (cf. 14,58.61). La acusación refleja probablemente la realidad histórica de que los romanos ejecutaron a Jesús por la acusación de que era un pretendiente al trono. Como en 15,16-20, la ironía consiste en que, desde la perspectiva de Marcos, Jesús era, realmente, el rey de los judíos. 27. dos bandidos: Estos hombres podrían ser revolucionarios del tipo de Barrabás, en cuya categoría los romanos también metieron a Jesús. 29. los que pasaban: El primer grupo de los que se burlaron de Jesús repiten la acusación realizada en 14,58 sobre la amenaza de destruir el templo. 31. los sumos sacerdotes: El segundo grupo recuerda la acusación hecha en 14,61 de que Jesús había afirmado que era el Mesías. 32. los crucificados junto a él: Constituyen el tercer grupo que también se burló de Jesús. Cf. Lc 23,39-43, donde uno de los condenados reconoce la inocencia de Jesús y le pide que se acordara de él cuando entrara en su reino.
106 (c) La muerte de Jesús (15,33-39). La muerte de Jesús tuvo lugar según la voluntad de Dios expresada en el AT. La rotura del velo del templo y la confesión del centurión dan a la muerte de Jesús una profunda dimensión con relación al antiguo Israel y a la misión a los gentiles. 33. oscuridad sobre toda la tierra: Por «tierra» se entiende, probablemente, Judea. La oscuridad que se produjo desde la hora sexta (mediodía) hasta la hora nona (tres de la tarde) se ha interpretado diversamente como tormenta de arena, eclipse de sol (cf. Lc 23,45) o cumplimiento de Am 8,9. 34. Elói, Elói, lema sabachthani: El grito de Jesús es una versión aramea de las palabras iniciales del Sal 22, la oración del justo sufriente que termina con un acto de confianza en Dios. El uso del Sal 22 no excluye que Jesús tuviera la experiencia emocional del abandono (cf. 14,32-42). 35. mira, llama a Elías: La llamada a Dios (Elói, Elói) se entiende erróneamente (quizá con malicia) como una llamada a Elías. Sobre Elías como precursor del reino, cf. Mc 1,6; 9,11-13. 36. esponja llena con vinagre: Quizá la intención era aliviar el dolor de Jesús (cf. 15,23). En todo caso, la acción cumplía el Sal 69,22, «para mi sed, vinagre me dieron a beber». 37. Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró: Se indica que tuvo una muerte rápida y violenta; el relato no se detiene en detalles. No se nos dice cuál fue el contenido del grito final de Jesús (cf. Lc 23,46; Jn 19,30). 38. la cortina del templo se rasgó: La cortina dividía el santo del santo de los santos (cf. Éx 26,33). El hecho de que se rasgara en el momento en que murió Jesús sugiere que había llegado el final de la antigua alianza con Israel. 39. verdaderamente este hombre era el Hijo de Dios: La confesión del centurión evoca las primeras palabras del evangelio (1,1). La yuxtaposición de la confesión de este gentil con la cortina rota en 15,38 imbuye al conjunto de un significado simbólico relacionado con la misión a los gentiles.
107 (d) El entierro (15,40-47). El entierro es la preparación necesaria para el relato de la tumba vacía. 40. Marta Magdalena: María Magdalena es el principio de continuidad, pues vio morir a Jesús, sabía donde estaba enterrado (15,47) y fue a la tumba durante la Pascua (16,1). La otra María (no la madre de Jesús; cf. 6,3) aparece de nuevo en 15,47, y Salomé sólo es mencionada en 16,1. En el evangelio de Marcos (a diferencia de Lucas, cf. Lc 8,1-3) no se había dicho nada previamente sobre el servicio de las mujeres a Jesús y su función como discípulas. 42. la víspera del sábado: El sabbath comenzaría a la caída del sol el viernes por la tarde, lo que exigía que el entierro tuviera lugar antes de que comenzase el día del descanso. 43. José de Arimatea: El nombre de Arimatea deriva probablemente de Ramathaim-zophim (1 Sm 1,1). Marcos no especifica que fuese un seguidor de Jesús (cf. Mt 27,57) y supone que formaba parte del sanedrín que condenó a Jesús (cf. Lc 23,50-51). 45. informado por el centurión: La investigación de Pilato proporciona la confirmación oficial de que Jesús estaba realmente muerto; luego no hay lugar para un coma o un shock. 46. lo puso en un sepulcro: Se ha dicho que el área alrededor de Jerusalén en tiempos de Jesús era como un cementerio gigante. La tumba de José tenía forma de cueva tallada en piedra caliza y sellada con una gran piedra circular. El cadáver sería colocado sobre una plancha tallada en la roca, para que se descompusiese en un año. Luego, los huesos serían recogidos y colocados en una urna («osario»).
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Estos versículos comienzan el capítulo en que S. Marcos describe la muerte del «Cordero de Dios que borra los pecados del mundo.»De la historia Evangélica esta parte debería leerse siempre con especial reverencia. Deberíamos recordar que Cristo fue muerto, no por El, sino por nosotros. Dan 9:26. Deberíamos tener presente que su muerte es la vida de nuestras almas, y que si su sangre no hubiese sido derramada, hubiéramos perecido miserablemente en nuestros pecados.
Marquemos en estos versículos que prueba tan convincente dieron los gobernadores judíos á su nación que los tiempos del Mesías habían llegado.
El capítulo principia narrándonos que los príncipes de los sacerdotes ataron á Jesús y «lo entregaron á Pilato,»que era el gobernador romano. ¿Por qué lo hicieron? Porque no tenían ya facultades para condenar á nadie á muerte, y estaban bajo la dominación de los Romanos. Por éste acto y hecho declararon que se había cumplido la profecía de Jacob: que el cetro había sido quitado á Judá, y de su muslo el caudillo, y que el Scilo, el Mesías, que Dios había prometido enviar, debía haber venido. Gen 49:10. Sin embargo, nada muestra en lo más mínimo que recordasen la profecía; estaban ciegos; no podían, ó no querían ver lo que estaban haciendo.
No olvidemos nunca que los malvados realizan muchas veces las predicciones de Dios para su propia ruina, y sin embargo no lo comprenden. En medio de los excesos de su locura, de su necedad, é incredulidad, están á menudo sin saberlo suministrando nuevas pruebas de la verdad de la Biblia. Los desgraciados burladores que hacen escarnio de todo lo que es más respetable en religión, y no pueden hablar del Cristianismo sin ridiculizarlo y burlarse de él, harían bien en recordar que su conducta hace mucho tiempo que fue prevista y predicha : «en los postrimeros días vendrán burladores, que marcharán á merced de sus propias concupiscencias.» 2Pe 3:3.
Marquemos, en segundo lugar, en estos versículos, la mansedumbre y humildad de nuestro Señor Jesucristo. Cuando fue llevado ante el tribunal de Pilato, y «acusado de muchas cosas,» nada respondió. Aunque los cargos que se le hacían eran falsos, y no conoció el pecado, aceptó el sufrir la contradicción de los pecadores que estaban contra El, no respondiendo. Heb 12:3. Aunque inocente, se sometió sin murmurar á las acusaciones infundadas que se le dirigían.
¡Grande es el contraste entre el primer Adán y el segundo! Nuestro primer padre Adán fue criminal, y sin embargo trató de excusarse. El segundo Adán estaba inocente, y á pesar de eso no se defendió. «Como cordero delante del que lo trasquila enmudecerá, y no abrirá su boca.» Isaías 53.7.
Aprendamos una lección práctica del ejemplo de nuestro Salvador. Aprendamos á sufrir pacientemente, y á no quejarnos, cualesquiera que sean las amarguras que Dios juzgue conveniente enviarnos. Tratemos de guardar nuestros caminos, para no pecar con nuestra lengua, en la hora de la tentación. Psa 39:1 Guardémonos de dejarnos arrastrar por la irritación y el mal genio, por provocantes ó inmerecidas que nos parezcan las pruebas que atravesamos. Nada en el carácter cristiano glorifica tanto á Dios como el sufrir con paciencia. «Pero si obrando bien sufrís con paciencia, esto es agradable delante de Dios. Que para esto fuisteis llamados, puesto que también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus huellas.» 1Pe 2:20-21.
Marquemos, en tercer lugar, en estos versículos, la conducta titubeante é incierta de Pílalo.
Del pasaje que tenemos á la vista se deduce muy claro que Pilato estaba convencido de la inocencia de nuestro Señor. «Sabia que los príncipes de los sacerdotes lo habían entregado por envidia.»Lo vemos luchando aunque débilmente por algún tiempo para obtener la absolución de nuestro Señor, y satisfacer su propia conciencia. Cede al fin á la importunidad de los judíos, y «queriendo contentar al pueblo,» entrega á Jesús para que sea crucificado, y para eterna desgracia y perdición de su alma.
Un hombre sin principios religiosos colocado en un alto puesto, es uno de los espectáculos más tristes que puede presentar el mundo; es como un gran navío impelido por las olas de un lado á otro por los mares, sin brújula ni gobernalle. Su misma grandeza lo rodea de lazos y tentaciones, pues le da poder para el bien y para el mal; poder, que si no usa rectamente, le suscitará mil dificultades y lo hará seguramente desgraciado. Oremos mucho por los poderosos; necesitan de mucha gracia para mantenerse libres de la influencia del espíritu del mal. Los altos puestos son lugares muy resbaladizos, y no debemos admirarnos que S. Pablo recomiende que se interceda «por los reyes y por todos los que están en autoridad.» 1Ti 2:1. No envidiemos á los que gozan de altos destinos y grandezas; están expuestos á muchas tentaciones que les son peculiares. Muy difícil le será a un rico entrar en el reino de Dios. «¿Y tú buscas para ti cosas grandes? no las busques.» Jere. 45:5.
Notemos, en cuarto lugar, en estos versículos, el crimen nefando de los Judíos en la muerte de Cristo, En el último momento loa príncipes de los sacerdotes tuvieron una oportunidad para arrepentirse si hubieran querido aprovecharse de ella. Se les ofreció elegir á quien querían que se pusiese en libertad, si á Jesús ó á Barrabas; pero fría y deliberadamente persistieron en su plan sanguinario, y prefirieron que se diese libertad á un asesino y que se ejecutase al Príncipe de la Vida. Ya no tenían el poder de ejecutar en Jesús la sentencia de muerte; pero asumieron públicamente la responsabilidad de esa muerte. «¿Qué queréis que haga con él?» les preguntó Pilato. «Crucifícalo, crucifícalo» fue su terrible respuesta. Los agentes de la muerte de nuestro Señor fueron indudablemente Gentiles, pero la culpa recae principalmente sobre los judíos.
Nos admiramos de la maldad de los judíos en todo lo que se refiere á esta parte de la historia de nuestro Señor, y en verdad que es con mucha razón. Rechazar á Cristo y preferir á Barrabas es un hecho asombroso, tal parece que es llegar al límite extremo de la ceguedad, de la locura, del delirio; pero cuidemos de no seguir involuntariamente su ejemplo. Obremos con cuidado no sea que al fin encontremos que hemos escogido á Barrabas y rechazado á Cristo. He ahí que ante nosotros se hallan el servicio del pecado y el servicio de Dios; la amistad del mundo está apelando de continuo á nuestras simpatías. ¿Escogemos bien? ¿Nos unimos al Amigo que nos conviene? Estas son cuestiones muy importantes. Feliz aquel que pueda dar á ellas una respuesta satisfactoria.
Marquemos, finalmente, en estos versículos, que tipo tan marcado del plan Evangélico de la salvación nos presenta la soltura de Barrabas. El criminal es puesto en libertad y el inocente llevado á la muerte; el gran pecador es soltado, y el santo queda cargado de prisiones; Barrabas es perdonado y Cristo crucificado.
Tenemos en este hecho tan notable un emblema vivido de la manera con que Dios perdona y justifica al impío; lo hace porque Cristo ha sufrido en su lugar, el justo por el injusto. Merecen ser castigados, pero un poderoso Sustituto ha sufrido por ellos. Merecen la muerte eterna, pero un glorioso Fiador ha muerto por ellos. Todos estamos por naturaleza en la condición de Barrabas; somos criminales, impíos, merecedores de condenación: pero «cuando estábamos sin esperanza » Cristo el inocente murió por loa impíos.
Y ahora Dios por causa de Cristo puede ser justo, y al mismo tiempo «justificador de aquel que cree en Jesús..
Bendigamos á Dios por habernos ofrecido tan gloriosa salvación. Debemos alegar siempre, no que merecemos el perdón, sino que Cristo ha muerto por nosotros. Cuidemos ya que tenemos tan gran salvación de hacer realmente uso de ella en bien de nuestras simas. No descansemos hasta que no podamos decir con fe, » Cristo es mío. Merezco el infierno; pero Cristo ha muerto por mí, y al creer en él tengo la esperanza del cielo..
Fuente: Los Evangelios Explicados
O, Sanedrín
Fuente: La Biblia de las Américas
Presentado y acusado Jesucristo delante de Pilato, no responde. Le es preferido Barrabás, y le sentencian a muerte de cruz. Los soldados le escarnecen en diversas maneras, y le conducen a la muerte. Es crucificado entre dos ladrones. José de Arimatea pide su cuerpo, y le da sepultura.
1 a. Porque los judíos habían perdido la autoridad de condenar a muerte, y residía en el presidente o gobernador que enviaban los romanos para el mando de Judea.
3 b. El texto Griego añade: autós dé oudén apekrínato, mas él nada respondía.
5 c. San Juan escribe muchas cosas que respondió el Señor en este tiempo. Y así este lugar en que San Marcos dice, que no le respondió, se debe entender en cuanto miraba a las acusaciones que le hacían; porque estas como falsas no merecían respuesta. Y porque sabía también el Señor que Pilato tenía bien conocida su inocencia. Y también porque era inútil que él respondiese, por lo que miraba a Pilato, por cuanto estaba ya bien instruido y convencido de la inocencia de Jesucristo, como él mismo repetidas veces había protestado; y por lo que hacía a los judíos sus acusadores, porque sabía que absolutamente tenían resuelta su muerte, y que de nada serviría cuanto podría decir para justificarse.
7 d. En el texto griego se atribuye el homicidio a todos; y el artículo da a entender que fue un alboroto o sedición poco antes sucedida.
8 e. El Griego: anaboésas, cum exlamasset.
12 f. El Griego: hón légete basiléa tón ioudáion? ¿al que llamáis rey de los judíos?
15 g. El juez que intenta complacer, luego falta a la rectitud y a la justicia.
h. MS. E dio á Jesucristo açotado a crucificar.
16 i. El Griego: éso tés aulés, hó esti praitórion, dentro del palacio, al pretorio o audiencia.
18 j. El Griego: kái légein, y decir.
19 k. MS. E firienle en la tiesta con una cannavera.
l. MS. E fincando los inojos: y también, e inojos fitos aorávanle.
21 m. Esto es; a llevarla juntamente con Jesús, como lo expresa San Lucas, XXIII, 26, y esto, cuando estaban en el camino del Calvario. Porque iba tan maltratado, que temieron su muerte antes de llegar al lugar destinado. Otros creen que la llevó sólo Simón.
23 n. San Mateo (27,34), dice que era vino mezclado con hiel; y San Marcos aquí, que lo estaba con mirra. San Mateo en su original usó sin duda de la palabra rosch, rusth, que en general significa amargor. Y San Marcos expresó la especie, declarando que era mirra, y el intérprete de San Mateo la explica por hiel. Esta bebida se daba a los que iban a padecer la muerte, para confortarlos y para adormecerlos. No lo tomó, esto es, después de haberlo gustado, para sentir esta amargura más, no lo quiso beber.
25 o. Erat autem hora tertia; esto es, hora tertia desinens, et incipiens sexta. San Juan escribe que Jesucristo fue condenado cerca de la hora de sexta del día, y aquí San Marcos dice que le crucificaron en la hora de tercia. Los hebreos dividían el día, y lo mismo la noche en cuatro partes, de tres horas cada una, y ordinariamente daban el nombre de hora de prima a la primera de estas cuatro partes; porque ésta comenzaba a la primera hora, y la de tercia a la segunda de dichas cuatro partes, por cuanto comenzaba después de la tercera hora, etc. Y, según este modo de contar, la hora de tercia de San Marcos es la misma que la de sexta de San Juan.
26 p. MS. E tenie escripto sobre la cabeza en la cruz el achaque por quel crucifigaran.
27 q. El uno á diestro, el otro á siniestro.
28 r. Is 53,12, cuyo lugar expone aquí San Marcos del Mesías a la letra.
31 s. MS. No puedo tener pro.
32 t. Véase Mt 27,44 y Lc 23,39.
34 u. Tres horas después de mediodía.
35 v. Eran sin duda de los soldados romanos, pues no entendían la lengua del país.
36 w. MS. Una spongia, etc., en una canna.
37 x. MS. Finóse.
39 y. Capitán de guardia, que era gentil.
40 z. El Griego: iosé, José.
a. Y María Salomé, que era la madre de Santiago el mayor y de Juan, mujer del Zebedeo (Mt 27,56).
42 b. Este era el viernes, que se llamaba así, porque se preparaba en él lo necesario para el día siguiente, que era sábado.
43 c. El Griego: eusjémon bouleutés, noble senador, o consejero. Algunos le hacen senador de Jerusalén; otros, del Sinedrio; pero más probablemente se cree que era del consejo particular de la ciudad de Arimatea. Lo cierto es, que era uno de los discípulos de Jesucristo (Mt 27,57), y de aquellos que esperaban el reino de Dios. Decurion entre los romanos era propiamente un oficial subalterno que mandaba diez hombres; pero en los glosarios antiguos significa también lo que los latinos llaman curialis, un consejero, un magistrado, un juez. La palabra noble, y en el original eusjémon, quiere decir, honesto, grave, modesto; y después se le dio también la significación de rico, honrado, constituido en dignidad; y así en San Mateo (27,57), se traslada homo dives.
44 d. Más bien parece que debía extrañar Pilato que no hubiese muerto mucho antes, después de tan atroces tormentos y crueles tratamientos que había sufrido. Pero como los que padecían este tormento solían vivir mucho tiempo después de crucificados, y a estos por compasión les solían romper las piernas, para que acabasen cuanto antes, como lo hicieron con los dos ladrones; por eso Pilato extrañó que Jesucristo hubiese muerto tan presto.
e. El Griego: ei pálai, si había mucho tiempo, que había muerto.
46 f. De la cruz.
g. MS. Tajado en piedra, é púsol de suso una labde.
h. A todos estos oficios acompañó Nicodemo a José de Arimatea (Jn 19,40).
47 i. Para poder embalsamarlo.
Fuente: Notas Bíblicas
[1] Monte de los Olivos.
[2] YHWH-Yud Hey Wav Hey.
[3] Una indicación de las dos casas, con el ladrón arrepentido siendo un tipo de Efrayím, y el que no se arrepiente un tipo de Judah, con Yahshua manteniendo Sus manos hacia ambos hermanos pecadores, llamándoles para reunirse en El.
[4] De ambas casas de Israel.
[5] Ver explicación detallada en pie de página de Mat 27:46.
[6] La única manera en que estos estudiados escribas Hebreos hayan podido pensar que El estaba pidiendo a Eliyahu, o Elijah en inglés, era si las palabras con que El clamaba eran casi exactamente como el sonido de Eli-Yahu. Y lo eran. El estaba llamando a Yah-u-weh Su El, o Eli-Yah-u-weh.
[7] Partida en partes iguales simbolizando el igual acceso a YHWH para ambas casas del Israel redimido.
[8] Basandose en ver el velo del Hekel/Lugar Santo rasgarse desde el Monte de los Olivos, porque si él estaba oeste del Templo en el “Calvario Gordon,” no habría podido ver nada.
[9] Aproximándose la noche de Aviv 14, con Aviv 15 siendo un Shabát anual.
[23] La posca, mezcla de agua y vinagre, de los soldados romanos, bebida para disminuir el tormento del ajusticiado. Mat 27, 34.[28] Is 53, 12.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat