Comentario de Marcos 3:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Entró otra vez en la sinagoga, y estaba allí un hombre que tenía la mano paralizada.
3:1 — Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano — ( Véanse los pasajes paralelos, Mat 12:9-14 y Luc 6:6-11). El conflicto que Jesús sostuvo con los líderes religiosos de ese tiempo comenzó temprano en su ministerio. Marcos ahora nos cuenta de otro suceso en el día sábado que ilustra este gran conflicto. Jesús entra en una sinagoga (como era su costumbre, 1:21,29; Mat 4:23; Luc 4:16) y es punto vital que esté allí adentro este hombre con la mano derecha (Luc 6:6) seca. No tiene uso de ella.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
entró en la sinagoga. Mar 1:21; Mat 12:9-14; Luc 6:6-11.
una mano seca. 1Re 13:4; Jua 5:3.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Jesús sana una mano seca, Mar 3:1-9,
y muchas otras enfermedades, Mar 3:10;
reprende a los espíritus inmundos, Mar 3:11, Mar 3:12;
elige a sus doce apóstoles, Mar 3:13-21;
responde a la blasfemia que él echaba fuera demonios por medio de Beelzebú, Mar 3:22-30;
y muestra quienes son su hermano, hermana y madre, Mar 3:31-35.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
La controversia del día de reposo continuó cuando Jesús visitó la sinagoga. Los fariseos (Mar 3:6) le acechaban, no para oír las palabras de vida sino para acusarle. En un modo similar, venir a la iglesia con motivos hostiles, con ánimo de crítica impide que la persona reciba los beneficios espirituales y trae amargura al alma.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
Capitulo 3.
Curación en sábado del hombre “de la mano seca,” 3:1-6 (Mat 12:9-14;
Luc 6:6-11). Cf. Comentario a Mat 12:9-14.
1 Entró de nuevo en la sinagoga, donde había un hombre con una mano seca, 2 y le observaban a ver si le curaba en sábado, para poder acusarle. 3 Y dice al hombre de la mano seca: Levántate y sal al medio. 4 Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer bien en vez de mal, salvar un alma o dejarla perecer? Y ellos callaban. 5 Y dirigiéndoles una mirada airada, entristecido por la dureza de su corazón, dice al hombre: Extiende tu mano. La extendió y fuele restituida la mano. 6 Saliendo los fariseos luego se concertaron con los herodianos contra El para prenderle.
Los tres sinópticos traen este relato. Los tres coinciden en que los fariseos le observaban para acusarle si curaba la mano seca de un hombre allí presente, pues se estaba en la reunión sinagogal del sábado. Pero, mientras Mt pone que los fariseos son los que directamente le preguntaban si es lícito curar en sábado, en Mc es al revés, es El mismo quien les dirige esta pregunta a los fariseos. Lc traza la escena presentando a Cristo, que conoce sus pensamientos, por relación a cómo le observaban para acusarle. Son las clásicas diferencias redaccionales, y de intento temático. En función de ellas se traza la estructura del relato.
V.l. “Entró de nuevo (πάλιν) en la sinagoga,” lo dice por relación a su otra enseñanza en la sinagoga, ya relatada (Mar 1:21).
V.4. Mc coincide con Lc en la formulación de la pregunta que hace a los fariseos, con los que también están presentes “escribas” (Lc): “¿Es lícito en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?” La frase en su doble forma tiene un valor de exclusivismo: se puede o no se puede hacer nada en día de sábado l. Con ello se acusa más el aspecto moral del “bien” hecho en sábado. Mt lo formula con una casuística más popular: la oveja caída en sábado en un pozo y que se la saca. La legislación rabínica sólo permitía en sábado obrar para salvar la vida. En esto llegó a una casuística inverosímil.
V.5. Mc destaca que Cristo, ante el silencio de los fariseos a su pregunta, “los miró con ira, entristecido por la dureza de sus corazones.” Le viene a decir lo mismo, pero ha de suponerse sobre todo a la luz de este pasaje de Mc. Estas frases de Mc acusan bien el carácter primitivo de su evangelio, que Mt-Lc omiten.
Este sentimiento de “ira” (ορτής) en Cristo es por celo divino. Ante el mal que ve en aquella dureza farisaica, se “entristece,” y surge este movimiento de celo divino, que puede ser a un tiempo de tristeza y compasión y manifestación en su gesto de la maldad de aquella actitud “endurecida,” como lección y medicina para su rectificación y cura 2. Y a la lección dada con el gesto siguió la lección del milagro. Pero antes les dirigió, característico de Mc, una “mirada circular” (περιβλεψάμενος).
V.6. Mc dice que, una vez hecha esta obra benéfica y milagrosa en sábado, los fariseos se concertaron con los herodianos para perder a Cristo, que era hacerle morir.
Los herodianos no eran una agrupación religiosa, pues Josefo nunca la enumera cuando presenta a éstas. Los herodianos de los evangelios, o eran soldados de Herodes Antipas, o gentes de su corte, y, naturalmente, celosos de las cosas de Antipas 3. Mt-Lc omiten esto. A la hora de la composición de sus evangelios no quedaba rastro de aquella pequeña agrupación. La “fuente” de Mc, por ser más primitiva, lo conserva.
La confabulación de los fariseos con los herodianos se comprende fácilmente. Estos deberían ejercer su influjo ante el tetrarca Antipas para que persiguiese a Cristo en sus estados y para que influyese contra El ante las autoridades de Jerusalén y Roma, para evitar conflictos políticos y pérdida de influencia. La conclusión de Mc (Mt) es diferente de la de Lc. Este sólo habla de la actitud de los fariseos preguntándose qué debían hacer con Jesús. Posiblemente Mc y Mt adelantan esta actitud ya mortal contra Cristo, puesto que Lc la presenta muy atenuada.
Las multitudes siguen a Cristo,Mar 3:7-12 (Mat 4:24-25; Mat 12:15-16; Luc 6:17-19).
Cf. Comentario a Mat 4:24-25.
7 Se retiró Jesús con sus discípulos hacia el mar, y una numerosa muchedumbre de Galilea, de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, de Transjordania y de los alrededores de Tiro y de Sidón, una muchedumbre grande, oyendo lo que hacía, acudía a El. 9 Dijo a sus discípulos que le preparasen una barca, a causa de la muchedumbre, para que ésta no le oprimiese, 10 pues curaba a muchos, y cuantos padecían algún mal se echaban sobre El para tocarle. 11 Los espíritus impuros, al verle, se arrojaban ante El y gritaban, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios. 12E1, con imperio, les mandaba que no lo diesen a conocer.
Mc pone aquí un cuadro sintético de diversas escenas independientes, y evocador de la obra apostólica de Cristo. Las multitudes vienen a él de todas partes. Mt adelantó mucho este cuadro (Mat 4:23-25). Pero es lógico que lo ponga como justificación para aludir al auditorio que por esta época tenía Cristo antes del sermón de la Montaña, como Mc lo pone, acaso por lo mismo, antes de la elección de los apóstoles.
V.9.10. La multitud se le reúne junto al Lago. Por facilidad pide una barca, para desde allí predicarles y evitar el ser oprimido por las gentes. Pues los enfermos creían que “tocándole” curarían, y se abalanzaban sobre El. Pero posiblemente también puede ser un recurso para retirarse, mar adentro, ante posibles exaltaciones mesiánicas (Jua 6:15).
V.l 1.12. Mt se complace en destacar gran número de enfermedades que curaba. Mc lo sintetiza sólo en lo que era signo especial del establecimiento del Reino: en los endemoniados. Presenta a éstos echándose a les pies de Cristo y proclamándole el “Hijo de Dios,” el Mesías. Esta expresión “Hijo de Dios” pudiera ser aquí una adición sustitutiva de la Iglesia primitiva de otros títulos puramente mesiánicos (Mar 1:16; Mar 1:24; Mar 5:7). Mc se fija muy especialmente en un aspecto: en la espontánea sumisión y acatamiento de los “espíritus impuros” ante Cristo, proclamándole Mesías. En los casos de verdadera posesión demoníaca, éstos, al proclamar así a Cristo, buscaban seguramente el precipitar los acontecimientos y contribuir a movimientos insurreccionales mesiánicos, que, atajados por Roma, impedirían la obra de Cristo. Por eso Mc destaca el “imperio” con que Cristo les imponía silencio: “que no lo diesen a conocer.” El “secreto mesiánico.”
Elección de los Doce,Mar 3:13-19 (Mat 10:1-4; Luc 6:12-16).
Cf. Comentario a Mat 10:1-4.
13 Subió a un monte, y, llamando a los que quiso, vinieron a El, 14 y designó a doce para que le acompañaran y para enviarlos a predicar, 15 con poder de expulsar los demonios. 16 Designó, pues, a los doce: a Simón, a quien puso por nombre Pedro; 17 a Santiago el de Zebedeo y a Juan, hermano de Santiago, a quienes dio el nombre de Boanerges, esto es, “hijos del trueno”; 18 a Andrés y Felipe, y Bartolomé y Mateo, a Tomás y Santiago el de Alfeo, a Tadeo y Simón el Cananeo, 19 y a Judas Iscariote, el que le entregó.
Las listas de los apóstoles son transmitidas por los sinópticos y por el libro de los Hechos (Hec 1:13). Fue un momento trascendental, que todos recogen. A los doce patriarcas se les van a contraponer otros doce fundadores. Los apóstoles van a ir a extender por el mundo el nuevo Israel.
V.13. Mc es el único que destaca la plena libertad de Cristo en esta elección. Pero la situación topográfica es vaga, y la descripción sin colorido. Mc debe de incorporarla como una pieza encontrada en la tradición.
V.14. Mc es el que asigna la finalidad de estos doce apóstoles: acompañar a Cristo, para formarlos, enviarlos a predicar el Reino, y les dio poder de expulsar demonios. Mc se complace en destacar sistemáticamente este poder sobre los “espíritus impuros.” Ello habla de la grandeza de Cristo y de la llegada del Reino (Mat 12:28).
V.17. A Juan y a Santiago, Cristo les da el nombre de Boanerges, “hijos del trueno.” Es el único pasaje en que se dice esto. Cabría pensar si fue en esta ocasión cuando les dio este sobrenombre o fue en otro momento. Pero, no haciéndose el cambio del nombre de Pedro aquí, sino en la escena de Cesárea (Mat 16:18), siendo, sin embargo, insertado también aquí (Mc), aunque Mt da el nombre sin suponer que fuese ahora el cambio (Lc), probablemente no fuese en este momento tan solemne el darles un simple calificativo por su ímpetu; lo cual tampoco era cambiarles el nombre, en señal de dominio sobre ellos. La interpretación de su nombre se ve bien en una escena posterior, que relata Lc (Mat 9:54).
V.18. Mc no le cita con el nombre de Leví.
V.19. Mc, que traduce los nombres árameos, aquí lo conserva: “Simón el Cananeo.” Le llamó a Simón el “zelotes.” Acaso al escribir Mc, con ambiente de insurrección judía, promovida por los zelotes, temiese que pudiera venir en descrédito cristiano 3.
Mc omite el sermón de la Montaña 4.
Juicio desfavorable de las gentes. 3:20-21.
20 Llegados a casa, se volvió a juntar la muchedumbre, tanto que no podían ni comer. 21 Oyendo esto sus deudos, salieron para llevárselo, pues decíanse: Está fuera de sí.
Este pasaje es propio de Mc. La situación histórica precisa no es posible fijarla. Son varias las opiniones, y probablemente ninguna sea exacta. Se ve que Mc sitúa en un contexto histórico dos juicios – pueblo (familiares) y fariseos – desfavorables sobre Cristo. Cristo, y seguramente los apóstoles, aunque está expresado este conjunto en una forma muy impersonal, llegaron 5 otra vez “a casa.” Esta, probablemente, es la casa de Pedro en Cafarnaúm (Mar 2:1). Su presencia se divulgó en la ciudad, y el concurso fue tan numeroso y asiduo, que no les dejaba tiempo para atender a la comida, dice con fuerte grafismo primitivo el evangelista. El rumor de su presencia y de este movimiento llegó a los suyos. Y fueron a buscarle, para llevárselo con ellos, pues se decía: “Está fuera de sí.”
La expresión “los suyos” (o παρ’ αυτού) puede interpretarse de sus “partidarios” o de sus “familiares,” parientes. Esta es la interpretación ordinaria, y que es la que exige el texto en el v.31. Pues, en el v.20, “los suyos,” al oír estas noticias, “salieron” de Nazaret, donde residían (Mar 6:1-4; Mat 13:54-57), por lo que en el v.31 se dice que “vinieron su madre y sus hermanos.”
También admite una doble interpretación la otra frase: “porque decían”: o lo decían sus parientes, o se decía, como un rumor que sus parientes recogen. Esta interpretación es la más lógica. Estando los familiares en Nazaret, les llega el rumor de estos acontecimientos. Por eso, “porque decían” esto de El, es por lo que vienen a Cafarnaúm. El uso de la tercera persona del plural, como indeterminado, es forma ordinaria en Mc.
Lo que se decía de El es literalmente: que “está fuera de sí” (εζεστη). Este verbo usado aquí significa en otros pasajes de Mc el estar fuera de sí por admiración, sorpresa o entusiasmo ante algo (Mar 2:12; Mar 5:42; Mar 6:51). Por eso, de esta palabra no se sigue que lo tuviesen por “loco,” como vierte la Vulgata: “in furorem versus.” Unido este versículo sin duda íntimamente al anterior, se ve el valor de esta palabra en su propio contexto. La actividad apostólica de Cristo y su celo por enseñar a las gentes, que se agolpaban ante El, y por hacerles favores, no les dejaba ni tiempo para “comer.” Se diría, al modo humano, que era un exceso de apostolado; pero ésta era su misión (Jua 4:31-34). Sus familiares vienen para influir en El y forzarle a venir con ellos: literalmente, vienen para “apoderarse de El” (χρατησαι αυτόν). Pero el verbo usado admite varios sentidos, máxime exigido éste por el contexto 6. La noticia de esta enorme actividad apostólica de Cristo, y también la doctrina que exponía, como sucedió en otras ocasiones (Jua 10:19-21), acaso exagerada y deformada por el rumor popular, llega a los suyos a Nazaret, mejor que en el mismo Cafarnaúm, insistentemente, y, temiendo por su salud, van a Cafarnaúm (Mar 2:1) a influir en El y a forzarle a venir con ellos y tomar algún descanso (Mar 6:30).
Ni, en absoluto, habría tampoco inconveniente en que a sus familiares hubiese llegado el rumor popular, alterado, de que Jesús, ante aquella actividad, no obraba cuerdamente, deliraba. Este rumor podría haber sido deformado ex profeso por los fariseos, como en otras ocasiones lo hicieron (Jua 10:20). Y hasta sus familiares, excepto María, habrían podido creer esto. Unos treinta años de vida oculta, sin estudio con rabinos, y de repente comenzar su obra de predicación y de milagros, no dejaba de ser sorprendente, más aún para sus parientes, desconocedores del misterio de su divinidad. No era profeta en su patria, “ni en su casa” (Mat 13:57). Por eso podían haber venido a buscarle, por piedad familiar, para llevarle con ellos.
Pero el conocimiento que la Virgen tenía de El excluye esto en ella. Su presencia se justifica bien. Una madre está junto a su hijo ante cualquier rumor. El que haya ido con estos familiares no quiere decir que compartiese sus sentimientos.
Pero la primera interpretación parece mucho más probable; pues ni los términos usados exigen esta última interpretación, ni el hecho de que, una vez llegados, le manden a llamar “desde fuera” (cf. Mat 3:31); pero, si lo hubiesen tenido por demente, deberían haber procedido de otra manera; precisamente Mt (Mat 12:46.47) y Lc (Mat 8:19.20), en el lugar paralelo, redactan la escena, aún más acusadamente, en este sentido; ni Cristo se defiende, ni los reprocha, ni plantea tal problema, como se defendió de esta acusación ante los fariseos (Jua 8:48-49). San Pablo no creía estar loco cuando escribió esto: “Porque si estamos fuera de nosotros (εξέστημεν) es por Dios” (2Co 5:13) 7.
Calumnia de los escribas y su refutación,2Co 3:22-30. (Mat 12:22-32; Luc 11:14-26). Cf. Comentario a Mat 12:22-29.
22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén, decían: Está poseído de Beelcebul, y por virtud del príncipe de los demonios echa a los demonios. 23 Llamólos a sí y les dijo en parábolas: ¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? 24 Si un reino está dividido contra sí mismo, no puede durar. 25 Y si una casa está dividida contra sí misma, no podrá subsistir. 26 Si, pues, Satanás se levanta contra sí mismo y se divide, no puede sostenerse, sino que ha llegado su fin. 27 Mas nadie puede entrar en la casa de un fuerte y saquearla si primero no ata al fuerte, y entonces saqueará la casa. 28 En verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las blasfemias que profieran; 29 pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás, es reo de eterno pecado. 30 Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.
Este relato de Mc es el más breve de los tres sinópticos. Mt y Mc coinciden en situar la escena antes de la jornada de las parábolas; Lc, en cambio, la retrasa. En Mt-Mc, esta escena da lugar, lógicamente, a exponer el “pecado contra el Espíritu Santo.”
La argumentación de Cristo va contra los “escribas” (Mc), que atribuían el poder de Cristo para expulsar demonios a Satanás. Pero Satanás no puede expulsar a Satanás: destruye su obra. De aquí se pasa a exponer el “pecado contra el Espíritu Santo.” Si aquí se expone éste en un caso concreto, la metafísica que se desprende de él es, cerrando los ojos a la evidencia, atribuir las obras de Dios a Satanás; el bien, hacerlo obra del mal. Mc resalta esto más que ninguno: “Porque ellos decían: Tiene espíritu impuro.” Atribuían las obras de la santidad al espíritu impuro, que es la frase bíblica para expresar a Satanás.
V.22. Mt pone esta insidia en boca de los fariseos; Lc no matiza éstos. Pero Mc pone que son los “escribas que habían bajado de Jerusalén.” Este detalle acusa bien que la escena tiene lugar ya avanzada la vida pública de Cristo, cuando el rumor está extendido por Jerusalén y se piensa ya en espiarlo. El complot está en marcha. Escribas y fariseos son ya un clisé de los enemigos de Cristo.
V.29. Mc no tiene el complemento “paralelo” de Mt, que debe de ser posterior.
Las dos “familias” de Cristo. 3:31-35 (Mat 12:46.-50; Luc 8:19-21). Cf. Comentario a Mat 12:46-50.
31 Vinieron su madre y sus hermanos, y desde fuera le mandaron a llamar.32 Estaba la muchedumbre sentada en torno de El, y le dijeron: Ahí fuera están tu madre y tus hermanos, que te buscan. 33 El les respondió: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? 34 Y, echando una mirada sobre los que estaban sentados en derredor suyo, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Quien hiciere la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Mt-Mc ponen este episodio antes de la “jornada de las parábolas”; Lc después, y en un contexto muy distinto.
La doctrina que Cristo enseña aquí es clara. Los lazos familiares, sagrados, han de estar subordinados al bien superior del cumplimiento de la voluntad de Dios. No son los lazos de “la carne y de la sangre” los que regulan el amor de Cristo a los hombres. Son de naturaleza superior, sobrenatural. Los regula por el cumplimiento de la voluntad de Dios en los seres humanos(Mat 7:21-24; Luc 13:25-27).
La forma “hermanos” de Cristo es semitismo de “parientes.” El hebreo usa el término “hermano,” ‘ah, para expresar normalmente todo tipo de parentesco. Es el contexto el que ha de precisar esto.
V.34. Pone la característica “mirada circular” de Cristo en Mc.
1 Lambert, en Rev. Bib. (1945) 93. – 2 Smith., Summ. Theol. 3 q.15 a. 9. – 3 Holzmeister, Hist. aetatis ΛΓ. Τ . (1938) p.264-265. – 3 Para este tema, cf. Comentario a Mat 10:1-4. – 4 Vaganay, L’absence du Sermón sur la montagne chez Marc: Rev. Bib. (1951) 5-46. – 5 La lección crítica, en singular o plural, es discutida. Cf. Nestlé, Ν . Τ . graece et latine, ap. crít. a Mar 3:20. – 6 Zorell, Lexicón graecum Ν . Τ . (1931) col.733-734. – 7 Gannon, The interpretaron of St. Mark 3:20-21: Irish Eccl. Record (1944) 289-312; Mcrory, The interpretation of St. Mark 3:20-21: ibid. (1945) 1-5; Wlmmer, Mar 3:20-21 : Verb. Dom. (1953) 131-142; F. Spadafora, II greco degli Evangeli, esegesi di Mc 3:20ss: Lateranum (1962) 126-147; J. E. Steinmüller,/<?ms and the oí para autous” (Mar 3:20-21): Cbq (1942) p.355-9; Mcrory, 'ΤΊιβ interpretation of. St. Mark 3:20-21: I Ec Rec (1945) p.1-5.
Fuente: Biblia Comentada
sinagoga. El lugar local judío de reunión y alabanza (vea la nota sobre Mar 1:21). seca una mano. Esto describe la condición de parálisis o deformidad resultante de un accidente, enfermedad o defecto congénito.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Este es el último de los cinco episodios conflictivos que comienzan en Mar 2:1 (Mar 2:1-11; Mar 2:13-17; Mar 2:18-22; Mar 2:23-28), y como tal nos da una idea del creciente antagonismo entre Jesús y los líderes judíos. En este relato, Jesús da a los fariseos una ilustración viviente de la observación bíblica del día de reposo y su autoridad soberana sobre los hombres y el día de reposo.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
3:1 — Otra vez entró Jesús en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía seca una mano — ( Véanse los pasajes paralelos, Mat 12:9-14 y Luc 6:6-11). El conflicto que Jesús sostuvo con los líderes religiosos de ese tiempo comenzó temprano en su ministerio. Marcos ahora nos cuenta de otro suceso en el día sábado que ilustra este gran conflicto. Jesús entra en una sinagoga (como era su costumbre, 1:21,29; Mat 4:23; Luc 4:16) y es punto vital que esté allí adentro este hombre con la mano derecha (Luc 6:6) seca. No tiene uso de ella.
Fuente: Notas Reeves-Partain
CONFLICTO DE IDEAS
Marcos 3:1-6
Jesús fue otra vez a la sinagoga; y había allí un hombre que tenía un brazo seco; y estaban observando cuidadosamente a Jesús para ver si le curaría en sábado, para presentar una acusación contra Él.
Jesús le dijo al hombre que tenía el brazo seco:
Levántate, y ponte aquí en medio de la congregación. Entonces dijo dirigiéndose a todos: ¿Es conforme a la Ley el hacer una buena obra en sábado o hacer una mala obra? ¿Salvar una vida o matar?
Y todos se quedaron callados. Jesús miró a Su alrededor con ira, porque estaba dolorido por la dureza de corazón de ellos, y le dijo al hombre:
-¡Extiende el brazo!
Y él lo extendió, y se le puso bueno del todo.
Los fariseos salieron inmediatamente, y empezaron a urdir una conspiración con los del bando de Herodes para eliminar a Jesús.
Este es un incidente crucial en la vida de Jesús. Ya estaba claro que Él y los líderes ortodoxos de los judíos tenían posturas irreconciliables. Para Él, el volver a la sinagoga era dar muestras de un valor extraordinario. Era la acción de un Hombre que rehusaba buscar Su seguridad, y que estaba decidido a arrostrar una situación peligrosa. En la sinagoga se encontraba una delegación del Sanedrín. Eran inconfundibles, porque los primeros asientos eran los sitios de honor, y allí se encontraban. Uno de los deberes del Sanedrín era descubrir y pararle los pies a cualquiera que pudiera descarriar al pueblo apartándolo del camino correcto. Y eso era precisamente lo que aquella delegación consideraba que estaba haciendo Jesús. Lo que menos les interesaba era el culto o la predicación de la Palabra de Dios. Estaban allí para investigar las acciones y las palabras de Jesús con la intención de eliminarle.
En la sinagoga había un hombre con un brazo paralizado. La palabra griega indica que no era una incapacidad de nacimiento, sino el resultado de alguna enfermedad o accidente. El Evangelio según los Hebreos, un evangelio que se ha perdido salvo unos pocos fragmentos, nos dice que aquel hombre era mampostero, y que Le pidió a Jesús que le ayudara porque su medio de vida estaba en sus manos y le daba vergüenza pedir limosna. Si Jesús hubiera sido cauto y astuto habría evitado encontrarse con aquel hombre en público; porque Él sabía muy bien que el curarle en sábado era buscarse problemas. Estaba prohibido hacer ningún trabajo en sábado, y curar a un enfermo era un trabajo. La ley judía era definida y detallada en este punto. La atención médica se podía otorgar solamente si había peligro de muerte. Para dar algunos ejemplos: Se podía ayudar el sábado a una mujer que estuviera de parto; se podía tratar una infección de garganta; si se le caía un muro encima a alguien, se le podía descubrir lo suficiente para ver si estaba vivo; si estaba vivo, se le podía ayudar; pero si estaba muerto, se dejaba allí el cuerpo hasta el día siguiente. No se podía entablillar una fractura. No se podía echar agua fresca en una mano o en un pie dañados. Se podía vendar un corte con un vendaje sencillo, pero no se podía poner ungüento. Es decir: que como mucho se podía procurar que el enfermo o herido no se pudiera peor, pero no que se pusiera mejor.
Nos es sumamente difícil comprender una actitud así. Lo mejor que podemos hacer para comprender aquel punto de vista tan estricto acerca del sábado es recordar que un judío
ortodoxo rehusaría defender su vida en sábado. En las de los Macabeos, cuando se inició la resistencia, algunos’ los rebeldes judíos se refugiaron en cuevas. Los soldados s’ los persiguieron. El historiador judío Josefo nos dice que= ofrecieron que se rindieran, pero ellos se negaron; «así que atacaron en sábado, y los abrasaron cuando se encontraban r las cuevas sin que ellos ofrecieran la menor resistencia siquiera para impedirles la entrada en las cuevas. Se negar a defenderse a sí mismos aquel día porque no estaban dispuestos a quebrantar el honor que debían al sábado ni siquiera para salvar sus vidas; porque nuestra Ley nos manda descansar e día.» Cuando el general romano Pompeyo estaba sitian Jerusalén, los defensores se refugiaron en el recinto del templo. -Pompeyo se puso a construir una empalizada hasta la altura conveniente desde la que pudiera atacarlos. Conocía las costumbres de los judíos, y construía en sábado; y los judíos no movieron ni una mano para defenderse o para impedir la construcción, aunque sabían que con su inactividad sabática estaban firmando su propia sentencia de muerte. Los Romanos; que tenían servicio militar obligatorio, tuvieron que acabar por eximir de él a los judíos, porque se negaban a pelear en sábado: La actitud judía ortodoxa para con el sábado era totalmente rígida e inflexible.
Jesús lo sabía. La vida de aquel hombre no corría peligro en absoluto. Físicamente no estaría peor si se le hacía esperar hasta el día siguiente. Para Jesús esto era una prueba, y El se enfrentó con ella limpia y claramente. Le dijo al hombre que se levantara y se pusiera donde todos le pudieran ver. Probablemente eso lo hizo por dos razones. Una sería, para despertar la compasión de los presentes hacia aquel desgraciado mostrándoles a todos su desgracia. Y también porque Jesús quería dar aquel paso de tal manera que nadie pudiera por menos de verlo.
Entonces les hizo a los maestros de la Ley dos preguntas: «¿Qué es conforme a la Ley, hacer una buena obra en sábado o hacer un*mala obra?» Jesús los puso en un aprieto. Estaban obligados a admitir que era legal hacer el bien, y era una buena obra lo que El se proponía hacer. Estaban obligados a negar que fuera legal hacer mal; y sin embargo, seguramente no cabía duda que era una mala obra dejar a un hombre en una situación lastimosa cuando se tenía la posibilidad de ayudarle. Y entonces les preguntó: «¿Es legal salvar una vida o destruirla?» Aquí Jesús estaba poniendo el dedo en la llaga. Él estaba haciendo lo posible para salvarle la vida a aquel hombre; ellos estaban programando acabar con Él. Se mirara como se mirara, no cabía duda de que era mejor pensar en ayudar a un hombre que pensar en matar a un hombre. ¡No nos sorprende que no pudieran contestarle!
Entonces Jesús, con una palabra de poder, sanó al hombre; y los fariseos salieron y trataron de urdir un complot con los herodianos para matarle. Esto muestra hasta dónde estaban dispuestos a llegar los fariseos. Ningún fariseos tendría nada que ver con un gentil o con un hombre que no guardara la Ley. Tales personas eran inmundas. Los herodianos eran los funcionarios de herodes. Estaban relacionados permanentemente con los Romanos. En todos los sentidos normales los fariseos los consideraban inmundos; pero ahora estaban dispuestos a entrar con ellos en lo que siempre les habría parecido una alianza impía. Tenían tal odio en el corazón que no se paraban ante nada.
Este pasaje es fundamental, porque muestra la colisión entre dos conceptos de religión.
(i) Para los fariseos religión era ritualismo. Consistía en obedecer ciertas reglas y normas. Jesús quebrantaba aquellas reglas, y ellos estaban genuinamente convencidos de que era una mala persona. Eran como el que cree que -la religión consiste en ir a la iglesia, leer la Biblia o rezar, dar gracias a Dios antes de las comidas, hacer el culto familiar o rezar el rosario, y llevar a cabo todos los actos externos que se consideran religiosos, y que sin embargo nunca está dispuesto a hacer nada por nadie, que no siente nunca compasión ni tiene ningún deseo de sacrificarse por nadie; que tiene bastante con su religiosidad, y que es sordo a la llamada de la necesidad ‘ ciego a las lágrimas del mundo.
(ii) Para Jesús religión era servicio. Era amar a Dios y a las personas. El ritual era irrelevante comparado con el amor en acción. Para Jesús la cosa más importante del mundo no er i: llevar a cabo correctamente un ritual, sino la respuesta espontánea al clamor de la necesidad humana.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
CAPÍTULO 03
e) Salvar la vida (Mc/03/01-06).
1 Entró de nuevo en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía una mano seca, 2 y estaban espiando a Jesús a ver si lo curaba en sábado, para poder acusarlo. 3 Dice entonces al hombre que tenía la mano seca: «Ponte aquí delante.» 4 Luego les dice: «¿Qué es lícito en sábado, hacer bien o hacer mal; salvar una vida o dejarla perecer?» Pero ellos guardaban silencio. 5 Y mirándolos en torno con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice al hombre: «Extiende la mano.» él la extendió, y la mano se le quedó sana. 6 Los fariseos, apenas salieron, junto con los herodianos, en seguida acordaron en consejo contra Jesús la manera de acabar con él.
He aquí un nuevo episodio sabático, esta vez una curación. Continúa, pues, el tema de la perícopa precedente, aunque ganando en profundidad. La transgresión que Jesús comete de las prescripciones sabáticas, las cuales prohibían como trabajo determinadas actividades al servicio de la curación, tiene lugar por una preocupación salvadora. Mas para esa actitud los enemigos de Jesús están ciegos y cerrados. Con sus interpretaciones humanas han endurecido su corazón y contradicen a la voluntad de Dios. El último fragmento de la «colección de controversias» exacerba de tal manera el conflicto entre Jesús y sus enemigos que ya se vislumbra el final terrible. Desde el punto de vista histórico la observación final del v. 6 tal vez sea prematura; pero la exposición con la sentencia exterior de muerte pretende reflejar la situación interna en que se encuentra Jesús frente a sus enemigos. Es una oposición irreconciliable, una consolidación de los frentes, que viene dada por la unión de Jesús a la voluntad de Dios y el «endurecimiento» de los enemigos contra los salvadores designios de Dios. La curación está narrada al modo habitual: después de presentar el caso patológico -aquí un hombre con la mano «seca», una mano que se ha quedado sin sangre y sin fuerza-, sigue la palabra eficaz de Jesús e inmediatamente se muestra el efecto operado. Pero el punto de gravedad no está en este relato sino en la palabra de Jesús, a quien sus enemigos acechan maliciosos. Jesús les dirige dos preguntas que en su sucesión y gradación merecen un análisis atento. Primero es una palabra con la que Jesús pone el deber del amor por encima de una prescripción legal cúltica. Fuera del caso de peligro de muerte, los fariseos prohibían en sábado los esfuerzos en ayuda de un enfermo; para Jesús, en cambio, el deber de hacer el bien está por encima y el simple hecho de dejar de hacerlo es ya obrar mal. Y sigue luego una ampliación extraña: Salvar la vida o quitarla… ¡pues en esta enfermedad no se trata en modo alguno de un peligro de muerte! Según la mentalidad hebrea, la enigmática palabra significa ante todo que el poder de la muerte se está ya manifestando en la enfermedad o en un padecimiento corporal. La vida pide salud, integridad y felicidad; Dios da la vida y la da en abundancia. Esta idea basta para que Jesús, que quiere traer la salvación de Dios a los hombres, pregunte de ese modo. Se puede suponer, no obstante, que los lectores cristianos -al igual que en la curación del paralítico (2,1-1)- encontraron un sentido más profundo. Para ellos podía existir una conexión entre la curación corporal y la salvación del hombre en un sentido más hondo. La «vida» en cuanto don de Dios constituye una unidad; de negar Jesús al hombre enfermo la liberación de su dolencia, le habría excluido de la salud y salvación en un sentido más transcendente. La curación externa sería, pues, sólo el signo de la salvación verdadera y total que Jesús quiere otorgar al paciente según la voluntad de Dios, igual que ocurrió con el enfermo de la piscina de Bethesda (Jua 5:1-15). Difícilmente pudo entender la Iglesia primitiva esta doble pregunta de un modo irónico, cual si Jesús hubiese querido desvelar ante los ojos de sus enemigos los malvados propósitos que alimentaban contra él y que iban hasta el asesinato. Esto equivaldría a desconocer la seriedad y la permanente importancia de la palabra de Jesús para los creyentes. La acción sanante de Jesús es una obra de salvación, la liberación de todo el hombre; y debe actuar así siguiendo la misión y encargo que Dios le ha confiado (d. Jua 5:17.19). Por ello, la ira y la tristeza de Jesús por el endurecimiento de sus corazones son más que meros sentimientos humanos. Ciertamente que esto también lo son y que en ellas se manifiesta el pensar y sentir humanos de Jesús; pero todo esto se fundamenta en su unión con Dios. Lo que cunde en el corazón de sus enemigos silenciosos es una obstinación o endurecimiento, que en el pensamiento bíblico tiene un trasfondo muy serio. Según /Is/06/10, es Dios mismo quien ha endurecido el corazón de su pueblo rebelde; palabra profética que también recoge Marcos para describir el efecto negativo que el lenguaje en parábolas provoca en «los de fuera» (Jua 4:11 s). Las obras y palabras de Jesús, que le revelan como el salvador enviado por Dios, producen en esos hombres el efecto contrario: sumergen su espíritu en las tinieblas de los malos pensamientos, de las intenciones criminales contra quien también ha sido enviado para su salvación. Así es como esta última «controversia» se convierte para la Iglesia primitiva en una revelación cristológica. Esta vez Jesús no pronuncia ninguna palabra sobre sí mismo; pero su conducta, su cólera y su tristeza, unidas a la pregunta inquietante del v. 4, se convierten para el lector creyente en una revelación de su misión salvadora y en un descubrimiento callado de su persona. Todo lo que Jesús dice y hace sucede para salvar la vida; ése es el único objetivo de su misión. A través de Jesús, Dios contempla a los hombres por ver si le abren o le cierran su corazón.
CONCLUSIÓN: ACTIVIDAD DE JESÚS EN CONJUNTO (Mc/03/07-12).
7 Jesús con sus discípulos se retiró a la orilla del mar. Grandes multitudes de Galilea lo siguieron. También acudieron a él, al oír las cosas que hacía, numerosas gentes de Judea, 8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán y de los contornos de Tiro y Sidón. 9 Entonces dijo a sus discípulos que por causa de la muchedumbre le dispusieran una barquilla para que no lo apretujaran; 10 porque, como curaba a tantos, todos los que tenían alguna enfermedad se le echaban encima para tocarlo. 11 También los espíritus impuros, cuando lo veían, se postraban ante él gritando: «Tú eres el Hijo de Dios.» 12 Pero él severamente les encargaba que no lo divulgaran.
Este fragmento que cierra la primera sección lo ha redactado ciertamente el evangelista. Vuelve a aducir una vez más los motivos principales que le indujeron a exponer los comienzos de la actividad de Jesús; por eso, estos versículos resultan sumamente interesantes. Es evidente que quiere presentar el eco vigoroso del mensaje y actividad de Jesús en Galilea y más allá de sus confines hasta el mismo territorio pagano (v. 7-8), mientras que en la inmediata sección segunda (3,13-6,6a) termina con una escena totalmente distinta: la del repudio de Jesús en su propia patria de Nazaret, para poner así de relieve la creciente incomprensión del pueblo, la incredulidad latente. Pero de momento lo que le interesa sobre todo es destacar la afluencia incontenible que suscita por todas partes, la fuerza del mensaje salvador, el efecto que produce la persona de Jesús, la energía que brota de él y que se manifiesta en las curaciones de enfermos y expulsiones de demonios, energía que revela su eficacia al simple contacto (v. 10). Por todo ello, sitúa Marcos este compendio al final de sus primeros relatos que ha entresacado de la tradición.
Pero entenderíamos las intenciones del evangelista sólo de un modo parcial e insuficiente de querer interpretar estos versículos como la mera exposición de las circunstancias de aquel momento, del gran movimiento popular en el marco de un plano histórico y geográfico. En realidad no hay más que un marco y una presentación incluso un tanto esquemática: el centro de la actividad de Jesús es el lago de Genesaret, al que el evangelista traslada incluso la escena grandiosa -antes, en 3,1, Jesús había entrado en una sinagoga-. Para mostrar el eco de su actividad, Marcos empieza por mencionar la patria de Jesús, Galilea, desde la que le seguía una gran multitud. Después enumera tres vastas regiones distantes de allí: Judea, núcleo del pueblo judío con su capital la ciudad santa de Jerusalén; después Idumea y la región que queda al otro lado del Jordán, es decir, la que limita directamente por el Sur y por el Este, tierras ya predominantemente paganas; y, por fin, la región todavía más alejada de Tiro y Sidón, en el Noroeste, que representa a un país completamente pagano (cf. 7, 24-30). Las gentes se agolpan sobre él porque oyen las cosas que realiza; la fama de sus curaciones y obras portentosas las atrae. Parece como si quisiera subrayar el afán milagrero de las turbas y su deseo urgente de encontrar ayuda para sus dolores corporales. Pero es una impresión engañosa: en el centro no está el pueblo sino Jesús y su conducta. Es a él a quien hay que ver en su fuerza de atracción incontenible y en la virtud curativa que emana de él. Jesús se hace preparar un bote para no quedar demasiado oprimido por la multitud que le rodea, pues que todos quieren tocarle, como más tarde la mujer con flujo de sangre, para lograr así la curación (5,27-31). Los posesos, atormentados por espíritus impuros, se postran ante él cual si su simple presencia obligara a los demonios a salir de sus víctimas. Sus gritos de conjuro, con que desvelan el misterio de Jesús, resuenan sobre la multitud; pero Jesús no quiere darse a conocer por ellos. Todo esto nos resulta extraño; mas el evangelista nos lo presenta con la mentalidad de su tiempo que creía en tales fuerzas divinas encarnadas en un hombre y del que fluían de un modo mágico. Jesús, sin embargo, se distingue de los taumaturgos mágicos de su tiempo: Jesús no busca el sensacionalismo, el espectáculo en torno a sí y, tras los relatos prodigiosos que hemos leído hasta ahora, es evidente que sana a los enfermos y expulsa a los demonios sólo con el poder divino de su palabra. En la concepción antigua se hace patente y manifiesta a la Iglesia primitiva la fuerza que ha sido conferida a Jesús. Es la confirmación de su fe de que Jesús es el Hijo único de Dios tal como le proclaman los demonios. Mas Jesús no puede ni quiere aceptar esta confesión de los espíritus impuros, porque su filiación divina aparecería así bajo una luz falsa. Pues no se entendería como se entendió después a la luz de la fe pascual. Jesús, verdadero Hijo de Dios (15,39), trae a los hombres la salvación definitiva, la redención de su existencia en la comunión con Dios. Lo que aquí se presenta con unos medios expresivos propios de la vieja concepción del mundo, contiene su sentido de la revelación: Jesús es la fuente oculta de la salvación, el médico de la humanidad íntimamente enferma. La fuerza que, según esta presentación, irradia externamente del Jesús terrestre, opera en el resucitado de una forma superior como poder salvífico que puede y quiere llevar a todos los hombres la energía de la vida divina. La imagen que proyecta este sumario de la actividad triunfal de Jesús en el lago de Genesaret, punto terreno de partida y centro de su predicación salvadora, es como un signo de la humanidad reunida entorno al resucitado. A esa humanidad otorga Jesús las fuerzas liberadoras de Dios cuando reconoce en el Señor al médico y redentor enviado del cielo.
II. ELECCIÓN DE LOS DOCE; ALEJAMIENTO DE LOS INCRéDULOS (3,1 3-6,6a). La nueva sección, que iniciamos con una segunda e importante perícopa de los discípulos, la elección de los doce, y que cerramos con la recusación de Jesús por parte de los de Nazaret, desarrolla y profundiza los temas de la sección precedente; pero también precipita los acontecimientos en torno a Jesús y permite entrever con mayor claridad la fuerza crítica, a la vez unificante y disgregadora, del Evangelio. La clave para la comprensión de lo que el evangelista quiere decirnos aquí, nos la proporciona la pieza central de la enseñanza en parábolas (4,1-34). Las parábolas de Jesús sobre el reino de Dios no sólo iluminan el contenido de su mensaje, sino que se convierten además en un acontecimiento que separa a los creyentes, aquéllos «a quienes se ha concedido el misterio del reino de Dios», de aquéllos otros que «viendo, ven, pero no perciben, y oyendo, oyen, pero no entienden». (4,11s). Jesús quiere reunir su comunidad de creyentes, y para ello elige a los doce, que se destacan así de la gran muchedumbre de los que -según el precedente relato sumario- se agolpan sobre él desde todas partes (3,13-17). De ese modo los lectores pueden reconocer la formación de la comunidad cristiana posterior, levantada sobre esos hombres como sobre sus cimientos. En 3,33 ss se expone con particular claridad quién es el que pertenece a esa comunidad: todo aquél que escucha con fe la palabra de Jesús, hace la voluntad de Dios y se asocia a esta nueva «familia» espiritual de Jesús. Pero al mismo tiempo se perfila con mayor precisión el frente de los enemigos de Jesús. Son los que no quieren comprender las obras de Jesús a partir de su unión con Dios y le achacan con mala voluntad un pacto con Satán (3,22-30); es decir, los que quisieran convertir la misión divina de Jesús en todo lo contrario. Entre ambos frentes, el de los discípulos de Jesús y el de sus enemigos ilustrados, tiene también que decidirse el pueblo. La doctrina «por medio de parábolas», expuesta ante todo el pueblo (4,2), ejerce precisamente esa función crítica. Aun cuando las parábolas son comprensibles desde fuera, su verdadero sentido -a saber, la presencia del reino de Dios en las obras de Jesús- sólo lo desvelan a los creyentes dispuestos y capaces de recibir la palabra de Dios, pero a los que en definitiva sólo Dios abre su revelación. El último capítulo de esta sección trae nuevos portentos de Jesús, especialmente grandiosos e impresionantes si se comparan con su actividad de los comienzos (4,35-5,43). Pero, a ser posible, tienen lugar en ausencia del pueblo: la calma de la tempestad es sólo una experiencia de los discípulos, una expulsión demoníaca singularmente laboriosa se realiza en la región solitaria al este del lago, la resurrección de la hija de Jairo se verifica en la casa de éste en la que Jesús ha entrado llevando sólo consigo a Pedro y a los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan (5,37), y de la que ha expulsado a todo el mundo, excepción hecha del padre y de la madre de la niña (5,40). Así pues, el «secreto mesiánico» se acentúa aún más y se hace más palpable la reserva de Jesús frente al pueblo -que, sin embargo, le sigue asediando, cf. S,24.31-. No sorprende, por lo mismo, que la sección se cierre con un acontecimiento negativo revelador de la incredulidad ambiente: el repudio de Jesús por parte de sus conciudadanos de Nazaret.
1. JESÚS Y EL PUEBLO (3,13-35).
Este capítulo presenta una unidad llena de tensiones: al comienzo la elección de los doce ofrece al lector, de una manera programática y subrayada por la conducta de Jesús consciente de su propósito, la imagen de la Iglesia posterior. A esta acción fundamental de Jesús se contrapone de un modo tajante, como una contra-imagen, la confabulación de todos los poderes contrarios a Jesús. Detrás de los enemigos humanos, que desfiguran maliciosamente la acción salvadora de Jesús, se oculta Satán con todas las fuerzas a su disposición, aquellas fuerzas a las que los enemigos de Jesús pretendían atribuir sus éxitos innegables. Sigue después una escena con los parientes carnales de Jesús, que sirve de ocasión y motivo para la palabra de Jesús acerca de su familia espiritual, tan importante para la comunidad. Podría decirse que la Iglesia que, entendida externamente, aparece sobre el horizonte a través de la elección de los doce, se deja también reconocer aquí desde su lado íntimo.
a) La elección de los doce (Mc/03/13-19).
13 Sube luego al monte, llama junto a sí a los que quería, y ellos acudieron a él. 14 Escogió doce, para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar, 15 con poder para arrojar los demonios. 16 Escogió, pues, a los doce: Simón. a quien puso el sobrenombre de Pedro; 17 Santiago, el de Zebedeo, y Juan, hermano de Santiago, a quienes puso el sobrenombre de Boanerges, es decir, hijos del trueno; 18 Andrés y Felipe, Bartolomé y Mateo, Tomás y Santiago, el de Alfeo, Tadeo, Simón el Cananeo 19 y Judas Iscariote, el que luego lo entregó.
La escena está separada del sumario precedente, que situaba la imponente aglomeración del pueblo junto al lago de Genesaret (v. 7), por la mención del monte. No se alude a un monte determinado, sino que la observación escenográfica tiene un sentido teológico: Jesús se aleja del pueblo y busca la proximidad de Dios. El monte es lugar de oración (6,46), al que se asciende desde las profundidades del tráfago humano para estar cerca de Dios (cf. 9,2). En este alejamiento de los hombres y arrobamiento en Dios, toma Jesús «a los que quería», a los doce que llama a sí para que estuviesen con él y que después enviaría. En Marcos, pues, la escena está concebida de distinto modo que en Lucas, donde Jesús pasa la noche en oración y a la mañana siguiente elige de entre una gran multitud de discípulos a los doce, a los que también da el nombre de apóstoles (Luc 6:12 s) (*). En Marcos no se menciona al pueblo ni a la gran muchedumbre de discípulos; Jesús llama a sí con una decisión libre a los escogidos y los conduce a la región de Dios, del mismo modo que más tarde hará ascender todavía más a los tres discípulos que le están más cerca, hasta un alto monte, donde se transfigurará delante de ellos y les hará escuchar el testimonio de Dios en favor de su Hijo (Luc 9:2-7). En la intención de Jesús los doce son los representantes del pueblo de las doce tribus, del Israel santo, que él tiene delante de los ojos en su forma originaria y escatológica -el Israel de su tiempo abarcaba sólo dos tribus y media- y al que quiere llegar con su mensaje y misión salvíficos (cf. Mat 10:6; Mat 15:24; Mat 19:28). La elección precisa de doce hombres es por parte de Jesús como una acción simbólica y profética; con ella reivindica el pueblo de Dios, que quiere reunir y completar. Mas para los lectores cristianos estos doce se convierten en representantes del nuevo pueblo de Dios, de la comunidad cristiana que sobre ellos se edifica. Cuando Marcos habla de «los doce» -lo que sucede con cierta frecuencia- es inconfundible el tono especial que pone frente a las multitudes populares que entonces formaban el auditorio de Jesús. Esto aparece singularmente claro en la instrucción que imparte a los doce «en casa», en Cafarnaúm, después de la «controversia sobre los puestos» (Mat 9:35), estructurada como una especie de «regla de la comunidad» (Mat 9:33-50); lo mismo ocurre más tarde con ocasión del tercer anuncio de la pasión, en que «los doce» son separados de la multitud que les seguía y enfrentados con la descripción detallada de las cosas que esperan al «Hijo del hombre». «Los doce», más aún que «los discípulos», representan la comunidad futura. En el v. 14 se describe el objetivo del nombramiento de estos hombres: comunión con Jesús y participación en su misión. El punto esencial es su estrecha unión con Jesús, una comunidad de vida, vocación y destino, pero que en el fondo significa un entrar con Jesús en la intimidad de Dios. Por eso se acercan a Jesús sobre el «monte» y por eso tienen que ser llamados por él; pues, la comunión con Dios y con el enviado divino sólo puede darse a modo de don. La libertad de Jesús, con la que «llama junto a sí a los que quería», procede de su certeza de conocer y estar cumpliendo la voluntad de Dios. En lo más íntimo de su ser sabe que a estos hombres «se les ha dado el misterio del reino de Dios» (Mat 4:11), nominalmente por Dios mismo mediante una revelación gratuita. La comunidad de Cristo es una fundación sobrenatural que procede de la libertad y gracia de Dios. Su centro vital, su fuente de energía y su esencial secreto es su vinculación con Cristo y, por él, con Dios. La comunidad terrestre de los doce con su Maestro se prolonga como comunidad espiritual de los creyentes con su Señor celestial. Las ordenanzas que Jesús impone a aquel círculo de discípulos perfectamente delimitado, y en especial la ley básica del amor servicial (9,33-35; 10,35-45), tienen también vigencia en la comunidad posterior de los creyentes. Mas Jesús elige a «los doce» para otra tarea particular: quiere enviarlos y hacerlos así partícipes de su propia misión. Aparece esto en el hecho de que la finalidad de su misión viene descrita con las dos actividades que para Marcos son características del ministerio de Jesús: predicar y expulsar los demonios (cf. 1,27.39). En ambas actividades late una potestad que se pone de manifiesto en las expulsiones demoníacas. De momento el relato se detiene en la presentación de los doce y en la descripción de su tarea; sólo más tarde seguirá su misión y el ejercicio de su compromiso (6,7-13). Basta que este círculo se establezca como un signo divino; así como el misterio de Jesús sólo se desvelará después de su resurrección, así el pleno significado de la obra de Jesús sólo lo comprenderá la comunidad, que de ese modo encontrará la comprensión de sí misma. Por ello repite el evangelista: «Escogió, pues, a los doce» para nombrarlos en seguida por su propio nombre. La constitución de la lista, el orden de los nombres y las apostillas a los mismos resultan muy instructivas; las indicaciones no son exactamente las mismas que en Mateo y en Lucas y revelan en parte unas tendencias propias. Marcos no sólo pone a Simón el primero -cosa que también hacen los otros dos- y destaca la imposición del nombre simbólico de Pedro -con más fuerza que los otros-, sino que separa a este discípulo singular de su hermano Andrés para ligarlo de un modo más estrecho con los hombres de Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo. Los tres serán más tarde los testigos preferidos de algunos acontecimientos, como la resurrección de la hija de Jairo (5,37), la transfiguración de Jesús (9,2) y la agonía y oración en Getsemaní (14,33). Teniendo en cuenta la conexión de esos sucesos, los tres discípulos estarán particularmente capacitados para comprender el misterio de la persona de Jesús, su divinidad oculta durante su ministerio terreno, lo mismo que su camino hacia la cruz, y exponerlo después a la comunidad. Sólo Marcos dice en este lugar que Jesús llamó a los hijos de Zebedeo «Boanerges» («hijos del trueno»), expresión cuyo sentido exacto no se puede precisar. Probablemente no está sólo en relación con su carácter impetuoso (cf. Luc 9:54), sino que contiene -como el nombre de «Pedro» = roca- una verdadera profecía: estarán expuestos a la tempestad escatológica, compartirán el bautismo de su Señor (cf. 10,38-40); «Compañeros de tormenta», como se les ha llamado. tendrán que soportar las luchas y padecimientos escatológicos. Después de estos discípulos, caracterizados con unos sobrenombres especiales. siguen los nombres de los otros, el último de los cuales es Judas Iscariote, caracterizado con el título pavoroso, y habitual en la Iglesia primitiva y en los otros Evangelios, de el que lo entregó o traicionó. Esta expresión tiene precisamente en la teología de Marcos acerca del Hijo del hombre un eco profundo (cf. 9.31; 10,33; 14,18.21.41s). Que Judas fuese uno del círculo de los doce elegidos por Jesús mismo, sigue siendo un oscuro misterio (14,18: «Uno de vosotros me entregará…»); pero el evangelista lo pone bajo el «es necesario» que rige la historia de la salvación y que la Escritura testifica, y al que está sometido «el Hijo del hombre» en su camino concreto hacia la muerte (8,31; 14,21). También la Iglesia, fundada sobre el fundamento de los doce, se encuentra bajo el signo del mysterium iniquitatis, del misterio de maldad. Pero esto tiene aquí un eco muy débil; en líneas generales, la perícopa constituye una escena que proporciona una inmensa confianza a la comunidad, la cual por obra de Jesús ha sido conducida a la proximidad de Dios, al círculo luminoso del reino de Dios que irrumpe triunfalmente.
…………..
(*) Desde un punto de vista histórico es seguro que Jesús no ha empleado el título de apóstoles. En Marcos sólo una vez vienen así designados, después de la misión (6,30), y ciertamente que en el sentido de «enviados». En la elección de los doce Lucas quiere también poner de relieve que esos doce se identifican con los apóstoles de después
……………
b) Jesús incomprendido y calumniado (Mc/03/20-30).
20 Vuelve a casa; y de nuevo se reúne tanta gente, que ni siquiera podían comer. 21 Cuando lo oyeron los de su familia, fueron con ánimo de apoderarse de él, pues se decía: «Está fuera de sí.»
El fragmento no constituye una unidad originaria. La primera escena con los parientes la trae sólo Marcos, y hay que separarla de la siguiente (incluso de los v. 31-35). Los otros dos sinópticos transmiten, en cambio, el diálogo sobre Beelzebul, y en el v. 28s aparecen unas palabras, independientes, sobre la «blasfemia» -que Mateo y Lucas ofrecen en forma distinta- y que a través del v. 30 queda vinculada a la calumnia de los escribas contra Jesús. La unidad, sin embargo, presenta un sentido tan perfecto -aunque no evidente- que la incriminación de los enemigos de Jesús desemboca en la atribulación blasfema de las obras del Espíritu divino a influjo demoníaco. La Iglesia primitiva ha meditado estupefacta sobre el malicioso ataque contra Jesús y se ha formado su juicio reuniendo las palabras del Maestro. Esta mirada a la historia de la tradición no resulta superflua para la comprensión del fragmento e incluso para su meditación piadosa. Jesús regresa del monte a casa, a la proximidad de los hombres, con el propósito sin duda, de dedicarse sólo a los discípulos, como evidencian los otros pasajes en que se habla de la «casa». Pero las multitudes populares no le dejan reposo alguno, de tal modo que ni Jesús ni sus discípulos -obsérvese el plural- ni siquiera encuentran tiempo para comer. Esta es la ocasión externa para el intento de sus allegados de recogerle, es decir, de librarle del acoso de la multitud. Los que «le pertenecen» no son los mismos que «los que le rodean» (3,32.34; 4,11); o mejor, los seguidores que le están estrechamente ligados se diferencian de los deudos de su familia o clan. La caracterización imprecisa los diferencia de los parientes carnales que en 3,31 ss quieren visitarle. Aunque en parte pueda tratarse de las mismas personas, cada una de estas pequeñas perícopas tienen su propio sentido. Lo que aquí conviene señalar es la incomprensión, el juicio equivocado y el desconocimiento de la persona de Jesús por parte de sus deudos. Su actividad extenuante, su celo por la causa que se le ha confiado, impulsan a aquellos hombres a considerarle como trastornado, es difícil que hayan pensado seriamente en una enfermedad mental. En su estrechez de miras pretenden encerrarle en casa, pensando tal vez en el prestigio de la familia. Totalmente inadecuado para sacar conclusiones psiquiátricas acerca del estado de ánimo de Jesús, el texto proyecta más bien un rayo de luz sobre la mentalidad de unos hombres que carecen de cualquier órgano para descubrir las exigencias absolutas de Dios. No comprenden que un hombre, conocido y emparentado con ellos, pueda estar completamente lleno de la causa de Dios y entregado por completo a su servicio. Se anuncia ya aquí una postura igual a la de los habitantes de Nazaret (6,1-6a), que se manifiesta como incredulidad. Tal ceguera es siempre un peligro para los parientes y deudos de los hombres a los que Dios llama para un servicio especial y un aviso contra el criterio puramente «natural» y la preocupación burguesa por la fama, la salud y el negocio. Jesús está fuera de las categorías mentales humanas y arrastra también a sus discípulos hasta las pretensiones totales de Dios.
22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían. «Este tiene a Beelcebul; y es por arte del príncipe de los demonios por quien éste arroja a los demonios.» 23 Entonces los llamó junto a sí y les dijo por medio de parábolas: «¿Cómo puede Satanás arrojar a Satanás? 24 Si un reino se divide en bandos, ese reino no puede subsistir; 25 y si una casa se divide en bandos, tampoco esa casa podrá subsistir. 26 Si pues Satanás se levanta contra sí mismo y se divide en bandos, no puede subsistir, sino que ha llegado su fin. 27 Nadie puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquearla, si primero no logra atarlo; sólo entonces le saqueará la casa.
BLASFEMIA/ES: De aquellos deudos de Jesús, al fin y al cabo bien intencionados, se distinguen netamente los escribas llegados de Jerusalén y que observan suspicaces el ministerio de Jesús. Siembran contra Jesús una semilla peligrosa, propalando concretamente dos consignas, la primera de las cuales sólo la consigna Marcos: Es un poseso y expulsa los demonios en fuerza de un pacto con el príncipe de los demonios. Según la mentalidad judía, los demonios estaban al mando de un príncipe que aquí se le designa por «Beelzebul» o «señor de la morada» (*). Los nombres pueden cambiar -en Qumrán se hablaba del «Ángel de las tinieblas»-, pero se piensa siempre en Satán, el «príncipe de este mundo» (Jua 12:31), como muestra la continuación. La calumnia significa nada menos que Jesús es personalmente un poseso y que sus éxitos innegables se deben a un poder demoníaco. Es una calumnia, inaudita, pues a aquel que expulsa los demonios con el Espíritu de Dios (cf. Mat 12:28), se le atribuye un espíritu malo e impuro (cf. v. 29s) o se le imputa un pacto con el diablo. De ser así, Jesús se habría aliado con el enemigo de Dios para llevar a cabo sus expulsiones, y por lo mismo se habría convertido en un siervo de Satán. Ambas difamaciones desembocan en lo mismo: la sumisión de Jesús a Satán. La comparación del reino y de la «casa» refuta abiertamente el reproche de una alianza con el diablo. Si Satán luchase contra sí mismo o contra los suyos, su reino se dividiría y acabaría por derrumbarse; lo mismo ocurriría con una familia víctima de la división interna. Aunque la imagen de un reino de demonios bajo la estrategia de Satán se nos aparezca como «mitológica», el argumento conserva su fuerza: los poderes del maligno se dirigen en bloque contra Dios y quien se opone a los mismos se encuentra necesariamente del lado de Dios. Los contemporáneos de Jesús estaban convencidos de que con la posesión diabólica entraba en juego Satán; a nosotros -como ya a la Iglesia antigua- nos resulta a menudo más difícil reconocer la acción del maligno. Para la Iglesia primitiva uno de los criterios para «el discernimiento de espíritus» era la aceptación o el rechazo de la profesión de fe en Jesús (cf. 1Jn 4:2 s). Las difamaciones calumniosas contra él se repiten en las suspicacias contra su comunidad; pero por cuanto la Iglesia defiende la causa de Jesús y de Dios, está en condiciones de rechazar todos los ataques. La comparación siguiente del «fuerte» que guarda su casa sorprende singularmente, pues éste parece estar en su perfecto derecho; y, sin embargo, bajo el «fuerte» que es vencido por «el más fuerte» sólo puede entenderse a Satán. Jesús no ha rechazado estas comparaciones audaces, a través de cuyos acontecimientos sorprendentes -como aquí la derrota del dueño de la casa- pueden expresarse unas ideas aprovechables. Se trata de un símil en el que sólo se tiene en cuenta un punto de comparación: aquí entra en acción uno que es más fuerte, y que en este contexto sólo puede ser Jesús. Otros rasgos metafóricos -como la casa en que irrumpe el más fuerte o las alhajas que roba- no hay por qué subrayarlas. En la conciencia de Jesús no alienta la menor duda de que es superior a Satán y de que le vence con la fuerza de Dios. De este modo la comparación pasa a ser un testimonio impresionante de la idea que Jesús tenía sobre su propia obra, para la que el lector ya estaba preparado mediante el relato de la tentación. Con ello Jesús no se presenta como el Mesías en el sentido judío, pero sí como el depositario y administrador de las fuerzas divinas. Se demuestra aquí también que su obra no puede separarse de su persona: es él por quien tienen efecto las expulsiones demoníacas, por él irrumpe el reino de Dios entre los hombres (cf. Luc 11:20), por su obra queda Satán reducido a la impotencia (cf. Luc 10:18). Pero la potestad toda de Jesús no revela más que la salvación de Dios; se ha opuesto constantemente a un ejercicio de esa potestad con fines terrenos, rechazándolo como una tentación.
…………..
(*) La conocida forma {Beelzebub) procede de las versiones latinas y se apoya en la denominación injuriosa del dios de Eqrón en 2Re 1:2 s («Señor de las moscas»). Con «Señor de la morada» se piensa probablemente en el «Señor de la región celeste».
…………..
28 Os aseguro que a los hombres se les perdonará todo: los pecados y aun las blasfemias que profieran. 29 Pero quien blasfemare contra el Espíritu Santo jamás tendrá perdón, sino que siempre llevará consigo su pecado.» 30 Es que ellos decían: «Está poseído de un espíritu impuro.»
P-IMPERDONABLE: La palabra de Jesús sobre la «blasfemia» se acomoda al contexto y forma de Marcos. Blasfemar en sentido bíblico significa siempre un ataque al honor y poder divinos, directo o indirecto, a través de las injurias a los enviados de Dios o desprestigiando las acciones operadas por virtud divina. Por ello, se trata siempre de un pecado terrible. Mas Jesús asegura que a los hijos de los hombres se les perdonará todo, incluso las blasfemias, a excepción de las que van contra el Espíritu Santo. Tan confortante como la primera parte de esta sentencia resulta de extraña la segunda. ¿Existen, por lo mismo, pecados «imperdonables»? Pero es preciso agregar algo incluso para la recta interpretación de la primera parte: a fin de cuentas, Dios no va a perdonar generosamente todos los pecados sin más ni más, sino sólo cuando el hombre se convierta a él. La exigencia de la conversión era evidente para el judaísmo (véase el comentario a 1,4 y 1,15), requisito que también Jesús ha señalado con bastante frecuencia (Cf. Luc 13:1-5; Luc 15:7.10.18s). Cuando el pecador se convierte es cuando, según la doctrina de Jesús, el Padre celestial está dispuesto a perdonar hasta la culpa más grave (cf. Mat 18:23-35). Pero ¿por qué no se perdonará una «blasfemia contra el Espíritu Santo?» A la luz del requisito de la conversión, la respuesta sólo puede ser: porque tales hombres se obstinan en una postura contraria a la conversión, endureciéndose de tal modo en ella que Dios no puede perdonarles. Un pecado contra el Espíritu Santo no es simplemente un hecho, sino una disposición espiritual permanente, es una ceguera culpable por sí misma, un resistirse a la acción salvadora de Dios. En tanto que un hombre persiste obstinadamente en su oposición a Dios, se excluye a sí mismo de la salvación. Y eso es precisamente lo que acontece cuando alguien atribuye al espíritu satánico las acciones del Espíritu divino reconocibles en Jesús. Así debe haber entendido la Iglesia primitiva o Marcos (cf. v. 30) aquel insidioso ataque contra Jesús. El pasaje nos acerca al oscuro misterio del «endurecimiento» (cf. 4,12). Nada se dice aquí ni en otros pasajes sobre si los hombres pueden volver a salir de esta actitud completamente insensata. Sólo una vez respondió Jesús a la atormentada pregunta de los discípulos «¿Quién podrá salvarse?», diciendo que a los hombres eso es imposible, mas no es imposible a Dios (10,27). Estas palabras extraordinariamente graves sobre el pecado «imperdonable» no puede eliminar su mensaje de la ilimitada misericordia de Dios; pero muestra el reverso y las consecuencias que tiene para los hombres que se cierran tercamente a la invitación a convertirse y salvarse y persisten en la oposición al enviado de Dios y al Espíritu Santo que en él opera.
c) La nueva familia de Jesús (Mc/03/31-35).
31 Llegan entre tanto su madre y sus hermanos, y, quedándose fuera, lo mandaron llamar. 32 El pueblo estaba sentado en torno de él. Y le avisan: «Mira que tu madre, tus hermanos y hermanas están ahí fuera buscándote.» 33 Pero él les contesta: «¿Quién es mi madre y quiénes mis hermanos?» 34 Y paseando la mirada por los que estaban sentados a su alrededor, dice: «He aquí a mi madre y mis hermanos. 35 El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.»
El evangelista continúa manteniendo el escenario de Jesús dentro de la «casa» y rodeado por la multitud del pueblo (v. 20). Después de retirarse, los enemigos, vuelve a presentar ahora a los parientes más cercanos de Jesús, pero con una finalidad completamente distinta. La madre y «hermanos» de Jesús, es decir los primos -en algunos manuscritos el v. 32 trae también «hermanas», cf. también 6,3- quieren hacerle una visita; propósito distinto del de «los de su familia» del v. 21 que querían recogerle, como hemos visto. Los parientes cercanos de Jesús han llegado de Nazaret a Cafarnaúm; pero a la vista del tropel de gente, permanecen delante de la puerta y mandan a llamarle. Nada se nos dice acerca de una postura de repudio. Jesús se había alejado de ellos para seguir el llamamiento divino y demuestra ahora que también internamente se ha liberado de ellos, no por frialdad de sentimientos o desprecio de los vínculos familiares -que en Palestina eran muy estrechos-, sino por pertenecer a Dios por completo. Ha realizado personalmente lo que pide a sus discípulos (cf. Mat 10:37). Pero su respuesta no tiene sólo este sentido ejemplar sino que afecta sobre todo a la idea que la comunidad tiene de sí misma. En lugar de su familia terrena, Jesús se ha elegido otra familia espiritual. Echa una mirada sobre los hombres que están sentados a su alrededor y los llama «su madre y sus hermanos». Marcos habla con frecuencia de estas «miradas de Jesús a su alrededor» (Mat 3:5; Mat 5:37; Mat 10:23; Mat 11:21). Su mirada descubre una vigilancia y atención internas, pero también reclama el interés sobre unas ideas particulares. En conexión con nuestro pasaje está la ojeada en derredor que echa sobre los discípulos después de retirarse el «joven rico» (Mat 10:23), a la que sigue una palabra que les exhorta a la reflexión. ¿Quiere Jesús hacer constar simplemente que aquéllos son sus verdaderos parientes porque escuchan su palabra con atención? Entonces el pasaje coincidiría con la escena que tuvo lugar en casa de las dos hermanas, Marta y María, en que se alaba y recomienda la escucha atenta de la palabra de Jesús (Eze 10:39-42). Pero aquí no se habla expresamente de «escuchar su palabra», aun cuando se presuponga sin duda alguna. En lugar de eso, agrega Jesús: «El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi hermana y mi madre.» La escena está vinculada más bien a otra en que Jesús corrige la exclamación de alabanza de una mujer del pueblo: «Bienaventurados más bien los que escuchan la palabra de Dios y la guardan» (Luc 11:27 s). En consecuencia, se trata sobre todo de una exhortación a los allí sentados y a la comunidad posterior a entrar en comunión espiritual con Jesús mediante el cumplimiento de la voluntad divina. Ahora es cuando el contenido de la afirmación alcanza todo su valor para la comunidad que se formó después: ella se sabe identificada con la multitud congregada alrededor de Jesús que escucha su palabra; más aún, que está pendiente de su palabra para cumplir la voluntad de Dios de una manera total y exclusiva. Llamada y exhortación, elección y exigencia, unión beatificante y deber ineludible, todo esto late en las palabras de Jesús y es la conciencia que, en esta unidad transida de tensiones, determina en exclusiva la «familia» de Jesús, el pueblo escatológico de Dios.
Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje
Jesús sana nuevamente en el día de reposo (Mar 3:1-6)
Análisis de discurso
Al igual que en Mar 1:21-28, tenemos aquí una liberación que se produce en una sinagoga. En esta historia se combinan una sanidad y un incidente con los fariseos, a la vez que se nos dice algo sobre Jesús. El discurso se organiza, de nuevo, siguiendo una estructura concéntrica que va a subrayar la pregunta que Jesús le hace a los fariseos.
A. Jesús entra en la sinagoga (v. Mar 3:1)
B. Hay un hombre que tenía una mano seca (v. Mar 3:2)
C. Jesús le ordena al hombre levantarse y ponerse en medio (v. Mar 3:3)
D. Jesús pregunta si es lícito salvar una vida en el sábado (v. Mar 3:4)
C’. Jesús le ordena al hombre que extienda su mano (v. Mar 3:5)
B’. Al hombre se le cura la mano (v. Mar 3:5)
A’. Los fariseos salen de la sinagoga y traman matar a Jesús (v. Mar 3:6)
Sin lugar a dudas, el centro de este quiasmo señala cuál es el tema principal de Mar 3:1-6 : qué es lícito hacer el día sábado. Cuando la vida humana no estaba en peligro, como en este caso, la tradición exigía no sanar el sábado, pues era considerado como trabajo. Sólo se podía quebrantar el día de reposo cuando la vida de una persona estaba en peligro. Así es como los fariseos y sus escribas interpretaban la ley. Jesús tenía otra opinión. Para él la ley había sido dada con la intención de beneficiar al ser humano y exaltar la gloria de Dios. Retrasar una sanidad que beneficiaría al hombre de inmediato sólo por cumplir con el legalismo de no trabajar el día sábado contradiría el verdadero espíritu de la ley, que es el de dar vida (Hooker, 107). Y son los mismos fariseos quienes están transgrediendo la ley al tramar la muerte de Jesús, ya que están pensando en quitar la vida en el sábado. ¡Qué ironía tan grande! No por nada Jesús se entristece.
TÍTULO: “Jesús sana nuevamente en el día de reposo”. Nos decidimos por este título porque parece encapsular la tensión que se vive en esta historia, con los fariseos que le acechan para ver si sanaría al hombre en el día de reposo.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
En la sinagoga (ver Mar 1:21) Jesús encuentra un hombre que tenía seca una mano, esto es, una «mano tullida» (TLA). Obviamente, el individuo no podía mover su mano, y por eso algunas versiones traducen «paralizada» (BL, BJ, NVI, CEV).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Mar 1:21; Luc 14:1-6; Jua 5:9-10; Jua 9:14.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
El hombre paralizado (ver Mat. 12:9-14; Luc. 6:6-11). Los que se oponían a Jesús encontraron otra oportunidad para acusarle de haber hecho caso omiso del sábado cuando sanó al que tenía la mano paralizada, para el cual no parecían tener ninguna piedad. Los rabíes sólo permitían sanar en sábado cuando eran casos de vida o muerte, y claramente este no era el caso. Jesús no hizo ningún esfuerzo por evitar la trampa, como lo podría haber hecho. En su lugar, pidió al hombre que se parara ante todos ellos y le preguntó algo que llegaba a la médula del asunto. Evidentemente el dejar a esa persona sin sanar, dado que Jesús tenía el poder para sanarlo, era hacer un mal. El hacer el bien en sábado era, obviamente, el proceder correcto y con seguridad la ley del sábado no lo prohibía. (La segunda parte de la pregunta de Jesús, ¿Salvar la vida o matar?, es una manera más fuerte de decir lo mismo.) Los fariseos no podían responder sin condenarse a sí mismos, así que permanecieron en silencio. Mar. dice que Jesús los miró con enojo, dolido por la dureza de sus corazones. Dado que éste es uno de los pocos lugares donde Marcos alude al enojo de Jesús, es importante saber la causa.
La sanidad de este hombre en sábado fue el momento en que dos bandos que nunca se hubieran aliado, los fariseos y los herodianos, decidieron destruir a Jesús y tomaron consejo contra él, cómo destruirlo. Si no creemos en Jesús tenemos que terminar crucificándolo. Marcos nos advierte de esta elección desde el comienzo de su Evangelio. Los fariseos eran los “fundamentalistas religiosos” de su día, mientras que los herodianos, desconocidos fuera de Mar., parecen haber sido un partido secular, apoyando la dinastía de Herodes. Esta fue una combinación de cinismo y oportunismo político, algo que se nota en el mundo donde hay oposición al evangelio. El enemigo usa cualquier herramienta que puede.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
3.2 Ya los líderes judíos se declararon en contra de Jesús. Están celosos de su popularidad, sus milagros y su autoridad al hablar. Valoran tanto su posición en la comunidad y sus oportunidades de ganancia personal que perdieron de vista la meta de todo líder religioso: conducir la gente a Dios. Si alguien debía haber reconocido al Mesías, eran ellos, pero no quisieron hacerlo porque no estaban dispuestos a perder sus apreciadas posiciones ni su poder. Cuando Jesús puso al descubierto sus verdaderas actitudes, automáticamente se transformaron en enemigos del Mesías y empezaron a buscar la forma de que la gente también se volviera en contra suya para detener su creciente popularidad.3.5 Jesús se enojó al ver la actitud despiadada de los fariseos. Enojarse, en sí mismo, no es malo. Depende de lo que nos hace enojar y lo que hacemos con el enojo. Con mucha frecuencia expresamos nuestro enojo de manera egoísta y perjudicial. Jesús en cambio expresó su enojo corrigiendo un problema: sanó la mano al hombre. Aplique su enojo a buscar soluciones constructivas más que a agravar el problema provocando pena en la gente.3.6 Los fariseos eran un grupo religioso que con celo seguía la Ley del Antiguo Testamento así como sus tradiciones. Eran respetados en la comunidad, pero odiaban a Jesús porque se enfrentó a sus orgullosas actitudes y a sus poco honorables motivaciones.Los herodianos eran un partido político judío que esperaba restaurar en el trono la línea de Herodes el Grande. Jesús era una amenaza para ellos porque desafiaba sus ambiciones políticas. Fariseos y herodianos, por lo general enemigos, unieron sus fuerzas en contra de Jesús porque este los desenmascaraba y socavaba su poder y reputación.3.6 Jesús realizó una buena obra, pero los fariseos lo acusaron de quebrantar la Ley que prohibía brindar atención médica el día de reposo, salvo en casos de vida o muerte. Irónicamente, los fariseos que acusaban a Jesús de quebrantar el día de reposo al sanar a alguien, planeaban un asesinato.3.7, 8 Aunque Jesús era blanco del fuego de los líderes religiosos, seguía ganando popularidad entre el pueblo. Algunos eran curiosos, otros buscaban sanidad, otros evidencias para usarlas en su contra y otros querían saber si en realidad era el Mesías. La mayoría no entendía la verdadera dimensión de lo que ocurría entre ellos. Hoy en día, la gente sigue al Señor por idéntica variedad de razones. ¿Cuál es la razón primordial por la que usted sigue a Jesús?3.11 Los demonios sabían que Jesús era el Hijo de Dios, pero no querían renunciar a sus malos propósitos. Saber de Jesús o incluso creer que El es el Hijo de Dios no garantiza la salvación. También hay que desear seguirle y obedecerle (Jam 2:17).3.12 Jesús advirtió a los demonios que no divulgaran que era el Mesías, porque no deseaba que alimentaran falsas ideas populares. La inmensa multitud estaba a la espera de un líder político y militar que los libertara del yugo de Roma. La enseñanza recibida decía que el Mesías profetizado en el Antiguo Testamento sería esa clase de hombre. Jesús quería enseñarle al pueblo la clase de Mesías que era, tan distinto al de sus expectativas. Su reino es espiritual. Y comenzaría, no con el derrocamiento de los gobernantes, sino con el derrocamiento del pecado en los corazones de la gente.3.14 Jesús estaba rodeado de seguidores, de los cuales escogió a los doce que serían sus compañeros da cada día. No los seleccionó en base a su fe, porque era vacilante. Tampoco los escogió por talentos y habilidades que a lo mejor tenían, porque ninguno se destacaba por sus habilidades. Los discípulos representaban una amplia gama de trasfondos y experiencias de la vida, pero al parecer no tenían más potencial de liderazgo que los que no se escogieron. La única característica que tenían todos era su decisión de obedecer y seguir a Jesús. Después de la ascensión fueron llenos con el Espíritu Santo y jugaron papeles determinantes en el crecimiento de la iglesia primitiva. No nos descalifiquemos en nuestro servicio a Cristo por no tener las mejores credenciales. Para ser un buen discípulo sencillamente hay que estar listo a seguir a Jesús con un corazón dispuesto.3.14, 15 ¿Por qué Jesús escogió doce hombres? El número doce corresponde a las doce tribus de Israel (Mat 19:28), con lo cual se muestra la continuidad entre el antiguo sistema religioso y el nuevo basado en el mensaje de Jesús. Muchos seguían a Jesús, pero los doce recibieron la preparación más intensa. Podemos ver el impacto de estos hombres en el resto del Nuevo Testamento.3.18 Los zelotes eran judíos nacionalistas que se oponían a la ocupación romana en Palestina.3.21 Con las multitudes presionándolo, Jesús ni siquiera tenía tiempo para comer. De ahí que sus amigos y familiares viajaron desde Nazaret para llevarlo a su casa (3.31-32). Pensaban que se había convertido en un fanático religioso. Les preocupaba esta posibilidad, pero no tomaban en cuenta el propósito de su ministerio. Aun sus más allegados fueron lentos en comprender su verdadera identidad.3.22-27 Los fariseos no podían negar los milagros de Jesús ni su poder sobrenatural. Negaban, sin embargo, que viniera de Dios, porque de aceptarlo habrían tenido que reconocer también que era el Mesías. Y su orgullo no les permitió dar ese paso. Por eso, en un intento por destruir su popularidad entre la gente, lo acusaron de actuar con el poder de Satanás. En la respuesta de Jesús, versículos 23 al 26, vemos que el argumento de estos líderes judíos no tenía ningún sentido (Beelzebú se refiere a Satanás).3.27 Aunque permite a Satanás actuar en el mundo, Dios sigue en control de todo. Jesús, en su condición de Dios, tiene poder sobre Satanás; puede echar fuera demonios y poner fin a sus terribles obras en la vida de la gente. Un día, Satanás será derrotado para siempre y nunca más volverá a actuar en el mundo (Rev 20:10).3.28, 29 Algunas veces los cristianos se preguntan si han cometido el pecado de blasfemar contra el Espíritu Santo. Este no es un pecado del cual los cristianos deben preocuparse, pues se trata de una actitud de incredulidad y falta de arrepentimiento. Rechazar a propósito la acción del Espíritu Santo es blasfemia porque es rechazar a Dios mismo. Los dirigentes religiosos acusaron a Jesús de blasfemia, pero irónicamente blasfemaron cuando cara a cara lo acusaron de estar poseído por Satanás.3.31-35 María era la madre de Jesús (Luk 1:30-31) y sus hermanos sin duda eran los hijos que María y José tuvieron después de Jesús (véase también 6.3). Muchos cristianos, sin embargo, creen la antigua tradición según la cual María tuvo un solo hijo. Si esto es verdad, tal vez los «hermanos» de Jesús eran sus primos (en esa época se acostumbraba llamar hermanos a los primos). Hay quienes dan otra alternativa: cuando José se casó era viudo y estos hermanos de Jesús eran hijos del primer matrimonio de José. En ese caso, serían medios hermanos de Jesús (véase Mar 6:3-4). Según vemos en el versículo 21, la familia de Jesús no logró entender a plenitud el ministerio de Jesús. Jesús explicó que nuestra familia espiritual establece relaciones que en último término pueden ser más importantes y perdurables que las relaciones formadas en nuestras familias carnales.3.33-35 La familia de Dios es de brazos abiertos y no excluye a nadie. Aunque Jesús amaba a su madre y a sus hermanos, también amaba a quienes lo amaban. Jesús no hacía acepción de personas, sino que concedía a todos el privilegio de obedecer a Dios y ser parte de su familia. En nuestro mundo, cada vez más computarizado e impersonal, las relaciones afectuosas entre los miembros de la familia de Dios adquieren una mayor importancia. La iglesia puede dar amor y cuidado personal que mucha gente no encuentra en ninguna otra parte.
Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir
REFERENCIAS CRUZADAS
a 99 Mat 12:9; Luc 6:6
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
1 (1) Con respecto a los vs.1-6, véanse las notas de Mat_12:9-14 .
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
19 (e) Curar en sábado (3,1-6). Al igual que la primera (2,1-12), la quinta controversia entreteje un relato de milagro y un debate, mostrando que Jesús es poderoso en obras y palabras. El tema en cuestión es la observancia del sábado; como 2,23-28, este relato serviría como argumento con el que la Iglesia primitiva defendería su libertad con respecto al sábado. Las reacciones de los adversarios se han endurecido considerablemente desde el primero hasta este último relato de la serie. 1. la sinagoga: Que se trata de la sinagoga de Cafarnaún (1,21-28) lo confirma el adverbio palin, «de nuevo», una mano atrofiada: El término griego impreciso que se utiliza nos impide determinar la naturaleza de la enfermedad o si era o no congénita. 2. si lo curaría en sábado: El problema lo determina el momento elegido (el día de sábado) y la naturaleza de la enfermedad (no era mortal). Los rabinos permitían que se curara en sábado cuando el enfermo se encontraba en grave peligro (cf. mSabb. 18,3). En este sentido, es pertinente que citemos un pasaje de mYoma 8,6: «Todo riesgo de (pérdida) de vidas suplanta el sábado (ley)». La controversia se centra en si Jesús se atrevería a ir más allá de este límite para curar a alguien que no se encontraba en peligro de muerte. 4. está permitido en sábado hacer el bien o hacer el mal: Con su pregunta, Jesús trasciende los parámetros del debate rabínico (cf. 3,2) y suscita la cuestión sobre hacer el bien o el mal en sábado. El texto conlleva la afirmación implícita de que Jesús, el Hijo del hombre (cf. 2,27-28), tiene autoridad sobre el sábado. 5. con indignación: Para otras referencias marcanas a las emociones de Jesús, véase 1,41.43; 7,34; 8,12; 10,14.21. 6. los herodianos: Eran los partidarios y defensores de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea; no constituían una secta o partido como los fariseos, los saduceos o los discípulos de Juan Bautista. W. J. Bennett (NovT 17 [1975] 9-14) sugiere que su mención puede haber sido una creación redaccional de Marcos para desarrollar el paralelismo que construye entre el Bautista y Jesús (cf. 6,14-29). cómo acabar con él: En el curso de las cinco controversias de 2,1-3,6, la reacción de los adversarios ha ido transformándose desde el asombro (2,12) hasta la manifiesta hostilidad. Incluso ya durante la revelación del poder de Dios en Galilea se inicia aquella oposición que acabará con la muerte de Jesús en la cruz.
20 (III) Jesús es rechazado en Galilea (3,7-6,6). La nota negativa con la que acaba la sección anterior se desarrolla en esta nueva sección. Marcos nos ofrece, en primer lugar, algunos ejemplos de la respuesta positiva que el pueblo en general (3,7-12) y los Doce (3,13-19a) dieron a Jesús. En segundo lugar, estos ejemplos se ven contrarrestados con la respuesta negativa por parte de la familia de Jesús y los escribas (3,19b-35). A continuación, Marcos nos presenta algunas parábolas y explicaciones relativas a la enseñanza de Jesús (4,1-34), que suscitarán una oposición creciente en los de «fuera». El ciclo de relatos de milagro (4,35-5,43) muestra el poder de Jesús sobre la naturaleza, la posesión demoníaca, la enfermedad y la muerte. El último relato (6,1-6) nos explica cómo Jesús fue rechazado por sus paisanos.
21 (A) Respuestas positivas (3,7-19a).
(a) LA GENTE SE ACERCA A JESÚS (3,7-12). Los especialistas consideran, frecuentemente, que este pasaje es un sumario de transición propio de Marcos. Efectivamente, es de transición porque trata de la recepción entusiasta de Jesús como sanador y remite a su enseñanza mediante parábolas (4,1-34) y a sus exorcismos (5,1-20). Es propio de Marcos porque casi todas las palabras han aparecido con anterioridad y toda la unidad parece proceder de su pluma. Y es un sumario puesto que, en lugar de una narración de determinados acontecimientos, percibimos en él una tendencia generalizadora. Ahora bien, esta particularidad del pasaje no debería apartar nuestra atención de las importantes contribuciones que hace al relato que el evangelista escribe sobre Jesús. Nos referimos, concretamente, a la descripción de la gente que, procedente de muchas comarcas, se acerca a Jesús (3,7-8), y al mandato con el que prohíbe a los espíritus inmundos que propaguen su identidad (3,11-12). 7. se retiró: El verbo griego anechórésen no implica necesariamente que Jesús huyera; significa que dejó Cafarnaún para dirigirse a cualquier otro lugar del lago de Galilea, de Judea… Tiro y Sidón: La gente viene desde todas las direcciones para encontrarse con Jesús. Samaría es el único lugar que no se menciona; las ciudades de la Decápolis se difieren a 5,20. Aquellas comarcas que no pertenecían al territorio de Israel (Idumea, Transjordania, Tiro y Sidón) tenían población judía. 8. acudieron a él: Mientras que fue Jesús quien se dirigió a sus primeros discípulos (1,16-20), ahora es la gente quien se dirige a él como centro de atracción. La descripción de la muchedumbre nos remite a los destinatarios de su enseñanza en parábolas (4,1-2). 9. una barca: Sobre la utilización por Jesús de una barca para evitar la presión de la muchedumbre, cf. 4,1-2. 10. curó a muchos: Como en 1,34, el término «muchos» (pollous) no exige que lo interpretemos como «a algunos, pero no a todos». No obstante, Mt 12,15 cambia pollous por pantas («todos»), 11. espíritus inmundos: Como en 1,23-24, los demonios reconocen la verdadera identidad de Jesús. Esta descripción nos remite también a 5,1-20 (especialmente, v. 5). el Hijo de Dios: Los seres preternaturales reconocen la identidad sobrenatural de Jesús; el poder que tiene sobre ellos forma parte de su victoria definitiva sobre el mal. Sobre la aplicación que Marcos hace a Jesús del título Hijo de Dios, cf. 1,1; 5,7; 15,39; sobre otros títulos afines, cf. 1,11; 9,7; 14,61. 12. que no lo descubriesen: Como en 1,25.34, Jesús prohíbe a los demonios que den a conocer su identidad.
22 (b) ELECCIÓN DE LOS DOCE (3,13-19a). Aunque Jesús ya había llamado a algunos para que le siguieran (1,16-20; 2,14), y había muchos otros que le estaban siguiendo, la elección de los Doce tiene un gran significado como primer paso de carácter simbólico para la constitución del pueblo de Dios. El número doce alude a las tribus de Israel y remite al pueblo escatológico del reino de Dios. La lista marcana de los Doce (3,16-19) coincide, en gran parte, con las otras listas del NT (Mt 10,2-4; Lc 6,14-16; Hch 1,13); sobre algunas discrepancias de menor importancia → Pensamiento del NT, 81:135-46). El ideal que Marcos tiene del discipulado -estar con Jesús y compartir su ministerio es la característica teológica principal del pasaje (3,14-15). 14. doce: A menudo Marcos usa la expresión «los doce» (cf. 4,10; 6,7; 9,35; 10,32; 11,11; 14,10.17.20.43). Algunos manuscritos añaden la proposición «a los que también llamó apóstoles» (pero, cf. Lc 6,13). para que estuviesen con él: Marcos piensa que el fundamento del discipulado es estar con Jesús. Esta relación permite a los Doce tomar parte en los ministerios de predicación (3,14) y exorcismo (3,15) realizados por Jesús; cumplirán este encargo sólo en 6,7-13.16. Simón, a quien dio el nombre de Pedro: Marcos no nos cuenta por qué Jesús llamó «piedra» a Simón; Mt 16,18 conecta este sobrenombre con la fundación de la iglesia; en Jn 1,42 parece aludir a algún aspecto del carácter de Simón (cf. PNT 58-59.89-91). 17. Boanérges: La cuestión del apodo Boanérges y su explicación, «hijos del trueno», ha provocado un elevado número de teorías, pero no hay ninguna que haya logrado clarificarla de forma definitiva (cf. H. Balz, EWNT 1.535). 18. Andrés: Marcos no nos dice nada sobre la llamada de los otros ocho discípulos que aparecen en la lista después de Andrés; notemos que al segundo Santiago se le apellida «hijo de Alfeo» (2,14). Simón el zelota: El adjetivo griego kananaios, probablemente, no procede de Canaán o Caná, sino más bien de la palabra aramea qan’ana, que significa «zelota». Aunque el término se refiera a un grupo de revolucionarios judíos que se rebelaron contra Roma ca. 66-70 d.C., no parece que hubiera tenido una connotación política en tiempos de Jesús. Al menos Lucas no muestra ningún problema al traducirlo con el término griego zélótés (Lc 6,15; Hch 1,13). Simón podría haber sido un «entusiasta» en un sentido estrictamente religioso. 19. Judas Iscariote: Probablemente, el apellido Iskarioth encierra una referencia geográfica, es decir, era «natural de Cariot» (cf. Jos 15,25; Jr 48,24). El hecho de que se incluya a Judas en la lista de los Doce y la rapidez con la que la primitiva comunidad de Jerusalén actuó para ocupar su vacante (cf. Hch 1,15-26) constituyen un argumento a favor de que la institución de los Doce tuvo su origen en el ministerio de Jesús con el consiguiente reconocimiento del significado simbólico que poseía este grupo.
23 (B) Respuestas negativas (3,19b-35). La perícopa consta de los siguientes elementos: (A) la acusación realizada por la familia de Jesús (3,19b-21); (B) la acusación que hacen los escribas (3,22); (C) la defensa de Jesús (3,23-27); (B’) juicio de Jesús sobre los escribas (3,28-30); (A’) juicio de Jesús sobre sus parientes (3,31-35). Desde un punto de vista apologético, el texto refuta las siguientes acusaciones que se hicieron contra Jesús durante su ministerio e incluso tras su muerte: (1) estaba fuera de sí; (2) estaba poseído por un demonio; (3) era un agente de Satán. Contiene también enseñanzas teológicas positivas sobre el perdón de los pecados (3,28) y sobre la comprensión de los cristianos como miembros de la familia de Dios (3,35). 19. casa: La expresión griega eis oikon, «a una casa», se refiere a Nazaret, donde aún vivían los parientes de Jesús. 21. parientes: La frase griega hoi par’autou se refiere, al parecer, a los parientes de Jesús (BP, «sus familiares»; CB, «sus parientes»; BJ, «sus parientes»); cf. 3,31-35. Estos pretenden controlarlo para que no comprometiera a la familia. Unos pocos manuscritos cambiaron esta expresión por la frase «los escribas y los otros», obviamente para suavizar el impacto del incidente en el que los adversarios de Jesús eran sus propios parientes (entre quienes también se encontraba María, 3,31). decían que estaba trastornado: Algunos especialistas interpretan la expresión «pues ellos decían» en el sentido impersonal de «pues la gente decía», convirtiendo, de este modo, a los parientes en meros receptores de la opinión que la gente tenía de Jesús. Otros autores interpretan el término exesté como un comentario sobre el comportamiento de la muchedumbre, en el sentido de que era la gente quien estaba fuera de sí (cf. MNT 51-59). 22. los escribas que venían de Jerusalén: Este nuevo grupo de adversarios suscita una nueva acusación; véase en 3,28-30 el comentario que hace Jesús sobre ellos. Mt 12,24 identifica a los adversarios con los fariseos, y Lc 11,15 lee «algunos de ellos». poseído por Beelzebul: En primer lugar, acusan a Jesús de estar poseído por un demonio con creto. Beelzebub es el nombre que encontramos en algunas versiones antiguas pero no en los manuscritos griegos; esta forma se basa en 2 Re 1,2, donde aparece con el significado de «el señor de las moscas». El término Beelzeboul se interpreta como «el señor del estiércol» o «el señor de la colina o la morada», pero no estamos seguros de ninguna de estas interpretaciones, por el príncipe de los demonios: En segundo lugar, se acusa a Jesús de hacer los exorcismos con la ayuda de Satanás. Aunque las dos acusaciones -estar poseído y ser un instrumento de Satanásestán relacionadas y reciben una respuesta conjunta en 3,23-27, no tratan precisamente de lo mismo. 23. en parábolas: Esta expresión se refiere en este contexto al modo en que Jesús responde a las acusaciones, y prepara la enseñanza mediante parábolas que realizará en 4,1-34. cómo Satanás puede expulsar a Satanás: Las acusaciones de los escribas presuponen que el poder de Jesús era tan extraordinario que no podía explicarse solamente con argumentos naturales. La réplica de Jesús da por sentado que Satanás es el señor de las fuerzas del mal (H. Kruse, Bib 58 [1977] 29-61). Puesto que los exorcismos de Jesús constituyen una amenaza para Satanás, no tendría ningún sentido que se realizaran con su ayuda. 24. si un reino está dividido contra sí mismo: El problema central se explica mediante tres ejemplos que tienen la misma estructura: si un reino, una casa o Satanás están divididos contra sí mismos, no pueden permanecer en pie. La conclusión implícita es que Jesús no pertenece en modo alguno a la esfera de Satanás. 25. casa: El término griego oikia puede referirse al edificio (casa) como también a la gente que lo habita (hogar). 26. Satanás: Los dos miembros iniciales de la serie eran analogías (vv. 24-25). El tercer miembro es denotativo: Si Satanás fuese realmente el responsable de la actividad de Jesús, estaría lanzando a uno de sus esbirros contra los otros, y de este modo se destruiría a sí mismo y su reino. 27. la casa del hombre fuerte: Jesús «el fuerte» (cf. 1,7) ha entrado en la casa de Satanás y lo ha atado; de no ser así, Jesús no podría haber realizado exorcismos. No solamente no estaba Jesús del lado de Satanás, sino que, además, era su enemigo. 28. pecados y blasfemias: El dicho se inicia con el solemne «amén». No deberíamos pasar por alto el extraordinario alcance que tiene la afirmación de que pueden perdonarse todos los pecados (incluyendo el asesinato, la impureza y la apostasía) por una excesiva concentración en la excepción que presenta el versículo siguiente. 29. blasfemia contra el Espíritu Santo: En el contexto marcano, el pecado imperdonable reside en atribuir las curaciones realizadas por Jesús, que se deben a la acción del Espíritu Santo, al poder de Satanás. Con el término «blasfemia» se describe la actitud irreverente hacia el Espíritu Santo, es decir, no ver la presencia del Espíritu en el ministerio de Jesús. 30. pues decían: «tiene un espíritu inmundo»: La respuesta de Jesús se dirigía a la segunda acusación realizada por los escribas. Ahora, el evangelista, añadiendo su propio comentario, regresa a la primera acusación de que estaba poseído por un demonio. Pero, de hecho, ya había sido respondida implícitamente en el curso de la argumentación anterior al afirmar que la fuente del poder de Jesús era el Espíritu y no Satanás. 31. su madre y sus hermanos: Este grupo es el mismo que (o al menos forman parte de) los hoi par’autou que se mencionan en 3,21. Sobre los hermanos de Jesús, cf. 6,3 (cf. MNT 59-67.253-82). 32. muchedumbre: La muchedumbre no muestra hostilidad hacia a Jesús, sino que transmite la palabra de la familia, tus hermanos: Algunos manuscritos añaden «y tus hermanas». El hecho de que no aparezca en 3,31.33.34 y la facilidad con la que los escribas podían haberla omitido nos sugiere que se trata de una lectura original. 33. quiénes son mi madre y mis hermanos: Este importante dicho contiene, al menos, una dura crítica sobre la familia biológica de Jesús, pues se opone a aquellos que son sus auténticos parientes (espirituales), es decir, a los que cumplen la voluntad de Dios. 35. el que cumple la voluntad de Dios es mi hermano: En una sociedad en la que las relaciones familiares son extraordinariamente importantes, la idea de formar parte de una familia espiritual tenía el efecto de relativizar las otras relaciones y hacer que los seguidores de Jesús las evaluasen a la luz del criterio de la voluntad de Dios.
Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo
Estos versículos nos vuelven a presentar a nuestro Señor haciendo un milagro. Cura en la sinagoga a un hombre «que tenía una mano seca». Ocupado siempre de los negocios de su Padre, siempre haciendo bien, y haciéndolo a vista de enemigos y de amigos -tal era el curso diario del ministerio terrenal de nuestro Señor. Y «nos dejó un ejemplo para que siguiéramos sus huellas» 1 Pedro 2.21 «¡Benditos sean esos cristianos que se esfuerzan en su debilidad por imitar a su Maestro!.
Veamos en estos versículos, como nuestro Señor Jesús era vigilado por sus enemigos. Leemos, «que lo acechaban, si lo curaban en sábado, y podían entonces acusarlo.
¡Que prueba tan triste tenemos aquí de la maldad de la naturaleza humana! Era en día de sábado que estas cosas acontecían, y en la sinagoga donde los hombres se reunían para oír la palabra y adorar a Dios. Aún en el día del Señor, y en los momentos de tributarle adoración, estos miserables formalistas estaban tramando maldades contra nuestro Señor. Los mismos hombres que pretendían ser tan estrictos y tan santos en cosas de poca importancia, estaban llenos de pensamientos maliciosos y coléricos en medio de la congregación. Prov. 5.14.
El pueblo de Cristo no debe esperar ser tratado mejor que su Maestro. Están siempre espiados por un mundo malévolo y rabioso. Examina su conducta con ojos perspicaces y envidiosos; todos sus pasos son vigilados y seguidos constantemente. Son hombres marcados y nada pueden hacer que el mundo no lo note.
Su vestido, sus gestos, el empleo de su tiempo, su conducta en todas las situaciones de la vida, todo en ellos es observado rígida y menudamente. Sus adversarios están esperando su primer tropezón, y tan pronto como incurren en un error, los impíos se regocijan.
Bueno es que los cristianos tengan esto siempre presente. Adonde quiera que vayamos, cualquiera cosa que hagamos, recordemos que estamos «espiados» como nuestro Maestro. Esta idea debe decidirnos a ejercer una santa vigilancia sobre nuestra conducta, para que no habamos nada que permita al enemigo blasfemar. Debería comunicarnos una diligencia exquisita para evitar aun las «apariencias del mal». Sobre todo, debería influir en nosotros para que orásemos mucho, contuviéramos nuestra cólera y nuestras lenguas, y nos manejáramos siempre bien en público. Ese Salvador que estuvo «espiado», sabe simpatizar con su pueblo, y suministrarle la gracia que necesita en sus épocas de necesidad.
Fijémonos, en segundo lugar, nuestra atención en el gran principio que Nuevo Testamento Señor establece respecto a guardar el sábado. Enseñaba que es legítimo «hacer bien» en sábado.
Establece este principio haciendo una pregunta muy notable. Pregunta a los que estaban en torno suyo, si era «legítimo hacer bien o mal en sábados, salvar la vida, o matar» ¿era mejor curar a ese pobre enfermo que tenía en su presencia con una mano seca, o abandonarlo a su destino? ¿Era más pecaminoso restaurar a una persona la salud en sábado, que tramar un asesinato, o alimentar odios contra un inocente, como lo estaban haciendo en aquel mismo momento con El? ¿Eran ellos intachables que deseaban matarlo? No es de admirarse que al ser así interrogados los enemigos de nuestro Señor «guardaran silencio.
Según estas palabras del Señor es muy claro que ningún cristiano debe nunca titubear en hacer en domingo una obra que sea realmente buena y necesaria. Una verdadera obra de misericordia, como asistir a los enfermos o aliviar algún dolor, puede hacerse siempre sin ningún escrúpulo. Ningún acto de esta clase ataca en lo más mínimo la santidad con que el cuarto mandamiento reviste el día de sábado.
Pero debemos tener cuidado que no se abuse del principio que aquí establece nuestro Señor y se le haga servir para malos fines. No nos permitamos la suposición que el permiso de «hacer el bien» implica la idea que cada cual puede hacer lo que le agrade el día del sábado. El permiso de «hacer el bien» no quiso decir nunca que abrieran las puertas a diversiones, festividades mundanas, viajes, paseos y goces sensuales. No tuvo por objeto permitir trenes de ferrocarril en domingo, ni vapores, ni exhibiciones. Estas cosas no hacen bien a nadie, y si mal a muchos; defrauda a los sirvientes del descanso de séptimo día, convierten el domingo para muchos en día de duras tareas. Guardémonos de pervertir el verdadero significado de las palabras de nuestro Señor.
Recordemos que clase de bien hizo El en sábado y sancionó con su bendito ejemplo. Preguntémonos se hay la más ligera semejanza entre las obras de nuestro Señor el sábado y esa manera de emplear el sábado por muchos atreviéndose a apelar para ello al ejemplo de nuestro Señor. Fijémonos en el significado claro y genuino de las palabras de nuestro Señor y apoyémonos en ellas. Nos ha dado libertad para «hacer el bien» pero no para fiestas, espectáculos, reuniones mundanas, ni excursiones.
Notemos por último, los sentimientos que la conducta de los enemigos de nuestro Señor desertó en su corazón. Se nos dice que «Indignado fijó sus miradas en todos los que lo rodeaban, condoliéndose de la dureza de sus corazones».
Esta expresión es muy notable digna de una atención especial. Es para recordarnos que nuestro Señor Jesucristo en cuanto hombre, era como nosotros en todo, exceptuando tan solo el pecado. Nuestro Señor conocía por experiencia y experimentaba todos los sentimientos puros que son propios de la constitución del hombre. Leemos que se «maravillaba», que se «regocijaba», que «lloraba», que «amaba» y en este pasaje leemos que «sentía indignación».
Se deduce claramente de estas palabras que hay una «indignación» legítima, justa, y no pecaminosa. Hay una indignación justificable y que en algunos casos es permitido manifestar. Salomón y Pablo enseñan ambos la misma lección. «El viento del norte ahuyenta la lluvia, así un rostro indignado la lengua murmuradora» Prov. 25.23 «Indignaos y no pequéis» Ef. 4.26.
Debe confesarse, sin embargo, que la cuestión es muy difícil. De todos los sentimientos que el corazón del hombre experimenta, ningún se despierta quizás mas pronto que la cólera o la indignación. No hayan ninguno que sea mas difícil de dominar cuando le a excitarse, ni cuyas consecuencias sean más terribles.
Todos debemos saber a que extremos arrastra aun a hombres religiosos el mal carácter, la irritabilidad, y la pasión. La historia de la «disputa» de Pablo y Bernabé en Antioquia y la de Moisés cuando provocado, «habló desertadamente con sus labios» son familiares a todos los lectores de la Biblia. El hecho terrible que palabras apasionadas son una infracción del sexto mandamiento, se nos enseña muy claramente en el Sermón de la Montaña; y, sin embargo, vemos aquí que hay una indignación que es legítima.
Concluyamos de meditar sobre este punto orando fervorosamente para que podamos distinguir el espíritu que nos domina cuando la indignación o la cólera se apoderan de nosotros. Estemos seguros que no hay ningún sentimiento en el hombre que debamos vigilar con más cautela. Una ira no pecaminosa es cosa muy rara. La rabia del hombre tiene rara vez por causa la Gloria de Dios. De todas maneras creemos que una indignación justa debe estar mezclada con dolor y pesar por los que la causan, como sucedió en el caso del Señor que aquí se nos refiere. Y de esto es que debemos estar seguros -que es mejor no indignarnos nunca, que sentir indignación y pecar.
Fuente: Los Evangelios Explicados
R902 Ἐξηραμμένην ἔχων es similar a un perfecto perifrástico: quien tenía una mano seca.
Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego
Habiendo curado Jesús una mano seca, por evitar los malos designios de los fariseos, se retira; y concurriendo a él de todas partes las turbas, sana sus enfermos. Envía a predicar a los doce que había escogido, comunicándoles poder sobre las enfermedades y endemoniados. Convence de falsedad a los escribas que blasfemaban de él, calumniándole de que lanzaba los demonios en virtud de Beelzebub. Dice que es irremisible la blasfemia contra el Espíritu Santo; y quién son su madre y hermanos.
2 a. Los escribas y fariseos, que se hallaban presentes.
5 b. El Griego: sullupóumenos epí té porósei. La palabra pórosis significa callo o dureza; y ésta es la que excitó la conmiseración del Señor. En esta ocasión nos enseñó cómo hemos de aborrecer lo malo en los hombres, mirando al mismo tiempo con caridad y misericordia a los mismos hombres en quienes se hallan los vicios. Y en este sentido se ha de entender aquel versículo de David en el Salmo 118,113: Aborrecí a los malos. El celo de la gloria de Dios y el amor a su santa ley no nos permite aprobar lo malo de ningún modo; más la caridad, que es la basa de la misma ley, nos prohibe aborrecer a nuestro hermano, aunque sea malo y pecador.
c. El Griego: hugiés hos he álle, sana como la otra.
6 d. Estos hombres tan celosos de la observancia del sábado, no hacían escrúpulo de juntarse en concilio aquel mismo día para ver cómo habían de oprimir al inocente. Y para una iniquidad, la más detestable que se conoció en todos los siglos, se unieron con los Herodianos, a quienes aborrecían mortalmente por ser del partido de los romanos (véase Mt 22,16).
10 e. El Griego: mástigas, azotes. MS. Majamientos; como si dijera algún azote o castigo del cielo con que avisa a los hombres para que vuelvan sobre sí.
f. Era tanta la multitud y tropel de gente que acudía a él, deseosa de lograr el beneficio de la salud, que apretándose los unos a los otros por poder llegar a tocarle, casi se dejaban caer sobre él, y le causaban no pequeña molestia.
11 g. Quiere decir, los hombres que estaban poseídos de los espíritus impuros.
13 h. Jesucristo en otra ocasión (Jn 15,16), hizo presente a sus Apóstoles: Que no eran ellos los que le habían elegido a él, sino él el que había elegido a ellos. Y San Pablo (1Cor 1,1) dice, que era apóstol por la vocación y voluntad de Dios. Y en Heb 5,1-4, cuando habla del sumo pontificado de Jesucristo, dice, que ninguno se apropie, esto es, se usurpe este honor, sino que es necesario ser llamado como Aarón. Pues, si este Señor no se apropió la dignidad de pontífice, ¿con cuánta mayor razón debían ser elegidos, no por su propia voluntad, sino por la del mismo Señor, los que habían de tener su lugar en calidad de Apóstoles? Y ¿qué horrible presunción no será la de aquellos, que siendo muy inferiores a los Apóstoles en toda suerte de dones y de gracias, se entremeten por sí mismos en un ministerio, en el que suceden a la dignidad de aquellos, que el hijo de Dios llamó a sí según la elección de su pura voluntad, para estar con él, y para ser enviados a predicar a todas las naciones? ¿Qué pueden esperar estos hombres vanos y presuntuosos, si consideran que la vocación y elección de la pura voluntad del Hijo de Dios no impidió a Judas que vendiese a su mismo Maestro, y que por este mismo camino se perdiese? El Señor eligió entonces a sus Apóstoles, no para enviarlos luego a predicar su Evangelio, sino que quiso que permaneciesen en su compañía con el fin de darles sus instrucciones, y formarlos poco a poco con su ejemplo para enviarlos después en el tiempo determinado por su providencia a que propagasen su doctrina.
17 i. Hijo, y lo mismo después, hijo de Alfeo.
j. La palabra Boanerges ni es hebrea, ni siríaca. San Jerónimo conjetura que los copistas griegos o los galileos que hablaban el hebreo corrompido en vez de Baneregem, que en hebreo significa hijos del trueno, o Banereges, hijos de la tempestad, pronunciaron y escribieron Boanerges, porque estos dos hermanos habían de ser particularmente aquellos cuyas voces a semejanza de trueno, se habían de sentir por toda la tierra, y sus palabras se habían de oír hasta las extremidades del mundo (Sal 18,5). San Pedro, Santiago y San Juan fueron solos aquellos, a quienes el Señor dio nombre, como para señalar su excelencia sobre los otros Apóstoles. Y así se ve, que el mismo Señor los privilegió y distinguió entre los demás. Y esto mismo parece que reconoce San Pablo (Gál 2,9), diciendo: Que parecían las columnas de la Iglesia. Cotéjese también este lugar con lo que escribe San Lucas de estos dos hermanos (Lc 9,54). Su madre, viendo como el Señor los distinguía con un apellido tan honorífico, pudo asimismo tomar ocasión de ello, para pedirle que los hiciese asentar, uno a su derecha, y otro a su izquierda en su reino (Mt 20,21).
k. MS. De tueno.
21 l. Esto es, los de su familia y parentela. Parece decían esto los parientes y amigos, para librarlo del tropel de las gentes, y porque no le oprimiesen y sofocasen.
m. El in furorem versus de la Vulgata, en el texto Griego es exéste, extra se est, como si dijera, está extático, enajenado y olvidado de sí, hasta de tomar alimento, por el fervor y aplicación a las cosas del Evangelio. A esta exposición convienen todas las circunstancias. Otros dan otros sentidos.
22 n. Beelzebub. Dios mosca, o de las moscas, a quien adoraban los Acaronitas, y que en este lugar, y otros del Nuevo Testamento se llama príncipe de los demonios. Los escribas y fariseos le calumniaban y decían, que lo que hacía, y parecía ser sobrenatural, lo hacía todo en virtud del príncipe de los demonios. ¡Grande consuelo es este ejemplo para los que han abrazado el camino de la virtud y perfección, para no abandonarle por temor de las calumnias y dichos de los hombres!
24 o. MS. A sostenerlo.
27 p. MS. Del arreziado.
29 q. El Griego: aioníou kríseos, está obligado a eterno juicio, o condenación. Véase lo que dejamos dicho sobre el sentido de estos versos en Mt 12,32.
32 r. MS. Evas.
s. El Griego: kái hai adelfái sou, y tus hermanas. No hubo jamás Madre más santa, que la del Hijo de Dios; ni Hijo tampoco, que amase más a su Madre, que Jesucristo. Mas después que comenzó a ejercitar su misión entre los hombres, rara vez se lee que se hallase esta santa Madre con su Hijo; y aun parece que la trataba siempre con no poca indiferencia, cuando se le presentaba la ocasión. Con esto quiso dejar un modelo de la conducta que deben guardar los pastores y prelados, aun con aquellos que tienen el primer lugar entre sus parientes. Un digno ministro de Jesucristo no conoce los que le tocan, según la carne, cuando se trata del exacto cumplimiento y desempeño de su ministerio. Con esta distinción de persona pública y de persona particular se pueden interpretar benignamente las expresiones con que San Juan Crisóstomo comenta y glosa la aparente sequedad con que el Hijo de Dios y de la Virgen contestó a este aviso.
33 t. MS. El recudióles.
34 u. MS. Cató contra los que estaban en derredor.
v. MS. He mi madre, é mios hermanos.
Fuente: Notas Bíblicas
[4] Judíos.
[5] Para todas las 12 tribus.
[6] Multitudes prometidas.
[1] En pashat, o comprensión literal, Yahshua explica qué tan ilógico es el argumento de ellos ya que s.a.tan estaría interesado en expulsar mensajeros limpios pero nunca a sí mismo. En remez/alusivo, El declara el principio, de que en tanto que Israel permanezca dividida en dos casas, o maljutim, estarán abiertas a varias formas de división y diversas caídas y fracasos, que no tendrían lugar si el reino ya estuviera restaurado a Israel.
[2] Atribuyendo las obras de Yahshua al poder de s.a.tan. Ningún creyente haría eso voluntariamente tal como hicieron los Fariseos.
[20] Se cree que era la casa de Pedro en Cafarnaúm.[24] Mat 12, 25.[27] Mat 12, 29.
Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero
Fuente: Notas Torres Amat