Comentario de Marcos 3:22 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia
Los escribas que habían descendido de Jerusalén decían que estaba poseído por Beelzebul y que mediante el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
3:22 — Pero los escribas que habían venido de Jerusalén — Los escribas eran doctores de la Ley de Moisés. Marcos da el detalle de que habían venido (mejor, “descendido”) de Jerusalén, tal vez enviados por sus líderes a espiar a Jesús. Véase 2:6, comentarios.Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
los escribas que habían venido. Mar 7:1; Mat 15:1; Luc 5:17.
decían que tenía a Beelzebú. Sal 22:6; Mat 9:34; Mat 10:25; Mat 12:24; Luc 11:15; Jua 7:20; Jua 8:48, Jua 8:52; Jua 10:22.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
los escribas, o maestros de la Ley judía, fueron más duros y directos en su valoración de Jesús. Lo acusaron de estar poseído por Beelzebú (literalmente, «señor de las moscas»; 2Re 1:3), otro nombre para Satanás. Esta falsa acusación demuestra una dureza de corazón que es semejante a blasfemar contra el Espíritu Santo (vv. Mar 3:28-30).
PERSPECTIVA
|
Señales del Antiguo Testamento
|
Marcos relató la historia de Jesús muy similar a la forma en que los discípulos deben de haberla contado después de la resurrección. La construye sobre el fundamento de las promesas del Mesías en el AT. comenzando exactamente donde termina Malaquías, el último libro del AT. Comienza por presentar a Juan el Bautista como el prometido precursor del Mesías. Cuando los discípulos le preguntan a Jesús porqué hablaba en parábolas confusas, Jesús demuestra que estaba cumpliendo la profecía de Isaías Isa 6:9, Isa 6:10 (Mar 4:10-13). Y cuando Jesús advierte a los discípulos que se dispersarán cuando Él sea arrestado, les confirma esto citando la profecía de Zacarías (Mar 13:7; Mar 14:27).
|
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
escribas. Estudiosos judíos, llamados también abogados, (la mayoría fariseos) que eran expertos en la ley y en su aplicación (vea la nota sobre Mat 2:4). Beelzebú. Satanás (vea la nota sobre Luc 11:15).
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
3:22 — Pero los escribas que habían venido de Jerusalén — Los escribas eran doctores de la Ley de Moisés. Marcos da el detalle de que habían venido (mejor, “descendido”) de Jerusalén, tal vez enviados por sus líderes a espiar a Jesús. Véase 2:6, comentarios.
— decían que tenía a Beelzebú — Este nombre era del dios pagano de los filisteos, que quiere decir, “el Señor de las moscas” (2Re 1:2; 2Re 1:6). Los judíos usaban este nombre para referirse a Satanás. Estos escribas le acusan a Jesús de tener a Beelzebú tal vez porque los endemoniados exorcizados por Jesús le confiesan (1:24; 3:11). Para ellos era un término de reproche. No quieren que la gente vea en esta obra de Jesús evidencia de mesianidad; quieren que su explicación logre dirigir el pensar de la gente a una obra satánica.
— y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios — Los escribas también le acusan de poder echar fuera demonios por el dirección del príncipe de los demonios, Satanás. Sobre esta acusación, véanse Mat 9:34; Mat 10:25; Mat 12:24.
Esta acusación había sido expresada verbalmente, pero en este momento Jesús está leyendo los pensamientos que tenían los escribas en sus mentes (Mat 12:22-25; Luc 11:14-15).
Fuente: Notas Reeves-Partain
Que habían venido de Jerusalén: Algunas versiones traducen habían venido como «habían bajado» (BJ) o «descendido» (BA). Esto se debe a que el verbo katabaino significa “descender”. Ir de Jerusalén a Galilea significa un descenso, ya que Judea es una zona de colinas, y Galilea es un valle. Para una audiencia que conoce la geografía del lugar, “descender” se entiende fácilmente. Pero para las audiencias contemporáneas, que por lo general desconocen la topografía de Palestina, es mejor traducir habían venido o «habían llegado» (TLA).
Beelzebú es otro nombre para Satanás. Significa “Señor de la casa”. Príncipe de los demonios puede también traducirse como «jefe de los demonios» (BL, DHH, TLA).
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Mar 3:30; Mat 9:34 y par.; Mar 10:25; Jua 7:20; Jua 8:48; Jua 8:52; Jua 10:20.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
— Belzebú: Ver nota a Mat 10:25.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
NOTAS
(1) “Beelzebub”, VgSypJ18; אACDW (gr.): Be·el·ze·bóul; B(gr.): Be·e·ze·bóul; J22(heb.): Ba·‛l-zevúl.
REFERENCIAS CRUZADAS
w 122 Mat 9:34; Mat 10:25; Luc 11:15; Jua 8:48
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Beelzebú. Es posiblemente una derivación del nombre Baal-zebub (señor de las moscas) usado como burla en el A.T. (2 R 1:1– 6, 16). Claramente se refiere a Satanás (vers. 23).
Expulsa los demonios por el príncipe de los demonios. En respuesta a la acusación hecha por los escribas contra Jesús, El dice una serie de parábolas (vers. 23– 27) en las que muestra cuán irracional sería que Satanás se opusiera a sí mismo.
Fuente: La Biblia de las Américas
22 (1) Con respecto a los vs.22-30; véanse las notas de Mat_12:24-32 .
22 (2) Véase la nota 6 (1) del cap.2.
22 (3) Esta fue una palabra de blasfemia causada por la exclamación de preocupación natural que vemos en el v.21.
22 (4) El Salvador-Esclavo echaba fuera demonios, los obreros malignos del reino de tinieblas de Satanás; sin embargo, los opositores dijeron que lo hacía por el príncipe de los demonios. ¡Qué astucia del maligno, quien motivó a estos opositores perversos a decir esto! Eran ellos los colaboradores del maligno e incluso eran uno con él.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
Beelzebú. Véase nota en Mat 10:25.
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Sabemos todos cuan penoso es que nuestra conducta sea mal juzgada e interpretada, cuando obramos bien. Nuestro Señor Jesucristo, durante su ministerio terreno, tuvo continuamente que someterse a esa prueba, y es una comprobación de ello el pasaje que comentamos. Los «escribas que habían venido a Jerusalén» vieron los milagros que hacía, y no podían negar su realidad. ¿Qué hicieron entonces? ¡Acusaron a nuestro bendito Salvador de estar en liga con el diablo y unido a él! Decían.»Tiene a Belcebú, y por el príncipe de los demonios lanza los demonios.
Hay en la respuesta que dio nuestro Señor a esa maligna acusación expresiones en que debemos fijar nuestra atención. Veamos que lecciones encierran para nuestro bien.
Esta es la enseñanza que más se destaca en relieve en la primera parte de la réplica de nuestro Señor dio a los escribas. Prueba que es un absurdo suponer que Satanás «lanzará a Satanás» y contribuyera así a destruir en su propio poder. Apela el hecho notorio, que aun sus enemigos tienen que aceptar, que no puede haber fuerza donde existe división. «Si un reino está dividido contra si mismo, ese reino no puede subsistir..
Esta es una verdad a que no se presta la consideración que demanda. En ningún otro particular ha producido tanto daño el abuso del derecho de juicio individual. Las divisiones de la iglesia son una gran causa de la debilidad de la iglesia visible. Absorben la energía, el tiempo y el poder que pudieran empleare en cosas mejores, y suministran a los incrédulos un argumento contra la verdad del cristianismo. Trabajan a favor del diablo y por eso Satanás es el principal promotor de las divisiones religiosas. Si no puede destruir el cristianismo, se esfuerza en hacer que los cristianos disputen entre ellos, y arma a los unos contra los otros. Nadie mejor que el diablo sobe, que «dividir es conquistar».
Hagamos la resolución, en cuanto de nosotros dependa, de evitar toda diferencia, disensiones y disputas en religión; contemplémoslas con horror y aborrecimiento como plagas de las iglesias. Seamos celosos, y nunca lo seremos demasiado, de las verdades y de los dogmas salvadores; pero es muy fácil equivocarse y tomar una escrupulosidad mórbida por delicadeza de conciencia, y un celo en defender fruslerías por celo en pro de la verdad. Es justificable la separación de una iglesia tan solo cuando esta se separa del Evangelio. Estemos siempre dispuestos a hacer muchas concesiones y muchos sacrificios en bien de la unidad y de la paz.
Debemos notar, en segundo lugar, la gloriosa declaración que en estos versículos hace nuestro Señor respecto al perdón de los pecados. Dice que «todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y cualesquiera blasfemias con que blasfemaren.
Estas palabras pasan desapercibidas para muchas personas o son oídas con indiferencia sin descubrir en ellas ninguna belleza especial; pero el hombre que tiene la convicción de sus pecados y que siente profundamente la necesidad de perdón, esas palabras son dulces y preciosas. «Todos los pecados serán perdonados». Los pecados de la juventud y de la ancianidad, los de pensamiento, de obra, de lengua y de imaginación, los pecados de los perseguidores como Saulo, los de los idólatras como Manasés, los de los enemigos declarados de Cristo, como fueron los judíos que lo crucificaron, los pecados de los que abandonan a Cristo y de El se separan, como Padre, todos, todos pueden ser perdonados. La sangre de Cristo puede lavarlos todos; la justicia de Cristo puede cubrirlos todos, y ocultarlos a los ojos de Dios.
La doctrina que aquí se establece es la corona y la gloria del Evangelio. Lo primero que propone al hombre es libre perdón, absolución entera, remisión completa, sin dinero y sin precio. «Por este hombre se os anuncia la remisión de los pecados: y en El es justificado todo aquel que creyere» Hechos 13.38-39.
Aceptemos esta doctrina sin dilación si antes no lo hemos hecho; tanto nos interesa a nosotros como a los demás. Nosotros también si hoy nos acercamos a Cristo, podemos ser perdonados., «Aunque nuestros pecados hayan sido como escarlata, quedarán blancos como la nieve» Isaías 1.18 Adhirámonos firmemente a esta doctrina si es que ya la hemos aceptado. Quizás nos sintamos algunas veces desfallecidos, indignos y abrumados; pero si verdaderamente nos hemos acercado a Cristo, nuestros pecados quedarán perdonados. Dios los apartará de su vista, los borrará del libro de los recuerdos, los hundirá en el fondo del océano. Creamos y no tengamos miedo.
Debemos notar, por último que es posible que el alma de un hombre quede perdida para siempre en el infierno. Las palabras de nuestro Señor son muy claras y muy preciosas. Habla de uno que «nunca recibe perdón, sino que está en peligro de condenación eterna.
No hay duda que esta es una verdad terrible; pero es una verdad y no podemos cerrar los ojos a ella. La encontramos proclamada una y otra vez en las sagradas Escrituras. Para presentarla de una manera clara y no dar lugar a equivocaciones se multiplican en la Biblia figuras e imágenes de toda clase, y se emplea toda clase de lenguaje. En una palabra, si no hay lo que se llama «condenación eterna» podemos arrojar la Biblia a un lado y decir que sus palabras nada significan.
Gran necesidad hay en todos nuestros tiempos de presentar constantemente ante los ojos de los hombres esta verdad terrible. Se han presentado maestros que atacan abiertamente la doctrina de la eternidad de las penas, o hacen esfuerzos en explicarla de manera que de hecho la refutan. Los oídos de los hombres han sido agradablemente lisonjeados con argumentos plausibles acerca del «amor de Dios» y de lo imposible que es que un Dios amoroso permita un infierno eterno. Se dice que la eternidad de las penas es tan solo una «cuestión especulativa» respecto a la cual se puede creer lo que a cada cual le placa. En medio de este diluvio de falsas doctrinas abracemos con firmeza la verdad antigua. No nos avergoncemos de creer que hay un Dios eterno, un cielo eterno y un infierno eterno. Recordemos que el pecado es un mal infinito, que exige una expiación de valor infinito para librar al creyente de sus consecuencias y que arrastra consigo una pérdida infinita al incrédulo que rechaza el remedio que para el proveyó. Después de todo, apoyémonos en las aseveraciones claras de la Escrituras, como es la que tenemos ahora ante nuestros ojos. Un texto claro vale por mil argumentos abstrusos.
Finalmente, si es verdad que haya una «condenación eterna» seamos muy diligentes para evitar nosotros incurrir en ella. No nos detengamos, escapemos para salvar la vida. Gen. 18.16-17. Refugiémonos en la esperanza que nos abre el Evangelio, y no descansemos hasta que sepamos y sintamos que nos hallamos seguros. Y no nos avergoncemos nunca, de buscar esa seguridad; avergoncémonos, si, del pecado, de la mundanalidad y del amor del placer: pero no de los esfuerzos que hagamos en libertarnos de un infierno perdurable.
Fuente: Los Evangelios Explicados
tiene a Beelzebul… → Mat 9:34; Mat 10:25; §155.
Fuente: Biblia Textual IV Edición
g Mat 9:34; Mat 10:25.
3.22 Lit. tiene a Beelzebul g §155.