Biblia

Comentario de Marcos 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Marcos 4:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Otra vez comenzó a enseñar junto al mar, y se reunió ante él una multitud muy grande; de manera que él entró en una barca mar adentro y se sentó allí, y toda la multitud estaba en la playa, frente al mar.

4:1 — Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar — Marcos nos dice, “otra vez”. Esto indica repetición de veces que usaba Jesús este medio de enseñar. Véanse 2:13, comentarios; 3:7-9.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

comenzó a enseñar. Mar 2:13; Mat 13:1, Mat 13:2; Luc 8:4.

tanto que entrando en una barca. Luc 5:1-3.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

La parábola del sembrador, Mar 4:1-13,

y su significado, Mar 4:14-20.

Debemos comunicar la luz de nuestro conocimiento a otros, Mar 4:21-25.

La parábola del crecimiento de la semilla, Mar 4:26-29;

Y la parábola de la semilla de mostaza, Mar 4:30-34.

Jesús calma la tempestad, Mar 4:35-41.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Ahora, Marcos desplaza el énfasis de su Evangelio de las obras de Jesús hacia sus palabras. Ambas son importantes.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 4.
E n este capítulo de Mc, al estilo del 13 de Mt, se reúnen una serie de parábolas sobre el Reino, pero artificiosamente agrupadas l.

Parábola del sembrador, 4:1-20 (Mat 13:1-9.18-23; Luc 8:4-8.11-15).
Cf. Comentario a Mat 13:1-23.
1 De nuevo comenzó a enseñar junto al mar. Había en torno de El una numerosísima muchedumbre, de manera que tuvo que subir a una barca en el mar y sentarse; y la muchedumbre estaba a lo largo del mar, en la ribera. 2 Les enseñaba muchas cosas en parábolas y les decía en su enseñanza: 3 Escuchad: Salió a sembrar un sembrador, 4 y al sembrar, una parte cayó junto al camino, y vinieron las aves del cielo y se la comieron. 5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no había casi tierra, y al instante brotó, por no ser profunda la tierra; 6 pero en cuanto salió el sol se marchitó, y, por no haber echado raíz, se secó. 7 Otra parte cayó entre cardos, y, creciendo los cardos, la ahogaron y no dio fruto. 8 Otra cayó en tierra buena y dio fruto, que subía y crecía, dando uno treinta, otro sesenta y otro ciento. 9 Y decía: El que tenga oídos para oír, que oiga. 10 Cuando se quedó sólo, le preguntaban los que estaban en torno suyo con los doce acerca de las parábolas; 11 y El les dijo: A vosotros os ha sido dado a conocer el misterio del Reino de Dios, pero a los otros de fuera todo se les dice en parábolas, para que, 12 mirando, miren y no vean; oyendo, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados. 13 Y les dijo: ¿No endeudéis esta parábola? Pues ¿cómo vais a entender todas las otras? 14E1 sembrador siembra la palabra. 15 Unos están junto al camino, y se siembra en ellos la palabra; pero, en cuanto la oyen, viene Satanás y arrebata la palabra que en ellos se había sembrado. 16 Asimismo, los que reciben la simiente en terreno pedregoso son aquellos que, al oír la palabra, la reciben desde luego con alegría, ‘7 pero no tienen raíces en sí mismos, sino que son inconstantes, y en cuanto sobreviene la adversidad y la persecución por la palabra, al instante se escandalizan. 18 Otros hay para quienes la siembra cae entre espinas; ésos son los que oyen la palabra, 19 pero sobrevienen los cuidados del siglo, la fascinación de las riquezas y las demás codicias, y la ahogan, quedando sin dar fruto. 20 Los que reciben la siembra en tierra buena son los que oyen la palabra, la reciben y dan fruto, quién treinta, quién sesenta, quién ciento.

Mc retransmite esta parábola, en todo semejante a Mt y Lc, con alguna mayor amplitud y colorido. Los diversos problemas comunes se exponen en el Comentario a Mat 13:1-23. Concretamente sobre las posibles modificaciones redaccionales en la exposición de la parábola; sobre la finalidad de las parábolas evangélicas – tesis de misericordia o justicia – y sobre el origen de la interpretación de esta parábola.
V. l 1. Mc establece una contraposición precisa entre aquellos a los que ha sido dado conocer el misterio del reino y entre los otros, que son “de fuera.” Con esta expresión, “los de fuera” (hachizoním), expresaban los rabinos a los gentiles o a los judíos no ortodoxos 2. Aquí son, pues, los no discípulos de Cristo. “Todas las cosas en parábolas” no debe de referirse a toda la doctrina de Cristo, como se expone en Mt. Se trata de una hipérbole oriental, a no ser que se entienda de la altura de su doctrina.
“Ha sido dado,” conforme al uso rabínico se refiere a Dios: es su plan sobre ellos.

Parábola de la lámpara,Mat 4:21-23 (Mat 5:15; Luc 8:16-18).
21 Decíales: ¿Acaso se trae la candela para ponerla bajo un celemín o bajo la cama? ¿No es para ponerla sobre el candelera? 22 Porque nada hay oculto sino para ser descubierto y no hay nada escondido sino para que venga a la luz. 23 Si alguno tiene oídos, que oiga.

Esta enseñanza de Cristo es una pequeña parábola. Lc la trae dos veces. Una (Luc 8:16-18), como Mc, a continuación de la parábola del sembrador, y en la sección del primer viaje. Esto es indicio de que se recogen de fuentes escritas. Más dificultoso sería saber si Cristo las pronunció unidas. La ausencia de esta unión en Mt disminuye la probabilidad (Mat 5:15).
El tema que Mc desarrolla, y lo mismo Lc, es sobre el misterio del Reino, como encuadrado que está entre otros con este tema, y como sugieren los elementos de que está compuesta. Mc establece una contraposición literaria entre la forma impersonal con que Cristo pronuncia la parábola de la semilla que crece (v.26) y la del grano de mostaza (v.30), “decía,” y la que utiliza para introducir esta parábola (v.21) y la de la “medida” (v.24), “decíales a ellos”; pero estos “mismos” a quienes se dirige son, en el contexto de Mc, los “Doce,” junto con “los que estaban en torno suyo” (v.10). A éstos es a los que les expuso el sentido oculto de la parábola del sembrador. A estos doce apóstoles y a esos oyentes solícitos, y acaso “discípulos,” les dice Cristo esta otra parábola del reino. Sin embargo, en Mc “les dijo” suele ser una fórmula de coordinación.
Su aplicación por la Iglesia primitiva se hace a jerarquías (Mat 5:14.16).
Es una enseñanza (v.22) ilustrada con un pequeño ejemplo parabólico. Nadie enciende en la noche, en su casa, una candela, cuando hay necesidad de su luz, para ocultarla bajo un ”modio” o bajo la cama. Si se la enciende, es para que luzca.
Pues si El enciende ahora, con parábolas, el misterio del Reino, no es para que quede oculto, sino para que, en su momento oportuno, se conozca: brille su luz. La doctrina salvadora del Reino no es enseñada para que quede oculta, sino para que dé a todos luz de vida. No es una ”gnosis” exotérica para iniciados. ¿A qué se refiere más en concreto esta enseñanza? Cristo alerta la curiosidad a penetrarlo: “Si alguno tiene oídos, oiga.”
Podría quedar esta sentencia de Cristo enunciada así en general: la doctrina del Reino “crecerá,” se divulgará, se extenderá; no quedará “oculta.” Pero es muy probable que, dirigida esta enseñanza a los apóstoles, se incluya en ella un sentido más directo a ellos. Si en ellos se encendió esta luz del Reino, no es para que la “escondan,” sino para que la divulguen, la enseñen, la prediquen. Es la misma enseñanza que Cristo les dirige en el “sermón del Monte,” cuando les dice que ellos son “la luz del mundo” (cf. Mat 5:14-15), aunque luego en Mt se derive la enseñanza más al sentido moral.
Esta interpretación, puesta, además, en función de la pequeña parábola siguiente, parece muy probable, al menos en el intento de Mc.
V.21. ¿Acaso viene (έρχεται) la luz? La frase es un poco extraña, expresándose con ello la luz de lucerna que se va a poner en un candelero. De aquí las variantes que se encuentran en algunos manuscritos, que ponen, en lugar de “venir,” “encender,” pero lección no críticamente sostenible. Se propuso también una confusión del arameo ‘aza’, “alumbrar,” con ‘atha, “venir,” y que, por la semejanza de sus grafías originales, se prestaría a una fácil equivocación en el traductor 3. Para Lagrange “es mucho más probable que Mc, como en la explicación del sembrador, piense en el sentido metafórico de la lámpara que viene al mundo.” 4
El “modio” (μόδιος) es la grecización de la palabra latina “modius,” medida de áridos de algo más de ocho litros5. Sin embargo, aquí no cuentan estos detalles de precisión.
La palabra frecuentemente traducida por “cama” (χλινη) puede también tener el sentido de “lecho” de la mesa en el que se reclinan los convidados 6.
La “lucerna” (λύχνος) corresponde a las pequeñas lamparillas judías de terracota de muy pocos centímetros, y que se ponían sobre el “candelero” (λυχνία), soporte de cierta altura que permitía dar mayor radio de luminosidad a la lucerna.
V.22. Que todo lo oculto será descubierto y vendrá a la luz, significa en el pensamiento de Mc, cuya sentencia acaso está aquí encajada procedente de otro contexto, que el Reino, entonces en principios e insignificante, aparecerá en la plenitud de lo que es: a plena luz 7. Probablemente, en este contexto, por obra de los apóstoles.

Parábola de la medida,Mat 4:24-25 (Mat 7:2; Luc 6:38).
24 Decíales: Prestad atención a lo que oís: Con la medida con que midiereis, se os medirá, y se os añadirá. 25 Pues al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

El auditorio, en este contexto de Mc, siguen siendo los apóstoles y algunos otros que, en torno a Cristo, le rogaron una explicación de la parábola del sembrador.
El sentido de la misma está en la línea tanto de la anterior en este contexto – la doctrina del Reino es para enseñarse, por lo que ha de recogerse con esmero – como en la del sembrador – que caiga la simiente en buena tierra. Está expresada por dos proverbios o a tipo de proverbios.
a) v.24. Excita a los apóstoles a prestar honda atención a lo que les enseña. La luz que se les va a dar está, en parte importante, en proporción a las disposiciones con que se le escuche y reciba. Así se deben preparar los apóstoles. Se los medirá con la “medida” que ellos usaren para recibir esta enseñanza, es decir, en la proporción con que ellos se dispongan a recibir esta luz del Reino, en esa proporción se los “medirá.” Si tienen poco esmero en recibirla, será menor la “medida” que se les dé de luz del Reino; pero, si esa “medida” es grande, no sólo la recibirán en esa proporción escueta; será abundante, “se os añadirá” más. Fórmula que Lc usa a otro propósito (Luc 6:38).
La comparación usada debe de ser un proverbio. El mismo uso que hacen de ella Mt-Lc en otro sentido, lo sugiere. Rabí Meir se preguntaba: “¿Dónde se encuentra que el hombre es medido con la medida que él mide?” 8
b) v.25. La misma enseñanza se viene a reforzar con otro proverbio ya usado por los evangelistas a otros propósitos. “Al que tiene se le dará”; es decir, en este contexto, al que presta atención a la enseñanza de Cristo, a las parábolas que les propone, le dará más luz: luz de nuevas explicaciones, de su honda comprensión (Mat 13:12; Mat 25:29; Luc 19:26).
En cambio, “al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado” (Mat 13:12; Mat 25:29; Luc 19:26). Es la formulación oriental paradójica. ¿Cómo quitar lo que no tiene? En este contexto, el significado es que el apóstol o discípulo que ha recibido la enseñanza parabólica materialmente oída, pero a la que no prestó la atención debida, para escudriñarla o para preguntar por su sentido, le sucederá que “lo que tiene,” o sea, esta enseñanza parabólica de vida, pero sólo materialmente recibida, aun “eso que tiene le será quitado,” porque no fructificará en él y se perderá la cosecha que iba en esa simiente. La formulación proverbial oriental conserva aquí el concepto de castigo positivo: “se le quitará”; lo que puede ser el solo hecho negativo de perderlo 9.
“En el pensamiento de Mc importa sobremanera que los discípulos estuviesen atentos a las palabras de Jesús, para merecer recibir una luz más completa, que ellos pudiesen luego comunicar a los otros. Esta es la razón de ser de la elección que Jesús ha hecho de ellos; se tienen aquí los primeros avances de la fundación de la Iglesia docente” 10, pues no en vano van a ser ellos “los ministros de la palabra” (1Co 1:17) y los “dispensadores de los misterios de Dios” (1Co 4:1).

Parábola de la semilla que crece por sí misma,1Co 4:26-29.
26 Decía: El reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en la tierra, 27 y ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece, sin que él sepa cómo. 2S De sí misma da fruto la tierra, primero la hierba, luego la espiga, en seguida el trigo que llena la espiga; 29 y cuando el fruto está maduro, se mete la hoz, porque está en sazón.

Esta parábola es propia del evangelio de Mc. No se refiere, como en las anteriores, a los apóstoles, sino que es una enseñanza en general. A esto mismo lleva el tema de la misma.
El contenido no es explicado por Cristo. Esto dio lugar a diversos enfoques de interpretación. Pero el hecho mismo de no haberla explicado Cristo, o de transmitirla sin su explicación el evangelista, es una prueba de su fácil y sabida interpretación. Sin embargo, los autores la han enfocado en una triple dirección:
1) Pura alegoría. – El reino de Dios es la Iglesia; la simiente, la predicación; el campo, los oyentes; el hombre que siembra, Cristo, o, en general, los predicadores; la recolección, la muerte o el juicio; Dios es el sembrador. Lo que se trata de comparar o ilustrar es: si la tierra es buena, todo irá bien; basta poner en ella la simiente de la palabra. Otros aún lo alegorizan más, pero no pasando de puras acomodaciones 11.
2) Mixtificación de parábola y alegoría. – Lo primero (v.26-28) sería una parábola para expresar que el Reino va a desarrollarse por sí mismo; pero luego (v.29) sería una alegoría; se destaca la obra del segador interviniendo en el momento querido por Dios. Y para alguno (Loisy) se indicaría nada menos que la proximidad del fin temporal del reino – “escatologismo” -, porque no se siembra si no es para hacer la recolección. Sería esto señal de una alegoría añadida a la primitiva parábola.
3) Pura parábola. – No se ve que hayan de interpretarse los diversos elementos en forma concreta y de minuciosa alegoría. ”Un hombre cualquiera” que siembra, se interpreta mal alegóricamente de Cristo, y que “duerma o vele.” Lo mismo puede decirse del resto de los elementos. No se precisan ni matizan alegóricamente. Lo que se compara no es elemento con elemento, sino dos situaciones. El Reino y una estampa agrícola. En la narración de ésta, todo son elementos reales y normales. El sembrador, una vez realizada la siembra, ya duerme o vele, ya se preocupe o no, sabe que la simiente por sí misma (αυτόματη) germina. Mc, con su grafísmo, pone la gradación tan colorista de cómo se va produciendo la germinación: hierba-espiga-trigo-sazón de éste. Y tan necesariamente sucede este germinar “automáticamente” de la simiente, que, al llegar a sazón, ”se mete la hoz”: es la hora de la recolección.
Así sucede con el reino de los cielos. A esta situación de la simiente que germina por sí misma, según el curso normal de las cosas, por ese vigor virtual que ella tiene, de igual modo sucede el germinar y desarrollarse del reino de los cielos: el vigor interno vital de que está dotado le hará irse desarrollando necesariamente, aunque posiblemente entra también en el contenido de la parábola el irse desarrollando como la germinación de la simiente, gradualmente. No es el hombre el que hace germinar ni desenvolverse ni la simiente ni el Reino, aunque condiciones externas puedan favorecerlo, sino el vigor vital de que están dotados. Un gran comentario a esta parábola son las palabras de San Pablo, cuando escribe: “¿Quién es Apolo y quién es Pablo? Ministros según lo que a cada uno ha dado el Señor. Yo planté, Apolo regó; pero quien dio el crecimiento fue Dios” (1Co 3:5.6).
El reino de Dios, una vez puesto en la tierra por Cristo, llegará necesariamente a su madurez. No podrán los seres humanos impedir la vitalidad y el crecimiento del mismo. Acaso quiera Cristo corregir, o tal vez el evangelista, los errores posibles de temor por su suerte ante los ataques al mismo, o hacer ver que, contrariamente a las esperanzas judías, no aparecerá éste ni súbitamente ni con manifestaciones extraordinarias. Algunos pensaron que iba contra la impaciencia de los ”zelotes.” Para la Iglesia primitiva tenía la aplicación de saber que la hora de la parusía,desconocida,era cierta: tenía su hora indefectiblemente fijada y con el reino en plenitud. 12

Parábola del grano de mostaza,1Co 4:30-32 (Mat 13:31-32; Luc 13:18-19).
Cf. Comentario a Mat 13:31-32.
30 Decía: ¿A qué asemejaremos el Reino de Dios o de dónde tomaremos la parábola? 31 Es semejante al grano de mostaza, que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra; 32 pero, sembrado, crece y se hace más grande que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que a su sombra pueden abrigarse las aves del cielo.

La pintura de esta parábola es casi la misma en los tres sinópticos. La narración es puramente parabólica. La enseñanza está en la comparación establecida entre el grano “más pequeño” que crece hasta hacerse la “más grande de las hortalizas.” En orden a completar el cuadro descriptivo, se dice que se llega a hacer un “árbol” (Mt-Lc), en el que las aves del cielo pueden establecerse. La comparación se establece entre lo “más pequeño” que viene a hacerse “lo más grande.” De igual modo sucedería con el Reino: en los comienzos es mínimo, son pocas personas las que se les unen, pero vendría a ser muy grande, tanto que cabrán en él multitudes. Mc colorea el “tipo” diciendo de ese pequeño grano de mostaza que “echó ramas tan grandes, que a su sombra pueden cobijarse las aves del cielo.” Ya en el A.T. se encuentra la imagen de un árbol que va creciendo y sirve de protección a los súbditos de un gran reino bajo la metáfora de aves del cielo (Dan 4:10ss; Eze 17:23; Eze 31:6). El “fieri” del crecimiento no parece pertenecer al intento inmediato en la parábola, como se dijo en la exposición de esta parábola en Mt. Es elemento implícito de contenido, pero descriptivo en la narración.
V.31. La introducción “¿a qué asemejaremos.?” evoca las fórmulas introductorias usadas por los rabinos como método pedagógico para excitar la curiosidad y la atención 13.
La construcción de “siendo el más pequeño de todos” (μιχρότερον δν πάντων των σπερμάτων) es violenta. Se han propuesto para explicarla diversas soluciones: a) sería efecto de una ditografía (ov), al repetir por descuido el final de la palabra anterior 14; un tipo de acusativo absoluto concordando con “semilla” (σπέρμα) sobrentendido 15; efecto de la dificultad para un griego de hacer la versión del arameo 16.

Conclusión sobre las parábolas. 4:33-34 (Mat 13:10-17.34.35).
33 Y con muchas parábolas como éstas les proponía la palabra, según podían entender, 34 y no les hablaba sin parábolas; pero a sus discípulos se las explicaba todas aparte.

Este pasaje de Mc es de gran interés para valorar la finalidad del método parabólico de Cristo en su enseñanza. Los tres sinópticos tratan de justificar el uso del método parabólico por Cristo a partir de un momento determinado de su enseñanza. Fue algo que debía de chocar, frente a la exposición más directa que había hecho antes de otros temas. Pero se veía requerido por la dificultad del tema para un auditorio oriental, concreto, imaginativo, primitivo y sin tendencias a la especulación abstracta. ¿Hablaba Cristo para que le entendiesen o para ocultar la verdad al auditorio? Es la doble posición que se adopta: “tesis de la misericordia” o “tesis de la justicia,” como ya se expuso 17. Mc dice aquí que Cristo: a) explicaba aparte todas las parábolas a sus discípulos; b) al pueblo le hablaba con muchas parábolas, c) pero según podía entender.
Esto hace ver la “tesis de la misericordia.” El uso de éstas aparece como medio pedagógico de ilustración a los que lo escuchan, en contraposición a “los de fuera” (Mar 4:11), que son los fariseos y los hostiles a Cristo, que, o no le quieren oír, o no le quieren oír como a Maestro, para aprender, sino con intención aviesa, para perderle. Pero al pueblo sí le habla en parábolas, cuya naturaleza es servir pedagógicamente para ilustrar, pero le habla “según podían entender” (Jua 16:12). Mas esto exige atención, buenas disposiciones, y también, en ocasiones, buscar nueva luz en ello. Esta diferenciación de grupos – discípulos y pueblo – sucede en una época ya avanzada del ministerio público de Cristo. Es lo que hacen los apóstoles, que en privado piden nuevas aclaraciones. Por eso, aun siendo el método el mismo para los apóstoles y el pueblo, aquéllos logran más provecho, “les es dado (de hecho) conocer el misterio del reino de Dios”; pero a los otros, hostiles (fariseos) o negligentes en afanarse por recibir la explicación o nuevas explicaciones, “los de fuera,” viene a serles dicho “todo en parábolas,” pues de hecho no llegan a aprovecharse de la luz que en ellas se encierra. Quedan sólo en la corteza, en la “parábola.” Y por eso, culpablemente, viene a suceder que, “viendo, no ven.” Ven la “parábola,” pero no ven ni penetran el hondo contenido de las mismas 18.

La tempestad calmada,Jua 4:35-41 (Mat 8:18; Mat 8:23-27; Luc 8:22-25).
Cf. Comentario a Mat 8:23-27.
35 En aquel día les dijo, llegada ya la tarde: Pasemos al otro lado. 36 Y, despidiendo a la muchedumbre, le llevaron según estaba en la barca, acompañado de otras. 37 Se levantó un fuerte vendaval, y las olas se echaban sobre la barca, de suerte que ésta estaba ya para llenarse. 38 El estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal. Le despertaron y le dijeron: Maestro, ¿no te da cuidado de que perecemos? 39 Y, despertando, mandó al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y se aquietó el viento y se hizo completa la calma. 40 Les dijo: ¿Por qué sois tan tímidos? ¿Aún no tenéis fe? 41 Y, sobrecogidos de gran temor, se decían unos a otros: ¿Quién será éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?

La descripción que hace Mc de esta escena es, como ordinariamente en él, descriptiva. Así, precisa que Cristo dormía “sobre un cabezal en la popa” de la barca. Mc presenta a Cristo mandando por separado al viento y al mar que se sosieguen. Este dramatismo, así binariamente repartido, debe de responder a su estilo literario 19. Se pensó si no sería como una cierta resonancia litúrgica de exorcismo. También se podrían ver, en aquel ambiente, influjos satánicos en elementos cósmicos. La escena siguiente podría sugerir algo a este propósito.
Aunque los apóstoles ya habían presenciado algunos milagros de Cristo, no pensaron en su poder ante un espectáculo tan imponente. Pero su imperio ante fuerzas cósmicas desencadenadas les produce una fuerte admiración de preguntarse quién sea el que tiene tantos poderes. En Mc-Lc, el sujeto de esta admiración son los “discípulos.” ¿Qué pueden sospechar de El?
Ya se había pensado que El fuese el Mesías (Mat 12:23). Por eso aquí, o se refiere a una mayor confirmación en el mesianismo de Cristo y en los poderes de que se hallaba dotado – aunque nada extrañaría en el obrar del Mesías esperado -, o queda flotando una sospecha sobre poderes inéditos y grandeza que no alcanzan. Cristo va preparando gradualmente el proceso de su revelación divina.

1 Guy, The origin of the Cospel of Mark. – 2 Strack-B., Kommentar. II p.7; E. F. Slegman, Teaching in Parables (Mar 4:10-12 par.): The Cath. Bibl. Quart. (1961) 161-181. – 3 Allen, The Cospel according to s. Mark (1955) h.l. – 4 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) h.l. – 5 Zorell, Lexicón graecum N.T. (1931) col.850-851; Rich, Dict. des antiq. rom., vers. del ingl. (1861) p.410. – 6 Zorell, o.c., col.715. – 7 Bover, Nada hay encubierto que no se descubra (Mar 4:21): Est. Bíb. (1954) 319- – 8 Sota 3:1; cf. Bonsirven, Textes rabbiniques. (1955) n.1484. – 9 Huby, L’évang. s. St. Marc, en La Sainte Bible de Jérusalem p.31 nota a. – 10 Lagrange, évang. s. St, Marc (1929) p.115. – 11 Vosté, Parabolae selecta. (1933) I p.216-217. – 12 Buzy, Les parábales. (1932) p.62; Vosté, Parabolae selecta. (1933) I p.207-220; F. Mussner, Gleichnisauslegung una Heüsgeschichte. Dargetan am Gleichnis von der Wachsenden Saat (Mar 4:26-29): Trierer Theotog. Zeitschr. (Trier 1955) 257. – 13 Rev. Bib. (1909) 356. – 14 Joüon, en Rech. Scienc. Relig. (1927) 218. – 15 Lagrange, évang. s. St. Marc (1929) p.119. – 16 Buzy, Les parábales. (1932) p.59. – 17 Comentario a Mat 13:10-17. – 18 Lagrange, Lc but des paraboles d’aprés l’évangile s. St. Marc: Rev. Bib. (1910) 5-36; Pipev, Mystery of the Kingdom of God (Mar 4:10-12) (1947) p.183-200; Tgaras-HI, The Mystery of the Kingdom (Mar 4:10ss): Journ. of Bible and Relig. (1956) 83-89; G. Kennedy, Nothing without a Parable: N.T. Sidelights. A. C. Purdy (Hartford 1960) 10-26; J. A. Baird, A Pragmatic Approach to Parable Exegesis. Some New Evi-dence en Mar 4:11.33ss: Journ, of Bibl. Literal, and Exeg. (1957) 201-207. – 19 Vaccari, en Bíblica (1926) 439; cf. Rech. Se. Relig. (1928) 350; J. B. Bauer, Procellam cur sedavit Salvatar: V. D. (1957) p.89-96.

Fuente: Biblia Comentada

se sentó. La típica postura rabínica de enseñanza, tomada por Jesús probablemente a causa del movimiento del barco sobre el agua.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

4:1 — Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se reunió alrededor de él mucha gente, tanto que entrando en una barca, se sentó en ella en el mar; y toda la gente estaba en tierra junto al mar — Marcos nos dice, “otra vez”. Esto indica repetición de veces que usaba Jesús este medio de enseñar. Véanse 2:13, comentarios; 3:7-9.

Fuente: Notas Reeves-Partain

ENSEÑANDO POR PARÁBOLAS

Marcos 4:1-2

Jesús se puso a enseñar otra vez a la orilla del lago. Se reunió para escucharle una multitud tan grande de gente que El tuvo que subirse a una barca, y sentarse en ella en el lago. Toda la inmensa multitud de gente estaba a la orilla, mirando hacia el lago. Él se puso a enseñarles muchas cosas por parábolas; y en Su enseñanza empezó a decirles:

-¡Escuchad! ¡Mirad! ¡El sembrador ha salido a sembrar!

En esta sección vemos a Jesús iniciando una nueva etapa. Ya no estaba enseñando en la sinagoga, sino a la orilla del lago. Había intentado llegar al pueblo de una manera ortodoxa; ahora tenía que seguir métodos menos convencionales.
Haremos bien el fijarnos en que Jesús estaba dispuesto a utilizar nuevos métodos. Estaba dispuesto a trasladar la predicación y la enseñanza fuera del ambiente convencional de la sinagoga al aire libre y entre las multitudes de hombres y mujeres corrientes. John Wesley fue durante muchos años un servidor fiel y ortodoxo de la Iglesia de Inglaterra. Su amigo George Whitefield estaba en Bristol predicando a los mineros, tantos como veinte mil a la vez, al aire libre; y en su audiencia se convertían a centenares. Mandó a buscar a John Wesley. Wesley dijo: «A mí me encanta un salón amplio, un cojín blandito y un púlpito bonito.» Lo de la predicación al aire libre más bien le escandalizaba. Se decía a sí mismo: «Difícilmente podía identificarme al principio con esos métodos extravagantes -habiendo sido toda mi vida, hasta bien tarde, tan cumplidor de todo lo relativo a la decencia y al orden-, hasta tal punto que habría creído que era casi un pecado salvar almas si no se hacía en la iglesia.» Pero Wesley vio que la predicación al aire libre ganaba almas, y dijo: «No puedo discutir una cuestión de Hechos.»

Tiene que haber habido muchos entre los judíos ortodoxos que consideraran esta nueva salida como acrobática y sensacionalista; pero Jesús era suficientemente sabio para saber cuándo hacían falta nuevos métodos, y era lo suficientemente aventurero como para usarlos. Sería bueno que la Iglesia fuera igualmente sabia y emprendedora. Esta nueva etapa requería un método nuevo; y el nuevo método que escogió Jesús consistía en hablarle a la gente por parábolas. Parábola quiere decir literalmente algo que se pone al lado de algo; es decir, una comparación. Es una historia terrenal con un sentido celestial. Algo de la Tierra se compara con algo del Cielo, para que la verdad celestial se pueda captar mejor a la luz de la ilustración terrenal. ¿Por qué escogió Jesús este método? ¿Y cómo llegó ‘a serle tan característico que llegó a ser el Maestro de la parábola?

(i) La primera y principal razón es que Jesús eligió el método parabólico para hacer que la gente Le escuchara. Ya no Se estaba dirigiendo a una audiencia de personas religiosas en una sinagoga, que estaban más o menos obligadas a permanecer allí hasta que terminara el culto. Tenía una audiencia multitudinaria y diversa al aire libre, que tenía libertad para marcharse cuando quisiera. Por tanto, la prioridad esencial era despertar y mantener su interés. En caso contrario, sencillamente se marcharían. Sir Philip Sidney habla del secreto del poeta: «Con una historia peregrina viene a ti, con un cuento que hace que los niños dejen de jugar y los viejos abandonen la chimenea.» La mejor manera de despertar el interés de la gente es contarles historias, y Jesús lo sabía.

(ii) Además, cuando Jesús usaba el método parabólico estaba siguiendo un método que les era totalmente familiar a las audiencias y los maestros judíos. Hay parábolas en el Antiguo Testamento, la más famosa de las cuales es la historia de la corderita que Natán le contó a David cuando se había deshecho traicioneramente de Urías y tomado posesión de Betsabé (2S 12:1-7 ). Los rabinos usaban parábolas corrientemente en su enseñanza. Se decía de Rabí Meír que hablaba una tercera parte de cuestiones legales; otra tercera parte de explicaciones, y otra tercera parte en parábolas.

Aquí tenemos dos ejemplos de parábolas rabínicas. La primera es de Rabí Yehudá ha-Nasí, Judá el Príncipe (c. 190 d C.). El emperador romano Antonino le preguntó cómo podía haber castigo en el más allá; porque, puesto que el cuerpo y el alma no podían haber cometido pecado después de separarse, podrían echarse las culpas mutuamente por los pecados cometidos en este mundo. El rabino le contestó con una parábola:

Un cierto rey tenía un hermoso huerto que daba una fruta excelente; y puso a cargo de él a dos vigilantes, uno ciego y el otro cojo. El cojo le dijo al ciego: «Veo una fruta exquisita en el huerto. Llévame allí para que la coja, y nos la comeremos entre los dos.» El ciego estuvo de acuerdo, y ambos se comieron la fruta. Después de algunos días llegó el amo del huerto, y les preguntó a los guardianes por la fruta. Entonces el cojo le dijo: «Como yo no tengo piernas, no podía llegar allí; así es que no es culpa mía.» Y el ciego le dijo: «Como yo soy ciego, ni siquiera podía ver la fruta; así es que no es culpa mía.» ¿Qué hizo el amo del huerto? Hizo que el ciego cargara con el cojo, y así demostró la culpabilidad de ambos. Así repondrá Dios las almas en sus cuerpos, y los castigará juntos por sus pecados.

Cuando Abín, el hijo de Rabí Jiyya, murió a la temprana edad de veintiocho años, Rabí Zera pronunció la oración fúnebre utilizando una parábola:

Un rey tenía una viña en la que empleó a muchos trabajadores, uno de. los, cuales era especialmente capaz y hábil. ¿Qué fue lo que hizo el rey? Retiró a ese trabajador de la faena, y estuvo paseando por toda la viña con él. Cuando los obreros fueron a cobrar su sueldo por la tarde, el obrero habilidoso apareció entre ellos, y recibió del rey la totalidad del salario del día. Los otros trabajadores se enfadaron mucho, y dijeron: «Nosotros hemos trabajado todo el día, mientras que este no ha trabajado más que dos horas. ¿Por qué le da el rey a él el mismo sueldo que a nosotros?» El rey les contestó: «¿Por qué os enfadáis? Con su habilidad, él ha hecho más en las dos horas que vosotros en todo el día.» Así ha sucedido con Rabí Abín ben fiyya: En los veintiocho años de su vida, él ha aprendido más que otros en cien años; así que él ha cumplido el trabajo de su vida, y se le ha permitido entrar en el Paraíso desde su trabajo en la Tierra antes que otros; y no se perderá nada de su recompensa.

Cuando Jesús usaba el método parabólico de enseñanza estaba usando un método al que los judíos estaban acostumbrados y podían entender muy bien.
(iii) Y aún más: cuando Jesús usó el método parabólico de enseñanza estaba haciendo concretas las ideas abstractas. Pocas personas son capaces de captar las ideas abstractas; casi todos pensamos en imágenes. Podríamos pasar mucho tiempo hablando de la belleza, y ninguno sacaríamos nada en claro; pero reconocemos a una mujer bella. Podemos pasar mucho tiempo hablando de la bondad sin llegar a una definición; pero todos reconocemos una buena acción cuando la vemos. Hay un sentido en el que toda palabra tiene que hacerse carne; cada idea se tiene que encarnar en una persona. Cuando el Nuevo Testamento habla de la fe, pone el ejemplo de Abraham para que la idea de la fe se haga carne en la persona de Abraham. Jesús era un maestro sabio. Sabía que era inútil esperar que las mentes sencillas captaran las ideas abstractas; así es que incorporó las ideas abstractas en historias concretas; las mostró en acción; las presentó en personas, para que la gente las pudiera captar y comprender.

(iv) Por último, la gran virtud de la parábola es que obliga a la persona a pensar por sí misma. Obliga a todo el mundo a hacer su propia deducción y a descubrir la verdad por sí. La peor manera de ayudar a un niño es hacerle los deberes. No le ayuda en absoluto el que le hagamos sus sumas, le escribamos sus redacciones, le resolvamos sus problemas y le hagamos sus traducciones. Sí le ayuda de veras que le ayudemos a hacer las cosas por sí mismo. Eso era lo que Se proponía Jesús. La verdad tiene siempre un doble impacto cuando es un descubrimiento personal. Jesús no quería ahorrarnos el sudor mental de pensar; quería hacernos pensar. No quiere hacer mentes perezosas, sino activas. No quiere asumir la responsabilidad por nadie, sino que cada uno la asuma por sí. Así es que usó el método parabólico, no para pensar por nadie, sino para animar a cada uno a pensar por sí mismo. Presentaba la verdad de manera que, si hacía el debido esfuerzo con la debida actitud, cada uno podía descubrirla por sí, y por tanto poseerla de una manera que la hacía real y verdaderamente suya propia.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 04

2. LA DOCTRINA EN PARÁBOLAS (4,1-34).

La comunidad de Dios se congrega al reunirse en torno a Jesús, escuchar su palabra y cumplir la voluntad de Dios. Pero es éste un proceso que, habida cuenta de la experiencia personal de Jesús, encierra un profundo misterio. Muchas son las personas que se agolpan a su alrededor, pero sólo unas pocas comprenden lo que está sucediendo: la irrupción del reino de Dios en este mundo, el cumplimiento del tiempo de la salvación en el ministerio de Jesús. La mayor parte de la gente permanece «fuera», al margen de la inteligencia creyente, al margen de la verdadera comunidad de fe, que vive del conocimiento de la presencia de la salvación. Cuando Jesús enseña a la gente, no se trata sólo de unas enseñanzas que vale la pena meditarse; se trata de un acontecimiento con el que se realiza una segregación entre quienes oyen externamente y los que escuchan con fe, entre ciegos y personas que comprenden, entre obstinados y hombres abiertos a la llamada de Dios. El capítulo, que en Marcos representa el discurso más largo de cuantos pronunció Jesús durante su ministerio público, debe ofrecer sin duda el contenido esencial de la predicación de Jesús, el mensaje sobre el inminente reino de Dios (cf. 1,15). Mas no conserva de una forma meramente histórica la doctrina de Jesús, sino que pretende también mostrar los efectos que entonces produjo en el pueblo, su significado para el círculo de los discípulos y, sobre todo, su importancia para la comunidad posterior. A este objeto sirven las observaciones relativas al marco de la escena, que llevan al lector de la predicación abierta al pueblo junto al lago (v. 1-2) hasta la conversación privada entre Jesús y sus discípulos (v. 10), para volver a subrayar al final esta doble forma de la instrucción de Jesús (v. 33-34). Pero tampoco desde el punto de vista de la crítica literaria presenta el capítulo una unidad. En su estrato más antiguo constaba de las tres «parábolas del crecimiento»: la del sembrador (v. 3-9), la de la semilla que crece por sí sola (v. 26-29) y la del grano de mostaza (v. 30-32). En la Iglesia primitiva se añadió la explicación de la parábola del sembrador (v. 14-20), y el evangelista debió agregar los otros fragmentos, a saber: el sentido del discurso en parábolas (v. 10-12) y la colección de sentencias aisladas (v. 21-25). Así dio entrada a un viejo tesoro de sentencias, pero disponiéndolo y acomodándolo de tal modo que presentase una relación directa con la situación misionera de la comunidad. Ahora bien, esa posición eclesiástica sigue siendo fundamentalmente la misma para nosotros. En consecuencia, la composición creada por Marcos sigue hablándonos como a sus primeros lectores, y las palabras de Jesús en la interpretación del evangelista siguen resonando en el tiempo de la Iglesia que nosotros vivimos.

a) Parábola del sembrador (Mc/04/01-09).

1 Otra vez se puso a enseñar a la orilla del mar. Y se reúne en torno a él numerosísimo pueblo, de forma que tuvo que subirse a una barca, dentro del mar, y sentarse en ella, mientras todo el pueblo permanecía en tierra, junto al mar. 2 Y les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Y les iba diciendo en su enseñanza. 3 «Escuchad: Salió el sembrador a sembrar. 4 Y sucedió que, según iba sembrando, parte de la semilla cayó al borde del camino; y vinieron los pájaros y se la comieron. 5 Otro poco cayó en terreno pedregoso, donde había poca tierra; brotó en seguida, porque la tierra no tenía profundidad; 6 pero, en cuanto salió el sol, se quemó; y como no había echado raíces, se secó. 7 Otro poco cayó entre zarzas; y como las zarzas también crecieron, lo ahogaron sin que pudiera dar fruto. 8 Y el resto cayó en tierra buena; fue creciendo y granando, hasta dar fruto que llegó: uno al treinta por uno, otro al sesenta y otro al ciento.» 9 Y añadía: «El que tenga oídos para oír, que oiga.»

El evangelista presta al discurso en parábolas de Jesús un marco impresionante. Cuando todos los hombres tienen que escuchar a Jesús se necesita un espacio amplio, para el que ya no bastan ni la «casa» ni las «sinagogas» (1,39). De ahí que marche al lago, y pronto se congrega «numerosísimo pueblo». La escena recuerda al relato compendiado de 3,7-11; pero mientras allí se nos ofrecen las curaciones de Jesús y las expulsiones de demonios, aquí toma la palabra para enseñar. Cuando se sienta en la barca y el pueblo escucha desde la orilla, aparece realmente como el Maestro, al igual que los maestros judíos de la ley enseñaban sentados; pero, a diferencia de éstos, no tiene a su alrededor un pequeño círculo de alumnos, sino a todo el pueblo congregado. También el discurso en parábolas pertenece a la tradición doctrinal judía; mas por lo que respecta a las «parábolas del crecimiento», que Jesús narra aquí, no existe nada parecido en la tradición de parábolas judías. Jesús tiene algo nuevo y propio que decir. Aquello de que habla en parábolas es algo que acontece en su ministerio y al narrarlas él se convierte en un acontecimiento. Las turbas populares representan aquí a todos los hombres a los que llega la palabra de Dios a través de la revelación promulgada por Jesús. Lo que Jesús expone en parábolas les afecta a todos, es una llamada a todos. Pero al propio tiempo refleja su conducta que Dios ha incluido también en sus planes. Es un discurso total y plenamente «existencial», que se afinca en la realidad, un discurso operante y eficaz, podríamos decir que «un acontecimiento verbal». Y, sin embargo, es también doctrina, doctrina especialmente para la comunidad posterior que de este modo aprende a comprender la aparición y actividad de Jesús y en sus palabras encuentra la comprensión de si misma. Esta inteligencia que sólo es accesible a la fe, la subraya el evangelista a través de las instrucciones privadas que los discípulos recibieron de Jesús (v. 10.34b), aun cuando éstos en su situación histórica y con sus facultades humanas no comprendiesen entonces todavía el sentido de las parábolas (v. 13). Pero lo que ellos comprendieron después de la resurrección de Jesús tiene que ser anunciado ahora abiertamente (cf. v. 21s) para provecho de los creyentes y ruina de los incrédulos (cf. v. 24s). De este modo sigue actuando en la predicación de la Iglesia el acontecimiento que Jesús describe e impulsa con sus parábolas. Sólo bajo esta pluralidad de facetas podemos comprender el propósito de este capítulo: exposición de aquello que era el discurso parabólico de Jesús, de lo que quería y lograba ser una doctrina para la Iglesia primitiva y su visión de sí misma, y, finalmente, una palabra directa a todos aquellos que escuchan de nuevo las palabras de Jesús y las meditan. Prescindamos de momento de la interpretación de la Iglesia primitiva, fuertemente alegorista y moralizante, ¡que después se ofrecerá a los discípulos! (v. 14-20). Jesús narra un suceso cotidiano: un labrador que se encamina hacia el suelo descarnado y pedregoso de la región montañosa de Galilea y esparce su semilla de cereales. En la operación se pierde mucha semilla, bien porque cae en el camino, en terreno rocoso o entre las espinas. Sólo una pequeña parte -eso es lo que indican los cuatro casos- encuentra terreno fértil y lleva fruto abundante y colmado. Como entonces en Palestina sólo se araba la tierra después de la siembra enterrando al tiempo la semilla, podemos explicarnos la distinta suerte de la semilla lanzada. Lo que cuenta Jesús no es, pues, nada desacostumbrado; mediante un proceso tomado de la naturaleza y de la vida humana, y que es familiar a los oyentes, Jesús quiere exponerles un acontecimiento espiritual más profundo. Debe haber algo que tenga relación con el reino de Dios, al menos para la comprensión del evangelista que ve el núcleo esclarecedor en la palabra: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios» (v. 11). También las otras parábolas hablan con claridad creciente del reino de Dios (cf. v. 26 y 30). Mas ¿cuál es el sentido particular de esta parábola relativo al mensaje del reino de Dios? Empecemos por lo más seguro: con «el misterio del reino de Dios» Jesús sólo puede referirse a la presencia de ese Reino en su ministerio. La parábola describe, pues, algo que está ocurriendo en ese mismo momento. Los lectores lo saben por lo que se les ha expuesto hasta ahora: el reino de Dios es anunciado, su fuerza se descubre de palabra y de obra, pero también tropieza con algunas resistencias, con el poder de Satán y las calumnias de los hombres (cf. 3,20-30). Tal como Jesús presenta la semilla del sembrador, la atención del oyente se centra en el destino del grano tirado. Difícilmente se pierde en los detalles de cómo y por qué se pierde tanta semilla. Los tres primeros grupos presentan simplemente el hecho de que es mucha la siembra estropeada; pero este fracaso se compensa por el abundante rendimiento del último grupo. Toda la fuerza del relato descansa en esta cosecha. Por eso concluye la parábola infundiendo una alegre confianza. Eso es precisamente lo que parece buscar Jesús: proporcionar la certeza de que la predicación triunfará, pese a todas las oposiciones, de que el comienzo promete el cumplimiento. Podría pensarse que Jesús sólo quiere exponer en general la fuerza de la palabra de Dios, la eficacia de su predicación. Pero lo que él anuncia es el inminente reino de Dios, que irrumpe ya por medio de su anuncio. De este modo la parábola dice ya algo acerca de ese reino de Dios: se halla ahora en su estadio inicial, choca con dificultades, en muchos hombres no encuentra la fe o al menos una fe estable; mas pese a todo ello, está viniendo de un modo incontenible y alguna vez aparecerá en toda su gloria. Nada se dice de cuándo y cómo llega el reino de Dios; basta la certeza de que llegará alguna vez el fruto abundante y una cosecha gloriosa. ¿Piensa Jesús en el mismo «sembrador»? De ser así, lo hace sólo de un modo velado; en la parábola al sembrador sólo se le menciona al principio, la mirada se concentra exclusivamente en la semilla. Ello responde a la predicación de Jesús quien con su palabra y sus hechos sólo pretende establecer el reino de Dios y poner de relieve la acción de Dios; pero la parábola permanece abierta para los predicadores posteriores que asumen su actividad. La Iglesia primitiva comprende que con su predicación misionera prolonga el anuncio de Jesús (cf. v. 14, «la palabra»). La palabra de Dios es poderosa y fecunda, el reino de Dios está llegando de un modo irresistible. Por el hecho de ser anunciado se brinda ya a los hombres; éstos sólo necesitan escuchar y creer. Por ello late también en la parábola una apelación urgente a abrirse a la palabra de salvación, aquí y ahora, en el momento de la siembra. La palabra final, con una nueva fórmula introductoria, era ciertamente una exhortación habitual en Jesús, pero que aquí encuentra su lugar más adecuado: «¡Quien tenga oídos para oír, que oiga!» El objeto de la parábola no es la escucha adecuada, pero abre el sentido de la misma: cultivar la confianza en el reino de Dios anunciado y en su fuerza, alimentar la esperanza en su consumación, en su llegada gloriosa.

b) Sentido del lenguaje en parábolas (Mc/04/10-12).

10 Cuando se quedó a solas, los que le rodeaban, juntamente con los doce, le preguntaban a propósito de las parábolas. 11 Y él les contestaba: «A vosotros se os ha concedido el misterio del reino de Dios: pero a ellos, a los de fuera, todo se les dice en parábolas, 12 para que: viendo, vean, pero no perciban; y oyendo, oigan, pero no entiendan; no sea que se conviertan y sean perdonados» (Isa 6:9 s).

Este fragmento intermedio, destinado exclusivamente a la particular instrucción de los allegados a Jesús, mira al lenguaje de la parábola como tal y se pregunta por su sentido. Aunque hasta ahora Jesús sólo ha narrado una parábola, le preguntan por las parábolas; es decir, por el significado que tienen en general y al mismo tiempo por la razón de que emplee tal lenguaje (cf. Mat 13:10). Aquí evidentemente la comunidad posterior pregunta por el sentido de las instrucciones «privadas» a los discípulos de la comunidad que deben interpretar las palabras de Jesús (cf. 4,34; 7,37; 9,28.33; 10,10; 13,3). Así se explica también el giro impreciso: «los que le rodeaban, juntamente con los doce». En general, son los doce los que reciben estas explicaciones más detalladas; pero se menciona con razón a «los que le rodeaban», porque representan a los creyentes posteriores, en oposición a los que son extraños, «los de fuera» (v. 11). La mirada se extiende, por encima del estrecho círculo de los discípulos, a todos aquellos que pertenecen a Jesús (cf. 3,34s). La misma palabra que emplea aquí el evangelista para las «parábolas», tiene probablemente en su origen un sentido más amplio. «Todo» les sucede a los que están fuera en «enigmas», todo se les convierte en problemas difíciles e incomprensibles. La expresión puede tener también este sentido (Cf. 7.17; Eco 47:17; 4Esd 4:3, etc.). Toda la predicación de Jesús, incluida su actividad, se trueca en un enigma para los de fuera, porque no pueden verla ni entenderla con ojos creyentes 33. El «misterio», que corresponde a ese «en enigma», puede desvelarse o puede permanecer oculto. El misterio del reino de Dios, que le es «dado» a los discípulos creyentes, se acerca a ellos en el ministerio de Jesús. El reino de Dios es ya una realidad; la semilla está sembrada, las fuerzas han empezado a actuar. En la palabra y obra de Jesús ya se puede rastrear lo nuevo; lo que anuncia se está ya realizando: curaciones como signo de la salvación, expulsiones de demonios como prueba de la fuerza divina, perdón de los pecadores como expresión de la misericordia de Dios. Quien tiene ojos creyentes puede ver todo esto (cf. Luc 10:23 ss; Mat 13:16 s). Recordamos otra palabra de Jesús, la de su «exclamación de júbilo»: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a gente sencilla» (Mat 11:25 = Luc 10:21). También aquí se enfrentan dos grupos de hombres: los humanamente sabios y prudentes para los que permanece oculto, y la gente sencilla, es decir, los pequeños e incultos, a quienes Dios mismo se lo revela internamente. Sólo en la fe sencilla se puede comprender el misterio del reino de Dios. En la práctica, sin embargo, sólo unos pocos hombres han comprendido este misterio; ese conocimiento se oculta tras la ruda palabra de Jesús. Los «de fuera», para quienes todo el ministerio de Jesús se convierte en un enigma, son todos los incrédulos sin inteligencia, y para la comunidad posterior también los que se cierran a su predicación misionera. Que la llamada de Dios no encuentre eco en tantas personas sigue siendo para los creyentes un hecho oscuro y oprimente, que sólo puede comprenderse a la luz del plan divino de salvación, a la luz de la Escritura. La cita bíblica, tomada del capítulo 6 del libro de Isaías, de la visión vocacional del profeta, ha llamado la atención de la Iglesia primitiva en distintas ocasiones. Lucas la trae al final de los Hechos de los Apóstoles ( Luc 28:26 s), tras el largo esfuerzo por la conversión del pueblo judío; Juan, al echar una mirada retrospectiva al ministerio público de Jesús (Luc 12:40). Según Marcos, la exclusión de los que están fuera, tiene lugar de un modo premeditado: «para que viendo, vean, pero no perciban…» Suena como un endurecimiento pavoroso, querido por Dios. Pero se trata de una cita: Jesús se refiere a la voluntad de Dios tal como viene expresada en la Sagrada Escritura. Nosotros debemos considerar la cita teniendo en cuenta las circunstancias del pasaje del que está tomada. Cuando ocurre la vocación del profeta, el pueblo se ha alejado e Isaías tiene que anunciar el castigo de Dios a ese pueblo rebelde: deberá obcecarse y endurecerse hasta la aniquilación sobreviviendo sólo un resto santo. Del mismo modo, el endurecimiento de los hombres que se cierran a la predicación de Jesús no deja de ser culpable (cf. Mat 13:13 : «porque viendo no ven…»), y tal vez también no es más que un castigo temporal (cf. Rom 11:7 ss). Aun así, ese designio de Dios no deja de ser bastante duro; pero ya no resulta incomprensible dentro de la economía de la historia de la salvación. La grave palabra de Jesús no se atenúa ni debilita. La última frase, que sólo aparece en Marcos, probablemente tiende a reforzar aún más el «designio endurecedor». Nada se dice sobre la posibilidad de una conversión ulterior, de un perdón definitivo; tal posibilidad ni se sugiere ni se excluye. Es una exhortación a no dejar pasar la hora de la salvación; pero no es motivo para la desesperación. Esta palabra, que sin duda se les dijo más tarde a lo s discípulos que habían permanecido fieles, la ha introducido el evangelista en el discurso de las parábolas a fin de precisar, a lo que parece, el objetivo de las parábolas. Compárese el pasaje con la observación del v. 33 -según la cual, Jesús anunciaba la palabra de Dios con muchas parábolas semejantes conforme a la capacidad de los oyentes- y se verá cómo el evangelista refleja, pese a todo, la convicción de que objetivo primero de las parábolas no es el endurecimiento. Hay que admitir, más bien, que con tal «objetivo» quería proclamar el efecto del lenguaje parabólico, de suyo abierto a la comprensión. Es un efecto crítico, puesto que solicita y provoca a creyentes e incrédulos.

Las parábolas son más que una doctrina, son un acontecimiento en que se deciden la fe y la incredulidad. Confirman aquello que se narra en las mismas. La incredulidad con la que tropieza el anuncio del reino de Dios, es una fuerza oscura que Dios hunde todavía más en las tinieblas. A pesar de ella, Dios sabe imponer su soberanía y establecer su reino. Esto es lo que debe aprender la comunidad creyente: hasta las fuerzas contrarias a la acción divina están previstas y permitidas por Dios e incluso son impulsadas por él en la orientación que les es propia, porque sin ellas y contra ellas sabe alcanzar sus objetivos con el ejército de los creyentes. Pertenecer a ese ejército es una gracia que el hombre sólo puede agradecer. Pero también el creyente tiene que penetrar cada vez más en el «misterio del reino de Dios y convencerse cada vez más de la presencia de la salvación que se le brinda en Cristo».

c) Aplicación de la parábola del sembrador (Mc/04/13-20).

13 Y añade aún: «¿No entendéis esta parábola? Pues ¿cómo vais a comprender las demás? 14 El sembrador va sembrando la palabra. 15 Unos están al borde del camino; en ellos se ha sembrado la palabra; pero, apenas la oyen, viene Satán y se lleva la palabra que fue sembrada en ellos. 16 Hay otros. igualmente, que recibieron la semilla en terreno pedregoso; éstos, al oír la palabra, de momento la reciben con alegría; 17 pero no echa raíces en ellos, porque son hombres de un primer impulso; y, apenas sobreviene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, al momento fallan. 18 Otros hay que reciben la semilla entre zarzas; éstos son los que oyeron la palabra; 19 pero sobrevienen luego las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y toda suerte de malos deseos, y ahogan la palabra, y no da fruto. 20 Finalmente, otros hay que reciben la semilla en tierra buena; son los que oyen la palabra y la aceptan en su corazón y dan fruto al treinta por uno, al sesenta, o al ciento.»

Esta explicación de la parábola del sembrador dada a los discípulos es en realidad una primitiva aplicación de la Iglesia a quienes se convierten a la fe y a su posición en el mundo. Puede reconocerse así en la formulación lingüística y en las circunstancias señaladas: tribulación y persecución, los afanes del siglo… El punto de vista original -la siembra y la cosecha- se ha desplazado realmente a los hombres aludidos: ellos son ahora «los sembrados» y los que han sido colocados en las condiciones de esta época del mundo. Son incluso «el suelo» en que ha sido lanzada la semilla (v. 15). El desenfoque y superposición de las dos imágenes se explican por el deseo de hablar con más fuerza a los oyentes y de amonestarles a producir fruto. La parenesis misma es impresionante. Los hombres que están «al borde del camino», a quienes Satán roba la semilla de la palabra, pueden ser aquellos a los que los enemigos de la fe arrancan la fe germinal. Otros llevan más bien en sí mismos la causa de su apostasía: no tienen hondura ni consistencia (el suelo pedregoso). Se exaltan momentáneamente, pero no conservan la fe ante las tribulaciones y persecuciones. No han comprendido el sentido de la religión de la cruz, la llamada al seguimiento de Cristo; brotan así los deseos falaces que «ahogan» la vida interior. Las «preocupaciones del mundo», la lucha por la existencia, las privaciones y desengaños de la vida producen el mismo efecto deletéreo que las riquezas y los deseos desordenados. El bienestar hace que los hombres se sientan satisfechos y contentos de sí mismo, les engaña acerca de su verdadera situación y no les deja ya pensar en Dios ni en su verdadera salvación (cf. Luc 12:16-20 : el rico insensato). Pero la exposición no se detiene en este aspecto negativo y descorazonador. Dios no ha sembrado su semilla inútilmente. Cuando su palabra cae en buena tierra produce fruto abundante y colmado. Esta es una apelación alentadora a cuantos se han convertido a la fe al mismo tiempo que un consuelo frente a la negativa y apostasía de muchos. La palabra de Dios no se vuelve a él de vacío, sin haber cumplido lo que Dios quiere y sin llevar a cabo aquello para lo que ha sido enviada ( Isa 55:8-11). El marco misionero -«el sembrador va sembrando la palabra»- sugiere una nueva aplicación: los predicadores cristianos, los que asumen y continúan el trabajo de sementera de Cristo, merecen consideración y consuelo por su actividad. Los fracasos no desaparecen; en la parábola tres cuartas partes de la semilla esparcida se pierden, sólo una cuarta parte encuentra terreno bueno. Esto no se ha pensado ciertamente bajo el prisma del cálculo; pero alude al misterio del gobierno divino. Dios consigue su propósito en contra de todas las resistencias y al final recoge una cosecha abundante. En él no cuentan las mismas reglas que entre los hombres; se da una paradoja de fortaleza divina en la debilidad (cf. 1Co 1:25). De este modo, la aplicación que la Iglesia primitiva hizo de la parábola del sembrador se aleja evidentemente del sentido original que tenía en boca de Jesús. El punto de mira se ha desplazado de la revelación a la exhortación. Retrocede el pensamiento de la llegada del reino de Dios que ya está presente, pasando al primer plano el estímulo moral a producir fruto. Aunque se debe presuponer el conocimiento del mensaje de Jesús (1Co 1:15). El Reino de Dios se hace realidad tanto en la proclama de Jesús como en la predicación de la Iglesia primitiva; aquí como allí ese reino ejerce una función crítica entre los oyentes. También en la fecundidad moral de los creyentes se anuncia el reino y en la fidelidad inconmovible de la comunidad se hace más firme y consciente la esperanza del reino futuro. Quien se esfuerza, como miembro vivo de la comunidad, en dar frutos de fe y de amor, experimenta en ella el «misterio del reino de Dios» (1Co 4:11 s) y la eficacia de las fuerzas salvadoras de Dios que están en acción.

d) Grupo de sentencias (Mc/04/21-25).

21 Decíales también: «¿Acaso se enciende una lámpara para ponerla debajo de un almud o debajo de la cama? ¿No será más bien para colocarla sobre el candelero? 22 Porque nada hay oculto que no haya de manifestarse, y nada secreto que no haya de salir a la luz. 23 El que tenga oídos para oír, que oiga.» 24 Decíales igualmente: «Atended bien a lo que oís. Con la medida con que midáis, seréis medidos, y con creces. 25 Porque al que tiene, se le dará; y al que no tiene, aun aquello que tiene se le quitará.»

El grupo inserto aquí comprende cuatro sentencias independientes que el evangelista ha entretejido para darles unidad de sentido. El método lo han utilizado con frecuencia los evangelistas; recibieron palabras de Jesús, que llevaban su sello y reconocidas por todos como tales, y formaron con ellas unas determinadas unidades. De este modo las palabras alcanzaban un sentido particular, que a menudo es diverso en los distintos evangelistas. Las sentencias aquí presentadas las ha elegido Marcos teniendo en cuenta su capítulo de las parábolas. Lo que Jesús ha dicho a los discípulos sobre «el misterio del Reino de Dios» (v. 11) y sobre la siembra de la palabra de Dios (v. 13-20), debe prolongarse en estas sentencias y aplicarse a la predicación. Hay dos grupos que están mutuamente relacionados mediante la exhortación a escuchar (v. 23). La sentencia sobre la «escucha», que exhorta a prestar atención, cierra el primer grupo aplicable a los predicadores; y la sentencia que reclama atención a lo que se oye (24a}, introduce el segundo grupo, aplicable a todos los oyentes de la predicación. También se podría decir que el primer grupo de sentencias (v. 21 s) continúa el tema del «misterio del reino de Dios» traduciéndolo a la situación de la comunidad pospascual; en tanto que el segundo grupo de sentencias (v. 24s) enlaza con la parenesis de los v. 13-20 dando instrucciones y razones para una escucha fructuosa. Pero veamos con más detalle cada una de las sentencias. La imagen, fácilmente comprensible, de la lámpara que se pone sobre el candelero, alude a la predicación del reino de Dios (*). También Jesús ha predicado y enseñado en público; pero la mayor parte del pueblo se endureció en la incomprensión y la incredulidad, sólo el estrecho círculo de los discípulos recibió con fe sus palabras y Dios les abrió «el misterio del reino de Dios». Pero el Evangelio debe predicarse en todo el mundo (1Co 13:10; 1Co 14:9); los discípulos deben llevar esa luz al mundo entero. En la palabra de la predicación se hace presente y eficaz el reino de Dios. La fe debe tener una fuerza misionera. Una comunidad que se circunscribe a su círculo es como aquel que pone una lámpara debajo del almud o de la cama. Si era voluntad de Dios confiar el misterio de su reino sólo a unos pocos durante el ministerio de Jesús, y si la predicación de Jesús al principio sólo se dirigió al pueblo de Israel, ahora el Evangelio tiene que ser anunciado a todos los pueblos (13,10). Es una lámpara que debe iluminar a todos los hombres. Así enlaza perfectamente la sentencia siguiente relativa a lo oculto y secreto que debe ser pregonado. Esta sentencia de sentido genérico (**) se aplica aquí al acontecimiento de la predicación. Marcos subraya el sentido íntimo y la orientación del acontecimiento que ahora permanece oculto; eso que ahora está oculto deberá manifestarse y lo que está secreto tiene que darse a conocer. También el misterio de la persona y de la obra de Jesús, el misterio del reino de Dios, tiene que revelarse a los hombres después de pascua. Hay ahí una vigorosa llamada a los predicadores y a la comunidad, llamada que se acentúa todavía más con la exhortación: «El que tenga oídos para oír, que oiga.» Toda la comunidad debe prestar oído atento y comprender el encargo que tiene de actuar en el mundo. Llevar una existencia escondida es contrario a la voluntad de Dios. La Iglesia no debe nunca encerrarse en un ghetto ni convertirse en una secta clandestina. Debe ser un signo de Dios en el mundo y dar testimonio de la acción divina (cf. Mat 5:13-16). Y así se llega también a la recta escucha. De los predicadores la atención se centra en los oyentes: «Atended bien a lo que oís.» En este contexto la sentencia acerca de la medida señala la dosis de atención prestada. Ciertamente que la imagen encaja mejor con la advertencia relativa al juicio del hermano (Mat 7:1), o con la exhortación a dar generosamente (Luc 6:38); pero la continuación en Marcos: «y con creces» (v. 24), pone de manifiesto la mente del evangelista: quien da cabida a la palabra de Dios y deja que se desarrolle, obtendrá una ganancia abundante. Hay que recibir el mensaje de Dios con ánimo bien dispuesto y abrirle el corazón de par en par para que pueda producir fruto. «La palabra de Dios habite entre vosotros con toda su riqueza» (Col 3:16). «Atended» no indica simplemente una actitud receptiva, sino que exige además una participación personal, la voluntad de aplicarse lo oído y de hacerlo fructificar para la propia vida. Quien presta atención a lo que se le anuncia y lo siente en sí mismo como revelación y exigencia divinas, sacará de ello provecho y ganancia crecientes. Dios mismo le aumentará el tesoro de su fe y le colmará con sus dones internos. Esto es, en definitiva, lo que quiere subrayar la última sentencia que, aislada y tomada literalmente resulta muy difícil de entender. En los otros dos sinópticos encontramos esta frase -¿un proverbio sacado de la experiencia?- en el contexto de la parábola de los talentos y de las minas, respectivamente (Mat 25:29; Luc 19:26), recibiendo su explicación del hecho narrado. En Marcos resulta comprensible si se piensa en el oyente: a quien ya posee un tesoro de fe y amor, de buena disposición y energía para llevar a la práctica la vida cristiana, aún se le otorgarán nuevos dones mediante la escucha adecuada de la palabra de Dios. Pero quien no posee nada de esto se verá incluso privado de la fe aceptada externamente y al final se encontrará con las manos vacías. Una vez más se pone así de relieve la función crítica de la palabra de Dios, capaz de llevar a una fe más madura o a la incredulidad. Todo el grupo de sentencias es una pequeña pieza doctrinal sobre la predicación y la fe. Prolonga la teología de la palabra que ya había sido expuesta en la interpretación de la parábola (v. 13-20). La palabra de Dios contiene en sí misma una gran energía; pero hay que recibirla también con ánimo bien dispuesto, mantenerla en la vida y protegerla de influencias perniciosas. Es una fuerza vital, a la que se debe dar amplia cabida. Es entonces cuando da sus frutos en cada hombre particular, en la comunidad y en el mundo entero.

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(*) En Luc 11:33 probablemente se piensa en el mismo Jesús, habida cuenta de las precedentes sentencias acerca de la «lámpara sobre el candelero»; en Mt 5.15 se aplica a la comunidad de discípulos, de los que antes se ha dicho: «Vosotros sois la luz del mundo». Se trata de distintas aplicaciones de la metáfora, que sin embargo están emparentadas: con la proclamación del Evangelio Jesús mismo es llevado al mundo como luz, y la comunidad proclamadora se convierte a su vez en una luz o señal para el mundo. Marcos -y el pasaje paralelo de Lc 8,16- debió conservar el sentido original.

(**) Se encuentra una vez más en un «doble» de Mat 10:26 y Luc 12:2, con un sentido distinto en ambos pasajes. Mateo subraya sobre todo la relación escatológica, que seguramente era el sentido original (¿el juicio?). Lucas piensa en los pensamientos y sentimientos del predicador que saldrán a la luz: por ello, se deben proclamar a los cuatro vientos con toda libertad.

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e) La parábola de la semilla que crece por sí sola (Mc/04/26-29).

26 Dijo además: «El reino de Dios viene a ser esto: Un hombre arroja la semilla en la tierra. 27 Y ya duerma o ya vele, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo sin que él sepa cómo. 28 La tierra, por sí misma, produce primero la hierba, luego la espiga, y por último el trigo bien granado en la espiga. 29 Y cuando el fruto está a punto, en seguida aquel hombre manda meter la hoz, parque ha llegado el tiempo de la siega.»

Narra el evangelista ahora una segunda parábola sobre el reino de Dios, que trata también de semilla, crecimiento y cosecha. Sólo se encuentra en Marcos; Lucas se contenta con la parábola del sembrador y las sentencias vinculadas; Mateo trae en este lugar la parábola de la cizaña entre el trigo, y ciertamente que no sin un propósito concreto (*). Marcos quiere esclarecer el mensaje del reino de Dios que irrumpe. Y ahora dirige su atención al tiempo que media entre la sementera y la recolección. Podría decirse que en las tres parábolas del capítulo 4 de Marcos el acento va desplazándose de la sementera (parábola del sembrador), al período intermedio (la semilla que crece) y al tiempo final (el grano de mostaza). Aunque los tres aspectos están presentes en cada una de ellas, pues siembra, maduración y cosecha no se pueden separar. La parábola narra un proceso evidente, conocido de todos los oyentes y que nadie discutía. Jesús quiere enseñar algo concreto sobre el reino de Dios y exhortar a los oyentes a una actitud adecuada a la acción de Dios en esta hora. Pero ¿cuál es la lección particular de esta parábola? Después de la siembra el campesino aguarda paciente y confiado que llegue el tiempo de la recolección. La tierra lleva fruto por sí sola. Llega indefectiblemente el tiempo de la siega y entonces el campesino puede recoger el fruto. Se ha pensado que Jesús se consideraba aquí a sí mismo como el labrador y que expresaba su confianza de que su predicación no resultase inútil. No hay que excluir esta idea; pero Jesús quiere sobre todo dar aliento a los oyentes con esta parábola. Deben saber que la sementera se ha llevado a cabo con éxito, que las fuerzas de Dios siguen operando, aunque ocultas y desarrollándose de una forma callada. Todavía no ha llegado la cosecha, pero su llegada es segura. En este tiempo conviene esperar pacientes y tranquilos y confiar en el poder de Dios. No serán la propia actividad e inquietud las que consigan el objetivo; el reino de Dios no lo establecen los hombres por sus propias fuerzas. Por importante que sea la predicación, la acción de Dios sigue siendo lo más importante. Mas, a pesar de la tranquilidad de la espera, la mirada se dirige a la cosecha. Tan pronto como el fruto lo permite, el labrador mete la hoz. Las últimas palabras son una cita de Joe 4:13 y tienen su centro de gravedad en el anuncio jubiloso de «¡Ha llegado el tiempo de la siega!» Así tiene que estar preparada la comunidad para recoger la cosecha de Dios al fin de los tiempos. Jesús quería afianzar en su tiempo la confianza en Dios y en su obra: el reino de Dios llega ciertamente y está cerca. Llega por la fuerza de Dios y va creciendo calladamente, «por sí solo», sin que se advierta su crecimiento. En el tiempo pospascual de la comunidad la idea volverá a ser actual de una manera nueva. La comunidad, que ya ha desplegado una predicación misionera, pero se ve asediada de fracasos y dificultades, tiene que poner en manos de Dios el desarrollo ulterior de una manera tranquila y confiada, paciente y firme y dirigir su mirada hacia el futuro. La espera inminente que invade a la comunidad (cf. 9,1; 13,30) y que se refleja en la parábola de la higuera (13,28s), se sitúa así en la perspectiva adecuada: lo decisivo no es la proximidad temporal, sino la proximidad siempre operante de Dios, que conoce el día y la hora (13,32). La parábola exige de nosotros una actitud fundamental parecida: confianza creyente en Dios, que opera en silencio y hace madurar su semilla y una serenidad que saca paz y fuerza de ese conocimiento.

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(*) Mateo dirige la mirada a la época del crecimiento de modo particular a la comunidad en el mundo, todavía amenazada de peligros e influencias perniciosas. Hasta en ella existen miembros indignos que no responden a su vocación; al final serán arrojados del reino del Hijo del hombre todos los que cometen la maldad (13,41s; cf. también 7,22s; 22,11 ss)

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f) Parábola del grano de mostaza (Mc/04/30-34).

30 Y proseguía diciendo: «¿A qué compararemos el reino de Dios o con qué parábola lo describiremos? 31 Es como el grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es la más pequeña de todas las semillas que sobre la tierra existen; 32 pero, una vez, sembrado, se pone a crecer y sube más alto que todas las hortalizas, y echa ramas tan grandes, que los pájaros del cielo pueden anidar bajo su sombra.» 33 Y con muchas parábolas así les proponía el mensaje, según que lo podían recibir. 34 Y sin parábolas no les hablaba. Pero, a solas, se lo explicaba todo a sus propios discípulos.

La última de estas parábolas relativas al crecimiento del reino de Dios empieza con una introducción detallada. La doble pregunta puede indicar lo difícil que resulta explicar a los oyentes la verdad y realidad del reino de Dios. Como sucede siempre en estas parábolas, el reino de Dios no debe identificarse sin más ni más con la imagen elegida -en este caso con el grano de mostaza-, sino que debe ilustrarse por el proceso general. Del minúsculo grano de mostaza crece un arbusto vigoroso, lo que constituye un proceso sorprendente. La parábola tiende a poner de relieve este crecimiento desde unos comienzos insignificantes hasta el máximo desarrollo. El grano de mostaza, proverbialmente pequeño (cf. Luc 17:6 = Mat 17:20), contiene en sí la fuerza para desarrollar un gran tronco y echar ramas a cuya sombra anidan los pájaros. A diferencia de lo que ocurre en la parábola de la semilla que crece por sí sola, aquí no se describe cada uno de los estadios del crecimiento, sino que la mirada se dirige al sorprendente resultado final. No otra cosa pretende exponer también la parábola de la levadura que en su origen debió formar una parábola paralela a la del grano de mostaza (Luc 13:18-21; Mat 13:31-33). El espléndido resultado final viene también indicado mediante «los pájaros del cielo», imagen bien conocida ya del Antiguo Testamento (Cf. Dan 4:9.11.18; Eze 17:23; Eze 31:6). La vivienda de las aves a la sombra o entre las ramas del árbol es como un símbolo del reino de Dios; que acoge a muchos pueblos y se convierte para ellos en su hogar. No hay que aplicar inmediatamente esta parábola al crecimiento y expansión de la Iglesia. El reino de Dios opera ciertamente sobre la tierra y dentro de la Iglesia; pero no es una realidad visible como la Iglesia ni presenta su firme organización. Tampoco está sometido a ninguna evolución terrena, como lo está la Iglesia en el curso de la historia. No se desarrolla a través de factores naturales, mediante los planes y acción de los hombres, sino que crece gracias a las fuerzas ocultas de Dios. Por ello, la doble parábola del grano de mostaza y de la levadura no pretende describir algo así como la eficacia intensiva y extensiva de la Iglesia, sino dejar constancia de la llegada del reino cósmico de Dios. El pensamiento de una expansión triunfal de la Iglesia o de nuestra capacidad para construir el reino de Dios, es un engaño peligroso y hasta la misma historia terrena lo contradice. Jesús piensa exclusivamente en las prodigiosas fuerzas divinas y en el incontrovertible resultado final de Dios. Con esta visión reveladora la parábola del grano de mostaza actúa como un poderoso aguijón alentando una fe inquebrantable y una esperanza que no puede engañarse. En contra de todas las apariencias exteriores el reino de Dios seguirá desarrollándose y al final obtendrá la victoria. Eso es también lo que quiere decir el evangelista a su comunidad. A pesar de su profundo interés misionero, el evangelista no cede a la tentación de alimentar sus esperanzas de un futuro terreno. Sabe, sin duda que, antes del fin, el Evangelio será anunciado a todos los pueblos (Eze 13:10); pero sabe también que antes de la venida del Hijo del hombre han de llegar muchas persecuciones, tentaciones y grandes angustias (Eze 13:5-23). También para nosotros es sumamente importante esta mirada al triunfo final de Dios. Cierra así el evangelista este capítulo de parábolas, de las que sólo intenta presentar una selección. «Con muchas parábolas así» hablaba Jesús al pueblo. Para Marcos esto no es simplemente doctrina o instrucción, sino proclama que mete en los oídos la palabra de Dios. Se trata de una expresión acuñada ya en el lenguaje misionero y en la catequesis de la Iglesia primitiva (cf. v. 14s) (*). La palabra de Dios contiene una fuerza salvadora, pero se trueca en juicio para quienes la escuchan y no creen. En la palabra de la predicación se les brinda a los hombres el reino de Dios, y en el escuchar con fe y obediencia o con endurecimiento e incredulidad deciden los oyentes su salvación o su ruina. Teniendo en cuenta la sentencia del v. 11s, sorprende que el evangelista continúe: «según que lo podían recibir.» Tal vez el evangelista ha tomado esta observación de la tradición, testificando así que en un principio las parábolas no ocultaban sino que hacían patente el sentido de las palabras de Jesús. Pero la frase puede también poner de manifiesto la función crítica del lenguaje en parábolas: no todos podían escuchar del mismo modo. Al emplear las parábolas Jesús tiene en cuenta la capacidad de comprensión de los oyentes al tiempo que la sensibilidad de su fe. Así se comprende la última observación: «Pero, a solas, lo explicaba todo a sus discípulos.» Porque creen y se mantienen fieles a él, los adentra en la inteligencia más profunda del acontecimiento, en «el misterio del reino de Dios». De este modo, sin embargo, también la comunidad queda invitada a una escucha y comprensión adecuadas. Quien reflexiona con fe sobre las parábolas obtiene luz sobre el acontecimiento enigmático que se desarrolla en el mundo, sobre la eficacia oculta de Dios tanto entonces como hoy. Entendido así, el v. 34 que cierra la perícopa se convierte asimismo en una enseñanza más profunda acerca de la revelación. Tal revelación se presenta siempre bajo un cierto velo -«Y sin parábolas no les hablaba»-, al tiempo que se descubre a los creyentes bien dispuestos: «A solas se lo explicaba todo.» La revelación divina encierra algunas obscuridades, aunque tiene la luz suficiente; es una alocución de Dios que reclama la respuesta y decisión del hombre. Su verdad no aparece en la superficie, sino que se oculta en las profundidades, como la sabiduría y la fuerza de Dios.

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(*) La Iglesia primitiva ha desarrollado una teología de la «palabra de Dios». La palabra de la predicación no es palabra humana, sino palabra de Dios (1Te 2:13). Aunque se reciba entre tribulaciones externas, se realiza con la alegría del Espíritu Santo (1Te 1:6). El predicador sufre persecuciones por causa de esa palabra; pero «la palabra de Dios no está encadenada» (2Ti 2:9). Crece, se desarrolla, se fortalece (Hec 6:7; Hec 12:24; Hec 19:20) y lleva fruto (Col 1:6) Es «la palabra de la verdad» (Efe 1:13; Col 1:5), con la que «nos engendró» el Padre (Stg 1:18; cf. 1Pe 1:23); es la «palabra de vida» (Flp 2:16)

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3. GRANDES PRODIGIOS Y REPUDIO EN NAZARET (,6a).

El mensaje y doctrina de Jesús se confirman con sus grandes obras prodigiosas, no en el sentido de una «prueba» de que están presentes en él las fuerzas del reino de Dios, sino como signos que hacen patentes esas fuerzas a cuantos las contemplan con ojos creyentes. Lo que más tarde aclarará expresamente Juan, el cuarto evangelista, mediante su concepto de los «signos» y su exposición simbólica y teológica de los grandes hechos de Jesús, viene sugerido de forma indirecta en la exposición de Marcos. La comunidad creyente, que ha entendido la doctrina de Jesús en parábolas, que ha comprendido «el misterio del reino de Dios», recibe ahora una instrucción palmaria de cómo en la acción de Jesús se oculta y al mismo tiempo se manifiesta al exterior el poder salvífico de Dios. Desde el comienzo se anunciaba el reino de Dios y simultáneamente se podía reconocer su presencia y eficacia, sobre todo en las expulsiones de los demonios (cf. 1,27.39; 3,15). No se puede pasar por alto la proximidad y conexión de los prodigios narrados a continuación con las expulsiones demoníacas (1,23-27.34; 3,11) Y las curaciones (1,29-31.40-45) referidas anteriormente. El apaciguamiento de la tempestad (4,35-41) viene presentado como un exorcismo cósmico que atañe a la naturaleza. El poseso de la región de Gerasa (5,1-20) es un caso potenciado de la destrucción de las fuerzas demoníacas. La mujer con flujo de sangre (5,25-34) ofrece un ejemplo patente de «la fuerza que de él había salido» (5,30) y que actuaba al simple contacto con Jesús (cf. 3,10). Finalmente, la resurrección de la hija de Jairo (5,35-43) es un gran signo, el máximo en este contexto, de la virtud vivificante de Jesús que puede sacar hasta del reino de los muertos. Realmente, Jesús pone de manifiesto la fuerza de Dios en la expulsión de los demonios, y la salvación divina en las curaciones. Mas, para ver la fuerza salvadora de Dios que irrumpe en Jesús y para comprender su alcance, es necesaria la fe. El tema de la fe orientada a la revelación que Jesús hace de sí mismo con hechos portentosos aparece en esta sección con mayor fuerza que hasta ahora. En la tempestad del lago, los discípulos, y con ellos la comunidad posterior, reciben una seria lección sobre la necesidad de la fe y una muestra de lo que la fe significa en este mundo alejado de Dios. La hemorroisa se convierte en un ejemplo luminoso de postura de fe firme y sencilla. De cara a la muerte, Jesús exhorta a Jairo: «No temas, sólo ten fe» (5,36). Los hombres incrédulos, por el contrario, tiemblan ante el poder de Dios que se revela, alejan a Jesús de su presencia (5,17) y hasta se burlan de él (5,40). Pero el ejemplo más amargo de incredulidad se encuentra al final: la patria incrédula de Jesús le rechaza, el Señor no puede hacer allí milagro alguno y se admira de la incredulidad de aquella gente (6,5S). Esto es una advertencia valiosísima para cuantos están cerca de Jesús y piensan conocerle. La división, establecida en el capítulo de las parábolas entre los de cerca y «los de fuera» (4,10S), sigue vigente. Como la palabra de Jesús ejerce una función crítica, también la ejerce su ministerio en obras. En él se diferencian los espíritus, por el se consuman la salvación y el juicio. De este modo Jesús se convierte en acontecimiento al par que en problema para los hombres: «¿Quién es éste?» (4,41). Se piensa conocerle, pero no se le conoce (6,3). El incrédulo se escandaliza en él (6,3), Y hasta la misma fe difícilmente llega a la plena inteligencia. El Jesús terreno es un misterio, mas tampoco quiere provocar el sensacionalismo (cf. 5, 37-43). Sólo sus acompañantes más cercanos (5,37), que después de los acontecimientos pascuales convierten su espanto y asombro (4,41; 5,42) en fe y en testimonio creyente, podrán explicar el misterio de su persona a una comunidad creyente, aunque tal vez combatida en su fe. Así es cómo en esta sección la comunidad está representada por los doce que Jesús se ha elegido (3,13), al tiempo que alentada por su mensaje de que Jesús es el Señor por encima de todas las potencias contrarias a Dios, de que Jesús es el Hijo del Dios altísimo (5,7).

a) La tempestad calmada (Mc/04/35-41).

35 Aquel mismo día, al atardecer, les dice: «Vamos a pasar a la otra orilla.» 36 Y ellos, despidiendo al pueblo, se llevan a Jesús, tal como estaba, en la barca; también le acompañaban otras barcas. 37 De pronto se levanta una fuerte borrasca; las olas saltaban sobre la barca, de manera que ésta ya estaba a punto de anegarse. 38 Mientras tanto, él seguía durmiendo en la popa sobre un cabezal. Ellos lo despiertan y le dicen: «Maestro, ¿es que no te importa que nos hundamos?» 39 Entonces él se levantó, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla! ¡Enmudece!» El viento cesó y sobrevino una gran calma. 40 Luego les dijo: «¿Por qué tenéis miedo? ¿Cómo no tenéis fe?» 41 Quedaron sumamente atemorizados y se preguntaban unos a otros: «¿Pero quién es éste, que hasta el viento y la mar le obedecen?»

El evangelista conecta estrechamente este relato con el marco de la predicación en parábolas: es la tarde del mismo día y Jesús aparece todavía en la barca a la que había subido a causa del concurso de gente (4,1). Aunque nos hallamos todavía en el mismo capítulo de las parábolas, debe prevalecer la impresión de que aquí se trata de un suceso inmediato. El hecho pertenece al arte narrativo. Sea como fuere, la ocasión y circunstancias son secundarias. Después ya no se vuelve a mencionar a las barcas que le acompañaban; tal vez tenían que actuar como testigos del acontecimiento milagroso. El capítulo 5 parece conectarse directamente, pues los discípulos alcanzan el país de los gerasenos, en la ribera oriental (5,1); pero no se vuelve a considerar que ya debía haber obscurecido. En el marco artificial de un relato continuado lo que interesa conservar es la experiencia única de los discípulos, lo cual posee una importancia duradera y profunda para la comunidad. ésta reconoce a Jesús como soberano de la tempestad y del mar, con un poder que provoca el estremecimiento ante su persona y, como los discípulos, la comunidad está invitada a una fe sin temores, a la plena confianza en su Señor. El poder de Jesús, aquí experimentado, sólo se reconoce en el sentido intentado por el evangelista, cuando entendemos con él el conjuro de la tempestad y la palabra de mando al mar con una expulsión demoníaca. La palabra griega que se emplea para «increpar» o reducir violentamente al viento, aparece también en los exorcismos (1,25; 9,25). En Marcos -a diferencia de Mateo y Lucas- se distingue evidentemente entre el demonio de la tempestad y el del mar. A cada palabra de mando de Jesús corresponde un efecto particular: «y se calmó el viento y sobrevino una gran bonanza», dos resultados maravillosos, pues de otro modo las olas no se hubiesen serenado tan rápidamente. La explicación natural de que esas tempestades violentas se levantan repentinamente en el lago de Genesaret y pasan con la misma rapidez, es insuficiente tratándose de pescadores experimentados, como eran los discípulos de Jesús, y que de eso debían saber bastante. En la descripción resuena una experiencia peculiar: primero una angustia de muerte (v. 38) y, después de hecha la calma, otro «temor», que es el pasmo ante quien ha realizado todo aquello con unas breves palabras de mando. También esta reacción de los discípulos se describe de modo parecido a la del pueblo después de las primeras expulsiones de demonios (1,27). El poder de Jesús sobre el viento y el mar le muestra como soberano vencedor de las potencias demoníacas. Mas las fuerzas divinas presentes en Jesús no hay que verlas fuera de su aparición. Jesús se presenta por completo como un hombre: después de un día agotador de predicar en el lago a las enormes multitudes de pueblo, Jesús se duerme sobre el duro cojín en que suelen sentarse los remeros y ni siquiera despierta con el estruendo de la tempestad y de las olas embravecidas. Los discípulos le despiertan, e inmediatamente se comporta de un modo que no tiene igual. El motivo de la salvación de un peligro marítimo es antiguo -historia de Jonás y diversas narraciones tanto judías como paganas-; pero siempre el que salva es Dios o es la oración de hombres piadosos la que aporta la ayuda. Aquí alguien actúa en nombre de Dios y sólo pronuncia una palabra de mando. ¿Quién es éste? El poder de Jesús es algo único; pero en cierto modo está oculto y sólo se revela en epifanías secretas. Todo el relato es tanto una experiencia como una instrucción de los discípulos. En Mateo la última palabra de asombro la pronuncian los hombres; en Marcos son siempre los discípulos. El peligro de muerte les hizo olvidar de quién tenían en medio de ellos; las fuerzas a las que se veían entregados sobrepujaron su fe. Así lo expresa abiertamente la palabra de reproche de Jesús: son miedosos y cobardes. Una vez más es Marcos el que lo subraya con mayor fuerza que ningún otro evangelista mediante la doble pregunta. Para él desfalleció por completo la fe de los discípulos, mientras que Mateo habla de «hombres de poca fe». La fe no es todavía aquí una fe reflexiva en Jesús, el Cristo e Hijo de Dios, sino la fuerza elemental de una confianza creyente. Hay que mantenerla frente a todos los asaltos de las potencias enemigas de Dios. Es el requisito esencial para comprender el mensaje de Jesús sobre el reino de Dios. Mas con la última pregunta se sugiere también al lector que tiene que haber una fe en Jesús, Hijo de Dios. Así se piensa también en la comunidad. Para ella el relato pasa a ser una exhortación apremiante a mantener una fe inquebrantable en medio de su existencia en el mundo. Cierto que para ella la nave sacudida por la tempestad del lago no es todavía el símbolo de la Iglesia como lo será más tarde para los santos padres y para los pensadores piadosos de todos los siglos; todavía no vuelve su mirada al largo proceso histórico en que la Iglesia se ha visto agitada y desarbolada. Pero ya sabe de persecuciones y tribulaciones (c. 13) y su fe se ve combatida, pese a la proximidad del Señor. Necesita una fe carismáticamente fuerte (11,23). La aparente debilidad del Señor, que se encamina hacia el abandono y la oscuridad de la muerte en cruz, sólo puede sostenerla a ella con la fe en su poder oculto, con la fe en su resurrección. Con esa fe tampoco ella sucumbirá.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Parábola del sembrador y la semilla (Mar 4:1-9)

Análisis de discurso

Los versículos Mar 4:1-2 introducen la parábola del sembrador, proveyendo el trasfondo histórico cultural en el cual ésta se encuadra y destacan el trasfondo de notoriedad histórica y social del movimiento de Jesús, que le sirve de marco. Una vez más, Jesús se encuentra enseñando junto al mar. Para evitar ser atropellado por la multitud, se sube a una barca y habla desde la protección que le da cierta distancia de la orilla. Enseña por medio de parábolas. En el capítulo Mar 4:1-41 tenemos tres ejemplos de esta técnica pedagógica utilizada por Jesús. El encuadre gramatical lo da el verbo “oír” en imperativo, que introduce y concluye la parábola: akouete (v. Mar 4:3) y akoueto (v. Mar 4:9). Entre estos dos verbos hay una descripción de la acción del sembrador y de la suerte que corre la semilla. Los diferentes suelos en los cuales cae la semilla —junto al camino, en pedregales, entre espinos, y en buena tierra—producen diferentes resultados, y el lector, al igual que la multitud que está junto al mar, es exhortado a prestar atención y a sacar conclusiones.

TÍTULO: Proponemos como título “Parábola del sembrador y la semilla”, ya que la parábola no solamente se refiere al sembrador, sino también a lo que sucede con la semilla que es sembrada.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

«La gente se quedó de pie en la playa» (TLA). Posiblemente sea correcto decir «de pie», pero el texto no aclara cuál era la posición física de la gente en la orilla. Tampoco sabemos si en ese lugar había playa o no. Orilla es una mejor expresión, o, simplemente, “en tierra, cerca del mar”.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

— lago: Lit. mar. Ver nota a Mat 4:18.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Mar 3:7-9; Luc 5:1-3.

Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana

Sembrando la semilla (ver Mat. 13:1-23; Luc. 8:1-15). De nuevo Jesús se refugió de la multitud subiéndose a una barca anclada a unos me tros de la playa. Esta no era la primera vez que Jesús usaba parábolas, ya que 2:17, 19 y 21 eran breves parábolas del mismo tipo. Sin embargo, ésta es la primer parábola relatada ampliamente y explicada en detalle. Esta parábola del sembrador que salió a sembrar es un cuadro vívido de la predicación del evangelio. Explica que la diferencia en los resultados depende de la naturaleza del corazón humano al recibir el evangelio. Debemos recordar que una parábola no es igual a una alegoría (rara vez usada en la Biblia, si acaso). En una alegoría, cada detalle tiene algún significado espiritual, mientras que en una parábola muchos detalles no serán de importancia; lo que comunica el mensaje es el relato completo.

Puede haber habido o no un sembrador galileo sembrando sobre la ladera de la montaña en aquel momento: en este caso, la ilustración hubiera sido aun más vívida. El detalle de importancia es que, a medida que predicaba, Jesús mismo estaba sembrando la Palabra, y los oyentes estaban respondiendo en las diferentes maneras que él las describía; todos ellos formaban parte de la parábola.

Sólo uno de los cuatro tipos de terrenos mencionados resultó ser productivo, pero sería injusto culpar al sembrador por esto, como lo han hecho algunos comentaristas demasiado celosos (“él debie ra haber preparado mejor el suelo”, “debiera haber sembrado solamente en la buena tierra”). El sembrador tiene que haber sabido que algunas partes de su tierra eran mejores que otras, pero les estaba dando a todas una misma oportunidad; y probablemente era la única tierra que tenía. Sólo los resultados de la cosecha mostrarían cuál era la buena tierra, lo que produciría una cosecha abundante. Se nos dice que una cosecha al diez tantos era buena en Palestina; pero aquí la tierra buena rindió a cien tantos. Así que podemos ver que el énfasis final de la ilustración fue positivo, y no negativo, una pro mesa que nos anima, no sólo una advertencia para tranquilizarnos.

Nos parecerá extraño en nuestro día que los doce completamente fracasan en entender la parábola (recordamos la frecuencia con que Mar. los coloca en esta luz), pero nosotros siempre hemos conocido la explicación que ellos recibieron hasta más tarde. Jesús, con frecuencia, explicaba las cosas después y en privado a sus discípulos. Hubiera sido inútil explicar el significado de la parábola a aquellos que ni siquiera habían dado el primer paso de pen sar seriamente en la ilustración. Los doce demostraron que estaban listos para la explicación pidiéndola. Por esa razón Jesús advirtió a sus oyentes que escucharan atentamente (9).

En un sentido, esta parábola es la clave para todas las demás parábolas, ya que en todas ellas Jesús predica, o sea, siembra la palabra. La cita de Isa. que aparece en el v. 12 no significa que Dios es conde deliberadamente la verdad; si esto fuera así ¿cuál sería el sentido de tener parábolas? Lo que se expresa como el propósito de las parábolas es, en realidad, una observación de la manera en que funcionan en la práctica. A pesar de todo lo que ven y escuchan, algunas personas no van a ver ni comprender; si así fuera, se volverían a Dios para recibir su perdón. Isaías estaba describiendo a un pueblo de corazón empedernido que había dado la espalda a Dios y había rehusado escucharle. Esto es lo mismo que han hecho muchos de los oyentes de Jesús aun hoy.

Sin embargo, aun en el caso de aquellos que están listos para escuchar, una respuesta superficial es un peligro. Escuchar descuidada o superficialmente, aquellos que no tienen raíz, o aquellos cuyas vidas están demasiado llenas de preocupaciones o diversiones (a veces peligros iguales) no darán fruto. Solamente aquellos que escuchan, aceptan y actúan llevarán fruto. A veces se piensa que esta parábola enseña la persistencia espiritual; pero también es una promesa de recibir premios espirituales. Si obedecemos las leyes del crecimiento espiritual, tan cierto como hay una época de siembra, la cosecha también será realidad.

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

4.2 Jesús hablaba por parábolas y, a través de las historias que contaba, enseñaba a la gente. Esas historias eran parábolas. La parábola usa escenas conocidas para explicar verdades espirituales. Este método de enseñanza obliga al oyente a pensar. Y oculta la verdad a quienes son demasiado obstinados o tienen prejuicios para atender la enseñanza que se les da. La mayoría de las parábolas tiene un punto central, por lo cual debemos ser cuidadosos en no ir más allá de lo que Jesús quiso enseñar.4.3 La semilla se plantaba o sembraba a mano. Los agricultores iban por el terreno lanzando puñados de semillas que sacaban de unos sacos grandes que llevaban colgados de los hombros. Las plantitas no crecían en el orden que crecen ahora gracias a la maquinaria que se usa para plantarlas. Por diestros que fueran los agricultores, no podían evitar que las semillas cayeran en el camino o entre las piedras y las espinas, ni que las arrastrara el viento. Lanzaban las semillas en abundancia y lograban que gran parte de estas cayeran en buena tierra asegurando la cosecha.4.9 Escuchamos con nuestros oídos, pero hay una forma más profunda de oír, con el corazón, necesaria para captar el sentido espiritual de las palabras de Jesús. Algunas personas en la multitud buscaban alguna evidencia en contra de El; otros en realidad querían aprender y crecer. Las palabras de Jesús son para los que le buscan con sinceridad.4.11, 12 Algunas personas no entienden la verdad de Dios porque no están listas. Dios revela su verdad a los que desean andar en ella, a los que quieren vivirla. Cuando usted habla de Dios, sin duda no lo entenderán si no están aún preparados. Sea paciente y aproveche cada oportunidad para hablar de la verdad de Dios; pida que el Espíritu Santo abra el corazón de sus oyentes para que reciban la verdad y la experimenten.4.14-20 Las cuatro clases de suelo representan cuatro maneras diferentes en que la gente reacciona a la Palabra de Dios. Por lo general, pensamos que Jesús hablaba de cuatro clases distintas de personas. Pero El también hablaba de: (1) diversas épocas o fases en la vida de la persona, o (2) cómo estamos dispuestos a recibir el mensaje de Dios en algunos aspectos de nuestra vida y cómo lo rechazamos en otros. Por ejemplo, usted quizás sea receptivo a Dios en cuanto a su futuro, pero cerrado respecto a cómo usar su dinero. A lo mejor es como la buena tierra en cuanto a las demandas de adoración de Dios, pero como el rocoso respecto a sus demandas de dar a los necesitados. Debemos procurar, siempre, ser como la buena tierra en cada aspecto de nuestra vida.4.19 Las preocupaciones mundanas, la falsa sensación de seguridad que produce la prosperidad y el deseo por las cosas, plagaron a los discípulos del primer siglo tal como lo hacen hoy. Con cuánta facilidad las rutinas diarias se recargan de cosas. Una vida llena de búsquedas materiales nos dejan sordos ante la Palabra de Dios. Manténgase firme a fin de oír cuando Dios habla.4.21 Si una lámpara no ayuda a ver, de nada sirve. ¿Está nuestra vida mostrando a otros cómo es posible encontrar a Dios y vivir para El? Si no es así, pregúntese qué «almudes», ocultan su luz. La autocomplacencia, el resentimiento, la dureza de corazón o la desobediencia pueden ser «almudes», que impiden que la luz de Dios brille a través de usted para bendición de otros.4.24, 25 La luz de la verdad de Jesús se nos revela, no se esconde. Pero no estamos en capacidad de ver ni usar toda esa verdad ahora mismo. Solo en la medida que ponemos las enseñanzas de Dios en práctica entenderemos y veremos más de esa verdad. La verdad es clara, pero nuestra capacidad para comprenderla es imperfecta. En la medida que obedezcamos, iremos aguzando nuestra visión y aumentando nuestra comprensión (véase Jam 1:22-25).4.25 Esta frase significa simplemente que tenemos el deber de usar bien lo que tenemos. No es cuestión de cuánto tenemos, sino de cómo usamos lo que tenemos.4.26-29 Esta parábola acerca del Reino de Dios, narrada únicamente por Marcos, revela que el crecimiento espiritual es un proceso continuo y gradual que culmina en una cosecha de madurez espiritual. Podemos entender el proceso de crecimiento espiritual comparándolo con el lento pero seguro crecimiento de una planta.4.30-32 Jesús usó esta parábola para explicar que aun el cristianismo tenía un comienzo muy pequeño, llegaría a crecer hasta transformarse en una comunidad mundial de creyentes. Cuando se sienta solo en su relación con Dios, acuérdese que El está construyendo un reino mundial. Tiene fieles seguidores en cada parte del mundo y nuestra fe, no importa cuán pequeña sea, puede juntarse con la de otros para lograr grandes cosas.4.33, 34 Jesús adaptó sus métodos a la capacidad y los deseos de entender de su audiencia. No habló en parábolas para confundir, sino a fin de desafiar a los que sinceramente lo buscaban a descubrir el verdadero sentido de sus palabras. Muchas de las enseñanzas de Jesús fueron en contra de la hipocresía y los motivos impuros, tan comunes en los líderes religiosos. Si hubiera hablado directamente en contra de ellos, su ministerio público se habría visto estorbado. Los que escuchaban de verdad a Jesús podían entenderlo.4.37, 38 El mar de Galilea está a poco más de doscientos metros bajo el nivel del mar y se encuentra rodeado de montañas. Los vientos soplan con bastante intensidad en las regiones cercanas al mar y provocan violentas e inesperadas tormentas. Los discípulos eran pescadores experimentados, toda su vida pescaron en aquel lago, pero en esta tempestad el pánico los dominó.4.38-40 Los discípulos se asustaron porque la tempestad amenazaba destruirlos y parecía que Jesús no se daba cuenta ni se preocupaba de lo que pasaba. Era una tempestad física, pero hay tormentas que se producen también en otro sentido. Piense en las tormentas de su vida, en las circunstancias que provocan en usted gran ansiedad. Cualquiera que sea su dificultad, tiene dos opciones: preocuparse y suponer que a Jesús no le importa o resistir el miedo y poner toda su confianza en El. Cuando el pánico quiera hacer presa de usted, confiese su necesidad a Dios y confíe en que El cuidará de su vida.4.41 Los discípulos andaban con Jesús, pero lo subestimaban. No comprendían que su poder se aplicaba también a aquella situación. Jesús ha estado con nosotros durante veinte siglos y pese a ello, al igual que los discípulos, subestimamos su poder en cuanto a resolver las crisis de nuestras vidas. Los discípulos todavía no conocían bien a Jesús, pero nosotros no tenemos la misma excusa.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 137 Isa 9:1

b 138 Mat 13:1; Luc 8:4

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

1 (1) Con respecto a los vs. 1-12, véanse las notas de Mat_13:1-15 ,

1 (2) Véase la nota 21 (2) del cap. 1. Así también con respecto a la palabra enseñaba en el versículo siguiente.

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

24 (C) PARÁBOLAS Y EXPLICACIONES (4,1-34). El pasaje consta de parábolas, en las que se compara el reino de Dios con el crecimien­to maravilloso de la semilla y la abundante co­secha que se obtiene al final de este proceso (4,3-9; 4,26-29; 4,30-32), unos dichos que se formulan de forma parabólica (4,21-25), una interpretación de una de las parábolas de la se­milla (4,13-20), unas explicaciones sobre el he­cho de que Jesús enseñara en parábolas (4,10-12,33-34) y un escenario pintoresco (4,1-2).

25 (a) Escenario (4,1-2). Marcos sitúa a Jesús en una barca, enseñando a la muche­dumbre desde la ribera. 1. junto al mar: Jesús dejó Nazaret y ha regresado al mar de Galilea (3,7-12). 2. en parábolas: El término griego parabolé significa comparación o analogía, pero su equivalente hebreo msl tiene un campo se­mántico más amplio, que incluye dichos, rela­tos e incluso enigmas (→ Pensamiento del NT, 81:59-60). No hay duda de que Jesús utilizó las parábolas como recurso didáctico, aunque es posible que su significado originario se hubie­ra perdido durante su proceso transmisión en la Iglesia primitiva. Así pues, podemos inter­pretar las parábolas en tres niveles diferentes: el del Jesús histórico, el de la Iglesia primitiva y el de la redacción de los evangelios. C. H. Dodd dio una definición de la parábola que ya se ha hecho clásica. Decía Dodd que la pará­bola es «una metáfora o un símil que, inspi­rándose en la naturaleza o la vida cotidiana, llama la atención de quien escucha por su vi­veza o extrañeza y suscita la duda sobre su aplicación precisa, provocando así la interven­ción del pensamiento activo» (The Parables of the Kingdom [Nueva York 1961] 5).

26 (b) Parábola de las semillas (4,3-9). La parábola sigue las reglas de la buena na­rración: es concisa, utiliza la repetición para establecer un modelo y concluye con un efec­to de contraste o sorpresa. Puesto que el pun­to focal se encuentra en la semilla y en lo que le ocurre, deberíamos poner a esta perícopa el título «la semilla». También tienen relevancia en ella los diferentes tipos de terreno, por lo que podríamos titularla «los cuatro campos de siembra». El menos adecuado es el título tra­dicional de «el sembrador», puesto que no pa­rece que sea éste el centro de atención (cf. Mt 13,18). La parábola ilustra el generoso ofreci­miento del reino que Dios hace mediante la predicación de Jesús y las diferentes respues­tas que se producen. No obstante, el resultado será asombrosamente abundante (cf. 4,8). Je­sús (o la iglesia primitiva) podría haber utili­zado esta parábola para explicar la variopinta acogida que se dio a su predicación y como fundamento para afrontar la oposición susci­tada, asegurando que el reino de Dios produ­ciría una abundancia maravillosa. La semilla que se planta en tierra buena anticipa el reino futuro. 4. parte de la semilla cayó en el camino: ¿Por qué echó el sembrador la semilla en el ca­mino (4,4), en suelo pedregoso (4,5) o entre cardos (4,7)? Una posible explicación sería la siguiente. Era habitual en Palestina que la siembra precediera al cultivo del terreno; una vez realizada la siembra, el sembrador cultiva­ría el terreno sembrado (cf. J. Jeremías, NTS [1966-67] 48-53; P. B. Payne, NTS 25 [1978-79] 123-29). Por tanto, la parábola dejaría traslu­cir un ambiente original palestinense. Ahora bien, en la parábola no se dice nada sobre el cultivo posterior a la siembra. Otra posibilidad de interpretación es entender la acción del sembrador como una ilustración de la magni­ficencia de Dios que extiende a todos la invita­ción del reino. 8. la tierra buena: Este terreno está en oposición a los otros tres, como tam­bién lo está el resultado de la semilla que se ha sembrado en él con el resultado de las otras. El núcleo de la parábola reside en estos con­trastes. treinta, sesenta y ciento por uno: El ad­jetivo numeral griego hen, «uno», que precede a cada cantidad, refleja el uso idiomático arameo de liad, «uno», que significa «un determi­nado número de veces». Véase Mt 13,8, donde encontramos de forma inversa la secuencia de las cantidades. 9. el que tenga oídos para oír, que oiga: Esta fórmula (cf. 4,23; 7,16; también Mt 11,15; 13,9.43; Lc 8,8; 14,35; Ap 2,7.11.17.29; 3,6.13.22; 13,9) se relaciona con la llamada que se hizo al comienzo y sugiere que la parábola requiere un riguroso examen.

27 (c) Finalidad de las parábolas (4,10-12). La parábola de la semilla da pie a explicar por qué Jesús enseñaba en parábolas. Medían­te éstas (que en este contexto tienen el sentido de «enigmas») Jesús ocultaba deliberadamen­te el misterio del reino. Aunque el texto puede contener elementos originales de la predica­ción de Jesús, su redacción es claramente marcana. El evangelista, probablemente, la utilizó como una reflexión sobre el fracaso parcial del ministerio de Jesús entre los suyos (cf. 4,4-7). 10. a solas: Se abandona el escenario que tan cuidadosamente se diseñó en 4,1-2; Jesús está ahora de camino o en casa, los que estaban en tomo a él con los doce: En contraste con 3,21, «en torno» a Jesús había otros discípulos jun­to a los Doce, las parábolas: Pero solamente se nos ha contado una parábola (4,3-9). La utili­zación del plural nos sugiere que 4,10-12 pue­de haber sido una unidad independiente de cuanto le sigue ahora. 11. a vosotros se os ha dado el misterio del reino de Dios: El trasfondo de esta idea se encuentra en el AT (especial­mente Dn 2), en donde encontramos testimo­nios de cómo Dios desvela el misterio (raz) al vidente. La enseñanza de Jesús (y su acción) desvela el misterio del reino de Dios; la tarea de los discípulos consiste en transmitir esta enseñanza, en parábolas: En este contexto, el término parece tener el sentido de «enigmas» cuyo objetivo es desconcertar «a los de fuera». Pero Jesús utilizaba las parábolas para ense­ñar al pueblo, aunque el elemento de misterio formaba parte del género. 12. para que vien­do…: La cita procede de Is 6,9-10. En ella se describe el resultado previsible del ministerio profético, no su finalidad. Pero la utilización que hace Marcos de hiña, que significa «para que», sugiere que, con las parábolas, Jesús pretendía ocultar el misterio «a los de fuera» y así impedirles que se arrepintieran y se les perdonase, no sea que se conviertan y se les per­done: La utilización de la tercera persona del plural y la presencia de la frase «se les perdo­ne» se encuentran en el texto paralelo del Tg Isaías 6,9-10 (B. D. Chilton, A Galilean Rabbi and His Bible [Wilmington 1984] 90-98). Son varios los intentos que se han hecho para re­solver el problema que suscita esta frase: (1) La conjunción griega mépote, «no sea que», puede ser una traducción errónea del arameo dílma, «a no ser que»; por lo tanto, el dicho original dejaría la puerta abierta a la posibili­dad de arrepentimiento y perdón. (2) El dicho es expresión de aquel período en el que ya se había perdido el significado de las parábolas de Jesús, por lo que a los de fuera les resulta­ban enigmáticas. (3) Mc 4,12 integraría el ca­rácter irónico Is 6,9-10 («…¡porque la última cosa que desean es arrepentirse y que sus pe­cados les sean perdonados!»).

28 (d) Explicación (4,13-20). La interpre­tación se considera habitualmente como es­bozo de un sermón, que se desarrolló en los círculos del cristianismo primitivo, sobre los obstáculos con los que se encuentra la fe, pues no se centra en la sorprendente cosecha (4,8) sino en los resultados que produce la semilla en los diferentes tipos de terreno. Otras razo­nes que nos inducen a considerar que 4,13-20 es una adaptación que el cristianismo primiti­vo hizo de 4,3-9 son las siguientes: en ella apa­recen términos griegos que se encuentran en las cartas del NT; se supone que cada detalle tiene un significado simbólico; y remite a una experiencia diferente del contexto originario. La interpretación aborda algunos obstáculos que se presentan a la fe -Satanás (4,15), las persecuciones (4,16-17) y las preocupaciones mundanas (4,18-19)y concluye bosquejando las características del discípulo ideal (4,20). 14. el sembrador: El término speirón debe in­terpretarse como referencia a Jesús, o quizás a Dios, la palabra: Sobre la utilización de la ex­presión ho logos para describir el mensaje cris­tiano, cf. 1 Tes 2,13; 1 Cor 14,36; 2 Cor 2,17; 4,2; Col 1,25. 15. aquella al borde del camino: La semilla que se siembra en el primer tipo de terreno se identifica con aquellas personas que escuchan el evangelio pero después caen presa de Satanás. 16. aquella en terreno pedre­goso: El segundo grupo recibe el evangelio con entusiasmo gozoso; pero cuando llega la per­secución, su falta de profundidad les lleva a sucumbir. El intérprete habla desde la pers­pectiva de la amarga experiencia que está su­friendo la Iglesia primitiva. 18. aquella entre zarzas: El tercer grupo está desanimado por las preocupaciones mundanas, el engaño de la riqueza y el deseo de otras cosas. De nuevo ha­bla la voz de la amarga experiencia, como ilus­tran otros libros del NT. 20. aquella en tierra buena: Puesto que a este grupo se le dedica el mismo espacio que a los tres grupos prece­dentes, es evidente que se ha perdido parte del contraste que caracterizaba 4,3-9. El discípulo ideal escucha la palabra, la acepta y da fruto (e.d., actúa de acuerdo con ella).
29 (e) Dichos en forma parabólica (4,21-25). Los dichos sobre la posición de la lámpa­ra (4,21-22) y la medida (4,24-25) prosiguen la discusión sobre la finalidad de las parábolas de Jesús que se había iniciado en 4,10-12. Los dos dichos están unidos por una estructura co­mún: la introducción («él les dijo»), la compa­ración y, finalmente, la explicación («pues…»). También la palabra gancho «medida» (modios y metron) puede haber ayudado a su vincula­ción. Están intercaladas en torno a la llamada a escuchar (4,23). En el contexto marcano, el primer dicho afirma que la enseñanza miste­riosa de Jesús será finalmente revelada a to­dos; el segundo reitera la enseñanza de 4,10-12 con la analogía del rico que se hace más rico y del pobre que cada vez es más pobre. 21. la lámpara: Se refiere a una lámpara de aceite que está hecha de cerámica en forma de plati­llo. No se enciende una lámpara para ocultar­la, sino para colocarla donde pueda dar más luz. bajo el celemín: El término griego modios deriva del latín modius, una medida de áridos que equivale a unos 9 litros. 22. pues no hay nada oculto… secreto: La sección explicativa («pues…») indica que la ocultación no era el ob­jetivo que Jesús pretendía conseguir con la en­señanza en forma de parábolas. Llegará el día en el que se revelará a toda la creación el reino que se proclama en esa enseñanza. 24. con la medida que midáis seréis medidos: Quien tenga una inquietud espiritual la aumentará al expo­nerse a las parábolas de Jesús, mientras quien no la tenga acabará con una mayor ignorancia espiritual. El mensaje marcano es paralelo a 4,10-12. Es posible que su contexto originario fuera un proverbio sobre cuestiones socioeco­nómicas, a saber, que el rico siempre se hace más rico, mientras que el pobre se empobrece cada vez más.
30 (f) Parábola de la semilla que crece por sí sola (4,26-20). Como las otras parábolas sobre la semilla, en ésta también se subraya el contraste que se produce entre la insignifican­cia de la semilla y la abundancia de la cosecha final. Aunque esta parábola se refiere esencial­mente al reino escatológico de Dios, su pre­sencia es tan real que puede describirse me­diante la analogía de una semilla y su proceso de crecimiento. Dios guía el crecimiento del reino hacia su plenitud futura. Acontece de forma tan segura y misteriosa como la cose­cha que sigue a la siembra; mientras tanto, no hay que caer en el desánimo ni en la impa­ciencia. 26. el reino de Dios es como…: El reino se compara con todo el cuadro esbozado en 4,26-29, no sólo con el sembrador de la semi­lla. No hay necesidad de identificar al sembra­dor con Cristo. 27. sin que él sepa cómo: Es de­cir, el proceso por el que la semilla crece y se desarrolla por sí misma; el sembrador no lo analiza, ni tampoco le sirve de ayuda preocu­parse ansiosamente por ello. 28. sin causa vi­sible: El término automate, que significa «es­pontáneamente» y «por sí misma», introduce una descripción del crecimiento progresivo que experimenta la semilla antes de la cose­cha. En el contexto de la comparación con el reino, el énfasis recae en la oculta y progresi­va acción con que Dios la hace crecer («sin causa visible»), 29. mete la hoz, pues la cosecha ha llegado: La parábola concluye con la alusión a Jl 4,13 (Cf Ap 14,15) subrayando la naturaleza escatológica del reino.

31 (g) Parábola del grano de mostaza (4,30-32). Se compara al reino con una peque­ña semilla que crece hasta convertirse en un gran arbusto. La llegada del reino de Dios es inevitable; por consiguiente, no hay necesidad de que nos desanimemos o impacientemos por su llegada. Una vez más, se reitera que el reino es ya una realidad lo suficientemente presente como para describirse mediante la analogía de la semilla que crece, aunque que­da claro que es Dios quien la hace crecer. 31. grano de mostaza’. Se establece un fuerte con­traste entre la pequeñez de la semilla (4,31) y la grandeza del arbusto resultante (4,32), que sirve de ejemplo para comprender cómo co­mienza el reino de forma insignificante y la abundancia que producirá cuando llegue en su plenitud. 32. más grande que todos los ar­bustos: Así como la semilla de mostaza no es exactamente la más pequeña entre las semi­llas, de igual modo el arbusto resultante, de unos 2,76 metros de altura, no es el más gran­de de todos los árboles. Aun así, este problema no debería oscurecer el significado esencial que quiere transmitirse mediante el contraste. las aves del cielo pueden anidar a su sombra: La imagen tiene reminiscencias de Dn 4,12 y Ez 17,23; 31,6. No estamos seguros de si con ella se sugiere que los gentiles también serán aco­gidos en el reino.

32 (h) Sumario (4,33-34). Algunos intér­pretes consideran que 4,33 es una afirmación tradicional sobre el hecho de que Jesús ense­ñaba en parábolas como recurso didáctico, mientras que 4,34 sería un comentario propio de Marcos sobre su concepto de la parábola como enigma. 33. con muchas parábolas: Con el lenguaje metafórico de las parábolas Jesús podía hablar de Dios y la llegada del reino e in­teresar a sus interlocutores con mejores resul­tados que con un tipo de discurso no retórico. 34. explicaba todo en privado a sus discípulos: Coincide con lo dicho en 4,1-20, es decir, que Jesús usaba las parábolas para todos sus des­tinatarios pero luego las explicaba o comenta­ba a «los suyos».

33 (D) Tres acciones milagrosas (4,35-5,43) . A la enseñanza de Jesús en parábolas le siguen tres (o cuatro) relatos de milagro en los que revela su poder sobre Satanás controlando la naturaleza (4,35-41), expulsando un demo­nio (5,1-20), curando a una enferma (5,25-34) y dando la vida a un muerto (5,21-24; 35-43).

34 (a) La tempestad calmada (4,35-41). El primer milagro de la serie sigue la estructura habitual: la presentación del obstáculo que hay que vencer (tempestad en el mar), la ac­ción portentosa de Jesús (mandato de silencio) y la confirmación (la gran calma y el temor de los discípulos. Posiblemente el trasfondo de este relato se encuentra en la idea ex­tendida por todo el Próximo Oriente antiguo de que el mar era el símbolo de los poderes del caos y del mal que luchaban en contra de Dios. Al controlar la tormenta en el mar, Jesús hace lo mismo que Dios y vence a las fuerzas del mal. Es difícil saber si los primeros lectores de Marcos entendieron la totalidad del significa­do simbólico. La pregunta que los discípulos hacen al final («¿quién es éste…?») expresa el énfasis que Marcos da a la cuestión de la iden­tidad de Jesús y constituye una afirmación cristológica implícita sobre el carácter divino de Jesús, pues su acción es igual que la de Dios. 35. aquel mismo día, al caer la tarde: So­bre la doble expresión temporal, cf. el comen­tario a 1,32.35. a la otra orilla: Es decir, a la ri­bera oriental del mar de Galilea. ¿Por qué quería ir allí? ¿Para escapar de los adversa­rios? ¿Para buscar un nuevo lugar donde se­guir enseñando? No está claro. 36. en la barca, tal como estaba: Esta frase nos recuerda el es­cenario en el que se ubicó la enseñanza en pa­rábolas (4,1-2): Jesús sentado en la barca y la gente escuchando desde la orilla, otras barcas: Según avanza el relato, estas barcas van desa­pareciendo de la escena. Algunos especialistas perciben una alusión al Sal 107,23-32, en el que Dios aparece aquietando una tormenta. 37. una gran tempestad: Las tempestades son frecuentes en el mar de Galilea. 38. durmien­do: La capacidad de Jesús para dormir en la popa de la barca, en medio del fragor de la tor­menta, nos muestra que confiaba totalmente en Dios (cf. Sal 4,9; Prov 3,24-26). Maestro, ¿no te importa que perezcamos?: La pregunta que los discípulos dirigen a Jesús es suavizada en Mt 8,25 («Señor, sálvanos que perecemos») y en Lc 8,24 («Maestro, Maestro, que perece­mos»). 39. mandó al mar: La capacidad de controlar el mar es una afirmación implícita de su poder divino, pues sólo Dios podía go­bernar los movimientos del mar (cf. Sal 74,13-14; 89,10-12). calla, enmudece: Jesús se dirige al mar, no a los discípulos. La fórmula pareci­da que encontramos en 1,25 (en un exorcis­mo) nos sugiere que Jesús manifiesta ahora su control sobre las fuerzas del mal. una gran cal­ma: Este dato indica la perfección y efectivi­dad de la acción con la que Jesús controla el mar. 40. ¿no tenéis fe?: Es la reprensión más fuerte que hasta este momento se ha dirigido a los discípulos (cf. 8,14-21). Pero, ¿en quién no creían? ¿En Dios o en Jesús? Si era en Dios, entonces se les reprende por no seguir el ejem­plo de Jesús, que confiaba totalmente en él (4,38). Si se refiere a la última posibilidad, en­tonces se les reprende por no creer en el poder que Jesús tenía de hacer milagros. 41. ¿quién es éste…?: Puesto que sólo Dios puede contro­lar el viento y el mar, la pregunta de los discí­pulos lleva implícita la confesión en la divini­dad de Jesús, al menos desde el contexto veterotestamentario, pues sus acciones se atribu­yen en éste habitualmente a Dios.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Estos versículos contienen la parábola del sembrador. De todas las parábolas que nuestro Señor dijo, ninguna probablemente es tan bien conocida como ésta.
No hay ninguna que sea más fácilmente comprendida por todos, en razón de lo gracioso al mismo que de lo familiar de las figuras que contiene. No hay ninguna tampoco que sea de una aplicación tan universal y tan perpetua. Mientras que haya una iglesia de Cristo y una congregación de cristianos, tendrá que emplearse esta parábola.
Su lenguaje no exige explicaciones, pues debemos decir usando las palabras de un escritor antiguo, que «lo que demanda es que se aplique, y no que se comente» Veamos ahora que nos enseña.
Se nos enseña, en primer lugar, que hay algunos oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como los linderos de un campo que dan al camino.
Esos son los que oyen sermones, pero no les prestan atención; que van a un templo por pura forma o moda o por el buen parecer, pero que no toman ningún interés en lo que allí se predica. Les parece que es tan solo cuestión de palabras y nombres, y de una charla ininteligible. Como no se trata de dinero, ni de comer o beber, ni de vestidos, ni de diversiones, mientras que están oyendo, se ponen a pensar en otras cosas. Nada les importa que se hable de la Ley o del Evangelio, ni produce en ellos más efecto que el agua cayendo sobre una piedra. Y al fin se van tan ignorantes como cuando entraron.
Jay millares de los que se llaman cristianos que se encuentran en esa condición espiritual. Apenas hay una iglesia o capilla en que no se encuentra gran número de ellos. Permiten al diablo que domingo tras domingo arrebate y se lleve la buena semilla que se siembra en la superficie de sus corazones. Pasan las semanas y van viviendo sin fe, sin temor, sin conocimiento y si gracia, sin sentir nada, sin cuidarse de nada, sin tomarse ningún interés en la religión, como si Cristo no hubiera muerto en la cruz. Y en este estado suelos con frecuencia morir, y son enterrados y se pierden también para siempre en el infierno. Es una pintura muy triste, pero muy verdadera.
Se nos enseña, en segundo lugar, que hay oyentes del Evangelio cuyos corazones son como los pedregales que se encuentran en un campo.
Estos son aquellos en quienes la predicación no produce un efecto profundo, persistente y duradero, sino tan solo impresiones fugitivas. Tienen mucho placer en oír sermones en que la verdad se proclama; pueden hablar con regocijo y entusiasmo aparentes de la dulzura del Evangelio, y de la felicidad que al escucharlo experimentan; conmuévanse hasta derramar lágrimas al oír las exhortaciones de los predicadores y hablan con fervor de sus conflictos, de sus esperanzas, de sus luchas, de sus deseos y de sus temores; pero desgraciadamente no hay firmeza en su religión. «No hay raíces en ellos, así que no duran», en sus corazones no se descubre la influencia del Espíritu Santo. Sus impresiones son como las calabazas de Jonás que en una noche nacieron y en la misma perecieron; se desvanecen tan pronto como se presentan. Apenas «las aflicciones y las persecuciones asoman por causa de la palabra», se ausentan y desmayan. Su bondad viene a ser en último resultado como «la nube de la mañana, o el rocío del alba». Oseas. 6.4. Su religión no tiene más vida en sí que la flor cortada; no tiene raíces, y pronto se marchita.
Hay muchos en todas las congregaciones de los que oyen predicar el Evangelio, que se encuentran precisamente en esa condición espiritual. No son oyentes descuidados y desatentos como muchos que ven en torno suyo, y se ven por lo tanto tentados a juzgar bien de su propia condición. Se complacen en la predicación que escucha, y se lisonjean por ello con la idea de que la gracia ha penetrado en sus corazones; y, sin embargo, están del todo engañados. Las cosas viejas no han desaparecido; no hay huellas de verdadera conversión en su ser íntimo. A pesar de todos sus sentimientos, sus afectos, sus alegrías, sus esperanzas y deseos, se encuentran realmente en el ancho camino de la perdición.
Se nos enseña, en tercer lugar, que hay oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como las espinas que cubren un campo.
Estos son los que acuden a oír predicar la verdad de Cristo, y la obedecen hasta cierto punto. Su inteligencia la acepta, su juicio la aprueba, su conciencia se despierta bajo su influencia, la aman, confiesan que es justa, buena y digna de ser aceptada; aún se abstienen de muchas cosas que el Evangelio condena, y contraen algunos hábitos que recomienda, pero llegan hasta allí, y allí se detienen. No pueden pasar de cierto punto en su religión, como si estuviesen firmemente atados con cadenas; y el gran secreto que explica su condición es el mundo. «Los cuidados del mundo, y las decepciones de las riquezas, y las concupiscencias de otras cosas» impiden que la Palabra produzca efecto cumplido en sus almas. Aunque todo aparentemente promete y luce favorable en cuanto se refiere a su condición espiritual, permanecen inertes. Nunca se elevan al tipo acabado del cristianismo del Nuevo Testamento; ningún fruto en ellos llega a la perfección.
Pocos ministros fieles de Cristo se encuentran que no puedan referir casos semejantes, y son, en verdad, los que causan más compasión. Van hasta cierto punto y de allí no pasan, ven algo pero no lo ven todo, aprueban hasta cierto grado y, sin embargo, no dan su corazón a Cristo; tal condición es deplorable. Y la única opinión que podemos formar de semejantes personas es, que sin un cambio decidido nunca podrán entran en el reino del cielo. Cristo quiere poseer nuestros corazones. «Si un hombre es amigo del mundo, es enemigo de Dios» Santiago 4.4 Se nos enseña, por último que hay oyentes del Evangelio, cuyos corazones son como la buena tierra que se encuentra en un campo.
Estos son los que reciben realmente en lo íntimo de sus corazones la verdad de Cristo, la creen implícitamente y la obedecen minuciosamente. En estos aparecerán los frutos de la verdad en los resultados uniformes, claros e inconcusos que revelan los sentimientos del corazón y que se pintan en los actos todos de la vida. Cristo será entonces verdaderamente amado, se confiará en El, será seguido, amado y obedecido. La santidad se mostrará en sus conversaciones, en su humildad, paciencia, dulzura y caridad. Habrá algo en ellos que pueda verse, porque las obra el Espíritu Santo no pueden ocultarse.
En donde quiera que el Evangelio sea predicado fielmente, se encontrarán siempre personas cuyas almas se encuentren en esa condición. Diferirán mucho en los grados de su progreso espiritual, pues algunos producirán frutos como treinta, otros como sesenta y algunos como ciento; pero la calidad de esos frutos será la misma, pues provienen de la semilla que cayó en buen terreno.
Habrá en ellos arrepentimiento visible, fe visible en Cristo y santidad de vida visible. Sin esto no hay religión que salve.
Y ahora preguntémonos ¿Qué somos? ¿En qué clase de oyentes deberemos clasificarnos? No olvidemos nunca que hay tres maneras de oír la predicación sin provecho y solo una de oírla con ventaja. No olvidemos nunca que solo uno es el signo infalible de haber sido oyente de corazón, y ese signo es dar frutos. Ser estéril es encontrarse en el camino del infierno.

Fuente: Los Evangelios Explicados

barca en el mar…Luc 5:1-3.

Fuente: Biblia Textual IV Edición

M51 Παρά tiene la idea de descanso: comenzó a enseñar junto al mar.

M98 El adjetivo superlativo πλεῖστος se usa como un superlativo intensivo (es decir, se usa para intensificar) significa: enorme (muy grande -T31).

Fuente: Ayuda gramatical para el Estudio del Nuevo Testamento Griego

Lit., se reúne

Fuente: La Biblia de las Américas

g Luc 5:1-3.

4.1 Lit. estaban.

Fuente: La Biblia Textual III Edición

Propone la parábola del sembrador, y la explica a sus discípulos. Dice cómo la luz debe ponerse en el candelero; continúa con la parábola de la semilla echada en la tierra, que crece, durmiendo el que la sembró, y del grano de mostaza: todo lo que interpreta después a sus discípulos. Durmiendo en la barca, le despiertan estos, y serena una tempestad de mar.

2 a. No según la doctrina de los fariseos, de los sacerdotes, y de los doctores de la ley, sino según su doctrina, opuesta al desarreglo y corrupción de su corazón o de un modo sencillo y acomodado a la capacidad de los oyentes.

10 b. El Griego: hoi perí autón sún tóis dódeka, los que estaban alrededor de él juntamente con los doce.

c. El sentido de la parábola.

11 d. Esto es, a los que no tenían la dicha de estar como ellos en su compañía; y en el sentido espiritual, a los que debían ser mirados como extraños para entrar en el reino de los cielos, sólo se proponían las verdades en enigmas y en parábolas, para que no las comprendiesen. Los judíos señalaban a los gentiles, llamándolos hoi éxo, qui foris sunt; porque todas las tierras y provincias, fuera de la suya, las llamaban en hebreo fuera de aquella tierra, que dio Dios en posesión a su pueblo; y el Salvador, para confundirlos y darles en rostro con su infidelidad, aplicaba a la nación judaica esta misma expresión, con que ella caracterizaba a los gentiles.

12 e. En el texto Griego se lee en este segundo lugar el verbo ídosi de eidéo, video, que se aplica a los ojos del alma, y significa entender, advertir.

13 f. Como si les dijera: ¿Vosotros que me estáis oyendo hablar todos los días de las verdades de la ley nueva, tenéis todavía tan poca aplicación e inteligencia en las cosas pertenecientes a vuestra salud, que no entendéis una parábola tan fácil? De lo que se infiere, que no basta estar en la compañía del mismo Jesucristo, ni oírle hablar frecuentemente de los misterios del reino de los cielos, si Dios mismo no abre estas orejas espirituales, estas orejas interiores, que son necesarias para entender, como se debe, lo que llega exteriormente a las del cuerpo. Los Apóstoles veían todos los días imagen sustancial del Padre, y todos los días escuchaban la palabra de su Verbo. Mas esta gracia tan singular los hubiera hecho más culpables, si se hubieran mostrado sordos a sus voces. El ejemplo de Judas fue una prueba muy funesta de esta insensibilidad.

15 g. MS. E tuelle. Satanás, como se escribe siempre en los libros del Nuevo Testamento, o Satán, como se escribe en los del Antiguo, es palabra hebrea, que significa enemigo, contrario. Pero por antonomasia se da este nombre en varios lugares de la Escritura, y en el uso común de los fieles, al demonio, como en Mt 12,26: Si Satanás echa fuera a Satanás, ¿cómo subsistirá su reino?

17 h. MS. Mas son temperosos. Es temporal su duración.

20 i. Esto es, por uno.

21 j. MS. So el moyo.

k. ¿Y para que de este modo alumbre a los que entran? Pues del mismo modo quiero que lo hagáis vosotros. Yo al presente enciendo en vosotros con mis instrucciones y mi gracia una luz de divina sabiduría, para que puestos después sobre el candelero podáis alumbrar a los otros enseñándoles estas mismas verdades que son de vida eterna.

22 l. MS. Que no sea paladina.

24 m. El Griego: tóis akóuousin, a vosotros que oís. Esto es, a proporción del trabajo y atención que empleareis en recibir, y cultivar la semilla de la divina palabra, será Dios liberal y magnífico en derramar sobre vosotros nuevas y mayores gracias. El hombre recogerá a proporción de lo que hubiere sembrado (Gál 6,8) y El que siembra poco cogerá poco (2Cor 9,6). Dios es liberalísimo, y a los que saben hacer buen uso de lo que tienen ya, les dará más y más; pero a los que lo tienen como si no lo tuvieran, porque no saben aprovecharse, ni hacer buen uso de lo que tienen, les será quitado esto, y quedarán reducidos a un estado el más deplorable, como se verificó en los Cafarnaitas, de los cuales se ha hablado ya en otros lugares.

25 n. Lo que parece que tiene.

26 o. El que anuncia el Evangelio del reino de Dios.

27 p. No depende de la voluntad del que arrojó el grano, y cultivó la tierra, el que se forme en yerba, crezca, y llegue a sazón, para que sea segado, y produzca fruto a su tiempo; porque todo esto pasa sin que él lo advierta, y sin que sepa cómo sucede. Esto es lo mismo que decía San Pablo (1Cor 3,6): Que él había plantado y regado mas que el Señor lo hizo crecer. Y del mismo modo lo deben hacer los predicadores del Evangelio.

30 q. MS. ¿Le apodaremos?

31 r. MS. De la senap.

33 s. O acomodándose a la capacidad de sus oyentes; aunque muchos Padres no admiten este sentido, sino que dicen, que Jesucristo hablaba así por vía de parábolas, para que le entendiesen solamente aquellos cuyo corazón estaba bien dispuesto.

34 t. MS. Despartiégelo todo.

36 u. A la sazón sin haber tomado alimento, ni reposado de la fatiga de haber estado predicando y enseñando todo el día, y sin provisión ni otro aparejo.

39 v. MS. Y quedó el viento.

40 w. El Griego: tí deilói este hóuto? pós ouk éjete pístin? ¿Cómo estáis tan medrosos? ¿por qué no tenéis fe?

x. El que sepa cuán imperfecta era todavía la fe de los discípulos, no extrañará que admirados preguntasen de este modo.

Fuente: Notas Bíblicas

[3] El mar en la Escritura es un tipo del mundo y al sentarse en el mar con Sus discípulos, El está mostrando que a través de Su palabra todos ellos a quienes los 12 discípulos representan dispersos en las naciones vendrán a Su verdad y Su mensaje de restauración y curación.

[4] Los Israelitas creyentes obtienen el mensaje directamente mientras que los que están fuera del Israel creyente deben venir a través de parábolas. Así que las parábolas fueron dadas para revelar historia y revelación futura al Israel reunido, al mismo tiempo segando los ojos de los que están afuera, para así forzarlos a preguntar por sí mismos.

[5] El Israel redimido y perdonado es la buena tierra sólida que recibe Su palabra.

[1] Una vez que Israel recibe la enseñanza de Moshiaj, tenemos que permitir que nuestra verdad y luz brille en toda la Casa de Israel.

[2] Una ley espiritual.

[3] Ya que nosotros no sabemos exactamente en dónde está cada oveja perdida, tenemos que esparcir la palabra del reino en las cuatro esquinas del globo para que pueda alcanzar a nuestros hermanos, y entonces ellos puedan ser tocados y aparezcan como frutos en el reino.

[4] Una clara referencia a los comienzos de Israel con Abraham, y su crecimiento hasta el día presente, cuando hay tanta levadura en ambas casas, que uno no sabe dónde comenzar a limpiar la casa. Agradecidamente Moshiaj Yahshua sí sabe y lo ha estado haciendo.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[11] Por su voluntaria ceguera y por su desprecio de mi doctrina.

Fuente: Notas Torres Amat