También decía: “Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra.
4:26 — Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra — Esta parábola es otro esfuerzo de Jesús por aclarar la naturaleza verdadera del reino de Dios dentro del hombre. Como el hombre echa semilla en la tierra, así el evangelio se siembra en los corazones de los hombres. El plan de Dios de salvación para el hombre perdido es un plan de enseñanza (Jua 6:44-45; Efe 4:20-21; 1Co 1:21).Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain
Así es el reino de Dios. Mat 3:2; Mat 4:17; Mat 13:11, Mat 13:31, Mat 13:33; Luc 13:18.
como cuando un hombre. Mar 4:3, Mar 4:4, Mar 4:14; Pro 11:18; Ecl 11:4, Ecl 11:6; Isa 28:24-26; Isa 32:20; Mat 13:3, Mat 13:24; Luc 8:5, Luc 8:11; Jua 4:36-38; Jua 12:24; 1Co 3:6-9; Stg 3:18; 1Pe 1:23-25.
Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico
Las plantas se desarrollan en un complejo e intrincado proceso que los humanos aún no comprenden completamente, incluso 2.000 años después de que Jesús hablara aquellas palabras. Sin embargo, las plantas crecen y producen fruto y semillas como siempre. Asimismo, el Reino de Dios está creciendo, aunque no comprendemos todo lo que esté pasando. Esta parábola, que aparece solamente en el Evangelio de Marcos, presenta el Reino de Dios en breve, desde la siembra hasta la cosecha final. En verdad, somos colaboradores con Dios. Pero también dependemos totalmente de Él para crecer.
Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe
el reino de Dios. Vea la nota sobre Mar 1:15.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
Esta parábola es relatada únicamente por Marcos y complementa la parábola del sembrador explicando con mayor profundidad los resultados del crecimiento espiritual logrado en buena tierra.
Fuente: Biblia de Estudio MacArthur
4:26 — Decía además: Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra — Esta parábola es otro esfuerzo de Jesús por aclarar la naturaleza verdadera del reino de Dios dentro del hombre. Como el hombre echa semilla en la tierra, así el evangelio se siembra en los corazones de los hombres. El plan de Dios de salvación para el hombre perdido es un plan de enseñanza (Jua 6:44-45; Efe 4:20-21; 1Co 1:21).
Fuente: Notas Reeves-Partain
EL CRECIMIENTO INVISIBLE Y
EL RESULTADO SEGURO
Marcos 4:26-29
Jesús les dijo también:
-Os diré a lo que se parece el Reino de Dios. Es como lo que pasa cuando una echa la semilla en la tierra. El labrador duerme y se despierta noche y día, y la semilla brota y crece ¡sin que él sepa cómo! La tierra produce fruto sin que nadie la ayude; primero el tallo, luego la espiga, luego el grano lleno en la espiga. Y cuando el tiempo lo permite, inmediatamente se coge la hoz, porque ha llegado la hora de recoger la cosecha.
Esta es la única parábola que no nos cuenta más que Marcos. El Reino de Dios quiere decir literalmente el reinado de Dios. Quiere decir el día cuando la voluntad de Dios se cumpla tan perfectamente en la Tierra como se cumple en el Cielo. Ese es el objetivo de Dios para todo el universo. Esta parábola es corta, pero está llena de verdades insoslayables.
(i) Nos habla de la impotencia humana. El labrador no hace crecer la semilla. En último análisis, ni siquiera sabe cómo crece. La semilla tiene el secreto de la vida y del crecimiento en sí misma. Nadie ha poseído nunca el secreto de la vida. Ninguna persona ha creado nunca nada en el sentido exacto de la palabra. El ser humano puede descubrir cosas; puede organizarlas; puede desarrollarlas; pero no puede crearlas. Nosotros no creamos el Reino de Dios; el Reino es de Dios. Es verdad que lo podemos frustrar o impedir; y que podemos producir una situación en el mundo en la que se le da la oportunidad de que venga más plenamente y más rápidamente. Pero por detrás de todas las cosas está Dios, y el poder y la voluntad de Dios.
(ii) Nos dice algo acerca del Reino. Es un hecho notable el que Jesús usara tan a menudo ilustraciones del crecimiento de la naturaleza para describir la venida del Reino de Dios.
(a) El crecimiento natural es a menudo imperceptible. Si vemos una planta todos los días no nos damos cuenta de su crecimiento. Es sólo cuando la vemos de tarde en tarde cuando notamos la diferencia. Así sucede con el Reino. No nos cabe la menor duda que el Reino está avanzando si comparamos, no hoy con ayer, sino este siglo con cualquiera de los pasados.
Cuando Elizabeth Fry fue a la cárcel de Newgate en 1817, encontró en el pabellón de las mujeres a trescientas mujeres e innumerables niños apiñados en dos pequeñas salas. Vivían y cocinaban y comían y dormían en el suelo. Los únicos que estaban a cargo eran un anciano y su hijo. Las mujeres estaban apelmazadas, medio desnudas, casi como bestias, mendigando dinero que gastaban en bebida alcohólica en el bar de la misma cárcel. Elizabeth encontró allí a un chico de nueve años que estaba esperando que le ahorcaran por romper una ventana y robar unos dibujos valorados en dos peniques. En 1853, los tejedores de Bolton estaban de huelga pidiendo un sueldo de diez peniques y medio al día, y los mineros de Stafford estaban en huelga pidiendo una paga de dos chelines y medio a la semana. (2 peniques son ahora 1 peseta; había 12 peniques en 1 chelín).
Ahora esas cosas no se pueden ni imaginar. ¿Por qué? Porque el Reino sigue avanzando. Puede que el crecimiento del Reino, como el de la planta, sea imperceptible de un día para otro; pero con el paso de. los años es indudable.
(b) El crecimiento natural es constante. Noche y día, mientras el campesino duerme, el crecimiento prosigue. No hay nada irregular en la obra de Dios. Lo malo del esfuerzo humano y de la bondad humana es que son espasmódicos. Un día damos un paso adelante, y al día siguiente retrocedemos dos. Pero la obra de Dios prosigue calladamente; Dios desarrolla Su plan sin cesar.
(c) El crecimiento natural es inevitable. No hay nada tan poderoso como el crecimiento. Un árbol puede quebrar una acera de hormigón con el poder de su crecimiento. Una planta puede asomar su cabecita verde en un camino de asfalto. Nada puede detener el crecimiento. Así sucede con el Reino. A pesar de la rebeldía y la desobediencia humanas, la obra de Dios sigue adelante; y nada puede acabar por detener el plan de Dios.
(iii) Nos dice que hay una consumación. Llegará el día de la cosecha. Inevitablemente, cuando llegue la cosecha sucederán dos cosas, que son como las dos caras de la misma moneda: los frutos buenos se recogen, y los hierbajos y la cizaña se destruyen. La cosecha y el juicio van inseparablemente de la mano. Cuando pensamos en ese día por venir, se nos imponen tres cosas.
(a) Se nos convoca a la paciencia. Somos criaturas del momento, e inevitablemente pensamos en términos del momento. Dios tiene toda la eternidad para realizar Su obra. » Mil años para Ti son como el día de ayer, que ya ha pasado, y como una de las vigilias de la noche» Sal 90:4 ). En vez de la prisa humana malhumorada, impaciente, nerviosa, debemos cultivar en nuestra alma la paciencia que aprende a esperar en Dios.
(b) Se nos convoca a la esperanza. Estamos viviendo hoy en día en una atmósfera de desesperación. Se desespera de la Iglesia; se desespera del mundo; se otea el futuro con un estremecimiento de temor. «El hombre -dijo H. G. Wells- que empezó en una cueva a cubierto del viento terminará en las ruinas infectadas de un chabolario.» Entre las dos guerras mundiales, Sir Philip Gibbs escribió un libro en el que miraba hacia adelante pensando en la posibilidad de una guerra de gases asfixiantes; y decía algo así como: «Si huelo un gas asfixiante en la calle principal de Kensington, no voy a ponerme una máscara antigás. Voy a salir a la calle, y llenarme bien los pulmones, porque sabré que la farsa ha terminado.» Eso es lo que piensa mucha gente. Ahora bien: nadie puede pensar eso si cree en Dios. Si Dios es el Dios en Quien creemos, no cabe el pesimismo. Puede que haya remordimientos y pesar; puede que haya arrepentimiento y contrición; puede que haya examen de conciencia y reconocimiento del fracaso y del pecado; pero no puede haber nunca lugar para la desesperación.
(c) Se nos convoca a estar preparados para la consumación. Será demasiado tarde para prepararnos’ cuando se nos eche encima. Tenemos que estar preparados, literalmente, para encontrarnos con nuestro Dios.
Si vivimos en la paciencia que no puede ser derrotada, en la esperanza que no puede resultar fallida y en la preparación que contempla siempre la vida a la luz de la eternidad, por la gracia de Dios estaremos listos para la consumación de Su plan cuando llegue.
Fuente: Comentario al Nuevo Testamento
Dos parábolas de crecimiento (Mar 4:26-34)
Análisis de discurso
Las dos parábolas de Mar 4:26-32 hablan del mismo tema, el reino de Dios, por lo que deberían leerse juntas. Se trata de ejemplos distintos de una misma realidad, introducidos por la misma expresión griega: kai elegen (“y decía”). Además, ambas parábolas proponen comparar el reino con alguna realidad terrena, utilizando la partícula ōs (“como”). La conclusión de Mar 4:33-34 resume lo que va del capítulo, distinguiendo entre las parábolas (Mar 4:1-9, Mar 4:21-32), con las que Jesús enseñaba a la gente, y la explicación que ofrecía de las mismas (Mar 4:10-20), privadamente, a sus discípulos. Otra pauta que indica que aquí está llegando a su fin el material parabólico del capítulo es la frase con muchas parábolas como estas (a) les hablaba la palabra (b), del versículo Mar 4:33, que corresponde con simetría inversa a la frase les enseñaba(b’) por medio de parábolas muchas cosas (a’), del versículo Mar 4:2.
TÍTULO: Sugerimos para esta sección el título: “Dos parábolas de crecimiento”.
Análisis textual y morfosintáctico
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
«Con el reino de Dios pasa algo parecido a lo que sucede cuando un hombre siembra una semilla en la tierra» (TLA). Preferimos esta versión porque expresa muy bien la idea de comparación que aparece en el original. Sólo es preciso mencionar que, en aquellos contextos donde la siembra no es una tarea exclusiva de los varones, sería necesario traducir un hombre de manera más abarcadora, como hace NVI: «El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra».
Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción
Stg 5:7.
Fuente: Traducción Interconfesional HispanoAmericana
Parábolas de crecimiento (ver Mat. 13:31-35; Luc. 13:18, 19). Aquí tenemos otras dos parábolas vívidas acerca del crecimiento espiritual. La primera nos recuerda del quieto y continuo (podríamos casi decir “inevitable”) crecimiento del reino de Dios en nuestro corazón. No tenemos que estar ansiosos y luchar: la semilla ha de llevar fruto por su propia cuenta. No podemos comprender el proceso del crecimiento espiritual, pero no necesitamos comprenderlo para poder participar en ese crecimiento. La semilla sólo requiere las condiciones correctas para crecer. La cosecha es una pro mesa, aunque puede contener un indicio del juicio de Dios también, como sucede con frecuencia en la Biblia.
La segunda parábola nuevamente describe el crecimiento silencioso, casi imperceptible, con resultados asombrosos. El grano de mostaza es pequeño, pero con tiempo crece hasta ser un arbusto de los más grandes en el Cercano Oriente. De modo que el reino ha de crecer desde sus comienzos insignificantes hasta el triunfo final. Esto es un incentivo grande para aquellos que viven en lugares donde el cristianismo es pequeño y es una minoría despreciada y aun perseguida. Trabajamos con confianza, esperando que Dios cumpla su promesa. El ministerio terrenal de Jesús era igual, parecía insignificante, sin embargo, de él salió una po derosa iglesia cristiana mundial que sigue creciendo. Los últimos versículos hacen ver que éstas son solamente muestras de las muchas ilustraciones que Jesús utilizó, y además señalan su método graduado de instrucción y explicación (conforme a lo que podían oír) para aquellos que estuviesen dispuestos a escuchar. Si los demás hubiesen estado listos para escuchar, también hubieran entendido, y hubieran recibido más enseñanza, igual que lo hicieron los discípulos. Existe un favoritismo en el reino de Dios: todos tenemos las mismas oportunidades de crecimiento espiritual, si sólo las aprovechamos.
Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno
REFERENCIAS CRUZADAS
h 171 Mat 13:24
Fuente: Traducción del Nuevo Mundo
Esta parábola aparece solamente en Marcos.
Fuente: La Biblia de las Américas
26 (1) El reino de Dios es la realidad de la iglesia, la cual es producida por la vida de resurrección de Cristo mediante el evangelio ( 1Co_4:15) . La regeneración es la entrada al reino ( Jua_3:5), y el crecimiento de la vida, divina dentro de los creyentes constituye el desarrollo del reino ( 2Pe_1:3-11). Véase la nota 15 (1) del cap.1.
26 (2) El Salvador-Esclavo como sembrador. Véase la nota 3 (1) .
26 (3) Se refiere a la semilla de la vida divina ( 1Jn_3:9 ; 1Pe_1:23) sembrada en los creyentes, lo cual indica que el reino de Dios, el cual es el resultado y la meta del evangelio del Salvador- Esclavo, y la iglesia en esta edad ( Rom_14:17) tienen que ver con la vida de Dios, la cual brota, crece, da fruto, madura y produce una cosecha; el reino y la iglesia no tienen nada que ver con una organización inerte, la cual es producida por medio de la sabiduría y capacidad del hombre. Las palabras de los apóstoles en 1Co_3:6-9 y Rev_14:4 , Rev_14:15-16 confirman esto.
Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro
La Palabra de Dios, cuando es sembrada en el corazón de los hombres, produce fruto, a veces lento, pero siempre seguro (cp. 1Pe 1:23-25).
Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie
Corta es la parábola contenida en estos versículos, y se refiere solamente en el Evangelio de S. Marcos; pero debe interesar profundamente a todos los que tienen motivos para creer que son verdaderos cristianos. Presenta ante nuestra vista la historia de la gracia en el alma humana, y nos invita a examinar la experiencia que tenemos de las cosas divinas.
Hay algunas expresiones en la parábola en que no debemos fijarnos demasiado, tales como el «dormir y el levantarse» del labrador, y la «noche y el día». En esta, como en otras muchas parábolas de nuestro Señor, debemos cuidarnos de tener presente el plan y principal objeto de toda la historia, y no hacer mucho hincapié en puntos de menos importancia. La principal enseñanza que recibimos en la presente historia es la estrecha semejanza que existe entre algunas operaciones muy conocidas de la cultura del trigo, y la obra de la gracia en los corazones. Fijemos nuestra atención en este particular.
Se nos enseña, primeramente, que como para que crezca el grano, para la obra de la gracia, se necesita un sembrador.
Sabemos que la tierra no produce por sí sola granos; es madre de yerbas, pero no de trigo. Tiene que ararla la mano del hombre, y esparcir la semilla, pues si así no fuera, nunca se recogerían cosechas.
De la misma manera, el corazón del hombre no se vuelve por si solo a Dios, ni se arrepiente, ni cree, ni obedece. Está enteramente muerto para Dios, y es incapaz de darse vida espiritual. El Hijo del hombre tiene que romperlo por medio de su Espíritu, y darle una nueva naturaleza; tiene que esparcir en el la buena semilla de la palabra valiéndose de las manos de sus ministros laboriosos.
Fijémonos bien en esta verdad. La gracia es una plata exótica en el corazón del hombre, es un principio nuevo que viene del exterior, enviado del cielo y plantado en su alma. Abandonado a si propio, ningún hombre buscaría a Dios; pero al comunicar la gracia Dios se vale ordinariamente de ciertos medios; así es que si se desprecia la intervención de los maestros y predicadores, es obrar como si se esperara ver nacer trigo donde no se ha regado semilla ninguna.
Se nos enseña, en segundo lugar, que en el crecer del trigo, como en la obra de la gracia, hay mucho que es superior a la comprensión del hombre y fuera de su potestad.
El labrador más inteligente no puede explicar lo que pasa en un grano de trigo, así que lo siembra. Sabe que si no lo pone en la tierra, y lo cubre con ella, no debe esperar espigas cuando llegue la época de la cosecha; pero no está en su mano hacer que todos los granos produzcan de la misma manera, ni puede darse cuenta porque unos germinan y otros mueren. Le es imposible marcar el momento preciso en que la vida empezará a manifestarse, ni que cosa es esa vida.
Son cuestiones que no debe tocar; siembra su semilla y deja a Dios que la haga brotar. «Dios da el aumento» 1 Cor. 3.7 De la misma manera la obra de la gracia en el corazón es completamente misteriosa e impenetrable. No podemos explicarnos porque la Palabra produce en una congregación efecto sobre una persona y no sobre otra., no podemos explicarnos porque en algunos casos se encuentran personas que con todas las ventajas imaginables, y a despecho de exhortaciones, rechazan la palabra y continúan muertas en sus transgresiones y pecados; y porque en otros casos, en medio de dificultades de toda clase y sin ningún estímulo, hay algunas que nacen de nuevo a la fe, y se hacen decididamente cristianos. No podemos definir el modo con el que el Espíritu de Dios comunica vida a su alma, y el procedimiento exacto para que un creyente reciba nueva naturaleza. Todas estas son cosas que están escondidas para nosotros; vemos ciertos efectos y resultados, pero eso es todo. «El viento sopla a donde quiere, y oyes su sonido, pero no puedes ver ni de donde viene, ni a donde va, así como el que nace del Espíritu» Juan 3.10 Fijémonos también en esta verdad, porque es muy profunda e instructiva. No hay duda que es humillante para los que son ministros y maestros; pues que la habilidad más consumada, la elocuencia más poderosa, y la actividad más diligente no pueden asegurar el éxito. Pero es una verdad que suministra al mismo tiempo un antídoto admirable contra el exceso de ansiedad y el desaliento. Nuestra tarea principal debe ser sembrar la semilla; hecho eso, esperemos el resultado con fe y con paciencia. «Podemos dormir, y levantarnos de día y de noche» y dejar el cuidado de nuestra obra al Señor. El solo puede coronarla de éxito cuando lo juzgue conveniente.
Se nos enseña, en tercer lugar, que como en el crecimiento del grano, en la obra de la gracia, la vida se vá manifestando gradualmente.
Hay un proverbio muy verdadero que dice que «la naturaleza no hace nada a saltos». La espiga de trigo no aparece inmediatamente después que la semilla brota. La planta recorre diversos períodos antes de llegar a la perfección «primero la hoja, después la espiga, y entonces el grano formado en la espiga» Pero en todos estos diferentes estados, una cosa es cierta, que aun en su mayor debilidad es una planta viva.
De la misma manera, la obra de la gracia se va desarrollando en el corazón por grados. Los hijos de Dios no nacen perfectos en fe, esperanza, conocimiento ni experiencia. Por lo general sus propios son «un día de pequeñeces». Ven en parte su propia pecabilidad, la plenitud y perfección de Cristo, y la belleza de la santidad. Pero, no obstante todo eso, el hijo más débil de la familia de Dios es hijo verdadero de Dios; con todas sus debilidades e imperfecciones está lleno de vida. La semilla de la gracia ha hecho en su corazón aunque aún no tenga más que hojas. Ha «resucitado de entre los muertos;» y el sabio dice que «un perro vivo es mejor que un león muerto» Eclesiastés 9.4 Marquemos también esta verdad porque está llena de consuelo. No despreciemos la gracia por débil que sea, ni nos imaginemos que las personas no están convertidas si no tienen una fe tan robusta como la d s. Pablo. Recordemos que la gracia debe tener su principio como todas las cosas. La encina más altiva (Nota: alterosa en la traducción original) fue en un tiempo una bellota, como el hombre más fuerte fue un débil infante. Es mil veces mejor tener gracia en agraz que no ninguna gracia.
Se nos enseña, por último, que como en el crecimiento del trigo, así en la obra de la gracia, no hay cosecha hasta que la semilla no está madura.
Ningún labrador piensa en cortar su trigo mientras esté verde; espera que el sol, la lluvia, el calor y el frío hagan el trabajo que les está señalado, y que las espigas doradas se dobleguen. Entonces, y no antes, es que aplica la hoz y guarda el trigo en el granero.
Dios procede de la misma manera en la obra de la gracia; no saca a los miembros de su pueblo de este mundo hasta que no están listos y maduros; no se los lleva nunca hasta que no concluye su obra; no mueren nunca en un momento inoportuno, por misteriosa que algunas veces su muerte nos parezca. Josías y Santiago hermano de Juan, fueron segados cuando eran más útiles; el rey de Inglaterra, Eduardo 6, no llegó a la virilidad; pero el día de la resurrección sabremos que esas muertes fueron necesarias. Sus muertes, como sus nacimientos, tuvieron lugar en tiempo oportuno, pues el Gran Labrador no corta su trigo hasta que no está maduro.
Concluyamos las meditaciones sobre esta parábola grabando esta verdad en nuestras almas, para que podamos consolarnos de la muerte de los creyentes.
Estamos ciertos que no hay acaso, ni equivocación, respecto a la muerte de ninguno de los hijos de Dios. Todos ellos son «la sementera de Dios» y Dios sabe bien cuando están en sazón para la siega.
Fuente: Los Evangelios Explicados
M23 El subjuntivo se usa en una comparación: como si él lanzara (comp. Luc 11:5 y sig.).