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Comentario de Marcos 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Comentario de Marcos 7:1 – Exégesis y Hermenéutica de la Biblia

Se juntaron a Jesús los fariseos y algunos de los escribas que habían venido de Jerusalén.

7:1 — Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén — Compárese Mat 15:1. Esta es la segunda vez que esto se registra (véase 3:22). Sigue creciéndose la oposición de los líderes judíos. Véase 3:6, comentarios. Ellos buscan algo contra Jesús, ya popular en Galilea, para poder acusarle y matarle.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento por Partain

los fariseos. Mar 3:22; Mat 15:1; Luc 5:17; Luc 11:53, Luc 11:54.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

Los fariseos condenan a los discípulos por comer sin lavarse las manos, Mar 7:1-7.

Dejan el mandamiento de Dios por aferrarse a la tradición de los hombres, Mar 7:8-13.

La carne no contamina al hombre, Mar 7:14-23.

Jesús sana a la mujer sirofenisa de su espíritu inmundo, Mar 7:24-30;

y a uno que era sordo y tartamudo, Mar 7:31-37.

Fuente: El Tesoro del Conocimiento Bíblico

En este capítulo, los escribas y fariseos llegaron a ser más elocuentes en su oposición hacia Jesús. La brecha entre la verdadera espiritualidad y las tradiciones humanas se acrecentaba considerablemente.

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Jerusalén era la ciudad central de la fe judía. Los fariseos (Mat 5:20) y los escribas (maestros de la Ley) eran sin duda enviados y autorizados por los religiosos judíos para descubrir la opinión de Jesús sobre los asuntos que ellos consideraban importantes. El Evangelio presenta a los buenos y los malos escribas (Mat 7:29; Mat 8:19).

Fuente: Nuevo Comentario Ilustrado de la Biblia Caribe

Capitulo 7.

Discusión sobre las tradiciones rabínicas. 7:1-13 (Mat 15:1-20).
Cf. Comentario a Mat 15:1-20.
1 Se reunieron en torno a El fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, 2 los cuales vieron que algunos de los discípulos comían pan con las manos impuras, esto es, sin lavárselas, 3 pues los fariseos y todos los judíos, si no se lavan cuidadosamente, no comen, cumpliendo la tradición de los antiguos; 4 y de vuelta de la plaza, si no se aspergen, no comen, y otras muchas cosas que han aprendido a guardar por tradición: el lavado de las copas, de las ollas y de las bandejas. 5 Le preguntaron, pues, fariseos y escribas: ¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antiguos, sino que comen pan con manos impuras? 6 El les dijo: Muy bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí, 7 pues me dan un culto vano, enseñando doctrinas que son preceptos humanos.” 8 Dejando de lado el precepto de Dios, os aferráis a la tradición humana. 9 Y les decía: En verdad que anuláis el precepto de Dios para establecer vuestra tradición. 10 Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte. 11 Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre o a su madre: “Korbán,” esto es, ofrenda sea todo lo que de mí pudiera serle útil, 12 ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, 13 anulando la palabra de Dios por vuestra tradición que se os ha transmitido, y hacéis otras muchas cosas por el estilo.

Tratan este tema Mc-Mt. La narración de Mc es más extensa, sobre todo por razón de la explicación que hace de ciertos usos judíos a los lectores gentiles (v.2-4). Los puntos característicos de la narración de Mc son los siguientes:
V.l. Los “escribas” venidos de Jerusalén eran “algunos.” El número de éstos está restringido con relación a los fariseos venidos. Acaso vienen, como especialmente técnicos en la Ley, para garantizar la obra de espionaje, o para completar esta representación de espionaje enviada, más o menos oficiosamente, por el Sanedrín, o al menos con su implícita complacencia (Jua 1:19.22).
V.3-4. Mc explica a los lectores lo que significaban estos usos en la mentalidad judía y en la preceptiva rabínica. Se expone en el Comentario a Mt 15:2ss.
V.2. “Comer pan” es hebraísmo para expresar la comida (v.34; cf. Mat 15:2).
V.2.5. “Comer con las manos impuras.” Manos “impuras,” literalmente “manos comunes” (χοιναΤς) para todo, es equivalente al calificativo rabínico khol, y significa profano, impuro (Hec 10:14-28; Hec 11:8; Rom 14:14; Heb 10:29) 1.
V.3. Una expresión de este versículo es oscura: “Los fariseos y los judíos, si no se lavan (πυγμτ)) las manos,” etc. Esta expresión griega es discutible. Se ha propuesto: a) lavarse las manos frotando con el puño, es decir, fuertemente, diligentemente 2; o “meticulosamente,” como hace la Peshitta 3; b) la Vulgata y el códice sinaítico lo traducen por “frecuente” (πύχνα) como sinónimo, y por influjo de Luc 5:33, en la Vulgata; c) con el “puño” cerrado, indicando la juntura de los dedos para purificarlos 4; d) podría tener, como en otros casos, un sentido más amplio: sería lavarse no sólo las manos, sino el antebrazo: del puño o dedos al codo 5; e) con abundante agua, que había de ser recogida en un recipiente con la mano (πυγμ).
V.13b. Mc no sólo recoge un caso concreto de “korbán” como motivo de censura, por anular la ley de Dios por las “tradiciones” de los hombres, sino que alude a otra perspectiva mayor: “Y hacéis otras muchas cosas por el estilo.”
V.8-10. Es muy fuerte la contraposición de lo que legisló Moisés y la “tradición” humana. Aquello tiene valor; esto es presentado como elaboración simplemente humana: farisaico-rabínica. Anulan “la palabra de Dios” (Moisés) por “vuestra tradición.” Se ve el interés en recoger esta enseñanza a la Iglesia primitiva contra los “judaizantes” y la polémica rabínica.

La verdadera pureza. 7:14-23 (Mat 15:10-20).
Cf. Comentario a Mat 15:10-20.
14 Llamando de nuevo a la muchedumbre, les decía: Oídme todos y entended: 15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda mancharle; lo que sale del hombre, eso es lo que mancha al hombre. ‘6 El que tenga oídos para oír, que oiga, 17 Cuando se hubo retirado de la muchedumbre y entrado en casa, le preguntaron los discípulos por la parábola. 18 El les contestó: ¿Tan faltos estáis vosotros de sentido? ¿No comprendéis – añadió, declarando puros todos los alimentos – que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede mancharle, 19 porque no entra en el corazón, sino en el vientre y va al seceso? 20 Decía, pues: Lo que del hombre sale, eso es lo que mancha al hombre, 21 porque de dentro, del corazón del hombre, proceden los pensamientos malos, las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, 22 los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, la altivez, la insensatez. 23 Todas estas maldades proceden del hombre y manchan al hombre.

Tema propio de Mc-Mt. Después de la exposición anterior, Cristo llama a la muchedumbre y les expone la “parábola” contenida en los v.15-17. La negligencia del pueblo no pidió más explicaciones de la misma. Pero, ya en casa, los “discípulos,” acaso a iniciativa de Pedro (Mt), le piden una explicación de la misma. Y la explicación se la hace detalladamente, no sin antes dirigirles un reproche de afecto y pedagogía, registrado en ambos evangelistas: “¿Tan faltos estáis vosotros de sentido?” (Mc). En realidad, el sentido fundamental de la “parábola” era claro. Pero esto hace ver la necesidad de ilustración que tenían los apóstoles, y la fidelidad de su narración a la hora de la composición de los evangelios. No deja de extrañar el que, si Cristo declara la verdadera pureza e impureza moral de la legislación “legal” sobre los alimentos (Luc 11:37ss; Dt c.14), aparezcan en la primitiva Iglesia dudas y discusiones sobre ello (Hec 15:28-29; Hec 10:14; Gal 2:11-17, etc.). Pero se explica teniendo en cuenta que la exposición de Cristo era una enseñanza genérica, destacándose el aspecto moral e interno de la misma legislación, mientras que los “judaizantes” planteaban el aspecto “jurídico” de la vigencia de la ley mosaica como soporte del cristianismo 6. El ataque a este punto es muy fuerte, ante algo muy arraigado en la práctica judía (cf. Hec 10:10-16; Hec 15:20; Gal 2:11; etc.). Parecen ya matizaciones eclesiales.
V.21-22. La clasificación de estas faltas morales que trae Mt se presta a una triple clasificación moral. Pero Mc trae una amplificación mucho mayor de ellas, acaso teniendo en cuenta los lectores a quienes iba destinada, ya que no era otra cosa que explicitación de la doctrina de Cristo (cf. Deu 5:17ss.).
Mc trae como propios: iniquidades, lascivias, la envidia, que la describe como “ojo indigno” (οφθαλμός πονηρός) 7; la “maledicencia” contra el prójimo, y no blasfemia contra Dios, pues es el sentido que parece reclamar aquí el contexto 8; embrutecimiento moral (αφροσύνη), embrutecimiento racional culpable, que desprecia las cosas aivinas 9.

Curación de la hija de una siró-fenicia. 7:24-30 (Mat 15:21-28).
Cf. Comentario a Mat 15:21-28.
24 Partiendo de allí, se fue hacia los confines de Tiro. Entró en una casa, no queriendo ser de nadie conocido; pero no le fue posible ocultarse, 25 porque luego, en oyendo hablar de El, una mujer cuya hijita tenía un espíritu impuro entró y se postró a sus pies. 26 Era gentil, siró-fenicia de nación, y le rogaba que echase de su hija al demonio. 27 El le dijo: Deja primero hartarse a los hijos, pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los cachorrillos. 28 Pero ella le contestó, diciendo: Sí, Señor; pero los cachorrillos debajo de la mesa comen de las migajas de los hijos. 29 El le dijo: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija. 30 Y, llegada a casa, halló a la niña acostada en la cama y que el demonio había salido.

Pasaje propio de Mc-Mt. El relato de Mt es más largo y con más desarrollo dramático. Mc aparece, fuera de su propósito, menos vivo y colorista. Acaso se debe a que Mc lo recoja de una tradición ambiental y lo adapte a sus lectores gentiles. Algunos puntos de Mc se indican aquí.
V.25. Califica al “demonio” (v.26) como “espíritu impuro.” 10 Era creencia ordinaria que las enfermedades eran causadas por “espíritus,” es decir, influjos diabólicos.
V.26. Esta mujer que Mt dice fuese “cananea,” probablemente queriendo indicar sólo, con la evocación de los antiguos moradores del país, que era gentil, Mc, en cambio, dice con mucha más precisión que era “griega (έλληνι’ς), de origen (τω févet) siró-fenicia.”
Esta mujer era “helénica”; con ello seguramente quiere expresarse su origen y lengua. Acaso pudiera ser “prosélita” n. Pero por su “origen” era “siró-fenicia.” Esta denominación aparece usada por los escritores antiguos Luciano (syrophoinix) 12 y Juvenal 13. Desde Pompeyo (64 a.C.), Fenicia quedó convertida en una provincia romana e incorporada a Siria. Ser “siró-fenicia” quiere decir fenicia perteneciente a la provincia romana de Siria, para distinguirla de los fenicios de Libia: de los “libio-fenicios,” de quienes habla Estrabón 14.
V.27. Mc tiene el contenido de este versículo más completo que Mt en la primera parte. Probablemente tiende, con la transmisión de este complemento, a suavizar el efecto de la crudeza de la frase oriental de la segunda parte para los lectores de la gentilidad. “Deja primero…,” sugiere bien la admisión de los gentiles a la fe en otro momento posterior. Se podría pensar en una adaptación posterior basada en una frase de San Pablo: “primero al judío, y también al griego” (Rom 1:16). En Mt, la frase es más tajante a favor del judaísmo (Mt v.24). La misión de Cristo personal era directamente para los judíos.
V.30. La mujer, vuelta a casa, encuentra a su hija curada y “acostada en el lecho.” Sugiere una enfermedad no de tipo epiléptico (cf. Mat 15:22 c).
En cambio, en Mc falta la alusión a su fe, tan destacada en Mt. Puede ser una revaloricen del Mt griego 14.

Volviendo a Galilea, cura a un sordomudo. 7:31-37.
Este relato es exclusivo de Mc. En Mt sólo se pinta uno de esos cuadros globales (Mat 15:29-31), en el cual se puede encajar este relato aislado de Mc.

31 Dejando de nuevo los términos de Tiro, se fue por Sidón hacia el mar de Galilea, atravesando los términos de la Decapolis. 32 Le llevaron un sordo y tartamudo, rogándole que le impusiera las manos, 33 y, tomándole aparte de la muchedumbre, metióle los dedos en los oídos, escupió (en el dedo) y le tocó la lengua, 34 y, mirando al cielo, suspiró y dijo: “Ephata,” que quiere decir ábrete; 35 y se abrieron sus oídos y se le soltó la lengua, y hablaba expeditamente. 36 Les encargó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más se lo encargaba, mucho más lo publicaban, 37y sobremanera se admiraban, diciendo: Todo lo ha hecho bien: a los sordos hace oír y a los mudos hace hablar.

Los autores han pretendido reconstruir diversos posibles itinerarios de Cristo en este retorno hacia el lago de Tiberíades. Pero es extraño lo que dice Mc. Deja Tiro para ir al Tiberíades, mas toma la dirección de Sidón, que le aleja. Se ignora el motivo de este itinerario. En todo caso, el milagro que va a narrarse tiene lugar, según toda probabilidad, en Galilea.
Le trajeron un hombre “sordo” y también con un defecto para hablar. El término que se usa para describirlo (μογιλάλον) lo interpretan los autores en dos sentidos: “mudo” o con un defecto para hablar: “tartamudo.” La partícula que entra en la composición de la palabra (μσγΟ indica fatiga, dificultad, cortedad, más que un impedimento absoluto. Es verdad que los LXX traducen el “mudo” (‘elem) de Isaías (Isa 35:6) por esta palabra, pero no consta que esté influenciado por este pasaje en el uso de esta palabra de la versión griega de Isaías, pues era de uso tradicional (2Re 5:11).
Y le rogaban que, para curarle, “le impusiera las manos.” Era gesto familiar a Cristo (Mar 6:5; Mar 8:23.25). Igualmente era usado como gesto de transmisión de poderes y autoridad con el que los rabinos comunicaban el “magisterio” oficial a sus alumnos, lo mismo que signo de transmisión de bendiciones (Gen 48:14ss). Posiblemente estos que traían al enfermo creían que fuese condición esencial para la curación este gesto, pues era de uso tradicional (2Re 5:11). Otro sentido se expone en Luc 13:13.
Cristo se apartó con este sordomudo de la muchedumbre (cf. 8:22-26); probablemente le acompañaron, como en otras ocasiones, algunos discípulos (cf. v.36). Quería manifiestamente evitar con ello la conmoción que iba a producirse, con las posibles consecuencias de sobreexcitación mesiánica.
Ya aparte, “mete” sus dedos en los oídos de aquel sordo, como para indicar que iba a abrirlos, y “escupiendo,” o poniendo saliva en sus dedos, le “tocó la lengua,” como para indicar que quería facilitar otra vez el recto hablar a aquella persona. Estos gestos podían hacer pensar a gentes paganas o judías en ciertos ritos mágicos. Los rabinos tenían terminantemente prohibido a todos los que curaban heridas entremezclar con ello el susurro de palabras, menos aún de versículos bíblicos, máxime si esto se hacía utilizando saliva 15, ya que a ésta se le concedían ciertas virtudes curativas 16. La saliva era considerada en la antigüedad como remedio medicinal 17. En Cristo, esto no era otra cosa que una especie de “parábola en acción,” con la que indicaba lo que iba a realizar, y con lo que excitaba la fe de aquel “sordo,” ya que con palabras no podía hacerlo.
Pero, antes de pronunciar su palabra curativa de imperio, quiso acusar bien que no eran ritos mágicos, sino obra del Padre; “miró al cielo,” como indicando la fuente de la curación que iba a venir, y luego “gimió” (έστέναξεν), sin duda, como forma de su oración silenciosa al Padre (Rom 8:23.26). Y dio la orden de la curación: “ábrete,” que Mc conservó como un recuerdo gráfico y exacto de aquella escena en su forma aramaica (έφφαθά), aunque traduciéndola para sus lectores de la gentilidad.
Y el milagro se hizo. La frase con la que Mc dice que se curó su mudez es la siguiente: “y se soltó el vínculo (atadura) de su lengua.” Se pretendía que era el término técnico para indicar que la mudez de este hombre había sido producida por un sortilegio; alegándose para ello numerosas fórmulas mágicas que tenían por objeto el “atar la lengua.” 18 Pero ni Mc alude para nada, como otras veces lo hace, a ninguna posesión diabólica ni a ningún “espíritu” en relación con la sordera, lo que hace mucho más verosímil pensar que se trata de un simple defecto natural.
Cristo insiste en que no lo “dijesen” a nadie; no en vano le había apartado de la turba. Buscaba con ello evitar prematuros y desorbitados movimientos mesiánicos. Pero no hicieron caso. Cristo, sabiendo que no se había de guardar secreto, ¿por qué prohibe divulgarlo? Para que viesen que El cumplía el plan del Padre y que no buscaba ni precipitaba estos acontecimientos. Tenía que esperar a su “hora.”
La emoción mesiánica de la turba se desbordó 19. Y corrió por la comarca, evocándose este mesianismo, al citar y aplicar Mc a Cristo unas palabras que evocaban las que Isaías dice del Mesías: cómo hara hablar a los mudos y abrirá los oídos de los sordos (Isa 35:5.6). Y que fue la respuesta que, para probar en cierta ocasión su mesianismo, Cristo mismo alegó a los mensajeros del Bautista que venían a preguntarle si El era el Mesías (Mat 11:1-6; Luc 7:18-23).

1 Zorell, Lexicón graecum ν. Τ. (1931) col.718-719. – 2 Joüon, L’évang. compte tenu du substrat sémitique (1930) p.221. – 3 Ba i lly, Dict. graec.-franc. ed.ll.3 p.1698. – 4 Pirot, évang. s. St. Marc (1946) p.478-479. – 5 Zorell, Lexicón. col. 1165-1166 n.3. – 6 Bonsirven, Sur une incise dificúltense de Marc (Luc 7:19): Mélang. Podechard (1945) 11-15. – 7 Janssen, Naplousa p.191ss. – 8 Zorell, Lexicón. (1931) col.228. – 9 Zorell, Lexicón. col.203. – 10 Ayuso, Un estudio sobre la expresión “espíritu impuro” γ su significado en el ν. T.: Est. Bíb. (1934) 377-384. – 11 Zorell, Lexicón. col.417. – 12 Luc., Deor. ecd. 4. – 13 J U Ven AL., Sat. VIII 159. – 14 Estrab., Geogr. XVII 19. – 14 C. E. B. Granfield, The Cospel according to St. Mark (1959) 245; J. Alonso Díaz, Cuestión sinóptica y universalidad del mensaje cristiano en el pasaje evangélico de la mujer cananea (Mar 7:24-30; Mat 15:21-28): Cult. Bíbl. (1963) 274-279. – 15 Sanhedrin B. 101a. – 16 Shabbath XIV 14d. – 17 Suetonio, Vesp. VII; Plinio, Nat. Hist. XXVII. – 18 Deismann, Licht vom Osten (1908) p.219ss. – 19 Hering, Kalós pauta pepoieken. Remarques sur Mar 7:37 : Coniec. Neot. (1947) 91-96.

Fuente: Biblia Comentada

los fariseos … que habían venido de Jerusalén. Esta delegación del liderazgo representativo del judaísmo vino de Jerusalén probablemente a petición de los fariseos de Galilea. escribas. Vea las notas sobre Mar 3:22; Mat 2:4.

Fuente: Biblia de Estudio MacArthur

7:1 — Se juntaron a Jesús los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén — Compárese Mat 15:1. Esta es la segunda vez que esto se registra (véase 3:22). Sigue creciéndose la oposición de los líderes judíos. Véase 3:6, comentarios. Ellos buscan algo contra Jesús, ya popular en Galilea, para poder acusarle y matarle.

Fuente: Notas Reeves-Partain

LIMPIO E INMUNDO

Marcos 7:1-4

También se Le acercaron a Jesús los fariseos, y algunos maestros de la Ley que habían bajado de Jerusalén. Vieron a algunos de Sus discípulos comer sin tener las manos ceremonialmente limpias, es decir, que no se las habían lavado como estaba prescrito; porque los fariseos, y todos los judíos que observan la tradición de los antepasados, no comen sin antes lavarse las manos ritualmente usando los puños como manda la ley; y cuando vuelven del mercado no comen sin antes bañarse de cuerpo entero; y tienen otras muchas tradiciones que observan en relación con los lavatorios de tazas y jarras y cacharros de bronce.

La diferencia que había entre Jesús y los fariseos y los maestros de la Ley, y la discusión que tuvo con ellos y que se relata en este capítulo tienen una importancia tremenda, porque nos muestran la esencia misma y la raíz de la divergencia entre Jesús y los judíos ortodoxos de Su tiempo.
La pregunta que se hizo fue: ¿Por qué Jesús y Sus discípulos no cumplían la tradición de los antepasados? ¿Cuál era esta tradición, y cuál su espíritu motor?
Originalmente, la Ley quería decir dos cosas para los judíos. Quería decir, como lo primero y lo más importante, los Diez Mandamientos; y en segundo lugar, los cinco primeros libros del Antiguo Testamento, que los judíos llaman la Torá y nosotros el Pentateuco. Ahora bien, es verdad que el Pentateuco contiene un cierto número de reglas y normas puntuales; pero, en relación con las cuestiones morales, lo que propone es una serie de grandes principios morales que cada uno debe interpretar y aplicar por sí mismo. Por algún tiempo, los judíos tuvieron bastante con esto; pero en los siglos V y IV antes de Cristo surgió una clase de expertos legales que conocemos como los escribas, que no se conformaban con grandes principios morales; padecían de lo que podríamos llamar «la manía de las definiciones.» Querían ampliar, desmenuzar y concretar estos grandes principios en miles y miles de reglas y normas que gobernaran todas las posibles acciones y situaciones de la vida. Estas reglas y normas no se escribieron hasta bastante después del tiempo de Jesús. Son lo que se llama la ley oral, o, como se la llama aquí, la tradición de los antepasados.

La palabra antepasados no quiere decir en este contexto los jefes de la sinagoga, sino los antiguos, los grandes expertos legales del pasado como Hilllel y Shammay. Mucho más tarde, en el siglo III d C., se hizo y se escribió un resumen de todas estas reglas y normas, que es lo que se llama la Misná.

Hay dos aspectos de estas reglas y normas que aparecen en la confrontación de este pasaje. Uno es acerca del lavatorio de manos. Los escribas y los fariseos acusaron a los discípulos de Jesús de comer con las manos sucias. La palabra que se usa en el original es koinós. Normalmente koinós quiere decir común;

de ahí pasa a describir algo que es ordinario en el sentido de que no es sagrado, algo que es profano como opuesto a las cosas santas; y finalmente describe algo, como sucede aquí, que es ceremonialmente impuro e inhábil para el servicio y culto de Dios.

Había reglas establecidas rígidamente para el lavamiento de las manos. Nótese que no era una cuestión de higiene, sino de la limpieza ceremonial de la que se trataba. Antes de cada comida, y entre los distintos platos, había que lavarse las manos, y de cierta manera. Las manos, al empezar, no tenían que tener nada de tierra, polvo o sustancias con las que se hubiera estado trabajando. El agua para las abluciones tenía que guardarse en cántaros especiales de piedra para que estuviera limpia en el sentido ceremonial y fuera seguro que no se usaba para otro fin, y que no se había caído nada dentro de ella ni tenía ninguna mezcla. Primero, tenían que ponerse las manos con la punta de los dedos hacia arriba; se echaba el agua sobre la punta de los dedos para que corriera por lo menos hasta la muñeca; la cantidad mínima de agua debía ser un cuarto de log, que equivalía al contenido de la cáscara de un huevo y medio. Con las manos todavía mojadas, se limpiaba cada una con el puño de la otra. A eso se refiere la mención del puño en nuestro texto; se restregaba el puño de cada mano en la palma y el revés de la otra. Esto quiere decir que en esa etapa las manos estaban todavía mojadas, pero esa agua estaba contaminada, porque había tocado las manos contaminadas. Así es que después se tenían que poner las manos con la punta de los dedos hacia abajo, y verter el agua de manera que bajara desde la muñeca hasta la punta de los dedos. Después de todo ese proceso, las manos quedaban puras.

El dejar de hacer todo esto era, a los ojos de los judíos, no una falta de higiene, sino estar en estado de impureza a los ojos de Dios. El que comía con las manos impuras estaba sujeto a los ataques de un demonio que se llamaba Sibta. El descuidar el lavatorio de manos era exponerse a la pobreza y a la destrucción. Lo que se comía con las manos impuras era tan inmundo como el excremento. Un rabino que omitió una vez la ceremonia del lavatorio fue enterrado excomulgado. Otro rabino, preso de los Romanos, usaba el agua que le daban para lavarse ritualmente antes que para beber, y casi se murió de deshidratación, porque estaba decidido a cumplir las reglas de la pureza antes que a satisfacer la sed.
Para un judío ortodoxo a la manera de los fariseos y los escribas, eso era la religión. Eran esas reglas rituales y ceremoniales las que consideraban que eran la esencia del servicio a Dios. La religión ética se enterraba bajo una masa de tabúes.
Los últimos versículos del pasaje amplían este concepto de pureza e impureza. Una cosa podía ser totalmente limpia en el sentido ordinario, y sin embargo ser ceremonialmente inmunda. Tenemos algo acerca de esta concepción de la impureza en Levítico 11-15 y en Números 19. Ahora diríamos más bien que había cosas que eran tabú más bien que inmundas. Algunos animales eran inmundos (Levítico 11). Una mujer quedaba impura después del parto; un leproso era inmundo; cualquiera que tocara un cadáver, quedaba impuro. Y cualquiera que hubiera contraído la impureza ritual se la pasaba a todo lo que tocara. Un gentil era impuro; la comida tocada por un gentil era inmunda; cualquier recipiente que tocara un gentil, quedaba impuro. Así que, cuando un judío estricto volvía del mercado, se bañaba de cuerpo entero en agua pura para librarse de las contaminaciones que hubiera podido adquirir.

Está claro que las vasijas podían contaminarse fácilmente; podía tocarlas una persona en estado de impureza, o cualquier cosa inmunda. Esto es lo que quiere decir nuestro pasaje con los lavatorios de tazas y jarras y vasijas de bronce. En la Misná hay no menos de doce tratados sobre esta clase de impureza. Si tomamos algunos ejemplos concretos veremos hasta dónde llegaba la cosa. Una vasija hueca hecha de arcilla podía contraer la impureza dentro, pero no fuera; es decir: no importaba quién o qué la tocara por fuera, pero sí por dentro. Si se volvía inmunda, había que romperla; y no se debía dejar ningún trozo suficientemente grande para contener bastante aceite para ungir el dedo pequeño del pie. Un plato llano sin reborde no podía estar inmundo nunca; pero si tenía reborde, sí. Si los recipientes de cuero, hueso o cristal eran planos no podían contraer impureza; pero si eran huecos podían contraerla por fuera y por dentro. Si estaban inmundos, había que romperlos haciéndoles un agujero suficientemente grande para que pasara una granada mediana. Para quitar la impureza, las vasijas de arcilla se tenían que romper; otros cacharros se podían sumergir, cocer o purificar con fuego -en el caso de los cacharros de metal- y luego rasparlos. Una mesa de tres patas podía contaminarse. Si perdía una o dos patas, ya no. Si perdía tres patas, sí, porque entonces era un tablero, y un tablero podía estar inmundo. Las cosas de metal podían estar inmundas, excepto una puerta, un cerrojo, una cerradura, una bisagra, un picaporte y un canalón. La madera que estuviera en utensilios de metal podía contaminarse; pero el metal que estaba en utensilios de madera, no. Así que una llave de madera con los dientes de metal podía estar impura; pero una llave de metal con los dientes de madera, no.

Nos hemos tomado algún tiempo con estas leyes de los escribas o la tradición de los antepasados porque con esto era con lo que Jesús se enfrentaba. Para los escribas y los fariseos estas reglas y normas eran la esencia de la religión. El cumplirlas era agradar a Dios; el quebrantarlas era pecado. Esa era la idea que tenían de la bondad y del servicio a Dios. En el sentido religioso, Jesús y esas personas hablaban lenguas diferentes. Fue precisamente porque Él no concedía ninguna importancia a todas esas reglas por lo que Le consideraban un mal hombre. Hay aquí una escisión fundamental entre la persona que ve la religión como ritual, ceremonial, reglas y normas, y la persona que considera la religión como amar a Dios y a sus semejantes.

El pasaje siguiente desarrollará este punto; pero está claro que la idea que tenía Jesús de la religión y la que tenían los escribas y los fariseos no tenían nada en común.

Fuente: Comentario al Nuevo Testamento

CAPÍTULO 07

2. JESÚS REPUDIA LA PIEDAD EXTERNA Y LEGALISTA JUDÍA (7,1 -23) Esta sección, como los otros fragmentos doctrinales del Evangelio de Marcos, tiene por sí sola un fuerte significado teológico, y pone de relieve una exigencia que mira directamente a los oyentes cristianos. Históricamente se mantiene el escenario de Galilea -han llegado de Jerusalén algunos doctores de la ley, cf. 3,22-; pero el panorama espiritual es mucho más amplio: aquellos fariseos y escribas son los representantes de la religión legalista judía. Los lectores tienen ya noticia de algunos conflictos legales -la cuestión del sábado, 2,23-28 y 3,1-6-; las asechanzas y calumnias contra Jesús no constituyen nada nuevo (cf. 2,1-22). Jesús ya ha defendido con anterioridad a sus discípulos; pero ahora el enfrentamiento adquiere caracteres fundamentales. Ya no se trata de una transgresión cualquiera de la ley tal como la exponen los fariseos -concretamente la purificación levítica-, sino que los discípulos de Jesús no observan «la tradición de los antepasados». Jesús no duda en derribar este «vallado» que rodea la ley divina y revalorizar así la pura voluntad de Dios. Jesús hace una dura crítica de la piedad externa del judaísmo de entonces. Esto le da ocasión para hablar de la pureza auténtica, de una moralidad que procede del corazón y del convencimiento interno, estableciendo así las bases de la moral cristiana. Que Jesús quiera dirigirse a su comunidad es algo que se manifiesta claramente por el hecho de volver a impartir a los discípulos -como en el caso de las parábolas- una instrucción particular «en casa» y sin la presencia del pueblo (v. 17). Comparando esta sección con la última composición oratoria del capítulo 4, se reconoce una cierta continuación en la enseñanza. Así como allí se desarrollaba el mensaje del reino de Dios aplicándolo a los lectores cristianos a quienes se exhortaba a una escucha atenta y a una conducta moral fecunda, así ahora es la moral cristiana el tema central de la instrucción. En este aspecto la sección viene a ser una especie de réplica del sermón de la montaña que aparece en Mateo y en Lucas, pero que Marcos no nos ha transmitido. Es verdad que Mateo trae expresamente también la controversia a propósito de lo que es puro e impuro (c. 15), pero la presenta de un modo algo distinto; Lucas la suprime porque las circunstancias y las cosas concretas judías, de que aquí se trata, no le parecieron lo bastante comprensibles para sus lectores cristianos procedentes de la gentilidad. El problema de en qué consiste la verdadera moralidad y cómo es posible realizarla, resultaba inevitable para la fe cristiana, pues que Jesús ha vinculado de manera indisoluble religión y moral, fe y amor. Para la moral cristiana siempre resulta actual el problema acerca de la ley y la conciencia, los mandamientos externos y la obligatoriedad interna, aun cuando ya no tenga que enfrentarse con el legalismo judío. De la doctrina de Jesús Marcos ha conservado aquí una respuesta, que representa una decisión fundamental y que apunta al futuro. Que en este capítulo se trata de algo más que de reproducir un episodio histórico, lo demuestran su disposición y su orientación ideológica. Los fariseos y los doctores de la ley plantean el problema de la purificación levítica, es decir, de determinados lavatorios rituales prescritos (v. 1-6). Mas Jesús pasa inmediatamente al ataque en un terreno mucho más amplio. A la pregunta y reproche de sus enemigos: «¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antepasados?», Jesús responde afirmando que ellos abandonan el mandamiento divino por conformarse a la tradición de los hombres (v. 8), y se lo demuestra con un ejemplo (v. 10-13). Sólo en la instrucción al pueblo (v 14 ss) y a los discípulos (v 17-23) se trata más tarde el problema de lo puro y lo impuro, pero de una forma radical que desborda el planteamiento inicial del problema. De este modo la disputa circunstancial sirve de ocasión a una exposición más profunda y a una declaración fundamental de Jesús. Esta presentación no es casual; con fina sensibilidad ha anticipado el evangelista la polémica para exponer después la instrucción positiva. La aplicación a la comunidad se manifiesta hasta en el mismo catálogo de vicios, formulado en un tono, más helenista que en Mateo. Por eso leemos la sección con la mirada puesta en la comunidad distinguiendo en ella dos temas: estatutos humanos y precepto divino (v. 1 -13); lo puro y lo impuro (v 14 23).

a) Estatutos humanos y precepto divino (Mc/07/01-13).

1 Se reúnen en torno a él los fariseos y algunos de los escribas llegados de Jerusalén. 2 Y al ver que algunos de sus discípulos se ponían a comer con manos impuras, esto es, sin lavárselas -3 pues los fariseos y los judíos en general, no comen sin lavarse antes las manos con un puñado de agua, por guardar fielmente la tradición de los antepasados, 4 y al volver de la plaza no se ponen a comer sin antes sumergir sus manos en el agua, y hay otras muchas prácticas que aprendieron a guardar por tradición, como lavar los vasos, las jarras y la vajilla de metal-, 5 le preguntan, pues, los fariseos y los escribas: «¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antepasados, sino que se ponen a comer con manos impuras?» 6 Pero él les contestó «Bien profetizó Isaías de vosotros los hipócritas según está escrito: «Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí; 7 vano es, pues, el culto que rinden, cuando enseñan doctrinas que sólo son preceptos humanos» (Isa 29:13). 8 Dejáis el mandamiento de Dios, por aferraros a la tradición de los hombres.»

Los fariseos (cf. 2,16.18.24) eran una fraternidad organizada o un partido religioso, sobre los que fácilmente nos forjamos falsas ideas. En modo alguno se identificaban sin más ni más con lo que hoy entendemos por hipócrita, con quienes sólo pretenden deslumbrar con una piedad de apariencias. Por fidelidad a la ley de los padres querían cumplir en conciencia todas las prescripciones para alcanzar el beneplácito divino y la salvación prometida por Dios teniendo parte en el mundo futuro. Querían dar al pueblo una santidad sacerdotal y acelerar así la venida de los tiempos mesiánicos. A causa de su serio empeño y de su entrega en favor del pueblo gozaban de gran consideración en amplios sectores. Por lo demás en su celo religioso daban gran valor hasta a las prescripciones más insignificantes. No se contentaban con los preceptos contenidos en el Antiguo Testamento, sino que seguían otras muchas prescripciones que sus doctores de la ley habían dado mediante la interpretación y acomodación de la ley mosaica. Estas son las tradiciones de los antepasados que Jesús ataca. Las prescripciones purificadoras, a que alude el presente texto, obligaban en su origen a los sacerdotes que ejercían el servicio litúrgico en el santuario; pero los fariseos querían extenderlas a todo el pueblo y a la vida cotidiana para preparar así a Dios un pueblo sacerdotal y santo. Las crecientes prescripciones de acuerdo con «la tradición de los antepasados» llegaron a equipararse a la ley mosaica y representaban una carga pesada para la gente en su vida de todos los días. Los judíos que no se acomodaban a tales prescripciones eran considerados como «plebe que no conoce la ley» (cf. Jn 7.49) y hasta como transgresores de la misma ley. El afán farisaico por la observancia externa de la ley es siempre un peligro para los hombres «piadosos», que por lo mismo se consideran mejores que los demás, posponen el amor y se hacen duros y orgullosos (cf. /Mt/23/23). Se olvidan fácilmente de que también ellos necesitan de la misericordia divina. Cuando se impone el legalismo -cumplimiento de la ley al pie de la letra- junto con la complacencia del hombre en sí mismo, surge la caricatura del fariseo. La hipocresía que Jesús les reprocha, no debe ser una desfiguración intencionada, sino que puede significar simplemente la contradicción entre lo que aparece a los ojos de los hombres y la actitud interna tal como Dios la juzga (*). No deja de ser una tragedia humana el que tales hombres que quieren ser piadosos de una manera ejemplar quebranten de hecho la voluntad de Dios. Pero existe también la tentación de juzgar a los otros como fariseos y hacerse uno mismo fariseo. Las fraternidades farisaicas estaban extendidas por todo el país; los doctores de la ley tenían sus escuelas, sobre todo en Jerusalén, donde reunían a los discípulos en torno suyo. Ahora han llegado algunos a Galilea y advierten que los discípulos de Jesús no observan los lavatorios prescritos antes de las comidas. No se trata simplemente del descuido de la limpieza, sino del desprecio de las prescripciones rituales relativas a la pureza. Marcos da a sus Iectores unas ciertas aclaraciones al respecto: en general era necesario purificarse antes de comer al menos con un «puñado» de agua (**) Cuando se volvía de la plaza, donde había un mayor peligro de impurificación levítica -en razón del trato con los paganos-, había que meter los brazos hasta el codo en un gran recipiente (cf. Jua 2:6). Incluso se prescribían ciertos lavatorios de copas, jarros y otros cacharros. Jesús pasa por alto todas estas prescripciones minúsculas, estos estatutos humanos con una sentencia profética (v. 6-7). Los profetas se habían pronunciado a menudo contra una piedad cúltica meramente externa y habían exigido una conciencia recta, el refrendo moral y la penitencia. No un servicio de labios afuera sino la entrega del corazón a Dios, no unos estatutos humanos sino el mandamiento de Dios: ésas son las exigencias que Jesús opone a los críticos. Estas palabras del libro de Isaías tuvieron seguramente gran importancia para la naciente Iglesia cristiana, que aspiraba a un culto espiritual y moralmente fecundo (Rom 12:1), y quería ofrecer a Dios «sacrificios espirituales» (1Pe 2:5), obras de amor que el Espíritu Santo hacía posibles. Sin embargo, no hay que arrancar esas palabras de su contexto histórico. No se reprueba cualquier culto, sino sólo el servicio de labios sin el sentimiento correspondiente, la estrechez ritualista que olvida y posterga la voluntad de Dios ética o moral por encima de las prescripciones externas. En una época en que muchos teólogos quieren reducir el servicio de Dios a un servicio en el mundo y para el mundo, abogando por un cristianismo claramente «arreligioso» limitado a un encuentro «entre los hombres», en una época así conviene recordar que Jesús personalmente visitó el templo y tomó parte en las fiestas religiosas de su pueblo, y que la Iglesia primitiva desarrolló nuevas formas de culto según el legado de su Señor: el servicio adecuado a la palabra divina y a la celebración eucarística. También aquí vale aquello de que conviene hacer una cosa sin abandonar la otra (cf. Mat 23:23). Existe un culto divino directo en la alabanza, la acción de gracias y la súplica, un encuentro de la comunidad con Dios en la mesa de la palabra y en la celebración de la cena del Señor; y existe también un culto indirecto en el cumplimiento de las obligaciones terrenas que imponen la profesión y la familia, en la ayuda a los necesitados, en el amor y lealtad a los semejantes.

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* Que con la «hipocresía» no se piensa sólo en el disimulo, es algo que se deduce de pasajes como Luc 12:56 :Luc 13:15s y de los numerosos reproches que aparecen en el gran discurso de las maldiciones contra los hipócritas fariseos y doctores de la ley (Mt 23). Es una desobediencia a la voluntad divina que lleva a denegar la fe a la predicación de Jesús. Véase W. BEILNER, art. Hipócrita en el Diccionario de teología bíblica de J.B. BAUER. Herder, Barcelona 2, 1971.

** La expresión griega -literalmente «con el puño»- no resulta clara; algunos intérpretes entienden «con el codo», es decir, hasta el codo; pero esto conviene más bien al segundo caso, al regreso de la plaza.

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9 Y les añadía: «Anuláis bonitamente el precepto de Dios, para guardar vuestra tradición. 10 Efectivamente, Moisés mandó: «Honra a tu padre y a tu madre»; y también: «El que maldiga a su padre o a su madre, que muera sin remisión» (Exo 20:12; Exo 21:17). 11 Pero vosotros afirmáis: Sí uno dice al padre o a la madre: Declaro korban -esto es, ofrenda sagrada- todo aquello con que yo pudiera ayudarte, 12 ya no le dejáis hacer nada en favor de su padre o de su madre; 13 de manera que anuláis la palabra de Dios, por esa tradición vuestra que vosotros habéis transmitido. Y hacéis otras muchas cosas por el estilo.»

Jesús elige un caso extremo en que un precepto humano puede llevar al quebrantamiento de un mandamiento divino. El deber de honrar al padre y a la madre, de no «maldecirlos» y de sostener a los progenitores ancianos y necesitados, había sido refrendado por el mandamiento de Dios y así lo habían reconocido naturalmente los doctores de la ley. Pero también la suspensión de un voto era un deber santo. Ocurría que un judío mediante el voto del sorban hacía una donación al templo, diciendo: «Sea esto ofrenda sagrada», con lo cual sustraía el objeto señalado al uso profano, incluso en favor de sus progenitores. Más tarde esto se convirtió en una fórmula con la que se impedía a los demás la posesión de muchos bienes, aunque luego jamás se entregasen al templo. El abuso por el que se perjudicaba a los progenitores mediante el voto del korban, debió haberse extendido ya en tiempo de Jesús. Jesús, sin embargo, pone el precepto del amor por encima de los holocaustos y cualquier otro sacrificio (Exo 12:33) no permitiendo la supresión de los deberes frente a los padres ni siquiera en aras de un voto. Dios no desea ser honrado y amado a costa del amor al prójimo. Quien interpreta así la Escritura establece unos preceptos humanos en detrimento de la voluntad de Dios. Es un ejemplo de la resolución soberana de Jesús en los problemas de la ley (cf. 1,22), de su lucha inflexible en favor de la causa de Dios (cf. 16,6-9); pero también de su convicción de que Dios es amor y no quiere ser más que amor, amor al prójimo con el que es amado él mismo. Es el principio fundamental que ha establecido como regla de toda nuestra conducta: el amor de Dios y del prójimo están indisolublemente ligados (12,30s). Quien ama a Dios debe amar también a su prójimo. En el amor queda superado cualquier tipo de legalismo.

b) Lo puro y lo impuro (Mc/07/14-23).

14 Y llamando de nuevo junto a sí al pueblo, les decía: «Oídme todos y entended: 15 Nada hay externo al hombre que, al entrar en él, pueda contaminarlo; son las cosas que salen del interior del hombre las que lo contaminan.» [16 «El que tenga oídos para oír, que oiga.»] 17 Y cuando entró en casa, alejado ya de la gente, le preguntaban sus discípulos el sentido de 1a parábola. 18 Y les contesta: «¿Tan faltos de entendimiento estáis también vosotros? ¿No comprendéis que nada de lo externo que entra en el hombre puede contaminarlo, 19 porque no entran en el interior de su corazón -con lo cual declaraba puros todos los alimentos-, sino que pasa al vientre y luego va a parar a la cloaca?» 20 Y seguía diciendo: «Lo que sale del interior del hombre, eso es lo que contamina al hombre. 21 Porque de lo interior, del corazón de los hombres, proceden las malas intenciones, fornicaciones, robos, homicidios, 22 adulterios, codicias, maldades, engaño, lujuria, envidia, injuria, soberbia, insensatez. 23 Todos estos vicios proceden del interior y son los que contaminan al hombre.»

Después del enfrentamiento con los enemigos, Jesús convoca al pueblo para impartirle una doctrina importante; es también un aviso a la comunidad cristiana para que escuche atentamente las palabras de su Maestro. La ocasión, que fue el lavatorio ritual de las manos (v. 2), queda ya en un segundo plano, pues la palabra de Jesús a la multitud no trata ya de los lavatorios sino de los alimentos y de su uso. La doctrina de Jesús no mira sólo a algunas prescripciones legales judías, sino al problema fundamental de qué es puro y qué impuro. Con una frase enigmática y al modo de las parábolas invita a sus oyentes a la reflexión. La sentencia en su formulación general resulta difícil de entender; pero la gente, al igual que en la predicación en parábolas (c. 4) debe «oír y entender». La sentencia exhortando a escuchar atentamente (v. 16) es la misma que aparece al final de la parábola del sembrador (4,9), pero sólo está parcialmente testificada y no parece original. No se dice lo que Jesús continuó exponiendo al pueblo ni cómo éste entendió su palabra. La explicación se reserva al estrecho círculo de los discípulos, a los que estaban con él (4,10), y a través de ellos se brinda a la comunidad cristiana y creyente. Tampoco a los discípulos se les alcanza el sentido de la frase enigmática; pero, como son hombres dispuestos a creer y leales, Jesús se lo descifra todo a solas -como ya hizo con las parábolas, 4, 34-, «en casa», como se dirá aún varias veces (9,28.33; 10,10). La comprensión de los discípulos pertenece al tiempo del ministerio terrenal de Jesús exactamente igual que su «secreto mesiánico» y es una constante exhortación a meditar sus palabras y sus hechos profundamente y con fe. Jesús explica a sus discípulos que bajo la frase enigmática late la imagen de los alimentos que llegan al hombre desde fuera y siguen su camino natural. Jesús habla sin reparos de las cosas naturales. El comer y la expulsión de los alimentos es una cosa natural y nada tiene que ver con la «pureza» en un sentido moral y religioso. Esto constituye una postura libre y audaz para los judíos que conservaban las ideas antiguas acerca de la «impureza» de determinados animales y alimentos así como sobre la contaminación que implicaban ciertos procesos naturales -en el terreno sexual- y ciertos contactos -con los leprosos y los cadáveres-, y que observaban en general muchos tabúes-cúlticos. Ese punto de vista de Jesús responde a su apertura al mundo y a su afirmación de las cosas creadas, punto de vista que adopta también la Iglesia primitiva. Esta elimina la distinción entre animales puros e impuros y las correspondientes prescripciones dietéticas (Hec 10:11-15.28), suprimiendo así el obstáculo que representaban para el mundo pagano. En la lucha contra el gnosticismo, que despreciaba la materia, el cuerpo y el matrimonio, las cartas pastorales afirman: «Todo lo que Dios ha creado es bueno, y nada que se tome con acción de gracia puede ser rechazado» (1Ti 4:4). Este es uno de los aspectos del veredicto de Jesús, a sus ojos no el más importante, pero que para la Iglesia primitiva y para nosotros no carece de gran interés.

Más importante es la segunda parte de la sentencia de Jesús relativa a la verdadera contaminación. Del interior del hombre, de su corazón, suben los pensamientos y deseos que inducen a las malas acciones y a los vicios. Con ello ha establecido Jesús el principio decisivo de la moral, anclando la moralidad en la decisión consciente del hombre, al mismo tiempo que inserta la vida religiosa en el terreno moral y le da una mayor interioridad. Para aquella época esto representaba un esclarecimiento necesario, para nosotros es algo que se ha hecho evidente. Mas ni siquiera hoy resulta superfluo referirse a la tendencia del corazón humano a producir pensamientos y deseos. Jesús conoce el corazón humano cuyas «tendencias son malas desde su juventud» (Gen 8:21), aunque Dios creó al hombre a su imagen (Gen 9:6).

Pese a la afirmación de lo creado y de su bondad natural, pese a la alta valoración del hombre y de su imagen y semejanza divina, la experiencia de este mundo muestra que el hombre tiene una tendencia oscura y misteriosa hacia el mal, que es la fuente de la inmoralidad, de los pecados y vicios. Puede extrañar que Jesús no hable aquí de los pensamientos y acciones del hombre buenos y puros. Ello se debe en parte al planteamiento de la cuestión: ¿Qué es lo que contamina al hombre? Pero es evidente un cierto pesimismo en el enjuiciamiento moral del hombre. Ello está en relación con las exigencias de conversión que proclama Jesús y que afectan a todos los oyentes sin distinción. Pablo ha interpretado correctamente la doctrina de Jesús al decir que «todos pecaron y están privados de la gloria de Dios» (Rom 3:23). Así no nos extraña que siga ahora un largo catálogo de vicios. Esta especie de exhortación moral, que pretende despertar el temor y horror al vicio y al pecado, puede tal vez decirnos muy poco. Nuestro tiempo ha perdido algo que el paganismo antiguo, aun cuando moralmente no estuviese a gran altura, todavía poseía: un sentimiento natural hacia la belleza de la virtud y la fealdad del vicio. Los catálogos de vicios y de virtudes gozaban de gran popularidad en la predicación moral de los filósofos itinerantes paganos, y también se encuentran, aunque de otra forma, en la literatura judía(*). Se exponen más desde un punto de vista retórico que sistemático, y en su elaboración se descubre algo del espíritu de sus autores. En el mismo pasaje Mateo da a este catálogo de vicios una forma distinta mencionando siete vicios y ordenándolos según el decálogo. Marcos enumera trece en los que apenas es posible señalar un orden ideológico. Pensando en sus lectores cristianos, procedentes del paganismo le interesa más el efecto retórico: los siete primeros aparecen en plural y los otros seis en singular, todos dispuestos en un ritmo sonoro; la pluralidad de malas acciones -«todos estos vicios»- debe mostrar de un modo sobrecogedor hasta dónde puede llegar el corazón humano. Hacia el comienzo del catálogo de vicios (después de las «malas intenciones» en general) figuran las malas acciones que hoy como siempre constituyen los pecados y crímenes más frecuentes: fornicaciones, robos, homicidios; se mencionan después los adulterios, codicias y maldades. Más adelante aparece la envidia («mal ojo» en el texto original), y así es como en el Antiguo Testamento se designan tanto los deseos sexuales como las miradas envidiosas y codiciosas. Hacia el final, la «injuria» empareja bien con la «soberbia» o el orgullo, el pecado del espíritu que encastilla al hombre en sí mismo al tiempo que le hace insensible a los derechos de sus semejantes y de Dios. Por ello, el último miembro «la insensatez» tiene probablemente un sentido más profundo que entre nosotros. En la Biblia el «insensato» es el hombre que no conoce a Dios, que le olvida y desprecia en su ceguera y satisfacción de sí mismo (cf. Sal 10:3s; Sal 14:1; Luc 12:20).

Marcos, que no nos ha transmitido el sermón de la montaña, nos ha conservado así un fragmento esencial de la doctrina moral de Jesús. Y nos muestra a Jesús con toda su seriedad moral, pero también con su conocimiento profundo del corazón humano. Este fragmento doctrinal es un guía inestimable para conocer el interior del hombre: su conciencia o, como dice Jesús, el corazón como fuente primera y factor decisivo de nuestra conducta buena o mala. Si el corazón del hombre está limpio y puro, brotan de él, como de un manantial transparente, también los pensamientos y las acciones buenos.

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* En el Nuevo Testamento aparecen numerosos catálogos de vicios y virtudes. Si antes se pensaba sobre todo -y en especial por lo que a Pablo se refiere- en modelos de ética estoica, ahora los escritos de Qumrán nos han demostrado que también en el judaísmo existía una doctrina precisa sobre las virtudes y los vicios.

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3. CORRERÍAS APOSTÓLICAS HASTA UNA REGIÓN PAGANA (7,24-8,30). Después del problema del legalismo judío parece como si el evangelista quisiera orientar la mirada de sus lectores hacia el mundo pagano. Cierto que para eso sólo dispone de un episodio que le ha llegado por tradición: la curación de la hija posesa de una mujer pagana de Sirofenicia (7.24-30). Marcos sitúa el episodio inmediatamente al comienzo de la nueva sección. Para Jesús y los discípulos empieza un período de constante peregrinar; pero por las indicaciones locales y por las noticias del viaje (7,31; 8,10.13.22.27) no es posible hacerse una idea clara de los caminos que Jesús ha seguido. A excepción de 7,3], tampoco el evangelista pretende ordenar los relatos particulares. Hasta el segundo relato de la multiplicación de los panes viene introducido con la observación general de «por aquellos días» (8,1); de ahí que permanezca la duda de si Marcos piensa en una región pagana como escenario y en los gentiles como participantes del banquete milagroso. Trazando una especie de arco, Jesús regresa del Norte al lago de Genesaret (7,31); allí tiene lugar la curación del sordomudo. Después de la (segunda) multiplicación de panes, Jesús atraviesa de nuevo el lago (8,10). Jesús regresa luego a Betsaida en el extremo septentrional del lago donde cura a un ciego (8,22-26). Desde allí se puede alcanzar, más hacia el Norte, la región pagana de Cesarea de Filipo, donde se enmarcan la pregunta a los discípulos y la confesión de Pedro (8,27-30); pero no se dice que Jesús haya llegado allí con sus discípulos directamente desde Betsaida. Difícilmente puede pretender el evangelista ordenar sus materiales desde un punto de vista geográfico. En este sentido donde mejor se puede reconocer su propósito es en 7,31. Con un giro rápido e impreciso describe una vasta región en la que Jesús se hallaba entonces de camino. Le interesa más otro punto de vista: Jesús no se vincula al pueblo de Galilea y evita el territorio judío; visita también unas regiones alejadas y paganas. Tal vez esto le baste al evangelista, que no tiene a mano datos más precisos para presentar a sus lectores el universalismo de Jesús, su apertura a todos los hombres. En el segundo relato de la multiplicación de panes se dice que «algunos vinieron de muy lejos» (8,3). Más de eso, siendo fiel a la historia, no lo puede decir el evangelista, dado que Jesús no ha ejercido ninguna misión fuera de Israel. En el cuadro general de su Evangelio, y antes de cerrar los hechos del ministerio de Jesús en Galilea, quiere Marcos mediante algunos episodios que le proporcionaba la tradición, iluminar la ininterrumpida actividad de Jesús en favor de la salvación de los hombres. Siguen realizándose algunas expulsiones de demonios (cf. 7,29) y algunas curaciones -las del sordomudo y del ciego- y sigue Jesús compadeciéndose del pueblo sin querer abandonarlo por completo (8,2s). Pero en lo más profundo sigue siendo el incomprendido, incluso entre sus discípulos (8,17-21). Se le pide un signo del cielo, gesto que sólo puede considerar como una incredulidad (8,11s). Sabe de los sentimientos retorcidos y peligrosos de los fariseos y de Herodes (8,15) y previene contra ellos y contra el endurecimiento del corazón a los discípulos, en el que también ellos pueden caer (8,17s). Así se amontona todo en la última escena en que Jesús echa una mirada retrospectiva y hace cuentas. No es ciertamente un balance satisfactorio, aun cuando Pedro le haya confesado como Mesías, pues tal confesión no tenía entonces ni claridad ni fuerza (cf. 8,32s), cosas que sólo alcanzará después de la muerte y resurrección de Jesús. Pero esa confesión es el puente hacia la revelación de la verdadera mesianidad de Jesús que, según el designio salvífico de Dios, se apoya en los padecimientos y muerte del Hijo del hombre (8,33). La presente sección con sus cambiantes imágenes e impresiones quiere preparar veladamente al lector para el misterio de la pasión de Jesús.

a) La mujer pagana de sirofenicia (Mc/07/24-30).

24 Partió de allí y se dirigió a los territorios de Tiro. Entró en una casa y quería que nadie lo supiera, pero no consiguió pasar inadvertido; 25 porque en seguida, una mujer que tenía a su hijita poseída de un espíritu impuro, apenas oyó hablar de él, vino a postrarse a sus pies. 26 Esta mujer era griega, sirofenicia de origen; y le suplicaba que arrojara de su hija al demonio. 27 Jesús le decía: «Deja que primero se sacien los hijos; porque no está bien tomar el pan de los hijos para echárselo a los perrillos.» 28 Ella le contestó: «Es verdad, Señor; pero los perrillos, debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.» 29 Entonces él le dijo: «Por esto que has dicho, vete; que ha salido de tu hija el demonio.» 30 Se fue ella a su casa, y encontró que la niña estaba acostada en la cama, y que ya había salido el demonio.

No es casual que el evangelista conecte este encuentro de Jesús con una mujer pagana con la precedente crítica al legalismo judío. Pensando en sus lectores cristianos procedentes del paganismo, quizá quiso presentar este período de peregrinaciones bajo la perspectiva de una misión a los paganos; pero permanece fiel a la tradición y a la verdad histórica de que Jesús se abstuvo de predicar a los gentiles y de extender su actividad. Las primeras palabras de Jesús a la sirofenicia (v. 27) no deja ninguna duda al respecto. Mas Jesús no pensaba con el particularismo judío, visita un país pagano sin indecisiones, penetra allí en una casa sin temor a contaminarse y, excepcionalmente, accede a la petición de una mujer pagana y libera a su hija del demonio. El país de Tiro (y Sidón) era el límite septentrional de Galilea y estaba habitado por gentiles y hasta por enemigos de los judíos. No se dice por qué Jesús se alejó tanto de Galilea; pero conviene tener en cuenta su propósito de apartarse del pueblo ya desde la multiplicación de los panes (6,32.45). Mas como entonces el pueblo le seguía y continuaba buscándole como curador taumatúrgico (6,53-56), tampoco ahora puede mantenerse oculto. Los lectores saben ya por el resumen de 3,8 que gentes de Tiro y Sidón habían ido a Galilea, atraídas por su fama. Así que Jesús no era en aquel país un desconocido. El episodio en sí es una perla de la tradición. La mujer pagana, de Sirofenicia -la región meridional de aquella franja costera- muestra una fe fuerte, similar a la de la hemorroisa, y no se desalienta por la negativa inicial de Jesús. La frase metafórica del Maestro quiere decir que ha sido enviado primero a los hijos de Israel y que no debe preferir a los paganos. A propósito de esto se ha observado a menudo que los judíos se consideraban hijos de Dios y que en ocasiones designaban despectivamente a los paganos como «perros», un insulto fuerte en Oriente. Con tal insulto, sin embargo, se pensaba en los perros vagabundos y callejeros, mientras que Jesús habla de los perrillos, es decir, perros que viven en la casa, y así lo entiende la mujer (*). Por lo que Jesús no emplea ningún término injurioso, sino que como tantas otras veces acuña una imagen para expresar una idea. Con frecuencia ha provocado extrañeza el término «primero». ¿No habrá sido el propio Marcos quien haya agregado esa palabra con la mirada puesta en la misión cristiana? ¿No habrá querido reconocer así la primacía de Israel sin cerrar por ello la puerta a los gentiles (cf. Rom 1:16; Rom 2:9s)? Pero la expresión pertenece indisolublemente a la frase tal como está, y la motivación siguiente no puede negar rotundamente el alimento a los cachorrillos sino subrayar simplemente la primacía de los hijos. Los perrillos no deben saciarse a costa de los niños. La palabra de Jesús no constituye una negativa total sino sólo una indicación de que debe llevar primero y con preferencia a Israel la bendición del tiempo de salvación. Ello responde por lo demás a su postura habitual, pues aun limitando su misión al pueblo judío, nunca excluyó a los paganos de la salvación. Jesús esperaba que vendrían de Oriente y de Occidente y que tendrían parte en el reino de Dios (Mat 8:11). Marcos ha indicado ya esta «venida» o acercamiento de los paganos en el cuadro de 3,8, y bajo esa misma luz contempla ahora a la sirofenicia. La mujer toma la imagen empleada por Jesús y la aplica agudamente en su favor: también los cachorrillos que están debajo de la mesa comen las migajas del pan de los hijos. «Por eso que has dicho…» Jesús le concede el cumplimiento de su petición y, pronuncia la palabra salvadora, incluso a distancia. ¿Se deja Jesús persuadir por la agudeza de la mujer? No; recompensa únicamente su firme confianza en él, una confianza tan sencilla, astuta y conmovedora como la de la mujer que padecía el flujo de sangre. Jesús no necesita en modo alguno cambiar sus convicciones y propósitos; la mujer solo le ha hecho cambiar de opinión en apariencia. En realidad la razón que Jesús da permite esa excepción, y él sólo podía desear que la fe de la mujer fuese lo bastante fuerte como para comprender y atrapar esa posibilidad. Es inútil preguntarse si quiso someter a prueba la fe de aquella mujer. De hecho, para ella fue así, y supo superar esa prueba brillantemente. De este modo el episodio se torna una vez más en un ejemplo de fe. La mujer se va a su casa y encuentra a su hija curada. El evangelista no subraya la nueva prueba de fe que representaba el hecho de confiar en la palabra de Jesús pronunciada a distancia (cf. Jua 4:50). A Marcos le preocupa más la actitud de Jesús frente a aquella pagana y sólo consigna la curación operada. Mas para los lectores cristianos del paganismo aquella mujer innominada, que se acerca a Jesús llena de confianza, solicita su ayuda, no se desalienta y pronuncia una palabra rebosante de fe humilde y fuerte, se convierte en imagen y ejemplo de ellos mismos, réplica adecuada del centurión pagano que Mateo y Lucas presentan a sus lectores tomándolo de otra tradición (Mat 8:5-13; Luc 7:1-10). En Mateo Jesús dice a la mujer gentil: «Mujer, grande es tu fe» (Mat 15:28). Esa grandeza radicaba en lo inconmovible de su confianza cuando Jesús la rechazaba al parecer. Una fe auténtica no se rinde al desaliento, aunque Dios parezca ocultarle su rostro. Esa fe contiene siempre algo de la confianza «capaz de trasladar montañas» (cf. 11,23).

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* P. Billerbeck, Kommentar zum Neuen Testament aus Talmad und Midrasch 1, Munich 1922, P. 722, observa que el perro pasaba por ser «la criatura más despreciable, desvergonzada y miserable. Así se acuñó el gravísimo insulto de llamar perro a un hombre». De todos modos, la forma diminutiva del nombre no es despectiva, como demuestra el mismo Billerbeck con otro pasaje del Talmud en que se habla de una mujer que juega con el «perrillo» o pieza del juego de damas (p. 726).

……………

b) Curación de un sordomudo (Mc/07/31-37).

31 Salió de los territorios de Tiro, y, a través de Sidón, nuevamente se dirigió hacia el mar de Galilea, en pleno territorio de la Decápolis. 32 Le traen un sordomudo y le ruegan que le imponga la mano. 33 Y llevándoselo aparte, fuera de la gente, le metió los dedos en los oídos y con saliva le tocó la lengua: 34 levantando entonces los ojos al cielo, suspiró, y le dice: «¡Effathá!», que significa: «¡Ábrete!» 35 Se le abrieron los oídos e inmediatamente se le soltó la lengua y comenzó a hablar correctamente. 36 Les mandó con insistencia que no lo dijeran a nadie. Pero cuanto más se lo mandaba él, tanto más lo proclamaban ellos. 37 Y, sobremanera atónitos, decían: «Todo lo ha hecho perfectamente: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Este relato detallado de una curación lo ha encontrado Marcos en la tradición insertándolo en el marco de las correrías apostólicas de Jesús. Las gentes que llevan el sordomudo a Jesús y le suplican que le imponga las manos (cf. 6,5) eran ciertamente judíos en el relato tradicional. Cuando al término del episodio exclaman «Todo lo ha hecho perfectamente: hace oír a los sordos y hablar a los mudos», están citando una frase tomada de un vaticinio del profeta Isaías para el tiempo de la salvación (Isa 35:5). Para la comunidad cristiana este vaticinio se cumple en el ministerio de Jesús: Dios envía a su pueblo la salvación prometida. Pero Marcos se apodera del episodio y lo expone pensando sobre todo en sus lectores cristianos procedentes del paganismo. Mediante una indicación de viaje lo relaciona con la narración precedente; quiere dar la impresión de que esta curación sorprendente ha tenido lugar en una región donde al menos cabe pensar que los asistentes al acto no eran judíos. Los pormenores del viaje de Jesús resultan bastante imprecisos. Según la lectura más probable, Jesús se dirige primero desde Tiro más hacia el norte, hacia Sidón; dobla después y regresa al lago de Genesaret «en pleno territorio de la Decápolis»; es decir, a la orilla oriental del lago. Evita, pues, Galilea y se encuentra, según Marcos, en una región donde también tuvo lugar el exorcismo y curación del endemoniado de Gerasa (Isa 5:1-20). La nota redaccional no persigue ningún objetivo histórico ni geográfico; lo que pretende es llamar la atención de los lectores sobre la importancia del episodio para ellos mismos: la acción salvífica de Jesús mira al mundo pagano. También para ellos Dios «todo lo ha hecho perfectamente» por obra de Jesús. Del mismo modo elabora Marcos todo el relato de la curación de acuerdo con sus ideas. Subraya ante todo la orden de silencio de Jesús (v. 36), aunque aquella gente no le obedece, y «proclaman» cada vez más lo que habían visto como «proclamó» antes su curación por la Decápolis el poseso de Gerasa (Isa 5:20). Vale la pena reflexionar sobre el antiguo relato en sí mismo. La gente presenta a Jesús un sordo que, por la misma dureza de oído, sólo puede hablar con mucha dificultad, y tal vez sólo balbucía o tartamudeaba: toda una imagen de la impotencia humana. En su mentalidad especial suplican a Jesús que quiera imponerle las manos y poder así aliviarle o curarle del todo. Jesús toma la miseria humana muy a pecho: introduce sus dedos en los oídos del sordo y le toca la lengua con su saliva. Se acomoda así al pensamiento del pueblo y no deja duda alguna de que quiere sanarle de su mal. Sin embargo, todo eso no es más que la preparación; la curación propiamente dicha se realiza por su palabra soberana. Jesús la pronuncia por propia iniciativa, pero después de haber elevado los ojos al cielo y en comunión con su Padre celestial. él mismo está íntimamente conmovido, como lo revela su suspiro. La palabra aramea que se nos ha conservado, y que el evangelista traduce para los lectores, no se dirige a los órganos enfermos sino al mismo paciente: «¡Ábrete!» En la concepción judía, todo el hombre está enfermo y cuando se cura, la salud opera también sobre los órganos dañados. El resultado llega inmediatamente: los oídos se abren y el impedimento de la lengua -imagen de la dificultad que tenía para hablar- se suelta. Por antiguo que sea el relato, por extraño que pueda resultarnos -por ejemplo, la fuerza curativa de la saliva-, el cuadro constituye una imagen adecuada de lo que ocurrió con la curación que Jesús llevó a cabo: todo el hombre ha quedado sano. Las dolencias que deforman la creación de Dios quedan eliminadas y vuelve a brillar el esplendor original de la creación. Es un signo de la creación nueva que Dios realizará algún día. En la mañana de la creación Dios todo lo hizo bien (Gén 1), en el día de la consumación «todo lo hará nuevo» (Rev 21:5). Según el relato evangélico, la curación se verificó aparte, fuera de la gente. El evangelista, que tanto interés pone en la reserva y secreto de la actividad taumatúrgica de Jesús, difícilmente ha encontrado ya este rasgo que subraya al máximo. En la paralela curación del ciego (Rev 8:22-27), Jesús saca al enfermo de la aldea (v. 23). En su imagen del Jesús terrenal entra el que en las grandes curaciones busque el silencio y el alejamiento de los hombres; esto le distingue de los taumaturgos helenistas sobre los que circulan muchas historias. éstos buscaban el sensacionalismo y el aplauso de los hombres; Jesús se retiraba del pueblo. Lo que sus manos y su palabra realizaban era para el propio Jesús un acontecimiento milagroso de la proximidad divina y él conservaba el misterio de su actividad divina. Esto no excluye que tales hechos deban testificar también el inminente tiempo de salvación; deben hacer reflexionar a los hombres y conducirlos a la fe. Por ello rehuye Jesús a la multitud curiosa y ávida de novedades, aunque sin retirarse de su actividad pública. El evangelista no hace sino resaltar cada vez más esta actitud de Jesús, a lo que le mueve el interés por la persona de Jesús. Las obras salvíficas de Dios que Jesús realizaba, eran también obras de éste y testificaban en su favor como Mesías e Hijo de Dios. Personalmente Jesús quería permanecer oculto, pero sus obras no le permitían ocultarse. Marcos quiere suscitar en la comunidad creyente una conciencia más viva de quién era ese Jesús: el verdadero y único emisario por quien llega a los hombres la salvación de Dios y en el que se realizan las grandes promesas. No obstante, ese Jesús sólo puede y debe ser comprendido en la fe, por lo que permanece en una cierta penumbra. A los hombres les invade el pasmo, salen por completo fuera de sí; pero no llegan realmente a la fe. Esto entra, sin embargo, en los planes salvíficos de Dios, porque Jesús tiene que seguir el camino que lleva a la Cruz (Rev 8:31) para dar su vida en rescate de muchos (Rev 10:45). Es difícil que el evangelista haya querido interpretar el episodio de una manera simbólica. En modo alguno da a entender que el sordomudo deba ser un tipo para los hombres, que primero se muestran sordos al mensaje de salvación y a quienes sólo Jesús abre los oídos para escuchar y comprender. El impedimento de la lengua, de que el enfermo se ve liberado, sólo con grandes dificultades puede acomodarse a semejante interpretación simbólica.

Fuente: El Nuevo Testamento y su Mensaje

Lo que realmente contamina al ser humano (Mar 7:1-23)

Análisis de discurso

Este pasaje puede dividirse en tres partes, de acuerdo con los diferentes grupos que interactúan con Jesús: los fariseos y escribas (vv. Mar 7:1-13), la multitud (vv. Mar 7:14-16) y los discípulos (vv. Mar 7:17-23). Desde el punto de vista de la retórica del pasaje, se podría formular la siguiente estructura:

A. Los fariseos condenan a los discípulos (vv. Mar 7:1-2)

B. El evangelista explica las prácticas farisaicas (vv. Mar 7:3-4)

A’. Los fariseos cuestionan la conducta de los discípulos (v. Mar 7:5)

Jesús responde con una cita de Isaías (vv. Mar 7:6-8)

A. Jesús acusa a los fariseos de invalidar los mandamientos, y lo hace con citas de Éxo 20:12 y Deu 5:16 (v. Mar 7:9)

B’. Jesús da un ejemplo: “Corbán” (vv. Mar 7:10-12)

A’. Jesús acusa a los fariseos de invalidar los mandamientos (v. Mar 7:13)

Jesús enuncia una parábola (vv. Mar 7:14-16)

A. Jesús dice que lo que sale del ser humano es lo que contamina a éste (vv. Mar 7:17-19)

B’. Jesús da ejemplos con una lista de vicios (vv. Mar 7:20-22)

A’. Jesús reafirma que lo que sale del ser humano es lo que contamina a éste (v. Mar 7:23)

Esta es sólo una manera, entre varias, de analizar el pasaje. Sugerimos que las letras A representan una acusación, ya sea de Jesús o de los fariseos, o una respuesta enigmática de Jesús, mientras que las letras B son ilustraciones o ejemplos dados por Jesús o por el evangelista. Las tres secciones están unidas entre sí por una cita de Isaías y por una parábola de Jesús, que comentan el rol del corazón humano en la espiritualidad y la ética. Isaías sugiere que una religión que no nace del corazón es hipocresía, y la parábola anuncia que un corazón no redimido produce una vida cuyos frutos envenenan, contaminan a la persona.

TÍTULO: Sugerimos “Lo que realmente contamina al ser humano”, ya que este parece ser el punto principal del pasaje.

Análisis textual y morfosintáctico

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

Se acercaron a Jesús: En el texto griego la idea es que se juntaron a su alrededor, se agruparon. BJ dice «se reúnen junto a él», y BA, «se reunieron alrededor de Él». Estas últimas son mejores traducciones.

Fariseos: Ver Mar 2:16.

Que habían venido de Jerusalén: La puntuación de esta versión parece sugerir que tanto los fariseos como los escribas habían venido de Jerusalén. En el texto griego, sólo los escribas habían venido de Jerusalén.

Fuente: Comentario para Exégesis y Traducción

La fuente del pecado (ver Mat. 15:1-20). Aquí hemos visto que aun los milagros en la naturaleza no habían convencido a los discípulos de que Jesús era el Hijo de Dios; sus corazones estaban endurecidos, o como diríamos, sus mentes estaban cerradas. Las personas comunes aceptaban sus sanidades gozosamente, pero aún no sabían quién era él. Los fariseos y los maestros de la ley seguían con sus críticas interminables; estaban empecinados en no creer. Esta vez se quejaron de que los seguidores de Jesús no se lavaban las manos después de tener algún contacto accidental con los gentiles por las calles; no era asunto de higiene, sino de escrúpulos religiosos. Marcos explica a sus lectores no judíos que esto era sólo una parte de una complicada serie de lavamientos rituales hecha por los judíos. Todo provino de la tradición, no de Moisés; la tradición era observada furiosamente, al igual que las “tradiciones” en el Islam lo son en nuestros días. ¿Será, en parte, cierto del cristianismo también?

Jesús no negó que sus discípulos quebrantaran las tradiciones, pero lo justificaba diciendo que tales tradiciones eran meramente de hombres y que, en el caso de los fariseos, la observancia de ellas con frecuencia iba a la par con el rechazo de los mandamientos claros de Dios. Si la tradición contradice las Escrituras, tiene que cesar a pesar de lo mucho que se la pueda amar. Una cita candente de Isa. probaba dicho punto, y luego Jesús lo ilustró con un ejemplo de una manera farisaica de negar un mandamiento mosaico por medio de una treta típicamente rabínica. Si un hombre juraba una ofrenda a Dios que era el dinero que normalmente habría gastado en el cuidado de sus padres ancianos, se liberaba de la obligación de proveer para ellos. Como es su costumbre, Marcos explica el término técnico corbán, que se usaba para describir esta clase de juramento/ofrenda. Esta treta legalista, hecha en el nombre de la religión, era la peor de las hipocresías, como lo demostró Jesús. Y peor todavía, era solamente un ejemplo entre muchos.

Las leyes acerca de la “pureza” eran otro ejemplo, así que Jesús aprovechó la oportunidad para explicar a las multitudes que la verdadera naturaleza de la “contaminación” no era ritual, sino moral, y que brotaba del interior y no de lo exterior, como lo enseñaban los fariseos. Hoy en día nos parece tan obvio todo esto que no entendemos por qué los discípulos no lo podían comprender (17). Como la mayoría de los judíos de su época, pensaban que el pecado era algo así como un germen, una infección de contagio con otros de afuera. (Esta es más o menos la posición del confucianismo, y que es compartida por la mayoría de las religiones no cristianas.) Jesús enseñaba que el pecado era como un cáncer que crece en nuestro interior, tanto de judíos como de no judíos. Esto es mucho más difícil porque no lo podemos eludir meramente por evitar contaminarnos de otros; requiere una cirugía espiritual radical que ha de cambiar nuestra naturaleza interior. Por eso decía Juan que el que venía tras él bautizaría con el Espíritu Santo. A veces juntamos “el bautismo con el Espíritu” solamente con los dones espirituales; sin embargo, la Biblia lo asocia con mayor frecuencia con una naturaleza cambiada.

A esta altura Jesús remachó lo absurdo del punto de vista fariseo por medio de una ilustración de sentido común. Lo que entra al estómago no ha de afectar nuestra vida espiritual, sino solamente nuestra digestión, y nuestros procesos digestivos se han de encargar de ello a su tiempo. El punto de vista de los fariseos acerca de la contaminación era craso y demasiado lit., como aquellos que piensan que el Espíritu Santo o los demonios viven en alguna parte interior de nuestros cuerpos físicos, por lo tanto, si se nota vómito es una señal de que se está expulsando a los demonios. Jesús mostró que el corazón (hoy diríamos: la mente) es la fuente de contaminación y presentó una lista sobria de las cosas terribles que pueden salir de él.

Marcos deduce correctamente que si esto es así, todo alimento es limpio (halal, como lo diría el musulmán) y sería permitido para ser comido (19). Esto hubiera sido un gran alivio para los oyentes en la iglesia de Roma, tanto para judíos como para los gentiles, ya que hubiera hecho que el compañerismo ante la mesa del Señor fuera más fácil (Gál. 2:12).

Fuente: Nuevo Comentario Bíblico Siglo Veintiuno

7.1ss Los líderes religiosos enviaron investigadores desde su sede en Jerusalén para que observaran a Jesús. No les gustó lo que encontraron, porque Jesús los increpó por guardar la Ley para parecer santos y no para honrar a Dios. El profeta Isaías acusó de lo mismo a los líderes religiosos de sus días (Isa 29:13). Jesús uso las palabras de Isaías para acusar a esos hombres.7.3, 4 Marcos explicó estos rituales porque escribía a personas que no eran judías. Antes de cada comida, los judíos devotos llevaban a cabo una breve ceremonia, lavándose manos y brazos de cierta manera. Para ellos era un símbolo de que estaban limpios de cualquier contacto que pudieran haber tenido con alguna cosa considerada impura. Jesús dijo que los fariseos estaban equivocados al pensar que serían aceptos a Dios solo porque se lavaban por fuera.7.6, 7 Hipocresía es pretender ser algo que no se es, sin tener intención de serlo. Jesús llamó a los fariseos hipócritas porque adoraban a Dios no porque lo amaran, sino porque les beneficiaba, los hacía parecer santos y fortalecía su posición social en la comunidad. Somos hipócritas si: (1) damos más importancia a la reputación que al carácter, (2) cumplimos con rigor ciertas prácticas religiosas, pero dejamos que nuestros corazones se mantengan lejos de Dios, y (3) destacamos nuestras virtudes y los pecados de los demás.7.8, 9 Los fariseos agregaron cientos de sus reglas y regulaciones insignificantes a las santas leyes de Dios, y trataban de forzar a la gente a que las obedecieran. Decían que conocían la voluntad de Dios para cada detalle de la vida. Los líderes religiosos de hoy en día también tratan de agregar reglas y reglamentos a la Palabra de Dios, con lo que provocan no poca confusión entre los creyentes. Es idolatría pretender que nuestra interpretación de la Palabra de Dios es tan importante como la Palabra de Dios misma. Es sobre todo peligroso fijar parámetros no bíblicos para que otros los cumplan. En lugar de eso busquemos en Cristo la dirección para nuestra conducta y dejemos que El guíe a los demás en los detalles de sus vidas.7.10, 11 Los fariseos usaban a Dios como excusa para no ayudar a sus familiares, sobre todo a sus padres. Creían que era más importante dar dinero al templo que ayudar a los padres necesitados, no obstante que la Ley de Dios dice específicamente que debemos honrar a padre y madre (Exo 20:12) y cuidarlos en sus necesidades (Lev 25:35-43). (Para una explicación de Corbán, véase la nota a Mat 15:5-6.)Debemos dar dinero y tiempo a Dios, pero nunca debemos usar a Dios como excusa para dejar de cumplir nuestros deberes. Ayudar a quienes lo necesitan es una de las formas más importantes para honrar a Dios.7.18, 19 ¿Nos preocupa más la dieta que el alma? Según interpretaban las leyes sobre la comida (Levítico 11), los judíos creían que podían ser puros delante de Dios por lo que dejaban de comer. Pero Jesús dijo que el pecado comienza en las actitudes y en las intenciones de la persona. No abrogó la ley, sino que pavimentó el camino para el cambio aclarado en Act 10:9-29 cuando Dios quitó las restricciones culturales respecto a la comida. Los hechos externos no nos purifican, sino que llegamos a ser puros en lo interior cuando Cristo renueva nuestras mentes y nos conforma a su imagen.7.20-23 Una mala acción comienza con un simple pensamiento. Nuestros pensamientos pueden contaminarnos, llevándonos al pecado. Si damos cabida a pensamientos de lujuria, envidia, odio y revancha, nos guiarán a cometer malas acciones. Dios permita que no nos vuelvan indignos ante El. Por eso Pablo aconseja en Phi 4:8 : «Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad».7.24 Jesús viajó unos 45 km hasta Tiro y de ahí fue a Sidón. Eran dos ciudades portuarias del Mediterráneo, al norte de Israel. Ambas poseían un floreciente comercio y eran prósperas. En los días de David, Tiro mantenía relaciones amistosas con Israel (2Sa 5:11), pero tiempo después la ciudad llegó a ser famosa por su maldad. Su rey afirmaba ser Dios (Eze 28:1ss). Tiro se regocijó con la destrucción de Jerusalén en 586 a.C. porque sin su competencia, el comercio y las utilidades de Tiro aumentarían. Fue en medio de esta cultura materialista y pecaminosa que Jesús llevó su mensaje. Es interesante que enfatizara la importancia de la pureza interna, precisamente antes de visitar Tiro.7.26 Marcos la llama sirofenicia y Mateo la llama cananea. La designación de Marcos hace referencia a su trasfondo político. Su audiencia romana podría identificarla con facilidad por la parte del imperio de donde procedía. La descripción de Mateo se creó para su audiencia judía, los que recordaban a los cananitas como acérrimos enemigos cuando Israel se estableció en la tierra prometida.7.27, 28 Perrillo se refiere a una pequeña mascota, no a un animal que anda suelto comiendo carroña. Jesús simplemente quería explicar que su prioridad era alimentar a los hijos (enseñar a sus discípulos), no permitir a las mascotas interrumpir la comida familiar.La mujer no discutió. Usando los términos que Jesús escogió, declaró que estaba dispuesta a que la consideraran una interrupción mientras recibiera la bendición de Dios para su hija. Es irónico, pero muchos judíos perdieron la bendición y la salvación de Dios porque rechazaron a Jesús, mientras que muchos gentiles encontrarían la salvación reconociendo a Jesús.7.29 Este milagro muestra que el poder de Jesús sobre los demonios es tan grande que El no necesita estar presente físicamente para liberar a alguien. Su poder trasciende las distancias.7.36 Jesús le pidió a la gente que no divulgara la noticia de su sanidad porque El no quería que lo vieran simplemente como alguien que hacía milagros. No quería que la gente perdiera su verdadero mensaje. Si enfatizamos lo que Cristo puede hacer por nosotros, olvidaremos escuchar su mensaje.RELATOS DEL EVANGELIO QUE APARECEN SOLO EN MARCOS4.26-29: Parábola de la semilla que crece Trascendencia : Debemos depositar la semilla del evangelio en otras personas, pero solo Dios la hará crecer en sus vidas.7.31-37: Jesús sana a un sordo y tartamudo Trascendencia : Jesús se ocupa tanto de nuestras necesidades físicas como de nuestras necesidades espirituales.8.22-26 : Jesús sana al ciego de Betsaida Trascendencia : Jesús es bondadoso porque se aseguró de restaurar por completo la vista de este hombre.

Fuente: Comentarios de la Biblia del Diario Vivir

REFERENCIAS CRUZADAS

a 309 Mat 15:1

Fuente: Traducción del Nuevo Mundo

Los fariseos, y…escribas. Véanse coments. en Mt. 2:4 y 3:7.

Fuente: La Biblia de las Américas

1 (1) Con respecto a los vs.1-23, véanse las notas de Mat_15:1-20 .

Fuente: Comentario Del Nuevo Testamento Versión Recobro

escribas. Véase nota en Mat 2:4.

Fuente: Biblia de Estudio Anotada por Ryrie

47 (d) Controversia sobre la pureza ri­tual (7,1-23). La controversia que corona esta sección (cf. 8,11-21) comienza con la crítica de fariseos y escribas porque los discípulos no realizaban el lavatorio ritual antes de comer (7,1-8). La crítica de Jesús de que sus adversa­rios sustituyen los mandamientos divinos por sus tradiciones humanas conduce al ejemplo de la práctica del korban (7,9-13). Finalmente, Jesús ofrece una afirmación pública y una ex­plicación privada sobre la invalidez de las le­yes dietéticas judías (7,14-23). Las perícopas están estrechamente conectadas por el conte­nido (lavatorios rituales, korban, leyes dietéti­cas). El interés teológico se centra en la rela­ción entre la ley del AT y Jesús. Rechaza la tradición farisaica sobre la observancia de la ley, advierte contra la sustitución de leyes divi­nas por enseñanzas humanas y la manipula­ción de la ley para escapar de la propia obli­gación, y anula las leyes dietéticas del AT. 1. los fariseos y algunos escribas: Estos adversa­rios nos son conocidos por la serie de contro­versias que encontramos en 2,1-3,6. El hecho de que los escribas procedan de Jerusalén in­dica que el episodio tuvo lugar en Galilea, aun­que el texto no concreta el tiempo ni el lugar. 2. con manos impuras, es decir, sin lavárselas: La queja se debía a que los discípulos de Jesús no seguían las prácticas tradicionales judías de la purificación ritual; el problema no era la higiene. La explicación añadida por Marcos («es decir, sin lavárselas») indica que escribía para un público que no conocía tales prácti­cas. 3. los fariseos y todos los judíos…: La ex­plicación entre paréntesis de 7,3-4 está dirigi­da claramente a un público no judío, lo que pone de manifiesto el tipo de audiencia y la fi­nalidad del evangelio, a menos que se laven sus manos: La RSV deja sin traducir la difícil pa­labra griega pygmé, que puede ser un latinis­mo procedente de pugnus/pugillus, «puñado», e.d., a puñados. Marcos estaba describiendo la cantidad de agua utilizada en el lavatorio ri­tual judío (véase mYad. 1,1; cf. H. Balz, EWNT 3.473). la tradición de los antepasados: Los ra­binos desarrollaron un concepto de tradición según el cual los grandes maestros de Israel formaban una cadena que se remontaba hasta Moisés en el Sinaí (cf. m’Abot 1,1-12). Los fa­riseos querían extender las leyes de pureza ri­tual que el AT exigía a los sacerdotes a todos los israelitas, haciendo así realidad la visión de un pueblo sacerdotal. 4. purificación de co­pas, jarros y bandejas: Algunos biblistas perci­ben un tono irónico e impaciente en esta lista. Algunos manuscritos añaden a la lista «y ca­mas» (cf. Lv 15); puede haberse omitido acci­dentalmente o por lo absurdo que podía pare­cer lavar las camas. 6. bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas: La cita se aplica al estilo religioso de vida de fariseos y escribas. El tér­mino griego hypokrites describe al actor que oculta su rostro con una máscara; de aquí la connotación de «falso». Este pueblo me honra con los labios…: La cita de Is 29,13 procede de los LXX, no del texto hebreo, aunque tienen al­gunas diferencias con el texto de los LXX. Tal vez, Marcos (o su tradición) utilizó una tra­ducción griega variante, que podría haber for­mado parte de una antología de citas del AT. 7. en vano me dan culto, enseñando doctrinas que son preceptos humanos: Los LXX leen «…ense­ñando mandamientos de hombres y doctrinas» (cf. Col 2,22). Los fariseos y escribas dan so­lamente a Dios el «culto de los labios» y pre­sentan sus enseñanzas humanas como man­damientos divinos. El contexto en el que se produciría este debate en tiempos de Jesús po­dría haber sido el programa que tenían los fa­riseos de extender a todo Israel la obligación de pureza ritual. Para la Iglesia primitiva, este episodio daría una explicación de por qué los seguidores de Jesús no observaban las tradi­ciones judías. 8. dejáis a un lado el manda­miento de Dios y os aferráis a la tradición de los hombres: Esta declaración hace explícito lo que estaba implícito en la cita de Is 29,13. Los fariseos y escribas habrían negado vigorosa­mente esta acusación, pues se percibían a sí mismos como aquellos que hacían prácticas y concretas las enseñanzas que no estaban claras en la misma ley. 9. rechazáis el mandamiento de Dios para imponer vuestra tradición: Esta acu­sación recapitula el contenido de 7,1-8 y pre­para la ilustración del korban en 7,10-13. 10. Moisés dijo: El mandamiento divino (cf. Mt 15,4, «Pues Dios dijo») exige honrar a los pro­pios padres (Éx 20,12; Dt 5,16) y no hablar mal de ellos o maldecirlos (Éx 21,17; Lv 20,9). 11 .pero vosotros decís: Este versículo provoca un duro contraste entre el mandamiento divi­no y la enseñanza de los escribas y fariseos o ley del korban. La palabra griega korban es una transliteración de la voz aramea qorbán, que significa «ofrenda», «don». El receptor de la ofrenda es Dios. Al declarar una propiedad o una cantidad de dinero como ofrenda a Dios, el hijo podía anular cualquier derecho que sus padres ancianos tuvieran sobre ellos. Él término aparece en la inscripción de un osario que se encontró cerca de Jerusalén; «Todo cuanto se encuentre de provechoso en este osario es una ofrenda a Dios». Con este rótulo se pretendía evitar que los ladrones de tumbas robasen los objetos valiosos del osario (J. A. Fitzmyer, ESBNT 93-100). 12. hacer na­da por su padre o su madre: Jesús afirma que el resultado de la práctica del korban es privar a los padres del beneficio de la propiedad de sus hijos, constituyendo de este modo una infrac­ción del mandamiento (cf. 7,10). Lo que apa­rentemente es una conducta piadosa, es, en rea­lidad, una auténtica burla de la obligación religiosa. Algunos maestros judíos posteriores estaban de acuerdo con Jesús (cf. mNed. 9,1-2). 13. anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición: El comentario conclusivo re­gresa al principio general (7,8-9), ilustrado por la práctica del korban. El korban no es sola­mente un ejemplo aislado, sino la expresión del estilo propio con que los fariseos y escribas en­tendían la religión. 14. llamando de nuevo a la muchedumbre: Marcos ha dado un marco na­rrativo a una serie de dichos que estaban estre­chamente conectados con el material prece­dente mediante el tema puro/impuro. 15. nada que entra fuera del hombre puede mancharlo: Jesús anula las leyes de impureza ritual y die­téticas del AT (cf. Lv 11; Dt 14), que no sólo ocupaban amplias secciones del Pentateuco si­no que también influían en la vida cotidiana de los judíos. La naturaleza radical de la afirma­ción de Jesús y su dura ruptura con la tradi­ción judía ha llevado a que muchos especialis­tas lo atribuyan, sin duda alguna, al Jesús terreno (N. J. McEleney, CBQ 34 [1972] 431-60; J. Lambrecht, ETL 53 [1977] 24-82). Ahora bien, si estos dichos eran una clara expresión de la enseñanza de Jesús sobre las leyes dieté­ticas judías, ¿por qué nadie los utilizó en el de­bate sobre si los cristianos gentiles tenían que observar o no las leyes dietéticas? (H. Ráisánen, JSNT 16 [1982] 79-100). 16. quien tenga oídos para oír, que oiga: Este versículo está en correspondencia con la llamada a escuchar que se hace en 7,14 (cf. 4,3); podría derivarse de 4,9 y/o de 4,23. La traducción de la CB sigue a importantes manuscritos que lo omiten; en cambio la BJ lo recoge. 17. la parábola: Marcos ha construido una escena de explicación que recuerda a 4,10 (cuando Jesús explicó la fina­lidad de las parábolas y el significado de la pa­rábola de la semilla). Parabolé tiene aquí el sentido de «dicho oscuro» o incluso «enigma», aunque el contenido de 7,15 parece bastante claro. 19. puesto que no entra en su corazón: La parte previa de la oración (7,18b) repite meramente el contenido de 7,15. Esta parte explica que, puesto que el alimento no entra en el corazón (la sede del aprendizaje y los sentimientos, según la concepción antropoló­gica hebrea), sino en el estomago, el alimento impuro no mancha el núcleo interno de la per­sona. La explicación sugiere una distinción entre la persona interior (religión y morali­dad) y la persona exterior (ritualismo), algo inusual en la tradición judía, (declarando pu­ros todos los alimentos): De nuevo nos encon­tramos con el problema de que si Jesús hubie­ra sido tan explícito sobre la observancia de las leyes dietéticas judías, entonces, ¿por qué hubo tantos debates sobre este asunto en la Iglesia primitiva? (cf. Gál 2,11-14; Rom 14,14-20; Col 2,20-23; Hch 10,14-15; etc.). 20. lo que sale del hombre: Mientras que la primera parte de la explicación (7,18b-19) se centraba en «lo que entra», la segunda parte atribuye la impu­reza real a las cosas que salen del hombre. La idea es que los hechos perversos y los vicios proceden de personas que son malas. 21-22. malos pensamientos, fornicación…: El catálogo de pecados presenta tanto las acciones perver­sas como los vicios. Este tipo de listas se en­cuentra también en Gál 5,19-21; Rom 1,29-31; 1Pe 4,3; muchos de los términos que aparecen aquí se encuentran también en las cartas pau­linas. El recurso del catálogo era habitual en el mundo grecorromano y también se conocía en el judaismo (cf. 1QS 4,9-11). 23. todas estas maldades salen de dentro: La oración final re­sume el mensaje de la segunda parte de la ex­plicación (7,20-23).

48 (c) Nuevas actos de poder y una controversia (7,24-8,21). Esta sección tiene la misma estructura general que 6,35-7,23: tres milagros y una controversia. De nuevo el foco se centra en Jesús y en las afirmaciones cristológicas implícitas que se hacen sobre él. El desarrollo principal trata de la incompren­sión de Jesús por sus discípulos y de su solici­tud por ellos (cf. 8,14-21).
49 (a) Curación de la hija de una gentil (7,24-30). Aunque este incidente tiene los ras­gos de un relato de curación (espíritu inmundo, poder curativo de Jesús, prueba de la curación), su auténtico centro lo ocupa el diálogo entre Je­sús y la mujer gentil. Tiene lugar en territorio gentil. En la réplica a la petición que hace la mujer de que cure a su hija, Jesús pronuncia un dicho que parece excluir a los no judíos de los destinatarios de su poder. La intervención de la mujer critica este exclusivismo y muestra cómo hay un hueco para los no judíos en el plan de Dios. Los lectores cristiano-gentiles de Marcos habrían entendido este relato como una justi­ficación de su presencia en el seno del pueblo de Dios. 24. Tiro: Esta región se encontraba al noroeste de Galilea y era totalmente gentil. No sabemos cómo Jesús pudo adentrarse en terri­torio gentil. Aparentemente se dirigió allí para descansar y reflexionar. Sobre el entusiasmo que su presencia suscitó entre la gente de la zona, cf. 3,8. 25. se postró a sus pies: La postu­ra de la mujer expresa la súplica (cf. 3,11; 5,23) a favor de su hija que estaba poseída por un espíritu inmundo. Su petición se describe en 7,26. 26. una griega, sirofenicia de naci­miento: El primer adjetivo describe la religión de la mujer («una pagana»; cf. Mt 15,22 «una cananea») y el segundo especifica su naciona­lidad. No pertenecía a la población judía de la región de Tiro. 27. deja que primero se sacien los hijos: Los hijos seguramente son los judíos: El dicho incorpora la idea paulina del orden de la historia de la salvación («primero al ju­dío, luego al griego», cf. Rom 1,16). no está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perrillos: En ocasiones, los escritores judíos describían a los gentiles como «perros». Puede haber cierta suavización con el diminutivo «perrillos». 28. pero también los perrillos, de­bajo de la mesa, comen las migajas de los niños: La ingeniosa respuesta de la mujer parte de la misma palabra utilizada por Jesús y le da la vuelta para ponerla a su favor. Sin negar la pri­macía histórico-salvífica de Israel y el centro del ministerio de Jesús, rechaza la idea del ex­clusivismo del poder de Jesús. Sobre la ima­gen de comer migajas bajo la mesa en el AT, cf. Jue 1,7. 29. por haber hablado así, vete: Jesús entiende la réplica de la mujer como un signo de fe en el plan de Dios y su poder. Se presu­pone que Jesús curó a la niña a distancia, aun­que es también admisible que el milagro con­sistiera en que Jesús sabía que la niña ya se había curado. 30. encontró a la niña echada en la cama, y el demonio había salido de ella: Es­tos detalles sirven para confirmar la realidad de la curación.

50 (b) Cura a un hombre incapaz de oír y hablar correctamente (7,31-37). Tras una in­troducción geográfica, la perícopa sigue el de­sarrollo habitual de los relatos de curación. La imposición de silencio a la muchedumbre (7,36) y su posterior violación desarrolla el te­ma de su identidad, sugiriendo su ministerio no sólo consistía en hacer curaciones. Las pa­labras que expresan el entusiasmo que la mu­chedumbre siente por Jesús (7,37) proceden de una sección apocalíptica de Isaías y sugie­ren que el reino de Dios está presente en las acciones de Jesús. 31. marchó por Sidón: Los biblistas se han sentido intrigados por la ruta indirecta que siguió Jesús: «Según la lectura que se apoya en los mejores representantes de los textos alejandrino y occidental, al igual que en importantes testimonios cesareanos, Jesús tomó una ruta indirecta pasando hacia el nor­te desde Tiro hasta Sidón y de aquí en direc­ción al sudeste a través del Leontes, conti­nuando a través de Cesarea de Filipo hasta el este del Jordán y llegando así al mar de Gali­lea por su vertiente oriental, dentro del terri­torio de la Decápolis» (TCGNT 95-96). Este viaje a través de un extenso territorio pagano puede haber sido una creación de Marcos con el objetivo de anticipar la misión de la Iglesia a los paganos. 32. que era sordo y apenas podía hablar. El término griego kóphos, usado con referencia al sentido del oído, significa «sor­do», pero mogilalos, que significa «hablar con dificultad», describe un impedimento para ha­blar normalmente (cf. 7,35: «hablaba correcta­mente»). que le impusiera la mano: Marcos no suele utilizar el singular «mano» en el contex­to de la imposición de manos (cf. 5,23; 6,5; 8,23) . 33. le metió los dedos en los oídos y le to­có la lengua con saliva: Apartando al hombre de la muchedumbre, Jesús realiza un ritual de curación. Sobre la utilización de saliva en las curaciones de Jesús, cf. Mc 8,23; Jn 9,6. 34. mirando al cielo, suspiró: «Mirar al cielo» sig­nifica orar a Dios y «suspirar» expresa la com­pasión que siente por el hombre. Por tanto, no deben interpretarse como parte del ritual, «effatha», que significa «ábrete»: La glosa «ábre­te» explica el significado de la palabra semíti­ca, que, normalmente, se identifica con la voz aramea ’eppattah (= ’etpattah; cf. S. Morag, JSS 17 [1972] 198-202). 35. se le abrieron los oídos y se le soltó la traba de la lengua: Con esta fra­se se subraya la realización de la curación. Algunos manuscritos incluyen el adverbio eutheós, «inmediatamente», hablaba apropia­damente.: La mejor traducción del adverbio orthós es «apropiadamente», pues es más idiomático que «rectamente» y menos rígido que «correctamente». 36. mandó que no lo se dije­ran a nadie: La prohibición de que hablasen de la curación forma parte, probablemente, de la insistencia de Marcos en que Jesús es más que un sanador y que su completa identidad se re­velará solamente en la cruz y en la resurrec­ción. La prohibición tiene el efecto contrario. La reacción de la muchedumbre da testimonio de la realidad de la curación, subrayando al mismo tiempo la identidad de Jesús. 37. hace oír a los sordos y hablar a los mudos: La afir­mación de la gente alude a Is 35,5-6, que for­ma parte de la visión del futuro glorioso de Is­rael (Is 34-35) y que estaba relacionada con el contenido de Is 40-66. El uso de este texto del AT indica que el futuro glorioso de Israel está ya presente en el ministerio de Jesús.

Fuente: Nuevo Comentario Biblico San Jeronimo

Este pasaje contiene una pintura humillante de lo que es capaz la naturaleza humana en religión. En uno de esos pasajes de la Escritura que debe ser frecuente y diligentemente estudiado por todos los que desean la prosperidad de la iglesia de Cristo.
Lo primero que en estos versículos demanda nuestra atención es la condición baja y degradada en que se hallaba la religión judaica, cuando nuestro Señor estuvo en la tierra. ¿Qué mas deplorable que lo que aquí se nos relata? Vemos a los principales maestros de la nación judía considerando una gran falta, «que los discípulos del Señor comiesen paran sin lavarse las manos» Se nos dice que daban gran importancia al hecho de lavar vasos, copas, vasijas de bronce y mesas. En fin, era considerado el más santo de los hombres el que prestaba atención más rígida a esas prácticas meramente externas y de invención humana.
Debe recordarse que la nación, en que este estado de cosas existía, fue la más altamente favorecida en el mundo. Le fue dada la ley en el monte Sinaí, y el culto de Dios, el sacerdocio, los pactos y las promesas. Moisés, Samuel y David y los profetas vivieron y murieron en su seno. Ninguna nación sobre la tierra gozó de tantos privilegios espirituales; ninguna tampoco hizo tan mas uso de ellos, y rechazó más completamente las misericordias de que había sido objeto.
Nunca oro más puro se vio mas oscurecido. ¡Qué caer tan profundo de la religión del Deuteronomio y de los Salmos a la religión que consistía en lavar manos y vasos y copas! No se de admirarse que en la época del ministerio terrenal de nuestro Señor encontrase al pueblo como ovejas sin pastor. Las prácticas externas no alimentan las conciencias ni santifican los corazones.
Que la historia de la iglesia judaica nos sirva de aviso para no aceptar ligeramente ninguna falsa doctrina. Si empezamos a tolerarla no sabremos donde iremos a parar, ni si al fin no nos hundiremos en una religión degradada. Si nos desviamos de la senda de la verdad un ápice, concluiremos con lavar vasos y copas, como los fariseos y los escribas. Cuando una vez el hombre se aparta de la palabra de Dios, no hay nada, por mezquino, bajo, insignificante e irracional que sea, que no acepte. Hay hoy ramificaciones de la iglesia de Cristo en que las Escrituras nunca se leen, y el Evangelio nunca se predica, en que la única religión que tienen consiste en unas pocas formas insignificantes, y en guardar ayunos y festividades de invención humana; que empezaron bien, como la iglesia judaica, pero como esta se han hundido en la esterilidad más completa y la decadencia más absoluta. Debemos ejercer una vigilancia exquisita respecto a las falsas doctrinas, pues un poco de fermento leuda una gran masa. Defendamos con ardor la fe en su totalidad tal como fue comunicada a los profetas y apóstoles.
Absurdas y ridículas como aparecen a primera vista las costumbres y tradiciones de los fariseos, es un hecho que debe humillarnos que los fariseos encuentren siempre imitadores y sucesores. Ese celo en lavar vasos, copas y mesas parecerá casi risible y solo digno de niños; pero no tenemos que ponernos a buscar muy lejos para encontrarlo en torno nuestro. ¿Qué otra cosa es esa gravedad y ese interés con que en el día se disputa sobre casullas, albas, túnicas, asientos, mesas y cosas semejantes? ¿Qué diremos de la atención exagerada que se presenta a ceremonias, ornamentos, gestos y posturas en el culto divino, cuando las Escrituras no dicen una palabra de cosas semejantes? ¿No es esto la renovación de farisaísmo? ¿Qué otra cosa es sino una triste repetición de su alarde de celo exagerado por unos fundados en tradiciones humanas? ¿Qué argumentos pueden usarse en su defensa que los fariseos no hubieran podido emplear con la misma fuerza? Mil ochocientos años han transcurrido ya, y sin embargo, aún vemos entre nosotros esa generación que daba tanta importancia a lavar vasos, copas y mesas. La sucesión de los fariseos se prolonga.
Lo que en segundo lugar debe fijar nuestra atención, es la inutilidad del culto a Dios que consiste solo en palabras. Nuestro Señor da toda su fuerza a este precepto apoyándolo en una cita del Antiguo Testamento: «Que bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas. Este pueblo me honra con labios, pero su corazón está lejos de mi..
Cuando se trata de religión en el corazón es en donde Dios se fija principalmente. La cabeza inclinada, la rodilla doblada, el rostro grave, la postura rígida, las respuestas en toda regla y el amen en toda forma, todas esas cosas no constituyen el adorador en espíritu. La vista de Dios penetra más lejos y más profundamente. Exige el culto del corazón. «Hijo mío» nos dice a cada uno de nosotros, «dame tu corazón».
Recordemos esto cuando estemos en público en la congregación. No debemos contentarnos con llevar a nuestros cuerpos a la iglesia, si dejamos nuestros corazones en casa. Quizás los hombres no descubran ninguna falta en el servicio; posible es que obtengamos la aprobación de nuestro ministro; nuestros vecinos podrán tomarnos por ejemplos de lo que deben ser los cristianos posibles es también que nuestra voz se oiga por encima de todas las otras en el himno y en la plegaria; pero todo eso será peor que nada ante Dios, si nuestros corazones no toman parte. Es solo leña, paja y hojarasca a los ojos de Aquel que penetra los pensamientos, y que lee los secretos más íntimos del corazón humano.
Recordemos también esto en nuestras devociones privadas. No debemos quedar satisfechos con repetir buenas palabras, si nuestro corazón y nuestros labios no marchan de consuno. ¿De qué provecho podrá sernos ser fluidos y abundantes en nuestras plegarias si nuestras imaginaciones corren extraviadas muy lejos del lugar en que estamos arrodillados? De nada aprovecha. Dios ve en lo que estamos ocupados, y rechaza nuestra ofrenda. Oraciones sentidas, plegarias que brotan del corazón, son las que se complace en oír, y son las únicas que responde. Quizás nuestras peticiones nos parezcan humildes, balbucientes y débiles; no estarán presentadas con palabras propias, ni lenguaje escogido y serían casi ininteligibles si fuéramos a escribirlas, pero si nacer de un corazón contrito y creyente, Dios las entiende, y en tales oraciones se deleita.
Lo que debe llamar, por último nuestra atención en estos versículos, es la tendencia que tienen las invenciones humanas en religión a suplantar la palabra divina. Vemos que por tres veces hace nuestro Señor este cargo a los fariseos: «Dejando a un lado los mandamientos de Dios, sostenéis las tradiciones de los hombres» «Rechazáis por completo los mandamientos de Dios, para poder guardar vuestras propias tradiciones» «Dejando sin efecto la Palabra de Dios por medio de vuestras tradiciones» El primer paso de los fariseos fue agregar a las Escrituras sus tradiciones, como suplementos muy útiles. El segundo colocarlas a la misma altura de la palabra de Dios, y darles la misma autoridad. El último fue honrarlas más que a las Escrituras y hacer descender a estas de su legítimo puesto. En este estado se encontraban las ocazas cuando Nuevo Testamento Señor estuvo en la tierra. De hecho las tradiciones humanas lo eran todo, y la palabra de Dios nada. Se consideraba como verdadera religión obedecer las tradiciones, pero no se ocupaban de obedecer las Escrituras.
Es un hecho lamentable que los cristianos hayan ido tan lejos en este particular siguiendo las huellas de los fariseos. El mismo procedimiento ha tenido lugar repitiéndose una y otra vez, y produciendo las mismas consecuencias. Los cristianos se han visto compelidos a aceptar prácticas religiosas de invención humana, prácticas, al parecer, útiles, y que se proponían un fin bueno, pero que no estaban ordenadas en la palabra de Dios. Estas mismas prácticas poco a poco se han ido imponiendo con más vigor que los propios mandamientos de Dios, y se han defendido con más celo que la autoridad de la palabra divina. No tenemos que ir muy lejos para encontrar ejemplos, pues la historia de la iglesia universal puede suministrárnoslos.
Guardémonos de aprender a agregar nada a la palabra de Dios, por considerarlo necesario a la salud; es provocar a Dios que nos condene a una ceguedad absoluta. Es lo mismo que si dijéramos que su Biblia no es perfecta y que sabemos mejor que El lo que el hombre necesita para salvarse. Tan fácil es destruir la autoridad de la palabra de Dios con adiciones, sepultándola bajo los escombros de las invenciones humanas como negando su verdad. Toda la Biblia, y nada más que la Biblia debe ser la regla de nuestra fe; nada debe agregársele ni nada substraérsele.
Finalmente, tracemos una línea divisoria bien marcada, entre las cosas que han sido en religión ideadas por los hombres, y las que se ordenan claramente en la palabra de Dios. Lo que Dios manda es indispensable para salvarse; lo que el hombre traza podrá se útil y conveniente para aquel momento dado, pero la salud no depende de su obediencia. Lo que Dios requiere es esencial para la vida eterna; el que intencionalmente lo desobedece destruye su alma

Fuente: Los Evangelios Explicados

Los fariseos calumnian a los discípulos porque comían sin lavarse las manos; y el Señor reprende a los calumniadores, haciéndoles ver que violaban la ley de Dios por observar sus tradiciones. Declara el Señor qué es lo que hace impuro al hombre. Fe grande de la Sirofenicia, por la cual libra el Señor a su hija del demonio. Cura a un hombre que era mudo y sordo.

3 a. El Griego: eán mé pugmé, sino, han lavado las manos hasta el codo, por una escrupulosa superstición.

b. MS. Las posturas de los viejos.

4 c. Así explican comúnmente los intérpretes la palabra baptizant, meterse todo en el agua, bañarse. Y lo hacían esto, porque debiendo tratar con toda suerte de personas, se creían en necesidad de lavarse siempre que volvían a casa, para limpiarse de la impureza que podían haber contraído con su comunicación y trato.

d. El Griego: ha parébalon kratéin, que tomaron guardar: las cuales palabras explican la arrogancia con que de autoridad propia sustituyeron sus tradiciones a los mandamientos de Dios. Los lechos de que aquí se habla, eran las camas en que se recostaban para comer. Y todo esto lo hacían principalmente para celebrar la Pascua, de manera que comenzaban dos o tres días antes a barrer la casa y a limpiar todas la vasijas y muebles que había en ella. Por lo que miraba al pan fermentado, eran tan supersticiosos, que la vigilia de la Pascua el padre de familias después de haber hecho oración, encendía una vela de cera, e iba por todas las salas, piezas y rincones de la casa registrando hasta las mismas madrigueras de los ratones, si los había, para ver si aun allí se encontraban algunas migajas de pan fermentado que no hubiesen comido, para recogerlas y quitarlas.

6 e. MS. Alongado es de mí.

9 f. Manera de hablar irónica.

11 g. qorbán. Es palabra hebrea, que significa don u ofrenda consagrada a Dios, del verbo qárab, que significa acercó, y en Hifil hizo acercar u ofrecer. En lengua caldea se dice curban o corbona; y esta palabra se encuentra en Mt 27,6, por el erario o tesoro del templo, en donde se guardaba el dinero ofrecido a Dios.

h. El Griego: ho eán ex emóu, ofelethés, todo aquello con que yo puedo ayudarte, será corban; esto es, ofrenda. Aquí debe suplirse algo, como diciendo: si alguno hubiere hecho semejante juramento, no debe faltar a él, aunque por esto falte a las obligaciones que tiene a su padre y a su madre (Mt 15,5-6). Los fariseos habían puesto esta ley, que luego que el hijo pronunciaba la palabra qorbán, no podía faltar a la promesa.

15 i. Fuera del cuerpo del hombre.

j. El Griego: hó dúnatai autón koinósai, lo que puede hacerle común o impuro; y esta misma expresión se repite después en otros versículos.

17 k. MS. Se quitó de la yente.

18 l. MS. Assi sodes vos desentendudos?

19 m. El Griego: eis afedóna, in latrinam.

21 n. MS. Fornicios, omezillos.

22 o. La envidia (véase Mt 20,15).

p. En la locura se comprende la vanidad, la arrogancia, y con mayor particularidad el hablar sin cordura.

24 q. No se debe esto entender, como si Jesucristo no hubiera tenido poder para ocultarse, si hubiera querido. Mas se dice en un lenguaje acomodado a lo que sucede comúnmente con los hombres con quienes conversaba. Los teólogos llaman a esta voluntad de señal o ineficaz, no absoluta. Santo Tomás.

26 r. El Griego: hellenís, Griega. Así llamaban los hebreos a todos los gentiles y cananeos, a los que habitaban en Tiro, Sidón y otros lugares circunvecinos sobre la costa del mar; y los griegos llamaban a estos mismos sirofenicios, porque estaban confinantes con la Siria.

28 s. Por cachorrillos se entienden los gentiles.

29 t. Por la grande fe que muestras en estas palabras, se te concede lo que pides.

30 u. San Mateo (15,23), dice que Jesucristo habló a esta mujer en el camino, y le concedió la curación de su hija. Y aquí San Marcos escribe, que vino a postrarse a los pies del Salvador en la casa, a donde se había retirado. San Agustín concilia estos textos distinguiendo dos tiempos diferentes, en los que habló esta mujer al Salvador. Luego que supo que el Salvador estaba allí, acudió en el momento, según San Marcos, y le suplicó, que se compadeciese de ella, y que echase el demonio del cuerpo de su hija. Jesucristo no le respondió ni una sola palabra, según San Mateo. Y en este tiempo fue cuando salió de la casa, y le fue siguiendo la cananea, renovando sus instancias y gritando: Señor, Señor, Hijo de David, ten piedad de mí, etc. Y los discípulos viendo que el Hijo de Dios no le respondía nada, se acercaron a él, y le dijeron, según lo expresa San Mateo: Concédele lo que pide para que se vaya, porque viene gritando, etc. Todo el resto de este mismo suceso queda ya explicado en el citado capítulo de San Mateo.

32 v. El Griego: kofón mogilálon, un sordo que hablaba con dificultad, tartamudo.

33 w. MS. E tirol de entre la yent aparte.

35 x. MS. El ligamiento.

y. MS. Derechamente, claramente, expeditamente. Este milagro, según el sentir de los más hábiles intérpretes, es diferente del que se cuenta en Mt 9; porque el uno era un hombre mudo poseído del demonio, que comenzó a hablar luego que este le dejó; y el otro un sordo y mudo a quien el Señor curó; pero sin estar poseído del espíritu maligno. La santa Iglesia, inspirada del Espíritu Santo, ha tomado de esta curación milagrosa de Jesucristo algunas ceremonias de que usa, cuando confiere el Bautismo, para enseñarnos, que quien va a ser bautizado está verdaderamente sordo y mudo, por lo que mira a la palabra de Dios, y que por esto es necesario que se abran sus orejas para poder oír esta divina palabra: que se desate su lengua para hacer una generosa profesión de la fe; y que sea presentado a la Iglesia por el padrino y por la madrina, del mismo modo que fue presentado este hombre a Jesucristo por los que le pidieron su curación. La palabra Ephpheta, o según el texto griego: effathá, es siríaca, del verbo hebreo Pathah, abrir, desatar.

Fuente: Notas Bíblicas

[4] Véase notas sobre Mat 15:5-6.

[1] Yahshua de ninguna manera está contrariando ninguna de las leyes de kashrut/alimentos limpios permitidos, porque si El siquiera hubiera considerado contradecir alguna, por definición no podría ser el Moshiach. No, en cambio el tema aquí se refiere a las tradiciones del lavado de manos para ser considerado ritualmente puro. Esto era pura tradición sin base en las instrucciones de la Torah. Yahshua le da a Israel el entendimiento de que manos lavadas, o no lavadas no cambian el corazón de un hombre o una mujer. Eso es todo lo que está tomando lugar aquí.

[2] Véase comentarios sobre Mat 15:24 y 15:26.

[3] Diez poblaciones llenas de Efraimitas del norte.

Fuente: Escrituras del Nombre Verdadero

[6] Is 29, 13; Mat 15, 8.[28] Es una afirmación y una súplica.

Fuente: Notas Torres Amat